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Selección sexual en rostros y voces humanas

ArtículoenThe Journal of Sex Research · Marzo 2012

DOI: 10.1080/00224499.2012.658924 · Fuente: PubMed

CITAS LEE
155 1,428

3 autores:

david a pone ben jones

Universidad del Estado de Pensilvania Universidad de Strathclyde

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Lisa M De Bruine
Universidad de Glasgow

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 REVISTA DE INVESTIGACIÓN SEXUAL,49(2–3), 227–243, 2012
Copyright # Sociedad para el estudio científico de la sexualidad
ISSN: 0022-4499 print=1559-8519 en línea
DOI: 10.1080/00224499.2012.658924

Selección sexual en rostros y voces humanas

David A. Pone
Departamento de Antropología, Universidad Estatal de Pensilvania

Benedict C. Jones y Lisa M. DeBruine

Escuela de Psicología, Universidad de Aberdeen

Los humanos son primates con gran dimorfismo sexual, y algunas de las diferencias sexuales humanas más notorias
ocurren en la cara y la voz. En consecuencia, este artículo utiliza hallazgos de investigación sobre rostros y voces
humanos para ilustrar cómo las diferencias sexuales humanas pueden haber surgido por selección sexual (es decir,
Descargado por [Pennsylvania State University], [David Puts] a las 08:58 el 1 de marzo de 2012

el tipo de selección natural que favorece los rasgos que aumentan las oportunidades de apareamiento). Se revisa la
evidencia que sugiere que la selección sexual moldeó los rostros y las voces de las mujeres. Sin embargo, la
selección sexual probablemente operó con más fuerza en los hombres que en la evolución humana. Por lo tanto,
esta investigación se centra en dos tipos de selección sexual que operan en los hombres: la elección de pareja
femenina, que favorece los rasgos que atraen a las hembras, y los concursos masculinos, que favorecen los rasgos
para excluir a los competidores de las parejas por la fuerza o la amenaza de la fuerza. Este artículo demuestra cómo
las caras y voces masculinas anuncian información crítica sobre el valor de pareja de los hombres y el potencial de
amenaza, y revisa la evidencia de que las preferencias de las mujeres y la deferencia de los hombres hacia las caras y
voces masculinas reflejan este contenido de información. Se discuten los datos que sugieren que la masculinidad
facial y vocal influye en las oportunidades de apareamiento y reproducción de los hombres, y el artículo concluye
destacando las direcciones para futuras investigaciones.

En algunas especies animales, los dos sexos difieren tanto en
apariencia que podrían confundirse con especies separadas. Tal fue
el caso cuando Carl Linnaeus, el padre de la taxonomía moderna,
clasificó erróneamente a los ánades reales machos y hembras como
Anas boschasyAnas platyrhynchos,respectivamente (Andersson,
1994). Aunque los hombres y las mujeres pueden no ser tan
divergentes en apariencia como los ánades reales macho y hembra,
no están muy lejos. Según una evaluación subjetiva, los humanos
son el octavo primate con mayor dimorfismo sexual visual
(empatado con los gorilas y los sakis de cara blanca), lo que ubica a
los humanos en el percentil 90 de dimorfismo sexual visual (Dixson,
Dixson y Anderson, 2005). La diferencia visual entre hombres y
mujeres se debe en parte a la mayor altura y peso de los hombres,
pero en gran parte se atribuye a las diferencias sexuales en la
distribución de la grasa corporal y los músculos (Lassek y Gaulin,
2009), junto con diferencias sexuales notorias en el vello corporal y,
especialmente, en la cara. cabello. Los hombres y las mujeres no
solo difieren en la distribución de sus tejidos blandos, sino que
también difieren en la estructura esquelética (p. ej., Enlow y Hans,
1996). Además de la pelvis, probablemente la más obvia de las
muchas diferencias sexuales esqueléticas humanas ocurre en la
cara. Los hombres tienden a tener las cejas más prominentes.
La correspondencia debe dirigirse a David A. Puts, Department of
Anthropology, Pennsylvania State University, 409 Carpenter Bldg.,
University Park, PA 16802. Correo electrónico: dap27@psu.edu
y una parte inferior de la cara más larga, que incluye una mandíbula más grande y
angular y un mentón más cuadrado.
Los hombres y las mujeres también tienen características
vocales marcadamente diferentes. El tono de voz, medido por la
frecuencia fundamental media del habla, es aproximadamente el
doble de alto en mujeres que en hombres, una diferencia de sexo
de aproximadamente 5Dakota del Surs (Baken, 1987; Puts, Apicella,
& Cardenas, 2012). Tal vez menos obvio, los hombres hablan con
una voz más monótona, es decir, la desviación estándar en la
frecuencia fundamental a lo largo de un enunciado es menor en los
hombres que en las mujeres (Henton, 1995; Puts, Apicella y
Cardenas, 2012). Las frecuencias formantes (frecuencias de alta
energía) de las voces de los hombres también son más bajas y están
más juntas, lo que produce un timbre vocal más profundo y pleno
en los hombres que en las mujeres (Fitch, 1997).
Para aquellos interesados en comprender la dinámica
social de la sexualidad humana, tales dimorfismos sexuales
anatómicos y acústicos son particularmente relevantes. Como
veremos, estos rasgos afectan el atractivo y las percepciones de
dominancia, y predicen las preferencias de pareja y los
comportamientos relacionados con la competencia por parejas.
Por lo tanto, aclarar por qué los hombres y las mujeres se ven y
suenan diferentes aclarará cómo la apariencia media en las
relaciones interpersonales, en general, y en las relaciones
románticas, en particular. En esta revisión, nos enfocamos en
las diferencias sexuales en rostros y voces. Consideramos estos
aspectos del fenotipo porque son muy llamativos, muy
 PUTS, JONES Y DEBRUINE
sexualmente dimórficos, y contienen abundante información
sobre el individuo. Además, se ha realizado una mayor cantidad
de investigación pertinente sobre rostros y voces que sobre
cualquier otro aspecto conspicuo del fenotipo humano, y estas
literaturas son muy parecidas entre sí.
Causas próximas de la cara humana y
Diferencias de sexo vocal
En los niveles próximo y de desarrollo, las diferencias sexuales en rostros y voces
son en gran medida consecuencia de la exposición a los esteroides sexuales
gonadales. Por ejemplo, el desarrollo craneofacial peripuberal produce diferencias
sexuales pronunciadas en el tamaño y la forma de la mandíbula (Srael, 1969), y estos
cambios parecen depender, en parte, de la producción elevada de testosterona en
Descargado por [Pennsylvania State University], [David Puts] a las 08:58 el 1 de marzo de 2012
los hombres (Verdonck, Gaethofs, Carels, & de Zegher, 1999). Las diferencias
sexuales faciales no son simplemente una consecuencia de las diferencias sexuales
en el tamaño general, ya que muchos dimorfismos sexuales faciales persisten
después de controlar la alometría (Bastir, Godoy y Rosas, 2011; Bastir, Rosas y
O'Higgins, 2006; Bulygina, Mitteroecker, & Aiello, 2006; Rosas & Bastir, 2002).
Algunas diferencias sexuales en los tejidos blandos de la cara pueden ser producidas
y mantenidas por los esteroides sexuales circulantes en adultos. Los niveles de
testosterona de los hombres predijeron calificaciones subjetivas de masculinidad de
sus rostros (Penton-Voak & Chen, 2004), y los niveles de estrógeno de las mujeres
predijeron calificaciones subjetivas de feminidad de sus rostros (Law Smith et al.,
2006). Sin embargo, el vínculo entre los niveles de testosterona circulante y la
masculinidad facial de los hombres puede ser complejo (p. ej., Pound, Penton-Voak y
Surridge, 2009). La testosterona y su metabolito dihidrotestosterona también son
responsables del crecimiento del vello facial (Farthing, Mattei, Edwards y Dawson,
1982). y Surridge, 2009). La testosterona y su metabolito dihidrotestosterona
también son responsables del crecimiento del vello facial (Farthing, Mattei, Edwards
y Dawson, 1982). y Surridge, 2009). La testosterona y su metabolito
dihidrotestosterona también son responsables del crecimiento del vello facial
(Farthing, Mattei, Edwards y Dawson, 1982).
De manera similar, en la pubertad, los niveles elevados de
testosterona (Tossi, Postan y Bianculli, 1976), que actúan a través de
los receptores de andrógenos en las cuerdas vocales (Newman,
Butler, Hammond y Gray, 2000), hacen que las cuerdas vocales
crezcan más largas y gruesas. machos que en hembras (Harries,
Hawkins, Hacking, & Hughes, 1998). Las cuerdas vocales más
grandes de los hombres (a veces llamadas "cuerdas vocales") vibran
aproximadamente a la mitad de la frecuencia de las mujeres
durante la fonación. Además, los andrógenos circulantes parecen
mantener la morfología de las cuerdas vocales masculinas en
adultos; la frecuencia fundamental vocal se correlaciona
negativamente con los niveles de andrógenos en los hombres
(Dabbs y Mallinger, 1999; Evans, Neave, Wakelin y Hamilton, 2008;
Puts, Apicella y Cardenas, 2012) y disminuye con el tratamiento con
andrógenos (Need, Durbridge y Nordin, 1993). Además, las laringes
de los machos descienden en la pubertad (Fitch & Giedd, 1999),
produciendo un tracto vocal más largo y frecuencias formantes más
bajas y más próximas entre sí (Fant, 1960). Estas diferencias
sexuales anatómicas y acústicas no son simplemente subproductos
de la diferencia sexual en el tamaño del cuerpo. El tracto vocal y las
cuerdas vocales de los hombres son un 15 % y un 60 % más largos
que los de las mujeres, respectivamente.
228
(Fant, 1960; Titze, 2000), varias veces la diferencia de estatura
entre sexos del 7% al 8% (Gaulin y Boster, 1985). Además,
persisten diferencias sexuales muy grandes en el tono y el
timbre de la voz después de que se eliminan estadísticamente
los efectos de la estatura (Puts, Apicella y Cárdenas, 2012).
Aunque las causas próximas de la diferencia sexual en la
monotonicidad de la voz no están claras, la aparente ubicuidad
transcultural de esta diferencia sexual (Henton, 1995) sugiere
que las hormonas sexuales pueden estar involucradas en la
producción de diferencias sexuales neuropsicológicas
subyacentes (Puts, Apicella, & Cardenas, 2012). También es
posible que los procesos de socialización de género contribuyan
a (o reduzcan) la magnitud de las diferencias sexuales faciales y
vocales (Fausto-Sterling, 2005).
Las causas últimas de la cara humana y
Diferencias de sexo vocal
De interés central en esta revisión son las causas últimas
de las diferencias sexuales en rostros y voces: por qué
evolucionaron estas diferencias. Sobre la evolución
humana, ¿qué ventajas reproductivas acumularon los
hombres con rostros más robustos y voces más profundas o
las mujeres con rostros más gráciles y voces más agudas?
Las diferencias sexuales pueden evolucionar a través de la
selección natural "ordinaria" (p. ej., debido a la división de
nichos; p. ej., véase Smith, 1993), pero la selección sexual es
la causa adaptativa predominante de las características
sexuales secundarias (Andersson, 1994). La selección sexual
es el tipo de selección natural que favorece los rasgos que
ayudan en la competencia por parejas. Existen dimorfismos
sexuales faciales (Ravosa, 1991; Taylor, 2006; Wood, Li y
Willoughby, 1991) y vocales (Green, 1981; Mitani y Gros-
Louis, 1995; Rendall, Kollias, Ney y Lloyd, 2005) a lo largo de
un amplia variedad de taxones de primates no humanos,
Aunque la selección sexual puede tomar otras formas, los
mecanismos de selección sexual más estudiados, y los más
relacionados con esta revisión, son la elección de pareja, que
favorece las exhibiciones sexuales y los adornos para atraer parejas,
y la competencia de concursos, que favorece el tamaño, la fuerza, la
agresión, la armas y exhibiciones de dominación para excluir a los
competidores por la fuerza o la amenaza de la fuerza de los
compañeros o los recursos necesarios para ganarlos. Los hombres y
mujeres ancestrales probablemente compitieron con sus rivales del
mismo sexo por parejas a través de la elección de pareja y la
competencia de concurso. Sin embargo, en general, la elección de
pareja parece haber sido relativamente más importante que los
concursos en la configuración de los rasgos de las mujeres (Barber,
1995; Buss & Dedden, 1990; Cashdan, 1996, 1998; Low, Alexander &
Noonan, 1987; Schmitt & Buss, 1996), y los concursos parecen haber
sido más importantes que la elección de pareja en la configuración
de los rasgos de los hombres (Archer, 2009; Daly & Wilson, 1988,
1990; Puts, 2010). Estas generalidades también parecen aplicarse a
rostros y voces, como veremos.
 SELECCIÓN SEXUAL EN ROSTRO Y VOZ HUMANOS

