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[...] todo símbolo auténtico posee tres dimensiones concretas: es al mismo tiempo
“cósmico” (es decir, extrae de lleno su representación del mundo bien visible que nos
rodea), “onírico” (es decir, se arraiga en los recuerdos, los gestos, que aparecen en nuestros
sueños y que constituyen, como demostró Freud, la materia muy concreta de nuestra
biografía más íntima) y por último “poético”, o sea que también recurre al lenguaje, y al
lenguaje más íntimo, por lo tanto el más concreto.
Precisamente, cuando se habla del “simbolismo del viaje”, queda implicada en esa
expresión no solo los múltiples sentidos concretos del viajar, sino su realización poética y
onírica. El ensayo de Calvino, que plantea una recursividad en la Odisea, convierte al
propio poema en un símbolo.
Más allá de la trampa que incluye el vino y el engaño con el nombre falso (Outis: nadie),
este episodio presenta la Némesis (suerte de “peso del pasado” sobre nuestro destino)
originado en la Hybris (soberbia, desmesura) de Odiseo, cuando se jacta de su triunfo
frente al Cíclope. Este hecho termina construyendo el regreso del héroe, quien desde
ahora deberá cargar con el peso del rencor que Poseidón (padre de Polifemo) tiene sobre
él, al hacerle difícil el regreso y amarga la llegada a su hogar.
Circe
El viaje al Hades
La estructura de este canto parece mostrar una escisión cuando reintroduce el diálogo de
Odiseo con los reyes feacios. Según la crítica más aceptada, lo que sigue es una inserción
posterior, y no es original. La primera parte, en cambio, es singularmente interesante por
tres momentos o encuentros que se suceden: el de Tiresias, el de su madre Anticlea, y el
diálogo que mantiene con Aquiles y Agamenón.
Así como Tiresias le informa del futuro (su viaje), su madre le informa del pasado y del
presente (sus años de ausencia de Ítaca y lo que sucede en el palacio). Por tanto, llenan el
vacío de conocimiento de Odiseo. El encuentro con Aquiles, Ajax y Agamenón, por el
contrario, busca mostrar la condición de los muertos (preanunciada por Anticlea) y
además confronta el arquetipo de la esposa prudente (Penélope) con la malvada y asesina
de su marido (Clitemnestra, esposa de Agamenón).