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A José Antonio e Irene

AGRADECIMIENTOS

La firma individual de estas páginas convierte en obra de una autora lo que


en realidad es el resultado de la colaboración y la reflexión de muchas perso-
nas, sin que ello no signifique que la responsabilidad de lo aquí expresado sea
únicamente mía. Aunque en este espacio sea muy difícil citar a todos y todas
los que me han ido ayudando y prestando su tiempo a lo largo de estos años,
vaya por delante mi reconocimiento a cada una de las personas que han char-
lado conmigo en diferentes ocasiones, ya fuere con sus comentarios o con su
disposición a más largos debates y entrevistas. En Níjar, en Pegalajar, en Tria-
na, en Alcalá de Guadaira, en el Polígono Industrial de la Carretera Amarilla,
en Miraflores... a todos ellos mil gracias. No puedo dejar de mencionar a Die-
go Polo, Manuela Herrera, Francisco Sánchez, Agustín Corrientes y Basilio
Moreno por su acogida y generosidad.
En este trabajo ha sido importante la colaboración de antropólogos y an-
tropólogas que habían trabajado con anterioridad en diferentes escenarios;
sin que pueda mencionarlos a todos, en estas líneas quisiera que se vieran
reconocidos sus esfuerzos. No hay palabras para agradecer la hospitalidad de
Antonio Luis Díaz Aguilar, “Frasco”; un acogimiento que ha incluido no solo
su casa sino sus conocimientos de personas y acontecimientos en Pegalajar y
sobre patrimonio andaluz. Macarena Hernández Ramírez me prestó cuanta
documentación de primera mano tenía y siempre se anticipó en las ocasiones
en las que podía ofrecerme cualquier tipo de ayuda.
Desde 1991 pertenezco al Grupo de Investigación para el Estudio de las
Identidades Socio Culturales en Andalucía, a cuyos miembros he de agradecer
mi formación como investigadora y la creación de un espacio de reflexión, de-
bate y aprendizaje continuo. Con mis compañeros antropólogos y psicólogos
del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Pablo de Olavide
comparto ámbitos de interés y complicidades diarias, a todos ellos doy las gra-
cias por su disponibilidad y generosidad, tanto en el debate sobre cuestiones
de este trabajo, como en otras labores de docencia e investigación.
Dos personas han sido fundamentales en la elaboración de este texto.
Agustín Coca Pérez ha sabido alentarme en los momentos más difíciles, ha
compartido parte de mis tareas docentes y ha leído y debatido incansablemen-
te cuantos borradores le he hecho llegar. Con Rafael Cáceres Feria he recorri-
do un largo camino, su claridad argumental y sus conocimientos bibliográficos
han nutrido este trabajo. Con ambos me une algo muy difícil de expresar: el
cariño y la complicidad de una amistad fraguada a lo largo del tiempo.
En todos estos años he tenido el privilegio de aprender de la mano de un
Maestro. A Isidoro Moreno Navarro he de agradecer su apoyo y disponibi-
lidad en las vicisitudes de esta tesis, su agudeza en la visión de conjunto y su
respeto humano y profesional. Además de otros componentes más académi-
cos, me gustaría pensar que este trabajo refleja en algo las virtudes que admiro
en él: su pasión por la antropología y su compromiso profesional e ideológico
con Andalucía y en pro de una mayor igualdad social.
A mis hermanos y mi familia agradezco su aliento y los ratos compartidos.
A mis padres, José Quintero y Remedios Morón, su afecto, su apoyo incondi-
cional y su generosidad sin límites: sin este caudal de cariño no hubiera sido
posible llegar hasta aquí. José Antonio Flores Rojo me ha acompañado con su
cámara en muchas ocasiones, pero sobre todo me ha mostrado una forma de
amor hecha de actos y no de palabras y forjada de generosidad y complicida-
des. Irene con sus abrazos, sus miradas y su risa ha cambiado el orden de mi
mundo, alegrando cada mañana. A ellos dos está dedicado este trabajo.
CAPÍTULO I.
CONSIDERACIONES TEÓRICAS
Consideraciones Técnicas

INTRODUCCIÓN
El patrimonio cultural es un tema de interés progresivo en nuestro país
desde hace unos pocos años. En los últimos tiempos, y contrastando con la
exigüidad habida décadas atrás, han proliferado las publicaciones en castellano
que se alejan de temáticas “clásicas” como la conservación de materiales o la
documentación minuciosa de los monumentos, para centrarse en otros aspec-
tos de los procesos de patrimonialización. Economistas, sociólogos, juristas,
gestores, expertos en desarrollo o en comunicación se suman a las profesiones
que tradicionalmente se han ocupado de la “conservación de los bienes de la
nación”. Que expertos en economía agraria o asesores de compañías eléctricas
se preocupen hoy de estos temas, no es más que un reflejo de la expansión del
concepto de cultura y por ende del de patrimonio. Pero convendría matizar
que la reflexión sobre los conceptos teóricos se produce siempre en el contex-
to social del que son fruto, es decir, que estos cambios han sido acompañados
por redefiniciones del mundo –global- en que vivimos. Transformaciones en
los ámbitos económicos, políticos y simbólicos.
A partir de este “éxito” o “expansión” del patrimonio cultural, en el pre-
sente trabajo abordo una serie de cuestiones relacionadas con los colectivos
de referencia que se vinculan a ciertos bienes patrimoniales y con los distintos
agentes que confluyen en los procesos de activación de los mismos. Para ello
se han seleccionado un conjunto de casos en Andalucía; unas situaciones que,
con carácter testimonial, evidencian los contrastes y las simbiosis que conver-
gen hoy sobre lo que genéricamente –y de modo cada vez más amplio y difu-
so- se denomina patrimonio cultural. A lo largo de este texto se describirán y
analizarán unos micromundos –desde un sistema de huertas y regadíos a una
fábrica; desde una casa de vecinos a un parque natural- que nos muestran las
complejidades de la sociedad actual.
En los casos seleccionados se vislumbran interacciones entre procesos
globales y locales. Se observan dinámicas que responden a movimientos de
carácter global como la demanda de las industrias culturales en la sociedad del
ocio, las implicaciones económicas de las reorganizaciones del mercado mun-
dial y el impulso del turismo, la búsqueda de seguridades en una sociedad del
riesgo… Al mismo tiempo, la reclamación del derecho al hogar de siempre, la
reivindicación de la memoria y el sentir de un pueblo, la búsqueda de oportu-
nidades de empleo, las movilizaciones en pro de una interpretación ciudadana
de sus propios símbolos, las estrategias de permanencia en zonas donde avan-
za la “gentrificación”… son dinámicas de carácter local. Estas formulaciones

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Capítulo I

muestran acciones y respuestas específicas, locales, a problemáticas y tenden-


cias globales a través de los procesos de patrimonialización.
Unos procesos de patrimonialización que no son unidimensionales ni ho-
mogéneos, pues coinciden diversos protagonistas. El eje preciso en el que se
ubica esta investigación es en el conjunto de conflictos y coincidencias que se
producen entre las interpretaciones y reivindicaciones de distintos agentes y
grupos de referencia con relación a determinados bienes patrimoniales.
Me he centrado en casos referidos al patrimonio formalmente tutelado en
razón de unos valores que se denominan como prioritariamente “etnológi-
cos” –es decir que atienden a modos de vida, tradiciones, producciones y sa-
beres considerados representativos de determinados colectivos-. Me interesan
este tipo de bienes por un conjunto de razones que iré desarrollando en las
páginas siguientes, pero entre las que quisiera destacar dos: 1) porque entien-
do que no coinciden plenamente con los valores aceptados desde el punto de
vista mayoritario o más extendidos y que otorgan un especial valor económico
a otros bienes patrimoniales –a saber los asociados a criterios de antigüedad,
excepcionalidad y buena conservación- y 2) porque se avalan dentro de un
discurso que proclama la pluralidad de los patrimonios en una sociedad más
democrática y compleja, donde han aflorado nuevas reivindicaciones identita-
rias y caracterizada por la multiplicidad de colectivos.
Una de mis preocupaciones al abordar este trabajo era entender las políticas
actuales de la Administración cultural andaluza en torno al patrimonio etnoló-
gico y profundizar en el conocimiento de los procesos de patrimonialización.
A lo largo de una serie de años de trabajo como técnica en relación con el
patrimonio cultural, había venido observando un conjunto de contradicciones
entre los objetivos marcados por la legislación, por los reglamentos y planes
estratégicos en torno al patrimonio cultural y la práctica política y de gestión
cotidiana. A pesar de las afirmaciones sobre la importancia equitativa de to-
dos los patrimonios –vinculada a una pregonada filosofía de democratización,
igualdad social y fomento de la diversidad social y cultural- en apariencia se
estaba produciendo un tratamiento muy desigual. Era visible un ejercicio en
el que simbólicamente se traspone la distinción entre “alta cultura” y “cultura
popular” en “patrimonio clásico” versus “patrimonio etnológico”.
Así se asignan las grandes producciones, la arquitectura “culta”, las contri-
buciones al acervo de la humanidad, en definitiva el “patrimonio importante”
o más valorado a otras categorías de patrimonio (patrimonio arquitectónico,
arqueológico, histórico o artístico). Por el contrario, el patrimonio etnológico

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Consideraciones Técnicas

–y las otras categorías de “nuevos patrimonios”- se está asociando a arqui-


tecturas modestas, artesanías, patrimonio menor, en síntesis las producciones
designadas como tradicionales y populares, bienes y actividades de los grupos
dominados y las minorías sociales. Y ello a pesar de no estar teóricamente
vinculados a ningún grupo social o cultural concreto, sino precisamente por el
carácter de la disciplina antropológica a la que su denominación alude, ocu-
parse del conjunto de la sociedad.
Esta jerarquización simbólica, no afecta sólo a qué se concibe en general
como patrimonio etnológico, sino a cómo son los procesos de activación pa-
trimonial: en qué lógicas se basan, qué agentes intervienen y a qué intereses
responden. De acuerdo con ello se entiende además la política real de tutela, la
práctica de inversiones y, en definitiva, el tratamiento dado por los diferentes
agentes sociales a este patrimonio.
La selección de esta unidad de análisis me parece además especialmente
fecunda para entender las transformaciones en los procesos de activación pa-
trimonial. En efecto, algunas de las cuestiones claves en torno al patrimonio
cultural y natural refieren a quiénes definen qué elementos lo constituyen,
quiénes establecen con qué significados y quiénes deciden qué usos pueden
ser o no apropiados en función de esas significaciones. Para algunos la res-
puesta a esta cuestión es bien sencilla: son los técnicos y especialistas quienes
deben asumir esa responsabilidad. Pero aunque el conocimiento disciplinar es
una de las fuentes de legitimidad tradicional del patrimonio, no ha sido la úni-
ca y en el panorama actual no es la preponderante. A mi entender, aparecen en
el escenario de lo patrimonial otros agentes y entidades que corresponden con
otras lógicas y fuentes de legitimación. Son fácilmente visibles al menos otras
dos formulaciones legitimadoras con sentidos frecuentemente opuestos: una
primera es de carácter mercantil y otra segunda se vincula con reivindicacio-
nes y definiciones identitarias que segmentan o cuestionan el modelo unitario
del Estado-nación –definiciones de clase, de género, étnicas o vinculadas a
diversos ámbitos de adscripción territorial-. La primera se apoya en la utilidad
mercantil, de atracción turística, de sustentación de nuevos “yacimientos de
empleo” de los bienes patrimoniales, etc. La segunda tiene aspiraciones de
reivindicación de derechos sociales de colectivos muy diversos y a veces con
carácter atomizado, de nueva justicia social, de ruptura del silenciamiento de
ciertas minorías o sectores de la población que no suelen ser protagonistas y
que hoy ven en el proceso de patrimonialización una fórmula de visibilización
que permite conseguir nuevos derechos.

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Capítulo I

Es decir, que el acercamiento a los bienes considerados etnológicos per-


mite observar la entrada de nuevos protagonistas en la escena patrimonial y
la activación de procesos innovadores, tanto en lo que respecta a las reivin-
dicaciones ciudadanas y la participación de vecinos y actores locales en la
definición y selección patrimonial, como con relación a las nuevas demandas
de la industria turística y su capacidad para convertir en producto algunos
elementos etiquetados de rurales, tradicionales, auténticos… Cualquier aná-
lisis digno de esta denominación debe ser complejo y no afirmaré aquí que
las delimitaciones entre unos y otros argumentos se den de forma clara en las
realidades sociales que analizamos. Más bien al contrario, vienen a funcionar
de forma coaligada y sin embargo, contradictoria; en simbiosis estratégica y no
obstante tensionadas y enfrentadas, tal como veremos a lo largo del texto.
Así pues, las preguntas principales que guían este trabajo se podrían sinte-
tizar en: ¿Cuáles son los bienes que, bajo el aspecto formal de “etnológicos”,
se están protegiendo y activando por parte de la Administración cultural an-
daluza? ¿De qué modo se llevan a cabo estos procesos de patrimonialización?
¿Qué significados se asignan a estos bienes? ¿Qué sociedad se está visibi-
lizando a partir de estas selecciones? ¿Qué grupos y colectivos reivindican
estos bienes o están interesados en su activación? ¿Qué colectivos y sectores
sociales rechazan estas actuaciones? ¿Cuáles son las lógicas que subyacen al
posicionamiento de estos actores?
El texto se estructura en siete capítulos. En un primer capítulo se realiza
una aproximación teórica al patrimonio cultural y al patrimonio etnológico
en el contexto actual de globalización y localización. Se trata de mostrar una
panorámica que permita reconocer de qué modo nos vamos a aproximar al
patrimonio en tanto que construcción social y en qué sentido se relaciona con
los otros factores que consideramos fundamentales en la investigación. El
segundo capítulo se centra en la metodología de investigación desarrollada,
presentando los casos seleccionados y describiendo las técnicas aplicadas.
Desde el capítulo tres al seis, ambos inclusive, son dedicados a profundizar
en los distintos casos de estudio. Estos casos sirven como laboratorio detalla-
do desde los que acceder a las hipótesis y premisas expuestas con anterioridad.
Por supuesto que deben entenderse en el contexto más general y que su más
amplia comprensión puede realizarse teniendo en cuenta otras experiencias
de tutela en las que he indagado. El orden de exposición elegido va desde el
ámbito territorial más extenso, los bienes catalogados en el Parque Natural
Cabo de Gata Níjar –capítulo 3-, a continuación se trabaja sobre la realidad de

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Consideraciones Técnicas

Pegalajar –capítulo 4- para finalizar en los bienes de carácter más clásico en la


tutela, son edificios muy concretos, y con una clara problemática de especula-
ción urbana, el Corral de la Encarnación y la Fábrica de Vidrios de la Trinidad
–respectivamente capítulos 5 y 6-.
En cada uno de estos casos se ha trabajado en dos sentidos. Por una parte
estableciendo cual ha sido la secuencia de la catalogación, así como los agentes
que han intervenido en el proceso de patrimonialización y sus posicionamien-
tos. Por otra parte, en cada experiencia se ha procurado profundizar en un
aspecto que la singulariza o la define, tratando problemas o situaciones que
pueden aparecer de forma tangencial en otras situaciones de las expuestas o
que sean comunes a otros casos en el ámbito de la activación patrimonial en
Andalucía. En este sentido, he profundizado en los aspectos territoriales y
paisajísticos en el contexto de los aljibes y molinos de Cabo de Gata Níjar;
en los movimientos sociales y en las significaciones del agua en Pegalajar; en
aspectos como el patrimonio intangible y la noción de lo popular en el Corral
de la Encarnación o en las artesanías y el consumo diferenciado de la tradición
en el caso de la Fábrica de la Trinidad.
En el capítulo final, se trabaja precisamente en los puntos en común y en
las diferencias entre unas y otras experiencias. También se desarrolla un epí-
grafe que nos permita contextualizar adecuadamente las políticas de la Admi-
nistración cultural andaluza y entender qué significado tienen las actuaciones
desarrolladas en los casos estudiados. A lo largo de este capítulo se pretenden
sintetizar algunos de los análisis realizados en los casos y dar respuestas a las
preguntas que han incitado a esta investigación. Muchas han sido contestadas
y otras tantas han ido surgiendo y quedan como propuestas para nuevos tra-
bajos.

AGENTES MÚLTIPLES, INTERESES CONTRAPUESTOS


Uno de los argumentos que considero más incontestables sobre la noción
de patrimonio como construcción social es que la noción es reativamente
fácil de situar en un tiempo histórico y unas sociedades concretas. El patri-
monio cultural, como acción de protección, salvaguarda y conservación de

 Esta idea se ha convertido en un lugar común entre los especialistas en ciencias sociales que se aproxi-
man a la noción del patrimonio y es difícil asignarla a un autor concreto. Entre otros citaremos: Hufford,
1994; Jeudy, 1990; Kirsemblatt-Gimblet, 1998; Moreno, 1999; Padiglione, 1999; Prats, 1997...

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Capítulo I

ciertos bienes, aparece en el horizonte de las sociedades occidentales a finales


del siglo XVIII y principios del siglo XIX. La consideración de una serie de
elementos como testimonios que deben ser conservados y legados a genera-
ciones futuras supone una acción “planificada” sobre el objeto, una acción
que lo transforma. Es decir, que los objetos, prácticas o tradiciones no son un
patrimonio que espera ser descubierto, sino que se “convierten en” a través
de una serie de actuaciones (Kirshemblatt-Gimblet, 1998). Estas actuaciones,
que añaden valor y transforman el uso y el significado de esos bienes, mantie-
nen una serie de características en común desde hace dos siglos y antes eran
desconocidas. Tampoco existían fuera de los límites de las sociedades occi-
dentales. Otro de los razonamientos que se usan para avalar la concepción de
construcción social es que lo que hoy designamos como patrimonio cultural
no es exactamente equivalente a los bienes u objetos que se consideraron hace
dos siglos, la noción ha evolucionado incluyendo nuevos valores y tipologías.
Sin embargo, la aportación que me parece más interesante respecto a la no-
ción de patrimonio como construcción social es su consideración de espacio
de conflicto (Bonfil, 1992; García Canclini, 1999a; Rosas Mantecón, 1999). Si
en lugar de considerar el patrimonio cultural como un hecho universal e im-
perecedero, se entiende como un modo de añadir valor que se produce en un
contexto social e histórico determinado, el patrimonio deviene contingente.
Si en vez de considerar esta noción como homogénea y unitaria en tanto que
conjunto de bienes representativos de la nación (del Estado-nación), se en-
tiende como una asignación de valor que representa prioritariamente a ciertos
grupos sociales, el patrimonio deviene un espacio de conflicto social, donde
distintos grupos dirimen su capacidad de ser representados y visibilizados
(Moreno 1999; Rosas Mantecón, 1998).
La noción de Patrimonio surgió en un mundo en proceso de cambio, en-
vuelto en conflictos y contradicciones. Gran parte de la configuración protec-
tora del Estado con respecto a ciertos bienes tuvo que ver con la iconoclastia
desarrollada en la Revolución Francesa y las revueltas que le sucedieron, tam-
bién por supuesto con el proceso de industrialización que impulsó la mo-
dificación radical de las ciudades y afectó a amplios territorios. Hoy día en
cualquier aproximación social al ámbito del patrimonio nos muestra que se
caracteriza por el conflicto. La actual noción del patrimonio nos sitúa en un
ámbito donde confluyen puntos de vista e intereses contrapuestos. El espa-
cio del patrimonio ocupa hoy no sólo al Estado y a los técnicos, sino a otros
agentes políticos y económicos, además de a los ciudadanos de a pie. Esta

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Consideraciones Técnicas

confluencia de intereses en el patrimonio se relaciona con la progresiva ampli-


tud de la noción.
La primera de nuestras preguntas es precisamente esta: ¿cómo se explica
el desarrollo y crecimiento del conjunto de prácticas que designamos bajo el
concepto de patrimonio? Una de las premisas de esta investigación es que para
comprender la expansión de los procesos de patrimonialización, así como la
confluencia de cada vez más intereses en el escenario de lo patrimonial, es
necesario referirse a las tendencias generales de la globalización y los meca-
nismos paralelos de localización. No es posible comprender los significados
del patrimonio hoy o el porqué de su expansión, sin aproximarnos a estas
dinámicas. La etapa que vivimos hoy –un periodo de progresiva interconexión
e interdependencia de los más diversos ámbitos a escala global (Beck, 1998b)-
afecta a nuestra relación con el pasado, al modo en que nos autodefinimos o
a la expansión de nuevos sectores de consumo. Tres factores estrechamente
relacionados con el auge del patrimonio (Hernández Ramírez, 2003b).
Así pues, por una parte, la evolución técnica en los sistemas de transporte
y la expansión de la sociedad industrial con periodos muy marcados de tra-
bajo y ocio han provocado un crecimiento continuo de la industria turística.
Una industria que demanda sol y playa pero también pueblos exóticos, ruinas
impresionantes, grandes museos, paisajes únicos… Ámbitos de “descanso” y
placer enmarcados por bienes patrimoniales.
Por otra parte, los sistemas de interdependencia mundial y de homogenei-
zación en el consumo, se vinculan con procesos de reactivación identitaria.
Estamos ante lo que Castells denominó “el poder de la identidad”. O lo que
numerosos autores han identificado como un doble mecanismo en el que al
mismo tiempo que tiene lugar la globalización, se producen movimientos de
localización (Robertson, 1992; Moreno Navarro, 1999; 2002). El auge de la
patrimonialización tiene mucho que ver con estos procesos de localización,
en su desarrollo identitario y en su vertiente de reacción a mecanismos de
homogeneización cultural. Finalmente, destacaremos la vuelta nostálgica ha-
cia el pasado que se está produciendo en el mundo occidental en las últimas
décadas, como reacción a una “sociedad del riesgo” (Beck, 1998a).
La expansión del patrimonio y la diversidad de factores que interactúan
en la misma, ponen en escena una multiplicidad de agentes que intervienen,
de modo directo e indirecto, en su definición y utilización. De un patrimonio
definido por el Estado y por expertos asociados al mismo, hemos pasado al

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Capítulo I

patrimonio cultural de contenido abierto, en el que confluyen además de los


técnicos, políticos de distintas instancias, pero también empresarios y ciudada-
nos.
En un mundo cada vez más marcado por el Mercado, la fuente principal
de legitimidad del patrimonio no podía seguir siendo de carácter preeminen-
temente político –mostrar la grandeza de la nación-. La caída de la hegemonía
política occidental, sustituida por trasnacionales no asociadas a ningún Estado
y la consiguiente descentralización geográfica del dominio político-económi-
co, ha dejado entrever otras versiones del pasado y de la historia. La crisis de
la autoridad científica ya no hace posible postulados de verdad absoluta que
legitime una selección o una significación atribuida a un bien. Múltiples voces
reclaman su capacidad de interpretación respecto al patrimonio, sus derechos
de propiedad o su potencial derecho para defenestrarlo.
La definición del patrimonio como construcción social deja abierta la cues-
tión de cómo y quién lo designa. Los argumentos principales se dirigen a
quiénes definen lo que debe ser seleccionado como bien patrimonial, quiénes
tienen legitimidad para atribuir un significado concreto a un bien y quiénes de-
ben decidir el uso y gestión de los bienes culturales. Estas preguntas muestran
el ámbito en donde se produce la lucha política por la legitimidad en el control
y gestión del patrimonio.
Los principales conflictos se producen entre las interpretaciones más cer-
canas a la comprensión del patrimonio cultural como recurso prioritariamente
económico –aunque además pueda caracterizarse de recurso social- y aque-
llas visiones que lo conceptualizan como herencia cultural, transmisora de
conocimientos, depositaria de identidades de una nación o colectivo social.
En el primer caso prevalecerá una argumentación y un uso de carácter prio-
ritariamente utilitario; en el segundo será preeminente una vinculación con el
carácter místico del objeto o actividad, que no obedecerá tanto a su utilidad
mercantil como al plano simbólico, en tanto que representación de la profun-
didad histórica o de las capacidades de un colectivo.
En conjunto, podemos observar cómo los bienes patrimoniales son refe-
rentes en los que confluyen diferentes colectivos que los pueden reivindicar
como símbolos de su identidad grupal. Estas reivindicaciones pueden ser in-

 Sobre la centralidad y las atribuciones de sacralidad del Mercado véase Moreno Nava-
rro, 1999ª, 2000ª, 2001, 2002.

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Consideraciones Técnicas

clusivas y no confrontadas, como cuando se interpreta por ejemplo La Al-


hambra como Patrimonio de la Humanidad, pero también se reivindica como
representativa de los españoles, los andaluces, los granadinos... Sin embargo,
habitualmente esta inclusividad no se produce de una forma tan unánime ni
suele estar exenta de fricciones y contradicciones. Los significados atribuidos
a los bienes distan de ser unívocos. Así, para muchos andaluces la Alhambra
representa un pasado diferente al de la mayoría castellana que se impuso en
el Estado siglos atrás y reivindican su carácter exclusivista y no inclusivo. La
mayoría de los bienes patrimoniales se vinculan con múltiples significados que
varían dependiendo de los grupos de referencia que los evoquen. Así un corral
de vecinos no significará lo mismo para sus habitantes, que para la mayoría
de los vecinos del barrio que lo usan como evocación de un pasado popular
o para el colectivo andaluz que lo incluye entre sus referentes identitarios;
tampoco tendrá los mismos sentidos para las mujeres que lo han habitado que
para los hombres, para las clases sociales que los han conocido desde dentro
que para los grupos más afortunados que dispusieron de viviendas más aco-
modadas...
Pero los procesos por los cuales se designan unos bienes y no otros como
patrimonio, se les otorgan unos significados hegemónicos, se avalan unos
usos, se incentivan unas formulas de difusión, etc. tienen que ver con pro-
cesos de negociación y conflicto de determinados agentes en torno a esos
bienes. Tal como describiré más adelante, las instituciones del Estado han sido
los agentes que, durante una primera etapa, mayor incidencia han tenido en
la designación del patrimonio, pero hoy en día se ven confrontados tanto de
forma interna –entre diferentes niveles y sectores de la Administración- como
externa. Técnicos y científicos, aunque con frecuencia puedan trabajar para
el Estado, no siempre coinciden en sus diagnósticos y definiciones con las
selecciones y actuaciones políticas. El Mercado, empresarios o agrupaciones
empresariales, tienen sus propios intereses, activan, proponen e invierten en
unos bienes determinados y significándolos de un modo que resulten, directa
o indirectamente, “rentables”. Los propietarios y los colectivos de ciudada-
nos directamente afectados por los procesos de patrimonialización, pugnan
por defender sus intereses. Además, tal como propone Ariño (2001), en las
últimas décadas se observan dos nuevos agentes que inciden con renovadas
energías en el panorama de lo patrimonial y que son por una parte los orga-
nismos supraestatales, fundamentalmente la UNESCO, y de otro lado lo que
genéricamente se denominan movimientos sociales en defensa del patrimo-
nio.
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Capítulo I

En esta superficial enumeración de los agentes que con mayor frecuencia


protagonizan las activaciones patrimoniales podríamos diferenciar, por tanto,
los tres sectores a los que hacen referencia numerosos científicos sociales: el
Estado o sector público, el Mercado o sector privado y un grupo que no se
podría incluir en estos, denominado sociedad civil o “tercer sector”.
En el contexto andaluz podemos observar las tensiones entre estos dife-
rentes agentes y colectivos que interactúan respecto al patrimonio. Algunas de
las más evidentes son los que afectan a la relación entre los distintos niveles de
la Administración –comunidad autónoma, estado, ayuntamientos, organismos
supranacionales-; también son visibles los conflictos entre la Administración
y los ciudadanos, entre diferentes colectivos de ciudadanos -asociaciones, sec-
tores de clase o profesionales, etc.-; además de las que representan algunas de
las luchas más fuertes entre los intereses mercantiles y empresariales frente a la
Administración y los ciudadanos –juntos o separados-. Estas tensiones y en-
frentamientos serán analizados en detalle en esta investigación, pero quisiera
que nos situáramos con algunas líneas generales.
El sector público está protagonizado por las diferentes Administraciones
encargadas de velar por el patrimonio cultural. El ámbito del patrimonio cul-
tural es uno de esos espacios donde se produce lo que los juristas denominan
“concurrencia competencial”, es decir que tanto el Estado, como las Comu-
nidades Autónomas y también las entidades locales, tienen competencias en
esta materia. La distribución es compleja y de hecho algunos aspectos han
tenido que dirimirse en el Tribunal Constitucional (Sentencia 17/1991 de 31
de enero). Expuesto muy sencillamente, diríamos que el Estado se reserva
exclusividad en las instituciones de titularidad estatal y en materia de expor-
tación y expolio de los bienes culturales. La Comunidad Andaluza se reserva
competencia exclusiva sobre el patrimonio en todos los demás sentidos. Las
entidades locales tienen atribuciones generales que se ciñen a la cooperación
en conservación, tramitación de licencias de acuerdo con la legislación en pa-

 Diversos autores reconocen un cuarto ámbito en las sociedades complejas reconocido como relacio-
nes de parentesco y comunitarias o lo que Ariño denomina “relaciones de proximidad” (1997).
 Según la jurista Josefa García Palma “Andalucía se suma al criterio de las autonomías históricas y (…)
acude directamente al límite establecido por el artículo 149.1.28, dejando de lado el criterio de interés
fijado por el artículo 148.1.15 y 16 de la Constitución, así, el artículo 13.27 del Estatuto dice que la
Comunidad Autónoma de Andalucía tiene competencia exclusiva sobre Patrimonio Histórico, Artístico,
Monumental, Arqueológico y Científico, sin perjuicio de lo que dispone el número 28 del apartado 1 del
articulo 149 de la Constitución” (1996:42).

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Consideraciones Técnicas

trimonio y notificación de daños y amenazas a los bienes. Todo ello significa


que la política en materia de bienes culturales reposa principalmente sobre la
Junta de Andalucía, lo cual no implica que haya un consenso automático entre
las diversas instancias.
Las políticas públicas suponen fórmulas “de asignación de recursos y oportunida-
des entre diferentes grupos sociales con intereses y preferencias en conflicto (...) las políticas,
en consecuencia, implican opciones de fondo enraizadas en valores, paradigmas e ideas”
(Subirats y Goma, 1998:13). La aplicación de una pauta o pautas respecto al
patrimonio siempre se hará en este marco con oposiciones, reivindicaciones
y aplausos de unos grupos y otros y con una mayor o menor autonomía de
los organismos públicos respecto a otros sectores sociales. Pero además el
ámbito del patrimonio, quizás sea junto con las políticas de la lengua las que
mayores dimensiones simbólicas tengan, por lo que a menudo aparecen como
expresión de otros conflictos en el ámbito de la pugna entre Estado-Comu-
nidad Autónoma o Comunidad Autónoma y Ayuntamiento e incluso podrían
rastrearse algunas de estas tensiones respecto a entidades supraestatales como
la UE o la UNESCO.
En el Estado español los debates más conocidos en torno al patrimonio
son los que evidencian las tensiones entre el nacionalismo de Estado y el na-
cionalismo periférico, como los debates en torno al archivo de Salamanca, el
traslado del Guernica, la ubicación de la Dama de Elche. Todos estos enfren-
tamientos tienen que ver con lo que Iniesta denomina “restituciones” (1999b)
y con la importancia simbólica de estos elementos.
Otros agentes protagonistas en los procesos de patrimonialización son las
empresas privadas, las corporaciones y los propietarios, el sector mercantil.
De hecho, en una identificación superficial aparecerían como opuestas las
actuaciones del mercado, asociadas a la “modernización”, frente a las actua-
ciones en defensa de la tradición y la conservación de las Administraciones.
Sin embargo, estas dinámicas no deben ser tomadas a priori como opuestas,
puesto que pueden actuar en diferentes grados de tensión o de alianza, como
veremos a lo largo del texto.
En general, el posicionamiento del sector empresarial respecto a los bienes
patrimoniales viene marcado por la búsqueda de beneficios, y por la defensa

 Para un desarrollo completo de las competencias de las entidades locales en materia de patrimonio en
Andalucía véase el anteriormente citado artículo de García Palma, 1996, págs. 50-54.

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Capítulo I

de los intereses privados por encima de la regulación pública o del “interés ge-
neral”. En el contexto actual de Andalucía destacan por una parte, los sectores
inmobiliarios que siguen transformado y destruyendo muchos de los bienes
culturales y naturales en pro de la urbanización del suelo; por otra parte, una
serie de actuaciones que pueden trabajar en alianza con la Administración o
con otros sectores sociales para poner en valor y transformar en producto
ciertos bienes o elementos que pueden servir a la industria turística. A este
respecto los posicionamientos pueden ser de alianza o de enfrentamiento y
tensión. Finalmente, a nadie se le escapa que las grandes corporaciones y em-
presas sí que invierten en la compra o conservación del patrimonio, pero un
repaso a sus actuaciones pone en evidencia su interés mayoritario por el pa-
trimonio monumental o artístico, es decir el patrimonio que representa a las
élites y que esta asociado a un alto valor económico.
La sociedad civil se define de un modo complejo y en cierto modo contra-
dictorio dependiendo de los paradigmas o posicionamientos de partida, usaré
aquí una definición amplia que la sitúa fuera del ámbito mercantil y en un
conjunto de acciones que permite una mayor participación de los ciudadanos
en la toma de decisiones. Según Ibarra la sociedad civil se describe como:
“El conjunto de asociaciones, grupos, organizaciones, movimientos, etc. que se unen
o actúan unidos, para lograr la satisfacción de ciertos intereses; intereses del conjunto
de sus miembros o intereses situados más allá de los miembros del grupo. Estos inte-
reses pueden ser de todo orden: religiosos, culturales, sociales, asistenciales, políticos,
laborales, profesioneales, de ocio, etc. Pertenece a dicha red definida como sociedad
civil cualquier grupo que tenga alguno de los intereses señalados, siempre que en el
ejercicio de su actividad implique el establecimiento de relaciones tanto con otros
grupos de la sociedad civil como con las instituciones políticas. También se incluye en
esta descripción aquellos grupos que se constituyan con el objetivo de defenderse de
efectos injustos provenientes de las relaciones con el mercado o de reformar o equili-
brar su lógica de actuación o su protagonismo en la vida económica.” (2005: 36)
En relación con el patrimonio, la sociedad civil está cada día más dinámica.
De hecho son varios los autores que señalan la presencia de diversas asocia-
ciones que reivindican y reclaman derechos en torno al patrimonio, como uno
de los nuevos agentes de este ámbito.
Tal como indica Javier Hernández (2003b), en Andalucía pueden diferen-
ciarse dos tipos de agrupaciones: la primera es más antigua y tiene un carácter
más formal, toma la forma de asociaciones en defensa del patrimonio históri-
co; la segunda tiene un carácter más difuso e informal y agrupa a distintos tipos
de colectivos, asociados formalmente o no, movilizados en defensa de un bien

25
Consideraciones Técnicas

concreto. Siguiendo a este autor, las asociaciones formales del primer sector,
están compuestas por sectores medios-altos de la sociedad, normalmente con
algún tipo de vínculo profesional con el patrimonio o con formación en dis-
ciplinas asociadas a éste (bellas artes, historia, historia del arte, arqueología,
etc.). Suelen posicionarse en una argumentación de carácter técnico en defen-
sa del patrimonio y son bastante activos recordando a la Administración sus
deberes de tutela. Las agrupaciones del segundo sector están surgiendo más
recientemente y pueden conjugar asociaciones vecinales, con agrupaciones de
otro tipo y ciudadanos no integrados formalmente en colectivos organizados.
A menudo surgen de la mano de movilizaciones por la defensa de determina-
dos derechos, que pueden tener una relación con el patrimonio cultural, pero
que no es de carácter directo. Se pueden defender derechos de permanencia
en una casa y un barrio (movilizaciones contra desahucios, ruinas, etc.) o rei-
vindicar el mantenimiento de un acuífero o estar en contra de un trazado de
infraestructuras y sumar a otras argumentaciones el carácter patrimonial del
espacio/ inmueble/actividad que se está defendiendo.
A pesar de que las investigaciones sobre este sector en el ámbito del Estado
español son todavía escasas, hay cierto consenso en señalar que tiene todas las
características de un nuevo movimiento social (Albert, 2005; Ariño, 2001; Gó-
mez Ferri, 2004; Hernández Ramírez, 2003b, 2004, 2005b). Tal como afirma
Castells un movimiento social se caracteriza por una red de actores que realiza
una propuesta y unas reivindicaciones sobre algún aspecto de la sociedad e
independientemente de que alcance o no sus objetivos esas actuaciones en sí
mismas tienen como consecuencia la transformación social (1998). El movi-
miento social en torno al patrimonio es amplio y no siempre coincidente, pero
propugna su derecho a intervenir en las políticas de preservación y conserva-
ción del os bienes culturales, dando una mayor centralidad social a la nostalgia
del pasado. Lo más llamativo de estos movimientos sociales es la relectura que,
a partir de ciertos planteamientos patrimoniales, comienzan a hacerse sobre
las interpretaciones de su pasado y de su sociedad. El argumento de justicia
social, que suele aparecer en los desarrollos de las justificaciones, sirve para
reivindicar la dignidad o los derechos de ciertos colectivos a menudo no cen-
trales en la definición de la memoria oficial.

EL AUGE DEL PATRIMONIO ETNOLÓGICO


Una aproximación diacrónica sobre el surgimiento y evolución de la no-

26
Capítulo I

ción de patrimonio cultural puede servirnos para entender la multiplicidad


de significados y visiones que hoy confluyen sobre el mismo. En la evolución
habida se refleja la transformación y ampliación de los sujetos y agentes que
actúan sobre el patrimonio, mostrándose con cierta claridad cómo en las pri-
meras etapas la patrimonialización estaba más restringida a un ámbito técnico
e institucional y hoy se ha expandido hacia otros agentes sociales.
Diferentes tradiciones se aproximan a la noción de patrimonio desde pers-
pectivas a menudo opuestas, a veces sólo parcialmente coincidentes. Por ejem-
plo, Juan Agudo contrapone una visión antigua del patrimonio (cerrada, his-
tórico-artística, centrada en el objeto, ligada a las élites…) frente a otra visión
moderna o actual (abierta, cultural, territorial paisajística, democratizadora…
(Agudo, 1999). Otros autores hacen distintas clasificaciones.
Aquí distinguiré al menos entre tres perspectivas.
- Una primera podría considerarse noción restrictiva “clásica” o historicis-
ta, que se vincula con obras de gran calado histórico artístico, con frecuencia
cuidada por los políticos en cuanto es la más promocionada por los medios de
comunicación de masas y la que más se acerca al gran publico.
- Otra definición de qué sea patrimonio parte de una designación técnica,
los bienes se distinguirían en función de una serie de criterios dictaminados
por los técnicos de diferentes disciplinas.
- Entre los científicos sociales, un tanto alejados tradicionalmente de las
disciplinas de designación patrimonial, pero también desde la perspectiva de
ciertos historiadores, se ha desarrollado un tercer acercamiento, que es el que
venimos sosteniendo en este texto, en la que los bienes no tienen un valor
absoluto, sino que dependen de su horizonte cultural e histórico. Este posi-
cionamiento resta importancia al objeto y viene a definir el patrimonio de un
colectivo como una construcción social (Bonfil, 1991; García Canclini, 1999a;

 Prats contrapone la visión más clásica o historicista con la visión de construcción social e identitaria
(1997). Padiglione diferencia entre tres perspectivas: una primera sería metahistórica y elitista, la segunda
se basa en la competencia técnica y la tercera sería hermeneútica (1999). Pereiro (2003) establece cinco
categorías no excluyentes: tradicionalista o folclorista (como cultura popular que se debe conservar),
constructivista (como construcción social), patrimonialista (bienes con nuevo valor por la intervención
sobre ellos), productivista (mercancía para el consumo contemporáneo) y participacionista (participa-
ción democrática en el proceso de selección), excepto la primera, las otras las atribuye o nombra como
referencia respectivamente a Prats (1997), Rodríguez Becerra (1997), Ashworth (1994) y García Canclini
(1999).

27
Consideraciones Técnicas

Hufford, 1994 Jeudy, 1990; Kirshemblatt-Gimblet, 1998; Nora, 1993; More-


no, 1999; Padiglione, 1999; Prats, 1997)
Sobre esta última perspectiva parece haber bastante consenso entre los es-
pecialistas del patrimonio desde hace unas décadas. Los bienes patrimoniales
dependen de su horizonte cultural, del contexto histórico donde se desve-
len. Cada sociedad, en un momento determinado, selecciona una serie de ele-
mentos que son significativos y representativos. Ahora bien, más allá de este
acuerdo, en el conjunto de la sociedad, conviven perfectamente las otras dos
perspectivas. Es frecuente en los medios de comunicación de masas observar
la primera visión: son patrimonio las obras de arte de raigambre clásica, los
grandes monumentos; la jerarquía desciende conforme nos referimos a otros
tipos de bienes y la necesidad de justificar los recursos dirigidos a su estudio
y conservación aumenta. En los ámbitos académicos, en las administraciones
culturales, se afirma que la definición del bien cultural, su selección depende
del examen y la pericia del técnico, del experto que dictamina, es el segundo
posicionamiento el predominante en estos ambientes. Las tres perspectivas se
superponen, construyendo situaciones paradójicas y contradictorias.
Sólo en la segunda mitad del siglo XX se definen los conceptos claves de
bienes culturales y patrimonio cultural, tal como hoy los entendemos. Estas
nociones pretender expresar una complejidad y reflejar los diferentes grupos
sociales. La redefinición del patrimonio tiene como reflexión paradigmática la
producida en Italia por la Comisión Franceschini, que desarrolló su trabajo
entre 1964 y 1967, y en el desarrollo realizado por el jurista Giannini que entre
1974-1976 elabora la “doctrina de los bienes culturales”.
El concepto de bien cultural traspasaba las nociones tradicionales asociadas
a lo material, lo antiguo, lo privado, para incluir lo inmaterial, las creaciones
contemporáneas, los derechos colectivos. Aún así la definición de la Comi-
sión es un tanto restrictiva respecto a las teorías hoy más difundidas, pues se
centraba en “todo bien que constituya un testimonio material de civilización”.
Con ello se mantenía el peso del objeto y una visón un tanto etnocéntrica o
jerárquica al utilizar la connotada palabra “civilización”. No obstante, Gianni-
ni ya desarrolla la noción de bien cultural como categoría abierta. Según este
jurista, lo que es o no bien cultural y cuál es su valor lo tendrá que determinar

 Este era el nombre de su presidente. La Comisión tenía como denominación oficial «Commissione
d’indagine per la tutela e la valorizzazione del patrimonio storico, artístico e del paesaggio».

28
Capítulo I

en cada momento, cada disciplina. Con ello reafirma la vertiente técnica de la


definición del patrimonio.
Lo que nos interesa subrayar de esta definición es precisamente la pérdida
de valor universal que supone respecto a los bienes patrimoniales. No es el
objeto en sí lo que tiene valor, sino los significados que tiene asociados, unos
significados que hay que descubrir y estudiar, por ello los técnicos adquieren
mayor relevancia y una nueva legitimidad. El objeto físico tiene asociados una
multiplicidad de valores que se deben mostrar, ahora bien “la puesta en valor
de este patrimonio siempre operará de forma selectiva, priorizando algunos
valores sobre otros” (Agudo, 1999a). De ahí la necesaria intervención del ex-
perto, la referencia al saber como árbitro de selección.
De este modo se abre paso a la visión que impera hoy sobre el patrimonio
cultural como construcción social. Es decir, que los elementos que constitu-
yen el patrimonio de un colectivo no han tenido porqué haber sido siempre
ni tienen porque serlo en la posteridad. Un bien es patrimonial porque tiene
asociados una serie de valores, de carácter estético, histórico, social, técnico o
cualesquiera que se le atribuyan, que serán fundamentales para una sociedad
en un momento determinado. Desaparece así el valor inmanente y universal
de los monumentos, obras de arte y de otros elementos patrimoniales.
Algunos de los factores fundamentales que han hecho bascular las defi-
niciones patrimoniales hacia un sentido de construcción social serían: a) la
progresiva importancia de unos valores universalistas asociados a un matizado
relativismo cultural; b) la emergencia del “poder de la identidad” (Castells,
1998) –que defiende la multiplicidad de las identidades, la fragmentación de
los colectivos, la diferenciación interna dentro del Estado, jerarquización ét-
nica, de género, de niveles socio-profesionales; c) la crisis de los positivismos
y neopositivismos, que colorean con la duda los axiomas de toda ciencia y
también de las disciplinas asociadas los bienes culturales.
Así pues, se entiende que los bienes culturales son importantes para unos
pueblos más que para otros, para unos colectivos determinados, desde ciertas
perspectivas históricas o estéticas… pero a la vez deben ser elementos funda-
mentales, no cuestionables, con sentido de permanencia… Esta es la paradoja
constante en que se maneja hoy la tutela patrimonial.
Analistas del patrimonio cultural caracterizan su definición actual de di-
ferentes modos: como “abierto y no elitista” (Agudo, 1999a); “hermenéuti-
co” (Padiglione, 1999); “participativo y democrático” (García Canclini, 1999a;

29
Consideraciones Técnicas

Mairal, 2003). En lo que casi todos los autores coinciden es en la exuberante


expansión del concepto tanto en cuanto a los contenidos y competencias dis-
ciplinares a que remite, como en lo que refiere a las colectividades de referen-
cia.
La idea de patrimonio etnológico tiene que ver con las definiciones ante-
riores en cuanto que: a) supone una apertura respecto al tipo de bienes que
deben ser considerados patrimonio –no sólo los históricos y artísticos, tam-
bién los ligados a la memoria y la identidad-; b) además incluye producciones
no exclusivamente asociadas a los grupos más poderosos; c) presupone cierta
contingencia en cuanto a los objetos patrimoniales, puesto que elementos que
son hoy fundamentales para un grupo pueden no serlo mañana; d) finalmen-
te, la consideración de una serie de bienes como elementos patrimoniales no
depende tanto de unos cauces exclusivamente oficiales, sino que se liga más a
la percepción que tengan de su propia cultura y de sus producciones los autóc-
tonos. En definitiva, la inclusión del patrimonio etnológico en el conjunto de
los bienes culturales implica en teoría algo que venía fraguándose desde atrás:
el paso de una perspectiva humanista de la cultura a una visión antropológica
de la misma (Agudo, 1999a, 2003; Prieto de Pedro, 1995).
La efervescencia del patrimonio etnológico en la actualidad, o lo que es lo
mismo el éxito y la popularización del término, no puede dejar de entenderse
en el contexto histórico a corto plazo y en el conjunto de factores enunciados
al principio de este capítulo: la mirada hacia atrás y hacia la tradición en nues-
tras sociedades contemporáneas, el auge de las identidades y la importancia
del turismo.
En el contexto español, también hemos de reconocer la influencia de las
políticas francesas de patrimonio y su impronta en los diseños de la Unión
Europea. El impulso otorgado por el Estado francés a ciertas creaciones cul-
turales y los trabajos realizados a partir de las premisas de George Henri Ri-
vière parecen de obligada mención (Rivière y otros, 1993). Los ecomuseos
franceses y la labor de la Mission du Patrimoine Ethnologique, son decisivos
para hacer bascular finalmente el patrimonio etnológico desde su enclaustra-
miento en instituciones y museos de artes populares hacia el exterior y vincu-

 El desarrollo de la noción de patrimonio etnológico en Francia y la creación de la Mission en 1980


puede verse en Segalen, 2003 y Le Godinec, 2005, y muy especialmente sobre la Mission trata el texto
de Lebovics, 2005.

30
Capítulo I

larlo a listados y catálogos de bienes patrimoniales. Se concreta así en lugares,


edificaciones y actividades que se entremezclan en el conglomerado de la vida
diaria, y que van a pasar a identificarse como espacios y prácticas de referencia
para ciertos colectivos.
La reconstrucción democrática propulsó la redacción de la Ley del Patri-
monio Histórico Español de 1985, que se realizó conforme a los debates y
criterios vigentes en ámbitos internacionales del patrimonio y la museología
(Gómez Pellón, 1999). La casi absoluta ausencia del patrimonio etnológico en
la legislación anterior se vio suplida por su expansión a un título (el VI), eng-
lobada en lo que los juristas denominan “patrimonios especiales”. Se elaboró
una definición de lo patrimonial ligada, como ya se ha dicho, a la definición
antropológica de cultura. La línea que no se rompió en esta trasformación es
la definición enumerativa del patrimonio que realiza la ley: “por cuanto tengan
valor histórico, artístico, arqueológico, paleontológico, etnológico, científico o
técnico...” Por tanto, también se mantuvieron las segmentaciones disciplinares
en cuanto al estudio y valoración de los bienes.
Con los antecedentes de la política franquista y la marginalidad en que se
situó la disciplina antropológica en ese periodo, se entiende la huida de deno-
minaciones, vigentes en otros lugares, como la de estudios de folklore o de
cultura popular: tenían demasiadas connotaciones políticas. En apariencia, el
término de patrimonio etnográfico o etnológico10 permitía además superar el
debate sobre las nociones en torno a las culturas populares y la dicotomía que
ello implicaba. Aunque según otros autores, como Iniesta, también ha servido
para “eludir el debate teórico sobre la relación entre antropología y patrimonio” (1996:
201).

 A diferencia de otros bienes considerados por su valor estético-artístico o por su dimensión históri-
ca, los bienes designados como etnológicos apenas ocuparon espacio en los listados de “tesoros de la
nación” o en los catálogos del patrimonio histórico-artístico. Su presencia estuvo casi siempre ligada a
museos antropológicos, etnográficos, de costumbres populares, etc., aspectos que se han comentado en
páginas anteriores (véase también Fernandez de Paz 2003). Los estudiosos de la legislación patrimonial
señalan algunos indicios de valoración de estos elementos en diversos documentos como por ejemplo
los decretos de proteccion de Horreos y Cabazos u otros, al respecto puede verse Rioja 1996 y 1999.
10 Patrimonio etnográfico, etnológico o antropológico. Sobre esta controversia terminológica véase
Agudo, 1997; Gómez Pellón, 1999; Moreno 1991; Rodríguez Becerra, 1997. La legislación española y
andaluza usan el término etnográfico (un recorrido por los usos de ambos terminos en las Comunidades
Autónomas del Estado Español puede consultarse en Agudo, 2005). En este trabajo se utilizará la deno-
minación etnológica, más extendida hoy entre los antropólogos y que considero más adecuada.

31
Consideraciones Técnicas

La noción de patrimonio etnológico trata de transmitir que “se valoran


no sólo los elementos que tienen un carácter singular o único, sino también
aquellos que tengan una especial significación social para colectivos sociales
específicos” (Moreno 2003). Sin embargo, muchos antropólogos apenas se re-
fieren al patrimonio etnológico, se remiten con más frecuencia a la noción más
amplia y menos problemática de patrimonio cultural. El problema está preci-
samente en la posibilidad de reproducir la jerarquización simbólica culto/po-
pular trasladándola a patrimonio histórico artístico/patrimonio etnológico. O
expresado de otro modo, en la restricción que puede suponer la vinculación
de “lo etnológico” con los modos de vida de los grupos menos poderosos,
con las producciones que quedan fuera del circuito de producciones “cultas”
y que se inscriben dentro de los patrimonios artísticos, históricos, arquitectó-
nicos, etc.
Desde la disciplina antropológica es evidente que tan etnológico es un pa-
tio de vecinos como una catedral. Tanto la producción de un alfarero como
la de un pintor muy cotizado en el mercado del arte se inscriben dentro unos
códigos culturales y en un contexto social e histórico concretos. Ambas son
representativas y significativas para unos colectivos y representan unas tradi-
ciones, aún cuando los grupos de referencia no sean exactamente los mismos
en ambos casos. Es cierto que el acercamiento antropológico en el análisis y
valoración de esos bienes hará más hincapié en sus significados para los co-
lectivos que los usan o que los tienen como referentes y en sus dimensiones
sociales, mientras que los historiadores del arte se centrarán en su dimensión
estética y en su correlación con escuelas y artistas. Hoy día, entre los gesto-
res y conservadores del patrimonio se reconoce expresamente que cualquier
elemento valorado como bien cultural presenta una multiplicidad de valores y
que no tiene sentido la segmentación disciplinar. Otra cosa bien distinta es lo
que se deduce a través de la gestión cotidiana del patrimonio, su definición y
las formas en que se dirigen las inversiones o acciones de puesta en valor.
En general, se habla de patrimonio etnológico y se acota refiriéndose a
“modos de vida”, “costumbres”, “prácticas y saberes” de un colectivo. El
patrimonio etnológico presupone ante todo la representatividad de los bienes.
Estos no se seleccionan por su singularidad o excepcionalidad, sino en tanto
que modelos o hitos significativos de unos modos de vida y de unas prácticas.
Entre los técnicos y académicos que investigan o trabajan acerca del patrimo-
nio etnológico podrían distinguirse al menos tres acercamientos: vinculado a
la tradición, a la identidad o a la cultura. Existen posturas intermedias o que

32
Capítulo I

mezclan algunos de estos aspectos.


La visión del patrimonio como la cultura de un grupo, es un aspecto tota-
lizador que pretendió mantener la filosofía holística de la antropología y que
durante cierto tiempo propugnó la Misión du Patrimoine Ethnologique. Las
críticas que se le han hecho consisten precisamente en definir el patrimonio
etnológico como toda la cultura, prestándose a la confusión de ambos térmi-
nos (Lebovics, 2005; Prats, 1997). Además con ello se da una visión esencia-
lista y cosificada de la cultura, como algo delimitado, acabado e inmóvil: sujeta
a unos elementos “característicos” que “fundan” la identidad, etc.
Por otro lado, la perspectiva que se basa en la tradición subraya en cierto
modo la dimensión temporal, como prácticas que vienen de atrás, de nuestros
antepasados. Esta es la visión que predomina en la legislación estatal11, pero
también la primera que desarrolló la UNESCO a través de la Recomenda-
ción para la Salvaguarda de la Cultura tradicional y popular de 1989. Una de
las versiones del patrimonio etnológico más cercana al público en general es
la consideración de lo tradicional como prácticas que están en proceso de
desaparición o como “supervivencias” de un mundo que se fue. Versión que
coincide con la dimensión histórica o temporal de que se dota, en general, a
todo el patrimonio.
Una de las críticas más fuertes asociadas a esta definición es la dicotomía
que puede presuponer segmentando culto/popular:
“Tanto si hablamos de “cultura popular” o “tradicional” –que remite (en su mis-
ma distinción) a una de las estrategias que han desarrollado los “cultos” para mejor
asimilar lo que les interesaba del “pueblo”- como de “cultura folklórica” estaremos
empleando términos diversos para designar lo mismo: un mundo que sigue siendo
presentado como opuesto al de la cultura de “elite”, “erudita” o “hegemónica”. (Díaz
Viana, 1999: 47)
Eloy Gómez Pellón justifica la segmentación entre patrimonio cultural y
patrimonio etnográfico a través de una particular, y un tanto esencialista, vi-
sión de la tradición. Afirma que:

11 LPHE 3/85 título VI artículo 46 señala: “forman parte del Patrimonio Histórico Español los bienes
muebles e inmuebles y los conocimientos y actividades que son o han sido expresión relevante de la
cultura tradicional del pueblo español en sus aspectos materiales, sociales o espirituales” y también “se
considera que tienen valor etnográfico y gozarán de protección administrativa aquellos conocimientos o
actividades que procedan de modelos o técnicas tradicionales que procedan de una determinada comu-
nidad” (art. 47.3) (subrayado añadido).

33
Consideraciones Técnicas

“Es obvio que si bien las culturas cambian, no todos los elementos que las compo-
nen lo hacen constantemente, pues ello contradiría la esencia de la cultura. (…) Ello
significa que en toda cultura hay elementos más duraderos que otros y que algunos,
tras cristalizar, se hacen consustanciales con la cultura durante largo tiempo, al menos
en su esencia, aunque formalmente puedan experimentar modificaciones. En defini-
tiva, hablando de patrimonio cultural y tratándose de los bienes etnográficos puede
resultar pertinente caracterizarlos como tradicionales, puesto que el concepto implica
la recepción en herencia de unos bienes que cumplen una relevante función, hasta el
extremo de resultar definitorios en esa cultura” (1999:26).
La perspectiva vinculada a la identidad es la más extendida. A esta idea
remite por ejemplo la legislación andaluza cuando señala: “Forman parte del Pa-
trimonio Etnográfico Andaluz los lugares, bienes y actividades que alberguen o constituyan
formas relevantes de expresión de la cultura y modos de vida propios del pueblo andaluz”
(LPHA, 1/91, art. 61, subrayado añadido). En el contexto español diversos
autores como Isidoro Moreno (1991, 1999); Llorenç Prats (1993); Montse-
rrat Iniesta (1993) Juan Agudo (1997, 1999a); Javier Escalera (1998) explicitan
esta vinculación entre patrimonio etnológico e identidades, subrayando la ver-
tiente de representatividad y de patrimonio vivo.
Juan Agudo delimita la noción de patrimonio etnológico vinculando la no-
ción de identidad con la de tradición:
“La idea de patrimonio nos hará siempre referencia a la identidad de un colectivo;
es decir a aquellos elementos de nuestro entorno que hemos seleccionado como rele-
vantes a la hora de definirnos e identificarnos. (…) Los contenidos de este patrimonio
seleccionado como el concepto de identidad/identificación a los que van referidos,
nunca deben conllevar una imagen esencialista de exclusión y exclusividad. (…)
En el caso del patrimonio etnológico, el tiempo se transforma en tradición y los
límites temporales se alargan, por este mismo cambio de valor que supone su conside-
ración como pasado vivo, hasta el presente” (1999: 41-43)
Agudo realiza una interesante definición de tradición, apoyándose en Len-
clud (1987), para resaltar precisamente el carácter dinámico, vivo y en uso del
patrimonio etnológico. Se vincula así claramente a la memoria social de los
colectivos.
Más allá de unas u otras definiciones, subrayaría dos aspectos. Por una par-
te, que la perspectiva antropológica aplicada a los procesos de activación del
patrimonio cultural permite ir más allá de una visión prioritariamente elitista
y vinculada a las producciones de los grupos “más cultos” o hegemónicos
en occidente. Por otra parte, considero que el análisis y valoración de los bie-
nes culturales sólo puede hacerse desde la comprensión de una multiplicidad
de valores, superando las barreras disciplinares y las tradicionales divisiones

34
Capítulo I

de poder en el ámbito patrimonial. Aún si se prioriza el criterio técnico de


“añadir” o “dimensionar” el valor de un elemento, es obvio que no hay bie-
nes exclusivamente arqueológicos, etnológicos, arquitectónicos, históricos o
artísticos… Los antropólogos nos centramos en la visión social y ligada a los
significados de los bienes culturales (en general), lo que es contrario a la seg-
mentación en esferas disciplinares diferenciadas. Si finalmente todos los espe-
cialistas en patrimonio coinciden en señalar que lo que tienen en común los
distintos bienes culturales es el carácter de representatividad de una cultura o
de un colectivo, quienes se vienen ocupando de tales temas son antropólogos
y sociólogos. Como comenta Pierre Jeudy:
“La idea de patrimonio etnológico no debería ser más que una hipótesis episte-
mológica, pues permitiría una reflexión sobre los criterios de evaluación que dan su
encuadre simbólico (e ideológico) a toda la prospección patrimonial actual” (1990: 4)
Al fin y al cabo, lo que me interesa en este trabajo es precisamente ese otro
lado de la mirada antropológica: la reflexión general sobre patrimonio cultural.
Es decir, el análisis de qué papel viene a representar en la trama sociopolítica
la activación de unos bienes u otros. Como afirma Isidoro Moreno,
“…considero que en esa construcción cultural que es el patrimonio el eje central no
es, como se afirmaba hace unas décadas, (…) el del contenido, sino el de la significa-
ción simbólica respecto a unas determinadas identidades colectivas: precisamente las
de aquellos grupos con el poder de definición acerca de lo que es y no es el patrimonio
cultural” (Moreno, 1999: 327)
En este sentido, me pregunto hasta qué punto los contenidos que se den
al patrimonio etnológico servirán -además de para evidenciar el papel de sub-
ordinación de ciertas disciplinas con respecto a otras- para mostrar el modo
en que son representados, o silenciados diferentes colectivos y por tanto la
escenificación de determinados aspectos de la jerarquización social. Trabajaré
por tanto desde las definiciones que en la práctica de la protección y gestión
del patrimonio se da a aquel que se denomina como etnológico.

APROXIMACIONES AL PATRIMONIO CULTURAL


En las definiciones de qué sea el patrimonio cultural nos encontramos con
diversidad de voces y sentidos. Hay autores que acentúan la dimensión históri-
co-temporal; otros señalan como definitorio del patrimonio la vertiente iden-
titaria o representativa; algunos privilegian el sentido de autoridad vinculado a
los procesos de patrimonialización –donde el Estado y los técnicos realizan el
proceso de transformar un bien determinado en bien cultural-; y aún quedan

35
Consideraciones Técnicas

otros que seleccionan dos o más de estas vertientes recombinándolas. Revisa-


remos brevemente como un marco desde el que explicitar mis posicionamien-
tos en torno al patrimonio cultural.

1.4.1 Patrimonio e historia


La vertiente histórica del patrimonio parece ser la más “tradicional” de
las visiones asociadas al mismo. Una denominación frecuente ha sido y aún
es la de Patrimonio Histórico o Patrimonio Histórico-Artístico, incluso las
aproximaciones primeras al concepto remiten a la idea de bienes heredados
que se transmitirán a otros, es decir de bienes que proceden del pasado y que
se preservarán para el futuro. Como indica Gaspar Mairal, aunque la acepción
utilizada en los países de lenguas latinas sea la de “patrimonio” –referida a
conjunto de bienes que se poseen-, el término seleccionado en las lenguas
anglosajonas pone más el acento en el hecho de la herencia y la transmisión:
“heritage” (2003:71).
Desde esta vertiente, los Bienes Culturales se constituyen como conjunto
de elementos que dan fe de la memoria de un colectivo. El Patrimonio Histó-
rico, se proclama, se asienta en esa decantación selectiva que produce el paso
del tiempo, dejando fuera aquellos elementos que respondían a modas pasaje-
ras y a situaciones coyunturales. El patrimonio es una herencia, que proviene
del pasado, es un conjunto de referentes, que hunden sus raíces en el ayer de
una sociedad. Iradia Vargas (1997), combinando las nociones de identidad e
historia expresa cómo es el paso del tiempo el que dota de un valor distintivo
a estos bienes.
“El patrimonio es histórico-cultural, pues los bienes culturales son producto de la
dinámica histórica y también porque depende tanto del contexto original donde los
bienes fueron generados como del nuevo contexto donde se insertan” (1997).
El patrimonio se basa en la capacidad de la reliquia de evocar otros mun-
dos pasados. Tal como hemos visto, tampoco es posible entender la génesis
misma de la idea de patrimonio sin referirnos a la importancia del pasado, de
la historia, para las sociedades revolucionarias y aún más para las corrientes
románticas en que se asentó el mecanismo patrimonial.
Dentro del sector que entiende el patrimonio como algo absolutamente
ligado al pasado hay posturas muy diversas: desde los folcloristas más esen-
cialistas, que pretenden un inmovilismo absoluto; los que creen que sólo son
verdaderamente dignos de ser considerados patrimonio los elementos que son
testimonio de la civilización; los que se basan en criterios de antigüedad (cuan-

36
Capítulo I

tos más años tenga algo más valioso podrá ser); los que entienden que hay una
selección “natural” de los elementos patrimoniales gracias al paso del tiempo;
los que piensan que es una historia manipulada, etc.
Si tratamos de matizar sobre qué “versión de pasado” se construye el pa-
trimonio las visiones tampoco son unívocas. Por una parte están los que se
pronuncian en torno a una visión oficial del pasado. Siguiendo la estela más
clásica del patrimonio, ciertos autores aducen que el patrimonio sirve a la
versión estatal-nacionalista del pasado, que coincide con la visión oficial de
la historiografía de un país (Bonfil, 1991; Mairal, 2003…). Por otra parte, se
argumenta que el patrimonio refleja diversos pasados, que si bien incorpora la
versión más oficialista, también muchos elementos patrimoniales representan
“lo tradicional” –es decir, provienen de la “fijación” de la memoria colectiva-,
una versión del pasado a menudo no coincidente con la oficial. Cabe pre-
guntarse entonces hasta qué punto los bienes patrimoniales son una versión
autorizada del pasado y si sólo hay cada vez una versión autorizada, calificada
de “histórica”.
Por el contrario, autores como Lowenthal argumentan que el patrimonio se
basa en la historia, usa sus modos, narra historias, pero
“El patrimonio no debe confundirse con la historia. La historia busca convencer con
la verdad, y sucumbe a la falsedad. El patrimonio exagera y omite, inventa cándida-
mente y olvida con franqueza (…) El patrimonio no es una versión contrastada de
nuestro pasado, es una declaración de fe en ese pasado. La historia es para todos, el
patrimonio sólo para nosotros”12 (2001)
Según este historiador, precisamente la historia debe quedar fuera de toda
duda, pero no el patrimonio, que sirve para “sustentar mitos de origen”, para
mantener el orgullo de la nación. Precisamente porque se trata de una versión
oficial e identitaria del pasado de una nación, el patrimonio según Lowenthal
puede falsear el pasado. Para este autor el patrimonio está más cercano a la
identidad que a la historia.
A pesar de los numerosos detractores que actualmente censuran esta ver-
sión del patrimonio calificándola de restrictiva y cerrada, no es menos cierto
que resulta muy frecuente la alusión al pasado –bien sea en su vertiente más
oficial, como historia, bien sea en su vertiente más pluriforme, como tradi-
ción, como memoria colectiva- en las acotaciones y justificaciones que de los
elementos patrimoniales se hacen.

12 Original en inglés.

37
Consideraciones Técnicas

Identidades y patrimonio
Esta definición basada exclusivamente en el pasado encuentra numerosas
críticas entre algunos de los autores que entienden el patrimonio desde una
vertiente identitaria. Desde este punto de vista -el más extendido entre an-
tropólogos y estudiosos sociales en la actualidad- el patrimonio está configu-
rado por el conjunto de elementos que un colectivo social considera represen-
tativos de su identidad como tal (Agudo, 1997, 1999a, 2003, 2005; Fernández
de Paz, 2006a; a, 1999; Iniesta, 1999a; Jeudy, 1990; Moreno, 1991, 1999, 2002;
Prats, 1997, etc.). Entre estos elementos se incluirán objetos provenientes del
pasado, pero también se incorporarán nuevos componentes. El patrimonio no
es exclusivamente histórico, sino que está constituido por aquellos elementos
de la cultura que son símbolos representativos de una colectividad. Se hace
hincapié en la selección de elementos desde el presente, en el sentido de que
los hechos de la historia se interpretan y se extraen desde el presente, y por
tanto en función de las distintas correlaciones de poder existentes en una so-
ciedad determinada en un momento concreto.
Una de las ventajas de esta interpretación de la noción de patrimonio es
que da entrada a la multiplicidad de bienes y a la pluralidad de significados.
Desde mi punto de vista, un problema se enfrenta a la definición del patri-
monio desde la vertiente identitaria: que, aparentemente, la mayor parte de
los bienes patrimoniales no son símbolos de identidad de los colectivos que
dicen representar. Sólo una ínfima proporción de los bienes designados oficial
o técnicamente como patrimonio son reconocidos y asumidos como propios
por los ciudadanos de un Estado, una nación o un municipio. Isidoro Moreno,
aduce que ello depende de una diferenciación entre el patrimonio oficialmente
reconocido y el patrimonio informal, interiorizado y reconocido por los colec-
tivos. Según este autor habría que tender a corregir esta separación producida
entre el criterio técnico –que designa unos bienes no comprensibles por la
mayoría- y el criterio identitario –en el cual se muestran los elementos patri-
moniales- (Moreno, 1999).
Si nos retrotraemos al siglo XIX, entendemos fácilmente que los primeros
bienes patrimonializados fueron los pertenecientes a los grupos más pode-
rosos de las naciones: la monarquía, la aristocracia, el clero… En el proceso
de patrimonialización estos bienes dejaban de ser elementos exclusivos de un
sector privilegiados y eran reapropiados por “la nación”. Ahora bien, los pro-
tagonistas de esa idea de nación decimonónica no fueron todos los ciudada-

38
Capítulo I

nos por igual, recuérdese que el voto censitario permaneció en algunos países
europeos hasta principios de siglo XX. La burguesía y los grupos oligárquicos
fueron los protagonistas del proceso y seleccionaron un conjunto de bienes
que los igualaban a los antiguos poderosos y los distinguían de los obreros, los
campesinos y otros grupos “populares”.
Sólo un pequeño porcentaje de estos bienes fueron ensalzados, explicados,
transformados, convertidos en leyenda... y en definitiva adquirieron una mul-
tiplicidad de significados interiorizables, unos u otros, por diversos sectores de
la población y plausibles de convertirse en referentes identitarios del conjunto
de ciudadanos de los nuevos estados nacionales. La mayoría de los bienes cul-
turales, por el contrario, fueron consolidándose como signo de distinción de
las clases burguesas, que tenían acceso a su disfrute y a la comprensión de sus
significados “ocultos”. Los objetos patrimoniales, marcados como “tesoros
de arte e historia”, estaban dotados de un valor superior, impregnados del aura
que el humanismo atribuyó a la cultura y al arte como expresiones sublimes
de civilización, como demostración de la superioridad del espíritu de aquellos
que sabían cultivarlas o comprenderlas y descifrarlas.
Así pues, a diferencia de las pretensiones de Ruskin de que cualquier ciu-
dadano podía maravillarse de la belleza de la ruina, está más que demostrado
que sólo unos pocos –las clases cultivadas- tienen acceso a la comprensión de
esos bienes. Como ya propuso Bourdieu (1987), el buen gusto no es una sen-
sibilidad innata, sino un proceso de selección que implica códigos complejos
interiorizados y que diferencia unos grupos sociales de otros (“la distinción”).
Sólo los grupos más cultivados, se sienten identificados con la mayoría de
los bienes históricos –reconociendo el testimonio que representan- y se ven
representados en una belleza –para ellos asequible e interpretable- de las crea-
ciones artísticas patrimoniales. Se dice frecuentemente que la protección del
patrimonio estaría asegurada si se aumentase el nivel educativo de la pobla-
ción, esta es una clara referencia a la educación formal, que no es accesible a
todos los grupos por igual.
Por tanto, como comentaba hace unos años Antonio Limón, ¿de quién es
ese patrimonio cultural? (1999). Los bienes culturales, ¿se pueden considerar
símbolos identitarios del conjunto de los ciudadanos o sólo de unos pocos
pertenecientes a las clases más acomodadas? La contradicción se hace aún
más patente cuando analizamos los procesos de patrimonialización de algunos
de los bienes en los que se dice predominar el valor etnológico. Si bien es cier-
to que muchos de ellos son firmemente sentidos y reproducidos por diversos

39
Consideraciones Técnicas

colectivos –por ejemplo muchos de los vinculados con las manifestaciones


festivas, algunos tipos de cantes, etc.-; respecto a otros se perciben reacciones,
al menos en apariencia, bastante contradictorias. Por ejemplo, muchos de los
denominados modelos representativos de la arquitectura tradicional, son apre-
ciados por expertos –antropólogos, arquitectos, a veces incluso historiadores
del arte- y sin embargo, son tachados de “viejos”, “pobres”, “feos”… por
aquellos que los han vivido más directamente y que los siguen utilizando. Al-
gunas de estas contradicciones las veremos explicitadas en este trabajo. Como
ya ocurrió a los folkloristas decimonónicos, muchos de los bienes valorados
por intelectuales y por el nuevo turismo, apenas lo son por sus creadores y
reproductores13.
Si volvemos a la cuestión que planteaba Antonio Limón, tendríamos que
convenir que los bienes patrimoniales se consideran referentes identitarios
para colectivos como los andaluces, los españoles o las mujeres trianeras sólo
en ciertos casos. Muchos de los componentes reconocidos oficialmente como
patrimonio cultural son referentes de identidad de una minoría “culta” o ilus-
trada que encuentra precisamente en el conocimiento y reconocimiento de
esos elementos una de las claves de diferenciación social y como grupo. Esta
diferenciación puede estar referida a un grupo de clase, el que adquiere cierta
cultura formal, o a un grupo de especialistas y académicos, que se distin-
guen precisamente por su elevado “capital simbólico”. Por el contrario, son
numerosos los elementos que siendo referentes centrales para determinados
colectivos, no han sido seguido un proceso de patrimonialización. Esta seg-
mentación identitaria es lo que Bonfil refiere como “niveles de significación”
del patrimonio (1991) o lo que Moreno designa como “diversos patrimonios”
(1999).

Patrimonio y autoridad
¿Sólo el patrimonio oficialmente reconocido es tal? Efectivamente un ter-
cer factor que es considerado fundamental para trazar los límites de lo que
pudiera o no ser patrimonio es la autoridad y el refrendo oficial. Son nume-

13 En el caso de estos patrimonios y los problemas de rechazo o al menos la no identificación inmediata


con los mismos, debemos tener en cuenta que la posición de estos grupos sociales en la estructura social
ha sido habitualmente subordinada y como tal sus experiencias, los instrumentales a ellas asociadas, las
edificaciones y las producciones a menudo han estado marcadas por la categorización de inferioridad.

40
Capítulo I

rosos los autores que entienden el patrimonio es una versión oficial y autoriza-
da del pasado, que se autentifica a través de los técnicos o expertos designados
por el mismo Estado.
“Esto ya nos permite realizar una primera acotación teórica para resaltar que el pa-
trimonio es en todo caso una versión del pasado. En segundo lugar nos encontramos
con el hecho de que esos objetos, que pasan a engrosar las grandes colecciones, son
autentificados por expertos, lo cual significa añadirle otra característica fundamental a
la anterior, ya que ahora habrá que decir que el patrimonio es una versión autorizada
o con autoridad del pasado y es este el rasgo que lo singulariza frente a otras versiones
del pasado como son la memoria colectiva o la tradición” (Mairal, 2003:64, subrayado
añadido).
En esta misma línea, es interesante la distinción que hace Marc Guillaume
entre sociedades que denomina “simbólicas” y las que llama “heterológicas”
(1990). Estas últimas, entre las que se incluiría la nuestra, se basan en un co-
nocimiento del pasado distante, de extrañeza y ruptura. La propuesta de este
autor precisamente es articular las formulas de conservación y de relación con
el pasado establecido por las organizaciones (que pasa por la conservación
y por el patrimonio), con las tácticas simbólicas en que todavía se construye
parte de la memoria de la sociedad.
El patrimonio sería en todos estos casos una versión del pasado o de la
identidad mediada por los expertos, por los técnicos al servicio del estado o
de las instituciones oficiales -y, es necesario añadir, cada vez más al servicio
de las demandas del mercado-. De hecho hay ciertos autores que entienden
las nociones de patrimonio y de identidad como antónimos, precisamente por
el alejamiento que supone la mediación y la interpretación de los expertos
(Herzfeld, 1991). Esta interpretación técnica a menudo oscurece o encubre
las relaciones de las comunidades locales con los ámbitos, lugares y edificacio-
nes sobre las que se efectúa la acción patrimonial. O dicho de otro modo, el
patrimonio se limitaría a reflejar los modelos identitarios de los poderosos, de
aquellos que tienen la hegemonía del conocimiento formal, los que tienen la
capacidad de autentificar y certificar su valor.

1.4.4 Retomando varias dimensiones


¿Pasado, identidad, autoridad oficial? ¿Cómo resolver entre las diferentes
dimensiones que se apuntan en la definición del patrimonio? Desde mi punto
de vista, una de las circunstancias que enreda esta maraña es la transformación
de los sujetos colectivos y sus fuentes de legitimación. El derecho al autogo-
bierno e incluso al reconocimiento como sujeto colectivo ha pasado de estar

41
Consideraciones Técnicas

cimentado en la historia y la herencia (y referirse casi en exclusiva al Estado-


nación) a basarse en la identidad (y multiplicarse los posibles colectivos)14.
Esta transformación ha afectado al modo en que se define el patrimonio que
deja de vincularse expresamente con el pasado y la historia para hacer refe-
rencia, cada vez más explícita, al autorreconocimiento de los colectivos, a la
identidad. El problema de esta transformación es que encontramos instancias
divergentes en la construcción del patrimonio, que apelan, con frecuencia de
forma contradictoria, a estos y otros modos de selección de los bienes.
A grandes rasgos podemos señalar dos modelos de atribución y/o de iden-
tificación de valor. Por una parte estaría el reconocimiento de valores atri-
buidos por expertos desde nociones desarrolladas por distintas disciplinas y
ligadas al conocimiento formal. Son atribuciones de historicidad, estética, que
se basan en la diferenciación, en la excepcionalidad. Por otra parte, se opera
desde el campo del reconocimiento o de las identificaciones, se valoran ob-
jetos, rituales o saberes sentidos como propios y especiales –identificadores-.
El primer modelo en los procesos de selección patrimonial no se vincula ne-
cesariamente con objetos –o bienes inmateriales- concebidos como símbolos
de identidad de toda la población, o de una mayoría. Más bien al contrario,
muchos de estos elementos son signos de “distinción”, objetos reconocibles y
decodificables por los sectores más privilegiados de la población, que precisa-
mente los utilizan para diferenciarse de los grupos considerados socialmente
inferiores. No obstante ambos modelos en la realidad pueden funcionar de
forma coaligada y a menudo de un modo difícilmente diferenciable.
En estas dos grandes tendencias podríamos agrupar de un lado a las insti-
tuciones y organizaciones estatales (o similares –autonómicas, locales-) o para-
lelas –académicas y técnicas-; de otra parte aparecerían las nuevas organizacio-

14 El Estado-nación dejó de depender del designio divino para asentarse en la legitimidad de un pueblo
que históricamente ha vivido, luchado, sufrido y explotado un territorio (Gellner, 1997; Howsbawm,
2000). La nación se asienta en una herencia histórica, transmite de generación en generación unos sabe-
res, unos modos de vida, un territorio. La relevancia del pasado, construida a partir del extrañamiento,
de la consciencia de diferencia respecto al ayer, se consolida a partir del siglo XVIII y toma cuerpo en las
ideologías románticas que dan protagonismo a la historia (Lowenthal, 1998). Pasado ya el tiempo del Es-
tado-nación como protagonista por derecho propio del sistema mundial, un nuevo sujeto colectivo más
heteróclito y débil emerge, son los colectivos o grupos identitarios, personificados en minorías, naciones
periféricas o pueblos (Castells, 1998; Touraine 2001; Moreno 1999a, 2002). Este sujeto no depende ya
tanto de la historia –al menos no de la Historia con mayúsculas y sí más de la memoria colectiva, de la
tradición-, sino que la definición del mismo se atribuye a la identidad.

42
Capítulo I

nes y movimientos de reivindicación patrimonial (asociaciones, movimientos


sociales, colectivos ciudadanos, minorías étnicas…), aunque la mediación del
experto también puede aparecer, y aparece, en estos grupos. Un tercer agente
o sujeto estaría constituido por los intereses empresariales y de demanda del
mercado, éste se pliega a cualquiera de estas dos lógicas y las transgrede cons-
tantemente siempre que la selección de elementos combine de modo optimo
con un marco consumible de singularidad, excepcionalidad y diversidad sus-
ceptible de ofertar al visitante.
Por otra parte, la basculación habida de la historia a la identidad, se enfrenta
de plano con el concepto mismo de patrimonio en origen. La noción de bien
patrimonial nace vinculada a la excepcionalidad, la escasez, la profundidad
temporal. Estos bienes son especiales porque son de los pocos que quedan
que representan un tiempo extraño, representan otra sociedad, otro mundo;
el mundo que a la vez nos da derecho a ser como somos hoy, el que nos per-
mite poseer una tierra, gobernar un estado. La característica principal (lo que
tienen en común ese conjunto tan heterogéneo de elementos que se dicen
bienes culturales), según ese proceso de construcción del patrimonio, es que
se trata de bienes no ordinarios, separados de lo cotidiano. Esta separación se
produce a través de una nueva atribución de significados –como bien colecti-
vo, patrimonial-, una resemantización que lo separa de la vida diaria (Cruces,
1998) para encumbrarlo a los límites de lo extraordinario, de lo heterológico
(otro tiempo, otro arte, otra naturaleza).
Sin embargo, muchos de los referentes reconocidos como símbolos de
identidad no se entienden como extraños o excepcionales, sino que pueden
estar perfectamente vinculados a las prácticas cotidianas. Y ahí se transgrede
la línea que separa lo patrimonial de lo que no lo es. Por ejemplo, un agricultor
del plástico se identifica con el paisaje que le rodea, con los frutos que cultiva,
con la ostentación de su nueva casa que representa su capacidad empresarial
y de riesgo… Pero no entiende que ninguna de esas cosas sean especiales
o tengan que estar sometidas a sistemas de documentación, preservación o
difusión… No lo entiende él y tampoco sus convecinos, ni los urbanitas que
se deleitan con los huertos “tradicionales”. Ahora bien, si nos referimos a
un sistema de cultivos que están en disminución progresiva y que se vincula
con la configuración territorial de un municipio, es mucho más probable que
reencaucemos el objeto de protección a los límites de lo extraordinario –no es
cotidiano, pues ya apenas es- y de lo extraño –pertenece a otro tiempo, es ves-
tigio de-. Este mismo proceso se aplica a otras señas identitarias como pueden
ser algunos rituales festivos. A pesar de su plena vigencia, su materialización
43
Consideraciones Técnicas

se vincula con lo extraordinario –fuera del tiempo cotidiano, pero también


singular y diferente del los otros- y con el sentido de reliquia –vestigio de las
costumbres de otros, esencializado en la tradición que da sentido a comporta-
mientos de otro modo considerados extemporáneos o no convenientes-.
En efecto, la delimitación de lo tradicional -que juega con los límites del
tiempo en una sucesión de tradiciones- se convierte en la pieza que hace en-
cajar este par antagónico entre historicidad e identidad.
Las tensiones más fuertes en los procesos de selección patrimonial, se pro-
ducen precisamente en este juego entre el no reconocimiento, por parte de
una mayoría, de muchos de los emblemas representativos de las instancias
institucionales –ya sean restos arqueológicos, archivos o espacios “naturales”
protegidos- y la carencia de excepcionalidad o la cercanía de muchos otros
bienes –difíciles de resemantizar para aquel que los usa cotidianamente-. Las
poblaciones y los usuarios a los que afectan las restricciones o los cambios de
usos de muchos de los bienes patrimonializados, no los comparten precisa-
mente por no compartir los nuevos significados que se les atribuyen desde las
instituciones y los expertos.
En el otro polo de la balanza, las instituciones más antiguas se resisten a ceder
la autoridad y legitimidad para construir el pasado y el presente que tenían atri-
buido a través de su exclusividad en la designación de elementos históricos –es
decir de reliquias patrimoniales que demostraban fehacientemente esa versión
del pasado, justificando el presente-.
La propuesta con la que vamos a trabajar en este documento es con la de
entender que el patrimonio no es la cultura, ni la historia, ni la designación
oficial, aún cuando tenga que ver con todos estos aspectos.
La noción de patrimonio remite a una construcción de carácter político que
dota de un refuerzo simbólico especial a determinados bienes (o actividades)
que se dirigen a la consolidación de un “nosotros” determinado. Es decir, a
partir de la selección de determinados elementos y la ignorancia o silencia-
miento de otros, un conjunto de agentes -con diferentes posiciones en la je-
rarquía social y distintas capacidades de acceso al poder- hacen una propuesta
–en un proceso que no es lineal ni instantáneo- para la construcción de una
versión de la memoria y de la identidad de un colectivo. Una versión que pue-
de o no ser compartida por la mayoría del colectivo a que se dirija y que puede
referirse a una autodefinición (identidad, nosotros somos) o a una asignación
externa (alteridad, ellos son). De forma que, con frecuencia, los elementos del
patrimonio no son tanto reconocidos por el propio grupo que los creó y los

44
Capítulo I

usa –que los dota de otra significación- como por los extraños, muchas veces
en forma de turistas.
En general, es necesario tener en cuenta que las lógicas o fórmulas en que
se basan los procesos de patrimonialización no residen exclusiva, ni principal-
mente, en la identidad. Hemos de tener en cuenta la tensión entre las fórmulas
de legitimación de carácter técnico y las de carácter simbólico-identitario y
cuáles son los modos de negociación de las mismas. Este punto está necesa-
riamente conectado con los sistemas de poder y las capacidades asimétricas de
seleccionar bienes, en tanto que patrimonio, que sean al mismo tiempo asumi-
dos como símbolos de uno, o varios, colectivos. Pero desde mi punto de vista
existe una tercera fuente de conflicto que se basa en la legitimación de carácter
mercantil –si se gana o se pierde valor en el mercado mediante la asignación
de valor patrimonial-, que también está incluyéndose en estos procesos de
definición de bienes y en las dinámicas de construcción –o tal vez debiéramos
designarlo como manipulación- identitarias.
Los objetos –o actividades- que hoy consideramos patrimonio no lo han
sido siempre, sino que se convierten en. Un elemento no es patrimonio por sus
cualidades intrínsecas –de naturaleza, de tradición, de historia, de estética, de
documento- sino por lo que pasa a significar, a través de una serie de actuacio-
nes. A este conjunto de actuaciones y discursos, referidas o encaminadas a la
protección, salvaguarda, conservación, rehabilitación, restauración, reutiliza-
ción, puesta en valor, difusión, etc. es a lo que designaremos como proceso de
activación patrimonial o proceso de patrimonialización15. Esta terminología es
cada vez más usada entre los analistas del patrimonio precisamente incidiendo
en el carácter de actuación sobre algo, de ahí el uso del adverbio, a la vez que
en la dimensión diacrónica de dicha construcción, como proceso en el que

15 Esta terminología está siendo usada por muy diversos autores, a menudo sin una definición precisa.
Llorenç Prats habla de “activación patrimonial” refiriéndose a la acción consciente y planificada de de-
terminados actores que implica “procesos de selección, ordenación e interpretación” diferenciándolos
de aquellos que tienen que ver con la valorización (1997; 2006). Rodríguez Becerra usa patrimonializa-
ción como nuevo valor que se añade a los elementos culturales (1997). Recientemente se han publicado
diversos textos en los que se vierte la frase exacta de “proceso de patrimonialización” por ejemplo Xose
Carlos Sierra 2003; Xerardo Pereiro 2004 o Hernández y Ruíz 2005. No sigo aquí la distinción que
establece Javier Hernández entre “determinación de bienes”, “definición de contenidos” y “activación”
(2003a), sino que considero que los procesos de activación patrimonial engloban una serie de acciones
que pueden darse juntas o separadas. En este texto se usarán como sinónimos “procesos de patrimo-
nialización” y “procesos de activación patrimonial”, refiriéndonos al carácter dinámico, procesual y de
construcción social que tiene el patrimonio, de interaccion entre diferentes agentes que construyen y
reconstruyen diversos significados.
45
Consideraciones Técnicas

interactúan diferentes agentes.


Los procesos de patrimonialización o de activación patrimonial parten de
una lógica que se basa en el rescate y la interpretación del pasado. La lógica de
la acción patrimonial consiste en resignificar y reutilizar lo que ya he dejado
de usarse en un contexto cotidiano. Se busca otro uso o una segunda vida
para ciertos objetos y prácticas. No obstante, el conjunto de actuaciones vin-
culados a los procesos de patrimonialización se pueden aplicar y se aplican
a ciertos objetos y elementos que no corren peligro de desaparición, que son
plenamente contemporáneos o que siguen en uso y vigencia. De este modo,
podemos afirmar que el patrimonio no es sólo el pasado sino también el pre-
sente y surgen algunas de las paradojas aludidas sobre la sacralización o el
distanciamiento necesario para la comprensión de lo patrimonial.
Aun cuando hoy día a veces se pretenda patrimonializar una cultura, difí-
cilmente las culturas al completo pueden ser consideradas patrimonio. Preci-
samente porque los procesos de patrimonialización se basan en sistemas de
selección, separando lo que puede ser destruido de lo que debe ser conserva-
do o protegido. Tampoco todo símbolo de identidad es automáticamente con-
siderado patrimonio de un colectivo. Como referíamos en el párrafo anterior,
la agricultura intensiva puede ser un fuerte elemento de identificación, pero no
es automáticamente considerado patrimonio. No obstante, si se produjesen
una serie de actuaciones encaminadas a su consideración como un elemento
especial, con un estatus diferente de otros objetos, bienes y actividades, sí que
pasaría a formar parte de eso que denominamos patrimonio.
Tal como escribe Barbara Kirshemblatt-Gimblett:
El patrimonio ni está perdido ni se encuentra, ni se ha robado, ni se reclama. Cual-
quier discurso de conservación, preservación, restauración, reclamación, recuperación,
recreación, revitalización y de regeneración del patrimonio, produce una cosa nueva
en el presente que recurre al pasado. El patrimonio no es previo a su identificación,
evaluación, conservación y conmemoración.16(1997:149)
La cuestión estaría entonces en si esta transformación depende de la ac-
tuación oficial de la Administración del Estado. Entiendo que no, al menos
no en exclusiva. Si en un pasado reciente la patrimonialización17 dependía en

16 Original en inglés.
17 Refiriéndonos sobre todo al entorno del Estado Español y al contexto no anglófono. El modelo
vigente tanto en Gran Bretaña como en EEUU tiene otra tradición de activación patrimonial, menos
dependiente de los cauces estatales y más vinculada a fundaciones y grandes asociaciones. Por ejemplo

46
Capítulo I

gran medida de las actuaciones de las administraciones (del nivel que fueren)
hoy día en la escena del patrimonio otros protagonistas han tomado fuerza: el
mercado y los ciudadanos. Tanto las empresas como las agrupaciones civiles
son capaces de seleccionar ciertos bienes y actuar sobre ellos otorgándoles un
estatus distintivo, una consideración especial. Los investigan, los documentan,
los reutilizan, los rehabilitan, los valorizan, los protegen, los musealizan… En
definitiva, los transforman convirtiéndolos en bienes patrimoniales.
Este proceso de patrimonialización se caracteriza en primer lugar por tener
una dimensión relacionada con acciones conscientes y planificadas por parte
de diferentes agentes: se pretende conservar, salvaguardar o poner en valor un
objeto, una práctica, un saber, un paisaje… Se interviene sobre el paisaje, el
saber o el objeto con una finalidad de preservación y puesta en valor. Sin em-
bargo, en tanto que proceso en el que intervienen distintos agentes, la forma
concreta en que se actúa sobre un elemento puede diferir notablemente en un
caso u otro, este aspecto no depende por tanto de una planificación, sino del
modo en que se interactúe en distintos escenarios. La intencionalidad abierta y
consciente que es común a todos estos procesos es aquella de la preservación
(no necesariamente de modo indefinido). Se dota a esos edificios, instalacio-
nes, rituales o trabajos de otro significado diferente al que tenían, una nueva
significación que está vinculada a la conservación o la transmisión a otros18.
Desde esta perspectiva, entenderíamos como procesos de patrimonializa-
ción tanto la rehabilitación de un molino para un uso prioritariamente turís-
tico, como la documentación y difusión de la memoria social de las obreras
de una fábrica, la musealización de unos restos arqueológicos o la inscripción
en un listado oficial de un sitio histórico, con las consiguientes restricciones
de uso y significados que tiene asociada esta designación. En realidad, todas
estas actuaciones tienen en común una transformación en los usos y los sig-
nificados de dichas prácticas u objetos, con un objetivo de preservación o
conservación.
Los procesos de activación patrimonial preservan y añaden valor a través

la fundación privada National Trust de UK tiene casi de tres millones y medio de socios y 43.000 volun-
tarios, un modelo exportado a muchos otros países de la Commonwealth.
18 Se entiende aquí la conservación como salvaguarda y legado a otros, no exactamente como perma-
nencia en la materialidad. Ciertas actuaciones de preservación se pueden limitar a la documentación
o investigación (para su posterior difusión o puesta en conocimiento de una comunidad, ya sea esta
preferentemente la científica u otra referida a grupos más amplios).

47
Consideraciones Técnicas

de una serie de prácticas culturales que permiten la exhibición y/o difusión


de los bienes. Algunos autores con una visión productivista entienden que
estos procesos siempre están ligados a una intervención que pretende mostrar
a los otros, es decir, que el fin último sería la atracción turística, cualquiera
que fuese su escala19 e independientemente de si cumple o no su objetivo
(Kirshemblatt-Gimblett 1997; Ashworth, 2003). Esta línea, convenientemente
matizada en el lenguaje, es la que se está instaurando en los últimos años en el
ámbito del Estado Español y en Andalucía a través de la noción de patrimonio
como recurso (económico, social e identitario), tal como se desarrollará en los
capítulos siguientes.
Por mi parte, trataré de evidenciar en este trabajo que los procesos de
patrimonialización intervienen sobre determinados objetos o actividades, no
sólo con una finalidad económica o rentabilista y no siempre asociados a una
potencialidad turística. Entiendo que muchos de estos procesos están ligados
a la construcción identitaria, con diferentes ámbitos de adscripción y a proce-
sos de simbolización y de afirmación de legitimidades y derechos sobre ciertos
territorios, bienes o acciones. De ahí las tensiones entre los diversos patrimo-
nios propuestos y los significados y usos propugnados por unos y otros.

19 Según Greg Ashworth (2003) hay una casi infinita variedad de patrimonios según las demandas de
cada grupo específico de consumidores.

48
CAPÍTULO II
METODOLOGÍA Y SELECCIÓN DE
LAS UNIDADES DE OBSERVACIÓN
Metodología y selección de unidades de observación

En este trabajo se observa cómo se están desarrollando unos procesos


de activación patrimonial cuyo eje común es su catalogación por parte de la
Administración cultural andaluza como patrimonio etnológico, analizando al
conjunto de agentes sociales que interactúan en estos procesos. De acuerdo
con este fin, se ha elaborado una metodología de trabajo que tiene un carácter
circular (Velasco y Díaz de Rada, 1997) o de interrelación y retroalimentación
positiva entre hipótesis de trabajo, conceptos teóricos que se desarrollan, téc-
nicas de investigación utilizadas y clasificación y análisis de materiales empíri-
cos.
Esta investigación se inició con una especial preocupación por la interre-
lación entre Administración y ciudadanos y se ha ido complejizando, distin-
guiendo una heterogeneidad de agentes que interactúan y se relacionan de
forma diversa según los casos y circunstancias: los objetivos de investigación
iniciales se han enriquecido matizándolos y añadiéndoles nuevas metas. Tam-
bién se ha profundizado en el concepto de patrimonio cultural: aunque se ha
mantenido la noción de patrimonio como construcción social y, por tanto,
como ámbito de conflicto y negociación –ideas que pienso continúan siendo
especialmente útiles y esclarecedoras-, se ha incidido en el aspecto de espacio
de visibilización social y se ha dado mayor dimensión a la noción de patrimo-
nio como proceso, como actuación que incide en ciertos elementos y bienes
durante un periodo de tiempo y que los transforma en sus usos y significados.
Además, las direcciones de estas transformaciones se han complejizado: muy
sintéticamente, me he fijado en desde qué grupos se activan ciertos bienes
y hacia qué significados; y desde esos significados propuestos cómo otros
grupos los reinterpretan para diversos usos, modificándolos o proponiendo
significados y funciones alternativas.
Esta metodología circular, común a la mayoría de los trabajos antropo-
lógicos, se ha servido de los conceptos y reflexiones de otros autores para
desarrollar los instrumentos de investigación. Desde la búsqueda bibliográ-
fica y documental hasta la realización de observaciones, charlas informales
y entrevistas en profundidad, todas estas técnicas han estado guiadas por las
preguntas y conceptos. Esta sistemática ha estado reforzada por la alternancia
entre el trabajo de campo y el trabajo de oficina, o, si se quiere, por la circuns-
tancia de no segmentar rígidamente entre una fase inicial de documentación,
una fase de campo prolongada y un trabajo final de clasificación, análisis y
redacción. Por el contrario, estas fases se han ido entrecruzando.

50
Capítulo II

2.1 OBJETIVOS E HIPÓTESIS DE INVESTIGACIÓN


De acuerdo con los principios y reflexiones expuestos, el objetivo general
de este trabajo se ha centrado en comprender los fenómenos que se producen en torno
a la designación oficial de ciertos bienes como patrimonio etnológico, analizando qué agentes
intervienen en este proceso y qué sentido tiene esta intervención, observando el conjunto de
conflictos y consensos que tienen lugar, así como las formas en que se dirimen las asignaciones
de nuevos significados a estos elementos.
Tal como he formulado en las páginas precedentes, entiendo que las ins-
tituciones oficiales siguen teniendo un papel fundamental en los procesos de
patrimonialización –en tanto es desde las administraciones desde donde se
define cuáles son los bienes culturales legalmente considerados con la consi-
guiente inclusión en el Catálogo-, pero que no son las únicas instancias que
protagonizan hoy estas actuaciones. Me interesa comprobar el modo en que
distintos agentes sociales confluyen en torno a este espacio de visibilización
social que es el patrimonio y de qué modo unos y otros actúan reivindicando
unos sentidos u otros de acuerdo con sus necesidades, expectativas e intereses.
Asimismo, me parece de gran interés comprender qué significados son los
propugnados por cada agente social en un contexto concreto y de qué modo
ello atiende al denominado “interés general” o a reivindicaciones identitarias
de ciertos sectores, o a expectativas de rendimiento económico o político de
determinados empresarios, grupos políticos, etc. Me preocupa comprender el
conjunto de actuaciones políticas y técnicas que están asociadas a la selección
y gestión de estos bienes culturales desde la Consejería de Cultura de la Junta
de Andalucía, como parte de un proceso más general en el que se producen
significados y se erigen emblemas, posibilitando así unas imágenes u otras en
torno a la sociedad y la cultura andaluzas y dando una presencia mayor o me-
nor a ciertos colectivos frente a otros.
Por supuesto que todas estas cuestiones se enmarcan en el objetivo más ge-
neral de aportar algunas respuestas para avanzar en la comprensión de los
procesos de selección y activación patrimonial.
El objetivo general se desglosaría en los siguientes objetivos específicos:
- Conocer cuáles son los bienes que, bajo la denominación de etnológicos,
se están protegiendo y activando por parte de la Administración cultural
andaluza.
- Analizar, a partir de una aproximación en profundidad a algunos de estos
casos, cuáles son los agentes sociales que coinciden en torno a estos pro-

51
Metodología y selección de unidades de observación

cesos y de qué modo interactúan entre sí y en relación a los bienes.


- Observar qué grupos y personas reivindican o rechazan estos bienes y, en
relación con ello, de qué modo se van configurando los significados y usos
de estos elementos.
- Comprender cuáles son las lógicas que subyacen a los posicionamientos
de estos agentes y en qué contexto social se producen.
- Realizar una aproximación a las implicaciones que estas actuaciones tie-
nen en cuanto a qué aspectos de la sociedad andaluza se están visibilizando
u ocultando a partir de estas imágenes patrimoniales.
En relación con estos objetivos, las hipótesis de partida podrían sintetizar-
se en las siguientes:
- La producción de significados en torno a los bienes patrimoniales no se
realiza solamente desde la única instancia de la Administración de Cultura,
sino que son diversos los agentes que intervienen e interactúan de un modo
conflictivo o consensuado dependiendo de sus expectativas, intereses y ne-
cesidades en un marco de constricciones tanto locales como globales.
- Como espacio de visibilización de los colectivos sociales, los bienes patri-
moniales son elementos disputados en su configuración y desde el proce-
so mismo de selección. Los procesos de patrimonialización son por tanto
procesos de confrontación política. Dependiendo de qué elementos se eli-
jan, se estarán representados unos grupos sociales u otros y dependiendo
de qué significados se atribuyan a esos bienes se estarán privilegiando unos
valores e ideas u otros.
- Las políticas desarrolladas por la Administración de Cultura en Andalucía
en relación con el patrimonio cultural en general y con el patrimonio etno-
lógico en particular, están sometidas a lógicas y demandas externas –desde
el sistema de partidos a los compromisos económicos con la Unión Euro-
pea- y a las reivindicaciones y presiones locales o particulares sobre cada
bien o conjunto de bienes en un territorio determinado. Es por ello que, a
pesar de presentarse estas políticas como instrumentos de democratización
y de igualdad social y de definir los bienes culturales como “recursos” de
desarrollo económico y social, el devenir de estas actuaciones dista bastan-
te de sus objetivos. Es decir, que no hay consonancia entre los entre los
discursos que se explicitan y las prácticas que realmente se desarrollan.
- Los bienes etnológicos son preteridos en el conjunto de políticas patri-
moniales, considerándose un patrimonio menor o de segunda categoría. Se

52
Capítulo II

asignan las grandes producciones, la arquitectura “culta”, las contribucio-


nes al acervo de la humanidad, en definitiva el patrimonio más valorado a
otras categorías de patrimonio (patrimonio arquitectónico, arqueológico,
histórico o artístico). Por el contrario, el patrimonio etnológico se está aso-
ciando a arquitecturas modestas, artesanías, fiestas... en síntesis: las produc-
ciones designadas como tradicionales y populares, bienes y actividades de
los grupos dominados y las minorías sociales. Esta jerarquización simbóli-
ca, no afecta sólo a qué se concibe en general como patrimonio etnológico,
sino a cómo son los procesos de activación patrimonial.

2.2 EL ÁMBITO DE INVESTIGACIÓN


Mi propósito ha sido centrarme en el patrimonio que formalmente se de-
signa como etnológico en Andalucía. Me baso en la observación y el análisis
de cuatro casos concretos, insertos en la política de reconocimiento y tutela
del patrimonio cultural de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía.
La profundización analítica en los procesos de patrimonialización se ha rea-
lizado sobre “bienes culturales” de carácter diverso, pero con dos nexos en
común: 1) la fórmula de activación patrimonial ha pasado en algún momento
por su consideración como bien que debe ser inscrito en el Catálogo General
del Patrimonio Histórico de Andalucía y 2) la inscripción de estos bienes se
justifica técnica y formalmente por sus “valores etnológicos”, es decir por ser
elementos representativos de “los modos de vida propios del pueblo andaluz”
(art. 61 LPHA, 1991).
En todo momento he sido consciente de que el desarrollo y difusión que
está teniendo el patrimonio etnológico en Andalucía y en el Estado español no
obedece sólo a las actuaciones de las instancias culturales en cualquiera de los
niveles de la administración (municipal, provincial, autonómica, central). Es
más, gran parte del interés en este tipo de patrimonio viene de la mano de las
políticas europeas de reconversión agraria y de desarrollo turístico. No obs-
tante, en este proyecto en concreto me interesó centrarme en las políticas que
expresamente se dirigen a designar una serie de bienes como representativos
del pueblo andaluz. Atiendo, por tanto, en primer lugar al papel simbólico que
tiene la inscripción en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Anda-
luz.
Esta elección me permitía, por otra parte, comprobar de cerca el contraste
entre los discursos y percepciones de los técnicos y expertos en patrimonio

53
Metodología y selección de unidades de observación

histórico (conservadores del patrimonio o personal que cumple estas funcio-


nes), respecto otros agentes sociales que participan en los procesos de patri-
monialización.
Además, teóricamente la Consejería de Cultura es la entidad administrativa
encargada en última instancia de la salvaguarda y tutela del patrimonio. Es
quien debe fijar las pautas respecto a las actuaciones de otras administraciones
y entidades. Me interesaba constatar cómo se estaban llevando a cabo estas
actuaciones. La legislación del Patrimonio Histórico Andaluz, establece que
las instancias encargadas de la salvaguarda del patrimonio deben ser oídas por
el resto de la Administración. Esta premisa se explicita claramente respecto a
la planificación urbanística y territorial, donde la aprobación de los planes en
áreas donde se encuentran bienes protegidos depende del visto bueno de la
Consejería de Cultura (García Palma, 1996). Pero aún siendo menos explícita,
se extiende al resto de las administraciones.
Desde la aprobación, en 1991, de la primera legislación autonómica de
patrimonio hasta hoy han transcurrido más de tres lustros y el avance en ma-
teria de protección del patrimonio etnológico es considerable. No obstante,
las actuaciones respecto este patrimonio en la Consejería son muy dispares
y la aprobación de una nueva Ley de Patrimonio Histórico de Andalucía en
noviembre de 2007 refleja en sus modificaciones muy pocos avances a este
respecto. De las Direcciones Generales que componen la Consejería es la de
Bienes Culturales la encargada de la tutela del patrimonio, bien directamente,
bien a través de las Delegaciones Provinciales. Entiendo que la inclusión de
bienes en al CGPHA tiene un valor simbólico evidente, puesto que teórica-
mente se trata de los bienes que demandan una especial protección por su
significación y relevancia. El conjunto de bienes seleccionados por su interés
etnológico está señalando a la sociedad andaluza, al menos a nivel formal, qué
es lo que se entiende como “las formas relevantes de los modos de vida de los
andaluces”.
Es necesario aclarar que de entre los bienes inscritos en el Catálogo, no me
limito a las categorías etnográficas por excelencia: Lugar de Interés Etnoló-
gico o Actividad Etnográfica. Atendiendo a la amplitud de la legislación voy
a considerar todos aquellos elementos que desde la Administración se hayan
protegido por tener prioritariamente valor etnológico o representar modos de
vida propios del pueblo andaluz. Ello nos remite en principio, a los textos que
justifican las actuaciones de protección.

54
Capítulo II

Ahora bien, finalmente opté por utilizar un filtro doble. Por una parte se ha
tenido en cuenta el texto que justifica la inclusión en el catálogo y que aduce
su valoración etnológica; por otra parte se ha considerado la opinión de los
técnicos de patrimonio respecto a los bienes y cuáles son los valores que de-
finen prioritariamente al bien. Este sistema ha sido necesario por cuanto hoy
día está formalmente asumido que los bienes tienen múltiples valores y cada
vez es más frecuente marcar con el adjetivo de etnológico más y más bienes.
Sin entrar en el debate de porqué se valora etnológicamente una estación, un
molino o una fábrica y no un palacio o una parroquia; estos listados20 del “pa-
trimonio etnológico andaluz” dependen de su consideración como tales por
los técnicos, los expertos, tanto antropólogos como no antropólogos. Además
de estimar qué expertos son los designados para realizar los expedientes de
protección, he observado bajo qué prisma se analiza el bien: si se tiene en
cuenta su dimensión social, cómo se explicita su carácter simbólico, etc. El
resultado de este criterio documental y de campo, ha sido el listado del cuadro
1.1. Este trabajo se ha centrado en una serie de casos seleccionados: el Corral
de la Encarnación en Sevilla (inscrito Lugar de Interés Etnológico, 1995); la
Fábrica de Vidrios de la Trinidad (inscrito Lugar de Interés Etnológico, 2001);
la Huerta de Pegalajar en Jaén (inscrito Lugar de Interés Etnológico, 2001); los
Molinos, aljibes y norias de Cabo de Gata (inscrito Genérico Colectivo 2001).
Estos casos serán descritos minuciosamente en las páginas siguientes.
El estudio de casos es una de las opciones más frecuentes en las metodolo-
gías cualitativas y un modo que permite ir de lo particular a lo general. Entre
los antropólogos sociales, los trabajos en comunidades específicas representan
estudios de casos. A menudo se trata de casos que se estudian por su propio
interés, por los fenómenos, dinámicas y situaciones concretas que se producen
en un lugar y una sociedad concreta. O como expondría cualquier particularis-
ta, para conocer en profundidad una sociedad que es única e irrepetible.
En general, dado el método comparativo que caracteriza a la ciencia antropo-
lógica, los estudios de lugares, comunidades o fenómenos sociales concretos
han servido para construir el conocimiento acumulado y comparado de la
variabilidad social y cultural que caracteriza a los seres humanos. Ya fuera
desde las premisas de la investigación, ya fuera por el uso que posteriormente
han hecho de los datos otros científicos sociales, los casos permiten llegar a

20 Vease capítulo 7, especialmente el epígrafe 7.2.

55
Metodología y selección de unidades de observación

generalizaciones teóricas.
La problemática que se plantea en esta investigación responde a situaciones
características del mundo globalizado, parte de preguntarse por la interrela-
ción, las coaliciones y las contradicciones entre diferentes agentes que conflu-
yen en la construcción y redefinición de unos elementos en tanto que símbo-
los patrimoniales. En ese sentido, el trabajo podría haberse planteado como
un análisis de las políticas de la Administración de Cultura respecto a todos y
cada uno de los bienes considerados etnológicos. El problema es que dadas las
preguntas que nos hacíamos y las metodologías prioritariamente cualitativas
que pretendía emplear, un enfoque desde la generalidad no nos daría respues-
tas. Para conocer cómo se gestiona un bien inscrito en el catálogo se puede
recurrir a preguntar, entrevistar y documentarse con los técnicos y gestores.
Pero para comprender cómo se integran las acciones de los distintos agentes
sociales en el ámbito de la activación patrimonial hay que llegar a conocer
quiénes son esos agentes concretos (que no están predefinidos por igual en
todos los casos) y qué papel juegan en cada momento o situación específica.
Este tipo de aproximación entiendo que necesita de metodologías cualitativas,
que permitan contrastar diferentes niveles de actuación y de discurso, sin que-
darnos en un escalón superficial de “lo que se debe decir”.
Seleccionar una serie de escenarios nos posibilita conocer en profundidad
a diferentes protagonistas y sus actuaciones e interrelaciones en determinadas
situaciones. He partido del conjunto de políticas que respecto al patrimonio
etnológico y el patrimonio cultural desarrolla la Administración cultural anda-
luza. En este contexto y a la luz de mis premisas teóricas se han seleccionados
los casos.
Estos casos me servirán para ilustrar las preguntas que formulaba atrás. No
son casos que se tomen de forma intrínseca, interesantes en sí mismos, aun-
que sin duda algunos de ellos tienen dimensión suficiente para dedicarles un
trabajo de tesis, sino casos que serán usados instrumentalmente (Stake, 2000).
He conjugado criterios de representatividad, características en las que son si-
milares a otros, y criterios de excepcionalidad, que provocarán variaciones.

56
Capítulo II

Cuadro 1.1. Listado de Bienes incluidos en el Catálogo General del Patrimonio Histórico
de Andalucía con un interés prioritariamente etnológico, 2004.

Denominación del bien Provincia Figura de protección21


Molinos, aljibes y norias de Cabo de Gata Almería Inscrito G.C.
Infraestructura hidráulica
Comarca de Los Vélez Almería Inscrito G.C.
Edificaciones mineras Almería Inscrito G.C.
La Chanca de Conil Cádiz Inscrito LIE 2002
Castillo-Palacio y Almadraba
en Zahara de los Atunes Cádiz Incoado LIE 2003
Convento de Caños Santos Cádiz Declarado Monumento 2002
Dique de Matagorda Cádiz Inscrito LIE 2002
Corral de pesca de Merlín Cádiz Inscrito G. 1996
Ermita de Ntro. Padre Jesús de las Penas Córdoba Declarado Monumento 2002
Molino del Rey Córdoba Inscrito G. 2001
Molino del Duque Córdoba Inscrito G.
Fabrica de harinas La Alianza Córdoba Inscrito G.
Fabrica de harinas y aceites El Carmen Córdoba Inscrito G.
Casa-Molino del Marqués de Rivas Granada Inscrito L.I.E 2002
Huerta Noble Huelva Inscrito L.I.E. 2003
Fábrica de Harina Ntra. Señora del Rosario Jaén Inscrito L.I.E. 2002
Huerta de Pegalajar Jaén Inscrito L.I.E. 2001
Minas de Jaén Jaén Inscrito G.C.
Acueducto de San Telmo Málaga Incoado Monumento
Hacienda Torre de Doña María y su jardín Sevilla Declarado Monumento 2002
Hacienda Ibarburu Sevilla Declarado Monumento 2002
Ermita de la Virgen de Setefilla Sevilla Incoado Monumento 2002
Corral de la Encarnación Sevilla Inscrito L.I.E. 1995
Fábrica de Vidrios La Trinidad Sevilla Inscrito L.I.E. 2001
Corral de San José Sevilla Incoado LIE 2003
Bodegas Góngora Sevilla Incoado BIC Monumento 2003
Tiendas, Bares y Bodegas Sevilla Incoado G. C.
Casa Palacio del Pumarejo Sevilla Inscrito Monumento 2003
Carpintería de Ribera Sevilla Inscrito G. A.

21 Abreviaturas: L.I.E. Lugar del Interés Etnológico; G. Genérico; E. Específico; G. C. Genérico


Colectivo; G. A. Genérico Actividad Etnográfica. Se refieren a la ley 1/91 del Patrimonio Histórico
Andaluz. En los casos en que aparece Declarado implica que se trata de un Bien de Interés Cultural,
reconocido a nivel estatal. Las inscripciones se vinculan sólo al ámbito andaluz. La incoación refiere a
un procedimiento en trámite.

57
Metodología y selección de unidades de observación

Antes de entrar en los casos concretos hemos de detenernos en otro as-


pecto fundamental en la investigación: el trabajo documental y de campo en la
propia Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, tanto en los servicios
centrales como en las Delegaciones Provinciales de Cultura (principalmente
Sevilla, Jaén y Almería). Este ámbito de la investigación tiene un doble carác-
ter. Por un lado, se podría considerar como parte del análisis correspondiente
a cada caso seleccionado, es decir, los políticos de la Administración autonó-
mica y los técnicos que gestionan los procesos vinculados con los expedientes
y sus desarrollos posteriores son unos agentes más a considerar en cada caso.
Habrá que contextualizar y explicitar qué papel juegan y cómo influyen en
cada uno de los procesos. Por otro lado, tiene entidad en sí mismo, puesto
que las políticas generales de la Consejería de Cultura y sus actuaciones serán
considerados como un aspecto más a analizar.
La documentación de los expedientes de inscripción o declaración de los
bienes, ha sido de gran interés para reconstruir el proceso legal, pero también
para entender algunos de los problemas y los modos en que se tomaron deter-
minadas decisiones y sobre todo han sido de gran utilidad para el análisis de
discursos, de lo que se dice y de cómo se construye el significado de determi-
nados elementos por parte de los técnicos y de los gestores. Por supuesto que
este discurso escrito ha sido contrastado y enriquecido con entrevistas orales
y conversaciones informales en el ámbito de la Administración.

2.3 LOS CASOS DE ESTUDIO


Un corral de vecinos, una huerta, unos aljibes, una fábrica… ¿qué tienen
en común esos elementos? Pero aún más necesaria sería la pregunta ¿por qué
esos bienes y no otros? Se han utilizado un conjunto de criterios combinados
para la selección de casos, de acuerdo con los objetivos y las premisas de la
investigación.
En primer lugar, dado que se partía de la idea de patrimonialización en
tanto que proceso, me interesaban casos que tuvieran cierta trayectoria, bien
con demandas claramente reconocidas antes de la catalogación, bien con una
inscripción en el Catálogo ya asentada. Ello me llevó a dejar fuera algunas
situaciones en las que ya había hecho incluso un trabajo de campo inicial, por
entender que las actuaciones derivadas de la inscripción no tendrían una tra-
yectoria mínima. Otros casos que se estaban empezando a tramitar entonces
también se excluyeron.

58
Capítulo II

En segundo lugar, era necesario seleccionar escenarios en los que hubiera


interacción entre diferentes agentes, o al menos en los que los agentes que
parecían protagonizar el proceso fueran distintos entre sí. Dado que la im-
portancia de los diferentes agentes sólo se puede determinar una vez que se
conoce el caso en profundidad y que en una perspectiva diacrónica los prota-
gonismos varían dependiendo de las etapas que observemos, tuve en cuenta
una serie de factores en relación a este criterio: a) A instancias de quien o de
quiénes se había iniciado la inscripción en el catálogo; b) Si había posiciones
claramente confrontadas respecto a la protección o por el contrario no se visi-
bilizaran grandes resistencias, sino que la mayoría de los implicados estuviesen
a favor de la declaración; c) algunos agentes muy visibles que fuesen dife-
renciados, es decir, presencia /no presencia de empresarios turísticos, asocia-
ciones reivindicativas, promotores urbanísticos, etc. d) cierta diversidad en la
composición social de los potenciales protagonistas implicados (campesinos
y jornales, obreros industriales, clases medias o medias-altas, protagonismos
femeninos y masculinos, etc.)
En tercer lugar, se han tenido en cuenta una serie de variables territoriales:
el contexto donde se ubicaban los bienes (zonas urbanas, espacios naturales
protegidos, zonas de montaña o litoral) y las políticas económicas planificadas
para esas áreas (crecimiento y/o transformación urbanística, desarrollo turís-
tico, desarrollo agrícola, etc.). Se procuró incluir cierta diversidad provincial
dentro del amplio territorio andaluz.
En cuarto lugar, se ha estimado, sin considerarlo determinante, la tipología
del bien y la figura usada para su protección. Estos factores, aparentemente
formales, me interesaban por diversos motivos. Entiendo que hay tipologías
más conocidas y difundidas que otras y relacionadas con a ciertas visiones del
patrimonio etnológico, asociadas con una dimensión “folklórica” o estereoti-
pada -coincide precisamente con el tipo de edificaciones u objetos de los que
los profanos esperan que se ocupen los antropólogos o los que cualquier ges-
tor turístico estaría encantado de encontrar en un potencial destino rural-, he
procurado que tanto estas como otras menos esperables estuvieran represen-
tadas en la selección. Por otra parte, me interesaba que junto a los inmuebles
acotados como edificios estuvieran representadas tipologías con dimensión
territorial. Finalmente, respecto a las figuras de protección, se procuró que
hubiera cierta diversidad, aunque no ha sido un criterio determinante.
Con estos criterios y después de un primer trabajo documental y biblio-

59
Metodología y selección de unidades de observación

gráfico se preseleccionaron diez casos de los cuales finalmente se han elegido


cuatro:
• El Corral de la Encarnación, un patio de vecinos o corral de partidos
ubicado en el popular barrio de Triana, en Sevilla y el primero de los bienes
andaluces a los que se aplicó la figura, entonces novedosa, de Lugar de Interés
Etnológico (incoado en 1993, inscrito en 1995). En los valores reconocidos
en el expediente se subraya que además de la tipología arquitectónica, que
representa una solución constructiva diseñada para las clases trabajadoras, se
valoran especialmente los modos de vida característicos de estos lugares. Me
interesaba además especialmente el protagonismo femenino en el ámbito de
los corrales.
• La Fábrica de Vidrios de la Trinidad, también en Sevilla e inscrita como
Lugar de Interés Etnológico en 2001. En este caso se trata de un inmueble
representativo de la expansión industrial de la ciudad a principios del siglo XX
(se fundó en 1902) y también de una de las pocas fábricas de vidrio soplado
que continuaba funcionando en Andalucía. La actividad del soplado, aunque
fuera del inmueble original, se sigue desarrollando por los antiguos trabajado-
res.
• La Huerta de Pegalajar, ubicada en el pueblo del mismo nombre, en la
provincia de Jaén. Este bien no se limita a un inmueble sino que acoge a todo
un conjunto de ellos, tanto en el ruedo de la población como en el mismo
núcleo del pueblo, definiéndose como un complejo hidráulico formado por el
manantial de la Fuente de la Reja, la Charca o embalse y un sistema de acequias
y conducciones que distribuía el agua en una frondosa huerta con cultivos en
bancales. De la importancia de la cultura del agua en esta población son tam-
bién testimonio desde la toponimia a las normas consuetudinarias de reparto
del agua, pasando por la gastronomía, la arquitectura tradicional, las fuentes,
etc. etc. (Escalera et al., 2004). La solicitud para la inscripción como Lugar de
Interés Etnológico fue presentada por una asociación vecinal en 1993, aunque
no fue hasta 2001, y después de numerosas vicisitudes, cuando se inscribió en
el CGPHA.
• Los 145 elementos constituidos por aljibes, norias, pozos, molinos hi-
dráulicos, molinos de viento y molinas del Parque Natural Cabo de
Gata-Níjar, en Almería. Este es también un caso con claras dimensiones te-
rritoriales por agruparse dentro de un expediente de protección un conjunto
de elementos que “singularizan” y “caracterizan” el paisaje de la zona. En

60
Capítulo II

enero de 2001 se hizo una inscripción en el CGPHA bajo la figura legal deno-
minada “Genérica Colectiva”.
De acuerdo con los criterios señalados, la selección se centró en casos que
tuvieran cierta trayectoria: el Corral de la Encarnación se incoa en 1993; la
Asociación de Vecinos de la Fuente de la Reja de Pegalajar solicitó la inscrip-
ción de la Huerta en 1993 aunque la incoación se retrasara hasta 1999; esta
misma es la fecha de incoación de los otros dos expedientes, tanto el de la
Fábrica de Vidrios de la Trinidad como la genérica colectiva de los elementos
de Cabo de Gata-Níjar, aunque se debe constatar que ya se habían realizado
inventarios para diversas planificaciones por parte de la Consejería de Medio
Ambiente y que la Noria de Rodalquilar fue una de las intervenciones de res-
tauración y reintegración mas llamativas del parque natural. Esta profundidad
temporal me permitiría indagar en cómo se había ido desarrollando el proce-
so, si las inscripciones tenían algún tipo de repercusión y en qué sentido.
En cuanto al criterio expresado en segundo lugar, en relación con los agen-
tes que intervenían en los distintos casos, la casuística es compleja y la expon-
dré paso a paso. De este modo, atendiendo a quién o quienes incentivan la
catalogación y cuáles son los principales agentes que intervienen se ha selec-
cionado:
Dos bienes en los que se ha organizado una movilización por parte de
los usuarios para conseguir la catalogación, objetivo éste ligado a otros fines
o metas últimas: se trata de la Huerta de Pegalajar y del Corral de la Encar-
nación, aunque los grupos y las formas en que se hace esta reivindicación es
totalmente distinta en uno u otro caso. El expediente del Corral de la Encar-
nación se abrió a instancias de los vecinos, que realizaron una petición formal
de inscripción a través de su abogado, José Ignacio Aguilar, y apoyados por la
Asociación COPAVETRIA22. La selección de este caso responde, de acuerdo
con nuestros criterios generales, en primer lugar a una catalogación que se
hace indirectamente a instancias de los usuarios, pero también con un espe-
cial interés por parte de técnicos y políticos. Un segundo aspecto que hemos
tenido en cuenta es la evolución de las demandas sociales asociada a este co-
rral y al mantenimiento de las “formas de vida tradicionales”. Los vecinos de
este patio, liderados por su presidente de comunidad y todo un personaje en
el barrio -Eduardo Corrientes, fallecido poco tiempo antes de ver cumplidas

22 Asociación para la Defensa de los Corrales y Patios de Triana.

61
Metodología y selección de unidades de observación

algunas de sus metas- han sostenido una posición de reivindicación discreta y


continuada. Siempre integrados en asociaciones, antes COPAVETRIA (Aso-
ciación para la Defensa de Corrales y Patios de Vecinos de Triana) y ahora
la Liga de Inquilinos la Corriente, han defendido sus derechos y los de otros
vecinos en parecidas circunstancias económicas y sociales a permanecer en su
barrio de siempre. Sin embargo, en sus características estas asociaciones son
totalmente distintas entre sí y el proceso es muy diferente al de la Huerta de
Pegalajar.
La desecación en 1988 del manantial de la Fuente de la Reja desencadenó
un proceso de reivindicación y puesta en valor del complejo hidráulico de Pe-
galajar. En la búsqueda de instrumentos jurídicos que hicieran posible frenar
el proceso de sobreexplotación del acuífero, desde principios de los noventa
se impulsa la protección de este paisaje dentro del Catálogo General del Pa-
trimonio Histórico de Andalucía. Esta demanda se hace desde la Asociación
Fuente de la Reja en 1993 y está avalada por la firma de numerosos vecinos.
Uno de los criterios que hemos utilizado para la selección de este bien ha
sido todo este proceso de movilización social que primero ha defendido y se
ha posicionado a favor de la inscripción en el catálogo y que en los últimos
tiempos está perdiendo protagonismo a favor de voces y resortes de poder
contrarios a la tutela. En este caso, hay un posicionamiento y una demanda
social que son las que reivindican e inician la catalogación. La fuerza que tiene
este movimiento social, pero también el modo en que se van polarizando las
posiciones de los pegalajareños a lo largo de este periodo, han sido los ele-
mentos fundamentales que nos han inclinado a elegir este caso.
En el contexto andaluz situaciones con alguna semejanza, en cuanto a
movimientos u organizaciones sociales que respaldan o impulsan una cata-
logación, pueden contemplarse entre otras en el caso la Casa del Pumarejo
en Sevilla, con un fuerte y complejo entramado de asociaciones vecinales en
derredor; respecto a los bienes mineros del entorno de Linares (Jaén), donde
el Colectivo Arrayanes ha venido desempeñando una labor fundamental. De
cualquier modo, el interés de estos casos se vincula además con las propuestas
de participación social que se vienen extendiendo desde los teóricos del patri-
monio en los últimos decenios. De acuerdo con nuestros planteamientos de
partida, nos interesa observar cómo se comporta en la práctica este denomi-
nado “nuevo agente” de la designación y activación patrimonial (Ariño, 2001;
Hernández Ramírez 2003a, 2003c).

