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Ens A Yo
Ens A Yo
El libro no desea profundizar en la única profecía que recoge, sino trasmitir profundas
enseñanzas utilizando como recurso al mismísimo profeta: Jonás, de quien no se
pretende trazar una biografía y mucho menos un cuadro de historia general, como lo
muestran algunas observaciones: no menciona el lugar de origen del profeta, ni dice
dónde lo vomitó el pez ni cómo llegó a la ciudad de Nínive; se calla el nombre del rey
bajo el cual se convirtió la capital asiria; no alude en lo más mínimo a lo que sucedió
luego al profeta. Sin lugar a dudas el autor no tenía la intención de ofrecer un episodio
histórico, sino de inculcar una enseñanza.
Mucho se ha especulado sobre la realidad de los relatos, en especial del milagro del
gran pez y de la conversión del pueblo de Nínive. Sin embargo, el Señor Jesús ha
confirmado ambos hechos históricos (Mateo 12: 40-41), lo cual le imprime un sello de
canonicidad muy poderoso al libro.
Jonás no es solo conocido en el canon hebreo, sino que El Corán también le reconoce,
aunque su historia adaptada al ámbito musulmán. Así aparece en dicho libro sagrado:
«De no haber sido porque era de los que glorificaban, habría permanecido
en el vientre del pez hasta el día de la Resurrección».
Si algo resalta de este libro y del profeta es el énfasis en la tenaz resistencia al mandato
divino. No es muy común encontrar un hombre con tal llamado en la Palabra y que haya
sido tan rebelde y testarudo como Jonás. Tampoco es entendible que alguien cuyo
ministerio llega con efectividad a la totalidad de habitantes de una ciudad, lejos de
glorificar a Dios por el éxito de la campaña, se enoje. ¿Cuánto habría dado Jeremías por
un fruto ministerial como el de Jonás?
Si alguna sorpresa suscita el profeta y su relato es que haya sido el elegido por el Señor
Jesucristo para responder a una demanda de su generación y compararlo con su propia
misión.
¿Un profeta?
Se dice de Jonás que fue un profeta de Jehová, sin embargo, si nos guiamos únicamente
por el libro que lleva su nombre, su profecía no se cumplió, y ¿qué enseña la Palabra
cuando esto ocurre con alguien que dice hablar en nombre de Dios? Deuteronomio
18:21-22 claramente revela: “Y si dijeres en tu corazón: ¿Cómo conoceremos la
palabra que Jehová no ha hablado?; si el profeta hablare en nombre de Jehová, y no se
cumpliere lo que dijo, ni aconteciere, es palabra que Jehová no ha hablado; con
presunción la habló el tal profeta; no tengas temor de él.”
El texto nos narra que Dios había dicho a Jonás: “Levántate y ve a Nínive, aquella gran
ciudad, y pregona contra ella; porque ha subido su maldad delante de mí.” (Jon 1:2)
El mensaje que habría de pregonar sigue sin ser clarificado hasta casi la mitad del libro:
“Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y proclama en ella el mensaje que yo te
diré. Y se levantó Jonás, y fue a Nínive conforme a la palabra de Jehová. Y era Nínive
ciudad grande en extremo, de tres días de camino. Y comenzó Jonás a entrar por la
ciudad, camino de un día, y predicaba diciendo: De aquí a cuarenta días Nínive será
destruida. ” (Jon 3:2-4)
Esta era la palabra que anduvo pregonando Jonás por todo Nínive, de destrucción
dentro de cuarenta días para aquella gran ciudad. No encontramos en el texto un
“Arrepentíos, porque si no será destruida Nínive en cuarenta días” por parte del
enviado, sino solo “De aquí a cuarenta días Nínive será destruida.” Tal parece que su
mensaje se limitaba a avisar destrucción. Quizás se trataba de otra de las tantas
advertencias de Dios a las naciones opresoras de Su pueblo donde por la dureza de
corazón al mensaje de Jehová, el anuncio era solo para testimonio de que el Señor de
Israel lo había advertido. ¿Se cumplió su pregón? No. Sucedió lo menos probable, toda
la ciudad se arrepintió, hasta el rey se humilló y fue de su boca que salió el llamado al
arrepentimiento: “Y llegó la noticia hasta el rey de Nínive, y se levantó de su silla, se
despojó de su vestido, y se cubrió de cilicio y se sentó sobre ceniza. E hizo proclamar y
anunciar en Nínive, por mandato del rey y de sus grandes, diciendo: Hombres y
animales, bueyes y ovejas, no gusten cosa alguna; no se les dé alimento, ni beban
agua; sino cúbranse de cilicio hombres y animales, y clamen a Dios fuertemente; y
conviértase cada uno de su mal camino, de la rapiña que hay en sus manos. ¿Quién
sabe si se volverá y se arrepentirá Dios, y se apartará del ardor de su ira, y no
pereceremos? ” (Jon 3:6-9)
El anuncio de Jonás no se cumplió, Nínive no fue destruida a los cuarenta días. “…Si el
profeta hablare en nombre de Jehová, y no se cumpliere lo que dijo, ni aconteciere, es
palabra que Jehová no ha hablado; con presunción la habló el tal profeta;” (Dt 18:22).