Selección sexual en los rasgos de las mujeres: elección de pareja capaz de reproducirse a un ritmo más rápido (Clutton-Brock
masculina & Vincent, 1991), y tiene una mayor variación en el éxito
reproductivo (Bateman, 1948). En los seres humanos, los
La elección de pareja masculina por caras y voces femeninas puede explicar en parte la evolución
machos invierten menos en la descendencia que las
de las diferencias sexuales en estos caracteres fenotípicos. Los hombres prefieren los rostros
hembras (Eibl-Eibesfeldt, 1989; Geary, 2000; Hewlett, 1992),
femeninos (Cunningham, 1986; Rhodes, 2006; Rhodes, Hickford y Jeffery, 2000), y el atractivo facial y la
pueden reproducirse a un ritmo más rápido (p. ej.,
feminidad parecen ser particularmente importantes para los hombres cuando consideran contextos
Chagnon, 1992; Salzano, Neel y Maybury-Lewis, 1967). ), y
de apareamiento a largo plazo (Confer, Perilloux y Buss , 2010), cuando los niveles de testosterona de
tienen una mayor variación reproductiva (Chagnon, 1990;
los hombres son altos (Welling, Jones, DeBruine, & Smith, et al., 2008), y cuando la cara también
Hewlett, 1988; Howell, 1979; Salzano et al., 1967). Por lo
parece saludable (Smith, Jones, DeBruine, & Little, 2009). Los hombres con impulsos sexuales elevados
tanto, la selección sexual casi con certeza ha sido más fuerte
también demuestran preferencias más fuertes por la feminidad en los rostros de las mujeres que los
en la configuración de los rasgos de los hombres que de las
hombres con impulsos sexuales relativamente bajos (Jones, Little, Watkins, Welling y DeBruine, 2011).
mujeres. En segundo lugar, los rasgos seleccionados
Los hombres también prefieren las voces femeninas (Apicella & Feinberg, 2009; Collins &
sexualmente tienden a emerger en la madurez sexual, y los
Desaparecido, 2003; Feinberg, DeBruine, Jones y Perrett, 2008; Jones, Feinberg, DeBruine, Little y
machos, más que las hembras, exhiben cambios dramáticos
Vukovic, 2008, 2010; Puts, Barndt, Welling, Dawood, & Burriss, 2011), particularmente para relaciones
en la pubertad en la apariencia facial y las características
puramente sexuales a corto plazo (Puts, Barndt, et al., 2011), y cuando la voz de la mujer indica un
vocales (Barber, 1995). Finalmente, como veremos,
Descargado por [Pennsylvania State University], [David Puts] a las 08:58 el 1 de marzo de 2012

interés social positivo (Jones, Feinberg, et al. al., 2008). La importancia relativa de las apariencias

faciales de las mujeres en contextos de apareamiento a largo plazo y las voces en contextos a corto

plazo pueden reflejar las mayores asociaciones de estos rasgos con el valor reproductivo a largo plazo Elección de pareja femenina
(Confer et al., 2010) y la fertilidad actual (Puts, Barndt, et. al., 2011), respectivamente. relaciones
Los hombres podrían haber desarrollado rostros más
puramente sexuales (Puts, Barndt, et al., 2011), y cuando la voz de la mujer indica un interés social
robustos, vello facial y voces más profundas en parte porque las
positivo (Jones, Feinberg, et al., 2008). La importancia relativa de las apariencias faciales de las
mujeres prefieren estos rasgos. De hecho, se ha encontrado
mujeres en contextos de apareamiento a largo plazo y las voces en contextos a corto plazo pueden
que las mujeres prefieren rostros manipulados para parecer
reflejar las mayores asociaciones de estos rasgos con el valor reproductivo a largo plazo (Confer et al.,
más masculinos que el promedio en algunos estudios
2010) y la fertilidad actual (Puts, Barndt, et. al., 2011), respectivamente. relaciones puramente
(DeBruine et al., 2006; Johnston, Hagel, Franklin, Fink y
sexuales (Puts, Barndt, et al., 2011), y cuando la voz de la mujer indica un interés social positivo (Jones,
Grammer, 2001), aunque otros estudios han encontrado que las
Feinberg, et al., 2008). La importancia relativa de las apariencias faciales de las mujeres en contextos
mujeres prefieren rostros en el lado femenino del promedio
de apareamiento a largo plazo y las voces en contextos a corto plazo pueden reflejar las mayores
masculino (DeBruine, Jones, Smith, & Little, 2010; Perrett et al.,
asociaciones de estos rasgos con el valor reproductivo a largo plazo (Confer et al., 2010) y la fertilidad
1998; Rhodes et al., 2000). Además, algunos estudios han
actual (Puts, Barndt, et. al., 2011), respectivamente.
encontrado que las mujeres prefieren el vello facial (Pellegrini,
De acuerdo con la hipótesis de que las caras y voces
1973; Reed & Blunk, 1990), pero otros estudios han encontrado
femeninas atractivas aumentan la competitividad de las
que disminuye el atractivo para las mujeres (Cunningham,
mujeres por parejas, otras mujeres perciben a las
Barbee & Pike, 1990; Muscarella & Cunningham, 1996; Neave y
mujeres con caras atractivas como más promiscuas
Shields, 2008; Wogalter y Hosie, 1991).
(Brewer & Archer, 2007), y aquellas con voces femeninas
De manera similar, algunos estudios
como más atractivas para los hombres y más coquetas
correlacionales han informado que las mujeres
(Puts , Barndt, et al., 2011); es decir, las mujeres
prefieren un tono vocal más masculino que el
atractivas y femeninas son percibidas como mayores
promedio (Collins, 2000; Hodges-Simeon, Gaulin, &
amenazas en la competencia por parejas. Sin embargo,
Puts, 2010), monotonicidad (Hodges-Simeon et al.,
los rostros y las voces femeninas no podrían haber
2010) y timbre (Hodges-Simeon et al., 2010). -Simeon
evolucionado para ayudar a las mujeres a excluir a los
et al., 2010; pero no Collins, 2000). Las mujeres
competidores de sus compañeros por la fuerza o la
también prefieren un tono medio experimentalmente
amenaza de la fuerza, porque la feminidad en los rostros
masculinizado, en relación con el feminizado
y las voces de las mujeres disminuye la apariencia de
(Feinberg, DeBruine, Jones y Little, 2008; Feinberg et
amenaza física (Jones, DeBruine, et al., 2010; Jones,
al., 2006; Feinberg, Jones, Little, Burt y Perrett, 2005;
Feinberg, et al., 2010; Main, Jones, DeBruine y Little,
Jones, Feinberg, et al. al., 2010; Riding, Lonsdale y
2009; Perrett et al., 1998), en particular a las mujeres de
Brown, 2006; pero véase Apicella y Feinberg, 2009).
baja dominancia (Watkins, Quist, Smith, DeBruine y
Sin embargo, Riding et al. (2006) no encontró que las
Jones, 2012).
mujeres prefirieran las voces masculinas
masculinizadas (aumentadas) en monotonicidad, y
Feinberg et al. (2005) no encontró que la
Selección sexual en los rasgos de los hombres
masculinización del timbre aumentara el atractivo de
Hay varias razones para esperar que la selección sexual que opera en las voces de los hombres. Aún,
los hombres, en lugar de en las mujeres, desempeñó un papel más
importante en la evolución de los dimorfismos sexuales faciales y Gran parte de la variación entre los estudios probablemente se deba a las
vocales. Primero, la selección sexual tiende a ser más fuerte en el sexo diferencias en el tipo de estudio (correlacional frente a experimental), el
que invierte menos en descendencia (Trivers, 1972), es tamaño de la manipulación, la tarea de calificación (p. ej.,