62
Capítulo II

Los casos de la Fábrica de Vidrios de la Trinidad y de los aljibes y molinos


del Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar son muy diferentes. Tienen en co-
mún el interés de la Administración cultural por desarrollar los expedientes,
aunque el la Fábrica de Vidrio la solicitud viene de la mano de un académico:
Julián Sobrino. En cuanto al segundo caso, la catalogación se ha hecho de ofi-
cio y no a instancias de parte. El principal interesado es la Consejería de Medio
Ambiente aunque, como veremos más adelante, también otros grupos locales
respaldan la acción. La mayoría de las inscripciones en el catálogo dependen
de los informes y demandas de los técnicos bien por el conocimiento directo,
por la realización de inventarios o por las demandas un tanto informales de
políticos locales, ciudadanos, etc.
Un tanto especial es la situación de la inscripción genérica colectiva de
los Aljibes, Norias, Molinos y Molinas. Su especificidad se basa en el trabajo
previo de localización realizado por la Consejería de Medio Ambiente y en el
interés de los gestores del Parque de añadir una protección especial a estos
elementos. Nótese por ejemplo que no se ha comenzado protegiendo las cor-
tijadas dispersas que constituyen todo un patrimonio constructivo en proce-
so de desaparición raudo. Me interesó además porque Medio Ambiente está
actuando de hecho en la salvaguarda o puesta en valor de numerosos bienes
etnológicos, pero raramente recurre a la Consejería de Cultura para una actua-
ción concertada.
En cuanto a los principales protagonistas de la catalogación, los casos se-
leccionados se caracterizan por presentar una interesante diversidad: En el
Corral de la Encarnación son los habitantes del inmueble y algunos vecinos
sensibilizados los que más insisten en el proceso, apoyados por la Administra-
ción cultural y enfrentándose a los propietarios del edificio. La situación de los
bienes de Cabo de Gata es bien distinta pues es la Administración ambiental
la que lleva la voz cantante, pero estimulada por los empresarios turísticos y
enfrentada al grupo de agricultores de invernaderos y otros sectores locales.
En la Huerta de Pegalajar se ha pasado de una etapa en la que la mayoría de
la población reivindicaba la inscripción del bien a otra en la que el ayunta-
miento, con mayoría absoluta y apoyado por numerosos vecinos, reclama la
descatalogación. En este caso el movimiento social y su evolución parecía el
absoluto protagonista. En la Fábrica de Vidrios de la Trinidad interesaban los
posicionamientos de la Administración cultural y de los trabajadores del vi-
drio, aunque con posterioridad a la selección y ya durante el trabajo de campo
ha sido muy estimulante observar el surgimiento de nuevos actores sociales en
el barrio.
63
Metodología y selección de unidades de observación

El tercer criterio intentaba responder a la pregunta ¿en qué entorno territo-


rial se están produciendo estas catalogaciones? ¿qué dinámicas económicas o
qué planes políticos, pero también empresariales y privados, afectan a la zona?
En función de ello los casos seleccionados podrían agruparse del siguiente
modo:
Ámbitos con dinámica de especulación urbanística: todos los seleccionados.
En este caso lo que varía es la dimensión de la misma y cómo afecta a los
bienes. Los espacios con mayor presión son los ubicados en la ciudad de Se-
villa, en los que el suelo es de altísimo valor por la situación que tienen en el
centro de la ciudad: El Corral de la Encarnación y la Fábrica de Vidrios de la
Trinidad.
En Pegalajar el interés está en su cercanía a la capital Jaén, su distancia de
menos de cinco kilómetros a la autovía Jaén-Granada y su posición de entrada
o acceso al Parque Natural de Sierra Mágina. Todos estos factores confluyen
en que el espacio de la Huerta sea percibido por constructores y propietarios
como un lugar ideal para la construcción de casas, bien segundas residencias,
bien primera vivienda para los que trabajan en la capital y desean residir algo
alejados. Algunas construcciones ilegales se han levantado ya.
En Cabo de Gata-Níjar, cuando se hizo la selección se presuponía que la
presión urbanística era de menor calado y me ocupé principalmente en las
restricciones respecto a los dispersos. Las planificaciones del Parque Natural
mencionaban que sólo está permitido construir en los núcleos y restaurar
cortijadas en las que haya un 80% de la edificación con cubiertas (PORN y
PRUG, 1994). Sin embargo, a lo largo de la investigación se ha constatado que
esta zona sufre una tremenda presión urbanística.
Por otro lado, en Pegalajar y Cabo de Gata-Níjar coinciden también intere-
ses por rentabilizar la tierra con cultivos más intensivos. En el primer caso ha
habido un fuerte proceso de transformar en regadío el olivar de la población
y a ello se pretenden dedicar también los terrenos de la huerta, que secular-
mente no han sido ocupados más que en pequeñas proporciones con estos
árboles. En Cabo de Gata-Níjar la problemática es bien distinta: la agricultura
intensiva bajo plástico no deja de expandirse y de demandar suelo, aunque
en la mayor parte de la superficie del Parque está prohibido, la presión sigue
aumentando en demandas por parte de los propietarios del suelo.
En Cabo de Gata-Níjar se superpone la protección medioambiental, la fi-
gura de Parque Natural, a la protección cultural. La primera tiene mucho más

64
Capítulo II

peso y es la que se percibe como restrictiva. Aunque en otros casos también


coinciden otros sistemas de salvaguarda, estos apenas tienen incidencia. Aún
así no es comprensible el interés de determinados ámbitos por la catalogación
etnológica si no se tiene en cuenta el impulso turístico que ciertos agentes
pretenden dar a la zona en el contexto de “desarrollo sostenible” del Parque
Natural.
El cuarto criterio que había aplicado se refería a las cuestiones ¿qué tipo
de bien se está protegiendo? ¿qué figura se ha usado para la protección? ¿qué
implicaciones tiene? Las selecciones se reparten en los siguientes casos:
Respecto a la primera cuestión se han seleccionado dos casos que tienen
que ver con unos bienes reconocidos por el público en general: un corral
de vecinos y los molinos de viento y agua, además de los aljibes. Los otros
elementos, apenas por percibidos por la mayoría de la población como “patri-
monio histórico”. Si tuviéramos que establecer una jerarquización de mayor
a menor difusión sobre estas tipologías de bienes en general, el orden sería:
Corral de la Encarnación; Aljibes, norias, molinas y molinos del Parque Na-
tural Cabo de Gata-Níjar; Fábrica de Vidrio de la Trinidad y Fuente, Charca y
Huerta de Pegalajar. Nos interesaba el contraste entre la más reconocida y la
menos y cómo eso afectaba a los discursos de los informantes.
Quedan aún otras tipologías en el Catálogo que son casi igual, si no más
extrañas para el público general: por ejemplo El Dique de Matagorda, La Car-
pintería de Ribera de Coria del Río o la Chanca de Conil.
Por otra parte, las diferentes tipologías permitían un acercamiento a dife-
rentes problemáticas, desde el candente tema de la vivienda, al tratamiento de
oficios, incluyendo algunos cada vez más minoritarios como la agricultura tra-
dicional a otros que parecían renovarse como las artesanías. La combinación
de tipologías y de situaciones me pareció de gran riqueza en la comparación
de estos casos para entender posicionamientos diferentes y qué tratamientos
se daban a según que cosas por parte de la Administración cultural.
Respecto a las figura utilizadas, finalmente ha habido un predominio del
Lugar de Interés Etnológico (Corral de la Encarnación, Fábrica de Vidrios La
Trinidad, Huerta de Pegalajar) y un genérico colectivo (Aljibes… del Cabo de
Gata Níjar)23. Respecto a este criterio de selección nos preocupaba observar

23 Sobre la distribución general y el uso de figuras de protección en la política de la Consejería de


Cultura véase el capitulo seis, epígrafe dos. También sobre la tendencia de pasar del objeto al territorio
como ámbito de actuación.

65
Metodología y selección de unidades de observación

cómo se estaba gestionando en el día a día esta figura, “genérico colectivo”,


que está siendo utilizada cada vez con mayor frecuencia. Una fórmula ju-
rídica que resulta menos onerosa para la Administración que la inscripción
individual de los bienes y que, a pesar de que la legislación de 1991 establezca
lo contrario, en realidad da un nivel de protección menor que las figuras de
BIC o específico. Nos interesaba observar cómo la dimensión territorial o de
sistema, con que se califica a estos bienes, sirve para hacer referencia a bienes
etnológicos o arqueológicos pero no a las tipologías más reconocidas por su
carácter artístico e histórico.
De estos bienes dos tienen una dimensión objetual restringida a unas insta-
laciones o edificaciones concentradas, mientras otros dos tienen una vertiente
más territorial o extensiva. Este aspecto territorial es uno de los que se trata
de incentivar desde la Consejería como ámbito de actuación y análisis de los
bienes culturales.
Teniendo en cuenta los diferentes aspectos considerados, entiendo que la
selección que se ha hecho abarca distintos casos y es representativa de una
diversidad de situaciones entre los bienes catalogados como “patrimonio et-
nológico” andaluz. No obstante, cada caso atiende a unas interacciones con-
cretas entre diversos agentes e instancias sociales y en este sentido lo que se
presentarán son esas situaciones específicas. De algunos aspectos en común
que veamos en muchas de ellas se podrá obtener algunas generalizaciones,
respecto a otros factores y problemáticas habremos de restringir las interpre-
taciones.

TÉCNICAS DE INVESTIGACIÓN
Documentación, revisión bibliográfica, trabajo de campo, diseño de guio-
nes de campo, observación, charlas informales, más documentación, diseño
de entrevistas, realización de entrevistas en profundidad, triangulaciones y
contrastaciones… clasificación de datos, más revisión bibliográfica, volver a
preguntar a algunos de los informantes, redactar, buscar otros nuevos infor-
mantes que de pronto parecen imprescindibles, reorganizar algunas categori-
zaciones iniciales, ver lo que no encaja, redactar… ¿Para qué han servido cada
una de estas técnicas y cómo se han ido ajustando? ¿Cuáles son las dificultades
que se han planteado y cómo se han salvado? Desde mi punto de vista, el in-
terés de este epígrafe reside en contestar a estas preguntas.

66
Capítulo II

Diseño inicial del trabajo de campo: de Cabo de Gata al Corral de la


Encarnación.
El trabajo inicial se concentró en una estrategia de acumulación documen-
tal con dos líneas básicas: revisar las políticas patrimoniales de la Consejería de
Cultura y hacer un cribado bibliográfico desde una perspectiva antropológica
y patrimonialista. Respecto a la primera línea, la tarea se centró en comprender
el organigrama y las diferentes actuaciones de la Consejería de Cultura y en
acceder a la información sobre los bienes catalogados, tanto documentaciones
técnicas, como otro tipo de publicaciones y referencias; el objetivo ultimo era
tener una panorámica general y establecer unos criterios iniciales para selec-
cionar los casos de trabajo.
El trabajo bibliográfico de fondo de la primera etapa iba dirigido a dar
cuerpo a una serie de intuiciones y superposiciones teóricas en torno a las
significaciones y los mecanismos con que estaban ligadas las activaciones pa-
trimoniales, hasta llegar a un sistema más o menos ordenado. Esta labor, no
obstante, fue interrumpida por el trabajo de campo, algunas constataciones
empíricas me permitieron profundizar y buscar aspectos que no había consi-
derado anteriormente.
La búsqueda e inmersión bibliográfica se centró en monografías y artículos
sobre patrimonio desde la perspectiva de las ciencias sociales, tanto abordan-
do definiciones teóricas como centrados en estudios de casos concretos. Fue
necesaria también la revisión de la legislación vigente y las interpretaciones
de juristas y las realizadas por conservadores del patrimonio: textos jurídicos,
pero también otros realizados por historiadores, arqueólogos, arquitectos, etc.
Además algunos textos elaborados desde la experiencia o el análisis del caso
andaluz fueron de gran utilidad para la contextualización de las políticas patri-
moniales que se desarrollan en el capítulo sexto.
Un bloque importante de la bibliografía recoge algunas aproximaciones
desde la antropología y otras ciencias sociales a las temáticas en las que se
engarza la investigación realizada: los procesos de globalización, el turismo,
las identidades, los movimientos sociales y también algunas reflexiones desde
la disciplina sobre métodos y técnicas de investigación. Este acercamiento ha
tenido un carácter selectivo y sin pretensiones de exhaustividad, dada la varia-
bilidad de temas a trabajar y la extensión de la bibliografía disponible.
Finalmente, fue imprescindible la lectura y consulta de los textos relacio-
nados con los casos a investigar: literatura sobre corrales de vecinos, sobre

67
Metodología y selección de unidades de observación

fábricas, sobre tecnologías hidráulicas, sobre molinos, sobre arquitectura tra-


dicional, sobre levantamientos campesinos, sobre las clases obreras del siglo
XX… y las obras de referencia de los lugares de trabajo seleccionado: histo-
rias locales, revisiones sobre aspectos concretos como desarrollo urbanístico,
construcciones vernáculas y también narraciones literarias. Todos ellos nos
sirvieron para comprender y contextualizar ámbitos tan distintos como Pe-
galajar, Cabo de Gata-Níjar, Sevilla… Este trabajo ha sido imprevisiblemente
largo, pues el conocimiento adecuado de cada una de las zonas y de la bi-
bliografía que tanto directa como indirectamente había sobre ellas –a menu-
do muy abundante- ha resultado imprescindible para una contextualización y
profundización adecuada en cada uno de los territorios.
En el diseño de investigación hubo un aspecto que requirió una reflexión
pausada: cómo dar homogeneidad a la secuencia de técnicas de investigación
en casos y situaciones con dimensiones muy diferentes. Intentar comparar el
territorio de un Parque Natural que incluye más de veinte núcleos de pobla-
ción y que tiene como contexto tres municipios diferentes, con un Corral de
vecinos con unas pocas familias no es fácil. Recordemos que el diseño debía
incluir además inmuebles en el casco urbano de Sevilla y una situación que
involucraba a buena parte de la población de Pegalajar.
El esquema de trabajo estuvo claro desde un principio: Por una parte,
identificar a los diferentes agentes que interactuaban en cada uno de los pro-
cesos de activación patrimonial. En principio la observación se dirigía a los
técnicos en patrimonio, los políticos locales, las asociaciones o agrupaciones
impulsoras o detractoras del proceso de patrimonialización, los empresarios
y otros representantes de la sociedad civil directamente afectados y por su-
puesto los propietarios o usuarios directos de los bienes. Por otra parte, cierta
homogeneidad en cuanto a la información demandada se consiguió siguiendo
un guión general de documentación e información sobre los bienes que tuvie-
ra una serie de ítems comunes a todos los casos.

2.4.2 Del acceso al campo


Una vez apuntalamos estos leves andamios –aunque eficaces en su obje-
tivo-, diseñamos una estrategia que se basaba en realizar diferentes fases de
trabajo de campo alternando los escenarios. Una visita previa a estos lugares y
algunos más nos había servido para descartar ciertos casos e incorporar algu-
no que inicialmente no estaba previsto. Esta ronda marcó el modo de acceso

68
Capítulo II

al campo. En algunas situaciones nos situó necesariamente en el centro de la


escena, en otras nos sirvió para entender que había que diseñar con cuidado la
estrategia de entrada.
En los escenarios más pequeños se optó por acceder a través de personas
con cierto prestigio en el lugar o empresa y también a través de intermediarios
para contactar con estos primeros. Fue un sistema eficaz en el Corral de la En-
carnación y en los diferentes ámbitos de investigación de la Fábrica de Vidrio
de la Trinidad24. Este modo de acceso es bastante frecuente, clasificado por
algunos autores como acceso desde arriba, es decir desde actores bien posicio-
nados en el grupo a estudiar. De cualquier modo, el ámbito de observación se
ensanchaba necesariamente a los contextos de estos bienes. El método “bola
de nieve” o sistema por el cual un informante bien posicionado te lleva a otros
que a su vez te conducen a otros más, no es tan evidente en contextos urba-
nos donde los distintos colectivos que interactúan en torno a una situación
no se caracterizan por una red estrecha de relaciones –sí dentro de un colec-
tivo, pero no necesariamente entre unos y otros-. El acceso a espacios como
Ayuntamientos, Gerencia de Urbanismo, Delegación de Cultura, etc. debió
realizarse siempre de modo independiente. En algunos de estos contextos
institucionales, presentarse como trabajador de una institución universitaria
facilitó enormemente las cosas en primera instancia aunque también supuso
ciertas cautelas añadidas por parte de los informantes. En ámbitos de la Con-
sejería de Cultura fueron más eficaces los contactos personales con colegas
antropólogos o haciendo hincapié en la experiencia previa de la investigadora
como técnica25 en “la casa”.
Donde se cuidó más la forma de entrada fue en Pegalajar. La situación de
tensión que se había vivido en el pueblo hacía poco en torno a la catalogación
de la Huerta y la vinculación previa de diversos antropólogos con la población
requirió de esta vigilancia. Los colegas que habían hecho trabajo de campo en

24 En este caso ha sido necesario acceder a las dos empresas -enfrentadas- en las que se ubican hoy los
vidrieros -Guadarte y la Trinidad- y la Asociación Histórica el Retiro Obrero. He de expresar mi agrade-
ciiento en los primeros contactos con Guadarte de Esther Fernández de Paz y Macarena Hernández.
25 En general, el acceso a diversos informantes en las Delegaciones Provinciales se hizo siempre de
la mano de mis colegas antropólogos a los cuales he de agradecer su receptividad y sus labores de me-
diación. Especialmente he de mencionar a Juan Salvador López, Antonio Luis Diaz Aguilar y Santiago
Amaya. En los servicios centrales no fue difícil recurrir a una pequeña red de conocidos y he de reiterar
mi agradecimiento al exquisito trato con que he sido recibida por Fuensanta Plata y Maria José Fitz en
el Servicio de Protección del Patrimonio Histórico.

69
Metodología y selección de unidades de observación

Pegalajar habían establecido un contacto estrecho con los sectores favorables


a la inscripción del L.I.E., principalmente con la Asociación de la Fuente de
la Reja. La visita que habíamos realizado unos meses antes me había permiti-
do ponerme en contacto con algunos de los miembros de esta asociación. Si
recurría a ellos seguro que me facilitarían el acceso a diversos vecinos y a gran
cantidad de información, el trabajo cogería gran impulso desde el principio.
Sin embargo, me temía que los sectores contrarios me cerrasen totalmente el
acceso. Confié en que la primera presentación seguiría teniendo cierto peso
y decidí presentarme en la zona contactando en primer lugar con el grupo
gobernante en el consistorio y otros sectores que estaban en esa línea. El ac-
ceso fue “descubierto”26 desde el primer momento, explicitando el fin de mi
investigación y de dónde provenía. Sólo al final de esta primera estancia volví
a contactar con la Asociación de la Fuente de la Reja, que en todo momento
me facilitaron la documentación y los trabajos de que disponían. No obstante,
Pegalajar ha sido en esta investigación el lugar en que más reticencias he en-
contrado por parte de la población en general, respecto al trabajo que estaba
realizando. Las páginas que siguen harán perfectamente comprensible esta
circunstancia que para nada tiene que ver con la extrema hospitalidad y calidez
de sus gentes.
Otro lugar que presentó ciertas peculiaridades en el acceso al campo fue
Cabo de Gata. Tres municipios, uno de ellos Almería la capital de provincia,
otro Níjar con más de veinte mil habitantes, el tercero, Carboneras, era casi
el único que podía pasar un pueblo medio de Andalucía. Por encima de la
Administración Municipal, los organismos gestores del Parque Natural. Pero
además, en el Parque la población se distribuía en numerosos núcleos cuyas
características son muy heterogéneas. De nuevo estábamos en una situación

26 Se hace referencia a las categorizaciones del acceso al campo que distinguen entre mostrar a los inves-
tigados e informantes claramente lo que se está haciendo (investigación abierta o descubierta) y otra que
se basa en adoptar un rol diferente (nuevo converso en una secta, escritor o cualquier otro), denominada
investigación encubierta (Guasch, 1997; Hammersley y Atkinson, 1994). Tal como muestra la experien-
cia son frecuentes los modelos mixtos: se explicita una parte y no otra. En el caso de esta investigación
se optó por una explicación generalizada que partía de situarme como investigadora y antropóloga que
trabajaba en comparar “la forma en que los técnicos y los políticos entienden las catalogaciones de luga-
res de interés etnológico y cómo eso afecta a los usuarios, a los ciudadanos. En definitiva comparar estas
dos opiniones”. Esta cita es más o menos textual y fue usada como fórmula en numerosas presentacio-
nes, dependiendo de con quién se estuviera hablando se podía extender la explicación o hacer hincapié
en algún otro aspecto. En cualquier caso se cuidó bastante la norma básica de coherencia requerida en
todo trabajo de campo: el investigador puede no saber exactamente cuáles son las conexiones entre sus
distintos informantes, así pues no debe darse una información contradictoria a unos y otros.

70
Capítulo II

que distaba mucho de las experiencias relatadas en los trabajos de comunidad.


La ficción de la distancia campo-ciudad que todavía pretenden algunos cien-
tíficos sociales se hacía patente. La heterogeneidad de los pobladores de la
zona y los modos en que se establecían las redes de relaciones, responden a un
modelo que encaja más con los patrones considerados urbanos que rurales. Y
en todo caso sólo son comprensibles en el contexto de globalización en que
vivimos27.
En este caso el acceso al campo siguió dos líneas paralelas que en principio
no se entrecruzaron. Por una parte, se optó por contactar con los diferentes
políticos y gestores vinculados con la zona: alcaldes y concejales en Ayunta-
mientos, técnicos conservadores en el Parque Natural, técnicos de la Delega-
ción de cultura… Por otra parte, se adoptó una posición de turista-curiosa o
turista que aprovecha sus vacaciones para “hobbies” de investigadora: se visi-
taron cada uno de los lugares incluidos en la declaración Genérica y se realiza-
ron numerosas charlas informales con usuarios, propietarios y otros paisanos
que deambulaban por los campos y dispersos de Cabo de Gata. Con este símil
no se quiere decir que se hiciera un acceso encubierto. En ningún momento se
omitió la faceta investigadora ni se escamoteó cual era el objetivo del trabajo.
Pero más que recurrir a informantes “porteros” o a personas bien ubicadas
en la comunidad (¿cuál de las “comunidades”? ¿qué sector de población?) se
trabajó directamente con informantes. De esta primera estancia, se obtuvo un
perfil general de la zona, de los discursos de los usuarios y se pudieron, final-
mente, delinear cuáles eran los diferentes sectores de población y los distintos
posicionamientos que había entre los habitantes del parque.
Consecuencia de esta experiencia de campo fue restringir la zona de obser-
vación para la siguiente fase: en adelante me centré en el municipio de Níjar,
que ocupa el 71% de la superficie del parque y que es un laboratorio perfecto
para comprender las contradicciones y tensiones que afectan a este territorio.
Desde este ámbito de observación podía obtener un retrato bastante preciso

27 Por ejemplo en Níjar la población se distribuye en tres grandes núcleos fuera del Parque (Níjar, San
Isidro de Níjar y Campohermoso). El número de habitantes se ha duplicado desde 1985, un 20% de
la población es extranjera, de ellos el 50% magrebíes que trabajan en la agricultura. En el Parque no es
comparable el tradicional núcleo de veraneo de San José con el de Agua Amarga, pero tampoco con
un pueblito como el Pozo de los Frailes o con la comunidad “más rural” de Fernán Núñez. El PN no
es comprensible sin la población de extranjeros provenientes de distintos puntos de la UE y asentados
en la zona desde hace más de treinta años. Las controversias entre los grupos conservacionistas y los
agricultores y muchos pobladores locales segmentan claramente diversos grupos de intereses…

71
Metodología y selección de unidades de observación

de los posicionamientos y problemáticas del proceso de patrimonialización de


la zona.

De la observación y de las entrevistas


Tras una fase previa de documentación y de acceso a los archivos de la
Dirección General de Bienes Culturales, el trabajo de campo planificado co-
menzó a mediados de 2003. La secuencia ha sido intermitente, combinando
distintos escenarios de campo y trabajo de documentación y gabinete. Hubie-
ra sido otra opción posible comenzar el trabajo de campo con un caso, darlo
por terminado e iniciar otro. Pero este sistema me iba a llevar seguramente a
no dar nunca por concluido el caso –siempre hay algo más que saber, siempre
se puede volver a iniciar una investigación- y a perder parte del componente
procesual de la observación -con mayor presencia o desde la distancia- que de
este modo ha durado casi tres años en los casos más complejos (Cabo de Gata
y Pegalajar). También debe tenerse en cuenta que los ámbitos de investigación
no se limitaban al escenario físico de los bienes o su entorno sino que se ex-
tendían a Delegaciones, Consejerías y otros servicios administrativos.
Opté por centrarme en cada situación un mes inicialmente para ir añadien-
do varias estancias más, completando periodos de observación, entrevistas o
asistencia a actos puntuales, en cada escenario. De esta forma, restringí un tan-
to la técnica de observación participante, que parte de la idea de la inmersión
total del investigador en el ámbito de estudio. Por el contrario, trabajé más
desde la participación en diferentes ámbitos cotidianos y excepcionales.
La observación, aunque restringida por el carácter de algunos escenarios
y por el carácter intermitente de las estancias28, no obstante, fue fundamental
en varios aspectos: Para divisar y establecer los diferentes grupos y agentes
implicados en los procesos de patrimonialización en cada caso. Para com-
prender cómo se organizaban los distintos espacios y cuales eran los grupos
que los ocupaban de forma cotidiana y cuáles lo hacían en ocasiones extraor-

28 Ciertamente, no se puede comparar una estancia de por ejemplo seis meses continuados en un lugar
con las residencias intermitentes que ha tenido esta investigación. Muchos de los “tiempos” y “ciclos”
en los que estamos formados los que hemos tenido la suerte de abordar trabajos de campo al modo
más clásico, se comprimen o desaparecen en esta situación de investigación. Si dedico unos párrafos a la
observación es porque considero que ha sido un elemento también muy importante para la consecución
de los objetivos de este trabajo, aun cuando se ha abordado de un modo más heterodoxo que en los
tradicionales trabajos centrados en un pequeño espacio o ámbito territorial al que se adscribe el grupo
a estudiar.

72
Capítulo II

dinarias. También para entender qué aspectos de los bienes y qué relaciones
con su entorno se habían valorado y cuáles se habían silenciado. Este método
fue utilizado para contactar con algunos informantes a los que se entrevistó,
pero sobre todo fue imprescindible en la selección final en los grupos en los
que era necesario elegir de un universo relativamente amplio. La observación
sirvió siempre como método contrastivo entre la información proveniente de
distintos formatos documentales, la que se obtenía de las entrevistas y la que
se cotejaba mirando y analizando los comportamientos.
Las estrategias de observación son necesariamente diferentes en un caso
que abarca todo un pueblo, como Pegalajar, en otro que se extiende por varios
municipios, como en Cabo de Gata o en aquellos en los que los barrios son
contextos pero no el núcleo central de la observación. En estos últimos, la
técnica se enclaustra en los muros del bien a observar, y la antropóloga –que
siempre es más observada y menos mirada de lo que ella cree- se convierte
en objeto de atención ¿cómo mimetizarse en esos espacios? La respuesta tra-
dicional ha sido: mediante la asunción de un rol y la participación. En este
trabajo se ha optado para esos espacios, por el camuflaje. Insertarse en una
visita turística, realizar reportajes fotográficos, hacer visitas puntuales, acudir
a celebraciones, asistir a asambleas o jornadas, aprovechar la concertación de
entrevistas para el acercamiento a otros vecinos u otras personas del grupo de
usuarios…
Todas estas ocasiones procuran distintas informaciones por cómo se com-
portan en diferentes momentos los informantes, por las conversaciones o
charlas informales que se mantienen y que con frecuencia dan información
o datos clave para revisar y orientar entrevistas posteriores, para comprender
ciertas relaciones o vinculaciones, para tener noticias de fricciones o resisten-
cias…
Más allá de esta observación, las entrevistas en profundidad29 constituyen el
eje central de este trabajo. Ya he expresado que desde un principio se conside-
ró clave el acceso a los técnicos –antropólogos o no- que tomaban decisiones
a cierto nivel sobre los bienes catalogados. Comprender hasta dónde llegaba

29 “Por entrevistas cualitativas en profundidad entendemos reiterados encuentros cara a cara entre el
investigador y los informantes, encuentros estos dirigidos hacia la comprensión de las perspectivas que
tienen los informantes respecto de sus vidas, experiencias o situaciones, tal y como las expresan con sus
propias palabras” (Taylor y Bogdan, 1994: 101).

73
Metodología y selección de unidades de observación

su autonomía, qué protocolos oficiales y personales desarrollaban, cómo fun-


damentaban sus decisiones, etc. etc. ha constituido todo un bloque de trabajo.
En cada escenario, los técnicos de las Delegaciones de Cultura –responsables
directos de informar sobre esas catalogaciones- y los que han realizado el in-
forme del expediente son parte de los informantes a entrevistar.
En principio en cada uno de los lugares se trataba de localizar a propieta-
rios, usuarios, políticos, gestores, empresarios y asociaciones o grupos semior-
ganizados. Ahora bien estos colectivos no son equivalentes en todos los casos:
en algunos hay más de cien propietarios y en otros sólo era uno; en ocasiones
el asociacionismo era evidente y relevante en otras casi inexistente y en algu-
nas otras pluriforme y disperso.
En los casos en que los propietarios o usuarios directos eran pocos se optó
por entrevistar a un porcentaje relativamente alto de ellos, esto suponía cinco
o seis entrevistas en un universo de no más de treinta personas, se selecciona-
ron informantes en diferentes situaciones. Tanto en Pegalajar como en Cabo
de Gata la estrategia seguida fue diferente: se hizo un mayor despliegue en
contactos y charlas informales con un número relativamente elevado de pro-
pietarios o usuarios, y de ellos se seleccionaron algunos de los que resultaban
más representativos en función de diferentes criterios.
Los otros sectores entrevistados gestores y técnicos, políticos, empresarios
y miembros de asociaciones, se seleccionaron dependiendo de las caracterís-
ticas del lugar, el papel que jugaran en cada ámbito y conjugando la informa-
ción proveniente del trabajo de campo, obteniendo una muestra significativa.
El número de mujeres entrevistadas es significativamente menor al de
hombres. Es cierto que al establecer grupos como propietarios, políticos, ges-
tores, etc. a veces la muestra parece venir irremisiblemente sesgada hacia el
sexo masculino. No obstante se ha hecho cierto esfuerzo para contrarrestar
esta tendencia, buscando usuarias, políticas, etc. También se ha intentado te-
ner frecuentes contactos y charlas informales con mujeres de las poblaciones
en que se hacía el trabajo. De todos modos, ha estado siempre presente la
variable sexo, aunque entiendo que sería necesario continuar indagando y de-
sarrollar más precisamente el papel del género en los procesos de patrimonia-
lización30.

30 La inclusión de un caso como el de la Cabalgata de Reyes de Higuera hubiera sido relevante en


este aspecto por el fuerte protagonismo femenino y el modo en que se visibiliza connotado de “discre-

74
Capítulo II

El diseño de entrevistas se ha realizado para un análisis prioritariamente


cualitativo. Tal como indican, Hammersley y Atkinson, entiendo que todas las
entrevistas son en cierto modo estructuradas (1994:128), puesto que se parte
siempre de un listado de temas a tratar y una secuencia, al menos teórica,
para hacerlo. En este caso se han diseñado unos guiones base para diferentes
grupos de actores en todos los casos en que se ha trabajado (propietarios
/usuarios, políticos, gestores/técnicos, etc.). Con posterioridad, ese diseño se
ha adecuado a las particularidades del caso en sí añadiendo otras preguntas,
matizando ciertas cuestiones, etc. Como es sabido, la documentación previa y
el conocimiento –aunque fuera indirecto- de la persona a entrevistar supone
también añadir ciertos ítems o cuestiones a debatir con ese informante en par-
ticular, por lo que los guiones iniciales no son mas que una estructura marco.
Este guión ha sido particularmente útil como fórmula para estructurar
ideas y cuestiones por parte del investigador. En situaciones de entrevistas,
en general, se ha optado por un modelo que se acercara lo más posible a una
conversación distendida. De este modo, se ha adaptado la secuencia o el orden
de la entrevista al modo en que el entrevistado iba asociando las ideas, procu-
rando no romper el modo “natural” de la narración. En ciertos casos con tres
o cuatro cuestiones fundamentales lanzadas por la investigadora, el mismo
informante iba contestando todas y cada una de las preguntas que podían
aparecer en el guión inicial. Con otras personas, la formulación de preguntas
era fundamental para desarrollar éste.
A menudo se ha revelado particularmente útil saltar los límites esperables
y esperados de una situación de entrevista. En lugar de utilizar sólo la empatía
y el asentimiento, que se formulan como básicos en cualquier manual, se ha
jugado con la broma o con la provocación, como sistema para romper el for-

ción”. En principio la preseleccion de patios de vecinos se hizo teniendo en cuenta que estos lugares
son espacios con fuertes connotaciones femeninas, al menos hacia adentro del patio. Sin embargo, tal
como se verá en el desarrrollo del capítulo dedicado al Corral de la Encarnación, las características de
este lugar –con un fortísimo liderazgo masculino- así como la escasez de familias que hoy lo ocupan ha
supuesto que no se hayan obtenido resultado relevantes. De todos modos, la ausencia de las mujeres en
los procesos de patrimonialización es una generalidad –hecho no casual y que ratifica el presupuesto de
jerarquizacion social que supone la selección patrimonial- tal como se indica en el capítulo final y sólo
una selección muy especializada de casos nos daría como resultado un protagonismo femenino. Es de
destacar en este sentido el conjunto de investigaciones que están siendo abordadas por Cristina Cruces
y Assumpta Sabuco en torno al flamenco y el papel de las mujeres en este mundo (Cruces Roldán, 2001;
Cruces, Sabuco y López, 2005)

75
Metodología y selección de unidades de observación

malismo y un nivel superficial de respuestas esperables. En ciertas ocasiones


esto ha elevado los muros defensivos de la persona con que se hablaba, con lo
cual la entrevista ha podido ser en ciertos aspectos irrelevante, pero en otras
ocasiones –las más- se ha conseguido el objetivo buscado. El intercambio
de ideas, la exposición de los posicionamientos o reflexiones de la autora, se
muestra como una situación de mayor igualdad en el proceso de entrevista
–aunque siempre matizado pues es la entrevistadora la que posteriormente
selecciona y usa la conversación como fuente de datos-. Lo más interesante
de este sistema es la implicación de los dos interlocutores en un tema sobre el
que reflexionar.
La mayoría de las entrevistas fueron individuales, aunque también se reali-
zaron diversas entrevistas de grupo en las que la negociación sobre los tiem-
pos, los modos en que se interpretan los acontecimientos, las formas en que
debe narrarse una situación se revelaron muy esclarecedores. En estos casos,
se procuró dejar bastante libertad al grupo para actuar.
El conjunto de técnicas se ha ensamblado procurando combinar descrip-
ciones, interpretaciones y análisis que permitan al lector comprender las reali-
dades observadas y las explicaciones o conclusiones propuestas. En las pági-
nas que siguen se ha profundizado en cada uno de los casos de investigación
seleccionando en cada uno de ellos una serie de temáticas centrales: territorio,
turismo, movimientos sociales, identificaciones locales, patrimonio intangible,
reflexividades, artesanías y consumos de la autenticidad, etc.

76
CAPÍTULO III
ALJIBES Y MOLINOS EN LAS
REDEFINICIONES DE UN TERRITORIO
Aljibes y molinos en Cabo de Gata - Nijar

“Aljibes, norias, molinos y molinas del


Parque Natural Cabo de Gata-Níjar”
Inscripción Genérica Colectiva.
145 elementos.
Fecha de inscripción: 2001

© José Antonio Flores

“Mira, si quieres te cuento un poco la historia… Porque yo conozco a los niños que están nacidos
aquí, vienen una vez al año a ver como está todo. En el año 72 o 73 el señor Schwarz vino aquí, por
Rodalquilar. El pueblo estaba totalmente abandonado. Porque la mina cerró por 67 o así.... y más de
tres mil personas se fueron, estaba un pueblo abandonado. Y cuando él venía aquí con su moto, porque
era un multimillonario un poco hippie, él se enamora inmediatamente del valle de Rodalquilar. Y los
españoles que quedaban en el pueblo, que no eran más de treinta personas, españolas, le han ofrecido
inmediatamente a comprar casas y él ha comprado, en tres años, ocho casas. Siete en el pueblo y una
aquí, en el cortijo de Zamora. Este cortijo era su casa particular. Empezaba a reformar esta casa en
el 74-75, en el 76 terminó las obras. Ha puesto arriba del viejo corral de las ovejas y las cabras, el
techo redondo de cristal y lo ha utilizado como sala de estar, con plantas dentro, pero también sillones y
mesas para cenar... Ha cambiado la vieja balsa con un techo estilo aljibe, para utilizarlo como piscina
cubierta. La otra casa estilo aljibe es bastante reciente, tiene 32 años... la hizo como “casita de ami-
gos” en el 76. Todo antes del parque. Lo ha hecho también en el estilo aljibe porque le gustaba mucho
estar respetuoso con la zona, con la arquitectura, integrado en el paisaje, con los cactus... (...) Cuando
han venido, dos, tres meses, amigos suyos artistas y lo único que han pagado a él para estar aquí, era
un cuadro, una escultura... Eso significa cuando yo he comprado la casa hace seis años, estaba lleno de

78
Capítulo III

obras de arte... (Ulrich, turístico, empresario, propietario, alemán, 2005)31


“Fíjese usted que las cosas han cambiado mucho. Porque cuando yo hice la mili, que me fui en el
treinta y nueve y luego, después de la guerra, estuve en Melilla cuarenta y tres meses más… Pues
entonces, cuando te preguntaban que de dónde eras y decías que de Almería, nos decían los de las “la-
gañas”. Porque del esparto se levantaba un polvillo que era malo para los ojos y se formaban lagañas
y eso nos decían… Aquí había mucha miseria… Pero esto se ha levantado mucho con la agricultura.
Porque Almería de agricultura lo que tenía era la Vega de Almería. La Vega y ya está. Lo demás
cuatro panochas, que es como le decíamos al maíz... Y desde eso ahora somos la Provincia… [pausa]
No se si la que más, pero sí de las mejores provincias de Andalucía. (…) Y ahora esto cada vez tiene
más inmigrantes, de Marruecos y así. (…) Y claro, la gente que antes, que se podría decir que antes
no tenían nada, que eran como unos muertos de hambre, ahora con los invernaderos no sólo están
bien, es que ya no trabajan ellos, ya trabajan los marroquíes” (Francisco, agricultor jubilado, no
propietario, 2005).

Poco tienen en común estos dos hombres, ni las historias que cuentan. Los
fragmentos de entrevistas se han seleccionado valorando no tanto la temática
como su densidad en la descripción de los significados del lugar; la narrativa
del devenir de un sitio, de lo que fue y lo que es. Ambos son vecinos y, cada
cual a su manera, aman la tierra en la que viven. Pero la viven, la describen
y la defienden de diferentes modos. ¿A qué se deben estas diferencias? ¿Qué
elementos usan unos y otros para definir su territorio? ¿Cómo se agrupan y
correlacionan estas miradas con los distintos grupos locales o extralocales?
¿Qué papel juegan en este contexto los elementos señalados como patrimo-
niales?32
Para comprender el territorio de Níjar así como los usos y percepciones

31 Las formas de identificación de los informantes se hacen con un nombre supuesto que nos permite
identificar su sexo y algunas pistas de su ambito de procedencia; su profesión, si son o no propietarios
de un bien catalogado y la fecha de la entrevista. He preferido este sistema por facilitar la ubicación de
los informates y sus características en una lectura inmediata, frente a los sistemas de codificación. Sin
embargo, se ha tenido especial cuidado en alterar algunos datos que podrían facilitar la identificación
de los mismos –p. ej. si su nacionalidad o su oficio eran suficientes para identificarles en una localidad
determinada se han buscado equivalentes que difuminen su ubicación-.
32 En este capítulo dedicado a los elementos protegidos del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar qui-
siera agradecer especialmente a José Antonio Cortés Vázquez su generosidad compartiendo conmigo
muchas de sus observaciones de campo y entrevistas transcritas, tanto las que hicimos juntos como
otras muchas que realizó él solo como becario de investigación del proyecto I+D “Las recreaciones
medioambientales en relación al turismo cultural y de naturaleza en Andalucía. Actores locales, agentes
económicos, administración y turistas”. Expresar mi agradecimiento además a José Maria Valcuende
quien en calidad de director de este proyecto, confió en mí para coordinar la investigación en el contexto
del Campo de Níjar.

79
Aljibes y molinos en Cabo de Gata - Nijar

que aquí se tienen de los bienes culturales protegidos entiendo que hay dos
temáticas centrales que abordaremos en este epígrafe:
1. En primer lugar la competencia por el espacio y las redefiniciones identita-
rias que a través de la agricultura intensiva (de la miseria a la producción; de la
emigración al asentamiento y la colonización; de las “lagañas” al orgullo) y de
la definición de parque natural (que estigmatiza a los invernaderos y que atrae
y orienta el uso principal del territorio hacia los turistas) marca dos grupos au-
todefinidos como opuestos: los “autóctonos” o agricultores y los “foráneos”
o empresarios y turistas.
2. En segundo lugar, el proceso de definición del propio Parque Natural que
se superpone y encubre cualquier otra actuación de la Administración en la
zona. Las actuaciones de protección, conservación o puesta en valor de la Jun-
ta de Andalucía, sea la que sea la Consejería que lo promocione, siempre estará
tamizada o asociada a “la AMA” o la Consejería de Medio Ambiente33. Se debe
tener en cuenta que la designación de parque natural fue un proceso percibido
como algo impuesto, como un suceso en el que no hubo participación ni po-
sibilidad de opinión por parte de los oriundos del lugar. Ello redundará en una
mayor distancia y oposición entre los “agricultores locales” y los “residentes
foráneos”. Los primeros vieron en esta medida una plasmación del poder de
las clases medias cultas asentadas en la zona que reivindicaban su protección
y ello revierte en la forma en que perciben los elementos valorados por la Ad-
ministración y por estos sectores.
Una aclaración de carácter técnico y metodológico: En el caso de los aljibes,
norias, molinos y molinas del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar, trabajamos
de modo superpuesto en dos ámbitos territoriales. Por una parte, abordamos
el contexto espacial que define la figura de protección cultural, es decir los
bienes situados dentro del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar. Por otra parte,
es necesario comprender el contexto en el que se insertan estas poblaciones,
puesto que los limites de los parque naturales no atienden a fronteras históri-
cas, económicas, demográficas o identitarias, sino a otro tipo de criterios que
a menudo minusvaloran la acción antrópica sobre estos espacios. Para realizar
un análisis de carácter antropológico y social no es posible tener en cuenta

35 La Agencia de Medio Ambiente, de siglas AMA es la institución pionera en cuestiones medioam-


bientales en la Junta de Andalucía. Aún cuando la creación de la Consejería de Medio Ambiente en los
años noventa, hace desaparecer esta institución, entre muchos ciudadanos sigue siendo conocida por
sus antiguas siglas.

80
Capítulo III

sólo estos límites, por lo que trabajamos como mínimo con las escalas muni-
cipales, el caso de esta investigación nos hemos centrado en el municipio de
Níjar.

SED DE GENERACIONES
El Parque Natural Cabo de Gata-Níjar se encuentra en el extremo sudo-
riental de la península ibérica, en la provincia de Almería. La declaración del
espacio como Parque Natural en 1987, supone la protección de un parque de
carácter marítimo terrestre con casi cincuenta mil hectáreas de terreno34. El
área de preservación se reparte entre tres términos municipales: Níjar, Carbo-
neras y Almería, aunque la mayor parte de su superficie (un 70%) corresponde
a Níjar. Estos municipios, aunque colindantes unos a otros, forman parte de
tres comarcas funcionales o ámbitos diferenciados de oeste a este: la Aglo-
meración urbana de Almería, la Comarca de Níjar y la Comarca del Levante
Almeriense, donde se inscribe Carboneras.

© José Antonio Flores

Un “paisaje heterogéneo”, un lugar con “gran diversidad”, un “parque


peculiar”... son algunos de los calificativos que frecuentemente se usan para
describir el Parque Natural Cabo de Gata-Níjar. Aunque hermosa en sus con-
trastes, esta es una tierra dura, áspera, en la que se deja notar la sed de gene-
raciones que buscaron cómo escamotear al sol algunas gotas de agua. Las

34 La declaración del espacio como Parque Natural tiene su origen en el año 1987, mediante el Decreto
314/1987, de 23 de Diciembre. Posteriormente la declaración se ratificó mediante la Ley 2/1989, de 18
de julio, fijando unos límites más amplios de los que recogía el anterior Decreto (Decreto 418/1994, de
25 de Octubre). Actualmente tiene una extensión de 49.630 ha, de las cuales 37.513 ha son terrestres y
12.117 ha son marinas. En este espacio confluyen asimismo otras figuras de protección de ámbito supra-
nacional: zona ZEPA, Lugar de Interés Comunitario, Red Europea de Geoparques, convenio RAMSAR,
Reserva de la Biosfera, ZEPIM.

81
Aljibes y molinos en Cabo de Gata - Nijar

pequeñas elevaciones montañosas, adustas y oscuras por su origen volcánico,


marcan el contrapunto con los azules del mar Mediterráneo. Una línea de cos-
ta desigual alterna acantilados con calas arenosas, ora blancas, ora negras.
El territorio de “Cabo de Gata-Níjar-Carboneras” refleja las grandes trans-
formaciones y los procesos socio-económicos que han afectado al Estado
español en los últimos decenios. Las crisis agrarias de los años cincuenta y se-
senta, el desarrollismo, los éxodos migratorios, la integración en la CEE –hoy
UE-, la redistribución territorial y productiva que ello supone, la integración
en los mercados globalizados, las nuevas percepciones del riesgo… Todos
estos procesos son observables en el análisis de este fragmento del sudeste
peninsular.
El ámbito de Níjar, donde hemos centrado este estudio de caso, es un mu-
nicipio de grandes dimensiones. Ocupa una vasta franja de más de sesenta ki-
lómetros cuadrados de extensión desde la Sierra Alhamilla hasta la Costa, con
treinta y cuatro núcleos de población. Muchos de sus habitantes se refieren a
este territorio como “Comarca de Níjar” soslayando la pertenencia a un solo
municipio. La complejidad y diversidad de este espacio -considerando ámbitos
tan diversos como su configuración física, su economía, su poblamiento, su
demografía o su caracterización social y cultural -sirven de argumento para
esta denominación. En esta heterogeneidad, en el pasado, los autóctonos han
diferenciado dos ámbitos preferentes:
1. El espacio más cercano al mar, y por tanto con más riesgos de saqueos y
peligros35. Va desde la línea de costa hasta unas pequeñas elevaciones monta-
ñosas denominadas la Serrata: es el “Campo de Allá”. Esta es la zona donde
se ubica el Parque Natural integrando poblaciones como San José, el Pozo de
los Frailes, Los Escullos, la Isleta del Moro, Las Negras... También quedan en
el “campo de allá”, asentamientos como Los Albaricoques o Fernán Pérez que
se ubican en los límites exteriores del Parque Natural
2. El otro espacio reconocido por las gentes de Níjar es el “Campo de Acá”,
que iba desde la Serrata hasta las estribaciones de la Sierra Alhamilla. Precisa-
mente en la vertiente sudoriental de la misma se ubica la villa de Níjar, a buen
recaudo de las incursiones piratas de la costa. Esta localidad con un precioso

35 Recordemos que se trata de una costa sometida a las incursiones de sarracenos y de otros piratas y
corsarios. Precisamente la abundancia de construcciones militares a partir del s.XVIII muestra un inten-
to de protección y de asentamiento permanente de la población en el área más cercana al litoral.

82
Capítulo III

caserío histórico, continúa siendo la capital municipal. Níjar estaba rodeada


por un conjunto de huertos del que todavía quedan algunos testimonios. Estas
huertas se regaban a través de un sistema hidráulico que comunicaban la aldea
de Huebro con la villa. Entre la Sierra Alhamilla y la Serrata se extendía una
amplia llanura –el valle del Artal- tradicionalmente de campos de secano con
pequeñas cortijadas dispersas y hoy transformado en el ámbito más poblado
del municipio –con nuevas localidades como Campohermoso y San Isidro y
con un paisaje de “mar de plástico” de la agricultura intensiva-. Esta zona no
se incluye en el Parque Natural.
Históricamente, la aridez ha marcado los límites de las actividades huma-
nas desarrolladas en la zona del Campo de Níjar. La búsqueda de agua –o
más bien de la forma óptima de aprovecharla y conservarla- y el desarrollo
de trabajos que permitieran subsistir en esta tierra, han ido conformando un
paisaje de espartizales y palmitos, de chumberas y pitas, de huertos recónditos
y llanos de cereal. Algunas casas de techumbres planas, escasos vanos y muros
trapezoidales, conformaron un poblamiento disperso de cortijos o cortijillos
(Gil Albarracín, 1992). Los sistemas de pozos, norias y aljibes, alimentados
por un cuidado constante de ramblas, atajaderas y diques dieron agua y vida a
un sistema agroforestal que se mantuvo hasta los años cincuenta. En las zonas
más aptas se cultivaba al tercio, cereales, maíz, legumbres... dejando siempre
zonas de barbecho. El ganado caprino y ovino era fundamental para mante-
ner un mínimo abono en los suelos áridos y poco profundos de la zona. En
muchas fincas el principal aprovechamiento era de carácter forestal -el palmito
(los “cogollos”) y el esparto, ambos con usos artesanales e industriales- com-
binándose con el aprovechamiento de pastos para el ganado. Pequeñas huer-
tas domésticas cercanas a los pozos culminaban el sistema agrario.
En lugares como San José o La Isleta del Moro se vivía principalmente de
la pesca. Unas pocas familias combinaban la pesca artesanal de bajura en la
zona con el desplazamiento temporal a las almadrabas almerienses, gaditanas
y a veces hasta onubenses (Cáceres Feria, 2001; Sitches, 1994). El parentesco
entre las gentes del campo y los pescadores propiciaba la búsqueda de salarios
complementarios, alternando algunas faenas.
Desde el s. XVII hay constancia de explotaciones mineras de cierta entidad
en la zona, aunque siempre con carácter intermitente. Hasta finales de los
años sesenta del siglo XX la compañía Adaro buscó beneficios en la riqueza
aurífera de Rodalquilar. Esta localidad llegó a contar con más de mil habitan-

83
Aljibes y molinos en Cabo de Gata - Nijar

tes, además de otros obreros que vivían en pueblos del interior – Huebro,
Níjar, Sorbas... - y se desplazaban a trabajar semanalmente. El cierre de la mina
provocó una emigración definitiva en un territorio en el que la agricultura de
subsistencia o la explotación del esparto ya no tenían sentido. La crisis agrícola
aquí, como en otros muchos pueblos de Almería, apenas se dejó sentir más
allá de la sangría migratoria que desde las primeras décadas del siglo XX, venía
afectando a estas tierras “legañosas”, como las designa Goytisolo (1982).
Tal como explican Provansal y Molina (1989, 1990) la distribución de la
propiedad de la tierra se repartía entre unos pocos grandes propietarios y
una mayoría de pequeños propietarios y aparceros. El complejo agro-pastoril
tradicional se basaba en una economía doméstica con diversificación de las
actividades. La dedicación a la agricultura o la pesca era complementada con
actividades salariales en la agricultura, en trabajos forestales –principalmente
la recogida del esparto- o en la minería. La desaparición de estas actividades
“complementarias”, la crisis del esparto o el cierre de las minas a finales de los
60, no dejó más camino que el de la emigración.
Sin embargo, la sangría demográfica de la zona es una constante desde
principios de siglo, como se observa en las tablas reflejadas abajo. La salida del
pueblo y el envío de dinero al mismo o el retorno años después, suponía una
de las formas de diversificar las bases económicas de los grupos domésticos
agrarios.

Transformaciones socioeconómicas
La comprensión de los diferentes posicionamientos y descripciones de los
referentes territoriales de la zona, pasa por comprender la heterogeneidad
interna de la misma ya en el presente. Las diferencias van desde los contrastes
paisajísticos a las orientaciones económicas; desde las procedencias de la po-
blación a los modos de vida y las expectativas de los distintos grupos; de las
formas de protección del territorio a la dispersión en el poblamiento.
El poblamiento disperso es una característica de esta parte de Andalucía y
se incrementa en un municipio como Níjar con un extensísimo territorio mu-
nicipal y con unas distancias que eran considerables si había que recorrerlas a
pie o en el lomo de caballerías.
Quizá uno de los aspectos que más llame la atención en el ámbito de Cabo
de Gata Níjar es la aceleradísima transformación socioeconómica que ha teni-
do lugar en no mucho más de treinta años. Los municipios del Parque Natural

84
Capítulo III

(Almería, Níjar y Carboneras) tienen un buen nivel de rentas y tasas de paro


bajas. Unos indicadores que los diferencian de otras zonas de Andalucía, pero
sobre todo que contrastan fuertemente con la situación de la comarca a prin-
cipios de los años setenta.

Cuadro 3.1. Empleo y rentas


Andalucía Almería Carboneras Níjar
Tasa de empleo 2001 42 48,5 49 62,4
Tasa de paro 2001 23,2 16,3 10 6,9
Renta media declarada 2002 13.777,36 15.096,75 15.068,36 11.724,03
Fuente IEA, Municipios Andaluces, Datos Básicos, Almería, 2005.


Este fragmento del levante almeriense deja entrever enriquecimientos y
ruinas, tierras horadadas y construcciones, desigualdades y jerarquizaciones
espaciales. La zona experimentó un descenso de población desde principios
de siglo, estacionándose durante la crisis del modelo agrícola tradicional, a
finales de los cincuenta. Este proceso se frenará en la década de los setenta a
partir del proceso de industrialización de Carboneras y en Níjar se comenzó a
notar algo más tarde, durante los años ochenta, con el desarrollo de la agricul-
tura bajo plásticos. El cuadro de evolución de la población muestra en Níjar
y Carboneras un crecimiento fuerte y casi sostenido desde la década de los
ochenta. En ambos casos, los nuevos procesos socioeconómicos van a atraer
a vecinos de los pueblos de alrededor y también a especialistas y expertos de
otras zonas de España. Con posterioridad, el desarrollo agrícola ejercerá su
atracción en áreas más lejanas (Norte de África, Europa del Este, Latinoamé-
rica…). El caso de la capital, Almería, presenta una evolución muy diferente,
con un crecimiento sostenido a lo largo de todo el siglo. El incremento de
población además parece continuar a un ritmo importante36.

36 Según datos del padrón municipal publicados por el ayuntamiento de Níjar en sep-
tiembre de 2005 se contabilizaban 26.397 habitantes, frente a los 21.306 que aparecen
en 2004.

85
Aljibes y molinos en Cabo de Gata - Nijar

Cuadro 3.2. Evolución de la población.


1900 1930 1950 1960 1970 1981 1991 2001 2004
Almería 47.202 52.409 75.861 86.680 114.298 140.745 155.120 166.328 177.681
Níjar 12.558 10.382 10.557 11.709 11.213 11.023 12.554 17.824 21.306
Carboneras 4.868 3.732 3.717 3.090 3.051 4.102 5.703 6.823 7.100
Fuente SIMA, IEA Series Temporales, Padrón Municipal. Elaboración propia.

No es comprensible la dinámica de crecimiento poblacional y económico


de la zona si no existiera a pocos kilómetros lo que se ha venido llamando
el “mar de plástico” de Almería. El éxito económico y comercial de la agri-
cultura intensiva bajo plástico en la zona del Poniente (al oeste de la capital
provincial), buscó su expansión con otros suelos más baratos y nuevas zonas
de captación de agua en el municipio de Níjar. Esta actividad económica y sus
actividades asociadas, directa o indirectamente, son un factor fundamental de
análisis para comprender la evolución poblacional y las características socio-
demográficas de la zona.
Esta dinámica, tiene un primer origen en las actuaciones estatales para es-
tablecer nuevas zonas agrícolas en áreas con riesgos de despoblación: son los
conocidos “poblados de colonización” establecidos por el Instituto Nacional
de Colonización durante los años cincuenta. En Níjar se fundaron las pobla-
ciones de Campohermoso, San Isidro, Pueblo Blanco y Atochares a partir de
1959. Hoy ocupan el sector central del Campo de Níjar, entre la Serrata y la
actual autovía del Mediterráneo en el “Campo de Acá”. La iniciativa estatal de
puesta en regadío de la zona durante un tiempo pareció abocada al fracaso,
no obstante el panorama cambió con los cultivos de enarenados que se ex-
tendieron por el Campo de Dalías y el Campo de Níjar (Provansal y Molina,
1991). Se transformó definitivamente en la década de los noventa, con la ex-
pansión de los invernaderos. En la actualidad, los dos núcleos de población de
Campohermoso y San Isidro, son los que reúnen más población, en los que
se genera más movimiento económico y también donde se concentran más
desigualdades y conflictos sociales.
La composición de la población, así como su diversidad, es un elemento
clave para entender algunos de los procesos y problemáticas que analizaremos
más adelante. Téngase en cuenta que según los datos del Padrón municipal de

86
Capítulo III

2004, el 69% de la población nijereña es nacida fuera37. Quiere decir que una
parte importante de los pobladores de la zona son colonos, una población ve-
nida a explotar las tierras puestas en regadío, a trabajar y progresar en la zona.
Una evidencia del efecto de atracción tan potente que en la actualidad tiene el
municipio de Níjar es que el porcentaje de nacidos fuera se ha duplicado en
poco más de una década: el censo de 1991, señalaba como no nijareños sólo
al 38% de la población.
Los tres municipios del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar presentan unos
porcentajes relativamente altos de extranjeros en su composición poblacional,
aunque es en Níjar donde se está produciendo un crecimiento más acelerado,
llegando a representar un 36% de la población38.
Ahora bien, esta población extranjera no puede ser considerada de modo ho-
mogéneo en cuanto a su situación socioeconómica y política. Por una parte,
hay cierta población de procedencia europea –que no es la mayoritaria- que
ha venido buscando el descanso y las privilegiadas características de la zona.
Son propietarios de segundas residencias o personas dedicadas a la hostelería.
Este sector, con todo, es minoritario frente a los europeos procedentes del
Este que, junto a los magrebíes, conforman el grupo más numeroso de tra-
bajadores de la agricultura y en la construcción de la zona. Los inmigrantes
dedicados a la actividad agrícola se concentran principalmente en el área del
Campo de Níjar –fuera de los límites del parque natural-, donde se producen
los principales problemas de infraviviendas, servicios inadecuados, falta de
integración, etc.
Hoy el sudeste de Almería ya no es un lugar perdido en el mapa. Es uno
de los ámbitos andaluces que mayor renta per cápita tiene y es reconocido por
sus exportaciones hortofrutícolas. Los caminos de polvo, que hasta los años
ochenta eran el único modo de llegar a muchos de estos pueblos, han sido
sustituidos por la autovía y por una extensa red de carreteras asfaltadas. Servi-
cios de agua, luz, teléfono, alcantarillado, escuelas... han llegado a las distintas
pedanías. Ha desaparecido el carácter de marginalidad y periferia que durante
décadas caracterizó este territorio.

37 La población residente en Níjar según su lugar de nacimiento se distribuye del siguien-


te modo: De Níjar el 31%; de la provincia de Almería el 38%; otros andaluces el 4%; otros
españoles el 5% y extranjeros el 22%. (Fuente SIMA, IEA, Padrón Municipal 2004).
38 Si se incluyen los datos del padrón actualizado tras la aplicación de la última ley de
regularización de inmigrantes extranjeros, aparecen 9.519 personas contabilizadas en
2005, lo que supone el 36% de la población nijereña.

87
Aljibes y molinos en Cabo de Gata - Nijar

Protección medioambiental y desarrollo turístico


Agricultura intensiva y Parque Natural son los dos elementos que han
marcado el territorio nijareño en las dos últimas décadas. Ambos procesos,
en cierto sentido se han desarrollado de forma paralela, sin coordinarse: la
agricultura de la mano de los pequeños propietarios y del capital privado,
en el Campo de Acá, en la planicie del Artal; la protección medioambiental
incentivada por grupos de clase media e intelectuales de la zona y foráneos,
desarrollada por la Administración pública, centrada en el ámbito litoral, en el
Campo de Allá. Dos procesos que en otros aspectos son antagónicos, y han
estado enfrentados, en las lecturas diferentes del espacio, en la lucha de intere-
ses de unos y otros grupos. Estos dos fenómenos han tenido una repercusión
demográfica o económica, pero también y no de modo secundario de carácter
sociopolítico e identitario.
La declaración de espacio protegido en 1987 vino a poner límite a la expan-
sión de los cultivos enarenados. Durante muchos años, la figura de protección
se vio como un freno a la agricultura de invernadero, que crecía exponencial-
mente en cuanto territorio estuviera disponible, ocupando incluso determina-
dos espacios dentro del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar. La declaración
de parque, en principio, también pareció alejar los intereses urbanísticos de
construcción en una de las áreas del litoral mediterráneo que, a finales de los
ochenta, aún no se había visto invadida por el cemento.
Cabo de Gata-Níjar es uno de los primeros espacios protegidos por la
acción del gobierno andaluz, en 1987. El mayor incremento en espacios pro-
tegidos en Andalucía se produce inmediatamente después de la aprobación de
la ley andaluza, Ley 2/1989, de 18 de julio, del Inventario de Espacios Natu-
rales Protegidos de Andalucía: a finales de julio de 1989 se declaran 17 nuevos
parques. Desde entonces hasta hoy, aunque se han desarrollado otras figuras
de protección ambiental, sólo dos nuevos parques han venido a sumarse a
los ya existentes el de Sierra Tejera-Almijara y el del Estrecho. Andalucía, en
cualquier caso, es una de las regiones europeas con más espacios naturales
declarados y más superficie protegida.
La preocupación legislativa y las actuaciones de ellas derivadas desde fi-
nales de los ochenta y durante la década de los noventa, se incardinan en un
contexto de ámbito global. Por una parte, tiene que ver con la integración
en la Unión Europea, en sus fórmulas sobre la Política Agraria Común y
la reorganización de los territorios que de esta anexión se deriva. Como es

88
Capítulo III

sabido, la PAC establece un ámbito para disminuir la producción agrícola de


diversas zonas continentales y las regiones más afectadas hasta ahora han sido
precisamente las mediterráneas. Como fórmula alternativa a la reducción de la
producción agrícola en Andalucía se pretende una reorganización económica
hacia sectores terciarios, basados en supuestos ámbitos capaces de absorber
gran cantidad de mano de obra, como los servicios personales y el turismo
(Coca Pérez, 2008). Estos sectores se ligan al patrimonio cultural y natural
como factores de cambio y de atracción de nuevas inversiones. En este con-
texto hay que entender la expansión superficial y numérica de los espacios
protegidos en las últimas décadas en Andalucía y el lugar preeminente que
ocupa en el ranking europeo. También es en este ámbito de orientación de las
políticas económicas europeas donde se inserta el espíritu de las leyes y de los
instrumentos de ordenación y gestión de dichos espacios.
Al igual que en el caso de la protección cultural, la protección medioam-
biental aboga, teóricamente, por el acceso y el uso público de estos lugares:
el acercamiento de los ciudadanos a la cultura y la naturaleza se considera la
principal garantía de conservación. Esta noción se conjuga en teoría, pero sin
éxito, o quizá cabría decir sin empeño suficiente, con la de participación de la
población local en la toma de decisiones y en los procesos de conservación.
En Andalucía los espacios protegidos han sido el centro de grandes in-
versiones que se vertebran en dos aspectos: por una parte la conservación
y protección de la naturaleza, entendida frecuentemente como opuesta e in-
compatible con los usos antrópicos (Coca, 2008; por otra parte, garantizando
el acceso a estos valores “naturales” y “paisajísticos” a ciertos grupos de po-
blación. El uso turístico es el que se está entendiendo como el elemento que
permite la conservación, el acceso a la población, la difusión de los valores
naturales y, lo que es más, uno de los mecanismos que podrían procurar in-
gresos a los antiguos agricultores. La Administración andaluza ha hecho una
gran apuesta por la difusión y la promoción turística de los parques naturales,
pretendiendo un desarrollo equilibrado de esta actividad. Otra cosa es que
ese equilibrio se haya logrado o que se pueda mantener y asunto diferente es
también cómo están aceptando estos cambios los pobladores autóctonos de
estas zonas.
En el caso del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar, desde un principio se
diseñó pensando en las “sinergias” derivadas de ese matrimonio entre con-
servación de la naturaleza y turismo (Castro Nogueira, 1987). En general, hay

89
Aljibes y molinos en Cabo de Gata - Nijar

bastante consenso sobre el crecimiento turístico que ha experimentado la zona


de Cabo de Gata, Níjar y Carboneras. Se comparan las afluencias de los años
setenta y ochenta, muy limitadas, con las de estos últimos años. Se indica que
la declaración de Parque Natural ha incidido en la promoción de la zona: hoy
día Cabo de Gata es muy conocido, sobre todo por el turismo nacional, por la
declaración de parque y las imágenes asociadas a esta promoción.
El crecimiento turístico del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar ha que-
dado marcado de forma muy clara en su paisaje. Una comparación entre los
planos urbanos de núcleos como San José, la Isleta del Moro, Agua Amarga e
incluso el Pozo de los Frailes, nos deja una evidencia: de los pequeños pobla-
dos vecinales que ocupaban estos pagos hace 40 años poco queda ya. El turis-
mo, aún cuando no aparece reflejado en los datos estadísticos y municipales
(sectores de actividad, número de empresarios, etc.), es uno de los sectores
que más crecimiento ha experimentado y que probablemente ha incidido de
forma importante en la distribución de medios de transporte y servicios a
estos pequeños núcleos de población.
En general, en la provincia de Almería el desarrollo del turismo se ha pro-
ducido más tarde que en otras zonas del litoral mediterráneo español. El tu-
rismo de Cabo de Gata-Níjar se califica de “emergente”, con “uso disperso”, “sin
integración relevante en circuitos comerciales” y con cierta carencia de servicios. Esta
caracterización parte de un modelo bipolar que lo opone al turismo masi-
vo, comercial, desarrollista, característico de la zona de Aguadulce-Roquetas-
Almerimar (Rodríguez Vaquero, 1998).
Ciertamente el turismo de Cabo de Gata es aún incipiente y no se puede
caracterizar de masivo. El parque natural ha estado relativamente aislado in-
cluso de lugares no muy distantes, con carreteras sin asfaltar y sin ningún tipo
de servicios disponibles para el turismo hasta hace unos quince años. Desde la
década de los sesenta-setenta había un pequeño turismo de segunda residencia
con un carácter marcadamente local: vecinos de la capital, Almería, que tenían
una casita de veraneo en San José, Agua Amarga o Carboneras. También en
los años setenta unos pocos extranjeros de clase media, autocalificados de
“bohemios”, “hippies” o “sesentayocheros”, se asentaron en la zona, residien-
do en ella intermitentemente. Estos grupos, procedentes de Francia, Alema-
nia y otras zonas de Centro Europa, fueron en principio muy poco numerosos
pero muy visibles, y aún hoy sirven de emblema para determinadas imágenes
que se proyectan sobre la zona.

90
Capítulo III

A finales de los años ochenta la mejora de comunicaciones de la provincia


de Almería y el avance en las conexiones entre Níjar, Carboneras y Mojácar
situaron el litoral de Cabo de Gata en el punto de mira de inversores inmobi-
liarios. Los principales núcleos turísticos de la zona crecían con nuevas casas
y apartamentos... La declaración de espacio protegido frenó las tendencias
constructivas que predominan en todo el litoral mediterráneo. No obstan-
te, los núcleos de población del parque han crecido considerablemente. La
afluencia turística de Cabo de Gata Níjar se consolida y crece en los últimos
diez años, desarrollándose algunos servicios hoteleros y aumentando la oferta
de alquileres, en la mayoría de los casos no declarados.
El turismo de la zona, aunque intenta reorientarse hacia una oferta ecoló-
gica o de turismo de naturaleza, sigue presentando características vinculadas
a la demanda de sol y playa. De hecho, uno de los principales problemas del
Parque Natural Cabo de Gata-Níjar es la fuerte estacionalidad turística con-
centrada en los meses de verano y en vacaciones de Semana Santa. Ello a pesar
de que un clima benigno y una oferta basada en otras actividades turísticas
podrían prolongar y diversificar los meses de atracción.
En síntesis, la evolución y caracterización del turismo se puede concretar
en tres etapas diferenciadas. Una primera desde los años setenta hasta prin-
cipios de los noventa, en la que el turismo es muy escaso conviviendo por
una parte, una comunidad pequeña —pero muy llamativa— de gentes de la
Europa del norte (austriacos, alemanes, belgas, franceses…) que residían tem-
poralmente en la zona y se construyeron sus casas, junto a algunos nacionales
del centro y norte de España que vinieron descubriendo la naturaleza allá por
los años ochenta. Por otra parte, en esta primera etapa se observa un turismo
familiar de carácter local –de Almería o Granada— que tiene aquí su segunda
residencia para los largos veraneos de las clases medias.
Muchos de nuestros informantes tienen una visión idealizada del turismo
en sus primeras etapas en el parque. En los años ochenta, dicen, este era un
sitio paradisíaco al que sólo venían extranjeros, artistas, gentes con cultura,
con medios económicos…
Pero el personal que venía, fundamentalmente franceses, artistas, pintores, escritores, gente de la
literatura, poetas... gente que realmente venía a este espacio perdido y se quedaba y se gastaba el
dinero y era un buen turismo. Muchos de ellos tenían viviendas particulares suyas y otros alquilaban
apartamentos, casas...
[En el 58, 59, 60] Venir a Carboneras era una aventura. Pero esta gente que venía... Franceses
sobre todo... Bueno que vivían en Francia, que es distinto. Todo era gente alrededor del arte y muchos

91
Aljibes y molinos en Cabo de Gata - Nijar

de ellos del arte de vivir. Había treinta y cinco que venían con dinero, con mucho dinero y otros que
venían alrededor de esos treinta y cinco. Descubren esto y claro... casas bajas, tejados planos de tierra
roya, las calles en piedras... bueno, no un pueblo del oeste, ¡una cosa! Algo espectacular y precioso, pero
con unas condiciones absolutamente lamentables. (Aniceto, concejal de Carboneras, 2005)
Una segunda etapa se abre con la declaración de Parque Natural y va desde
los primeros noventa hasta finales de la década: se desarrollan ciertas iniciati-
vas turísticas para dotar de servicios e infraestructuras al parque –en esta etapa
se construyen casi todas las plazas hoteleras y muchas de restauración del total
que se asientan hoy en la zona-. Aumenta el turismo familiar, pero sobre todo
se advierte el efecto llamada que la declaración tiene en los públicos más es-
pecializados. La promoción turística no es demasiado fuerte, pero los grupos
de clases medias que buscan lugares “diferentes” donde pasar las vacaciones
se ven atraídos por la figura de protección. Esta etapa se caracteriza por un
crecimiento progresivo de público sobre todo en las épocas de verano. Para
muchos de nuestros informantes no hay distinción entre esta fase y la que se
está produciendo en la actualidad.
En la última etapa se ha producido una fuerte estacionalidad marcada por
la saturación del parque en épocas veraniegas. Saturación proveniente no sólo
de la construcción de nuevas viviendas –segundas residencias- en los núcleos
del parque, sino también de la afluencia progresiva de visitantes de diferentes
puntos de la provincia. El final de esta etapa lo representa la instalación de
diversos complejos turísticos en el municipio de Almería, en la frontera con el
Parque Natural Cabo de Gata-Níjar y que ofertan éste.

TENSIONES EN UN ESPACIO DISPUTADO


Los invernaderos han cambiado la fisonomía de este territorio y las carac-
terísticas sociales de la población nijereña, estableciendo una división cada
vez más acusada entre el “campo de acá” y el “campo de allá”. El cultivo bajo
plástico comenzó a finales de los ochenta y fue durante los noventa cuando
creció de forma más llamativa. En la actualidad Campohermoso y San Isidro
son las entidades más dinámicas y conflictivas.
Uno de los enfrentamientos más visibles en la zona es el que opone, por
una parte, a la Administración medioambiental y a los sectores defensores del
Parque Natural y por otra parte, a los propietarios agrícolas del espacio prote-

92
Capítulo III

gido y en general del Campo de Níjar39.


A finales de la década de los 90, cuando la expansión de los invernaderos
parecía imparable y los márgenes de rentabilidad se ajustaban cada vez más,
los agricultores de Níjar y de sus alrededores buscaban nuevos lugares don-
de instalar sus industrias de producción de pimientos, calabacines, tomates…
Fue entonces cuando estalló un conflicto hasta entonces larvado y que hoy,
casi una década después, está aún presente en las formas de relación de los
pequeños propietarios agrícolas de la zona con el Parque Natural.
(…) aquí la revalorización de los terrenos, que es lo que trae esto, se produce en los años 95 y 96,
en los que hay un boom increíble. (…) El movimiento más fuerte en contra del Parque fue... en torno
al 97-98, que se constituyó una asociación que se llamaba ARROPE... era una asociación formada
por agricultores, que tenían sus propiedades allí y que no podían desarrollar su actividad y bueno,
también apoyados por una televisión local, generándose un movimiento social en el que al final de cada
reunión era denunciar el parque... Entonces claro, un movimiento bastante importante.(...) llegándose
a hacer reuniones en Los Martines, donde hay 20 habitantes, en los Albaricoques donde hay 200…
y yo he ido a reuniones donde podían haber 500 personas. Era increíble. Aquello era terrible y las
conversaciones eran toda la noche: parque, parque, parque y parque y caña al mono al Consejero de
Medio Ambiente y al Delegado, a quien se le daba hasta el cielo de la boca, al que estaba ahora... Y
aquello era un poco... la gente no podía ni oír hablar del parque. Y eso se ha apaciguado, la gente se
ha concienciado. Las gentes animadas por eso se metían en actuaciones a las bravas, sobre todo con los
famosos invernaderos ilegales. La gente se envalentona, pero ¿para qué? si le iba a abrir expediente
Medio Ambiente. La gente luego venía diciendo que le habían abierto expediente... Pues claro, si
es que es ilegal. Y ya los demás veían eso y se apaciguaban y se lo piensan un poco más. Sí, hay un
rechazo muy importante, pero no como antes. Quien defiende lo contrario también tiene su parte... su
argumento (Alfredo, Concejal del de Níjar, 2005)
El relato de nuestro informante, aunque parcial, refleja algunos aspectos de
la situación. Los “paisanos” de la zona utilizan los siguientes argumentos:
- En primer lugar, reivindican el derecho a una tierra que ha sido siempre
suya, que perteneció a sus padres y sus abuelos y que han sabido gestionar y
mantener hasta la llegada de los “extraños” que dirigen y defienden el Parque
Natural40.
- En segundo lugar, perciben una ausencia absoluta de un proceso de partici-

39 Recientemente, Danielle Provansal (2003) publicaba un artículo en el que oponía tres


grupos sociales con modelos territoriales diferenciados: los productores, los consumido-
res y los gestores de paisaje respectivamente los agricultores, los turistas y los políticos
y técnicos.
40 Es llamativa esta legitimación a través de la herencia, de los ancestros, cuando una
parte importante de los que defienden este argumento no son nacidos en el municipio,
sino en otros pueblos de Almería o Granada.

93
Aljibes y molinos en Cabo de Gata - Nijar

pación en el que se les consultara o se les permitiera decidir qué futuro que-
rían para su tierra natal. “El parque se ha hecho sin consultar a nadie”, “Aquí
Joaquín [el alcalde] firmó, pero no nos preguntó a ninguno”. La protección de
este espacio se configura desde el principio, en las percepciones de los veci-
nos, como algo realizado de espaldas al pueblo.
- En tercer lugar, y como reivindicación principal, se compara la situación de
las personas que tienen una pequeña propiedad fuera de los límites del Parque
Natural frente a los que la tienen en su interior. En una tierra donde la emi-
gración ha sido una experiencia cotidiana, donde la obtención de lo necesario
para vivir era siempre difícil de alcanzar, la idea de “dejar a los hijos la vida
resuelta” es de una rotundidad indiscutible.
La mayoría de los “autóctonos” señala la injusticia de estar “de la raya
para acá o de la raya para allá”. En diversos contextos se reitera una anécdota
paradigmática: “Dos hermanos que reciben su herencia y, al partir, a uno le
ha tocado dentro del Parque y al otro fuera. Uno es más pobre que las ratas
mientras que el otro es millonario. El primero es que no puede hacer nada, no
puede sembrar, no puede construir, no puede hacer invernaderos...” Muchos
comentarios informales demandan una permuta de terrenos: que se cambiase,
a los propietarios que lo quisieran, las tierras por otras de fuera del parque; que
la Administración adquiriese la mayor parte del espacio protegido.
No debemos olvidar que el desarrollo de la agricultura intensiva, junto a
la declaración de Parque Natural Cabo de Gata-Níjar, ha transformado nota-
blemente el valor de mercado de los terrenos. En las zonas donde se pueden
construir invernaderos el precio de la hectárea se multiplica por miles frente
a las zonas de Parque Natural Cabo de Gata-Níjar donde no pueden hacerse.
En los últimos años además ha habido una fuerte revalorización del precio del
suelo en las áreas urbanizables, mucho más en los núcleos del parque próxi-
mos al litoral.
Una de las circunstancias que genera más tensión y que se usa como argu-
mento en contra de la Administración y de los responsables de Medio Am-
biente es la inexistencia de un entorno de amortiguación del Parque, circuns-
tancia que coexiste con otra que genera más confusión: una zonificación en la
que están permitidos ciertos invernaderos en el interior del mismo. De hecho,
el Plan de Ordenación de los Recursos Naturales (PORN) y el Plan Rector de
Uso y Gestión (PRUG) de 1994 reconocieron como zonas D2 hasta cincuen-
ta hectáreas de terrenos. En esos lugares se podía continuar desarrollando la

94
Capítulo III

agricultura intensiva. Esta práctica ha sido ratificada por las remodelaciones


de los PORN y PRUG aprobadas en 2006. Un argumento que no suele ex-
plicitarse, pero que desde nuestro punto de vista explica lo tardío de las rei-
vindicaciones de los agricultores (la Declaración es de 1987 y las principales
movilizaciones fueron en el 97-98) y el contenido de las mismas, fueron las
implicaciones de la ampliación del terreno protegido en 199441.
Durante muchos años, los propietarios de terrenos y los agricultores de
la zona se han enfrentado tanto a la Administración medioambiental como
con las asociaciones de ecologistas y los diversos grupos conservacionistas.
Los primeros apostaban por un modelo en el que la agricultura intensiva fue-
ra la base del crecimiento económico de la zona, el sustento de las familias
que vivían allá. El orgullo que muestra Francisco en la cita que encabeza este
apartado lo resume todo: ...decías que [eras] de Almería, y nos decían los de las “laga-
ñas”. Pero esto se ha levantado mucho con la agricultura. (...) Y desde eso, ahora somos la
Provincia…[pausa] No se si la que más, pero de las mejores provincias de Andalucía.(…)
La agricultura intensiva ha realizado el milagro de no tener que abandonar la
tierra donde uno ha nacido. Los plásticos han multiplicado el nivel de vida de
padres a hijos. La agricultura de invernadero ha hecho de Almería una de las
provincias más pujantes del sur peninsular, dando la vuelta a décadas, cuando
no siglos, de marginación y olvido.
Frente a este convencimiento, hecho de memoria, sudor y experiencia; he-
cho también de enriquecimientos rápidos o de deudas perpetuas, la contami-
nación, el deterioro del paisaje, son considerados males menores y necesarios.
Los propietarios y agricultores percibían a los conservacionistas y ecologistas
como los que presionaban para expulsarlos de sus tierras, los que desprecia-
ban sus esfuerzos y sus necesidades, los que reivindicaban más y más espacio

41 La Ley de 1989 estableció que los planes de ordenación y de uso y gestión (PORN y PRUG) debían
redactarse y aprobarse antes de la Declaración de espacio protegido (Ley 7/89 de 18 julio Inventario de
Espacios Naturales Protegidos de Andalucía). En Cabo de Gata se aplicó la norma con bastante retraso
y conllevó un cambio en la delimitación que amplió en 7.000 las hectáreas terrestres protegidas. Una
de las reivindicaciones de ARROPE (Asociación para la Reordenación y Reestructuración Ordenada,
Precisa y Equitativa del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar) precisamente está en que se les reconozca
el derecho de venta o expropiación que supone el cambio de uso de los terrenos. La estrategia de la Ad-
ministración, por el contrario, se dirigió a cortar en seco un proceso de ocupación de la tierra por inver-
naderos, reconociendo temporalmente los derechos de aquellos propietarios que ya los tenían instalados
y negando ninguna posibilidad a los que aún no habían hecho la inversión. Con ello se evitó además el
coste, casi impagable, que supondría indemnizar a los propietarios del suelo.

95
Aljibes y molinos en Cabo de Gata - Nijar

para el Parque Natural, más áreas de amortiguación, etc.


La presencia de invernaderos y de otras instalaciones en determinadas zo-
nas del Parque ha sido denunciada de forma reiterativa por las asociaciones
ecologistas (Asociación de Amigos del Parque, Ecologistas en Acción, Grupo
Cóndor, Grupo Ecologista Mediterráneo, Green Peace, etc.) y por muchos de
los empresarios turísticos del parque (ASEMPARNA). Estos grupos llevan
más de dos décadas denunciando el proceso de desertización, la salinización
de los suelos, la sobreexplotación de los acuíferos y los efectos contaminantes
de los residuos como el plástico que originaba esta agricultura (Fernández Re-
yes, 2005). Concretamente, la Asociación de Amigos del Parque denuncia hoy
día las delimitaciones de los nuevos planes de ordenación y gestión del parque
y la consolidación de ciertas áreas de invernaderos que llegan a ampliar, según
dicen, las que ya había antes. Los grupos ecologistas y conservacionistas acu-
san a este tipo de explotaciones de intensificar el proceso de desertización de
la zona. Las remociones de tierra, la sobreexplotación de los acuíferos, la con-
taminación de los suelos y las basuras generadas por estos cultivos se señalan
como absolutamente incompatibles con la conservación de la naturaleza.
Desde un punto de vista paisajístico, los conservacionistas, los turistas y
gran parte del sector turístico-hotelero considera que la agricultura de inver-
nadero provoca un fuerte impacto visual, perjudicial para sus intereses. Para
los empresarios turísticos la presencia de naves de envasado, de almacenes
de aperos y de zonas de invernaderos en las carreteras de acceso al Parque
Natural son en sí mismas una mancha a la imagen de lugar idílico, paradisíaco
y virgen con que pretenden atraer a sus clientes. Para un visitante es difícil
comprender cómo están trazadas las fronteras del espacio protegido y su con-
fusión aumenta aún más cuando, ya adentrado varios kilómetros en lo que
supone que es una zona “natural”, tropieza con una construcción de aluminio
y plástico que asocia con valores contrarios a los que pretende defender y vi-
venciar en un lugar como este.
Tal como señala Provansal (2003), entre estos dos puntos de vista de los
agricultores-propietarios y de los conservacionistas y turistas hay dos modelos
diferentes de aproximación al territorio: los primeros dan prioridad a un uso
para la subsistencia, un espacio donde se trabaja y que se transforma para
extraer sus frutos; los segundos tienen una visión de consumo de paisaje,
contemplativa, aunque no por ello dejan de tener impacto en el mismo.
En los últimos años, sin embargo, la principal tensión que se está explici-

96
Capítulo III

tando en el Parque Natural Cabo de Gata Níjar tiene que ver con el desarrollo
del turismo y, asociado a éste, con la expansión de la construcción. Uno de
nuestros amigos de la zona nos describía la actividad incesante de las grúas en
estos parajes. Decía que entre 2003 y 2005 se habían duplicado o triplicado
todos y cada uno de los núcleos principales de la zona de Níjar: la Isleta del
Moro, San José, Las Negras, Rodalquilar, Agua Amarga…
Unos kilómetros de costa sin edificar que atraen hacia sí todas las inver-
siones de las grandes inmobiliarias de la zona. Durante más de una década el
Parque Natural Cabo de Gata Níjar ha parecido estar fuera de los procesos de
especulación que atacan al litoral español. Excepto San José, definido como
el núcleo turístico de la zona, todos los demás pueblecitos han ido creciendo
muy poco a poco, llenando sólo algunos huecos en ciertas parcelas. Pero en
los últimos años el afán constructivo se ha redoblado y no ha dejado fuera
este trozo de costa. En la Isleta del Moro se han construido cien viviendas y
están autorizadas otras trescientas; en Agua Amarga el proyecto de La Marina
desarrollará una urbanización con cuarenta hectáreas del terreno con vistas al
mar; en Rodalquilar una afamada constructora ha levando una urbanización
que llega hasta el límite de la carretera...
Los planes de 1994 reconocían unas normas subsidiarias en las que alrede-
dor de los núcleos urbanos se podría ir urbanizando. Esas parcelas salen a la
cruda luz de las presiones urbanísticas. También las previsiones y los modelos
de crecimiento de los consistorios del parque ocupan cierto protagonismo
en las épocas de alegaciones a los nuevos planes generales de ordenación. El
debate toma la calle trascendiendo los salones de plenos, las jornadas de espe-
cialistas y los periódicos: llega a las asociaciones, los bares y hasta a ocupar la
plaza del pueblo (como hizo el otoño de 2005 la “Plataforma Carboneras por
su futuro”, respecto al caso del Algarrobico). El ayuntamiento de Níjar avanza
que su idea es crear un “cinturón turístico” en una segunda línea. No construir
en el parque, sino en derredor: algunos miles de viviendas distribuidas en ur-
banizaciones y núcleos de población que se asientan en los mismos límites del
parque natural.
El debate, o mejor dicho, las posiciones enfrentadas están encima de la
mesa. Dos modelos turísticos opuestos se planifican sobre un mismo terri-
torio: un modelo masivo de sol y playa basado en la segunda residencia, que
compita en igualdad de condiciones con los municipios de alrededor. El otro
modelo es más elitista y apuesta por un turismo cultural y de naturaleza que

97
Aljibes y molinos en Cabo de Gata - Nijar

se aloje en el parque y tenga preeminencia en el uso de sus prestaciones y


servicios. En la actualidad el sistema oscila entre los dos modelos, ocupando
el mismo espacio y generando muchos problemas en la zona sobre todo en
temporada alta donde se dan carencias de servicios, infraestructuras (agua,
energía eléctrica, recogida de residuos sólidos, etc.) y aglomeraciones en cierto
parajes.

Segmentaciones sociopolíticas
“Yo no soy el alcalde sólo de unos pocos, yo soy el alcalde de todos y tengo que compaginar
los intereses de unos y de otros, tengo que preocuparme por las treinta y cuatro barriadas que
componen el municipio…” Con estas palabras Joaquín García, alcalde de Níjar,42
se dirigía el pasado noviembre de 2005 a una audiencia formada mayoritaria-
mente por empresarios turísticos del Parque Natural Cabo de Gata y también
por algunos técnicos e intelectuales invitados.
Agricultura intensiva y Parque Natural son los dos elementos que han mar-
cado el territorio nijareño en las dos últimas décadas. Procesos que se han
desarrollado de modo enfrentado y antagónico, protagonizados por sectores
de población con características sociales muy diferenciadas.
En principio el municipio de Níjar pudiera parecer una zona muy heterogé-
nea, con pueblos muy diferentes, autocentrados, o al menos agrupados en dos
demarcaciones. Una separación aparente marca distancias entre la zona del
parque natural y el área de cultivos intensivos. La línea más fácil de trazar seria
aquella que diferencia a los agricultores del interior de las gentes que viven del
turismo y de la mar en la costa.
Pero esto no sucede exactamente así. Los matices son importantes para
comprender los modos en que se construyen las autodefiniciones y las alteri-
dades. Y los que es más importante, para entender los procesos de reivindica-
ción y significación del territorio.
Las gentes que viven más cercanas a la costa forman un grupo heterogé-
neo, compuesto por los antiguos moradores de la zona, y los nuevos ocupan-

42 Joaquín García, del PSOE, ha sido alcalde de Níjar desde 1979. Sólo en las elecciones de 2002
perdió la presidencia del consistorio, por una alianza entre el Partido Popular (3 concejales), el Partido
Andalucista (1 concejal) y el Partido Independiente de la Comarca de Níjar (3 concejales). En 2004
una moción de censura apoyada por la presidenta del PiCN, Maria Eulalia Montoya, daba de nuevo la
alcaldía a Joaquín García.

98
Capítulo III

tes extranjeros y gentes del norte – de más allá de Despeñaperros- que se han
asentado allí atraídos por las características excepcionales del lugar. Los unos
campesinos y pescadores, muchos de ellos ya ancianos; los otros empresarios
y profesionales, ya no tan jóvenes, pues llegaron diez o veinte años atrás.
A finales de los setenta o principios de los ochenta, la población que queda-
ba en el área que es hoy Parque era bien exigua. La agricultura de subsistencia
no tenía razón de continuidad, las minas habían cerrado y solo en poblados
pesqueros se mantenía a duras penas una población vinculada a la mar. Tal
como afirman Provansal y Molina el cierre de las minas y el final de la comer-
cialización del esparto pusieron en evidencia los problemas de la distribución
de la propiedad de la tierra y la necesidad de actividades complementarias para
que la base agraria permitiera la subsistencia de una familia (1990). Así las
cosas, la emigración estaba presente en todas las familias. Algunos marcharon
a Alemania y después al País Vasco, volviendo sólo con las prejubilaciones de
la reconversión industrial. Otros hicieron recorridos más cortos. Manuel, ju-
bilado, lo cuenta así mientras arregla un cercado en los alrededores de Fernán
Pérez:
“Estas tierras las compré hace seis años, porque están al lado de donde nació mi mujer, en aquellas
casas de ahí enfrente. Yo también estuve viviendo ahí mismo [señala un lugar tras unas casas, a dos-
cientos metros], en un cortijillo que nos dejaron unos parientes, mientras esperábamos que nos dieran
unas tierras del IRIDA en Campohermoso. (...) Yo nací en Agua amarga, aquí cerca, ¿sabe donde
está? Pero allí no se podía vivir… de chico me fui con mis padres y mis hermanos a Lucainena. Allá
estuvimos unos años hasta que nos dieron las tierras en Campohermoso, con dieciséis años volví para
acá (...) al final compré un camión y he estado de camionero casi treinta años. (...) Mis hijos, tengo tres
y por aquí no vienen, ellos viven los tres en Campohermoso, tienen invernaderos. Si solo tuviéramos
esto de aquí, no tendríamos para nada... yo lo que quiero es arreglar esta casilla, a ver si me dejan y
tenerla para venir o para que alguien la use, alquilarla porque esto los veranos se llena, viene mucha
gente y por navidad y en Semana Santa...” (Manuel, agricultor y transportista, propietario, 2003).
Como Manuel, muchos moradores del Pozo de los Frailes, de Fernán Pé-
rez, de los Martínez, de las Hortichuelas o de otros dispersos, fueron atraídos
por las tierras de regadío del instituto de colonización agraria. También los
servicios como la luz eléctrica, el agua corriente, el médico o la escuela fueron
factores a tener en cuenta para desplazarse a los nuevos poblados del “Campo
de Acá”.
Unos pocos, que se quedaron, vieron el complemento de sus economías
tradicionales en el servicio a los pocos turistas que aparecían de temporada
en temporada. Los pioneros en eso del turismo fueron con frecuencia pes-
cadores avispados que cocinaban algunas viandas para los transeúntes y que

99
Aljibes y molinos en Cabo de Gata - Nijar

arreglaron o construyeron casas donde alojarlos.


Mientras que unos dejaban atrás las tierras de sus padres, algunos otros lle-
garon en busca de otra vida. Fueron algunos extranjeros alemanes, austriacos,
franceses, los que desembarcaron para residir largas temporadas, compraron
casas y tierras a bajos precios y las transformaron acordes con sus gustos pri-
mitivistas y naturalistas.
“Ese era mi sueño. Quería vivir en el campo. Como soy una mujer del sesenta y ocho quería vivir
y trabajar siempre con gente, una vida alternativa (…) Conocía España desde el cincuenta y nueve.
Era precioso. Todas las playas, la costa, nada estaba destruido.(...) Cuando llegué a Málaga, cogimos
un coche y nos pusimos a las tres de la noche en Las Negras. Era luna llena y se podía ver todos
los montes y el mar y me gustó desde el primer momento. Al día siguiente empezamos a andar y creo
que fue la primera vez que fuimos por el camino de costa de Las Negras al Playazo. Era un sitio
tranquilo, no-tocado, y me enamoré enseguida.(…) Aquí vine en el ochenta. (...) En el ochenta y dos
vine otra vez y me puse a buscar cosas.(…) Yo quería más de 1000 metros cuadrados, tampoco quería
vivir en una urbanización. Entonces vine otra vez a este valle andando y encontré arriba, en Cortijo
Colorado, un terreno que me enamoró.[…]” (Gertrude, empresaria de turismo, alemana, 2005).
Desde finales de los setenta y principios de los ochenta pasaron por estas
costas personajes diversos en busca de aventura, de lugares desconocidos y
auténticos. La filosofía de cambiar de vida y de renegar de lo urbano, de los
procesos de desarrollo y de modernización atrajo a algunos autodesignados
aventureros hasta estos parajes. Hay diversos relatos, impregnados siempre de
un halo romántico, sobre el descubrimiento del lugar. Este extremo perdido
de la península era un lugar al que resultaba difícil llegar, sin apenas servicios y
colmado de contrastes, paisajes y calas sorprendentes. Pero lo más importante
y pocas veces explicitado por los foráneos de entonces: era un lugar muy, muy
barato para las economías urbanas y aún más para los ingresos de la Europa
del Norte.
Una red de conocidos comenzó a asentarse temporalmente en la zona.
Unos amigos invitaban a otros a venir y esos otros a algunos familiares. Com-
praban casas y tierras por precios muy bajos, también venían de alquiler. La
colonia de extranjeros asentados nunca llegó a ser muy numerosa, pero sí
llamativa.
Junto a ellos fue creciendo el turismo local, de Almería y Granada princi-
palmente y que se asentaban en núcleos como San José, Las Negras o Agua
Amarga. Otros turistas jóvenes y venidos de otros puntos del Estado vieron
en este sector una oportunidad de vida y de trabajo. De este modo, muchos
de los actuales empresarios de hostelería y en general de servicios turísticos
proceden de la ciudad y no son almerienses.

100
Capítulo III

Los extranjeros pensionistas, junto a otros que vinieron a instalar su ne-


gocio, ya fuesen de un lado o del otro de los Pirineos y otros españoles o
andaluces que encontraron su lugar de trabajo y de vida aquí –maestros, mé-
dicos, comerciantes, etc.- conforman el grupo de forasteros. “Los de fuera”
a veces no proceden de lugares demasiado lejanos, pueden ser de Almería o
de Granada. En otras ocasiones tienen sus raíces en estas mismas tierras: son
hijos de padres que tuvieron que emigrar o una nueva generación de viejos
propietarios que han decidido establecer un negocio en la zona.
Los forasteros conforman un grupo amorfo y de límites poco definidos,
que se marcan precisamente por el contraste con los “autóctonos”. Se perci-
ben como diferentes y con intereses distintos. En Níjar el 70% de la población
vienen de fuera, lo que separa a unos y otros no es tanto la procedencia como
los “estilos de vida”. Como ya advirtiera Barth (1969), las definiciones identi-
tarias no tienen tanto que ver exactamente con los contenidos culturales como
con los significados atribuidos a éstos.
Los viejos campesinos y pescadores de la zona del parque mantienen fuer-
tes vínculos con las poblaciones del otro lado de la Serrata: el Campo de Acá.
Las relaciones surgen con fuerza entre unos vecinos que comparten parientes
en pueblos de uno u otro lado; entre amigos que vivieron la emigración hacia
pueblos del interior como Lucainena o Sorbas, o más lejos a las tierras distan-
tes del norte. Los vínculos se hacen presentes también en la visita a determina-
dos lugares para resolver problemas administrativos, para adquirir productos
o para recibir ciertos servicios.
Los agricultores del Campo de Níjar son ya muchos hijos o nietos de los
colonos que se asentaron a principios de los sesenta, cuando el IRIDA repar-
tió las parcelas de regadío a razón de cuatro hectáreas por grupo familiar. La
introducción de innovaciones con cultivos enarenados y cubiertos con plásti-
cos permitió el desarrollo de una agricultura cada vez más intensiva y estimuló
la apertura de pozos de propietarios particulares y la expansión de las zonas
de regadío (Provansal y Molina, 1989). A lo largo de los años los poblados de
colonización no han dejado de recibir población, el éxito de la agricultura de
invernadero y la falta de suelo en otras áreas del poniente almeriense ha ido
atrayendo año tras año a nuevos agricultores.
Los poblados de nueva colonización (Campohermoso y San Isidro princi-
palmente) son espacios de encuentro, de cruce de personas provenientes de
distintos lugares, aunque con un elemento en común, y es que casi todas las fa-

101
Aljibes y molinos en Cabo de Gata - Nijar

milias de la zona viven de la agricultura intensiva: como dueños de explotacio-


nes; como hijos de propietarios; como jornaleros agrícolas; como proveedores
de semillas, fertilizantes o infraestructuras; como operarias de los almacenes
de envasado; como parte de la red de transporte y distribución…
Son numerosos ya los estudios desde la antropología andaluza sobre zonas
de agricultura intensiva y las características de la economía familiar así como
las culturas del trabajo más características (Agudo, 1992; Martín Díaz, 1995;
Provansal y Molina, 1989, 1991, 1992; Cruces Roldán, 1994; Rodríguez Gar-
cía, 2003; …). La característica que define a la agricultura intensiva andaluza es
su dependencia. Las actividades que se llevan a cabo en nuestro país son sólo
una parte de la cadena del modelo de producción agrícola industrial intensiva
(Delgado y Moreno, 2002). Los circuitos de distribución se sitúan en Centro
Europa y algunos centros del Mediterráneo, controlados por multinacionales
y con un alto volumen de intermediarios. En estos centros de distribución es
donde se controla el valor añadido del producto agrícola e imponen las con-
diciones de producción y precios a las que se deben adaptar los productores,
presionándoles en los costes para poder ser competitivos.
Los sistemas de agricultura intensiva están ligados a un fuerte nivel de
tecnificación y una dependencia progresiva de grandes firmas proveedoras de
recursos necesarios para el desarrollo de la cosecha (o las cosechas, pues el ob-
jetivo es obtener más de una al año). Ello obliga a altas inversiones por parte
de los agricultores que no tienen más opción que endeudarse a gran escala.
Durante una primera época, los costes de esta inversión se amortizaban a tra-
vés de la sobreexplotación de la mano de obra familiar. Todos los miembros
del grupo doméstico, incluidos los niños a partir de cierta edad, trabajaban en
la finca familiar, se conseguía así minimizar los costes salariales y maximizar la
capacidad de mano de obra (Cruces, 1994). Esto va acompañado de un aban-
dono prematuro de la escuela y en general configura a una población con bajo
nivel de estudios: son muy pocos los que continúan estudiando más allá de la
etapa obligatoria y menos los que acuden a la universidad.
Por el contrario, muchos de estos hijos de agricultores, preferentemente
varones, tienen acceso a una pequeña parcela de su propiedad cuando aún son
jóvenes. Ello teniendo en cuenta que “En la actualidad, para que pueda fun-
cionar una hectárea de invernadero en Almería es necesaria una inversión que
ronda los 50 millones de pesetas. Dentro de este montante sobresale el coste
de la tierra, cuyo precio está entre 20 y 30 millones de pesetas por hectárea”

102
Capítulo III

(Delgado, 2002). Esta independencia y acceso al dinero desde muy jovencitos


no es bien comprendida por otros grupos sociales nijareños que observan
–censurándolos- cierto alocamiento y ostentación en el uso que hacen estos
jóvenes de sus ingresos.
Por otra parte, dado que el éxito de la explotación está progresivamente
vinculado a sistemas e innovaciones tecnológicas (la computerización del rie-
go, sistemas para controlar la excesiva salinidad del agua de la zona o las con-
diciones de temperatura y humedad en los invernaderos, el tipo de semillas, las
formas de fertilización de las plantas, el control de plagas, etc.) la explotación
es cada día más dependiente de empresas externas que controlan los conoci-
mientos y maquinarías. Y ello a pesar de que es cada vez más frecuente que
los agricultores más jóvenes intenten seguir diversos cursos directamente re-
lacionados con nuevas tecnologías y sistemas agrarios novedosos. Pero en vez
del conocimiento directo de la tierra, las simientes y las técnicas, del territorio,
de la climatología, etc. que tenían sus abuelos, estos agricultores dependen
progresivamente de los conocimientos de otros, de saberes, inversiones e in-
tereses de empresas multinacionales.
Otro de los giros que han dado las explotaciones agrícolas en los últimos
quince años es el paso de ser explotaciones familiares a ser explotaciones em-
presariales. Se ha observado un desplazamiento desde la explotación de la
mano de obra familiar hacia la demanda progresiva de mano de obra prove-
niente de otros países. En Níjar, mayoritariamente de procedencia magrebí.
Los expertos señalan que dentro del modelo de dependencia característico de
esta agricultura industrial, los escasos márgenes de competitividad empujan
cada vez más al productor a abaratar el coste de mano de obra y que ello va
ligado a la contratación de inmigrantes, con frecuencia sin regularizar y por
tanto sujetos a condiciones muy precarias de contratación pero sobre todo de
vida (Delgado y Moreno, 2002; Martín, Castaño y Rodríguez, 1999; Martín,
2002).

Autodefiniciones
La línea de fractura queda en los intereses y expectativas de dos grupos
con puntos de vista muy diferentes sobre tres temáticas: qué sentido tiene el
parque natural, qué debe hacerse con los invernaderos, en general, qué destino
debe darse al suelo, y en definitiva, cómo debe ser el futuro de la Comarca de
Níjar.

103
Aljibes y molinos en Cabo de Gata - Nijar

Quedan conformados dos colectivos identitarios (gente de fuera/ gente


de aquí o “autóctonos”/ “forasteros”), que en sí mismos por supuesto no
responden a estas denominaciones. Muchos de los que se dicen “de aquí” han
vivido realmente menos tiempo en la zona que otros que son llamados “de
fuera”. Ciertos hijos de emigrantes son catalogados como “de fuera”, mien-
tras que los colonos llegados a Campohermoso hace quince años se conocen
como “de aquí”. Estos comentarios de nuestros informantes muestran las
divergencias de posiciones:
A) Algunos puntos de vista del primer grupo, “los de fuera”:
“Estas playas vírgenes son preciosas pero no pueden soportar a miles de personas, no hay infraes-
tructura para ellos. Puedo enseñarte un rincón relleno de papeles de la mierda. Esas son cosas que
necesitan atención. (...) Además tenemos también problemas con los pescadores, son marranos, se que-
dan por la noche. Ellos no van a la escuela, se necesita educarles para que vean que esto [el parque] es
como un cuarto de estar, que debe quedar limpio. Y no tienen esa mentalidad. Algunos te miran como
locos y dicen: ¿qué dices tú, extranjera, a nosotros?” (Gertrude, empresaria hostelería, propietaria,
alemana, 2005)
“Yo creo que los votos del turista pesan tan poco que no se les valora. Esa es mi conclusión. Como
no votan...(...) acaban de aprobar una urbanización de 48 hectáreas en pleno parque natural, encima
de Agua Amarga. Se han cargado la playa de Agua Amarga, se han cargado la depuradora, los
comercios... ya me dirás (...) Los recursos del Parque Natural son absolutamente limitados y quien
se tiene que beneficiar son la propia gente del parque. Entonces, ahora se ha aprobado 48 hectáreas
donde irán 350 viviendas, más muchas plazas hoteleras. Pongamos que en total sean 500 espacios,
algo hipotético... Esos 500 espacios para vivir a quien tienen que beneficiar es a 500 propietarios del
parque a los que el parque ha dejado su propiedad tan solo para que le hagas fotos. En lugar de hacer
500 espacios todo junto y de un mismo propietario, se reparten esos 500 espacios entre los distintos
empresarios y a cada uno se le da para rehabilitar un cortijo, hacerse una casa rural... eso es lo que yo
intento explicar, pero parece que no se entiende. (María, concejala de Níjar, 2005)

B) Y otros de los que pertenecen al segundo grupo:


“Y luego ¿al servicio de quien está el parque? Evidentemente se supone un paraje de espacio publico
y luego una propiedad mayoritariamente privada. Pues si está al servicio de una generalidad, esa
generalidad debería de contribuir a su mantenimiento. (...)
Lo que yo percibo es que se produce una sustitución de la opinión, de la opinión del habitante,
de la opinión del residente, por otra privilegiada que es absolutamente insultante. La opinión del
parque no la puede copar nadie por muy enamorado que esté del parque eso es un disparate, es… una
indignidad, eso es tratar… eso es como en otro siglo llegó se produjo la colonización de América y los
indígenas se les… en fin. Ha habido también un proceso de sustitución, a nivel de propiedad, cuando
un determinado perfil de población entiende que esto es suyo y que reúne las cualidades que ellos ne-
cesitan y entonces desplazan, adquieren, y a continuación… por lo menos cuando se desplazan y son
residentes pues ya se incorporan, pero no me parece ni razonable ni lógico que quieran monopolizar la

104
Capítulo III

opinión sobre lo que sea el parque.(Ricardo, concejal de Níjar, 2003)


“[…] Y de los ecologistas lo veo yo un poco con mucha demagogia. Hablan de que el parque no se
cuida, que si tal... pero no hablan nunca de que hay que generar riqueza para los ciudadanos, crear
empleo... El parque se debe a la marginación de Níjar, es decir, que ha sido emigrante, que en la
costa no ha habido inversiones públicas nunca. Y por eso Níjar tiene esas calas vírgenes y no tiene
las barbaridades de Marbella, porque no venían inversiones. La gente de Níjar se fue a Alemania,
Barcelona... Y por eso está esto tan bonito y virgen. Los ecologistas a veces se pasan desde mi punto
de vista. Hay que cuidar el entorno, claro que sí, pero también hay que crear empleo y no destruirlo
en Níjar para crearlo en otro sitio. Que también hay que mantener el equilibro. Ecología sí, cuidar la
naturaleza, pero hay que pensar en los ciudadanos, que tienen que vivir. ¿O quieres que la gente vuel-
va a irse a Barcelona? Nadie de Níjar quiere masificar las playas de Níjar, pero tienen que vivir de
algo. Si no dejan hacer invernaderos y el turismo no se desarrolla entonces ¿qué haces?, ¿emigrar? En
ciertos sectores ecologistas veo mucha demagogia, es mi opinión (Miguel, empresario agrícola, 2005)
En este contexto, las actuaciones de la Administración de la Junta de Anda-
lucía forman parte de las interpretaciones que unos y otros otorgan al espacio
en el que viven. Desde el punto de vista de la Administración, la gestión del
parque “es cuestión de balance”, de equilibrio entre las políticas de promoción
y conservación del medio natural y la necesidad de desarrollo “sostenible” de
las poblaciones asentadas en el parque.
No obstante, este balance es percibido de forma muy desigual por los dos
sectores sociales que venimos describiendo. La línea de actuaciones políti-
cas y de gestión de la Delegación de Medio Ambiente y del Parque Natural43
adolece de varios problemas. En primer lugar, se caracteriza por la falta de
participación de la población en el proceso de delimitación del parque y en los
posteriores instrumentos de planificación. En segundo lugar, la forma en que
se están desarrollando los acontecimientos, la coloca en una situación que a
nadie contenta.
Desde el punto de vista de los agricultores y propietarios de la zona varias
son las reivindicaciones: consideran que los limites del parque no son los ade-
cuados, la expansión superficial de 1994 no está justificada; se debería haber
llevado a cabo una política de compensación y permuta de terrenos; se debería
ser más flexible en cuanto a los cultivos en las áreas de menor protección (o
tratar a todos según las mismas pautas); se debería privilegiar la compra de
terrenos a pequeños propietarios y no a los grandes, tal como se ha venido
haciendo hasta ahora; se debería permitir la recuperación y reconstrucción de

43 En este trabajo las actuaciones medioambientales se han estudiado superficialmente y siempre su-
bordinadas a la situación del patrimonio etnológico, pero como se ha dicho ambas están incardinadas.

105
Aljibes y molinos en Cabo de Gata - Nijar

las casas de sus antepasados; se debería tener más en cuenta lo que saben los
agricultores y habitantes mayores de la zona a la hora de aplicar políticas de
protección y gestión de los recursos, etc., etc. En la mayor parte de los casos
se trata, como puede verse con claridad, de un conflicto de intereses en el que
una de las partes se siente claramente perjudicada en detrimento de otras per-
sonas que disfrutarán de ese perjuicio.
Desde el punto de vista de los ecologistas, de los empresarios turísticos del
parque y de otros “nuevos residentes” las actuaciones de medioambiente son
algo más que demasiado templadas. Denuncian que sigue habiendo inverna-
deros ilegales en el parque; reclaman que se haga un área de amortiguación o
de pre-parque de forma que el acceso al mismo no sea entre almacenes indus-
triales y plásticos; demandan una mayor claridad en la demarcación topográ-
fica de las diferentes áreas de protección, muchos piden que desaparezcan del
parque las zonas calificadas como D, donde están permitidos los invernaderos
y usos afines; manifiestan su rechazo contra el desarrollo de las “bolsas de
suelo urbano” del parque, llegan incluso a interponer recursos judiciales de-
nunciando que consideran van en contra de la legislación… También aquí
coinciden grupos y personas con intereses económicos y políticos concretos,
como por ejemplo, las diferentes empresas de turismo que han desarrollado
una inversión para atraer a un público muy concreto o los residentes que han
comprado en un lugar determinado para gozar de ciertos privilegios medio-
ambientales, paisajísticos, etc.
Dentro de estos contrastes, que a veces se pueden traducir en enfrenta-
mientos explícitos, es donde adquiere su dimensión el discurso del alcalde de
Níjar con que empezábamos este epígrafe y que subrayaba que el ayuntamien-
to no debe gobernar para unos pocos, sino coordinar los intereses de todos,
un “todos” que da preeminencia a sus votantes tradicionales del Campo de
Acá. Los aspectos más visibles de este enfrentamiento tienen que ver con los
procesos de urbanización que se están produciendo en el parque (como el cre-
cimiento de La Isleta del Moro o la proyectada urbanización de la Marina de
Agua Amarga) o con la planificación urbanística defendida por el consistorio
y que prevé un crecimiento de gran numero de viviendas en el entono del par-
que natural. El desencuentro no se ciñe a aspectos concretos del urbanismo,
sino que se extiende en una sucesión de puntos de vista, actuaciones y símbo-
los que aglutinan a los dos sectores aludidos, identitariamente contrastados:
“autóctonos” y “forasteros”. Trabajaré estas contradicciones y los diversos
posicionamientos en el territorio en relación con nuestro objeto central de

106
Capítulo III

análisis: los procesos de patrimonialización en relación con los aljibe, norias y


molinos de Cabo de Gata-Níjar.

UNA CAPACIDAD Y UN INGENIO MARAVILLOSOS

Molino y paraje del Paraíso. Parque Natural, municipio de Nijar.


©José Antonio Flores

En enero de 2001 se realizó una Inscripción Genérica Colectiva en el


CGPHA del conjunto de ciento cuarenta y cinco inmuebles designados como
“Aljibes, norias, molinos y molinas del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar”.
Los autores del expediente de catalogación argumentan para su inclusión “va-
lores etnológicos” que muestran la “singularidad cultural” de la zona, subra-
yando su impronta en la “singularidad del paisaje”:
“El interés de los aljibes, norias, molinas y molinos de viento y agua del Parque Natural Cabo de
Gata-Níjar se basa, fundamentalmente, en sus valores etnológicos (funcionales, morfológicos,
tipológicos y simbólicos) al presentar un elevado número de elementos que revelan la singularidad
cultural de toda esta zona árida del sudeste de la Península Ibérica. Estos bienes etnológicos, que son
hoy marcadores identitarios para sus habitantes, permanecen en su memoria colectiva, recordándoles
un pasado cercano dominado por las limitaciones que imponía un medio muy restrictivo.
Además, todos estos elementos, en su conjunto, participan hoy activamente en la materialización de
la singularidad del paisaje del Cabo de Gata. La pervivencia de estas construcciones podemos
entenderla a través de varios factores entre los que cabe destacar la estructura social y económica de esta
zona, la estabilidad y rigidez de los sistemas hidráulicos, las técnicas de cultivo y aprovechamientos
tradicionales que han permitido que, hasta muy recientemente, este conjunto de bienes hayan estado en
uso continuado, modelando el paisaje con su propia estructura material y por los contrastes de vegeta-
ción que introducían a través de los cultivos asociados.” (López Gómez y Cifuentes, 2001:192;
énfasis original).

107
Aljibes y molinos en Cabo de Gata - Nijar

Desde un punto de vista técnico, ya sean antropólogos, geógrafos e incluso


ecólogos, lo que se pone de relevancia al evaluar este tipo de bienes es pre-
cisamente su vinculación a un sistema agro-ganadero y forestal tradicional, a
las actividades y saberes de los habitantes de este entorno y, en resumen, a las
formas en que la búsqueda de soluciones a las limitaciones impuestas por un
medio semiárido, permitieron el desarrollo de estos elementos constructivos.
Son varios los trabajos que subrayan “el ingenio” o “la adaptación”, mati-
zándola con la “modificación del medio” para hacerlo habitable. Se señala la
importancia del agua en un clima semiárido, y cómo las soluciones han hecho
de los sistemas hidráulicos de la zona un magnifico ejemplo de cómo con-
seguir y almacenar el agua que discurre turbulenta en ramblas y avenidas los
escasos días al año en que llueve. He aquí algunas muestras:
“El elevado número de bienes agrupados bajo la inscripción de los 145 elementos
de Cabo de Gata representa de manera inequívoca la lucha de un territorio, desde hace
siglos en proceso de desertización, por captar, conducir, almacenar o extraer el agua
y las variadas soluciones que el ingenio del hombre ha creado para tales fines” (Rioja,
2001:191)
“Si tuviese que simbolizar a la Almería tradicional, lo haría sin duda con un aljibe.
Creo que es el elemento más emblemático de nuestra cultura y el que mejor representa
la adaptación humana a nuestro medio. La lucha por la vida, aquí se traduce en la lucha
por el agua, y sobrevivir en un espacio árido, sin fuentes y alejados de un manadero
natural es un logro que refleja el espíritu almeriense, conseguido tradicionalmente gra-
cias al empleo del aljibe. Más que un invento, es el resultado práctico de la observación
natural. Almacenar para sobrevivir; ese sería el lema extraído de la propia naturaleza,
tal como lo hacen los pitacos, chumberas y otras muchas especies de nuestra tierra que
son capaces de asimilar gran cantidad de agua en los escasos minutos del aguacero,
para luego dosificarla a lo largo de todo el año.”(Muñoz Muñoz, 2001: 46)
En diferentes trabajos se incide en una lectura sobre el ingenio y la adap-
tación del hombre al medio44. Esta visión nos parece muy interesante porque
resume las perspectivas de cómo se quiere mostrar este “espacio natural” a
propios y extraños. Como indica Xoaquín Rodríguez: “la recuperación de áreas
rurales para convertirlas en “espacios naturales protegidos” no consiste simplemente en con-
servar sus especies naturales ni en repoblarlos con otras nuevas, sino que pasa necesariamente
por poblarlos con imágenes culturales (…) Y es esa idea en torno a la nación (o a la comu-

44 Además del trabajo de Catalogación encargado por la Consejería de Cultura y realizado por Juan
Salvador López Galán, Eugenio Cifuentes y Jaime López (2001, 2005), una de las aportaciones más
explícitas y documentadas sobre la arquitectura tradicional del Parque Natural Cabo de Gata Níjar, es
la realizada desde el Gabinete Pedagógico de Bellas Artes por Juan Antonio Muñoz y Alfonso Ruiz
(2002).

108
Capítulo III

nidad territorial en otros casos) lo que hace comprender al ciudadano el interés social que
tiene para él la conservación de los espacios naturales. (Rodríguez, 2003)
El territorio de Cabo de Gata –Níjar se entiende, por parte de la mayoría de
los técnicos y de la Administración, como un espacio paisajístico inigualable,
como uno de los lugares donde la naturaleza se muestra en toda su riqueza y
se impone a las actuaciones del hombre. Por eso el papel que se asigna a los
seres humanos a lo largo de la historia en este territorio es el de adaptarse a
esa naturaleza, la imagen cultural que se transmite es la de esa adaptación.
“La hidráulica tradicional en los Campos de Níjar es una muestra sublime de cómo
los habitantes de un medio hostil y árido, acuciados por la necesidad, no sólo logran
sobrevivir junto a los escasos y pobres manaderos, sino que, tras aumentar y perfec-
cionar éstos para extraer agua de su subsuelo, llegan a colonizar espacios “a priori”
inhabitables, utilizando sólo lo que, en otros lugares, constituye una adversidad (las
fuertes tormentas o aguaceros). (…)
Los primeros pobladores se instalan junto a manaderos naturales, que luego son
optimizados mediante minas y encimbrados. Paulatinamente se van perfeccionando
sistemas de captación en el ámbito de las ramblas y cauces, tales como pozas, pozos,
azudes, cimbras y galerías, proceso que culmina con la introducción de la noria por
los árabes. En la Edad Moderna se da un paso más audaz, colonizando los espacios
abiertos y secos mediante el uso de boqueras, cortas, chortales y con la inestimable
ayuda de los aljibes y tanques. Los tiempos modernos empiezan con los motores de
combustión y culminan con la instalación de potentes motores eléctricos, capaces de
agotar y salinizar los acuíferos en un breve espacio de tiempo, para llegar al siglo XXI
dependiendo de los trasvases y desaladoras” (Muñoz y Ruiz, 2002:26)
Este texto del gabinete pedagógico está destinado a enseñar a niños y a
adolescentes a mirar y comprender el territorio. El discurso es “redondo” en
cuanto su capacidad de trazar una línea de continuidad entre los primeros po-
bladores (en tiempos ignotos), pasando por árabes, repobladores, los tiempos
modernos y hasta llegar al siglo XXI. En esta descripción es cuando menos
llamativo cómo en la secuencia lineal de adaptación y progresiva mejora, no se
mencione para nada los procesos de desforestación culminados cuatrocientos
años atrás y que dieron lugar a una zona semidesértica tal como la conocemos
hoy. Pareciera como si en este espacio –considerado como un “contenedor”
físico, con unas condiciones edafológicas, climáticas, de vegetación y zoología
inmutables- no se hubieran producido más cambios que los de las mejoras
hidráulicas, unas mejoras siempre adaptativos al medio, eso sí hasta llegar al
hombre contemporáneo del siglo XXI, donde se rompen todos los equili-
brios. Sin embargo, hay autores que sostienen otras tesis respecto a las trans-
formaciones de estos territorios y que indican que son los repobladores del

109
Aljibes y molinos en Cabo de Gata - Nijar

siglo XV y XVI los que van a iniciar un proceso de desforestación irreversible


que acabaría con el endémico bosque de sabinas que permanecía en gran parte
de este territorio (Grupo Ecologista del Mediterráneo, 2000). Evidentemente,
si introdujésemos este argumento en el relato temporal sobre el territorio, la
imagen de una naturaleza indómita y prístina perdería mucha de su fuerza.
Tendríamos que reconocer que unos hombres siglos atrás fueron los “creado-
res” de este paisaje –o al menos que contribuyeron de modo importante a su
configuración actual-, ya no sería sólo obra de la “madre naturaleza”.
La mayoría de las descripciones técnicas –también otras- en relación a los
bienes de valor etnográfico en Cabo de Gata insisten en la adaptación al en-
torno, en la capacidad de transformar un espacio naturalmente hostil en un
medio habitable a través del ingenio y el trabajo humano. ¿Qué implicaciones
tiene esta lectura?
Desde mi punto de vista, da excesiva relevancia a “la naturaleza” y tie-
ne cierto regusto de determinismo ecológico. La argumentación que se sigue
apenas se detiene a considerar que hay otros muchos lugares de Andalucía y
de otras zonas del sur peninsular así como del Norte de África, donde se han
desarrollado sistemas tecnológicos similares dentro de una misma tradición
de conocimientos. Por ejemplo, los molinos de viento con velas, que usan
la energía eólica para la molienda de cereales, no son sólo característicos del
Levante español (el conocido modelo cartaginés) sino que en Andalucía se
extienden de oeste a este en varios lugares donde concurren la escasez de agua
y la presencia del viento, pero con condiciones físicas que no son parecidas a
las de Cabo de Gata: el Andévalo occidental en Huelva, la zona de Vejer de la
Frontera en Cádiz, además de una amplia zona almeriense (Caro Baroja, 1952;
Escalera y Villegas, 1993). El sistema de aljibes para el almacenamiento de
agua también se extiende por diversos lugares y es común a toda Andalucía, el
aljibe ganadero y el sistema de tanques ha sido característico de todo el levan-
te. En todos estos lugares las condiciones no son idénticas ni mucho menos,
en algunos la sequía puede ser más extrema, en otros el régimen hídrico es
más abundante, la edafología puede ser muy diversa, por no hablar de otras
condiciones ecológicas… ¿Por qué se pone de relieve en los discursos sobre
estos bienes etnográficos la adaptación y no se subrayan los procesos de prés-
tamo y difusión cultural?
En todo caso, lo que sería relevante y excepcional en la zona de Cabo de
Gata-Níjar es la profusión de estos elementos y su conjunción con otros sis-
temas de conducción y almacenamiento de aguas. También marcaría una dife-

110
Capítulo III

rencia importante respecto a otras áreas de Andalucía y de la Península Ibérica


en que se hayan mantenido funcionando muchos de estos ingenios hasta hace
apenas treinta años; un hecho que por cierto tiene más que ver con el carácter
periférico de la región que con sus características naturales.
Esta lectura de los bienes, colabora con la creación de nuevas imágenes cul-
turales sobre un espacio protegido. La lectura que se hace de los aljibes, norias
y molinos de viento, se suma a la interpretación realizada por la declaración de
espacio protegido. Los nuevos actores que se han introducido en el territorio,
prioritariamente la Administración medioambiental y sus técnicos, protagoni-
zan otro modo de interpretar y simbolizar este territorio. Se trata de actores
que no están solos, sino que son respaldados y/o demandados por una parte
de la población local y extralocal. La visión de una consejería se acompaña, y
se afianza, con una interpretación que va en el mismo sentido por parte de la
Consejería de Cultura y de los técnicos correspondientes. La imagen cultural
que se quiere transmitir queda así legitimada por dos sectores académicos que
a menudo se presentan como antagonistas o muy polarizados.
Por otra parte, hemos de reconocer que la insistencia en la importancia
del medio físico es cuando menos útil para unir en una misma catalogación
tipologías un tanto diferentes entre sí, pues no se ciñe a construcciones vin-
culadas con los aprovechamientos hídricos, sino que se incluyen los molinos
de viento. El legislador prevé que la catalogación genérica colectiva resuelva
el problema de aquellos casos en los que los bienes sean numerosos y no sin-
gulares, sino por el contrario, parecidos entre sí, es decir bienes de una misma
tipología o con fuertes similitudes tipológicas (Rioja, 2001). Ante la diversidad
de tipologías, se argumentan dos razones: la primera la que estamos descri-
biendo hasta aquí de adaptación al medio, la segunda sigue un concepto más
elaborado: el de paisaje (López y Cifuentes, 2001; Muñoz y Rodríguez, 2002).

La protección de aljibes, norias y molinos: actuaciones de la Adminis-


tración.
El trabajo de campo para la documentación del expediente de catalogación
por parte de la Consejería de Cultura se realizó en 1999, pero antes, muchos
de los bienes que en él se incluyen se habían recogido por otros instrumentos
de planeamiento: el PORN de 1994 y las Normas Subsidiarias de Níjar de
1996.
El PORN de 1994 define entre sus objetivos generales “Fomentar la recu-

111
Aljibes y molinos en Cabo de Gata - Nijar

peración del patrimonio ecocultural y etnográfico, priorizándola en relación con los fines de
gestión y uso público del espacio” (Art. 4.1.j). Este documento dedica el capítulo XI
a los Recursos paisajísticos y el capítulo XII al Patrimonio Cultural, ambos
con referencias a los bienes que nos ocupan.
En el documento de Medio Ambiente, la interpretación del paisaje se hace
desde una perspectiva naturalista, en la que se insiste en su protección frente
a las “actividades” que lo puedan deteriorar en el futuro o que lo hayan dete-
riorado en el pasado. Tal como se explicita en el artículo 157 en el que se de-
signan como objetivos sectoriales: “1. Evitar o minimizar los impactos paisajísticos
producidos por las activida¬des que se pretendan desarrollar en el Parque Natural. 2. Re-
cuperar las características paisajísticas de las zonas degradadas por actividades desarrolla-
das anteriormente” (PORN, 1994) Junto a esta visión, se incorporan como recur-
sos paisajísticos las formulas arquitectónicas tradicionales, haciendo especial
hincapié en los modelos constructivos de cortijadas y los materiales utilizados
para ello. Se propone así un modelo que será desarrollado posteriormente por
las normativas municipales y que, en teoría, marca las pautas para las nuevas
construcciones o remodelaciones que se realizan en el parque natural.
El capítulo del PORN que hace referencia al patrimonio cultural se recogen
elementos que has sido objeto de diferentes figuras de protección por parte de
la Consejería de Cultura: cortijos, molinos, fortificaciones, torres vigías, faros,
norias, pozos y aljibes. Todos ellos especificados, excepto los aljibes y pozos
denominados genéricamente por su extensión numérica.
La gestión de la Consejería de Medio Ambiente y del Parque Natural Cabo
de Gata-Níjar ha hecho gran hincapié en la protección de muchos de los ele-
mentos definidores del territorio de la costa de Níjar, como aljibes, molinos,
atalayas y también de los complejos mineros, aunque con desigual acogida por
parte de la población local.
Aunque finalmente se ha instalado en Rodalquilar, en la primera planifi-
cación sobre los equipamientos del Parque Natural se ubicaba la Oficina de
Gestión del parque y sus principales infraestructuras en el Pozo de los Frailes
(Castro Nogueira, 1987). Esta previsión impulsó la restauración de la Noria
del Pozo de los Frailes, concluida en 1995, antes de que se hubiera produci-
do ningún expediente de protección por parte de la Consejería de Cultura.
Algunos años después se vuelve a activar el expediente de catalogación de
estos bienes de nuevo a instancias de la Consejería de Medio Ambiente y es
entonces cuando al estudiar los elementos a proteger se decide hacer una

112
Capítulo III

agrupación teniendo en cuenta “la impronta de estas edificaciones en el territorio”.


Como nos comentaba un técnico de cultura: “En esto lo cierto es que vamos de la
mano con medio ambiente. Ellos han empujado y apostado mucho. Tienen mucho interés en
que salga y se haga bien”.
En la práctica, y como trataremos de demostrar, la forma en que se están
realizando estas políticas y las inversiones a ellas asociadas probablemente
tengan mayor impacto sobre los usuarios ocasionales –turistas- y principal-
mente sobre los nuevos residentes de la zona –habitantes temporales, artistas,
empresarios turísticos, urbanitas en busca de otros mundos, etc.-, pero no
tanto respecto a la mayoría de la población “autóctona”, que no termina de
entender estas actuaciones.
Un ejemplo de este desencuentro son las actuaciones de remodelación y
rehabilitación del poblado minero de Rodalquilar. En Rodalquilar se encuen-
tra hoy el centro administrativo y de equipamientos del parque. Cuenta con
la Oficina Gestora del Parque, un vivero, un Centro de Recursos Telemáticos,
Centro de Exposiciones además del Jardín Botánico El Albardinar. Estos ser-
vicios se han distribuido entre antiguas edificaciones mineras, rehabilitándo-
las y dotándolas de nuevas funciones. En 2006, además, se ha inaugurado el
Centro Geoturístico de Andalucía, con la recuperación de la antigua Casa de
la Fundición de este poblado minero. También se ha restaurando el antiguo
cuartel de la Guardia Civil donde se aloja un centro de información e interpre-
tación fitoturístico45.

45 Estas actuaciones de 2006 se llevan a cabo dentro del programa de medidas compensatorias por
las obras de construcción de la desaladora de Carboneras.

113
Aljibes y molinos en Cabo de Gata - Nijar

Cronograma de las actuaciones en los Bienes Etnológicos del Parque Natural Cabo de Gata
Níjar

Año Actuación
1995 Restauración de la Noria del Pozo de los Frailes por la Delegación Provincial de
Cultura y Medio Ambiente y el Ayuntamiento de Níjar
1999 Convenio de colaboración entre la Consejería de Cultura y la de Medio Ambiente
para la protección de los bienes culturales en los Espacios Naturales Protegidos
1999 Redacción del expediente de protección de 145 bienes etnológicos (aljibes, norias,
molinas, molinos de viento, molinos hidráulicos y pozos) seleccionados entre los
ubicados en el PARQUE NATURALN
2001 Inscripción en el Catálogo General del Patrimonio Histórico de Andalucía de 145
bienes etnológicos (aljibes, norias, molinas, molinos de viento, molinos hidráulicos y
pozos) por Resolución de la Dirección General de Bienes Culturales de 23 de enero
de 2001
2001 Exposición en Rodalquilar, en la sala del PARQUE NATURALN. “Molinos, norias
y aljibes: El viento y el agua en la construcción de una paisaje cultural”
2001 Elaboración de Fichas Diagnóstico de tres bienes etnológicos: un aljibe, la noria en
el Barranco de la Capitana y el Molino del Collado de los Genoveses
2001- Documentación técnica para la protección de 72 Cortijos en la provincia del
2002 Almería, entre los que se encuentran 16 en el Parque Natural
2002 Elaboración de Fichas Diagnóstico de 28 aljibes ganaderos y 2 pozos.
2002 Redacción de un Proyecto de Intervención en el Molino de Viento de Arriba en Agua
Amarga
2003 La Dirección General de Gestión del Medio Natural de la Consejería de Medio Am-
biente encarga a Tragsa el proyecto Obras de regeneración y conservación del patri-
monio etnológico vinculado a la cultura del agua (revisión de fichas diagnostico para
preparar las intervenciones de restauración)
2004 Documentación técnica para la protección de las Salinas de Cabo de Gata (Almería)
como Lugar de Interés Etnológico
2005 Inscripción en el Catálogo General del Patrimonio Histórico de Andalucía del Patri-
monio Industrial de la minería de los siglos XIX y XX por resolución de la Dirección
General de Bienes Culturales de 7 de enero de 2005
2005 Documentación técnica para la protección de las fiestas de Moros y Cristianos de la
provincia del Almería, donde se recogen las fiestas de Carboneras y Huebro (Níjar)
2005 Documentación técnica del Cortijo del Fraile, como sitio histórico, dentro de la Do-
cumentación de los lugares relacionados con Federico García Lorca, en colaboración
con la Delegación de Cultura de Granada
2005 Publicación por la Consejería de Cultura de “El viento y el agua en la construcción
de un paisaje cultural: Parque Natural Cabo de Gata-Níjar y de la Comarca de los
Vélez”
2005 Comienzan las restauraciones de los molinos de vientos, aljibes y norias de los cuales
se han realizado fichas diagnostico.
2006 Se diseña un proyecto de difusión y musealización de los bienes restaurados

Fuente: López Galán, 2005; informantes cualificados

114
Capítulo III

Pero toda esta inversión se percibe como algo ajeno a la población. Para
muchos vecinos, todas las inversiones se centran en una zona, emblemática
para medio ambiente, que sería Rodalquilar, contrastando con la exigüidad de
restauraciones en el resto del parque. Tampoco los habitantes de la población
lo entienden bien. Nos comentaba un vecino de Rodalquilar: “Los del parque
están allá arriba, eso no es el pueblo, eso es otra cosa, el pueblo está aquí abajo. No hay
comunicación entre ellos y nosotros”. Este sentimiento procede de una serie de ac-
tuaciones.
En primer lugar, sería necesario precisar que el área que se ha restaurado es
la más alta, donde se ubicaban las instalaciones de la empresa minera, la casa
del director de la mina y otras infraestructuras. Por el contrario, la zona de
las casas de los mineros, que se encuentra más cercana al núcleo antiguo del
pueblo, se halla en estado de ruina y progresiva destrucción. Es esta situación
la más sentida y reprochada a la oficina del parque y enarbolada por parte de
muchos vecinos como símbolo del desencuentro y del tipo de relación que
mantiene la Delegación de Medio Ambiente con los residentes. Estas son las
recientes palabras de un concejal del PP en El Ideal de Almería (14/05/06)
“…otro caso parecido fue el derribo de casas de los mineros en Rodalquilar, donde el PSOE y la
Junta de Andalucía destruyeron un pueblo con máquinas excavadoras y bajo vigilancia de la Guardia
Civil, un hecho insólito en la historia de España. (…) [el que] pasee hoy día, ocho años después, por
el poblado minero podrá ver cómo la historia de nuestro pueblo está hecha escombros, sin que nadie
haya tenido siquiera el pudor de retirar los cascotes”.