Entonces, si tomamos en cuenta para llamarle profeta a este hombre, solo el libro de
igual nombre para ello, y atendiendo a la vara que ofrece Deuteronomio para medir a los
que digan traer Palabra de Jehová, ¿cómo es que aseguramos que era Jonás un profeta
de Dios y no un presuntuoso?
Dos profecías
Si solo contáramos con el libro de Jonás para certificarlo como un profeta del Altísimo
su autenticidad como tal estaría un poco débil, observando que la palabra que afirma el
texto fue trasmitida por Dios al profeta para Nínive no se cumplió y sumándole la
rebeldía y falta de estirpe de profeta que el propio relato le atribuye a este hombre,
habría que dudar de si en verdad tenía tal llamado. Pero, ¿qué sabemos de su ministerio?
¿Profetizó solamente a Nínive?
Para sorpresa de muchos Jonás también profetizó en el reino dividido de Israel con sede
en Samaria y su palabra se cumplió. La salvación por mano del rey Jeroboam II fue
anunciada por este profeta y como las Escrituras lo atestiguan tuvo un certero
cumplimiento el oráculo. Gracias a este escondido y por lo general desconocido pasaje
de la Palabra podemos tener un fuerte argumento a favor de que Jonás no era un falso
profeta sino como lo afirma el verso 25, que este era siervo de Dios y que Jehová le
había hablado palabra.
Pero, ¿cabe la posibilidad de que en el caso de Nínive la encomienda divina fuera una
presunción de Jonás? ¿Entendió mal este hombre la palabra de Dios para la “gran
ciudad” asiria? ¿Son los profetas gente que nunca se equivoca? Balaam nos demuestra
que dicho llamado es tomado a la ligera por algunos.
Sin embargo, hay razones de peso para afirmar que Jonás entendió muy bien la palabra
de Jehová y no fue una presunción suya. Uno de los argumentos más fuertes es la huida
de Jonás ante el llamado a ir a Nínive. Esta era la capital del imperio Asirio en sus
tiempos y el enemigo por excelencia de los israelitas. Era para ellos como la
encarnación del imperio agresor, la potencia más fuerte y cruel de la antigüedad, más
cruel que Egipto y Babilonia, con su política de represión, de deportación forzada de
pueblos, con implantación de colonos, símbolo de matanza, de saqueo y de muerte. No
hubo en la antigüedad otro pueblo como Nínive, contra la que existen oráculos
principalmente en el libro de Nahum, quien predica contra Nínive probablemente pocos
años antes de la destrucción del reino de Asiria. Este dato es ya por sí mismo
importante, porque Dios envía al profeta a una ciudad pagana, hostil a Él y enemiga
del pueblo escogido. Se es presuntuoso cuando hay una encomienda elevada, pero ir a
Nínive era una ofensa a su gente y a sí mismo.