229
 PUTS, JONES Y DEBRUINE
atractivo sexual versus atractivo para una relación comprometida),
presentación de estímulos (p. ej., estímulos emparejados
masculinizados = feminizados versus ningún evaluador escuchando
el mismo estímulo dos veces), y otros detalles metodológicos y de
muestreo. En general, las mujeres parecen preferir rostros cercanos
al promedio masculino (quizás un poco más femeninos) y prefieren
voces ligeramente más masculinas que el promedio,
particularmente en tono. Estos resultados sugieren que si las
preferencias femeninas influyeron en la evolución de las caras y
voces masculinas, entonces las voces de los hombres ahora están
cerca del óptimo bajo esta forma de selección sexual. Sin embargo,
una serie de variables moderan las preferencias de las mujeres por
la masculinidad. Los efectos de estas variables moderadoras
parecen reflejar compensaciones entre los costos y los beneficios de
aparearse con hombres masculinos, a los que nos dirigimos ahora.
Descargado por [Pennsylvania State University], [David Puts] a las 08:58 el 1 de marzo de 2012
Masculinidad y calidad de pareja.La expresión de rasgos
dependientes de los andrógenos, como la masculinidad facial y
vocal, puede indicar la salud a largo plazo de los hombres o la
"propensión a la salud" (Folstad & Karter, 1992; Tybur &
Gangestad, 2011). Una posibilidad es que los andrógenos sean
inmunosupresores (Grossman, 1985), y comprometer el sistema
inmunitario mediante la producción de altos niveles de
andrógenos solo es factible para individuos sanos (Folstad &
Karter, 1992). Cierta evidencia indica que los esteroides
sexuales suprimen la función inmunológica en humanos
(Bouman, Heineman y Faas, 2005), aunque un metaanálisis
encontró que el tratamiento con testosterona tuvo poco efecto
en las aves (Roberts, Buchanan y Evans, 2004). Otra evidencia
sugiere que los efectos inmunosupresores de la testosterona
dependen de la condición, con la testosterona posiblemente
suprimiendo la función inmunológica en mayor grado en
hombres en malas condiciones (Moore, Al Dujaili, et al., 2011;
Moore, Cornwell, et al., 2011; Roberts & Peters, 2009). Si la
inmunocompetencia hereditaria mitiga o elimina los costos
inmunosupresores de la alta producción de testosterona,
entonces los rasgos masculinos dependientes de la
testosterona, como las caras y voces masculinas, deberían
señalar genes subyacentes que conferirían resistencia a
enfermedades a la descendencia.
Otra posibilidad es que la activación del sistema inmunitario
suprima la producción de testosterona. Un metaanálisis reciente
encontró un fuerte respaldo para esta hipótesis en mamíferos y
aves (Boonekamp, Ros y Verhulst, 2008). Si el sistema inmunitario
de un hombre se enfrentara más rápida y eficientemente a las
amenazas inmunitarias, entonces la producción de testosterona
podría suprimirse con menos frecuencia, con menos severidad o
durante períodos más breves, y se desarrollaría un fenotipo más
masculino. En la medida en que tal eficiencia inmunológica fuera
hereditaria, entonces, las mujeres ancestrales podrían haber
producido descendencia más saludable al aparearse con hombres
masculinos.
Varios estudios han informado correlaciones positivas entre las
medidas de salud de los hombres y su masculinidad facial. Las
calificaciones de masculinidad de las fotografías faciales de los
hombres se han correlacionado positivamente con un puntaje de
salud derivado de sus registros médicos (Rhodes, Chan,
230
Zebrowitz y Simmons, 2003) y la fuerza de la respuesta de su
sistema inmunitario a la vacuna contra la hepatitis B (Krams,
Rantala y Krama, 2010). Thornhill y Gangestad (2006)
demostraron que los hombres con formas faciales más
masculinas reportaron menos enfermedades respiratorias y
tiempos de recuperación más rápidos. Los hombres masculinos
también informaron un uso menos frecuente de antibióticos.
Utilizando métodos de métrica facial como los de Thornhill y
Gangestad, Little, Jones, Waitt, et al. (2008) encontraron que la
masculinidad facial se correlacionó positivamente con la
simetría facial, otro índice putativo de salud a largo plazo, en
muestras de estudiantes universitarios masculinos en el Reino
Unido, cazadores-recolectores africanos y macacos. Aunque
estudios adicionales han informado correlaciones similares
entre la masculinidad facial masculina y la simetría (p. ej.,
Gangestad & Thornhill, 2003), otros estudios no han observado
esta relación (p. ej., Koehler, Simmons, Rhodes y Peters, 2004).
No obstante, en conjunto, estos hallazgos constituyen un caso
convincente de que las características masculinas en los rostros
de los hombres señalan información importante sobre la salud
a largo plazo.
Por lo tanto, es probable que las mujeres valoren
en una pareja romántica algunas características que
parecen poseer los hombres masculinos. Sin
embargo, la testosterona también se correlaciona
positivamente con la infidelidad masculina, el interés
en el sexo fuera de la pareja, la violencia, el divorcio y
la baja inversión en parejas e hijos (Booth & Dabbs,
1993; Burnham et al., 2003; Gray, Kahlenberg, Barrett,
Lipson , & Ellison, 2002; McIntyre et al., 2006). Dado
que tanto los rostros masculinos (Penton-Voak &
Chen, 2004) como las voces (Bruckert, Lienard,
Lacroix, Kreutzer, & Leboucher, 2006; Dabbs &
Mallinger, 1999; Evans et al., 2008; Puts, Apicella, &
Cardenas, 2012) se han asociado con niveles elevados
de testosterona, es probable que los hombres
masculinos también posean rasgos que las mujeres
encuentran poco atractivos. De hecho, también se
percibe que los hombres masculinos son más
propensos a engañar a sus parejas románticas,
Las preferencias de las mujeres por hombres masculinos versus
femeninos pueden reflejar esta compensación entre los costos y los
beneficios asociados con la elección de una pareja masculina. La
siguiente sección analiza la evidencia de este modelo de compensación
de las preferencias de pareja de las mujeres, centrándose en cuatro
factores que se cree que afectan la forma en que las mujeres resuelven
la compensación: el contexto temporal de la relación buscada (a corto
plazo versus a largo plazo), la propia condición física de la mujer,
cambios en la fertilidad a lo largo del ciclo menstrual, la pubertad y la
menopausia, y el estrés y la violencia parasitaria local.
Contexto temporal de las relaciones de apareamiento.Los
posibles beneficios reproductivos de elegir una pareja masculina (es
decir, la descendencia hereda la resistencia a las enfermedades) se
pueden obtener tanto en relaciones comprometidas a largo plazo
 SELECCIÓN SEXUAL EN ROSTRO Y VOZ HUMANOS