Casas de mineros semidurruidas en Rodalquilar.


©José Antonio Flores

115
Aljibes y molinos en Cabo de Gata - Nijar

En general, por parte de muchos vecinos se percibe que “la AMA” expulsó
a los ocupantes de las casas, algunos de ellos hijos o familiares de los antiguos
mineros. También hay quienes están en contra de que se haga una villa turís-
tica pues aducen que para ello se ha expulsado a los depositarios legítimos del
lugar.
Cuando la Consejería de Medio Ambiente obtuvo la titularidad de las vi-
viendas, se encontró que algunas de ellas habían sido ocupadas ilegalmente,
varias incluso reformadas. El desalojo de los ocupantes supuso un conflicto
político y jurídico que se prolongó durante cerca de tres años, aunque final-
mente la Justicia dio la razón a la Junta de Andalucía y terrenos y viviendas
pasaron a formar parte del patrimonio público andaluz. Por parte de la Admi-
nistración se argumenta que en realidad quienes ocuparon esas casas no tenían
apenas relación con Rodalquilar, que simplemente eran unas personas que
querían obtener un beneficio apropiándose de hecho de un lugar público. Se
aduce que esa fue una actuación dura, pero necesaria. En el momento actual
se está a la espera de que la Dirección General de Medio Ambiente y la Con-
sejería de Turismo lleguen a un acuerdo sobre el futuro del poblado minero.
Ciertos aspectos de las denuncias y reivindicaciones de los vecinos se veían
ratificadas hasta hace un par de años si se comparaban las inversiones y el
estado del callejero en “la parte de medio ambiente” en comparación con
“el resto del pueblo”. Por ejemplo la restauración de la iglesia es todavía una
intervención pendiente. Para los pocos mineros o familiares de mineros que
quedaron en Rodalquilar, entre las calles y las edificaciones del parque perfec-
tamente restauradas y conservadas y la iglesia envejecida y mal pintada, resulta
un contraste ostensible y según algunos un indicio de “lo poco que le importa la
gente de aquí a los del AMA”.
La rehabilitación de Rodalquilar y el desarrollo museográfico de esta loca-
lidad tienen, sobre todo un carácter representativo. La Consejería de Medio
Ambiente se hace así presente en el territorio. Un parque emblemático, unas
instalaciones emblemáticas. El objetivo explicitado es la función de uso públi-
co y el desenvolvimiento del turismo. Un turismo que es también el nexo de
unión con el interés por otros elementos del patrimonio etnográfico. La reha-
bilitación proyectada –ya en marcha- de una veintena de elementos dentro del
parque natural, responde a un deseo de poner en valor los senderos y el paisaje
en las zonas más transitadas o conocidas del parque. “A nosotros nos interesa sobre
todo, porque vamos a poner en marcha 16 senderos o rutas, ya está todo señalizados y todo,

116
Capítulo III

creo que el año que viene podremos comenzar y… pues los aljibes y esto son un elemento
más, una cosa más para que vean los que están siguiendo la ruta”. (Técnico de medio
ambiente, Rodalquilar, septiembre 2003)
La Administración, principalmente la Consejería de Medio Ambiente, pero
también las de Cultura, Turismo y Deporte, etc. apuestan por un “desarrollo
sostenible” del Parque. En esta visión el turismo juega un papel fundamental
ya desde los inicios de la protección, como muestra el articulo publicado por
el entonces Director-Conservador del Parque en 1987, Hermelindo Castro
Nogueira –hoy en una de las Direcciones Generales de la Consejería- con el
no casual título “Turismo y medio ambiente, dos realidades sinérgicas: plani-
ficación del Parque Natural Cabo de Gata”. El Plan de Desarrollo Sostenible
(PDS) de 2004 también afirma que “el turismo puede suponer una actividad para
diversificar la actividad económica de ambos municipios [Carboneras y Níjar]. Enten-
diendo que “Tradicionalmente, en el Parque Natural se ha desarrollado un turismo
basado en segunda residencia, que en la mayoría de los casos son compradas por habitantes
de Almería capital. Este modelo produce muchos menos ingresos que el turismo ecológico y
el turismo rural, ya que implica un gran número de visitantes (por lo tanto, el impacto eco-
lógico es mayor) y el gasto por visitante es mucho más bajo”(2004: 52). La planificación
del parque y las políticas de la Junta de Andalucía para este tipo de espacios
demandan un nuevo turismo, marcado por las características de “ecológico,
cultural o rural”.
Dentro de este modelo, los valores de naturaleza, paisaje y cultura asociados
al espacio de Cabo de Gata están enmarcados en un discurso y formulados
como un tipo de producto capaz de atraer a visitantes que demanden ciertos
valores. Además, esta fórmula no resulta incompatible, sino todo lo contrario,
con un turismo de sol y playa, del que se dice oficialmente que está saturado
el parque, pero que continúa siendo el sustento fundamental de la mayoría de
las empresas de hostelería y de la construcción de la zona.
En este modelo de desarrollo el paisaje es un activo de cara al visitante. El
paisaje es un cuadro que contemplar. Los aljibes, norias y molinos son elemen-
tos configuradores del paisaje:
“Los molinos de viento, perdieron su funcionalidad en los años 70, y desde en-
tonces, el abandono generalizado ha originado su mal estado (…). No obstante, los
molinos de viento y las molinas o norias de viento son elementos o hitos paisajísticos
fundamentales en la permanencia de la configuración histórica y actual del paisaje”
(PDS, 2004: 51)
Este paisaje debe ser interpretado a la luz del conocimiento de los expertos

117
Aljibes y molinos en Cabo de Gata - Nijar

y en todo caso de los artistas. Desde esta perspectiva el conocimiento local no


tiene nada que aportar, sino que debe ser concienciado: se le debe enseñar a
valorar lo propio.
Los principales problemas del patrimonio cultural de esta zona se resumen en su esca-
so conocimiento por parte de la propia población, la deficiente gestión de los recursos
culturales existentes en el territorio, el abandono de buena parte del patrimonio cultu-
ral tanto por entidades públicas como particulares, y su escaso aprovechamiento como
recurso productivo. A su vez, este abandono lleva forzosamente al desconocimiento
de la existencia de dicho patrimonio cultural y, por lo tanto, a la pérdida de su justa
valoración, tanto por parte de la población local, como por parte de los visitantes.
Es obvio que un patrimonio cultural que está abandonado, olvidado o perdido no es
apreciado, ni por la población local ni por los visitantes, y no puede ser aprovechado
ni como fuente de enriquecimiento cultural de las nuevas generaciones, ni como un
valor añadido a la oferta turística integrada del Parque Natural.
La apuesta por un turismo de calidad, un turismo ecológico, de naturaleza,
rural y /o cultural es la versión oficialmente defendida por las instancias de la
Junta de Andalucía. Esta perspectiva está siendo apoyada a través de inversio-
nes como el programa de rehabilitación del patrimonio cultural de la zona. Sin
embargo, las actuaciones y gestión del Parque no son compartidas por el ayun-
tamiento de Níjar que pide mayor rango de decisión local y más participación
de sus vecinos en la planificación del parque y de las zonas con un menor nivel
de protección (zonas C y D). Un ayuntamiento que demanda una expansión
turística como fórmula económica complementaria para el crecimiento del
municipio. En el otro extremo, tampoco las asociaciones y grupos de presión
ecologistas o proteccionistas del parque, ni ciertos grupos de empresarios en-
tienden la nueva planificación del PORN y PRUG recientemente publicadas.
Según estos últimos, la nueva normativa cede a las presiones inmobiliarias y a
los intereses del ayuntamiento y, en definitiva, va a redundar en aumentar un
turismo de segunda residencia y con un fuerte carácter estacional y de vera-
no.
Hay incorporar, sin embargo, la perspectiva de la Administración de cultu-
ra de la Junta de Andalucía que con una financiación sostenida, aunque lenta,
y fundamentalmente a través de sus técnicos está realizando una labor, en
muchos sentidos, encomiable respecto al patrimonio etnológico, sobre todo
en comparación con lo que se está haciendo –o más bien dejando de hacer- en
otras provincias de Andalucía.
La mayoría de las actuaciones realizadas en los últimos cinco años por par-
te de la Consejería de Cultura y que afectan al Parque Natural –mejor dicho,

118
Capítulo III

a sus municipios- tienen que ver con inscripciones genéricas colectivas. No


sólo la que está centrando este caso de investigación, sino también en lo que
respecta a las instalaciones mineras, los cortijos e incluso las fiestas de moros
y cristianos (los dos últimos aún por tramitarse). Esta catalogación permite la
identificación de diversos elementos de una tipología similar, su comparación
y contextualización territorial. Tiene, sin embargo, una problemática asociada
y es que a menudo –no siempre- el nivel de vigilancia sobre la conservación
de los bienes y la intervención sobre los mismos es de menor entidad que en
el caso de las inscripciones individuales.

Maqueta de molino de la Exposición semi-permanente de Rodalquilar.


Cerámica de María Abad.
©José Antonio Flores

Algunos de los bienes objeto del expediente que analizamos, se han visto
perjudicados por la debilidad de la figura utilizada. Este tipo de inscripciones
no incluyen ningún tipo de entorno, tanto es así que alguno de los molinos
catalogados han sido literalmente “cercados” por nuevas construcciones en
estos años de forma que se ha llegado a ocupar incluso el “ruedo” o área cir-
cundante al molino, donde se ubicaban los vientos y por donde se desplazaba
la “cola” para orientar las velas al viento.
Respecto a la catalogación de 145 “aljibes, norias, molinos y molinas del
Parque Natural Cabo de Gata-Níjar”, las labores de difusión y puesta en valor
realizadas por la Consejería de Cultura –mayoritariamente a través de con-
venios con otras administraciones-, son excepcionalmente abundantes si se

119
Aljibes y molinos en Cabo de Gata - Nijar

comparan con otros casos andaluces. Se ha realizado una exposición ubicada


en Rodalquilar y que ha estado abierta al público hasta 2006 –ahora pasa a una
fase itinerante por diferentes parques naturales andaluces-. También se ha pu-
blicado un libro en el que se describen las tipologías y se identifican y analizan
uno a uno todos los bienes.
Se ha diseñado un programa de diagnostico, intervención-restauración y
musealización in situ (este último programándose en 2006). La realización de
las fichas-diagnóstico sobre el estado de conservación de ciertos bienes y las
posibles pautas de intervención, se vienen produciendo desde 2001. Algunos
aplazamientos han provocado el que las fichas se hayan tenido que actualizar
y revisar recientemente. Es lógico que bienes cuya maquinarias de madera
y metal están expuestas a la intemperie sufran un proceso de degradación
desde que se hace un primer diagnostico si cuando se consiguen fondos para
intervenir han pasado casi cinco años (en ciertos casos desde 2001 a 2005 o
2006).
Es cuando menos llamativo que de lo que se programó en principio para
restaurar –por ejemplo entre 2001 y 2003 se hicieron fichas-diagnósticos de
20 aljibes ganaderos- se haya podido intervenir sólo en unos pocos bienes por
la resistencia de los propietarios a autorizar las restauraciones.
“Nosotros teníamos prevista una segunda fase de intervención en los aljibes ganaderos y continuar
con las fichas diagnostico de todos los elementos de la genérica, para al final intervenir sobre todos.
Pero nos hemos encontrado con gran resistencia por parte de muchos de los propietarios. Ha habido
muchos propietarios que no nos han dado permiso para restaurar. Con los aljibes hemos tenido ese
problema.
Finalmente hemos cambiado de estrategia y hemos decido intervenir en todos aquellos bienes en los
que los propietarios han dado su autorización.(…) Vamos a restaurar algunos bienes del parque
como el Aljibe Bermejo que es de propiedad municipal y otros que están en el entorno del parque pero
que son muy significativos. Por ejemplo, el Molino de Viento de Carboneras, que lo ha comprado el
ayuntamiento. O en Ruescas una molina, que es una tipología mixta que hay muy pocas y la única
que queda dentro del Parque esta muy modificada y entonces pues vamos a trabajar con eso, para tener
una representación de cada una de las tipologías de modo que haya un modelo didáctico de cada una
de ellas… (Miguel, técnico de cultura, 2006).
La filosofía de la intervención que se está diseñando parte de una perspec-
tiva integral de los bienes, entendiendo el entorno de éstos dentro del proyec-
to de restauración y, cuando es posible, buscando la “restauración completa y
funcional”. Se pretende con ello mostrar alguno de estos bienes en funciona-
miento con el objetivo de “recuperar la imagen dinámica del patrimonio etnológico, do-

120
Capítulo III

cumentando y poniendo en valor, no solo el patrimonio material sino también el inmaterial”


(López Galán, 2005:29)
El proyecto de difusión que están desarrollando en colaboración la Conse-
jería de Cultura y la de Medio Ambiente en el PN Cabo de Gata Níjar consiste
en la restauración de elementos arquitectónicos relacionado con el agua y el
viento en el parque, construyendo así rutas en las que los visitantes puedan
contemplar estos bienes. La propuesta –que aun no está cerrada- articula una
exposición, una señalización adecuada en el territorio y la puesta en funcio-
namiento de algunos de estos mecanismos con una periodicidad de visitas
establecida –un fin de semana de cada mes, en principio-.

Imitaciones y contemplaciones
El molino de Cortijos Grandes, también conocido como de los Roperos,
es una de las imágenes postales más difundidas del Parque Natural Cabo de
Gata-Níjar, aparece en las páginas web más conocidas del parque y también
en folletos, mapas y postales. Esta difusión es uno de los ejemplos de las rein-
terpretaciones y transformaciones que se llevan a cabo en la arquitectura tra-

Molino de Cortijos Grandes. Parque Natural, municipio de Níjar


©José Antonio Flores

121
Aljibes y molinos en Cabo de Gata - Nijar

dicional y que se convierten en emblemáticas y representativas del parque. El


paisaje del entorno, el juego de volúmenes, colores, texturas… la originalidad
del molino mediterráneo, incluso su integridad, llaman la atención a cuantos
visitan el lugar.
Pero la autenticidad se queda sólo en la imagen a distancia. Si nos detene-
mos a contemplar el molino vemos que la techumbre es de piedra. “…Mi mari-
do hizo el techo y lo hizo muy bien, porque tiene dieciocho años y no hay problemas… Tiene
tres capas de madera, como se hace en Alemania. Entre ellas circula en aire. Esas capas
van encima de las vigas, pero las vigas por debajo tienen otra capa más de madera. Así, no
hace calor. En verano se está muy bien” nos comenta su propietaria, de procedencia
centroeuropea.
Para cualquier curioso de la arquitectura tradicional sería una decepción
saber que el techo no se mueve y que por tanto, la funcionalidad original del
molino para orientarse hacia los vientos más favorables, quedó definitivamen-
te sesgada veinte años atrás. Otras transformaciones afectaron a la estructura
de la edificación, como la apertura de nuevos vanos o ventanas y su remode-
lación interior para adaptarlo como vivienda. La maquinaria se perdió tiempo
atrás y su nuevo uso conformó una distribución en tres plantas, respetando
ciertamente, la escalera y primera planta originales de la edificación. Pero estos
detalles no suelen importunar al viajero o turista y tampoco al naturalista que
ven un molino íntegro, restaurado y bien conservado a diferencia de otros
testimonios dispersos por el parque y que parecen ruinosos y descuidados.
La mirada al paisaje por su belleza, la contemplación como si fuera un
cuadro y la admiración por su composición es uno de los elementos por los
que se define y se exporta el territorio de Cabo de Gata-Níjar. Colores, textu-
ras, contrastes, líneas, panorámicas, luz… En ese conjunto de elementos las
norias, los aljibes, los molinos, forman parte de la composición pictórica, y se
reproducen en escenas, cuadros, cerámicas y otras obras de arte sobre y del
parque natural.
Precisamente el valor de naturaleza en el parque está ligado, sutilmente, a
otras dos imágenes que se utilizan para atraer a según qué turistas. Por una
parte se subraya el papel de los artistas en el descubrimiento y valoración de
esta costa almeriense. Por otra parte, la zona se liga con cierta imagen hippie.
Aunque muchos de sus residentes describen la zona como heterogénea o ca-
paz de albergar a gentes de todo tipo, lo cierto es que amén de la oferta de sol
y playa tradicional por la que es conocida la zona en el entorno más inmediato,

122
Capítulo III

en un ámbito de mayor extensión Cabo de Gata Níjar se distingue por dos as-
pectos no siempre coincidentes: como lugar de inspiración y de atracción para
artistas muy diversos o como uno de los paraísos hippies del sur peninsular,
con la cala de San Pedro como emblema.
Tal como señala el PDS:
Un activo fundamental para este territorio está en su paisaje, natural y cultural, que
atrae a gran número de artistas foráneos y es aprovechado en filmaciones cinemato-
gráficas y reportajes publicitarios. Este hecho tiene relevancia en el Parque, pues existe
una elevada concentración en el Parque de personas ligadas a las artes, en todas sus
modalidades, cuya contribución tanto a la promoción del espacio protegido como a la
dinamización sociocultural y económica se está apreciando notablemente. Escritores,
pintores, fotógrafos y artistas en general, españoles y extranjeros, han decidido esta-
blecer su residencia en el Parque. Este potencial de desarrollo cultural, debidamente
gestionado, es una interesante oferta para un tipo de turismo o de residencia pro-
longada con alto potencial económico y nulo impacto. (PDS, 2004:51, énfasis
añadido).
El componente artístico, subraya una dimensión visual, formal, morfoló-
gica del paisaje en el que el relieve, el color, los contrastes y la luz, sobre todo
la luz, juegan un papel central. Se reivindica la pureza, la virginidad, el carácter
desértico...
Una de las citas más conocidas del poeta José Ángel Valente dice:
«Es éste el misterioso reino de las formas que se hacen y se deshacen en el viento.
Feminidad total de las arenas. Se sucede el color del blanco al amarillo, al violeta.
Geometría de estrías paralelas. Cabelleras. Lenta extensión y demorado cuerpo de las
dunas» José Ángel Valente, 1998, 25 cit. En Galindo, 2004 46
Dice Galindo: “Gracias a esta mirada esencial, amorosamente poética, el Parque dejó
de ser ese lugar tropológico de Goytisolo para convertirse con José Ángel Valente en punta
exclusiva y señera de la creación artística, única en Europa, como los espinosos azufaifos,
vegetación típica y exclusiva del pie del Atlas” (2004). En esta aseveración arte y na-
turaleza se igualan minimizando el aspecto “tropológico” o referido a la moral
y las costumbres. Lo que importa no es tanto los hombres y las condiciones de
vida de los que aquí habitaron como el espacio entendido como un continente
“natural” y del que se destaca el carácter exótico, africano “exclusiva del pie
del Atlas”.
En este aspecto la arquitectura tradicional es un elemento más de ese pai-

46 Revista Eco del Parque nº 31.

123
Aljibes y molinos en Cabo de Gata - Nijar

saje visual, un componente que se admira en sus volúmenes, en sus trazados,


en su color blanco o amarillento que contrasta con los colores pardos...
“Finalmente, y desde una lectura estética, todas estas características hacen de Cabo
de Gata un conjunto visual de marcados contrastes: tonos marrones oscuros de los re-
lieves volcánicos, los azules intensos del mar y el cielo, los ocres de la tierra y las ruinas
arquitectónicas, el blanco de las construcciones, los verdes de la vegetación. Mientras
que en cuanto a las formas, las ondulaciones de las sierras contrastan con la llanura del
mar y las ramblas y con las líneas rectas de las antiguas terrazas de cultivo” (López y
Cifuentes, 2001: 193-194)
La vertiente artística asociada al parque se manifiesta en las referencias a
personajes de renombre a menudo vinculadas al descubrimiento turístico de
la zona. También se hace notar en el gran numero de publicaciones referidas
a él, desde libros de fotografía, de poesía, narrativa, catálogos; así como las
exposiciones que se organizan, bien en lugares privados como el Jardín de los
Sueños o el Hotel de la Naturaleza, bien en salas públicas. Una experta en arte
afincada en el Parque Natural redacta en la revista Eco del Parque47 nº 34:
“En el año 1995 inauguré la primera exposición de pintura y escultura en Rodalqui-
lar. Había muchos artistas en la zona, inspirándose con este insólito paisaje que para
muchos de nosotros posee una gran belleza. Trabajaban aquí, pero sus creaciones
fueron vistas y admiradas en otras partes de España o del mundo. Quisiera que todos
pudiéramos contemplar las obras de los artistas aquí afincados o inspirados. Muchos
han seguido en la labor y ya no nos podemos quejar del paisaje cultural que hemos
creado entre todos. (…)
Angelika Adam viene desde hace años a la zona y hace poco ha decidido vivir y tra-
bajar aquí. Sus cuadros de colores vivos y fuertes, entre abstractos o figurativos, nos
permiten ver la luz mediterránea, el mar resplandeciente y recrear un ambiente alegre
y agradable. (...) La primera vez que vi sus cuadros me llamaron la atención los inten-
sos colores luminosos que utilizaba. Reflejaban la luz del verano que sólo podemos
encontrar por aquí.” Heidrun Kuhn-Sánchez, Eco Parque 34, 2004
Otra referencia a un artista, nos sitúa en la importancia que se da al lugar y
a sus características “naturales” como centro de inspiración y de creación:
Christopher estudió Bellas Artes en Newcastle y ha realizado numerosas exposiciones en
Londres, Newcastle y otras ciudades británicas. Desde que reside en La Serrata, hemos podido
disfrutar de varias muestras de su obra en Almería, Mojácar y Carboneras. Cuando visitó estás
tierras por primera vez, allá por 1978, en su retina quedaron fijados los paisajes almerienses y

47 La revista Eco del Parque es editada por la Asociación de Amigos del Parque un colectivo con in-
quietudes ecologistas y que en la actualidad forma parte de la red “Ecologistas en Acción”. La revista se
edita en formato papel y también íntegra en la red, en la dirección de correo http://www.cabodegata.
net/esecotn.html.

124
Capítulo III

él se dedica a reproducirlos de memoria mientras vive y trabaja en Londres. Pero esta forma
de pintar con el recuerdo o la añoranza no le satisface y cree que es mejor sumergirse en la
naturaleza y pintarla desde dentro, metido de pleno entre los montes y las ramblas. Christopher
fue cambiando de modo de pintar a la vez que cambiaba su modo de vida. Mientras construía
su casa en La Serrata, iba sustituyendo su anterior simbolismo por una pintura más natural e
intuitiva. Iba abandonando los azules y rojos, que imperaban en su obra, por negros y grises en
impulsivos trazos gruesos. Se mete en el paisaje que quiere pintar y toma algo de él para revivirlo
en el papel, buscando la antítesis del arte, buscando sentir el paisaje más que copiarlo. Mario,
Eco del Parque 35, 2004

Maquetas de cerámica
de aljibes o “tanques”
realizadas por la artesa-
na María Abad, Pozo de
los Frailes.
©José Antonio Flores

El desarrollo cultural del Parque, sobre todo artístico, es un ámbito sin


duda admirable. Es también una apuesta de muchos de los empresarios tu-
rísticos de la zona, que facilitan espacios expositivos, desarrollo de talleres,
llegándose incluso a la celebración en verano de 2006 de la bienal de arte
contemporáneo Albiac, fruto del esfuerzo coordinado de la Administración
andaluza y del apoyo de sectores privados del parque. También los grupos
defensores del parque coinciden en muchos casos alentando estos trabajos.
No obstante, quisiera dejar bien patente cómo el arte, los artistas que residen
en la zona, los que los alientan y difunden, pertenecen a ciertos sectores de la
población. El arte, la interpretación que se hace del Parque Natural, se ligan
a cierto concepto de la naturaleza y del territorio que es excluyente o está en
muchos casos enfrentado a otros sectores de la población local. No se trata de
una exclusión expresa o maledicente, simplemente forma parte de los códigos
de unos grupos determinados de población -los que tienen mayor formación
académica, los que proceden de unas clases medias consolidadas desde hace
generaciones, los que han vivido en ámbitos muy urbanizados- y no son com-
partidos por los grupos mayoritarios de agricultores, ganaderos y pescadores

125
Aljibes y molinos en Cabo de Gata - Nijar

de la zona.
En cuanto al otro aspecto, es cierto que comunas hippies ya no quedan
apenas en la zona, salvando las gentes que se asientan temporalmente en la
Cala de San Pedro, cercana a las Negras. No obstante, muchos de los nuevos
residentes y empresarios del parque se confiesan deudores del espíritu del se-
senta y ocho. Otros grupos más jóvenes, también manifiestan una inclinación
estética que fue no convencional treinta años atrás, aunque hoy es otra de las
ofertas del mercado. Dentro de estos valores se reivindica como elección el
vivir lejos de la ciudad, a otro ritmo, subrayando del parque cierto aspecto de
paraíso perdido, de naturalismo, de vida diferente, de encontrarse con uno
mismo, de autenticidad, de tranquilidad…
A ello responden ciertas interpretaciones del territorio que se usan para
atraer a los viajeros, sublimando las imágenes románticas: “Donde los sentidos se
sumergen en la naturaleza. Cabo de Gata, tierra de piratas, tierra de sueños” proclama,
por ejemplo la publicidad de la Casa rural Cerro la Gorra.
En esta línea se encuadra la oferta de cierta imagen
orientalizante de la zona, insistiéndose en la herencia
árabe y las conexiones con el norte de África. Además
de la abundancia de tiendas con mercancías marroquíes,
son muchas las estampas de palmeras, las alusiones al
desierto y lo que es más las reinterpretaciones de la ar-
quitectura tradicional de la zona asociándolas a una he-
rencia árabe de modo un tanto forzado.
Dentro de esta imagen, el aljibe se utiliza de modo reiterado como elemen-
to de conexión, de continuidad con los desiertos africanos. Hasta algún logoti-
po incluye palmeras y dromedarios. La arquitectura tradicional se reinterpreta
así como parte de una imagen de la zona que alude a la idea de un territorio
exótico, apartado de la civilización, ubicado en otro tiempo y conectado con
otras geografías, con otras culturas...
Los aljibes, norias y cortijadas también se recrean de otros modos. Las
reminiscencias de una filosofía oriental empaquetada para el consumo de occi-
dentales se muestran en los modos de interpretar algunos de estos elementos,
sublimando ciertas características. Algunos de los forasteros asentados en la
zona han insistido en la calidez, la espiritualidad o la energía especial de algu-
nos de estos espacios:
“P.- ¿Qué es lo que más le gusta de la arquitectura de la zona? R. Los cortijos.

126
Capítulo III

Las formas de los cortijos y también los aljibes. Me gustan mucho los aljibes con sus
formas. Redondos. O casi redondos. Muy bonitos.
De las fincas antiguas me gustan cómo eran las terminaciones: redondeadas, sin
picos, suaves. No como ahora que las hacen así [me enseña el paquete de tabaco]. Pa-
recen…cajas de zapatos. También me gusta mi casa. A mi me gusta porque es una
casa redondo. Las casas redondas tienen algo muy, muy especial. (Anne,artesana,
propietaria, austriaca, 60 años, abril 05)
Y cuando ya venía la primera vez aquí, justamente estos aljibes y las eras me han
sorprendido mucho, porque nunca lo he visto antes. He conocido estanques, cisternas
que también existen aquí, he conocido molinos, pero tampoco he conocido norias tan
grandes. Y… la forma del aljibe me gusta muchísimo. Me parece muy bonito porque
se conjunta, se integra, muy agradablemente con el paisaje en el exterior y por dentro
es una calidad muy… esotérica porque el techo está redondo y todos los clientes dicen
que se sienten muy acogidos. Es muy bonito, es muy agradable.(…) (Edgard, pro-
pietario, empresario turístico, alemán, 2005)

Reinterpretación del aljibe.


Casa-hotel rural de Rodalquilar.
©Jardín de los sueños

Muchos empresarios del turismo y residentes temporales han encontrado


el modo de dar nuevas funciones a la arquitectura tradicional de la zona. Alji-
bes transformados en casas o más bien casas con formas de aljibe; andeles de
las norias convertidos en terrazas y lugares de ocio; eras trasformadas en zo-
nas de estar; molinos remodelados como habitaciones... Todo ello con mayor
o menor fortuna estética y arquitectónica. Teselas o testigos en la epidermis
de este territorio transformado de Cabo de Gata Níjar.
En resumen, un grupo importante de nuevos habitantes, empresarios tu-

127
Aljibes y molinos en Cabo de Gata - Nijar

rísticos y ecologistas entienden la arquitectura de la zona como un elemento


estético más del paisaje. En el proceso de comprensión de estos elementos se
produce una segmentación respecto a las personas que las hicieron y también
en relación con su uso. Se entienden que hoy deben tener funcionalidades
diferentes y que deben coadyuvar a una visión naturalista, dando color, con-
traste y creando hitos en el paisaje. Volumen, color, estructura... palabras que
se usan a menudo para describir esculturas... o para una revista de arquitectura
contemporánea.
Otra de las reinterpretaciones frecuentes del patrimonio de la zona tiene
que ver directamente con el interés en desarrollar un turismo cultural o activo,
al que ofrecer “algo diferente”. En esta línea encontramos desde visiones muy
integradoras a otras plenamente utilitaristas; algunas que pretenden vertebrar-
se con la realidad, el pasado y el presente del territorio y otras que acuden a
formas más esotéricas o libres de interpretación de los bienes.

Molino del Collado de Genoveses, 2003


©José Antonio Flores

“Con independencia de las sensibilidades de cada uno de nosotros, a los empresarios hay que
hablarles en términos económicos, en términos de beneficios. Un empresario va a proteger el medioam-
biente por dos motivos: porque se lo imponga la Administración o porque obtenga beneficios, viendo en
ello un elemento de valor. Un turismo sostenible es aquel en el que los promotores hayan encontrado
en la conservación un elemento de valor. Pero no se refiere sólo a naturaleza. Se refiere a lo que es en-
torno en su sentido más amplio: componentes naturales, sociológicos, ideológicos, culturales... Cuando
hablo de entorno hablo de naturaleza, arquitectura, etnografía, valores culturales, arte...” (Mario,
empresario de hostelería, propietario, 2005)
Algunos de los pocos propietarios que mantienen esta visión integral están
apostando por colaborar con la Administración de Cultura y Medio Ambien-
te, por ejemplo con la próxima restauración del molino del Collado de los
Genoveses, en la que se pretende poner en marcha la maquinaria. Esta rehabi-

128
Capítulo III

litación procura no solo mantener un hito paisajístico en el entorno, que lo es,


sino hacer comprensible a los visitantes los modos de vida que hasta hace cua-
renta o cincuenta años daban sentido a esta tierra. De hecho este es uno de los
molinos que se ha mantenido en funcionamiento hasta más tarde y que está
relativamente bien conservado, sobre todo la maquinaria. Una aproximación
diferente a la de los ejemplos anteriores y mucho más cercana a los nijareños
de la costa.
En la carretera que va de Los Martínez a Fernán Pérez nos encontramos
con una curiosa finca: un molino (sin techumbre), un aljibe y un cortijo per-
fectamente conservados. “Sí, el aljibe está catalogado, aunque es nuevo” nos dice con
cierta sorna su propietario48. La sorpresa, una vez que hablamos con el dueño
y nos cuenta que el aljibe es una réplica exacta, pero de hormigón, de otro que
hay en el cruce con Los Albaricoques; que el molino se hizo –también con
materiales ajenos a los autóctonos- siguiendo los planos del que se halla en
Fernán Pérez y contando con los consejos del molinero, Manuel Gil; que la
cortijada sigue las pautas del Cortijo del Nazareno…

Réplicas de originales. Aljibe y molino. Disperso de Fernán Pérez


©José Antonio Flores

“Yo es que odio la ruina. Y todo esto se está convirtiendo en una ruina desde hace cuarenta años.
Y aquí hay cosas que merecen ser cuidadas y valoradas.(…) A mi me gustan mucho las cosas de
etnografía. Los aperos, las cosas de esparto, voy coleccionándolos… tengo hasta una mesa de hacer
chorizos (…) Mi mujer es de aquí, de Fernán Pérez y yo aún recuerdo cuando esto era todo verde, con
parras, olivos, higueras, cereal… El parque natural, los del parque es que parece que no lo saben o
no lo quieren saber pero están desertizando la zona”. (Antonio, profesional libre, propietario,
2003)

48 Tal como explican los autores de la catalogación, lo que se protege es la representatividad de la


tipología y sus usos, no su antigüedad.

129
Aljibes y molinos en Cabo de Gata - Nijar

La intención de Antonio, igual que la de otros empresarios de la zona es la


dinamización del recurso etnográfico de cara a las visitas escolares, de grupos
organizados y familias que recorren el parque. Entienden que un molino “de
velas latinas” es un atractivo potencialmente explotable desde un punto de vis-
ta económico adaptándolo a programas didácticos y de interpretación asequi-
bles a los visitantes. Nuestro informante pretendía construir una maquinaria e
instalar una techumbre que permitiera poner en funcionamiento el molino.
Otros propietarios de molinos, aljibes y norias del parque natural también
han solicitado su rehabilitación al programa concertado entre las Consejerías
de Cultura y la de Medio Ambiente. Bien para dar mayor colorido a su alo-
jamiento rural, para proponer actividades y visitas a sus clientes, para poder
poner en marcha programas culturales…
“actividades alternativas, algo diferente, donde quepa el teatro, la cultura, exposiciones, música...
Yo no quiero hacer más de lo mismo, un programa para visitas escolares o de tercera edad y ya está.
Lo que pretendo es poder hacer ocio creativo para adultos. Que la gente se integre en una dinámica
diferente. Que se puedan olvidar de lo que son en Madrid o en Bilbao(…) Yo creo que a partir de
cosas como el aljibe o el molino, con imaginación y trabajo se puede hacer una oferta de ocio de adultos,
algo como las granjas-escuela para niños o cosas así que han desarrollado cantidad de ideas y que se
pueden trasladar a otros ámbitos (...) yo ya tengo experiencias de algunas de esas cosas, porque en mi
bar vienen gente de teatro de mujeres, grupos de música de Marruecos, gente que está empezando o que
no tienen... que no van a los circuitos grandes (...) Y...no se, tengo que pensar cómo hacerlo pero aquí
en el parque se mueve mucha gente interesante, gente que hace cosas nuevas y... creo que puedo hacer
algo guay” (Elena, empresaria hostelería, propietaria, 2005)

Del saber hacer


En mis charlas con los agricultores y propietarios de aljibes y norias oriun-
dos de la zona se repetía una situación que en principio no comprendía. Cuan-
do preguntaba por la construcción en concreto todos me decían que eso ya no
se usaba, que no valía, que se estaban deteriorando… y parecía no importarles.
Es decir, lo que ya no se usa, no sirve, y si no sirve ¿para qué invertir trabajo,
tiempo o dinero en conservarlo y mantenerlo?
Cuando les mencionaba que ese elemento concreto tenía alguna clase de
protección por parte de la Consejería de Cultura, podían o bien no darse por
aludidos, aduciendo que desconocían tal hecho, o bien en la mayoría de los
casos, preguntarse y devolverme la pregunta de inmediato sobre la utilidad de
tal actuación y acto seguido discursear sobre el parque, medio ambiente, los
técnicos de medio ambiente…

130
Capítulo III

Aljibe de El Romeral.
©José Antonio Flores

Esta situación, repetida en numerosas charlas informales por los caminos


del parque y también en algunas entrevistas con propietarios locales, me llevó
a unas primeras conclusiones que matizaré más tarde:
a) Muchos de los vecinos autóctonos de la zona apenas valoraban los aljibes,
norias, molinos y demás elementos que se configuraron en el ayer como ins-
trumentos imprescindibles para obtener agua, regar los cultivos o moler los
cereales.
Los aljibes ya no se usan, se están perdiendo. Mire es que no se arreglan las corrientes y así pues no
llega el agua… Antes es que se necesitaba para sobrevivir, aquí no había agua, el agua que había era
del aljibe y luego había que ir a al Pozo [se refiere a la localidad del Pozo de los Frailes] a por agua.
Los aljibes eran fundamentales, ya no. Ahora traen agua dos camiones [varios días a la semana] agua
para beber(…)
Los aljibes se usaban más o menos hasta el año 75 que metieron el agua. Después ya no, no merece
la pena. Ese de ahí es de un vecino ¿y para qué lo va a arreglar si el hombre ya no...? Y luego que no
vale para nada… En las casas si que se siguen usando. Yo recojo agua del tejado y recojo el agua en
un aljibe que tengo ahí atrás. (Genaro, Boca de los Frailes, agricultor, 84 años)
b) En relación con ello, interpretaba que estos elementos arquitectónicos se
relacionaban con tiempos pasados de miserias y sufrimientos que se prefería
no rememorar y a los cuales de ningún modo se quería volver.
“Yo recuerdo de chica ir a ese lavadero, al lado de la noria que usted dice, iba con mi madre y luego
sola, bien chica que me mandaba a lavar. Mucho trabajo, ir a lavar en el invierno era peor... Pero eso
ya lo quitaron, hace mucho tiempo que no va. De muchacha yo, ya no estaba.” (Lucía, Pastora, no
propietaria, 2003.)
Yo aprendí el oficio de mi padre. (...) Y muchas veces me iba con él. Llevábamos un burro en el
que cargaba el banco de carpintero, y... a recorrer los pueblos de por ahí, desde Agua Amarga a San
José y más para allá. El arreglaba los barcos y en los cortijos las norias y los arados romanos y los

131
Aljibes y molinos en Cabo de Gata - Nijar

aperos... lo que hiciera falta. A veces estábamos meses por ahí. Mi padre cobraba
catorce duros por el jornal de un día. Y era un sueldo bueno, de los mejores, un peón
cualquiera no ganaba eso. Trabajo no le faltaba, pero no fue “espabilao” podría
haber ganado… claro que entonces es que no había más. Porque había cortijos que
eran cuatro casas, tres burros… (...) Yo creo que la gente de aquí no aprecia las no-
rias, los aljibes… parece como si le tuvieran manía, como si no quisieran acordarse,
porque aquí es que había mucha miseria, mucha necesidad… Aquí se dejan ir, se
han enterrado un montón de norias. Y si se piensa en las norias, se piensa en cómo
era antes todo... y no quieren. Ese de ahí, que le dicen “el italiano”, enterró una
noria hace poco. Aquí es que no se preocupan, todo se está perdiendo…. (Manuel,
obrero industrial jubilado, no propietario, 2003)
Es necesario matizar que, tal como ponen de manifiesto las palabras de
Manuel, esta idea no es compartida por todos mis entrevistados por igual,
pues hay cierto cambio de actitud por parte de los emigrantes retornados o
las personas que cambiaron de oficio y de vida, trabajando en otros ámbitos.
La distancia y el acceso a nuevas formas de consumo así como la expansión
del turismo, está calando entre ciertas capas de la población, dando cierto halo
romántico y de añoranza a las creaciones arquitectónica de los antepasados.
c) Por otra parte, esta valoración sobre los aljibes o molinos se vinculaba a
los técnicos foráneos de la Administración y a las actuaciones y restricciones
impuestas por el parque. Y se producía un rechazo frontal respecto a cualquier
norma que proviniera de esta Administración.
“No yo, yo no uso el aljibe… alguna vez me dice mi mujer que le eche unos repellos, que si se está
cayendo, pero ¿para qué si después no te dejan hacer nada? Esto es una pena. Que cada año está más
seco. Esta rambla de aquí y eso, eso estaba todo lleno de higueras y se han secado, hasta los olivos y los
algarrobos se están secando. … Cada vez llueve menos. Antes se sembraba cebada y trigo y paniza,
y ya nada. Por ahí mi vecino sembró un poco a ver si salía, para los animales, y nada, se secó todo.
Cada vez va a peor, hasta los pitacos se están secando.
(…) Pero la gente del parque… es que deberían buscar un sistema para compensar… pues si
tienes cinco, dos allí y uno de aquí. Porque aquí es que la tierra no vale nada. Todo seco. Ni se puede
sembrar, bueno algo sí. Pero lo que te dejan. (…) Y yo ahí en el barranco quise sembrar unos pinos.
Y fui al parque a que me los dieran y me dieron… me dieron doce y porque el hombre me dio dos
más porque reconocía que era una vergüenza. Y ¿sabe lo que hacen? Hacen campañas en las escuelas
y reparten árboles y luego los dejan arrumbados por ahí. Y si uno quiere sembrar y poner las cosas
bien, pues no le dejan”. (José, agricultor, jubilado, propietario, 2003)
“¿Ven ustedes cómo está esto? Todo caído, todo seco, hecho una pena. Aquí no llueve desde hace
cuarenta años. Antes se sembraba de todo: trigo, maíz, garbanzos… Había olivos y un montón de
higueras. Ya se secó todo. Pero ¿sabes lo que pasa? Que aquí está Medio Ambiente y aquí no se puede
hacer nada. Los aljibes caídos, las casas caídas… (…) El parque nos tiene ahogados. Acabamos de

132
Capítulo III

repartir y tengo cuatro hectáreas aquí y dos hijos, si se pudiera poner un invernadero, pues podrían
aviarse. Pero como han llegado los de medio ambiente, no dejan hacer nada.(…) “(Andrés, agricul-
tor, propietario, 2003).

Estas palabras se veían reafirmadas en otros casos sin hablar con nadie, a
veces por el rechazo que creaba una conversación que en otro sitio hubiera
sido inocua. Otras veces simplemente viendo cómo junto a unos invernade-
ros los aljibes se cubrían de plásticos, gomas y basuras o, en otros casos, se
dejaban ir muriendo poco a poco, cayéndose revoques, piedras... hasta llegar a
situaciones de un fuerte deterioro.

Aljibe con invernaderos y noria


con la maquinaria en el suelo.
©José Antonio Flores

Muchos de los propietarios “autóctonos” del lugar enfatizaban mucho su


distanciamiento respecto a las reinterpretaciones que los “forasteros” han he-
cho de este tipo de arquitectura. Los nuevos usos que están dando a los moli-
nos, aljibes o norias los extranjeros y las gentes venidas de fuera a explotar el
negocio turístico.
Ahora hay gente que hace casas como los aljibes. Es que aquí hay que tener mucha tierra para que
te dejen hacer casa nueva y entonces pues hay gente que cuando les dan permiso pues hacen las casas
como los aljibes. Con los techos iguales, de bóveda, como los aljibes. Más allá hay una. Y otras más…
yo no se cómo serán por dentro [escéptico], no he estado. No se si les han subido el suelo, ni como están.
Eso son cosas de la gente de fuera o de que como esto es parque y aquí no dejan edificar pues…
El molino de Cortijos Grandes lo vendió a unos alemanes allá por el año 67 o 68. Y ellos lo
construyeron y viven ahí. Ya ni es molino ni es nada...No se como es por dentro, yo no he estado allá,
pero maquina seguro que no tiene... ya lo cambiaron. Son gente así los alemanes… muy sólidos [en
tono despectivo]. Son gente sólida. (Alberto, agricultor jubilado, no propietario, 2005)

133
Aljibes y molinos en Cabo de Gata - Nijar

Tampoco entre los responsables municipales se da demasiada importancia


a este tipo de bienes, se vuelven a los edificios clásicamente considerados his-
tóricos: atalayas, torres, fortalezas o bienes arqueológicos. El delegado de ur-
banismo de Níjar, Manuel Rodríguez, definía así el patrimonio del municipio:
El monumento representativo de Níjar… pues yo pondría un conjunto ¿no? La Torre de la Ata-
laya está incorporada, tiene un significado, el Aljibe Bermejo lo tiene también. El pantano de Isabel
II, que es prácticamente desconocido, es impresionante… (…) Las torres de vigía repartidas a lo largo
de la costa como conjunto y viéndose la capacidad sin otros medios, ni catalejos, ni nada, la capacidad
de coordinar, de controlar la costa; los castillos de defensa… en fin que hay una amplia variedad. Y
luego otras instalaciones más chiquiticas que en su día conformó una especie de red de fuentes publicas
y de espacios comunales o de estancia del ganado que desgraciadamente no tenemos identificados…
sabemos que existían, pero nos cuesta delimitarlos…Sabemos que es interesante porque suponía el
establecimiento de muchos lugares públicos de paso… es característico de Níjar, de Níjar y de buena
parte de Andalucía… la forma de distribuir, de sembrar las higueras al lado de las ramblas y de los
caminos…pero no sabemos… (Manuel, concejal de Níjar, 2005)
Una primera interpretación de las charlas y las entrevistas me llevaban a
asumir como cierta la parte del discurso de muchos de los “nuevos residen-
tes” asentados en el parque que afirmaba que la gente de aquí no valoraba
estos bienes. La memoria y las formas de valorar e interpretar estos bienes es
completamente diferente entre las gentes nacidas aquí y que han dado a estos
bienes un valor de uso cotidiano y los que nuevos agentes del territorio que
interpretan estos elementos desligándolos del trabajo y de la utilidad que tie-
nen, dándoles nuevos significados y sentidos, un mero sentido patrimonialista
o valor puramente simbólico.
En el verano de 2005 me acerqué a charlar con los que habían sido mis
vecinos en septiembre de 2003 y comencé a entrever otra percepción de la
realidad desde un prisma bien distinto.
La conversación con Miguel discurre tranquila, al tiempo que van cam-
biando los colores de la tarde. Después de muchos años viviendo en el País
Vasco, él y su mujer volvieron a su casita, una parte de un cortijo mayor: lo
que les tocó al partir y después de algunas permutas. La suya es la única casa
no transformada del conjunto, la puerta, angosta, obliga a bajar para entrar en
la estancia que hace de recibidor y de sala de estar en invierno… En verano
charlamos en la puerta, con una parra que dentro de unos años quizá sea más
generosa en su sombra y donde algunos arriates dejan ver mucho de la econo-
mía de estos ancianos. En muy pocos metros hay sembrados tomates, pimien-
tos, cebollas, pepinos, ajos… la sencillez que rezuma la casa nos transporta
tiempo atrás. Pero no es tanto la forma de las ventanas o la cal, ni el suelo de

134
Capítulo III

cemento de la entrada lo que nos deja entrever otras épocas; ni siquiera lo que
nos cuenta Miguel, salpicado con comentarios ora serios, ora burlescos de
Lola, lo que nos permite entender lo que eran estos parajes. Una información
imprescindible se trasluce en el modo de ofrecer unas rajas de tomate; en la
ocupación constante de las manos mientras conversamos, aprovechando para
pelar unos higos chumbos; en la sencillez del mobiliario y los enseres de la
casa... Una forma de vivir y de estar que en nada se parece a la de los nuevos
residentes que han restaurado las casas de la misma cortijada…
Miguel contesta amablemente a mis preguntas sobre el aljibe... y me sor-
prende, él que no ha sido albañil, se detiene en una descripción detallada:
Ahora todo es muy fácil porque mira cogen un arco de hierro o de madera y eso le sirve de base para
la bóveda. Ves esa puerta de ahí, ese es un arco que le dicen de medio punto, eso antes lo hicieron a
mano, pero ahora se pone un arco de madera y ya está.
Mira el aljibe. Eso antes se hacía... se cogía un cordel y se ponía en el centro y se hacia así [con
ligereza campesina de unas piernas de más de setenta años, se agacha en cuclillas y dibuja un circulo
en el suelo] y luego la otra vuelta se iba encogiendo el cordel [como envolviéndolo en un carrete central
imaginario] y así se iban subiendo las vueltas.
También Antonio, en Fernán Pérez había sido muy meticuloso en explicar-
me mil y una de las características de su aljibe de tipo tanque, casi sin darme
tiempo a preguntar:
Este tanque tiene mucha capacidad, es capaz de almacenar 146.660 litros de agua. Por dentro es
enorme, luego voy a buscar la llave... (...) El albañil iba poniendo las piedras por dentro, encajándolas
unas en otras y cerrando el círculo, poco a poco. Elegía las piedras que le iban mejor de tamaño y luego
dejaba una para el final. El salía por [el hueco de] arriba y colocaba luego la última piedra, pero el
defecto sólo se veía por dentro. Si te asomas se ve, por fuera, no.(…)
Muchos aljibes son como de color rojizo, como la tierra y no blancos como los ponen muchos hoy.
Esta mezcla de arena y cal agarra fuerte y no escupe la pintura. No como el cemento, que del salitre
enseguida se cae la cal.
Y Manuel en Las Negras, me había contado:
Sin molde ni nada, porque lo que tiene molde se nota, iban piedra con piedra cerrando hacia arriba.
Mezclaban con arena y cal y frotaban con una piedra porosa [ininteligible] que servia como para ir
alisando, así, en círculo. ¡Anda que igual que ahora, que echas cemento y al poco tienes una grieta!
Pues el sistema que seguían los antiguos, eso lo hacían y no se escapaba nada de agua. Eran unos
maestros. (…) Decía mi padre que el buen hornero salía por el hueco de la última piedra. Dejaba una
piedra “apartá” y esa era la que colocaba al final. Eran unos maestros… justo por ese hueco salían
al final.
Esta minuciosidad en las descripciones y la insistencia en cómo habían sido
construidas estas instalaciones; la rememoración de lo que se conocía y se sa-
bía antes, articula una comprensión diferente de los aljibes, norias, molinos...

135
Aljibes y molinos en Cabo de Gata - Nijar

La percepción de estos elementos insiste no en su carácter estético, o en su


modo de conformar “una vista”, sino en su utilidad y en los conocimientos
que se tenían antes, que tenían los antepasados de los hombres con los que
hablé, “los antiguos”. Es el “saber hacer” lo que se valora y de lo que se sien-
ten orgullosos las gentes de estas tierras. Pero ese “saber hacer” además va
ligado a la utilidad, a la necesidad que se tenía de que los campos produjeran,
a lo indispensable que era que hombre y animales tuvieran agua que beber. La
frase que me han repetido muchas veces con palabras similares es “mire es que
entonces hacía falta para vivir, si no, no se comía”. Para muchos de estos hombres, si
las ramblas no se arreglan, si el ganado bebe en otro sitio, si lo que se siembra
apenas tiene importancia, no tiene sentido mantener aljibes o norias. “¿Cómo
va a haber norias, si nadie quiere los burros?” Fue el comentario tajante de un viejo
apoyado frente a la restaurada Noria del Pozo de los Frailes.
Se marcan así dos posturas contrapuestas respecto a norias, aljibes y mo-
linos. Por una parte, los que los interpretan principalmente como elementos
de contemplación, como configuradores de un panorama que ver y visitar,
como un complemento de la “naturaleza” del lugar. Por otra parte están los
que perciben que lo bello tiene que ver con la utilidad, con su inserción en
un conjunto de actividades que permitían vivir, y en definitiva con el saber,
con un conjunto de conocimientos sobre el entorno y sobre las actividades y
fabricaciones humanas.
Por parte de los ancianos autóctonos de la zona lo que se ve no es sólo un
aljibe con formas redondeadas, sino una rambla que “no se puede limpiar por-
que los del Parque no te dejan”. Lo que importa no es que el andel de la noria
se esté derruyendo o que la maquinaria se esté pudriendo caída en la tierra, lo
fundamental es que los acuíferos han descendido y ya casi no se puede sacar
agua con un motor. Y, en todo caso, si no se puede sembrar, si ya no casi nadie
tiene ganado, “porque ahora uno solo tiene muchos, pero no es como antes
que todos teníamos unas poquitas de cabras, de ovejas...” ¿para qué sacar agua
o almacenar agua?
Es por ello que para muchos de los hombres mayores con los que charlé
lo que demuestran esas edificaciones es un saber hacer, un ingenio y unas
habilidades hoy perdidos a favor de las máquinas, del cemento, de los pro-
ductos prefabricados que se compran fuera. Como decía Antonio, mostrando
un muro hecho con bloques de hormigón: “Yo lo hago así porque no soy
maestro y no me atrevo a hacerlo de piedras. Luego y que lo recubro con las

136
Capítulo III

piedras, porque me gusta que quede como era antes...”. Se admira y hay orgu-
llo del saber de los maestros de antes que manejaban su entorno, que hacían
las cosas con lo que había, sin artificios, “sin moldes, porque eso se nota”.
Ese conocimiento del entorno del que se enorgullecen nuestros informan-
tes, viene también a marcar distancias respecto al saber de los expertos. La
exaltación del conocimiento asociado a la construcción de estos bienes y a su
uso, se contrapone aunque de un modo sutil, al desconocimiento de los que
vienen de fuera49.
Los de medio ambiente unos listos de Sevilla, que no es porque sean de Sevilla, pero que no saben.
(Andrés, agricultor, emigrante, 2003)
Por otra parte, la posición subordinada de los elementos culturales a lo que
se denomina patrimonio natural queda clara en la afirmación de uno de los
directores-conservadores del parque o del representante de la Asociación de
los Amigos del Parque:
P. ¿Qué otras actuaciones se hacen respecto a todos esos trabajos asociados a la cultura del agua? R.
El parque lo que le ha tocado es proponer cuáles son zonas de actuación que pueden llevarse a cabo.
Si se habla de limpiar una rambla, o que tenga el aspecto que debería tener... nos toca jugar un poco
con la doble vertiente del valor de esa rambla en la conservación y qué función puede tener como resto
de lo que era el drenaje natural que terminaba prestando servicio de algunas estructuras de la cultura
del agua. La verdad es que se ha hecho un pequeño esfuerzo, pero donde el parque no está metido.
Prácticamente hay muchos aljibes que se nutrían de una pequeña cuenca. Recuperar esa pequeña
cuenca a la vez que va a recuperar el aljibe, pues tiene sentido. Pero si la cuenca está alojando o se
está convirtiendo en una reserva de fauna importante para la producción de presas para las águilas
perdigueras, la actuación que se va a tener respecto a esa rambla va a tener mucho más en cuenta todo
lo que es cobertura vegetal que lo que es servicio al aljibe. Antes llegabas y buscabas todo limpio. Más
o menos con algunas barreras para retener arena y que el agua que llegara al aljibe fuera una agua
mansa y limpia. (Emilio, Conservador del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar, 2005)
P. ¿Las reivindicaciones que se hacen está siempre centrada en la naturaleza u os centráis también
en temas de patrimonio? R. Hombre, nosotros intentamos hacer un poco de todo... Más la naturaleza
porque el patrimonio dentro del parque está perdido. El patrimonio, si te has fijado, ahí hay una
torre hecha una mierda... Todo, menos dos o tres castillos, que han... no recuerdo,
el castillo de Carboneras está un poco por fuera arreglado, el de Los Escullos y poco más. Y todo lo

53 Según Agustín Coca, una de las formás en que se manifiesta el rechazo y la rebelión de los autóc-
tonos a los sistemas de gestión de los espacios naturales por parte de políticos y expertos es mediante
la negación de sus conocimientos. Frente la argumentación de cientifismo que aluden los técnicos, las
gentes del campo suelen argumentar que hacen un diseño de oficina, sin conocer la realidad ni la plas-
ticidad del medio (Coca, 2008). Este discurso, por otra parte, es muy frecuente en zonas muy diversas
de Andalucía donde las políticas restrictivas y transformadoras provenientes de Brusela se rechazan, en
general, aduciendo, entre otras, esta argumentación.

137
Aljibes y molinos en Cabo de Gata - Nijar

demás está hecho una porquería. Pero claro nosotros como lo que pretendemos es conservar el parque
nos centramos más en las cosas naturales y sobre todo en que no se lo carguen... (Juan José, Asociación
de Amigos del Parque, noviembre 05)
A través de esta subordinación, los antiguos agricultores de la zona ven
ratificada su percepción de que la protección y conservación de los aljibes,
molinos y norias que preconiza la Administración tiene que ver con medio
ambiente. La conexión vincula una serie de precauciones y rechazos encade-
nados. Si no se limpian las canalizaciones ¿para qué sirve un aljibe? Y si no
sirve como aljibe ¿por qué conservarlo? ¿Porque lo dicen los del parque? ¿Para
el turismo? Pues que lo conserven los que se dedican a eso.
Si los de la Ama quieren ver esto arreglado, pues que den dinero y que lo arreglen. Aquí los de la
Ama no dejan hacer nada, pero tampoco arreglan las cosas. Si ni siquiera dejan coger esparto, que se
está perdiendo la artesanía y el esparto cuanto más arrancas, más crece luego. Ni, el otro día estaba yo
pescando y se acercó un sevillano de esos, un listo, a decirme que estaba prohibida la pesca submarina
“se nota que no es usted de aquí” me dijo. Pues será. Pero yo todos los años, aunque no dejen, a una
familia mía que viene les pesco unos mariscos… ¿qué quieren? (...)
El otro día, a mi vecina le arrancaron dos invernaderos. Vinieron y se los quitaron. ¡No lloraba
la mujer! Tiene cuatro hijos y ella decía “y no les dan ni un trabajo”. Con chavales de diecisiete y
dieciocho años ¿Qué hace? Pues no le dieron nada. (...) (Andrés, agricultor, emigrante, 2003)
Las norias, los aljibes y los molinos son considerados elementos obsoletos
en un sistema en el que prevalece la agricultura intensiva50. Esta agricultura
es el elemento transformador de la economía de la zona y lo que la mayoría
de los paisanos liga con su bienestar y con el de sus hijos. Una agricultura
que, por parte de los “defensores de la naturaleza”, es considerada como no
deseable, contaminante y paisajísticamente reprobable. La asociación entre
protección cultural y protección medio ambiental, desde las percepciones de
los “autóctonos” asimila ambas actuaciones como un sistema que impone
restricciones: no hacer invernaderos, no construir una casa, no pescar ni ma-
riscar, no sembrar, conservar, mantener… y además no de cualquier modo:
“¿pero qué quieren? Porque ahora llega cultura y te dice que no puedes ni tocarlo… claro
que yo el año pasado arreglé el aljibe. Llamé al Antonio, un colega albañil, y le echó una
capa de cemento… que aguantara”

50 Los aljibes que vimos en funcionamiento, la mayoría ya alimentados por pozos con motor, que
permitían llenarlos a conveniencia, se usaban para regar pequeños huertos, arbolillos o campos. Los de
consumo doméstico sí que se usan por la escasez de agua potable –la calidad del agua en muchos de
estos lugares no aconseja que se beba- y la creencia en la salubridad del agua de lluvia (por otra parte
negada por los “expertos”).

138
Capítulo III

Además esta asociación lleva aparejada otra, que es la asimilación de la de-


fensa y conservación de los aljibes como un tema de “los de fuera”, de los téc-
nicos, de los gestores, de los empresarios de Madrid, de los extranjeros, de los
ecologistas… Es decir, se asimilan los elementos de la cultura tradicional con
los propios antepasados en cuanto al saber hacer, a las técnicas que hicieron
posible su construcción, pero en cuanto a su conservación y mantenimiento
actual se vinculan las instalaciones tradicionales con los “otros”, los “foraste-
ros”.
Es este uno de los casos en los que se puede ver un proceso de vaciamiento
–parcial- de los significados originales de las instalaciones y del sentido que
tenían para muchos de los autóctonos hasta convertirlos precisamente en uno
de los símbolos de los nuevos residentes, con otras interpretaciones del terri-
torio y de sus usos.

Imágenes territoriales contrapuestas


Afirmábamos atrás que los dos procesos con mayor impacto en la zona
han sido el desarrollo de la agricultura intensiva y la designación del espacio
protegido. A la luz de las tensiones que se disputan sobre este territorio y de
la interpretación que se hacen de los distintos elementos que lo configuran,
puede verse efectivamente como se delinean claramente los dos grupos con-
trapuestos que hemos venido mencionando hasta ahora: “autóctonos” versus
“forasteros”. A pesar de sus muchas heterogeneidades internas –como cual-
quier colectivo que se define como grupo-, quedan expuestos como homo-
géneos en sus símbolos, discursos e interpretaciones del territorio y de los
elementos patrimoniales.
Las posturas con respecto al parque -cómo debe ser conservado, qué fu-
turo debe tener, qué actividades debe llevar asociadas- delinean esas fronteras
identitarias. La relación respecto a los elementos patrimoniales se vincula con
esa percepción.
Un grupo considera los aljibes, norias y molinos como elementos confor-
madores del paisaje, como uno de los elementos culturales de la zona; como
ejemplos de una sensibilidad arquitectónica que “intuitivamente” se adapta al
paisaje de un modo artístico; como un patrimonio “etnográfico” que hay que
conservar. Y principalmente lo entiende como un activo turístico, un recurso
para la adecuación de rutas y senderos, para la realización de actividades cultu-
rales “diferenciadoras”. En definitiva, como un elemento más que permita la

139
Aljibes y molinos en Cabo de Gata - Nijar

atracción de un turismo ecológico, un turismo cultural, un turismo científico,


un turismo de calidad que no se confunda con el turismo de masas. Un “tu-
rismo diferenciado” que reclaman ecologistas, ciertos empresarios turísticos y
residentes acomodados de la zona. Para atraerlo o mantenerlo se está tratando
de desarrollar una imagen de espacio virgen, tranquilo, con luz y color únicos,
donde se puede estar en consonancia con la naturaleza y con uno mismo. Esta
imagen, traducida en pocas palabras o ideas, como requiere cualquier campaña
de marketing, se resume en una visión del territorio: espacio natural, espacio
de arte.
Unas nociones, arte y naturaleza, que no comparten, al menos no de ese
modo, el otro sector de población que se siente vapuleado, minusvalorado,
no escuchado. Este grupo de la población, integrado mayoritariamente por
agricultores o por antiguos propietarios y pescadores de la zona, pretende la
explotación inmediata del territorio con vistas a su rentabilidad económica.
Las demandas de estos grupos de población se enfrentan a las formulaciones
que otros sectores hacen del territorio y reivindican su derecho a gestionarlo.
Como decía un concejal de Níjar “Lo que yo percibo es que se produce una sustitución
de la opinión, de la opinión del habitante por otra privilegiada que es absolutamente insul-
tante”. El parque parece haber sido apropiado totalmente por el sector de los
que “no son de aquí”. Sin embargo, el mensaje de la Administración sí que ha
ido calando en la población nijareña que afirma reiteradamente “es verdad que
todo no pueden ser invernaderos”. Esta idea, de que el territorio de todo el término
no puede hipotecarse a la agricultura intensiva, unida a una conciencia sobre
las playas y el clima de la zona, introduce una nueva demanda por parte de
los “autóctonos”. Aumenta el numero de familias que trata de tener un apar-
tamento o una casita cerca de la playa y por otra parte, se toma conciencia de
que muchos de los hijos e hijas, o nietas y nietos de los que se asentaron como
colonos van a acceder a una educación superior y, por tanto, van a pretender
trabajar en asuntos diferentes a los de la agricultura. El turismo aparece en
el horizonte, impulsado por los políticos locales preocupados por la diversi-
ficación económica. Ahora bien, este modelo turístico no apuesta tanto por
la diferenciación y la calidad como por la creación de numerosos puestos de
trabajo, puestos de trabajo que a corto plazo se centran en la construcción y
a medio en los grandes hoteles y empresas de hostelería. En este otro modelo
turístico, la conservación de aljibes y molinos o la organización de senderos
no es tan importante como la cantidad de servicios de bienestar y ocio… la
preocupación de muchos sectores autóctonos sigue estando más acuciada por

140
Capítulo III

el recuerdo de las miserias y las migraciones del ayer, y la búsqueda de medios


de vida que contemplen el arraigo en la tierra, que por la cualificación o la
“distinción” que se imprima a su término municipal.
Una primera lectura nos muestra estas dos alineaciones con formas de de-
finir el territorio y de atribuirle significados contrapuestos, como también lo
son las interpretaciones que se hacen de ciertos hitos o construcciones como
aljibes y molinos: los “foráneos” con su visión de naturaleza y arte, los “autóc-
tonos” con su visión funcional y productivista del territorio. Sin embargo, una
perspectiva más detallada proceso de patrimonialización nos permite observar
otros matices que he ido mostrando a lo largo del texto.

1.
Este proceso de patrimonialización que afecta a molinos, aljibes, norias, etc.
no puede considerarse de modo aislado, sino como un paso más dentro de
un conjunto de políticas proteccionistas o “paternalistas”, como diría Palsson
(1999), que afectan a este territorio. La actuación más sobresaliente y que
marca todo el conjunto es la declaración de Parque Natural y, en general,
las políticas de la Red de Espacios Naturales Protegidos de Andalucía. Esta
actuación proteccionista del territorio es muy contundente en sus efectos y
restringe el uso del suelo a actuaciones que en otros ámbitos serían consi-
deradas “legítimas” y que incluye procesos de intensificación agrícola o de
especulación del suelo y urbanización masiva. Por sus consecuencias y por los
modos concretos en que se está desarrollando, la protección del PN genera
apoyos y oponentes, y suele ser criticada por dos de los sectores de poder del
municipio, tanto por los grupos “ecologistas” y los empresarios turísticos del
parque, como por los propietarios y agricultores “autóctonos”.
El caso de la inscripción genérica colectiva de los aljibes, norias y molinos
del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar en el CGPHA, es paradigmático en
su vinculación con la Administración de Medio Ambiente. No es sólo porque
la propia Consejería de Medio Ambiente lo promocione, es que atiende a dos
aspectos fundamentales de su política:
-En primer lugar, a su interés por promocionar actividades económicas
“compatibles” con la protección o, dicho en términos del PDS, por incentivar
un “turismo de calidad”. Por su carácter disperso en el territorio y por la ac-
cesibilidad exterior, este tipo de bienes (aljibes, norias, pozos, molinos…) son
idóneos para la promoción de senderos y de diferentes actividades turísticas

141
Aljibes y molinos en Cabo de Gata - Nijar

en el territorio, permiten su cualificación de cara a una oferta “de ocio”. Esta


concepción del patrimonio como “recurso” es una propuesta política incenti-
vada por Europa que ha sido asumida plenamente por el gobierno andaluz, y
que se aplica tanto al patrimonio apellidado natural como al cultural.
-En segundo lugar, esta inscripción en el CGPHA subraya y afianza una
determinada lectura e interpretación del territorio coincidente con la filosofía
de protección medioambiental de los espacios andaluces. Los “Parques” se
definen por el supuesto mantenimiento de ciertas atribuciones “naturales”,
apenas transformadas por la mano del hombre –esta “porción de naturaleza
preservada” se contrapone al resto del espacio, considerado transformado y
por tanto no valorable, no necesitado de “protección”-. La definición simbó-
lica que se hace de estos bienes definiéndolos, tal como hemos visto, por su
dimensión adaptativa, colabora en la cimentación de una imagen cultural
del territorio que interesa a la Administración andaluza.
Este análisis permite comprender la superposición de actuaciones respecto
a estos bienes patrimoniales. A diferencia de la mayoría de las actuaciones de
la Consejería de Cultura que se limita a la identificación y catalogación de los
bienes, estos elementos además de catalogados, han sido promocionados y di-
fundidos a través de diferentes proyectos como exposiciones, diagnósticos de
intervención, restauraciones, etc. y están ahora en proceso de musealización
“in situ”.
El papel de los técnicos y de la Consejería de Cultura en general, respecto
de este proceso es el de la cualificación de la información, aportando datos
históricos, de funcionamiento, de interpretación de los bienes por parte de los
antiguos usuarios… y dando legitimidad al uso simbólico de éstos e incluso
reforzando una nueva dimensión simbólica frente a su valor de uso –con-
siderado ya obsoleto-. Asimismo, la Administración cultural andaluza pone
en práctica a través de estas actuaciones tanto la activación de un patrimonio
pocas veces valorado, el etnológico, como su política de considerar el patri-
monio “no como una carga, sino como un recurso” para las poblaciones y los
ciudadanos. Sí observaría, no obstante, un matiz en las últimas propuestas de
restauración y musealización de la Consejería de Cultura por dar relevancia a
los saberes y las valoraciones autóctonas sobre los bienes. Un interés por la
dimensión inmaterial de los bienes que podría procurar cierto acercamiento a
algunos sectores “locales”. De este modo, y sin menoscabar el mensaje central
de adaptación a la naturaleza, se introduce un protagonismo relativo de los
hombres y mujeres que históricamente han vivido y modelado esta tierra.

142
Capítulo III

2.
A lo largo de los últimos 20 ó 30 años se ha ido trabando una alianza entre los
grupos ecologistas y conservacionistas y los turistas-residentes, artistas, em-
presarios turísticos y otros colectivos “distinguidos” que viven en el parque…
en su mayoría pertenecientes a clases medias con un nivel medio y alto de
educación formal. Este grupo, que impulsó y apoyó la declaración de parque
natural, demanda actuaciones proteccionistas más contundentes y que frenen
el avance de los cultivos y del crecimiento de suelo urbano dentro del parque.
Reivindican su legitimidad en la toma de decisiones del territorio precisamente
en sus actuaciones del día a día para protegerlo de los avances imparables de
la especulación del suelo, de la contaminación agrícola, de la degradación, etc.,
que lo llevarían a su destrucción. Ellos consideran que son los que han descu-
bierto la belleza, la armonía, la luz, el primitivismo de estas orillas, los que las
han mostrado al mundo y los que luchan por preservarlas.
Este grupo de residentes, empresarios turísticos, intelectuales, artistas, etc.
ha unido a la dimensión natural y virginal del parque una dimensión estética
y contemplativa del territorio. Una formulación que se ha transmitido a la
arquitectura dispersa del parque, como los cortijos, norias, aljibes… que se
interpretan como un elemento más configurador de la belleza y la sinuosidad
del paisaje.
Respecto al proceso de patrimonialización de los bienes que estamos con-
siderando, este colectivo en su conjunto no ha tenido una actuación con de-
masiado protagonismo, pero sí que han sido importantes ciertos individuos
y empresas –algunas de ellas con mucho peso político y económico en la
zona- orientadas a un turismo de calidad, e interesadas en una visión com-
pleja del medio-ambiente que incorpore la dimensión antrópica como una
parte fundamental. Este sector ha demandado en la última década la puesta
en valor de estos bienes, fundamentalmente de cara al negocio turístico. Con
dos objetivos: 1. Dar la apariencia de un parque cuidado, sin ruinas ni zonas
degradadas, preocupado por el patrimonio y 2. Establecer rutas, senderos y
diversas actividades de turismo activo y que permitan la desestacionalización
turística.
En el diseño de una estrategia orientada a un turismo “de calidad” o “no
masivo” este sector se presenta como aliado de la Administración de la Junta
de Andalucía y ha procurado hacer valer su perspectiva en el consistorio local
a través de ciertos sectores alternativos al gobierno socialista.

143
Aljibes y molinos en Cabo de Gata - Nijar

Por otra parte, tanto sus objetivos últimos respecto al territorio municipal
como los significados que añaden a los bienes patrimoniales, en su dimensión
estético-contemplativa y naturalista, se perciben como opuestos por parte del
otro sector de la población de Níjar.

3.
Otra perspectiva diferenciada sobre el territorio y sobre los bienes patrimo-
nializados es la que presentan los grupos de antiguos propietarios del par-
que –viejos campesinos, pescadores y mineros- y los agricultores del área de
Campohermoso, colonos provenientes de otras zonas de Níjar y del entorno
almeriense o granadino.
Sus reivindicaciones sobre el territorio y su derecho a gestionarlo se asien-
tan en los derechos de la herencia, el sufrimiento y el trabajo. Una tierra mi-
serable, durante siglos abocada al olvido, sostenida, cultivada y trabajada por
sus antepasados y que ellos y sus padres, a través del esfuerzo, del trabajo, de
la inversión y del riesgo en los invernaderos han convertido en la una de las
regiones más ricas del sur de Europa. Lo que, muy expresivamente, se deno-
mina “el oro verde de los invernaderos”.
La permanencia en la tierra de sus padres, el cambio en la calidad de vida,
la mejora en las infraestructuras y en las condiciones generales del municipio,
el acceso a servicios escolares, de sanidad, cultura, etc. y también el enrique-
cimiento individual, se asocian con la agricultura bajo plásticos. Su visión del
territorio es principalmente productivista, orientada al crecimiento económi-
co y a un crecimiento inmediato. Se busca una rentabilidad que les permita
huir de las miserias del ayer, pero que se basa en unas fórmulas de producción
asociadas a la autoexplotación de la mano de obra familiar, a la degradación
medioambiental y a condiciones de explotación para los trabajadores extranje-
ros. Este modelo de enriquecimiento rápido se está trasladando desde la agri-
cultura a los sectores de la construcción y del turismo masivo, sin detenerse a
reflexionar sobre los límites y el futuro de la propuesta que se hace.
En el proceso de patrimonialización este sector tiene un posicionamiento
de resistencia. En general, se insiste en el valor de uso, en la dimensión fun-
cional de estos inmuebles como su sentido más contundente, oponiéndose a
unas resemantizaciones que no son coincidentes con la memoria social de la
que son depositarios y que avala sus identificaciones actuales. Una memoria
que insiste en la dureza del trabajo en las condiciones del pasado –adecuación

144
Capítulo III

de las ramblas, limpieza de los lodos depositados en los aljibes, recorrer largas
distancias con el ganado en busca de alimento y agua, etc.-, en la miseria e
incluso en la muerte asociada a pozos y aljibes. Desde cierta perspectiva, los
nuevos significados que se están dando a estos bienes se perciben como una
expropiación del sentido del que estos grupos se consideran legítimos depo-
sitarios. Por ello la valoración positiva que se vincula a estos elementos está
ligada a su funcionalidad y al “saber hacer” de los antepasados, que con estos
conocimientos lograron el derecho a vivir en su tierra. Un derecho legítima-
mente heredado por sus sucesores51.
En síntesis, el proceso de patrimonialización respecto a los aljibes, norias y
molinos de la zona es paralelo y sustenta la nueva imagen cultural de este terri-
torio en tanto que espacio protegido. En este proceso de resignificación estos
bienes se conciben como muestras de la adaptación del hombre a la naturaleza
y como hitos estéticos en el paisaje. Unos nuevos contenidos semánticos que,
no casualmente, resultan ser idóneos para la explotación turística del territorio.
Es su valor de mercado lo que ha incentivado la sucesión de actuaciones sobre
estos bienes y la que sigue primando en los procesos de restauración y musea-
lización. A esta resignificación simbólica se opone un sector de la población
que considera a estos elementos ligados a su memoria y que reivindica su valor
de uso (Moreno, 1999; 2001). Fue su utilidad lo que les dio razón de ser –y ese
sentido pueden ser significados como muestra del ingenio y del saber hacer
de los mas viejos- esta misma utilidad es la razón de ser de los invernaderos.
Una utilidad que, según ellos, avala los derechos de los agricultores sobre un
territorio que consideran propio.

51 Discursos de identificación similares sobre el territorio y sobre los derechos adquiridos han sido
documentados en diversos trabajos de investigación como los de Sabuco, 2005; Valcuende, 1999; Quin-
tero, 2000.

145
CAPÍTULO IV
PEGALAJAR:
EL (DISPUTADO) PATRIMONIO DEL AGUA
Capítulo IV

Huerta de Pegalajar
Lugar de interés etnológico
Fecha de inscripción: 2001

“Pegalajar nace y se consolida como población debido a al presencia de una FUEN-


TE con abundancia de agua que ha sido históricamente el principal elemento de pro-
moción y desarrollo de este pueblo. Las “Crónicas del Condestable Iranzo”, ya en el
año 1469, hacen referencia a la presencia del manantial de la Fuente de la Reja y al
riego de las huertas de Pegalajar. El derrame de la Fuente de la Reja ha alimentado du-
rante siglos una singular laguna, conocida como la CHARCA de Pegalajar. La principal
función de este estanque ha sido embalsar el agua y regular la misma para el riego de
la huerta. Pero además ha sido el elemento más conocido, característico y propio de
Pegalajar. Lugar de ocio, de recreo y de diversión único por su singular belleza. Desde
la Charca, el agua se distribuía por una intrincada red de caces, acequias e hijuelas hasta
llegar a cada palmo de tierra de la productiva HUERTA de Pegalajar, declarada como
“Paisaje Agrario Singular”. Así se completaba este sistema hidráulico, formado por el
conjunto de elementos “Fuente-Charca-Huerta”, que constituye el patrimonio más
preciado de Pegalajar y sus principales señas de identidad”. (Ayuntamiento de Pegala-
jar, Mayúsculas y negritas en el original)
Este es el contenido de un tríptico publicitario del Ayuntamiento de Pe-
galajar con título “Pegalajar: Historia y Cultura del Agua”. Forma parte de la

147
Pegalajar: El (disputado) patrimonio del agua

campaña “Jaén Paraíso Interior” y fue desarrollado por la corporación muni-


cipal de 1999-2003, formada por una alianza entre el PP e IU. Se insiste en la
vinculación entre tres elementos “Fuente, Charca y Huerta”. Esta vinculación
es la que defiende también la Asociación de la Fuente de la Reja fundada en
1992 por un movimiento vecinal que denunció la sobreexplotación del acuífe-
ro y la sequía de la Fuente Vieja en 1988.
A continuación muestro un extracto, bastante amplio, del modo en que
se promociona este bien por parte de la actual corporación municipal, lide-
rada por el PSOE con mayoría absoluta. Este ayuntamiento ha solicitado la
descatalogación del Lugar de Interés Etnológico en pleno municipal de no-
viembre de 2004, una moción que tuvo seis votos positivos del PSOE, dos
abstenciones del PP y tres votos en contra de IU. El equipo de gobierno actual
considera que la catalogación supone un perjuicio para el pueblo y un freno al
desarrollo local. Su mayoría en el gobierno local muestra el respaldo de buena
parte de la población.

“La Charca
La Charca es un embalse que recoge las aguas del nacimiento de la Fuente de la
Reja desde tiempos medievales. En un principio fue una simple presa con un muro
de piedra de contención y unas compuertas que regulaban la salida del agua a través
de una intrincada red de kilómetros de acequias. Éstas regaban las tierras de huerta y
olivar situadas al Sur del núcleo urbano, distribuidas en bancales. Los caces superiores
servían de límite Sur a la población, delimitando así el crecimiento urbanístico de Pe-
galajar.
Este manantial nunca ha sido suficiente para fertilizar todas las tierras que se ex-
tienden en nivel decreciente hacia el río Guadalbullón. Por otra parte, siempre han
sido muy numerosos los años de sequía, en los que el volumen aforado por dicha
fuente disminuía de una forma considerable, debido a que la superficie piezométrica
del acuífero situado al Norte de la población, que da lugar al manantial de la Charca,
está ligada a conducción por galerías con fenómenos de sifonamiento.
(…)
La Charca en las últimas décadas
La Charca aun hoy día mantiene la fisonomía de esta última reforma [1949], la cual
levantó en la población expectativas de desarrollo y progreso, gracias al importante
volumen de aforo de la Fuente de la Reja. A partir de 1950, el paseo de la Alameda de
la Charca desplazó de una forma categórica a la Plaza de la Constitución como zona
de recreo. La Charca pasó a ser el centro de la vida de ocio y fiestas de los pegalajeños.
En su recinto se realizaban diversas actividades, como eran los baños, audiciones mu-
sicales, paseos en barca, piragüismo, natación... La década de los sesenta fue la época

148
Capítulo IV

dorada del recinto, convirtiéndose en un pequeño núcleo turístico a nivel comarcal.


La desecación del manantial de la Fuente de la Reja en 1988 por sobreexplotación
del acuífero que lo abastece supuso un duro golpe para la población de Pegalajar, que
tiene en la Charca una de sus señas de identidad. Desde entonces, la Charca se ha lle-
nado de agua sólo en contados períodos de abundantes lluvias, mientras que los caces,
acequias, lavadero y molinos de su Huerta se han deteriorado por la falta de uso. Hoy
día, se hace necesaria una regularización de extracción de aguas del acuífero, junto
con la rehabilitación de la Charca y su entorno, para que pueda seguir siendo seña de
identidad de la población. Dicha rehabilitación pasa por la comprensión de la realidad
actual y del estudio de todas aquellas medidas que tengan en cuenta esta realidad y la
opinión de los más afectados, los vecinos de Pegalajar.”
López Cordero, s.f. Página web del Ayuntamiento de Pegalajar, subrayado añadido52
El discurso del actual equipo de gobierno municipal, encabezado por Mer-
cedes Valenzuela, insiste en poner en valor la Charca, entendiéndola como un
símbolo de identidad fundamental de la población. La presidenta del consis-
torio argumenta además que el sistema de riego a manta o el derrame de agua
del acuífero serían medidas no ecológicas e insolidarias en nuestros días. La
búsqueda de una solución para la Charca pasa por encontrar agua desde “la
comprensión de la realidad actual”.
Desde que en 1988 dejara de manar la Fuente de la Reja, con la desecación
consiguiente de la Charca o embalse y de la Huerta, un conjunto de reivindi-
caciones, estudios, protestas, alianzas y enfrentamientos ha sacudido el pueblo
de Pegalajar. Ha habido épocas de euforia para algunos y años de desesperan-
za para otros. El PSOE perdió el ayuntamiento local durante tres legislaturas y
lo ha vuelto a ganar en 2003 y 2007. Muchos vecinos reniegan de “la política”
y de las administraciones señalando que sigue sin haber agua. Dos grupos, con
dos posturas diferentes en torno al agua, se han visibilizado a lo largo de estos
años, llegando a fracturar la convivencia pacífica de esta pequeña localidad.
Un tiempo en el que también han ido cambiando las estrategias y las alianzas
de los grupos que encabezan las distintas posiciones.
Una de las características fundamentales de este caso de estudio es el movi-
miento social que se ha desarrollado en torno al agua y al sistema que confor-
man el manantial, su embalse y la huerta regada con estos recursos. Un movi-
miento de defensa de un acuífero pero que tomará como elementos centrales
de sus discursos el derecho a la identidad del pueblo y sus raíces históricas y

52 http://www.ayto-pegalajar.org/module-htmlpages-display-pid-8.html (ultima consulta julio 2006)

149
Pegalajar: El (disputado) patrimonio del agua

de tradición conformadas en torno al agua.


Subrayaré por tanto, la importancia simbólica que elementos como la Char-
ca o la Huerta tienen en la construcción de las identidades locales. También
me centraré muy especialmente en el modo en el que el proceso de patrimo-
nialización del bien ha afectado a esas construcciones identitarias y a los dis-
cursos que se vertebran. Dos modelos de identificación local opuestos se han
desarrollado en Pegalajar en estos años –por supuesto como remodelaciones
de modelos anteriores-, en estas dos propuestas el papel de la Fuente, la Char-
ca y la inscripción de LIE tienen bastante relevancia. La reivindicación de la
importancia de la Huerta por parte de ciertos grupos de la población, el mo-
vimiento social que se generó en torno a la defensa de estos bienes y la forma
en que fueron definidos -como un sistema de “Fuente-Charca y Huerta”- se
vincula con una serie de valores sociales y una forma de entender el pueblo y
el mundo. Modelo que no coincide y que contrasta con el que presenta un sec-
tor alternativo de la población que construye simbólicamente el bien en torno
a la Charca, negando la importancia del sistema y de la Huerta, y vertebrando
otro ideal social y de futuro para el pueblo.

TRASFORMACIONES SOCIOECONÓMICAS EN PEGALAJAR


En el camino de Jaén a Granada una de las primeras salidas de la autovía
indica: Pegalajar. Desde la carretera apenas se divisa un torreón cuadrangular
de factura militar y un estilizado caserío blanco con tejados casi marrones. El
núcleo de población tiene forma alargada, adaptando su fisonomía a la topo-
grafía de la Serrezuela. Esta forma “de huso” encaja los límites del caserío en-
tre las líneas más escarpadas del monte hacia el norte y las huertas y acequias
del lado sur. Tomás López, en 1781, lo describió así:
«... una villa llamada Pegalajar... en cuyo lugar hay viñas y olivares, muchos huertos... Está este
lugar en la forma de unas alforjas, con un castillo de por medio y en la altura de un cerro pelado,
en cuya villa o lugar hay una laguna y nacimiento con la que riegan los huertos y olivas, muelen los
molinos de pan y se surten para lavar y beber»
El paisaje de la zona queda caracterizado por el conjunto montañoso de
Mágina en contraste con el valle del Guadalbullón. Cerca de este valle se ubica
el núcleo de población principal. De Pegalajar dicen los historiadores que se
conforma como lugar habitado alrededor de dos elementos: el manantial de
la fuente de la Reja y la alcazaba o Castillo de las Peñuelas, de origen musul-
mán. Durante la conquista cristiana fue ésta zona de frontera con el reino de

150
Capítulo IV

Granada, de ahí el carácter defensivo de los primeros núcleos de población


refugiados entre los muros del castillo (López Cordero, 1997; Lietor, López y
Rojas, 1994).
La parte más antigua del pueblo se destaca fácilmente por sus calles estre-
chas, empinadas, que desembocan en otras más llanas y que conducen hacia
los límites de la población. Desde algunas zonas del pueblo se divisa la pen-
diente hacia el valle del Guadalbullón, suavizada en bancales, una forma de
cultivo posible gracias al embalsamiento de agua y su conducción en caces y
acequias. Este conjunto se denomina la “huerta de Pegalajar”.
Pegalajar en los últimos treinta años ha experimentado un fuerte despegue
económico y una gran transformación social. El nivel de rentas, aunque no es
superior a la media de Andalucía, sí que ha subido considerablemente en estos
años. Esta transformación tiene que ver con dos elementos fundamentalmen-
te: por una parte el desarrollo industrial de Mancha Real, una población de la
que dista apenas 20 km. y por otra parte, la expansión del monocultivo de oli-
var y su puesta en regadío, lo que proporciona a muchas familias con pequeñas
propiedades unos ingresos complementarios. También influye la cercanía a
Jaén y está teniendo un efecto positivo, aún por desarrollar en toda su poten-
cialidad, el Parque Natural de Sierra Mágina y las propuestas de desarrollo y
turismo a él asociadas.
Históricamente la economía del municipio se ha basado en la agricultura,
si bien una parte importante del término, con un relieve accidentado y fuertes
pendientes, tenía un aprovechamiento forestal y ganadero. La Vega o Huerta,
de origen medieval y regada por la Fuente de la Reja, era el “heredamiento que
sostiene a este pueblo por lo inútil de las tierras de labor” (A.M.P., 1808 cit.
Lietor y otros 1994). También se aprovechaba para riego la angosta Vega del
rió Guadalbullón; en la zona sur del término algunas zonas de secano se dedi-
caban al cultivo de cereales (Liétor y otros 1994). La importancia de la huerta
venía condicionada precisamente por un relieve que dificultaba el cultivo, lo
que hacia de los pequeños predios del ruedo un elemento central de la eco-
nomía agrícola de la zona. La crisis de este sistema, inscrita en el proceso de
agotamiento del modelo agrario andaluz, condicionó una fuerte emigración
que invertía la tendencia demográfica ascendente del la primera mitad del siglo
XX.

151
Pegalajar: El (disputado) patrimonio del agua

Cuadro 3.1. Evolución de la población.


1900 1930 1940 1950 1960 1970 1981 1991 2001 2005
Pegalajar 4.440 6.209 7.222 6.527 4.945 4.118 3.172 2.987 3.118 3.136
Fuente SIMA, IEA Series Temporales, Padrón Municipal. Elaboración propia.

Desde 1940 a 1981 la población desciende en más de un 50%, una sangría


migratoria fortísima, que tiene situaciones paralelas en diversos entorno serra-
nos y de interior de Andalucía. Los datos son similares a los de los municipios
del entorno de la denominada Comarca de Mágina53, en la que se podría in-
cluir a Pegalajar. No obstante, en comparación con algunas de estas entidades
municipales, en la última década la tendencia al crecimiento es evidente en
lugares como La Guardia de Jaén, Mancha Real y también, aunque menor, en
Pegalajar, Huelma y Jódar.
Los datos relativos a la población nos sirven para subrayar el dinamismo
de este pueblo. El monocultivo de olivar es una tendencia creciente en toda
la zona. En la Comarca de Mágina ocupa hoy el 95% de la superficie agraria
cultivada (López Cordero y González, 2001). En el caso de Pegalajar, el olivar
alcanza hoy casi el 99% de la superficie cultivada.

Cuadro 3.2. Evolución del olivar en Pegalajar


1930 1946 1982 1995 2000 2004
Secano 3.608 2.497 2.859
Regadío 205 714 705 1.085 1.255
Total 3.813 3.211 3.195 3.722 4.114
Fuentes: Liétor y otros 1994 para 1930 y 1946; Censo Agrario 1982; Consejería Agricultura
1995, 2000, 2004 SIMA, IEA. Elaboración propia.

La expansión del olivar se viene produciendo desde mediados del XIX


(Liétor y otros, 1994) y condiciona la trasformación del paisaje restando im-
portancia a los cultivos de tierra calma, excepto en períodos como el de pos-

53 Mágina como ámbito comarcal no deja de resultar una entidad más o menos difusa, primero por su
desvertebración interna. Por otra parte, los límites comarcales al sur son bastante difusos respecto a la
comarca de los Montes, en Granada, con la que existen fuertes relaciones (Cano, 2002). En este texto,
no obstante, vamos a considerar la Comarca de Mágina tal como se ha delimitado a efectos del Parque
Natural y que se refuerza por la obtención de un Leader II de 1995 a 2001.

152
Capítulo IV

guerra, y adentrándose en lugares hasta entonces dedicados a la explotación


forestal. No obstante, nos interesa resaltar el crecimiento continuado del rega-
dío de olivar, que se ha duplicado en los últimos veinte años. La rentabilidad
generada por las producciones olivareras, unida a las ayudas recibidas por la
Unión Europea (UE) en el marco de la Política Agrícola Común (PAC), se han
convertido en factores decisivos para el cambio. De este modo se ha produci-
do, en el ámbito provincial, una continuidad entre las políticas productivistas
del Plan Jaén auspiciadas por la autarquía franquista, hasta las subvenciones
recibidas de la Comunidad Europea, buscando constantemente mayor capaci-
dad de regadío (Palacios, 2004: 322). En Pegalajar también se ha seguido este
proceso.
La mayoría de estas explotaciones olivareras se encuentran muy repartidas,
siendo abundante la mediana y sobre todo la pequeña propiedad de la tierra,
que coexiste con el latifundio. De las más de 1.200 explotaciones censadas en
1972, casi mil son inferiores a cinco hectáreas y cien más no superan las veinte
hectáreas. Tal como se observa en el cuadro siguiente, ha habido una tenden-
cia a la concentración de la propiedad, invirtiendo el sesgo que se mantuvo
durante la primera mitad de siglo. Uno de los factores que incide en esta ten-
dencia es desde luego la perdida de centralidad de la agricultura en términos
generales. La parcela mínima, de menos de una hectárea tenía sentido en un
sistema de autoabastecimiento agrícola, pero no hoy. Ha aumentado la peque-
ña, la mediana propiedad y la gran propiedad y han decaído considerablemen-
te las parcelas de menos de cinco hectáreas.
No obstante, muchas de las pequeñas parcelas que aun hoy están en explo-
tación -800 menores de diez hectáreas- se usan como ingreso complementario
para el grupo doméstico, que en tiempo de la recogida de la aceituna vierte su
esfuerzo en estas labores. La agricultura se ha convertido en la mayoría de los
casos en una actividad secundaria, a veces económicamente central, pero con-
siderada como un segundo trabajo para muchos grupos domésticos locales. Se
trabaja los fines de semana, en vacaciones, se retrasan otros trabajos ocasiona-
les en épocas de recogida de la aceituna, especialmente la construcción... “No
es el trabajo central, pero una familia puede tener uno o dos o tres millones [de pesetas] de las
olivas. Luego que vivan de eso pues para eso hay que tener de doscientas olivas para arriba
y eso aquí, los hay, pero son cuatro, digo cuatro u ocho pero pocos”. (José Andrés, maestro,
agosto 2004)

153
Pegalajar: El (disputado) patrimonio del agua

Cuadro 3.3. Distribución de la propiedad de la tierra. Pegalajar


Extensión (Has.) Explotaciones Explotaciones Explotaciones
agrarias 1972 agrarias 1989 agrarias 1999
< 1 558 843
1-5 533 686
5-10 87 87 123
10-20 34 30 45
20-50 11 15 24
50-100 7
100-200 - 21 14
200-300 1
Total 1.231 996 892
Fuente: Censo Agrario 1972, SIMA 1989, 1999 IEA. Elaboración propia.

La forma del parcelario, el pequeño tamaño de muchas explotaciones y el


consiguiente carácter de actividad complementaria que se ha ido definiendo
con respecto al cultivo de olivar, va a condicionar muchas de las decisiones y
posicionamientos de los vecinos de Pegalajar en lo que respecta a la Fuente
de la Reja y la Huerta. En primer lugar, la existencia de un ingreso, comple-
mentario sí, pero no desdeñable, para la mayoría de las familias del pueblo
mantiene la vinculación de hijos de mediana edad que tienen otros oficios
como la carpintería, la construcción o el sector servicios con el campo. Una
forma de mantener las vinculaciones con el trabajo agrícola y el entorno que
en otras zonas de Andalucía está en franco declive, pues muchos hijos de pe-
queños o medianos propietarios en otro tipo de cultivos apenas pisa el campo.
Por el contrario, en muchos lugares de Jaén para una familia los márgenes de
rentabilidad de una cosecha de olivar dependen de que todo el mundo eche
una mano en las épocas de más trabajo. Más en las zonas en las que la mecani-
zación es difícil, por lo acusado del relieve o por la antigüedad de los árboles.
En segundo lugar, la transformación de un predio de secano en regadío puede
significar que con el mismo e incluso menor trabajo de los componentes de
una familia se pueden multiplicar los ingresos.
Ambos aspectos combinados permiten comprender cómo cada habitante
del pueblo tiene una opinión fundamentada en torno a los sistemas de rega-
dío y su problemática –los debates sobre la necesidad de agua o no para las
explotaciones de olivar, las diferencias entre el riego a manta y el riego por

154
Capítulo IV

goteo, sus costos económicos y en términos de acuíferos, etc.- y cómo ha sido


posible la movilización de la población y su implicación. También se entiende
cómo se ha transmitido un tipo de información tan sumamente compleja a
vecinos muy diferentes: desde una empresaria a un aserrador, desde un ama
de casa a un maestro entienden y se preocupan de los temas del agua y de su
distribución.
Por otra parte, el tamaño de las explotaciones y sobre todo su carácter
complementario, tienen mucho que ver –aunque por supuesto no pueden
considerarse como factor determinante- con las dificultades para encontrar
los cauces adecuados de distribución del producto. La industria del aceite es
una de las más importantes de Sierra Mágina, aun cuando adolece de falta de
comercialización. Desde 1997 la producción de aceite se acoge a la Denomi-
nación de Origen Sierra Mágina, mecanismo que ha posibilitado el desarrollo
del sector, incluso si gran parte de la producción sigue vendiéndose a granel.
El revulsivo de mayor fuerza en la economía local ha sido el desarrollo in-
dustrial de Mancha Real, uno de los municipios colindantes. Mancha Real, que
apenas llega a los nueve mil habitantes, mantiene un crecimiento industrial
sostenido desde el impulso de los planes desarrollistas del gobierno de Franco
(López Cordero y González Cano, 2005:31). Esta industria se ha centrado
principalmente en la madera y el mueble, demandando abundante mano de
obra en los municipios limítrofes. Alrededor de esta especialización se han ido
formando personas y empresas, de modo que en la actualidad Huelma se ha
especializado en el sector de mueble provenzal y Pegalajar esta desarrollando
sus propias industrias del mueble54. No obstante, uno de los problemas del
sector de la madera es la baja cualificación de parte de la mano de obra, lo que
dificulta la incorporación de nuevas tecnologías, la dependencia en cuestiones
de maquinaria y su reparación y sobre todo una gran carencia de diseño e in-
novación (PDS Sierra Mágina, 1998: 65).
La agricultura y la construcción combinadas, las industrias madereras y
sus auxiliares y algunos empleos en el sector servicios, a menudo ubicados
en Jaén capital, han producido lo que para muchos es la gran transformación
socioeconómica del pueblo. De ser un pueblo de emigración con unos índices

54 Marlina o Muebles Pegalajar dan empleo directo a más de un centenar de personas y generan muchos
más empleos indirectos. En Pegalajar los empleados del sector manufacturero, centrado mayoritaria-
mente en este tipo de empresas, suman 290 personas –mayoritariamente hombres- (IEA, 2001).

155
Pegalajar: El (disputado) patrimonio del agua

elevadísimos de desempleo, en la actualidad Pegalajar apenas presenta una tasa


de paro del 6,8%, muy por debajo de la media provincial y andaluza. Incluso
en ciertas épocas se emplea a mano de obra de fuera, bien sea para la industria
de la madera, bien en las labores de recogida de aceituna.
Otro factor a considerar para explicarnos el empuje inicial de esta pobla-
ción es su ubicación. Durante mucho tiempo la Comarca de Mágina se ha
caracterizado por su marginalidad o posición periférica: situado al sur de la
provincia de Jaén lejos de las principales vías de comunicación estatal y rodea-
do por comarcas de escaso dinamismo socioeconómico como las Sierras del
Sur de Jaén, la depresión del Guadiana Menor y las comarcas del Norte de la
provincia de Granada.
Sin embargo, Pegalajar, aun padeciendo algunas de estas circunstancias, se
halla junto al valle del río Guadalbullón, vía de comunicación histórica entre
Jaén y Granada. Actualmente se encuentra en el área de influencia de la ciudad
de Jaén y muy bien comunicada por a autovía Jaén -Granada. Esta situación,
además de suponer una ventaja considerable para la ubicación de empresas
e industrias, está siendo considerada por constructores, inmobiliarias y por
el propio consistorio municipal. Una de las oportunidades que consideran
muchos habitantes de Pegalajar es el desarrollo urbanístico y el crecimiento en
habitantes del pueblo. Ello posibilitaría un aumento de los empleos en la cons-
trucción y en las empresas auxiliares y sería un gran impulso para comercios y
servicios.
Otro de los sectores que se está tratando de desarrollar en los últimos años
es el turismo. Bajo la forma de turismo de interior o turismo rural han ido
creciendo algunas pequeñas empresas y ciertas experiencias. En el recuerdo de
casi todos los pegalajeños de cierta edad aparece la escena de la Charca llena
de agua… y de bañistas. Allá por los años sesenta y setenta las comunicaciones
desde el Jaén interior hacia la costa eran lentas y el nivel de vida no permitía
a muchos desplazamientos largos a las playas. La balsa de Pegalajar era un
estanque de amplias dimensiones que colmaba la escasez de piscinas de la
época. Los veranos con casetas para cambiarse y los paseos en barcas iluminan
el recuerdo de mis informantes y les sirve a algunos como hito donde situar
el desarrollo turístico del pueblo. También explica, según otros, el nombre del
restaurante más conocido de Pegalajar: El Caribe, “un restaurante a la orilla de la
playa de Jaén”.
Es cierto que Pegalajar era un destino de verano conocido hace cuarenta

156
Capítulo IV

años en algunos pueblos de la provincia, pero no más. Bañistas o veraneantes


proporcionaban unos pocos ingresos a las arcas municipales y dejaban algunas
pesetas a los bares y restaurantes locales, sin ser un sector económicamente
determinante. El incipiente desarrollo turístico está siendo promocionado por
la inclusión de Pegalajar en el Parque Natural de Sierra Mágina y los proyec-
tos europeos de reconversión rural ligados a la terciarización y el desarrollo
turístico. La Asociación para el Desarrollo Rural de Sierra Mágina, la inclusión
en el Leader II e incluso la orientación del Plan de Desarrollo Sostenible de
Sierra Mágina, atribuyen al turismo una gran potencialidad para la zona. Una
fórmula que no difiere de la que se esta aplicando en otros territorios de inte-
rior de Andalucía y cuyo resultado no es ni mucho menos todo lo bueno que
la planificación y los modelos diseñados en Europa alentaban.
A pesar de los esfuerzos de promoción institucional, de las inversiones en
publicidad y de las subvenciones propiciadas por los planes Leader, el turis-
mo no deja de ser una actividad de menor importancia a la hora de generar
empleos o beneficios en la Comarca. En Pegalajar, la percepción de algunos
políticos y empresarios es que debería desarrollarse mucho más el turismo y
que la integración en el Parque no deja de ser un hecho menor, por situarse
el municipio en un extremo del espacio protegido. En general, uno de los
problemas del turismo en la zona es la falta de profesionalización del sector.
También se argumenta que no hay una oferta unificada y coherente, sino mul-
titud de propuestas dispersas (López Cordero y González Cano, 2003; PDS
Sierra Mágina, 1998).

Notas sobre la conciencia social


Esta caracterización nos dibuja en apariencia un lugar con una estructura
social relativamente homogénea y un pueblo próspero. Sin embargo, la ame-
naza del desempleo aún se presiente. Por ejemplo, cuando el pasado año 2005
la empresa Muebles Pegalajar se declaró en quiebra y más de cien personas
contratadas podrían haber perdido su trabajo, además de las empresas que
indirectamente viven de ella. O cuando ha habido una sentencia judicial que
implicaba el desalojo del polígono industrial del pueblo. Estos hechos son un
indicativo de la debilidad que presentan algunas de las bases económicas mu-
nicipales.
Por otra parte, el escaso desarrollo del sector servicios y de empleos cuali-
ficados sigue impulsando a los grupos más formados a marcharse del pueblo.

157
Pegalajar: El (disputado) patrimonio del agua

En el otro extremo, el colectivo de personas que no saben leer o no tienen el


graduado es muy alto en comparación con las medias andaluzas. Una de las
reflexiones que hacía un educador de la zona sobre los elevados índices de
fracaso escolar venía a concluir que estábamos ante un proceso encadenado:
la gente no se forma porque enseguida encuentra trabajo y puede ganarse unas
perras, con lo cual muchos ni obtienen el graduado escolar55. Las carencias en
educación formal impiden el desarrollo a otros niveles de las empresas locales,
como el diseño, la especialización, etc.
Aunque el empleo ha ido evolucionando en positivo en las últimas déca-
das, la memoria social y la conformación identitaria de Pegalajar tiene que
entenderse en el contexto de la estructura social heredada del pasado. Una
estructura dependiente de la agricultura y en la que a pesar de encontrarnos
con una gran parcelación de la tierra, su distribución no es ni mucho menos
igualitaria.
En la zona no se puede hablar de un latifundismo similar al de la Campiña
del Guadalquivir, con extensísimas propiedades a menudo subexplotadas. Las
últimas revisiones historiográficas muestran que en esta zona de Andalucía la
desamortización provocó un incremento de la gran propiedad pero también
propició un aumento del minifundismo por cuanto que muchas parcelas fue-
ron apropiadas por jornaleros o arrendatarios (González de Molina, 2000).
Una vez establecido el sistema de propiedad que impulsó la desamorti-
zación y que ha prevalecido hasta los años setenta, en los censos agrarios de
finales del XIX nos encontramos ya con una serie de propietarios, que aún
cuando tienen sus heredades dispersas en el territorio, pueden llegar a confor-
mar una buena hacienda. Es lo que algunos autores han denominado el mode-
lo multifundista, contrastándolo con el latifundio (González de Molina, 1993;
2000). La propiedad no se extendía en grandísimas superficies, pero podían
concentrar un buen número de hectáreas de las mejores tierras de labor, huer-
tas de regadío, olivas en secano y en regadío… Los grandes hacendados, que
conformaban el grupo de la burguesía agraria ascendente en la zona durante el
siglo XIX, explotaban y cultivaban sus tierras contratando a trabajadores fijos
y también a temporeros.
En Pegalajar, la distribución de la propiedad de la tierra regada con las aguas

55 La tasa de analfabetismo, del 16% en 2001 es muy superior a la media provincial del 6,4% y a la
andaluza, cifrada en el 4,4%. Fuente Censo de Población 2001, SIMA.

158
Capítulo IV

de la Fuente de la Reja es un buen indicativo. A finales del siglo XIX, 10 pro-


pietarios concentraban el 40% del olivar con más de 1000 olivas cada uno,
algunos más de 3000. Junto a ellos, un grupo minifundista de unos 200 pro-
pietarios que no tenían más de 100 olivas. La tierra de siembra o huerta, tenía
una distribución parecida56.

Cuadro 3.4 Distribución de las tierras según producto en


La Fuente de la Reja. 1883
Celemines Nº Porcentaje
Superficie total 9.511
Olivas 6.552 51.305 68,88 %
Huerta y sementera 2.959 32,22 %
Fuente: A.M.P. en López Cordero 1994. Elaboración propia

Cuadro 3.5. Tierra regada con la Fuente de la Reja. 1883


Tierra de olivos Tierra de siembra
Nº de olivos Nº de propietarios Celemines Nº de propietarios
1 - 100 204 1 - 10 184
101 - 200 39 11 - 20 37
201 - 300 10 21 - 30 19
301 - 400 7 31 - 40 7
401 - 500 7 41 - 50 7
501 - 600 4 51 - 60 5
601 - 700 7 61 - 70 1
701 - 800 1 81 - 90 1
1.001 - 1.100 3
1.101 - 1.200 3
1.201 - 1.300 1
1.401 - 2.500 2
3.201 - 3.300 1
Fuente: A.M.P. en López Cordero 1994

56 Una hectárea corresponde aproximadamente a 18,62 celemines.

159
Pegalajar: El (disputado) patrimonio del agua

Durante todo el siglo XX fue aumentando el número de propietarios de


la Huerta, hasta llegar a tener una pequeña parcela prácticamente todas las
familias del pueblo. Ahora bien, el incremento de propietarios es producto de
la división, con lo que algunas propiedades llegan a ser muy pequeñas. Mu-
chos de estos poyatos eran una ayuda a la economía doméstica y están ligados
a familias que dependían del trabajo asalariado como fuente fundamental de
ingresos.

Cuadro 3.6. Evolución de los propietarios de la Huerta


Año Nº de propietarios
1828 269
1865 350
1883 392
1903 431
1930 782
Fuente: A.M.P. en López Cordero 1994

La existencia de este minifundio no implicaba igualdad social ni solventa-


ba los problemas de un mercado de trabajo escaso y oscilante. Los mayores
propietarios e incluso algunos medianos tenían garantizado cierto nivel de
vida, pero la mayoría de la población pasaba por etapas de carestía y hasta de
hambre. Por ejemplo, cuando a principios de siglo XX se cierra el Pósito de
Pegalajar, una de las causas que se aducen es la imposibilidad de mantenerlo
por las deudas acumuladas por los pequeños propietarios en años sucesivos
(López Cordero, 1996). Se pedía en préstamo grano para sementera al pósito
y al año siguiente las cosechas no permitían su pago, con lo que aumentaba
sucesivamente la deuda sin que llegaran ingresos que sanearan la economía de
la institución.
Las contradicciones sociales y económicas de este modelo se muestran en
las diversas reivindicaciones y protestas que realizaron los más desfavorecidos
en Pegalajar. En toda la zona, que se mantuvo leal a la República hasta el final
de la Guerra Civil, se fundaron colectividades agrarias (Garrido González,
1979). Entre 1936 y 1939, se organizó en Pegalajar una colectividad agraria
gestionada por la UGT (Liétor y otros, 1994).

160
Capítulo IV

El movimiento de reivindicación de campesinos y jornaleros en el primer


tercio del siglo XX, se inserta dentro de las lógicas de la comarca y de las con-
diciones económicas y políticas del campo jiennense. El poder en los ayun-
tamientos, así como las sociedades obreras agrícolas fueron bastiones de la
influencia campesina durante la Segunda Republica y la Guerra Civil, “desde allí
articulaban sus practicas de lucha contra el sesgo predominantemente patronal, mercantilista
y capitalistas que habían adquirido las relaciones entre los grupos sociales rurales durante la
etapa de crisis agraria” (Cobo Romero, 2000:121).
Esta conciencia de clase de los grupos más desfavorecidos resurge, aunque
muy matizada, en el sindicalismo de la Transición. En Pegalajar tanto la UGT
como SOC concertaron el asociacionismo obrero. También las tendencias de
voto mostradas en las primeras elecciones democráticas alinean dos grupos
diferenciados: una gran masa de votantes de la UCD frente a los votos de
izquierdas repartidos entre el PSOE, el PTA y el PCE.

Cuadro 3.7. Elecciones municipales 1979


UCD PSOE PTA PCA-PCE
Votos 898 541 443 235
Concejales 5 3 2 1
Fuente: IEA, SIMA, Elaboración propia

Cobo Romero desarrolla una interesante hipótesis sobre la influencia del


movimiento obrero agrícola y los realineamientos de algunos medianos y pe-
queños propietarios del entorno jiennense a favor de ciertos sectores franquis-
tas. Según este autor, las condiciones del mercado agrario pusieron a algunos
pequeños propietarios en una difícil situación, que se hizo aun más insosteni-
ble con las reivindicaciones jornaleras de incrementos de los salarios y mejoras
de las condiciones laborales. Estas dificultades crearon una gran brecha entre
jornaleros o grupos con pequeñas propiedades pero que dependían de su sala-
rización, frente a los propietarios con explotaciones no muy grandes pero que
necesitaban contratar mano de obra. Siguiendo a este autor, la radicalización
del movimiento obrero alineó a estos sectores de pequeños propietarios con
los grandes propietarios y la oligarquía agraria y creó un sector campesino
favorable al régimen franquista (Cobo Romero, 2000; 2000b; 2005). Este po-
sicionamiento sería rastreable incluso durante la Transición, lo que explica en
pueblos como Pegalajar el alineamiento social en dos sectores diferenciados:

161
Pegalajar: El (disputado) patrimonio del agua

los grupos más de derechas, votantes de la UCD y que obtuvieron cinco con-
cejales frente al sector de obreros agrícolas y otros pequeños propietarios, que
sostendrían el voto del PTA, PC y PSOE.

Cuadro 3.8 Elecciones municipales 1983-2003, concejales por candidatura


Elecciones 1983 PSOE AP CUT PCE
5 4 1 1
Elecciones 1987 AP PSOE IU-CA
4 4 3
Elecciones 1991 PSOE PP IU-CA
4 4 3
Elecciones 1995 PSOE IU-LV-CA PP
4 4 3
Elecciones 1999 PSOE PP IU-LV
4 4 3
Elecciones 2003 PSOE IU PP
6 3 2
Fuente: IEA, SIMA, Elaboración propia

162
Capítulo IV

Cuadro 3.9 Elecciones municipales. Evolución de votos por candidatura57

El trance en torno a la desecación del manantial y los modos de tramitarlo


van a influir decisivamente en la forma que toman dos modelos identitarios
diferenciados sobre la forma de entender el pueblo y su gestión. No puede
decirse, sin embargo, que la movilización social que se desarrolla en torno al
problema del agua y las adscripciones que se generan, sean un reflejo directo
del anterior conflicto de clases. A pesar de que la movilización social lleva la
marca de ideologías y tendencias de izquierda y aún cuado los mayores pro-
pietarios a partir de cierta etapa van a presionar por el aumento del regadío en
contra de los alegatos del movimiento social, es necesario señalar que las co-
rrelaciones de clase y los intereses de los diferentes grupos han ido cambian-
do en los últimos treinta años. Las transformaciones socioeconómicas que
hemos señalado atrás, marcan lo que algunos han llamado la “descampesini-
zacion” de la población rural. Es decir, muchos de los grupos domésticos que
antes dependían fundamentalmente del trabajo en el campo, ya fuera directo
o asalariado, hoy día han transformado sus fuentes de ingresos hacia el sector
de la construcción y de industria de la madera. El conflicto de clases queda a

57 Para mejor visualizar las tendencias he simplificado la leyenda. Los votos de 1979 no son a AP, sino
a la UCD, lo que explica la posterior caída. También se han integrado en la leyenda “IU y anteriores” las
candidaturas del PTA y el PCA-PCE de 1979, cuyas cifras pueden verse en el cuadro 4.8. En 1983 las
agrupaciones presentadas fueron el CUT con 310 votos y el PCE con 297 papeletas.

163
Pegalajar: El (disputado) patrimonio del agua

menudo encubierto por otras lógicas y por la transformación laboral de los


sectores más desfavorecidos.
Es así como algunos pequeños y medianos propietarios de derechas verán
en la reivindicación una forma de oposición a la predominancia socialista en
la zona y el modo de defender sus intereses. O cómo algunos sectores con
muy pequeñas propiedades serán más afectos a las tesis del grupo socialista
de incrementar la superficie de olivas de regadío. De cualquier modo no hay
que perder de vista que los mayores propietarios de la zona son los que más
beneficiados saldrán con la expansión del regadío que lideran los socialistas
provinciales y locales así como, a partir de mediados de los noventa, la Junta
Rectora de la Comunidad de Regantes.

LA CATALOGACIÓN DE LA HUERTA DE PEGALAJAR


Recorridos por la Charca y la Huerta
Frente al muro de la piscina municipal, un sucinto y austero cartel señala:
“Molinos. Huerta”. A esa hora temprana de la mañana del domingo el paseo
está casi desierto, pero el sol ya viene apretando y espejea en las aguas de la
Charca. Un viejo paisano se cruza con nosotros y, hosco, apenas contesta a
un sonoro buenos días; unos pasos más allá, al detenernos para mirar una
acequia, le sorprendemos al acecho, vigilante y curioso.
En la huerta hay algunos poyos, que es como se llama a las pequeñas par-
celas de tierra asentadas en bancales, a los que es imposible acceder en coche.
En la huerta hay algunos viejos, cada día menos, que se empeñan en continuar
con sus hortalizas, sus árboles y su quehacer agrícola. Por eso en Pegalajar
ciertos agricultores se empecinan en seguir cuidando a sus burros, para poder
bajar a la huerta y estercolar su piojar. Para seguir trayendo algunos pepinos,
cuatro manzanas, unos kilos de granadas, almendras, a veces cebollas… “por-
que tienen vicio de huerta”, como dicen sus hijos y nietos. Apenas traen nada
porque la mayoría de las estaciones, desde hace ya dieciocho años, no hay agua
que llegue a los poyos. Y, los años en que brota el manantial, ya han aprendido
a no confiarse, porque en verano se agosta y con él mueren las pocas plantas
que han llegado a sembrar.
Este panorama es muy distinto del que recuerdan estos viejos. En los tiem-
pos en que ellos eran mozos, hace cincuenta o sesenta años, todo era distinto
y de la huerta se dependía para comer. Pero incluso veinticinco o treinta años
atrás, en plena crisis agraria y con casi la mitad de la población fuera del pue-

164
Capítulo IV

blo, la imagen de la Huerta era la de un vergel. Frescura, árboles, verde… son


algunos de los adjetivos que frecuentemente han usado los pegalajeños para
describir este espacio.
“Porque además y el agua que se desperdiciaba, con las acequias de tierra que iba perdiendo aquí
un deillo, aquí otro deillo, cuando llegaba a cuatro o cinco kilómetros, y lo menos habías perdío… lo
que pasa es que había tantísima agua que era todo verde. Era todo verde ¿sabes? De tantísima agua
como… Había una fuga la tapabas con tierra, con sacos, se chorreaba, se chorreaba… Entonces
estaba todo verde, todo lleno de árboles… (Alfonso, regaor, 70 años, agosto 2004)
La Charca de Pegalajar es un embalse que permite la regulación y distribu-
ción del agua a todo un complejo agrario de pequeñas parcelas. A través de
caces o arterias principales, el agua se iba distribuyendo por las acequias que se
iban ramificando a su vez en estructuras cada vez más pequeñas hasta la hijue-
las o pequeños surcos que abastecían de forma individualizada a las huertas.
La extensión de terreno que bordea el pueblo por el lado norte se organiza
en terrazas, que descienden suavemente hasta el río Guadalbullón. La red de
acequias permitía la distribución del agua según normas consuetudinarias58
llegando a regar más de cuatrocientas hectáreas, repartidas entre huertas en
la zona más cercana al pueblo y unas olivas en la parte más baja o cercana al
río.
La pendiente de la Serrezuela fue excavada durante años para construir
bancales reforzados con bermas, aquí llamadas hormas. Las hormas confor-
man altas paredes hechas con la piedra extraída del terreno, la tosca. Se crea
así un perfil escalonado, de parcelas a menudo estrechas y alargadas llamadas
poyos o poyatos. La huerta se divide en un gran número de parcelas de peque-
ño tamaño, la mayoría con una tierra de baja calidad, mezcla de la arenilla de
tosca, de tierra y estiércol acumulados por los hortelanos durante años.
El trabajo de generaciones permitió configurar un territorio extenso con
un sistema complejo y perfectamente coordinado, de forma que a todas las
parcelas se conducía el agua con una periodicidad bien establecida. Las ace-
quias madre surtían de agua también al lavadero local y a un conjunto de mo-
linos harineros hidráulicos.
Aunque ciertos vecinos podían llegar a tener un haza de tierra (un trozo

58 La Junta Sindical del Repartimiento de Aguas se crea en el siglo XVIII con unas normas
conocidas como “Repartimientos de Presa”. Algunos reglamentos o modificaciones pos-
teriores son de 1828 y el de 1860 estuvo vigente hasta una reforma de 1967. (Escalera,
Polo, Diaz, Torres y Liétor, 2004: 65).

165
Pegalajar: El (disputado) patrimonio del agua

Paisaje de la Huerta, bancales. ©José Antonio Flores

más grande), o haber recibido en herencia varios poyos, la mayoría de las fa-
milias del pueblo tenían una pequeña parcela, un poyo de unos 1000 metros
cuadrados o un poyato de unos 500 metros e incluso menos.
La abundancia de agua y el abonado constante permitían la extracción de
varias cosechas anuales, combinando cereales, maíz, y “un piojal” o zona dedi-
cada a hortalizas. El hortelano cuidadoso disponía las pimenteras, tomateras,
las matas de pepino, calabazas o papas según las características del terreno. En
las lindes, al borde de los bancales, los frutales, con abundancia de higueras y
granados además de perales y manzanos. De este modo el arbolado no estor-
baba el desarrollo de la plantas a la vez que daban abrigo al poyo.
Un Comisionado, periódicamente elegido, se encargaba de regular los con-
flictos y de obligar al cumplimiento de las normas. Por su parte los “regaores”
trabajaban a diario, en turnos que variaban con la época del año y las cosechas,
para conducir el agua a las parcelas. El sistema de distribución estaba perfec-
tamente establecido, así como las prioridades de las huertas sobre las olivas.
En las olivas estaba el agua desde octubre hasta abril o mayo. Las olivas que es lo que es desde los
poyos de abajo hasta la autovía. Antes estaba [el agua] en las huertas, en las hortalizas y el maíz.
En la huerta se sembraba primero y lo regábamos nosotros, el maíz. Pero antes se sembraba también
cebada, habas trigo y… Depende de cómo viniera el año. Si llovía, pues nada, pero si no llovía y
los cereales se quedaban justos se regaban. Eso era en mayo, junio o julio. (Alfonso, regaor, 70
años)
Según recuerdan los más viejos del lugar, la huerta antes era lo que daba

166
Capítulo IV

de comer al pueblo. Aunque en el disperso de la población también había


predios con agua y tierras fértiles, el carácter montañoso del término daba es-
pecial relevancia al entorno regado y constantemente laboreado de la Huerta.
Las siembras y producciones eran seleccionadas para alimentar a personas y
animales, formando un complejo que permitía criar cerdos, cabras, gallinas…
con lo que daba la huerta.
Antes aquí no habia na, na, na. Dependíamos nada más del campo. Y comía Pegalajar de lo que
daba el campo. Aquí no había más que el campo, ni baratillo ni nada. Aquí no había más que si
criabas más, comías más si no… (Enrique, agricultor jubilado, propietario, 75 años)
Tu tenías una a cabra, mi abuelo, tenía una cabra y de ahí tenía la leche y la cabra se criaba con
lo que daba la huerta, con el maíz… alfalfa, no le hacía falta comprar nada. Tenía un marrano,
tenía gallinas, tenía conejos… tenía todo lo que le hacía falta, criaba la carne, criaba la leche, criaba
todo… y lo criaba todo de la huerta.(Juan, agricultor, propietario, 45 años)
Este carácter de autoabastecimiento está intensificado en el recuerdo pre-
cisamente por la centralidad que adquirieron las producciones de la Huerta en
los difíciles años cuarenta, mencionados como los años del hambre:
“Aquí vivía el pueblo de lo que criaba. Porque donde podían hacer un poyato, que le decimos aquí,
pues lo hacían ¿para qué? para criar un alguna fanega de trigo y tener una casa de familia que comer
pan, pan para todo el año. La Huerta está muy repartía, mucha gente tiene su poyato. Está muy
repartía. Gracias a eso se pasó menos hambre en los años cuarenta. Porque el que podía pues tenía
sus tomates, tenía su maíz, tenía sus higueras, tenía su granado y eso pues… Tus poquillas habas, tu
poquillo maíz, los higos para el invierno… tus marranos y lo más malo le ibas echando…
Aquí los más fuertes tenían muchas huertas. Lo que es que los59 que se fueron a Francia, a Alemania
y vinieron con un poquillo dinero, y como vieron que en el 45 y el 46 el que tenia huerta comió más
que el que no tenía, pues vinieron y compraron.(…) En los años sesenta o setenta. Compraron la
huerta por si venían tiempos malos, y ahora han tenido que ponerla de olivas…” (Alfonso, regaor,
70 años)
La huerta era un lugar de trabajo y laboreo constante. El mantenimiento de
las acequias, de las hormas, de los caminos… Resfriar, abonar, arar, sembrar,
escardar, regar, recolectar… eran tareas constantes para conseguir el máximo
fruto de la tierra. En los veranos, cuando los piojares eran más prolíficos,
muchas familias mandaban a los zagales a dormir a la huerta, para que cuida-
ran del haza o del poyato y evitar que los menos favorecidos se llevaran los
preciados frutos. A menudo se trasladaban en el estío familias completas a

59 El “piojar” o “piojal” es el trozo de tierra dedicado a la siembra de hortalizas. Sem-


brar un piojar refiere al cultivo de tomates, pepinos, cebollas, pimientos, calabazas, etc.
en contraposición a la tierra dedicada al maíz, los cereales, leguminosas… que también
se sembraban en los poyos de la Huerta.

167
Pegalajar: El (disputado) patrimonio del agua

alguna chocilla en el poyo o a las cuevas y casas que hay en la zona de “Val-
delascuevas” (Escalera y otros, 2004). Recuerdan algunos que entre acequias
y plantas se estaba más fresquito, pero también hacen memoria de cómo los
veranos eran tiempos sin trabajo en otras cosas, sin salarios. Una época que se
podía aprovechar para hacer cuelgas de tomates, pimientos… había que “es-
morzar” el maíz, que secar los higos… muchas tareas en las que se ocupaban
las mujeres y los niños. Como decían también algunos “es que en la huerta no
se gastaba nada”.
…y luego estaba que no tenías na pero menos gastabas allí en la huerta. Allí no había na que gastar,
podía estar descalzo, allí no gastabas nada, con la ropa vieja… no gastaba en bares, no gastaba en
ropa, comer lo que había: conejo, tomates, hortalizas… desde que acababas la siega no había nada
que hacer, ya no había trabajo ninguno [se refiere a jornales o tareas comercializables] (Antonio,
agricultor, propietario, 50 años)
La huerta era lugar de paseos, de encuentros, de juegos de niños… el sen-
tido lúdico del agua brota en las conversaciones aludiendo al lavadero, las
acequias, la charca… juegos, bromas, risas conforman un entramado emotivo
plagado de alegrías y buenos recuerdos.
“Y de la huerta me acuerdo de jugar con los barquitos de papel que los poníamos por las acequias
y de jugar por toda la huerta… También había cosas desagradables que mataban a los gatos, a las
crías, las tiraban a las acequias para ahogarlas. Juan Antonio, profesor, propietario, 45 años, julio
2004
De chicas mojábamos los pies en el pilón ese del lavadero, nos ponían mientras lavaban. Y allá
estabas esperando a que se le escapara a alguna el jabón y ¡a correr por el jabón! [risas]” (Maria,
ama de casa, 40 años, agosto 2004)
Las características excepcionales de este entorno, su vegetación, los siste-
mas de cultivo que se producían, propiciaron su catalogación como “Paisaje
Agrario Singular” en el Plan Especial del Medio Físico de Jaén de 1986.
Junto a la Huerta, en los relatos sobre el pasado aparece inevitablemente
la Charca. Todos los pegalajeños con los que he conversado me han conta-
do buenos recuerdos de la Charca. Se acuerdan de cómo escamoteaban el
pago al encargado cuando de chiquillos no habían conseguido la peseta o el
duro –según los tiempos- que cobraban para el baño. Cuentan con risas cómo
aprendieron a nadar, jugando desde la parte que cubría menos hasta la más
profunda. Comentan con añoranza lo fría que estaba el agua “de media char-
ca para arriba” y “las caras de muertos que se le ponía a los forasteros”. En su
memoria quedan las competiciones de piragua, las casetas para cambiarse, las
hamacas, los paseos en barca, las bromas, las fiestas…

168
Capítulo IV

La Charca como espacio de


diversión y baño. Foto de
archivo.
©Campo de trabajo 2003AVFR

Y se secó la Fuente…
En octubre de 1988 se secó la Fuente de la Reja. El manantial dejó de ma-
nar, la charca quedó vacía, por las acequias dejó de correr el agua y los piojares
se agostaron. El pueblo quedo sin agua para beber, ni lavar, ni asearse… Los
camiones cisterna estuvieron llevando agua a la población una temporada. Era
la ruina para el campo: algunos agricultores intentaron abastecerse de pozos,
comprar mangueras de riego y llevar agua a las parcelas más cercanas al río. El
ayuntamiento compró un motor pretendiendo subir el agua… Meses después
el abastecimiento del pueblo se solventó parcialmente realizando una nueva
perforación en una cota más alta que la del manantial de la Reja, con lo que se
consiguió agua para las casas.
Y cuando se habían solucionado los problemas más urgentes del abasteci-
miento cotidiano, cuando algunas olivas se estaban regando ya con agua del
Guadalbullón, ese fue el momento en el que los vecinos sufrieron el impacto
de la perdida terrible que habían tenido. Los veranos pasaban y la charca esta-
ba vacía, la huerta seguía seca, no solo no había piojares, también los frutales
iban secándose y muriendo poco a poco. El agua que daba alegría al pueblo,
que suscitaba paseos por la huerta, que iluminaba los atardeceres de asueto,
que acompañaba el ir y venir de los vecinos, que llenaba de jolgorios los vera-
nos… ya no estaba.
“Es que [la Charca] es la vida. Hombre es que nosotros los que estamos aquí no he-
mos visto nunca el pueblo sin charca. Es que el pueblo se ha criado alrededor del agua.
Para bañarte, para la agricultura, para verlo, como de paisaje, entonces no podemos
concebir la charca vacía.” (Nieves, empresaria, 40 años, julio 2004)

El procedimiento técnico de catalogación

169
Pegalajar: El (disputado) patrimonio del agua

Antes de ahondar en los procesos de movilización social y política y los


modelos identitarios que se han delineado en este proceso de patrimonializa-
ción, considero de interés conocer las circunstancias y formas en que desde la
Consejería de Cultura se ha abordado la protección de este bien.
Uno de los hechos que más pueden llamar la atención de este expediente
es su duración en el tiempo: se abre por la solicitud de la Asociación Vecinal
de la Fuente de la Reja en 1993 y no fue hasta noviembre de 1999 cuando se
procedió a la incoación y en 2001 a la inscripción. Todo ello a pesar de que los
trabajos de documentación y cualificación fueron iniciados con cierta preste-
za, pues se contrató a un equipo técnico en 1994. Además, el procedimiento
legal ha continuado abierto durante todo el tiempo que ha durado el trabajo
de campo. La inscripción de un Lugar de Interés Etnológico lleva aparejado,
según la ley 1/91 del PHA, la redacción de un Plan Especial de Protección
incluyendo la delimitación del bien y de su entorno. Transcurrieron más de
seis años hasta que el plan fue aprobado definitivamente.
Hasta tanto este PEP no esté concluido, será la Consejería de Cultura la que
asuma la responsabilidad en materia urbanística, de permisos de obras, etc.
Esta circunstancia se ha convertido en un factor importante en el caso de
Pegalajar, puesto que el entorno del bien incluye prácticamente la totalidad
del núcleo de población además de un segmento representativo de la propia
Huerta. También como se verá más adelante, la no resolución de este plan
ha sido utilizado como instrumento de presión por parte de ciertos sectores
políticos del municipio.
La longitud temporal del expediente y la multiplicidad de circunstancias
sociales y políticas que lo envuelven, no puede dejarnos olvidar el carácter
novedoso, que desde el punto de vista técnico y legal, tenía este procedimien-
to en Andalucía. A través del proceso de catalogación de este bien se pueden
analizar de un modo bastante clarificador las modificaciones, innovaciones
y también los retrocesos vinculados a la adopción de nuevos especialistas y
nuevas disciplinas en el ámbito patrimonial.
Para la Administración cultural la adopción de ciertos criterios etnográficos
no ha resultado tan difícil y compleja como la asunción de una perspectiva an-
tropológica integral y la contratación de especialistas. El tema de la etnografía
ya había sido tratado en Andalucía por diversos conservadores, especialmente
de museos y no parecía mucho más complicado que tener el cuidado de deta-
llar ciertas piezas e instrumentales, describiendo algunos procedimientos téc-

170
Capítulo IV

nicos y, en todo caso, interpretando las estéticas populares. Por el contrario, la


inclusión del Pegalajar como LIE en el CGPH, respondía al concepto mucho
más globalizador e integrador que proponía la nueva legislación de patrimo-
nio. El contexto de 1993 era el de una recién estrenada legislación, además de
una profesión en expansión y buscando espacio en el mercado.