Muchos atribuyen la huida de Jonás a que sentía miedo de los ninivitas por su
conocida crueldad, pero este hombre no destaca como un cobarde, no había tenido
miedo de confesar su nacionalidad y su fe (1.9), e incluso no había dudado en ofrecer su
vida para que otros se salvaran (1.11–12). Otros encuentran la razón de su escape al
temor de perder su prestigio de profeta, temía quedar mal ante los ojos de los demás, por
tener que servir a una nación potencialmente enemiga. Jonás destaca como un rebelde y
testarudo hebreo frente a la voluntad de Dios pues la razón verdadera la expresa él
mismo: “Y oró a Jehová y dijo: Ahora, oh Jehová, ¿no es esto lo que yo decía estando
aún en mi tierra? Por eso me apresuré a huir a Tarsis; porque sabía yo que tú eres
Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte, y de grande misericordia, y que te
arrepientes del mal. ” (Jon 4:2) Jonás no quería que la ciudad se salvara y le deja claro
a Dios que por eso huyó lejos. Él conocía la bondad de Dios y no quería que alcanzara a
Nínive. Podemos decir que Jonás no habló por presunción, ¿qué ocurrió entonces?
Nos queda entonces pensar que podría haber un mensaje implícito en su pregón, tal
como “Arrepentíos, porque si no la ciudad será destruida dentro de cuarenta días.” Sin
embargo el relato nos muestra que esto no parece ser así. Jehová es claro al dar el
mandato: “Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y pregona contra ella; porque
ha subido su maldad delante de mí.” (Jon 1:2) Era un pregón de denuncia no de perdón.
Por si esto no nos convenciera, el propio Dios clarifica el mensaje que hasta entonces es
desconocido: “Vino palabra de Jehová por segunda vez a Jonás, diciendo: Levántate y
ve a Nínive, aquella gran ciudad, y proclama en ella el mensaje que yo te diré.
Y comenzó Jonás a entrar por la ciudad, camino de un día, y predicaba diciendo: De
aquí a cuarenta días Nínive será destruida.” (Jon 3:1,2-4) El contenido del mensaje es
sencillo, corto y claro, “de aquí a cuarenta días Nínive será destruida”. No hay un
“arrepentíos” en su pregón. Esto lo ratifica la actitud de los ninivitas, si el mensaje
hubiese incluido una sentencia de perdón si había arrepentimiento, ¿por qué el rey pone
a todo un país a clamar y ayunar, y él mismo se humilla para rogar el perdón de Dios si
con solo arrepentirse serían perdonados? Es obvio que el monarca encuentra en la
humillación una posibilidad no ofrecida por el profeta para hacer cambiar la sentencia
de su pregón: “Y llegó la noticia hasta el rey de Nínive, y se levantó de su silla, se
despojó de su vestido, y se cubrió de cilicio y se sentó sobre ceniza.
E hizo proclamar y anunciar en Nínive, por mandato del rey y de sus grandes,
diciendo: Hombres y animales, bueyes y ovejas, no gusten cosa alguna; no se les dé
alimento, ni beban agua; sino cúbranse de cilicio hombres y animales, y clamen a Dios
fuertemente; y conviértase cada uno de su mal camino, de la rapiña que hay en sus
manos. ¿Quién sabe si se volverá y se arrepentirá Dios, y se apartará del ardor de su
ira, y no pereceremos? ” (Jon 3:6-9) Estas últimas palabras demuestran que el rey no
sabía si Dios les perdonaría porque la profecía solo expresaba destrucción en cuarenta
días.
La ciudad no fue destruida, el relato lo declara: “Y vio Dios lo que hicieron, que se
convirtieron de su mal camino; y se arrepintió del mal que había dicho que les haría, y
no lo hizo.” (Jon 3:10) La conversión del hombre pudo más que la palabra profética.
