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Genios de La Edad Tardía
Genios de La Edad Tardía
FELIP VIVANCO
Toni Morrison, premio Nobel de literatura, confesó una vez que le era
imposible escribir de manera regular. La escritora afroamericana tenía un
trabajo más o menos convencional de nueve a cinco, daba clases y además
tenía que criar sola a dos hijos. Si no hubiese sacado fuerzas de flaqueza y
hubiese madrugado lo indecible (veía la salida del sol y eso le cargaba de
energía) ahora mismo no estaríamos hablando de ella. Morrison no publicó su
primer libro hasta los 40, pero 22 años más tarde ya tenía Nobel y Pulitzer.
Hay casos aún más extremos. Otro Nobel, José Saramago, se estableció como
escritor a los 60 tras un intento a los 25. La Academia Sueca le concedía el
galardón apenas 16 años después.
Eso sí, hay que recordar que incluso siendo un genio absoluto en alguna
materia, con la edad siempre se pueden aprender aquellas cosas que otras
personas comunes ya dominaban desde que eran pequeños. La hija de Marie
Curie describió una vez la alegría casi infantil que experimentó su madre a los
50 años cuando dio sus primeras brazadas en el mar para aprender a nadar.
Nunca es tarde para saber ni para hacer lo que sea, aunque poseas dos premios
Nobel. Lev Tolstói (sobran las presentaciones, ¿no?) ya había escrito su
primera novela a los 24 (todo normal) y luego labraría una carrera literaria sin
parangón… Sin embargo no se ensañaría a montar en bicicleta hasta los 67
años. Tal vez no lo hubiese hecho, pero su hijo de siete años acababa de morir,
le regalaron una bicicleta y el aristócrata anarquista, pacifista, cristiano y
vegetariano halló una buena terapia en ello y se puso a pedalear para el
asombro de todos sus vecinos.
Nunca es tarde para disfrutar de esa libertad que se logra al alcanzar metas
creativas, al estudiar, descubrir nuevos mundos del saber aunque se tengan 60,
70 o los años que sean.
Isabel Toledo (no busquen en Google) no posee, de momento, ningún
galardón importante. Es una señora bastante anónima que nació en Albacete
hace 67 años, que vive en Xàtiva, que se casó, tuvo hijos y trabajó durante
décadas como funcionaria en la Agencia Tributaria. Como muchos de su
generación, estudió menos de lo que hubiese querido, hasta que muchos años
después, cuando ya superaba la cincuentena, se matriculó en Geografía e
Historia. Lejos de aplacar el gusanillo del aprendizaje, se le despertó todavía
más y se volvió a enrolar en el ejército de las aulas. En los últimos meses, la
señora Toledo junto con un nutrido grupo de mayores (todos
universitarios séniors, de más de 55 años, en España hay unos 25.000) han
llevado a cabo una investigación que ha sacado a la luz hasta 400 fuentes y
lavaderos de gran valor patrimonial, aljibe romano incluido, en el interior de
varias casas de esta ciudad valenciana.
Toledo repite una y otra vez la palabra libertad y es en torno a ese concepto
que ella y sus compañeros construyen proyectos después de décadas en los
que no han sido libres para, por ejemplo, estudiar.“Hemos aprendido mucho
de ellos”, confiesa Jaime Piqueras, doctor en Historia Medieval y profesor en
la UNED de Historia del Arte. “Sus hallazgos son increíbles –añade la otra
cotutora del proyecto, la arqueóloga Reyes Borredà–, pues han descubierto
varias fuentes del siglo XIX y hasta una del XVII”. “Para ellos –añade
Piqueras– ha sido algo natural, tienen una gran capacidad para relacionarse y a
veces nos han dejado boquiabiertos”.
Si para Isabel Toledo estudiar y conocer suponen una libertad inesperada, para
Alejandro Otero significan también una oportunidad de transmitir
conocimiento: “Nos hemos juntado un grupo de personas con un cierto bagaje,
ingenieros navales, gente con éxito, muchos empleados de banca jubilados a
los 55, marineros… Entendemos –ilustra– que cada vez que una persona
mayor se mueve sin transmitir sus conocimientos es como si se quemara una
biblioteca, así que hay que evitar que se quemen. Buscamos el envejecimiento
activo de verdad. Estudiamos porque queremos, porque lo necesitamos”,
apostilla.
Las ventajas físicas, psicológicas y neurológicas del que retoma los estudios o
los empieza cuando se jubila se han explicado por activa y por pasiva. “Me
siento más joven que nunca” es una frase que se suele oír a algún mayor de
nuestro entorno encantado de estar activo en algo que le gusta. Sin
embargo, existe otra visión, las ventajas y regalos que nos aportan estos
mayores con su motivación. Sus trabajos universitarios de campo han servido
para desenterrar tesoros arqueológicos, recuperar la memoria de oficios
perdidos, etcétera.
Como en el caso de los descubridores de fuentes en Xàtiva, el programa
UNED sénior de la Universidad a Distancia ha desarrollado proyectos
similares en los que los estudiantes han elegido la temática y los profesores
han establecido la metodología científica. En A Coruña, por ejemplo, un
grupo de estudiantes del programa de mayores se han embarcado en la
catalogación del patrimonio musical de su tierra. Los séniors del programa de
Mérida se han centrado en escarbar en los rincones de la historia industrial
de la capital extremeña. En Vila-real, los alumnos catalogan los oficios que
han desaparecido en los últimos años. Mientras que en Lanzarote, los
estudiantes de la UNED se han marcado recuperar una cierta cultura del agua
(en una isla donde la potable siempre escaseó), y tradiciones agrícolas
y de las salinas.
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