Delimitación del bien y de su entorno. Planimetría de la documentación téc-


nica del expediente de protección. @Nerea López y otros. Archivo del Servicio de
Protección de la Dirección General de Bienes Culturales
En línea continua el bien, en línea discontinua el entorno, queda sombreado
en naranja la parte de la Huerta que esta calificada como zona urbana en las NNSS.
El punto azul marca la situación de la depuradora. En la parte superior de la foto-
grafía puede apreciarse el trazado urbano, que se incluye en gran parte dentro del
entorno del bien.

171
Pegalajar: El (disputado) patrimonio del agua

Cuadro 3.10. Cronología del proceso de catalogación


- Junio 1993: La asociación Vecinal dirige un escrito a la Delegación de la Consejería de Cul-
tura en la Provincia de Jaén solicitando la declaración de la Huerta como Sitio Histórico
o como Conjunto Histórico.
- Julio 1993: la Comisión Provincial proponen la realización de informe por parte de los téc-
nicos y posterior remisión del mismo a la DGBC
- Noviembre 1993: Los técnicos proponen su catalogación como Lugar de Interés Etnoló-
gico
- Enero 1994: Reunión entre delegado provincial y asociación de vecinos, se insta a que sea el
ayuntamiento quien ejerza como interlocutor local
- Enero 1994: la Delegación remite a la DGBC un informe y la necesidad de elaborar un
expediente
- Marzo 1994: Elaboración de Pliego de condiciones técnicas para la contratación de un equi-
po interdisciplinar que elaborara el informe de catalogación.
- Diciembre 1995: Pregunta Parlamentaria del Grupo Izquierda Unida los Verdes al Consejo
de Gobierno sobre los tramites para la declaración y los deterioros posibles por el trazado de
la variante de circunvalación JV-3241 Mancha Real-Pegalajar
- Enero 1996: Se remite a la DGBC el resultado del informe técnico elaborado por D. Manuel
Ibáñez Torrero, la arquitecta Dª M. Dolores Castro Callejón y la historiadora del arte Dª Ana
Fernández Zamora.
- Junio 1996: Se remite la documentación al director del trabajo para que complete la in-
formación imprescindible para la catalogación (sobre los bienes muebles, la declaración del
entorno, las instrucciones particulares, la reglamentación urbanística…).
- Noviembre 1996: Pregunta Parlamentaria del Grupo Izquierda Unida los Verdes al Consejo
de Gobierno relativa a la declaración (sic.) de la Huerta de Pegalajar como bien (sic.) de interés
etnológico.
- Noviembre 1999: Incoación del expediente para la inscripción especifica en el CGPHA
como Lugar de Interés Etnológico del bien denominado Huerta de Pegalajar.
- Septiembre 2001: Inscripción específica en el CGPHA como Lugar de Interés Etnológico
del bien denominado Huerta de Pegalajar.
- Octubre 2001: Debate relativo a la Huerta de Pegalajar en el Parlamento de Andalucía. El
Grupo Socialista requiere explicaciones a la Consejera por el revuelo y las tensiones que se
han producido en el pueblo de Pegalajar. El Parlamentario de Izquierda Unida plantea que
la catalogación es solo un primer paso. Respuesta categórica de la Consejera, reafirmando
la coherencia de la catalogación por el bien general e informando sobre la subvención de la
Consejería de Cultura para la redacción de un Plan Especial.
- Diciembre 2002: Concesión de 90.000 € al ayuntamiento de Pegalajar para la realización del
Plan Especial de Protección. Se abona una parte del importe en 2003.
- Marzo 2004: Contratación de equipo técnico para la realización del Plan Especial de Pro-
tección (se abre un plazo de legal de 18 meses hasta su conclusión).
- Septiembre 2004: Acuerdo plenario del ayuntamiento de Pegalajar que solicita la descata-
logación de la Huerta como Lugar de Interés Etnológico (6 votos favorables PSOE, 3 votos
en contra IU, 2 abstenciones PP).
- Noviembre 2004: Pregunta parlamentaria del Grupo Parlamentario de Izquierda Unida a la
Consejera de Cultura sobre el Lugar de Interés Etnológico Huerta de Pegalajar.
- Septiembre 2006: El Plan Especial sigue pendiente de trámite en la Delegación de Cultura
de Jaén.

172
Capítulo IV

El pliego de condiciones técnicas que se redacta para la contratación de es-


pecialistas que realicen la documentación del expediente, no requiere al prin-
cipio ningún antropólogo. La adjudicación se hace a un equipo compuesto
por dos arquitectos y una historiadora del arte. Un segundo equipo, con una
antropóloga se contrató para obtener unas instrucciones particulares más pre-
cisas. Se observa en este proceso la tensión entre dos modelos de gestión del
patrimonio –una visión más historicista y objetual, otra más vinculada a la
noción de cultura e identidad- y las luchas por la ocupación de un espacio en
el mercado de diferentes disciplinas –las que estaban tradicionalmente asenta-
das que pretenden retenerlo, las recién llegadas defienden su particularidades
y puntos de vista-.
Aún así para la conclusión de la documentación técnica fue necesaria la
contratación de un tercer equipo que complementase los déficits y carencias
de los otros dos. Un equipo que contó con una amplia documentación social
y con las descripciones del sistema de producción y uso de la huerta, ya redac-
tado, pero que consiguió trabajar en profundidad en el carácter territorial del
bien, y lo que más interesa a la Administración: fue capaz de establecer unos
límites definidos, unos valores acotados y unas instrucciones particulares cla-
ras.
“… había gente que había pretendido hacer el expediente de la huerta siguiendo otros modelos
anteriores, modelos que se basaban en la idea de Conjunto Histórico, era como si se protegiera por una
parte el Conjunto Histórico y a eso se le añadía la huerta. Pero es que no se trataba de eso. Comen-
zamos entonces a preguntarnos cuales eran los valores que pretendíamos proteger. Que no era (…)
Lo que hicimos fue centrarnos en los valores del bien, y fue un trabajo de equipo, con los técnicos
contratados y también nosotros. Y lo consideramos como un sistema, como un territorio. Lo importan-
te de un paisaje es su carácter de sistema –cosa que los geógrafos todavía no terminan de entender- la
relación de un elemento con otro es lo que lo define. Los elementos aislados en sí mismos no son lo
importante, sino el conjunto (…) Y lo mejor es que hicimos todo esto en la fecha en la que lo hicimos,
mucho antes de que se hablara de paisaje cultural ni de nada de eso… En la huerta valoramos el
sistema de cultivos y no nos limitamos a ese territorio, sino que incluimos como parte del bien algunos
elementos que estaba fuera de la huerta –el mercado, algunas fuentes, la charca…- porque formaban
parte del sistema, le daban entidad y significado. Una vez que reconoces los valores del bien puedes
alinear todos los elementos y darle a cada uno su importancia, su sitio. (Sergio, Técnico de la
Consejería de Cultura, septiembre 2006)

¿Un concepto integral y avanzado del patrimonio?


El análisis de este proceso de catalogación y de su contenido técnico revela
su complejidad, el interés de técnicos y políticos que gestionan la Conseje-

173
Pegalajar: El (disputado) patrimonio del agua

ría por ir más allá en el desarrollo de un concepto integral y avanzado del


patrimonio. Pero también es necesario remarcar que se pecó de muy poca
previsión con respecto a la sensibilidad de los protagonistas –propietarios
y usuarios del bien, el pueblo de Pegalajar- y los conflictos sociales internos
que tensionaban a la población. En este sentido, la dilatación de los plazos y
la falta de inversiones durante un periodo tan prolongado, además de la inac-
ción respecto a las ilegalidades que se están realizando en el bien, muestran la
tendencia contraria: la falta de interés por una apuesta en firme respecto a los
bienes “no monumentales”, “no artísticos”.
Uno de los aspectos en los que se observa el carácter innovador del proce-
dimiento tiene que ver con el modo en que se abre el expediente. Es a petición
del movimiento social que lidera la Asociación de la Fuente de la Reja, ava-
lado por una reunión en Asamblea de vecinos de Pegalajar. Esta solución se
relaciona con una noción del patrimonio basada en la identidad, y no tanto en
criterios historicistas o artísticos, y con las tendencias que desde los años se-
tenta y ochenta vinculan la protección del patrimonio con fórmulas de demo-
cratización y de participación social y que oportunamente recoge la LPHA60.
En segundo lugar, la forma en que se define el bien es técnicamente muy
novedosa para la Administración cultural andaluza y en el contexto del estado
español. En este caso no se trata tanto de la figura elegida, LIE, como del
conjunto de componentes y de valores que se resaltan como dignos de pro-
tección.
De la documentación técnica elaborada, y cuya conclusión se realizó en diciembre
de 2000, se desprende que fundamentalmente son dos los valores que destacan en
la Huerta de Pegalajar. Por un lado, su gran valor arquitectónico, ostensible tanto en
las técnicas constructivas como en la magnitud de la obra, al tratarse de un complejo
sistema en el que se imbrican gran variedad de elementos singulares que van a tener
como nexo de unión el agua, cuyo uso y reparto están regulados por unas prácticas
heredadas consuetudinariamente. Por otro, su dimensión cultural, al tratarse de un
patrimonio vivo, de origen remoto, que ha pervivido hasta nuestros días sin cambios
sustanciales, constituyéndose en uno de los pilares básicos no sólo para la economía,
sino también para las costumbres e identidad de los pegalajeños.
En la Huerta se combinan las técnicas constructivas tradicionales y unas estrategias
particulares de ocupación del territorio, que se van a concretar en la creación de una
serie de infraestructuras de captación y distribución de agua, de recorridos, así como
en la construcción de edificios de apoyo a tareas de tipo doméstico, agroganadero e
industrial.

60 Véase sobre participación y políticas de protección del patrimonio el capítulo final.

174
Capítulo IV

En ella se ha sustituido un ecosistema natural por otro antropizado, se han introdu-


cido nuevas especies que conviven con la vegetación autóctona o de rivera, y creado un
microclima específico que la caracteriza. Al mismo tiempo, se han realizado abancala-
mientos en el terreno para aprovechar el derrame natural del agua, adaptando y trans-
formando una ladera de montaña silvestre en un espacio agrario de alta y diversificada
productividad. Además, su fabulosa construcción, sabiamente planificada, denota una
alta previsión de futuro al haber sido durante generaciones uno de los pilares de abas-
tecimiento más importantes de la población. La Huerta, calificada por las gentes como
«despensa de Pegalajar», se ha constituido en elemento central para la vida del pueblo.
En ella se ven representadas las relaciones interpersonales, las costumbres y el sistema
de valores de los pegalajeños. Nos encontramos, por tanto, ante un patrimonio vivo,
cuyo uso se ha mantenido hasta nuestros días sin cambios sustanciales, convirtiéndose
en un enlace entre pasado y presente.
Todos estos factores convierten a este lugar en uno de los ejemplos más significativos
de cultura del agua no sólo de Andalucía, sino del resto del Estado español, y en un
modelo emblemático de interacción hombre/naturaleza.” (BOJA nº 110, 22 de sep-
tiembre 2001, pp. 15971, el subrayado es añadido)
Se resaltan en la documentación técnica los valores arquitectónicos y cul-
turales, poniendo de relieve la vinculación de todos los elementos con un ele-
mento central, el agua. Los sistemas arquitectónicos de distribución se dicen
importantes, pero no menos que las fórmulas que consuetudinariamente se
han desarrollado para su reparto. Se insiste en que se trata de un patrimonio
vivo, uno de los pilares de la economía, las costumbres y la identidad de los
pegalajeños. En esta escueta síntesis se revela la complejidad del bien: por su
doble dimensión infraestructural y simbólica, por ser algo vivo. Subrayaría, en
cuanto a la dimensión inmaterial que muestra el informe, la intencionalidad de
proteger un bien y un conjunto de conocimientos de los que son depositarios
las gentes del campo de una parte de Andalucía. Un patrimonio que no se
basa en las producciones de las élites, sino en los conocimientos de sectores
históricamente desfavorecidos de la población61. Esta forma de protección
del patrimonio es la que hemos aludido en páginas atrás como un modo de

61 Debo recordar una vez más que la dicotomía culto o elite / popular o pueblo es demasiado simpli-
ficadora. En efecto, la tecnología hidráulica de Pegalajar muestra una sucesión temporal en la que puede
vincularse con una serie de conocimientos técnicos muy cualificados, cuyo diseño en la época bajo
medieval probablemente estuvieran vinculados a ciertos sectores “cultos” de la población. Su manteni-
miento, desarrollo y transformación a lo largo de decenios ha hecho depositarios de estos conocimien-
tos a temporeros, campesinos y medianos propietarios, desligándolo progresivamente del conocimiento
formalmente reconocido de las academias. Sin embargo las vinculaciones y relaciones entre estos dos
aspectos –culto/ popular- no deben minimizarse en ningún caso.

175
Pegalajar: El (disputado) patrimonio del agua

visibilizar a colectivos andaluces que en el modelo clásico del patrimonio no


se mostraban.
Pero este aspecto, con ser importante, no es muy diferente de otras inscrip-
ciones como Lugar de Interés Etnológico. Junto al movimiento social, la espe-
cificidad de Pegalajar, desde mi punto de vista, se basa en otro componente:
el carácter territorial y paisajístico del bien. Pues no es un inmueble, sino una
extensión de terreno con un conjunto de construcciones. No se trata tampo-
co de un espacio edificado, sino de un entorno vivo, hecho de agua, plantas y
árboles y por tanto muy frágil. Delicado tanto si falta el agua como si faltan los
hombres y mujeres que la conducen y la utilizan. Tampoco nos confundamos:
no es un jardín privado, es una huerta con usos colectivos desde generaciones
atrás. En resumen, nos encontramos ante lo que la UNESCO ha calificado, de
forma un tanto redundante, como “paisaje cultural”.
“Los paisajes culturales representan obras combinadas de la natura-
leza y el hombre. Ilustran la evolución de la sociedad y de los estable-
cimientos humanos a lo largo de las eras, la influencia de las constric-
ciones y/o de las interrelaciones entre el medio ambiente natural y las
fuerzas económicas, sociales y culturales sucesivas, internas y externas”
(Etablissement de la liste du patrimoine mondial, UNESCO, 1992)
La figura de LIE, es igualmente válida para la definición y protección de
este bien y dispone de muchos de los mecanismos necesarios para articularla:
instrucciones particulares, entorno, redacción de un planeamiento de protec-
ción que llegue al detalle de los muchos usos que puedan interesar… Pero, a
pesar de todo, no hay experiencias previas ni protocolos desarrollados por
parte de la Administración cultural para la gestión de áreas paisajísticas62.
En el caso de Pegalajar, dos han sido los problemas que han derivado de
esta carencia:
a) El primero es la falta de mecanismos legales para coordinar otras actua-
ciones sectoriales, especialmente las materias que tienen que ver con la gestión
del agua y de los acuíferos. De modo secundario otras como las de medio

62 Precisamente el interés de la Consejería de Cultura en este tipo de bienes se muestra en el borrador


de la nueva ley de patrimonio, actualmente en redacción en la que aparece una figura –un tanto laxa-
denominada “zona patrimonial”. También el IAPH, dependiente de la DGBC, está desarrollando desde
hace unos años una serie de trabajos respecto a la vinculación entre paisaje y patrimonio. Un ejemplo de
ello es la Guía del Paisaje Cultural de la Ensenada de Bolonia coordinada por Pedro Salmerón (Salmerón
y otros, 2004).

176
Capítulo IV

ambiente, agricultura, etc. y con la Administración local63.


Un técnico de cultura manifestaba:
Lo que no puede ser es tener agua como se tenía antes, eso ya pasó. Es que algunos en Pegalajar,
pensaron que la inscripción les podría traer el agua y nada más lejos de la realidad. Usaron el pa-
trimonio para otros fines y eso a veces funciona… pensaron que teniendo una declaración podrían
presionar a otras administraciones para que se dejara de extraer agua en urbanizaciones, piscinas, re-
gadíos... Nosotros, yo, les he advertido una y mil veces que la protección, la inscripción en el Catálogo,
no tenía nada que ver con el problema del acuífero. Esperaban que al día siguiente de la publicación en
BOJA la fuente comenzara a manar. Y eso no es así, nunca ha sido así. Se crearon por tanto falsas
expectativas en la gente, pero nunca alentadas desde esta Consejería (Sergio, técnico de cultura,
septiembre 2006)
b) El segundo es la ausencia de planificación de un proceso de participa-
ción social que permita la concertación entre todos los sectores implicados y
la percepción del mecanismo de protección como algo positivo para la pobla-
ción.
Lo que en principio parecía un acercamiento plenamente contemporáneo
al patrimonio -inspirado en valores democráticos, participativos… además de
recrearse en una visión integral sustentada en el territorio y la identidad- se
transforma a lo largo del proceso y bajo una mirada más escrutadora. La toma
de decisiones y la gestión del caso caen bajo el peso de unos mecanismos ba-
sados en un concepto clásico y elitista del patrimonio.
- Primero, porque se ha tratado un bien vivo e inmaterial como si fuera una
obra de arte, un objeto, cuyo deterioro conlleva un plazo medio o largo. El de-
terioro ha sido muy grave en estos 13 años (1993-2006). No se ha intervenido
“de urgencia” -no existen los protocolos en el patrimonio etnológico-. Tam-
poco se han acelerado los trámites, sino todo lo contrario. La inmaterialidad
del bien se ha ido deteriorando irremisiblemente con el paso del tiempo, per-

63 A esta falta de coordinación sectorial y entre administraciones deben achacarse muchos de los dete-
rioros que ha sufrido la integridad física del bien. Además de la ausencia de presiones o de reclamaciones
formales a la CHG, hay que lamentar otros errores manifiestos. Por ejemplo, el que no se hayan sepul-
tado las balsas de alpechín ubicadas en la huerta y no hayan multado a los responsables –se afirma que
eso se hará una vez aprobado el Plan Especial-. También es denostable el que la Consejería de Medio
Ambiente, junto con el Ayuntamiento hayan financiado la ubicación de una depuradora en el centro de
la Huerta –se realizó antes de la inscripción del bien-. O que se hayan consentido modificaciones ilegales
como nuevos muros, alambradas, etc. Todo ello sin calificar, porque los adjetivos quizá no fueran ade-
cuados en un texto como este, la permisividad de diversas administraciones en relación con la reciente
construcción de viviendas en la huerta.

177
Pegalajar: El (disputado) patrimonio del agua

diéndose las instituciones de gestión del agua y los usos comunitarios ligados
a ella64. El proceso es irreversible y una parte del deterioro se relaciona con no
haber sabido dimensionar la importancia de “la actividad” o “lo inmaterial”.
- Segundo, porque no se han hecho las más mínimas inversiones de conser-
vación que se hubieren realizado en el caso de un bien de relevancia artística o
histórica más llamativa. ¿No es suficiente antigüedad la de una obra hidráulica
de origen bajo medieval? ¿Por qué no se han realizado excavaciones? ¿Por
qué no se ha invertido en la conservación de las hormas? ¿Por qué no se ha
impedido la ubicación de una depuradora en el mismo corazón del territorio
a proteger?
- Tercero, porque se ha intentado asociar a esta catalogación de Lugar de
Interés Etnológico la protección del núcleo urbano, sin desligarlas. En la de-
finición del entorno del bien se ha incluido la mayor parte del núcleo de po-
blación, siguiendo en apariencia un criterio paisajístico o de visibilidad –así se
referencia en la documentación para la inscripción-.
- Cuarto, porque, en definitiva, no se ha procedido respecto al bien ponde-
rándolo como un elemento integrante de la identidad pegalajeña. Un elemen-
to que afecta al modo en que se define una parte importante del vecindario y
que está sometido, en cuanto que símbolo, a las presiones e interpretaciones
de los diferentes sectores de poder local y extralocal.
Respecto a esta ultima afirmación, cabe observar que efectivamente, el pro-
ceso de catalogación “se ha vuelto en contra” de la conservación del bien y de
los valores que decía proteger.
La simbolización en torno al agua y al conjunto de Fuente-Charca y Huerta
que ha abanderado el movimiento vecinal, ha vinculado el modelo de iden-
tificación liderado por este sector a la catalogación del bien. Sin embargo,
para el otro sector de la localidad el proceso de catalogación es un freno al

64 Por ejemplo, hasta 1988 una docena de regadores se encargaba de la distribución del agua. Cada
propietario de la Huerta estaba obligado a reparar sus hormas y a tener perfectamente limpia su parte de
acequia correspondiente. Las obligaciones y las relaciones que de este uso derivaban se han ido murien-
do con el desuso. Durante unos años se han mantenido dos regaores, que finalmente fueron jubilados…
todo el conocimiento y todo el ámbito de relaciones a él vinculado se ha perdido ya. Puede considerarse
parte de los procesos de transformación social, o como afirman algunos vecinos es que “no se puede
seguir viviendo en la edad media”. Sin embargo, una gestión más eficaz del bien o el desarrollo de ciertos
protocolos de actuación respecto a las “actividades etnológicas” podrían haberse orientado a la investi-
gación y documentación de estas fórmulas. Sobre este debate véase el capitulo final.

178
Capítulo IV

desarrollo, un atraso, algo fruto de la politización del movimiento vecinal. En


el anuncio en BOJA de la inscripción se refleja ya la división de las dos faccio-
nes del pueblo: la Asociación de vecinos y otros grupos alegan a favor de la
catalogación definitiva. Otra parte de los vecinos muestra su desacuerdo. La
Administración rechaza por “no razonadas” las alegaciones de setenta propie-
tarios de Huerta que no desean que su propiedad se vea incluida dentro de la
delimitación de protección. También se desestima otra alegación “firmada por
cuatro personas a la que se adjuntan 603 firmas”.
(…)En los casos en los que se argumenta, se expone que dicha figura sólo conlleva
obligaciones, restricciones, molestias, perjuicios económicos y limitaciones y recortes
en el derecho a la propiedad, señalando que serán otros los que decidan lo que hay que
hacer en sus parcelas y además se cuestiona el inicio del expediente sin consentimiento
de los interesados. Al respecto hay que decir que son argumentos que se justifican en
base a una concepción de la propiedad privada por encima de normas aceptadas y
compartidas por una comunidad. Es lo que se desprende claramente cuando hacen
referencia a los artículos 5. y 6. de la Resolución. Efectivamente, hay prohibiciones y
obligaciones, pero son las derivadas de un sistema legislativo con derechos y obligacio-
nes, que abarca no sólo el ámbito del Patrimonio Histórico, sino las distintas facetas de
la vida económica, social y cultural, en nuestro caso, de un Estado y una Comunidad
Autónoma. (BOJA nº 110, 22 de septiembre 2001, pp. 15971-15972)
El caso de Pegalajar ha sido defendido por la Consejera de Cultura de la
Junta de Andalucía, contestando a la solicitud de no inscripción por parte de
su propio grupo parlamentario65, basándose en el bien general y en los valores
que la Huerta representa para los pegalajeños y para el conjunto de los anda-
luces.
Se ha solicitado con posterioridad la descatalogación por el ayuntamiento
socialista de Pegalajar que afirmaba, entre otros:
“Que dicha Orden carece de bases objetivas, de aparato crítico razonable y es ana-
crónica con la realidad actual de la población de Pegalajar, en la que se realiza una
delimitación extensísima, incluyendo zonas, hoy de suelo urbano y urbanizables que
ya no tienen que ver nada con la huerta; mientras que por otro lado delimita zonas
totalmente degradadas e irrecuperables. El total desconocimiento de la comarca por
parte de los autores, unida al egocentrismo y a la visión exclusivamente localista del

65 Debate relativo a la Huerta de Pegalajar en el Parlamento de Andalucía de octubre de 2001, un mes


después de la inscripción. La Consejera de Cultura, Carmen Calvo, responde a preguntas del PSOE y de
IU. El Grupo Socialista a través de Dª Josefa Plaza Berbel requiere explicaciones a la Consejera por “el
grave revuelo y las tensiones” que se han producido en el pueblo de Pegalajar. (Diario de Sesiones del
Parlamento de Andalucía, DSC 130/VI Legislatura, pag. 4772, 18 de octubre de 2001)

179
Pegalajar: El (disputado) patrimonio del agua

estudio realizado se traduce en una visión sensacionalista que desborda la realidad del
mismo” (Acta de Sesiones del Pleno de 14 de septiembre de 2004, Ayuntamiento de
Pegalajar).
La Consejera de Cultura, en respuesta a una pregunta de un representante
parlamentario de IU, ha vuelto a insistir en que “la Consejería sigue firme en
que no se han perdido los valores y por tanto, no vamos a ayudar a esa desca-
talogación porque consideramos que siguen vivos” (DSCA 72/VII Legislatu-
ra, Sevilla 18 de noviembre de 2004, pp. 1890).

MOVILIZACIÓN SOCIAL EN PEGALAJAR


Características del movimiento vecinal de Pegalajar
En junio de 1992 el pueblo se manifestó en pleno reivindicando la vuelta
del agua. Habían pasado casi cuatro años desde que se secó la Fuente, en oc-
tubre de 1988. La de junio del 92 fue la primera gran manifestación, los perió-
dicos de Jaén difundieron la noticia y los artículos de prensa daban su apoyo a
la reivindicación de los vecinos.
“Unas mil personas se concentraron ayer en el recinto desecado de la popular Charca
de Pegalajar para exigir a la Administración que cumpla “sin más dilación” los acuerdos
adoptados en abril de 1991 por el Senado tendentes a garantizar el derrame natural de
la “Fuente de la Reja”. El acto, convocado por la Comisión pro defensa de la Charca,
tenía como objetivo fundamental lograr la unidad del pueblo en aras de lo que antaño
fue “la vida de Pegalajar” y en la actualidad amenaza con el progresivo estancamiento
de la economía del pueblo. Durante el acto se leyó un comunicado que recordaba que
desde la desecación de la Charca, en 1988, se “ha mermado el atractivo turístico del
pueblo y, fundamentalmente, dejado el olivar en secano”. (Ideal de Jaén, 7/06/92).
Se abría así una estrategia de acción social y movilizaciones que buscaba
cauces alternativos a los usados hasta entonces para el gran problema que
suponía a los pegalajeños la falta de agua. Tal como se recoge en la prensa, los
vecinos movilizados consideran que la Charca “fue la vida de Pegalajar” y su
desecación “amenaza con el estancamiento de la economía del pueblo”.
En las páginas que siguen trataré el ciclo de acciones sociales y actos reivin-
dicativos, el conjunto de actuaciones legales e institucionales, la organización
de recursos materiales y el desarrollo de redes interpersonales, de alianzas lo-
cales y extralocales, así como los discursos que se van elaborando, consideran-
do todos estos elementos como parte integrante de un movimiento social.
Las actuaciones de un conjunto de vecinos de Pegalajar se centraron en
unos objetivos de transformación de la realidad que estaban viviendo y que

180
Capítulo IV

consideraban injusta: la desecación de la fuente de la Reja, la transformación


de su territorio y el resquebrajamiento de uno de sus hitos identitarios, la
Charca y la Huerta. Tanto por sus objetivos como por los modelos de actua-
ción, combinando modos de participación horizontal con fórmulas organiza-
tivas concretadas en una asociación, así como por la definición de un discurso
identitario o la propuesta de un modelo de identificación local, este proceso
se puede calificar de movimiento social (Ibarra, 2001; McAdam, McCarthy y
Zald, 1999; Escalera, 1998). Un aspecto a debatir es el de los solapamientos
que se pueden observar si se pretendiera hacer una clasificación temática de
este movimiento. Si bien desde una perspectiva simplificadora, y sobre todo
teniendo en cuanta los respaldos y alianzas de la última etapa del movimien-
to, podríamos englobarlo dentro de las reivindicaciones ecologistas, veremos
cómo este caso tiene muchos elementos en común con los movimientos veci-
nales y que también conecta con discursos de reivindicación patrimonial (Es-
calera, 1998; Hernández Ramírez, 2004 y 2003b; Gómez Ferri 2004). Sobre el
peso que en el discurso identitario de este movimiento tiene la defensa de la
Charca y la Huerta como patrimonio y su apuesta por la institucionalización
de esta visión, centraremos las conclusiones de este capítulo.
En 1992 se habían configurado una serie de carencias en Pegalajar, pues
además de la falta de agua, se veía que los cauces institucionales al uso no
estaban dando respuesta alguna al problema. El espacio que ocupan los mo-
vimientos sociales es precisamente ese intersticio o vacío institucional (Tilly,
1998).
Entre 1988 y 1992 se pusieron las bases en cuanto a los recursos materia-
les y humanos y se produjo, en el día a día del pueblo, el debate sobre lo que
estaba pasando, la conciencia de la injusticia y la simiente de un discurso que
buscaba otras soluciones. Como decía uno de los líderes de la Asociación de
la Fuente de la Reja: “Es que tardamos en darnos cuenta de lo que nos estaba pasando.
Al principio no lo sabíamos”. Según Merlucci (1995), esta es una de las fases que
explica cómo surge un movimiento social y que pone las bases de su posterior
desarrollo puesto que permite definir un problema y nuevas propuestas.
La formación de una Comisión Mixta de Vecinos y Ayuntamiento se aprobó
en Pleno del Ayuntamiento en enero de 1992. La Comisión estaba formada
por: a) todos los miembros de la corporación municipal, b) seis vecinos ele-
gidos en Asamblea Publica, c) los representantes de Asaja, APA Pegalajar,
Asociación Cultural Amigos de la Música, Asociación de Mujeres “Oriental”,

181
Pegalajar: El (disputado) patrimonio del agua

Asociación Juvenil Vicente Aleixandre, Centro Municipal de Educación de


Adultos, Colegio Publico Nuestra Señora de las Nieves, CC.OO., Comunidad
de Regantes Fuente de la Reja, Escuela Infantil, Hogar del Jubilado, SOC, Ta-
ller de Ecología, UGT. “En el seno de esta comisión se ha formado una Coordinadora,
formada por tres vecinos (elegidos entre los anteriores) y tres concejales (uno por cada grupo
político) además de un secretario” (Boletín Informativo AVFR nº 1, 1992)66. Su
objetivo era “aunar esfuerzos y buscar una mejor solución (…) [Porque] el Ayuntamien-
to y el pueblo de Pegalajar observan con preocupación la tardanza en dar respuesta a este
problema”. (ib., 1992).
En la composición de este grupo se observa ya la diversidad de entidades,
instituciones y colectivos que impulsarán los inicios del movimiento social y
que se constituirá, no solo durante los primeros años sino también en las últi-
mas etapas, en una de sus fortalezas. Y ello a pesar de que muchos de esos gru-
pos e instituciones se han ido descolgando de las reivindicaciones con el paso
del tiempo. No obstante, la densidad de la red de relaciones desde un punto de
vista local, dice mucho de la potencialidad de movilización del colectivo. Prác-
ticamente todos los sectores de la sociedad local parecían representados: los
agricultores a través de la Comunidad de Regantes y Asaja; los pequeños pro-
pietarios y jornaleros, además de otros grupos asalariados, en CCOO, UGT y
el SOC; diversas asociaciones culturales, además de una dinámica asociación
de mujeres y, con presencia relevante, diversas entidades educativas como el
colegio, la escuela infantil, la escuela de adultos, la APA… Los partidos políti-
cos tenían garantizada su participación a través de la corporación municipal.
Esta heterogeneidad de grupos muestra una sociedad bastante dinámica
y diversificada, teniendo en cuenta que se trata de una población de apenas
3.000 habitantes. Otro dato a considerar es su cercanía a la capital municipal
y los vínculos de ciertos grupos locales con políticos y funcionarios de las eli-
tes provinciales. Debemos observar además la presencia de distintas personas
vinculadas con la educación, con estudios superiores e inquietudes académi-
cas; algunos de ellos conectados en esta primera etapa con el Colectivo de
Investigadores de Sierra Mágina y con la joven Universidad de Jaén. De este
grupo sobresaldrán algunos de los líderes del movimiento identificados como

66 Boletín Informativo de la Comisión Mixta Ayuntamiento-Vecinos pro recuperación del manantial


Fuente de la Reja. A partir del nº 5 será el Boletín Informativo de la Asociación Vecinal de la Fuente de
la Reja (A.V.F.R.)

182
Capítulo IV

“los maestros”. Otro sector y otras experiencias a considerar son las vincula-
das con el movimiento jornalero. El SOC estaba bien asentado en Pegalajar
y su capacidad de atracción y movilización queda constatada en las reivindi-
caciones de los años ochenta, la fuerza del PTA en las primeras elecciones
municipales o el envío de representantes locales a los diversos congresos na-
cionales67.
Las experiencias del movimiento campesino andaluz, junto a las vividas por
otros grupos que fueron estudiantes a finales de los setenta, además del clima
político de reivindicaciones experimentado por los andaluces y las andaluzas
durante la Transición, configuraron un bagaje de cultura política que permitió
la organización de las reivindicaciones. Por ejemplo, el uso de mecanismos
como las asambleas para la toma de decisiones, la elección de representantes
o “Coordinadora”, que actuase en nombre de todos, la forma en que se arti-
culan las acciones callejeras…
Por otra parte, las características de las personas y los grupos vinculados al
movimiento permitió la creación temprana de un mecanismo de difusión de
las acciones, decisiones, reivindicaciones y demás acontecimientos que afecta-
ban al colectivo: el Boletín Informativo que se edita por primera vez en junio
de 1992 y que continúa publicándose. Un ámbito propio de comunicación que
permite dar difusión a algunos aspectos considerados centrales por los líderes
del colectivo, informar de actuaciones de carácter burocrático y técnico, así
como contestar a sus oponentes.
Desde un principio, este movimiento identificó como primer oponente al
Estado, especificado en la institución gestora del agua, la Confederación Hi-
drográfica del Guadalquivir. Era a la vez oponente y el ámbito principal de la
demanda del colectivo, pues de ellos dependía que se atendiera a las peticiones
sobre el derrame de la fuente. Sin embargo, un movimiento tan consolidado
en sus inicios tuvo también un antagonista bien definido en el ámbito local: el
grupo socialista de Pegalajar y, durante un tiempo, la alcaldía del ayuntamien-
to.
El Grupo Socialista, que gobernaba desde 1991, quedó fuera de la Comi-
sión Mixta tachándola de ilegal (Boletín Informativo nº 2,1992). Las desave-

67 Por ejemplo, en uno de los momentos de crisis del SOC en 1987, cuando sólo veinte municipios
andaluces se reunieron en el IV Congreso celebrado en Sevilla, Pegalajar envió dos comisionados (Mo-
rales Ruiz, 2000: 204).

183
Pegalajar: El (disputado) patrimonio del agua

nencias entre el PSOE local y los otros grupos políticos locales (en principio
IU y PP, finalmente sólo IU) así como respecto a la Asociación de la Fuente de
la Reja, entraron desde entonces en un proceso de oposición y enfrentamiento
mutuo, en el que las alianzas y estrategias han ido variando con los años, pero
que permanece hasta hoy.
¿Cómo se explica que el PSOE liderara los antagonismos?
En primer lugar, y durante la etapa inicial del movimiento, hay que tener en
cuenta que este partido ocupaba la esfera institucional casi sin fisuras. Si el Es-
tado se configura como oposición por definición de los movimientos sociales
(Ibarra, 2001), el partido ininterrumpido en el gobierno español desde 1982
a 1996 fue el PSOE y en Andalucía tiene mayoría parlamentaria desde las pri-
meras elecciones autonómicas hasta hoy. También ocupaba el espacio político
local y lo que es más actuaba como un filtro selectivo, respecto a otros niveles
e instituciones de la Administración, a través de la Diputación de Jaén y de los
diputados de la zona, con reconocidos líderes en el gobierno autonómico.
En segundo lugar, en 1992 el partido socialista llevaba más de diez años en
el gobierno, el principal empeño en sus dos últimas legislaturas era la moderni-
zación del país y la adecuación de los territorios, las economías y la legislación
a la integración europea. Europa era –todavía es- el modelo indiscutible, a sus
dictámenes y necesidades había que plegar nuestras producciones, trabajos y
ordenación del territorio. En este contexto, el modelo propugnado por el par-
tido del gobierno para Jaén fue la expansión absoluta del olivar, continuando
con una tendencia que venía produciéndose desde finales del siglo XIX. Una
expansión vinculada a su puesta en regadío y a la modernización de las al-
mazaras. Esta política se ha visto respaldada por los intereses de una serie de
líderes locales y provinciales cuya posición socioeconómica se ve beneficiada
por estas actuaciones, atrayendo además a un sector de población de media-
nos propietarios, generalmente situados en una posición de voto de centro.
Por ejemplo, se debe tener en cuenta que la actual alcaldesa de Pegalajar es hija
de uno de los grandes propietarios de olivar del término. Un colectivo, el de
los mayores propietarios de olivas, que ha presionado en repetidas ocasiones,
a través de su posición en la Comunidad de Regantes y de diversas alianzas
políticas, en pro de la expansión del regadío del olivar y que se ve perjudicado
en sus intereses por las demandas de sobreexplotación, caudal ecológico, etc.
En tercer lugar, el proceso modernizador de la época obligaba a una serie
de alianzas locales en las que el control político de ámbitos como Mancha

184
Capítulo IV

Real o de La Guardia de Jaén no podía ser desechado. Las reivindicaciones del


movimiento social de Pegalajar abogaban por una disminución de las extrac-
ciones de Mancha Real y de La Guardia, algo que podría poner en peligro el
desarrollo industrial de los primeros o la expansión de las segundas residen-
cias en el segundo.
Todo ello conformó la actitud del PSOE de Pegalajar. Un grupo que se
definiría como la oposición del movimiento social, concretando y personifi-
cando a los enemigos precisamente en los liderazgos locales y provinciales del
partido. No obstante, este antagonista no estaba formado sólo por los líderes
del partido, puesto que el PSOE, aún cuando perdió las siguientes elecciones,
mantuvo cierto respaldo social y el apoyo de un sector de los pegalajeños.
Además, como veremos, a lo largo del proceso seguido en los últimos años,
se ha ido desarrollando un modelo identitario local alternativo frente al lide-
rado por el movimiento vecinal. En los vaivenes de fuerzas, en los eslóganes
usados por unos y otros y en las acusaciones mutuas lanzadas de uno a otro
lado, se ha ido configurando un pueblo dividido. De la inicial unión en torno
a la Comisión Mixta y la Asociación de la Fuente de la Reja, se ha pasado a
una segmentación cada vez mayor, lo que en ciertas épocas ha empañado los
vínculos y sistemas de interacción social de una pequeña población como la
de Pegalajar.
Con las características apuntadas se entiende la configuración local de los di-
ferentes poderes, las resistencias de los grupos en el gobierno y algunas de las
alianzas y recursos con las que contaban los colectivos que iniciaron su movi-
lización en Pegalajar allá por 1992.
Para completar el panorama, he de adelantar un tanto cómo se alinearán
los discursos en torno al problema del agua. A principios de los noventa, la
controversia fundamental entre la Asociación Vecinal y el PSOE local tenía
que ver con las diferentes interpretaciones sobre porqué se había desecado la
Fuente de la Reja. Su agostamiento coincidió con un largo período de sequía
que afectó a gran parte del territorio andaluz. En 1988 o 1989, la sequía fue
una explicación posible. Pero trascurrido este desconcierto, ya en 1990 el Par-
lamento de Andalucía a través de una proposición no de ley se buscaban los
medios para delimitar el acuífero. En Pegalajar, la noticia de declaración de
desecación del acuífero en 1992 dejó dos interpretaciones posibles:
- La de los que opinaban que se habían hecho demasiadas extracciones,
a menudo incontroladas, en el propio Pegalajar, pero sobre todo en Mancha

185
Pegalajar: El (disputado) patrimonio del agua

Real para el crecimiento industrial y en La Guardia, para abastecer a la urbani-


zación de segundas residencias del “Santo Reino”.
- La de los que interpretaban que las extracciones se hacían en todos los
pueblos, principalmente en Pegalajar y que lo que ocurría era causado por el
desgaste “natural” del acuífero en el contexto de una sequía de larga duración,
agravado además por los cambios en los modos de vida (lavadoras, duchas
diarias, piscinas…).
La primera visión era la que coincidía con la mayoría del pueblo de Pegala-
jar, liderada por la Asociación de la Fuente de la Reja que en este periodo llega
a tener más de 500 socios en un pueblo de solo 3000 habitantes. La segunda
es la que sostenía el grupo socialista local que lideraba el ayuntamiento.

Un pueblo que lucha por su agua. Etapas de la movilización.


Según el criterio al que demos prioridad, podríamos segmentar el ciclo
de movilizaciones y acciones en distintas etapas. En este caso he optado por
distinguir tres fases diferenciadas aunque la frontera temporal entre unas
y otras no sea demasiado exacta. He tenido en cuenta para establecer estas
etapas, en primer lugar, la dimensión de las adhesiones y la capacidad de mo-
vilización y confrontación. Esto nos daría como resultante una primera etapa
con numerosas adhesiones y movilizaciones hasta finales de 1996 ó 1997.
He considerado además el incremento de la tensión política y la división del
pueblo en dos bandos o grupos enfrentados, con progresiva fuerza y apoyos
de los sectores contrarios al movimiento social, ésta constituiría la segunda
etapa. Este ciclo se correlaciona, desde mi punto de vista, con un tiempo de
racionalización e “intelectualización” de los discursos del movimiento social y
un progresivo apoyo en la Academia, los expertos e incluso en ciertas institu-
ciones de gobierno, como la Consejería de Cultura. En esta etapa la tensión va
aumentando progresivamente hasta, aparentemente, romper el movimiento,
que queda sin fuerzas para acciones demostrativas (manifestaciones, asam-
bleas, etc.) y debe refugiarse en actuaciones convencionales (recursos judicia-
les, edición del boletín informativo, charlas, etc.). El final de este periodo lo
marca la victoria electoral del PSOE, por mayoría absoluta, en las elecciones
del 2003 y su moción para la descatalogación de la Huerta de Pegalajar en oto-
ño de 2004. A partir de este “impass” se abre una tercera etapa caracterizada
por la búsqueda de apoyos externos, preferentemente del movimiento ecolo-
gista, y por el recurso a unas estrategias de mayor diálogo y cooperación con

186
Capítulo IV

las instituciones.
En este recorrido, casi parece haberse cumplido la “ley de hierro” del ciclo
vital de los movimientos sociales con una tendencia irremisible a la institucio-
nalización (Ibarra, 2001). Se pasaría del surgimiento y despegue caracterizados
por la confrontación, movilización y participación horizontal al desarrollo se-
ñalado por la cooperación, institucionalización y jerarquización. Algunas ex-
cepciones y las características específicas del ciclo en Pegalajar se describirán
someramente a continuación.
Desde 1992 a 1996 se extiende un ciclo de reivindicaciones y posiciona-
miento activo de la mayor parte del pueblo de Pegalajar. Las reivindicaciones
son numerosas, aunque preferentemente concentradas en el verano y reitera-
tivas. Se hicieron hasta cinco concentraciones en la Charca, con gran afluencia
de pegalajeños y también de los emigrantes que retornan en estas épocas va-
cacionales. Las acciones en la Charca, están además connotadas por una gran
eficacia simbólica para los vecinos de Pegalajar. Otras acciones demostrativas
son por ejemplo las manifestaciones. Se centran primero en Jaén, desde
1993 a 1997 consecutivamente. Con posterioridad, sobre todo en 1996, las
fórmulas de reivindicación se diversifican, buscando además la repercusión en
el ámbito andaluz: manifestación en Sevilla, recogida de firmas, protestas en
Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (1996 y 1997)…
Las acciones van subiendo de tono, teniendo una dimensión de mayor
confrontación como el corte de la autovía de 1996. La protesta se hace más
fuerte cuando se observa que con el paso de los años las reivindicaciones no
obtienen respuesta, llueve y sin embargo la fuente no mana y los procesos
legales en marcha incumplen año a año los plazos. También el apoyo firme del
gobierno municipal permite redoblar los esfuerzos (ha cambiado la estructura
de oportunidad política en el ámbito local respecto al principio de las movili-
zaciones).

187
Pegalajar: El (disputado) patrimonio del agua

Cuadro 3.11. Movilizaciones en Pegalajar 1992-1997

1992
- Concentración en la Charca (6 de junio)
- Encierro de vecinos en el ayuntamiento (julio)
- Pintada colectiva en la Charca (julio)

1993
- Concentración en la Charca (13 de junio)
- Manifestación en Jaén (10 de julio)

1994
- Concentración en la Charca (5 de junio)
- Manifestación en Jaén (23 de julio)

1995
- Concentración en la Charca (16 de julio)

1996
- Encierro en el Ayuntamiento (verano)
- Concentración-manifestación en Sevilla
- Concentración en la Charca (21 de julio)
- Manifestación en Jaén (14 de septiembre)
- Recogida de 10.000 firmas. Entrega Ayuntamiento y Parlamento de Andalucía
- Encadenamiento en la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (Jaén)
- Huelga General pro-recuperación de la Charca (22 de octubre)

1997
- Se paralizan las movilizaciones tras la recuperación de la Fuente en enero.
- Concentración en el Ayuntamiento tras la nueva desecación (15 de agosto)
- Encierros y asambleas semanales en el ayuntamiento (septbre., octubre y noviembre)
- Protesta vecinal en la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir de Jaén (octubre)
- Manifestación en Jaén (octubre)
- Nuevo afloramiento de la Fuente de la Reja y paralización de las movilizaciones (25 noviem-
bre).

Fuente: Asociación Fuente de La Reja. Elaboración propia.

188
Capítulo IV

El éxito de movilización de 1996 fue la Huelga General de 22 de octubre.


Fue convocada por la Asociación de la Fuente de la Reja y el Ayuntamiento
de Pegalajar, movilizó más de dos tercios del vecindario y fue recogida en toda
la prensa andaluza: El Ideal, El Mundo (Andalucía), el ABC, El Correo…
La originalidad y el simbolismo con el que se desarrolló el paro concertaron
la admiración periodística a la vez que nos permite comprender el éxito de
la convocatoria y la fuerza significativa del agua para los pegalajeños. Por la
mañana se formó una gran cadena humana que iba desde la plaza del ayun-
tamiento hasta la Fuente, de mano en mano pasó un cántaro de agua que
finalmente fue vertido en el lecho seco del manantial por dos ancianos. La
cadena humana, así se dijo, emulaba la solidaridad de los vecinos en su lucha
por el agua. Con posterioridad, se celebró una comida colectiva, con toda la
eficacia que en Andalucía tiene el comensalismo y conjugando la tradición de
las comidas comunales en las que cada vecino aporta un plato del que pueden
comer varios. Siguió la realización de una gran pintura mural y concluyó con
una manifestación desde la Charca al Ayuntamiento.
Lo que caracteriza a este periodo, sobre todo hasta 1996, es la gran capaci-
dad de movilización de la población y la unión de sectores muy diferentes del
pueblo en torno a una misma reivindicación: la vuelta del agua mediante la re-
cuperación del acuífero. Es un periodo de confrontación entre el movimiento
vecinal y las instituciones de gobierno más asentado. Se reivindica en la calle,
en manifestaciones, en actos, en pintadas, en movilizaciones a las que se pro-
cura dotar de gran simbolismo interno –hacia los propios pegalajeños- y hacia
el exterior –atrayendo la mirada de los medios de comunicación y procurando
la aquiescencia de otra parte de la sociedad andaluza y jiennense-.
En las elecciones de junio del 95 el PSOE obtuvo 829 votos, IU consiguió
710 y el PP 631. Una alianza entre PP e IU dio como resultado el gobierno de
dos alcaldes de izquierdas entre 1995 y 1997 y de otro de derecha entre 1997
y 1999. “La boda” o “el matrimonio de conveniencia” es como se llamó entre
chanzas a esta alianza municipal.

El recurso a las actuaciones convencionales: una constante.


En paralelo a las actuaciones demostrativas y de confrontación, se fueron
realizando todos estos años demandas por vías convencionales. Es decir, se
encargaron y presentaron informes, se hicieron escritos, se enviaron instan-
cias, se realizaron preguntas parlamentarias y se interpusieron demandas judi-

189
Pegalajar: El (disputado) patrimonio del agua

ciales. Estas actuaciones van a ser una constante para la Asociación, aunque
se incrementarán y sobre todo serán más centrales a partir de la segunda etapa
del movimiento vecinal. La transformación de la Comisión Mixta en una Aso-
ciación Vecinal, fue realizada según el asesoramiento de un gabinete jurídico
de Granada ya a finales de 1992. Lo que se buscaba constituyéndose como
Asociación era precisamente tener entidad jurídica reconocida para demandar
una serie de actuaciones.
Aún cuando los frentes abiertos se expandían en distintas direcciones, dos
vías se mantuvieron a lo largo de todos estos años. La primera y fundamental
tenía que ver con las medidas legales asociadas a la declaración de sobreexplo-
tación del acuífero, así como con las propuestas de soluciones que reclamaba
la asociación. La segunda estaba relacionada con el reforzamiento de esta de-
manda mediante la protección de la Huerta, para ello se solicitó a la Consejería
de Cultura y Medio Ambiente su catalogación como Conjunto o Sitio Histó-
rico.
La declaración de sobreexplotación del acuífero lleva aparejadas una serie
de medidas legales previstas en la Ley de Aguas y en el Reglamento del Domi-
nio Publico Hidráulico que son:
- La constitución de una Comunidad de Usuarios del Acuífero
- La paralización de los expedientes de autorización o de concesión de aguas
subterráneas y de los que estuvieran en trámite. También de las nuevas capta-
ciones.
- Elaboración de un Plan de Ordenación de Extracciones
- Control de las extracciones por medios científicos y técnicos adecuados.
La inacción de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir va a gene-
rar, por parte de la Asociación, numerosas peticiones de información, instan-
cias, requerimientos al Defensor del Pueblo y finalmente en 2001, la presenta-
ción de un recurso ante el Juzgado de Granada.
La Asociación vecinal realiza una apuesta desde el principio por defender
los derechos históricos de Pegalajar al agua de la Fuente de la Reja. En
documentos de 1995 se recoge esta reivindicación formulada a la Comisaría de
Aguas de la CHG (Boletín Informativo nº 8, 1996). La vuelta provisional del
agua en 1997 permitió la medición del caudal y la Asociación estima que “una
vez aforada la fuente, debe ser inmediata su inscripción en el Registro de Aguas Públicas.
Para ello el Ayuntamiento y la Comunidad de Regantes deben solicitar la correspondiente

190
Capítulo IV

concesión” (Boletín Informativo nº 11, 1997). Se solicita a la Comisaría de Aguas


un caudal suficiente para el abastecimiento de la población, riego de la huerta
y olivar tradicional y un caudal ecológico para el mantenimiento del sistema.
Esta reivindicación es incesante, como se verá más adelante.
La otra apuesta de la Asociación, vinculada a la anterior, es la demanda de
un manantial que fluya sin interrupciones. Pasados los primeros años de
confusión, se reivindica que se deben buscar recursos alternativos para los di-
ferentes sectores y grupos que se nutren del manantial con el fin de dejar éste
en reposo. Más adelante se pedirá también la recarga del acuífero.

Crece la tensión, dos posturas muy enfrentadas


En 1997 hubo agua en la Fuente desde enero hasta agosto y volvió a aflorar
en noviembre y ya no se secó hasta diciembre de 1998. Este paréntesis con
agua, el cansancio en las movilizaciones y la falta de resultados palpables –ha-
bía agua, pero no se habían solucionado ninguno de los problemas de fondo-,
condujo a los líderes del movimiento social a centrarse en actuaciones de ca-
rácter más convencional o institucionalizado. Se abre un periodo en el que la
“lucha” se dirige en los despachos y en la realización de actividades culturales
y formativas.
En esta segunda etapa el movimiento vecinal se inclina hacia otras ver-
tientes. Se buscan apoyos en diversas instituciones científicas y académicas,
se coordinan celebraciones de talleres, jornadas, encuentros y actividades cul-
turales. El asesoramiento científico y la realización de informes avalados por
diferentes profesores, técnicos y/o instituciones, servirá para dar respaldo y
coherencia argumental a las reivindicaciones en torno al manantial y la huerta.
Es un periodo de racionalización en el discurso –incluso se podría decir que
se hace más académico-, también de consolidación de algunas de las redes
exteriores.
Poco a poco, también va disminuyendo el apoyo social interno. El cansan-
cio se acusa entre la población, y es más difícil realizar actuaciones colectivas y
movilizaciones en la calle. Por ejemplo, en el verano de 1999 se intentó orga-
nizar una concentración en la Charca y finalmente se desconvocó. A finales de
1999 se produjo la incoación del expediente de inscripción en el CGBC, pocos
meses más tarde comienzan a verse los inconvenientes. Las diferentes faccio-
nes que dividían Pegalajar se alinean a favor o en contra de la catalogación. La
crispación y la tensión van subiendo de tono hasta las elecciones municipales

191
Pegalajar: El (disputado) patrimonio del agua

de 2003.
La Asociación Vecinal de la Fuente de la Reja desarrolló en esta etapa una
gran actividad de carácter burocrático.
La dificultad de movilización social traslada el ámbito de acción hacia la
realización de actividades formativas y culturales. Desde el principio de la mo-
vilización, algunos de los integrantes más destacados de la Asociación habían
colaborado realizando diversas publicaciones centradas en Pegalajar. se fueron
publicando diversas obras que profundizaban en características del pueblo y
del bien a catalogar. Permitían en definitiva una revisión racionalizada de los
discursos que se daban desde el movimiento social. Apoyaban las reivindica-
ciones del mismo, centrándose en datos de carácter histórico, como los oríge-
nes de la Fuente de la Reja, de la Comunidad de Regantes, las características
del entramado de acequias, los usos de los molinos hidráulicos, etc.
Esta línea de trabajos se vio acentuada con la colaboración de diferentes
profesores y estudiosos que se interesan por el tema. Expertos geógrafos en la
temática hidráulica como Leandro del Moral, reconocidos antropólogos como
Javier Escalera y sociólogos con gran prestigio en el ámbito del campesinado
andaluz como Eduardo Sevilla, prestaron su colaboración en Pegalajar. Fruto
de estas relaciones es la realización de diversos estudios, campos de trabajo,
jornadas…
En 2001, 2002 y 2003 se realizaron Campos de Trabajo financiados por el
Instituto Andaluz de la Juventud, los dos primeros tuvieron una mayor pers-
pectiva ambiental y el último una visión más etnográfica. En definitiva, a tra-
vés de todas estas publicaciones y trabajos se conseguía difundir la perspectiva
de la asociación, la importancia del sistema hidráulico y las tradiciones en tor-
no al agua de los pegalajeños. Se daba respaldo a un modelo de identificación
local, a la apuesta por la consideración de la Huerta como un bien cultural y a
las demandas de recuperación del acuífero.
Pero estas actividades también se desarrollaron en un contexto de cris-
pación creciente. Para otro sector de la población de Pegalajar, la llegada de
personas y académicos de fuera era asimilada con “los ecologistas”. Las inter-
pretaciones que se estaban haciendo de la Charca y de la Huerta tenían que
ver con formas de entender las cosas de gentes de fuera, de los que no vivían
del campo o no vivían en el pueblo y, en definitiva, estaban en contra del de-
sarrollo de Pegalajar.
La incoación del expediente de inscripción de Lugar de Interés Etnológico,

192
Capítulo IV

suscitó la movilización del Grupo Municipal Socialista. Durante el año 2000


se promovió un escrito, firmado por más de setenta propietarios de Huerta,
solicitando la exclusión de sus parcelas del territorio objeto de protección.
El expediente fue utilizado como uno de los elementos de crispación social.
La necesidad de nuevos permisos y trámites para la realización de reformas
obras, la limitación de las actuaciones, fue interpretado como una restricción,
una pérdida, un mal atribuible al movimiento liderado por la Asociación de
vecinos.
Pero la actuación que causó mayores disputas en el pueblo fue la decisión,
en otoño del año 2000, de la Junta Rectora de la Comunidad de Regantes de
Pegalajar solicitando un cambio de características de la concesión de aguas.
Se pedía la interconexión de diferentes tomas: las del río Guadalbullón, las
escorrentías del casco urbano, las aguas residuales y la de la Fuente de la Reja.
Esta interconexión permitía incrementar las 994 ha de olivar de regadío con
226 nuevas hectáreas. La Junta Rectora conformada por los mayores propie-
tarios del término, avalada por el Partido Popular y con el apoyo del Grupo
Socialista local, tomaba una decisión que permitía dar respuesta a las deman-
das de un grupo de agricultores y vecinos. Para muchos regantes esta era una
reivindicación desde hacía años, conseguir aumentar la superficie de riego en
un contexto en el que las ampliaciones se administraban “con cuentagotas”,
suponía un triunfo. El regadío se identificaba con desarrollo, permitía la trans-
formación de las parcelas de un olivar con escaso rendimiento a unos árboles
que tenían garantizado no sólo el fruto, sino la calidad del mismo.
Muchos de los antiguos comuneros de la Fuente de la Reja y la propia Aso-
ciación, interpretaron este hecho como una traición. Alegaban que se perdían
así los derechos históricos del manantial, registrados al menos desde el siglo
XIX. Si el registro era contemporáneo se estaba en igualdad con respecto a
otros usuarios y otras Comunidades de Regantes en cuanto a los derechos
sobre las aguas, se perdía cualquier prevalencia anterior. Y ello cuando unos
meses antes la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir había insinuado
que se catalogaría la Fuente de la Reja reconociendo los derechos históricos.
Se perdía por tanto la posibilidad potencial de reivindicar el derrame de la
fuente para el mantenimiento del sistema, para el regadío tradicional. Más de
cien propietarios y regantes de la Comunidad presentaron alegaciones en pla-
zo ante la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir.
El enfrentamiento entre unos y otros subió un nivel más. En este proceso

193
Pegalajar: El (disputado) patrimonio del agua

hay un gran deterioro de las relaciones entre vecinos, entre miembros de dife-
rentes colectivos del pueblo, e incluso “entre familias”.
El colectivo que lidera la Asociación se enfrenta al Partido Popular por-
que en el nuevo Plan Hidrológico, que lidera en el gobierno del Estado, no
ha incluido entre las actuaciones en Jaén el caso de este acuífero; el reproche
se extiende al grupo popular local. Se enfrenta al grupo socialista, por estar
en contra de la catalogación del bien, por acusar a la asociación de partidista.
Se enfrenta a la Comunidad de Regantes, por considerar que no defiende los
derechos históricos del pueblo y que con ello se inclina ante intereses par-
ticulares. Se enfrenta a la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir. Se
enfrenta, en definitiva, a gran parte del pueblo de Pegalajar. Cada vez se dan
de baja efectiva más socios, cada vez están más solos.
Las elecciones municipales de 2003 dan, por primera vez, la mayoría absoluta
al Partido Socialista Obrero Español, que obtiene seis concejales y que pro-
pugnaba en su programa la descatalogación de la huerta por considerarlo un
freno al desarrollo, una “vuelta a la edad media”. El PP obtuvo dos concejales,
siendo el gran perdedor de la convocatoria, e IU mantuvo los tres obtenidos
en la anterior convocatoria.

Hacia las soluciones ¿el dialogo es posible?


En los últimos tres años parece que la lenta maquinaria de la Administra-
ción va tomando resoluciones. En 2004, doce años después de que el acuífero
se declarara sobreexplotado, se consigue sucesivamente: primero constituir la
Comunidad de Regantes (2002), segundo constituir la Comunidad de Usua-
rios de la Unidad Hidrogeológica Pegalajar-Mancha Real (2004) y tercero te-
ner un estudio-diagnostico de dicho acuífero realizado por la consultora Alji-
be (2004)68.
El equipo de gobierno del ayuntamiento y el grupo dirigente de la Comuni-
dad de Regantes, ven cómo se van despejando dudas y problemas. El mensaje
al pueblo es claro, viene a decir: “nosotros podemos resolver el problema de
Pegalajar, y durante todos estos años la Asociación Vecinal, los estudiosos de
fuera y el gobierno municipal lo que han venido haciendo es entorpecer las

68 Este estudio ha sido recusado por el grupo de Los Verdes ante el Parlamento, reclamando que se
usara otro trabajo anterior del Servicio Hidrogeológico.

194
Capítulo IV

posibilidades de salidas y poner trabas”.


Mermado en su capacidad de confrontación social, sin fuerzas para convocar
a los vecinos en acciones de reivindicación en la calle y cada vez con menos
miembros oficialmente reconocidos, el movimiento social se ve arrinconado.
Sin embargo, sus líderes y militantes ven peligrar aquello por lo que estuvieron
luchando todos estos años: la vuelta del agua a la fuente de la Reja.
En la calle muchos vecinos afirman que los de la asociación se equivocaron
al apostar por la inscripción de “lugar etnológico”. En septiembre de 2004 el
ayuntamiento aprueba una moción solicitando la descatalogación de la Huerta
como LIE.
Es en estos momentos cuando se puede observar la diversidad de recursos
del movimiento y la capacidad de activar y reestablecer redes de relación. Hay
un cambio en las estrategias, redimensionado el problema. A través de distin-
tos apoyos se consiguen establecer vínculos con los Verdes de Andalucía, con
Ecologistas en Acción, con diversas asociaciones y grupos de reivindicación
del patrimonio… se activan de nuevo los lazos con IU, con el SOC… En sep-
tiembre de 2005 se crea en Pegalajar la Plataforma Andaluza en defensa del
Sistema Fuente Charca Huerta de Pegalajar69. La oferta de diálogo y coopera-
ción con el gobierno municipal socialista es el siguiente paso.
A pesar de que el apoyo social no es comparable con el habido hasta 1996,
dos factores van a jugar ahora a favor de la asociación:
a) La creación de la Plataforma buscando aliados cercanos al gobierno
de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía y que puedan interceder ante la
Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, especialmente en un contexto
de remodelación de la política hidráulica, que dicen defender los nuevos líde-
res socialistas70.
b) La reorganización de su discurso, dando de nuevo la centralidad al

69 Firman un comunicado en nombre de la Plataforma en enero de 2006 los siguientes colectivos:


Asociación Vecinal Fuente de la Reja; Grupo de Investigación Social y Acción Participativa (Universidad
Pablo de Olavide); Red Andaluza de la Nueva Cultura del Agua; WWF-Adena; UAGA-COAG; Sindica-
to de Obreros del Campo; Ecologistas en Acción; Plataforma Salvemos el Guadaira; Grupo de Trabajo
Valle del Genal; Izquierda Unida; Los Verdes; Colectivo Unitario de Trabajadores; Asociación para la
Defensa del Patrimonio “Ben-Baso”; Asociación Cultural y Ecologista “Ateneo Verde”.
70 El grupo de Los Verdes coopera en el gobierno Andaluz ocupando diversos cargos políticos en la
Consejería de Medio Ambiente. La Red por la Nueva Cultura del Agua ha tenido diversos apoyos por
parte de ciertos grupos del PSOE.

195
Pegalajar: El (disputado) patrimonio del agua

agua y organizando su lucha y sus consignas en torno a ésta.


El acierto ha podido verse en la organización de protestas y reivindicaciones
logrando de nuevo la movilización en la calle de los vecinos de Pegalajar ante
la presentación en 2005 de un Plan de Ordenación de Extracciones –que
debería haber estado años atrás-. En principio la recuperación de la Fuente
quedaba fuera de la viabilidad proyectada por el plan.
En agosto de 2005 se presenta este Plan. En septiembre de ese año Los
Verdes de Andalucía denuncian el Plan ante el parlamento español y ante el
parlamento europeo, por incumplir la normativa vigente y diversas directivas
europeas. Ese mismo mes el Senado informa que el Plan es un avance provi-
sional. Desde entonces diversas protestas han aglutinado en la calle a vecinos
del pueblo y a militantes de otros grupos de la Plataforma.
En julio de 2006, el gobierno municipal presidido por Mercedes Valenzue-
la daba publicidad a los avances del Grupo de Estudios del Plan de Ordena-
ción de Extracciones, felicitándose por el trabajo, las inversiones y la vuelta del
agua a la Fuente de la Reja.

DOS MODELOS IDENTITARIOS DIFERENCIADOS


En este recorrido por las diferentes etapas del movimiento social se han es-
bozado algunas de las situaciones, de los problemas y de las argumentaciones
que unos y otros sectores de Pegalajar han ido manteniendo. En las páginas
que siguen trataré de describir los discursos de identificación que se han ido
delineando así como las sutiles variaciones que se pueden observar. Pretendo
hacer especial hincapié en cómo los modos en que se definen la Charca y la
Huerta de Pegalajar constituyen los núcleos más visibles, los referentes sim-
bólicos más densos, de dos discursos de identificación opuestos que modelan
las formas en que se entienden el pueblo y su futuro y, más genéricamente,
la sociedad en que vivimos. El carácter emblemático de la Charca y/o de la
Huerta convierte al de Pegalajar en un caso paradigmático para mostrar algu-
nas de las más fecundas teorías en torno a los procesos de patrimonialización
como son: el carácter central del patrimonio como referente identitario, su
potencialidad como hito visible de un modelo social, la importancia que tiene
para unos sectores u otros cómo se defina, la posibilidad de llenarlo o vaciarlo
de contenido social, etc.
En el contexto de Pegalajar, nos interesa la noción de identidad relacio-
nada con la definición de un nosotros local, en el marco del desarrollo de un

196
Capítulo IV

movimiento social y los discursos de identificación que se activan en este pro-


ceso. Los pegalajeños y pegalajeñas tienen un claro concepto de pertenencia
a un grupo, de ser parte de una comunidad, de un pueblo. Ese “nosotros”,
explicitado de un modo desorganizado y no coherente se basa, como en otros
pueblos, en la definición en torno a unos usos y aprovechamientos históricos
de un espacio social apropiado y simbolizado, o lo que es lo mismo, de un
territorio.
La identidad tiene un carácter integrador, se construye por oposición -por
diferenciación a los “otros”- y por definición del “nosotros”, alineando ele-
mentos objetivos y subjetivos para dibujar las características del grupo. Esa
integración permite que las diferencias internas en la localidad, sean de clase,
de sector de actividad, de sexo-genero, etnia… se soslayen. Se dibuja así la
percepción de una homogeneidad interna que se aglutina y se representa en
torno a unos referentes y unos símbolos comunes.
Ahora, bien el modo en que se define “ser de Pegalajar”, no tiene un conte-
nido estable a través del tiempo, puesto que es procesual, ni es absolutamente
homogéneo para todos los sectores sociales e individuos de Pegalajar. La defi-
nición del “nosotros” suele aglutinarse en torno a un modelo de identificación
dominante, mayoritariamente asumido, pero suelen establecerse también otras
definiciones o construcciones alternativas, que matizan o se oponen a algunos
de los elementos y concepciones del modelo dominante.
Los procesos de construcción y de transformación identitaria son comple-
jos y no responden fácilmente a consignas, eslóganes o estrategias de marke-
ting para dar una determinada imagen del pueblo o de la ciudad o de un grupo
de ciudadanos. Las identidades necesitan de una interiorización, se vinculan a
los sentimientos y se transmiten a través de relaciones y de acciones cotidia-
nas. Es por ello que aún cuando puedan definirse distintos modelos de iden-
tificación estos no son fácilmente manipulables o una creación desde un solo
grupo. Sin embargo, también es cierto que las formas y modificaciones de los
modelos de identificación se relacionan con la capacidad de ciertos grupos
de articular un escenario de lo posible y de lo deseable. Distintos grupos de
poder -económicos, políticos, religiosos, etc.- ejercen determinadas presiones,
delimitan un choque de intereses, y conforme a sus objetivos, vehiculan la
conformación de unas ideologías y discursos. En este sentido, y de un modo
nunca mecánico o univoco, estos grupos pueden influir en la reproducción,
modificación o creación de distintos discursos de identificación local.

197
Pegalajar: El (disputado) patrimonio del agua

En el caso de Pegalajar nos encontramos con un movimiento vecinal que


identifica un problema y que va a ir delineando y definiendo un discurso de
identificación. Este modelo identitario tiene una dimensión prioritariamente
local, pero muchos de sus valores y orientaciones ideológicas proceden de
y se orientan hacia el contexto social mayor donde se insertan los pegalaje-
ños. Entiendo que para interpretar el modo en que se define, se desarrolla y
también para comprender las implicaciones y efectos del modelo identitario
propuesto por los sectores afines a la Asociación de la Fuente de la Reja debe-
mos centrarnos en el contexto local. Es en la confrontación entre el discurso
propugnado por este grupo frente al que se construye y se alienta desde los
colectivos locales opuestos a él, donde se explica la deriva de acontecimientos
y el papel otorgado a los bienes considerados patrimonio. En este contexto, se
entienden las relaciones de fuerza entre los diversos sectores y las estrategias
dialécticas de unos y otros, así como el actual rechazo de la mayoría de la po-
blación a la catalogación de la Huerta como LIE.
Es cierto que “se tardó en empezar a hacer cosas”, desde 1988 a 1992 van más de
tres años, pero cuando se produjo la primera gran concentración en la Charca,
se habían formulado perfectamente la conciencia de injusticia y se había verte-
brado un discurso que respaldaba y justificaba las reivindicaciones (Merlucci,
1995, cit. en Ibarra, 2005). La primera concentración en la Charca, en 1992,
ilustra muchos de los contenidos de un discurso que después sólo cambiaría
en algunos matices. Se argumentaba entonces que la Charca fue “la vida de
Pegalajar” y que su desecación había “mermado el atractivo turístico del pueblo y, fun-
damentalmente, dejado el olivar en secano” (Ideal de Jaén, 7/06/92). En la confor-
mación de modelos identitarios alternativos o confrontados que recaen sobre
un mismo colectivo, los discursos de identificación juegan un papel central.
El discurso de identificación es el conjunto de argumentaciones, narraciones
y explicaciones que articulan, dan coherencia y vinculan a los referentes, sím-
bolos, acciones y sentimientos que se plasman en un modelo identitario “…el
discurso es el armazón de un modelo de identificación colectiva, su contenido
más íntimo” (Ruiz Ballesteros, 2000).
Un discurso abierto y poco definido deja espacio a la polisemia y la ambi-
güedad, es aglutinador pero no demasiado eficaz en cuanto que no establece
claramente el límite del nosotros y los otros. Un discurso cerrado y muy es-
tructurado tiene el problema contrario: la monosemia y dificultad de integra-
ción. Vamos a observar la transformación de los contenidos del discurso de
identificación que lidera el movimiento social, desde un espacio muy abierto

198
Capítulo IV

a otro más cerrado. Las acciones irán delimitando el discurso, pero también
lo hará la definición del modelo de identificación alternativo propulsado por
el PSOE local, que irá ganando progresivamente un espacio social mayor. El
modo en que se oponen y se producen contrarreplicas entre las actuaciones
y discursos de estas dos facciones de poder, podrían dar lugar además a un
análisis en profundidad sobre política local en el que no vamos a entrar. Sí es
cierto que en este choque discursivo y de acción se plasma perfectamente la
relación entre el ejercicio de poder y la identificación local y, como se verá,
en los intentos de uso y manipulación de símbolos e imágenes desde la esfera
política (Escalera, Ruiz y Valcuende, 1993).
La concentración dentro de la Charca, que se repitió verano tras verano
hasta 1997, además de un efecto simbólico de cara a los habitantes de Pegala-
jar, logró llamar la atención de la prensa y un posicionamiento favorable por
parte de los medios de comunicación. Esta benévola acogida se ha mantenido
en gran parte del proceso de movilizaciones. Manuel Anguita, escritor y en-
tonces diputado en el Parlamento de Andalucía, subrayaba en un articulo de
prensa: Decir Pegalajar es nombrar la Charca y nombrar la Charca es decir Pegalajar,
tanto monta, monta tanto. (Anguita Peragón, Ideal de Jaén, 7 junio 1992). El
contenido de este texto era una loa a la reivindicación de los vecinos de Pega-
lajar, que defendían lo que era suyo, por derecho histórico, y con ello querían
preservar sus tradiciones y el núcleo de su economía agrícola. Una lucha que
se realizaba contra los cambios sobrevenidos y a menudo impuestos, de la mo-
dernidad auspiciada por el gobierno del Estado y por la inserción en la Unión
Europea. He aquí un extracto:
(…) Ahora la Charca no tiene agua y se puebla de grietas como la piel de un viejo que
se resquebraja. Hay quien intenta decirnos que estos son problemas de la “pertinaz
sequía” y que lo de la Charca carece de importancia porque ya somos Europa y la
política agraria la marca la PAC y no los riegos que puedan realizar unos sencillos
campesinos perdidos a la entrada de Sierra Mágina.
Y los vecinos de Pegalajar, que no se resignan a la marginalidad, ni a que los engañen,
ni a que les den gato por charca, han formado una comisión ciudadana en defensa
de lo suyo, convencidos de que no solo luchan por una seña de identidad de su pue-
blo, sino por algo que, correcta y modernamente utilizado, puede ser el inicio de una
palanca de desarrollo para un pueblo que se niega a morir” (Anguita Peragon, 1992
Ideal de Jaén)
El artículo sirve para comprender cómo el discurso articulado por el mo-
vimiento social tenia calado en una audiencia más amplia, los vecinos de Jaén.
Un mensaje que además era fácilmente traspolable a una sociedad andaluza

199
Pegalajar: El (disputado) patrimonio del agua

que observaba entre la maravilla, el recelo y la oposición las inversiones y


celebraciones del 92 en Sevilla. Esta capacidad de los movimientos sociales
de concitar el apoyo de una audiencia más lejana es lo que algunos teóricos
denominan la creación de un “marco de referencia externo”.
Por su parte, la eficacia de las reivindicaciones de cara a los propios pega-
lajeños recurría a la reclamación de un derecho histórico, el manantial de la
Fuente de la Reja y a la unión del pueblo frente a “los otros”, los que injusta-
mente les habían quitado el agua, algo que siempre había sido suyo. En julio
de 1992, un mes después de la primera manifestación, en la Charca se realizó
una gran pintada que plasmó el sentir de los vecinos:
“¡¡¡A QUIENES LA VIDA DI, LES RECLAMO, EN JUSTICIA, QUE NO
ME DEJEN MORIR!!!”
Se resumía así el sentimiento de injusticia que vivían los hombres y mujeres
de Pegalajar. Lo justo, lo bueno, era luchar por el agua que había sido la fuente
de vida del pueblo. La Charca, la Balsa, había posibilitado el asentamiento
y el desarrollo de una población generación tras generación. Sus hijos, los
herederos de los que construyeron todo ese sistema de embalses y acequias,
debían reivindicar la vuelta del agua, lo que les había dado la vida. La Charca,
la Huerta, se corporizaba en un elemento vivo, que podía morir… La fuerza
simbólica de la frase nos enuncia su capacidad para hacer coincidir a gentes
de diferente ideología y extracción social alrededor de una reivindicación. La
Charca –humanizada a través del uso de la primera persona-, el hito por el que
se reconocía a Pegalajar en toda la provincia, se convertía en la depositaria de
este alegato.

200
Capítulo IV

Esta invocación aglutinó a la mayoría de la población. La frase “el agua es la


vida de Pegalajar” todavía es repetida por muchos vecinos de cualquier sector.
La ventaja de esta definición está en su fuerza, su aparente simplicidad pero
también en su potencial polisemia. Los medianos propietarios de parcelas de
olivar de regadío que se quedaban sin agua, los dueños de un poyo en la huer-
ta, los temporeros agrícolas que veían peligrar jornales, los niños que disfru-
taban de los baños de verano, los mesoneros que contemplaron los veladores
desiertos en agosto… hijos y nietos de pegalajeños con un poyo o un poyato
se unieron alrededor de la frase.
La Charca fue sin duda en las primeras etapas el referente simbólico por
excelencia, seguido del de la Fuente de la Reja, denominación que se usó para
la Asociación.
En este discurso de identificación se opuso el “nosotros” de los pega-
lajeños a los “otros” de las poblaciones del entorno: los manchegos y los
guardenses. Los de otros pueblos que para su propio desarrollo habían ido
cogiendo el agua de Pegalajar. A pesar de que desde los documentos escritos y
las declaraciones en prensa siempre se aludía a la sobrexplotación, sin señalar
a un pueblo u otro, en las conversaciones y declaraciones diarias el sentir era
que “los otros” se habían llevado el agua. Las declaraciones de algunos veci-
nos muestran claramente la oposición tradicional, el pique, entre manchegos y
pegalajeños y el sentir de no haber sabido defender el agua:
Yo qué se… eso [de que vuelva el agua]… es más difícil… Eso no se arregla. Yo no digo ná. Eso
no… Se cerraron los ojos, se cerraron los ojos… aquí en Mancha Real hay mucha, mucha industria
y hace cuarenta años había na, tres o cuatro carpinterías y pare usted. Y trabajaban entre todas
cuarenta personas. Ahora en cada carpintería de esas trabajan cuarenta o sesenta personas y si esta
mujer o este hombre o cualquiera tiene que ir a su servicio, tiene que tener su agua. Yo no digo que la
usen mal o bien, yo no lo digo, pero es que eso no devuelve el agua.(Mariano, agricultor, 65 años, julio
2004)
M. Los manchegos tienen un dicho… que venían y echaban “azulete” para saber por donde iba el
agua. [risas]
A. El caso es que siempre ha habido pique entre un pueblo y otro.
M. De toda la vida ha habido el problema de llevársela, intentar quedársela porque como nosotros
teníamos tanta pues… Hasta que al final parece ser que han quitao un poquito (risas)
R. Han sido más listos. Es un pueblo más joven y más dinámico. Es varios siglos más joven. En
el urbanismo se ve que son más jóvenes y más listos.
M. Pero que se querían llevar nuestra agua y que echaban pajita y azulete y demás y que al final,
¡zas! se la llevaron… (Entrevista de Grupo, empresarias, agosto 2004)
En este contexto, el discurso articulado por el poder local y provincial del

201
Pegalajar: El (disputado) patrimonio del agua

PSOE, tenía muy pocos seguidores. Era poco popular, y poco creíble para los
vecinos, mantener que el principal problema era la sequía y que había que ser
solidario con los pueblos de alrededor. La argumentación de que el desarrollo
era algo común a todos y que todos gozaban del mismo derecho a gastar agua,
tenía poca repercusión en el conjunto del pueblo.
En 1994 se visibilizaban ya claramente en el pueblo dos formas de inter-
pretación de la problemática del agua y por tanto las posibles soluciones. A
través de cómo se discutió en público el Informe Hidrogeológico del Acuífero
de Pegalajar realizado por el Servicio Geológico en 1994, podemos observar
las posturas y la tensión creciente que se vivía en Pegalajar.
Según el entonces alcalde del PSOE, José Rojas, el informe mostraba clara-
mente que la Asociación había mantenido una postura inmoral e insolidaria
al pretender que Mancha Real y La Guardia estaban detrás de la sobreex-
plotación del acuífero. Que la insolidaridad era aun más manifiesta en tanto
que se quería el agua para abastecer un riego “a manta” sin tener en cuenta
las necesidades de los pueblos de alrededor. Que la postura del equipo de
gobierno municipal era necesariamente moderada y de respeto a sus vecinos.
Que el informe del Servicio Geológico daba la razón a la postura mantenida
por el grupo socialista y dejaba a descubierto las intenciones partidistas de la
Asociación. Desde la perspectiva del edil este informe ponía punto y final a las
polémicas. (Diario de Jaén, julio de 1994)
La Asociación de Vecinos publicó un Boletín Informativo provocativa-
mente titulado “Las verdades a medias son mentira”. En él se negaban las acusacio-
nes del alcalde, tachando de demagógica la interpretación del edil y afirmando
que éste intentaba “confundir al pueblo de Pegalajar” (Boletín Informativo,
nº 7, septiembre 1994). Se insiste que el informe daba la razón a los argumen-
tos que ellos habían estado sosteniendo, al menos en las cuestiones básicas:
que la sequía no era la causa determinante; que había una sobreexplotación
producida por los pozos; que se debía controlar la sobreexplotación para no
agravar el problema. En el boletín se reproducía una parte del informe para
concluir que se debían aplicar las medidas legales vinculadas a la declaración
de sobreexplotación y se responsabilizaba al equipo de gobierno municipal de
estas demoras:
“Según nuestro propio Alcalde, había que esperar a ver cómo estaba el enfermo antes
de intentar curarlo… así ha pasado el tiempo y, según vemos en este informe, el enfer-
mo ha empeorado porque nadie le ha puesto remedio y se nos puede morir si no se le
atiende urgentemente” (ib. 1994)

202
Capítulo IV

Este es un pequeño ejemplo de las controversias y divisiones que se fueron


acentuando en estos años. A lo largo del ciclo de reivindicaciones el discurso
de identificación de la Asociación Vecinal se va complejizando, matizando,
llenando de contenido… y también se concreta, se hace menos ambiguo, de
más difícil polisemia. Muchos vecinos empiezan a mirar con otros ojos lo que
está pasando.
El movimiento asociativo progresivamente va a ir articulando unas deman-
das más concretas y va a desarrollar una filosofía integral respecto al agua, la
Charca y la Huerta. El contacto con grupos de fuera, la influencia de diversos
estudiosos, la vinculación con otras experiencias, las contestaciones de la Ad-
ministración, las dinámicas internas del grupo… harán madurar el discurso
que lidera la Asociación.
Al desarrollarse, el modelo de identificación se centra en torno a la idea de la Fuente, la
Charca y la Huerta como un sistema integrado e inseparable. Se considera que ninguno
de esos tres elementos tiene sentido por sí mismo, sino en relación con los
otros dos. Esta visión integradora tiene la ventaja, desde un punto de vista es-
tratégico, de permitir la confluencia de miradas ecologistas, historicistas, tradi-
cionalistas, etc. Tendrá, por otra parte, el grave inconveniente, siempre desde
un punto de vista fríamente racional, de obligar a la búsqueda de soluciones
complejas y de conjunto. Estos son algunos de los armazones del discurso
de identificación que se ha ido desarrollando por parte del movimiento aso-
ciativo, aunque no todos han tenido la misma fuerza según en que etapa nos
situemos y dependiendo de las personas y sectores concretos a los que nos
dirijamos:
- Uno de los puntos fuertes de este discurso es el de la Fuente y la Huerta
como un hecho histórico. La búsqueda de documentación y las publicaciones
que avalan la antigüedad del sistema entroncan con los intereses de algunas de
las personas que al principio se sumaron a la movilización. Por ejemplo, en la
“Nueva historia de Pegalajar” (Lietor, López Cordero y Rojas, 1994) se dedica
un gran epígrafe a estos orígenes.
- Otro de los aspectos que se irán desarrollando es el del carácter ecológico
del sistema. Idealizadamente, se considera al conjunto como un modelo per-
fecto de relación del hombre con el medio, un sistema equilibrado y modéli-
co.
- Finalmente, la idea que permitirá redondear el discurso es la de la “cultura
del agua”. Se subraya de este modo la relación entre el manantial, la charca y

203
Pegalajar: El (disputado) patrimonio del agua

la huerta y los modos de vida y la cosmovisión de los pegalajeños y las pega-


lajeñas.
Una de las últimas publicaciones de la Asociación Vecinal “la Fuente de la
Reja” sintetiza estas tres dimensiones en su introducción:
“Pegalajar nace y se consolida como población debido a la presencia de un abundan-
te manantial que ha constituido durante siglos su principal elemento de desarrollo,
configurando un especial sistema hidráulico, agrícola y ecológico, considerado por la
comunidad científica como “único en el Mediterráneo”.
El agua ha sido el elemento primordial de la vida de Pegalajar. No ha sido un elemento
único y aislado, sino la base sobre la que se ha asentado la población, la organización
del espacio y la estructura socio económica. El agua ha sido también la causa funda-
mental de la conservación del medio. Un medio humanizado donde la intervención
del hombre para su mejor aprovechamiento ha sido totalmente compatible con su
preservación, creándose un ecosistema agrario y medioambiental que ha perdurado
durante siglos y que sólo la falta de agua de los últimos años ha puesto en riesgo de
supervivencia y continuidad” (Escalera y otros, 2004:9)
En el texto se vincula el origen del pueblo al manantial. Esta será una idea a
la que no renuncian tampoco los opositores al movimiento social. El proceso
de reivindicación vecinal de todos estos años ha encumbrado el referente del
agua como un símbolo mucho más relevante de lo que lo era años atrás.
Pero el discurso de identificación no se visibiliza y se expande solo a través
de consignas, textos o narraciones. Adquiere su mayor fuerza en contextos en
los que permite expresar emotividades y en los que se enraíza y se vincula con
las imágenes, los recuerdos y las vivencias personales del conjunto de personas
que conforman el colectivo.
Las acciones de reivindicación en la Charca, se entroncan con las viven-
cias festivas y cotidianas junto al agua. En la huelga del 1996, la emotividad
desplegada en el cántaro que pasa de mano en mano hasta mojar con agua el
manantial seco refuerzan el sentimiento de pertenencia a un pueblo que vive
de y para su agua. La visión del agua como un elemento central de la comuni-
dad y como un hecho que vincula todas las facetas de la vida, ha permitido al
movimiento enlazar y reinterpretar muchas de las tradiciones del pueblo con
el modelo de identificación que se trataba de propugnar.
Como afirma Eyreman, las tradiciones sirven de “soporte a la actividad del movimiento
social, bien como recurso para la movilización, bien conformadas como marcos de significado
e interpretación de gran fuerza emotiva. E igualmente, también funcionan como lazos invi-
sibles entre individuos y entre movimientos, que llenan vacíos de tiempo y espacio y hacen de
puente entre generaciones” (1998:143).

204
Capítulo IV

Los trabajos realizados por diversas personas integradas en el movimiento


social han insistido en la relación por ejemplo entre la gastronomía local, el
agua y la huerta. También hacen referencia a las tareas agrícolas y la memoria
oral (Quesada, 2001 y 2005) o a los saberes relacionados con el campo y la
molienda.
Pero más que las elaboraciones intelectuales o de divulgación, la emotivi-
dad y la capacidad de concertar sentimientos y crear lazos de identificación del
ritual y de la tradición, se basan en la acción misma. La revitalización de los
“aguilandos” o cantes navideños en los que se ha participado; la idea de hacer
dulces típicos de navidad para obtener fondos, que reunía a muchas mujeres
del pueblo en tardes de trabajo y charla; el enseñar a los hijos a bañarse en
la Charca cuando mana la fuente… Todas esas son actividades en la que los
mayores enseñan a los pequeños, en la que los viejos rememoran tiempos y
vivencias distintas, en las que las nietas aprenden el punto de hebra de la sidra
de las abuelas… La tradición, el ritual, se hace así vida, hace al grupo, vincula a
las personas en lazos de afecto, de memoria y de definición de un “nosotros”.
Un nosotros que el movimiento vecinal ha articulado en derredor del agua y
de la huerta, de la fuente y de la charca…
El modelo de identificación en su etapa ya madura defiende, en definitiva,
un desarrollo del pueblo basado en la sostenibilidad y en la persistencia de la
tradición. Articula la necesidad de continuidad con el pasado como garantía
de la vuelta del agua al manantial, pero también como fórmula de futuro y de
respeto al medio. Es por ello por lo que se opone a los modelos de urbaniza-
ción desmedida, al crecimiento sin control, a la expansión no meditada de los
regadíos, a la modernización sin tener en cuenta las consecuencias para el te-
rritorio. El modelo de la asociación propone la identidad de un colectivo como
un derecho y como un elemento central de la dignidad del pueblo, afirma que
la Fuente de la Reja, la Charca y la Huerta han configurado históricamente la
identidad de Pegalajar y son un derecho irrenunciable. En consonancia con
estas propuestas, el núcleo más duro de la asociación defiende la continuidad
de los cultivos tradicionales y la riqueza de los conocimientos y saberes de los
agricultores locales como un patrimonio cultural y a favor de la diversidad
ecológica –por ejemplo proyectando incluirse en un banco de semillas-.
Este es ya un modelo, que aunque mantiene una gran continuidad con su
definición inicial, se ha complejizado y matizado y, tal como afirmamos atrás,
se ha hecho más concreto y tiene menor polisemia. Los apoyos que sustentan

205
Pegalajar: El (disputado) patrimonio del agua

este modelo con el paso del tiempo serán menores en cuanto al número de
seguidores, aunque hay que matizar que una parte importante de las ideas y
de los sentimientos que se configuraron durante los años de mayor movili-
zación, habrán calado en la definición identitaria de los vecinos de Pegalajar y
serán incorporados desde modelos contrapuestos al defendido por la Asocia-
ción. Por supuesto que para entender el cambio en la relación de fuerzas y de
seguidores de la Asociación de la Fuente de la Reja a lo largo del tiempo, no
solo hay que ver como se matiza el discurso. Además es necesario observar
una serie de fenómenos interrelacionados: las consecuencias de las acciones o
inacciones a las que condujo este modelo; el proceso de alianzas y el acceso al
poder municipal de ciertos grupos y personas; las transformaciones socioeco-
nómicas del contexto andaluz y del pueblo en particular; las actuaciones de la
Administración y en particular de CHG y de la Consejería de Cultura.
Una lectura diferente de Pegalajar es la que lideran los sectores cercanos
al PSOE y los grupos de los medianos propietarios agrícolas locales. El mo-
delo de identificación que se propone desde estos grupos está más a favor
del crecimiento económico y social tal y como se ha venido produciendo en
la zona en los últimos años. Se ha logrado hacer descender la tasa de paro, se
han hecho inversiones, ha aumentado el nivel de vida, se ha incrementado la
superficie de olivar de regadío… todo ello se considera en positivo y que debe
seguir mejorando. En resumen, se propone una definición de Pegalajar no ya
basada en el agua, sino en su diversidad geográfica y sus potencialidades; una
mirada que no se centra en la huerta, sino en el olivar, el regadío, la expansión
urbana, el turismo de segunda residencia… Un discurso que apuesta por la
modernización, el empresariado…
Un modelo que reniega de la vertebración entre Fuente-Charca y Huerta y
que hoy día sí propone como símbolo central la Charca, pero que considera la
Huerta algo obsoleto y del pasado.
Gran parte del éxito de este discurso tiene que ver con las transformacio-
nes socioeconómicas. Si la huerta a finales de los ochenta ya no era más que
un complemento para las economías domésticas de unos cuantos pequeños
propietarios, desde luego hoy día lo que se pudiera producir parece de difícil
comercialización. Las personas que todavía cultivan y cuidan algunas parcelas
de la huerta son todos muy mayores, con más de 65 años y, como ellos mismo
reconocen “la gente joven no quiere saber nada del campo”. Cuando se secó la fuen-
te, se vio en peligro no solo la producción de los piojares, sino de las olivas
de regadío. Ese problema se solucionó en la primera mitad de los noventa.

206
Capítulo IV

También el pueblo se ha ido orientando cada vez más progresivamente a la


industria de la madera y auxiliares, al sector servicios… y la agricultura se per-
cibe como un complemento doméstico. Pero un complemento que deja “un
dinerito”. La expansión del regadío de olivar, que lideran el sector del PSOE y
la Comunidad de Regantes, se ve como algo positivo por un grupo importante
de la población, para los que el goteo supone unos beneficios extras conside-
rables al año.
Otra idea que ha calado en profundidad en el pueblo es que hay que avan-
zar, hay que crecer. Y decir que la Huerta es el centro de la vida económica
de Pegalajar, resulta anacrónico para los vecinos. Por el contrario, los valores
materiales –e incluso estéticos- que se proponen mediante la “urbanización
controlada” del espacio de la Huerta, resultan muy atractivos. Para muchos
vecinos que tienen un poyo pequeño en la huerta resulta interesante poder
hacerse una casita, donde tener un huerto o un lugar donde alojar a los hijos
que vienen al pueblo a pasar temporadas o mejor aún, considerarlas como
una parcela que vender a buen precio a las gentes de la capital. El discurso que
apuesta por el crecimiento urbano y la expansión turística del pueblo tiene
un gran calado entre un sector de la población que ve la huerta como un erial
abandonado.
En las siguientes páginas vamos a desarrollar algunas de las distintas sig-
nificaciones y valoraciones que se han hecho y se hacen de la Charca y de la
Huerta de Pegalajar. Estos dos símbolos centrales nos servirán para entender
en qué coinciden y cómo se oponen los dos modelos de identificación pro-
puestos y cómo ello afecta a la consideración de estos bienes en tanto que
patrimonio.

4.4.1 Imágenes cambiantes de la Charca y de la Huerta. Símbolos en


disputa.
Y es la Fuente de la Reja/ la maravilla,/ tiene un barrio en Triana/ como Sevilla, y
su arco de la Encarnación/ guarda un tesoro/ que un califa en sus manos escondió/
cuando estuvieron/ aquí los moros.
Y un mar en pequeño/ con barcas ligeras/ el agua más clara/ que el mismito sol,/
salud y alegría/ le da al que se baña/ y aquí tiene España/ otro Benidorm (Himno de
Pegalajar, fragmento, Francisco Almagro, s.f.)
La elección de la Charca como lugar de concentración en el 92, muestra la
capacidad de evocación simbólica con que nació esta movilización, sobre todo
hacia el propio pueblo. Para los pegalajeños la Charca es el centro de la vida

207
Pegalajar: El (disputado) patrimonio del agua

del pueblo. Las connotaciones de la Charca con agua son siempre positivas,
ligadas a la diversión, la alegría, el buen clima, el paseo, la huerta regada y ver-
de… Resulta llamativo cómo, a pesar de que la reforma de la antigua balsa se
inició en 1944 y se culminó en 1949 –es decir, no hace todavía sesenta años-
las referencias a la Charca apenas recuerdan sus aspectos más negativos. Sólo
a través de la documentación podemos inferir una imagen completamente dis-
tinta a la que se tenía cuando se secó en 1988 y que todavía hoy se tiene. Entre
las argumentaciones que se usaron para la reforma de la Charca, se decía:
«cuando el embalse se llena queda al mismo nivel que las aguas del manantial (...),
en los días de aire el pequeño oleaje que produce puede mezclar los embalses con el
de la Fuente, constituyendo un peligro (...) por arrojar en dicha Charca cadáveres de
animales en completo estado de putrefacción». (Subdelegado de Sanidad, 1931, cit. En
López Cordero 1997)
López Cordero afirma, y así nos lo han dicho algunos viejos aunque sólo
después de haber preguntado expresamente por ello, que a la Charca se arro-
jaban gallinas, cabras y demás bichos muertos, además de basuras. Era pues,
la parte trasera de la población, a pesar de que el agua que abastecía a las
fuentes del pueblo provenía de allá y de que las mujeres, hasta la construcción
del lavadero en el 49, lavaban la ropa en el tramo que había entre la salida del
manantial y el muro de acumulación de la Balsa.
La Balsa, no era más que un embalse, un espacio que debía ser mínima-
mente cuidado sacando los fangos o barros que se depositaban en sus fondos
y manteniendo los muros. “Que eran de tosca y que se filtraban muchísimo y se perdía
mucha, mucha agua” (Alfonso, reagaor). Es por ello que se reformó el espacio,
realizando un gran estanque con el que se esperaba multiplicar la capacidad
productiva de la huerta y el olivar, pues se pensaba que de un almacenamiento
máximo de 2.000 metros cúbicos se podía pasar a 10.000 o 12.000 metros cú-
bicos, aumentando la superficie de regadío y sobre todo la eficacia y cantidad
con que llegaba el agua a los poyos y hazas y principalmente al olivar (López
Cordero, 1997).
Las obras de la Charca tardaron mucho en comenzarse –desde 1931 se
estaban demandando- y duraron mucho más de lo proyectado, tanto que en
Pegalajar hay un dicho que con sorna se refiere a las tareas que no se acaban
nunca: “Eso para el lunes, como la Charca”. Frase que, por cierto, señala la
centralidad que tuvo la obra en la población.
Una vez finalizadas los trabajos de remodelación de la Charca comienza a
gestarse la actual imagen del embalse. La expansión del núcleo de población

208
Capítulo IV

ya sí se orienta hacia esa parte del pueblo, una vez saneada y sin peligro de
contaminación. Se acondicionaron los alrededores de la Charca, potencián-
dose la zona para el recreo de los pegalajeños. A partir de los años cincuenta
diversos alcaldes pretenderán dar promoción turística al pueblo difundiendo
la imagen de la Charca.
En la década de los cincuenta el alcalde trasladó alguno de los actos cen-
trales de la celebración de la fiesta patronal al entorno de la Charca. En 1956
se realizan los fuegos artificiales no en la Plaza de la Constitución, sino en el
embalse de la Fuente de la Reja, con el consiguiente impacto óptico. El reflejo
de los fuegos en el agua y su originalidad en una tierra de interior como la
jiennense debió atraer a propios y a extraños a contemplar el espectáculo. La
promoción de la Charca hacia Jaén capital y los pueblos de alrededor se hizo
a través de los carteles de fiestas en la década de los años cincuenta y sesenta.
En ellos aparece la imagen de la Virgen de las Nieves superpuesta sobre la
Charca (López Cordero, 1998). Se vinculaban así los dos símbolos centrales
de la población: su embalse y su patrona.
Esta relación se mantiene hoy, conjugando la dimensión simbólica de la
fiesta con la de la Charca. Incluso el cartel ganador de 2004 reproduce los
clásicos de 30 años atrás. Todavía es tradición que la Virgen de las Nieves
consagre la Charca y sus aguas con el paseo en barca que se da a un lienzo con
su imagen, como culminación de los fuegos artificiales.
La Charca supone una imagen positiva para las y los vecinos de Pegalajar.
En la mayoría de las entrevistas que he realizado se afirma que el elemento
que mejor define al pueblo es la Charca. Esta idea se mantiene sea cual sea el
grupo al que se adscriba la persona con la que estemos hablando.
Lo más típico desde luego la Charca, la Charca es la principal seña de Pegalajar. Con lo que todo
el mundo la identifica…
Es que verás, antes la Charca, yo me acuerdo cuando era más pequeña que la charca era…era
algo especial. Estaba todo lleno de hamacas, tenia sus barcas, había concursos de piraguas…había
campeonatos de atletismo, de natación. Entonces era, toda la gente de Jaén te habla… Es que aquello
era fenomenal porque es que era el único respiro que teníamos, tan cerca de Jaén, que nos llegábamos
y era un recreo… Además es que había incluso música en lo que es el entorno… los bares sacaban
sus mesas a la calle, ponían ponche de este de pueblo, de melocotón… hacía mucho fresquito y todo el
mundo se venía de Jaén, como Jaén es tan llano y hace tanto calor, pues era su refresco, venirse aquí de
noche a zona de sierra, a estar aquí tan a gusto. De noche, el agua moviéndose, el fresquito… y parece
que estás en el mar. (Adela, química, 50 años, septiembre 2005)
Pero aunque la bondad y el carácter recreativo de la Charca son comparti-
dos por toda la población, lo que no se comparte es cuál sea su posición con

209
Pegalajar: El (disputado) patrimonio del agua

respecto a otros elementos de la cultura del agua. Desde la perspectiva de la


Asociación de la Fuente de la Reja, se interpreta la Charca como un elemento
más del sistema. Se entiende que el de Pegalajar es un sistema integrado por
la Fuente o manantial, que surte de agua a la Charca, que sirve de embalse y
desde la que se distribuye a la Huerta, por donde discurre el agua en cultivos
históricamente feraces. En este discurso la Charca es solo un componente más
del conjunto, una parte de lo que ellos designan como “la cultura del agua”
que vincula arquitectura y simbolismo, producción agrícola y recreo, denomi-
naciones toponímicas y modos de vida… Desde este punto de vista, la Charca
no es nada sin el manantial o sin la Huerta. De ahí la importancia que tiene
la recuperación del manantial, el saneamiento del acuífero sobreexplotado:
sin eso no hay Charca. Y sin la Charca no hay recreo, ni fiesta, ni gentes que
vengan al frescor de las noches de verano, ni barquitas…
Así aparece en diversos Boletines Informativos de la Asociación:
Hablar de Pegalajar es hacerlo de La Charca, de la Fuente de la Reja que la alimenta
y de la Huerta que se riega con el derrame de sus aguas. La historia de Pegalajar se
ha forjado, a lo largo de muchísimos años, en torno al agua. El Manantial no sólo dio
origen al pueblo, sino que conformó un complejo Sistema Hidráulico, legado por
nuestros mayores como Patrimonio Histórico y Cultural, único en nuestra Comuni-
dad Autónoma. La Fuente y La Charca han sido siempre los auténticos símbolos del
pueblo, sus señas de identidad más reconocidas, los elementos emblemáticos de su
existencia como sociedad y los referentes centrales para la articulación e identificación
comunitaria de sus vecinos. La Huerta, por su parte, constituye un espacio de gran
valor agroecológico, fuertemente conectado con la Fuente de la Reja y con La Charca.
(Boletín Informativo AVFR nº 29, octubre 2004)
Este es el modo en el que nos expone su punto de vista una vecina:
P. ¿Usted cree que esta seria una solución? ¿Llenar la charca…?
R. Pues no, porque es que la charca tiene que entrar y salir, porque si no llenar la charca eso sería un
foco de infección. No tendría gracia ninguna. Eso el sentido que tiene es como está: entrando y saliendo,
entrando y saliendo… el agua esta siempre limpia… y la vida que crea para abajo. Tiene que hacer
su camino natural, lo que no puedes es ir en contra de la naturaleza…
(…) Antes [los fuegos artificiales] eran más esplendorosos, había hasta fuegos musicales… Algunos
años incluso llegaron a echarle agua a la Charca, pero luego ya se pensó que vamos a aparentar lo
que no es. Estamos reivindicando el agua para el pueblo y ahora vamos a llenar la Charca y vamos a
aparentar lo que no es. Porque parece que tenemos agua y no tenemos ninguna. (Adela, química, 50
años, copropietaria, septiembre 2005)
Desde el punto de vista del otro sector, la Charca es el elemento central y
el único que tiene importancia hoy en día.
L. No a Charca no la puedes tocar porque eso es un monumento. Pero la huerta no es un monumento,

210
Capítulo IV

quién me lo va a decir a mi…


S. Pues si lo hicieron los árabes, lo mismo es.
L. ¡Los árabes, los árabes…! Pero que un monumento es la Charca, una horma no la veo yo un
monumento… la Charca, el molino que había del agua, todo ese trocillo del molino, de la cascada…
pero que un pedazo así “cuadrao” con cuatro hormas ¡que no me digan a mi que es un monumen-
to!… Cosas chulas, la charca, el molinillo con su cascada… Pero que un pedazo de campo así que
no se pueda tocar ¡eso no es un monumento! (Lucia y Sara, temporera y empresaria, propietaria y no
propietaria, 40 y 35 años, septiembre 2005)
…la verdad es que la Charca le da mucha vida al pueblo, tendrían que hacer algo. Si no pueden
tener agua por lo que sea, pues podrían tener agua con una depuradora muy grande, si de todas formas
el agua no la pueden usar para la huerta porque no hay…Pues arreglar esa parte de allá arriba y
el descampado ese que esta al lado del lavadero ya podrían haber hecho algo, que allá nada más que
hay un burro… si no se puede construir pues hacer un parque y ponerlo bien… dejar las hormas
y las acequias que se vean y hacer un parque para los niños… (Maria, ama de casa, propietaria,
septiembre 2005)
Yo pienso que sería necesario arreglar la Charca, porque no está… no está bien. En la Charca hay
que hacer arreglos y restaurarla y ponerla bien, ponerla bonita, porque tampoco ahora… En fin que
fuera otra cosa… Pero ¿cómo conservar? ¿Dónde está el dinero? Porque hacen la protección y no hay
dinero. Habría que arreglar los lavaderos, que están hechos una pena y las acequias de alrededor…
esa parte habría que ponerla bien, pero de dónde… (Mercedes Valenzuela, alcaldesa, julio
2004)
Para este sector la Huerta es algo que no tiene importancia, algo del pasa-
do…
“La huerta, la huerta… pero si en la huerta no hay nada. Nada. Ni se puede sembrar, ni se ve
nada más que matojos y basura. Y a la huerta van cuatro viejos y cuando se mueran ¿Quién va a ir
a la huerta?” (Juan Manuel, maestro, 35 años, hijo de propietario, agosto 2004)
La huerta sabemos todos que es un difunto. La huerta esta abandonada, los caminos están aban-
donados y las acequias están todas hechas polvo. Y aunque volviera el agua ahí ya ni se puede sembrar
ni nada… (Alfonso, regaor, julio 2004)
Para unos, la importancia del modelo de cultivos, el conjunto de acequias
y el sistema hidráulico incluyendo los molinos es algo que debe ser conserva-
do en su integridad. “Si volviera el agua ya verías como aquí se sembraba”, decía un
anciano agricultor en su poyo. La conservación de la huerta es fundamental
por su riqueza histórica, arqueológica y por su centralidad en la conformación
de las tradiciones y las costumbres de los hombres y mujeres de Pegalajar. La
huerta viene a representar un elemento fundamental de la identidad del pue-
blo desde este punto de vista. Este es el modo en que una vecina nos relataba
su propia interpretación en torno a la conexión entre todos estos referentes:
Porque es que el agua es del pueblo históricamente. Y este pueblo con su fuente que tenía, la Charca
se llenaba en un día. La Charca se ha llenado siempre en un día. Y esa agua bajando por su charca

211
Pegalajar: El (disputado) patrimonio del agua

era lo que teníamos aquí desde tiempos históricos. Y en todos los libros que he leído, desde tiempo de
los moros teníamos aquí la huerta. Era como su defensa… de buena fruta. Era la huerta del reino
de granada. Ellos como tenían aquí un castillo moro y tenían aquí sus defensas… Esto era lo que
ellos utilizaban como lo que les proveía las mejores frutas para llevarlas a los reyes moros. Esta era la
Huerta suya. Y porque sabían que aquí no fallaba, que aquí siempre había agua. Teníamos la sierra
al lado y que el agua tenía que bajar. Pues ellos hicieron su sistema para tener todas sus huertas y tener
sus frutos naturales para llevar a los reyes moros a Granada. Esta huerta es obra mora. Porque esto
esta pensado por ellos para su servicio. Porque esto cuando está funcionando es muy bonito. Porque el
agua baja por todas partes. Está distribuido para que llegara el agua a todas las huertas. Ellos [los
agricultores] llevaban sus cuentas, sus historias, de ahora le toca a este ahora le toca al otro…se iban
pasando el agua de uno para otro, de uno para otro y era digno de verse. Entonces ahora lo que no
pueden hacer es quitarnos a nosotros el agua, porque es que el agua es que es de este pueblo. (Adela,
química, 50 años, copropietaria, septiembre 2005)

Interpretaciones en torno a la Fuente de la Reja


El modelo de identificación liderado por la Asociación vecinal articula
un conjunto de propuestas sobre la realidad y ha configurado muchas de las
acciones e inacciones del movimiento social y de sus aliados políticos en el
ayuntamiento. Por ejemplo, en las reivindicaciones se explicitará la necesidad
de que se reconozca a la Fuente de la Reja como un manantial con derechos
históricos, lo que daría preeminencia en el uso del agua a Pegalajar por encima
de las localidades del entorno. Esta es una de las demandas que han resultado
más conflictivas para la Administración responsable –CHG-, pues supondría,
además de indemnizar las explotaciones legales y buscar un modo alternativo
de proporcionarles agua, encontrar la manera en que las urbanizaciones, los
agricultores y otros agentes que hubiesen abierto pozos ilegales, no se vieran
sustancialmente perjudicados.
La demanda de estos derechos y la renuncia a ellos por parte de la Junta
Rectora de la Comunidad de regantes en el año 2000 ya se ha tratado atrás
como uno de los episodios de mayor tensión en el pueblo. El ayuntamiento li-
derado por IU interpuso un contencioso administrativo contra ello y la llegada
del PSOE al poder retira esta reclamación.
Hasta que no fuera inscrita la Fuente de la Reja en el registro de aguas no se
podía formar la Comunidad de Usuarios del acuífero y no se podía desarrollar
el Plan de Ordenación de Extracciones. Según unos, así se habían perdido los
derechos históricos del pueblo y se había renunciado a la principal baza para
obligar a la CHG a devolver el agua a Pegalajar,
El agua de la Fuente de la Reja pertenece a todo el pueblo representado en su ayun-

212
Capítulo IV

tamiento, no a la Comunidad de Regantes. Durante toda la vida el pueblo de Pegalajar


se ha abastecido y ha llenado la charca con el agua del manantial. Los sobrantes han
sido utilizados por la comunidad de regantes para el riego de la huerta y del olivar
tradicional, tal como recogen sus propios estatutos y tal como fue firmado en su día
en el acuerdo suscrito entre el ayuntamiento y la comunidad. Así ha sido siempre y así
debe seguir siendo. Con esta decisión, tomada por los Concejales de la Corporación (a
excepción de los de Izquierda Unida), el pueblo de Pegalajar va a sufrir las siguientes y
graves consecuencias:
a) Al no ser el Ayuntamiento el Titular del Aprovechamiento de la Fuente de la Reja,
la Confederación no está obligada a asegurar el derrame permanente de la Fuente ni
a solucionar la sobreexplotación del acuífero que venimos padeciendo. Ni siquiera el
Ayuntamiento figura como usuario del agua de la Fuente de la Reja en la Comunidad
de Usuarios que debe regular el acuífero.
b) La Fuente de la Reja pierde su inscripción antigua y sus derechos históricos, si-
tuándose en igualdad de condiciones con las demás concesiones del acuífero (pozos
de Mancha Real y Santo Reino) o con cualquier regante nuevo que utilice agua del
acuífero. Es totalmente injusto que estas perforaciones recientes, que tienen menos de-
rechos que nuestro municipio y que son las causantes directas de la sobreexplotación
del acuífero y de la desecación, adquieran el mismo rango y antigüedad que la Fuente
de la Reja.
La interpretación que se hace desde el otro sector del pueblo es totalmente
distinta. Desde la directiva de la actual Comunidad de Regantes y desde el
punto de vista del PSOE local, la negativa a constituir la Comunidad de Re-
gantes por parte de la Asociación y de la coalición PP-IU estaba bloqueando
cualquier posibilidad de que volviera el agua a Pegalajar.
Pero la Comunidad por ejemplo, no se reconoce como tal, no tiene reconocimiento legal hasta hace
muy poco, porque entre unos y otros es que no había manera. La Resolución de la Confederación
Hidrográfica del Guadalquivir concediendo las aguas es de 2002.(…) Fue sólo entonces cuando se
inscriben las aguas de la Fuente de la Reja a nombre de la Comunidad de Regantes, que antes había
sido imposible. Y no se había legalizado antes porque el anterior equipo de gobierno municipal se
oponía a ello diciendo que las aguas deberían ser del Ayuntamiento y no de la Comunidad (…) Pero
el anterior equipo de gobierno interpuso un Litigio diciendo que el agua debía gestionarla el ayunta-
miento, finalmente este equipo municipal ha retirado este litigio, que ha quedado archivado. Y así se
ha podido constituir la comunidad. (Antonio, Comunidad de Regantes, julio 2004)
M. Eso es viable y real, según nuestras estimaciones eso puede ser una realidad de aquí a poco. Lo
que hay que hacer es controlar las extracciones del acuífero, para que pueda llegar el agua. Lo que
se ha hecho es crear la Comunidad de Usuarios del acuífero Pegalajar – Mancha Real (…) Este
organismo fue creado el 4 de enero de 2004 para regular las extracciones del acuífero. Esto, que ha
sido una reivindicación y un veto del ayuntamiento de Pegalajar durante más de doce años y que en
poco tiempo después de que dejaran ellos el poder se ha conseguido.
P. ¿?
R. No se entiende ¿verdad? Pues por un lado estaban reivindicando que se controlaran las extraccio-

213
Pegalajar: El (disputado) patrimonio del agua

nes, pero cuando llegaba la hora de sentarse a firmar era el ayuntamiento de Pegalajar el que vetaba,
el que decía: yo no firmo eso. Así que por un lado decían una cosa pero a la hora de la verdad hacían
otra. Y es que querían controlar las extracciones de los demás, decían, tu Mancha Real y el otro y el
otro estáis sobreexplotando. Controlar las de los demás, pero no las propias, cuando es Pegalajar quien
más consume. (Mercedes Valenzuela, Alcaldesa de Pegalajar, PSOE, julio 2004)
Este debate, en definitiva, nos recuerda la centralidad de la economía del
agua en todo el proceso político, reivindicativo y simbólico de Pegalajar. La
noción sobre el agua que comparten los vecinos de esta villa, y que asumen
los dos discursos de identificación, es la del agua como bondad, como riqueza,
prosperidad y trabajo. Una idea muy difundida en el Estado español a partir
del proyecto regeneracionista, de modo que durante la ultima centuria se ha
exaltado el agua como instrumento de desarrollo económico y social del mun-
do rural (López Ontiveros, 1998). En este modelo el agua se concibe desde
una perspectiva productivista, considerada como un recurso que simplemente
hay que acumular y conducir, implementando para ello las obras de infraes-
tructura necesarias (Moral Ituarte, 1998).
No cabe duda que el problema de la desecación ha situado en primer pla-
no el debate que se está desarrollando en el ámbito español sobre el agua, su
gestión y su concepción. Un giro que para ciertos sectores del pueblo define el
agua como un bien patrimonial. Esta dimensión es lo que Leandro del Moral
califica como “una nueva percepción social del agua” (Moral Ituarte, 1998)
Sin embargo, los intereses políticos y económicos de otros sectores en el
ámbito supralocal, como la Junta de Andalucía o la Diputación Provincial
de Jaén, han continuado apoyando la extensión del monocultivo de olivar y
con ello una visión productivista y rentabilista del agua. Esta perspectiva, que
beneficia directamente a muchos pequeños propietarios –además de a los me-
dianos y grandes que la han impulsado apoyando la política del partido socia-
lista-, ha ido calando en la población pegalajeña.
Se enfrentan dos modelos socioeconómicos: Una visión revindica la his-
toria y la tradición, para apostar por una reconstrucción patrimonial y un uso
prioritariamente turístico del bien. Desde esta perspectiva el derecho de todo
el pueblo al agua se convierte en un derecho histórico y consuetudinariamente
asentado. El otro posicionamiento plantea una orientación hacia la intensifica-
ción del regadío de olivar, en el contexto de una provincia cada vez más iden-
tificada con el olivo (Palacios, 2002). Los intereses de los regantes propugnan
su propio control del agua a través de Comunidades en las que los niveles de
decisión dependen de la cantidad de agua consumida, es decir, de la extensión
de tierras de regadío que se posean.

214
Capítulo IV

En este proceso se han puesto en juego percepciones sobre el patrimonio,


sobre el agua y sobre el pueblo que no se limitan a un ámbito local, sino que
se integran en las dinámicas de un contexto de globalización.
El nuevo debate sobre el agua que se esta produciendo a nivel internacional
y que en el ámbito español esta representado por la alternativa que lidera la
“Red por una nueva cultural del agua”, aboga por la consideración integral de
este recurso. Integral desde una perspectiva ecológica, dando prioridad a la vi-
talidad de los sistemas y al mantenimiento biótico. Integral además desde una
perspectiva social y cultural, considerando las riquezas asociadas a los valores
de organización comunitaria, de control y toma de decisiones locales sobre
sus propios recursos (Aguilera Klink, 1998) y de los significados, afectos y
emotividades asociadas a los usos y celebraciones en torno al agua. Esta pers-
pectiva, que se propone como “una nueva percepción social” (Moral Ituarte,
1998) frente a la percepción productivista y economicista, se integra en los
movimientos ecologistas y en las transformaciones que tienen que ver con la
nueva percepción social del riesgo ecológico del planeta.
Las posturas en defensa de la productividad del olivar y de la obtención del
mayor beneficio económico o de los valores individualistas, están por supues-
to presentes en las crecientes dinámicas neoliberales. Tendencias fuertemente
interiorizadas y que producen un incremento exponencial del consumo, no
solo de los productos manufacturados, sino fundamentalmente de los recur-
sos como el agua y las energías no renovables del planeta.

LA INSCRIPCION COMO LUGAR DE INTERES ETNOLÓGICO:


UNA ACTUACIÓN CONTROVERTIDA
Se fueron a buscar el agua donde no la había ¿Quién ha visto que en Cultura se tenga algo que ver
con el agua?71
La catalogación se inicia a instancias de la Asociación Vecinal de la Fuen-
te de la Reja, avalada por gran parte del vecindario. A pesar de los muchos
argumentos que se han esgrimido en contra, esta actuación es fruto de una
concepción determinada sobre el agua, la historia, el desarrollo local y el fu-
turo no sólo de Pegalajar sino de nuestra sociedad en su conjunto. Entiendo
que es fundamental tener una perspectiva procesual, observar la dinámica de

71 Esta frase se ha estandarizado entre distintas personas pertenecientes a sectores políticos opuestos
a la catalogación.

215
Pegalajar: El (disputado) patrimonio del agua

los acontecimientos y las transformaciones de los símbolos para obtener una


adecuada comprensión del papel que ha desempeñado la catalogación de la
Huerta de Pegalajar en la arena política del municipio.
La desecación de la fuente dejó desamparados a los vecinos que vieron
cómo se agostaban sus cosechas, cómo desaparecía el vergel en el que pa-
seaban, cómo iban muriendo las higueras, los manzanos, los granados… Sin
agua, muere la huerta; sin agua, la charca se resquebraja agonizante. La rei-
vindicación de una fuente manando no es sólo para tener agua para beber y
para regar unas olivas, es además la lucha por un modo de vida al que estaban
habituados, la defensa de un recurso que era consustancial a la definición de
Pegalajar: la Charca y la Huerta.
En 1992 ya había agua en las casa. En 1992 muchas olivas se regaban del
Guadalbullón. Lo que el pueblo pide es una fuente que mane. Lo que se de-
manda es una charca viva. Lo que se echa de menos es la huerta “que surtía de
frutos a los reyes moros” (sic.). El movimiento social está defendiendo un recurso,
el agua, pero lo hace reivindicando su historia, su tradición. Apela, en definiti-
va y muy explícitamente, al derecho a mantener sus símbolos de identidad.
Esta es la lógica desde la que se demanda la inscripción de la Huerta en el
Catálogo General del Patrimonio Histórico de Andalucía. Desde estas posi-
ciones se entendía que la vuelta del agua era un derecho avalado por la Historia.
Que el que manara la fuente era dejar que la Naturaleza siguiera su curso: “ese
es el camino natural del agua”. Y el agua que se pedía era para llenar la Charca,
que serviría para regar la Huerta y así cumplir con la tradición y no dejar morir
lo que había dado la vida al pueblo de Pegalajar.
La argumentación se basaba por tanto en la proposición: “si demandamos
la defensa de nuestra historia y de nuestra tradición estamos garantizando
nuestro derecho al agua de la Fuente de la Reja”. Por eso firmaron más de mil
personas la propuesta de catalogación. La definición simbólica e identitaria
que propugna el movimiento vecinal vincula necesariamente Fuente-Charca
y Huerta como un sistema; un sistema ecológico, pero principalmente un sis-
tema avalado por la historia, garantizado por los usos tradicionales, por su
condición de nodo central de la identidad pegalajeña.
El movimiento de reivindicación de Pegalajar tiene fuertes connotaciones
ecologistas, en contra de la sobreexplotación de los acuíferos, por un uso eco-
lógico del agua, para el mantenimiento de un ecosistema vivo… pero es uno
de los más fuertes movimientos sociales en Andalucía con una clara concien-

216
Capítulo IV

cia patrimonial. Se reclama el derecho a mantener las tradiciones, a proteger


los símbolos de identidad de un pueblo. Símbolos que se pretenden represen-
tativos del modo de vida local, pero al mismo tiempo, muestra de la historia
de Andalucía y de la herencia musulmana en el uso del agua y la agricultura.
Sin embargo, el paso de los años deterioró la Huerta y obligó a los pegala-
jeños a buscarse la vida sin ella, dejó en el camino a más y más viejos campesi-
nos, y permitió a todos darse cuenta de que la huerta ya no era imprescindible,
que ni siquiera era necesaria… Otros usos se imaginaron para ese espacio;
algunos vecinos se hicieron una casa. Un pueblo en expansión, un terreno
junto al centro del pueblo sin edificar… Los hijos heredaron los poyos. Manos
más jóvenes, bocas que no habían vivido de la feracidad de la huerta, brazos
hechos a otros trabajos lejos de las bestias y del día a día con el azadón. La
percepción de la Huerta ha ido cambiando y, como se ha visto, para una parte
de la población es algo en proceso de extinción y que no tiene sentido en el
mundo de hoy.
La catalogación de la Huerta de Pegalajar como LIE, ha sido el principal
elemento de debate político y social en la villa en los últimos años. Desde
determinados sectores políticos se ha argumentado que “es lo peor que ha
podido pasarle a Pegalajar”. Se ha convertido en el principal ariete en la lucha
por el poder local, especialmente en contra de los líderes de la Asociación,
consiguiendo su desmovilización parcial. En este proceso el PP, ha nadado
entre dos aguas, primero dando apoyo a la catalogación y posteriormente de-
marcándose de esta línea de actuación, sobre todo ante el coste electoral que
han padecido en la convocatoria del 2003, donde parte de su electorado ha
apoyado las propuestas de descatalogación del programa del PSOE72.
Las argumentaciones en contra de la catalogación se ligan a un discurso
de identificación local basado en el crecimiento económico y el progreso. Un
discurso cuyos principales aspectos ya han sido descritos. Se basan, en primer
lugar, en el grave perjuicio causado a los vecinos, a los que se merma en su
capacidad de decisión y de actuación sobre sus bienes. En segundo lugar, se
aduce que se impide el progreso económico de Pegalajar y se anula cualquier
posibilidad de crecimiento urbanístico del pueblo. En tercer lugar se estipula
que los valores que se dicen proteger ya no existen, que la huerta no es el

72 Los populares pasaron de 683 votos en 1999 a 459 en 2003. Por el contrario IU consolidó su posi-
ción a pesar de las dificultades aumentando unos 30 votos entre ambas votaciones.

217
Pegalajar: El (disputado) patrimonio del agua

centro de la vida del pueblo y que el análisis técnico y científico en el que se


sustenta el expediente es deficiente y está plagado de errores. En cuarto lugar,
se dice que la catalogación se ha realizado con intenciones de manipulación
política y que para ello se ha engañado a los vecinos73.
Estas afirmaciones han calado en las preocupaciones y vivencias del con-
junto de la población. Una parte importante del vecindario ha dado la espalda
a la asociación vecinal porque entienden que la defensa que hacen de la huerta
es insostenible hoy día. Porque se desea poder construir en la huerta, unos
como espacio de desarrollo urbano del pueblo, otros una casilla de veraneo
o similar. Porque el desarrollo discursivo de la Asociación les lleva proponer
“cultivos alternativos” o “cultivos ecológicos” en la huerta y muchos de los
vecinos no ven la rentabilidad y tampoco desean trabajar en el campo… Por-
que las vinculaciones partidistas han mermado la capacidad de atracción de
las gentes. Porque, en definitiva, se percibe que con esto se ha perjudicado al
pueblo y no se ha conseguido el agua.
…No sé en qué hora se les ocurrió ir a buscar el agua en el sitio equivocado. Se fueron a la Conse-
jería de Cultura, como si Cultura pudiese cerrar los pozos de los pueblos limítrofes y demás. (Agustín,
Comunidad de Regantes, agricultor, propietario, julio 2004)
Pero vamos, ahí [en la Huerta] no se puede hacer nada productivo. Ahí lo que tendrían que hacer
seria dejarnos, dejarnos que hiciéramos una casa o algo de recreo, pero sin el entorno estropearlo. Pero
que nos dejaran hacer algo que es bueno para el entorno. Eso que es un pedazo que no tengo nada,
pues yo hago mi casilla, pongo unos frutales, que no me van a dar nada, pero por lo menos tengo mi
riego, mi goteo. Que yo tengo puesto el goteo y no he regado nunca y estoy pagando. Porque tienes cuatro
arbolillos y lo conservas y el de más para arriba tiene otro poyato y lo va a conservar. Pero como no
sea así no se va hacer nunca nada. Qué vas ¿a sembrar? Pero ¿tu qué vas a sembrar ahí? …Y así
de esa manera si se cae una horma la levantas, porque si no la quieres para nada se cae la horma y
ahí esta la horma, que se caiga. Porque tienes una casilla y si vas pues, para ir con tu mujer y tus
chiquillos y si se cae pues... Porque es que está feo que esté así. Es que ahora si se cae una piedra ¿qué
haces? Porque allí hay hormas que son así de altas y si se cae una piedra de sesenta kilos ¿Qué te vas
con una soga a levantarla? (Enrique, agricultor, mediano propietario, 50 años, julio 2004)
Pero el problema que yo veo es que esto no tiene sitio para crecer [urbanísticamente]. Entonces lo
que yo no sé es como se podría hacer una zona de protección de esa huerta, que en realidad es muy
turístico… y entonces pues yo lo que veo es que se podría hacer para proteger la huerta y poder crecer
por otro lado. Porque todo lo de alrededor de Jaén está ya hasta la bola… y la gente se va venir para
acá porque está la autovía que está muy cerquita. (…) Y luego es que el polígono está allí, porque no
habría otro sitio donde hacerlo, pero que si el polígono no estuviera allí se podría crecer por ese lado,

73 La moción del Ayuntamiento de Pegalajar contra la inscripción de LIE puede consultarse en la


página web de esta institución.