y relaciones a corto plazo, sin compromiso. Por el contrario, los posibles costos de elegir una pareja masculina (es decir, mayor propio atractivo y creencias sobre su propio atractivo (Little
riesgo de infidelidad, bajo compromiso y baja inversión) son más pronunciados en una relación a largo plazo. En consecuencia, & Mannion, 2006; Smith, Jones, Welling, et al., 2009; Vukovic
muchos investigadores han predicho que las preferencias por la masculinidad serán más fuertes cuando las mujeres juzguen el et al., 2008; Vukovic et al., 2010). Tal vez las mujeres con
atractivo de los hombres para una relación hipotética a corto plazo que para una relación hipotética a largo plazo (p. ej., mayor valor de pareja sean capaces de reclutar inversiones
Gangestad & Simpson, 2000; Little, Jones, Penton-Voak, Burt y Perrett, 2002; Penton-Voak et al., 2003; Puts, 2005). De acuerdo de hombres más masculinos que las mujeres con menor
con esta predicción, varios estudios han encontrado que las mujeres muestran mayores preferencias por las características valor de pareja. De acuerdo con esta hipótesis, estas
masculinas en los rostros de los hombres (p. ej., Little et al., 2002; Penton-Voak et al., 2003) y voces (Puts, 2005) cuando se juzga asociaciones son más pronunciadas para los juicios sobre el
el atractivo de los hombres como parejas a corto plazo que cuando se juzga el atractivo de los hombres como parejas a largo atractivo de los hombres como pareja a largo plazo (Little et
plazo. Cuando se aparean con hombres masculinos, las mujeres también reportan orgasmos más frecuentes y más tempranos al., 2002; Penton-Voak et al., 2003). En consecuencia, los
(Puts, Welling, Burriss y Dawood, 2012), que pueden funcionar para reclutar selectivamente esperma de hombres con buenos estudios que exploran la relación entre la apertura de las
genes (Puts y Dawood, 2006; Thornhill, Gangestad y Comer, 1995). Además, las mujeres que actualmente mantienen relaciones mujeres a las relaciones a corto plazo y sus preferencias por
románticas comprometidas a largo plazo tienden a mostrar mayores preferencias por los hombres masculinos que las mujeres los hombres masculinos pueden necesitar controlar el
sin pareja (Little et al., 2002). Por lo tanto, las mujeres en relaciones a largo plazo pueden tener preferencias más acordes con el propio atractivo de las mujeres.
reclutamiento de buenos genes para su descendencia que con la adquisición de una pareja inversora, que ya tienen. las

mujeres también reportan orgasmos más frecuentes y más tempranos (Puts, Welling, Burriss y Dawood, 2012), que pueden Cambios a lo largo del ciclo menstrual, la pubertad y la
menopausia.Evidencia adicional de respuestas adaptativas y
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funcionar para reclutar selectivamente esperma de hombres con buenos genes (Puts y Dawood, 2006; Thornhill, Gangestad y

Comer, 1995). ). Además, las mujeres que actualmente mantienen relaciones románticas comprometidas a largo plazo tienden facultativas a la masculinidad masculina proviene de estudios
a mostrar mayores preferencias por los hombres masculinos que las mujeres sin pareja (Little et al., 2002). Por lo tanto, las que sugieren que las preferencias de masculinidad de las
mujeres en relaciones a largo plazo pueden tener preferencias más acordes con el reclutamiento de buenos genes para su mujeres son más fuertes alrededor de la ovulación (el punto del
descendencia que con la adquisición de una pareja inversora, que ya tienen. las mujeres también reportan orgasmos más ciclo menstrual donde la fertilidad es más alta) que durante
frecuentes y más tempranos (Puts, Welling, Burriss y Dawood, 2012), que pueden funcionar para reclutar selectivamente otras fases del ciclo (Gangestad & Thornhill, 2008; Jones,
esperma de hombres con buenos genes (Puts y Dawood, 2006; Thornhill, Gangestad y Comer, 1995). ). Además, las mujeres que DeBruine, et al., 2008). Por ejemplo, muchos estudios han
actualmente mantienen relaciones románticas comprometidas a largo plazo tienden a mostrar mayores preferencias por los encontrado que las mujeres muestran mayores preferencias
hombres masculinos que las mujeres sin pareja (Little et al., 2002). Por lo tanto, las mujeres en relaciones a largo plazo pueden por los rasgos faciales masculinos masculinos durante la última
tener preferencias más acordes con el reclutamiento de buenos genes para su descendencia que con la adquisición de una fase folicular (fértil) del ciclo menstrual (Johnston et al., 2001;
pareja inversora, que ya tienen. las mujeres que actualmente mantienen relaciones románticas comprometidas a largo plazo Jones, Little, et al., 2005; Little, Jones , & DeBruine, 2008;
tienden a mostrar mayores preferencias por los hombres masculinos que las mujeres sin pareja (Little et al., 2002). Por lo tanto, Vaughn, Bradley, Byrd-Craven, & Kennison, 2010). Se han
las mujeres en relaciones a largo plazo pueden tener preferencias más acordes con el reclutamiento de buenos genes para su observado resultados similares para las preferencias de las
descendencia que con la adquisición de una pareja inversora, que ya tienen. las mujeres que actualmente mantienen relaciones románticas mujeres
comprometidas apor lastienden
largo plazo voces demayores
a mostrar los hombres
preferencias por los(Feinberg etqueal.,
hombres masculinos 2006;
las mujeres sin pareja (Little et al., 2002). Por lo tanto,

En resumen, el contexto temporal de la relación imaginada Puts, 2005; véase también Puts, 2006), formas corporales (Little,
afecta las preferencias de masculinidad de las mujeres de Jones y Burriss, 2007), olores corporales (Havlicek, Roberts, &
manera consistente con las teorías de compensación de las Flegr, 2005), demostraciones de comportamiento (Gangestad,
preferencias de pareja de las mujeres. Sin embargo, la relación Garver-Apgar, Simpson, & Cousins, 2007; Gangestad, Simpson,
entre las preferencias de masculinidad de las mujeres y el Cousins, Garver-Apgar, & Christensen, 2004), descripciones de
interés en relaciones sin compromiso a corto plazo es menos personalidad (Lukaszewski & Roney, 2009) y modos de andar
clara. Por ejemplo, algunos investigadores han descubierto que (Provost et al., 2008). Muchos estudios sobre la mediación
las mujeres que informan estar más abiertas a las relaciones a hormonal de las respuestas conductuales y neurobiológicas a
corto plazo muestran mayores preferencias por los rostros los rostros masculinos complementan estos hallazgos
masculinos masculinos (Smith, Jones, Little, et al., 2009; (Johnston, Arden, Macrae y Grace, 2003; Lacreuse, Martin-
Waynforth, Delwadia y Camm, 2005), mientras que otros Malivel, Lange y Herndon, 2007; Macrae, Alnwick, Milne y
investigadores no lo han hecho (Glassenberg, Feinberg, Jones, Schloerscheidt, 2002; Roney y Simmons, 2008; Roney, Simmons
Little y DeBruine, 2010; Provost, Kormos, Kosakoski y Quinsey, y Gray, 2011; Rupp et al., 2009; Welling et al., 2007), al igual que
2006). Otros estudios han revelado correlaciones entre la las diferencias en las preferencias por hombres masculinos
apertura reportada de las mujeres a las relaciones a corto plazo entre las niñas circunpuberales (Little et al. , 2010; Saxton,
y sus preferencias por las características masculinas en las DeBruine, Jones, Little, & Roberts, 2009), mujeres
voces de los hombres. formas corporales y formas de andar perimenopáusicas (Jones, Vukovic, Little, Roberts, & DeBruine,
(Jones, Boothroyd, Feinberg y DeBruine, 2010; Provost et al., 2011; Saxton et al., 2009; Vukovic et al., 2009), y mujeres que
2006; Provost, Troje y Quinsey, 2008). Estos hallazgos mixtos usan anticonceptivos orales versus mujeres con ciclos
pueden reflejar factores que se confunden con la estrategia de menstruales naturales (Feinberg, DeBruine, Jones, & Little,
apareamiento, como el atractivo físico de las mujeres 2008; Little et al., 2002; Puts, 2006).
(Boothroyd, Jones, Burt, DeBruine y Perrett, 2008) o la tendencia
a evaluar la estrategia sexual como un rasgo relativamente El trabajo reciente sobre los correlatos hormonales de las
estable, en lugar de un estado cambiante. diferencias individuales en las preferencias de masculinidad de las
mujeres ha producido resultados mixtos. Los primeros trabajos,
Atractivo propio de la mujer.Varios estudios han demostrado utilizando niveles hormonales estimados, enfatizaron los posibles
que las preferencias de las mujeres por los rostros y las voces efectos de la progesterona (Jones, Little, et al., 2005; Puts, 2006). El
masculinas de los hombres se correlacionan positivamente con su trabajo posterior, utilizando diseños intra-sujetos y