De ahí, una interesante pregunta: ¿se cumple siempre la palabra profética o admite
excepciones? La palabra de Dios se cumple siempre en su finalidad. El mensaje del
Señor por medio de Jonás buscaba la conversión sin proclamarla. Si se ha producido la
conversión, la palabra está cumplida sin necesidad de que se cumpla el castigo, que ha
sido invalidado, contrarrestado por la conducta penitente de los hombres; y, al ser
invalidado, ha sido convalidado, porque la finalidad se cumple. “Así será mi palabra
que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será
prosperada en aquello para que la envié.” (Isaías 55:11) Nínive tenía un anuncio de
destrucción, ¿pero qué quería Dios? Conversión. ¿Se logró la conversión? Se cumplió la
palabra profética, no volvió vacía, cumplió el propósito para el cual fue enviada.
Jonás no acepta este desenlace en el caso de Nínive. Es un «desenlace rosa» que hace, a
sus ojos, fracasar su anuncio; además, él no puede aceptar el perdón liberalmente
otorgado a un imperio enemigo, opresor y maldito. Jonás sintió un gran disgusto e,
irritado, se dirigió al Señor. Su oración refleja la mentalidad estrecha de un hebreo y se
caracteriza por dos componentes. El primero es el hecho del perdón otorgado a un
imperio enemigo y agresor. Y existe un segundo factor, que consiste en el prestigio
profético. Dios le ha mandado a anunciar la destrucción de Nínive en el plazo de cuarenta
días, y no va a pasar nada. El profeta de Dios se ve en ridículo, ha quedado en muy mal
lugar y cree encontrar razones en su propio prestigio para encararse, enojado, con Dios.
No quiere ser profeta, ni siquiera vivir.
Ciertamente Jonás no fue un falso profeta, ni habló con presunción en lo que a Nínive
respecta, así lo demuestran las dos únicas profecías que se le conocen en las Escrituras:
Una, cumplida en su totalidad, la otra en su finalidad. Y por si fuera poco, existe todavía
una razón más fuerte para atestiguar que era un profeta verdadero. ¿Crees que Dios se
compararía con un rebelde y desobediente como Jónas?
Señal de Cristo
Podemos responder a la pregunta anterior con estas otras: ¿Aquellos tres días en el
vientre del gran pez tenían solo un propósito momentáneo? ¿La conversión de todo
Nínive era tan solo un evento más? La respuesta es no. En el plan de Dios nada es
porque sí. Probablemente la razón más fuerte para llamar a Jonás un profeta es que el
Señor Jesús le reconoció como tal:
“Vinieron los fariseos y los saduceos para tentarle, y le pidieron que les mostrase señal
del cielo. Mas él respondiendo, les dijo: Cuando anochece, decís: Buen tiempo; porque
el cielo tiene arreboles. Y por la mañana: Hoy habrá tempestad; porque tiene arreboles
el cielo nublado. ¡Hipócritas! Que sabéis distinguir el aspecto del cielo, ¡mas las
señales de los tiempos no podéis! La generación mala y adúltera demanda señal; pero
señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás. Y dejándolos, se fue.” (Mt 16:1-
4)
¿Qué profeta tuvo el privilegio de que el mismo Salvador del mundo utilizara un pasaje
de su vida para ilustrarse a sí mismo? Quizás Jonás nunca imaginó que la terrible
experiencia de ser tragado por un enorme pez fuera a convertirse en el símbolo del
acontecimiento que marcó la solución al problema del destino eterno del ser humano: la
muerte y resurrección de Cristo.
¿Cuántas señales no pudo haber hecho Jesús ante aquella petición de los endurecidos
religiosos del momento? Él, que había resucitado muertos, levantado paralíticos, sanado
ciegos, cojos, sordos, mudos; caminado sobre las aguas, detenido la tormenta,
alimentando multitudes. Pero de todo lo inimaginable que hubiese podido tomar como
señal se remonta a un profeta rebelde que tuvo la mejor de las campañas evangelísticas
del Antiguo Testamento, uno que tuvo la osadía de discutir con el Omnipotente; y es en
ese instante que se descubre la causa por la cual Jonás no fue rescatado por un barco, ni
llevado por delfines a la orilla, sino tragado por un pez. Porque muchos años después el
Mesías lo utilizaría como la perfecta similitud con lo que Él viviría por tres días y tres
noches.