218
Capítulo IV

para no tocar lo que es la parte de abajo que es que es un pena… porque es muy bonita la bajada,
con eso todo tan verde, en terrazas y el pueblo arriba. (Sara, empresaria hostelería, no propietaria, 35
años, septiembre 2005)
La forma que toma la protección del patrimonio en Pegalajar ha incidido
de modo negativo en el modelo de identificación liderado por la Asociación.
Una inscripción exenta de inversiones, que depende de los exiguos medios de
la Asociación La Fuente de la Reja para la difusión de los valores del bien y
que se ha asociado con la paralización de los mecanismos urbanísticos de pla-
neamiento. Los dispositivos institucionales de la Administración para la pro-
tección del bien no han funcionado: no se ha invertido, no se han denunciado
las obras o actuaciones ilegales, no se incentiva la conservación privada, no se
solucionan los problemas acarreados a los vecinos, no se modifica la situación
de sobreexplotación del acuífero…
Uno de los principales factores de desinterés local y que está llevando a
vecinos que tenían posiciones más próximas a la asociación a posicionarse
en contra de la Catalogación ha sido la dilatación de los plazos. Desde la in-
coación del bien en 1999 hasta la fecha han pasado siete años, años en los que
la normativa no está clara y se prohíbe hacer modificaciones.
Yo ya le he ofrecido al ayuntamiento, a la Asociación de Vecinos, a quien sea, que usen mis poyos
para hacer algún experimento. Mira lo que no puede ser es que no se pueda hacer nada, que no lleguen
las subvenciones, que no se hagan reformas... que no se pueda plantar. Yo les he dicho que hagan una
construcción modelo, que yo pago los materiales y lo que sea y que la hagan en mi poyo, que yo se lo
dejo y luego, como esa pues todas.
Porque a mi me dicen que yo no construyo pues porque no quiero, porque el de al lado se ha hecho
una casa como le ha parecido, pero es que yo no tengo ganas pues de hacerme una casa para que luego
me vengan con los juicios y los pleitos. Yo me hago una casa si tengo los permisos y los papeles y si
no, pues no me hace falta. Pero lo que no puede ser es que digan que los dineros del plan están pero
que no se haya hecho, que si unos de Sevilla que iban a venir, que si esos no que ahora vienen otros
[a hacer el plan especial de protección] y las cosas sin resolver. Porque yo entiendo que en todas partes
existen normas y limitaciones, pero es que aquí todavía no se sabe lo que se puede y no se puede hacer.
(Encarnación, empresaria, propietaria, 50 años, julio 2004)
Se produce una situación de retroalimentación entre los sectores locales
que apuestan por un modelo político al margen de la Huerta y de la actuación
de la Administración de Cultura respecto al L.I.E.: paradójicamente la declara-
ción de protección se ha convertido uno de los factores centrales que explican
la desmovilización y desintegración del sistema de apoyo social a favor de la
recuperación del acuífero y la huerta de Pegalajar. La Catalogación se ve como
una imposición y como una pretensión de retroceso en el tiempo “¿Qué quie-
ren que vivamos como en la edad media?” o “lo que no se puede es volver cien

219
Pegalajar: El (disputado) patrimonio del agua

años atrás”.
Frente al modelo integral de Fuente-Charca-Huerta que propone la Aso-
ciación; el sector liderado por el PSOE apuesta por la adecuación de la Charca
y la adaptación a los nuevos tiempos. Frente al derrame permanente como
caudal ecológico y el mantenimiento de la Huerta; se propone el riego por
goteo, una Charca renovada a través de depuradora y la “urbanización contro-
lada” en la Huerta.
…Para el futuro, pues hay que seguir haciendo promoción turística, tal como se viene haciendo hasta
ahora, de turismo deportivo y eso. También habría que restaurar la charca, ponerla bonita, para
pasear y demás. Y es que si esto no se cataloga se hubiera conservado más de lo que está, que está
abandonada. El futuro se ve, pero no en ese punto de la Huerta, ese punto el tiempo lo irá olvidando,
eso es lo mejor que puede pasar… Mercedes Valenzuela, alcaldesa de Pegalajar, julio 2004
El conjunto de actuaciones y de decisiones que se están teniendo en cuenta
en los últimos años, por una parte en cuanto al reconocimiento institucional
y honorífico que se ha dado a la Asociación de Vecinos74 y por otra parte en
cuanto a los acuerdos y diagnósticos que se están desarrollando respecto al
Plan de Ordenación de Extracciones (POE), auguran un atisbo de esperanza
en cuanto a la obtención de un pequeño derrame para la fuente de la Reja. Si
esto se consigue los vecinos de Pegalajar, todos ellos, estarán de enhorabue-
na. Otra cosa será quiénes se proclamen vencedores o vencidos, pues en la
arena política casi nadie reconoce su derrota. El movimiento vecinal puede
reivindicar, como ya lo están haciendo, que ellos han paralizado un Plan de
Ordenación de las Extracciones que era negativo para Pegalajar, que el grupo
del PSOE estaba dispuesto a hacer de la Charca una piscina grande, para man-
tener las apariencias. También el sector socialista local se arrogará las meda-
llas de haber desbloqueado la situación, de conseguir acuerdos favorables por
parte de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir y de atraer grandes
inversiones de dinero a la zona75. Unos y otros tendrán su parte de razón.

74 En 2005 se crea la Plataforma y la Consejería de Medio Ambiente otorga el Premio Andalucía de


Medio Ambiente a la Asociación de la Fuente de la Reja. En 2006 se obtiene el premio de la Red por la
Nueva cultura del Agua y se organizan las II Fiestas del Agua de Andalucía en Pegalajar.
75 Mercedes Valenzuela, presidenta del Consistorio, ha firmado en agosto de 2005 un acuerdo con
la Consejería de Obras Publicas y Urbanismo para la rehabilitación de la Charca y la construcción de
un parque en el entorno. También ha dado publicidad a los estudios preeliminares del POE que se
presupuestan en un total de 7,8 millones de euros: “Ya hemos presentado el Plan de Ordenaciones de
Extracciones del Acuífero, que es el resultado de tres años de trabajo y en el que se prevén inversiones de
aproximadamente tres millones en Mancha Real y Pegalajar para recuperar el manantial. Las inversiones
serán inmediatas y estoy convencida de que muy pronto se verán los resultados” (Mercedes Valenzuela,
entrevista en el Ideal de Jaén, 3 de mayo de 2006)

220
Capítulo IV

Un proceso de patrimonialización paradigmático


Afirmaba al principio de este capítulo que precisamente por la fuerza sim-
bólica que tienen los elementos protegidos en el caso de Pegalajar, podríamos
considerar que en este caso se revelaban de un modo muy clarificador algunas
de las teorizaciones que tienen que ver con los conceptos centrales en torno
a los procesos de patrimonialización. Revisaré muy sintéticamente algunos de
estos aspectos más paradigmáticos.
La selección de un bien como patrimonio supone mostrar, por mediación
de un símbolo, ciertas características a través de las cuales se define un colec-
tivo. A través de los bienes patrimoniales se visibilizan ciertos colectivos y de-
terminados aspectos de la historia y de la memoria social y se silencian otros.
La Charca y la Huerta de Pegalajar vienen a representar, en el conjunto de
Andalucía, la presencia de unos grupos que no tienen demasiado protagonis-
mo en el conjunto del CGPHA: pequeños y medianos propietarios, jornaleros
con ínfimas propiedades, que han desarrollado durante decenios un sistema
de cultivo y unas fórmulas de distribución del agua, con técnicas, procesos de
trabajo, saberes y creencias asociadas a ellas.
El agua, la Fuente de la Reja y la Huerta han sido, según se deduce de
distintos documentos, uno de los referentes de identificación del pueblo de
Pegalajar desde hace tiempo. Sin embargo, lo que hemos podido comprobar
a lo largo de este trabajo ha sido cómo el proceso de patrimonialización -y el
movimiento social que lo ha abanderado- ha contribuido a dar una gran rele-
vancia y centralidad al agua y a determinados elementos asociados a ella –la
Charca y la Huerta- en las definiciones identitarias de los y las pegalajeñas.
La patrimonialización conlleva una densificación de los significados, una
resemantización de los bienes y, en la mayoría de los casos, un cambio en sus
funcionalidades.
a) Densificación porque un mismo elemento o actividad concentra un con-
junto de significados, aglutinándolos y dándoles incluso una formulación rei-
ficadora (Albert, 2004) –es decir, que estos significados se cosifican, se hacen
más “reales”, más tangibles a través de la materialidad del bien-. En el caso del
sistema de Fuente-Charca y Huerta de Pegalajar, se hacen visibles -como se
ha mostrado en las páginas precedentes- la historia y el origen del pueblo, la
centralidad del agua en este lugar, muchas de las tradiciones y modos de vida
del lugar organizadas en torno al agua y la producción de la huerta, así como
una noción ecológica y modélica de un sistema de regadío concebido como

221
Pegalajar: El (disputado) patrimonio del agua

equilibrado y sostenible –aunque ciertamente este último significado no es


compartido por toda la población-.
b) La resemantización que se ha producido en Pegalajar ha quedado muy
remarcada en el texto: desde la puesta en valor inicial de la Charca –ya desde
los años cincuenta-, la reivindicación de los tres elementos como sistema, a
la reclamación por una parte importante del pueblo de la Charca como único
elemento emblemático y que debe ser cuidado.
c) Es precisamente la conciencia de que la huerta está desapareciendo, la
desecación del manantial y la paralización de los cultivos de regadío, lo que
desencadena todo el proceso de reivindicación social y la transformación de
estos bienes -el agua, la fuente, el embalse y la huerta- connotándolos simbóli-
camente de un modo muy contundente. De un uso productivista y cotidiano,
se pasa a darle un valor emblemático y simbólico, es lo que Isidoro Moreno
denomina el paso de un “valor de uso” a un “valor simbólico” (1999). Poco a
poco comienzan a promoverse usos alternativos: cultivos ecológicos o experi-
mentales, usos didácticos, recreativos, turísticos… usos urbanísticos, residen-
ciales, de cultivo de olivar, etc.
En este caso de estudio se observa muy bien el carácter procesual de la
patrimonialización. Pero lo más llamativo de todo, y lo que quisiera remarcar
en esta síntesis, es la potencialidad de los elementos patrimoniales como hitos
visibles de un modelo social y en consecuencia, la importancia que tiene para
unos sectores u otros de la población cómo sean definidos. En la justificación
teórica del texto afirmaba que uno de las reflexiones más fecundas son las
que interpretan el patrimonio como un lugar de conflicto (Bonfil, 1992; Gar-
cía Canclini, 1999a; Moreno, 1999b; Rosas Mantecón 1999), una encrucijada
de intereses (Moreno, 2005), precisamente por la potencia simbólica y por la
capacidad de visibilización social de los elementos considerados como tales.
En Pegalajar se demuestra fehacientemente cómo, en el proceso de patrimo-
nialización, diversos sectores de la población se aglutinan a favor de unos
significados atribuidos al bien u otros.
Desde mi punto de vista, lo que inicia el proceso de patrimonialización
es la posibilidad de pérdida de un bien que había sido central en la vida del
pueblo, que estaba en progresiva decadencia en los últimos años, pero que se
asumía como algo dado e inherente a la población. Como he afirmado atrás,
una de las diferencias claves entre un símbolo de identidad y aquellos que
comparten esa característica pero además se consideran símbolos patrimonia-

222
Capítulo IV

les es la conciencia de sus poseedores de la necesidad de preservación del bien


o actividad de que se trate.
Ante la perdida del agua, la mayoría de los habitantes de Pegalajar deman-
dan su vuelta y se preocupan por la continuidad de la Fuente, la Charca y la
Huerta. Las atribuciones de significado que se dieron en principio a estos
bienes eran suficientemente amplias y polisémicas como para ser compartidas
por un grupo mayoritario de la población. A partir de este momento se pue-
den visibilizar claramente diferentes agentes implicados en el proceso:

1.
El movimiento vecinal abandera un conjunto de reivindicaciones que in-
cluyen la catalogación de la Huerta de Pegalajar, una demanda que se formula
en 1993. Se trata de una estrategia instrumental para la vuelta del agua, pero
también y de forma no menos importante, de un modo de resaltar los signifi-
cados y el valor simbólico del bien.
Los sectores situados más a la izquierda entre los grupos políticos locales,
los jornaleros, muchos de los pequeños propietarios de huerta y los obreros
asalariados en las industrias de la zona, apoyan esta propuesta. En una primera
etapa también la apoyarán muchos pequeños empresarios locales, algunos de
los medianos propietarios agrícolas y otros sectores de la población. Se in-
cluirán aquí los votantes del Partido Popular. Estos grupos van a ir retirando
su apoyo y cambiando de postura conforme avance el proceso y también a
medida que se definan los significados atribuidos a los bienes y las formas de
uso posibles.
Unos agentes fundamentales en el movimiento social son los colectivos
con mayor nivel de formación académica o con mayor acceso a la cultura
formal de la población, el grupo definido como “los maestros”. Pero, además,
será un agente importante en todo el proceso y que va a contribuir en gran
medida a la formulación de significados, ciertos grupos intelectuales y/o cer-
canos a la academia. En principio con la colaboración de personas del entorno
local y comarcal y más adelante con éstos en contra y con el apoyo de otros
colectivos andaluces. Se ha observado en este proceso lo que se denomina
como “reflexividad” de los movimientos sociales.
La Asociación de la Fuente de la Reja y otros colectivos asociados a ella, en
una etapa ya madura del ciclo de reivindicaciones, apuestan por un modelo de
identificación local en el que el sistema Fuente-Charca-Huerta se configura como

223
Pegalajar: El (disputado) patrimonio del agua

un todo y como el emblema central del pueblo de Pegalajar. En cuanto a los


significados atribuidos, aunque presentan gran densidad, subrayaré la dimen-
sión tradicional y ecológica que se atribuye al bien.
La defensa de este símbolo como elemento central de la configuración
identitaria de la localidad, se ha vinculado con su conservación y preservación
-en concreto unida a la catalogación como LIE-. Se apuesta por una conti-
nuidad en el uso tradicional de la huerta, transformando algunos aspectos y
dirigiéndose a un cultivo ecológico, dirigido a usos de investigación, didácticos
o recreativos; unos usos que se compatibilicen con otros de musealización y
uso turístico.

2.
La Administración cultural de la Junta de Andalucía, a través de sus técni-
cos y expertos –en este caso antropólogos y arquitectos fundamentalmente-,
va a definir el bien en el mismo sentido que la propuesta del movimiento veci-
nal. Como un sistema o conjunto complejo, donde todos los elementos están
entrelazados y en el que resalta los valores arquitectónicos del bien, pero tam-
bién los relacionados con la cultura del agua, subrayando además el carácter
ecológico del sistema. Por ello delimita el bien dándole un carácter territorial,
que aúna diferentes elementos y con un entorno de grandes dimensiones que
incluye el núcleo de población.
Esta compleja definición del bien no ha ido acompañada de una política
contundente ni eficaz. Como se ha mostrado, la Consejería de Cultura ha
mantenido su catalogación a pesar de las presiones recibidas por su propio
grupo parlamentario. Pero además de las presiones políticas, la toma de deci-
siones en instancias intermedias –léase puestos políticos y los denominados
de “designación directa”- ha sido titubeante y se ha amparado en las directri-
ces de la tutela más clásica. Una tradición de tutela basada en objetos –y no en
bienes con una dimensión territorial-, que da prioridad a los valores artísticos
e históricos y enrocada en un posicionamiento ilustrado, sin buscar la partici-
pación local ni el consenso de la población.
La larguísima dilatación de los plazos en este expediente; la indetermina-
ción legal en que se ha posicionado la huerta en estos años –sujeta a unas
instrucciones particulares que deben ser matizadas y concretadas en un plan
especial aún no aprobado-; la permisividad con actuaciones que agreden los
valores que se dicen preservar; la ausencia absoluta de inversiones –compárese

224
Capítulo IV

con el caso anterior de Cabo de Gata-Níjar-… Todo esto nos muestra una ac-
tuación ambivalente y que es paradigmática –de nuevo- del carácter periférico
que tiene el patrimonio denominado etnológico en la Consejería de Cultura.

3.
Una perspectiva plenamente materialista y preocupada por avalar los pro-
cesos de expansión de la agricultura de regadío –dedicada al monocultivo de
olivar- y por la expansión urbanística del pueblo, es la que sostiene otro sector
de la población, configurándose en los últimos años un modelo de identifica-
ción local alternativo. En este modelo, se entienden como periféricos símbo-
los como la Fuente o la Huerta y se dota de otros significados al conjunto. La
propuesta que se ha realizado desde un grupo de la directiva de la Comunidad
de Regantes y desde el PSOE local y provincial –y avalada por los grandes
y medianos propietarios agrícolas- defiende la expansión productivista de la
zona y se enfrenta de pleno a la patrimonialización. Esta oposición hay que
entenderla en dos sentidos, diferenciables pero convergentes. 1) El objetivo
fundamental es lograr un uso productivista primero del agua –que pudiera
seguirse explotando el acuífero tal como se venía haciendo- y más tarde del te-
rreno de la huerta –para construir viviendas de uso residencial y expandir así el
suelo urbano del núcleo de población-. Para ello es necesario lograr la descata-
logación del bien, que propugna otras funciones como las deseables para estos
elementos –agua, terrenos de huerta-. 2) En consonancia con ello, se plantea
unas interpretaciones y definiciones alternativas del bien, compatibles con el
modelo de identificación propuesto. Se transforman los significados atribui-
dos a la Huerta –como un terreno que nunca tuvo demasiada importancia y
que hoy día nadie considera productivo-; al carácter agrícola y hortelano de la
población –como algo del pasado y que hoy se vincula en exclusiva al olivar-;
al caudal de la Fuente de la Reja –como algo siempre oscilante y que en todo
caso nunca fue suficiente para regar toda la Huerta76 -… En este discurso se
impone que lo importante es el presente, dar un uso y un sentido “acorde con
las necesidades de hoy”77, acorde con las necesidades del Mercado, según he
descrito.

76 Veánse algunas de las frases subrayadas en los fragmentos de la página web del actual ayuntamiento
que se reproducen al principio de este capítulo (pp. 207-209).
77 Página web del Ayuntamiento de Pegalajar. Véase segunda cita de este capítulo.

225
Pegalajar: El (disputado) patrimonio del agua

En síntesis, lo más interesante es la relevancia que toma el símbolo para


el pueblo y para los diferentes sectores que pugnan por ocupar determinados
espacios de poder en la población. Los modos de significarlo van a insistir, de
un lado, en su patrimonialización, en la necesidad de preservarlo, de reinter-
pretarlo como una parte fundamental del pasado y de la memoria o, del otro
lado, minimizado el conjunto, centrando todo el interés en la Charca, en el
espacio urbanizado y más moderno, de usos recreativos y de sociabilidad y
solicitando la descatalogación.
Sea cual sea el modelo identitario que se auspicie, los símbolos del agua y
de la Charca, ocupan un lugar central hoy en la definición de los pegalajeños,
una centralidad que no ocupaban, al menos explícitamente, dos décadas atrás.
El símbolo del agua se ha puesto en juego en todo este proceso. Para unos
reivindicando su patrimonialización, para otros defendiendo el derecho de
uso productivista, racional y económico.
La activación patrimonial supone un proceso consciente de reivindicación
y valorización de una serie de elementos. Aún cuando el agua y las estructuras
y saberes a ella asociados han sido un elemento de identidad de Pegalajar con
cierta profundidad histórica –con transformaciones a lo largo del tiempo-, lo
que sí es más reciente es el proceso de patrimonialización. No todos los re-
ferentes identitarios son símbolos patrimoniales, sobre unos se actúa preten-
diendo su conservación, su legado a generaciones futuras, otros tiene formas
más difusas y no se someten a este tipo de resignificación. La Charca se reco-
noce hoy como un símbolo y un elemento patrimonial por todo el pueblo, la
Huerta sólo por una parte de los vecinos y por la Administración andaluza.
El proceso de patrimonialización no se inicia con la inscripción, sino mu-
cho antes. Podría rastrearse en la difusión turística de la Charca por parte de
algunos alcaldes franquistas, pero cuando se activa realmente es con la movi-
lización social y la puesta en marcha de un conjunto de actuaciones para su
puesta en valor. Ya no es solo el agua y el manantial lo importante, lo impor-
tante será el sistema. Ya no es solo la Charca el elemento central, el corazón
de todo será la “cultura del agua”. La articulación y concreción del modelo
identitario propugnado por la asociación ha discurrido parejo al proceso de
patrimonialización. De ahí el alto coste pagado por el movimiento social ante
las consecuencias negativas de la inscripción de la Huerta como Lugar de In-
terés Etnológico.
El problema, de cara a la continuidad de la inscripción de LIE y de la con-

226
Capítulo IV

servación de ciertos valores –pues otros se han perdido definitivamente en


el transcurso del proceso de patrimonialización-, es decidir hasta qué punto
estas dos definiciones son antagónicas e irreconciliables y hasta dónde se pue-
den buscar ámbitos de consenso.

227
CAPÍTULO V
RESISTENCIAS Y REFLEXIVIDADES EN
EL CORRAL DE LA ENCARNACIÓN
Pegalajar: El (disputado) patrimonio del agua

Corral de la Encarnación
Lugar de Interés Etnológico.
Fecha de inscripción: 1995

© Jordi Tarrés

Esto lo de etnológico es por cultura, más que nada por la gente, porque aquí han nacido y están por
cultura, por el habla y la vida. Como quien dice, como si fueran de las cavernas (risas). La vida de
las cavernas, de cómo era antes, de cómo eran las cosas, de una manera que ya no... Por cómo viven,
por la forma de las palabras… de éste que ha estado trabajando en el muelle, el otro que ha estado
de peón en el campo… Como se suele decir, gente principalmente analfabeta. Que está al día viviendo,
que todo lo ha aprendido en la calle. (Vecino del Corral, febrero 2006)
La idea de proponerlo como lugar de interés etnológico, y yo creo que la razón por la que se declaró,
fue porque el corral era un sitio vivo, lleno de gente, con las relaciones y los modos de vidas caracterís-
ticos de los corrales completamente vivos (Alonso, ex-miembro de COPAVETRIA, mayo 2006)
Pero lo que sí estuve mirando en las tipologías de corrales y vi que era de partidos, un corral de par-
tido era la denominación, y entonces de esos sí que no quedaban. Eso se podía prácticamente afirmar
cuando aquello, que era el último de Sevilla. También se puede ver que es un corral hecho ex profeso
como tal, como vivienda de las clases trabajadoras, entonces eso también le daba una gran fuerza.
(Técnico de patrimonio, septiembre 2006)
El corral de vecinos ha sido una tipología edificatoria muy frecuente en la
Sevilla del s. XIX y XX. La noción de “corral de vecinos”, va más allá de la
forma y se halla indisolublemente ligada a una estructura social jerarquizada
en la que las clases trabajadoras fueron ocupando y transformando inmuebles.
Se trata de una solución constructiva vinculada a etapas de crecimiento de-
mográfico rápido, como la del siglo XVI o el XIX y el XX (Morales Padrón,

230
Capítulo IV

1974). A finales del siglo XIX, Luis Montoto (1998) en su descripción de las
costumbres andaluzas hizo uso de los corrales de vecinos como lugares repre-
sentativos y paradigmáticos de “lo popular” definiéndolos de este modo: “El
corral de vecinos en Andalucía es la primera morada del pueblo trabajador, en la escala de
las habitaciones que termina en el palacio del magnate.” (1998:13). Fernández Salinas
(2003) hace hincapié en que la definición de corral o patio de vecinos esta
ligada a un modo de vida y a un vecindario concreto, lo que este autor designa
como “vecino tradicional” de Sevilla.
Esta especificación parece muy pertinente hoy día, pues desde hace al me-
nos dos décadas, las directrices políticas que marcan los diseños urbanísticos
se han preocupado de mantener las apariencias y dar fuste a una estética popu-
lista de la ciudad. En los últimos años numerosas fachadas de las casas-corral
se han mantenido, y también aparentemente se han conservado las formas de
muchas de estas casas, transformado “tan sólo” a sus ocupantes. Los habitan-
tes de los antiguos corrales son hoy otros, con mucho más poder adquisitivo,
con una relación entre número de habitantes y metros cuadrados disponibles
sin comparación y, por supuesto, con una vinculación muy diferente con los
vecinos y con el barrio en el que se ubican.
El “fachadismo” o la propuesta de conservar las formas y las apariencias
más epidérmicas de la trama urbana ha sustituido al muy criticado crecimiento
de los años sesenta y setenta, décadas en las que se derribaron manzanas y ca-
lles, incluyendo algunos de los más afamados palacios de la ciudad. Sin embar-
go, esta orientación de mantener sólo “la piel” de los edificios va ser de nuevo
objetivo de críticas y controversias, pues mantiene la fatua apariencia de una
ciudad y una sociedad que no cambia, convertida en un escenario de atracción
turística y sin dar cabida a nuevas estéticas y creaciones contemporáneas. Esta
actitud, muy del gusto del sevillano más convencional –apegado a una esté-
tica decimonónica y regionalista-, esconde un proceso de sustitución social y
cultural, al tiempo que subraya una segmentación radical entre el patrimonio
edificado y el patrimonio inmaterial. Se destruye el edificio y se expulsa a sus
vecinos. Se mantiene la fachada, la escenografía, y se pretende seguir atrayen-
do a un turismo convencido del sabor popular de los barrios, imantado por las
recreaciones románticas sobre el arte y el folklore del vivir en una zona de la
ciudad. Por debajo subyace un proceso de fuerte especulación urbana y la sus-
titución de los grupos más empobrecidos de la zona por las clases medias que
pueden pagar un lujoso apartamento (gentrificación). Amén de las injusticias
sociales que se derivan de este sistema, otro de los problemas se advierte en

231
Resistencias y reflexividades en el Corral de la Encarnación

la pérdida de relaciones, de sentidos y de significados de los centros y de los


viejos barrios de las ciudades históricas.
El proceso de patrimonialización del Corral de la Encarnación, precisa-
mente refleja las tensiones y los debates en torno a la posibilidad de conservar
unos valores arquitectónicos pero también los valores de la vida, de los usos,
de los vecindarios que dan sentido y configuran los territorios de la ciudad.
La ciudad no está hecha de edificios y calles, está hecha de vida, de personas.
Gentes que transitan, usan, habitan, comercian, trabajan, se odian, se aman,
en definitiva colectivos humanos que configuran redes de relaciones. A través
de esas relaciones se dibuja y se redibuja el espacio, dotándolo de sentido, de
sentimiento, de simbologías, de identidades. Ese conjunto indisociable que
forman las personas, sus producciones materiales y sus formas de habitar,
de relacionarse y de simbolizar, es el que pretende protegerse a partir de esta
designación de Lugar de Interés Etnológico. La justificación del expediente
subraya la importancia de las “formas de vida” características del corral, uni-
das a un inmueble cuyo corazón es el patio o lugar común, alrededor del que
se disponen los partidos o salas como espacios de privacidad.
La selección del caso del Corral de la Encarnación se debe precisamente a
la confluencia de una serie de factores vinculados con algunos de los elemen-
tos que citaba en el primer capítulo de este libro. El carácter conflictual del
patrimonio se pone perfectamente en evidencia en el caso del Corral, mos-
trando diferentes protagonistas y percepciones encontradas de los símbolos
de la ciudad. Especulación urbana, injusticia social, turismo, manifestaciones
identitarias, reivindicaciones sociales y movimientos ciudadanos, quedan bien
reflejados en el proceso. En esta actuación se evidencian una serie de caracte-
rísticas: En primer lugar, las pautas cada vez más aceleradas de desaparición
de los corrales de vecinos en Triana y en la ciudad de Sevilla; pautas vincula-
das a una fuerte especulación urbanística y de sustitución de los habitantes de
ciertos barrios, cuyos vecinos originales serán desplazados hacia las periferias
y hacia barrios desintegrados y frecuentemente marginales. En segundo lugar,
el papel jugado por los vecinos del inmueble y por otros vecinos de corrales
aledaños así como por algunos habitantes sensibilizados del barrio. En tercer
lugar, el contexto donde esto se produce: el barrio de Triana, exportado por
los promotores turísticos como la cuna del toreo y del flamenco, como el lugar
de las clases populares más tópicas del ideal andaluz.
Por otra parte, me interesaba especialmente el debate social, que se expresa
de forma explícita en el caso de los corrales, sobre la pertinencia y la posi-

232
Capítulo V

bilidad de mantener unos “modos de vida”. Una controversia que afecta al


concepto de conservación relacionado con el de patrimonio inmaterial –esa
confusión que pretende que mantener los modos de vida obliga a tener baños
y cocinas comunes-; y que supone la necesidad de transformar la noción de
protección de patrimonio, desligándola de la idea de permanencia inamovible
del objeto –o de la actividad- y vinculándola a valores.

LA CASA Y EL BARRIO
El Corral de la Encarnación, entre el 126 y el 130 de la calle Pagés del
Corro –antigua Cava-, se sitúa en el centro de la Triana histórica. La casa fue
edificada sobre parte del solar del antiguo Convento de la Encarnación, de
ahí su nombre, a mediados del siglo XIX78. Esta fecha coincide con una de
las épocas de mayor expansión de la ciudad y cuando muchas de las antiguas
casas señoriales y conventos van a ser transformadas en casas de vecinos o
casas de partido79. Eran unas edificaciones que trataban de dar alojamiento a
una población, a menudo de origen rural, que trabajaba en fábricas, muelles
y talleres artesanales, así como en el servicio doméstico. La fachada principal
o “casa-tapón” muestra dos plantas, dando alojamiento a familias de un nivel
adquisitivo más alto que las que vivían en los veintidós partidos –o casas-
abiertas al corral. Estos partidos, no obstante, suponen cierta mejora respecto
a otras tipologías pues incluyen sala y dormitorio.

Fachada del Corral de la En-


carnación, donde se observa
la “Casa Tapón” con los bajos
de locales comerciales.
© Jordi Tarrés Chamorro

78 “Don Julián Gómez Maroto, mayor de edad y vecino de esta Ciudad, adquirió una capilla llamada de
la Encarnación situada en la calle Cava del barrio de Triana, con un área de mil doscientos diecinueve
metros cuadrados (…) de cuya capilla segregó mil cuarenta y tres metros con lo que formó finca en este
registro” (Nota del Registro de la propiedad, expediente de documentación del bien, APPH)
79 Sobre el origen de los corrales de vecinos a partir de los antiguos adarves musulmanes en el siglo
XVI y su transformación y expansión en el XIX véase Morales Padrón, 1974; Fernández Salinas 2003.

233
Resistencias y reflexividades en el Corral de la Encarnación

La puerta numero 128 de Páges del Corro da acceso a un largo pasillo por
debajo de la “casa tapón” para abrirse en un patio alargado. A ambos lados de
este patio se disponen las viviendas, once en cada lado, y que en 1993, cuando
se incoa el expediente de inscripción como Lugar de Interés Etnológico, es-
taban en su mayor parte habitadas y en uso –ya fuera como vivienda o como
almacén o pequeño taller-. Cada vivienda o partido consta de sala y dormito-
rio, aunque algunas reformas han añadido cocina e incluso un pequeño aseo.
La ventilación y la luz entran por los dos vanos que dan al patio, auténtica sala
de estar y lugar de expansión de los vecinos del corral.
La edificación con fachada a la calle constaba de tres viviendas de un esta-
tus superior a las otras y ha sido lugar de residencia habitual de los penúltimos
propietarios del corral –desde los años cuarenta hasta los ochenta-. En los lo-
cales de la planta baja se desarrollaban negocios con un constante ir y venir de
vecinos y tertulianos: una barbería, un bar y una pequeña tienda de reparación
de electrodomésticos.
El Corral de la Encarnación, frente al Colegio Reina Victoria (hoy José
Maria del Campo), fue hasta los años sesenta uno más de los innumerables
corrales que poblaban la calle Pagés del Corro. Comentaba uno de los vecinos
que prácticamente toda la calle era de corrales, tanto que una de las pocas
casas unifamiliares que había era señalada como “la señorita” –designación
que viene a subrayar el contraste de clases y la conciencia de esta-. A partir de
los años setenta se producirá una fuerte transformación en cuanto a la com-
posición socioeconómica de la población y comenzará la decadencia de los
corrales de vecinos.
No es posible comprender este corral y sus significados así cómo los pro-
cesos de resignificación y patrimonialización si no nos situamos en el contex-
to. La Cava era, sigue siendo, una de las vías principales de la Triana histórica80.
Triana es uno de los barrios más conocidos de la capital hispalense. A lo largo
del tiempo una fuerte identidad ha subrayado sus diferencias con respecto a
la ciudad de Sevilla, delimitando al propio grupo a través de fronteras territo-
riales y de carácter. “Mira si soy trianero/ que en cuantito paso el puente/ me

80 En el siglo XVII la Cava y su continuación por la actual calle Clara de Jesús Montero,
se diseñan como un foso que salva a Triana de algunas de las avenidas del río. Este foso se
fue colmatando progresivamente y construyéndose en torno a él, hasta que a principios
del XIX aparece como calle.

234
Capítulo V

falta el aire y me muero”, dice una soleá del Zurraque. El barrio de extramuros
se articulaba en torno al río y a la actividad de los muelles, la calle Larga – hoy
Pureza- corría paralela al Guadalquivir. El eje hacia el interior lo marcaba la
calle San Jacinto desde el antiguo puente de las barcas, calle comercial y centro
del barrio. Un lugar con historia, con huellas de habitación muy antiguas y con
edificaciones señeras, como el centro religioso del barrio, la Iglesia de Santa
Ana construida en el siglo XIII. Un barrio de marineros, alfareros, herreros,
de gitanos, de flamencos, de toreros. Barrio de obreros y de arte. Un lugar
lleno de símbolos, de leyendas, también de tópicos y de imágenes forjadas por
viajeros románticos, además de estampas relatadas una y mil veces por prego-
neros de dudosa literatura.
La Triana que se pobló de corrales de vecinos a lo largo del siglo XIX, retrata-
da por literatos y costumbristas, ha desaparecido hoy. Las calles más cercanas
al río mantienen su trazado y parte de su morfología original, conformándose
como lugar turístico y espacio de recreación de los tópicos. Pero a menudo el
telón colorista de las fachadas de la calle Betis, no parece sino eso, un escena-
rio. Esta es la presentación del barrio de una guía turística oficial:
“Triana, nace como un populoso e industrioso arrabal donde, desde tiempo inmemo-
rial, se van asentando diversos grupos de población procedentes del cercano Aljarafe
y pueblos circundantes, atraídos en gran medida por la continua actividad del puerto
fluvial (...) De entre los diversos menesteres y oficios, a menudo tan humildes como
necesarios, se destaca la alfarería, que cuaja en una gran tradición local plasmada en
una verdadera escuela de ‘Cerámica Trianera’ (…). También se asientan aquí, ya de an-
tiguo, numerosos gitanos, con sus oficios tradicionales (como la forja, de renombre)
y sus costumbres ancestrales. Así, surge el núcleo sólido de la gran tradición del Fla-
menco, como un arte practicado con amor y orgullo, al calor de la feliz fusión con el
resto de la población en los otrora numerosísimos patios (o corrales) de vecinos, de
marcado carácter popular.” (Consorcio “Turismo de Sevilla”, 2004: 38)

La transformación del barrio


El proceso de desaparición de los corrales de vecinos, está ligado a la se-
cuencia de transformación social y urbanística que afecta al arrabal histórico
de Triana durante todo el siglo XX y de modo muy especial a partir de los
años cincuenta.
El auge de los corrales de vecinos está vinculado con una ciudad en cre-
ciente expansión demográfica. En ésta el modelo constructivo de los patios
tiene dos cualidades: su flexibilidad -por permitir la colmatación de parcelas
interiores- y su integración en los modos de habitar de los grupos proletarios

235
Resistencias y reflexividades en el Corral de la Encarnación

de la ciudad. Por ello va a ser especialmente prolijo en la época, adecuándose a


la ausencia de ensanches y planificaciones sobre el crecimiento de la ciudad.
Son numerosos los autores que señalan el deterioro de las condiciones de
vida en la Sevilla del 1900: falta de saneamientos, de alcantarillados, filtraciones
de pozos negros e industrias al río, insuficiencia de la red de agua potable –el
“agua de los ingleses”-, pavimentación parcial e inadecuada de las calles, etc.
(Martín García, 1996; Braojos, Parias y Álvarez, 1990; Arenas Posadas 1992).
El informe de Hausser relaciona los altos índices de mortalidad de entonces
con los barrios más depauperados y en los que se expandían los corrales de
vecinos, donde la población vivía en condiciones de pobreza, hacinamiento,
con falta de medidas higiénicas...
La Sevilla de principios del XX era una ciudad con un progresivo aumento
de población y un crecimiento desarticulado. Según el censo de viviendas de
1900 de las 11.744 casas de la ciudad, 1.118 eran corrales (Braojos, Parias y
Álvarez, 1990: 70), ubicados mayoritariamente en la zona norte de la ciudad,
además de en los arrabales de San Bernardo, Humeros y Triana. La carencia
de viviendas que se traducía en alquileres de alto precio en condiciones a me-
nudo precarias. Prueba de la tensión social que generaba esta situación son
las reivindicaciones de los inquilinos y las asociaciones que se desarrollaron
a principios de siglo XX, como la Sociedad de Defensa de Inquilinos (1991-
1913), la Liga Obrera de Inquilinos (1914); la Liga de Inquilinos (1917-1919)
y la Cámara de Inquilinos (1922-1923), (Arenas Posadas, 1992: 256).
Esta presión habitacional continuó incrementándose después de la guerra ci-
vil, de modo que en Sevilla entre 1930 y 1940 casi se llegó a duplicar la po-
blación. La construcción de viviendas era claramente insuficiente: “Sólo el cre-
cimiento demográfico, sin incluir el nivel de hacinamiento previo de los residentes o el estado
de la vivienda, exigiría la construcción de 24.683 viviendas durante el periodo 1930-1950.
Se crea pues un déficit de 11.683 viviendas” (Martín García, 1996:131).
Si bien la mayoría de los urbanistas coinciden en que no hubo interés o ca-
pacidad para diseñar un modelo de crecimiento urbano planificado, ciertas ac-
tuaciones se encaminaban en la búsqueda de soluciones y planes de expansión
de la ciudad: el diseño en torno a la Exposición del 29; el modelo de ciudad
jardín propiciado por Aníbal González para la zona de Nervión; y también
el Plan de Ensanche Exterior de Talavera Heredia de 1917 proponiendo la
urbanización de Los Remedios, al otro lado del río. Las remodelaciones de la
Exposición del 29 y la expansión de la ciudad en la vertiente derecha del río,

236
Capítulo V

van a transformar la situación estratégica del viejo arrabal de Triana. De estar


mal comunicado con el centro de la ciudad y relativamente lejano de éste, va a
ubicarse en una posición central, auspiciada por la construcción del puente de
San Telmo en 1931.
Los grandes espacios vacíos de la orilla occidental, dedicados secularmente
a la extracción de arcillas y a fértiles huertas, a partir de los años cincuenta van
a pasar a ser objetivo preferente de inmobiliarias y constructores, teniendo
como destino el alojamiento de una clase media ascendente. El antiguo arra-
bal, poblado de patios de vecinos, rodeado de talleres de alfarería, de tejares,
de fabricas de ladrillo, de fraguas… va a ser transformado atendiendo a los
intereses de estos sectores.
El Proyecto de Mejora, Saneamiento y Ensanche Interior de Sevilla en Tria-
na de 1924 auspiciado por Manuel Cristóbal Mañas, puede considerarse el
pistoletazo de salida de un proceso progresivo de especulación urbana y de
expulsión de los antiguos residentes. Por ejemplo, Ruiz Ortega (2003) narra
cómo, a finales de los años 20, más de doscientas familias fueron desalojadas
de corrales de vecinos y viviendas unifamiliares de las calles Tulipán y Quema-
da y todo el extremo sur de Fortaleza, Betis y Pagés del Corro. Estas familias,
junto a otras, iniciaron así un periplo que culminó, tras haber sido desalojados
de nuevo de la Barriada Laffite en Los Remedios, en el otro extremo de la ciu-
dad: en el Polígono de San Pablo y en los refugios provisionales de la barriada
de la Paz, allá por 1965 (ibidem).
La construcción de la barriada de los Remedios se extiende entre 1950 y
1970, expulsando a la población que ocupaba barriadas chabolistas o de au-
toconstrucción e incluso viviendas sociales en la zona, para dar cabida a los
nuevos bloques de viviendas de las clases medias. La operación urbanística su-
puso un fuerte proceso de especulación, por ejemplo llegándose a multiplicar
por más de cuatro el precio del suelo entre 1954 y 1960 (Ruiz Ortega 2003 y
2006).
Entre tanto, el viejo arrabal de Triana había ido expandiéndose y colmatán-
dose. Las barriadas diseñadas en los años 20 como el Barrio León y el Barrio
Voluntad, además de la zona del Zurraque, se fueron aproximando a las calles
más antiguas, urbanizándose los huertos y las fábricas. En los años cincuenta
todo el entorno de la calle Trabajo había crecido gracias a la autoconstrucción.
Los límites con la barriada de los Remedios por esa parte son más bien difu-
sos. El Tardón es resultado de las políticas de viviendas públicas franquistas...

237
Resistencias y reflexividades en el Corral de la Encarnación

El precio del suelo no deja de aumentar en esta orilla del río y las condiciones
de habitabilidad de los corrales son cada vez peores.
Durante los años setenta, una vez que se solucionan los principales pro-
blemas de los “refugios” de Sevilla81, muchos de los vecinos de los corrales
trianeros serán “tentados” con una vivienda de protección oficial. Los nuevos
pisos de los barrios más alejados de la ciudad serán uno de los objetivos de los
vecinos de los corrales, buscando la mejora de sus condiciones de vida, y las
de sus hijos, aún a costa de sacrificar la fuerte integración vecinal y los lazos
de ayuda mutua relevantes en los patios de vecinos. Lo que probablemente
nunca pudieron prever es la marginalidad y exclusión social que iba a generar-
se en esos lugares de la periferia urbana. El barrio de Triana se iba llenando
de nuevas construcciones y veía subir poco a poco el precio del suelo. Los
propietarios de los corrales contrastaban el decaimiento de sus ingresos con
los potenciales beneficios de la venta del suelo; los arreglos y las reformas de
los inmuebles comenzaron a hacerse esperar más allá de los límites de habi-
tabilidad.
En los años setenta se inicia el éxodo de los vecinos del Corral de la En-
carnación. Familias que habían nacido allá y que buscaban para sus hijos más
comodidades, un cuarto de baño, independencia… y que se trasladaron a Ba-
rriadas como La Oliva, La Paz, Tiro de Línea, Amate…
Pero serán lo años ochenta los de mayor especulación urbanística en el barrio
y cuando más corrales sean derribados por excavadoras, siendo sustituidos
por bloques de pisos con fachadas más o menos acordes al diseño anterior.
En el inventario publicado por Fernández Salinas (2003), las casas de ve-
cindad modesta en torno a patio en la Sevilla histórica han pasado de 422 en
1990 a 208, un descenso de más del 50%. Mayor ha sido el número de vecinos
que han dejado de ocupar este número de viviendas: de 6.406 en 1990 a 2.756
en 2001. Como indica este autor:
“No se trata sólo de que en las casas de vecindad haya en diez años quinientos niños
menos que necesiten escuelas y otros servicios que están perdiendo su razón de ser
en el conjunto histórico; se trata de que en total se han desplazado 3.650 personas de
corte popular de sus edificios originales y cuyo nuevo lugar de residencia está a veces

81 A la falta de viviendas que se padeció durante toda la primera mitad de siglo XX, se sumó a partir
de la riada de 1961 un gran numero de familias que perdieron sus casas o chabolas y que fueron alojadas
en “refugios”. Estos refugios aun cuando tenían un carácter provisional, no fueron desalojados por
completo hasta 1978.

238
Capítulo V

alejado de su lugar de residencia tradicional. (…) [Este] es un porcentaje muy alto para
las aproximadamente 55.000 personas con que cuenta el casco histórico (6,63%)”.
(Fernández Salinas, 2003:12)
En Triana los corrales de vecinos sufrieron una fuerte transformación du-
rante los años setenta y también en los ochenta, sobre todo en torno al boom
urbanístico del 92, con lo que la disminución porcentual en la década de los
noventa ha sido menor que en otras zonas de la ciudad como San Luís, Feria,
Alameda, etc. Se pasó de 93 corrales a 56 entre 1991 y 2001. No obstante, esta
cifra sigue disminuyendo día a día.

LA CATALOGACIÓN DEL BIEN: “YA NO QUEDAN CORRALES


CON ESA TIPOLOGÍA”
En el contexto de especulación urbana en que se procedió a la inscripción
del Corral, esta actuación fue innovadora y atrevida, sin duda. La forma en que
se definieron los valores del bien, además, abrieron las expectativas de otros
corrales y otros inquilinos amenazados por el desahucio, pero el ejemplo no
cundió. A pesar de que la asociación de vecinos Copavetria82 reclamó de di-
versos modos, a pesar de que incluso el Defensor del Pueblo recomendó a la
Consejería de Cultura la inscripción de otros bienes, estas instancias tuvieron
una respuesta negativa. En las páginas que siguen voy a ilustrar los motivos
de ese tratamiento diferenciado, asimismo trataré de esbozar algunas de las
implicaciones que ello tiene.
El Corral de la Encarnación fue el primer Lugar de Interés Etnológico que
se tramitó para la inscripción en el CGPHA. Como reconocen las propias
técnicas de la Consejería, eso implicó que “como era el primer caso etnológico que se
encontraban, el Jefe de Servicio y el Director General, estaban … como muy “por la labor”,
por así decirlo”. Por parte de la Consejería había interés en que se viesen los
resultados innovadores de la recién aprobada LPHA de 1991 y nada más para-
digmático de “lo popular” que un corral de vecinos en Sevilla o, mejor dicho,
en Triana. La instancia de solicitud venía avalada por la academia, pues Javier
Escalera, conocido profesor del Departamento de Antropología Social de la
Universidad de Sevilla, firmaba un anexo con una justificación técnica sobre
los valores del corral.

82 CO.PA.VE.TRIA Asociación para la Defensa de los Corrales y Patios de Vecinos de Triana. Sobre
su surgimiento y desarrollo se trata en el epígrafe posterior.

239
Resistencias y reflexividades en el Corral de la Encarnación

Políticamente interesaba que saliera adelante como ejemplo de la nueva


normativa. Coincidieron una serie de circunstancias favorables: la moviliza-
ción en el barrio, el apoyo de la Agrupación de IU del Distrito Triana, la pre-
sencia de un grupo de abogados ligados a esta formación política y con redes
activas –en el barrio, en la universidad, con ciertos arquitectos-, el interés del
gobiernos autonómico por su nueva legislación, el apoyo de ciertos técnicos
de la Gerencia Municipal de urbanismo… Algunos acuerdos, como la renun-
cia a la inscripción de entorno del bien, facilitaron el mantenimiento de uno de
los objetivos básicos del Ayuntamiento –la apertura de una calle- y aseguraron
la colaboración de éste con la Consejería de Cultura –de hecho se hizo cargo
de la ejecución subsidiaria de la reforma-.
La actuación en el Corral de la Encarnación va a convertirse en algo excep-
cional. Entre 1992 y 1995 hubo un Convenio Programa Junta de Andalucía
- Ayuntamiento de Sevilla en materia de vivienda y suelo que contenía la pre-
visión de realizar estudios para la eliminación de infraviviendas en el Arrabal
de Triana. A partir de ello se desarrolló un programa denominado “Corrales que
no acorralen”. Se basaba en la cooperación entre los propietarios, los inquilinos
y las administraciones públicas (Aguilar, 1998). Algunos corrales, pocos, se
acogieron a este sistema y lograron mantener parte de su población originaria,
pero prueba de su escasa eficacia es que de más de una cincuentena de corra-
les contabilizados por este inventario, a día de hoy, según manifiestan antiguos
socios de Copavetria, quedarían aproximadamente quince.
El Defensor del Pueblo Andaluz fue una de las instituciones que más aten-
ción prestó a los vecinos de Copavetria. En 1998 y 1999 formula una Reco-
mendación instando a que se firme el Plan Especial de Triana83 y que haya
un convenio de actuación a tres partes entre la Dirección General de Bienes
Culturales, la Dirección General de Arquitectura y Viviendas y el Ayuntamien-
to de Sevilla.
…se convocó a las Administraciones citadas a una reunión en esta Institución a fin
de iniciar las actuaciones tendentes a la firma del Convenio con fecha 16 de Septiem-
bre de 1998. Sólo acudió la Dirección General de Bienes Culturales (…) El Director
General de Arquitectura y Vivienda nos confirmó que sus actuaciones en este aspecto
se enmarcaban dentro de las previsiones del Plan Andaluz de Vivienda y del Conve-

83 Que deja fuera algunos de los Corrales más conocidos pues se ciñe a la delimitación del Conjunto
Histórico. Uno de sus límites, por ejemplo, es la propia calle Pages del Corro, la acera donde está el
Corral de la Encarnación queda fuera.

240
Capítulo V

nio-Programa a firmar con el Ayuntamiento de Sevilla en el que estaban previstas 60


actuaciones. El Ayuntamiento de Sevilla declinó su participación y, por ende, resultó
imposible la firma de este Convenio. No obstante, el Plan Especial de Triana se ha
aprobado (Informe del Defensor del Pueblo Andaluz al Parlamento de Andalucía
sobre la Gestión Realizada en 1999).
La ausencia de coordinación y la dilatación de los plazos para ejecuciones
subsidiarias van a desembocar, diez años después, en nuevos expedientes de
ruina que irán mermando los corrales. A los requerimientos del de Defensor
del Pueblo “la Dirección General de Bienes Culturales, matizó que la declara-
ción de los Patios como lugares de interés etnológico debería efectuarse con
carácter individualizado y en los casos en que corriera peligro su continuidad”
(Informe del Defensor del Pueblo Andaluz al Parlamento de Andalucía sobre
la Gestión Realizada en 1999).
Aún cuando se expusieron argumentos positivos para la inscripción de
otros corrales como el de las Ranas o el de los Fideos, se entendió que “el
problema, si es que lo es, que puede presentársenos, es que muchos más co-
rrales, tan interesantes de conservar como los propuestos, nos lo soliciten
también” (Informe técnico de la Consejería de Cultura, 1995, A.P.P.H. Docu-
mentación del expediente del bien). Sin una apuesta política firme por parte
del Ayuntamiento –que rehúsa acudir a las convocatorias del Defensor del
Pueblo- y dado el aparentemente escaso interés por coordinarse entre dis-
tintas consejerías –en este caso la de Obras Públicas y la de Cultura-; los co-
rrales quedan abandonados a su suerte, es decir, a las presiones del mercado
inmobiliario. Sólo en los casos en que se dieron una serie de circunstancias
favorables –como la movilización de los vecinos, el apoyo en una red más
amplia, la debilidad de la propiedad o la posibilidad de acuerdos ésta, etc.- han
podido permanecer los antiguos inquilinos. Exceptuando fincas en las que sus
ocupantes son mayoritariamente propietarios –como Cerca Hermosa- sólo
tenemos constancias de unos pocos patios o corrales en los que se hayan rea-
lizado reformas importantes y hayan permanecido los vecinos de siempre –ya
muy pocos vecinos antiguos-, casos como el del Corral de las Ranas y la Casa
Quemá.

241
Resistencias y reflexividades en el Corral de la Encarnación

CRONOLOGIA DEL CORRAL DE LA ENCARNACIÓN (PAGES DEL CORRO,


126-130)
- Mayo 1992: Informe previo de la Gerencia Municipal de Urbanismo para la declaración de
ruina.
- Mayo 1992: Instancia del los vecinos del Corral –a través de su abogado- solicitando la
inscripción del mismo en el CGPHA.
- Marzo 1993: Incoación del expediente para la inscripción especifica en el CGPHA como
Lugar de Interés Etnológico del bien denominado Corral de la Encarnación.
- Mayo 1993: Informe de la Gerencia Municipal de Urbanismo en el que se declara que NO
se encuentra en ruinas.
- Febrero 1995: Informe del Departamento de Antropología de la Universidad de Sevilla
favorable a la inscripción del bien como LIE.
- Febrero 1995: La Gerencia Municipal de Urbanismo solicita que se desestime la declaración
del “entorno” del bien para poder continuar con parte de la planificación previa y abrir una
calle de nuevo trazado.
- Marzo 1995: Inscripción específica en el CGPHA como Lugar de Interés Etnológico del
bien denominado Corral de la Encarnación
- Mayo 1995: Presentación de contencioso –administrativo por parte de la propiedad del
Corral en contra de su inscripción en el CGPH como LIE.
- Septiembre 1995: La Conservadora de Patrimonio responsable informa sobre la URGEN-
CIA de la intervención.
- Diciembre 1997: La Gerencia de Urbanismo, por responsabilidad subsidiaria, inicia las
obras de reparación del Corral de la Encarnación.
- Mayo 1998: Vuelta de los vecinos a sus viviendas. Fiesta de conmemoración con descubri-
miento de placas.
- Junio 2001: Fallo del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía a favor de la inscripción
del LIE
- Abril 2002: La Comisión Provincial de Patrimonio Histórico vota a favor de un informe
previo para la reforma del PEP de la zona. Supone una transformación estructural en el
bien.
- Julio 2003: Contrato de compraventa privado del corral en el que se estipulan los plazos de
los pagos según se vayan desalojando los partidos. Nuevas presiones de la propiedad hacia
los vecinos.
- Septiembre 2004: Inscripción en el Registro de la Propiedad de un contrato de compra-
venta del Corral del que no se había informado a la Consejería de Cultura.
- Octubre 2004: Alegaciones de los vecinos del Corral instando a la Consejería a interesarse
por el estado de conservación del inmueble y por la tramitación del nuevo PEP propuesto.
- Noviembre 2004: La Consejería de Cultura manifiesta su interés por ejercer su derecho de
tanteo y retracto.
- Diciembre 2004: Informe negativo de la Comisión Provincial de Patrimonio Histórico
respecto a la aprobación de la reforma proyectada del PEP de la zona.
- Junio 2005: Firma de Convenio entre la Gerencia Municipal de Urbanismo y la inmobiliaria
“Pages del Corro S.L.”, por el que el Ayuntamiento pasa a ser propietario de dicho corral y
obtiene parte de la financiación para restaurarlo.
- Julio 2005: Fiesta convocada por la Liga de Inquilinos la Corriente en el Corral de la Encar-
nación, celebrando el acuerdo de rehabilitación firmado por el Ayuntamiento de Sevilla.
- Marzo 2006: Comienzan las obras en el Corral de la Encarnación. Las tres familias que que-
dan viviendo allí son realojadas temporalmente en el inmueble del Corral del Cura. Cuando
concluyan las obras volverán a sus casas.

242
Capítulo V

En las determinaciones de la Consejería de Cultura, prevalecieron pues


los criterios de “excepcionalidad” y “representatividad”, sin catalogarse más
corrales trianeros. Se inscribieron en 2001 el Corral de San José –que ya ha-
bía sido reformado por completo, también en cuanto a la composición de la
población- y la Casa-Palacio del Pumarejo –con un fuerte movimiento social
y vecinal detrás-. Se incorporaron así otras zonas de la ciudad y otras tipolo-
gías. Se sobreentiende que aquellos corrales trianeros no catalogados se ven
representados en los otros y que pueden ser preservados a través de otros
instrumentos como los del Catálogo Urbanístico.
Otra interpretación más elaborada sobre el retraimiento de la Consejería de
Cultura respecto a la catalogación de otros corrales es la que está implícita en
los discursos de algunos de los antiguos líderes de Copavetria. Por una parte
reconocen que la Consejería de Cultura no podría hacer frente a las obligacio-
nes que suponía la catalogación generalizada de los corrales.
No los declararon [los otros corrales y patios] porque, no nos lo decían, pero yo
creo que es que tenían la experiencia del Corral de la Encarnación. Que nosotros
presionábamos ¿por qué has declarado esto de interés etnológico?, Si es así tienes una
obligación de arreglar esto. Si declaras esto en BOJA eso tiene un peso. Entonces
como no arreglaban porque no tenían presupuesto, ni obligaban al dueño, porque
ellos tienen la obligación subsidiaria. Entonces como no lo arreglaban, pues no tenía
sentido que declararan otros cuando iban a adquirir un compromiso al que no le
podían hacer frente.(Vicente, ex –miembro de Copavetria, julio 2006).
Pero mucho más interesante es la respuesta que se lee entre líneas a lo largo
de las entrevistas. Lo que se viene a decir es que a la Consejería de Cultura no
le interesó políticamente enfrentarse al Ayuntamiento de Sevilla. Se entiende
que el rechazo a la negociación, entre la Consejería de Cultura, la Consejería
de Obras Publicas y Urbanismo y la Delegación de Urbanismo del Ayunta-
miento, se debió al retraimiento de este último. El Plan de Rehabilitación de
los Corrales de Triana, subvencionado por la Consejería de Obras Publicas
y Urbanismo para la erradicación de infraviviendas, dependía del permiso y
la implicación de la propiedad. Y los propietarios, en general, estaban más
interesados en obtener un expediente de ruina que un crédito blando para la
rehabilitación. Aún consiguiendo las subvenciones correspondientes para la
rehabilitación, lo que se ha hecho es intentar los máximos desahucios y aban-
donos posibles. De este modo se realojaban a dos o tres de los viejos vecinos
de renta antigua y el resto de los apartamentos se vendían a precio de mercado

243
Resistencias y reflexividades en el Corral de la Encarnación

–altísimo precio de mercado-. La estrategia de demandar la declaración de Lu-


gar de Interés Etnológico, que buscaba evitar la declaración de ruina y obligar
a los propietarios a conservar la edificación y a los antiguos vecinos y no se
consiguió.
Hubo muchos intentos para que entre el Ayuntamiento, la Consejería de Cultura, la Consejería de
Obras Públicas, intentamos tener reuniones a través del Defensor del pueblo, intentamos canalizar
todo eso y siempre teníamos la Concejalía de Urbanismo, la Gerencia Municipal de Urbanismo
ninguneando todo eso. La Consejería de Obras Públicas tenía buena disposición y tenía fondos, con
Víctor Pérez Escolano que estaba muy por el tema… y finalmente hubo una reunión en la Casa de
las Columnas con el Delegado de Urbanismo que entusiasmó a la gente de los corrales. Pero siempre
se escondían una baza y era que requerían la autorización de los propietarios del los corrales. Y como
los propietarios de los corrales lo que querían era la declaración de ruina para vender el suelo… Se
negaron a acogerse a eso. Nosotros insistíamos en que se declararan bien de interés etnológico para
salvaguardar, para evitar que se cometieran tantas tropelías y que se hiciera lo que se hiciera al menos
asegurara que siguieran viviendo los vecinos que quedaban. Pero la Administración dijo que no (Vi-
cente, ex –miembro de Copavetria, julio 2006).
Una acción patrimonial consecuente, disponiendo como se disponía de los
fondos y el acuerdo con la Consejería de Obras Públicas, hubiera sido la ins-
cripción de varios corrales de vecinos, pero las actuaciones políticas se dejaron
guiar por otras presiones y otros intereses. Prueba de ello es lo sucedido en
2002:
El Corral de la Encarnación se libró de ser derribado precisamente por un
informe pericial encargado por los vecinos y por la declaración de LIE. Sin
embargo en 2002, casi diez años después de que se iniciara la incoación, la Co-
misión de Patrimonio de la Provincia de Sevilla, votó en positivo respecto a un
Plan de Reforma que beneficiaba a los propietarios de un modo evidente –con
una superficie edificable de unos ocho mil metros cuadrados- e ignoraba los
valores atribuidos a bien, así como los argumentos técnicos del funcionario de
la Consejería de Cultura.
Bueno antes, intentaron pasar por Comisión de Patrimonio, que lo pasaron, vamos, algo que era
una reforma íntegra del corral. De hacer alzados en el corral. Hacerle una planta arriba, pero vamos
una planta completa y la casa de delante, la casa-tapón hacerla de cuatro plantas. Y Comisión estaba
totalmente de acuerdo con que eso se hiciera así. Eso era destrozar por completo el corral, el corral no
lo iba a aguantar. Además era una inscripción específica, un LIE, no era la actividad solo. Porque
intentaban convencerme, porque el representante del colegio de arquitectos, me decía que eso era la
forma de vida y que eso mientras que siguiera habiendo patio y… Porque yo decía que la tipología la
íbamos a perder totalmente. Y que no solamente era la forma de vida, sino también un corral hecho
ex profeso, fuera bueno, bonito o feo, para vivienda de clases trabajadoras y eso es lo que representa.
Eso era solo si se respetaba el tema de los partidos. Si los partidos eran más grandes o más chicos
tampoco importaba. Puedes reformar, hacerles unos baños, lo que fuera, pero la estructura que no se

244
Capítulo V

la cargaran. Pero hacerles unos adosaditos, era destruirlo por completo… (Técnico de la Consejería de
Cultura, septiembre 2006)
Este suceso pone en evidencia la incomprensión que sigue suscitando en-
tre gran parte de la población los valores etnológicos ligados a determinados
bienes. También muestra la posición de subordinación de los argumentos de
carácter antropológico y social frente a los utilizados por disciplinas como la
arquitectura o la historia –que se apoyan en razones de estilo, autor o crono-
logía-. Ante cualquiera de estos argumentos hubiera sido insostenible el que
“da igual cambiar las alineaciones o los volúmenes”, por el contrario sobre la
noción de espacio que usaba el técnico y sobre la argumentación de los modos
de vida, se permitieron el lujo de poner en cuestión lo que se decía...
En realidad, sólo el cambio político en el Ayuntamiento y el interés demos-
trado por Izquierda Unida respecto al corral de la Encarnación –por supuesto
sin olvidar el papel de Eduardo Corriente en el desenvolvimiento de los suce-
sos- ha permitido la rehabilitación del corral manteniendo sus valores.
Entonces en septiembre u octubre [de 2004] en la Comisión de Urbanismo nosotros decimos que no
podemos informar [sobre el Plan de Reforma Interior] porque la venta era ilegal, entonces la Gerencia
[de Urbanismo del Ayuntamiento] reacciona, y manifiesta que ellos querían comprar… y entonces ya
la cosa se arregla así.
Entonces después de unos años el círculo se cierra así. Solos no podemos. Sola Cultura no puede.
Si tienes otro sitio donde apoyarte, otra institución, pues las cosas van. Yo se lo dije a Eduardo, que
fue de las primeras cosas… Eduardo tranquilo, que esto es así y va bien, que ya la Gerencia se ha
comprometido ¿Usted no se acuerda de cómo fue todo al principio? ¿no se acuerda que se lo arreglaron
los de la Gerencia…? (Técnico de la Consejería de Cultura, septiembre 2006)
De cualquier modo, la nueva propiedad ha sido compensada por la pérdida
del corral, acordándose una mayor edificabilidad en el entorno y obteniéndose
a cambio un millón de euros con el que realizar la restauración del edificio
catalogado.
En relación con la defensa de la integridad arquitectónica del bien, se puede
observar la posición de la Administración de cultura y de los técnicos respecto
al interés y relevancia del corral de vecinos. Unas posiciones que no siempre
coinciden con los valores que le atribuyen los vecinos y otros protagonistas de
las reivindicaciones.
El bien cultural objeto de esta inscripción es un representativo y tradi-
cional corral de vecinos (…) Al tratarse de un bien de interés etnológico,
no solo radica su valor en el soporte arquitectónico de la construcción,
vinculada a formas de vida y culturas tradicionales del pueblo andaluz -

245
Resistencias y reflexividades en el Corral de la Encarnación

corral tipo sin fachada a la calle debido a dos casas-tapón, con viviendas
alineadas en dos bloques a lo largo de un pasillo central-, sino en el he-
cho fundamental de que en dicho espacio se sigue produciendo una de
las formas de habitación específicas del pueblo andaluz al estar habitado
en la actualidad por doce familias con manifiesto interés y voluntad de
continuidad en su uso.
En definitiva, al ser un exponente de ámbito de habitación y socia-
bilidad popular, formando parte por todo ello del más significativo y
relevante patrimonio etnológico andaluz, tanto material –corral tipo
andaluz- como inmaterial –forma de vida y habitación allí producida-.
(Expediente de inscripción del Bien, BOJA de marzo de 1995)
Tal como queda expresado en el expediente de inscripción, dos son los
valores que lo sustentan: por una parte, los modos de vida y por otra parte,
la tipología, la forma en que se articula y desenvuelve el espacio. Ambos ele-
mentos se encuentran indisolublemente unidos, pero la insistencia en unos u
otros aspectos y la relevancia que ocupen serán diferentes según los agentes a
que nos estemos refiriendo. De hecho, en el expediente y el las entrevistas que
hemos podido desarrollar con algunos de los técnicos responsables, se insiste
en “el peligro de desaparición de este tipo de corrales” o “ser uno de los úl-
timos testimonios de esta tipología”. La tipología, la forma de la edificación,
se subraya como elemento fundamental a proteger. Será esto lo que confiera
singularidad al corral, pues ya sólo queda este como representante de los que
fueron.
La protección de este corral se acoge por tanto a la letra de la ley que afirma
que serán tratados de forma especial los bienes en peligro de desaparición…
De este modo, se insiste en su carácter testimonial, excepcional. Estamos ante
una argumentación característica del patrimonio más clásico: lo antiguo, lo
excepcional, lo diferenciado y singular, lo relevante. Como en el resto de los
casos que se tratan en esta investigación, se trata de bienes “en proceso de
fosilización” o directamente abocados a desaparecer en su sentido original.
Otros sentidos e interpretaciones son los que muestran sus protagonistas.

RESISTIR A LA EXPULSIÓN: UN DESAFÍO DE AÑOS


En los años ochenta se aprobó un Plan de Reforma Interior que afectaba
a la parcela del Corral de la Encarnación. La capilla de la Hermandad del Ro-
cío de Triana de la calle Evangelista se había inaugurado en 1982 y todas las

246
Capítulo V

manzanas de alrededor habían visto levantarse más y más nuevos bloques de


viviendas. Precisamente para facilitar la salida y comunicación de las recién
construidas viviendas, se había proyectado una nueva calle que comunicaría,
Luz Arriero con Pages del Corro y que conllevaba la expropiación del corral,
o al menos de una parte del mismo.
Así lo relata uno de sus vecinos:
Esto empezó con una lucha que fue tremenda, porque ya el dueño, que era Alfonso, estaba un poco
malo y entonces el yerno empezó con unos abogaos y con una asociación de empresarios que buscaron
hacer como una cooperativa entre mi casa, el garaje y unos terrenos que están del garaje por dentro.
(…) Porque en el fondo del corral, (…) allá atrás querían hacer una calle que es Armando Janone
que continuaba, daba a lo de la Virgen del Rocío y después salía a Pages del Corro. (…) Porque
esto fue en el año setenta… setenta y… (…) que llegó el dueño a mi casa, Alfonso, y le dijo a mi
padre: “Eduardo, si quieres no me pagues la casa. No me pagues la casa si queréis porque esto lo van
a despropiar, me lo despropia el ayuntamiento que aquí viene una calle, que ya me han mandado la
comunicación de eso. Si no me queréis pagar, no pagarme, viven ustedes hasta que venga el ayunta-
miento y los eche.” Y mi padre dijo “y eso cómo va ser, yo te voy a seguir pagando”. (Antonio, vecino
del corral, noviembre 2005)
Desde principios de los setenta, la propiedad está interesada en la trans-
formación del corral. Nos relataban diversos vecinos y vecinas cómo, con
excusas variadas, se instó a no pagar las cuotas, se dejaron atrás los arreglos
más precisos, se usaron antiguas viviendas como trasteros sin sanear y se de-
jaron de ocupar las casas que se iban vaciando… Pero las amenazas, los co-
mentarios velados o las diputas violentas, fueron dando pasa a un proceso
de toma de conciencia entre los vecinos. Proceso que vincula las ideologías
y culturas del trabajo previas, las relaciones y liderazgos internos del corral,
con las reivindicaciones y razonamientos de otros grupos urbanos. Se crea así
un convencimiento sobre sus derechos a “vivir en mi casa de toda la vida”, a
“estar en nuestro barrio de siempre”... Durante la segunda mitad de los años
ochenta, la política municipal fue favorable al derribo de viejas casas y su
transformación, sin tener en cuenta los problemas de desahucio, desarraigo
y la falta de integración que podían tener como consecuencia estas actuacio-
nes. Los expedientes de ruina se sucedían con facilidad Triana, concedidos
por la Gerencia Municipal de Urbanismo. No importaba si esas condiciones
eran consecuencia del abandono y el incumplimiento de la ley por parte de
los propietarios, que estaban obligados a la conservación. La secuencia era el
expediente, el desalojo de los vecinos, y su venta -ya a un precio mucho ma-
yor- para derribar y construir, volviendo a multiplicarse el precio del suelo al
final de la operación.

247
Resistencias y reflexividades en el Corral de la Encarnación

Este era un proceso que venía repitiéndose y ante el que una serie de ve-
cinas y vecinos de algunos corrales decidieron reaccionar. En este contexto
surge la Plataforma en Defensa de los Corrales y Patios de Vecinos de Triana,
COPAVETRIA. La formalización de esta asociación, a principios de los años
noventa, vino a plasmar una movilización anterior y agrupa a tres tipos de
agentes muy diferenciados en cuanto a sus intereses y objetivos: Por una parte
estaban los vecinos afectados de unos pocos de corrales; por otra parte, se
integraron otros residentes en el barrio con una alta conciencia social, contra-
rios a los procesos de especulación desatados por la Expo del 92 y a la desar-
ticulación social que produciría esta gentrificación; en tercer lugar, se unieron
una serie de estudiosos y amantes de “la Triana auténtica” o de los corrales
en tanto que representativos de un patrimonio. Las ideologías que defienden
estos sectores y sus estrategias resultarán ser muy diferentes, de modo que, fi-
nalmente, a día de hoy COPAVETRIA es una asociación desarticulada. Y ello
a pesar de su amplia repercusión en Triana y de su capacidad de movilización
inicial, así como de resolución de problemas de muchas familias. José María
Luján describe los inicios de esta asociación:
“La lucha en pro de este patrimonio la inició un grupo de mujeres del Corral de las
Ranas. En la finca colindante se acometían unas obras y la piqueta golpeó, “acciden-
talmente” la base del muro de esta finca, que empezó a resquebrajarse así como con
varias habitaciones (sic). Como sus reclamaciones a la constructora y el Ayuntamiento
no surtían efecto, ellas decidieron salir a la calle, donde comían y dormían, y pedir la
solidaridad de Triana; por los medios de comunicación nos enteramos de su lucha. Allí
nos acercamos un par de amigos y charlando con esas mujeres empezamos a conocer
esa realidad y a amarla, a hacerla nuestra. Fue el arranque de la asociación que a la
postre será COPAVETRIA” (Luján, 2005:4)
La formalización de Copavetria y las principales amenazas al Corral de la
Encarnación se produjeron en paralelo, retroalimentándose mutuamente. La
resistencia de las vecinas del Corral de las Ranas, llamó la atención de los in-
quilinos de la Encarnación y en especial, de Eduardo Corrientes. Este insigne
vecino, un líder nato dentro del corral, va a unirse a las reuniones que en la
plazuela de Santana, en el Colegio José Maria del Campo y en diversos locales
serán los precedentes de Copavetria. En 1992 la propiedad del Corral de la
Encarnación solicita la declaración de ruina de la casa tapón y obtiene un ex-
pediente provisional favorable.
Copavetria puso en relación a los vecinos del corral con un gabinete de
abogados, que actuaron en dos sentidos a la vez: En primer lugar, encargan-
do un peritaje paralelo, que contrarrestase el informe de la propiedad, y que

248
Capítulo V

evitase la declaración firme de ruinas. En segundo lugar, los vecinos –a través


de su abogado- solicitaron la inscripción del Corral como Lugar de Interés
Etnológico en el Catálogo General del Patrimonio Histórico de Andalucía.
no solucionaban finalmente los problemas de los vecinos, pero paralizaban
su expulsión. Los vecinos, encabezados por Eduardo, se convencieron de su
necesidad de pagar un peritaje paralelo a otro arquitecto, con lo que consiguie-
ron que fuera desestimada la declaración de ruina en 1993.
Destaca José Ignacio Aguilar, cómo la inscripción del Corral tenía una im-
plicación urbanística importante, y es que dejaba sin efecto el PERI (Plan de
Reforma Interior) que se había aprobado anteriormente y en el que se derri-
baba –al menos- parte del corral.
El corral en 1993, cuando se incoaba el expediente de inscripción... “es un
corral muy usado, tiene un uso muy intenso, muy diverso, preferentemente un uso residencial
pero también un uso de negocios (…) y sobre todo tiene una intensidad de uso muy grande”.
Es un lugar lleno de vida y entretejido de relaciones, hacia dentro y hacia el
barrio. Quince partidos –o viviendas- estaban ocupados, algunos de los cuales
se usaban como negocios, por ejemplo un tapicero y un ditero. Además los
locales que daban al exterior eran ámbitos de sociabilidad y de encuentro pa-
radigmáticos: una barbería y un bar.
Casi cuarenta personas habitaban el corral, con relaciones estrechas de pa-
rentesco, compadrazgo y vecindad. Muchos de ellos habían nacido en el co-
rral, como lo habían hecho sus padres. Cuando los partidos quedaban vacíos
procuraban ocuparlos algunos de los miembros de las familias que ya habita-
ban allí. A veces simplemente era un traslado desde un partido superpoblado,
distribuyendo a las nuevas unidades domésticas que se habían ido formando.
En este comentario se observan bien las formas de transmisión y ocupación
de los partidos:
La Micaela vivía con los hijos [en el corral], que ella no había nacido allí pero sus hijos sí. El
marido era un primo mío y sí había nacido allí, estaban divorciados. Pero ella era la que vivía que
pagaba mil y pico de pesetas, llevaba un viaje de años. Y el otro partido era de su abuela, y al morir
se quedó la casa ella y su madre tenía otras dos viviendas en el patio, una de ella y otra de la madre
de ella.(Antonio, vecino del corral, febrero 2006)
En el corral de la Encarnación vivía entonces, aún vive, una gran familia
extensa cuyos mayores –como Eduardo Corrientes y su hermana- ya habían
nacido allí en las primeras décadas del siglo XX. Las relaciones entremez-
claban por tanto vínculos de parentesco con relaciones de vecindad y ayuda
mutua. Los liderazgos entremezclaban posiciones como la de presidente de la

249
Resistencias y reflexividades en el Corral de la Encarnación

comunidad y de autoridad paterno-filial…


A pesar de las incomodidades de la vida en el corral, de sus dificultades,
muchas de estas familias manifestaban entonces su apego a su casa y a su ba-
rrio. Llevaban ya veinte años viendo marcharse, a cuenta gotas, unas familias y
otras. También los veían volver con nostalgia, en Semana Santa, en la salida del
Rocío, en la Velá, a dar una vuelta… y conocían los problemas a los que se en-
frentaban en los nuevos bloques de pisos. Algunos estaban convencidos, y así
lo manifestaban, que sólo saldrían “con los pies por delante”. “Nos quieren
echar, hacer pisos y venderlos’, asegura Eduardo, ‘pero yo estoy tan patrimo-
niado como el corral y si salgo de aquí es para ir a enterrarme”. (Entrevista en
el País Andalucía, 21/10/2002)
La catalogación del bien en 1995, paralizó la fecha de expropiación y de-
rribo que atenazaba al corral. Sin embargo, no daba solución a los principales
problemas, como muy pronto van a poder constatar los vecinos. La propiedad
interpuso un recurso contra la inscripción, y entretanto se resolvía, omitió
cualquier obra que no fuera tapar algún rasguño. El estado de conservación
del corral se fue haciendo cada día peor: techumbres con riesgo de hundi-
miento, filtraciones de agua en los tejados, muros llenos de humedad, alcan-
tarillado estancado, muros de carga en deterioro... la prometida intervención
bien de los propietarios, bien de la Gerencia de Urbanismo, no llegaba. El
informe de la antropóloga como técnico de la Consejería de Cultura de 1995
no dejaba dudas:
“Una vez vistas las condiciones en que se encuentra dicho corral, se comprende porqué la arquitecto
ha planteado la intervención como una obra de emergencia. El estado del inmueble es tan sumamente
deplorable que hay que intervenir sin dilación, no solamente por los aspectos sociales (las condiciones
de habitabilidad son nulas), que no son ciertamente desechables, sino por ser un inmueble catalogado
en el que la Consejería tiene buena parte de responsabilidad. (...) lo ideal sería un proyecto de reforma
integral, que supondría una inversión económica más coherente pero, como todos sabemos, su trami-
tación requiere de un tiempo que no tenemos. Se impone, pues, una intervención de emergencia que se
contemple como lo más definitiva posible...” (Concha Rioja, Informe de la visita efectuada el
8 de septiembre de 1995, A.P.P.H84, Documentación del Expediente del Corral de la
Encarnación)
La amenaza de ruina pesaba sobre los vecinos, recordando lo que había
ocurrido pocos años atrás. Aún pasarán casi dos años hasta que se inicien las
obras del corral, que fueron ejecutadas de forma subsidiaria por la Gerencia

84 Archivo del Servicio de Protección del Patrimonio Histórico de la Dirección General de Bienes
Culturales.

250
Capítulo V

de Urbanismo ante la inhibición de la propiedad85. Los familiares de Eduardo


Corrientes le recuerdan incansable, yendo a unas y otras autoridades, reco-
rriendo diferentes instituciones, recibiendo promesas y dilaciones…
Y no es hasta 1998 que no vuelven los vecinos a su casa, en unas condicio-
nes mejoradas sí, pero que no se pueden calificar para nada de ideales. Se había
incorporado alcantarillado (pues muchos de los desagües anteriores conducían
al pozo negro); se consolidaron los suelos, pero parte de las losas de Tarifa
desaparecieron –solo se mantuvo un pasillo central-, incorporándose placas
de pizarras a modo de acerado; se arreglaron los techos, pero en lugar de las
antiguas tejas se colocaron cubiertas de fibrocemento...
(...) Lo que pasa es que urbanismo ha arreglado la casa, que la casa nunca ha tenido alcantari-
llado, que era un pozo negro y llegaron y partieron toda la solería y le echaron cemento arriba y no
pusieron losas.
P. Y los de urbanismo ¿qué hicieron allí?
Aparte de quitar las tejas y poner uralita, una chapuza para quitar la ruina.(Miguel, vecino del
corral, junio 2006)
Después de más de seis meses desalojados, volvieron a ocupar el corral
once vecinos en mayo de 1998. Con ocasión de esta vuelta, los habitantes del
Corral y Copavetria organizaron una velada a la que invitaron a vecinos del
barrio, amigos y diversas autoridades. En esa celebración se descubrieron sen-
das placas conmemorativas. El corral, junto al de las Ranas de la calle Castilla,
se convirtió en la década de los 90 en uno de los centros de reivindicación de
las casas tradicionales de Triana. Siempre abierto a celebraciones, fiestas, actos
reivindicativos e incluso a mítines de Izquierda Unida a quienes los vecinos
reconocían su implicación en contra del proceso de especulación urbana.

85 Las obras tenían un presupuesto inicial de 13.005.636 pts. y fueron concluidas en mayo de 1998.
Expediente 48/80 de la Sección de Conservación de la Edificación

251
Resistencias y reflexividades en el Corral de la Encarnación

Grafitti en la fachada del Corral de la Encarnación, 2006. Sobre las


macetas puede leerse: “A la memoria de Eduardo Corriente, presi-
dente de Copavetria y Trianero de Honor, que nació, vivió y murió en
este corral. Ejemplo de lucha inquebrantable en defensa de los patios
y corrales”.
Foto: José Antonio Flores

Eduardo Corrientes, junto a otros vecinos y desde la coordinación de Co-


pavetria, instaba a otros inquilinos a rebelarse contra la desaparición de los
corrales, contra los intereses exclusivamente económicos de la propiedad…
Se hicieron asambleas, se pegaron carteles, Sebastián de la Obra (adjunto al
Defensor del Pueblo Andaluz) leyó un pregón alternativo en la velá de Santa
Ana… Y los corrales continuaban transformándose y los viejos vecinos se
marchaban a otros lugares.
De esta lucha fueron emblemáticos, por su constancia y por la actividad
de sus inquilinos, el Corral de la Encarnación y el Corral de las Ranas. Tanto
Eduardo Corriente como Francisca y Purificación, del Corral de las Ranas,
trabajaron codo a codo con otros miembros de COPAVETRIA reivindicando
una vida digna en los corrales. Una lucha que no se centraba en la solución
de problemas individuales, sino en la búsqueda de un reconocimiento para el
conjunto de ellos y de una solución social para los vecinos de renta antigua y
que representaban un modo de vida y de ser trianeros.
En el Corral de la Encarnación, reconocido como patrimonio andaluz,
la propiedad continuó cerrando las salas que quedaban vacías, usando como

252
Capítulo V

escombrera uno de los antiguos almacenes y sin realizar ninguna obra de con-
servación o mantenimiento del edificio.
En 2002 se produjo un intento, por parte de la propiedad, de reforma de la
calificación del suelo. El nuevo PEP86, que contradecía las instrucciones par-
ticulares de la inscripción de LIE, proponía la transformación de los partidos
en “duplex”, levantando una segunda planta y planteaba duplicar en altura
la antigua casa-tapón, alienándose con otras nuevas fincas de alrededor que
tienen cuatro plantas... A pesar de los informes y votos en contra de los fun-
cionarios y técnicos del cuerpo de Conservadores del Patrimonio, la Comisión
de Patrimonio de la Provincia de Sevilla, en principio, votó a favor de estos
cambios, aunque finalmente no se llevaron a efecto.
En octubre de 2004 quedaban sólo siete familias viviendo en el inmueble,
ocho partidos ocupados frente a los quince que lo estaban en 1992. En 2004
se estaba produciendo una fuerte presión sobre los vecinos, con amenazas y
hasta siete denuncias interpuestas.
El contrato de compraventa privado87 realizado en julio de 2003 entre los
antiguos propietarios y una nueva sociedad valoraba la finca en 3.103.000 €,
IVA incluido. En éste documento se expresa cómo ésta cantidad se iría pagan-
do, poco a poco, conforme se fueran desalojando a los inquilinos. De ahí el
interés de los antiguos propietarios -personificados en la hija y yerno del que
fue dueño desde los años cuarenta- por expulsar a los viejos inquilinos. “Le
pusieron precios a nuestras cabezas en el contrato de venta, cada vez que se
iba uno se pagaba una cosa” (Manuela, vecina del corral, mayo 2006). Como
fuera que en febrero de 2004 no se hubiera conseguido la salida de ningún
arrendatario, se traspasa el contrato de compraventa, en las mismas condicio-
nes, a “Inmobiliaria Pages del Corro S.A.”88. De nuevo serán los vecinos los
que estaban al quite de la situación y Eduardo Corriente quien se desplaza de
una a otra Administración. Pone en guardia a la Consejería de Cultura sobre

86 Una propuesta de reforma del Plan Especial de Protección de la UA-TR-101 Pages del Corro que
preveía una edificabilidad de 8.000 m2 en una parcela de 1.250 m2 (Documentación del Expediente del
bien, A.P.P.H.)
87 Esta transmisión iba en contra de la legislación española y andaluza de patrimonio en cuanto que
cualquier cambio de manos en los bienes debe ser comunicado a la autoridad competente para que
ejerza el derecho de tanteo o lo delegue en la administración que considere, habitualmente los ayunta-
mientos.
88 Estos asientan escritura en septiembre de 2004 hipotecando las casa 126-128-130 para devolución de
un préstamo de 2.541.000 € (Documento del Registro de la Propiedad, Archivo Particular).

253
Resistencias y reflexividades en el Corral de la Encarnación

una venta de la que esta Administración no había sido informada.


Ante el constante incumplimiento de sus obligaciones de conservación por
parte de la propiedad, finalmente, la Consejería de Cultura decide ejercer su
derecho al tanteo y retracto. En noviembre de 2004 el Ayuntamiento de Sevilla
compra la propiedad del Corral con la intención de rehabilitarlo y dedicarlo al
alojamiento de personas del barrio con bajo nivel de rentas.
En este proceso casi todos los vecinos han ido dejando el corral. Algunos
se fueron a vivir con sus hijos o a residencias por ser ya demasiado mayores;
otros, como Eduardo Corriente, murieron y, finalmente, otros pocos optaron
por llegar a acuerdos con la propiedad y ser indemnizados. Solo quedan tres
familias, todos descendientes de uno de los protagonistas de esta reivindica-
ción: Eduardo Corriente.
“Y se creían que “muerto el perro se acabó la rabia”. Que una vez que se había muerto mi suegro
nos íbamos a ir de allí, pero ya han visto que no. (…) Los que hemos aguantado viviendo allí, con la
casa de esa manera y con los disgustos, que mi suegro se ha muerto de los disgustos que le ha dado la
casa, hemos sido nosotros” (Manuela, vecina del corral, mayo 2006)

¿Un movimiento vecinal activo?


P. Hubo otras reclamaciones a la Consejería para que se catalogaran otros co-
rrales como Lugar de Interés Etnológico ¿Por qué crees que no tuvieron éxi-
to?
R. De otros no sé. Yo sí podría pensar porqué estos dos prosperaron [El Corral de la Encarnación y
la Casa del Pumarejo]. Fue porque en estos dos casos se estableció un movimiento social que fue capaz
de establecer suficientes alianzas y simpatías y suficientemente sólidas y a la vez acciones de protesta y
de resistencia. Lo que hizo difícil que las intenciones de la propiedad prosperaran. (Alonso, abogado,
ex –miembro de Copavetria, mayo 2006)
Tal como afirma Alonso, en torno al Corral de la Encarnación confluyeron
una serie de circunstancias positivas y una red de alianzas. Además de Copa-
vetria, se coaligaron Arquitectura y Compromiso Social, el grupo del Distrito
Triana de Izquierda Unida, un apoyo favorable de la Universidad89 además de
otras personas y profesionales que en aquella época estaban preocupados por
los problemas de especulación urbana en la ciudad. Esta preocupación, sin

89 Además del informe del profesor Escalera de 1993, el Departamento de Antropología Social de la
Universidad de Sevilla presentó un informe favorable a la incoación definitiva del bien en el que se con-
testaba a las alegaciones de la propiedad y de un grupo de vecinos de la Calle Pilar de Gracia en contra
de la catalogación.(Documentación del Expediente del Bien, A.P.P.H.)

254
Capítulo V

embargo, no fraguó en un grupo más o menos organizado y que ejerciera una


presión semi estable.
Un problema, la conciencia social de que habría que transformar esa rea-
lidad, un conjunto de personas y asociaciones que confluyen en ese diagnós-
tico… están presentes algunos de los elementos que se consideran caracterís-
ticos de un movimiento social (Ibarra, 2000). O como definen Riechmann y
Fernández de Buey “un agente colectivo que interviene en el proceso de transformación
social (promoviendo cambios, u oponiéndose a ellos)” (1994: 47).
El proceso de especulación urbana, la injusticia social cometida con unos
inquilinos que llevaban toda una vida viviendo en unos inmuebles, el derecho
a una vivienda digna o la defensa de unos habitantes que habían configurado
la estructura y la identidad del barrio de Triana, todos estos elementos cons-
tituían la base reivindicativa de Copavetria. Sin embargo, la asociación no fue
capaz de articularse de modo creciente con otros grupos sociales que tuvieran
demandas coincidentes y tampoco en sí misma desarrolló una estrategia que
le permitiera continuar o crecer. El contexto de oportunidad político de la
Sevilla de principios de los noventa, con una ciudad volcada en los fastos del
92 y con una protesta realmente débil, era difícil para desarrollar movimientos
vecinales en contra la especulación urbana. No obstante, desde mi punto de
vista, y tal como queda expresado en diferentes entrevistas, el problema de
Copavetria era fundamentalmente que no fue capaz de articular un discurso y
una ideología que aglutinara por igual a todos sus componentes. Como expre-
sa Ibarra:
Un movimiento busca y practica una identidad colectiva, es decir un movimiento
supone que determinada gente quiere vivir conjuntamente una distinta forma de ver,
estar y actuar en el mundo (...). Un movimiento social no puede ser –no es- una oficina
donde la gente arregla sus problemas individuales. Debe existir un mínimo de compar-
tir un sentido, una común forma de interpretar y vivir la realidad. (Ibarra, 2000:10)
Y precisamente uno de los problemas de Copavetria fue que una parte de
sus asociados buscaban tan sólo solucionar sus problemas. Si había una ame-
naza de desahucio, un expediente de ruina, un problema con la propiedad en
los patios o corrales, los vecinos acudían al grupo directivo de la Asociación.
Cuando el problema estaba solucionado, desaparecían. Así perdían también
capacidad de presión y de movilización, pues unos no se apoyaban a otros.
Lo que se produjo fue una incapacidad para compartir un ideario común,
una percepción del problema y de sus soluciones que fueran iguales para to-
dos. De hecho la asociación termina, ya sobre el año 2000, transformándose

255
Resistencias y reflexividades en el Corral de la Encarnación

en un “grupo de presión”. Desde luego no se trata de un grupo al estilo de


los lobbys políticos o empresariales, sino de un pequeño grupo de ciudadanos
que llega a acuerdos con el Ayuntamiento para ir dando solución a situacio-
nes concretas. Así se articula, en vez de una estrategia global, una táctica de
reivindicaciones individualizadas; en vez de la transformación de la realidad
y el conflicto que caracteriza a los movimientos sociales, la presión al poder
y la cooperación con las instituciones que caracteriza a los grupos de interés
(Ibarra, 2000: 83).
Y en la asociación entró gente nueva que mantuvo una política de solucionar temas particulares de
algunas gentes y cambiaron la estrategia ante el Ayuntamiento. Ya no se trataba de una actitud de
buscar una solución general, sino que fueron uno a uno y entonces se buscaba que el ayuntamiento en-
contrara un pisito, de pagarles un alquiler y a cambio de eso pues se estaban agarrados completamente.
Cambiaron la visión y aquello fue el final de la asociación. (Vicente, ex –miembro de Copavetria,
julio 2006).
El Corral de la Encarnación, con un fuerte liderazgo de una persona con
unas ideas fuertes, con capacidad de influencia y acción sobre los vecinos de
su casa, pero también reconocido en el barrio y más allá, sí pudo desarrollar
acciones defensivas y de resistencia ante el acoso de la picota. Sin embargo, la
lucha de estos vecinos y sus reivindicaciones apenas eran conocidos en el resto
de la ciudad. Cuando se trata de sumar esfuerzos y de utilizar el referente del
Corral de la Encarnación en el contexto de la defensa de los derechos de los
inquilinos fue casi al final de todo el proceso, a partir del año 2004. Ante las
presiones de la propiedad para el desalojo de los vecinos, sí que se pudieron
activar las nuevas redes de un movimiento social de mayor dimensión, que se
incardinan en una red de grupos contra los procesos de especulación urbana
y por el derecho a la vivienda90. En marzo de 2004 fue cuando se produjo en
Sevilla el desahucio de una señora mayor, Rosario Piudo, de un inmueble de
la Plaza de la Encarnación. Este hecho tuvo una fuerte repercusión en los
medios de comunicación locales y articuló en torno a sí los movimientos que
venían coincidiendo en torno a la Casa del Pumarejo, en contra de la especu-
lación en la zona norte intramuros de la ciudad, etc. Tal como narra Ángel del
Río a partir de aquí se fundó la Plataforma de Inquilinos Amenazados (PIA),
el germen de creación de una nueva asociación fundada en 2005 y que retoma

90 Como la Plataforma Alameda contra el Urban, que lucho contra el parking subterráneo que se pla-
neaba construir o la Plataforma para Salvar la Casa del Pumarejo formada en el año 2000. (Díaz, 2006,
Hernández Ramirez, 2003a). Todos estos colectivos confluyen en un conjunto de personas activas
dentro de la ciudad y que se incardinan en el Foro Social contra la Globalización.

256
Capítulo V

el espíritu de las Ligas de Inquilinos de principios de siglo, además de llevar


el nombre de Eduardo Corriente: La Liga de Inquilinos La Corriente (2006:
165-166).
Yo no creo que la lucha del Corral de la Encarnación se haya dado en un momento en el que el
grupo que ejercía su conservación haya sido tan grande, tan extensa y tan hegemónica como para
convertirlo en un referente que se haya quedado en la cabeza de los sevillanos en general. De hecho,
mucha gente que se incorpora a la reivindicación de la vivienda, no conocen para nada el corral, sólo
se enteran de su existencia en esta segunda fase. Y los que lo conocen son solo una pequeña parte de
la población, gente que tiene cierto activismo, algunos profesionales… El Corral y lo que sucedió ha
sido útil para ciertas batallas, como crisol de experiencias ha sido útil y son los pequeños mundos que
permiten ir creciendo… (Julián, abogado, ex miembro de Copavetria, mayo 2006)
Durante el año 2004 el Corral de la Encarnación volvió a ser sede de en-
cuentros de grupos, de asambleas, alojó unas jornadas internacionales sobre
viviendas, donde había representantes de inquilinos de Italia, Francia, el País
Vasco… De este modo en su última etapa, consigue aglutinar el apoyo de nue-
vas redes en torno a sí y se convierte en un símbolo de la lucha por el derecho
a una vivienda. La expropiación del Corral por el Ayuntamiento fue celebrada
por todo lo alto. La ausencia de Eduardo fue recordada dando su nombre a
la recién formada asociación. Y decorando la fachada con su imagen, aunque
fuese de un modo efímero.

Fachada del Corral de la Encarnación en la actualidad (2006). Homenaje a Eduardo Corriente.


©José Antonio Flores

257
Resistencias y reflexividades en el Corral de la Encarnación

LAS “RAZONES” DE ESTE PATRIMONIO


Uno de los argumentos esgrimidos en la Comisión de Patrimonio antes
citada fue el de las condiciones de vida del corral. Los modos de vida de los
corrales, sus problemas y sus ventajas, van a ser definidos y comprendidos de
formas muy diferentes según la posición que ocupen los diferentes agentes
que se aproximen a estas realidades. Este apartado se introduce en los distin-
tos posicionamientos que tienen los principales agentes protagonistas de el
inmueble de Pages del Corro ante su definición como patrimonio. Diferencia-
mos en principio tres ejes del discurso en torno a los contenidos patrimoniales
del corral, donde se visibiliza el conflicto entre distintos colectivos: en primer
lugar, la consideración de los “modos de vida” en tanto que patrimonio; en
segundo lugar, la reivindicación de unos derechos sociales que articulan la pa-
trimonialización como un instrumento para la consecución de sus objetivos;
en tercer lugar, las referencias al corral como representación de una estética y
unas creaciones “populares”, reivindicadas desde un punto de vista nostálgico,
romántico o folklorista.
Estos tres ejes se entrecruzan, dando entidad al proceso de patrimoniali-
zación del corral. Muy sintéticamente y a riesgo de simplificar: a) La imagen
romántica de patios y corrales, permitió que hubiera un talante favorable a la
inscripción del Corral en el Catálogo. b) El avance de la especulación urbana
fue arrinconando los corrales y creando una conciencia entre los inquilinos
sobre la injusticia que se estaba cometiendo. c) A su vez los procesos de reivin-
dicación social y d) los nuevos conceptos que -de la mano de una antropología
académica en expansión- llegaban a la sociedad, permitieron el desarrollo de
una nueva conciencia sobre los modos de vida en los corrales de vecinos. Es
decir, que todos estos discursos y posicionamientos, que se muestran como
conflictivos y contrapuestos, van tejiendo un proceso de patrimonialización,
que resignifica los corrales y patios y que atribuye un nuevo espacio en la ciu-
dad al Corral de la Encarnación –permite su continuidad física, pero a la vez
que lo ubica de modo simbólico en un nuevo lugar-.
He articulado este apartado en dos grandes bloques, uno centrado en los
modos de vida, en el que se definen los posicionamientos de los agentes pro-
tagonistas del proceso y otro centrado en la visón romántica y popular de los
patios y corrales que se aproxima, de un modo más superficial, a las visiones
más extendidas entre los visitantes y los ciudadanos del barrio.

258
Capítulo V

Los “modos de vida” como patrimonio


a) El orgullo de ser corralera.
Y diremos que los corrales son microcosmos con muchos individuos; (…) donde la
palabra circula para expresarse con una intensidad calurosa en la que ciertas historias
tienen sabor exclusivamente para ellos mismos. (Carloni, 2002: 138)
Para los vecinos y las vecinas el corral es un lugar privilegiado, es “su casa”.
El sitio donde se han criado, donde nacieron sus padres y sus hijos, donde
ha transcurrido gran parte de sus vidas, donde han visto envejecer y morir a
familiares y vecinos. Para los antiguos inquilinos con los que he hablado, el
corral es también un escenario de lucha, de reivindicación, una conquista. En
los relatos y las charlas hay una constante relación entre la casa, las personas y
lugares del barrio, acontecimientos. El Corral de la Encarnación forma parte
del barrio, en él se inscribe en su concepción no solo física, sino sentimental
y espacial. La vinculación con el barrio es una de las referencias constantes en
la reivindicación del corral. Incluso en el realojamiento provisional que están
viviendo mientras que se rehabilita el corral, han luchado para quedarse en
Triana –en el rehabilitado Corral del Cura-. El corral se entiende, desde esta
perspectiva en su imbricación con el vecindario, con sus tiendas, sus bares, sus
lugares de trabajo, sus símbolos sagrados, sus lugares de memoria…
Y allí en el corral está un pozo, que ese pozo ha abastecido a toda Triana de agua. Se formaban las
colas para entrar, las colas larguísimas. Eso lo he conocido y lo he vivido yo. Y entonces los muni-
cipales, que eran los guindillas, llevaban las colas. “¡Venga, venga tú, por ahí!”. Llegaba un vecino
a coger agua del pozo y decían “Quietos ustedes, primero el vecino, que después de que cogéis agua
de aquí, no os podéis quejar”. Porque muchos, porque entonces como la mayoría eran gitanos lo que
había aquí, porque estos eran corrales gitanos, hasta llegar a Republica Argentina eran tós corrales,
a derecha e izquierda.
(…) Porque entonces se llamaban los guindillas, que nos poníamos a jugar a la pelota con un calcetín
lleno de papel… “¡qué vienen los guindillas!” y salíamos todos los críos corriendo… porque te veían
corriendo a la pelota, te llevaban a tu padre: “Que no puedes jugar a la pelota en la calle, la próxima
vez te multo”. Por suerte y desgracia aquí en Triana había unos cuantos que eran unos buenazos.
Había una tal Paco que ya debe de estar jubilado, estaba también otro que vivía en la calle Troya
que hay dos casa de municipales y se plantaba a silbar pa que nos enteráramos. ¡Los guindillas! Y a
correr.(Antonio, vecino del corral, febrero 2006)
Dicen que el Corral también es… porque cuando hubo una riada, que se inundó toda Triana
entera, refugiaron a la Esperanza de Triana en la Capilla de la Encarnación. Y estuvo allí poco
tiempo, porque fue la Semana Santa y salió de allí. Luego a los dos años volvió a pasar lo mismo y
también iba a salir de allí pero ya como se fue el agua pues se fue a su capilla. Que fue entonces cuando
la famosa riada que llegó el agua a la boca del León. (Manuela, vecina del corral, mayo 2006)
Es probable que en esta leyenda se entremezclen datos y sucesos diferen-

259
Resistencias y reflexividades en el Corral de la Encarnación

tes. Se halla documentada la estancia de la Hermandad “en la Iglesia del Convento


de la Encarnación, situado en la calle Pagés del Corro, en 1755, al cerrarse la Parroquia
de Santa Ana por los destrozos del terremoto conocido como el “de Portugal”91. No obs-
tante, lo que resulta relevante es la vinculación del corral con la Hermandad y
la imagen de la Virgen, símbolo de Triana, con el que los vecinos se identifican
profundamente. Para ellos esta vinculación es una de las razones por las que
el corral está catalogado o reconocido como patrimonio.
Se ha escrito mucho sobre la vida en los corrales de vecinos. Sobre la cares-
tía de la vivienda y la necesidad de compartir un espacio exiguo para familias
muy grandes; sobre las dificultades de convivencia y de organización en los
espacios comunes, como servicios, cocinas o lavaderos; sobre los problemas
sanitarios, de higiene… También se ha escrito sobre la solidaridad, la ayuda
mutua, los lazos de compadrazgo; sobre las fiestas y rituales, sobre candelas,
cantes, flamenco…
Los patios y corrales de vecinos tradicionales reflejan unas formas de con-
vivencia y de organización social profundamente vinculados con el espacio. El
corral, el patio que centraliza el lugar, es el “corazón” de la casa. En el Corral
de la Encarnación, de una sola planta, esto es aún más ostensible que en los de
varias plantas con galerías. Cada puerta da directamente al corral, que se con-
vierte en espacio de expansión necesario de los pequeños treinta metros que
tiene cada partido. Un lugar al mismo tiempo público –compartido por todos
los habitantes del corral, abierto a la calle- y privado –respecto a los de fuera,
que pueden asomarse o pasar pero que están ocupando un espacio privativo-.
Se delimitan, de modo tácito y permeable, las antesalas de las puertas, a través
de macetas, de sillas, toldos… El patio es sala de estar –todas las entrevistas
y charlas con los vecinos han tenido lugar siempre en el patio, sentados a la
puerta de la casa-partido-, sitio donde sentarse, donde conversar en pie, lugar
de juegos de niños... Es lugar de trabajo, del zapatero, del tapicero y de otros
oficios menudos… Mucho más antes, cuando además del lavadero, las cocinas
estaban en el exterior y las mujeres se afanaban constantemente en el espa-
cio común. Ese “hacer la vida” con los demás, compartiendo innumerables
minucias cotidianas, entreteje solidaridades y disputas, redefine parentescos y
amistades...
Desde la perspectiva de sus habitantes, vivir en los corrales define una ma-

91 Página web de la Hermandad Sacramental de la Esperanza de Triana, consulta 2006.

260
Capítulo V

nera de ser y de estar. Cuando se ha vivido en un corral difícilmente se adapta


alguien a la vida en un piso, en otro contexto, en otra vecindad:
Como la Isabelita, que hasta el piso es de ella, iba todas las semanas santas a ver las cofradías,
además hasta hace dos o tres años ha estado yendo a la puerta del corral a ver la Esperanza de Tria-
na. Todos los años. Además, que ella lo dice, que si a ella una vez que arreglaran eso [el Corral de
la Encarnación] le daban allí una vivienda, le daba el piso al (ininteligible). Que ella pagaba ahí su
renta y ella se quedaba. Lo que es que fue un enfosque (sic) que la gente se aferraron a los pisos…
Todo nuevo, no ¡uh! yo me voy a vivir a un piso, ahora yo soy… [gesto como levantando la cabeza y
mirando por encima del hombro] Como decían en muchos sitios: “Si eres una corralera, ¿cómo te vas
a poner…?” Eso lo decía la difunta de mi suegra. Cuando iba al patio y [imitándola] “Hay que ver,
que hartura de piso. Encerrá. Esto, que si la de arriba se queja, que si la de abajo me dice questo, que
yo hago esto… Y yo apenas paro allí porque me voy por no aguantar a nadie…” Y la difunta de mi
suegra le decía “Sabelita, si tú eres una corralera, ¿cómo vas a vivir en un piso? Tú estás acostumbrá
al patio, a salir, a hablar fuerte, a esto…” [risas]. Y no solo eso, es que allí [en el corral] se ponía
alguien malo y pronto, plus, a atenderlo. Y ahora te metes en un piso, cierras la puerta y no aparece
nadie. Y te encuentran a los dos o tres días, que ya ha pasado en muchos sitios. (Manuela, vecina
del corral, mayo 2006)
En las tres familias que quedan en el corral se suele ver positivamente este
modo de vida. Se insiste en la confianza, en las puertas abiertas de las salas, en
la seguridad que da el corral a sus vecinos, en la solidaridad en el cuidado de
los niños, en la atención a los enfermos y a los más ancianos. Unas atenciones
y ayudas cuyo peso ha recaído mayoritariamente en las mujeres, que ocupan el
lugar de un modo determinante y que establecen, en el día a día, las pautas de
convivencia y mutualidad.
Yo me iba al colegio y, como quien dice, estaba bajo la tutela de una vecina, la Petronila. Ella hacia
de comer para cuando mi madre venía, a las tres, tres y pico del puesto y mi padre venía del mercado,
para que tuvieran la comida. Ella lo hacia. Lo que pasa es que mi madre si hacia un puchero, tenia
que comprar también el de la vecina, para que comiera (Antonio, vecino del corral, febrero 2006)
Y le hacia falta un trozo de pan y una cebolla y venía, déjame una cebolla. Pasaba todo al momento.
Y se ponía malo y ya tenías a todas las vecinas encima. Unas llevándote el caldito, el pan, esto… tu
niño no tiene problemas está aquí con los míos…ahí hemos cambiado mucho. (Manuela, vecina del
corral, mayo 2006)
Por supuesto, que ello supone conocer en profundidad la vida de los otros
y enjuiciarla constantemente: si se cuida o no se cuida a los mayores o los ni-
ños adecuadamente; si se lleva o no se lleva bien con su pareja; si se bebe esto
o se tiene el otro defecto… En las entrevistas del Corral de la Encarnación
estos detalles, relatados a través de diversas anécdotas, se personifican, iden-
tificando a los protagonistas, sus genealogías y parentescos, y valorando sus
acciones, en positivo y en negativo. Lo que para muchos de los más jóvenes
sería una falta de intimidad y de privacidad, ni tan siquiera se considera. Alida

261
Resistencias y reflexividades en el Corral de la Encarnación

Carloni, precisamente atestigua la transformación de valores que se estaba


produciendo en los corrales y las diferentes perspectivas sobre estas formas de
convivencia y de compartir la vida: donde una madre ve solidaridad y ayuda,
la hija ve intromisión y falta de privacidad (Carloni, 1991: 47).
Incluso algunas de las situaciones que desde los valores normativos de hoy
–y de ciertas clases sociales de ayer- aparecen como objetivamente peores,
pueden relatarse en positivo.
Gente joven era como se suele decir casi todo el corral, porque el que mínimo tenía cuatro o cinco
chiquillos. Allí había en cada casa siete u ocho y viviendo en una habitación y comedor, porque aquello
nada más que tiene una habitación comedor. Nosotros cuando vivíamos en el 11, entonces vivía mi
abuela, la madre de mi padre, eso hemos vivido en la casa pues catorce personas.
¿Catorce personas en una casa de esas?
Pues más bien vivíamos que la mar, en la cama tos echaos. El último que llegue, a la pared (risas).
Y no solamente eso, que allí estaba mi abuela, y estaba mi padre que estaba casado y con dos niños,
entonces éramos dos. Estaba mi tía Eduarda, que tenía uno, dos tres, cuatro chiquillos, con el marido
son seis. Con mi abuela y nosotros once. Mi tía Rocío doce, mi tía Ángela trece y aluego se casó mi tía
Rocío que vivía allí hasta que luego se fue a vivir enfrente, en el corral Vega… Colchones en el suelo,
todo el mundo echao y más bien que ná… (Antonio, vecino del corral, febrero 2006)
Aún cuando la memoria infantil endulce la situación y dé una lectura posi-
tiva, la narración describe una fase de tránsito, ni mucho menos considerada
como ideal o permanente:
(…) Eso es sobre el año… hace unos cuarenta y tantos años. Y entonces mi padre echó el tabique,
que le dio permiso el dueño y mi padre pagó el albañil y el material, entonces todavía vivía mi abuela.
Sino que ya como se habían ido las otras hijas, se veía feo que un matrimonio estuviera ahí y el otro
[matrimonio], viviendo y si tenían que hacer sus cosas… se veía feo. Cogió partió y entonces le puso a
mi padre 28 duros y a mi tía le puso 75 pts. (Antonio, vecino del corral, febrero 2006)
Por supuesto que las nociones de privacidad, de qué espacios se podían
compartir, de si había que disponer de lugares individualizados y de cómo se
podían distribuir niños y adultos en las camas… han ido cambiando y expan-
diéndose según los conceptos individualistas de la burguesía. Luís Montoto se
lamentaba ya de la situación a finales del siglo XIX, apoyándose en argumen-
tos higienistas y morales:
“¿Cómo vivís aquí –les he preguntado-; sin respirar aires puros, sin tener espacios en
que moveros; atropellándoos, aspirando el humo del carbón; respirando esta atmós-
fera metífica, que envenena; iniciando a los niños en misterios cuyo esclarecimiento
marchita las flores de la virginidad?” (1998:25).
Por otra parte, aun cuando los vecinos y vecinas del corral reafirmen cons-
tantemente los aspectos más positivos de la vida corralera y elaboren un discur-

262
Capítulo V

so que muestra una gran identidad con su corral y con la vida de los patios, no
por ello dejan de matizar y de entender la dureza de muchas de las situaciones,
la miseria de muchas etapas y la incomodidad de vivir en las condiciones en las
que lo han hecho en los últimos veinte años. Las entrevistas -sorprendentes y
riquísimas en cuanto a su viveza, su gestualidad y teatralización, en el colorido
de las descripciones, en la recreación de diálogos supuestos, en la capacidad
de evocación- van dejando ver de modo constante hitos biográficos, sucesos
y anécdotas que muestran el deseo de otra vida mejor. Son narraciones de
orgullo, de lucha, de reivindicación, pero hilvanadas de amarguras, de dureza,
de amenazas y problemas.
-“Yo mismamente soy analfabeto. Con seis años me puse de lechero, trabajaba desde las siete de la
mañana, hasta las cuatro de la tarde”
-“Y nos denunció porque decía que habíamos hecho cuartos de baño, (con sorna) que baje esa Doña
Rosita a bañarse cuando quiera, que vea el “jacuzzi” que tengo”
-“La humedad siempre y cuando quitamos las goteras del tejado, fue peor, porque nos pusieron la
Uralita, que no se la ponen ni a los animales”
-“Decían que lo que tenía era la bebida, pero es que no tenía nada ni nadie. Y es verdad que ella
se tomaba sus copitas, pero tampoco era… A ella le gustaban un par de copitas de ginebra por las
mañanas y ya luego no bebía más, dos o tres cervezas en el día, lo que pasa es que no comía na y tan
mayor…”
Por ello cuando se habla con detenimiento los vecinos, reconocen que
están allí porque no tenían medios para haberse ido a otro sitio. Todos los
que tenían una seguridad económica habían ido dejando el corral. Los descen-
dientes de Eduardo, son sólo tres familias las que quedan, han formado una
piña para asegurar un hogar a todos ellos. Un lugar, su casa de siempre, que
les permita darse apoyo mutuo, como lo han hecho y lo han visto hacer hasta
ahora.
Es necesaria, sin embargo, una aclaración respecto al espacio y la forma de
compartir la vivienda en los corrales de vecinos. Hemos de tener en cuenta
que el Corral de la Encarnación era un diseño decimonónico creado expre-
samente para el alojamiento de las clases trabajadoras de la ciudad. Era un
espacio producido para su consumo según los cánones de su época, en los
que se entendía que los grupos familiares podían perfectamente compartir
habitación en dos estancias. Estas normas están claramente alejadas de las de
hoy, en las que se considera que hay un problema de “hacinamiento” cuando
una pareja con dos hijos comparte un piso de cincuenta metros cuadrados.
Tal como describe Signorelli (1999: 95-ss.) respecto al periodo de entregue-

263
Resistencias y reflexividades en el Corral de la Encarnación

rras en Italia, lo que se consideraba adecuado era disponer de una alcoba para
el matrimonio, además de una sala o estancia que hacia las veces de cocina,
estar y alojamiento para los hijos y/o personas solteras de la unidad domés-
tica. Es este el uso, la norma, a la que hace referencia explícita Antonio en lo
que nos estaba narrando sobre la segmentación de la casa: se entendía que
los matrimonios debían disponer de cierta privacidad. Por otra parte, era fre-
cuente que cuando se disponía de una tercera habitación, ésta se usara como
espacio de recepción o “pieza de mostrar a los otros”. Los valores respecto a
la distribución del espacio eran diferentes de los actuales: “En algunas ocasio-
nes, mientras la sala permanecía cerrada, los muchachos estudiaban y jugaban
en la cocina y dormían en alguna colchoneta en el pasillo” (ibidem.: 99). Este
espacio de representación social en los corrales de vecinos era el patio, como
centro de sociabilidad y ámbito de “estar”, siempre que el tiempo lo permi-
tiera, tal como lo han documentado en sus trabajos Alida Carloni, Ricardo
Morgado y otros.
En general, en el ámbito andaluz y para las clases sociales menos acauda-
ladas, dormir en una sala común o compartir estancia con animales no era
nada infrecuente y sólo en las últimas décadas se ha generalizado la idea de un
espacio doméstico funcional y físicamente cada vez más segmentado (Agudo,
1999d; Agudo y Valcuende, 1999), con una progresiva individualización de las
estancias de la que son paradigmáticas las habitaciones de los adolescentes de
nuestro entorno.
Estos párrafos precedentes sirven para clarificar algunos aspectos y dar
entrada a otras voces en un debate en el que se han ido posicionando -de un
modo ciertamente clarificador- los diversos agentes que han participado en el
proceso de patrimonialización del Corral de la Encarnación. El fondo de la
cuestión no es otro que la “conservación” de los modos de vidas en los corrales
de vecinos.
b) Modernización higienista y progreso. Los protagonistas de la es-
peculación urbana.
La propiedad del corral ha utilizado como argumento contrario a su pro-
tección precisamente lo indeseable de unos servicios sanitarios o cocinas co-
munes, así como el tamaño reducido de los partidos:
“…la llamada cultura de patios se identifica por la existencia de unos elementos co-
munes: servicios, lavaderos y cocinas (…) No habiendo conseguido sobrevivir dichos
elementos físicos comunes y formas de vida en comunidad, parece un ejercicio de
inmadura y absurda nostalgia el realizar un esfuerzo (…) de tal envergadura en orden

264
Capítulo V

a hacer detenerse la máquina del tiempo, (…) Parece evidente para un nivel cultural
medio concluir que el proceso histórico de la cultura urbana (…) ha consistido afor-
tunadamente en lo que se ha dado en llamar proceso de higienización de las ciudades.
En París, en Bruselas, en Madrid y en Sevilla el siglo pasado y el anterior existieron des-
graciadas formas de vida en común muy similares a las que se pretenden proteger en la
resolución impugnada: bloques enteros en los que se producía un brutal hacinamiento
por estar estructurados en viviendas de superficies mínimas, con elementos sanitarios
comunes y únicos por planta, con perversas condiciones de edificación. Pues bien lo
que la cultura en su desarrollo histórico ha supuesto ha sido justamente lo contrario de
lo que pretende proteger la resolución impugnada y se ha concretado en la consecu-
ción de unos hábitats urbanos propios de la época que estamos viviendo y eso ha sido
calificado hasta el momento como progreso y cultura” (Alegación Tercera del Recurso
interpuesto a Tribunales por la Propiedad del corral en 1994, Archivo Particular, se ha
respetado la ortografía y puntuación original).92
Desde el punto de vista de los intereses privados de los propietarios del
inmueble, la protección del corral paraliza el proceso de venta y edificación de
nueva planta en la zona. Debemos recordar que se había constituido ya una
Junta de Compensación que articulaba la manzana y se adecuaba al trazado
de nuevas calles. La argumentación, se basaba en no considerar adecuados los
valores que se atribuyen al inmueble, tachándolos de regresivos y no acordes
con el “progreso cultural”. Esta alegación aparentaba una preocupación por la
adecuación de la vivienda y el bienestar de sus ocupantes que no tenía ninguna
coherencia con una larga trayectoria de descuido y falta de mantenimiento del
local. Sin embargo, más que una preocupación moral por las condiciones de
vida de los habitantes y por la posible “in-justicia” social de la catalogación, el
razonamiento se atenía a unos principios supuestamente aceptados por todos,
vinculados a una noción de progreso claramente relacionada con la ideología
modernizadora de los años cincuenta y sesenta. Es más, en el punto cuarto de
las alegaciones queda clarísima esta circunstancia en tanto que se informa que
la Administración no dispone de formulas legales para mantener un modo de
vida cuando los inquilinos dejen de estar. Y que la propiedad ya ha tramitado
el desahucio de entre el 80 y el 90% de los arrendatarios (Op. Cit. 1994).
La visión más general de los poderes políticos y económicos relacionados
con el urbanismo en la ciudad, se observa en los debates de 2002. Resulta lla-
mativo que en la Comisión de Patrimonio, que supuestamente parte de valores
e intereses muy diferentes a los de la propiedad y una de cuyas funciones es

92 Documentación del Expediente del Corral de la Encarnación, A.P.P.H.

265
Resistencias y reflexividades en el Corral de la Encarnación

contrarrestar las tendencias del mercado inmobiliario, se haya debatido pre-


cisamente en los mismos términos. Es decir, que se haya considerado que,
“teniendo patio”, lo mismo da una planta que dos; que proteger un modo
de vida es una falacia utópica y que los partidos en una sola planta serían ne-
cesariamente demasiado pequeños para garantizar una vida digna según los
cánones actuales.
El concepto de espacio como un elemento construido físicamente pero
también a través de la interacción de las personas que en el se desenvuelven
y lo significan, largamente debatido por las ciencias sociales fue fácilmente
ignorado por las fuerzas fácticas de la Comisión de Patrimonio.
Porque además intentaban convencerme, (…) me decía que eso era la forma de vida y que eso,
mientras que siguiera habiendo patio y… (…) Puedes reformar, hacerles unos baños, lo que fuera,
pero la estructura que no se la cargaran… (…) Porque claro, me decían que quién iba a vivir en
aquellas condiciones, en cuarenta o cincuent Ha sido así con la zona vieja de Triana, pero también
con Nervión, después con la zona San Luís- Alameda y más recientemente con los nuevos espacios de
cara al río en la zona norte, Nuevo-Torneo. a metros cuadrados. Ya me puse… y les dije, claro, noso-
tros necesitamos 200 m. para vivir pero no todo el mundo los necesita. En 40 o 50 m. un matrimonio
mayor vive y uno joven también vive y unos estudiantes viven… y bueno y ¡qué pasa! Sobre todo fue
eso, la crítica a las condiciones de vida y que en 200 m. había mejores condiciones de vida, pues sí claro
y otros vecinos venidos de otra parte y con otros medios económicos. (Técnico de la Consejería de
Cultura, septiembre 2006)
Efectivamente, tal como dice el técnico parece que de lo que se está discu-
tiendo no es si se puede vivir adecuadamente en un número de metros, sino
de cuántos metros debe ser una vivienda para ser pagada por determinados
grupos sociales. Con esa reforma estaba claro que lo que se transformaba no
era tan sólo la tipología arquitectónica, sino el estatus y el estilo de vida de los
ocupantes del corral.
Esta visión ha sido la que ha prevalecido en todo el proceso de urbani-
zación de la calle Páges del Corro, de muchas otras calles de Triana y desde
finales de los noventa, del sector norte intramuros de la ciudad. Se considera
el espacio de la ciudad exclusivamente en términos de mercado, no de otros
valores como el tejido social y las redes de relaciones, las identidades, los vín-
culos afectivos… que en definitiva conforman la calidad del espacio urbano.
Desde el modelo que ha imperado en el Ayuntamiento de la ciudad y que sigue
los dictámenes de los intereses inmobiliarios, los sectores más acaudalados de
la población han ido ocupando los “lugares centrales”, constantemente rede-

266
Capítulo V

finidos, para crear así nuevas parcelas de crecimiento y especulación93. La gen-


trificación lleva a nuevos ocupantes a los viejos barrios despersonalizándolos
y, al menos en el caso de Triana, apoderándose de viejos símbolos y referentes
creados desde y por las clases subalternas94. Cabría preguntarse si en este pro-
ceso de “posible usurpación” de significados –que se verá más extensamente
en el próximo apartado- la conservación de algunos corrales y de sólo unos
pocos de sus viejos habitantes, no viene sino a reforzar esa cualidad “popular”
del territorio trianero, dejando ciertos testimonios, pero ya descontextualiza-
dos y sin verdadera entidad social.

c) Los antropólogos y la defensa del patrimonio intangible


Por el contrario, la posición de los expertos, principalmente antropólogos,
insiste en que cuando se habla de modos de vida o de patrimonio inmaterial,
no se pretende ni fosilizar la cultura –impidiendo su dinámica de cambio-, ni
de obligar a nadie a comportarse o vivir de un modo determinado. De lo que
se trata es de dar a conocer una realidad social, como es la de los corrales de
vecinos, que ha sido mayoritaria durante una época en la ciudad de Sevilla y en
otras ciudades andaluzas. Un modo de vida que está en la memoria y que ha
conformado el carácter, la identidad e incluso muchos de los símbolos de un
barrio como Triana. Este es el sentido que tienen los diferentes informes fir-
mados por Javier Escalera (1993), Enma Martín (1995) e incluso el borrador
de la inscripción redactado por Fuensanta Plata (1995)95.
“La protección del edificio, aparte de los valores intrínsecos al mismo como re-
presentativo de una de las tipologías de este tipo de habitación, la de corral con casa
tapón, se hace imprescindible para procurar el mantenimiento, en sus rasgos funda-
mentales, de unas formas de vida, un tipo de relaciones de sociabilidad y unas prácticas
culturales de carácter colectivo y comunitario, las cuales no tienen sentido sin el espa-
cio que le sirve de continente (sic.). La protección del inmueble tiene como objetivo

93 Ha sido así con la zona vieja de Triana, pero también con Nervión, después con la zona San Luís-
Alameda y más recientemente con los nuevos espacios de cara al río en la zona norte, Nuevo-Torneo.
94 Si bien es cierto que este barrio conserva parte de su tejido social anterior y que la fuerza de sus
referentes territoriales y de sus símbolos identitarios son capaces de absorber y a veces hasta de integrar
a los nuevos residentes, también es cierto que el precio del suelo obliga a marcharse cada vez a más
personas –de ahí el progresivo envejecimiento del barrio-. Lo que resulta más evidente es que una parte
del precio del suelo alcanzado por los inmuebles del barrio tiene que ver con su imagen de tradición,
esencia, carácter, etc.
95 Documentos que se encuentran en el Expediente de inscripción del bien, A.P.P.H.

267
Resistencias y reflexividades en el Corral de la Encarnación

fundamental el de establecer las condiciones que, sin la pretensión absurda de fosilizar


ninguna forma cultural no mucho menos mantener en la indignidad a un colectivo
humano, permita a dicho colectivo reproducirse socialmente, cosa que el deterioro de
las condiciones de habitabilidad producido por el abandono al que se ha visto some-
tido el edificio por parte de la propiedad durante lustros ponen en evidente riesgo”
(Martín, E. 1995; Informe del Departamento de Antropología Social de la Universidad
de Sevilla en Documentación Técnica del Bien, A.P.P.H.)
Desde el punto de vista técnico, este reconocimiento no conlleva la fosi-
lización de estas actividades; implica facilitar la investigación y la difusión de
cómo fue aquello (Moreno Navarro, 1991, 1999b; Rioja López, 1996, 1999;
Agudo Torrico, 1997, 1999a, Quintero, 2003b; Plata y Rioja, 2005; etc.).
Para los técnicos, conceptualmente, el espacio y las formas de vida y habi-
tación están indisolublemente ligados. Por ello en este caso es irrenunciable
vincular a la población que ha conocido ese modo de vida y que lo ha seguido
practicando, a los lugares, a los patios –cada vez menos- que todavía quedan
como testimonios de ese pasado.
Desde esta perspectiva -y en ello contradicen a la reclamación judicial-
los modos de vida del patio, nunca han sido estáticos, y no están sujetos a
unos elementos concretos. Algunos autores, como Morgado (2003) o Carloni
(2002) explicitan que seguramente la forma en que se organizaban los usos, el
modo en que se dirimían las peleas y el contacto necesario en lavaderos, servi-
cios, etc. promoverían unos sentidos de comunidad distintos de los de hoy.
La postura de algunos técnicos es ciertamente optimista. Se basa en que la
articulación de las casas, de las familias en relación a un espacio cerrado en sí
mismo, circular, como es el corral o patio, produce un núcleo de relaciones
y vínculos que no se encuentran o que son más difíciles de desarrollar en los
actuales bloques de vivienda.

d) Patrimonio y razón social
Una de las reivindicaciones y reclamaciones de COPAVETRIA en defensa
de los patios y corrales de vecinos, ha sido su catalogación como patrimonio
cultural. Esta asociación considera que la catalogación no es la solución de los
problemas del corral, pero sí puede llegar a ser un instrumento efectivo que
les libre de la picota. En varias ocasiones se han dirigido a la Administración
de cultura solicitando la declaración de patios como el Corral de las Ranas, la
Casa Troya, el Corral de los Fideos, etc.

268
Capítulo V

Sabemos por experiencia que en sí, la declaración de un patio/corral no implica su


mejora; pero es una medida cautelar que al menos disuade de las especulaciones que
sobre ellos se ciernen. Salvar los patios no es solo preservar un patrimonio, con ser
esto mismo importante; es también contribuir solidariamente a que sus mora-
dores disfruten de unas condiciones de vida dignas en el hábitat al que están
unidos de forma tan entrañable. Y es, también, una forma de vida de la que
tenemos que aprender mucho. (José Maria Luján, vocal de Copavetria, 1998; escrito
dirigido a la Consejería de Cultura, A.P.P.H.; énfasis añadido)
La filosofía básica y la lucha de COPAVETRIA durante toda la década de
los noventa fue precisamente ésta: procurar a los habitantes de los corrales
unas adecuadas condiciones de vida. Reivindicaban el derecho de los inquilinos
de renta antigua a vivir en sus casas de siempre, pero debidamente adaptadas y
acondicionadas. El patio como espacio de convivencia y de desenvolvimiento
de unos modos de vida debía ser respetado. El enclave en el barrio, también.
Esta reivindicación, de modo generalizado, no fue sostenida en bloque y hasta
el final –tal como se ha explicado en páginas anteriores-, pero si fue la filosofía
que sustentó sus inicios y que mantuvo su Junta Directiva hasta finales de los
noventa.
Copavetria no hizo de la dimensión patrimonial –al menos no en la más
clásica visión de ésta- la principal de sus premisas, simplemente fue un valor
añadido al valor fundamental que ellos consideraban. Este valor se resumía en
un derecho adquirido y en un caso de justicia social. Para el sector más con-
cienciado de la asociación, muchos de los que no tenían una vivienda en un
corral, la conservación de éstos era principalmente una cuestión de justicia social y que tenía
que ver con un modelo de ciudad y de sociedad. Desde el punto de vista de este gru-
po, el proceso de urbanización de Triana se había hecho a través de un éxodo
forzoso que había llevado a muchos de los antiguos inquilinos a residencias de
la periferia en barrios depauperados y con graves problemas de marginalidad.
Un proceso que han descrito diversos especialistas en la materia en otras ciu-
dades. Como dice Signorelli en el caso italiano: “La progresiva expulsión de
las clases menos ricas de las viejas colonias del centro muy a menudo no fue
otra cosa que una operación especulativa (…) enmascarada con el nombre de
resaneamiento” (1999: 97). El proceso, lejos de detenerse pasados los años del
desarrollismo y de los “refugios”, continuó bajo la expansión especulativa que
precedió y siguió a la Exposición del 9296. El posicionamiento de Copavetria

96 La estrategia de la Exposición del 92 de difusión de la ciudad a nivel mundial y las operaciones que

269
Resistencias y reflexividades en el Corral de la Encarnación

era el de reivindicar los corrales para los vecinos de siempre, frenando e inclu-
so revirtiendo este sistema de “llevarse a los pobres a barriadas marginales”.
Los corrales debían rehabilitarse con dinero y ayudas publicas y servir para
asentar a la población que en ellos había vivido, incluso ofertando la vuelta
a aquellas familias que se habían tenido que marchar a barrios de la periferia
urbana. Evidentemente, no lo lograron.
Nosotros conseguimos un efecto perverso con nuestras reivindicaciones y es que la Administración les
facilitó a los propietarios muchísimo las cosas. Porque nosotros decíamos, los corrales hay que rehabili-
tarlos porque son un patrimonio, porque tienen un valor social, etc. etc. y la Administración puso una
línea de crédito para quienes quisieran rehabilitarlos. (..) Hay otros corrales, la mayoría, donde vivían
una par de vecinos de los antiguos y con dinero publico, dinero de todos nosotros, la Administración
les ha dado a esas empresas para que arreglen el corral y ahora tienen unas viviendas estupendas, y
ahora tienen las viviendas que las ponen en alquiler o en venta a precio de mercado, no a precio social.
La rehabilitación se ha hecho por la casuística particular que tenían esos corrales ¿no? También po-
drían haber traído a los vecinos que en su día vivieron en ese corral que están en el extrarradio y que
quisieran volver aquí ¿no? Pero bueno como esto se dejó en manos del sector privado, el sector privado
no entiende de romanticismo y menos con el suelo tan carísimo que hay aquí. Y cuanto más caro mejor
para los especuladores, porque más ganan.
(…) El efecto perverso es que en vez de redundar ese esfuerzo en beneficio del pueblo en general, de
las gentes que se vieron forzadas a irse de su barrio, pues en vez de eso beneficia a los propietarios, las
promotoras, las inmobiliarios… porque claro pagar un apartamento en un corral de vecinos a millón
el metro pues eso ¿quien lo puede hacer? Porque claro los vecinos de siempre, que están viviendo en el
polígono san pablo, en las tres mil, donde sea, no pueden hacerlo. Pero viene gente de fuera que lo paga
y que implica un encarecimiento del suelo en todo el barrio ¿no? Y eso siempre va en perjuicio de la
gente ha vivido en este barrio… (Vicente, ex -miembro de COPAVETRIA, julio 2006)
Desde este punto de vista, la catalogación de estos bienes como patrimonio
etnológico es una estrategia consciente para evitar la ruina y el desahucio de
los vecinos. Lo que trata es de restringir la tendencia de la propiedad a vender
estos bienes como suelo. En este posicionamiento se enfrentan explícitamente
tanto a la propiedad como a la política desarrollada por el ayuntamiento sevi-
llano.
El informe de la Conservadora de Patrimonio de la Dirección General de
Bienes Culturales, indica muy expresivamente:

se realizaron para ello tuvieron, entre otras consecuencias perversas, la de disparar el precio del suelo.
Esta especulación fue aún mayor en Triana, cuyo territorio era adyacente a los terrenos de la celebración
y que adquiría una nueva dimensión respecto a la ciudad una vez eliminado el tapón de Chapina. Al
mismo tiempo que en los folletos turísticos se difundían las flores de los patios y a Triana como cuna
del flamenco, la piqueta derribó más de la mitad de los corrales. Los expedientes de ruina y desahucio
se sucedieron.

