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EN OTROS IDIOMAS
14

ENGLISH
(/EN/2017/JULY/EATING-MACONDO-
ESSAY (/ES/GENRE/ESSAY)
BANANA-TREE-CHICKENHEAD-
Comer en Macondo: del SOUP-LARISSA-
HERN%C3%A1NDEZ)
banano al caldo de cabezas
NÚMERO ACTUAL (/EN/ERROR-
de gallo PAGES/LATIN-AMERICAN-
LITERATURE-TODAY-VOL-2-NO-1)

Larissa Hernández (/es/author/larissa-hern%C3%A1ndez)

ENGLISH
(/EN/2017/JULY/EATING-
MACONDO-BANANA-
TREE-CHICKENHEAD-
SOUP-LARISSA-
HERN%C3%A1NDEZ)

(/es/2017/july)
Número 3
El tercer número de LALT incluye el
lanzamiento de una sección
permanente dedicada a la Literatura
Indígena, con obras escritas en
idiomas que van desde el mapudungun
hasta el tzotzil, además de cuentos
extraordinarios de Cristina Rivera
Garza y Yoss, la estrella naciente de la
ciencia Fcción cubana.

Tabla de Contenidos

S HA R ES
S HA R ES

NOTA DEL EDITOR

ADELANTOS DE
TRADUCCIÓN Y
NOVEDADES
EDITORIALES

POESÍA

ENSAYOS

AUTORA DESTACADA:
CRISTINA RIVERA
GARZA

DOSSIER: YOSS

LITERATURA INDÍGENA
Para Roland Barthes (1915-1980) la comida es “un sistema de
comunicación, un cuerpo de imágenes, un protocolo de usos, de BOGOTÁ39
situaciones y de conductas”. En otras palabras, los alimentos transmiten
FICCIÓN
información, poseen significado.
ENTREVISTAS
En Cien años de soledad lo que se come y la mesa como ámbito,
refuerzan en la novela la intención de su autor de contarnos, a través de DOSSIER: OCHO POETAS
simbolizaciones, la historia del Caribe colombiano en medio de la CHILENOS