231
 PUTS, JONES Y DEBRUINE
niveles hormonales medidos, ha mostrado resultados
diferentes y algo inconsistentes. Por ejemplo, Welling et al.
(2007) encontraron que las caras masculinas se preferían más
cuando los niveles de testosterona de las mujeres eran
relativamente altos, no observaron una asociación equivalente
con el estrógeno y encontraron alguna evidencia de una
relación compleja entre la progesterona y los niveles de
estrógeno rasgo. Por el contrario, Roney et al. (2011)
observaron una relación entre los niveles de estrógeno de las
mujeres y las preferencias por los rostros de los hombres con
niveles altos de testosterona, y reportaron una relación débil
entre los niveles de testosterona de las mujeres y las
preferencias de masculinidad. El trabajo sobre los procesos
cognitivos que contribuyen a los cambios cíclicos en las
preferencias de masculinidad de las mujeres no está claro, y los
investigadores enfatizan de diversas maneras la facilidad de
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acceso a la información estereotipada por sexo (Macrae et al.,
Aunque los mecanismos hormonales y psicológicos
que sustentan las correlaciones entre las preferencias
de masculinidad y la fertilidad femenina siguen sin
comprenderse bien, se han hecho mayores avances
para desentrañar las posibles funciones finales de las
mayores preferencias por los hombres masculinos
cuando las mujeres tienen más probabilidades de
concebir. La mayor atracción por los hombres
masculinos durante la fase folicular tardía del ciclo
menstrual puede funcionar, al menos en parte, para
aumentar la probabilidad de que las mujeres tengan
descendencia saludable mientras mantienen una
relación a largo plazo con una pareja comprometida e
inversora. Esta explicación enfatiza la importancia del
sexo fuera de la pareja para la evolución de las
preferencias de masculinidad contingentes a la
fertilidad y es, comprensiblemente, controvertida (por
ejemplo, ver Harris, 2011). No obstante, ha recibido
apoyo empírico de una variedad de fuentes.
Otros estudios han presentado evidencia convergente de
que el interés de las mujeres en el apareamiento fuera de la
pareja es mayor alrededor de la ovulación que durante otras
fases del ciclo menstrual. Las mujeres reportan fantasías
sexuales más frecuentes con hombres que no sean su pareja
principal cerca de la ovulación que en otros momentos
(Gangestad, Thornhill y Garver, 2002; ver también Haselton y
Gangestad, 2006; Pillsworth y Haselton, 2006), y un patrón
similar de resultados se ha observado para el compromiso
informado de las mujeres con su pareja romántica (Jones, Little,
et al., 2005). Además, las mujeres son más receptivas a las
invitaciones de cortejo de los hombres (Guéguen, 2009a,
2009b), es más probable que se vistan de manera atractiva y
expresen interés en ropa reveladora (Durante, Griskevicius, Hill,
Perilloux, & Li, 2011; Durante, Li, & Haselton , 2008; gramática,
232
Renninger y Fischer, 2004; Haselton, Mortezaie, Pillsworth,
Bleske-Rechek y Frederick, 2007), es más probable que
asistan a reuniones sociales en las que podrían conocer
hombres (Haselton y Gangestad, 2006), y reportan un
mayor flirteo extrapareja y vigilancia de la pareja por parte
de su pareja principal. pareja (Gangestad et al., 2002;
Haselton & Gangestad, 2006) durante la última fase folicular
del ciclo menstrual. Más importante aún, estudios recientes
han encontrado que las mujeres con parejas románticas
más masculinas muestran cambios menores en sus
intereses sexuales durante el ciclo menstrual (Gangestad,
Thornhill y Garver-Apgar, 2010).
Si bien en la literatura predomina el relato del apareamiento extrapareja de los cambios de preferencias cíclicas, una
explicación diferente, pero no mutuamente excluyente, se enfoca en los beneficios potenciales de un mayor compromiso y
atracción hacia hombres relativamente femeninos cuando la progesterona elevada prepara el cuerpo para el embarazo (Jones,
DeBruine, et al., 2008; Puts, 2006). Como se mencionó anteriormente, las mujeres reportan un mayor compromiso con su
pareja romántica principal durante la fase lútea del ciclo menstrual cuando el cuerpo se prepara para el embarazo (Jones, Little,
et al., 2005). Los análisis de otros aspectos del comportamiento de las mujeres, como su vestimenta, la fantasía sexual sobre
hombres extrapareja y el coqueteo extrapareja, también sugieren que los vínculos de las mujeres con sus parejas se fortalecen
durante la fase lútea del ciclo (Durante et al., 2008; Gangestad et al., 2002; Haselton & Gangestad, 2006). Este vínculo
fortalecido, junto con una mayor preferencia por los hombres que muestran signos de prosocialidad y compromiso cuando los
niveles de progesterona aumentan (DeBruine, Jones y Perrett, 2005; Jones, Little, et al., 2005), puede reflejar adaptaciones
diseñadas para aumentar la cantidad de atención y apoyo disponibles para las mujeres durante el embarazo. De hecho, tal
explicación también podría explicar por qué algunos estudios han encontrado que las preferencias de las mujeres por las
versiones masculinas versus femeninas de los rostros de las mujeres también cambian a lo largo del ciclo menstrual (Jones,
Perrett, et al., 2005; Welling et al., 2007). Más importante aún, tanto el apareamiento fuera de la pareja como el "cuidado
durante el embarazo" de los cambios cíclicos en las preferencias de pareja de las mujeres pueden reflejar los dos lados de la
compensación entre los costos y los beneficios del apareamiento con hombres masculinos. Este vínculo fortalecido, junto con
una mayor preferencia por los hombres que muestran signos de prosocialidad y compromiso cuando los niveles de
progesterona aumentan (DeBruine, Jones y Perrett, 2005; Jones, Little, et al., 2005), puede reflejar adaptaciones diseñadas para
aumentar la cantidad de atención y apoyo disponibles para las mujeres durante el embarazo. De hecho, tal explicación también
podría explicar por qué algunos estudios han encontrado que las preferencias de las mujeres por las versiones masculinas
versus femeninas de los rostros de las mujeres también cambian a lo largo del ciclo menstrual (Jones, Perrett, et al., 2005;
Welling et al., 2007). Más importante aún, tanto el apareamiento fuera de la pareja como el "cuidado durante el embarazo" de
los cambios cíclicos en las preferencias de pareja de las mujeres pueden reflejar los dos lados de la compensación entre los
costos y los beneficios del apareamiento con hombres masculinos. Este vínculo fortalecido, junto con una mayor preferencia
por los hombres que muestran signos de prosocialidad y compromiso cuando los niveles de progesterona aumentan
(DeBruine, Jones y Perrett, 2005; Jones, Little, et al., 2005), puede reflejar adaptaciones diseñadas para aumentar la cantidad de
atención y apoyo disponibles para las mujeres durante el embarazo. De hecho, tal explicación también podría explicar por qué
algunos estudios han encontrado que las preferencias de las mujeres por las versiones masculinas versus femeninas de los
rostros de las mujeres también cambian a lo largo del ciclo menstrual (Jones, Perrett, et al., 2005; Welling et al., 2007). Más
importante aún, tanto el apareamiento fuera de la pareja como el "cuidado durante el embarazo" de los cambios cíclicos en las
preferencias de pareja de las mujeres pueden reflejar los dos lados de la compensación entre los costos y los beneficios del apareamiento con hombres mas
Estrés y violencia parasitaria.Los párrafos anteriores se han
centrado en la utilidad de la teoría del intercambio para generar
predicciones sobre cómo la estrategia sexual y la fertilidad de las
mujeres podrían influir en sus preferencias por los hombres
masculinos dentro de una cultura determinada. Por el contrario,
otra investigación ha explorado los factores que predicen la
variación entre culturas en las preferencias de las mujeres por los
hombres masculinos. Por ejemplo, los posibles beneficios
hereditarios para la salud de elegir una pareja masculina masculina
pueden ser mayores en regiones geográficas con altas cargas de
patógenos, donde el riesgo de enfermedad es mayor. DeBruine,
Jones, Crawford, Welling y Little (2010) investigaron esta posibilidad
midiendo las preferencias faciales en una gran
 SELECCIÓN SEXUAL EN ROSTRO Y VOZ HUMANOS
muestra de mujeres de 30 países. DeBruine, Jones, Crawford, et al.
(2010) observaron una correlación significativa entre la preferencia
promedio por hombres masculinos en cada país y un índice de
salud compuesto derivado de varias medidas de salud de la
Organización Mundial de la Salud (p. ej., tasa de mortalidad
promedio, esperanza de vida y años de vida típicamente perdidos
por enfermedades transmisibles) .1Además, esta tendencia de las
mujeres en países más saludables a mostrar preferencias más
débiles por los hombres masculinos siguió siendo significativa
después de controlar la riqueza nacional y la sociosexualidad
promedio. Los análisis posteriores de estos datos mostraron que
esta relación entre la salud de una nación y las preferencias de
masculinidad tampoco se debía a la densidad de población, el
empoderamiento femenino o las tasas de fertilidad (Brooks et al.,
2011). Este vínculo entre los factores de salud y las preferencias de
masculinidad de las mujeres complementó trabajos anteriores que
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mostraban que, dentro de una cultura, las mujeres que
experimentaban una mayor repugnancia por los patógenos
mostraban preferencias más fuertes por los rostros masculinos
(DeBruine, Jones, Tybur, Lieberman y Griskevicius, 2010).
Debido a que la mayoría de las poblaciones consideradas
en estos estudios demostraron preferencias por las
versiones de caras feminizadas sobre las masculinizadas (p.
ej., véase también Perrett et al., 1998), Penton-Voak (2011)
sugirió que las relaciones observadas con las variables de
salud reflejaban a las mujeres en regiones con la mala salud
es menos exigente con la masculinidad facial, en lugar de
preferirla más. Sin embargo, en ambas muestras, los
factores de salud predijeron mejor las preferencias de
masculinidad de las mujeres que el puntaje de
discriminación (la diferencia sin signo entre el puntaje de
preferencia de masculinidad de cada población y lo que se
esperaría por casualidad), lo que sugiere que este no es el
caso (DeBruine , Jones, Crawford, et al., 2010). De hecho,
este puntaje de discriminación no se correlacionó en
absoluto con el puntaje del factor de salud en el análisis de
los estados de EE. UU.
Brooks et al. (2011) cuestionaron la importancia de los factores
de salud, sugiriendo que las mujeres pueden mostrar mayores
preferencias por hombres masculinos (es decir, dominantes y
físicamente fuertes) en regiones más violentas. La evidencia de que
la incidencia de la violencia es mejor que los factores de salud para
predecir la variación regional en las preferencias de masculinidad es
mixta y complicada por las altas correlaciones entre las medidas de
salud y violencia. Brooks et al. encontró que las tasas de homicidio
se correlacionaron positivamente con las preferencias de
masculinidad y predijeron mejor la variación en las preferencias de
masculinidad de los países que el factor de salud de DeBruine,
Jones, Little, Crawford y Welling (2011). Sin embargo, DeBruine et al.
(2011) encontraron que simplemente agregar riqueza (que
DeBruine, Jones, Crawford, et al., 2010 demostraron que estaba
altamente correlacionado con las preferencias de masculinidad) a
Brooks et al.
1Se observó un patrón similar de resultados cuando DeBruine, Little y
Jones (en prensa) volvieron a analizar estos datos usando medidas más
directas de estrés parasitario creadas por Fincher y Thornhill (en prensa).
modelo alteró los resultados para que el factor de salud se convirtiera en
el mejor predictor. Además, DeBruine et al. (2011) demostraron que las
diferencias en los factores de salud entre los estados de EE. UU.
predijeron la variación regional en las preferencias de las mujeres de EE.
UU. por los hombres masculinos, mientras que las medidas de variación
regional de la violencia no lo hicieron.
Mientras que estos estudios correlacionales pintan
una imagen confusa de si los factores relacionados con
la violencia o la salud son más importantes para predecir
la variación regional en las preferencias de masculinidad
de las mujeres, dos experimentos recientes sugieren que
ambos factores dan forma de forma independiente a las
preferencias de masculinidad de las mujeres. En uno de
estos experimentos, Little, DeBruine y Jones (2011b)
descubrieron que preparar a las mujeres con imágenes
que mostraban señales relacionadas con patógenos
aumentaba las preferencias de las mujeres por rostros
masculinos masculinos. En el segundo experimento,
Little, DeBruine y Jones (2011a) encontraron que
preparar a las mujeres con imágenes que mostraban
violencia entre hombres también aumentaba las
preferencias de las mujeres por rostros masculinos
masculinos. colectivamente,
En resumen, la teoría del trade-off ha sido una fuente fructífera
de predicciones sobre los patrones de las preferencias de las
mujeres por la masculinidad masculina. Como se predijo, las
mujeres muestran mayores preferencias por la masculinidad en un
contexto de apareamiento a corto plazo que en un contexto de
apareamiento a largo plazo. Además, las preferencias de
masculinidad de las mujeres cambian en relación con su propia
fertilidad de manera consistente con la idea de que los beneficios
genéticos de aparearse con un hombre masculino son mayores
durante la fertilidad alta. Finalmente, las diferencias individuales en
las preferencias de masculinidad en relación con la condición física
de las mujeres, y la variación regional en las preferencias de
masculinidad promedio en relación con el estrés y la violencia
parasitarios, ilustran aún más la utilidad de la teoría de la
compensación. Aunque las mujeres no muestran las fuertes y
consistentes preferencias por los rasgos masculinos evidentes en
muchas otras especies (Andersson, 1994),
Concurso Concurso Masculino
Las diferencias sexuales en rostros y voces también pueden haber
evolucionado a través de la competencia de concursos masculinos. El
crecimiento hipertrófico de las cuerdas vocales masculinas y el descenso
de la laringe en la pubertad producen vocalizaciones profundas y
resonantes que exageran el tamaño aparente (Fitch, 1997). El vello facial
de los hombres puede haber evolucionado de manera similar para
aumentar el tamaño aparente de la mandíbula y la frente (Guthrie, 1970;
Muscarella & Cunningham, 1996; Neave & Shields, 2008). Los estudios
que investigan el papel de los concursos masculinos han explorado las
relaciones entre la masculinidad facial o vocal y el dominio (influencia
social a través de la fuerza o la amenaza de la fuerza; Henrich & Gil-
White, 2001). Aunque el dominio puede ser menos relevante para el
éxito de apareamiento de los hombres en la vida moderna de lo que fue
sobre la evolución humana (Puts,
233
 PUTS, JONES Y DEBRUINE
2010), la lógica subyacente de estos estudios es que la
competencia en concursos anteriores habría favorecido las
señales de amenaza potencial y deferencia a estas señales. De
hecho, las voces masculinas masculinizadas en tono o timbre se
perciben como emanaciones de hombres que son más
dominantes que las versiones feminizadas (Feinberg et al.,
2006; Feinberg et al., 2005; Jones, Feinberg, et al., 2010; Puts ,
Gaulin, & Verdolini, 2006; Puts, Hodges, Cardenas, & Gaulin,
2007; Watkins, Fraccaro, et al., 2010; Wolff & Puts, 2010). Los
estudios correlacionales también han encontrado que una
variación de tono más masculina (más baja) dentro del
enunciado (mayor monotonicidad) predice las percepciones de
dominación (Aronovich, 1976; Hodges-Simeon et al., 2010; pero,
consulte Tusing & Dillard, 2000). Asimismo, los rostros
masculinos con barba se consideran más dominantes que los
rostros bien afeitados (Addison, 1989; Muscarella y
Descargado por [Pennsylvania State University], [David Puts] a las 08:58 el 1 de marzo de 2012
Cunningham, 1996; Neave & Shields, 2008; Pellegrini, 1973;
Reed y Blunk, 1990).
Las manipulaciones experimentales que aumentan la
masculinidad facial de las fotografías de hombres también
aumentan considerablemente la apariencia de dominio (Boothroyd
et al., 2007; DeBruine et al., 2006; Jones, DeBruine, et al., 2010;
Perrett et al., 1998; Watkins , Fraccaro, et al., 2010; Watkins, Jones y
DeBruine, 2010). Sin embargo, mientras que las voces profundas y
las barbas parecen tener principalmente funciones de señalización,
algunas características estructurales de los rostros de los hombres
pueden mejorar el éxito en la lucha de manera más directa. Los
agresores modernos apuntan preferentemente a la cara (Guthrie,
1970; Shepherd, Gayford, Leslie y Scully, 1988), y niveles más altos
de violencia hombre-hombre que mujer-mujer (Archer, 2004; Daly y
Wilson, 1988, 1990; Ellis et al. al., 2008) probablemente contribuyan
a más fracturas faciales (Shepherd et al., 1988), y especialmente
mandibulares (revisado en Puts, 2010), en hombres que en mujeres.
Durante la evolución humana, tales condiciones pueden haber
ayudado a producir la mayor robustez de los cráneos de los
hombres. Las víctimas de agresiones femeninas sufren una mayor
proporción de fracturas faciales que las víctimas de agresiones
masculinas (Shepherd et al., 1988), lo que sugiere que los cráneos
de los hombres son de hecho más resistentes a las agresiones
violentas.
La masculinidad predice el dominio.Los rasgos masculinos,
por lo tanto, transmiten la impresión de dominio, pero la
selección no mantendría la deferencia a los rostros y voces
masculinos a menos que la masculinidad fuera una señal
confiable de formidable. De hecho, la masculinidad parece
indicar un potencial agresivo. Por ejemplo, Fink, Neave y Seydel
(2007) encontraron que las calificaciones de la masculinidad
facial de los hombres se correlacionaban positivamente con la
fuerza de prensión manual, un buen predictor de la fuerza
general de la parte superior del cuerpo. Vender et al. (2009)
encontraron que los participantes podían evaluar con precisión
la fuerza física y la capacidad de lucha de los hombres solo a
partir de imágenes faciales en muestras que iban desde
estudiantes universitarios estadounidenses hasta horticultores
bolivianos y pastores andinos. Otros estudios han informado
correlaciones entre señales faciales masculinas putativas y
medidas de agresión.
234
una alta relación ancho:alto, que los autores sugieren que es
sexualmente dimórfica, tenían más probabilidades de involucrarse en un
comportamiento agresivo en una tarea de laboratorio. De manera
similar, los jugadores de hockey profesionales y universitarios con una
mayor proporción de ancho:alto facial pasaron más tiempo en el área de
penalti y cometieron más faltas (Carré & McCormick, 2008). Mientras que
algunos investigadores han sugerido que este aspecto de la forma del
rostro puede no ser sexualmente dimórfico cuando se mide a partir de
imágenes faciales (Pound et al., 2010), los hallazgos de Carré y
McCormick presentan evidencia convergente de una correlación entre la
masculinidad física de los hombres y su capacidad y voluntad. luchar.
De acuerdo con la idea de que los hombres usan la masculinidad
facial para evaluar las habilidades de otros hombres para competir
por los recursos, Watkins y sus colegas (Watkins, Fraccaro, et al.,
2010; Watkins, Jones y DeBruine, 2010) observaron que los hombres
de bajo dominio eran particularmente sensible a las señales de
dominio en los rostros y las voces de los hombres. Sin embargo,
estos hallazgos deben tratarse con cautela, ya que otros estudios no
han observado relaciones similares entre el dominio propio de los
hombres y su sensibilidad a las señales de dominio en las voces de
otros hombres (Wolff & Puts, 2010). Sin embargo, explorar las
diferencias individuales en la sensibilidad de dominación de los
hombres puede proporcionar información importante sobre el
papel de las señales masculinas en la comunicación de la
dominación a los rivales potenciales.
Las personas también evalúan con precisión la
capacidad de lucha y la fuerza física de los hombres a
partir de sus voces (Sell et al., 2010), pero actualmente
no está claro qué variables acústicas comunican esta
información. Aunque algunos estudios han encontrado
relaciones entre el tono vocal y la altura (Graddol &
Swann, 1983) y el peso de los hombres (Evans, Neave, &
Wakelin, 2006), la mayoría no (Bruckert et al., 2006;
Collins, 2000; Kunzel, 1989). ; Lass & Brown, 1978;
Rendall et al., 2005; Sell et al., 2010; van Dommelen &
Moxness, 1995). De manera similar, algunos estudios
han encontrado relaciones entre el timbre vocal y la
altura de los hombres (Evans et al., 2006; Greisbach,
1999; Rendall et al., 2005; Sell et al., 2010), pero otros no
(Collins, 2000; Gonzalez , 2004). Algunos investigadores
han encontrado relaciones entre el timbre vocal y el
peso (Evans et al., 2006; Gonzalez, 2004),
Puts, Apicella y Cardenas (2012) presentaron evidencia de que la
frecuencia de formantes estandarizada media ("posición de
formantes") es una medida superior de masculinidad en el timbre
vocal que el espaciado medio entre frecuencias de formantes
consecutivas ("dispersión de formantes"): la medida utilizada por la
mayoría de los estudios previos. En este estudio, la posición de los
formantes fue más dimórfica sexualmente que la dispersión de los
formantes tanto en una muestra de EE. UU. como en una muestra
de recolectores de Tanzania. Puts, Apicella y Cardenas (2012)
encontraron que la posición del formante masculino estaba
relacionada con la fuerza de prensión y la altura, pero la dispersión
del formante no estaba relacionada con ninguna. El tono masculino
(medido por la frecuencia fundamental media) se relacionó con
 SELECCIÓN SEXUAL EN ROSTRO Y VOZ HUMANOS