Muchos han dudado de la realidad del suceso vivido por Jonás, pero que Jesús lo use
como ilustración a su futura muerte y resurrección, le imprime el sello de la veracidad.
Sumado a este argumento, que nos basta a los que vivimos por fe, la misma ciencia ha
descubierto que el libro de Jonás no es un disparate y que Jesús estaba claro de la
realidad de lo que afirmaba:
“Jonás fue tragado por un enorme pez. Este hecho, extraordinariamente raro,
es sin embargo posible. Hay ballenas, llamadas en inglés "Fin-Buck," que
alcanzan 88 pies de largo. En el estómago tienen de cuatro a seis
compartimentos, en cada uno de los cuales cabrían varios hombres. Las
ballenas tienen respiración aérea y en su cabeza tienen cámara de reserva de
mucho aire (686 pies cúbicos). Se encontraron en los estómagos de las
ballenas restos de animales y hasta hombres vivos. La ballena-tiburón, de 70
pies de largo, también puede contener a un hombre sin dañarlo físicamente.”
Si el estar tres días y tres noches en el vientre del gran pez tuvo un propósito
orquestado por el Señor, la conversión de todo Nínive no se queda atrás. Jesús, siendo el
Verbo hecho carne, se presentó a los suyos y estos no le recibieron (Jn 1:11). Los
hebreos contemplaban sus señales y le pedían una más para creerle, los más
conocedores de las Escrituras fueron los que más le rechazaron; pero toda una ciudad
pagana, cruel, idólatra con solo oír la palabra de un profeta pregonando juicio de Dios,
se arrepintió, y para la gran sorpresa de los incrédulos y ciegos judíos que con sus ojos
vieron al Salvador, estos serán juzgados por los hombres de Nínive que creyeron a
Jonás, quien nada era. Si alguna duda queda de la conversión de Nínive, sí, la
abominable Nínive, Jesús la echó por tierra, atestiguando que sí se arrepintieron.
Ciertamente Jonás fue un profeta de verdad, no uno falso, ni que habló con presunción
en lo que a Nínive respecta, más bien fue enseñado por Dios en carne propia,
demostrándole que sus caminos no son los nuestros ni tampoco sus pensamientos los de
nosotros. Él siempre tiene un propósito más allá de lo que pensamos y hará valer Su
voluntad a pesar de rebeldes y testarudos como Jonás.
El desenlace inesperado de Nínive nos enseña que hemos de ser más cuidadosos cuando
llamemos profeta de Dios a alguien. Nos insta a investigar y no repetir lo que oímos sin
un análisis inteligente del asunto.
Enorme muestra de que Dios usa a los hombres en Su plan a pesar de nuestras
incapacidades y particularidades, es la historia de Jonás. El Señor lo eligió a él para la
misión a Nínive y aunque no quería ir, Dios no lo desechó, como a nosotros tampoco nos
desecha, sino que nos tiene paciencia y nos enseña con gran sabiduría.
¿Y qué decir de la trascendental experiencia de tres días y tres noches en el vientre del
pez? Ilustrándonos y dándonos aliento de que aún las circunstancias más duras de la vida
son usadas por el Señor para que participemos de su obra y propósitos.
Si alguna sublime moraleja nos trasmite el relato de Jonás es que hemos de conocer más
al Señor, para que ante Sus atributos no reaccionemos enojados ni amargados ni con
ignorancia. Que hemos de saber que nada somos ante Él, que Su voluntad se hará a pesar
de nosotros mismos; y que el plan de Dios siempre mira hacia un fin inimaginable en el
cual Él transforma la más desesperada circunstancia en la señal que otros necesitan para
creer.
BIBLIOGRAFÍA
http://www.elalmanaque.com/santoral/septiembre/22-9-jonas.htm
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L. Moraldi. “Jonás.”
Sitio web: “Linaje escogido”. Análisis del Libro del Profeta Jonás. Disponible
en: http://linajeescogido.tripod.com/AnalisisLibrosSagrados/Jonas/Jonas.htm
Wil Pounds. “He aquí más que Jonás en este lugar.” Traducido por Víctor