violencia. NOTA BENE

A lo largo de la novela, Úrsula Buendía es quien determina lo que se RESEÑAS


come y la manera cómo ha de ser presentado y servido el alimento. El
A la casa del chico
progreso y la degradación del pueblo están íntimamente vinculados con espantapájaros de John
la evolución y la progresiva decadencia de Úrsula. Al comienzo ella Better
cultiva un huerto y cría animales, lo que garantiza el sustento de la (http://www.latinamericanliteraturetoday.o
familia. Luego establece su fábrica de animalitos de caramelo, que les casa-del-chico-
espantap%C3%A1jaros-
permite obtener ingresos para mejorar progresivamente sus condiciones
de-john-better)
de vida. La cocina y la mesa se abren a las posibilidades que vienen de
fuera. La prosperidad de su casa es a la vez la prosperidad de Macondo. La fuerza viva de
Alejandro Simón Partal
En la medida en que las circunstancias hacen que Úrsula pierda poder, (http://www.latinamericanliteraturetoday.o
se van manifestando los primeros síntomas de la estrepitosa caída que fuerza-viva-de-alejandro-
le espera al pueblo. Junto a las referencias a la buena mesa de los sim%C3%B3n-partal)
Buendía se va revelando la presencia de platos más sencillos, incluso
Los trabajos y los días de
toscos, que se preparan en las casas de quienes enfrentan la pobreza y
Elvira Hernández
cuya situación se agudiza en la medida en que pueblo sucumbe a los (http://www.latinamericanliteraturetoday.o
estragos de la guerra. trabajos-y-los-
d%C3%ADas-de-elvira-
En el presente texto haremos un recorrido por las diversas posibilidades hern%C3%A1ndez)
de las mesas de Macondo a partir de los distintos alimentos y platos que
aparecen mencionados en el cambiante mundo de Cien años de Soledad. Nombres propios de
Sergio Rodríguez
Saavedra
(http://www.latinamericanliteraturetoday.o
Antes del hielo propios-de-sergio-
rodr%C3%ADguez-
saavedra)
José Arcadio Buendía sale de Riohacha junto a su esposa, huyendo de un Bosque negro de Reina
fantasma que lo atormenta. Viajan veintiséis meses a través de la sierra María Rodríguez
de Santa Marta en busca de un lugar para iniciar una nueva vida en (http://www.latinamericanliteraturetoday.o
negro-de-reina-
compañía de varias familias contagiadas del espíritu aventurero. Como
mar%C3%ADa-
lo hicieran antes los conquistadores españoles, se alimentan en el rodr%C3%ADguez)
camino con micos y culebras.
El ciego y los tuertos de
También las guacamayas sacian el hambre durante la posterior Braulio Fernández Biggs
expedición que los lleva hasta un galeón español enclavado a doce (http://www.latinamericanliteraturetoday.o
kilómetros del mar. Cuando la suerte los pone frente a un venado, lo ciego-y-los-tuertos-de-
braulio-
matan, lo asan y salan la mitad en forma de tasajo para comerla en los
fern%C3%A1ndez-biggs)
días sucesivos. Esta técnica de conservación de carnes y pescados fue
utilizada durante siglos en todo el mundo y perduró hasta que el hielo, Roberts Pool Twilights /
declarado por José Arcadio Buendía como “el gran invento de nuestro Roberts Pool Crepúsculos
tiempo”, entra en la cocina. de Roger Santiváñez
(http://www.latinamericanliteraturetoday.o
En 1869, el naturalista francés Charles Saffray tomó notas sobre la pool-twilights-roberts-
pool-crep%C3%BAsculos-
salasón de carnes y pescados y las publicó en su obra Viaje a Nueva
de-roger-
Granada.
santiv%C3%A1%C3%B1ez)

La preparación culinaria es de las más primitivas: se Sophie La Belle and the


tritura el tasajo entre dos piedras hasta reducirle a un Miniature Cities / Sophie
grueso polvo, que se fríe en seguida, constituyendo La Belle y las ciudades en
un manjar muy poco delicado, con frecuencia de un miniatura de Gisela
olor excesivamente fuerte, pero que llena las dos Heffes
(http://www.latinamericanliteraturetoday.o
principales condiciones para el país, cuales son la la-belle-and-miniature-
baratura y la rapidez con que se prepara. cities-sophie-la-belle-y-
las-ciudades-en-
Aún después del hielo, esta técnica de preservación la utilizaban miniatura-de-gisela)
quienes vivían en poblaciones donde se criaban y beneficiaban
animales, por lo que ésta perduró en Colombia hasta las dos primeras "Una selección personal /
A Personal Selection" de
décadas del siglo XX. Actualmente se mantiene en el plato
Juan José Arreola
santandereano conocido como carne oreada. (http://www.latinamericanliteraturetoday.o
selecci%C3%B3n-
personal-personal-
selection-de-juan-
Y allí fundaron la aldea jos%C3%A9-arreola)