270
Capítulo V

Las solicitudes responden (…) a una realidad social terrible por la que se esta des-
alojando de los corrales de vecindad a sus habitantes (…) en un proceso especulativo
comenzado hace ya bastantes años que alcanzó su grado máximo en torno a las ex-
pectativas del 92 y especialmente en la zona de Triana por su proximidad al Recinto. El
objetivo que buscan en la inscripción es más la evitación del desalojo que las posibles
ayudas económicas que pueda prestarles nuestra Consejería (Técnica de la Consejería
de Cultura, Informe de 1995, A.P.P.H.)
Sin embargo, el proceso de reivindicación que llevó a cabo Copavetria, sí
que iba más allá en la valoración del patrimonio inmaterial de los corrales.
Una dimensión en la que ellos insistían a partir de su reivindicación social. Se
apreciaba la solidaridad, la forma de compartir, la ayuda mutua… Se entendía
que la vida de los corrales “tiene mucho que enseñarnos” o cómo la gente de
los corrales “de la necesidad supo hacer virtud”.
Esta visión sirvió, además, para que algunos de los vecinos –los que estu-
vieron más en la lucha- tomaran conciencia del valor de los patios, de lo que
habían representado en la ciudad y en el barrio. También se aprecia claramente
en las personas con las que he podido hablar un claro orgullo de ser corrale-
ros, de tener un “modo de vida” configurado a partir de la convivencia, del
compartir y de la solidaridad… o como decía Eduardo “yo estoy tan patrimo-
nializado como el corral”.

Circularidades
Este proceso de movilización social, como ocurre en el caso de Pegalajar,
fue capaz de articular en positivo una serie de valores que transcendían la
mirada romántica y de sainetes, contribuyendo a una dignificación de la vida
de los corrales, al menos en su dimensión simbólica. La participación en la
asociación y en las reivindicaciones permite esta toma de conciencia, una par-
ticipación democrática. También en la forma en que se redefinen “los modos
de vida de los corrales” influye el proceso mismo de catalogación y la utiliza-
ción estratégica de los discursos que sustentan la inscripción del bien. Hay una
retroalimentación entre los inquilinos del corral, que muestran su orgullo por
ser quienes son y por sus formas de vida, que es observada, analizada y valo-
rada por los antropólogos. Al mismo tiempo, la forma en que éstos elaboran
los valores reconocibles del bien –el diagnóstico técnico para la inscripción-
incide en la autopercepción de los habitantes del corral de la Encarnación. La
cita que encabeza este capítulo es muy significativa al respecto.
En resumen, ha habido un proceso de inversión de los valores negativos de

271
Resistencias y reflexividades en el Corral de la Encarnación

pobreza, miseria, analfabetismo, mala educación y mal vivir con el que se po-
día asimilar a la gente de los corrales, por parte de la bienpensante clase media
franquista, a vincularlo con sus aspectos más positivos. Esta transformación
tiene que ver con diversas circunstancias que se retroalimentan entre sí de
una manera circular y sin que podamos realizar una atribución de causalidad
inicial. Estamos ante un proceso de reflexividades encadenadas. La transfor-
mación de las percepciones y discursos sobre el ser “corralera” se vincula con
la difusión de estudios antropológicos y sociológicos de los corrales, con su
progresiva transformación y desaparición –y por tanto invisibilización de los
aspectos más conflictivos-, con las reivindicaciones y toma de conciencia de
los vecinos a través de Copavetria y de otras asociaciones e incluso con la cata-
logación del Corral de la Encarnación y las argumentaciones y razonamientos
que ello conlleva.
Diversos autores han descrito cómo las movilizaciones sociales conllevan
una reflexividad, ya que los procesos de reivindicación y las actuaciones res-
pecto a un problema o amenaza conllevan para sus actores un “aprendizaje”
y una redefinición que modificarán una serie de percepciones y discursos so-
bre su realidad (Scott, 1990; Beck, Guidenns y Lash, 1997). En este caso una
mayor elaboración sobre los significados y los aspectos positivos de la vida de
los corrales, aunque también una segmentación en dos tendencias dentro de
la asociación97. Además se ha señalado que los procesos de patrimonialización
y en concreto las actuaciones de los técnicos y expertos para la inscripción
o declaración de un bien implican una “reflexividad técnica” (Ariño, 2001;
Lamo de Espinosa, 1991). Es decir, que los diagnósticos de los expertos, dada
su legitimidad para el análisis de ciertas realidades, tienen incidencias en los
protagonistas sociales, modificando sus actuaciones o percepciones respecto
a una temática determinada. En el caso del Corral de la Encarnación son
los estudios de diversos antropólogos como Alida Carloni o Javier Escalera,
la realización de reportajes, de inventarios de arquitectos, geógrafos, etc., las
charlas e investigaciones de Ricardo Morgado y la visita de universitarios y
diferentes investigadores… que llevaran a definir y valorar de otro modo, por

97 Por una parte, la de los que pretendían una reivindicación global para buscar una solución general
al problema de los patios y de los grupos que estaban siendo expulsados de su barrio y por otra parte,
la de los que buscaban la solución a problemás individuales, familias que se verían abocadas a quedarse
sin techo.

272
Capítulo V

los propios vecinos, aspectos antes censurados como se comprueba en la cita


que abre este capítulo.
Lo que se visibiliza muy bien en este caso, y que se podrá extender a otros,
es la circularidad de esas reflexividades, por ejemplo cómo es la propia técnica
de cultura la que viene a utilizar argumentos sociales en defensa de la inscrip-
ción de los corrales de vecinos:
Las solicitudes responden no a un repentino interés por lo etnológico (…) El objeti-
vo que buscan en la inscripción es más la evitación del desalojo que las posibles ayudas
económicas que pueda prestarles nuestra Consejería. (…) Independientemente de las
interesantes tipologías que presentan los corrales visitados, los valores humanos que
se están preservando en ellos merecen la pena que se conserven. Además los factores
económicos tampoco son despreciables. Nos referimos a lo que esta forma de vida
ahorra a las arcas del Estado. En nuestra visita hemos podido ver a locos, subnorma-
les, ancianos y drogadictos –cada uno de ellos requiere, en cualquier otro contexto,
de instituciones especificas a cargo de los presupuestos generales- que permanecen y
viven, con una cierta calidad de vida
Lo que no hace sino mostrar una coincidencia o sintonía entre las reivindi-
caciones de los ciudadanos y el posicionamiento de los académicos y expertos.
Sin embargo a otros niveles, en los centros de decisión técnico-políticos los
intereses se vehiculan de otro modo. Es decir, conforme se pasa de la escala
funcionarial hacia la escala política, de los puestos por contrato u oposición a
los puesto por “designación directa” –jefe de servicio, director general, etc.- se
priorizan decisiones que tienen que ver con alianzas políticas y mercantiles. Se
paraliza la inscripción de otros corrales porque va en contra de los intereses
del partido mayoritario en el ayuntamiento, y en contra de una política liberal
con respecto a la organización del territorio y de la ciudad.

Populismos y romanticismos
La visión más romántica sobre los patios, la que se ofrece a turistas y visi-
tantes, devanea con la estética floral, con la antigüedad de sus orígenes, con el
adarve musulmán y el mito del orientalismo, con el sabor popular:
“…un antiguo patio de vecinos que conserva intacto el encanto de la época, man-
teniendo los elementos propios de los corrales medievales: patio central empedrado,
fuente, lavadero, galerías de madera, horno de pan, capilla... Es un lugar tranquilo y
silencioso en el que la vegetación cobra un gran protagonismo. Las plantas y flores se
adueñan del entorno propiciando un clima de relax y descanso sin igual.” (Pagina Web
de los Apartamentos del Corral del Conde)
Hay una clara admiración romántica de las estéticas “populares”. Se señala

273
Resistencias y reflexividades en el Corral de la Encarnación

el pretendido contraste entre el “bajo nivel cultural” con una “sensibilidad


exquisita”. Alrededor de los patios y del barrio de Triana se han ido tejiendo
historias y leyendas. Pobreza, cal y flores, han servido de escenarios a diversas
“artes”: flamencos, tonadilleras, toreros, bailaoras… salidos de corrales, de
alfares, de fraguas, de muelles…
En una noción menos privativa del espacio que la que se está imponiendo
en las últimas décadas, el patio es un espacio de exhibición, entreabierto al ex-
terior, lugar de intermediación entre la calle y las habitaciones más privadas de
la casa. El patio sevillano se muestra al viario a través de puertas enrejadas que
dejan ver sus plantas, flores, fuentes, mobiliario… En los recorridos por los
viejos barrios andaluces, todavía es posible deambular de puerta en puerta, re-
gocijándose con el frescor y el aroma de los patios, dejándose sorprender por
sus tonalidades, el sonido de sus fuentes, sus muebles y adornos… Ese hábito
de recreación del viandante asomándose, a menudo con disimulo, a la parte de
la casa que se muestra, fue pronto reconducida para el disfrute turístico. En las
más antiguas guías del barrio de Santa Cruz –barrio recreado para ser exhibido
y recibir las visitas de la Exposición del 29- se habla ya de los patios.
La idea de patio para enseñar es por tanto generalizable a muchos patios an-
daluces. Los patios cordobeses se han ido configurando como un espacio de
exhibición de ese gusto por el cuidado y el adorno floral. Los corrales y patios
trianeros, entraron hace ya tiempo en ese circuito de exhibición y atracción
turística, aún cuando su papel en guías y recorridos por la ciudad sea siem-
pre muy secundario. La mayoría de los turistas apenas dan un vistazo desde
la puerta a los corrales más floridos. Aunque en los autobuses turísticos de
la ciudad se publicite el eslogan “Triana: Tradición” rotulando la foto de un
patio de vecinos, en las rutas remarcadas no se citan ni los más conocidos.
Como expresó claramente MacCanell (2003) el turismo necesita escenarios
expresamente recreados. Espacios donde revivir lo exótico desde los códigos
y las expectativas de los visitantes y los patios a menudos son difíciles de re-
conocer.
…adentrarse en el popular barrio de Triana es una gran oportunidad para sentir el
ambiente y la vida cotidiana que en él se genera, con el carácter e idiosincrasia de su
gente, sus calles, los corrales de vecinos, las academias de baile, los talleres de alfarería
y sus edificios más emblemáticos (Web arte sacro conocer Sevilla).
Lo que se pretende mostrar de Triana a los turistas es la conformación de
unas calles populares, el paisaje del río, la monumental iglesia de Santa Ana…
pero sobre todo el tipismo. Un tipismo hecho de terrazas de “pescaito” mi-

274
Capítulo V

rando al Guadalquivir, recreado a través de sus fachadas y de los lugares de


diversión nocturna –donde abundan los locales de sevillanas-. Por otra parte,
la expansión del flamenco y su reconocimiento entre ciertos sectores sociales
como un “Arte” de prestigio internacional, ubica a los patios de vecinos en
recorridos de los turistas aficionados. Reciben visitas de curiosos, bien con
miradas fetichistas, bien esperando encontrar “el duende” o “la chispa” de
una de las cunas del cante. Se exalta con frecuencia una mirada llena de tópi-
cos, que ignora las condiciones de vida reales en las que se desenvolvían estos
hombres y mujeres.
Las ideas más extendidas sobre los patios refieren a un compendio entre
una muestra del pasado y de lo popular. Lo que se mira es la estética, el cuida-
do floral, el escenario de sainetes… Se entremezclan así en esa esencialización
de “lo popular” un conjunto de elementos que conjugan lo admirado y lo
desechado. Las producciones y creaciones se admiran a la vez que se desprecia
el carácter de “las corraleras” -mujeres tenidas por ordinarias y poco educa-
das- la miseria de la vida en los corrales, el analfabetismo… Una noción de
“lo popular” teñida del romanticismo decimonónico con esa segmentación
característica entre producciones y personas.
Tal como han descrito para el caso andaluz, entre otros, Encarnación Agui-
lar (1990) e Isidoro Moreno (1981, 1985), el descubrimiento de “lo popular”
se relaciona con los valores nacionalistas de exaltación de lo propio, con la
búsqueda de las esencias nacionales en el “espíritu del pueblo”. El descubri-
miento de “lo popular” se hace desde la clase dominante, surge de los círculos
intelectuales progresistas. La idea subyacente es la exaltación de “el pueblo
como genio creador libre, sano e instintivo frente al dominio de la clase bur-
guesa” (Aguilar Criado, 1990: 125). Una clase que no comparte como propias
esas producciones y valores. Se producen dos fenómenos en esa “reutiliza-
ción” de las producciones de otros grupos sociales: por una parte, la amal-
gama confusa que esconde la noción de lo popular (Moreno Navarro, 1981b,
1991, 2002; Díaz Viana 1999; García Canclini, 1981; Zubieta, 2000) y por otra
parte, una descontextualización que a menudo muestra una fragmentación
entre las producciones o productos y sus creadores (García Canclini, 1999a;
Hernández y Quintero, 2000; Quintero 2003; Rosas Mantecón, 1999). Esta
visión está aún presente en muchas de las miradas que se vierten hacia los
patios de vecinos, considerándolos como representativos de una arquitectura
vernácula o como una de las cunas del cante flamenco.

275
Resistencias y reflexividades en el Corral de la Encarnación

Abundando en esta mirada, tenemos diversos testimonios en diferentes


medios. Los patios y corrales han sido escenarios de estampas literarias y de
la pintura costumbrista. Desde Cervantes y su patio de Monipodio a las pelí-
culas como Currito de la Cruz, en el Corral del Conde, estos entornos sirven
como contraste de la casa con patio burguesa, ideal de lo deseable (Morgado
Giraldo, 2003).
La divulgación de los corrales y sus formas de vidas no ha escapado tam-
poco de ese proceso al que Isidoro Moreno denomina el expolio cultural y
el vaciamiento de significados de muchos de los marcadores de la etnicidad
andaluza reconvirtiéndolos en rasgos pintorescos de la supuesta “cultura es-
pañola” (1986, 1993, 2002). Muchos de los tipos del costumbrismo –repre-
sentativos de lo andaluz y con frecuencia reconocidos como lo español- apa-
recen en los patios: la lavandera, el zapatero, el barbero… Morgado Giraldo
(ib.) documenta cómo en algunas películas de la época franquista se mezclan
elementos culturales andaluces y de otros lugares del estado confundiendo un
corral andaluz con las corralas y acompañando bulerías o sevillanas con chotis
madrileños. Se dibuja así un retrato de los habitantes de los corrales como
alegres, dóciles, humildes, no problemáticos, simples…
Aun cuando el espíritu del texto publicado en BOJA y que sustenta la
inscripción del Corral de la Encarnación se atiene a otros presupuestos y aún
cuando la autorrepresentación que los vecinos hacen de su casa y de su cultura
sea muy diferente a la de estos tópicos, se debe vigilar cómo se reconvierten y
se ponen en valor los pocos patios y corrales que perduran. Queda por ver que
la imagen que se transmita a través de los procesos de patrimonialización de
esta última etapa no sucumban al mimetismo de esta propuesta fácil de ven-
der y de insertar en el mercado turístico: flores, solidaridad, cante y alegría. O
como decía uno de los socios de Copavetria sobre la mayoría de los habitantes
del barrio de Triana:
Triana es muy… muy tradicional para sus cosas, para lo bueno y para lo malo. Pues la presencia
de los corrales esta en la memoria histórica de la gente (…) Siempre del pasado pues se nos olvidan
las cosas más duras, porque compartir las letrinas o el hacinamiento… pero eso se olvida y entonces
cuando nosotros hacemos cualquier cosa aquí en el barrio la gente siempre nos apoyaba, ah que bien
que bien… Bien, sí decíamos, pero algo más. Vamos a hablar de Triana pero no solo las palmitas,
el Rocío y las cositas esas, los tópicos de siempre. Vamos a reivindicar otras cosas. El carácter, la
personalidad del Triana, esos valores del barrio esa idiosincrasia tan especial, esa gente que se agarra
tanto a la vida, ese optimismo que con esos valores… Y eso, ya eso… eso no estaba ya tan claro.
(Vicente, ex –miembro de Copavetria, septiembre 2006)
Los posicionamientos y las acciones de diferentes actores se conjugan por

276
Capítulo V

tanto a lo largo de los procesos de activación patrimonial. Son contradictorios


en sus intereses, pero actúan a veces en alianza, a veces en conflicto; se entre-
cruzan, dando entidad al proceso de patrimonialización del corral. En efecto,
difícilmente hubiera sido posible razonar –en 1993 y dentro de los estrechos
márgenes de una Administración cultural regida por arquitectos e historiado-
res del arte- la inscripción de un corral de vecinos, si no hubiera habido un
proceso previo de folklorización y romantización de los patios y corrales de
vecinos. La imagen tópica y la recreación de los patios es una de las secuencias
en este proceso de “añadir valor” o “dar nuevos significados” (Kirshemblatt-
Gimblet, 1997). En esta línea diacrónica también tienen una fuerte incidencia
las “nuevas nociones” del patrimonio, dando otro protagonismo a la partici-
pación social y a los patrimonios intangibles. Los procesos de resistencia al
desahucio y las coaliciones entre inquilinos y otros sectores sociales permiten
en desarrollo de una demanda social, al tiempo que una redefinición positiva
de los modos de vida característicos del corral. La movilización social y la
demanda de catalogación del corral van a incidir de esta forma positivamente
en la definición de los grupos más desfavorecidos de la ciudad, antiguos habi-
tantes de los corrales.
De forma paradójica, por tanto, las nociones de modernización, progreso,
higiene y saneamiento de las viviendas, van a posibilitar la puesta en valor de
los espacios que tratan de eliminar y de algunos de los valores y pautas de
comportamientos de los habitantes que intentan desplazar a otros barrios.
Como hemos visto atrás las reflexividades características de la modernidad
(Beck, Giddens y Lash, 1997) se entrecruzan.
No obstante, toda esta redefinición sigue ubicándose en los márgenes de
los discursos dominantes y apenas tiene peso en las lecturas y definiciones de
la ciudad. La protección del corral aparece como una ínfima muesca en el par-
celario trianero, un barrio que es ejemplo de sustitución y borrado de trazas
urbanas. La renovación generacional, que permitiría la transmisión y la evolu-
ción de los modos de vida de las corraleras de antaño, no ha sido posible.
La vida de los corrales, eso se ha perdido y eso me parece que ya nunca volverá. Eso ya… De la
raza estaba mi padre que ya se ha extinguido… eso ya, por mucho que se quiera, no vuelve. Eso tuvo
su época, se los cargaron y los poquitos que hay ya han variado mucho, porque ya no son las personas,
en regla general, los que han nacido y han vivido allí. Ya la mayoría son los que “por necesidad” (én-
fasis) han ido a un corral, porque es más barato y vienen de un piso… y viven… bien, se comportan,
pero ya no es la misma vida. (Antonio, vecino del corral, febrero 2006)

277
CAPÍTULO VI
LA DEFENSA DE UN PATRIMONIO VIVO:
LA FÁBRICA DE VIDRIOS DE LA TRINIDAD
Resistencias y reflexividades en el Corral de la Encarnación

Fábrica de Vidrio la Trinidad


Lugar de Interés Etnológico.
Fecha de inscripción: 2001

“Actualmente, en un momento en el que vuelve a revalorizarse el producto de cali-


dad y el diseño exclusivo, los productos de vidrio artesanal de “La Trinidad” empiezan
a imponerse también en el mercado de alta decoración. (…) Así, la herencia del pasado
hace posible que “La Trinidad” apueste en el futuro por el arte y la belleza del vidrio
soplado de Sevilla, gracias al encomiable esfuerzo de sus trabajadores por hacer llegar
esta herencia hasta de nuestros días, hoy somos poseedores de un patrimonio cultural
y productivo que es una base firme para la dinamización empresarial que nos permite
asegurar un ilusionante futuro” (Página web de La Trinidad. Fabrica de Vidrio)
Yo lo he pensado… porque si veo una máquina vieja que la puedo arreglar, pues la estoy recu-
perando digamos… la estoy utilizando, le estoy dando una utilidad, pero además la he recuperado,
una máquina que es antigua… ¿yo qué hago después de tanto tiempo? Lo único que puedes hacer es
eso, lo que yo puedo hacer es eso, pues ir por allí [a la antigua fábrica de la Trinidad] y algo que no
valga para nada, porque no vale… pero bueno. Me sentiría satisfecho de entrar por la puerta con una
máquina de allí y ahora la voy a arreglar, la voy a pintar, le voy a poner unas correas y la voy a echar
a andar… y a lo mejor pues me sentiría contento. Y diría, pues ya he cumplido. (Juan, El cristal de
Guadarte SA, junio 2006)
En el 99 nos declararon Bien de Interés Cultural. Porque la fábrica de vidrio de la Trinidad es
una fábrica de cien años de antigüedad, del 1904. Entonces es una fábrica del vidrio soplado a boca,
que es la única que existía en Sevilla. Fundada por Luis Rodríguez Caso en aquel tiempo, que era
un personaje de fama en Sevilla. Todavía está el edificio, hasta que empiecen allí… pero todavía está.
Y por fortuna, gracias a la intervención de cultura, la nave central se queda. Y es una nave preciosa,
de unos anclajes de hierro y una fachada… (Miguel, fabrica de vidrio la Trinidad, polígono
Industrial, Ctra. Amarilla, octubre 2006)

280
Capítulo V

La Fábrica de Vidrios de la Trinidad se sitúa en la que fuera una de las zo-


nas de expansión industrial de la ciudad de principios del siglo XX: el entorno
de la carretera de Carmona y la Avenida de Miraflores, en la zona norte de
Sevilla, que poco a poco verá crecer los asentamientos de viviendas obreras en
su derredor.
El progresivo crecimiento de la ciudad y la remodelación urbana de la Ex-
posición del 92, ha ido reubicando esta zona antes periférica y haciendo de
los grandes solares fabriles y de almacenaje el objetivo de constructoras y
promotoras. Esta demanda de suelo residencial coincidió con la decadencia de
la actividad de fabricación del vidrio soplado. La Cooperativa de Trabajadores
de la Trinidad –en su última etapa constituida como SAL-, acuciada por las
deudas, formuló, de acuerdo con las administraciones competentes, un plan
de cierre y venta del suelo. En este proceso mediaron ciertos académicos y
técnicos, formulándose, finalmente, un expediente de catalogación en el que
se delimitaba el bien centrándose en la nave de mayores dimensiones y permi-
tiendo la construcción de viviendas en su entorno.
En 2001 se inscribió en el Catálogo General del Patrimonio Histórico de
Andalucía la Fábrica de Vidrios de la Trinidad de Sevilla como Lugar de Inte-
rés Etnológico.
El de la Fábrica de Vidrio de la Trinidad es uno de los inmuebles catalo-
gados del que, en apariencia, todos dicen sentirse orgullosos. Los técnicos de
Administración de la Junta de Andalucía, se felicitan por haber conseguido de-
tener un proceso de reconversión residencial del suelo y haberlo logrado con
acuerdos satisfactorios entre las partes. Los trabajadores de la antigua fábrica,
hoy reubicados en sendos polígonos industriales de la periferia de la ciudad,
dicen estar satisfechos de saber que se salvará una de las naves, testimonio de
un lugar que han vivido y al que se sienten vinculados. También ambos grupos
de trabajadores, divididos en dos empresas distintas, reivindican el nombre
de la empresa y el peso de la tradición y el saber hacer asociado a esta marca.
La fabricación de un producto tradicional, con un proceso en buena medida
artesanal, supone una garantía de calidad y distinción al que aspiran los pocos
obreros del vidrio que quedan en activo.
Por otra parte, en los últimos años se ha desarrollado un movimiento veci-
nal que reclama el uso social y cultural de las antiguas naves de la Trinidad. A
través de la reivindicación de un pequeño barrio cercano a la Fábrica y algunos
de cuyos vecinos trabajaron en ella –la Barriada El Retiro Obrero- se ha co-

281
Resistencias y reflexividades en el Corral de la Encarnación

menzado a desarrollar la conciencia social sobre la importancia testimonial de


estas naves. Un testimonio, se dice, de la historia de la ciudad de Sevilla.
En resumen, distintos agentes con posiciones sociales diferenciadas pero
que comparten una percepción, en principio, positiva de la catalogación. Bajo
esa coincidencia aparente, no obstante, hay matices en las valoraciones y en
los modos de vincularse con el bien, circunstancia que intentaré mostrar en
estas páginas.
En relación con estas posiciones y miradas, serán tres los aspectos centrales
que voy a tratar a lo largo de este capítulo. En primer lugar me interesa el ca-
rácter industrial de este bien –más exactamente semi-industrial, dado su fuerte
impronta artesanal-, a diferencia de los otros elementos de los casos conside-
rados hasta ahora. Esta cualidad del bien lo ubica fuera de las consideraciones
más tópicas o folkloristas asociadas a otros elementos del patrimonio, y hasta
hace poco, lo situaba en las antípodas de lo considerado “artístico” “históri-
co” y por tanto digno de ser protegido. Sin embargo, tal como se ha expre-
sado en los primeros capítulos de este trabajo y como vienen argumentando
diferentes autores, la expansión del concepto de patrimonio ha vinculado con
nueva fuerza al patrimonio industrial a catalogaciones y acciones de tutela. En
el caso de la Fábrica de Vidrio de la Trinidad, a lo largo de la investigación, se
ha podido incluso observar la transformación de las sensibilidades en torno a
este patrimonio y su reivindicación por parte de diversos colectivos. También,
aunque de modo secundario, podremos vislumbrar algunos debates concep-
tuales y diatribas académicas en cuanto a la autoridad respecto al estudio y
apropiación de estos “nuevos patrimonios”.
En segundo lugar, considero este bien especialmente interesante en su di-
mensión “inmaterial”, con una específica cultura del trabajo (Moreno Navarro,
1991a). Una cultura del trabajo relacionada tanto con una trayectoria signifi-
cativa como empresa cooperativa, como a su secuencia técnica y productiva
pero también al barrio y la ciudad en que se desarrolla. En este caso, me he
interesado por las apuestas, por parte de diferentes trabajadores y empresa-
rios, de dar continuidad a la actividad y los significados atribuidos a la misma
en dos contextos muy diferenciados.
En tercer lugar, y muy vinculado con los otros dos, un aspecto a destacar
es el valor añadido que se imprime al producto. El carácter semi-industrial y
artesanal de la producción, el aura de secreto y de producto “de lujo” asociado
tradicionalmente al vidrio ha sido, según se verá en este capítulo, uno de los
elementos fundamentales para la inscripción de la fábrica en el CGPHA.

282
Capítulo VI

LA TRINIDAD, EN LA AVENIDA DE MIRAFLORES


En diversos documentos y conferencias relacionadas con la Fábrica de Vi-
drio de la Trinidad (Sobrino Simal, 1997; López y otros, 2001; Hernández
Ramírez, 2006), se relatan sus inicios refiriéndose al documento que presentó
Luis Rodríguez Caso en el Ayuntamiento de Sevilla solicitando un permiso
de obras y de actividad industrial. Este personaje, afamado en la Sevilla de la
época por sus propuestas respecto a la Exposición del 29, realizó el diseño
inicial de la fábrica construida entre 1900 y 1902, que luego irá remodelándose
y cambiando de propietarios.
“D. Luís Rodríguez Caso, Ingeniero Industrial, a V.E. respetuosamente expone: Que en terrenos
de su propiedad situados en la carretera de Miraflores, inmediaciones de la Trinidad y conocidos con
el nombre de Laguna de los Patos, trata dicho señor de construir una fábrica de vidrios y cristales,
huecos y planos, bajo su dirección” (Archivo del Ayuntamiento de Sevilla, 1900, cit. López y otros,
1999).
Las industrias de finales del siglo XIX en Sevilla, tenían una distribución
espacial un tanto peculiar puesto que seguían ubicándose en su mayoría en el
centro de la ciudad y en arrabales históricos como el de Triana. Es precisa-
mente en las décadas iniciales del siglo XX cuando comienza a desarrollarse
el primer anillo industrial alrededor de “la Ronda”98 y en las Avenidas que en
ella desembocan. Enclaves como el de Resolana, Sánchez Perrier, Miraflores-
Carretera de Carmona, Luís Montoto, Eduardo Dato…
Precisamente, la ubicación que elige Rodríguez Caso en la zona Norte de
la ciudad y junto a la Laguna de los Patos, será una de las áreas industriales de
la primera mitad del siglo XX. Los factores que incidieron en la localización
están ligados a la cercanía a la ciudad amurallada y a las vías de comunicación
–en este caso hacia Córdoba y Madrid, pero también con enlaces al camino de
Mérida y al ferrocarril-. Aunque además incidieron otros factores:
“Y no solo por las condiciones de accesibilidad, sino sobre todo por ser un sector
con una propiedad muy dividida que dificultaba la disposición genérica de un plan
de conjunto. Ante la nueva e intensa demanda de instalación de fábricas y la falta de
planificación para localizar las mismas, estas se asentaron en los solares de las huertas,
directamente vinculadas a caminos que luego se convirtieron en carreteras” (PGOU
de Sevilla, 2005: 85)
De este modo, ya en los años 30, además de dos industrias corcho tapo-
neras y las de aderezos de aceituna habrá instaladas alrededor del Camino de

98 Denominación popular de la vía que circunvala la ciudad intramuros.

283
La defensa de un patrimonio vivo

Miraflores empresas como la Fábrica de Tejidos La Maria, la Fábrica de Seda,


Aserraderos de Madera Ramoneda Hermanos, Fundición de Bronces Gilbert,
etc. En las inmediaciones, frente a las murallas de la Macarena y junto al cami-
no del cementerio, se instalarán diversas fábricas (Almuedo Palma, 1996).
Sevilla irá creciendo así de modo fragmentario y desordenado alrededor de
los caminos de salida de la ciudad y de las vías de ferrocarril. Será característica
la coexistencia de zonas industriales con áreas agrícolas y ubicaciones residen-
ciales, estas últimas la mayoría de las veces sin las mínimas infraestructuras
urbanas.
Desde la antigua puerta del Sol se abrían los caminos de la Carretera de
Carmona y de la Avenida Miraflores. Las industrias allí situadas reclutaron
trabajadores de la zona norte de la ciudad, de los barrios plagados de casas de
vecinos y viviendas hacinadas. San Julián, San Marcos, San Luís, la Macarena
y su arrabal, se vieron ligadas a estas actividades fabriles. Poco a poco, las
huertas que en el plano de 1910 se representan en verde, irán colmatándose
y los nuevos residentes de la ciudad se asentarán a su alrededor. Como relata
Almuedo Palma:
“En este proceso la industria tuvo especial incidencia, pues, jugó un papel de pionera
en la urbanización de este suelo que comenzaba a cambiar de uso. Así, los nuevos
barrios obreros que aparecieron en las afueras de la ciudad lo hicieron después de que
la industria hubiera comenzado a implantarse en la periferia urbana, e incluso en la
mayoría de los casos las fábricas se situaron más cercanas a la ciudad que estos nuevos
barrios obreros o que estos núcleos de chabolas que también fueron apareciendo en
estrecha relación con el proceso de crecimiento urbano” (1996: 149).
Se configura así un esquema de crecimiento radial de la ciudad, en torno
a los grandes caminos que llevaban hacia el interior de la villa. Un parcelario
residencial marcado por la estructura agrícola previa en el que los barrios y
viviendas se construían cerca de estas vías y de las veredas y caminos agrícolas.
Barriadas con escasas infraestructuras, pero además alejadas y desarticuladas
respecto a otros nuevos núcleos, mal comunicadas y con grandes vacíos alre-
dedor.
Las industrias de principios de siglo, como la Trinidad, ocuparon los espa-
cios más cercanos al área intramuros. En una ciudad hacinada y que en el pri-
mer tercio de siglo creció de un modo desorbitado, los trabajadores ocuparon
los espacios más allá de las fábricas, en la zona norte limitada su expansión por
las vías de ferrocarril. Aún cuando el Real Patronato de Casas Baratas trató de
impulsar la construcción de viviendas, en el área que nos ocupa el resultado

284
Capítulo VI

de esa acción se limita a la cesión de lotes de terrenos a cooperativas. De este


modo se construyó el barrio del Retiro Obrero, muy cercano a la fábrica de la
Trinidad y más al norte se parceló la huerta de la Corza.
Con tan menguadas actuaciones, los obreros de la zona se vieron a menu-
do impelidos a la autoconstrucción, un sistema asociado a grandes carencias
en infraestructuras –sin alcantarillados, servicios higiénicos, electricidad, etc.-.
Así comenzaron barriadas, con una clara relación toponímica con las antiguas
huertas, como El Fontanal, Árbol Gordo, La Corza99, apoyados en la Carre-
tera de Carmona y La Barzola, El Polo y Los Carteros junto a la Avenida de
Miraflores. Estas barriadas en su ubicación y según la forma en que se van
desarrollando, se ven claramente vinculadas a las fábricas de su entorno, como
El Fontanal y Árbol Gordo relacionada con una de las primeras industrias de
la zona, la Fábrica de Corchos de Morel (Martín García, 1996:136).
En los procesos de segmentación y jerarquización del espacio que caracte-
rizan a la ciudad de Sevilla -y que han sido parcialmente descritos en el capí-
tulo anterior- la zona Norte de la ciudad se configura como un área obrera y
de menor categoría social que las áreas sur y este, desarrolladas para alojar a
las clases medias. No olvidemos además que en este entorno están ubicados
una serie de hospitales públicos como el Hospital de las Cinco Llagas o “de
la Sangre”, el Hospital de San Lázaro, dedicado a la atención de leprosos y el
de Miraflores especializado en psiquiatría. Estas instalaciones, junto a la ubi-
cación del Cementerio de San Jerónimo, hacían de esta parte de la ciudad un
área poco valorada y negativamente connotada.
Quizá hayan sido estas características las que expliquen el mantenimiento
de actividades industriales en la zona hasta fechas muy recientes. Unas activi-
dades que han marcado el carácter de la población aledaña, que mantiene el
recuerdo firme de los espacios, producciones y ritmos de este entorno fabril.
Poco a poco se han ido llenando los espacios agrícolas, sobre todo a partir de
la gran inmigración de los años sesenta, y las antiguas fábricas fueron susti-
tuidas por actividades terciarias, almacenes, talleres, garajes, comercios, ma-
deras… Negocios que mantenían la trama, el parcelario antiguo y, a menudo,

99 El fracaso en la actuación estatal y municipal respecto a la construcción de viviendas sociales y la des-


asistencia del sector norte respecto a otras zonas de la ciudad tiene su ejemplo en el caso de la Barriada
de la Corza. Indica Almuedo Palma que a raíz de la ley de 1924 de Primo de Rivera uno de los préstamos
concedidos para construir 301 viviendas en este barrio, fue desviado a viviendas de calidad de la Expo-
sición Iberoamericana y otra pequeña parte para casas baratas de la Ciudad Jardín (1996: 191).

285
La defensa de un patrimonio vivo

parte de las estructuras de las antiguas fábricas.


Sin embargo en las dos últimas décadas se ha producido una fuerte reva-
lorización del suelo y las grandes manzanas de las industrias suponían un ju-
goso atractivo pues permitían desarrollar promociones inmobiliarias de gran
tamaño. En estos años y sin ninguna consideración, se han ido derribando y
demoliendo la mayoría de las antiguas industrias. En el antiguo almacén de
corchos o la parcela de la Carretera de Carmona que linda con la Ronda, se
han construido promociones de viviendas que eliminan cualquier traza urba-
na de lo que allí hubiera habido. En la Sevilla monumental y barroca, centrada
en la vieja ciudad intramuros, la arquitectura industrial y los saberes y modos
de vida a ella asociados se han minusvalorado. Sólo en los últimos años nuevas
publicaciones como las de Almuedo Palma, Arenas Posadas o Sobrino Simal
han venido a redefinir el papel de la industria en la capital andaluza, y trabajos
como el de Martín García han hecho hincapié en su papel vertebrador de la
primera periferia urbana y del crecimiento de la ciudad.

La Fábrica
“Esa foto es de la nave central, es muy bonita. Mucha gente no lo sabe, pero esa
no es la primera nave que se construyó, aunque sí la más grande… ¿Ves las rampas?
Anda que no me he tirado veces por ahí… Entonces tenia yo otro porte, como que era
un chiquillo cuando empecé a trabajar…” (Pepe, La Trinidad Ctra. Amarilla, octubre
2006)

Fábric de Vidrio la Tri-


nidad. Nave principal y
Chimenea. s/f. Anónimo

286
Capítulo VI

La Fábrica de Vidrios de La Trinidad fue construida, siguiendo el plan de


su fundador, por el arquitecto Gómez Millán entre 1900 y 1902. Se ubica en
una parcela de perímetro un tanto irregular entre la Avenida de Miraflores y la
Carretera de Carmona. Parcela de grandes dimensiones de la que se han ido
vendiendo partes a lo largo de la historia de la fábrica. Su entrada principal se
encuentra en la Avenida de Miraflores, a través de un largo muro que oculta el
inmueble a la calle, sobresaliendo tan sólo su larga chimenea.
En el interior, el centro de la actual parcela aparece ocupado por tres gran-
des naves, dos de ellas paralelas entre sí y perpendiculares a una tercera de
mayores dimensiones. En todo el perímetro se adosaban al muro diferentes
talleres, almacenes y otras edificaciones auxiliares.
La nave principal se desarrolla en dos alturas, con una planta sótano desti-
nada a la alimentación de los primigenios hornos de carbón y a las necesarias
galerías de ventilación. No obstante, esta planta está muy transformada por
los diferentes usos a que se ha sometido. Con frecuencia es descrita por los
trabajadores como “un laberinto”: “yo te suelto allí con los ojos tapados y de allí no
sales en varios días…”
En la primera planta de esta nave central se desarrollaban, en los últimos
tiempos, la fundición y el soplado del vidrio. En las naves adyacentes se si-
tuaban los hornos de temple y las actividades de control de calidad, y decora-
ción. El empaquetado, actividad mayoritariamente femenina, se realizaba en
las construcciones perimetrales.
La fábrica fue cambiando a lo largo del tiempo, en los casi cien años que es-
tuvo produciendo. Hubo transformaciones materiales, como la construcción
de una tercera nave, de nuevos talleres, de instalaciones para los trabajadores y
también de adecuación tecnológica, cambiando el sistema de hornos, los com-
bustibles, introduciendo más mecanización, fabricándose nuevas herramien-
tas y moldes… Aunque lo más llamativo es la transformación en cuanto a la
propiedad, constituyéndose en 1934 como una de las primeras cooperativas
industriales andaluzas.
En 1930 la fábrica llega a tener 500 empleados, que en ningún momento son ajenos
al estado de cambios sociales y políticos del entorno. Es una de las décadas principales
(...) marcada por una falta de acuerdo entre la empresa y los trabajadores que impo-
sibilita una producción regular, y que provoca que Medina Benjumea ceda la fábrica
a los trabajadores por un período de diez años. Este fue el punto de arranque de la
Sociedad Cooperativa Obrera La Trinidad, (...) de 1934. Este hecho supone otro de
los rasgos distintivos de la historia humana y obrera de esta fábrica, pues este sistema

287
La defensa de un patrimonio vivo

de funcionamiento se ha mantenido en La Trinidad hasta el año 1993 cuando se cons-


tituye como Sociedad Anónima Laboral, perviviendo incluso durante la guerra civil y
los duros años de la posguerra. (Hernández Ramírez, 2006: 84)

Cuadro 6.1. Cronología de la Fábrica de Vidrio de la Trinidad


1900 15 de octubre, Luis Rodríguez Caso presenta en el ayuntamiento la solicitud de
licencia de apertura de una fabrica de vidrios y cristales
1902 Comienza la explotación en hornos de crisoles
Francisco Thirión, contratado en los inicios de la fábrica. Belga de nacimiento y
con formación en la actividad vidriera, viene de una fábrica de vidrio barcelonesa.
Con él llega el conocimiento del oficio y se inicia el contacto con toda la tradición
vidriera del levante español.
1920 Nuevo propietario Fernando Barón (Conde de Colombi)
1924-26 Reformas de V. Traver y F. Balbuena
1928 Nuevo propietario familia Medina-Benjumea. En agosto hay huelgas que acaban
con una violenta represión.
1930 Tiene 500 empelados
1934 Medina Benjumea cede la empresa en alquiler a los empleados, por 10 años.
Se crea la Sociedad Cooperativa Obrera La Trinidad en diciembre de 1934.
1936-39 Desciende la actividad por la Guerra Civil
1940 Relanzamiento
1945 La Unión de Cooperativas industriales compra la Trinidad a Medina Benjumea
por 1.850.000 pts. La cooperativa pagará esa cantidad en 1946
1971 Se jubila el ultimo hijo de Francisco Thirion
1973 La llegada de nuevos productos al mercado y técnicas de fabricación, unido a la
crisis del 73, desembocan en una imparable decadencia de la Trinidad.
1993 Modificación jurídica de la empresa que se constituye como Sociedad Anónima
Laboral
1997-98 Realización de Escuelas Taller para la transmisión del oficio.
1999 Cierra la fábrica
2001 Inscrita Lugar de Interés Etnológico

Fuente: Sobrino Simal, 1997; López y otros, 2001.

288
Capítulo VI

DEL PROCESO DE CATALOGACIÓN


Uno de los aspectos más llamativos del proceso de inscripción de la Fá-
brica de Vidrio de la Trinidad en el CGPHA es la prontitud y eficacia de su
tramitación. En enero de 1999 se recibe en la DGBC una solicitud, firmada
por Julián Sobrino Simal, demandado la protección del inmueble como Bien
de Interés Cultural.
“La solicitud viene motivada ante su inminente desaparición como consecuencia del
plan de viabilidad adoptado por su dirección empresarial en base al cambio de uso (de
industrial a residencial) que el Plan General de Ordenación Urbana, el Plan Especial
de la Trinidad, asigna a varias parcelas de uso industrial o de almacenaje, entre las que
se encuentra la fábrica de Vidrios de la Trinidad” (Cronología del Expediente, docu-
mento del expediente del Bien, APPH, Consejería de Cultura)
En mayo de ese mismo año se había realizado la incoación. Si se compara
con la tramitación de otros procedimientos, por ejemplo con el de Pegalajar,
que se incoa en la misma fecha pero cuya solicitud data del año 1993, éste es
de gran rapidez.
Según los datos con los que cuento, esta solvencia en la tramitación se
debió a varios factores. En primer lugar, a una clara intervención por parte
de la Administración para ordenar la empresa y cuantificar y pagar deudas.
Una situación que se explicita en el nombramiento de un gestor avalado por
el IFA y en los acuerdos de pago y condonaciones de deuda por parte de la
Seguridad Social y del Ministerio de Hacienda. En segundo lugar, el Plan Es-
pecial de la Trinidad de 1997 recalificó los terrenos como residenciales y, dada
la situación de cierre empresarial, se abrían unas expectativas económicas a
los trabajadores cooperativistas que abocaban irremediablemente a la pérdida
del inmueble. Su destino inmediato sería convertirse en una promoción de
viviendas, por lo que la actuación tendría que ser rápida o llegaría demasiado
tarde. En tercer lugar, fue fundamental una nueva percepción sobre este tipo
de edificios y bienes por parte de dos sectores, los académicos y técnicos y los
propios trabajadores de la fábrica.
Comenzando por este último punto, ha de tenerse en cuenta que desde la
perspectiva académica, en los años ochenta y noventa se revisaron las teorías
sobre la supuesta falta de industrialización de Andalucía. En esta misma épo-
ca se asistió a la demolición y traslado de diversas industrias y almacenes que
configuraban el paisaje urbano de la zona norte, por lo que se comenzó a ser
consciente de lo que estaba desapareciendo. Además, las obras de adecuación
y rehabilitación de la Cartuja habían puesto en contacto a algunos investiga-

289
La defensa de un patrimonio vivo

dores sevillanos con los trabajos sobre patrimonio industrial que se estaban
desarrollando en otras partes de Europa100 (por ejemplo a través de las Jorna-
das Ibéricas de Arqueología Industrial que se celebraron en Sevilla y después
en Portugal).
Son también años en los que se difunde con fuerza el éxito de las inter-
venciones y musealizaciones sobre el patrimonio minero e industrial en Gran
Bretaña y en otros países europeos101. Es durante la década de los noventa
cuando en España se dará mayor publicidad a las actuaciones de puesta en
valor del patrimonio minero y en general del patrimonio industrial.
Por parte de los trabajadores, había una sensibilidad creada sobre la es-
pecialidad del oficio, la riqueza de los conocimientos y unos fuertes vínculos
con el entorno y el inmueble donde muchos de ellos habían trabajado más
de cuarenta años. Ello no es óbice para que entendamos que hubo facciones
y posicionamientos diferentes en la toma de decisiones. Asimismo, debemos
recordar que su principal objetivo en ese momento era conseguir saldar deu-
das y obtener un dinero que les asegurase algún tipo de futuro. No obstante,
diferentes acciones que se habían desarrollado en la fábrica sensibilizaron a
los obreros del vidrio. Entre estas actividades podemos mencionar: una expo-
sición sobre las industrias sevillanas en 1993 a la formación de algunos de los
jóvenes en la Granja; las Escuelas Taller que se impartieron sobre el oficio en-
tre 1996 y 1998; la propuesta de creación de un museo que en 1996 se concibe
como una de las formas de viabilidad empresarial... todas estas actuaciones
tuvieron su calado en unos trabajadores muy reacios a separarse de un lugar
y de un barrio en el que la mayoría había crecido y en el que muchos ya no
residían.
Los años de “rodaje” de la Dirección General de Bienes Culturales y una
mayor experiencia en cuanto a los bienes de carácter etnológico, así como la
formación de equipos y profesionales externos, son también factores a tener

100 “La recuperación del patrimonio industrial empezó a finales de la década de 1950 y principios de
la de 1960 en Gran Bretaña, pero en la mayor parte de los países se retrasó hasta la década de 1970
coincidiendo con la reestructuración industrial motivada por la crisis económica. Fue entonces cuando
se generalizó el interés por los edificios en desuso y las áreas de vieja industrialización.” (Pardo Abad,
2004)
101 Uno de los precursores y de los que mayor difusión y éxito turístico tiene es el Ironbridge Grove
Museum, en Gran Bretaña, fundado en 1968. En los años setenta se desarrollará también uno de los
referentes del patrimonio industrial: el ecomuseo de Le Creusot-Montceau-les-Mines, en Francia.

290
Capítulo VI

en cuenta en el modo en el que resolvió el expediente. Así pues, se define un


bien cuyos valores responden a una serie de sensibilidades y miradas prove-
nientes de distintas disciplinas. En la inscripción de la Fábrica de Vidrios se
afirma:
La Fábrica de Vidrios «La Trinidad», de Sevilla, constituye, en el contexto del Es-
tado Español, una de las escasas fábricas de vidrio soplado que, en la actualidad, se
encuentran en activo, remontándose esta actividad, para el caso que nos ocupa, a los
comienzos de este siglo. Por otra parte, es uno de los escasos ejemplos que ha pervi-
vido de la arquitectura de la gran industria y de la primera expansión industrial de esta
ciudad fuera de su recinto amurallado. A sus valores testimoniales, como actividad,
desarrollo urbanístico y como arquitectura, habría que añadir el carácter tradicional de
su producción que produce o puede reproducir, gracias al sistema de aprendizaje del
oficio y a la existencia de los moldes primitivos, las mismas tipologías de objetos (cris-
talerías, envases tradicionales, fanales religiosos, etc.) con casi un siglo de existencia.
(Inscripción como Lugar de Interés Etnológico, BOJA nº 110, 2001 pp. 15.963)
A pesar de lo novedoso de un expediente fabril en la Administración anda-
luza -si salvamos las referencias de harineras y almazaras, con frecuencia aso-
ciadas a inmuebles y tecnologías anteriores-, en esta justificación se comienza
haciendo referencia a la antigüedad y la pervivencia, remitiéndose a la formula
más convencional del patrimonio, su historicidad o profundidad cronológica.
En la misma frase se argumenta sobre su singularidad (“una de las escasas
fábricas de vidrios soplado”), un adjetivo muy frecuente en la valorización pa-
trimonial, pero que algunos autores considerarían que no es mayoritariamente
aplicable al patrimonio de carácter eminentemente etnológico, cuya caracte-
rística fundamental seria la representatividad y no la excepcionalidad (Agudo,
1999). Entiendo, no obstante, que el documento técnico hace referencia al
articulado de la ley en el que se expresa que tendrán especial protección aque-
llos elementos o actividades que estén en peligro de desaparición, aunque es
reseñable que no se diga de forma explícita.
Me interesa remarcar los otros valores que se indican en la documentación
para contrastarlos con las visiones de ciertos sectores académicos, de vecinos
y de antiguos trabajadores de la fábrica. Además de la antigüedad, se señala en
segundo término el carácter documental respecto a la gran industria sevillana
y su primera expansión extramuros. Una visión muy académica relacionada
con las formas de crecimiento urbano de la ciudad, pero que será retomada
por vecinos y por asociaciones profesionales en sus demandas sobre el inmue-
ble.
Si nos adentramos aún más, de una lectura detenida del expediente de ins-

291
La defensa de un patrimonio vivo

cripción resalta una clara ambivalencia en lo que se refiere al tratamiento dado


a la actividad de fabricación del vidrio soplado. Por una parte, ya en este pri-
mer párrafo que hemos reproducido arriba, se menciona la continuidad en
la actividad durante un siglo o se resalta el carácter tradicional de la misma,
en cuanto a la transmisión del oficio o de las formas102; por otro lado, en la
descripción misma del bien (Anexo I) y en la definición de las instrucciones
particulares (Anexo II), la actividad desaparece por completo. Es decir, el bien
se valora por haber permitido la continuidad de una actividad, unas practicas
laborales y de sociabilidad que han dado sentido al inmueble y al contexto ur-
bano en que se ubica, pero cuando se trata de fijar sus valores, la actividad se
minimiza y revalora prioritariamente el inmueble por su carácter testimonial.
Entiendo que la actividad fabril, las relaciones de trabajo y vecindad y la
articulación del espacio urbano ligado a estas relaciones de producción son
valores fundamentales para la comprensión de las formas arquitectónicas y
la puesta en valor de estos patrimonios. Sin embargo, las alusiones a estos
aspectos son muy tangenciales en la catalogación –no así en la documentación
elaborada para la misma (López y otros, 2001)-, creándose una segmentación
evidente entre el inmueble protegido y la actividad que lo ha conformado.
Efectivamente, esta distancia es fruto de las circunstancias, o como dirían
los antiguos trabajadores de la Trinidad, es hija “de la necesidad”. Más allá de
las diatribas disciplinares, el logro de un expediente como el de esta fábrica de
vidrios se debió a una ardua labor de negociación. Una negociación tanto en-
tre diferentes administraciones –entre la Junta de Andalucía y el Estado- como
a nivel sectorial –entre Consejerías- y con particulares –la Sociedad Anónima
Laboral, propietaria de la Trinidad desde 1993-.
Según relatan algunos de los trabajadores, la deuda acumulada con la Se-
guridad Social y el Ministerio de Hacienda era de tal entidad que difícilmente
se hubiera logrado pagar. Desde el punto de vista de algunos, la intervención
de la Consejería de Cultura fue crucial en este punto. Pero estos testimonios
no deben confundir en cuanto a las resistencias iniciales de una parte de los
trabajadores que consideraron la ingerencia como un menoscabo para la venta
del inmueble.

102 Por el modo en que se redacta puede entenderse que se usa un concepto un tanto inmovilista o
historicista de lo tradicional “habría que añadir el carácter tradicional de su producción que produce
o puede reproducir las mismás tipologías de objetos (…) con casi un siglo de existencia” (Inscripción
como Lugar de Interés Etnológico, BOJA nº 110, 2001 pp. 15.963).

292
Capítulo VI

De lo que se muestran orgullosos algunos técnicos de la Consejería de


Cultura es de haber logrado aunar diferentes intereses. La apuesta del ayun-
tamiento, las cesiones de los deudores y el acuerdo de la directiva empresarial
de la época. Aún cuando no se reconoce expresamente, algunos aspectos de
esta negociación se observan en el proceso de inscripción. Por ejemplo, en
la modificación de la delimitación del bien y del entorno. En la incoación de
1999 se afirma:
La delimitación del Bien comprende la zona primitiva de naves perpendiculares a
la línea de fachada y el espacio exterior de acceso a estas donde se encuentra una
chimenea de gran porte. Esta delimitación ocupa parte de la parcela número 48 de la
manzana 63350. Los límites de la citada parcela constituyen, asimismo, la delimitación
del entorno.
Con posterioridad, en un documento interno se argumenta que se había
hecho una propuesta sobredimensionada: “(…) se observa que la actual fábrica es
el resultado de numerosos aditamentos, por lo que se considera imprescindible una nueva
delimitación tanto del bien como del entorno” (Documento del expediente del Bien, APPH,
Consejería de Cultura). Asimismo, a lo largo del proceso de documentación “se tienen no-
ticias del peligro que corren los moldes al ser inminente su venta a la Fábrica de Vidrios
de Aranjuez”, y se procedió a su inventario e inclusión como bienes muebles
vinculados al inmueble.
Estas modificaciones y actuaciones muestran el apresuramiento de la in-
coación, pero también, y es lo que más me interesa, las tensiones y negocia-
ciones entre trabajadores y la Administración andaluza de cultura, entre la
necesidad de llegar a un acuerdo, la obtención de dinero para poder solventar
las deudas y los intereses de tutela y conservación del patrimonio.
La percepción de algunos de los antiguos trabajadores con los que he teni-
do la ocasión de charlar, es que la Consejería de Cultura mantuvo un talante
dialogante que “nos ayudó mucho”. Una percepción que se puede contrastar
con la sensibilidad expresada por los técnicos, de dar una solución viable a los
obreros y sus familias al tiempo que alcanzar los objetivos de protección. En
esta ocasión surge de nuevo la visión conciliadora y colaboradora:
“Tenemos que colaborar con otros, llegar a acuerdos. Poner de acuerdo al ayuntamiento, a otras
consejerías… Sola Cultura no puede, porque somos una Administración débil. Y cuando te pones
que hasta aquí, enseguida te vienen presiones de una parte y otra”. (Jimena, técnica de la Consejería
de Cultura, mayo 2006).
En el caso de la Fábrica de Vidrios de la Trinidad está claro que se hicieron
ciertas cesiones como por ejemplo considerar que las dos naves transversales

293
La defensa de un patrimonio vivo

carecían de interés por sus muchas modificaciones. El bien queda delimitado


a la nave principal y al subsuelo de la nave 2, donde se encontraba el antiguo
horno de balsa, pudiendo derribarse el resto del complejo. Se especifica, eso
si, que los nuevos inmuebles -viviendas- que se construyan respeten las ali-
neaciones, para que puedan leerse las antiguas tramas de edificaciones en el
perímetro de la parcela de la fábrica.
Como afirma Concha Rioja, conservadora del patrimonio de la Junta de
Andalucía:
“En este caso se optó por escoger la figura de LIE por varios motivos,
entre los más importantes cabe destacar la posibilidad que permite a
esta figura establecer, a través de las Instrucciones Particulares, distintos
gradientes en la protección del territorio delimitado para su protección,
cuestión ésta fundamental en este caso pues el único patrimonio con
el que contaba la cooperativa era, precisamente, el suelo” (Rioja, 2006:
80)

EL RENACER DE LA ACTIVIDAD DEL VIDRIO


En el año 2000 se cierra la fábrica de vidrio de la Trinidad. Los 69 em-
pleados que quedaban trabajando se acogieron a diferentes sistemas sociales:
el desempleo, la jubilación anticipada, etc. Aunque muchos de ellos termina-
ron aquí su vida laboral, hubo algunos que se emplearon en otros oficios y,
finalmente, unos pocos reiniciaron su trabajo como vidrieros dos o tres años
después. Hasta principios de 2008 había dos empresas en las que esta mano
de obra especializada seguía produciendo hermosas piezas artesanales.
Una de ellas acoge a dieciocho de los antiguos trabajadores de la Trinidad
organizados en cooperativa, siguiendo con una fuerte tradición. Esta se ubica
en el Polígono Industrial de la Carretera Amarilla y se denomina “La Trinidad.
Fábrica de Vidrio”. Comenzaron a trabajar en julio de 2003, tras tres años de
paro y adecuación de la nueva nave industrial –en la periferia de la ciudad-
. Ellos relatan cómo estuvieron varios meses construyendo las diferentes
partes de la nave “…que estaba en bruto. Nosotros hicimos los servicios, las
oficinas, todo…”. Se realizó una inversión de casi 600.000 euros provenientes
de las aportaciones de los trabajadores, la Consejería de Empleo y Desarro-
llo Tecnológico, además de otra financiación externa. Cada socio trabajador
aportó, además de su trabajo en la adecuación de la nave, 5.500 euros para la
compra de la nave, comenzar a funcionar y hacer las inversiones necesarias en

294
Capítulo VI

maquinaria y utillajes103. En dos hornos de crisol y uno de temple se organiza


la producción. La mayoría de las piezas siguen un modelo centenario, ya que
estos trabajadores son depositarios de los antiguos moldes de la Trinidad que
les han sido cedidos por la Consejería de Cultura.
La otra fábrica incluye a nueve empleados de los cuales siete proceden
de la antigua Trinidad. Esta empresa forma parte del grupo Guadarte, una
entidad fundada en 1980 y ubicada en Alcalá de Guadaira que se dedica a la
fabricación en serie de productos con calidad artesanal, como cerámica forja,
carpintería, etc. Se insiste en el carácter “manual” de las técnicas, pero muchos
de estos trabajos se realizan en cadena, de forma que cada especialista desarro-
lla siempre una misma secuencia en el proceso productivo. Guadarte se define
por “la fabricación y diseño de productos orientados al mundo de la alta decoración”.
En 2004 el propietario Manuel Muñoz decidió incorporar el cristal a la
gama de productos diseñados y fabricados por este grupo. Compró la marca
de la Trinidad y contrató a uno de los antiguos gerentes para que le hiciera
un plan de viabilidad. Después vino la búsqueda de algunos de los maestros
del vidrio y de los antiguos trabajadores de la fábrica de Miraflores. La nueva
empresa asociada se llama “El Cristal de Guadarte. La Trinidad Fábrica de
Vidrio”.
Tal como se evidencia, ambas entidades usan el nombre de la vieja fábrica
de la que se consideran sucesores y cuyo prestigio pretenden vincular a sus
nuevos productos. Por el derecho de uso de la marca han recurrido a la justi-
cia.
El final de la fábrica de Miraflores fue largo y muy duro. “Una agonía” en
palabras de más de uno de sus protagonistas. Tras un respiro motivado por las
demandas de las exposición universal del 92, toda la década de los noventa se
centra en endeudarse para poder seguir produciendo, en pérdidas de antiguos
clientes, en búsquedas de subvenciones y en intentos desesperados para salvar
la actividad. Entre estos esfuerzos, merece la pena señalarse la realización de
más de dos anualidades de escuelas – taller del vidrio, donde se transmitían los
conocimientos básicos del oficio. Básicos porque como relatan estos obreros
un maestro vidriero tarda en hacerse, “antes pasaban lo menos cinco años, desde que
entrabas de aprendiz en la fábrica hasta que podías ponerte de soplador y todo el mundo no
sirve”.

103 Diario de Sevilla, 12/08/03 y El Mundo 12/08/03. Anotaciones de diario de campo, Fábrica de
Vidrios de la Trinidad, polígono industrial Carretera Amarilla

295
La defensa de un patrimonio vivo

Otra de las grandes apuestas por mantener la fábrica fue la que hicieron 69
trabajadores unos años antes de que se cerrara definitivamente. En esa época
se intentó sanear la empresa.
Nosotros cobramos el paro y lo volvimos a meter ahí todo, 69 personas. Para fundar la SAL. Que
son 69 personas que quieren seguir trabajando, que cogen el paro y lo invierten es que quieren seguir
trabajando. (…) Éramos 115, con nuestro dinero indemnizamos a la gente que se quería ir y con
nuestro dinero le dejamos 200 o 250 millones a la empresa. Y eso voló todo. Eso empezamos a pagar.
Es verdad que en las indemnizaciones se fue un dinero importante, no se si fueron 115 millones de
pesetas. Invertimos, compramos maquinaria, compramos dos hornos nuevos, compramos herramien-
tas… Dos hornos nuevos que están allí (…) y allí se quedaron. Invertimos un dinero importante
allí, y allí se quedó. El dinero, las herramientas y todo… Y los años de trabajo. Salí por las puertas
diciendo: intentaré no venir más. (Javier, Guadarte-La Trinidad Fabrica de Vidrio, junio
2006)
La desesperanza de este fragmento muestra un final en el que las deudas
eran superiores a los encargos. La sociedad laboral recurrió a subvenciones y
ayudas. Hoy día son conscientes de que en el IFA les recomendaron un geren-
te que “al final no venía a poner a flote la empresa, sino a cerrar”. Estuvieron
un tiempo con este gestor, hasta que se dieron cuenta de lo que estaba pasan-
do.
“Estaba el tío cobrando medio kilo al mes y nosotros llevábamos dos meses sin
cobrar. Y lo echamos” (Paco, La Trinidad Fábrica de Vidrio. Pol. Ind. Ca-
rretera Amarilla, octubre 2006)
“Del IFA mandaron a un gerente que era Rafael Castro y le dije yo tu has venido
aquí a cerrar la fabrica ¿a que si? Y ya no fue más. Y fuimos a hablar con Fernán-
dez Palacio y [después] le dijimos ¿tu que has venido a cerrarla?, pero si nosotros
necesitamos un gerente que salga a la calle a vender, y que organice esto y lo saque…
si cerrar ya sabemos nosotros que vamos a cerrar.” (Manuel, Guadarte-La Tri-
nidad Fabrica de Vidrio, mayo 2006)
Unos y otros dan diferentes cifras sobre la deuda final acumulada, pero lo
cierto es que se intentó negociar el cierre y la venta de los terrenos, así como la
condonación de algunas deudas y que se llegaron a acuerdos con la Consejería
de Cultura. Los relatos sobre cómo y quiénes deciden reanudar la actividad
difieren según la posición de las personas con las que se hable. Para los traba-
jadores de la Carretera Amarilla allí están los que siempre quisieron continuar
y entienden que es que no hay trabajo para más.
“Yo no tengo nada en contra de ellos, si ellos son compañeros como nosotros. A mi
lo que me gustaría es que esto fuese bien y poder decirles que se vinieran a trabajar con

296
Capítulo VI

nosotros. Lo que pasa es que no tenemos sitio”. (Miguel, La Trinidad Fábrica de


Vidrio, Pol. Ind. Carretera Amarilla, octubre 2006)
Desde la otra empresa, los vidrieros entienden lo acontecido de un modo
muy diferente. Algunos de estos trabajadores dicen que no se les ha dado ca-
bida en la refundación de la fábrica, que se han quedado fuera en contra de su
voluntad.
Te cuento la historia, todos los que estamos aquí queríamos continuar, con un gru-
po más grande de gente, queríamos continuar, y entonces claro como en la asamblea
salió que era la mayoría la que no quería continuar, había que hacer lo que quería
la asamblea y se disolvió… y los que no se querían quedar son los que están hoy
allí. Eso fue gracioso. Nosotros los que nos queríamos quedar, nos fuimos todos a la
calle y los que no se querían quedar, se quedaron en la empresa para liquidarla. Y
después, posteriormente, después de la liquidación, de pagarle a todos los acreedores
y demás montaron la fábrica. Aquello fue increíble. Y así fue. (Francisco, Guadarte
La Trinidad, Alcalá de Guadaira, junio 2006).
A lo largo de las conversaciones se observan las pequeñas rencillas, los
dimes y diretes que separan a estos dos colectivos. La reclamación de la marca
por parte de los dos es un episodio más –con diversas dimensiones que vere-
mos más adelante- que viene a subrayar las diferencias. Pero más allá de los
problemas que puedan tener entre sí estos dos grupos, me parece de alto in-
terés constatar las diferentes miradas que algunos de sus componentes tienen
sobre el bien, tanto sobre el inmueble de la fábrica y las actuaciones de tutela
realizadas, como sobre su propia actividad y el valor que atribuyen a ésta. En-
tiéndase que estos dos colectivos de trabajadores tienen en común una serie
de años de trabajo en la fábrica de la Trinidad –más de treinta y cinco años los
mayores-, pero que difieren en cuanto a sus posiciones actuales. Unos son so-
cio-trabajadores y pretenden sacar adelante una empresa y un oficio, los otros
son asalariados y quieren mantener su puesto de trabajo y su oficio, pero la
definición y continuidad de la empresa no depende de ellos. Estas posiciones
diferenciales se evidencian en su relación con la antigua fábrica y con el pro-
ceso de catalogación.
Una de las características más llamativas de la extinguida fábrica de la Tri-
nidad es su carácter cooperativista desde 1934 hasta 1993, cuando se transfor-
ma en Sociedad Anónima Laboral. Según diversas fuentes Medina Benjumea
cedió la fábrica a los trabajadores en el año 34 tras varios periodos de huelgas
y movilizaciones y al cerciorarse de que no podía llegar a un acuerdo estable

297
La defensa de un patrimonio vivo

que sirviera a los intereses de la patronal. Es por ello que los trabajadores se
constituyeron en cooperativa y le compraron la fábrica en 1944, por un capital
de 1.800.000 pts. que pagaron en 1945 (Sobrino Simal, 1996).
La organización cooperativista es algo de lo que los actuales trabajadores
de la Carretera Amarilla se sienten muy orgullosos:
Nosotros éramos cooperativa de toda la vida, desde el año 34, de toda la vida. Ha sido una coo-
perativa ejemplar. Nos ha ido muy bien siempre, porque es raro una cooperativa que aguante tanto
tiempo. Nosotros lo teníamos muy bien organizado, yo aprendí de los antiguos y aquí seguimos igual.
Nosotros éramos una Junta General, todos los socios trabajadores, la Junta nombraba un Consejo
de Administración o Junta Rectora, de siete miembros. Un presidente, vicepresidente, secretario y los
vocales. Entonces ellos eran los que durante cuatro años organizaban todo, se les daba toda la potestad
a ellos. Aunque éramos dueños todos, la Junta Rectora era la que tomaba las decisiones y luego ya pues
durante la marcha se le iban pidiendo responsabilidades o se hacían asambleas... ordinarias o infor-
mativas cuando se pedían. Normalmente iba bien. Luego la junta rectora nombraba los encargados.
Una responsabilidad, que ya estaban de muchos años, y eran los que organizaban el trabajo y había
un respeto enorme. (Miguel, La Trinidad, Polígono Industrial Ctra. Amarrilla, octubre
2006).
Sin embargo, la visión que de este sistema se tiene en la otra empresa es
muy diferente. Algunos de los hoy trabajadores a sueldo en Guadarte valoran
más la seguridad de tener un salario a fin de mes y consideran un valor nega-
tivo la organización y propiedad colectiva:
La plantilla tiene que ir renovándose. (…) Y son personas que se sienten un poco… han pasado de
ser una cooperativa a estar en una empresa que aquí hay un dueño, que le gusta pasar por la fábrica y
verlo todo recogido, le gusta que se cumpla con el trabajo, que haiga armonía, porque es lógico. Y eso la
verdad es que es fuerte, esa mentalidad, es que es difícil de cambiar. (…) “Illo” cambia la mentalidad,
pero es difícil es muy complicado. Un tío que se ha llevado 35 años trabajando en la cooperativa. (…)
Porque allí se hacia una asamblea. Y qué te digo yo, para decidir cómo administrar una subvención
que te habían dado y el Consejo de Administración tenía que hacer una asamblea, no tenía poder para
decir bueno, pues vamos a hacer esto… yo me quedaba con las patas colgando… (…)
Sí, sí aquello era así. A las 10 de la mañana se decía, señores después del bocadillo reunión, y allí
había un comité… y allí se paraba y no se trabajaba. Yo llegué a proponer, -que era secretario yo-
porque convocábamos las reuniones por las tardes y no iba nadie. (…) Y después, que esto es una
cooperativa, vamos a tirar todos del carro. Decía la Junta “illo” vamos a trabajar por las tardes tres
horas y no vamos a cobrar. Y que no… y era mi casa, ¡eh! y era mi casa, fíjate... (Javier, Guadarte-
La Trinidad Fabrica de Vidrios, Alcalá de Guadaira, junio 2006)
Los trabajadores de ambas empresas son muy conscientes de que el modo
de funcionamiento de la Fábrica de Vidrios de la Trinidad ya no era viable en
las dos últimas décadas. La producción semi-industrial con un gran número
de empleados y con unas técnicas que requieren mucha mano de obra no son
competitivas con sistemas muy tecnificados y con los procesos desterritoriali-

298
Capítulo VI

zación de la producción industrial. Pero las percepciones sobre las formas de


organización empresarial son muy distintas.
También son bien diferentes los modos en que se describe la antigua fá-
brica y su caracterización como bien patrimonial. Para empezar, una parte del
grupo de los trabajadores ubicados en la Carretera Amarilla eran miembros
de las últimas Juntas Rectoras y han negociado en diversas ocasiones con la
Administración de la Junta de Andalucía, sin dejar de tener contactos con ésta.
Prueba de ello es la subvención de 50.000 € que obtuvieron de la Consejería
del Empleo y Desarrollo Tecnológico en 2003 o el depósito de más de 3000
moldes y herramientas catalogados como objetos muebles vinculados al in-
mueble de la Trinidad.
Esta empresa se presenta desde el principio como continuadora de aquella
y define los inicios de su actividad en 1900. En la pagina principal de su web
se recuadra “Declarado Patrimonio de Bien Cultural y Etnológico por la Junta de Anda-
lucía”104. En las presentaciones a la prensa que hicieron en su día, cuando reto-
maron la actividad, Carmen Hidalgo, la Gerente, declaraba su intención como
colectivo, de formar una Escuela Taller para la difusión del oficio y el deseo de
desarrollar un Museo del Vidrio. Esta misma persona expresaba públicamente
para apoyar el proyecto de una escuela taller:
“La fábrica de Vidrio La Trinidad resume la historia de Sevilla en el siglo XX, tanto
en su aspecto económico industrial, como en lo social e incluso en lo cultural.
Desde el punto de vista cultural, tecnológico y etnográfico la fábrica reúne un im-
portante muestrario de formas y de tipologías que permiten estudiar la evolución de
artes decorativas e industriales y su adaptación local, combinando obras señeras del
diseño industrial y del menaje y con una estrecha vinculación a las tradiciones de la ciu-
dad, por todo ello afortunadamente la Dirección General del Bienes Culturales incoó
expediente de declaración de la fábrica de la Trinidad como lugar de interés etnológico.
(…) somos un grupo de trabajadores que tras más de 30 años duros de tutela de un
oficio, que como todos los oficios artesanales necesita una puesta al día de comerciali-
zación y dinamización para que sea valorado el trabajo y la técnica de producción y que
necesita nuevo personal para poder transmitir todo el saber de nuestros artesanos.”
(Carmen Hidalgo, 20 minutos, mayo 2006105)
Este discurso, evidentemente muy elaborado y letrado, casi reproduce las
visiones académicas que definen los valores de la Trinidad. En conversaciones
más informales, no obstante, los trabajadores de esta empresa muestran su

104 http://www.latrinidad.net/Principal.html
105 http://www.20minutos.es/noticia/85366/0/vecinos/quieren/reabrir/

299
La defensa de un patrimonio vivo

orgullo por continuar una tradición. Un saber hacer que describen mostrando
las distintas fases de producción, reiterando con paciencia los nombres de
procesos, herramientas o las posiciones en la cadena de producción, etc.
A la entrada de la nueva nave, tres grandes fotografías en blanco y negro
nos recuerdan el lugar de origen. La nave principal, una foto colectiva de los
años setenta y un retrato de grupo del que nos dicen que “…son los primeros
cooperativistas, bueno la Junta Rectora, la primera que se fundó. Míralos todos
con corbata, es como se vestían entonces para las fotos”. El emplazamiento
de Miraflores está así siempre presente. Y el recuerdo aparece romantizado:
Y por fortuna, gracias a la intervención de cultura, la nave central se queda. Y es
una nave preciosa, de unos anclajes de hierro y una fachada… muy bonita… (Paco, La
Trinidad, Polígono Industrial Ctra. Amarrilla, octubre 2006).
La fábrica es grandísima de 11.000 m2 y además una fábrica preciosa, después de es-
tar allí muchos años, yo que he sido miembro del consejo de Administración muchos
años y que todavía soy, he visitado muchas fábricas de España y vamos no hay ninguna
que se le pueda comparar a la Trinidad. Solamente una le puede hacer rango, que es
la Real Fábrica de Cristales, la Granja. (Miguel, La Trinidad, Polígono Industrial Ctra.
Amarrilla, octubre 2006).
Aun cuando son conscientes de las dificultades de la última etapa en la fá-
brica, estos trabajadores entienden que su protección es un aval para su actual
negocio y que aquella ubicación les proporcionaría hoy día una salida comer-
cial más directa. Uno de los trabajadores nos comentaba haciendo referencia
a la posibilidad de dejar en pie las tres naves de la antigua fábrica:
“Claro, nosotros en ese momento lo que queríamos era vender aquello y venderlo lo mejor posible y si
llegan a decir que ninguna nave se puede tocar, pues aquello... hubiera sido difícil... hay que entender
el momento. Pero yo me alegraría mucho de que ahora se pudieran salvar todas las naves, por supuesto
que sí”.(Paco, La Trinidad, Polígono Industrial Ctra. Amarrilla, octubre 2006).
Además, ellos mantienen vinculación con el inmueble del centro de la ciu-
dad, del que se consideran, en cierto modo, depositarios:
Se puede entrar. Nosotros entramos de vez en cuando porque el propietario nos deja la llave y allí
hay algunas cosillas, no de las que están catalogadas, sino piedras para el horno, sílice… y de vez
en cuando vamos. Y para vigilar, porque la mayoría de nosotros somos de allí, de las cercanías de la
Trinidad. (Paco, La Trinidad, Polígono Industrial Ctra. Amarrilla, octubre 2006).
En general, esta visión coincide en algunos aspectos con la de los com-
pañeros de Alcalá de Guadaira, pero difiere notablemente en otros. Donde
hay más factores en común es en la conciencia sobre el hecho histórico de la
fábrica, es decir, la noción de que la fábrica muestra o es testigo de una parte
del pasado de la ciudad. Quisiera reseñar en el fragmento de entrevista que

300
Capítulo VI

reproduzco a continuación cómo se entremezcla la información proveniente


de investigaciones y del mundo académico con la experiencia personal de al-
gunos trabajadores y de qué modo relacionan la historia de la fábrica con la de
las personas que allá estaban:
Bueno y allá abajo esta la laguna los patos, en el 1800 y pico, allí estaba. Allí hacían
un pozo y al momento estaba el agua, como para hacer un garaje… Yo fui al ayunta-
miento porque toda esa zona de Miraflores es una zona muy industrial. Una fabrica de
aceite, de seda, de sombreros, yo qué se… y yo fui al ayuntamiento y me informé y eso
eran todo fabricas y le pregunté al hombre que me estaba dando los planos, porqué
tenia el plano esa mancha y dice eso es la antigua Laguna de los Patos. La hicieron
encima… Y allí jugó el Sevilla FC su primer partido de fútbol, en los terrenos de la
fábrica. Aquello la verdad es que tiene historia, son cien años. Por allí ha pasado un
viaje de gente… ahí había tres turnos, mañana tarde y noche y en cada turno había
doscientas o trescientas personas… (Javier, Guadarte-La Trinidad Fabrica de Vidrios,
Alcalá de Guadaira, septiembre 2006)
Pero también es cierto que la percepción que se tiene de todo el proceso
de catalogación y de lo acontecido después es mucho más matizado y con
tintes más negativos que el de los compañeros de la otra empresa. En parte
porque su trabajo y su futuro no depende de la Administración –en forma de
subvenciones o de apoyos de otro tipo-, en parte porque el final de su trabajo
en la Trinidad se recuerda con más dureza.
En primer lugar, algunos de los vidrieros de Guadarte entienden que el in-
mueble se encuentra en muy mal estado y que esto no debiera ser así. De la
conversación se deduce un gran conocimiento sobre lo que está catalogado y
lo que no.
A. - …yo he entrado después en la fábrica y allí hay hierros arrumbados y cómo lo tienen… allí están
todos los techos caídos y todo…
F. - Y el responsable de aquello pues será el tema de patrimonio, cultura ¿no?
M. – Hombre, al catalogarlo la nave central y la chimenea, pues será cultura…
- No, eso lo tiene que mantener el propietario…
A. - Yo he estado allí y ahora estará muchísimo peor… yo estuve allí y dije pues esto se caerá. Y la
chimenea cuando nosotros nos vinimos ya había ladrillos que se estaban cayendo, así que ahora…
aquello esta abandonado… y va a pasar como en el Bazar España, que se cae, que se cae hasta que
mató a cuatro personas…
En segundo lugar, se critica el modo en que se realizó la catalogación y
también la viabilidad que se le pretende dar hoy. Creen que la Administración
debía haber intervenido antes. Critican la actuación de algunos académicos,
muy vinculados a la antigua fábrica, pero que no tuvieron sensibilidad para
con el problema de los trabajadores.

301
La defensa de un patrimonio vivo

Yo la pregunta se la hice a él. Vamos a ver si en el año 96 no hicimos nada por la fabrica de la
Trinidad, ¿tú qué esperas hacer ahora por la fabrica? Aquello era un proyecto que se presentó, se puso
en la mesa y no se hizo nada por la fábrica… diez años después que esperas hacer. Yo es que no lo
entiendo. (…) Nosotros cobramos el paro y lo volvimos a meter ahí todo, 69 personas. Para fundar
la SAL. (…) Pues ese era el momento, nosotros estuvimos hablando con Julián Sobrino y ese era
el momento en el que teníais que haber ayudado a la Trinidad. (Javier, Guadarte-La Trinidad
Fabrica de Vidrios, Alcalá de Guadaira, junio 2006)

Artesanos del vidrio. Innovación y continuidad


Cuando Rodríguez Caso fundó la fábrica en 1900 la calificaba como una
“industria moderna”, que incorporaba una tecnología avanzada. Hoy día las
promociones de las empresas continuadoras de la Trinidad reputan a sus pro-
ductos de “artesanales” y a sus productores de “maestros artesanos del vi-
drio”. Este contrapunto nos sumerge en las transformaciones de valor de
ciertos productos y en las formas en las que opera la etiqueta “artesanía”.
Los autores que han más han indagado sobre esta fábrica, como Sobrino
(1996) o Hernández Ramírez (2006) han calificado la fórmula productiva de
la Trinidad de semi-industrial. Así es como se define también en el expediente
de catalogación, dotándola de un valor artesanal.
La noción de artesanía es ciertamente ambigua, tal como han indicado
numerosos académicos. Entre el público general, viene a decirse que un pro-
ducto artesano es “algo hecho a mano”; así por ejemplo se entendía en la
legislación vigente en Andalucía hasta 1986 (Fernández de Paz, 2006b: 65).
Sin embargo, la “manualidad” es siempre relativa en cuanto que todo proceso
productivo conlleva la aplicación de unas técnicas y de unas herramientas más
o menos mecanizadas. El ejemplo a menudo propuesto es el del torno del
alfarero ¿cambia el carácter artesanal de una pieza si el torno se acciona con
el pie o si va impulsado por un motor? La respuesta mayoritaria sería que no,
aunque veremos cómo algunos de los calificativos y valores que se están ver-
tiendo sobre lo artesanal podrían modificar la contestación de una parte del
público.
La noción de artesanía surge de una oposición: lo industrial frente a lo
artesano. La producción seriada, altamente mecanizada, se opone a un proce-
dimiento más lento, con menor grado de mecanización y donde el maestro u
oficial controla todo el proceso productivo. En el otro extremo de la produc-
ción y creando de nuevo otro par de opuestos están las “bellas artes”. El arte
se opone a la artesanía, supuestamente, por la individualización del proceso

302
Capítulo VI

creativo y por la impronta de un “genio creador”. Es sabido, no obstante, que


el modo en que se trabajaba en los talleres de pintores y escultores hasta los si-
glos XVI o XVII, tenía mucho más en común con el procedimiento artesanal
de lo que se pretende. El seguimiento de unos modelos predeterminados, la
secuenciación de los procedimientos entre diferentes oficiales –y aprendices-,
la jerarquización estricta en la organización del trabajo, etc. son todos elemen-
tos vigentes en los aquellos talleres de artistas y comunes con las formas de
organización gremial de la producción106.
Así pues, entiendo que hay un continuum desde los procedimientos más
industrializados, mecanizados y seriados a aquellos que lo están en menor gra-
do, pero que estas fronteras no son tajantes. Las artesanías se definen por estar
más cercanas a un extremo con menor mecanización, pero sobre todo porque
el control del proceso de producción está en manos de sus productores, de los
oficiales o maestros, que conocen todos los procedimientos. En palabras de
Esther Fernández de Paz:
“Quizá cabe volver a recordar que el artesano de todas las épocas ha sabido ir incor-
porando a su instrumental las mejores tecnologías que su tiempo les proporcionaba y
nuestros contemporáneos no hacen más que proseguir ese camino. Sin embargo, en
este imparable avance, lo que siempre ha permanecido concluyentemente inalterada
es la relación del artesano con esa máquina, o lo que es igual, del dominio del hombre
sobre los modos y los tiempos en los que la máquina trabaja, puesta a su servicio en
todo momento. Ese es, a nuestro entender, el verdadero abismo que separa la maqui-
naria industrial de la artesana” (2006b: 67).
Imaginemos por un momento la Fábrica de Vidrio de la Trinidad allá por
los años 30, con casi 500 empleados trabajando en turnos para que nunca se
apagara el horno. Difícilmente se relaciona tal cantidad de obreros, ni las insta-
laciones en que se ubicaban con un procedimiento artesanal. Los dos hornos
de carbón eran alimentados por hombres sudorosos en las galerías subterrá-
neas. Arriba, uno de los hornos tenía seis crisoles o bocas y otro doce107. En
cada boca podía trabajar un maestro vidriero o dos. Los fundidores –que ha-
bían depositado la “composición” horas antes- tenían cuidado de que el hor-
no tirase correctamente, que el calor se mantuviese constante a 1.400 Cº. Por

106 Sobre las formas en que se han ido desarrollando en occidente la noción del arte asociado a la crea-
tividad y la individualidad puede verse el texto de Lourdes Méndez, 1995. También Sally Price se adentra
en la consideración que han tenido las creaciones de otros pueblos, que suelen tener otras funciones
además de la estrictamente contemplativa que le asigna el mundo occidental (1993).
107 Estos hornos serian sustituidos después por hornos de balsa y el carbón por el fuel-oil.

303
La defensa de un patrimonio vivo

cada “plaza” de maestro vidriero había otros tantos hombres, en un número


que podía aumentar dependiendo de la complejidad de la pieza. La fórmula
más simple, hacer un vaso por ejemplo, implicaba al maestro vidriero o sopla-
dor –también llamado maestro de plaza, por ser el que marcaba las directrices-
al cañero, al maestro tronchador, al maquinista y el archero108.
Las plazas estaban distribuidas por piezas, según lo que interesase fabricar:
botellas, vasos, catavinos, copas… El trabajo era rápido y debía ser ejecutado
cuidadosamente para que las piezas no se rompieran y tuviesen la calidad de-
seada. Nos decía uno de los obreros de la fábrica de sus comienzos de apren-
diz en el puesto de archero:
Pues yo empecé en las botellas, un trabajo, una calor… Entonces allí teníamos un trabajo fuerte.
Había que coger unas botellas con pinzas, había que tener cuidaito, me daban unos guantes… se lo
llevaba al hombre del temple y bueno... (…) Pues allí fui aprendiendo mi trabajo y ya yo ganaba mi
grata, porque trabajábamos con el sueldo y aparte, si tú hacías más piezas de lo que estaba establecido
de cupo, pues nos daban la grata. Y allí ¡uh! corríamos los chavales… y los maestros que soplaban el
vidrio igual, querían chavales ligeros, chavales fuertes, que fueran competentes, que no les rompieran
las botellas. (Miguel, La Trinidad Fábrica de Vidrio, Polígono Industrial Carretera Ama-
rilla, Sevilla, octubre 2006)
A las seis o siete personas que podía haber en cada plaza, hay que sumarle
el trabajo de los que controlaban la calidad de la pieza al final del horno de
temple y también los talleres de decoración y tallado, donde estaban algunos
de los más prestigiados especialistas. El proceso final era el de embalado de las
cristalerías, botellas, jarrones… normalmente a cargo de mujeres.
Todo este trabajo no era posible sin otros tantos maestros y obreros auxi-
liares: la herrería donde se fabricaban los moldes, los encargados de las “mez-
clas” para la composición del vidrio, talleres de albañilería, de carpintería, el
transporte, los comerciales, el trabajo de oficina y Administración. Todo un
micromundo con “encargados” o responsables según las tareas asignadas: he-
rreros, fundidores, vidrieros, decoración, embalaje….
Las grandes instalaciones y chimeneas, la secuenciación del trabajo, la me-
canización progresiva, el cambio de una energía vegetal como el carbón a
minerales fósiles como el fuel oil o el gas… todo parece indicarnos un sistema
industrial. ¿Porqué insistir entonces en el carácter artesanal del proceso?
Sin duda el conocimiento para hacer las mezclas determinará que la com-
posición vítrea tenga mayor o menos calidad en el vidrio; sin duda de la pericia

108 Para mayor detalle puede verse la secuencia en las fotografías de las páginas siguientes.

304
Capítulo VI

del maestro vidriero y de sus ayudantes, reposa toda la responsabilidad para


tener un producto bien acabado… Cierto es además que el soplado y cortado
manual determinan la singularidad de la pieza.

El maestro vidriero o soplador coge con la caña de soplar una porción de masa vítrea del horno
(“posta”). En el mable o banco de vidriero y sobre el bloc le da forma, para posteriormente
soplar e irla configurando. A continuación la coloca en el molde y vuelve a soplar. (Fotografías
en Guadarte, 2006. José Antonio Flores)
En la formula más tradicional, para la fabricación de un vaso, el cañero cogería la pieza con
unas pinzas y la pasaría al maestro tronchador que en la bardela o banco, separaría la caña de
la pieza. El maquinista recoge la pieza y la introduce en la cortadora a fuego o “máquina chan”,

305
La defensa de un patrimonio vivo

cortando el borde superior. El archero la recogería con unas pinzas y la trasladaría hasta el
horno de recocido, también llamado horno de templado.
El maestro tronchador, en la bardela, da forma a la pieza. Se le añade la base, que es mo-
delada posteriormente.
El archero, que trasladará la pieza al horno de templado, comprueba antes la estabilidad del
pie.
Fotografías en Guadarte, 2006. José Antonio Flores.

Pero lo que ha permitido el etiquetado de artesanales a estos procedimien-


tos es precisamente la generalización de nuevas tecnologías como el soplado
mecanizado y los sistemas de termofundido. La oposición entre un sistema

306
Capítulo VI

altamente seriado y otro más minucioso. Es precisamente la expansión de las


nuevas técnicas que llevaron a la ruina a esta antigua empresa la que ha hecho
de su sistema productivo un sistema semi-industrial o “artesanal”. Una fórmu-
la muy dependiente de los conocimientos, saberes, habilidades y capacidades
de sus productores directos. Así pues, hoy día, la Trinidad de Sevilla se califica
como “una de las tres fábricas de producción artesanal del vidrio existente en la actualidad
en España” (Rioja, 2006: 79).
Trabajos como el de Esther Fernández de Paz (2006b) o el de Laura Ca-
riatis (2005) muestran como las legislaciones -de lugares tan diferentes como
Andalucía o Argentina- han ido cambiando en su definición de lo artesanal.
En un caso de lo estrictamente manual a una visión que incorpora nuevas tec-
nologías (2006) y en el otro desde una perspectiva indigenista, centrada en lo
popular y en una creación nacionalista a una mirada que incorpora diferentes
agentes y procesos (2005). Señalo los cambios estudiados por estas autoras
para resaltar la contingencia del calificativo “artesanal”. Una contingencia que
se entiende mejor aún si recordamos que el producto artesano está connotado
de otros valores que lo vinculan, según los casos, al territorio, a la historia lo-
cal o nacional, a la creación popular, a la memoria familiar o de un colectivo,
a la creación artística… Sobre los productos artesanos operan una serie de
transformaciones de significados similares, aunque no idénticas, que sobre
los elementos calificados como tradicionales o patrimoniales. En todos estos
casos las antiguas funciones de esos productos, bienes o actividades se ven
mutadas por un proceso que otorga nuevas significaciones y usos distintos a
los primigenios. De ahí las dificultades en dar una definición de lo artesanal y
la disparidad de las que existen.
En el caso de la Fábrica de Vidrio de la Trinidad de Sevilla, ya desde la
última etapa de producción en Miraflores el etiquetado reivindicaba este as-
pecto. La denominación de artesanal supone una innovación en cuanto a la
presentación del producto, en este caso del vidrio, a pesar de que el mensaje
transmitido sea la inmovilidad y perduración del proceso productivo y del
producto final en sí (Fernández de Paz, 2006b). Interesa señalar cómo no es
únicamente la oposición entre fabricación poco mecanizada / producción en
serie lo que dota de valor artesanal al producto. Tal como he indicado antes,
se añaden otros valores, en este caso nos remite a la historia, la continuidad en
las técnicas y saberes y el mantenimiento de una línea sucesoria, artesanos que

307
La defensa de un patrimonio vivo

de generación en generación han dado continuidad a las piezas109.


Los talleres en los que hoy día se sigue desenvolviendo el trabajo del vidrio
por parte de los herederos de la Trinidad hacen hincapié en el carácter artesa-
nal de la producción. Esta etiqueta presta autenticidad al producto, lo vincula
a la ciudad, Sevilla, le da una dimensión histórica… todo ello forma parte de
una imagen destinada a dar una garantía de calidad y de distinción al producto.
Las formulas y el modo de entender esta artesanía por parte de una empresa
y otra muestra una serie de diferencias.
En “El Cristal de Guadarte. La Trinidad, Fábrica de Vidrio” el concepto
es obtener un producto de calidad artesanal, “hecho a mano, donde cada pieza pasa
por las manos de los maestros del vidrio” pero con un diseño innovador. “…cada
temporada viene un diseñador belga, un tío puntero, de lo mejor, que hace unos cuantos
diseños y eso significa que tenemos cuatro o cinco piezas nuevas”. Muchas de las piezas
del inventario de este taller proceden de diseños pensados para la cerámica
de Guadarte y que se han trasladado al cristal. Aquí se incide por tanto en la
continuidad en las técnicas, en el procedimiento manual, en la calidad de los
artesanos como herederos de unos conocimientos, y en la transformación en
los diseños y en las aplicaciones. La introducción del color se considera una
de las mejoras que se han hecho y que no solían hacerse en la antigua fábrica.
Se hacen piezas de muy diferentes colores: verdes, rosados, azules, amarillos,
negros…
Para esta empresa la implantación de nuevas tecnologías y diseños no hace
sino aumentar la calidad de un producto que mantiene sus vínculos con la
tradición:
Las empresas Azcatec, Tecnología e Ingeniería,(…) y Euroconseil, han desarrolla-
do las nuevas instalaciones para la fabricación de vidrio soplado a boca que, bajo la
marca La Trinidad Fábrica de Vidrio, pondrá en el mercado nacional e internacional
El Cristal de Guadarte, S.L.. Guadarte, bajo el asesoramiento de estas dos empresas
sevillanas de ingeniería y consultoría, ha rescatado la auténtica tradición del vidrio de
calidad sevillano, que no se fabricaba desde la desaparición de la antigua cooperativa
de La Trinidad.
Con este proyecto, en el que ha invertido aproximadamente un millón de euros, se
demuestra que la calidad también tiene cabida en el sector vidriero. Las nuevas ins-
talaciones están dotadas con los equipos más avanzados, consiguiendo una fusión de

109 Vease el texto del etiquetado de La Trinidad Fábrica de Vidrio, Polígono Industrial Carretera Ama-
rilla, reproducido más abajo y que se mantiene idéntico entre una y otra época.

308
Capítulo VI

vidrio perfecta, facilitando con ello la labor de los maestros vidrieros y consiguiendo
un importante ahorro de combustibles, a la vez que se minimizan las emisiones a la
atmósfera. (Andalucía 24 Horas, marzo 2005, subrayado añadido)
“Autenticidad”, “tradición”, “sevillano”, “maestros vidrieros”… Esta nota
de prensa que da a conocer las actuaciones de la empresa, contiene muchos
de los valores añadidos con los que se cualifica el producto: se vincula con la
tierra, con el pasado, con lo autentico, con el saber de los maestros artesanos
y con la antigua cooperativa de la Trinidad. Una serie de etiquetas a las que
se suma la acción –¿heroica?- de “rescatar”, es decir, de salvar del olvido o la
desaparición una práctica con todas estas cualidades. La nueva empresa de
Guadarte suma así a sus cualidades de inversión, uso de tecnología punta,
ahorro ecológico, etc. la imagen de conservadora del patrimonio y la tradición
de los sevillanos.
Pero el vidrio no es el elemento central del Grupo Guadarte y la imagen
y comercialización del mismo siempre está asociada a otros elementos. El fin
de la empresa es competir en un mercado de la “decoración de alta calidad”,
con énfasis en el carácter artesanal y en el diseño original de sus piezas. En
muchos casos el cristal sirve de adorno, acompaña, en el diseño de ambientes
de interior, realza una mesa o vitrina o se pone al servicio de otros elementos
como lámparas…
Como contraste, en “La Trinidad. Fábrica de Vidrios” sita en el Polígono
industrial de la Carretera Amarilla, se apuesta por la continuidad en todos los
sentidos. Para empezar, el modo en el que la empresa presenta su producto es
idéntico al que tuvo la cooperativa de la Trinidad en su última fase. Se lee110:
“DECLARADO PATRIMONIO DE BIEN CULTURAL Y ETNOLOGICO POR
LA JUNTA DE ANDALUCÍA. La Trinidad es una fábrica artesanal de vidrio que
utiliza la técnica de soplado en boca y la talla manual desde el año 1900 y que ha sabido
transmitir generación tras generación la práctica en la elaboración de sus productos
hasta nuestros días, donde el proceso manual sigue siendo el mismo. Este es un certi-
ficado que garantiza que el producto contenido en esta caja está elaborado totalmente
a mano”.
La dirección y los obreros de estos nuevos talleres de la Trinidad se dicen
orgullosos de continuar con las mismas técnicas –soplado en boca, talla ma-
nual- y también con idénticos diseños a los que usaban años atrás. Toda la

110 En las etiquetas antiguas no aparecía la referencia patrimonial, el resto, es decir todo lo que está
en minúsculas no ha variado en absoluto.

309
La defensa de un patrimonio vivo

moldería de la antigua fábrica de vidrios, que ha sido inventariada y catalogada


y que incluye alrededor de tres mil piezas, está siendo utilizada por estos tra-
bajadores. Se garantiza así la continuidad en los diseños, en la obtención de un
producto igual al que había en algunos casos cien años atrás.
Guardamos, desde hace cien años, una rica herencia como parte valiosa del patrimo-
nio cultural andaluz. A veces hemos dudado: el desafío de la tecnología nos ha hecho
pensar. Sin embrago, optamos por nuestra sensibilidad, y al servicio de ella nuestras
manos, nuestros pulmones y... mucho corazón (Folleto promocional La Trinidad Fá-
brica de Vidrio. Polg. Ind. La Carretera Amarilla).
La continuidad y la vinculación con Andalucía son dos de los calificativos
en los que se insiste ligándolos a las piezas elaboradas. Por ejemplo, se publi-
citan como “nuestros productos a lo largo de la historia”. Se enumeran cristalerías
que “distinguidas por su estilo y calidad han sido adquiridas siempre por familias con
gran renombre en Andalucía”, catavinos y copas “desde siempre en las mejores bodegas
andaluzas”.
“Nosotros seguimos usando los colores de siempre, el blanco y el azul cobalto. El
azul es el color de los vasos de catar el aceite y también la botella de Luca de Tena
de agua de azahar. Yo no se si te acuerdas de esas botellas de agua de azaha, que
se vendían un montón, que dicen que eran para los nervios, las cosas de mujeres y
eso… era una botella muy bonita”. (Miguel, La Trinidad Fábrica de Vidrio,
Polígono Industrial Carretera Amarilla, Sevilla, octubre 2006)
Si la continuidad y la reiteración de las técnicas tal como se establecieron
hace cien años es uno de los pilares de este discurso, otro recurso significativo
es el de la singularidad de las piezas. Se manifiesta que a pesar de los moldes,
difícilmente pueden ser totalmente idénticas una a otra.
La singularización o creación individualizada, que se concibe como funda-
mental en las “bellas artes” es una noción que se está traspasando al producto
artesano. Una copa artesanal es un producto único e irrepetible. Curiosa ca-
rambola para un modo de proceder que se basa en los moldes y cuyo ultimo
objetivo era la producción de objetos iguales entre sí. Tal como explicaba el
conservador de museo Limón Delgado, la máxima aspiración del artesano en
el sistema de producción antiguo no era crear un producto singular, sino un
objeto idéntico al modelo.
Pero en el discurso de los trabajadores, y donde se vislumbran algunos de
los valores centrales asociados a su cultura del trabajo, el acento se pone en
el soplado a boca. Lo fundamental del proceso y lo que determina la calidad

310
Capítulo VI

de la pieza y su valor, según estos trabajadores, es el soplado. En la pequeña


contienda que libran estas dos empresas disputándose la marca y el papel de
herederos de la antigua cooperativa del vidrio de Miraflores, uno de los piques
que se muestra con más énfasis es el del soplado. Los unos dicen de los otros
que “no les quedan maestros vidrieros que sepan soplar de verdad, ya se han ido jubilando
todos o están aquí”. Y esos otros enuncian “ellos el soplado que hacen es testimonial, de
exhibición, para fotografías y eso pero en el día a día la mayoría de los productos no van
soplados”.
Tanto en estas referencias como en otros comentarios sobre otras fábricas
y talleres de vidrios más o menos conocidos, la comparación y las alusiones
derivan siempre al soplado. Se entiende la centralidad del maestro de plaza o
soplador, que siempre ha tenido gran prestigio dentro de la fábrica. Era este
maestro el que secuenciaba la producción y a su ritmo debían y deben trabajar
los demás.
Por otra parte, estamos viendo cómo las formas en que se orienta la co-
mercialización y cómo se organizan las demandas de este sector han desplaza-
do en cierto modo al maestro que mayor prestigio tenía en la antigua fábrica,
que no eran otros que los talladores. A pesar de que todavía hoy el trabajo del
tallador sea presentado con gran respeto y se aluda a su estética como la más
completa y compleja de los productos que se elaboran, su papel ha pasado a
ser secundario.
El “maestro tallador” era el que antes daba una calidad superior al produc-
to. Los objetos tallados irían a las casas más importantes, a los comercios más
elegantes. Las demandas de los consumidores y las estéticas han ido cambian-
do, de modo que esta correlación ha dejado de ser automática. La posición en
el conjunto de la fábrica tampoco era comparable: frente al trabajo sudoroso
junto al horno, necesitado de fuerza ara soplar y sometido a imprecisiones y
roturas del maestro vidriero; el maestro tallador trabajaba en su banco senta-
do, fresco, con piezas que sería únicas, a menudo diseñadas por él mismo… el
papel del maestro tallador era el más cercano al artista que había en la fábrica y
así era su consideración. Baste decir que uno de los hijos de Thirion fue hasta
su jubilación maestro tallador y uno de los referentes para los trabajadores
más viejos111.

111 Todavía se sigue hablando con respeto de este maestro: “Yo tuve mucha suerte, yo he aprendido
con uno de los grandes, con el maestro Thirion. Porque cuando yo entré en la fábrica, que era todavía

311
La defensa de un patrimonio vivo

Las salidas comerciales de las dos empresas son bien distintas. La una –
Guadarte- usa como referente las grandes muestras y ferias internacionales de
decoración. Muchos de los productos de cristal se venden junto a los contra-
tos para hacerse cargo de la decoración completa de un hotel o de otro tipo de
empresas. En la otra –la Trinidad de la Carretera Amarilla- han reconquistado
sólo unos pocos de sus antiguos clientes, como algunas bodegas para las que
siguen haciendo copas y, por otra parte, dan salida a cristalerías talladas y otros
encargos específicos. Sin embargo, el grueso de su producción hoy está desti-
nada a las cervecerías locales, con vasos serigrafiados.
Ambos talleres buscan parte de la salida de su producción fuera de Espa-
ña, “donde se aprecia más la artesanía, la calidad de un producto como este”.
También se dirigen con insistencia al comercio de la decoración y tiendas
especializadas buscando dar relevancia a la calidad artesanal del producto. La
aspiración de estos productores es encontrar un hueco entre sus clientes po-
tenciales. Unos clientes que valoren la calidad del producto, pero principal-
mente que tengan en cuenta la manualidad del proceso, las pericias y saberes
implicados y la vinculación de las piezas con la memoria y la historia de la
ciudad.
De hecho uno de los problemas asociados a la producción de vasos para
los bares y cervecerías de la ciudad es la pérdida de “la distinción” en cuanto
a la clientela a la que se dirige el producto. Algunos trabajadores de la compe-
tencia señalan este aspecto como negativo: “ya no es sólo que estén tirando los pre-
cios, es que un producto como este no es para eso, no merece la pena una fabricación artesanal
para estar venga a producir vasos a granel”. Como diferentes teóricos han señalado,
el valor de un objeto no es intrínseco al mismo, sino que depende de los sig-
nificados que se le atribuyan. La asociación de un objeto con determinados
consumidores o clases sociales puede connotarlo positiva o negativamente
y, por tanto, hacer variar su precio de mercado y también alejar o atraer a un
determinado grupo de consumidores.
Arjun Appadurai (1991), por ejemplo, señala que los objetos considera-
dos lujosos se caracterizan por cinco aspectos: la limitación a las élites, com-

un chiquillo, porque tenían quince años (…) pues yo era tan niño que el me cogió cariño y me sentaba
a aprender a su lado… y me enseñó. (…) en España hay pocos talladores de esa categoría, muy pocos.”
(Maestro Tallador, Notas del cuaderno de campo, Fábrica de la Trinidad, Polígono Industrial de la Ca-
rretera Amarilla, octubre 2006).

312
Capítulo VI

plejidad en la adquisición, una “virtud semiótica” capaz de lanzar complejos


mensajes, un conocimiento especializado por parte de sus compradores y que
estén vinculados al cuerpo y/o la personalidad de sus usuarios. Como bien
critica Mary Douglas “La encantadora idea de una “virtud semiótica” es una
característica aplicable absolutamente a cualquier cosa” (1998:120).
La relación con las élites es una imagen que pretenden las dos empresas:
una recordando que sus piezas han sido tradicionalmente consumidas por
“las familias más prestigiosas de Andalucía”; otra remarcando el lujo de sus
ambientes y creaciones.
Los productos considerados “artesanales” juegan con las tres característi-
cas que Douglas (ibdem.) considera relevantes: la dificultad de adquisición, un
conocimiento especializado y la vinculación con sus usuarios. La comercializa-
ción en tiendas de lujo, en lugares especializados o en el espacio productivo en
sí, dificulta la adquisición de muchos de estos objetos, por ello mismo precia-
dos. Si hay que desplazarse hasta el recóndito lugar donde se halla el productor
o si se deben traspasar todos los filtros de las tiendas más lujosas, su acceso
definitivamente no es fácil. Estos requisitos son los que se pretenden ligar al
vidrio en su comercialización especializada y este es uno de los problemas que
presenta el dar salida comercial a parte de la producción en cervecerías locales:
se pierde ese aura de accesibilidad restringida.
La valoración de un objeto como artesanal implica, como venimos afir-
mando, precisamente la transformación de una serie de significados asocia-
dos a la pieza. Manualidad del proceso, vinculación con lo local, dimensión
histórica… estas características descritas más arriba se pretenden transmitir
al consumidor. Un consumidor que sepa distinguir entre la calidad de un vi-
drio mecanizado y una pieza artesanal; entre el estilo de un molde sevillano,
con más de un siglo de tradición y un jarrón o una copa de cualquier parte
del mundo… El consumidor potencial de los productos de la Trinidad debe
tener estos conocimientos especializados, debe al menos dirigirse a comercios
donde puedan señalar estas diferencias.
En general los productos artesanales y de lujo, y en particular, las piezas
de vidrio de la Trinidad, con su fuerte vinculación local e histórica, sirven
para mostrarla personalidad de sus usuarios. Estos objetos de decoración do-
méstica, a menudo destinados a ocasiones especiales, como las cristalerías, se
asocian en su uso a su procedencia, el “estilo” no está en el uso de unas copas
del cristal más fino procedente de Chequia, sino en mostrar la vinculación con

313
La defensa de un patrimonio vivo

el saber hacer local, con la tradición andaluza, con la historia industrial sevilla-
na…
Este tipo de producciones calificadas como artesanales han sido objeto de
consumo por parte de nuevos públicos en las últimas décadas y su producción
está aumentando en los países denominados industrializados en esta etapa de
globalización (Aguilar, 1999; 2003). Desde mediados del siglo XX se había
generalizado el consumo turístico de artesanías por parte de los ricos turistas
occidentales en los países “en desarrollo” o “subdesarrollados”. Los proce-
sos de terciarización del ámbito rural, asociándolo al consumo turístico, han
dado una nueva relevancia a ciertas artesanías en el contexto de los países más
industrializados. Producciones muchas veces a punto de desaparecer o total-
mente marginales se han “recuperado” con la complacencia, y a menudo el
impulso, de diversas administraciones, como ha sucedido en cierto modo con
el vidrio de la Trinidad. Las artesanías se han connotado como productos “de
la tierra”, diferenciados, auténticos y siempre con cierto sesgo de exotismo.

UN BARRIO QUE REIVINDICA SU FÁBRICA: EL RETIRO OBRE-


RO
La aprobación inicial del nuevo PGOU de Sevilla, en junio de 2004, pro-
vocó las protestas de un grupo de vecinos de una de las barriadas colindantes
con la Fábrica de Vidrios de la Trinidad: El Retiro Obrero. En ese Plan se pre-
veía la ampliación de una de las calles –que se convertiría en parte de un gran
eje de tráfico-, la desaparición de veintidós casas del barrio y la construcción
de dos nuevos bloques. Esta propuesta fue el catalizador de un movimiento
de reivindicación vecinal, que apareció como de la nada, pero que venía ges-
tándose desde la incertidumbre en la que el PGOU de 1987 había ubicado al
barrio112. La situación unió a gran parte de los viejos y nuevos vecinos de un
barrio tranquilo, que había mantenido su fisonomía original a lo largo de los
años, que veía en peligro su continuidad y, lo que era aún peor, que para algu-
nos vecinos significaba la expropiación de su casa.
De las resistencias a este proyecto urbanístico surgió una agrupación de-
nominada Asociación Histórica Retiro Obrero (AHRO). Tal como su nom-

112 En 1987 se había previsto la desaparición del barrio, aunque una modificación en Pleno de 1991
había desestimado la propuesta. El PGOU provisional de 2004 volvía a proponer el derribo de parte
del mismo.

314
Capítulo VI

bre indica, un eje central de sus reivindicaciones se orientaba en torno a una


visión histórica y patrimonial del barrio. Esta orientación se ha mantenido e
incrementado a lo largo del tiempo, constituyéndose en el elemento que mejor
define el discurso de la asociación.
En las alegaciones que hicieron al PGOU, los vecinos argumentaron en torno
al carácter histórico del barrio. En enero de 2005 celebraron las I Jornadas
Históricas del Retiro Obrero con el lema: “Por la eliminación en el PGOU del
ARI-DM 10. Apostemos por una ciudad con patrimonio, sin especulaciones y una alta
calidad de vida”. Los vecinos denunciaban, a través de su portavoz, Basilio Mo-
reno, que con la excusa de ampliar el viario para crear un corredor entre la
zona de San Lázaro y Felipe II, se estaba encubriendo una nueva operación de
especulación urbana.
En esta convocatoria de las I Jornadas de AHRO, se hace referencia a los
orígenes del barrio construido entre 1927 y 1935 según diseño de Gómez
Millán y a sus características113. Desde un principio, la Fábrica de Vidrio de
la Trinidad aparece asociada a las reivindicaciones sobre la recuperación del
barrio, como puede verse en la siguiente reproducción del folleto.
La presencia entre los colaboradores de Julián Sobrino, confirma la impor-
tancia otorgada a la Trinidad. Asociaciones como ADEPA, Etnólogos en Ac-
ción o Ben-Basso atestiguan el carácter patrimonialista de las reclamaciones.
Las segundas Jornadas de AHRO, celebradas en enero de 2006, estuvieron
dedicadas en su integridad a la Fábrica de Vidrios de la Trinidad.
Antes de detenernos en las formas en que se reivindica este bien cultural y
los significados que le son atribuidos por estos agentes, quisiera señalar algu-
nas singularidades destacables de este proceso de reivindicación.
Desde mi punto de vista, lo más llamativo podría ser la comparación de
este movimiento con el que tuvo lugar en Triana: los tiempos son diferentes,

113 “Se denomina así [Retiro Obrero] desde el comienzo de su construcción 1927 a propuesta de la
promotora, La Caja de Seguros Sociales y de Ahorros, por el primer seguro social que se crea en 1919
y que fue popularmente conocido como la “Perra Gorda”. (…) Tiene una planta trapezoidal, con un
trazado viario en retícula que da lugar a manzanas rectangulares, a excepción de las que ocupan los lados
oblicuos. Se levanta sobre la antigua huerta de “La Pintada”, (…) En 1926 se encarga a José Gómez
Millán, el proyecto de la barriada social, que comprende un total de 300 casas familiares y 4 grupos de
casas colectivas, beneficiándose de la ley de casas baratas de 1921; las obras se prolongan hasta 1935.
La edificación responde a la idea de ciudad-jardin, en la que se distinguen dos tipos de casa unifamiliar
(…)” (Texto de folleto anunciador de las Primeras Jornadas de la Asociación Histórica El Retiro Obrero,
enero 2005)

315
La defensa de un patrimonio vivo

más de una década y las formas en que se organizan las asociaciones reivin-
dicativas también. Con ser AHRO una asociación de barrio como lo era Co-
pavetria –y podríamos añadir de un barrio mucho más pequeño y con una re-
sonancia infinitamente menor- sus demandas han sido mejor atendidas y con
mayor prontitud. Podemos observar claramente una evolución en cuanto a: 1)
la proliferación en numero de asociaciones y grupos en defensa del patrimo-
nio de la ciudad y 2) una mayor eficacia en la organización en red, prestándose
apoyo mutuo. Un apoyo que no queda sólo en la colaboración pública, sino en
el intercambio de experiencias y conocimientos.
Por otra parte, en un barrio con unos pocos pobladores y con un alto índi-
ce de envejecimiento poblacional, era difícil presentar una línea de actuaciones
basadas en la confrontación y en la lucha en la calle. Muchas de las acciones
programadas contienen un alto carácter informativo-educativo y están ligadas
a la difusión de la cultura y de la historia. Esta es la línea que se ha trazado
la Junta Directiva y que se reitera de forma contundente en asambleas y pro-
gramación de actos y reivindicaciones. Anualmente vienen programando la
celebración de unas Jornadas Históricas (en enero 2007 serán las III); una
excursión a algún lugar patrimonial y la organización de una Velá en el barrio.
El principal objetivo de ésta, se dice, es potenciar el contacto y conocimiento
entre los vecinos, principalmente entre los de mayor edad y sus herederos
–los vecinos de toda la vida- y los que han ido llegando en los últimos 10 o
15 años. Otras acciones tienen un carácter más cotidiano o periódico, pero de
nuevo encontramos que la línea identitaria e histórica aflora constantemente.
Un jueves de cada dos se organiza un “Café del Recuerdo”, al que acuden
unos pocos tertulianos para hablar de sus recuerdos y de anécdotas del pasa-
do. Mientras para unos este ejercicio sirve para conocer lo que era el barrio
y la ciudad tiempo atrás, algunas de las ancianas que acuden ven el lado más
sociable del asunto. “Hay veces que te cuesta ir, pero te arreglas, estás fuera de casa un
rato, hablas con otros y cuando te has dado cuenta estás muerta de risa. Y luego te vuelves a
casa tan contenta… Animaos, a ver si venís una tarde…”114.
Incluso en la Velá del barrio se programa una parte con banda de música,
“para escuchar la música como era antes, en vivo” y se entrega un premio
especial a la casa mejor conservada… aquellas que mantienen su idiosincrasia

114 Notas del Cuaderno de Campo, fragmento de una conversación entre tres vecinas y socias; Asam-
blea de AHRO, septiembre 2006.

316
Capítulo VI

original. El modo en que ha ido calando este discurso puede verse en la certera
frase de una de las ancianas de la asociación –cuyo nivel de estudios formal no
pasa del graduado- y que expresaba: “Nuestras casas son nuestros archivos, guardan
nuestra memoria”.
En general, puede decirse que hay una gran coherencia entre los elementos
centrales de los discursos de identificación que proponen y el modo en que
se articulan las acciones. Unas acciones que, en cierto modo, atienden a un
modelo mixto entre las pautas que siguen las asociaciones de defensa del pa-
trimonio más convencionales y cercanas a la academia –que realizan conferen-
cias, visitas guiadas, editan boletines y mandan cartas al director- y las que se
activan en defensa de un inmueble o bienes concretos –que suelen combinar
charlas o visitas con acciones de confrontación como manifestaciones, encie-
rros, ocupaciones, etc. y lo conjugan con actividades informales en las que dar
el protagonismo a los vecinos y su conocimiento del bien o del pasado-. Estos
dos tipos de asociación representan según Javier Hernández (2003b) modelos
opuestos115 de un continuum que iría desde una mayor formalidad y academi-
cismo patrimonial a un modelo más estratégico e informal orientado a fines
no exclusivamente de defensa del patrimonio. El caso de ARHO, representa-
ría, por su composición social y por sus intereses iniciales un tipo más cercano
a las segundas, pero sus fórmulas de actuación y los contenidos discursivos se
parecen bastante a las primeras.
En un corto espacio de tiempo, poco más de un año, los vecinos habían
pasado de estar preocupados exclusivamente por la amenaza de expropiación
y la apertura de un gran viario junto a sus casas, a realizar demandas de equi-
pamientos y una relectura en clave histórica y antropológica de su barrio. Para
entender el éxito y el calado del discurso propuesto -en torno a la historia del
barrio, a la importancia de sus industrias, a la idiosincrasia de su arquitectu-
ra…- hay que relacionarlo, además de con los discursos y los modos en que se
reproduce la acción, con los liderazgos de la asociación, la composición social
de la misma y con las redes que han activado.
El presidente de AHRO116 es un líder con bastante carisma, un autodidacta

115 Sobre estos modelos véanse las páginas 35-36 de esta tesis.
116 La asociación está dirigida formalmente por una Junta Directiva, constituida por presidente, se-
cretario y tesorero más dos vocales –con una sola mujer entre cuatro hombres En septiembre de 2006
se amplió con dos vocales más, para apoyar en el trabajo de la directiva. Ambos son hombres de entre
55 y 65 años.

317
La defensa de un patrimonio vivo

y uno de los muchos sevillanos enamorados de la historia de Sevilla, pero ha


sabido transmitir a sus vecinos este interés a través del recuerdo y de la mirada
hacia la propia memoria.
La forma en que se articula el discurso, su contenido y también los modos
de acción y de puesta en escena de las reivindicaciones de la asociación, con-
cuerdan perfectamente con un grupo formado en su mayoría por personas
mayores, muchas de ellas mujeres y que se ubicarían en una posición social
intermedia –obreros cualificados y asalariados “de cuello blanco”-.
En tercer lugar, las redes activadas se dirigen tanto a asociaciones y gru-
pos defensores del patrimonio en su versión más conservadora como a otros
colectivos situados más a la izquierda política. Se mantienen vínculos eficaces
con la academia, a través de distintos profesores de la universidad. No se
olvida tampoco a los grupos políticos municipales: se conserva una relación
directa y fluida con el PSA, que ha dado apoyo público a las reivindicaciones
en diversas ocasiones; pero también se tienen lazos activos con sectores del
PSOE e IU, especialmente a través de militantes de base y de la asistencia a los
grupos de “Presupuestos Participativos”.

Alianzas para la rehabilitación de la Fábrica


En lo que respecta a la Fábrica de Vidrio de la Trinidad, algunos de los
vecinos participantes en la asociación han sido trabajadores de la fábrica. El
vínculo no es sólo ese, para muchas de las mujeres ancianas que continúan
viviendo en el barrio, el trabajo en la fábrica ha sido una parte de su experien-
cia vital –a menudo temporal- o de la de algún pariente. Pero, sobre todo, las
fábricas de la zona y en concreto la Trinidad, que ha permanecido funcionan-
do hasta ayer, forman parte del paisaje y de la forma de entender el barrio tal
como ha sido siempre.
Por el modo en que se produjo la localización industrial en Sevilla y en
concreto por las formas en que se desarrollaron el crecimiento urbano de
esta zona, era previsible que existiera un gran vínculo entre las fábricas y las
barriadas del entorno. Tal como describe muy certeramente Javier Hernández
(1999) para el caso de Hytasa y el Cerro, las lógicas de localización espacial, en
las que los barrios quedaban física y socialmente separados del centro social y
simbólico de la ciudad exacerbaban un vínculo previsible entre la fábrica y su
barrio. Respecto a la Trinidad, sería necesario establecer una serie de matices.
En primer lugar, la separación física y social con respecto a los barrios más

318
Capítulo VI

tradicionales es de otro calado: los arrabales de la Macarena, se fueron expan-


diendo vinculando, al menos socialmente, a los vecinos de las nuevas barriadas
con los asentamientos más antiguos. En segundo lugar, la relación de la Trini-
dad con el barrio no se limita a su entorno más inmediato –Cruz Roja, Retiro
Obrero, Fontanal, etc.- sino que, como hemos podido comprobar a través de
diversas entrevistas, se extiende hacia una noción territorial más amplia: La
Macarena.
“Yo entro a trabajar en 1972, que mi barrio es la Macarena y por mediación de un conocido, un
pariente, del barrio de la Macarena me presenta en la fábrica. Y tenía 16 años en aquel tiempo.”
(Miguel, La Trinidad Fábrica de Vidrio, Polígono Industrial Carretera Amarilla, Sevilla,
octubre 2006)
“Cuando yo era un crío, recuerdo que iba algunas veces a llevarle la comida a mi tío, que vivíamos
en una casa en la calle Torrigiano ¿sabe usted donde? Allí en la Macarena… Allí vivíamos. En
esa casa había unos pocos que trabajaban en la fábrica (…)” (Mario, La Trinidad Fábrica de
Vidrio, Polígono Industrial Carretera Amarilla, Sevilla, noviembre 2006)
“No, yo vivía en Torreblanca, lo que pasa es que mi madre es de la Macarena y mi tío trabajaba
en la fábrica y por eso, pues como a mi me hacía falta trabajar, pues él me presentó. Entré de aprendiz
a los 16 y a los 18 me hicieron fijo” (Francisco, Guadarte, La Trinidad Fábrica de Vidrio,
Alcalá de Guadaira, junio 2006)
Tal como puede deducirse de estos fragmentos y por muchas otras conver-
saciones, el modo de reclutamiento para comenzar a trabajar en la fábrica de
vidrios era un pariente o un conocido que “apadrinara” en la fábrica. Con ello
la transmisión generacional quedaba asegurada, pero también los vínculos y
relaciones en el trabajo se desbordaban hacia la red de parentesco y vecindad.
La sociabilidad de los obreros, por tanto, no se limitaba a las horas de trabajo,
las asambleas y las salidas de la fábrica, sino que se extendía a los patios de ve-
cinos o bloques donde residían y a las tabernas donde se comentaba y discutía
también a menudo sobre temas de trabajo.
Para el barrio, la Trinidad es un referente. Muchos de sus antiguos traba-
jadores se hayan tenido que marchar, pero quedan aún unos pocos en sus
alrededores. Los antiguos empleados siguen rondando su fábrica, van a buscar
materiales, la visitan, la “vigilan”…
Los lazos de la fábrica con el barrio se evidencian de modo más sutil en
las conversaciones con las mujeres de la zona. Aunque no se haya tenido una
relación directa, los vínculos se visibilizan a veces tan solo con la referencia a
una cristalería, a una pieza tallada que se tiene en especial estima. La cercanía
de la tienda –en el interior de la fábrica- permitía el acceso a sus productos,
a menudo por ejemplo para ir comprando una cristalería para el ajuar de una

319
La defensa de un patrimonio vivo

hija. También algunas piezas con defectos menores –o las hornadas que salían
con mezclas de color cuando se estaba pasando de una “composición” a otra-
se les daban a los empleados que las regalaban o vendían a un precio asequible
entre sus amigos y vecinos.
Desde un principio, el futuro de la Fábrica de la Trinidad se incorporó a
la reivindicación de la Asociación, pero en enero de 2006 las II Jornadas de
AHRO, estaban centradas en la antigua Fábrica de Vidrios.
Las alianzas ya trazadas se hacían visibles. En la sesión de tarde de las jor-
nadas se dio protagonismo a diversos agentes: La academia estaba representa-
da por Julián Sobrino, como experto en la industria andaluza y estudioso de la
Trinidad, profesor de la Escuela Superior de Arquitectura de la Universidad de
Sevilla y Raúl del Pozo, historiador, gran conocedor de la zona que relacionó
la Trinidad con el nacimiento del Sevilla F.C. La Sevilla más tradicionalista y
populista vino de la mano de Nicolás Sala que, con abundante documentación
y fotografías prestadas por los vecinos, se adentró en la memoria del barrio.
Quedó gratamente sorprendido y prometió lo que los organizadores querían:
hablar en su columna sobre el Retiro Obrero y la olvidada zona norte de
la ciudad. En la mesa estaban además dos miembros de la actual dirección
de “La Trinidad. Fábrica de Vidrios”, del Polígono Industrial de la Carretera
Amarilla: Carmen Hidalgo, gerente y Pablo Murillo, director. Ambos hicieron
un relato en torno a los procesos de trabajo del vidrio y al actual desarrollo de
la actividad. Basilio Moreno representaba a la asociación de vecinos AHRO y
moderó el debate.
Del acto salió una reivindicación unánime –al menos en apariencia- para
demandar el uso de la antigua fábrica de la Trinidad para la ciudad. Los veci-
nos centraban sus demandas en la obtención de un Centro Cívico, donde re-
unirse, organizar talleres, actividades, etc. y un Centro de Día para Mayores, un
lugar “para los viejos del barrio” y consideraban que las naves de la Trinidad,
convenientemente remozadas, serían el lugar ideal. Al mismo tiempo, apoya-
ban las antiguas demandas de los trabajadores de la Trinidad de la Carretera
Amarilla que pretendían la construcción de un Museo del Vidrio, en torno
al cual pudiesen desarrollarse actividades demostrativas y formativas como
escuelas-taller, etc. El profesor Julián Sobrino, por su parte, reivindicaba la
ubicación en el inmueble de un museo que resaltara toda la etapa industrial de
la ciudad.
Se coaligaban así diferentes agentes y distintas perspectivas y percepciones
sobre el bien, para reivindicar su activación patrimonial y su uso pleno por

320
Capítulo VI

parte de la ciudadanía.
Durante todo el año 2006, se han venido realizando diferentes negociacio-
nes, conferencias, participación en foros ciudadanos, etc., para dar difusión a
estas pretensiones. En diciembre de 2006 se han presentado unas alegaciones
ante la Comisión de Patrimonio de Sevilla para pedir una modificación del
PERI que afecta a la Fábrica de Vidrios de la Trinidad. Se demanda que se
respeten las tres naves de que consta la fábrica para usos de biblioteca, centro
cívico, museo de la industria, escuela-taller del vidrio... La delimitación del
bien, como ya se dijo, afecta solo a una de las naves (la más grande) y a una
parte del piso inferior (sótano) de la nave 2 y 3, por lo que la propuesta de la
promotora que tiene la propiedad del suelo era ajardinar la zona.
Por una parte, la planificación urbana determina que 500 m2 de la nave
principal se destinen a biblioteca. Por otra parte, el Colegio de Ingenieros de
Andalucía Occidental está negociando un acuerdo con el Ayuntamiento para
ubicar en ese espacio un Museo de la Industria Sevillana, una propuesta que
cuenta con el apoyo de ciertos profesores de la universidad y con la compla-
cencia de los trabajadores de la carretera amarilla. Finalmente, las alegaciones
encabezadas por AHRO y apoyadas por otros veinticinco grupos ciudadanos,
demandan el uso social del espacio. Para ello suman a la nave principal las
otras dos naves laterales que en el documento inicial podrían ser demolidas y
que ahora se reivindican.
“Si acatamos los documentos antes mencionados (BOJA nº 110/1999 y 118/2001)
como lo expresado en los textos del PERI nº 5, las nuevas edificaciones117 no afecta-
rían a ninguna de las naves existentes en el conjunto de la fábrica, por lo que su con-
servación aumentaría sus valores etnológicos y patrimoniales, resultando una mejor
ubicación y acogida a los hornos protegidos, así como la propia chimenea también
protegida. No perjudicando en esto al proyecto ni a la promotora.
Sin embargo, sí tendría mayor valor social al poder albergar estas naves dotaciones
sociales carentes en las zonas circundantes (…) Referimos este recinto por ser un
patrimonio cultural y etnológico. Añadiendo la aportación económica y comercial en
la zona, que además de ello posee una capacidad suficiente para albergar algunas de
las propuestas solicitadas. Como son: MUSEO INDUSTRIAL DE LA CIUDAD DE

117 Se refiere a una propuesta que se hace en las alegaciones para cambiar la alineación de un bloque
de viviendas proyectado. Se pide que se ajuste al espacio que ocupaban antes los talleres que bordea-
ban la fábrica en el perímetro de su manzana, en los muros exteriores. La promotora ha presentado un
diseño en el que uno de los bloque ocupa parte del espacio de las naves 2 y 3, por lo que habría que
derribarlas.