la altura y los niveles de testosterona, y la dinámica vocal
masculina (medida por la monotonicidad o la baja variación en
la frecuencia fundamental dentro del enunciado) se
relacionaron con la agresión física. En otro estudio, los hombres
que se percibían a sí mismos como mejores luchadores que sus
competidores bajaron el tono de voz cuando se dirigían a ellos,
mientras que los hombres que creían que eran menos
dominantes lo elevaron (Puts et al., 2006).
Elección femenina versus concursos masculinos
Dada la evidencia de que la masculinidad facial y vocal en los
hombres ha sido moldeada tanto por la elección femenina como
por los concursos masculinos, es razonable preguntarse qué modo
de selección sexual desempeñó un papel más importante en la
evolución de estos rasgos. ¿Los rostros y las voces masculinas
Descargado por [Pennsylvania State University], [David Puts] a las 08:58 el 1 de marzo de 2012
la comparación describiría adecuadamente el efecto de
masculinidad=feminidad sobre el dominio, pero no el efecto
curvilíneo sobre el atractivo. La Figura 1 ilustra cómo el efecto
de la masculinidad en el atractivo podría subestimarse
mediante una comparación de estímulos únicamente
masculinizados y feminizados (datos de Puts, 2005; Puts et al.,
2006). En este caso, es más apropiado comparar las versiones
feminizadas y masculinizadas del rasgo masculino con la
condición no manipulada. Una vez más, sin embargo, el
resultado es que sobre el rango normal de valores de rasgos
masculinos (en este caso, voces masculinas), la masculinidad
tiene mayores efectos sobre el dominio que sobre el atractivo.
Por lo tanto, aunque se necesita investigación adicional, rasgos
como la estructura facial masculina, barbas y