Úrsula pone fin a la aventura iniciada en La Guajira colombiana y decide


Una casa junto al río
que deben quedarse en el lugar donde nace su hijo José Arcadio. Desde (Antología) de Clemente
entonces la matriarca se convierte en el motor de su historia y la del Riedemann
pueblo que acaban de fundar: Macondo. En el ámbito privado, es una (http://www.latinamericanliteraturetoday.o
mujer enérgica que se encarga de la administración del hogar y la casa-junto-al-r%C3%ADo-
antolog%C3%ADa-de-
educación de los niños. Su capacidad organizativa y su creatividad son
clemente-riedemann)
admirables. Se ocupa de cultivar plátano, malanga, yuca, ñame, auyama
y berenjena y de cuidar los chivos, cerdos y gallinas que conviven en el
corral. Gracias a su laboriosidad, el patio de la casa es el medio de
POPULAR TAGS
sustento de la familia en esos primeros años. La alimentación deja de
ser de subsistencia y se convierte en cocina de permanencia. Mexico (/es/tags/mexico)
Indigenous Lit
(/es/tags/indigenous-lit)
Macondo era todavía una pequeña aldea cuando José Arcadio Buendía Translation
se obsesiona por encontrar la piedra filosofal. Con la ayuda de un (/es/tags/translation)
laboratorio rudimentario, trata de transformar en oro algunos metales Argentina (/es/tags/argentina)
innobles pero fracasa en sus intentos. Venezuela (/es/tags/venezuela)
Colombia (/es/tags/colombia)
Alquimistas como Artephius, en el siglo II, y el Conde de Saint-Germain, Chile (/es/tags/chile)
en el siglo XVII, aseguraron haber encontrado el remedio para vivir Mapuche (/es/tags/mapuche)
cientos de años gracias al aurum potabile. Este brebaje de vino y polvo Science Fiction
rojo de la piedra de los sabios era considerado como panacea universal y (/es/tags/science-fiction)
elixir de la vida. ¿No sería esa sustancia el secreto de la misteriosa Peru (/es/tags/peru)
longevidad de Melquíades? Brazil (/es/tags/brazil)
Maya (/es/tags/maya)
Esa búsqueda de la esencia para alcanzar la purificación se emprendió
Cuba (/es/tags/cuba)
también en las cocinas de las grandes cortes europeas. Los cocineros de
Short Fiction (/es/tags/short-
entonces se dieron a la tarea de extraer y concentrar el olor y el sabor de
fiction)
los alimentos creando una técnica que “en cierta manera los
Graphic Lit (/es/tags/graphic-lit)
perfecciona, los depura y los espiritualiza”. El cocinero suizo Joseph
Feminist Lit (/es/tags/feminist-
Favre (1849-1903) nos revela el secreto: “una salsa de una reducción
lit)
perfecta, de una combinación racional, de una pureza y de una fineza de
Queer Lit (/es/tags/queer-lit)
sabor irreprochables, es oro líquido”.
Bolivia (/es/tags/bolivia)
José Arcadio nunca desahoga en los fogones sus inquietudes de Chronicle (/es/tags/chronicle)
investigación, pero Úrsula sí encuentra en su cocina el saber que le Borders (/es/tags/borders)
permite lograr el desarrollo de sí misma, el bienestar de la familia y el
progreso de Macondo.

El cambio en la economía de la casa debido al establecimiento de la


empresa de animalitos de caramelo forma parte de la transformación del
pueblo de una comunidad agraria a una comercial. Con el arribo de los
inmigrantes que vienen siguiendo a Úrsula del otro lado de la ciénaga,
aparecen las tiendas y talleres de artesanía, y se establece una ruta de
comercio por donde llegan los primeros árabes cargados seguramente
de canela, cardamomo, paprika, pimientas y otras especias. Finalmente,
se cumple el deseo de José Arcadio Buendía, dejan de vivir como los
burros y le dan paso a la modernidad.

La cocina del bienestar

Valiéndose de su experiencia en el manejo de la economía familiar, el


mantenimiento de la casa y la alimentación de la prole, Úrsula decide
imitar a los nuevos comerciantes de Macondo y crea su fábrica de
gallitos y peces azucarados. Al mismo tiempo, su esposo José Arcadio
ordena el pueblo y Aureliano, el segundo de sus tres hijos, se dedica a la
orfebrería. Contraria a ellos, Úrsula es una mujer racional, consciente y
ahorrativa. Esto le permitirá asegurar la supervivencia de la familia en
tiempos menos favorables.