321
La defensa de un patrimonio vivo

SEVILLA, ESCUELA-TALLER DEL VIDRIO ARTESANAL, BIBLIOTECA DE


BARRIO, SALA DE EXPOSICIONES Y ACTUACIONES, ELABORACIÓN DE
TALLERES” (Pliego de Alegaciones dirigido a la Gerencia de Urbanismo de Sevilla,
27 de noviembre de 2006, Basilio Moreno AHRO. Mayúsculas en el original)
Alegando la salvaguardia del patrimonio histórico y etnológico, los vecinos,
los trabajadores y ciertos sectores académicos de la ciudad se ven beneficiados
en una serie de intereses, legítimos, pero partidistas. Los vecinos buscan un
equipamiento cercano y difícil de ubicar en una zona tan demandada y con un
altísimo precio del suelo. Los académicos y el Colegio de Ingenieros buscan
un ámbito de promoción de su labor y una plataforma para seguir publicando,
investigando, etc. Los trabajadores aspiran a encontrar una fórmula de difu-
sión de su producto y asegurar una entrada de dinero estable vía la impartición
de talleres sobre el vidrio. Unas y otras actuaciones no son incompatibles,
sino que se refuerzan mutuamente. La ciudad en su conjunto, por su parte, se
asegura no seguir perdiendo referentes de su patrimonio y su memoria indus-
trial.
Pero ¿quiénes son los perjudicados de estas alianzas? Claramente, la pro-
motora y, en segundo lugar, en apariencia, la empresa Guadarte.
No he tenido acceso a los propietarios del suelo, pero difícilmente se verán
beneficiados a no ser que obtengan otras compensaciones. En el proyecto
inicial se construye en todo el perímetro del solar de la antigua fábrica. En el
centro queda la nave principal, con sus equipamientos, y la chimenea exenta,
el resto de las naves de derribarían siendo transformadas en espacios ajardina-
dos. Aun cuando en las alegaciones se afirme que no se transforma la edifica-
bilidad, las condiciones varían. Tal como se comentaba en un foro: “No es lo
mismo venderle a alguien una casa con un jardín delante que con un muro a cinco metros…
por mucho que se diga que es monumento”118.
Por su parte, los trabajadores de Guadarte ven con mucha suspicacias estas
reivindicaciones que beneficiarían a sus competidores directos, situándolos a
ellos en una posición silenciada. No se trata tanto de los perjuicios económi-
cos que les pueda ocasionar, como del cuestionamiento de sus derechos como
herederos de la Trinidad, al menos, en igualdad de condiciones a los otros. La
herencia, la tradición, el saber técnico, el prestigio, la historia, la raíces en la

118 Anotaciones del Cuaderno de Campo. Reunión de la Plataforma Vecinal La Trinidad-Santa Justa.
Sevilla, 17 Noviembre 2006.

322
Capítulo VI

localidad… todos ellos van asociados al nombre de la Trinidad. ¿Quiénes van


a organizar y enseñar en la escuela-taller del vidrio? Con ocasión de la celebra-
ción de las II Jornadas de AHRO, un trabajador de Guadarte me comentaba:
Yo la pregunta se la hice a él [un profesor de Universidad], en las jornadas esas. Vamos a ver si en
el año 96 no hicimos nada por la fábrica de la Trinidad, ¿tú qué esperas hacer ahora por la fábrica?
¿A que viene eso de un museo y lo otro? Aquello era un proyecto que se presentó, se puso en la mesa
y no se hizo nada por la fábrica… diez años después qué esperas hacer. Yo es que no lo entiendo.
Porque si realmente se puede hacer algo, es el ayuntamiento o la consejería que digan, vamos a hacer
algo. Una casa de acogida o lo que sea. Pero tú si antes no hiciste nada, ahora ¿qué vas a hacer?…
(Francisco, Guadarte, La Trinidad Fábrica de Vidrio, Alcalá de Guadaira, junio 2006)
La posición de Guadarte parece ser ambigua respecto a la patrimonializa-
ción y al proceso de puesta en valor de la Trinidad. Formalmente se dice que
es positiva la protección de la fábrica, su catalogación como Lugar de Interés
Etnológico. Son legalmente los propietarios de la antigua marca “La Trini-
dad. Fábrica de Vidrios”, podrían asociar su nombre a un bien considerado
patrimonio. Precisamente la compra de la marca por parte del propietario del
Grupo Guadarte obedece claramente a una estrategia de asociar su producto
de cristal con una empresa antigua, con solera, con un valor añadido.
Por otra parte, desde un principio los que han mantenido los vínculos con
la Consejería de Cultura y que han sido considerados depositarios de la con-
tinuidad son sus compañeros de La Trinidad en la Carretera Amarilla. Este
colectivo de trabajadores conserva los moldes catalogados. Mantienen una
línea continuista, en la que su identidad como trabajadores y como empresa
se fundamenta en una mirada hacia el pasado –una misma forma de funcio-
namiento, las mismas técnicas de producción, la elaboración de las mismas
piezas, la exhibición de fotos de la antigua fábrica…- a la vez que apoyan la
promoción de sus productos en una lectura patrimonialista.
Para un adecuado análisis, creo necesario diferenciar las posiciones estruc-
turales de los diferentes agentes. He mostrado las posiciones de los trabajado-
res de las dos empresas, cómo ambos reivindican su memoria sobre el lugar
–no sólo físico- en el que aprendieron su oficio y donde muchos pasaron la
mayor parte de su vida adulta. Pero no conviene olvidar que, en la actualidad,
los unos son propietarios y trabajadores, que cuando hacen referencia a su
oficio, a la definición de su fábrica, a las características de su producto, lo
hacen como trabajadores-empresarios o “socios-trabajadores”, para emplear
sus propios términos. Por el contrario, en el caso de Guadarte, habría que
distinguir entre la definición de la empresa, que se elabora desde la dirección

323
La defensa de un patrimonio vivo

de la misma -y que cuenta con especialistas en marketing y publicidad y cuyo


escenario prioritario son las grandes ferias de decoración internacionales- y la
percepción que tienen los asalariados del sector del vidrio, que sólo son una
parte de una gran empresa –o de un grupo de empresas, para decirlo en los
términos jurídicos exactos- y los más recientemente incorporados.
Sin entrar en los problemas ni la casuística de cómo se decidió quiénes
estarían dentro de la empresa cooperativa continuista y quiénes no, lo cierto
es que los primeros se han ido adhiriendo al proceso de patrimonialización
prácticamente desde su inscripción y han hecho causa común con los defen-
sores de la Trinidad como patrimonio de los sevillanos y los andaluces. Por el
contrario, los trabajadores que por distintas circunstancias se encuentran hoy
en Guadarte se ven abocados a distanciarse de la antigua Trinidad y por ende
a tener cierta mirada crítica respecto al proceso de patrimonialización.
Esta circunstancia no obedece sólo, como podría deducirse de una lectura
simplificadora, a las supuestas competitividades o rencillas entre los dos gru-
pos de trabajadores. Creo que es más importante tener en cuenta las redefini-
ciones que se están operando en las culturas del trabajo de los empleados de
Guadarte y lo que esto implica respecto a los significados y valoraciones que
se han asociado a la Trinidad como bien patrimonial.
Los vidrieros han pasado de ser socios copropietarios a depender de un
patrón, que decide la producción, los modos y las estrategias y que garantiza
un sueldo a fin de mes, independientemente de los vaivenes de la comercia-
lización. El pasado cooperativista se pone en entredicho como modelo, más
cuando tienen noticias de las estrecheces y problemas de sus antiguos com-
pañeros. Los diseños han cambiado y lo que valora la nueva empresa es la
innovación, el lanzamiento anual al mercado de nuevas piezas, la adecuación a
nuevos moldes, el aprendizaje rápido de otros modelos, la versatilidad de los
operarios… incluso las antiguas jerarquías han sido trastocadas y no son los
más viejos maestros –ni los de mayor pericia técnica- los que mayores respon-
sabilidades tienen. Los conocimientos técnicos se demuestran insuficientes,
pues la adaptación a nuevas molderías, otras “composiciones” y materias pri-
mas, nuevas herramientas, etc. implican otros aprendizajes. Las necesidades y
demandas del empresario ponen en cuestión algunos de los saberes y métodos
antiguos e implican la introducción de innovaciones y una modificación, lenta
y que no afecta por igual a todos, de las culturas del trabajo.
Hemos de tener en cuenta que los principales valores añadidos al bien

324
Capítulo VI

se basan en una relectura positiva de: los procesos de producción “tradicio-


nales”, de la continuidad en las técnicas y los saberes asociados a ellas; una
insistencia en el carácter artesanal de la producción y de la continuidad en los
modelos y en la antigua moldería y también en la idiosincrasia de una empresa
con carácter cooperativista y que ha funcionado así durante más de cincuenta
años por una parte. Así como es evidente la correlación entre estas seman-
tizaciones y la definición como empresa que se elaboran en la Trinidad de la
Carretera Amarilla, difícilmente esta resignificación del bien concuerda con las
modificaciones de valor que se están haciendo en Guadarte. El símbolo de la
Trinidad como patrimonio, no coincide con las valoraciones y las definiciones
identitarias que están siendo reelaboradas por estos trabajadores, por lo es
fácil entender las reticencias respecto a este proceso.
Por otra parte, las atribuciones de valor a la Fábrica de la Trinidad pro-
vienen de su antigüedad, su ubicación y su importancia en la configuración
urbana de la ciudad, además de en su diseño arquitectónico… Una lectura del
pasado que sí es compartido por todos, pero que se pone en entredicho a la
vista de las actuaciones en el inmueble de la vieja fábrica –o la ausencia de las
mismas-.

Una fábrica revitalizada


Finalmente, podría decirse que el proceso de patrimonialización de la Fá-
brica de Vidrios de la Trinidad se ha visto fuertemente reforzado desde que
se inicia el expediente hasta hoy. Ha habido un proceso de incorporaciones
progresivas de diferentes agentes y aunque se han añadido algunos nuevos sig-
nificados, entiendo que ha sido más llamativo el modo en que los valores que
se definieron en un principio se han enriquecido y expandido a otros grupos
de población.
Tal como vengo sosteniendo, el que algo sea considerado patrimonio tiene
que ver con una serie de cambios en sus usos y sus significados. La antigua
cooperativa de la Trinidad a mediados de los 90 iba a desaparecer por falta de
viabilidad económica, sin embargo, durante toda su última etapa productiva se
había operado una redefinición comercial en un intento de dar una solución
a la empresa. Esta operación, realizada con el apoyo de diferentes adminis-
traciones, trató de dar entidad al carácter artesanal de la producción. En esta
etapa de los años noventa también se realizaron diferentes investigaciones
en torno a la fábrica de vidrio. Investigaciones que pusieron de relieve las ca-

325
La defensa de un patrimonio vivo

racterísticas de la empresa y de su proceso de producción, como publicación


pionera merece la pena recordar el trabajo de Sobrino Simal ya citado (1996).
Por tanto, son los técnicos de la Administración –con diferentes formaciones,
pero muy vinculados a un conocimiento formal y universitario- y la academia
a través de distintos investigadores, los que van a dar un primer paso de resig-
nificar los productos y la producción de la Trinidad y acercar nuevas perspecti-
vas a ciertos sectores de los trabajadores de la fábrica –principalmente los más
cercanos a las Juntas Directivas de la época-.
A las expectativas que se estaban abriendo en la academia ante una nueva
“subdisciplina” patrimonial –el patrimonio industrial- y la expansión del pa-
trimonio “etnográfico”, deben sumarse las positivas experiencias mercantiles
de las que se tenía constancia en otros lugares de Europa. La explotación tu-
rística de antiguos distritos o parajes industriales era un gran éxito y aparecía
como una solución ante la falta de expectativas de empleo y la decadencia a
que se veían abocadas antiguas industrias ya obsoletas. Creo imprescindible
tener presentes estas dos circunstancias -y muy especialmente la segunda y las
directrices que al respecto se habían elaborado en Europa- para comprender
la excepcional eficacia de la Consejería de Cultura en la tramitación del expe-
diente de declaración. Una eficacia y rapidez que demuestran que cuando se
quiere, se puede.
Otro agente presente en el proceso es fundamental respecto a la orien-
tación que tomó el futuro del inmueble de la Trinidad, me refiero a la Ad-
ministración del Estado. A diferencia de tantas otras fábricas emblemáticas
de Andalucía en las que diferentes investigadores y ciertos sectores sociales
dieron la voz de alarma, en este caso la llamada de atención fue eficaz. El ca-
rácter de cooperativa histórica de la empresa –en su ultima época fuertemente
subvencionada e intervenida por la Administración autonómica- y la acumu-
lación de deudas con la Administración del Estado –Ministerio de Hacienda
y Seguridad Social fundamentalmente- tuvieron una importancia definitiva en
que la catalogación fuera posible. En manos privadas y con deudas respecto
a otros proveedores, lo más probable es que el suelo se hubiese vendido de
modo rápido y silencioso. La “negociación” entre administraciones y con la
dirección de la entonces SAL fue el eje del proceso.
Por supuesto que la especulación del suelo, el cambio de valor de la zona,
es el detonante de este proceso de patrimonialización. El cambio de uso del
suelo a residencial, así como la fuerte subida del precio del mismo, permite la

326
Capítulo VI

generación de grandes plusvalías para las empresas constructoras. La delimi-


tación del bien y de su entorno se ajustan a las necesidades de las promotoras
y de los socios-trabajadores. Se pretende que la catalogación no merme los
intereses de los compradores, de las inmobiliarias interesadas en el solar. La
Administración, en este caso, se ha preocupado por respetar los intereses de
las inmobiliarias, se ajusta a las presiones del mercado, minimizando la parte
del inmueble que se protege y designando usos dotacionales para el mismo.
Unos usos que revalorizarían la zona de cara a su ocupación residencial.
Las significaciones que se fijan en el expediente, como ya se ha señalado,
tienen que ver con la importancia de éste y otros edificios industriales en la
configuración urbana de la ciudad, con el carácter histórico de la fábrica y los
valores representativos del inmueble y también con el carácter tradicional y
artesanal de la producción, si bien esta cuestión se deja de lado en la definición
final de las instrucciones particulares, siendo preeminente una lectura materia-
lista y arqueologizante del bien.
A pesar de ello, los antiguos trabajadores de la Trinidad ubicados en la nue-
va cooperativa de la Carretera Amarilla, han hecho de los valores artesanales
y tradicionales de la producción el centro de su identidad como empresa. La
empresa se identifica con la designación de patrimonio y busca en esos signi-
ficados añadir distinción y valor de mercado a sus productos. Las expectativas
de actuaciones que pongan en valor la vieja fábrica de vidrios –fundamental-
mente a través de la musealización de parte de la vieja nave- o que les permitan
desarrollar su actividad bajo la protectora capa de “artesanía” aparecen vincu-
ladas a estas definiciones, pero no puede decirse que sean “etiquetas artificia-
les” o puramente instrumentales, sino que se entroncan y coinciden con otras
definiciones de su cultura del trabajo.
Sin embargo, lo más llamativo del caso de la Fábrica de Vidrios de la Tri-
nidad era algo con lo que no contaba en un principio, cuando se realizó la
selección del caso a estudiar. Se trata de las alianzas confluyentes que se han
desarrollado en los últimos tiempos. Una concertación, la mayoría de las veces
implícita en lo que se dice, pero muy visible en las acciones y en las escenifica-
ciones. Esta vinculación se establece entre el barrio y sus reivindicaciones, las
expectativas de los socios-trabajadores de La Trinidad y las demandas de un
colectivo de académicos y un sector de profesionales.
Un nuevo agente aparece a finales del año 2004, prácticamente en enero de
2005: es la Asociación Histórica de El Retiro Obrero, formada por una parte

327
La defensa de un patrimonio vivo

importante de los ciudadanos del barrio del mismo nombre y, lo que es casi
más importante, la red del movimiento social sevillano en defensa del patri-
monio que les da cobertura. La definición historicista y patrimonialista de este
colectivo -que les permite salvaguardar sus bienes de un proceso de expropia-
ción y resguardar su barrio de una gran avenida con mucho tráfico, es decir,
que les sirve como instrumento de lucha contra los intereses de especulación
del suelo que afectan al sector- instrumentaliza perfectamente, hace suyos, los
significados atribuidos a la Fábrica de Vidrio de la Trinidad.
Una vez conseguido el primer objetivo de evitar el derribo de las casas, la
Fábrica de Vidrios de la Trinidad se ha convertido en uno de los símbolos fun-
damentales del barrio. Arquitectura industrial, memoria obrera de la ciudad,
un barrio con identidad, unos trabajadores vinculados con su territorio de ori-
gen. Una barriada en proceso de transformación social que ve en la dotación
de servicios –Centro Cívico, Centro de Día para Mayores- y en la aparición de
recursos culturales como una biblioteca, un museo... una mejora cualificada
para su lugar de residencia. El barrio, a través de la reivindicación de conte-
nidos históricos y patrimoniales, está definiendo su identidad en el complejo
entramado sevillano, demanda un lugar simbólico a través de la arquitectura
regionalista, de la memoria obrera... un reconocimiento de su papel en una
ciudad que se define por el monumentalismo y el tradicionalismo. Se reivin-
dica así una lectura más compleja de la trama urbana, de los significados de la
ciudad, enlazándolos con su definición dominante: una ciudad con historia y
con una huella estética del pasado.
Esta lectura de la ciudad se apoya en las investigaciones y propuestas que
un grupo de historiadores, geógrafos y arquitectos viene desarrollando y pu-
blicando desde hace más de una década. Una parte de este grupo centrado en
la universidad y en otras instancias académicas, reivindica un lugar propio para
los estudios sobre industrialización el “el patrimonio industrial”. La idea de un
museo en la Trinidad ha sido muchas veces debatida y estamos ante una nueva
propuesta de un Museo Industrial, en este caso auspiciado por el Colegio de
Ingenieros de Andalucía Occidental. Si esto progresara vendría a ser un paso
más en este complejo entramado de significados añadidos. Aunque viniera
a subrayar algunos valores de los ya expuestos –como la importancia de la
industrialización en Andalucía, la expansión urbana de Sevilla- se conjugaría
con otras visiones –sin hacer demasiados futuribles entiendo que consolidaría
un espacio de investigación (y de toma de decisiones) y que daría prestancia
al papel social y económico de las grandes empresas de ingeniería andaluzas-.

328
Capítulo VI

Pero, efectivamente, todo museo tiene un discurso significativo y éste todavía


no se ha diseñado –al menos no se ha hecho público-.
Dada la apuesta que la Cooperativa de trabajadores de La Trinidad del
Polígono Industrial la Carretera Amarilla ha realizado por una dimensión pa-
trimonial de su empresa y su producto, este grupo necesariamente está apo-
yando estas iniciativas.
En definitiva, se ha expuesto una vez más el carácter dinámico de los pro-
cesos de patrimonialización. La transformación de significados, la atribución
de nuevos usos, no se limita a la forma en que esto sea definido desde un expe-
diente administrativos, sino que tiene unas situaciones de partida y un desarro-
llo a posteriori. En este caso de estudio, he tratado de subrayar precisamente
cómo el carácter artesanal que tímidamente se enunciaba a principios de los
noventa ha tomado vigor con los años. La fábrica de vidrios de la Trinidad
tiene una dimensión patrimonial muy viva, pero el mismo proceso de patri-
monialización y de identificación de obreros, vecinos del barrio y ciudadanos
en general con la fábrica está además completamente revitalizado.

329
CAPÍTULO 7
LA PATRIMONIALIZACIÓN COMO PROCESO
La patrimonolización como proceso

TRANSFORMACIONES EN LOS BIENES Y POSICIONAMIEN-


TOS DE LOS AGENTES
En las páginas precedentes he intentado presentar un conjunto de expe-
riencias en la patrimonialización de cuatro bienes culturales andaluces: Los
aljibes, norias, molinos y molinas del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar en
Almería; la Huerta de Pegalajar en Jaén; el Corral de la Encarnación en el sevi-
llano barrio de Triana y la Fábrica de Vidrios de la Trinidad ubicada en Sevilla,
en los aledaños del barrio de la Macarena.
He querido describir la belleza austera del paisaje almeriense y las miserias
que esconde. Los valores naturales y estéticos que les atribuyen los sectores
ecologistas, nuevos empresarios, turistas, etc., frente a la memoria de escasez
y sufrimiento de algunos de los viejos del lugar, unos recuerdos trasmitidos
a sus hijos, hoy enriquecidos por los plásticos. He mostrado los posiciona-
mientos de los diferentes agentes y grupos de población respecto al proceso
de patrimonialización que afecta a elementos dispersos en este territorio: los
molinos, las norias, los aljibes, los pozos, las molinas… En este proceso, a la
luz de los datos etnográficos obtenidos, he subrayado su dimensión territorial
y su vinculación con las políticas medioambientales de este Parque Natural, en
particular, y con la perspectiva del patrimonio como “recurso” para la Admi-
nistración autonómica andaluza, en general.
En este caso de estudio, se oponen dos sectores de población con imáge-
nes y narrativas del territorio contrapuestas, que afectan al modo en que se
interpretan los bienes catalogados y a los posicionamientos respecto a ellos.
La Administración y sus técnicos proponen un significado que revela la dimen-
sión adaptativa de estas edificaciones a las condiciones naturales impuestas en
un medio extremo; una visión que cimienta su política respecto a los espacios
protegidos y la orientación turística de los parques naturales. Los sectores
ecologistas, los empresarios turísticos, artistas, intelectuales y residentes de
clases medias unen a esta perspectiva naturalista y adaptativa una dimensión
estética y contemplativa de los bienes. Estos elementos son interpretados a la
par que otros elementos estéticos del paisaje que revelan la singularidad y la
riqueza de este territorio. Un territorio que debe ser preservado y restringido
a un “turismo de calidad”, respetuoso con el medio. Finalmente, los sectores
que se autodefinen como “autóctonos” defienden el carácter productivista del
territorio y basan su derecho al mismo en la transformación operada desde un
pasado de miseria y marginalidad a un presente de bienestar y enriquecimien-

332
Capítulo VII

to. Un cambio, basado en el trabajo y la agricultura intensiva, en el que no se


tienen en cuenta los costes sociales y medioambientales del sistema. Desde
esta perspectiva, se insiste en la dimensión funcional de los inmuebles protegidos.
Una interpretación que se resiste a la resemantización operada por los otros
grupos por considerarla una forma de expropiación y vaciamiento de los sig-
nificados en torno a su memoria y sus derechos sobre el territorio.
He paseado por los vericuetos de la Huerta y por las calles del pueblo
de Pegalajar intentando entender los significados atribuidos a la Fuente, la
Charca, la Huerta… Me he adentrado en las reivindicaciones y las divisiones
internas de esta población y he tratado de mostrar las características y las dife-
rentes etapas de un movimiento social muy consolidado. En Pegalajar se han
vislumbrado dos modelos de identificación opuestos que se correlacionan con
interpretaciones diferenciadas del agua y del patrimonio modelado en torno
a ella. He insistido en detallar las características y etapas de este movimien-
to social para mostrar cómo se configura, cómo se modelan los significados
atribuidos al Bien y de qué modo se inserta con otros intereses, problemas y
reivindicaciones de la población.
He adjetivado Pegalajar como un caso paradigmático desde el que mostrar
algunas de las propuestas teóricas sobre los procesos de patrimonialización.
Este ha sido un proceso en el que se ha reforzado de un modo muy visible la
dimensión simbólica de un conjunto de bienes –el agua y sus usos, el manan-
tial, el embalse, la huerta- en los modelos de identificación local.
El movimiento social ha dado una centralidad emblemática, en el modelo
de identificación que propone, al sistema Fuente-Charca-Huerta. Una centralidad
que se ha vinculado con las propuestas de preservación y con la catalogación
en sí. Se reivindica la continuidad en una serie de usos consuetudinarios de la
huerta, connotándola con significados que tienen que ver con la historia y las
tradiciones del pueblo –como origen del mismo y como conformadores de una
“cultura del agua”- y con una propuesta de desarrollo local sostenible basada
en la preeminencia de valores ecológicos y de distribución social de los bienes.
Otro sector de la población, que ha ganado seguidores en los últimos años,
está encabezado por el PSOE local y ciertos dirigentes de la Comunidad de
Regantes, apoyados por un grupo de medianos propietarios agrícolas. Pro-
ponen un modelo de identificación local diferente al anterior y que no es
compatible con el modo en que se ha definido el bien patrimonial ni en la
catalogación, ni por parte del movimiento vecinal. El carácter simbólico de

333
La patrimonolización como proceso

este patrimonio y su fuerza significativa se muestra con toda contundencia


en el caso de Pegalajar y en cómo este colectivo se ha esforzado por plantear
unas definiciones y significaciones alternativas para el bien, además de solicitar
y promover su descatalogación. Se reivindica un valor simbólico central sólo
para la Charca y no para el conjunto, asociando a ésta la historia y las tradicio-
nes vinculadas al agua y a su uso consuetudinario en la localidad, pero insis-
tiendo en el presente, en la actualidad, como la perspectiva fundamental. Se
propone un uso recreativo y turístico para esta parte del bien, considerando que
la Huerta es un sistema obsoleto, del pasado, sin valor y cuya conservación va en
contra del desarrollo económico, agrícola y urbanístico de la población. Este
desarrollo y crecimiento –que pasa por la urbanización de los territorios de la
Huerta más cercanos a la población- se considera un derecho fundamental de
los pegalajeños, que redundará en la mejora de su calidad de vida y en la igua-
lación a otras localidades del entorno. Unos valores materiales que son con-
vencionales en nuestro entorno cultural y que se pliegan a las demandas de la
organización del Mercado –tanto en el modo en que se propone la expansión
agrícola como la urbanística-.
El posicionamiento ambiguo de la Administración cultural -y la dilatación
de los plazos en la tramitación de documentos legales básicos del expediente-
ha permitido a este último sector convencer a muchos de sus convecinos de
que la patrimonialización va en contra de sus intereses y de que el modelo de
desarrollo propuesto por el movimiento social, y los símbolos en los que se
apoya, son una falacia.
En Pegalajar se evidencia, de modo muy esclarecedor, la potencialidad de
los bienes patrimoniales para proponer un modelo de sociedad en el presente
-que se construye mediante una lectura del pasado- y cómo dichos significa-
dos se entroncan con diversos intereses y colectivos sociales que disputan por
los símbolos, por sus contenidos semánticos concretos y por las legitimidades
de gestión y uso que esos significados les atribuyen.
En los otro dos casos investigados, situados en Sevilla capital, los proble-
mas de la especulación urbana y de gentrificación de ciertos barrios se mues-
tran con toda contundencia. Es, si cabe, más patente en el Corral de la En-
carnación, donde se reflejan en la expulsión paulatina de sus vecinos, al igual
que sucede a otros habitantes de corrales e inmuebles similares. No obstante,
también se hace presente en la Trinidad, primero por la recalificación inicial
del suelo en el PGOU de 1987, que incita a la venta de terrenos y a la interven-

334
Capítulo VII

ción de la Administración cultural; y segundo en el año 2004, lo que propulsa


un nuevo movimiento vecinal de resistencia y que se apoya en el patrimonio,
atribuyendo nuevos significados a la Fábrica de Vidrios y a su barrio.
El Corral de la Encarnación nos ha servido para mostrar el choque de
intereses entre promotores inmobiliarios y vecinos de “renta antigua”, fuerte-
mente ligados a su casa y su barrio. En este proceso de patrimonialización se
ha visto la dinámica desde la lucha por un derecho fundamental, el derecho a
una vivienda digna, y el modo en que esto reconduce a una nueva valoración
del inmueble y del modo de vida al que estaba asociado. Se ha producido una
resignificación del bien y está en proyecto un gran cambio en cuanto a sus
usos, puesto que no ha habido una actuación lo suficientemente rápida como
para preservar algunas características de los “modos de vida” que se ensalza-
ban en el expediente de inscripción.
Una vez más, se comprueba que la patrimonialización no se inicia precisa-
mente en el momento en que un bien se designa como patrimonio desde un
punto de vista oficial, con la incoación o la inscripción, sino que es un proceso
que va fraguándose con el tiempo, donde unas acciones y otras se van influ-
yendo mutuamente.
El reconocimiento de los corrales -tanto en ámbitos académicos como
en los medios de comunicación de masas- como uno de los lugares más re-
presentativos de la Sevilla decimonónica y definidores de las viviendas “po-
pulares” de la ciudad, supone un primer paso fundamental en la patrimonia-
lización, en ese proceso de transformación de los significados y los usos. La
progresiva desaparición de los corrales de Triana y la resistencia de un grupo
de vecinos supondrán un segundo paso. La inscripción del Corral de la Encar-
nación como Lugar de Interés Etnológico, refrenda la dimensión simbólica de
estas edificaciones, evidenciándose el proceso de densificación de significados
característico de la patrimonialización. En este caso, la propia selección del
bien, de entre otros posibles, subraya un valor fundamental: el de “los modos
de vida” asociados al corral y el de una tipología representativa de la vida de
las familias obreras de la ciudad. La inscripción refrenda el orgullo y la vincu-
lación con el corral de muchos de sus habitantes. La presión y resistencia de
la propiedad servirá de acicate para que estos vecinos asimilen e interioricen
como propias una parte de las definiciones propuestas desde los técnicos y la
academia como valores del corral.
He querido destacar en este caso dos aspectos. Por una parte, la importan-

335
La patrimonolización como proceso

cia dada al “patrimonio intangible” en la inscripción y en la defensa y reivin-


dicaciones reelaboradas por los vecinos: el corral como representación de un
modo de vida y de un tiempo vivido, sí, pero considerado ya como pasado,
en extinción. Por otra parte, he pretendido mostrar las reflexividades e in-
fluencias mutuas de diferentes actores que confluyen en este proceso: cómo
las distintas miradas que, con un fondo común, ponen el acento en significa-
ciones diferentes, van haciendo notar su influencia en las perspectivas de los
otros grupos. Un proceso que explica la generalización de nuevos significados
respecto a este bien y la dignificación de la memoria de los viejos habitantes
de este y otros corrales de Sevilla.
Finalmente, en el caso de la Fábrica de Vidrios de la Trinidad lo más desta-
cado ha sido el reforzamiento de sus significados patrimoniales y la incorpora-
ción de nuevos agentes y grupos sociales a este proceso. Lo más llamativo ha
sido el modo en que los valores que se definieron en un principio se han enri-
quecido y expandido a otros grupos de población formando diversas alianzas
para la protección y conservación de la fábrica y del proceso de fabricación del
vidrio.
Tres protagonistas han estado ligados desde el principio al proceso de patri-
monialización, aunque sus posicionamientos no han sido estáticos. Una parte
de los trabajadores de la antigua cooperativa comenzó a tomar conciencia en
la década de los noventa del carácter singular y artesanal de las producciones,
pero no será hasta más tarde cuando incorporen la dimensión patrimonial
como imagen de marca de la empresa (y esto lo hará solo un grupo de los
antiguos trabajadores hoy organizados en cooperativa, que continúan la acti-
vidad en el Polígono Industrial de la Carretera Amarilla). En segundo lugar,
en esta misma época se perfila el interés de una serie de académicos por el pa-
trimonio industrial y su preocupación por difundirlo y conservarlo. El tercer
protagonista, ha sido la Administración de Cultura, con una apuesta decidida
por parte de sus técnicos que realizaron un raudo proceso de incoación del
expediente y que se preocuparon de dar viabilidad a la continuidad de los
trabajadores. Por tanto, son los técnicos de la Administración –con diferentes
formaciones, pero muy vinculados a un conocimiento formal y universitario-
y la academia a través de distintos investigadores, los que van a dar un primer
paso de resignificar los productos y la producción de la Trinidad y acercar
nuevas perspectivas a ciertos sectores de los trabajadores de la fábrica, princi-
palmente los más cercanos a las Juntas Directivas de la época.

336
Capítulo VII

Otros dos agentes determinantes en este proceso de patrimonialización


fueron la Administración del Estado y las inmobiliarias y las presiones del
mercado respecto al suelo. Que el principal acreedor de la empresa fuera el
Estado permitió una flexibilidad de negociación que hizo posible el que se
mantuviera la fábrica, como ya se ha explicado en el capítulo dedicado al caso.
Por supuesto que la especulación del suelo, el cambio de valor de la zona, es el
detonante de este proceso de patrimonialización. El cambio de uso del suelo
a residencial, así como la fuerte subida del precio del mismo, permite la gene-
ración de grandes plusvalías para las empresas constructoras. La delimitación
del bien y de su entorno se ajusta tanto a las necesidades de las promotoras
como de los socios-trabajadores.
Las significaciones que se fijan en el expediente, como ya se ha señalado,
tienen que ver con la importancia de éste y otros edificios industriales en la
configuración urbana de la ciudad, con el carácter histórico de la fábrica y los
valores representativos del inmueble y también con el carácter tradicional y
artesanal de la producción, si bien esta cuestión se deja de lado en la defini-
ción final de las instrucciones particulares, siendo preeminente una lectura
objetual y arqueologizante del bien. A pesar de ello, los antiguos trabajadores
de la Trinidad ubicados en la nueva cooperativa de la Carretera Amarilla, han
hecho de los valores artesanales y tradicionales de su producción el centro de
su identidad como empresa. La empresa se identifica con la designación como
patrimonio y busca en esos significados añadir distinción y valor de mercado
a sus productos.
Sin embargo, lo más llamativo del caso de la Fábrica de Vidrios de la Tri-
nidad son las alianzas confluyentes que se han desarrollado en los últimos
tiempos. Una concertación, la mayoría de las veces implícita en lo que se dice,
pero muy visible en las acciones y en las escenificaciones. Esta vinculación se
establece entre el barrio y sus reivindicaciones, las expectativas de los socios-
trabajadores de La Trinidad y las demandas de un colectivo de académicos y
un sector de profesionales. Todos ellos confluyen en el uso simbólico de la
Fábrica y en la demanda de conservación y musealización de este espacio.
Todos los casos analizados muestran, una vez más, el carácter dinámico de
los procesos de patrimonialización. La transformación de significados, la atri-
bución de nuevos usos, no se limita a la forma en que esto sea definido desde
un expediente administrativo, sino que tiene unas situaciones de partida y un
desarrollo a posteriori. En el último caso de estudio, he tratado de subrayar

337
La patrimonolización como proceso

precisamente cómo el carácter artesanal que tímidamente se enunciaba a prin-


cipios de los noventa ha tomado vigor con los años. La fábrica de vidrios de
la Trinidad tiene una dimensión patrimonial muy viva, pero el mismo proceso
de patrimonialización y de identificación de obreros, vecinos del barrio y ciu-
dadanos en general con este bien está además completamente revitalizado.
Este breve recorrido sirve para resumir, de modo muy sintético, algunas de
las características de los casos aquí expuestos. He ido poniendo el acento en
los diferentes agentes que los han protagonizado de un modo u otro, en los
significados atribuidos por los distintos grupos y actores y en las repercusio-
nes de esos significados en otros ámbitos de la vida social. Muy especialmente,
me he preocupado de transmitir el carácter dinámico de estos procesos, los
modos en que se van superponiendo y encadenando colectivos, intereses y
significados alrededor de la patrimonialización. A pesar de centrarme en una
serie de casos no he querido dejar de entenderlos en un contexto mayor, en el
que el fenómeno patrimonial tiene una expansión creciente, que se manifiesta
tanto en los diseños de nuevos “planes estratégicos” para las ciudades, en
modelos de “crecimiento sostenible en zonas rurales” o en la dinamización de
áreas del Tercer Mundo orientadas al denominado “turismo étnico”, es decir
a procesos vinculados con la globalización y la expansión del turismo. Pero
los procesos de patrimonialización también se producen de la mano de reacti-
vaciones identitarias, como hemos visto, pueden partir de la preocupación de
las gentes por su barrio y por sus casas, de las resistencias a los procesos de
gentrificación, de la conciencia social que se resiste al deterioro progresivo de
los recursos como el agua y a la mercantilización de todas las cosas. El auge
del patrimonio y los casos que hemos ido desarrollando, deben entenderse a
la luz de este doble proceso de localización y globalización, dos dinámicas que
se producen al mismo tiempo y de forma interconectada.
En general, una nueva iconoclastia, diferente a la que propulsó la preocu-
pación por ciertos bienes monumentales y ruinas a finales del siglo XVIII
y XIX, se expande en la actualidad. Viene de la mano de los imperativos de
cambios sociales y económicos producidos por las jerarquizaciones territo-
riales de la globalización. En todos los casos que he ido analizando se hacen
presentes los requerimientos del Mercado. Los procesos de especulación del
suelo y las demandas de crecimiento urbanístico afectan a los cuatro casos es-
tudiados. Además, las presiones para desarrollar una agricultura competitiva,
con las constricciones e imposiciones de la Política Agraria Común, hacen de
los sistemas agrícolas vigentes hasta los años setenta algo totalmente inviable,

338
Capítulo VII

retrayéndose las pocas actividades campesinas que continuaban. Unas trans-


formaciones que afectan muy directamente a la supervivencia de la Huerta de
Pegalajar o a las perspectivas de los agricultores de Cabo de Gata-Níjar.
En nombre de las necesidades de crecimiento urbano, de “desarrollo”, hemos
visto desaparecer en nuestras ciudades en los últimos años muchos de los ele-
mentos que caracterizaban algunas zonas y con frecuencia han desaparecido
hasta las tramas del parcelario urbano. Esta situación se ha ejemplificado con
la desaparición de los corrales trianeros o con la destrucción de numerosos
inmuebles y manzanas de la primera industrialización de la ciudad en Sevi-
lla. También el crecimiento económico, el denominado desarrollo turístico,
o el desarrollo agrícola y la enarbolada necesidad de “ser competitivos” está
contribuyendo a la destrucción de los paisajes costeros y de los entornos se-
rranos.
En este contexto, la relación que muchos de los ciudadanos mantenemos
con los bienes patrimoniales tiene un doble sentido de carácter antagónico.
Por una parte, se acentúa entre determinados grupos de la población la sen-
sación de pérdida, la reivindicación y la defensa de elementos en proceso de
desaparición; por otra parte, nuestros valores se centran mayoritariamente en
el consumo y en la defensa de nuestros intereses materiales inmediatos indi-
viduales, por lo que cuando la preservación de un bien supusiera un perjuicio
económico o la perdida de beneficios materiales, difícilmente el ciudadano
medio estaría dispuesto a ese “sacrificio”. De la mano de una tendencia se
explica el fondo de las movilizaciones, el auge de las asociaciones, los movi-
mientos ciudadanos, el resurgir de identidades ligadas a elementos del pasado
o de la tradición… De la otra se observa la inmanencia y la sacralidad del Mer-
cado (Moreno, 1997; 2002), la interiorización de los valores individualistas, la
preeminencia de una visión funcional, las discontinuidades con respecto al pa-
sado… La primera tendencia, constituye uno de los factores –que no el único-
que están en la base del auge del patrimonio cultural hoy y de las demandas de
proteger y preservar numerosos elementos de nuestro inmediato pasado o de
tradiciones todavía vigentes. Debo matizar, no obstante, que aunque ambos
conjuntos de valoraciones se pueden apreciar a nivel general, como se ha ido
demostrando en este trabajo, no todos los colectivos mantienen una postura
equidistante, y que tampoco reaccionan del mismo modo frente a “cualquier
patrimonio”. Por una parte, está clara la conciencia patrimonialista en los nú-
cleos centrales de las distintas asociaciones y movimientos reivindicativos;
como también existe una clara conciencia de protección de ciertos bienes

339
La patrimonolización como proceso

por parte de los colectivos que se sienten directamente identificados con ellos
–aunque respecto a otros elementos oficialmente considerados patrimonio se
adscribiesen a una actitud más individualista y materialista-; por otra parte, se
han identificado colectivos, como los nuevos agricultores de Cabo de Gata,
los propietarios de los antiguos patios y corrales, un sector del pueblo de
Pegalajar, etc. que están claramente más cerca de la tendencia mercantilista e
iconoclasta.
En general, la defensa del patrimonio cultural vive momentos de expan-
sión y auge. Señalábamos en las primeras páginas de este trabajo, que este
auge estaba vinculado además con el resurgimiento identitario en las dinámi-
cas dialécticas de globalización-localización y con las demandas del turismo.
En los diferentes casos analizados, estos dos factores –ligados ambos al de la
nostalgia del pasado- se muestran de un modo ciertamente explícito.
Los procesos de patrimonialización están ligados de un modo u otro a sis-
temas identitarios y a modelos de definición de diversos sujetos colectivos. En
Cabo de Gata, en Pegalajar, en Triana o en el Barrio sevillano del Retiro Obre-
ro he observado procesos en los que se producen reactivaciones identitarias,
reivindicaciones que pretenden ligar a diferentes colectivos a la tierra de sus
antepasados, rememorar y dignificar unos modos de hacer y de vivir, plantear
alternativas a procesos acelerados de crecimiento económico y homogeneiza-
ción. Estas reactivaciones identitarias no son homogéneas ni unidireccionales,
pueden venir asociadas a procesos de reivindicación de derechos sociales, de
protección de la naturaleza o de ciertos recursos, de autoestima y dignificación
de ciertos colectivos y sus modos de vida... pero también pueden estar asocia-
das a reivindicaciones localistas para imponer ciertos modelos de desarrollo,
de crecimiento económico, de dinamización turística...
Dada la potencialidad simbólica de muchos de los elementos patrimoniales
que estamos describiendo, es frecuente que en torno a estos bienes o a los
significados asociados a los mismos observemos solapamientos entre diversos
sujetos colectivos de referencia. Unos solapamientos que a veces son inclusi-
vos, pero que frecuentemente están relacionados con el conflicto en torno a la
significación de los símbolos.
En relación a estas ideas, por ejemplo podemos mencionar cómo a través
de los usos del agua, de las referencias a un pasado histórico común, se ligan
distintos elementos patrimoniales andaluces entre sí, como las alusiones que
se realizan al origen musulmán de los aljibes –omitiendo la importancia del

340
Capítulo VII

pasado romano en el uso de estos elementos- o del sistema hidráulico de Pe-


galajar se relaciona con Granada y se vincula así con una definición de Anda-
lucía.
Se ha descrito también el modo en que un elemento referencial para un
grupo socio-profesional concreto, como el de los vidrieros de la Fábrica de
la Trinidad, se va transformando en sus significados, manteniendo una nueva
vinculación con los trabajadores del vidrio y convirtiéndose en referente de un
barrio y de una forma de entender la industrialización y el pasado de la ciudad
de Sevilla. Unos valores identitarios que sirven para oponerse a las dinámicas
del Mercado. Un Mercado que destruye una producción por una supuesta
falta de competitividad, que condena a un barrio a la homogenización y la
especulación, que potencia una imagen de la ciudad que pasa directamente del
barroco a la “segunda modernidad” porque es efectivo de cara al turismo.
La definición simbólica e identitaria que propugna el movimiento vecinal
de Pegalajar vincula necesariamente Fuente-Charca y Huerta como un siste-
ma, un sistema ecológico, avalado por la historia, garantizado por los usos
tradicionales, por su vinculación con las identidades socio-profesionales de
la mayoría de la población hasta hace pocas décadas. Se reclama el derecho a
mantener las tradiciones, a proteger los símbolos de identidad de un pueblo.
Símbolos que se pretenden representativos del modo de vida local, pero al
mismo tiempo, muestra de la historia de Andalucía. Un modelo de identifi-
cación local que defiende el comunitarismo, pero que no se atrinchera en la
“comunidad” sino que utiliza ésta como valor positivo en las relaciones de
proximidad, entre las personas, pero también con el entorno y la naturaleza
–localización frente a globalización-.
He hecho referencia también al turismo como un factor fundamental para
comprender el auge del patrimonio cultural. De los casos aquí tratados, el más
explícitamente relacionado con el turismo es el de los bienes del Parque Natu-
ral Cabo de Gata-Níjar.
La patrimonialización y musealización de elementos cotidianos, muchos
de ellos en desuso, en el entorno rural, ha supuesto una estrategia econó-
mica para muchos pueblos, que en medio de la decadencia de los sistemas
agrarios han visto una salida en la terciarización turística, como nos indica
Comas d’Argemir (1997). Sin embargo, en Andalucía este modelo no podría
decirse que ha surgido a instancias de agentes locales, sino que en la mayoría
de los casos ha venido avalado –cuando no impuesto- desde instancias de la

341
La patrimonolización como proceso

Administración –europea, estatal y autonómica-. Las directivas europeas para


la reconversión de las áreas rurales han hecho hincapié en la diversificación
productiva, considerando el turismo como una de las actividades a desarrollar
y entendiendo que la activación patrimonial era uno de los modos fundamen-
tales de especializar los territorios, marcando sus diferencias y convirtiendo en
recursos productivos elementos de su pasado y sus modos de vida anteriores.
El turismo no aparece de manera explícita como industria desarrollada en
tres de los cuatro casos de estudio de esta investigación. Sin embargo, lo que
me interesaba era que viésemos precisamente cómo aunque no hubiese una
explotación turística, ni hubiese visitas perfectamente organizadas, las deman-
das y las expansiones de la industria turística influyen en el desarrollo y auge
del patrimonio y en los procesos de patrimonialización que hemos analizado.

Resemantizaciones, valores de uso y valores de mercado


En todos los casos estudiados hay una serie de cuestiones comunes sobre
las que quisiera reflexionar en conjunto. Muchas de estas aseveraciones se han
ido plasmando en diferentes partes del texto y en relación a uno u otro caso.
El análisis que sigue es una comparación en la que abordar precisamente qué
implicaciones tiene ese “cambio de uso” que lleva implícita la patrimonializa-
ción.
He venido sosteniendo desde el principio del texto que el que un elemento
o actividad sea patrimonio no depende de sus atributos intrínsecos, sino de
la asignación de valor que se le otorga. Esta es la idea que sostiene la noción
de patrimonio como construcción social, puesto que diferentes sociedades
definen los bienes patrimoniales de un modo distinto y es así como la concep-
tualización del patrimonio ha variado considerablemente en las dos últimas
centurias. Son numerosos los autores que han reflexionado al respecto y este
punto de partida está extensamente tratado en las primeras páginas de este
estudio, por lo que a ellas remito.
Una de las características que aparece como elemento común a todos los
casos es la forma en que el proceso de patrimonialización conlleva una serie
de trasformaciones en el “valor de uso” de los bienes. En los elementos consi-
derados como patrimonio se produce una pérdida del valor funcional directo
para aquellos que los venían utilizando, adquiriendo una mayor dimensión
simbólica y/o un nuevo valor de mercado.
El que algo sea considerado patrimonio implica la atribución a ese elemen-

342
Capítulo VII

to -o conjunto de elementos- de una serie de valores que lo diferencian de


otros bienes y un conjunto de acciones destinadas a resaltar esas característi-
cas. Es importante recordar que estas acciones implican, por tanto, cambios
en los significados y en los usos y no son instantáneas sino que conllevan un
proceso, se van sucediendo en el tiempo.
Este es el sentido que he ido exponiendo en los diferentes casos consi-
derados: en los aljibes, norias y molinos de Cabo de Gata-Níjar, en el Corral
de la Encarnación, en la Huerta de Pegalajar y en la Fábrica de Vidrios de la
Trinidad. Desde esta perspectiva la designación de un bien como patrimonio
oficialmente reconocido, su inclusión en el Catálogo, no es más que una etapa
del proceso. Una etapa, por lo demás, que se ha elegido en este trabajo como
común denominador, pero que no es ni mucho menos necesaria para que se
produzca la patrimonialización. En otros casos este devenir en patrimonio de
una serie de elementos que antes no lo eran tiene que ver con otras acciones
de reivindicación, de investigación, de difusión o de musealización.
La patrimonialización conlleva una resemantización de los bienes, una
densificación de los significados y, en la mayoría de los casos, un cambio en
sus funcionalidades. En primer lugar, los procesos de patrimonialización van
asociados a la transformación de las significaciones atribuidas al elemento o
conjunto de elementos. Este es un proceso aparentemente obvio en el caso de
la designación oficial de un bien, puesto que en estas situaciones se explicita
de un modo muy claro cuáles son los valores y atributos del objeto u activi-
dad y ello implica unas restricciones y unos usos que hacen en cierto modo
públicos esos nuevos valores. Por ejemplo, el Corral de la Encarnación pasa
de ser uno más entre otros corrales a ser el corral, el más representativo de
una tipología edificatoria. Ahora se le califica técnicamente como corral de
partido de una sola planta. Pero me interesa remarcar, una vez más, que estos
procesos no se inician con la apertura de un expediente, ni se finalizan con la
publicación definitiva de éste en el BOJA. Precisamente de lo que he venido
tratando en todas las páginas precedentes es de la interacción entre diferentes
agentes y del carácter conflictual y no lineal de la asignación de significados.
Continuando con el caso de El Corral de la Encarnación, para que esta edifi-
cación y las formas de vida a ella asociadas pasaran a considerarse patrimonio
tuvo que producirse una transformación de las connotaciones negativas que
tenían los corrales y patios como lugares miserables, antihigiénicos y margi-
nales, para dotarse de un aura de autenticidad, de reflejo de unos modelos de
edificación destinados a las clases trabajadoras en una época determinada,

343
La patrimonolización como proceso

de depositarias de unas formas de convivencia características y distintivas…


Resemantizarse, en definitiva, como un elemento característico, típico, de una
ciudad, de un barrio y de un colectivo concreto. Como se ha mostrado en el
capítulo correspondiente, este nuevo significado estaba ya bastante expandido
con anterioridad a la apertura del expediente, siendo fruto de aportaciones de
diferentes agentes. Además, a mi juicio, la asunción por diferentes sectores de
la población de estos nuevos significados es uno de los factores decisivos de
que se llevara adelante la inscripción de este bien en un contexto de fuerte es-
peculación urbana, en el que se dejaron extinguir otros muchos. Pero es más,
la movilización social de vecinos de los corrales en defensa de su derecho a
continuar allí, ha hecho suyos muchos de los valores remarcados por la patri-
monialización, interiorizando algunos de esos nuevos significados y readap-
tándolos a su interpretación del mundo. En estas interpretaciones se ponen en
positivo algunas de las características antes negativas de la vida en los corrales
–“Esto lo de etnológico es por cultura, más que nada por la gente, porque aquí han nacido
y están por cultura, por el habla y la vida. (…) Como se suele decir, gente principalmente
analfabeta. Que está al día viviendo, que todo lo ha aprendido en la calle”- Este proceso
ha supuesto, además, una reflexión sobre ellos mismos y una dignificación de
su pasado y de sus modos de vida.
En otro de los casos de estudio, el de la Huerta de Pegalajar, la resemanti-
zación ha quedado muy remarcada en el texto: desde la puesta en valor inicial
de la Charca –ya desde los años cincuenta-, a la reivindicación de los tres ele-
mentos como sistema, y a la posterior reclamación por una parte importante
del pueblo de la Charca como único elemento emblemático y que debe ser
cuidado. La ausencia de linealidad es muy evidente en este proceso y también
lo es que las nuevas significaciones no quedan definidas exclusivamente por
las visiones oficiales, sino que dependen de la interacción y el choque de fuer-
zas entre diferentes protagonistas.
En segundo lugar, la patrimonialización suele vincularse a una “densifica-
ción” de los significados atribuidos a un bien o actividad. Un mismo elemento
concentra un conjunto de significados, aglutinándolos y dándoles incluso una
formulación reificadora (Albert, 2005). Los bienes patrimoniales permiten
“visibilizar” estos sentidos, incluso llegando a cosificarlos o haciéndolos más
tangibles, a través de la materialidad del bien. Algunos autores afirman incluso
que el surgimiento de la noción de patrimonio se relaciona precisamente con
una cultura como la occidental que da absoluta prioridad a los bienes mate-

344
Capítulo VII

riales y necesita de lo tangible para comprender los significados119 (Guillaume,


1990; Jeudy, 1990).
Esta “densificación” está presente en todos los casos estudiados, aunque
no siempre en la misma medida. Por ejemplo, entiendo que la interpretación
que en Pegalajar se hace del agua y del sistema Fuente-Charca y Huerta por
parte del colectivo seguidor del movimiento vecinal concentra una gran diver-
sidad de significados y viene a hacer de esos elementos el centro mismo del
sistema de identificación pegalajeño. “El agua es la vida” y en una pirueta me-
tonímica la Fuente de la Reja, el manantial, se convierte en lo que ha dado la
vida al pueblo. Un manantial que para conjugar todos los sentidos debe estar
conectado al sistema secular de embalse y huerta. Origen del asentamiento,
pasado andalusí, sustento, modo de vida, sistema de trabajo, saberes y distri-
bución del trabajo, estratificación social, creencias, gastronomía, tradiciones…
todo se aglutina en torno al agua y la producción de la huerta. La Huerta y
su patrimonialización, en el transcurso de este proceso ya descrito, han ve-
nido a significar un modelo de identificación y una propuesta política sobre
el derecho a un pasado y un futuro distintivos, que se salga de los cánones
dominantes del Mercado (monocultivo de olivar, urbanización progresiva).
Es precisamente esta evolución de las connotaciones simbólicas del sistema
fuente-charca-huerta, lo que ha hecho volverse a otro conjunto de vecinos al-
rededor de la Charca, pretendiendo así mantener el vínculo con el agua y con
el pasado pero proponiendo otro modelo social y de futuro.
Esta situación, en la que el edificio o el bien se proclaman como “iconos”
de una serie de sentidos, de significados e inmaterialidades que pareciera que
ya son sólo visibles a través de ellos, se produce en los otros casos contempla-
dos. La Fábrica de Vidrios de la Trinidad aglutina en torno suyo no sólo un
valor de autenticidad y de distinción asociado a un proceso artesanal en torno
al vidrio, sino que es además reflejo de unos valores sociales cooperativistas y
se ha ido convirtiendo en la representación de la historia industrial del barrio
y de una etapa de crecimiento de la ciudad.

119 De hecho, la traslación ha sido tan fuerte que se ha llegado a confundir la parte con el todo. Es
decir, se han llegan a considerar los bienes como si tuvieran un valor en sí mismos, de forma que una
de las reflexiones que se realizan en los documentos internacionales sobre patrimonio en las ultimas
décadas es precisamente la que recuerda que el patrimonio es principalmente significado. Por ejemplo,
en 2001 la Conferencia Europea de Patrimonio celebrada en noviembra afirma: “El punto de partida es
que, fundamentalmente cualquier patrimonio es intangible si nos aproximamos a él como un patrimonio
de valores”.

345
La patrimonolización como proceso

De igual modo, el Corral de la Encarnación, no solo muestra una tipología


de construcción o unos modos de vida basados en la colectividad, es además
la encarnación de las “esencias” del barrio de Triana, de la vivienda popular, de
la solidaridad de los pobres, de la creatividad, del flamenco… Corral e historia
del barrio se funden , de tal modo que queda explicitado en la forma en que se
vincula el máximo símbolo religioso de la barriada al corral –reacuérdese que
una leyenda popular lo convierte en refugio de la Virgen de la Esperanza de
Triana-.
En tercer lugar, aunque no sea esta la secuencia temporal, la patrimonia-
lización va asociada a cambios en los usos y funciones. Con frecuencia es
la pérdida de funcionalidad o la obsolescencia de un elemento o conjunto
de ellos lo que puede desencadenar el proceso de patrimonialización. Sea un
desuso por la aparición de nuevas tecnologías o por el abandono de los que
practicaban la actividad, sea una imposición de factores absolutamente exter-
nos a la voluntad de los propietarios o protagonistas –especulación del suelo,
presión del mercado por falta de competitividad, reconversiones industriales
o agrícolas…- la amenaza de la desaparición de un objeto o actividad, puede
implicar el inicio de un proceso de patrimonialización. De hecho muchos de
los bienes hoy considerados oficialmente como patrimonio etnológico están
asociados a diversas amenazas y se encuadran dentro del artículo legislativo
que reza que serán de especial consideración “los que se encuentren en peligro
de desaparición”.
Nuevos usos para un corral de vecinos que se está adecuando para que
se pueda habitar en unas condiciones de vida dignas en el contexto actual. A
la vez que se ha procurado la continuidad de los vecinos que aún viven en el
inmueble, se busca un uso dotacional para el edificio: alojamiento temporal
para personas mayores o en situación de tránsito. En este proceso de cambio
de significaciones y de usos no se ha podido mantener uno de los elementos
fundamentales en la inscripción de este bien como Lugar de Interés Etnoló-
gico: los modos de vida característicos del corral. Estos usos dependen de las
personas que los hayan vivido y que los puedan transmitir y poco se ha hecho
para posibilitar esta transmisión.
Usos dotacionales y museísticos son los que se demandan para una fábrica
hoy vacía y que sólo sirve de almacén, testigo del abandono de la actividad in-
dustrial del barrio. Y los largamente abandonados molinos de viento, molinos
de agua y norias verán mover de nuevo sus aspas, ruedas y cangilones en un
proyecto de musealización “in situ”, que incluye la señalización de los bienes

346
Capítulo VII

y rutas de visita, la publicación de monografías de difusión y la restauración


y restitución de nueva maquinaria. De objetos abandonados y en desuso a
artilugios para el recreo turístico.
Mientras tanto, el deterioro continúa en la huerta de Pegalajar, donde cada
día son menos los viejos que todavía tienen fuerzas y ganas de bajar junto al
borrico y clavar el azadón en la tierra. Las acequias se ciegan sin agua y sin
quehacer agrícola, las hormas se caen ante el desinterés por levantarlas… unos
proponen usos museísticos y alternativas de cultivos ecológicos y experimen-
tales, otros sólo ven una solución posible en la edificación de las parcelas, con
algún “parque” testimonial que deje ver algunos tramos de caces, hormas y
“poyos”. El debate en torno a los significados condiciona el sentido de los
usos posibles.
Se puede constatar que con los bienes considerados como patrimonio se
produce una pérdida del valor funcional directo para aquellos que los venían
utilizando, adquiriendo una mayor dimensión simbólica -para los mismos co-
lectivos o para otros grupos de referencia- y/o un nuevo valor de mercado.
Voy a referirme al “valor de uso” en un doble sentido, por una parte el valor
funcional de un objeto o actividad y por otra parte, un valor simbólico-identi-
tario. El valor de mercado refiere al predominio de la orientación mercantil en
los nuevos significados y usos del bien (Moreno Navarro, 1999).
Repasemos por un momento el caso de los elementos protegidos del Par-
que Natural Cabo de Gata-Níjar: molinos que habían dejado de servir para lo
que fueron creados, molturar. Algunos estaban y están prácticamente derrui-
dos, otros han sido transformados en viviendas, miradores, hitos del paisaje…
O los aljibes, unos pocos todavía en uso, pero la mayoría con las ramblas
cegadas y los lodos acumulados bajo las bóvedas en penumbra. Su función
de almacenamiento de agua; la centralidad que habían tenido durante siglos
en un territorio yermo, como único modo de conducir el agua de las avenidas
y conservarla; la vida que se generaba en su derredor, ya fuesen aljibes do-
mésticos, que servían para abastecer un cortijo, ya fuesen aljibes ganaderos,
compartidos por una veintena o más de propietarios, donde descasaban los
ganados, donde los pastores compartían parada y tertulia… todas esas funcio-
nes están ya desaparecidas. Los pequeños arriates de hortalizas o flores que
sembraban algunas mujeres aprovechando así el agua que se escurría entre
grietas y trasvases, esos ya solo quedan en la memoria de los más mayores.
La funcionalidad para la que fueron creados y otras muchas utilidades que

347
La patrimonolización como proceso

se consolidaron con el tiempo, ya han desaparecido. La pérdida del valor de


uso directo es muy evidente. Pero, en Níjar persiste otro valor de uso para sus
antiguos propietarios, el valor de uso identitario, la dimensión simbólica aso-
ciada a una forma de entender el terreno, las labores del campo, la tierra en la
que vivían, las formas de construir, los saberes… esa dimensión ligada a unas
culturas del trabajo ya pasadas, quedan en la memoria de los mayores, en los
“mimos” y cuidados que algunos ancianos prodigan a sus aljibes, en el orgullo
de lo que sabían hacer sus antepasados.
No obstante, la dimensión simbólica de aljibes, norias y otros elementos
está siendo disputada por las actuales generaciones como un aspecto más de
la lucha por el territorio y por los derechos de gestión y uso sobre éste. Como
se ha visto, los nuevos agricultores del plástico retoman el sentido que sus
mayores daban a estos elementos y los resemantizan asociándolos a un sen-
tido de funcionalidad y explotación secular del territorio, los significan como
testimonio del trabajo de los antepasados: la historia y los ancestros les sirven
para reivindicar la tierra y el derecho a usarla para producir de la forma más
rentable. Es una significación que condenaría a estos bienes a una proba-
ble destrucción bajo la premisa de que lo importante es la funcionalidad y
la explotación del territorio para generar riqueza directa y a corto plazo. El
otro grupo protagonista de la resemantización de estos bienes les ha añadido
nuevos significados paisajísticos, estéticos, de adaptación del hombre a la na-
turaleza… Unos sentidos que sirven para legitimar a los nuevos protagonis-
tas del territorio y nuevos usos económicos. La compleja elaboración de los
significados de bienes y elementos tan diferentes como la geología, la vege-
tación, el clima o las construcciones humanas en un entramado denominado
“naturaleza” y “paisaje” atiende al “valor de mercado” cara al turismo. Es este
valor mercantil el que, en ultima instancia, justifica las nuevas inversiones en
conservación, remodelación e incluso puesta en funcionamiento de molinos,
norias, aljibes...
De todos modos, quisiera recordar que, junto a otros nuevos residentes,
una parte del sector hostelero –no todos- preconiza unos significados esté-
ticos y de naturaleza asociados al paisaje y a los elementos de la arquitectura
local porque los siente y los percibe de este modo, no como un mero anuncio
o imagen que atraiga a sus clientes. Asociado a sus valores identitarios de clase
y de grupo socio-profesional, la defensa de la naturaleza, de la historia local,
de la arquitectura vernácula, de una sensibilidad estética, etc. les sirve para
definirse frente a otros colectivos locales y les aglutina internamente a pesar

348
Capítulo VII

de la diversidad de orígenes, situaciones, etc. En este sentido, podríamos decir


que las nuevas significaciones atribuidas por este colectivo a los bienes patri-
moniales –estetizantes y naturalizantes- están mostrando un potencial nuevo
valor de uso identitario, que puede llegar a consolidarse y desarrollarse o no.
Como se ve, en este caso las dimensiones simbólicas cobran una prioridad
inusitada desplazando los antiguos valores de uso, sirviendo para legitimar a
los nuevos actores y las nuevas dinámicas económicas de la zona: el turismo y
la agricultura bajo plásticos. El sector turístico –en su dimensión más amplia-
sustenta el valor de mercancía de estos elementos como parte de un paisaje
que vender; mientras que los colectivos vinculados a la agricultura disputan
estos significados construyendo nuevos sentidos para estos símbolos, reivin-
dicando su filiación directa con los bienes y el territorio. El patrimonio se
revela claramente como un denso espacio simbólico en el que visibilizar los
conflictos entre los diferentes protagonistas de un territorio.
En los años setenta, la expansión de los plásticos y el “duralex” pusieron
en crisis las producciones de vidrio; durante los noventa, Iberia, uno de los
fieles clientes de la Fábrica de la Trinidad, dejó de hacer los pedidos. Hasta
entonces el vidrio artesanal tenía una ventaja: presentaba mayor resistencia
a la presión de las cabinas de los aviones, pero en esta época nuevos proce-
dimientos mecanizados mejoraron las cualidades lanzando otros productos
más competitivos. En resumen, el uso y las funciones por las que había sido
creada la fábrica parecían haberse desvanecido. Esta era, sin embargo, una fá-
brica con unos valores de uso muy evidentes: en producción, con una cartera
de clientes mermada pero estabilizándose, con casi sesenta empleados que
habían resistido un proceso de reconversión pocos años atrás y, sobre todo,
con gran relevancia de carácter identitario para los colectivos de trabajadores
y gentes del barrio que habían trabajado y vivido en torno a la fábrica.
La patrimonialización de la fábrica de la Trinidad va a reactivar y expandir
una serie de significaciones asociadas al inmueble –resemantización y densi-
ficación de significados ya aludidas-. El inmueble va a verse despojado de sus
usos directos, pero va ser depositario de una acumulación de significados con
valor identificatorio tanto para los antiguos trabajadores de la fábrica, como
para viejos y nuevos vecinos del barrio y, en otra dimensión, para otros co-
lectivos sevillanos que conocerán su existencia y reivindicarán su importancia
asociándolo a algunos de los nuevos significados que adquiere –fundamental-
mente por su situación cara a la historia industrial y obrera de la ciudad-. Junto

349
La patrimonolización como proceso

a estos valores de uso identitarios, se atisban los nuevos valores de mercado


asociados al inmueble y a la producción del vidrio. Me refiero, por una parte, a
las propuestas de puesta en valor y musealización de la fábrica, que responden
a las demandas de diversos sectores de ciudadanos y que dotarían a la zona de
una nueva actividad cultural. Este tipo de cualificación va encaminado a un
sector turístico muy especializado y principalmente a un público local, pero si
se enfocara como un proyecto de inversión económica más fuerte podría pro-
vocar un aumento del proceso de “gentrificación” en el entorno más inme-
diato de la fábrica120. Por otra parte, precisamente son los nuevos significados
atribuidos a los productos fabricados los que permiten una nueva inserción
en el mercado. El valor añadido de artesanía, manualidad, tradición, historia,
autenticidad, etc. que he descrito en las páginas referidas a la actual promoción
del vidrio de la Trinidad conjuga una redefinición identitaria de los trabajado-
res respecto a lo que son y lo que representa su trabajo, pero también permite
orientar la venta y la salida comercial de un producto que de otro modo no
sería competitivo en el mercado.
Quisiera dejar constancia que si bien en algunos casos los valores de uso
identitarios y los valores de mercado aparecen como antagónicos, no siempre
tiene porqué ser así. Los cambios de significación del vidrio para los trabaja-
dores del Polígono Industrial de la Carretera Amarilla muestran esta combina-
ción de orientación para el mercado, de un nuevo valor mercantil, combinado
con unos nuevos valores de uso, permitiendo no sólo la continuidad en la
producción, sino la redefinición, en positivo, de lo que implica ser un trabaja-
dor del vidrio, como artesano, como obrero cualificado, como depositario de
un saber de generaciones, como representantes de una forma de organización
del trabajo cooperativista y defensora de los derechos de los trabajadores. Tal
como se ha reflejado con anterioridad, esta percepción no es compartida por
igual por aquellos que están trabajando en Guadarte: el valor de uso identitario
que se atribuye a la Trinidad permanece pero con una mayor distancia y seg-
mentando los valores históricos del saber hacer y de la organización del traba-
jo. En esta empresa, lo que prima muy claramente es el valor de mercado que

120 Distintos autores reflexionan sobre la experiencia de musealización o “inversión en la cultura” en


barrios de las grandes ciudades europeas y los procesos de cambio en la estructura social que conlleva.
Una mirada especialmente reveladora sobre el modo en que el patrimonio y la cultura pueden servir para
ocultar y desplazar a los más pobres es la que hace Maria Carmo sobre el barrio de Abastos en Buenos
Aires (2005).

350
Capítulo VII

se atribuye a la tradición y a la marca de “La Trinidad. Fábrica de Vidrios.”

Paradojas en los procesos de patrimonialización


Para diversos autores el patrimonio se define por su historicidad, sin em-
bargo, la introducción de nuevos bienes asociados a la noción de patrimonio
etnográfico, patrimonio intangible, paisajes, territorios, etc. puede caracteri-
zarse precisamente por el hecho de estar vivos, de continuar en uso (Agudo,
1997, 1999a, 1999c), de retener funciones sociales más allá de los nuevos sig-
nificados añadidos a través de los procesos de patrimonialización.
Estas perspectivas sobre los bienes patrimoniales -y su inserción en diver-
sos instrumentos legales- ponen en cuestión una afirmación que comparten
ciertos académicos sobre el carácter necesariamente histórico del patrimonio.
Una aproximación que yo resumiría con la idea de Kirshemblatt-Gimblet
(1998) de que la noción de patrimonio se basa en la reconversión de aquello
que ya no servía, en dotar de una segunda vida a algo ya obsoleto. Sin embar-
go, nadie dudaría en afirmar que las Bodegas de Jerez o de Montilla Moriles,
en pleno proceso productivo, son elementos patrimoniales y que han ido cam-
biando sus significaciones y usos, añadiéndose nuevos valores sobre el saber
hacer y la tradición bodeguera. Lo que vengo a expresar con esto es que, aun-
que la mayoría de los bienes que están siendo incluidos en el Catálogo andaluz
atienden a una urgencia de salvaguarda de lo que está en riesgo o responden a
elementos que hace tiempo ya que dejaron de usarse, no comparto la premisa
de los que sostienen que es necesario que algo pierda su función para que se
incluya dentro de lo que se considera patrimonio. Por el contrario, tal como
afirmaba en la introducción teórica de la tesis, la construcción patrimonial no
se fundamenta sólo en la revalorización de objetos del pasado, sino que tam-
bién recurre a objetos y prácticas que están en pleno uso.
Entre los casos de estudio, dos podrían considerarse activos cuando se ha
ido desarrollando el proceso de patrimonialización, me refiero a la Fábrica de
Vidrios de la Trinidad y al Corral de la Encarnación –aunque siempre con la
salvedad de entender que ambos representaban auténticos islotes de resisten-
cia en un contexto en el que industrias, de un lado, y patios, del otro, estaban
en regresión-. Por el contrario, los molinos de viento de Cabo de Gata habían
dejado de usarse hacía ya más de treinta años, las norias fueron sustituidas
por motores que extraían el agua de los pozos y muchos de los aljibes que
hoy están aun en uso ya no recogen el agua de la lluvia, sino que sirven como

351
La patrimonolización como proceso

lugar de almacenamiento de otras aguas subterráneas. También la Huerta de


Pegalajar a finales de los ochenta estaba en franca decadencia. De su pérdida
de importancia dan testimonio las compraventas de los años setenta, cuando
los mayores propietarios de la población se apresuraron a vender unas tierras
que ya no eran productivas a muchos de los antiguos jornaleros o pequeños
propietarios que habían emigrado y tenían una vinculación sentimental con la
huerta.
Sin embargo, y de un modo que no tiene relación directa con el grado de
“vivacidad” que tenían estos elementos años atrás, una de las características
que he podido observar en todos los casos es la “fosilización” a que están
siendo sometidos. Es decir, que el proceso de patrimonialización, al resignifi-
car los valores de los bienes (y de las prácticas) ha privilegiado aquellas dimen-
siones que los caracterizan como “algo del pasado”, “de nuestros abuelos”,
“que fue pero ya no es”… Este aspecto de valorar el pasado y de pretender la
perduración material en la que se ha cimentado el patrimonio más clásico -que
valora los restos de una casa medieval por lo que representa de usos y cosmo-
visiones ya perdidos-, es la que sorprendentemente (¿?) se está aplicando a los
bienes que se dicen etnográficos.
Rememoro los relatos de mis informantes “el Corral se protegió porque era
una casa muy viva, con múltiples relaciones”; releo documentos: en 1993 tenía habi-
tadas catorce de los veintidós partidos. En 2003 aún se usaban diez, aunque
no todos como vivienda habitual. En 2005, cuando el Ayuntamiento decide
comprar, sólo quedan tres grupos domésticos en el inmueble. Sin embargo, el
expediente explícitamente consideraba “los modos de vida” del corral como
uno de sus valores fundamentales ¿Por qué no se ha protegido realmente la
dimensión inmaterial del bien? Una respuesta posible es la que dan algunos
de los vecinos considerando que “los corrales son ya cosa del pasado”, “eso
ya se acabó”. Pero si no se tiene un concepto inmovilista de la cultura, otra
evidencia se impone, y es que no se han dignificado las condiciones de vida
del inmueble a tiempo; es que se han dejado morir otros patios y corrales que
estaban aún vivos a principios de los años noventa; es que no se ha seguido
una política patrimonial que proteja realmente esos valores permitiendo la
continuidad generacional, realojando en corrales rehabilitados vecinos pro-
cedentes de otros ya destruidos, auspiciando la vuelta de los que se fueron…
Por el contrario, se ha incentivado el valor “histórico” y “del pasado” asociado
al inmueble, se ha priorizado su dimensión material como estrategia –que se
demuestra no automática y fallida- para salvaguardar lo inmaterial. En pocas

352
Capítulo VII

palabras, se ha dado un tratamiento convencional de conservación a un pa-


trimonio que necesita de otras actuaciones y, sobre todo, se ha priorizado el
“valor de mercado” del suelo y de los inmuebles conservados –restaurados
por prestigiosas empresas y que maravillan hoy a locales y turistas- frente al
valor identitario.
Una situación con ciertos paralelismos ha ocurrido en la Huerta de Pegala-
jar, puesto que si bien este tipo de producción agrícola estaba en decadencia,
lo cierto es que la ausencia de actuaciones respecto al manantial y, en general,
respecto al estado de conservación de la zona, han dado al traste con mu-
chos de los elementos inmateriales todavía vigentes al inicio del expediente,
en 1993. Frente a la propuesta del movimiento vecinal y de la Asociación de la
Fuente de la Reja de dar nuevos usos agrícolas a parte de las parcelas; frente a
las necesidades de inversión no sólo en el inmueble en sí, sino en un sistema
de investigación y documentación de algunos de los usos, lo que se ha hecho
es alargar los plazos legales. La inmaterialidad del bien se ha ido deteriorando
irremisiblemente con el paso del tiempo, perdiéndose las instituciones de ges-
tión del agua y los usos comunitarios ligados a ella.
El caso más llamativo es el de la Fábrica de Vidrios de la Trinidad. Pa-
radójicamente, lo que ha permitido salvaguardar y poner en valor la fabrica
de vidrios de la Trinidad, y principalmente la producción artesanal del vidrio
-sobre todo de cara a los propios obreros- es la simplificación del expediente,
llegando incluso a “traicionar” el listado de valores indicado en un principio.
Los valores asociados a la actividad no se recogen más allá de una formalidad
escueta y -como detallo en el capítulo del caso- se ignoran en las instruccio-
nes particulares. Tal como expone en diferentes artículos Concha Rioja, se
llegaron a acuerdos con la propiedad para permitir el uso del bien, el traslado
de la actividad, etc. (2005; 2006). Era la condición necesaria que permitiría a
la cooperativa reorganizarse en otro lugar y continuar con su trabajo y con
su producción. También supondría la percepción por parte de los obreros de
una Administración humanizada, comprensiva y por tanto, permitirá valorar
en términos positivos la inscripción del bien. Así, mientras la lectura del expe-
diente nos indica una visión muy arqueologista y mientras las actividades de
puesta en valor y difusión se dirigen hacia “lo que fue”, al pasado, al inmueble;
la actividad artesanal sobrevive alejada de la fábrica, del barrio y de la tutela –al
menos explícita- de la Administración.
Los bienes con valores prioritariamente etnológicos son muy frecuente-

353
La patrimonolización como proceso

mente elementos vivos, sin embargo se les viene aplicando un tratamiento que
prioriza su dimensión histórica, los valores que los ligan con el pasado. Con un
pasado que, a pesar de lo que se afirme formalmente, no está concebido como
tradición, sino que se piensa como lo que fue y ha dejado de ser. En otras pala-
bras, en los casos de estudio y muchos otros de los bienes protegidos incluidos
en el catálogo –y otros que no lo están-, las prácticas y las resemantizaciones
conducen a la fosilización de los bienes.
Esta situación nos remite a diversos problemas y paradojas:
- Los mecanismos de selección se orientan a proteger en primer lugar “lo
que está en peligro de desaparición”, en una cultura como la occidental que
tiene una evidente preocupación por la pérdida. Estos mecanismos obedecen
a una falta de inversiones en investigaciones sistemáticas y en ausencia de pla-
nificación, lo que obliga a actuar en situaciones de urgencia o ante denuncias
de diversos colectivos ciudadanos121. Es decir, la selección se hace prioritaria-
mente sobre elementos “en decadencia” o “en extinción”, de ahí su posterior
tratamiento como objetos arqueológicos.
- Pero también el peso de las formaciones académicas –principalmente de
los profesionales no antropólogos que tienen mayor poder en las administra-
ciones culturales, aunque también de algunos miembros de la profesión- se
inclina ante las elaboraciones y producciones de una serie de bienes considera-
dos como “típicamente etnográficos” o “más patrimonializables” que se vin-
culan con elementos preindustriales o en todo caso de una industrialización
decimonónica.
- La patrimonialización, está asociada a la delimitación de los valores de un
elemento; al designarlos y concretarlos –ya sea para reivindicar una serie de
derechos, para escribir un texto, para diseñar un museo o para incluirlos en
un inventario oficial- de algún modo se fijan esos valores. La cualidad de pa-
trimonio vivo es opuesta al concepto fundamental que opera en los procesos
clásicos de tutela del patrimonio y que tiene mucho peso en los procesos e
instrumentos legales con los que se sigue contando: la conservación. De he-
cho, el carácter reflexivo del patrimonio puede servir también para modificar
y “momificar” ciertas prácticas. El modelo fijado por los técnicos que docu-
mentan y explican las características del bien, puede ser considerado como

121 Esta problemática y la que se enuncia en el siguiente punto se desarrollan en el epígrafe de este
capítulo: “Las políticas de la administración cultural andaluza”.

354
Capítulo VII

el “auténtico” y “verdadero”. El refuerzo simbólico de muchos de estos ele-


mentos reposa a menudo en su categorización como esenciales e inmutables.
Algunos de los colectivos que reivindican la defensa y la consideración de
ciertos bienes como patrimonio están precisamente interesados en conseguir
esa reafirmación de “lo que siempre hemos sido”, la fundamentación de su
autenticidad cultural a través de una tradición supuestamente inmutable.

Agentes en conflicto, agentes que negocian


Tal como explicaba al principio del texto, el patrimonio hoy es un lugar
donde coinciden diferentes intereses y propuestas, donde se encuentran di-
versos agentes sociales. Los procesos de patrimonialización implican una se-
lección de elementos a los que se reasignan unos nuevos significados. Este
proceso de asignación de valor representa prioritariamente a ciertos grupos
sociales. Entender el patrimonio como un espacio de conflicto y negociación,
supone reconocer la capacidad de estos símbolos patrimoniales para visibili-
zar y representar a unos colectivos y desde unos modelos sociales determina-
dos (Rosas Mantecón, 1999; Moreno 1999). Además, el carácter procesual del
patrimonio nos permite observar cómo determinados agentes van modelando
sus posiciones, interactuando con otros y construyendo, en tensión y/o en
alianza, los significados y usos asignados a los bienes.
En los procesos de patrimonialización descritos se ha podido constatar las
referencias a diferentes sujetos colectivos, presentes de diversos modos en la
asignación de significados. Por ejemplo, la justificación de los expedientes que
sirven para inscribir un bien en el Catálogo siempre hace referencia al colec-
tivo de los andaluces y con frecuencia también al de los españoles. La Comu-
nidad Autónoma y el Estado-Nación aparecen como referentes y depositarios
últimos de los bienes. Este es el sentido –al menos formal- de un instrumento
oficial como el Catálogo: incluir los bienes más destacados del patrimonio de
los andaluces. Al mismo tiempo, en cada uno de los lugares que hemos descri-
to aparecen otros colectivos que se consideran en distinta medida depositarios
del bien o bienes.
Podríamos irnos al modelo más inclusivo como el que presenta Cabo de
Gata-Níjar: En un extremo se alude al Parque Natural, su diversidad biológi-
ca, geológica, arquitectónica, su paisaje…. como un “patrimonio de todos los
seres humanos”. A este sujeto colectivo apelan asociaciones de ecologistas,
intelectuales, extranjeros residentes... La inscripción oficial de los bienes con

355
La patrimonolización como proceso

figura genérica colectiva tiene como sujeto colectivo a los andaluces. Por otra
parte, la consideración de estos elementos desde una perspectiva básicamente
utilitarista y funcional se liga con las justificaciones desarrollistas y de cre-
cimiento económico a través de los plásticos. Unas apreciaciones con unas
lecturas sobre el territorio que apelan indistintamente a los almerienses, como
la población marginada y olvidada que fue, o al municipio de Níjar.
Pero esta perspectiva, que metafóricamente podríamos asimilar a cajas que
en apariencia se contienen sucesivamente unas a otras, resulta ser muy parcial
para el análisis aquí abordado. A veces, en estos conflictos por el territorio y
los significados se apela a diferentes legitimaciones y derechos, enfrentándo-
los. Pueden aparecer en oposición las necesidades, demandas o derechos de
“la humanidad”, los “españoles”, los “andaluces”, los “almerienses”, los “nije-
reños”… Pero los colectivos sociales que se ven representados por diferentes
elementos patrimoniales no pueden limitarse a distintos niveles de adscripción
territorial, a menudo con una definición un tanto difusa, sino que los bienes
pueden tener gran importancia en la definición de colectivos de clase y socio-
profesionales, en las definiciones de género, en la forma en que se muestre y
se conciba la pertenencia a una cultura etnonacional.
En la arena política patrimonial se pueden identificar distintos agentes que
representan a, o se otorgan la representación de, determinados grupos de
referencia; aunque con frecuencia se producen solapamientos entre aquellos
en nombre de los que se pretende hablar y/o luchar y otros intereses indi-
viduales y colectivos. Sobre el terreno y a la hora de definir cómo gestionar
un bien, como significarlo, cuales de los elementos de una zona deben ser
considerados y cuáles no, los agentes sociales se alinean definiendo sus deter-
minaciones en cada contexto social, pudiendo observarse posicionamientos y
formas de acción y de legitimación diferentes. En estas diatribas en torno a la
selección, significación y uso de los bienes se observan por supuesto conflic-
tos de carácter político, en el sentido más amplio del término, de modo que
los símbolos patrimoniales son elementos en los que se reflejan las diferencias
de acceso al poder por parte de unos grupos y otros, en tanto que ciertos
agentes sociales tienen una mayor capacidad –mayor poder- para imponer o
negociar una selección de bienes o una significación determinada. Al mismo
tiempo, como hemos visto y como ya ha sido reflejado por diferentes teóri-
cos, el control –total o parcial- de ciertos significados y usos de los bienes se
convierte en un instrumento de acceso o permanencia en el poder. Es decir,
que entiendo que el acceso por parte de ciertos grupos sociales a la definición

356
Capítulo VII

de nuevos bienes como elementos patrimoniales y/o la significación de estos


bienes dando valor a formas de vida o a objetos anteriormente considerados
inapreciables, supone una forma potencial de “empoderamiento” de ciertos
sectores sociales.
Desde el principio de este trabajo me he preguntado por el modo en que
se construyen los significados y usos de los bienes, por las formas en que se va
modelando el patrimonio y por los colectivos y agentes sociales que protago-
nizan estas decisiones y enfrentamientos. En este sentido, he ido definiendo
en cada caso concreto las instituciones formalmente implicadas y sus posicio-
namientos; las asociaciones y colectivos de ciudadanos, tanto los organizados
formal como informalmente; y los diferentes actores particulares que en cada
caso han podido jugar un papel preponderante.
En general, he ido diferenciando por una parte al sector público, cuyo papel
no es en absoluto homogéneo ni exento de contradicciones. Aún ciñéndonos
a las actuaciones que entran en el ámbito formalmente político, los intereses
y actuaciones de los diferentes niveles de la Administración, no siempre son
confluyentes: gobierno central, gobierno autonómico y Administración local
representan diferentes niveles de decisión y propuestas a menudo en contra-
dicción respecto a los usos y resemantizaciones de los bienes. Incluso dentro
de una misma Administración podemos encontrarnos con pautas contradic-
torias tanto sectorial como provincialmente, y con fuerzas que en el nivel de
toma de decisiones sobre un bien concreto actúan de forma tensionada o en
alianza dependiendo de la fase que estemos analizando.
Por otra parte, he procurado diferenciar al sector empresarial, dirigiéndo-
me prioritariamente a las áreas del mercado que en Andalucía tienen mayor
implicación respecto a los procesos patrimoniales: procesos de especulación
del suelo, procesos de reorganización de la producción agrícola y ligados a
ambos, los procesos de terciarización económica y de desarrollo del turismo y
las industrias del ocio. Aparecen así desde grandes grupos de intereses ligados
a inmobiliarias o a sectores como el del aceite o el hortofrutícola, hasta peque-
ños propietarios de terrenos, pequeños hosteleros y empresarios turísticos.
Indudablemente, otros colectivos de ciudadanos, más o menos organiza-
dos, tienen un papel muy importante en las formas en que se definen los
bienes aquí expuestos; es lo que muchos autores designan como el “tercer sec-
tor” o “sociedad civil”. Las asociaciones, plataformas, grupos de ciudadanos
y los movimientos sociales que reivindican unas facetas u otras de los bienes,

357
La patrimonolización como proceso

están presentes en muchos de los procesos de patrimonialización analizados,


y tal como se demuestra en este texto, constituyen un sector ascendiente en
este ámbito.
En definitiva, al poner el foco en los colectivos e individuos que interac-
túan en cada caso concreto, se observa la patrimonialización como un pro-
ceso dinámico, no acabado y donde diferentes grupos “negocian” -es decir,
se enfrentan, coinciden, disputan o se alían- proponiendo unas definiciones,
significados y usos de ciertos elementos. Si en los capítulos dedicados a los
casos me he centrado en analizar estas dinámicas identificando a los distintos
agentes que coincidían en cada uno de los terrenos y el modo en que se alían,
“negocian” o crean confrontaciones, en las siguientes páginas voy a realizar
un recorrido por las formas en que los distintos sectores actúan y se posicio-
nan desde una perspectiva más general. En función de sus características y
posicionamientos he segmentado, por una parte a las administraciones públi-
cas, mostrando sus tensiones, contradicciones y alianzas; por otra parte, las
polaridades entre los intereses empresariales y las administraciones publicas;
en tercer lugar, por su presencia relevante, he analizado de forma separada el
papel que representan las industrias turísticas en la patrimonialización de los
bienes etnológicos aquí estudiados; en cuarto lugar, he considerado la evolu-
ción de los movimientos sociales relacionados con el patrimonio y las formas
que adoptan en los casos de estudio; y por ultimo, me he detenido a analizar
las posturas y las acciones de los técnicos y los académicos implicados en estos
procesos de patrimonialización. He de añadir que en los párrafos que siguen
no he tratado todos y cada uno de los aspectos que tienen que ver con estos
colectivos, sino que me fijado en los rasgos más destacados para el análisis que
estoy realizando.

Las Administraciones: convergencias y ausencias


Uno de los ejes de conflicto y tensiones más explícito en torno al patrimo-
nio cultural es el que se produce entre los diferentes niveles de la Administra-
ción. Los intereses y referentes de las Comunidades Autónomas, el Estado y
los Municipios no siempre son coincidentes. La significación nacionalista de
un bien patrimonial para una Comunidad Autónoma puede ser contrapuesto
a los intereses del nacionalismo de Estado, como se ha observado en los casos
de los Archivos de Salamanca o de la petición de traslado del Guernica. Estas
tensiones entre Comunidad Autónoma y Estado central pueden, además, ha-

358
Capítulo VII

cer patente la oposición entre grupos políticos de distinto signo. Por ejemplo,
un caso conocido han sido los reproches de una gestión inadecuada del Ar-
chivo de Indias de Sevilla en 2003, donde el Grupo Socialista en el Senado y
el gobierno central del Partido Popular se han cruzado acusaciones.
Uno de los conflictos más fuertes, aunque a menudo soterrados, tiene lu-
gar entre la Administración cultural y los Ayuntamientos. Las perspectivas de
“desarrollo” de éstos últimos y las presiones de las promotoras urbanísticas
chocan a menudo con el concepto de tutela patrimonial de los responsables
autonómicos. Aunque las disensiones entre los organismos autonómicos y
los locales pueden producirse en sentido contrario, en tanto que el municipio
organice un plan de protección del patrimonio de carácter integral y participa-
tivo que no se adecue a los cánones disciplinares -y mucho más conservacio-
nistas- que con frecuencia imperan en la Administración cultural122.
Estas tensiones son visibles en nuestro estudio en diferentes casos y con
significados distintos dependiendo de la etapa del proceso de patrimonializa-
ción que observemos. Por ejemplo, en el caso de los corrales de vecinos de
Triana, el Ayuntamiento de la ciudad ha pasado por diferentes etapas. El apo-
yo de la Gerencia de Urbanismo de la ciudad fue importante para conseguir
una primera rehabilitación del Corral de la Encarnación en 1998 y también el
entonces presidente de la Diputación Provincial -y hoy alcalde de la ciudad,
Sánchez Monteseirín- cooperó en la financiación de la misma. Pero estos apo-
yos puntuales no son coincidentes con la política general del consistorio sevi-
llano, que nunca llegó a firmar los convenios propuestos por las Consejerías
de Obras Públicas y de Cultura para la protección y rehabilitación de los co-
rrales del barrio… Recordemos que Fernández Salinas (2003) documenta en
su inventario de 1991, 93 corrales en Triana, en el de 2001 ya sólo 56 y según
testimonios relevantes apenas permanecen más de quince o veinte en 2006.
La postura del ayuntamiento podría calificarse de “omisión”, dejando que el
mercado regulase la transformación de la trama urbana del barrio. Y aunque
de nuevo haya sido la Gerencia Municipal de Urbanismo la que en 2005 haya

122 Estos procesos de tensión podrían darse prioritariamente en ámbitos donde se están produciendo
actuaciones de puesta en valor del patrimonio auspiciadas por fondos europeos y que son gestionados
por agentes locales, a menudo sin contar con el asesoramiento de especialistas. Sin embargo, en la
mayoría de los casos la postura de la Administración de cultura es de inhibición con respecto a estos
programas, aunque informalmente muchos de sus técnicos señalan la falta de profesionalidad y/o de
formación de los encargados de desarrollar estas activaciones patrimoniales.

359
La patrimonolización como proceso

comprado el Corral de la Encarnación para rehabilitarlo, ya era demasiado


tarde para preservar el mecanismo de transmisión en torno a los “modos de
vida” de los corrales.
No puede decirse, por tanto, que haya habido un enfrentamiento expreso
entre el ayuntamiento local y la Administración autonómica, más bien ha habi-
do cierto silencio y abstención por parte de ambas administraciones, ninguna
de las cuales ha puesto en marcha vías efectivas para evitar la desaparición de
estos bienes. El Corral de la Encarnación quedará para las futuras generacio-
nes como un testimonio excepcional de lo que fue un barrio, como muestra
de una puntual colaboración.
La situación de Pegalajar, en cuanto a las relaciones Administración lo-
cal-Administración autonómica, es mucho más compleja. Ha habido fases de
colaboración y fases de confrontación. En el caso de Pegalajar, además, se ob-
servan otras disensiones respecto a instancias de la Administración del Estado
y de carácter interno en el ámbito del PSOE andaluz.
Desde que en 2003 llegó al poder local el grupo socialista, se ha visto que
su posición es, en primer lugar, la de intentar que se descatalogue el bien y,
en segundo lugar, la de paralizar los mecanismos de planificación urbanística.
Tal como se ha explicado atrás, este Lugar de Interés Etnológico implicaba el
desarrollo de un Plan Especial de Protección que regularía los usos concretos
de los distintos elementos afectados y cuyo plazo máximo legal expiraba en
septiembre de 2006123. Este proceso de redacción se ha caracterizado por su
lentitud y su falta de transparencia, sin que se haya hecho público ni siquiera un
avance del plan. El innecesario alargamiento de los plazos ha servido al con-
sistorio como efecto demostrativo de su postura en contra de la inscripción de
la Huerta de Pegalajar. Por ejemplo, las dificultades y trabas que supone que
cualquier obra menor deba ser aprobada por la Consejería de Cultura, ade-
más de que no sea posible ninguna transformación respecto al estado actual,
sume a los vecinos en el desconcierto y sirve a los gobernantes locales para
reafirmar su discurso de que la catalogación “está en contra del desarrollo de
Pegalajar” o de que “nos quieren hacer vivir en la Edad Media”.
En algunas conversaciones informales se afirma que el ayuntamiento ha
retrasado los pagos a la empresa adjudicataria y también que no hace público

123 La financiación para dicha actuación se concedió a finales de 2002 por la Consejería de Cultura y
los plazos máximos vencían a los cinco años de la fecha de inscripción del bien.

360
Capítulo VII

el documento del Plan Especial de Protección (PEP) porque es fiel la filosofía


de la inscripción y de sus instrucciones particulares, velando por los valores
que en ella se definen. Es decir, que no se atiene a los deseos del grupo gober-
nante que pretendía que el plan “minimizase en todo lo posible los efectos de
la inscripción”.
En esta tensión entre el gobierno local y la Consejería de Cultura se ob-
serva, además, una actuación ambivalente de ésta última. Efectivamente, la
Consejera de Cultura hasta dos veces ha manifestado su apoyo al diagnóstico
técnico y a la inscripción del bien, frente a las pretensiones de un sector de su
propio grupo político124. Pero, de otro lado, no se han realizado inversiones de
ningún tipo –refugiándose, entre otras razones, en que debe estar redactado
el PEP-; tampoco se han tramitado con rapidez las denuncias de actuaciones
contrarias a lo reglamentado en las instrucciones particulares; y finalmente, no
se ha denunciado la mora en la actuación del ayuntamiento que ha incumplido
reiteradamente los plazos de aprobación del PEP y se ampara, por omisión, la
opacidad del consistorio local con respecto a este plan.
Por otra parte, este Plan Especial podría haber supuesto una posibilidad
para escapar de las dimensiones reglamentistas de los protocolos de protección
y catalogación. Me refiero a experiencias de musealización125 y/o de puesta en
valor del patrimonio realizadas desde unos presupuestos de carácter integral
y participativo. Esta fórmula no es habitual en los procesos de protección del
patrimonio auspiciados desde la Administración autonómica, pero sí que se
viene desarrollando cada vez con más frecuencia en los procesos de redacción
de planes urbanos, territoriales e incluso en planes de desarrollo de los espa-
cios protegidos o en planes estratégicos. La propuesta del grupo de trabajo
que, de modo informal, recibió el encargo de redactar este Plan Especial por
parte del grupo gobernante de IU, se inclinaba por una metodología de In-
vestigación-Acción Participativa (IAP) (Escalera y otros, 2002). Este sistema
propone buscar fórmulas de protección y puesta en valor del patrimonio que
se adecuen más a las necesidades de la población local y a su modo de asumir

124 Véase el capítulo dedicado al caso de la Huerta de Pegalajar.


125 Propuestas como las que se han hecho desde la nueva museolgía dando protagonismo a la partici-
pación local y a una visión holística del territorio y de sus procesos (Rivière, 1993; Sanmartín Montilla,
1995). Algunas de las experiencias más conocidas en el ámbito español son las de Allariz en Orense
(Sierra Rodríguez, 1999); las del Vall d’Aneu, en (Abellá y Pons, 1995) y en Andalucía la que se viene
desarrollando en Almedinillla en Córdoba (Muñiz, 2003).

361
La patrimonolización como proceso

las transformaciones y los costes de mantenimiento de los bienes.


En el proceso de patrimonialización de la Huerta de Pegalajar se advierten
también las dificultades en las relaciones entre diferentes sectores y niveles de
la Administración, en este caso entre Consejería de Cultura y Confederación
Hidrográfica del Guadalquivir (Administración del Estado) y tangencialmente
con la Consejería de Medio Ambiente. Por la forma en que han ido cambiado
las relaciones entre diversos sectores podemos precisar cómo estas divergen-
cias o alianzas pueden actuar a favor o en contra de la patrimonialización del
bien. Tal como se ha mostrado, toda la primera etapa del movimiento vecinal
que demandaba la vuelta del agua tenía como uno de sus oponentes a la Con-
federación Hidrográfica del Guadalquivir, que desde la declaración de sobre-
explotación del acuífero en 1992, ha tardado más de una década en redactar
un avance provisional de un Plan de Ordenación de Extracciones que regulara
esta zona. Un plan que hoy día está siendo revisado y redactado de forma
consensuada por diferentes agentes locales y distintos representantes de las
administraciones. Tal como se muestra en el capítulo dedicado a este caso, la
posición de la Consejería de Cultura respecto a las determinaciones de la Ad-
ministración competente en la gestión del acuífero es de una tímida llamada
de atención y posteriormente de inhibición. Por el contrario, la posición de
agentes sociales como la Red a Favor de la Nueva Cultura del Agua, el apoyo
político del Grupo de los Verdes desde la Consejería de Medio Ambiente y
una nueva sensibilidad entre ciertos sectores del PSOE respecto a la gestión
del agua, han modificado sustancialmente las actitudes de la Confederación
Hidrográfica y han vuelto a abrir un escenario posible para un derrame per-
manente de la Fuente de la Reja.
Por el contrario, en la inscripción genérica colectiva de aljibes y molinos de
Cabo de Gata-Níjar lo que se ha puesto en evidencia es cuán fecunda puede
llegar a ser la colaboración intersectorial en la Administración autonómica. La
coordinación y colaboración entre la Consejería de Cultura y la Consejería de
Medio Ambiente, está haciendo posible el desarrollo de un programa comple-
to de tutela, desde la identificación de los bienes hasta su transformación en
recurso visitable.
En conjunto, lo que se puede apreciar es una escasa colaboración intersec-
torial dentro de una misma Administración (en este caso la Junta de Anda-
lucía) y con frecuencia las tensiones entre diferentes interpretaciones de los
bienes y del territorio de las distintas administraciones, principalmente entre la

362
Capítulo VII

Administración local y la Administración autonómica. En los casos de estudio


comentados los bienes apenas son reconocidos en el ámbito estatal, por lo
que no se hace un uso de los mismos como elementos de confrontación entre
diferentes definiciones etno-nacionalistas, como ocurre en los conocidos ca-
sos que han ocupado extensas páginas de prensa.

Intereses empresariales y acción proteccionista de la Administración


En primera instancia, Mercado y Estado aparecen como antagonistas en el
ámbito de la acción patrimonial. Aparentemente, la lógica de la acumulación
de capital y de la rentabilidad económica es contraria a las actuaciones de
protección y las políticas limitadoras de la Administración. Algunos secto-
res empresariales argumentan que, más allá de la evidente sacralidad de los
grandes monumentos, la política conservacionista va en contra del progreso
y de la dinámica “natural” de la sociedad de hoy, de una autorregulación del
mercado que por sí mismo daría valor y una preservación especial a aquellos
elementos que evidentemente lo tuvieran. Esta es una síntesis de algunas posi-
ciones neoliberales que se evidencian en los discursos de promotores de obras
en Conjuntos Históricos, de empresarios agrícolas en Parques Naturales, de
industriales cuando liquidan antiguas fábricas, etc. Estas tensiones entre el
Mercado y la conservación patrimonial son muy evidentes en el ámbito urba-
nístico, donde suele imponerse el criterio de los primeros, salvando algunas
edificaciones y bienes de muy reconocido valor. A pesar de lo que se declara
en los discursos de las administraciones culturales, por ejemplo, en Andalucía,
en las últimas dos décadas, es indudable el deterioro sufrido por las tramas
urbanas tradicionales de muchas ciudades y pueblos.
Por una parte, los procesos de especulación del suelo y las demandas de
crecimiento urbanístico están presentes en los cuatro casos estudiados. El
crecimiento de las construcciones en los núcleos costeros de Cabo de Gata
–Níjar es ya llamativo pero, además, se propone continuar en todo el entorno
del Parque con un “cinturón” de unas 15.000 viviendas previstas en el nuevo
PGOU de Níjar. Se da así respuesta a las demandas de las grandes promotoras
inmobiliarias y al papel otorgado al litoral de la península Ibérica en la jerar-
quización de los territorios europeos. Este es un mercado que se preconiza
floreciente como residencia de jubilados y lugar de ocio de las clases medias
del Norte. En los demás casos de estudio lo que se produce es un proceso de
especulación urbana más clásica. En Pegalajar por su situación privilegiada

363
La patrimonolización como proceso

respecto a Jaén y Sierra Mágina, que hace de la Huerta un lugar ideal para la
construcción de urbanizaciones. En Triana y en la zona de Miraflores de Sevi-
lla lo que está aconteciendo es una subida progresiva del precio del suelo, con
el desplazamiento de los colectivos de menor poder adquisitivo que habitaban
estos barrios (gentrificación).
Este crecimiento urbano en Cabo de Gata Níjar ya ha enclaustrado, arrin-
conándolos, algunos de los bienes protegidos y otros han sido desfigurados al
cercenarles un entorno sustancial para entender su funcionalidad –por ejem-
plo el ruedo de algunos molinos de viento-. En Pegalajar el desarrollo y cre-
cimiento urbano del pueblo se considera amenazado, según algunos sectores,
por la catalogación de la Huerta y su definición como uso agrícola, y por esto
se percibe como un retraso. El Corral de la Encarnación sólo en el último
momento se ha visto libre de las fuertes presiones especulativas de un barrio
como Triana, por el derecho de tanteo ejercido por el Ayuntamiento de la ciu-
dad. A lo largo de los años, no obstante, la mayoría de los patios y corrales han
ido desapareciendo y tampoco la mayoría de los vecinos del corral analizado
han soportado las presiones para su desalojo y expulsión. El “modo de vida
corralero”, tan visible y llamativo en este corral apenas doce años atrás ya sólo
queda en la memoria de tres familias que volverán a habitarlo próximamente,
una vez se haya rehabilitado. Más lejana parece la posibilidad de que los veci-
nos del Retiro Obrero y los antiguos trabajadores de la Fábrica de la Trinidad
consigan sus reivindicaciones de conservar las dos naves que se encuentran
fuera de los límites del bien protegido. El suelo es demasiado caro en la zona
y sólo una apuesta política decidida podría modificar la situación.
Por otra parte, las presiones para desarrollar una agricultura competitiva,
con las constricciones e imposiciones de la Política Agraria Común, hacen de
los sistemas agrícolas vigentes hasta los años setenta algo totalmente inviable,
retrayéndose las pocas actividades campesinas que continuaban. En la provin-
cia de Jaén se ha optado por un monocultivo de olivar, que busca subvenciones
y se hace rentable a través de los sistemas de regadío por goteo. Esta fórmula
ha afectado a los terrenos de huerta en Pegalajar que progresivamente han ido
transformándose en olivar, un hecho muy visible en la zona no protegida de
la misma. Pero las presiones por adecuarse al mercado han afectado de otro
modo al proceso que ha tenido lugar en Pegalajar. Muy fundamentalmente,
lo que se ha puesto en juego es la forma en que se enfocaba el problema de
sobreexplotación del acuífero. Durante todo el tiempo han prevalecido los
intereses de urbanizaciones, empresas y explotaciones agrícolas que obtenían

364
Capítulo VII

agua de pozos a veces ilegales. Además, las grandes tensiones vividas en el


pueblo de Pegalajar lo han sido, entre otras cosas, por la negociación que la
Comunidad de Regantes ha realizado con la Confederación Hidrográfica del
Guadalquivir, renunciando a los derechos históricos de la Fuente de la Reja y
consiguiendo nuevas hectáreas de regadío. Se favorece así fundamentalmente
a los grandes y medianos propietarios de olivar de la zona, pero según los lide-
res del movimiento social, se renuncia a los derechos que podían hacer posible
un derrame permanente de la Fuente de la Reja. Los intereses materiales y las
presiones del Mercado dificultan los procesos de preservación de los bienes.
En este caso, la Consejería de Cultura sólo tímidamente ha abogado por la
vuelta del agua y después se ha inhibido.
Los intereses de la agricultura intensiva bajo plástico son los que explican el
posicionamiento del sector que se denomina a sí mismo “autóctono” en Ní-
jar. Unos intereses que se legitiman aludiendo a la herencia y al trabajo, y que
se ven contrarios a la protección del territorio en general y a los significados
atribuidos a los bienes patrimoniales de este contexto.
La confrontación entre intereses empresariales y actuaciones de protec-
ción del patrimonio, ha sido evidente en todos los casos de estudio, aunque
presenta diferentes peculiaridades. El Corral de la Encarnación parece como
el caso más explícito y concreto de todos. La propiedad del inmueble, intere-
sada en una venta del suelo muy beneficiosa y con una importante plusvalía,
ha desarrollado un discurso opuesto a la catalogación que se ha argumenta-
do en términos jurídicos. He llamado la atención en el texto sobre cómo se
cuestiona la posibilidad de que se conserve un “modo de vida” del pasado y
cómo el desarrollo y la modernización han eliminado estos esquemas, en todo
caso aquejados de problemas de salubridad e higiene contrarios a cualquier
forma de vida “civilizada y deseable”. Frente a esta postura, el discurso de la
Administración cultural se apoya en los dictámenes técnicos y académicos que
consideran los modos de vida como fórmulas en constante evolución y que
no están directamente relacionados con modos de infravivienda.
En disonancia con su aparente preocupación por las condiciones de vida
de los inquilinos, la propiedad del edificio del Corral, ha seguido una estrate-
gia de no inversión en el inmueble, incumpliendo sistemáticamente su deber
de conservación. Es más, según los valores atribuidos al bien, su actitud de
presiones y amenazas a los vecinos iría en contra de la preservación a la que
estaría obligada. En este choque de intereses, la Administración de Cultura

365
La patrimonolización como proceso

tiene una actitud poco firme y que raya en la dejación de funciones… Si se in-
terviene en el inmueble para evitar su ruina ¿no se hace de forma subsidiaria?,
¿no se debería pasar factura a la propiedad? Una vez hecha esta intervención
¿no se tendría que denunciar de nuevo la dejación de la propiedad? La inter-
vención de la Consejería se ha producido sólo en casos extremos, por ejemplo,
se ha actuado ejerciendo el derecho de tanteo y retracto después de que el
inmueble hubiera cambiado de propiedad dos veces sin haberse notificado
a la Administración, tal como obliga la legislación vigente. Esta situación de
laxitud debía ser evidente para las empresas inmobiliarias que han llegado a
realizar una hipoteca sobre el inmueble, con la consiguiente alta en el registro
de la propiedad.
En los otros casos los intereses de propietarios y empresarios que se opo-
nen a la actividad protectora de la Consejería de Cultura resultan más difusos,
ya sea por su opacidad intencional, ya sea por la multiplicidad de propietarios
y su potencial heterogeneidad.
En Pegalajar más de sesenta propietarios de Huerta, han presentado alega-
ciones contra la catalogación argumentando, principalmente, la preeminencia
de la propiedad privada sobre otros intereses. Es cuando menos paradójico
que esta reivindicación se haga respecto a un contexto agrícola e hidráulico
cuya organización y rendimiento se ha basado durante siglos precisamente
en una adecuada asunción de las obligaciones comunales. Este principio in-
dividualista y privativo, característico de la lógica neoliberal en la que estamos
insertos, llega a tatuarse en la piel de la Huerta en forma de muros, vallados
y otras cercas que dividen materialmente lo que durante muchos años se seg-
mentaba simplemente por el derecho de propiedad y uso.
Una perspectiva similar es la que comparten los propietarios de parcelas
en el interior del Parque Natural Cabo de Gata Níjar. En esta ocasión no se
sienten directamente lesionados en sus derechos por la actuación de la Con-
sejería de Cultura, sino por la declaración de Parque Natural. Pero como ya
se ha dicho una actuación se superpone a la otra y se produce una actitud de
oposición, por ejemplo, a la intervención para restaurar.
“Querrán convertir esto en una reserva india…”; “Nos quieren hacer vivir
en la edad media”; “Lo que no se puede es volver cien años atrás”… Frente a
la lógica de salvaguarda, lo que se argumenta en todos los casos desde el punto
de vista de la propiedad privada y de la lógica empresarial, es que la moderni-
zación, el desarrollo y la adecuación a los nuevos tiempos es más importante.

366
Capítulo VII

La sensación de servir de chivo expiatorio o de ejemplo para otros muestra


además un rechazo muy extendido en diversos lugares de Andalucía donde
hay una resistencia explícita a servir de escenario turístico para el ocio ajeno.
No obstante, si se supera esta primera aproximación, deberíamos matizar
que también hay un interés creciente de diferentes ámbitos económicos por el
patrimonio cultural. Desde empresarios turísticos a promotoras de segundas
residencias, pasando por las entidades financieras, la importancia atribuida a
la difusión de los bienes culturales es cada vez mayor. Las grandes empresas
invierten en patrimonio, pero sólo en algunos ámbitos patrimoniales: los más
valorados en términos económicos o los que puedan tener mayor impacto en
los medios de comunicación de masas. Afamadas obras de arte que pasan a
formar parte de fundaciones y colecciones de entidades financieras, o reco-
nocidas edificaciones que reciben donativos para su rehabilitación y prestan
su imagen en las campañas publicitarias de ciertas firmas. El patrimonio que
se muestra así es el que refleja a las élites tradicionales de la sociedad –cate-
drales, palacios, fortalezas-, dejándose de lado los bienes culturales de otros
colectivos y grupos sociales. En todo caso, según el economista Pau Rausell, el
valor económico de los bienes patrimoniales está ligado a una serie de criterios
que son: su singularidad, sus atributos artísticos, su antigüedad y su grado de
conservación. Aspectos todos ellos que tienen que ver con la escasez, ya que
se trata de objetos irrepetibles y por tanto, de oferta limitada (1999b:1).
El predominio de las lógicas del Mercado aplicado a los bienes culturales
puede llevar a dos situaciones no deseables: bien a la destrucción imparable de
muchos de estos elementos –esa nueva iconoclastia a la que me refería en las
primeras páginas de este capítulo-; bien a la banalización de los bienes y su re-
significación en contra de los valores de uso identitarios de sus más legítimos
depositarios.

Intereses turísticos y activaciones patrimoniales


Desde el punto de vista del mercado turístico, los bienes deben adecuarse
a la lectura e interpretación de públicos diversos –en ello coincide con la vi-
sión de técnicos y administradores-, pero también deben ser espectaculares y
atrayentes. Se podría sintetizar que un bien es más valioso cuanto más público
atraiga. Esta máxima es muy visible en lo que respecta al denominado patri-
monio etnológico, que no desataca por su excepcionalidad o singularidad y
que se ve sometido a presiones que lo tipifican y banalizan.

367
La patrimonolización como proceso

Por ejemplo, hay una serie de elementos que se han clasificado como per-
tenecientes a “la tradición” y se han estandarizado, así que con frecuencia se
reiteran en territorios muy diversos donde su significación puede ser marginal.
Es el caso de poblaciones pesqueras donde se dejan morir muelles, almacenes
almadraberos, industrias conserveras, viviendas de pescadores, etc. para po-
ner en valor un casi destruido molino harinero (Aragón, 2003; Cáceres, 2003;
Valcuende, 2000). Cuando se habla de patrimonio etnológico, no son pocos
los que piensan en un molino, un arado y una danza y pueden ser estos ele-
mentos, aunque resulten marginales y no representativos, los que se valoricen.
Estas actuaciones responden a una simplificación tópica del pasado y de los
elementos etnológicos que se ofertan descontextualizados y como si tuvieran
valor en sí mismos.
De este modo, a menudo, para el empresariado turístico la población o los
bienes dispersos en el territorio, sólo son importantes si son capaces de atraer
visitantes por su exotismo, diferenciación, etc. Rituales y artesanías pueden
llegar a convertirse en espectáculos al servicio de los visitantes, con el consi-
guiente peligro de enajenación (Greenwood, 1989; Moreno 2002). La visión
exclusivamente mercantil del patrimonio puede llevar a la defensa del objeto o
producción de un colectivo dejando de lado por completo las condiciones de
vida de aquellos que lo hacen posibles: los habitantes, artesanos u obreros que
lo construyen y reproducen (García Canclini, 1999a; Novelo, 1999).
Por supuesto que también hay analistas que señalan las relaciones positivas
entre el turismo, el patrimonio cultural y los colectivos locales. La mercantili-
zación de los elementos culturales no tiene porque destruir sus significados,
sino que puede añadir otros (Cohen, 1988). Estas sinergias derivarían de que,
a través del interés expresado por los “de fuera” en las costumbres, rituales,
producciones, bienes o paisajes locales, los vecinos del lugar entran en un pro-
ceso de revalorización de elementos a las que no habían prestado importancia
con anterioridad. Se produciría así un efecto de valorización de lo propio y de
reactivación de las identidades locales (Boissevain, 2005).
De los casos aquí tratados, el más explícitamente relacionado con el turis-
mo es el de los bienes del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar; este caso nos
sirve para mostrar una situación bastante extendida respecto a nuestro objeto
de investigación. En general, hasta hace poco tiempo esta clase de elementos,
como pozos, norias o aljibes, no entraban en la consideración de bienes que
tuvieran que ser conservados y preservados, sino que formaban parte de las

368
Capítulo VII

creaciones populares, no muy consideradas. Sólo en las últimas décadas se ha


venido a tomar en consideración este tipo de bienes, en una formulación nor-
malmente ligada a las demandas de ciertos sectores urbanos por ir al campo
o a otros entornos periféricos y redescubrir su pasado. Es decir, por lo que
parafraseando a Friedmann (1992) se denominaría la búsqueda del exotismo
en nuestros propios antepasados.
A esta pauta general de transformación y “adecuación” que se ha produci-
do en muchos entornos rurales andaluces y del Estado español, en el caso de
Cabo de Gata-Níjar hemos de tener en cuenta que el primer promotor de la
patrimonialización es la Administración regional a través de la Consejería de
Medio Ambiente. La filosofía de esta Administración se había incorporado ya
a finales de los ochenta a las pautas posibilistas y del llamado “desarrollo sos-
tenible” con respecto a las áreas protegidas. Es decir, desde un principio este
Parque Natural se planifica como un espacio en el que la preservación de la
naturaleza y el turismo serían actividades compatibles, tal como lo expresaba
Castro Nogueira (1987). El proceso de patrimonialización de los aljibes y mo-
linos se encuadra en estas propuestas, en un modelo en el que el patrimonio es
concebido como un recurso para el desarrollo de actividades turísticas. Es esta
característica la que explica las inversiones realizadas en torno a estos bienes
por un convenio entre la Consejería de Medio Ambiente y la Consejería de
Cultura: identificación y catalogación, realización de fichas diagnostico para la
intervención, restauración, señalización, difusión, musealización… El patri-
monio como recurso económico permite hacer más atractivo el territorio, con
unos hitos paisajísticos bien conservados y restaurados; incentiva el desarrollo
de senderos y la creación de negocio turístico (a través de la organización de
rutas a pie, en bicicleta, en jeeps con guías “de la naturaleza”). Pero también,
como he mostrado páginas atrás, es un recurso (político) en tanto que supone
una forma de crear una “imagen cultural” de adaptación del hombre a la na-
turaleza; imagen en la que esa idea de “lo natural” es uno de los pilares en los
que se apoya y justifica la protección de los espacios naturales por parte de las
instituciones oficiales.
En este caso, los empresarios turísticos no conforman un grupo homo-
géneo o que se defina por unos intereses idénticos. El empresariado pertene-
ciente a grupos urbanos o a estratos socio-económicos más altos e instalado
en el interior del Parque Natural –principalmente representado a través de los
dirigentes de Asemparna- demanda activamente la protección de los bienes
catalogados y su intervención en ellos, entendiendo estos elementos como

369
La patrimonolización como proceso

parte fundamental de la imagen que se pretende presentar del lugar, en una


síntesis entre las visiones adaptativas y estéticas que he descrito anteriormente.
Son uno de los elementos conformadores del territorio y prestan una dife-
renciación y calidad a la oferta turística que se quiere configurar. Los aljibes,
molinos, norias en este sistema actúan como un subproducto importante que
cualifica a estas sofisticadas fórmulas de turismo desarrolladas en las últimas
décadas (Santana, 2003:20). Un turismo calificado como ambiental o turismo
ecológico pero que aparece en recombinación con elementos culturales, socia-
les, etc.
Sin embargo, para otro colectivo de empresarios hosteleros y restauradores,
estos bienes son absolutamente secundarios y anodinos. Las empresas orien-
tadas fundamentalmente al turismo de temporada, de sol y playa, no tienen
en consideración unos elementos que no pueden ser visitados en temporada
de verano y que no vienen a significar, según ellos, nada diferente en estado
de ruina o rehabilitados. Lo importante es el clima, el mar, el estado de los
servicios e infraestructuras y, en todo caso, el paisaje, pero no la arquitectura
tradicional ni sus significados.
Uno de estos grupos ha contribuido directamente a dotar de nuevos signi-
ficados y valores a estos elementos, reapropiándose de ellos y usándolos para
configurar una imagen turística en alianza con las administraciones andaluzas,
mientras que el otro grupo los ha ignorado. Este desinterés, muestra, además,
las alineaciones identitarias y los choques de fuerza dentro del municipio, vin-
culándose con los sectores agrícolas de la población que se niegan a la resigni-
ficación de estos elementos. Un posicionamiento que ha sido hasta hace poco
mantenido por el equipo de gobierno local, que ha ido dejando en manos de
la Junta de Andalucía la preocupación por el patrimonio local y se ha limitado
a promocionar turísticamente el negocio de cerámicas y jarapas artesanales
ubicado en Níjar.
El turismo no aparece de manera explícita como industria desarrollada en
tres de los cuatro casos de estudio. En el Corral de la Encarnación ocupa un
lugar periférico que tiene que ver con la imagen que se difunde de los corrales,
de Triana, de Sevilla y de las tradiciones andaluzas. En la Fábrica de Vidrios de
la Trinidad queda latente como expectativa si se transforma en museo, y en
la Huerta de Pegalajar es una de las orientaciones de futuro posible, pero en
la que el bien tiene diferente significado y protagonismo, según que grupo lo
active. No obstante, las demandas y expansiones de la industria turística están

370
Capítulo VII

muy presentes en los procesos de patrimonialización de que trato, aunque


estos bienes no sean ahora mismo productos turísticos.
No todos los bienes patrimoniales son objetos turísticos. A diferencia de
lo que afirman autores como Kirshemblatt-Gimblet (1998) o Mairal (2003),
que interpretan que los procesos de patrimonialización implican siempre la
conversión de los objetos en espectáculo u objetos de contemplación, he pro-
curado mostrar que la patrimonialización involucra a muy diferentes agentes,
con objetivos e intenciones muy distintos y por tanto darán un sentido y uso
a los bienes en función de sus posiciones e intereses. Por ello, aunque por el
Corral de la Encarnación hayan pasado grupos de turistas minoritarios –ese
turismo cultural especializado que busca la autenticidad de los “espacios tra-
seros” como los denominó MacCannell- las transformaciones en el sentido y
en los usos del Corral son otras para sus habitantes, ligadas con un sentido de
identificación con el barrio, el pasado y un orgullo de “ser corralero”.
Si la patrimonialización de un elemento conlleva un cambio en los significados
y los usos, su consumo como objeto turístico va asociado siempre a la crea-
ción de una serie de infraestructuras que permitan el acceso y la comprensión
del objeto o actividad y, por tanto, se debe vincular a una imagen del territorio
o lugar que se esté visitando. Las técnicas de gestión sobre patrimonio para
su activación como recurso turístico muestran muy claramente cómo deben
concretarse y simplificarse sus significados haciéndolos accesibles al público
al que van dirigidos126.
Sin embargo, aunque en estos tres casos de estudio los agentes vinculados
con el turismo no actúen de un modo directo, sí que está presente la influencia
de esta actividad de un modo indirecto. Por ejemplo, he desarrollado cómo
la inscripción del Corral de la Encarnación como el primer Lugar de Interés
Etnológico que se incluye en el catálogo andaluz se relaciona con la “folklori-
zacion” y difusión de los corrales en Sevilla y en Andalucía en general. Gran

126 Las propuestas de musealización del territorio que más se están difundiendo se basan en revisiones
de las técnicas de interpretación que formularon a principios de siglo XX Knuson, Cable and Beck,
(1999) aplicadas a los parques y bosques nacionales de Estados Unidos y que reformuló Tilden (1957)
ambos citados en Gandara, 2003 y que se basan en enfatizar las dimensiones emotivas y vivenciales
en las visitas a los bienes. Muchas de las renovaciones de los discursos museológicos y de activación
turística de diversos ámbitos rurales recurren a estas técnicas. En el Estado español son difundidas por
diversos expertos y empresas en Cursos y Masters para especialistas; entre los mas conocidos pueden
verse Padró (1996); Miranda (1998)

371
La patrimonolización como proceso

parte de la imagen de Sevilla y de Triana está vinculada a una visión romántica,


de picaresca, de cigarreras, de “tipos” y “personajes” que se ligan a los patios
y corrales de vecinos de la ciudad. La imagen turística de la ciudad aglutina
estos componentes con otros barroquismos y tradiciones conformando un
estereotipo con gran éxito de público. En el caso de la inscripción de la Fábri-
ca de Vidrios de la Trinidad he hecho una mención expresa a la gran difusión
de otros proyectos anteriores de patrimonialización de fábricas en el ámbito
europeo y español. La crisis de los antiguos territorios industriales y las fór-
mulas de musealización y puesta en valor tuvieron unas demandas de público
inesperadas. Sin duda, el éxito turístico de las grandes instalaciones europeas
influyó favorablemente en el modo en que se abordó este problemático caso
para su inscripción en el CGPHA.
En estos dos casos no se puede hablar de intereses de unas empresas turís-
ticas concretas, puesto que no hay un producto turístico que ofertar, ni unos
grupos específicos que pretendan crearlo. Pero sí es cierto que las demandas
generales de la industria turística afectan al modo que la Administración cultu-
ral ha abordado la protección de estos bienes. En un caso respondiendo a una
imagen consolidada de Sevilla como destino turístico, en otro caso, atendien-
do a precedentes de productos que están teniendo un nuevo éxito en otros
lugares y que potencialmente podría llegar a ofertar la ciudad.
El caso de la Huerta de Pegalajar merece que nos detengamos un poco más
en lo que respecta a su relación con las demandas y fórmulas de la industria
turística. En primer lugar, resulta llamativo que en un lugar como Pegalajar no
se hayan desarrollado más iniciativas turísticas: se encuentra a la entrada de un
Parque Natural (Sierra Mágina), el entorno tiene cierta calidad estética, se halla
muy bien comunicado… Sin embargo, tanto el desarrollo del monocultivo de
olivar de regadío como la orientación de la población al trabajo en la industria
de la madera, así como la cercanía a Jaén y la posibilidad de trabajar en la ciu-
dad y residir en la localidad, han “salvado” a este pueblo del empeño turístico
que se expande por las más diversas “áreas rurales”. Por otra parte, se han
desarrollado algunos alojamientos turísticos como las “Cuevas de Pegalajar”,
empresas dedicadas al turismo activo en relación con el parapente y han cre-
cido antiguos negocios de restauración. En resumen, Pegalajar presenta una
diversidad de sectores económicos, donde podría desarrollarse un turismo
equilibrado, sin tener que depender exclusivamente de este sector.
Lo más interesante en el caso de la Huerta de Pegalajar es el modo en que

372
Capítulo VII

se ha desarrollado la relación entre patrimonialización y proyecto turístico. Al


contrario que en numerosos municipios “rurales”, donde la activación de bie-
nes patrimoniales se plantea como un mecanismo para construir un destino
turístico –o cualificar este destino-, en Pegalajar, tal como se ha descrito, la pa-
trimonialización se vincula a la reivindicación de unos recursos secularmente
explotados por la localidad –el agua, la huerta- y a una activación identitaria
que liga estos bienes con un movimiento social y una forma de definirse pega-
lajeño. Tan sólo en una segunda etapa, cuando se entiende que la explotación
agrícola de la Huerta puede ser poco viable, se incorpora su potencial rentabi-
lidad turística como un argumento justificativo para mantener su protección.
El caso de Pegalajar pone en evidencia, desde mi punto de vista, que en la
relación entre patrimonio y turismo el problema no está en que un elemento
patrimonial tenga un uso turístico, sino en los modos en que se resignifican
los bienes o elementos para hacer posible el consumo turístico (la creación
de una imagen implica abstracción, idealización y simplificación) y hasta qué
punto esta resignificación es compatible con otros intereses (locales) o con las
reivindicaciones identitarias y territoriales de otros grupos sociales, de modo
que se evite la conversión de la cultura local, o de determinados símbolos im-
portantes para los colectivos, en un mero objeto de consumo turístico.
Esta misma lógica sería aplicable en torno a las musealizaciones de elemen-
tos patrimoniales y su autenticidad. Por ejemplo, desde mi punto de vista, el
que se vayan a poner en funcionamiento los molinos del PN Cabo de Gata-
Níjar no es un problema que tenga que ver directamente con la autentici-
dad. Suscribiría en este sentido las argumentaciones de Boissevain (2005) y de
Santana (2003a). Lo que cuestionaría es a quiénes va dirigida esta puesta en
escena y si en algún modo viene a ahondar en el conflicto y las luchas por el
territorio, orientándose exclusivamente a la mercantilización de las tradiciones
y los símbolos de la zona, o por el contrario, la forma en que se desarrolle esta
musealización puede servir para la dignificación identitaria de las gentes del lu-
gar y para fomentar otra mirada sobre las construcciones de sus antepasados.
Una mirada que vaya más allá del enfrentamiento a través de los símbolos, de
su uso como ariete político para un desarrollo desequilibrado y que permita el
orgullo y conservación de estos elementos.