parecen adornos sexuales o muestras de amenazas? Como se

discutió anteriormente, los rasgos masculinos, como la
masculinidad facial, están más cerca del óptimo en la elección
femenina que en los concursos masculinos. Por lo tanto, por un
lado, la elección femenina puede parecer más influyente si ganó
contra los concursos masculinos al acercar la media al óptimo bajo
la elección femenina.
Por otro lado, muchos factores adicionales podrían acercar los rasgos masculinos a la elección

óptima de pareja, incluidos los costos y beneficios ecológicos de producir y mantener los rasgos

masculinos y, lo que es más importante, los costos de anunciar más dominio del que uno puede

respaldar (Rowher, 1977). ; Rowher y Ewald, 1981). Además, este razonamiento basado en el valor

óptimo del rasgo bajo la elección de pareja supone que las preferencias femeninas modernas son

comparables a las que moldearon los rostros y las voces de los hombres durante la evolución

humana. Haciendo una suposición similar, uno puede preguntarse sobre el efecto de la masculinidad

sobre el atractivo para las parejas en comparación con el efecto sobre las percepciones de

dominación. En otras palabras, ¿qué tan bien sirve la masculinidad a las supuestas funciones

alternativas (pero no mutuamente excluyentes) de atracción de pareja versus señalización de

dominación? La respuesta es que, a través de los estudios, los rasgos masculinos son más efectivos

para señalar el dominio. Los experimentos que han comparado fotografías faciales de hombres

masculinizados con feminizados han encontrado efectos positivos más grandes en la apariencia de

dominación que en el atractivo (DeBruine et al., 2006; Perrett et al., 1998). Lo mismo es cierto para los

estudios que han comparado voces masculinas masculinizadas con feminizadas (Feinberg et al., 2006;

Feinberg et al., 2005; Puts et al., 2006) y para estudios que han comparado hombres con y sin vello

facial (Muscarella & Cunningham, 1996; Neave & Shields, 2008; Pellegrini, 1973; Reed & Blunk, 1990).

efectos positivos sobre la apariencia de dominancia que sobre el atractivo (DeBruine et al., 2006;

Perrett et al., 1998). Lo mismo es cierto para los estudios que han comparado voces masculinas

masculinizadas con feminizadas (Feinberg et al., 2006; Feinberg et al., 2005; Puts et al., 2006) y para

estudios que han comparado hombres con y sin vello facial (Muscarella & Cunningham, 1996; Neave &

Shields, 2008; Pellegrini, 1973; Reed & Blunk, 1990). efectos positivos sobre la apariencia de

dominancia que sobre el atractivo (DeBruine et al., 2006; Perrett et al., 1998). Lo mismo es cierto para

los estudios que han comparado voces masculinas masculinizadas con feminizadas (Feinberg et al.,

2006; Feinberg et al., 2005; Puts et al., 2006) y para estudios que han comparado hombres con y sin

vello facial (Muscarella & Cunningham, 1996; Neave & Shields, 2008; Pellegrini, 1973; Reed & Blunk,

1990).

Figura 1.Efectos de la masculinidad vocal sobre el atractivo y el dominio

Sin embargo, el efecto de la masculinidad sobre el dominio
puede ser más lineal cerca del promedio masculino, y el efecto
sobre el atractivo puede ser más curvilíneo. Si es así, entonces
podría ser engañoso comparar los efectos sobre el atractivo
versus el dominio utilizando solo dos niveles de masculinización
= feminización porque tal linealidad
aparente de los hombres.Nota.La masculinidad vocal tiene efectos mayores
(medidos en desviaciones estándar, Cohen'sD)en las percepciones de
dominancia que en el atractivo. Las voces fueron calificadas por mujeres en la
fase fértil de su ciclo por su atractivo en una relación puramente sexual a corto
plazo y por hombres por su dominio físico (p. ej., capacidad de lucha). Para
obtener detalles metodológicos adicionales, consulte Puts (2005) y Puts,
Gaulin y Verdolini (2006).