Tan populares son sus animalitos, que a través de ellos todo el pueblo se
contagia de la enfermedad del insomnio. La epidemia es curada por
Melquíades cuando José Arcadio Buendía ha logrado escribir catorce mil
fichas para “luchar contra el olvido”.

Rebeca trae el insomnio de La Guajira, junto al hábito de comer tierra y


cal de las paredes. Desde sus ancestros, varias tribus americanas, entre
ellas la de los wayúu, practican la geofagia impulsados por la búsqueda
de minerales menores. La lucha de Úrsula contra esta costumbre de la
huérfana que queda a su cargo resulta un proceso de aculturación
alimentaria, igual al emprendido por los conquistadores ante todos los
alimentos que rechazaron por extraños.

Años más tarde, mientras su marido intenta fotografiar a Dios con el


daguerrotipo de Melquíades, Úrsula amplía su negocio con nuevos
productos. La prosperidad de la casa es a su vez la prosperidad de
Macondo. El pueblo crece a medida que se acelera su economía y la
gastronomía de la zona se enriquece con la variedad de panes y postres.

Amaranta y Rebeca ya están en edad de matrimonio y para mantenerlas


bajo su techo es necesario agrandar la casa. Úrsula aprovecha los
trabajos de remodelación y ensancha la cocina con el fin de construir
dos hornos y duplicar el tamaño del granero para que nunca falte la
comida.

La bonanza de Úrsula se reflejará también en el comedor. Junto con la


pianola que animará la fiesta inaugural de la nueva casa, llega la
cristalería de Bohemia, la vajilla de la Compañía de las Indias y los
manteles de Holanda, que ineludiblemente formarán parte del servicio.

La mesa es el espacio para compartir, el lugar del encuentro y la


fraternidad. Alrededor de ella se construyen continuamente las
relaciones internas y externas que sostienen a la familia.

La austeridad y moderación que hasta entonces caracteriza el consumo


alimenticio de los Buendía, se altera con el regreso de su hijo José
Arcadio de sus 65 viajes alrededor del mundo. Tenía un apetito voraz y
se tomaba 16 huevos crudos en el desayuno, comía medio lechón en el
almuerzo y había sobrevivido a un naufragio gracias al “cuerpo de un
compañero que sucumbió a la insolación”.

Tras la llegada de José Arcadio comienza la guerra civil y su hermano


Aureliano, líder de la revolución liberal, se ausenta por veinte años. En
estos tiempos de desasosiego para Úrsula, la leche aparece como
símbolo de la maternidad y el vínculo afectivo que crea la lactancia.

Con la recuperación anímica del coronel Aureliano Buendía después de


su decepción por haber firmado el acuerdo de paz entre conservadores y
liberales, se da una nueva renovación de la casa. Los primeros
convidados a comer son los soldados enviados por el gobierno como
consecuencia de la amenaza de guerra a muerte proclamada por el
coronel ante la violación del tratado de Neerlandia. Esta invitación del
ejército a su mesa es una muestra de que la paz será respetada.
Pronto se inician las grandes bacanales de Aureliano Segundo,
convertido en uno de los hombres más ricos de la ciénaga. Úrsula, ya
centenaria y casi ciega, recomienda a su bisnieto el ahorro para los
tiempos de infortunio. Pero él es un hombre de excesos y la champaña
no parará de correr en la casa de los Buendía y en la de su amante Petra
Cotés.

Opuesta a la vulgaridad y libertinaje de su marido, Fernanda del Carpio


obliga a seguir en la mesa las estiradas normas que había aprendido de
sus padres y de las monjas que la educaron.

La imposición estricta de la etiqueta y la urbanidad marcó la pérdida del


control total de la casa por parte de Úrsula. Este mando asumido por
Fernanda de manera implacable es llevado al extremo cuando ordena
acabar con la fábrica de los animalitos de caramelo. La arbitraria medida
malogra para siempre la prosperidad de los Buendía.