Participación social y reivindicaciones patrimoniales


A partir de la década de los noventa ha habido un crecimiento muy llama-

373
La patrimonolización como proceso

tivo en el Estado español de asociaciones y grupos que se preocupan por la


defensa del patrimonio (Albert, 2004; Ariño, 2003; Hernández Ramírez, 2003
y 2004). Este incremento, como señalaba atrás, tiene relación con el contexto
de globalización en el que vivimos, que incluye unas dinámicas paralelas de lo-
calización, de reactivación de identidades (Castells, 1998; Moreno, 1996, 2002;
Robertson, 1992); de una nueva percepción social del riesgo (Ariño, 2001;
Beck, 1997) en la que la sensación de pérdida de raíces se agudiza.
La eclosión de asociaciones y plataformas que reivindican el pasado o la
defensa del patrimonio, se califica por diversos autores como un nuevo movi-
miento social (Albert, 2004; Hernández Ramírez 2003, 2004), que aunque no
tiene la contundencia de otros –como el movimiento ecologista o pacifista-,
manifiesta un continuado ascenso. En el transcurso de esta investigación he
podido comprobar cómo aumenta la participación pública en la definición y
defensa del patrimonio en el entorno andaluz. De hecho, en tres de los cua-
tro casos tratados, el asociacionismo y las reivindicaciones ciudadanas están
jugando un papel importante en los procesos de patrimonialización.
La velocidad de los cambios permite la percepción de los mismos y abre
paso a la nostalgia de lo que fue. La sensación de pérdida de lugares cercanos,
en los que se ha vivido y a los que están ligados experiencias cotidianas y pe-
queñas memorias, se explicita en las entrevistas realizadas por ejemplo a los
habitantes del Corral de la Encarnación o de la Barriada del Retiro Obrero o
a los obreros de la Fábrica de Vidrios de la Trinidad. En estos testimonios, y
en las reivindicaciones y movilizaciones de estos vecinos, he descrito cómo
además de defenderse intereses que pueden ser de carácter instrumental –si
no para todos, sí para una parte de los ciudadanos que se movilizan- se re-
afirma el sentimiento de pertenencia a un colectivo. A la vez que se reclama
el derecho a la vivienda, al barrio de siempre, a nuevos servicios rotacionales
y culturales… se construyen nuevas definiciones de carácter identitario. Se
evidencia cómo estos grupos construyen unos significados sobre las caracte-
rísticas de su barrio y unos modos de ver el pasado de su ciudad. Se trata de
unas formas de identificación de barrio muy concretas pero que muestran una
revitalización que se opone a otros proyectos de ciudad. Desde propuestas
ideológicas diferentes y con tejidos sociales distintos, en estas reivindicaciones
los residentes de Triana y Miraflores, se resisten a los modelos de expansión y
crecimiento urbanístico, al criterio único del mercado como forma de pautar
la residencia en la ciudad y reclaman otros modos de ciudadanía. En el caso
del Corral de la Encarnación, en Triana, esta reivindicación tuvo su mayor

374
Capítulo VII

expresión en ciertas etapas de la Asociación Copavetria, aunque después se


vino abajo y se quedó en demandas más instrumentales. Respecto al movi-
miento de la Asociación Histórica Retiro Obrero, se reactiva el sentimiento de
pertenencia a un colectivo, el orgullo de pertenecer a un barrio, precisamente
subrayando su carácter histórico, sus vínculos con la ciudad decimonónica, su
papel histórico en la construcción de la ciudad. Ante la desaparición de algu-
nos de sus edificios más representativos, ante la amenaza de destrucción de
una parte del barrio, surge esa sensación de expolio, de pérdida y una reacción
identitaria y aglutinadora.
Precisamente esta apuesta por la transformación de la sociedad, preten-
diendo hacerla más consciente de su pasado y reivindicando otro modelo de
ciudad –no sometido a las presiones urbanísticas ni a los dictámenes de la
modernidad y el progreso- es uno de los elementos de referencia que sue-
len tener en común la mayoría de las asociaciones patrimoniales y una de las
características por las que las podemos definir como movimiento social. O
refiriéndonos a la definición propuesta por Castells, los movimientos sociales
se configuran como “acciones colectivas conscientes cuyo impacto, tanto en caso de victoria
como de derrota, transforma los valores y las instituciones de la sociedad” (1998: 31).
En las reivindicaciones ciudadanas respecto a la Huerta de Pegalajar, el Corral
de la Encarnación o el Barrio del Retiro Obrero en la Fábrica de Vidrios de la
Trinidad, no se pueden comprender los resultados obtenidos ni la evolución
de las demandas si no se observan teniendo en cuenta el carácter de red de
los movimientos sociales contemporáneos. Entre los académicos de los movi-
mientos sociales hay un gran consenso en señalar que una de sus característi-
cas es la vinculación y el solapamiento de actores que coinciden en diferentes
ámbitos, los movimientos antiglobalización han mostrado la acentuación de
este funcionamiento en red.
En los casos que he trabajado, podemos observar dos aspectos interesan-
tes: a) por una parte, que en general confluyen un tipo de asociaciones y gru-
pos cuyos intereses y objetivos se podrían calificar de más utilitaristas, aunque
hay experiencias más excepcionales en los que vienen a sumarse colectivos
con objetivos más generalistas127; b) por otra parte, creo relevante señalar

127 “Generalista” es el termino que tanto Javier Hernández Ramírez (2003b) como María Albert (2005)
usan para referirse a aquellas asociaciones que se ocupan de la salvaguarda del patrimonio en general en
un territorio determinado y que tienen una estructura que atiende mas a las formas. Véase al respecto el

375
La patrimonolización como proceso

la evolución habida en poco más de una década, unas transformaciones que


han facilitado las alianzas de colectivos con objetivos diferentes pero que co-
inciden en un rechazo común a las formas de “progreso” impuestas por el
mercado y que reivindican una serie de derechos ciudadanos.
Respecto a la primera aseveración, es cierto que -en cuanto que he tomado
como punto de partida los estudios de casos concretos y los modos en que
confluyen diferentes agentes en torno a esos casos- el tipo de asociaciones y
colectivos que se visibilizan en los casos protagonistas de esta tesis no son de
carácter generalista, como por ejemplo sí lo son las asociaciones que se pre-
ocupan por la salvaguarda en general del patrimonio de una ciudad o una pro-
vincia o por su difusión y estado de conservación128. Los colectivos observa-
dos tienen siempre como punto de partida un problema o conflicto concreto
que resolver, reivindicando que se respeten una serie de derechos o recursos
que consideran que les pertenecen –ya sea un corral de vecinos, una casa o una
fábrica en el Retiro Obrero o el derecho al agua en Pegalajar-. Este es el nú-
cleo de los objetivos de las asociaciones descritas en páginas anteriores como
Copavetria (caso del Corral de la Encarnación), AHRO (caso de la Fábrica de
Vidrios de la Trinidad) y la Asociación Fuente de la Reja (caso de la Huerta
de Pegalajar). Y es a través de un discurso legitimador de los derechos de los
colectivos sobre estos recursos como se llega a la reivindicación del pasado, de
la tradición y a la adición de significados en un proceso de patrimonialización
de estos bienes.
Un proceso que, en efecto, puede pretender cierto uso instrumental de los
sistemas jurídicos vigentes -como la inscripción en el Catálogo para evitar la
ruina y el desahucio (Corral de la Encarnación) o para implementar medidas
que defiendan un acuífero de la sobreexplotación (Huerta de Pegalajar)- pero
que en su mismo transcurrir y en la relación con otros agentes implicados, va
añadiendo significados, de forma que estos colectivos –o una parte significati-
va de los mismos- van interiorizando nuevos valores y discursos. Este conjun-
to de reflexividades y transformaciones paulatinas en las autodefiniciones de
los colectivos y en los valores que se priorizan ha sido descrito en los capítulos

capitulo 1 y la clasificación que Javier Hernández establece respecto a las asociaciones sevillanas (Her-
nández, 2003a; 2003b)
128 Entre las más conocidas en el ámbito de Sevilla capital por ejemplo se incluirían asociaciones como
Ben-Basso, Asociación Demetrio de los Ríos para la defensa del patrimonio, ADEPA, Baetica-Nostra,
etc.

376
Capítulo VII

correspondientes.
En cuanto al segundo aspecto referido arriba, la densidad de la red o la
capacidad de suscitar apoyos y alianzas por parte de otros grupos y asociacio-
nes, ha aumentado de modo muy llamativo en los periodos analizados –desde
1993 hasta 2006 en el Corral de la Encarnación y en la Huerta de Pegalajar-.
Albert (2005) coincide en describir para el caso valenciano la proliferación de
agrupaciones o “plataformas” denominadas “Salvem”. Esta autora las detalla
como organizaciones que se activan en torno a un objetivo concreto y que, de
manera puntual, aglutinan a diferentes asociaciones, colectivos y particulares.
En el caso de las demandas ciudadanas en torno al patrimonio, hemos visto
que en Sevilla el éxito de reivindicaciones como la de los vecinos del Corral de
la Encarnación en su última etapa, son difícilmente explicables sin la presión
ciudadana de otros grupos y asociaciones, como por ejemplo la Plataforma
en Defensa de la Casa del Pumarejo, la Liga de Inquilinos la Corriente y otros
activistas que venían presionando desde años atrás.
Pero la acción coordinada de diferentes asociaciones, el apoyo mutuo y la
transmisión de conocimientos, normativas, experiencias acumuladas, etc. es
mucho más visible, desde mi punto de vista, en las reivindicaciones en torno a
la Fábrica de Vidrios de la Trinidad. La movilización desarrollada por AHRO
muestra una gran capacidad de concertar experiencias, primero en apoyo de
los vecinos del barrio en contra del PGOU y después en las reivindicaciones
de conservación y rehabilitación en torno al Lugar de Interés Etnológico. De
hecho, entiendo que en estos últimos cinco años ha habido un aumento sig-
nificativo de las asociaciones en torno al patrimonio en la ciudad, tal como lo
describe Hernández Ramírez (2003b; 2004), pero, lo que es más importante,
se ha realizado un acercamiento de diferentes posturas entre estas asociacio-
nes y también con otros sectores distintos de los movimientos vecinales, paci-
fistas, por el derecho a una vivienda digna, etc.
No obstante, habría que distinguir estos sistemas de cooperación y apoyo
entre asociaciones y grupos y la constitución de plataformas de funcionamien-
to un tanto más estables como la organizada en Pegalajar en 2005 (Plataforma
Andaluza pro Defensa del Sistema Fuente-Charca-Huerta). Aunque AHRO
ha obtenido en diversas ocasiones firmas y apoyos formales de diferentes
grupos para acciones o reivindicaciones muy concretas –como las alegaciones
respecto a la urbanización del entorno de la Fábrica de Vidrio-, el conjunto de
instituciones coaligadas alrededor de la salvaguarda de la Huerta de Pegalajar
presenta unos objetivos de carácter más amplio, aglutinándose en torno a va-

377
La patrimonolización como proceso

lores más generalistas y está concebida en un plazo de acción más largo. En


el primer caso, refiriéndonos a AHRO y su entorno, por ejemplo, se reivindica
que se puedan mantener en pie más metros de naves de la antigua fábrica para
dar cabida a diversos equipamientos –desde un museo a un centro cívico, se
trata de una coalición muy puntual y con un objetivo muy concreto, concer-
tándose actores cuyos objetivos definidos pueden ser muy diferentes, desde la
lucha por el patrimonio a la defensa de un barrio… En el segundo caso, aun
cuando se presente una gran diversidad de asociaciones, grupos y personas,
los valores que se explicitan trascienden la acción puntual, manifestándose
explícitamente el objetivo de “lograr la recuperación del acuífero y del Conjunto Pa-
trimonial asociado al mismo”, haciendo referencia tanto a los valores positivos de
antigüedad e historia, como a la importancia del agua y la reivindicación de
una nueva política en torno a ésta. Los valores ecológicos o de sostenibilidad
y equilibrio medioambiental, que siempre han estado en el discurso de la Aso-
ciación de la Fuente de la Reja, han sido el eje de esta nueva plataforma.
En ambas movilizaciones, tal como se ha descrito en los capítulos corres-
pondientes, hay una reacción a una problemática concreta que actúa como
desencadenante de la acción social, y también una construcción identitaria que
cualifica y da fuerza a estas movilizaciones. No obstante, en términos compa-
rativos, enfatizaría que mientras que en contexto de la Fábrica de Vidrios de
la Trinidad estaríamos ante lo que Castells (1998) denominaría un movimiento
reactivo o defensivo –ante los cambios urbanos, ante las pérdidas de raíces, ante
las transformaciones de lo que fue-, entiendo que el caso de la Huerta de
Pegalajar contiene una dimensión mucho más proactiva y propositiva, que
enmarca un modelo identitario local pero que además propone una forma
de estar en el mundo contraria a las tendencias predominantes de la globali-
zación. Un modelo que defiende el comunitarismo –reivindica los valores de
tradición e identificación local-, pero que no se atrinchera en la “comunidad”
sino que utiliza ésta como valor positivo en las relaciones de proximidad, entre
las personas, pero también con el entorno y la naturaleza –localización frente
a globalización-. Un fuerte contenido ecologista se vislumbra en toda la orga-
nización de sentido de este movimiento social.
En síntesis, las agrupaciones ciudadanas y asociaciones se están confor-
mando como un agente cada vez más importante en la definición del patrimo-
nio. En sus acciones y demandas se enfrentan a los procesos de destrucción
y transformación rápida que proponen las dinámicas empresariales y neolibe-
rales –de urbanización, de especulación del suelo, de productivismo agrícola,

378
Capítulo VII

etc.-. Mediante sus movilizaciones y propuestas pretenden el reconocimiento


de una serie de derechos por parte de las Administraciones competentes, obli-
gándolas a actuar frente a las presiones inmobiliarias o los intereses mercanti-
les. En este sentido, su relación con la Administración cultural presenta cierta
ambigüedad: por una parte, ésta es considerada como una aliada imprescin-
dible; por otra parte, se entiende como otro oponente más, cuyas decisiones
políticas pueden frustrar los objetivos propuestos.

Las posiciones de los técnicos y académicos


Son numerosos los autores que definen el patrimonio por su carácter
“mediado” o al menos los que otorgan un papel crucial a la “mediación” en
los procesos de construcción del patrimonio (Cruces, 1998; García Canclini,
1999a; García García, 1993; Mairal, 2003; Padiglione, 1999). Es decir, que lo
caracterizan como una serie de elementos de la cultura que son interpretados
y significados por el conocimiento experto, para darles un nuevo papel como
elementos patrimoniales. En palabras de Cruces:
“La idea de patrimonio tiene, a mi juicio, bastante que ver con ese doble proceso que
primero separa o escinde objetos, lugares y expresiones del flujo de la vida social or-
dinaria, para luego tratar de retornarlos a ella, si bien ya codificados, normalizados e
interpretados por un trabajo de mediación” (1998: 78).
Se comparta o no esta definición sobre el patrimonio, es difícil negar que
en los procesos de patrimonialización diferentes agentes intervienen transfor-
mando los significados de uno o varios elementos de la cultura. Entre estos
agentes, el papel que ha sido tradicionalmente asignado a los expertos es di-
ferenciable. Los técnicos, los expertos, los académicos, analizan estos bienes,
cualesquiera que sean sus características dentro del heteróclito panorama que
domina lo patrimonial, y les asignan una serie de valores definitorios, transfor-
mando sus sentidos iniciales.
El peso de los expertos en los procesos de definición patrimonial es muy
evidente si nos centramos exclusivamente en el patrimonio oficialmente reco-
nocido. El Estado –en cualquiera de los niveles de la Administración- avala sus
actuaciones de selección patrimonial precisamente a través de la legitimación
que supone el conocimiento formalmente reconocido. La lógica científica se
basa en la búsqueda de explicaciones universalmente válidas, aun con todas las
matizaciones neopositivistas que pudieran hacerse. Este presupuesto legitima
la selección realizada por expertos sobre la base de unos valores basados en

379
La patrimonolización como proceso

criterios de objetividad.
Desde los inicios de la tutela o de las acciones de protección por parte de
los Estados-Nación, la selección de los bienes se ha realizado de la mano de
los académicos y los expertos. Desde el s. XIX -cuando se inicia en España
la actividad legislativa respecto a los bienes patrimoniales- hasta la actualidad,
ha cambiado la filosofía occidental respecto a la tutela, pero también han ido
predominando distintos proyectos políticos y han evolucionado las ideolo-
gías dominantes. De la evolución disciplinar y científica respecto a la tutela
tenemos datos a través de los diferentes documentos internacionales del pa-
trimonio. No obstante, estas convenciones han sido asumidas en nuestro país
con diferente éxito dependiendo de la época. La “academia” ha priorizado
determinadas tipologías y áreas territoriales por encima de otras. La vincula-
ción entre la disciplina de la tutela y las líneas de investigación universitarias
son fáciles de detectar a lo largo del s. XX. La importancia de disciplinas como
la Historia del Arte o la Arquitectura en la investigación y catalogación del
patrimonio darán preeminencia de determinadas tipologías129. También la ubi-
cación de las Academias e instituciones universitarias, privilegiarán el estudio
de sus áreas circundantes frente a zonas más alejadas.
Un ejemplo paradigmático de esta aseveración es la distribución temporal
de los bienes protegidos en Andalucía: la mayoría se datan en la Edad Moder-
na. Es indiscutible que esta es una etapa fundamental en la historia andaluza y
que en esta época nuestra región ocupó un papel preponderante en el conjun-
to del Estado. Sin embargo, también es cierto que cualquier repaso a la pro-
ducción de instituciones universitarias andaluzas en ámbito como la historia
del arte, dará como resultado un tratamiento casi desproporcionado de esta
época en relación a otras. Ello sin menoscabo del apego popular a ciertos es-
tilos considerados característicamente andaluces (barroco y mudéjar en todas
sus variantes).
Sin embargo, no pretendo más que hacer algunas reflexiones generales so-
bre la relación entre las instituciones académicas y la Administración cultural,
que pueden ser muy diferentes dependiendo de las épocas y de los ámbitos
disciplinares de referencia. En estas páginas lo que sí quiero es analizar el
papel de los técnicos y los académicos respecto a los casos estudiados y refi-
riéndome puntualmente a otros con características similares.

129 A este respecto puede consultarse la obra de Juan Carlos Hernández Núñez, 1998.

380
Capítulo VII

Considerado en abstracto, se podría entender que la posición de los técni-


cos respecto del personal universitario, académico e investigador es muy dife-
rente, pues los unos dependen de las directrices de la institución administrativa
para la que trabajan –consejerías, ayuntamientos, diputaciones, etc.- mientras
que los otros mantienen una independencia a la hora de decidir sus líneas de
investigación y de exponer sus resultados. A pesar de que esta aseveración es
básicamente cierta, he de matizar algunos aspectos por los que he decidido
considerar en conjunto estos dos sectores en lo que respecta a los casos de
estudio.
a) En primer lugar, me interesa tener muy en cuenta lo afirmado unas
líneas atrás: la lógica en la que se basan los diagnósticos y los trabajos de
identificación, descripción y asignación de valores de los bienes, tanto en un
caso como en el otro –en los técnicos y en los académicos-, están guiados por
criterios científicos (salvo, claro está, algunas excepciones personales).
b) En segundo lugar, el nivel de independencia no está sólo relacionado
con la institución para la que se trabaja, sino que habría que insertar otra va-
riable fundamental, que es la posición que se tiene en dichas instituciones. En
otras palabras, un funcionario de carrera en una consejería o ayuntamiento,
puede tener ciertas presiones políticas, pero tiene también la posibilidad de
abstenerse, negarse a firmar ciertos informes y oponerse de mil modos a las
pautas políticas de sus superiores. De igual modo tiene relativa independencia
y capacidad de permanecer un tiempo suficiente en un servicio o destino lo
que le permite crearse alianzas, asimilar un lenguaje común e ir difundiendo
sus criterios y puntos de vista a sus iguales y a sus superiores inmediatos. Por
el contrario, a través de las entrevistas y de las observaciones etnográficas
realizadas a lo largo de este trabajo, se constata que la capacidad para tomar
decisiones de los técnicos que tienen contratos inestables con la Administra-
ción de cultura es completamente marginal y se ven obligados a buscar otras
estrategias que dependen de los equipos en los que se inserten y de las habi-
lidades personales para influir de un modo decisivo en temáticas y gestiones
que habitualmente se consideran desde perspectivas no antropológicas.
En esta misma línea, aunque en un nivel de dependencia cualitativamente
diferente, sí se debe tener en cuenta que conforme se desciende en la escala
académica mayores son las necesidades de obtener encargos y trabajos que
permitan el desarrollo de investigaciones. A diferencia de lo que ocurre en
otros países, o de lo que pudiera acontecer en otras áreas de conocimiento,

381
La patrimonolización como proceso

las ciencias sociales y las humanidades en el Estado español tienen escasos


ingresos para investigación, por lo que los profesores no funcionarios y otros
grupos pueden verse impelidos a aceptar temáticas que interesen desarrollar a
las administraciones. Por supuesto que esta situación no es equiparable a la de
“necesitar un trabajo” y que aceptar una temática no obliga a dar unos resulta-
dos u otros, pero restringe las posibilidades de dedicar esfuerzos a preguntas
que podrían dirigirse en otros sentidos.
c) En tercer lugar, en Andalucía, en ámbitos como la arqueología y la
antropología los vínculos entre la Administración de cultura y las universi-
dades son bastante estrechos. Se ha de tener en cuenta que especialmente
la antropología es una disciplina que sólo hace unas décadas ha recibido un
reconocimiento formal en universidades y centros de enseñanza y que está
muy escasamente profesionalizada. Para conseguir profesionales con cierta
formación y garantías hace una década, la Administración debía recurrir ne-
cesariamente a la academia. Esta vinculación tiene ciertas ventajas: la inno-
vación y la experimentación asociadas a las técnicas y los trabajos respecto a
los bienes patrimoniales; la posibilidad de continuas reflexiones teóricas en
torno a los estudios realizados; así como una retroalimentación constante des-
de el profesorado hacia los estudiantes y futuros profesionales que conocen
de primera mano los problemas reales de selección, diagnostico, gestión, etc.
Sin embargo, presenta también una serie de inconvenientes el mayor de los
cuales es la dificultad en conseguir una profesionalización fuerte con unos
derechos, tasas y criterios deontológicos firmemente asentados. Mientras “la
tutela” de la academia siga imperando, la profesionalización será muy débil;
pero, al mismo tiempo, mientras no haya unos profesionales asentados y con
una relativa institucionalización, las universidades son las únicas garantes de
un desarrollo técnico y profesional con ciertas libertades y autonomía en las
decisiones y diagnósticos. Por otra parte, la vinculación de la academia en tra-
bajos de carácter más técnico –como pudiera ser la documentación técnica de
un bien- oculta la ausencia de fondos y de subvenciones dirigida a la investiga-
ción de base y al desarrollo real de programas y soluciones innovadoras. Más
allá de estas afirmaciones un tanto genéricas, no voy a entrar a desarrollar en
profundidad esta casuística ni sus derivaciones, que serían en sí mismas temas
para otro trabajo de investigación.
e interesa -una vez sentada la argumentación del tratamiento en un mismo epí-
grafe, pero diferenciándolos, a técnicos, investigadores y académicos- obser-
var su papel en los diferentes casos de estudio, un papel no siempre paralelo.

382
Capítulo VII

Para rastrear estos posicionamientos y acciones, además de la observación en


los contextos de los casos, se ha recurrido a entrevistas cualificadas y observa-
ción con conversaciones informales en diferentes ámbitos como delegaciones
de cultura, en la sede de la dirección general de bienes culturales, en jornadas,
encuentros, etc.
“Lo mejor es enemigo de lo bueno”. Esta frase, oída en los labios de diversas
funcionarias y técnicos de puntos muy distantes de Andalucía y con forma-
ciones académicas diferenciadas, nos introduce de pleno en la filosofía de los
técnicos de la Administración cultural. El pragmatismo es una de las premisas
fundamentales para llegar a desarrollar el día a día de la protección y la gestión
de los bienes culturales. Un pragmatismo que se escuda frente a las críticas
de estudios más ortodoxos o teóricos, en varios frentes. En primer lugar, res-
pecto a la selección misma de bienes protegidos, entendiéndose que los casos
urgentes o en grave peligro o que son denunciados, con frecuencia acaparan
todos los recursos humanos y monetarios asignados para una anualidad. En
segundo lugar, distanciándose de estudios de mayor profundidad o con carac-
terísticas diferentes, un enfrentamiento enmarcado por otra frase hecha en el
gremio “un expediente no es una tesis doctoral”. En tercer lugar, privilegiando en
general –lo que no quiere decir siempre- la práctica negociadora y capaz de
unificar posturas frente a las posiciones más duras en las definiciones de va-
lores y de instrucciones particulares de los bienes. En cuarto lugar, valorando
las actuaciones técnicas de definición y caracterización de los bienes desde un
posicionamiento pragmático. Por ejemplo:
“A veces te das cuenta de que definimos de un modo un tanto esencialista y simplificador los bienes,
pero cuando tienes que caracterizar un elemento y separarlo de otros que son similares, pues te das
cuenta de que se tiene que tener bien claro cuáles son los valores en los que se apoya la acción adminis-
trativa, por qué este sí y aquel otro no. Y no hay otro modo de realizarlo”. (Ernesto, técnico de
la Consejería de Cultura, septiembre 2006).
Este carácter pragmático está presente en todos y cada uno de los casos
analizados y se refleja de diferentes modos. Por ejemplo, la evolución de la do-
cumentación técnica de Pegalajar obedece precisamente a las carencias de los
equipos contratados inicialmente para determinar claramente cuales eran los
valores del bien, como debían de acotarse y cómo se podían reflejar en unas
instrucciones particulares precisas. Por el contrario, algunos de estos trabajos
resultaban excesivamente extensos y prolijos en información pero ambiguos
en la determinación de elementos necesarios para la práctica administrativa.
Este es uno de los casos en respecto a los que distintas personas han reiterado

383
La patrimonolización como proceso

que “no hay que hacer una tesis”.


En cuanto a la necesidad de consensos y de pactos, son especialmente vi-
sibles en los casos en los que existe un interés especial por llevar adelante un
expediente de protección sin que ello suponga una fuerte resistencia social por
parte de los sectores más directamente implicados. Se ha descrito claramen-
te en el caso de la Fábrica de Vidrios de la Trinidad, en la que se restringen
las dimensiones del bien protegido y otras características de las instrucciones
particulares con la pretensión de dar viabilidad a la conservación tanto del
inmueble como de la actividad del vidrio. En palabras de una de nuestras in-
formantes:
“La redacción final de ese expediente no tiene nada que ver con la propuesta que se hizo. Se hicieron
recortes por todas partes, pero lo que se pretendía es que no se atascara el asunto. (…) en realidad ese
expediente es una apuesta personal de “Y” [una funcionaria de la Administración de cultura] ella
puso todo el empeño e hizo todo lo necesario para que saliera adelante. Y aunque yo al principio no
lo veía, ahora entiendo que se ha conseguido conservar un patrimonio vivo” (Elena, técnica de la
Consejería de Cultura, noviembre 2006)
A veces los límites de lo práctico quedan claramente diferenciados entre los
niveles más técnicos y los más políticos. Así, si para los propios investigadores
que elaboraron la documentación técnica de los 145 inmuebles del Parque Na-
tural Cabo de Gata-Níjar la delimitación de los bienes –ciñéndose a aquellos
elementos incluidos dentro de los límites del parque natural- no es justificable
bajo criterios científicos y se debe tan sólo a intereses de la Administración o
a necesidades presupuestarias, desde el punto de vista de otras personas con
responsabilidades políticas resulta más fácil justificar su decisión aludiendo a
criterios técnicos que asumir la arbitrariedad de una decisión política sometida
a las necesidades de la Consejería de Medio Ambiente. Esta persona nos co-
mentaba: “nosotros nos tenemos que fiar de lo que nos digan los técnicos que contratamos
(…) supongo que ciento cuarenta y cinco bienes ya les parecerían demasiados (…) en todo
caso si quedan algunos bienes fuera lo que se ha hecho es darles valor” (Andrés, técnico
de la Consejería de Cultura, septiembre 2006).
Por otra parte, entre técnicos y políticos –o gestores con capacidad para
tomar decisiones globales y que mayoritariamente desempeñan esos puestos
que he calificado como “políticos”- hay grandes distancias en cuanto al con-
cepto de patrimonio que se usa y que se aplicaría. Ello es muy relevante en
el caso de los antropólogos, que tienen una clara noción sobre las distancias
entre las definiciones patrimoniales más tradicionalistas -que imperan en los
ámbitos de toma de decisiones- y las que están más en consonancia con las
nuevas nociones de patrimonio cultural, que prestan más atención al conjun-

384
Capítulo VII

to de procesos, a las dimensiones territoriales y especialmente a los aspectos


denominados “inmateriales”. Tal como hemos visto en diferentes casos, esta
dimensión inmaterial es escasamente tratada y poco o nada gestionada, un
hecho del que son conscientes los antropólogos contratados por la Adminis-
tración, pero que se paraliza sistemáticamente en los ámbitos superiores.
Si nos centramos más concretamente en el papel de ciertos investigadores
y académicos, quisiera resaltar la presencia a veces relevante, a veces más en
segundo plano, de diversos profesionales en los procesos de patrimonializa-
ción que he venido analizando y que puede hacerse extensible a otros casos
prospectados.
Resulta especialmente interesante el modo en que se relaciona la academia
y ciertas asociaciones y reivindicaciones sociales. Comenzaré con un ejemplo:
el expediente del Corral de la Encarnación, el primero de los bienes inscritos
como Lugar de Interés Etnológico, se inicia a instancias de los vecinos a través
de su abogado para evitar el expediente de ruina. El informe que se presenta
a la Administración de cultura está firmado por un profesor de antropología
de la Universidad de Sevilla: Javier Escalera Reyes. Esta firma sirve como aval
de prestigio para la Consejería de Cultura, que se apoya, al iniciar los trámites,
en la valoración y el diagnóstico de un experto. El conocimiento experto es,
como he afirmado atrás, uno de los fundamentos básicos que legitima la prác-
tica de la tutela por parte del Estado. Pero me parece más interesante la forma
en que ese conocimiento es utilizado y reapropiado por parte de los propios
vecinos. En el caso del corral, no tanto directamente el trabajo de Javier Esca-
lera como un conjunto de estudios y de precedentes de investigaciones como
las de Morales Padrón, Alida Carloni, etc. y otras que continuaron con poste-
rioridad, desde la propia documentación técnica y los diversos inventarios rea-
lizados. El resultado de la interacción entre las producciones académicas, una
asociación como Copavetria y los vecinos ha sido una redefinición de lo que
es ser corralero para los habitantes del patio de la Encarnación de Triana.
Más visibles aun son los lazos entre los diagnósticos científicos y las rede-
finiciones del bien y de la auto-percepción de muchos vecinos en Pegalajar y
en el caso de la Fábrica de Vidrios de la Trinidad130. Han sido extensamente

130 Los análisis, colaboraciones y reflexiones de diversos científicos y académicos se reiteran en distin-
tos casos, tanto los tratados aquí –en la Fábrica de Vidrios con diferentes interpretaciones Julian Sobri-
no, Concha Rioja, Esther Fernández de Paz- como otros, por ejemplo la Carpintería de Ribera de Coria
en relación a Esther Fernández de Paz o la Casa del Pumarejo y Javier Hernández Ramírez, etc.

385
La patrimonolización como proceso

relatados en sus capítulos correspondientes y ahora sólo quiero limitarme a


establecer ciertos paralelismos que entiendo reveladores, a pesar de las claras
diferencias entre estos dos casos. En ambos, la presencia de investigadores y
académicos ha sido profuso, especialmente en la Huerta de Pegalajar, donde
invitados por el propio movimiento social o atraídos por las peculiares cir-
cunstancias del pueblo han recalado profesionales de prestigio vinculados a
diversas universidades andaluzas, como Eduardo Sevilla, Leandro del Moral
o Javier Escalera y otros investigadores de los respectivos entornos de éstos.
Quisiera hacer una llamada de atención sobre ciertas coincidencias entre los
discursos científicos y los discursos sociales, al menos los que se vislumbran
en uno de los modelos identitarios: la importancia del agua en el origen de la
población; la vinculación entre el sistema de regadío y el poblamiento musul-
mán; la noción sobre un sistema integral manantial-charca-huerta; la relación
del agua con los sistemas económicos, de trabajo y otras tradiciones de la po-
blación… Podría aducirse que las investigaciones antropológicas lo que hacen
es recoger precisamente los puntos de vista de la población y que por tanto
no hay nada de particular en estas coincidencias. Pero, como es bien sabido
por la mayoría de los antropólogos, pocas veces la interpretación que se hace
desde el ámbito disciplinar contenta o concierta el asentimiento por parte de
los protagonistas de nuestros análisis etnológicos. En cualquier caso, muchos
de los elementos de este discurso provienen de interpretaciones realizadas
por historiadores, agroecólogos, geógrafos… Creo que para entender estas
conexiones es necesario insistir en el papel que juegan en el movimiento social
ciertos grupos con una mayor formación académica y que tienen una función
importante como “mediadores” entre unas interpretaciones de la realidad, las
de los científicos, y otras, las de la propia población. Estos vínculos funcionan
en las dos direcciones, como puede observarse perfectamente en el caso de
Pegalajar, es decir, relacionando el sentir y las necesidades de la población con
los científicos e intelectuales llegados de fuera y, del otro lado, incorporando
los análisis de los expertos al propio diagnostico de la situación, transmitién-
dolos así a sus conciudadanos. En el grupo de “los maestros” que lideran el
movimiento social en Pegalajar se visibilizan perfectamente estos dos aspec-
tos. Hay una frase que muestra cómo hay una plena conciencia de estas rela-
ciones: “a lo largo de estos años de reivindicación nosotros hemos aprendido mucho, hemos
aprendido sobre el agua, sobre los acuíferos, sobre agroecología, sobre nuestra historia, sobre
nuestra cultura y nuestras tradiciones”. La presencia de un boletín, la publicación
de libros, artículos y textos de difusión son testimonio de ese papel de inter-

386
Capítulo VII

mediación.
Ese papel de puente entre intelectuales o académicos foráneos y población
local lo representa también con bastante acierto el grupo que encabeza la
Asociación Histórica del Retiro Obrero, que reivindica la musealización de la
Fábrica de Vidrios de la Trinidad, y muy especialmente su líder Basilio More-
no.
Sobre el papel de intelectuales y grupos con mayor formación en los movi-
mientos sociales y los procesos reivindicativos, uno de los líderes implicados
en la defensa de la Casa del Pumarejo hacía la siguiente reflexión:
“Son dos velocidades pero son dos protagonistas distintos con diferentes habilida-
des y uno no puede seguir sin el otro… los grupos más concienciados o con mayor
formación y los vecinos se necesitan mutuamente.(…) En Triana la participación va
decayendo, por razones biológicas, pero también porque no se había consensuado
entre esos dos grupos que hemos hablado el querer resistir o el poder resistir de una
manera determinada.(…) Esta vez hemos aprendido, hemos aprendido de otras ex-
periencias y ahora vamos, procuramos ir al paso de los que van más lentos, de los que
tienen otras visiones, contando siempre con la gente de la Casa porque la gente de la
casa es fundamental. Así que ahora procuramos no dejarnos a nadie atrás”
En síntesis, entiendo que los científicos y académicos que han trabajado
sobre algunos de los casos aquí expuestos han tenido un papel importante a
tres niveles: En primer lugar, y muy especialmente en los primeros años y en
los casos referidos a potenciales Lugares de Interés Etnológico, proponiendo
a los distintos grupos ciudadanos o administraciones locales el uso de esta
figura patrimonial131. En segundo lugar, hay que tener en cuenta su capacidad
para influir en la toma de decisiones de la Administración a la hora de conti-
nuar con el proceso de incoación e inscripción. Y en tercer lugar, en cuanto
a la posibilidad que tienen de transmitir sus valoraciones sobre los bienes a
los propietarios o ciudadanos más directamente vinculados con los bienes.
En este ultimo caso, la conexión o bien pasa por un largo proceso o bien va
a depender de que exista un grupo local capaz de asumirlos y actuar como
intermediario.

131 Tenemos constancia de ello por ejemplo en los casos del Corral de la Encarnación, la Huerta de
Pegalajar o, más tardíamente, respecto a la Casa del Pumarejo (posteriormente inscrita como Monu-
mento).

387
La patrimonolización como proceso

LAS POLÍTICAS DE LA ADMINISTRACIÓN CULTURAL ANDA-


LUZA RESPECTO AL PATRIMONIO ETNOLÓGICO
Los casos de estudio que he analizado se caracterizan por unos valores
que no reposan en la singularidad o la monumentalidad, sino que se basan en
su representatividad: reflejan prácticas, modos de vida, saberes, asociados a
la clases trabajadoras andaluzas (obreros industriales, artesanos, campesinos,
jornaleros…). La Huerta de Pegalajar, el Corral de la Encarnación, la Fábrica
de Vidrios de la Trinidad y los aljibes y molinos de Cabo de Gata Níjar… se
reconocen como elementos representativos del pueblo andaluz –de sectores
no hegemónicos del mismo- y por ello se incluyen en el Catálogo General del
Patrimonio Histórico de Andalucía. Sin embargo, como ha podido compro-
barse, no son bienes emblemáticos para la Consejería de Cultura. No tienen
un tratamiento en equidad de condiciones con otros tipos de patrimonio, ni
son especialmente cuidados, ni se usan –habitualmente- como representación
de las políticas culturales desarrolladas por esta Administración. Como pue-
de suponerse, tampoco son unas tipologías especialmente significadas en las
bases de datos o catálogos de esta Administración, es decir, que son relativa-
mente poco frecuentes.
Aunque, en teoría, la Consejería de Cultura aboga por un tratamiento integral
e interdisciplinar del patrimonio, en general esta premisa es difícil de cumplir.
Los bienes estudiados en estas páginas se consideran –desde el punto de vista
de la Administración- parte de uno de los patrimonios denominados “especia-
les”: el “patrimonio etnográfico” (LPHA 1/91). Estos bienes se incluyen en
un conjunto considerado, de hecho, como “patrimonio menor”, de segunda
categoría respecto a los elementos más valorados y cuidados del conjunto
andaluz.
No trato de afirmar aquí que todos los bienes patrimoniales sean igualmen-
te relevantes, lo que sería una contradicción evidente con los principios que
hasta ahora he sostenido. Los inmuebles, conjuntos, utensilios o actividades
considerados como patrimonio están sometidos a una clara jerarquía de valo-
res que traduce –de un modo no simple ni directo- diversas jerarquías sociales.
Tal como he señalado con anterioridad, esta jerarquización simbólica trasluce
las diferentes capacidades de presentar e imponer sus referentes y significacio-
nes por parte de los colectivos que compiten por ocupar un espacio de poder.
Lo que trato de mostrar en las siguientes páginas es hasta qué punto y de qué
modo los casos descritos aquí son representativos de las prácticas políticas de

388
Capítulo VII

la Administración cultural. Puesto que han sido detallados uno a uno, ahora
trataré de hacer un recorrido horizontal, inscribiéndolos en el agregado de
premisas teóricas que se fija la Administración y en el conjunto de prácticas y
gestiones de otros bienes etnológicos y comparados con otros que no lo son.
Intentaré ir más allá de la simple descripción para interpretar y analizar qué
implicaciones y significados tienen estas prácticas.
Si se parte de una noción abierta y plural del patrimonio, difícilmente pode-
mos afirmar que el patrimonio protegido hoy por la Junta de Andalucía refleje
la riqueza cultural y creativa del pueblo andaluz (Agudo y Fernández de Paz,
2001; Moreno 2002). Son muchos los bienes potencialmente patrimonializa-
bles que siguen siendo desconocidos y a menudo poco valorados por la mayo-
ría de los ciudadanos. En general, las instituciones continúan dando gran peso
al patrimonio monumental o al de carácter artístico, más representativo de las
élites (Agudo, 1997). El patrimonio asociado a las clases populares, o el patri-
monio oral, son poco visibles en ámbitos oficiales especializados en cultura.
Es cierto que se está produciendo una revalorización de ciertos patrimonios
vinculados a las nuevas ofertas turísticas, pero esta activación patrimonial se
hace desde otras instancias administrativas y sin que la Consejería de Cultura
tenga ni unos convenios estables, ni unos reglamentos o protocolos de actua-
ción mínimamente consensuados.
Estimulados por las directrices de la Política Agraria Común, el patrimonio y,
en general, muchos de los elementos culturales de los espacios considerados
rurales, están orientándose hacia el turismo. Enmarcados en la configuración
del sur europeo como espacio de ocio –frente al espacio productivo repre-
sentado por los países del norte- (Delgado, 2000; Aguilar, 2003), muchos
de los elementos “tradicionales”, “agrícolas” e incluso “industriales” se están
transformando en “recurso cultural” –y económico-. Pero estas miradas y
actuaciones tienen lugar más allá de los instrumentos oficiales de la Consejería
de Cultura y se desarrollan siguiendo unas líneas paralelas a los sistemas de
inclusión en el Catálogo de los bienes del patrimonio andaluz.
Una breve mirada a las bases de datos que sirven para la gestión del pa-
trimonio en la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía nos indica una
gran desigualdad en cuanto a tipologías de bienes inmuebles, su distribución
territorial y las figuras de protección. En general, los datos132 muestran pro-

132 Datos de enero de 2004 provenientes de la Base de Datos SIBIA (Sistema de Información de

389
La patrimonolización como proceso

porciones de distribución de tipologías muy desequilibradas. El 41% de los


bienes inscritos en SIBIA son Edificios Religiosos, mientras que la Arquitec-
tura Civil se representa con un 28% (se consideran así edificios de carácter
residencial, productivo y también dotacional como ayuntamientos, escuelas,
etc.). Aún sigue siendo muy importante la representación de Edificaciones
Militares (sobre un 31%), mientras que la Andalucía agrícola e industrial en su
dimensión productiva está muy poco representada: sólo un 5% de los bienes
acogen fábricas, haciendas, cortijos133… En síntesis, podemos afirmar que los
bienes eclesiásticos y militares siguen siendo los más protegidos, por encima
de la representación de otros grupos sociales. Una panorámica que muestra la
visión tradicionalista imperante en la tutela, consecuencia por supuesto de un
pasado en que estos estamentos (el eclesiástico y el militar) tenían gran impor-
tancia y dejaron su impronta en el territorio, pero que también es resultado de
una visión sesgada del patrimonio134.
Podría pensarse que estas estadísticas responden a una situación que viene
del pasado, a las prácticas políticas de la Dirección General de Bellas Artes del
Ministerio de Cultura. Sin embargo, una comparación temporalizada constata
que no es así. Andalucía fue una de las primeras Comunidades Autónomas en
recibir el traspaso de competencias en materia de cultura. En 1981 se inició
este traspaso y en 1984 se asumieron las que respectan a patrimonio .
Si establecemos una línea de corte temporal a partir de 1989, cuando se ini-
ció el I Plan General de Bienes Culturales, podremos constatar cuáles han sido
las pautas seguidas en los últimos quince años. En 1989 constaban 1.710 in-
muebles protegidos con categoría Bien de Interés Cultural, en 2004 hay 2.596
inmuebles en el Catálogo, un incremento de casi un cuarenta por ciento135.
En este grupo no hay una distribución equivalente entre las tipologías antes

Bienes Inmuebles de Andalucía), cuya fuente de alimentación principal es el Catálogo General del Pa-
trimonio Histórico de Andalucía.
133 Esta es una subcategoría dentro de la denominada “Arquitectura Civil”.
134 Real Decreto 864/1984 de 29 de febrero, sobre traspaso de funciones y servicios del Estado a la
Comunidad Autónoma de Andalucía en materia de Cultura. También el Decreto 180/1984, de 19 de
junio, por el que se asignan a la Consejería de Cultura las funciones y servicios transferidos a la Jun-
ta de Andalucía en materia de cultura. Estas transferencias se iniciaron en 1981 con el Real Decreto
1075/1981 de 24 de abril sobre traspaso de competencias, funciones y servicios a la Junta de Andalucía
en materia de cultura y con el Decreto 70/1981 de 30 de noviembre sobre la distribución de competen-
cias transferidas en materia de cultura.
135 Fuente: Dirección General de Bienes Culturales. Servicio de Información. Enero de 2004.

390
Capítulo VII

mencionadas, se sigue dando relevancia al patrimonio de las élites. De esos


886 nuevos bienes sólo 11 responden a la figura específicamente diseñada
para los inmuebles con un valor prioritariamente etnológico (Lugar de Interés
Etnológico). Con la categoría que regula la ley para el patrimonio inmaterial
sólo consta un bien: la Carpintería de Ribera de Coria del Río, en Sevilla. Las
figuras de protección utilizadas siguen siendo las más “clásicas”.
Las nuevas incoaciones realizadas hasta diciembre de 2006 no modifican
esencialmente esta situación, puesto que sólo se incluye un nuevo bien con ca-
tegoría inmaterial, la Carpintería de Ribera de las Playas de Pedregalejo en Má-
laga136. Por otra parte, esta nueva inscripción no lleva más que a confirmar el
carácter no planificado, ni sujeto a criterios rigurosos en cuanto a la selección
patrimonial, no porque haya nada que objetar sobre el valor de estos bienes,
bien documentados además en las monografías de prestigiosos conocedores
del patrimonio andaluz (Fernández de Paz, 1991), sino que simplemente resul-
ta llamativo que otros elementos tanto o más conocidos y valorados en cuanto
a las artes, oficios, artesanías o rituales andaluces no estén incluidos junto a
estos dos.

Tabla 7.1. Bienes en el Catálogo General del Patrimonio Histórico de Anda-


lucía 2004
Declarados/Inscritos Incoados TOTAL
Inmuebles BIC 1.923
I. Específicos 71 19 90
I. Genéricos 73 10 83
I. Genéricos Colectivos 427 73 500
TOTAL INMUEBLES 2.596
Actividades Específicas
Actividades Genéricas 1 1 2
Actividades Gen. Colectivas
TOTAL ACTIVIDADES 2

Fuente: D.G.B.C. Servicio de Información. Enero 2004. Elaboración Propia

136 Puede comprobarse el listado en el anexo 1.

391
La patrimonolización como proceso

Entre los inmuebles declarados o inscritos, la categoría de monumento es


la que predomina: supone el 83% de los bienes, frente al apenas 1% de los
lugares de interés etnológico (LIE), sitios históricos (SH) y jardines históricos
(JH). Incluso entre las actuaciones realizadas después de 1989, esta catego-
ría sigue siendo la más utilizada. De acuerdo con lo ya expuesto, la figura
de monumento continúa teniendo connotaciones en las que predominan los
criterios estéticos, artísticos y cronológicos, a pesar de las nuevas definiciones
atribuidas por la legislación tanto española como andaluza. El peso que tiene
la figura de monumento, nos indica que aún no han calado ampliamente las
directrices de la Carta de Venecia y que de algún modo sigue teniendo más
importancia el objeto que los contextos. En general, el número de expedientes
que refieren a bienes cuyo valor principal es de carácter etnológico es aún muy
escaso, en correlación con otras actuaciones que observábamos con anteriori-
dad137.

Tabla 7.2. Bienes Inmuebles en el Catálogo 2004


B.I.C. Bienes Específicos Bienes Genéricos

Monumento 1.623 57 Individual


83
Zona Arqueológica 133 21 Colectivo
5 500
Conjunto Histórico 147
Sitio Histórico 8 1
Jardín Histórico 12
Paraje Pintoresco 4
Lugar Interés Etnológico 11
Total 1.923 90 583 2.596

Fuente: Dirección General de Bienes Culturales. Base de Datos de Protección.


Elaboración Propia

137 El listado completo de bienes así considerados en enero de 2004 se puede consultar en la página 77
del capítulo segundo. Se reproduce una lista actualizada a fecha de enero de 2007 en el Anexo 2.

392
Capítulo VII

Estos datos no coinciden con las propuestas políticas que se afirman desde
las legislaciones y planificaciones que elabora la Junta de Andalucía. De acuer-
do con el momento histórico en que se definen las legislaciones patrimoniales
en el Estado español, las concepciones sobre el patrimonio que se vierten en
los textos hacen referencia a un carácter ampliado, abierto del mismo. Recor-
demos que a partir de los años ochenta se genera un debate sobre el patri-
monio en nuestro país vecino, Francia, que reafirma las visiones etnológicas
en la gestión del patrimonio y desemboca en la creación de la Mission du
Patrimoine Ethnologique (Segalen, 2003; Lebovics, 2005). Una línea que se
había trazado ya a partir de las nociones de ecomuseo implantadas por Rivière
(Hubert, 1993; Gestín, 1993). También en el ámbito internacional estaban te-
niendo lugar otros debates que prolongaban el concepto de patrimonio, desde
la reflexión abierta por la Carta de Santiago de Chile del ICOMOS de 1972 al
debate en torno a la nueva museología que se reflejó en la Carta de Québec
de 1984138. El horizonte previo necesario había sido el desarrollo de la teoría
de los bienes culturales en los años sesenta en Italia y con fuerte calado en el
debate internacional139.
En este contexto, la Junta de Andalucía, a través de los textos legislati-
vos, hace una definición amplia –abierta- del Patrimonio Cultural. Se entiende
como las formas expresivas de los modos de vida y de la memoria del pueblo
andaluz. Es decir, teóricamente, el patrimonio se asocia a los elementos repre-
sentativos y significativos de la cultura andaluza –en su sentido antropológi-
co-
La Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía es una de las primeras en
hacer un desarrollo legal en materia de patrimonio. Sólo otras dos legislacio-
nes autonómicas estaban aprobadas cuando se publicó la LPHA en 1991. El
marco legislativo e institucional de esta Consejería tuvo numerosos aciertos,
como lo prueba el que otras instituciones autonómicas lo tomaran como mo-
delo en años sucesivos (Agudo y Fernández de Paz, 2001).
En 1989 se publicaba el I Plan General de Bienes Culturales140; el docu-
mento sienta las bases conceptuales del posterior desarrollo legislativo del

138 Sobre las reflexiones volcadas en documentos internacionales puede verse Agudo, 2003 y Salmerón
y otros 2004.
139 Comisión Franceschini y desarrollo posterior del jurista Giannini. Véase capítulo primero.
140 Fue aprobado por unanimidad en el Parlamento Andaluz en 1989 y estuvo vigente hasta 1995.

393
La patrimonolización como proceso

patrimonio histórico. Defiende que el bien cultural


“no debe entenderse tan sólo con el concepto tradicional de bien histórico-artístico, sino que debe in-
cluir nuevas categorías de bienes que provienen de la investigación científica y tecnológica más actual,
incluyendo el marco de referencia antropológico y el medio ambiente como aspectos más amplios de la
riqueza cultural de un pueblo” (Consejería de Cultura, 1993:16).
La Ley de Patrimonio Histórico Andaluz, a decir de diversos expertos, fue
en su día una de las legislaciones más innovadoras en el ámbito del Patrimonio
Cultural español. Muchas de sus nuevas soluciones fueron señaladas por el
legislador en la redacción del Preámbulo de la ley141. Pero uno de los aspectos
más relevantes de la LPHA viene dado desde su propia definición del patri-
monio:
“todos los bienes de la cultura, en cualquiera de sus manifestaciones, en cuanto se encuentren en
Andalucía y revelen un interés artístico, histórico, paleontológico, arqueológico, etnológico, documental,
bibliográfico, científico o técnico para la Comunidad Autónoma” (Art. 2.1 LPHA 1/91).
El tratamiento dado al Patrimonio Etnográfico en la legislación andaluza
es mucho más abierto que el de la ley española. En principio, porque la ley
del estado vincula este patrimonio con la noción de tradición, mientras que la
ley andaluza lo articula respecto a la noción de identidad (Rioja López, 1999;
Hernández y Quintero, 1999). Por otra parte, la LPHA define una nueva cla-
sificación jurídica para los bienes inmuebles etnológicos: el Lugar de Interés
Etnológico.
En general, puede afirmarse que a través del I Plan General de Bienes
Culturales y de la Ley de Patrimonio Histórico Andaluz se arbitraron una
serie de medidas que reconocían la importancia de los bienes culturales como
instrumento democrático y como muestra de la identidad del pueblo andaluz.
Una definición en concordancia con las nociones más aperturistas respecto al
patrimonio cultural, pero que apenas ha tenido reflejo en las inscripciones en
el Catálogo y en el modo en que se han gestionado los bienes patrimoniales
que vienen a representar a las “mayorías silenciosas” de nuestra sociedad.

141 Por ejemplo se señala la creación del CGPH, integrando así los sistemas de protección en un único
instrumento; el desarrollo de la intervención preventiva y de normativa especifica de conservación; más
coordinación con la normativa urbanística y ambiental, buscando soluciones en la confluencia de com-
petencias entre la administración autonómica y la local en materia de protección del patrimonio y orde-
nación urbanística (Barrero, 1996; Herrera Virumbrales, 1996); las novedades en fomento y sanción; así
como la creación de nuevas figuras como los Lugar de Interés Etnológico y las Zonas de Servidumbre
Arqueológica y los Conjuntos Monumentales. Puede verse un mayor desarrollo y comentario sobre estas
innovaciones en Agudo y Fernández de Paz, 2001.

394
Capítulo VII

El II Plan General de Bienes Culturales 1996-2000 se aprobó tarde y ha


estado vigente -por ausencia de otro- más allá de lo que indicaba su planifi-
cación y también su financiación142. Es en el contexto de este Plan donde se
han desarrollado las principales actuaciones de protección e inclusión en el
Catálogo respecto al Patrimonio Etnográfico (anualidades entre 1999 y 2004).
En este segundo Plan se da un giro en la concepción sobre el patrimonio que
aparecía ya expresada en las Bases para una Carta sobre Patrimonio y Desarro-
llo en Andalucía (Consejería de Cultura, 1996). En el Plan General de Bienes
Culturales 1996-2000 el patrimonio cultural se define prioritariamente como
recurso: cultural, social, identitario y económico. Como “un factor que po-
tencia el desarrollo económico y social” y que debe ser aprovechado “de una
forma útil y responsable asegurando para el futuro su rentabilidad económi-
ca, social y cultural a partir de una conservación respetuosa con sus valores”
(Consejería de Cultura, 2000:209). Como indica Fernández Salinas (2002), no
fue éste el único documento planificador en el que el patrimonio cultural se
concebía como elemento de desarrollo; en la segunda mitad de los noventa
otros documentos también lo caracterizaban así: El Plan Andaluz de Desa-
rrollo Económico en su período de vigencia 1995-98 y el Plan Económico de
Andalucía Horizonte 2000.
En relación al patrimonio como recurso se explicita una concepción sobre
el modelo de desarrollo de Andalucía definiéndolo en torno a las nociones de
sostenibilidad y desarrollo local. Está muy claramente expresado en el texto
del II PGBC:
En el contexto local, especialmente en Andalucía, el patrimonio cultural en su integración con el
natural, es uno de los recursos básicos, abundantes y con una clara tendencia al alza en su demanda,
tanto interna –entendida ésta como la demanda de los habitantes de cada territorio y los del conjunto
de la región -, como externa, lo que debe ser aprovechado en todas y cada una de las iniciativas locales
de desarrollo.
(…) a los efectos producidos por una profunda reestructuración del sistema productivo hay que aña-
dir los provocados por nuestra integración en Europa que, tras la firma del Tratado de Maastricht,
impone fuertes exigencias en la búsqueda de una convergencia con los países centrales de la Unión. No
puede olvidarse, además, que la progresiva apertura a la economía a nivel mundial obliga a competir
en mercados cada vez más globales y cambiantes.

142 En 2006 un nuevo Plan, en fase de aprobación, viene a sustituir a éste: el PECA o Plan Estratégico
de la Cultura en Andalucía. Además, a la fecha de revisión de este texto ha pasado por Consejo de Go-
bierno de la Junta de Andalucía (02/05/2007) la aprobación de la nueva Ley de Patrimonio Histórico de
Andalucía que será inminentemente publicada en BOJA.

395
La patrimonolización como proceso

Se trata de conseguir utilizar de forma racional los recursos propios, entendidos éstos en su con-
cepción más amplia y teniendo en cuenta que su capacidad para desarrollar ventajas competitivas es
cambiante; por lo que en sintonía con la nueva lógica productiva, es necesaria la búsqueda incesante
de estrategias que permitan una utilización adaptable de forma ágil y flexible a las nuevas condiciones
socioeconómicas. (Consejería de Cultura, 2000:210-211)
La noción productivista y mercantilista del II PGBC ha sido criticada por
autores como Agudo y Fernández de Paz (2001) y muy expresivamente por
Moreno Navarro (2002b, 2002c). El lenguaje evidencia que se pasa a condicio-
nar el patrimonio cultural en términos principalmente económicos: demanda
interna y externa; uso racional de los recursos; sintonía con la nueva lógica
productiva; búsqueda de convergencia; competición en mercados globales…
eso sí, desde la sostenibilidad, siendo respetuosos con la fragilidad del recur-
so.
Las imposiciones de la política agraria europea, el uso de los fondos es-
tructurales y la noción de desarrollo local y la expansión del turismo, marcan
la lógica de acercamiento al patrimonio cultural. Se reconoce el protagonismo
progresivo de otras Consejerías en la gestión del patrimonio y también de las
entidades locales.
En este contexto, lo que se considera en general como patrimonio etnoló-
gico se integra muy especialmente en el ámbito de las políticas de desarrollo
rural de la Consejería de Agricultura y Pesca, en los programas de los diversos
Parques Naturales dirigidos por la Consejería de Medio Ambiente y como co-
lofón de otras atracciones, como la designación de fiestas de interés turístico
de la Consejería de Turismo.

De la teoría a las prácticas


La Consejería de Cultura podría haber aprovechado esta situación y sus
propias premisas teóricas para marcar políticas ejemplares o de “buenas prác-
ticas” respecto al patrimonio etnológico y con un carácter progresivamente
más integral y alejado de una visión “folklorista”, banalizadora y /o mercan-
tilista. Pero tal como se demuestra por la ausencia de convenios con otras
Consejerías y por el modo en que se ha actuado en la gestión de los lugares
catalogados, la realidad está muy lejos de los planes y teorizaciones.
Es decir, las actuaciones en materia de patrimonio cultural, en primer lugar,
están muy lejos de ese ideal democrático e igualitario que proponían los do-
cumentos de 1989 y 1991 –una ley todavía vigente- en los que se consideraba

396
Capítulo VII

el patrimonio como una representación de todos los andaluces. Muy lejos,


porque se sigue prestando una atención privilegiada a las producciones de las
clases y grupos sociales dominantes y porque se ignora la memoria de otros
colectivos, dejando que las presiones del mercado y las rápidas transformacio-
nes de nuestro tiempo borren muchos testimonios de la historia de los grupos
minorizados. Se ha invertido muy poco –prácticamente nada en comparación
con otros tipos de patrimonio- en trabajos de investigación de base, en inven-
tarios, en investigaciones sistemáticas que permitan realizar catalogaciones –es
decir selecciones de elementos- sobre la base del conocimiento. En segundo
lugar, las políticas de la Consejería de Cultura tampoco atienden a sus propias
premisas de activación del patrimonio como recurso y de valorización de los pa-
trimonios “rurales” o “industriales” en zonas en proceso de “transformación
social”, tal como proponen los documentos de los últimos años (Consejería
de Cultura 1996; 2000; 2001, etc.).
El incumplimiento de estos dos objetivos generales –la consideración del
patrimonio como instrumento democrático e igualitario y la consideración
del patrimonio como recurso de desarrollo- puede constatarse a través de
una serie de actuaciones –a menudo ausencia de ellas- algunas descritas en las
páginas precedentes y otras implícitas en el contexto en el que se inscriben los
casos aquí seleccionados. Entre estas actuaciones entraré a considerar: 1) La
ausencia de planificación en el ámbito del territorio andaluz sin unas mínimas
directrices que equilibren las características de la protección y salvaguarda del
patrimonio –y muy especialmente del patrimonio etnológico- entre diferentes
provincias. 2) El uso cada vez más frecuente de figuras de protección con un
carácter territorial que pretenden ir más allá del objeto y relacionar entre sí dis-
tintos elementos de un territorio. Estas actuaciones se están poniendo en mar-
cha sin desarrollar medios ni programas que adecuen las limitaciones de uso
a las expectativas de los diferentes grupos sociales afectados. 3) A diferencia
de lo que se hace desde otras administraciones o del tratamiento que reciben
los patrimonios de carácter más “clásico” –léase con fuertes contenidos his-
tórico-artísticos- las actuaciones posteriores a la catalogación son mínimas. Ni
en el ámbito de la difusión, ni en el de la intervención o musealización se han
aplicado apenas programas; de hecho, una de las características de los bienes
etnológicos protegidos es que apenas figuran como recursos turísticos. Esto
marca una gran diferencia entre los bienes que se activan desde programas
locales o realizados con fondos europeos y los procesos de patrimonialización
vinculados a la catalogación dependiente de la Consejería de Cultura. 4) Por

397
La patrimonolización como proceso

último lugar, uno de los problemas más importantes que no se ha resuelto


respecto a la protección de este tipo de bienes son las fórmulas de participa-
ción social. A diferencia de otros elementos fuertemente codificados desde el
conocimiento experto –como las producciones artísticas- y asequibles sólo a
determinadas elites, muchos de estos elementos forman parte de la memoria
social de colectivos amplios, que los han usado o los usan, los han vivido y los
han significado. El proceso de patrimonialización, como ya se ha visto, implica
transformaciones en los significados y los usos y poco se pone en valor si las
catalogaciones se hacen sin tener en cuenta las diferentes lógicas de los colec-
tivos ciudadanos y usuarios de esos bienes (que, como se ha mostrado, no son
homogéneas ni exentas de conflicto).
Antes de pasar a exponer los problemas enumerados, quisiera mencionar
brevemente las circunstancias en que se desarrolla el trabajo de los antropó-
logos en la Administración andaluza de cultura. A diferencia de lo que ocurre
con los patrimonios cuya valoración principal por parte de los técnicos y de la
Administración está apellidada de artística o de arqueológica, la trayectoria en
la protección del denominado patrimonio etnológico es muy reciente y está
marcada por numerosas resistencias. Las inversiones en esta materia en el ám-
bito de inventarios o investigación son muy bajas en comparación con otras
–como por ejemplo en el caso del Inventario de Yacimientos Arqueológicos
de Andalucía respecto a los Inventarios sobre Arquitectura Tradicional143- y
sobre todo la dotación de puestos de trabajo en los que se requiera a un an-
tropólogo es escasísima por no decir nula.
La Administración del patrimonio cultural en España y en Andalucía está
fuertemente marcada por dos sectores profesionales: los arquitectos y los his-
toriadores del arte, respectivamente con más influencia en dos ámbitos para-
lelos, el patrimonio inmueble y el patrimonio mueble. A estos grupos se han
sumado en la Administración andaluza con gran fuerza los arqueólogos y sólo
muy tímidamente y desde mediados de los noventa comienzan a estar presen-

143 El ya mencionado IYAA consta de más de 11.000 registros (unidades arqueológicas, ya sean yaci-
mientos o inmuebles individualizados) identificados, reconocidos y corregidos en tres fases de inventa-
rio con doce años de duración (1985-1989; 1992-1995; 1997-2000).Tampoco se ha llegado a paralizar el
inventario de Bienes Muebles de la Iglesia que está en marcha desde 1989. Sin embargo, el Inventario de
Arquitectura Tradicional de Andalucía sólo ha sido financiado en 2,5 campañas, no llegándose a cubrir
ni el 30% del territorio andaluz. Sobre este Inventario de Arquitectura tradicional puede consultarse
Agudo, 1999c y 1999d; Hernández León, 1999; Hernández y Quintero, 1998; Ordóñez Vergara, 1999;
Plata, 1996; Quintero y Hernández, 1999; Talego, 1996.

398
Capítulo VII

tes algunas antropólogas. Todo ello a pesar de que en los últimos quince años
el patrimonio con el que se trata de promocionar muchos pueblos y comarcas
andaluzas sea precisamente el patrimonio etnológico. Esta ausencia de profe-
sionales forma parte de un proceso en cuyas causas y circunstancias no voy a
entrar pero que tiene varias consecuencias relacionadas entre sí: a) La ausencia
de un conocimiento general de los elementos con determinados valores para
una posterior selección de los más representativos144; b) el desconocimiento,
por parte de otros profesionales y de los propios dirigentes políticos, de las
perspectivas antropológicas respecto al patrimonio y de las tareas a realizar
por un antropólogo como técnico; c) la diversidad de criterios en las actuacio-
nes de planificación y selección de los bienes a proteger; d) la preeminencia de
criterios “clásicos” -a menudo relacionados con valores de antigüedad, excep-
cionalidad, fosilización o simple reiteración de las tipologías más conocidas-
en los niveles de decisión política sobre las prácticas de protección.

Desequilibrios territoriales en las actuaciones


El panorama actual es muy desigual entre unas provincias y otras, desigual
en cuanto al número de actuaciones, las tipologías representadas, las figuras
usadas con mayor asiduidad y, en general, la integración de la mirada antro-
pológica en las actuaciones de catalogación por parte de la Administración
cultural.
En la provincia de Sevilla es donde se han desarrollado más expedientes
relacionados con el patrimonio etnológico inmueble: El Corral de la Encarna-
ción, la Fábrica de Vidrios de la Trinidad y el Corral de San José con la figura
de LIE, también se han catalogado la Casa Palacio del Pumarejo (Monumento
específico) y Bodegas Góngora de Villanueva del Ariscal (Monumento BIC),
además de otras tipologías más “clásicas” cuyos análisis se han renovado en las
nuevas inscripciones145. Por el contrario, en Málaga hay que esperar a febrero

144 A pesar de que ya en el I Plan General de Bienes Culturales se insistía en la importancia de la


investigación y el conocimiento, declarándose que “siguiendo a la Comisión Franceschini (…) todo
acto administrativo debe estar precedido y determinado –y (…) también seguido- por un acto
cognoscitivo acerca de aquello que se pretende proteger” (Consejería de Cultura, 1993:37; énfasis
en el original).
145 Como la Hacienda y Torre de Doña María y Hacienda Ibarburu (Dos Hermanas, Sevilla) y Ermita
de la Virgen de Setefilla (Lora del Río, Sevilla) en las que se ha incluido el etnológico entre sus valores
relevantes. Sin embargo, en este tipo de bienes más clásicos que venían de inscripciones y documen-

399
La patrimonolización como proceso

de 2004 para que se incoe como genérica la Antigua Estación de Ferrocarriles,


entre cuyos valores prioritarios se incluye el etnológico.
En los últimos años se ha venido desarrollando una nueva fórmula: las
inscripciones genéricas colectivas, usadas prioritariamente para bienes con
valores etnológicos o arqueológicos. En la provincia de Almería, pionera en
el modelo, se ha usado con profusión: Aljibes, norias y molinos del Parque
Natural Cabo de Gata-Níjar (145 elementos); Infraestructura Hidráulica de
la Comarca de Los Vélez (65 elementos); Edificaciones mineras de los siglos
XIX y XX en Almería y Cortijos de Almería (72 elementos). Sólo en Jaén
aparece otra inscripción genérica colectiva (65 Inmuebles del patrimonio mi-
nero-industrial del antiguo distrito de Linares-La Carolina) y en el resto de las
provincias no hay.
Desde el año 2000 se está desarrollando una antigua figura con un nuevo
carácter: el Sitio Histórico146. Se procura entender el territorio a partir de la
superposición de diferentes huellas y elementos a través del tiempo. Conflu-
yen en estos expedientes una multiplicidad de valores entre los cuales con fre-
cuencia la dimensión etnológica juega un papel crucial, sin embargo, se elude
el uso –que también hubiera sido posible a falta de otra noción más ligada a la
idea de Paisaje o Territorio147- del Lugar de Interés Etnológico, reiterando de
nuevo la dimensión histórica como la fundamental. Con esta denominación,
Sitio Histórico, se ha procedido a la inclusión en el Catálogo de la Zona Mine-
ra de Riotinto y del Santuario y la aldea del Rocío en Huelva, y se ha inscrito
recientemente con la misma figura la zona de la Alpujarra Media Granadina y
la Tahá en Granada.
En el gráfico 7.1. “Bienes etnológicos protegidos por provincias”, pue-
den observarse tanto el escaso número de bienes cuyo valor etnológico se ha
considerado como relevante como las asimetrías entre las distintas provincias
andaluzas148.
Exceptuando casos como los del Corral de la Encarnación o el Corral de

taciones más antiguas –y salvando honrosas excepciones- la mirada antropológica suele limitarse a un
par de frases hechas respecto a la identidad y el uso y pocas veces entra a describir mínimamente estos
valores como sí se hace por ejemplo respecto a las características arquitectónicas, históricas o artísticas.
146 Sobre los nuevos usos de esta figura puede verse Rioja López, 2003 y Plata y Rioja, 2005.
147 La nueva ley propone por ejemplo la denominación un tanto ambigua de Zona Patrimonial.
148 El listado completo de bienes sobre el que se dibuja esta gráfica puede consultarse en el Anexo 1.
Se incluyen los bienes incoados, los inscritos y los declarados.

400
Capítulo VII

Merlín de 1995 y algún otro más, la mayoría de estas inscripciones son del
año 2001 en adelante. Es decir, tras diez años de rodaje de la ley y cuando
las labores realizadas desde tiempo atrás comenzaron a dar sus frutos. Es en
Sevilla y en otras provincias de la zona occidental, Cádiz sobre todo, donde
más se cataloga en los primeros años. También en esta primera etapa se usaba
más la figura de Lugar de Interés Etnológico que ha ido quedando atrás en las
últimas actuaciones, dando paso a denominaciones más genéricas.
De aquí a uno o dos años comenzaremos a visualizar también el trabajo
que vienen realizando los especialistas desde las diferentes Delegaciones Pro-
vinciales, con un sensible aumento del número de incoaciones e inscripciones
de elementos relacionados con el patrimonio etnológico y lo que es más im-
portante –y que no depende sólo de estos profesionales sino de la coordina-
ción de equipos- una mirada más integral, compleja y multidisciplinar sobre
los bienes del patrimonio que identifica y cataloga la Consejería de Cultura.
No obstante, a la vista de las actuaciones que se vienen desarrollando y de
las documentaciones técnicas que se encargan, la heterogeneidad de actuacio-
nes va a continuar siendo lo más llamativo si se comparan diferentes provin-
cias.
Si tenemos en cuanta las documentaciones técnicas e investigaciones que
se están encargando –previo a la incoación la Administración puede encargar
informes técnicos sobre determinados bienes-, de nuevo coincide que son las
provincias de Almería y de Huelva las que más están apostando por dotar a las
figuras de un carácter innovador y por acercarse a la catalogación del patrimo-
nio intangible. En Huelva se han realizado documentaciones genéricas colec-
tivas sobre: las Fiestas de las Cruces de Mayo; Cuatro Romerías Tradicionales
(de Piedras Albas, de la Peña, del Cerro de San Benito y de Los Ángeles); las
Danzas de Adoración de la provincia, además de una genérica individual sobre
la Cabalgata de Reyes Magos de Higuera de la Sierra. En Almería las últimas
genéricas colectivas que se han documentado son sobre las Fiestas de moros
y cristianos y sobre la pesca tradicional. Un conjunto que, exceptuando el de
la pesca, es predominantemente festivo, lo que viene a reducir las “actividades
etnológicas” a un ámbito muy concreto que, por otra parte, es el que menos
inversiones requiere y el que más rentabilidad inmediata puede dar mediante
su difusión turística.
En otras Delegaciones también se está avanzando en la documentación de
otros bienes con la figura de genérico colectivo, por ejemplo y sin ser exhaus-

401
La patrimonolización como proceso

tiva, los cortijos serranos y el comercio tradicional en Sevilla, las molinas de


Montoro (Córdoba), las bodegas del entorno de Jerez o las centrales eléctricas
en Jaén.

Sin embargo, no parece que sea casualidad que las provincias en las que
más protagonismo se esté dando al patrimonio etnológico y a la intervención
de los antropólogos sean precisamente Huelva y Almería. Independientemen-
te de las características de los equipos de profesionales en las diferentes de-
legaciones –que no son simétricos y pueden dar lugar a una menor o mayor
receptividad o a visiones más “clásicas” o por el contrario más abiertas y
actualizadas-, en estos ámbitos provinciales tienen un gran peso las decisiones
a nivel político. Precisamente las provincias que estamos mencionando com-
parten las características de muchos pequeños pueblos serranos donde los

402
Capítulo VII

Leader, Proder y otros proyectos de desarrollo también están promocionando


el patrimonio etnológico: son territorios históricamente periféricos, lugares
en las que las producciones de las élites son menos numerosas o de menor
entidad respecto a otras provincias y donde se estudian y catalogan “otros
patrimonios”. En palabras de Juan Agudo:
“[T]ampoco podemos olvidar que [el patrimonio etnológico] sigue ocupando una
posición subordinada respecto al gran patrimonio histórico-monumental: el interés
por el patrimonio etnológico será siempre inversamente proporcional a la existencia o
no de otros grandes testimonios del pasado (…) sólo cuando no exista tal patrimonio
monumental, el patrimonio etnológico se ensalzará como alternativa y para demostrar
que también dicho lugar tiene patrimonio” (2005:211).

La expansión de la figura “genérica colectiva”


Como se ha expuesto en el epígrafe anterior las inscripciones genéricas
colectivas se están propagando. Concepción Rioja expone que la catalogación
genérica colectiva supone la observación “de la existencia de bienes con unas carac-
terísticas comunes por responder a tipologías (de estilo artístico, tecnológicas, de modos de ex-
plotación del medio) similares” (2001:189). Entiendo que esta figura tiene una gran
versatilidad, puesto que puede realizarse en función de diversos criterios que
unifiquen a los bienes así integrados. Por ejemplo, se usa por considerar que
todos los bienes tienen una tipología en común (como el patrimonio minero-
industrial de Linares-La Carolina o los Cortijos de la Sierra Norte de Sevilla);
también se ha utilizado atendiendo a que los bienes pertenecen a un mismo
estilo o periodo (la arquitectura del Movimiento Moderno en Andalucía) e
incluso responder a una delimitación territorial, como hemos visto que ocurre
en el caso de los bienes del Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar.
La expansión de su uso está además relacionada con el interés por avanzar
en el conocimiento de ciertos bienes sobre los que existe relativamente poca
información, de modo que se está generalizando su uso a modo de mini-
inventario. Permite realizar comparaciones, establecer análisis y decidir si a
posteriori se podría seleccionar uno de estos elementos para su protección a
través de otra figura de mayor calado –un supuesto que todavía no ha ocurri-
do-.
Sin embargo, también es necesario recordar que esta figura “responde a la
posibilidad de que un solo expediente de protección abarque un mayor número de bienes, con
la consiguiente economía de medios que eso supone” (Rioja, 2001:189). Esta reducción
de costes para la Administración, que en principio es una ventaja, puede, sin

403
La patrimonolización como proceso

embargo, transformarse en un inconveniente puesto que, a diferencia de otras


figuras específicas de carácter zonal y que pueden agrupar tipologías, como el
Lugar de Interés Etnológico o el Conjunto Histórico, la documentación del
expediente es menos detallada y tampoco se arbitran medidas específicas que
adecuen los usos compatibles e incompatibles del bien. Como se afirma en
el Reglamento de Protección “…bastará (…) con una breve descripción del
bien”.
Las inscripciones genéricas suponen el nivel más básico de protección del
bien, lo que implica casi las mismas limitaciones para el usuario/propietario y
menos ventajas que en otros casos. Además, como hemos comprobado en el
caso de los molinos, aljibes y norias del Parque Natural Cabo de Gata Níjar,
no se delimita ni un mínimo entorno, de modo que incluso los ruedos de un
molino de viento –una parte sin la cual no se comprende su funcionamiento
ni su sentido- pueden ser urbanizados y construidos. Otro de los problemas
de esta figura respecto a los bienes inmuebles de interés etnológico es que
al no identificarse los usos compatibles o incompatibles, difícilmente puede
servir para la salvaguarda de actividades, usos o significados asociados a un
elemento. Para entenderlo con un ejemplo, nada de lo que ha sucedido con el
Corral de la Encarnación hubiera pasado de haberse producido una inscrip-
ción genérica colectiva. Los vecinos habrían sido expulsados y la estructura
tipológica habría sido modificada para construir en altura.
Dos tercios de los nuevos bienes incluidos en el Catálogo desde 1989 res-
ponden a esta figura legal, que se ha comenzado a utilizar con asiduidad desde
2001. En la mayoría de los casos refiere a bienes arqueológicos o etnológicos.
Considero que el uso de esta figura es adecuado como una sistemática de co-
nocimiento e inventario, pero si no va seguida de la selección de determinados
bienes para incorporarlos a otras figuras de tutela, lo que se está poniendo en
evidencia de nuevo es el carácter subordinado del patrimonio etnológico. La
jerarquía legal de las distintas figuras puede fácilmente aplicarse a una jerarquía
de bienes: los de mayor valor se consagrarán mediante figuras potentes –mo-
numento- y los demás con otras de menor importancia.

Problemas en el uso de figuras de protección de ámbito territorial


Las políticas de tutela del patrimonio cultural han pasado de centrarse en
el objeto aislado, el monumento, a extenderse a marcos territoriales de protec-
ción. Conforme se amplía el concepto de patrimonio, se expande la entidad

404
Capítulo VII

de actuación tutelar (Castillo Ruiz, 1997; Morente, 2004; Salmerón, 2003).


Este marco teórico de actuación está teniendo resultados desiguales en las so-
ciedades locales donde se aplica. Las políticas respecto al patrimonio cultural
de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía muestran un crecimiento
progresivo del uso de figuras legales de protección con vocación territorial,
como las designaciones de Sitios Históricos, Lugares de Interés Etnológico
e incluso las inscripciones denominadas Genéricas Colectivas que agrupan
una serie de bienes con vínculos tipológicos y territoriales. Ahora bien, se
trata de nuevas figuras con unos protocolos de actuación aún sin desarrollar y
que, en la mayoría de los casos, carecen de financiación suficiente para que la
declaración/inscripción pueda conducir a los efectos deseados. No se prevén
inversiones, actuaciones de fomento o “planificación de desarrollo” más que
a través de la elaboración de planeamientos urbanísticos dependientes de las
administraciones locales. Nos encontramos así con sistemas de protección de
afección territorial que tienen, cara a la población local, una problemática y
unas restricciones en algún grado similares a los de la protección medioam-
biental, pero sin ninguna medida “compensatoria” o sin ninguna actuación
que prevenga los efectos perversos.
El caso de Pegalajar es suficientemente explícito respecto a esta afirma-
ción. Por una parte, es cierto que fue una fórmula pionera que incluía muy
diversos elementos aunándolos bajo unos criterios de significación y de uso:
el agua y el sistema de cultivo de regadío en terrazas. Se vinculan así desde el
mercado al sistema de acequias, desde los saberes agrícolas a las fuentes y pi-
lares… poyos, hormas, molinos, caminos, sistemas de reparto de agua, fiestas,
gastronomía…, todos esos elementos que representan de forma determinante
la vida local quedan integrados en una fórmula de protección con una magní-
fica potencialidad.
Sin embargo, la contrapartida ha sido muy costosa, tanto que la inscripción
se ha vuelto en contra de la conservación de la Huerta de Pegalajar. Además
de otros factores que ya he señalado, quisiera recordar brevemente cómo los
procesos de inclusión de un bien en el Catálogo son lentos, es muy frecuente
que desde que se encarga una documentación técnica hasta que se incoa un
procedimiento pasen varios años, otros dos años más desde la incoación a la
inscripción/declaración y aún pueden transcurrir cinco años más -y agotarse
los plazos, como ha ocurrido en la Huerta de Pegalajar- hasta que esté apro-
bado un Plan Especial de Protección. A lo largo de este tiempo el bien puede
sufrir diversos deterioros, como la instalación de la depuradora local en el

405
La patrimonolización como proceso

centro de la Huerta, en contra de todos los valores que se dicen defender, pero
como la normativa no estaba aprobada… Mientras que se aprueba un plan
especial las directrices son las de las instrucciones particulares, que se pueden
aplicar de un modo muy restrictivo o interpretándolas de forma más flexible.
En Pegalajar ha supuesto un mecanismo de trabas burocráticas capitalizado
por los que están en contra de la inscripción, al mismo tiempo que se han ig-
norado muchas de las infracciones cometidas respecto al bien. Sobre todo, el
vacío legal que se percibe por parte de los habitantes respecto a sus terrenos,
sus casas, sus propiedades y la falta absoluta de inversiones de cualquier tipo,
han contribuido a concebir la protección como un atraso, una injusticia, un
agravio comparativo.
La experiencia ha sido tan compleja que en el ámbito de la Delegación de
Jaén se procura no designar otro bien de dimensiones territoriales como LIE.
En torno a la aprobación de la nueva legislación se ha venido reflexionando
en el sentido de omitir los planes urbanísticos, considerando que con unas
instrucciones particulares explicitas y claras debe ser suficiente para la protec-
ción. Además, dado que las figuras específicas no tienen las ventajas fiscales
y legales a las que acceden los bienes catalogados como BIC, se ha optado
desde hace tres o cuatro años por escoger la noción de Sitio Histórico como
el instrumento legal más parecido a una figura de dimensiones territoriales y
paisajísticas (Dirección General de Bienes Culturales, 2003). A pesar de que
estas razones pragmáticas son las que más se explicitan, también se elaboran
razonamientos conceptuales sobre el uso preferente de Sitio Histórico frente
a Lugar de Interés Etnológico que vuelven a anteponer la dimensión histórica
del patrimonio a la dimensión cultural, tal como ha venido sucediendo en las
diversas legislaciones autonómicas que se apellidan de “históricas” y no de
“culturales” (Agudo, 2003; 2005). Sin embargo, los valores que se están con-
templando tienen una clara dimensión cultural, en el sentido antropológico
del término. Como expresa Amaya respecto al Sitio Histórico de la Alpujarra
Media Granadina y la Tahá:
“[Esta figura] se ha diseñado desde el valor otorgado a un conjunto de bienes, que no
están catalogados por su singularidad histórica-artística, sino por sus peculiaridades
culturales, por ser el patrimonio más representativo y significativo de estas poblaciones
locales, más allá de otro tipo de concepciones, ya obsoletas, en el campo patrimonial”.
(2006: 22).
El proceso descrito en Pegalajar no ha vuelto a repetirse, las figuras de Lu-
gar de Interés Etnológico activadas desde entonces son mucho más concretas

406
Capítulo VII

y ceñidas a una zona o inmuebles muy delimitados. Por otra parte, los casos
similares con una fuerte impronta paisajística y territorial, se han caracterizado
por tener situaciones muy diferentes a las de este precedente. La designación
como Sitio Histórico de la Zona Minera de Riotinto-Nerva se ha realizado en
un contexto en el que el proceso de patrimonialización estaba ya muy avanza-
do. La transformación de los significados y los usos se había realizado como
una de las fórmulas de reconversión de la crisis minera que afectaba a estos te-
rritorios, musealizando las huellas de la minería desde un pasado remoto hasta
la actualidad y con una fuerte orientación turística (Hernández Ramírez y Ruiz
Ballesteros, 2005a, 2005b, 2007). Sin embargo, el proceso de declaración no ha
dejado de crear ciertas resistencias entre diferentes sectores y continúa siendo
problemático el acceso y la puesta en valor de ciertos bienes propiedad de
diversas compañías.
En el extremo opuesto al de la inscripción como Lugar de Interés Etnoló-
gico de la Huerta de Pegalajar se encuentra el proceso que se ha desarrollado
en la declaración como Sitio Histórico de la Alpujarra media granadina y la
Tahá. Según Santiago Amaya (2006), el procedimiento difiere de los que son
habituales en la Administración de cultura en cuanto que se concibe desde
el principio como un proyecto integral de desarrollo. De este modo, una vez
incoado el bien se ha procedido a restaurar una serie de elementos que lo inte-
gran, se ha creado una oficina técnica de gestión del mismo, se han elaborado
planes previos encaminados a la dotación de un planeamiento para el área, etc.
Para el desarrollo de este conjunto de acciones se ha proyectado el convenio y
la colaboración con diferentes entidades sectoriales: Planes Leader dependien-
tes de la Consejería de Agricultura y Pesca y de las entidades locales y también
inversiones provenientes de la Consejería de Medio Ambiente.
El caso de la Alpujarra Media y la Tahá se concibe desde una filosofía
que considera el territorio como un recurso, donde el patrimonio natural y el
cultural son un todo cuyas singularidades diferencian y cualifican el territorio
(Amaya, 2006); una cualificación considerada básica en la atracción de los
“nuevos turismos” no masificados. Pero su excepcionalidad sería aun mayor si
fueran capaces de mantener la propuesta de considerar el turismo sólo como
un sector más a desarrollar y no como el mas importante -o como suele ser
habitual, el que organiza el resto del sistema productivo y, lo que aún puede
llegar a ser más destructivo, el que rige los sentidos y significaciones de los
elementos patrimoniales de la zona-.

407
La patrimonolización como proceso

Este programa puesto en marcha desde la Delegación Provincial de Grana-


da es absolutamente excepcional en las actuaciones de la Consejería de Cultu-
ra. Es una magnífica muestra de aplicación de la noción de patrimonio como
recurso, preconizada por el II Plan General de Bienes Culturales y sigue unas
pautas y actuaciones totalmente diferentes a las que se vienen aplicando. Su
propia singularidad es una prueba de la no aplicación de la noción teórica de
patrimonio como recurso económico en todos los demás procesos de cata-
logación. Quisiera llamar la atención también respecto a las diferencias entre
las pautas del caso granadino y el de Cabo de Gata-Níjar expuesto páginas
atrás. En el primero, las directrices se fijan a partir de una noción cultural del
territorio, en el segundo desde una visión “naturalista” del mismo. Sin em-
bargo, no podemos dejar de ver los paralelismos entre los parques naturales
y las “zonas patrimoniales”. El fenómeno se entiende mejor si nos situamos
en el marco que es común a ambos: la reorganización de los mercados y de
los territorios en el marco global. La protección de áreas ligadas al patrimonio
cultural se vincula a las demandas de ciertas comarcas o agrupaciones mu-
nicipales –aunque casi siempre dependen de las planificaciones territoriales
y económicas generales de la Administración andaluza- de disponer de un
“sello de calidad” con que avalar la oferta de sus “recursos culturales y natura-
les” atrayendo ingresos potencialmente procedentes del turismo o de fondos
europeos. El resultado es un uso mayoritario de las figuras de protección de
carácter territorial vinculadas a bienes con un marcado carácter “rural”: el
patrimonio etnográfico, modesto, tradicional, será uno de los protagonistas
de la nueva tendencia. En cualquier caso, aun es pronto para saber si la Con-
sejería de Cultura apostará por un modelo integral de protección del territorio
como patrimonio y si se superarán algunos de los problemas ya conocidos
respecto al denominado “patrimonio natural”: los procesos de polarización
y segmentación de las poblaciones locales en sus posicionamientos respec-
to a las actuaciones de la Administración Autonómica; y el desarrollo de los
sentimientos de expropiación y alejamiento que vienen a experimentar parte
importante de los colectivos locales.

Un patrimonio no turístico. La ausencia de inversiones orientadas a


la difusión.
Tal como se ha podido constatar, tres de los casos expuestos en este texto
no tienen apenas un uso turístico. De hecho, la mayoría de los bienes hasta

408
Capítulo VII

ahora incluidos en el Catálogo por su “interés etnológico” no son visitados


por los turistas. Evidentemente, esta situación tiene relación con los tipos de
activación patrimonial que se están produciendo y con los procesos de selec-
ción de bienes a declarar o inscribir.
En general, el listado de bienes al que nos venimos refiriendo (anexo 3) se
ha incluido en el catálogo en función de dos agentes activadores fundamenta-
les, aunque no exclusivos: por una parte, los académicos y técnicos relaciona-
dos con el patrimonio y, por otra parte, ciertas asociaciones o agrupaciones de
ciudadanos que reclamaban la tutela de esos bienes.
Se debe constatar además que, habitualmente, las activaciones patrimonia-
les impulsadas por empresas o intereses vinculados con el turismo o relaciona-
das con planes de desarrollo local, no recurren a la Administración de cultura
para que “ratifique” su acción. Ya sea en prevención de las constricciones que
podría imponer la Administración cultural, ya fuere por la ausencia de bene-
ficios derivados de la inclusión de un bien en el Catálogo, es frecuente que se
restaure un molino, una casa tradicional o una bodega y se abra a los visitantes
sin que medie ningún reconocimiento oficial. Ello no implica, claro está, que
en estas remodelaciones y formas de difusión no haya una reinterpretación
de los antiguos significados, el rescate de algunos elementos y de parte de la
memoria y el olvido de otros -y por supuesto, la adecuación de los bienes a
nuevos usos-; es decir, un proceso de patrimonialización. Pero este proceso
sólo en ocasiones, y siempre a posteriori, será sancionado por la Administra-
ción cultural. En numerosas ocasiones la propia lógica de la Administración
opta por ocuparse de “casos más urgentes”. En diversas entrevistas a técnicos
de la Administración, han reconocido que “…Cuando algo “funciona”, ¿para qué
se va a declarar? El día a día lo que te da es ocuparte de los casos más graves, de lo que corre
peligro de desaparecer”.
Por el contrario, muchas de las actuaciones realizadas de oficio por la pro-
pia Administración responden al conocimiento experto de una tipología muy
característica, muy concreta de un lugar o unos elementos que están en pro-
ceso de desaparición. En uno de estos supuestos se integran bienes como las
Chancas de Conil y Barbate, el Corral Marino de Merlín, la Huerta Noble de la
Redondela, los Molinos del Guadalquivir en Córdoba, la Carpintería de Ribera
de Coria del Río, la Fábrica de Harinas la Alianza de Puente Genil, etc. Son
bienes con frecuencia olvidados y en los que la inscripción viene a tener una
acción de salvaguarda frente a las presiones urbanísticas o de otra índole que

409
La patrimonolización como proceso

podrían hacerlos desaparecer.


Sólo algunos de los bienes que son reivindicados por los colectivos de
ciudadanos han sido activados en su dimensión turística. Este es el caso, por
ejemplo, de los bienes mineros de Linares –La Carolina, donde el colecti-
vo Arrayanes viene desarrollando una labor de difusión y conservación que
pretende dinamizar la zona atrayendo visitantes. También hemos podido ob-
servar otros casos en los que se demandan actuaciones de conservación o de
musealización para permitir las visitas y un mejor conocimiento de los bienes,
pero que éstas no se han producido: tal es la situación de la Huerta de Pegala-
jar o de la Fábrica de Vidrios de la Trinidad.
Algunos de los bienes que figuran en nuestro listado y que tienen una clara
dimensión turística responden a una inversión y una apuesta por parte de sus
propietarios/usuarios buscando algún tipo de rentabilidad: en la mayoría de
los casos la adecuación como recurso turístico es anterior a la declaración.
Como ejemplos de esta situación podemos nombrar la Minería en la zona de
Riotinto-Nerva (Huelva), la Fábrica de Harinas de Nuestra Señora del Rosa-
rio, en Fuerte del Rey149 (Jaén); el Molino de Núñez de Prado de Baena (Cór-
doba) o las Bodegas Góngora de Villanueva del Ariscal (Sevilla).
Estos dos últimos casos son representativos de una fórmula en la que la di-
mensión tradicional y patrimonial forma parte de las estrategias de venta e in-
serción en el mercado de la empresa. Bodegas Góngora, por ejemplo, situada
en Villanueva del Ariscal, en el Aljarafe sevillano, tiene diversos convenios con
operadores turísticos, organizadores de congresos, etc. para la visita a las bo-
degas, donde se dan a conocer las formas de elaboración tradicional del vino
y se ofertan para su compra. Además, una parte de esta antigua Hacienda Pata
De Hierro se destina a la celebración de bodas, banquetes y otros eventos. El
inmueble y la empresa vinatera son un patrimonio familiar que ha pasado por
varias generaciones sucesivas, ellos mismos se definen como la séptima gene-
ración a cargo de las bodegas, “con el conocimiento y experiencia adquiridos durante
más de trescientos años”. Para esta empresa familiar, con una buena distribución
de sus productos en el mercado andaluz, el peso de la historia, la continuidad,
configura una imagen de marca deseada y promocionada: “Bodegas Góngora. La

149 Este es un interesante proceso en el que el ayuntamiento de la localidad, propietario del bien, ha
optado por una clara vertiente turística.

410
Capítulo VII

Esencia de la Tradición”150. Además de facilitar la promoción turística del bien, la


catalogación (Monumento, BIC) subraya y avala este aspecto “tradicional”, del
peso de la historia; en este sentido, la declaración ha sido bienvenida y deseada
por los propietarios.
Salvando las distancias, un significado parecido es el que tendría para los
trabajadores del vidrio de la Trinidad organizados en cooperativa la musealiza-
ción y apertura para visitas del antiguo edificio: proyectaría con mucha fuerza
la imagen de la empresa y de sus productos como elementos de la tradición
sevillana. A diferencia de lo ocurrido en Bodegas Góngora, estos trabajadores
no son ya propietarios del inmueble ni dispondrían de capital suficiente para
la reforma, por lo que dependen de otros propietarios y de la Administración
para la adecuación del bien y su musealización.
Finalmente, sólo en tres o cuatro casos de todos los que figuran en el lista-
do la Administración de cultura está llegando a convenios y /o colaboraciones
con otras entidades o sectores de la propia Administración para realizar labo-
res de investigación, difusión, conservación-restauración y posterior museali-
zación o adecuación para las visitas. Se trata casi siempre de bienes incluidos
en un Parque Natural, de forma que el recurso se ofertará entre las actividades
del parque. Las lógicas subyacentes a estos casos se han explicitado largamen-
te respecto al caso de los aljibes molinos y norias de Cabo de Gata Níjar. Este
es un caso también excepcional precisamente por haberse realizado todo el
“ciclo de la tutela” desde la identificación a la musealización, pero debe re-
cordarse que se ha hecho con fondos de la Consejería de Medio Ambiente y
teniendo muy en cuenta los intereses de ésta.
Por el contrario, la tónica de las actuaciones respecto al patrimonio etno-
lógico es la ausencia de inversiones, tanto en los que se refiere a la difusión, la
conservación y la musealización o adecuación para las visitas. El criterio que
impera es que “Cultura no es una Administración inversora”, sino que depende de
otras administraciones sectoriales para hacerlo. Sin embargo, los convenios
con la Iglesia Católica, las actuaciones en materia de patrimonio arqueológico
o las adquisiciones de piezas para museos contradicen esta aseveración. Lo que
resulta evidente es que incluir un bien en un catálogo no implica su adecuación
como recurso turístico. En el contexto de la Consejería de Cultura, esta falta
de inversiones se podría relacionar con ciertas reticencias entre los técnicos y

150 Eslogan promocional de la página web de la empresa: http://www.bodegasgongora.com/.

411
La patrimonolización como proceso

los académicos respecto a la explotación turística de los bienes. Ahora bien,


aunque esta suspicacia existe, está vinculada a una filosofía de servicio público
en el que se entiende que el interés general y de los colectivos usuarios de los
bienes está por encima de su mercantilización. Pero los proyectos integrales
y que respeten la memoria de los colectivos implicados serían y son avalados
por este grupo. Además, la posición de técnicos y académicos vinculados al
patrimonio etnológico es bastante débil en la Consejería de Cultura, como ya
se ha expresado, por lo que sus posicionamientos difícilmente condicionarían
hasta ese punto las prácticas políticas. Considero que la ausencia de inversio-
nes en conservación y difusión del patrimonio etnológico remite de nuevo a
la posición subordinada de estos bienes, que se activan sólo cuando no existe
otro tipo de patrimonio o cuando un proyecto político de mayor entidad así lo
aconseja.
Musealización y puesta en valor no tiene por qué significar una activa-
ción con una dimensión exclusivamente turística, ni siquiera que esté dirigida
prioritariamente hacia los visitantes foráneos. Existen diferentes formulas, no
generalizables sino que deben ser adecuadamente dimensionadas en cada caso
particular, que permiten reactivar los valores de un bien de muy diferentes
modos. El modelo de ecomuseo, por ejemplo, parte de una filosofía de valo-
ración desde la propia comunidad y una inserción de los grupos autóctonos
en la gestión de los bienes y el territorio. Sólo a posteriori se desarrollaría el
turismo como modo de atracción de recursos económicos. Otros sistemas
pueden basarse en publicaciones, conferencias, folletos, exposiciones tempo-
rales, subvenciones, rehabilitaciones… que no estén expresamente orientados
a la visita. También hay modelos que parten de la valorización hacia fuera para
que sea la mirada de los foráneos la que transmita un nuevo valor a “las cosas
viejas” transformándolas en antiguas, como argumenta Boissevain (2003). De
lo que pretendo dejar constancia es de la ausencia de inversiones, de progra-
mación de las mismas o de fórmulas para la inversión de otras administracio-
nes o empresas que permitan reactivar los bienes. Sin esta reactivación no es
posible el uso turístico, aunque fuere un objetivo secundario. La ausencia de
inversiones en los bienes de carácter etnológico y los mecanismos de selección
de los bienes explican la posición secundaria del turismo en los casos seleccio-
nados, aun cuando, paradójicamente, el patrimonio etnológico se ha difundo
en los medios de comunicación de masas precisamente por su uso turístico.
Esta ausencia de inversiones sobre la mayoría de estos bienes puede lle-
var en algunos casos a una situación de bloqueo y de desactivación del bien.

412
Capítulo VII

Ciertos bienes cuyo uso funcional ha desaparecido y a los que no se dota de


una nueva dimensión, pero se obliga –supuestamente- a su conservación, se
pueden ir dejando morir lentamente porque nadie se sienta suficientemente
vinculado u obligado respecto a los mismos. El caso de la Huerta de Pegalajar
sirve como un claro ejemplo de que la falta de nuevos usos y la ausencia de
una activación de los valores, mediante inversiones, conservación, difusión,
musealización… se vuelve en contra de los que se pretendía salvaguardar.
Ante el vacío legal y la carencia de actuaciones, cada vez más vecinos entien-
den que “habrá que hacer algo” y que lo que no tiene sentido “es tener un erial” o
“una huerta que es un muerto”, citando palabras de los propios pegalajeños.

Sin cauces para la participación social


Precisamente esta controversia sobre la falta de adecuación para los usos
turísticos de un bien nos puede llevar al extremo opuesto: la oposición de una
parte de la población de Cabo de Gata –Níjar a las actuaciones de rehabilita-
ción y conservación con una orientación prioritariamente turística. Tal como
se ha expuesto, esta resistencia se cimenta en la percepción, por parte de un
sector local de la población, de que los nuevos significados de los bienes y las
actuaciones que se realizan sobre ellos están vinculados a un proceso perci-
bido como expropiación del territorio y de los derechos de uso y gestión del
mismo. El conflicto entre diversos grupos locales se deja traslucir en la inter-
pretación de los bienes patrimoniales.
No insistiré en este aspecto, sino que me sirve para reflexionar sobre otra
de las carencias del modelo de tutela andaluz: la ausencia de cauces y sistemas
que permitan la participación social en los procesos de catalogación y en las
actuaciones posteriores. Aunque aquí analizaré solo la situación andaluza, no
es exclusiva de esta Comunidad Autónoma sino que responde a la filosofía
general imperante en torno a la protección del patrimonio.
Como expresaba páginas atrás, el origen de la tutela responde a una filo-
sofía ilustrada, que pretende la preservación de ciertos bienes ante diferentes
procesos de destrucción e iconoclastia. El criterio técnico, que asociaba unos
valores intrínsecos y objetivables a los bienes a proteger, ha sido durante mu-
cho tiempo un poder absoluto en la acción patrimonial, a pesar de las eviden-

413
La patrimonolización como proceso

tes inclinaciones políticas que estas actuaciones han tenido151. En los ámbitos
académicos y en las administraciones culturales en general se sigue priori-
zando una visión técnica del patrimonio: se afirma que la definición del bien
cultural, su selección, depende del examen y la pericia del técnico, del experto
que dictamina.
Sin embargo, otras nociones respecto al patrimonio insisten en su dimensión
como representación de la identidad de los colectivos, como referente de la
memoria de éstos, por lo que se insiste en el derecho de los ciudadanos a
participar en la definición y gestión de su patrimonio. Debo reiterar que, tal
como vengo exponiendo, la participación ciudadana no implica dar la voz a
un grupo con criterios unificados y visiones homogéneas, sino que se coaligan
diversos agentes y grupos sociales con diferentes expectativas sobre el bien, lo
que implica una tensión y negociación permanente.
Las visiones más participacionistas del patrimonio comienzan a reivindicarse a
partir de interpretaciones de la noción de Bien Cultural, que sitúa el epicentro
del patrimonio en la sociedad, en el derecho de todos al disfrute de los bienes.
El protagonismo social se va acentuando en documentos como la Carta de
Quito, de 1967, precursora de la I Carta de ICOMOS Australia para la Pre-
servación de Sitios con Valor Cultural (Carta de Burra de 1982). La reflexión
que se propone en este documento es que la significación social no siempre
puede ser interpretada por foráneos puesto que “el valor social nace, se nutre
se reinterpreta o perece en manos de sus creadores, sus herederos históricos”
(1982). La participación social se ha ido convirtiendo en una de las bases teó-
ricas de la tutela. Las convenciones y propuestas teóricas que se desarrollaron
con el auge de la “nueva museología” (Carta de Quebec, 1984) confirmaron
la necesidad de contar con los agentes sociales para cualquier propuesta de
gestión patrimonial152.
La legislación andaluza y las propuestas de la Consejería de Cultura reco-

151 Sobre este tema son interesantes las aportaciones de Iniesta, 1999a; 1999b en torno al desarrollo
de la arqueología en Grecia o Israel y las de Fernández de Paz en torno a la museología antropológica
en Andalucía (2003).
152 Rivière da el protagonismo a las poblaciones en su definición de ecomuseo: “Un ecomuseo es un
instrumento que un poder público y una población local conciben conjuntamente (...) Un espejo donde la población se
contempla para reconocerse, donde busca una explicación del territorio en el que está enraizada y en el que se sucedieron
todos los pueblos que la precedieron, en la continuidad o discontinui¬dad de las generaciones. Un espejo que la población
ofrece a sus huéspedes para hacerse entender mejor, en el respeto de su trabajo, de sus formas de comportamiento y de su
intimidad”.(1993: 191)

414
Capítulo VII

gen hipotéticamente estas premisas sobre la participación social, pero apenas


se han arbitrado medidas para encauzarla y tenerla en consideración.
Por una parte, se reciben cada vez más propuestas, demandas y reivindi-
caciones de los ciudadanos sobre el patrimonio en general, sobre diferentes
bienes que deberían ser tenidos en consideración o sobre formas de gestión
que deberían cambiarse. La legislación sobre el patrimonio de Andalucía con-
sidera que cualquier ciudadano tiene potestad para proponer que un bien sea
incluido en el Catálogo General del Patrimonio Histórico de Andalucía. Y, de
hecho, desde la Dirección General de Bienes Culturales y desde las diferentes
delegaciones provinciales se atienden numerosas peticiones de colectivos y
agrupaciones ciudadanas.
Podría considerarse que la demanda de una asociación o de un movimiento
vecinal es ya en sí misma un indicador de la representatividad de un bien, pero,
tal como se ha evidenciado, muchas de estas reclamaciones pueden tener que
ver con intereses de otro tipo. No obstante, más allá de las lógicas prevencio-
nes que una administración pública debe tener respecto a intereses sectoriales,
entre los técnicos de la Administración cultural, y especialmente en los niveles
de mayor capacidad decisoria, se sigue considerando que los ciudadanos no
tienen un interés altruista por el patrimonio. Así nos lo expresaba un funcio-
nario de la Administración de cultura:
“En los últimos años han surgido una serie de asociaciones, con diferente entidad y con distintos in-
tereses, que aunque tienen una legítima preocupación por el patrimonio, muchas veces no están encau-
zando sus reclamaciones por la vía mas adecuada. Insisten en la protección de este o aquel bien, pero
partiendo de un absoluto desconocimiento de la legislación, de los valores del bien (…) De algún modo
están actuando en contra de lo que proclaman, porque presionan, demanda esto o aquello y obligan a
actuar de urgencia, a invertir tiempo, profesionales, en determinados elementos que quizá no sean los
más relevantes o los de mayor interés. Después algunos de estos grupos defienden el patrimonio cuando
pretenden defender otra cosa, con otros intereses, como por ejemplo cuando alguien quiere defender su
vivienda y dice: los declaran patrimonio y así… y van a por la mayor. Lo que pasa es que hay que
tener cierta coherencia, porque lo que no puede ser es que pretendan que sea patrimonio hasta que son
propietarios y entonces ya no les interesa… (…) Yo echo de menos entre estos grupos una mayor pro-
fesionalización, una profesionalización que serviría para dar entidad a lo que quieren proteger, para
que la Administración les hiciera más caso” (Sergio, técnico de la Consejería de Cultura, septiembre
2006)
La forma en que se concluye la argumentación viene a subrayar precisa-
mente la preeminencia del criterio técnico por encima de cualquier interpre-
tación ciudadana. Será siempre la mediación del experto la que confirme o
testimonie los verdaderos valores de un elemento.

415
La patrimonolización como proceso

Más allá de que efectivamente, el proceso de inscripción de un bien pase


por los criterios del saber oficialmente legitimado, lo más llamativo es que
todo el proceso de actuación posterior sobre el bien seguirá haciéndose sobre
la base de los criterios profesionales y/o políticos sin apenas tener en consi-
deración a los colectivos que son depositarios de esa memoria. No existen
cauces ni protocolos que permitan hacer oír las voces de los ciudadanos en
esta cuestión. Sólo la organización de reivindicaciones, de movimientos or-
ganizados y de protestas consiguen llamar la atención de una Consejería que
sigue rigiéndose por criterios ilustrados en la tutela patrimonial.
Ejemplos de estos desencuentros se han descrito en el caso de los aljibes,
norias y molinos de Parque Natural Cabo de Gata –Níjar o de la Huerta de
Pegalajar. La falta de procesos de participación social, de diálogo en la cons-
trucción de los significados del bien, de consideración de la percepción de los
diferentes grupos de propietarios respecto a los usos que son legítimos y los
que no, aleja cualquier posibilidad de apropiación de estos colectivos.
Unas apropiaciones que no son homogéneas y en las que distintos colecti-
vos sociales van a gestionar a menudo diferentes modos de interpretación no
sólo de los bienes sobre los que directamente se debate, sino a veces también
otras explicaciones sobre el territorio y las sociedad misma. Una diversidad
y extrapolación que se ha observado en los diferentes casos analizados. Pre-
cisamente la ausencia más notable en las administraciones proteccionistas es
la falta de cauces y protocolos que permitan dar entrada a la diversidad de
colectivos que se sienten implicados de un modo u otro respecto de esos
bienes. Los sistemas de catalogación, difusión, musealización, etc. raramente
permiten o son propicias para una interpretación negociada de los elementos
que están siendo interpretados.
Así pues, la Administración cultural trabaja con un doble rasero y una pola-
ridad de la que no sabe o no quiere escapar. Nominalmente se asevera que sin
integrar a los ciudadanos cualquier sistema de tutela es inútil, pero al mismo
tiempo se afirma que sólo el dictamen técnico puede determinar los usos y
significados de los bienes. Sin embargo, en medio de estos dos extremos se
oculta la hipocresía de las decisiones de corte político-institucional o políti-
co-partidista que utilizan selectivamente los criterios científicos y pretenden
además ignorar que los acercamientos técnico- científicos no son nunca total-
mente neutros.
No pretendo con esta crítica hacer una propuesta de corte populista en la

416
Capítulo VII

que la solución fuera dejarse guiar “por lo que diga la opinión pública” o “los
vecinos de tal lugar”. Como hemos visto a lo largo de esta exposición, estos
posicionamientos no son homogéneos, ni están exentos de diversos intere-
ses particulares o que perjudicarían a otros sectores. Pero esta consideración
no invalida que se deban tener en cuenta a los diversos agentes sociales que
han construido y conservado en uso durante un tiempo los distintos bienes
que hoy se consideran como patrimonio o a los que van a usarlos de hoy en
adelante. Que se busquen las fórmulas para identificar los distintos grupos y
agentes vinculados con esos elementos, para entender sus posicionamientos
y motivaciones y para restituir esos bienes a sus depositarios, permitiendo la
continuidad de su valor de uso identitario. Omitir estos procesos lleva, cada
vez más, a vías muertas: bien un patrimonio sobre el que pesan prohibiciones
pero sobre el que no se actúa y por tanto se deja ir; bien procesos de extraña-
miento y oposición por parte de las mayorías locales; bien su interpretación y
gestión exclusivamente en función de su uso turístico.

“De la experiencia se aprende”, o una evolución con claroscuros


A lo largo de estos años de gestión autonómica de los bienes patrimoniales
andaluces es cierto que se ha avanzado, que se han hecho proyectos innova-
dores, que se han inscrito en el Catálogo bienes con premisas renovadoras,
pero el avance ha sido muy titubeante y poco decidido. Con algunos logros
y muchos retrocesos, con actuaciones que no generan nuevas prácticas con-
solidadas, sino que a menudo reafirman posiciones conservadoras. Una vez
descrita la situación es fácil comprender que, a pesar de lo que nominalmen-
te se afirme en textos legales y documentos programáticos, la protección y
gestión del patrimonio en Andalucía se sigue rigiendo por los criterios más
clásicos. Singularidad, antigüedad, materialidad, estética... continúan siendo
las premisas de la gestión cultural. Unos posicionamientos que se pretenden
aplicar –de hecho se aplican a pesar de que se asevere lo contrario- a nuevos
criterios y propuestas patrimoniales como son las visiones territoriales o el
patrimonio etnológico. Todo ello sin modificar las formas de actuación, es
decir, sin integrar realmente a especialistas en estos cometidos, sin dedicar
partidas presupuestarias a la investigación de base, sin desarrollar inventarios,
sin buscar formas para arbitrar la participación social, sin indagar en solucio-
nes y formulas jurídicas novedosas –principalmente reglamentos de desarrollo
y protocolos de actuación-.

417
La patrimonolización como proceso

Si bien los casos elegidos en este trabajo comparten, además de otras ca-
racterísticas, el hecho de suponer una innovación, una apuesta por incorpo-
rar nuevas formas de mirar el patrimonio cultural andaluz, en estos últimos
años pocas son las novedades en torno al patrimonio etnológico protegido en
Andalucía. Lo más destacable son algunos de los casos incoados o inscritos
recientemente como Sitios Históricos –como la Cuenca Minera, la Alpujarra
Media Granadina y la Tahá, el Santuario y aldea del Rocío-. El listado de las
actividades etnográficas apenas se ha ampliado: sólo hay dos y de la misma
tipología. Se continúan incoando e inscribiendo bienes “clásicos” en lo que
al patrimonio etnológico se refiere: molinos, lagares, hornos de cal...; bienes,
por supuesto, con un valor indiscutible desde el punto de vista disciplinar pero
que se mantienen en una visión un tanto folklorista que asocia lo etnológico
con los restos de la cultura pre-industrial en desaparición, sumando algunos
testimonios de la primera industrialización. A mi juicio, estos tres elementos
resumen el tratamiento formal que se está dando al patrimonio etnológico:
inscripciones de Sitios históricos, ausencia de actividades y predominio de ti-
pologías clásicas. Lo sintetizaría en una posición de progresiva subordinación
en el panorama institucional. Y hago esta afirmación porque entiendo que las
figuras más directamente vinculadas a la disciplina, como las de Lugar de In-
terés Etnológico o Actividad Etnográfica están siendo claramente relegadas.
“De la experiencia se aprende”, y experiencias como las del Corral de la
Encarnación o la de la Huerta de Pegalajar, son visiblemente costosas a nivel
político para la Administración cultural153. La inscripción como Lugar de In-
terés Etnológico de Pegalajar sirvió como lugar de experimentación y, a partir
de entonces, los bienes con una definición territorial clara y que no afectan a
núcleos urbanos, se catalogan como Sitio Histórico. Una figura que se ha teni-
do que redefinir notablemente a pesar de que era más cercana a los contenidos
que se están protegiendo la de Lugar de Interés Etnológico, especialmente en
los casos que he mencionado. Respecto a los “Sitios Históricos”, la posición
de la disciplina antropológica de tener un papel protagonista en los “Lugares
de Interés Etnológico”, pasa a ser una más entre otras. Una más con unas
atribuciones, a diferencia de las otras, un tanto indeterminadas, con las conse-
cuencias que ello sin duda tiene.

153 De las complejidades y enfrentamientos que ha supuesto y supone la inscripción de la Huerta de


Pegalajar he dejado constancia en este capitulo y en el capítulo 3. En el caso del Corral de la Encarnación
basta con recordar que no se ha realizado ninguna otra inscripción en Triana.

418
Capítulo VII

Esta invisibilización de los antropólogos en los modelos o actuaciones más


novedosos es consecuencia de diversos factores ya mencionados –como el
poco peso de la disciplina, el carácter conservador de las actuaciones, y la
asociación de lo etnográfico con lo preindustrial o lo folklórico, etc.- pero a la
vez este tipo de decisiones, junto a las planificaciones respecto a los bienes que
deben seleccionarse, se incorporan a los motivos por los que el apellido etno-
gráfico se sigue asociando a un patrimonio menor, folklórico y periférico.
Estas consideraciones podrían hacer pensar en la preocupación de la que
escribe por su profesión. Pero más allá del interés –considero que legítimo-
que pueda tener por la posición de la antropología en la tutela del patrimonio
andaluz, me gustaría dejar claras algunas de las implicaciones que tienen estas
decisiones y esta política de gestión. Si la selección patrimonial es, como he
sostenido desde el principio, un lugar privilegiado para la visibilización de co-
lectivos, mantener una gestión orientada a financiar y difundir el patrimonio
más clásico y elitista implica continuar sustentando la posición de poder de
estos grupos –algo difícil de cambiar por completo- pero también renunciar
a dar un espacio digno a otros colectivos. Se mantiene el papel subordinado
del patrimonio etnológico con respecto a otros patrimonios, sustentando la
polaridad patrimonio menor/ gran patrimonio o patrimonio de las elites. Se
asocia el interés etnográfico a lo popular, en sus diversas acepciones154, como
si pudiera entenderse la cultura de una sociedad compleja disgregando estos
grupos sociales. Con ello se ratifica una jerarquización social visibilizada y
traducida a diferentes “tipologías” patrimoniales. En relación con todo ello,
entiendo que se está desarrollando una política de protección del patrimonio
que no refleja la diversidad ni la riqueza cultural del pueblo andaluz, invisibi-
lizando a una parte importante de los colectivos que han construido y cons-
truyen esta tierra155.
Por otra parte, las omisiones de la Consejería de Cultura respecto al patri-

154 En relación con los distintos sentidos asociados a la noción de popular puede verse Díaz Viana,
1999; Velasco Maillo, 1999; y especialmente en un recorrido por los diversos usos académicos del con-
cepto Zubieta 2000. Una pequeña consideración sobre su aplicación a la noción de patrimonio inmate-
rial en Quintero 2003.
155 Téngase en cuenta, por ejemplo, que la propia UNESCO está patrocinando el programa de puesta
en valor del patrimonio oral e inmaterial de la humanidad como uno de los instrumentos claves para
proteger y desarrollar la diversidad cultural. Se entiende que la visibilización de las producciones de
otros pueblos y su valoración implica un proceso de empoderamiento de pueblos y etnias que estaban
fuera de la consideración de los occidentales. Sobre este aspecto puede verse Quintero 2005

419
La patrimonolización como proceso

monio etnológico dejan en manos de otras políticas y otros intereses la gestión


y difusión de estos bienes. De hecho, entiendo que la consolidación de una
visión folklorizada del patrimonio etnológico en los últimos años no tiene
tanto que ver con lo realizado –o al menos no sólo con eso- por la Consejería
de Cultura como con la ausencia de ésta en el asesoramiento y control de las
actuaciones de otras administraciones sectoriales y locales. Los inventarios de
patrimonio rural orientados al desarrollo turístico y el crecimiento económico,
avalados por diversos programas de financiación europeos, el crecimiento de
museos locales desarrollados por amateurs que apilan diversos elementos vin-
culados con la nostalgia de los visitantes, la valoración de las fiestas andaluzas
en función de su “interés turístico” y tantas otras actuaciones nos remiten a
una política de “dejar hacer” que de hecho prioriza el valor de mercado en
relación con este tipo de bienes.

CONSIDERACIONES FINAES
La aproximación al patrimonio como construcción social, permite el desarrollo
de dos nociones que entiendo que han sido muy fecundas en la investigación.
Por una parte, la idea de la patrimonialización como proceso, como una serie de
acciones y resignificaciones encadenadas y, por otra parte, la comprensión de
los bienes patrimoniales como espacios de confluencia y de conflicto social. Entiendo
que ambas nociones están profundamente entretejidas.
El conjunto de los bienes patrimoniales de un colectivo no es algo estático,
sino que se transforma, añadiendo y sustrayendo elementos y redefiniendo sus
valores. La evolución conceptual del patrimonio confirma este planteamiento:
la tendencia ha sido y sigue siendo ampliar cualitativa y cuantitativamente los
bienes susceptibles de ser patrimonializados. Me he preocupado en este tra-
bajo de analizar de qué modo un elemento o actividad pasa a ser considerado
patrimonio, y por quiénes. El análisis de casos particulares permite la observa-
ción de este fenómeno social y la comprensión del mismo como un proceso,
como un hecho que se va configurando poco a poco, a través de la adición
progresiva de significados, estableciendo nuevos usos y resemantizando los
objetos o las actividades, de forma que pasan a ser “bienes culturales” para un
colectivo o colectivos específicos. Es importante, no obstante, entender que
esta categorización no cierra el ciclo, sino que estos elementos, en la medida
en que son utilizados o rechazados por unos u otros colectivos, continúan
resignificándose. Esta aseveración se vincula con dos aspectos que han sido

420
Capítulo VII

fundamentales en mi análisis. En primer lugar, la confluencia de diversos agentes y


colectivos que van usando y significando los bienes a lo largo del tiempo con-
forme a sus intereses y expectativas. En segundo lugar, las contradicciones y
problemas derivados del tratamiento estático y conservacionista de los bienes
por parte de la Administración cultural.
En los molinos y aljibes de Cabo de Gata-Níjar, en la Huerta de Pegalajar,
en la Fábrica de Vidrios de la Trinidad y en el Corral de la Encarnación, se ha
ido describiendo la potencialidad de los bienes patrimoniales para mostrar un
modelo de sociedad en el presente y cómo los significados atribuidos entron-
can con diversos intereses y colectivos sociales que disputan o se alían en tor-
no a ellos. La dimensión política en el contexto patrimonial se manifiesta, entre
otros aspectos, en la lucha por el control de los bienes en tanto que símbolos,
por sus contenidos semánticos concretos y por las legitimidades de gestión y
uso -de los mismos bienes o de otros ámbitos sociales- que esos significados
atribuyen a unos y otros.
La patrimonialización implica, a diferencia de otros procesos sociales de
resemantización o reivindicación de un símbolo, que en un momento determi-
nado se produzca una acción o conjunto de acciones conscientes por parte de
ciertos agentes para transformar los usos y las significaciones de un elemento.
Estas acciones pueden ser variadas, desde la musealización, la difusión a partir
de textos, folletos, charlas u otros medios, la reivindicación por parte de un
colectivo para que se reconozcan sus valores, la inclusión en un inventario,
hasta el reconocimiento formal por parte de una Administración. Todos es-
tos procedimientos conllevan la explicitación de unos valores que, se supone,
tiene el bien y que se formulan desde la perspectiva del agente o agentes que
los desarrollan. El orden de estas acciones, cuando era el Estado el principal
activador patrimonial, se presuponía que iba desde el reconocimiento experto
a la inclusión en catálogos para su posterior restitución a través de la difusión
y/o musealización; sin embargo, la presencia cada vez más evidente de nuevos
protagonistas en la escena patrimonial permite constatar que la secuencia se
invierte con relativa asiduidad.
Ello nos lleva a otra de las premisas que guiaban este trabajo, que es el
modo en que se ha pasado de una situación en que era el Estado el principal
agente de la patrimonialización a la multiplicidad de agentes. Un cambio que
nos sitúa en el actual escenario de globalización y localización donde las im-
posiciones del mercado y la activación de las identidades actúan como fuerzas

421
La patrimonolización como proceso

en constante tensión. En el ámbito andaluz se ha observado un progresivo


deterioro de muchos de los referentes de la memoria de los colectivos, muchas
veces vinculados a un pasado relativamente cercano; es lo que he denomina-
do una “nueva iconoclastia”. Destrucción de bienes impulsada por procesos
de especulación del suelo, de transformación agrícola y, en general, lo que se
suele llamar “adecuación” de la estructura productiva a las demandas del mer-
cado mundial. La percepción de los cambios, la conciencia de la pérdida que
hace volverse a diferentes colectivos hacia el pasado y aglutinarse en torno a
este tipo de referentes, se da en conjunción con la expansión del turismo. Una
industria que crece, buscando nuevos elementos y productos y que se adapta
a cualquier situación. Los intereses del turismo y la búsqueda de raíces y refe-
rentes identitarios implican a nuevos agentes y más intereses en el escenario
patrimonial. Esta aseveración ha podido constatarse a través de los cuatro
casos analizados en profundidad y de su contextualización en el conjunto de
las políticas de la Administración cultural andaluza.
En primer lugar, las demandas de la industria turística y las expectativas
económicas que generan se pueden rastrear en las decisiones, valoraciones
y usos planificados para los bienes que se han analizado, y ello es así a pesar
de que en sólo uno de ellos se está interviniendo para adecuarlo como “pro-
ducto” turístico. De hecho, uno de los (nuevos) agentes que está incidiendo
de modo decisivo en la patrimonialización de los 145 elementos inscritos del
Parque Natural Cabo de Gata-Níjar, no es otro que el conjunto de empresa-
rios y asociaciones de empresarios turísticos del parque, junto a los nuevos
residentes o turistas que lo visitan. Uno de los resultados de esta investiga-
ción ha sido constatar que esa expectativa de uso turístico potencial incide de
forma evidente en las decisiones y posicionamientos de otros agentes, ya sea
la propia Administración cultural, otras administraciones sectoriales -como
Medio Ambiente- o los colectivos que reivindican la valorización de ciertos
elementos. Las demandas generales de la industria turística afectan al modo
que la Administración cultural ha abordado la protección de bienes como el
Corral de la Encarnación o la Fábrica de Vidrios de la Trinidad. En un caso
respondiendo a una imagen consolidada de Sevilla como destino turístico, en
el otro, atendiendo a precedentes de productos turísticos que están teniendo
un nuevo éxito en otros lugares y que potencialmente podría llegar a ofertar la
ciudad. Esta tendencia aparece, además, implícita en las nuevas estrategias de
gestión del territorio y el paisaje como patrimonio.
En segundo lugar, pero no por ello menos importante, se ha evidenciado a

422
Capítulo VII

lo largo de esta investigación el crecimiento y la potencia ascendente que tie-


nen las asociaciones y movimientos sociales vinculados a las reivindicaciones
patrimoniales. Se ha podido comprobar cómo aumenta la participación pú-
blica en la definición y defensa del patrimonio andaluz. De hecho, en tres de
los cuatro casos tratados, el asociacionismo y las reivindicaciones ciudadanas
están jugando un papel importante en los procesos de patrimonialización. En
relación a esta temática destacaría diversos aspectos. Primero, que en las rei-
vindicaciones hay una reacción a una problemática concreta que actúa como
desencadenante de la acción social, y también una construcción identitaria que
cualifica y da fuerza a estas movilizaciones. Un proceso que puede pretender
cierto uso instrumental de los sistemas jurídicos vigentes -como la inscripción
en el Catálogo para evitar la ruina y el desahucio (Corral de la Encarnación) o
para defender un acuífero de la sobreexplotación (Huerta de Pegalajar)-, pero
que en su mismo transcurrir y en la relación con otros agentes implicados va
añadiendo significados, de forma que estos colectivos progresivamente inte-
riorizan nuevos valores y discursos. Segundo, que estas movilizaciones sociales
y su entorno, dadas sus pretensiones de cambio social, son escenarios donde
se pueden observar de forma muy clara las relaciones y confrontaciones entre
distintos agentes sociales. Son también espacios donde observar procesos de
reflexividad social, en los que la relación entre grupos con diferentes forma-
ciones e intereses generan interinfluencias mutuas y transformaciones paula-
tinas. Tercero, que en los casos observados hay una tendencia que apunta a
una cierta consolidación de esta red, a través de sistemas de apoyo mutuo y la
constitución de plataformas puntuales, sin que ello quiera decir que no pue-
dan desarrollarse en otros ámbitos, que no son objeto de esta investigación,
tensiones y competitividades.
En todos estos casos se observa cómo los procesos de patrimonialización
implican un continuo añadido de significados y connotaciones a los bienes,
unos significados que no suelen ser producidos unilateralmente –a pesar de
que las mediaciones expertas tengan un peso importante- sino que son cons-
truidos al mismo tiempo por diferentes agentes, tanto los que pretenden su
exaltación como los que la rechazan, tanto los que intentan que tenga un
sentido como los que acaban imponiendo otros. La densificación simbólica
que se produce en torno a estos bienes no suele ser, por tanto, unívoca. Esta
confluencia de sentidos, los conflictos y negociaciones en torno a su control o
encauzamiento son los que se han pretendido analizar con rigor a lo largo del
trabajo.

423
La patrimonolización como proceso

La idea de que los ciudadanos son normalmente indiferentes o pasivos


respecto a la acción patrimonializadora del Estado, o de la Administración
competente, o de las valoraciones atribuidas a los bienes desde los expertos o
científicos, queda totalmente descartada en este trabajo. Esta es una premisa
que sustenta la noción ilustrada y pedagógica del patrimonio, según la cual
se debe enseñar a los otros a percibir la belleza y/o las cualidades de ciertos
objetos o elementos. La noción de restitución o de pretender la reapropiación
del patrimonio no debería basarse en esta idea, sino por el contrario entender
que los actores sociales reaccionan ante determinados elementos aplicando
criterios de eficacia e interés y en términos de su propio “sentido común”.
Según lo que he ido describiendo y analizando en diferentes casos, los propie-
tarios, los usuarios, los vecinos que han usado o usan determinados bienes no
son indiferentes a los procesos de patrimonialización. Por el contrario, pueden
promoverlos, pueden apoyarlos, pueden rechazarlos o pueden pretender con-
trolar o influir en los modos en que se van cambiando los significados y los
usos. Esta pauta de actuación es perfectamente visible en el caso de los bienes
analizados en este trabajo precisamente porque determinados usos bien con-
tinúan vigentes, bien están en la memoria viva –fueron usados, habitados o
fabricados por sus padres, abuelos, parientes, vecinos…-.
En definitiva, creo haber demostrado la fecundidad del análisis de los pro-
cesos de patrimonialización prestando atención especial a los diversos agentes
y colectivos que confluyen en la resignificación de los bienes. Entiendo que
para lograr una auténtica valoración de los bienes culturales es necesario cono-
cer los significados que se les atribuyen por parte de distintos colectivos y las
implicaciones que esos sentidos tienen en diversas legitimaciones y aspiracio-
nes de los grupos y los individuos. Sólo desde este conocimiento se podrían
poner en marcha mecanismos efectivos para la reintegración y reapropiación
de los bienes culturales en general y para dignificar y considerar en su verda-
dero valor el patrimonio etnológico. Un patrimonio que incluye a todos los
grupos y clases sociales y que, por lo mismo, permitiría integrar, en el espacio
de visibilización que constituye el patrimonio cultural, a diversos colectivos
sociales, reconociendo las aportaciones y sensibilidades de los grupos no do-
minantes de la sociedad y avanzando, a mi juicio, hacia una Andalucía más
igualitaria.

Sevilla, Mayo 2008

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ANEXO I. BIENES CON VALOR ETNOLÓGICO RELEVANTE INCLUIDOS EN

472
EL CATALOGO GENERAL DEL PATRIMONIO
HISTORICO DE ANDALUCIA EN ENERO DE 2007

Inmuebles con expedientes incoados


o resueltos en enero de 2004

Bienes declarados BIC Monumento


- Convento de Caños Santos (Olvera, Cádiz)
- Ermita Nuestro Padre Jesús de las Penas (Encinas Reales, Jaén)
- Hacienda y Torre de Doña María y Hacienda Ibarburu (Dos Hermanas, Sevilla)
- Ermita de la Virgen de Setefilla (Lora del Río, Sevilla)
- Bodegas Góngora (VVA. Ariscal, Sevilla)

Inscritos específicos como Monumentos


- Casa Palacio del Pumarejo (Sevilla)

Específicos como Lugar de Interés Etnológico


- Corral de la Encarnación (Sevilla)
- Fábrica de Vidrio de la Trinidad (Sevilla)
- Huerta de Pegalajar (Sevilla)
- Dique de Carenas. Factoria Matagorda y Torre de Matagorda (Puerto Real, Cádiz)
- Casa Molino del Marqués de Rivas (Granada)
- Chanca (Conil de la Frontera, Cádiz)
- Huerta Noble de la Redondela (Isla Cristina, Huelva)
- Corral de San José (Sevilla)
- Fábrica de Harinas Nuestra Señora del Rosario (Fuerte del Rey, Jaén)
- Castillo y Almadraba de Zahara de los Atunes (Barbate, Cádiz).

Genéricos
- Corral de Merlín (Sanlúcar de Barrameda, Cádiz)
- Molino del Duque (Aguilar de la Frontera, Córdoba)
- Molino del Rey (San Sebastián de los Ballesteros, Córdoba)
- Fábrica de Harinas La Alianza (Puente Genil, Córdoba).

Genéricos colectivos
- Aljibes, norias y molinos del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar
(145 elementos, Almería)
- Infraestructura Hidráulica de la Comarca de Los Vélez (65 elementos, Almería)
- Edificaciones mineras de los siglos XIX y XX en Almería
- Edificaciones mineras de la comarca de Linares- Bailén (Jaén).

473
Nuevas incoaciones, inscripciones y/o
declaraciones hasta enero de 2007

Sitios Históricos BIC


- Zona Minera de Riotinto-Nerva (Huelva)
- Santuario y aldea del Rocio (Huelva)
- Lugares vinculados a Juan Ramón Jiménez en Moguer (Huelva)
- Alpujarra media granadina y la Tahá (Granada)

Monumentos BIC
- Santuario Nuestra Sra. de la Fuensanta en Cordoba
- Antiguo Mesón de San Rafael en Málaga
- Hacienda-Cortijo Jesús del Valle, Granada

Genérica Colectiva
- Cortijos de Almeria (72 elementos)

Actividad Genérica
- Carpintería de Ribera de las Playas de Pedregalejo en Málaga

474

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