Está en la página 1de 3

El mito y el símbolo

La etimología griega de mythos se refiere a la idea de “historia contada” o “cuento”, y de


algún modo, su “desprestigio” frente al logos (que, entre otras cosas, señala la idea de
“discurso racional”) generó en Occidente una “escisión” en dicha raíz: la Historia como
disciplina o ciencia, que al poseer una estructura lógica científica basada en datos (signos)
tiende a inmovilizar la memoria; y el Mito (similar a la tradición y al cuento popular) que,
al poseer una estructura narrativa que opera con símbolos, es esencialmente “abierto”.
De hecho, en tiempos de crisis las identidades colectivas se aglutinan y refuerzan
recurriendo a sus Mitos más que a su Historia. Esto sin duda se vincula con la
“atemporalidad” del mito, o bien con su carácter “supra-temporal” que permite “extraer”
el pasado y traerlo al presente, convirtiéndolo en “verdad”.

En este sentido, es posible distinguir una triple dimensión del símbolo:

[...] todo símbolo auténtico posee tres dimensiones concretas: es al mismo tiempo
“cósmico” (es decir, extrae de lleno su representación del mundo bien visible que nos
rodea), “onírico” (es decir, se arraiga en los recuerdos, los gestos, que aparecen en nuestros
sueños y que constituyen, como demostró Freud, la materia muy concreta de nuestra
biografía más íntima) y por último “poético”, o sea que también recurre al lenguaje, y al
lenguaje más íntimo, por lo tanto el más concreto.

Durand, G. La imaginación simbólica.

© Universidad de Palermo. Prohibida la reproducción total o parcial de imágenes y textos. 1


Es decir, que un símbolo implica un significado cósmico, onírico o espiritual, y poético, por
tanto, reúne en sí un sentido que no se limita a una convención humana (como el signo)
sino que se expande indefinidamente en las sociedades (tradición y arquetipos) y en cada
individuo (sueños, lo inconsciente, la memoria), con la capacidad a su vez de ser expuesto
de diferentes maneras mediante el lenguaje (la poiesis o creación poética). Estos tres
planos o aspectos del símbolo son indivisibles entre sí, entendiendo al lenguaje no sólo
como “palabra” sino en el sentido más primigenio de “fábula”, una historia narrada o, más
específicamente, el acto de narrar en sí. Es decir, un “mito”, en el sentido original del
término. Quedan así conformando como una unidad el cosmos o mundo concreto de la
sociedad y del individuo, su memoria y sus fantasías (tradiciones, leyendas, anhelos o
deseos pendientes de cumplimiento), y el lenguaje, entendido fundamentalmente como
“habla”, como puesta en acción de la lengua para aglutinar lo cósmico y lo onírico.

Precisamente, cuando se habla del “simbolismo del viaje”, queda implicada en esa
expresión no solo los múltiples sentidos concretos del viajar, sino su realización poética y
onírica. El ensayo de Calvino, que plantea una recursividad en la Odisea, convierte al
propio poema en un símbolo.

Esto se observa en una gran diversidad de episodios. Se concentrará la atención en tres:

El encuentro con el Cíclope

El encuentro con el Cíclope evidencia la astucia del héroe, y de hecho el personaje de


Odiseo aquí se parece más a un héroe popular, cuya virtud central es la astucia, que a un
héroe épico, cuya Areté (palabra griega que remite a la virtud guerrera) se centra en el
valor y la fuerza.

Más allá de la trampa que incluye el vino y el engaño con el nombre falso (Outis: nadie),
este episodio presenta la Némesis (suerte de “peso del pasado” sobre nuestro destino)
originado en la Hybris (soberbia, desmesura) de Odiseo, cuando se jacta de su triunfo
frente al Cíclope. Este hecho termina construyendo el regreso del héroe, quien desde
ahora deberá cargar con el peso del rencor que Poseidón (padre de Polifemo) tiene sobre
él, al hacerle difícil el regreso y amarga la llegada a su hogar.

Circe

El encuentro con Circe implica la amenaza de un descenso a una condición de vida


inferior. En otros términos, la pérdida de la humanidad. Curiosamente, es un dios más

© Universidad de Palermo. Prohibida la reproducción total o parcial de imágenes y textos. 2


bien ambiguo, Hermes, quien asiste al héroe para que este pueda vencer a la bruja (cuyo
poder reside en el “encantamiento”, esto es, no solo en la brujería sino esencialmente en
el “canto”, tal como ocurre también con Calipso -ver Canto V). Este dios Hermes es muy
diferente del que aparece como mensajero de los dioses. Es más bien un dios mago, cuyo
valor tiene que ver con lo “hermético” (palabra derivada de Hermes), es decir, con aquel
conocimiento oscuro y difícil de adquirir. En todos estos episodios (el Cíclope y el Circe,
como también el de los Lotófagos o el de las Sirenas) se cumple lo que comenta I. Calvino
en su ensayo: el peligro de olvidar el regreso.

El viaje al Hades

El viaje al Hades suele ser descripto incorrectamente como un “descensus ad inferos”, un


descenso a los infiernos. Para emplear el término griego, una “katábasis”. Pero en rigor se
trata de un viaje a través del río Océano, que, en la concepción griega, circunvalaba toda
la tierra. Por tanto, es un viaje “más allá de todo límite”, a un lugar de sombras
permanentes. Por esta última característica la crítica suele considerar al Hades “inspirado”
o sugerido por navegaciones griegas reales que llegaron hasta más allá del Círculo Polar
Ártico (las navegaciones de Piteas, por ejemplo).

La estructura de este canto parece mostrar una escisión cuando reintroduce el diálogo de
Odiseo con los reyes feacios. Según la crítica más aceptada, lo que sigue es una inserción
posterior, y no es original. La primera parte, en cambio, es singularmente interesante por
tres momentos o encuentros que se suceden: el de Tiresias, el de su madre Anticlea, y el
diálogo que mantiene con Aquiles y Agamenón.

Así como Tiresias le informa del futuro (su viaje), su madre le informa del pasado y del
presente (sus años de ausencia de Ítaca y lo que sucede en el palacio). Por tanto, llenan el
vacío de conocimiento de Odiseo. El encuentro con Aquiles, Ajax y Agamenón, por el
contrario, busca mostrar la condición de los muertos (preanunciada por Anticlea) y
además confronta el arquetipo de la esposa prudente (Penélope) con la malvada y asesina
de su marido (Clitemnestra, esposa de Agamenón).

Algunos autores establecen un muy interesante paralelismo entre el Hades y el concepto


de inconsciente propio del psicoanálisis, por cuanto en ambos casos se trata de una forma
de conocimiento oculta.

© Universidad de Palermo. Prohibida la reproducción total o parcial de imágenes y textos. 3

También podría gustarte