Úrsula acepta la nueva forma de vida con la calma y la paciencia que


desarrolló en los fogones. Porque en la cocina de leña, lejos del gas y la
electricidad, “el tiempo era el del fuego y el del agua”. Entonces una
nueva industria asociada a la cocina surge entre los miembros de la
familia: la fábrica de hielo de Aureliano Triste, uno de los 17 Aurelianos
hijos del coronel Aureliano Buendía en sus tiempos de correrías
revolucionarias. La producción del negocio aumenta rápidamente y se
necesita un medio de transporte que permita distribuir más allá de la
ciénaga el hielo y los helados. Mientras su abuela careció de una visión
mercantilista, él invierte en una empresa que permitiría al progreso y la
modernidad caminar por Macondo tomados de la mano.

El tren amarillo de Aureliano Triste trae al norteamericano Mr. Herbert,


cuyo descubrimiento del banano en casa de los Buendía significó la
instalación de la compañía bananera. Esta intervención norteamericana
transformó negativamente a Macondo y al país entero. La economía es
de nuevo colonial, monoproductora, monoexportadora y dependiente de
una potencia extranjera.

Con la fiebre del banano llegan agrónomos y demás especialistas,


seguidos por una avalancha de gringos y forasteros. Estos nuevos
colonizadores perturban tanto la cotidianidad, que “los antiguos
habitantes de Macondo se levantaban temprano a conocer su propio
pueblo”. Buscando favorecer las cosechas, afectan el medio ambiente:
"modificaron el régimen de lluvias, apresuraron el ciclo de las cosechas,
y quitaron el río de donde estuvo siempre y lo pusieron con sus piedras
blancas y sus corrientes heladas en el otro extremo de la población”.
Igualmente, altera la rutina en la casa de los Buendía, pues los
huéspedes desconocidos desbordan la capacidad de los dormitorios, de
la mesa, la vajilla y del personal de servicio.

El deseo sexual incontrolable que sentía desde joven Aureliano Segundo


por Petra Cotés, se ve acompañado en su edad adulta por el deseo de
comer en exceso. Úrsula prevé que su casa terminará convertida en un
antro de perdición, cuando la fama de su voracidad se extendió por el
litoral y propició que los mejores glotones de la zona lo retaran a duelos
épicos y grotescos.

Este presagio de una tragedia se hace realidad el día que la huelga de los
trabajadores de la compañía bananera, con José Arcadio Segundo al
frente, termina en una matanza. A partir de este hecho, los Buendía
entran en el ocaso y Macondo se convertirá en un huracán de polvo.

Aunque la verdad oficial decía que nada pasó, José Arcadio Segundo
aseguraba que el ejército ametralló a más de tres mil trabajadores, pues
él había despertado herido en uno de los doscientos vagones cargados
de cadáveres para lanzarlos al mar. El tren de la felicidad termina siendo
un tren de muerte.

Que hagan carne y pescado

Después de ese episodio funesto, “llovió cuatro años, once meses y dos
días”. Las plantaciones fueron arrasadas por los ataques de los
huracanes y la compañía bananera desmanteló sus instalaciones. La
comida comenzó a escasear y el antes gordo, violáceo y atortugado
Aureliano Segundo se adelgazó notablemente y perdió su energía
libidinal. Abandonada a su suerte, Petra Cotés intenta salvar sin éxito a
los animales que se van ahogando lentamente en el barro de los corrales
y potreros.

Fernanda levanta la mesa sobre ladrillos y mantiene los manteles de


lino, la vajilla china y los candelabros de plata, porque los malos
tiempos no son una excusa para la relajación de costumbres. Pero la
situación se vuelve cada vez más grave y la apatía de su marido rompe
los diques de su paciencia. Durante días vomita palabras hirientes para
desahogar su amargura. Aureliano Segundo contesta al ataque haciendo
polvo los platos y todo cuanto era rompible.