235
 PUTS, JONES Y DEBRUINE
las voces profundas parecen estar mejor diseñadas por la selección para
ganar concursos masculinos que para atraer parejas.
Evidencia de que los rostros y las voces afectan el apareamiento
masculino y el éxito reproductivo
Si la selección sexual dio forma a los rostros y las voces de los
hombres, entonces la masculinidad facial y vocal debe haber
contribuido al apareamiento masculino y al éxito reproductivo
durante la evolución humana. La evidencia de que las caras y voces
masculinas contribuyen a las oportunidades de apareamiento en las
muestras modernas respaldaría la posibilidad de que estas
condiciones se mantuvieran ancestralmente. De hecho, varios
estudios han demostrado que los hombres con rostros y voces
masculinas reportan más parejas sexuales, y más relaciones
sexuales a corto plazo y fuera de la pareja en particular, de lo que
Descargado por [Pennsylvania State University], [David Puts] a las 08:58 el 1 de marzo de 2012
reportan sus pares relativamente femeninos (Hodges-Simeon,
Gaulin, & Puts, 2011). ; Hughes, Dispenza y Gallup, 2004; Puts, 2005;
Rhodes, Simmons y Peters, 2005). Complementando estos
hallazgos, Apicella, Feinberg, y Marlowe (2007) observaron una
correlación positiva entre la masculinidad vocal de los hombres y su
éxito reproductivo informado en una muestra de fertilidad natural
de cazadores-recolectores africanos; controlando por edad, los
hombres con voces de tono más bajo reportaron más hijos nacidos
de ellos y una mayor cantidad de niños vivos actualmente que los
hombres con voces relativamente más agudas. Como el tono de voz
de los hombres no estaba relacionado con la tasa de mortalidad de
sus hijos, esta correlación puede reflejar un efecto positivo del tono
de voz masculino en las oportunidades de apareamiento de los
hombres. Además, otros estudios han encontrado que los hombres
con rostros más masculinos tienden a obtener puntajes más altos
en el Inventario de Orientación Sociosexual (Simpson & Gangestad,
1991), un cuestionario que evalúa el interés en buscar a corto plazo,
relaciones románticas no comprometidas y número de parejas
sexuales y aventuras de una noche que el encuestado ha tenido en
el pasado (Boothroyd, Cross, Gray, Coombes y Gregson-Curtis, 2011;
Boothroyd et al., 2008). En conjunto, estos hallazgos sugieren que
los rostros y las voces masculinas evolucionaron porque elevaron el
éxito reproductivo a través del aumento de las oportunidades de
apareamiento.
Conclusiones y direcciones para futuras investigaciones
La evidencia antes mencionada indica que la selección sexual ha
dado forma a los rostros y voces de hombres y mujeres, y que los
concursos masculinos, la elección de pareja femenina y la elección de
pareja masculina jugaron un papel en la evolución de los dimorfismos
sexuales vocales y faciales humanos. De hecho, se puede evaluar con
precisión una variedad de rasgos relevantes para el concurso (p. ej., la
fuerza física) a partir de la masculinidad facial y vocal de los hombres.
Además, los patrones de las percepciones de los hombres sobre el
dominio de otros hombres son consistentes con las contiendas entre
hombres que moldearon los rostros y las voces de los hombres. De
manera similar, los patrones de las preferencias de las mujeres por la
masculinidad masculina, especialmente el vínculo entre
236
las preferencias de fertilidad y masculinidad de las mujeres, y
las preferencias de los hombres por la feminidad femenina son
consistentes con la elección de pareja que ha dado forma a los
rostros y voces de hombres y mujeres. Aunque la utilidad de
considerar estos dos tipos de selección sexual para comprender
la masculinidad facial y vocal masculina es clara, hay una serie
de preguntas importantes y sin resolver para futuras
investigaciones.
Un siguiente paso importante es aclarar qué
beneficios señalan las caras y las voces a las posibles
parejas. Por ejemplo, aunque los estudios
correlacionales han implicado tanto los índices de
competencia entre hombres como la prevalencia de
patógenos en las preferencias de las mujeres por la
masculinidad facial masculina (Brooks et al., 2011;
DeBruine, Jones, Crawford, et al., 2010), estos factores
a menudo son confundido, y las relaciones difieren
entre las muestras (DeBruine et al., 2011). Se
necesitan estudios experimentales, como los que
examinan los cambios en las preferencias después de
observar señales de patógenos ambientales (p. ej.,
Little, DeBruine y Jones, 2011b), para determinar los
contextos en los que cada uno de estos efectos es
más pronunciado. Por ejemplo, la masculinidad
puede ser más importante como señal de dominación
cuando los recursos son escasos y la competitividad
por estos recursos es crítica.
Será particularmente importante continuar investigando cómo los
rasgos putativos seleccionados sexualmente, como los rasgos faciales y
las características vocales discutidas anteriormente, afectan el
apareamiento y el éxito reproductivo. Por ejemplo, ¿las caras y las voces
masculinas aumentan las oportunidades sexuales de los hombres, como
sugieren algunas investigaciones? Si es así, ¿en qué medida estas
ventajas de apareamiento se deben a un mayor dominio entre los
hombres y en qué medida se deben a un mayor atractivo para las
mujeres? Debido a que es probable que los ambientes de apareamiento
de muchas sociedades modernas difieran de manera importante de
aquellos en los que evolucionaron las adaptaciones de apareamiento
humano, será esencial examinar estas cuestiones en forma transcultural,
especialmente en las sociedades tradicionales.
La investigación futura también debería determinar cómo las
preferencias de rostro y voz y las percepciones de dominancia se
relacionan con las elecciones reales de pareja y los resultados de la
competencia. Hasta ahora, el trabajo sobre estos temas es escaso, pero
alentador. Por ejemplo, la apariencia facial se correlaciona con el número
de minutos de penalización en jugadores masculinos de hockey sobre
hielo y con comportamientos agresivos entre hombres universitarios en
tareas de laboratorio (Carré & McCormick, 2008). Además, las
calificaciones de dominio de los rostros de los cadetes militares predicen
el rango que finalmente alcanzarán en el ejército (Mueller y Mazur,
1996), y las preferencias de las mujeres por las formas masculinas de la
cara predicen sus calificaciones de la masculinidad real e ideal de sus
parejas (DeBruine et al. , 2006). Aunque estos hallazgos presentan signos
alentadores de que las características perceptivas de los rostros son
relevantes para los concursos del mundo real y las elecciones de pareja,
 SELECCIÓN SEXUAL EN ROSTRO Y VOZ HUMANOS
type es necesario para cerrar las brechas entre la investigación basada en
laboratorio y el comportamiento del mundo real.
Otra pregunta sin respuesta es cómo las personas integran
información de señales en diferentes dominios (p. ej.,
masculinidad de rostro y voz) con información sobre actitudes e
intenciones (p. ej., contenido emocional y movimiento). La
investigación preliminar sugiere que tales interacciones son
importantes; por ejemplo, la dirección de la mirada interactúa
con la masculinidad facial, de modo que las formas faciales
masculinas aumentan las percepciones de dominio en rostros
con miradas directas más que en rostros con miradas desviadas
(Main et al., 2009). De manera similar, las señales de interés
social en los rostros y las voces modulan las preferencias por las
características físicas, como las señales atractivas de color y
textura (Jones, DeBruine, Little, Conway y Feinberg, 2006) y los
tonos de voz (Jones, Feinberg, et al., 2008). ). Se necesita más
Descargado por [Pennsylvania State University], [David Puts] a las 08:58 el 1 de marzo de 2012
trabajo experimental para dilucidar los procesos integradores
que sustentan las valoraciones de posibles compañeros y
competidores. Nuestra comprensión de la percepción social se
enriquecería con más trabajos que exploren cómo la
familiaridad y el conocimiento social explícito sobre posibles
parejas y competidores (por ejemplo, desempeño pasado en
encuentros competitivos con rivales o comportamiento previo
en relaciones románticas) figura en las percepciones
relacionadas con la competencia y el apareamiento. .
Aunque la investigación descrita aquí proporciona evidencia de las funciones últimas de las
percepciones de la masculinidad facial y vocal de los hombres, los mecanismos próximos para las
diferencias individuales en estas percepciones siguen sin estar claros. Es probable que las hormonas
esteroides, como la progesterona, el estradiol y la testosterona (Jones, Perrett, et al., 2005; Puts, 2006;
Roney & Simmons, 2008; Roney et al., 2011; Welling et al., 2007), mediar los cambios en las
preferencias de masculinidad de las mujeres durante el ciclo ovulatorio y las etapas de la vida, pero se
necesita más trabajo. Los estudios de adaptación visual y aprendizaje social sugieren que la
experiencia produce una variación individual en las preferencias de cara y voz. Dichos estudios
generalmente se han centrado en la elección de pareja (revisado en Little, Jones, DeBruine y Caldwell,
2011), pero el aprendizaje social también puede influir en las percepciones del dominio de los
hombres (Jones, DeBruine, Little, Watkins y Feinberg, 2011). Además, la experiencia con rostros y
voces puede recalibrar los juicios de masculinidad y las atribuciones asociadas (Buckingham et al.,
2006), y el condicionamiento y el aprendizaje asociativo pueden contribuir a las preferencias y
percepciones (p. ej., Jones, DeBruine, Little y Feinberg, 2007) . Establecer cómo interactúan estos
procesos sociocognitivos relativamente simples para proporcionar preferencias y percepciones ricas y
coloridas es esencial para comprender más completamente la percepción social, las preferencias de
pareja y las percepciones de los rivales. y el condicionamiento y el aprendizaje asociativo pueden
contribuir a las preferencias y percepciones (p. ej., Jones, DeBruine, Little y Feinberg, 2007). Establecer
cómo interactúan estos procesos sociocognitivos relativamente simples para proporcionar
preferencias y percepciones ricas y coloridas es esencial para comprender más completamente la
percepción social, las preferencias de pareja y las percepciones de los rivales. y el condicionamiento y
el aprendizaje asociativo pueden contribuir a las preferencias y percepciones (p. ej., Jones, DeBruine,
Little y Feinberg, 2007). Establecer cómo interactúan estos procesos sociocognitivos relativamente
simples para proporcionar preferencias y percepciones ricas y coloridas es esencial para comprender
más completamente la percepción social, las preferencias de pareja y las percepciones de los rivales.
La investigación descrita aquí se centra en los rostros y las voces de
los hombres en parte porque la investigación sobre los rostros y las
voces de las mujeres es más limitada, lo que puede deberse en parte a la
opinión generalizada de que la selección sexual opera con más fuerza en
los hombres. Sin embargo, la selección sexual probablemente ha tenido
una gran influencia en la formación de las mujeres.
rasgos (Hrdy, 1981; Puts, 2010); por lo tanto, la investigación
futura debe continuar investigando los roles de los rostros y las
voces en el estatus, el dominio y el atractivo de las mujeres. El
trabajo preliminar sugiere que la masculinidad facial es una
señal válida del dominio físico de las mujeres (Quist et al., 2011).
Otros estudios sugieren que el atractivo de las mujeres modera
el dominio social de las mujeres y juega un papel clave en la
amenaza que representan para los rivales de pareja (p. ej.,
Cashdan, 1998; Maner et al., 2003; Puts, Barndt, et al., 2011). Sin
embargo, otra investigación indica que existe una variación
considerablemente mayor en las preferencias de los hombres
por las mujeres femeninas de lo que muchos investigadores
sospecharon inicialmente (p. ej., véase Burriss, Welling y Puts,
2011; Welling, Jones, DeBruine, Smith, et al., 2008). Será
importante evaluar cómo los rasgos de las mujeres y su
dominio y atractivo afectan los resultados del apareamiento,
especialmente la inversión que obtienen de sus parejas. El
trabajo adicional sobre estos temas informará las funciones
últimas de la apariencia facial y las características vocales de las
mujeres, y abordará este desequilibrio en la literatura sobre la
selección sexual humana.
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