Al verse sola y en la ruina, Petra Cotés jura recuperar la fortuna perdida.


Tan decidida está que, con el fin de rifarla, alimenta a una esquelética
mula con la lencería fina de su cama episcopal. En el Macondo del
hambre no hay ya lujos ni excesos.

La delicada loza de Fernanda es sustituida por una ordinaria vajilla de


cerámica y los cubiertos de plata por unos sencillos de alpaca.
Incapacitada para hacer los milagros del pasado con sus animalitos de
caramelo, Úrsula propone que desde la cocina se exorcice la miseria:
“Que hagan carne y pescado, que compren las tortugas más grandes, que
vengan los forasteros a tender sus petates en los rincones y a orinarse
en los rosales, que se sienten a la mesa a comer cuantas veces quieran, y
que eructen y despotriquen y lo embarren todo con sus botas, y que
hagan con nosotros lo que les dé la gana, porque esa es la única manera
de espantar la ruina”.
Con las rifas de los animales, Aureliano Segundo y Petra Cotés si acaso
pueden ayudar a que la familia, para ellos prioritaria, no muera de
hambre. En la desgracia comprenden que la pobreza es una servidumbre
del amor.

Úrsula pierde la vista y también la lucidez. Habla incoherencias y apenas


la alimentan con cucharaditas de agua de azúcar. Desaparece
lánguidamente por la desnutrición.

Un opresivo dolor en su garganta le hace saber a Aureliano Segundo que


pronto también morirá. Ante la inminente fatalidad, que se llevará
además a su hermano José Arcadio, rifa sus tierras destruidas por el
diluvio y cumple la promesa de enviar a su hija menor, Amaranta Úrsula,
a estudiar a Bruselas.

Después del desatinado entierro, Petra Cotés envía semanalmente a


Fernanda una cesta de víveres que la viuda cree recibir por el pago de
una antigua deuda. Santa Sofía de la Piedad se encarga de cocinar para
su nuera y su bisnieto Aureliano Babilonia hasta el día que se rinde ante
la ruina de la casa y el ataque de las hormigas coloradas. Tras su azarosa
partida, Aureliano Babilonia es el nuevo cocinero.

Fernanda del Carpio no sabe prender los fogones, ni preparar siquiera el


café, motivo por el cual Aureliano Babilonia se ve forzado a salir del
cautiverio al que, por ser un hijo bastardo, ha estado condenado desde
siempre. Durante el día, sólo deja el acucioso estudio de los pergaminos
de Melquíades cuando debe preparar los desayunos, almuerzos y cenas
que Fernanda come en la cabecera de una mesa solitaria junto a quince
sillas vacías. Cada uno, en la soledad, sigue con sus rutinas, hasta esa
mañana en que Aureliano Babilonia consigue en el fogón la comida que
le había dejado a Fernanda el día anterior. La muerte la había
sorprendido en su cama, tapada con la envejecida capa de armiño de su
traje de reina, que en sus últimos años había usado muchas veces como
una máquina de recuerdos.

José Arcadio, el hijo de Aureliano Segundo y Fernanda que había sido


educado por Úrsula para ser Papa, regresa de Roma a enterrar a su
madre y descubre que ambos se han estado engañando. Ni él había
seguido la educación religiosa ni ella era la portadora de una formidable
herencia. Huyéndole al hambre se ve forzado a vender los candelabros
de plata y la heráldica bacinilla de oro.

Pero la Divina Providencia “llega una vez cada cien años”, como
pregonaba su padre cuando vendía sus rifas, y gracias a cuatro de los
muchos niños pervertidos que lo visitan, José Arcadio descubre los tres
sacos de lona que contenían el tesoro que alguna vez estuvo dentro de
un San José de yeso tamaño natural que habían dejado en la casa a
finales de la guerra. Úrsula había protegido el oro de las excentricidades
de Aureliano Segundo, para mantener alejada de la casa la depravación,
y ahora está en manos de José Arcadio quien efectivamente hará de ella
un lugar disoluto.
Aborrecido de sí mismo, José Arcadio decide deshacerse de sus
cómplices y retornar a Roma. Mientras espera el barco que lo lleve lejos,
comparte con su sobrino Aureliano Babilonia los exquisitos manjares
que aún quedan en la alacena: el jamón, los encurtidos el vino y las
frutas azucaradas que saben a primavera. Nunca hará el viaje porque los
niños en venganza lo ahogan en la misma alberca que acostumbraban a
llenar con champaña en sus degeneradas fiestas.

Su hermana Amaranta Úrsula regresó de Europa con su marido Gastón y


en tres meses reparó la casa hasta devolverle el esplendor de la época de
la pianola y los manteles de Holanda. El belga era un amante de la
gastronomía criolla y, con una glotonería comparable a la que trajo José
Arcadio de sus viajes por el mundo, fue capaz de comerse ochenta y dos
huevos de iguana, mientras que el paladar refinado de su esposa solo
acepaba los pescados y mariscos, las carnes en latas y las frutas
almibaradas que le llegaban en tren. La mesa vuelve a ser un lugar de
reunión y Aureliano Babilonia se separaba de sus pergaminos para
acompañarlos a comer.

El nuevo renacimiento de la casa de los Buendía contrasta con las


solitarias y polvorientas calles de Macondo. Con la curiosidad de un
antropólogo, Aureliano trata de reconstruir el pasado que ya nadie
conoce. Del coronel Aureliano Buendía se decía que el gobierno lo había
inventado como “pretexto para matar liberales” y de la compañía
bananera que nunca había existido y que la matanza de los trabajadores
no era más que una patraña. En sus recorridos por el pueblo, llega hasta
el antes excéntrico barrio de tolerancia, ahora tornado en ruina y
miseria. Sólo allí encuentra a un viejo antillano que recuerda a los
Buendía.

Huyendo de la densa y atribulada pasión que siente por Amaranta


Úrsula, Aureliano Babilonia se deja seducir por el caldo de cabezas de
gallo de la negra Nigromanta. Pero la nueva experiencia sólo atiza y
aviva el fuego de su caprichoso amor. Ni la exuberante belleza de la
bisnieta del antillano ni la frescura de las niñas que en los arrabales se
acuestan con él por hambre, reemplazan a la mujer por la que llora en
las piernas de su tatarabuela Pilar Ternera.

Gastón regresa a Bruselas en busca de su aeroplano, y al enterarse de los


sentimientos encontrados de su esposa la deja a su suerte. Aureliano
Babilonia abandona los pergaminos y se entrega por completo a
Amaranta Úrsula. Ha descubierto el sentido práctico de la vida a través
de una metáfora culinaria de su amigo catalán: “La sabiduría no sirve
para nada si no es posible servirse de ella para inventar una manera
nueva de preparar los garbanzos”.

A pesar de la zozobra y los crueles ataques de la naturaleza, el amor de


Aureliano Babilonia y Amaranta Úrsula, resiste ardiente, despreocupado
y libre. Al quedar embarazada, igual que lo hiciera su tatarabuela, ella
trató de establecer una industria que les permitiera salir de la estrechez
económica. Sólo Mercedes, la silenciosa boticaria, compró una docena
de sus de vértebras de pescados. Las hormigas, las polillas y la maleza
daban su última arremetida, pero los amantes solitarios se defendían del
ocaso.

En la mesa del comedor nacerá el único Buendía engendrado con amor.


Su madre quiere llamarlo Rodrigo y su padre Aureliano. Pero no ganará
treinta y dos guerras como le predijeron, porque la lascivia y el pecado
lo habían condenado a la monstruosidad y la muerte.

Amaranta Úrsula muere tras el parto y Aureliano Babilonia sale a buscar


el pasado, pero todo ha desaparecido. Sin más compañía que un pobre
cantinero, diluye su tristeza en aguardiente mientras escucha los cantos
de Rafael Escalona. Esa la madrugada, un caldo de Nigromanta es lo
único que calma su desolación.

De regreso a su casa, el horror le revela la clave para descifrar los


pergaminos y poder leer cien años de historia familiar. Así descubre su
propio origen en la rebeldía de Meme y las mariposas amarillas de
Mauricio Babilonia. Como está escrito, cuando llega al último párrafo,
Macondo está siendo ya devastada por el viento.

Para García Márquez, la historia se repite una y otra vez en un país


suspendido en un ambiente truculento, plagado de persecuciones,
agresiones y asesinatos. Al igual que un asqueado comensal que es
obligado comer el mismo plato todos los días, desea acabar con la
rutinaria violencia, despertar conciencias, superar el descalabro
económico y poner fin al saqueo extranjero de las riquezas naturales. La
única salida posible que encuentra es destruir todo lo anterior. Un
cambio radical y revolucionario en las estructuras del poder. Solo así
Macondo podrá tener “una segunda oportunidad sobre la tierra”.

Detrás de cada uno de los alimentos que se mencionan en Cien años de


soledad hay una historia. Algunos tienen origen prehispánico, otros
fueron traídos por los españoles y muchos son producto de los cruces
culinarios que resultaron de la mediación entre las dos culturas y dan
cuenta de del mestizaje cultural del Caribe.

A diferencia de las novelas del siglo XIX, la inclusión de estos elementos


culinarios dentro de la narración no pretendía inscribir señales de
diferenciación y de afirmación de una identidad local y nacional, ni en
este caso, lo que se come, en qué contexto, cómo y de qué manera se
come, se usa para demostrar la desigualdad social en Colombia. La falta
de comparaciones termina por evidenciar que las exigencias de la guerra
dejaron a la población en una miseria generalizada. Solo en los
momentos de falsa bonanza, debidos a la explotación del trabajo y los
recursos naturales por parte de capital extranjero, se simboliza con las
grandes bacanales de Aureliano Segundo. Sin embargo, más allá de la
champaña, no hay manjares complicados y exquisitos de nombres
incomprensibles e impronunciables preparados por cocineros franceses,
ingleses o italianos. Todo es propio y local. La importación de productos
penetraba lentamente y eran lujos que en la novela no pasan de ser para
aquellos que han vivido afuera, caprichos momentáneos que sucumben
ante la crisis económica.

El régimen alimentario de la costa dista mucho del régimen del resto del
país. Su mazamorra de plátano, su arroz con coco, el pescado frito, sus
carimañolas, la arepa de huevo y el cayeye, podemos suponerlos en las
cocinas de Macondo, pero en ninguna de sus novelas, a excepción de la
alboronía en El general en su laberinto, incluyen platos tradicionales del
Caribe colombiano o del resto del país.

En lugar de documentar la variedad de gastronómica, García Márquez


enfatiza en su escasez. Carestía que, en tiempos de guerra, a veces más
que una consecuencia es un mecanismo de control de subjetividades.

Larissa Hernández worked as a professor and


researcher at the Center for Communications
Research at the Universidad Católica Andrés Bello in
Caracas, Venezuela. She is a candidate for a master's
degree in literature at the Pontificia Universidad
Javeriana in Bogotá, Colombia. She was the
coordinator and general producer of educational
activities and cultural events at the Gabriel García Márquez Iberoamerican
Foundation for New Journalism. She currently serves as Culture and Tourism
Manager in Vive El Hatillo, mayoralty of El Hatillo, Caracas.

Will Morningstar is a freelance editor and translator


from Boston, with a master’s degree in religion and
anthropology from Harvard Divinity School. His
translation work has appeared in Strange Horizons and
the Massachusetts Review.

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Updated 02/09/2022 18:31:25

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