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JURÍDICO
Volumen I
JU R IS T A
e d ito re s
Primera edición: 1998
Sexta edición: Junio 2018
ACTO JURÍDICO
Volumen I
694 BETTI, Emilio, Interpretación de la ley y de los actosjurídicos, trad, por José Luis de los Mo
zos, Editorial Revista de Derecho Privado, Madrid, 1975, p. 218.
695 LARROUMET, Droit civil, Les obligations, le contrat, cit., T. III, p. 134.
manifestación, la cual el intérprete debe respetar. El acto de interpretación de
la ley requiere de medios técnicos distintos del acto de interpretación del acto
jurídico, debido a la diversa naturaleza de estos dos actos, de la heteronomía (la
jey) y de la autonomía (el acto jurídico)696.
La interpretación de la ley y la interpretación del acto jurídico tienen re
glasy finalidades diversas. La ley crea reglas impersonales, generales, y abstractas,
y como consecuencia se admite la analogía, la interpretación extensiva y la evo
lutiva; con la interpretación de la ley se busca esclarecer el significado objetivo
de la disposición, que puede ser, incluso, diverso del significado que quiso darle
el legislador. En una norma legal prevalece la interpretación objetiva y solo en
un segundo momento se puede pasar a la subjetiva, consistente en reconstruir la
voluntad del legislador. Contrariamente, el acto jurídico es el fruto de la volun
tad concreta del sujeto o sujetos que lo han celebrado, razón por la que se da la
máxima importancia a la interpretación subjetiva.
Cuando se afirma que una norma jurídica, de la clase que sea (ley, prece
dente judicial, costumbre, contrato, etc.), es clara o que presenta lagunas, anti
nomias, ambigüedades, siempre es como consecuencia de la interpretación pre
via de la norma en cuestión. Si se dice que no hay necesidad de interpretación
porque el texto es claro, es porque se elige un significado en vez de otro. El viejo
brocardo in claris non f i t interpretatio debe rechazarse, pues solo se reduce la
incertidumbre en cuanto más el texto sea claro y preciso.
(7) Métodos o elementos de la interpretación
Los métodos o elementos de interpretación son el gramatical o literal, el
histórico, el lógico, el sistemático, el sociológico y el teleológico697. También son
importantes, para la solución de los casos no previstos, el uso de los argumentos
a contrario, a maiore a d m inus, a sim ili a d simile, a pari. No existe una formula
cerrada y rígida de interpretación jurídica.
696 TRABUCCHI, Alberto, Istituzioni di Diritto civile, 7.a. edizione, Cedam, Padua, 1953, p.
602.
697 El art. 3.1 del Título Preliminar español (Redactado por Decreto 1836/1974, del 31 de
mayo; en desarrollo de la Ley 3/1973 de bases para la modificación del Título Preliminar
del Código civil) prescribe: Art. 3.1 normas se interpretarán según el sentido propio de sus
palabras, en relación con el contexto, los antecedentes históricos y legislativos, y la realidad
social del tiempo en que han de ser aplicadas, atendiendo fundamentalmente al espíritu y
finalidad de aquéllas.
La interpretación de la ley es definida por Savigny698 como la “recons
trucción del pensamiento contenido en la ley”. Para la interpretación de la ley
Savigny formuló un canon de cuatro elementos de interpretación: el elemento
gramatical, que tiene por objeto las palabras de que se sirve el legislador para
comunicarnos su pensamiento, es decir, el lenguaje de las leyes. El elemento ló
gico, de descomposición del pensamiento o las relaciones lógicas que unen a sus
diferentes partes. El histórico tiene por objeto el estado del Derecho existente
sobre la materia, en la época en que la ley ha sido dada; determina el modo de
acción de la ley y el cambio por ella introducido, que es precisamente lo que el
elemento histórico debe esclarecer. Por último, el elemento sistemático tiene por
objeto el lazo íntimo que une a las instituciones y reglas del Derecho en el seno
de una vasta unidad. Según Savigny, “el estudio de estos cuatro elementos agota
el contenido de la ley”. No son cuatro clases de interpretación, entre las cuales
pueda escogerse según el gusto o capricho, sino cuatro operaciones distintas,
cuya reunión es indispensable para interpretar la ley. Lo indispensable esno olvi
dar ningún de ellos, pues en algunas circunstancias se puede, sin que disminuya
la importancia de la interpretación, omitir alguno, cundo su mención es inútil
o pedantesca. i
En contra de la opinión de Savigny, expresa Flume699, hoy se reconoce que
el intérprete también está legitimado para una interpretación correctora del con
tenido de la Ley. Se atribuye a la interpretación una función de modificación en
el sentido de concepto, emparentado con ella, de “applicatio ” en la teoría del co
nocimiento. Sin embargo, la validez del canon de Savigny para la interpretación
de la ley no resulta afectada por esa ampliación de las tareas de la interpretación.
Se trata solamente de la traslación de ese canon a la interpretación correctora.
En esta tarea tiene plena aplicación, en principio el elemento sistemático de la
interpretación. Pues solamente a partir de la totalidad del ordenamiento jurídi
co fundamentarse una modificación del contenido de una ley particular, puesto
que la totalidad del ordenamiento jurídico debe entenderse como realización de
la idea del Derecho y solo de ella puede extraerse los criterios para la corrección
de la Ley en la labor interpretativa. Según esto hay que distinguir tres clases de
interpretación normativa de la ley: el entendimiento de la ley, la integración de
lagunas, y la interpretación correctora de la ley. Agrega Flume, en vez de colocar
700 FLUME, E l negociojurídico. Parte general del Derecho civil, cit., T. II, pp. 361-363.
Si el acto jurídico es la regulación de relaciones jurídicas privadas, es ob-
via la exigencia de interpretarlo para determinar el significado y alcance de su
contenido, es decir, los derechos que las partes quisieron adquirir y las obliga
ciones que quisieron contraer. Existe la misma exigencia de la interpretación de
la norma jurídica general y abstracta con la diferencia del carácter particular y
concreto de la norma negocial. Con la interpretación del acto jurídico se atribu
ye un significado a la manifestación de voluntad con la cual se crea, modifica o
extingue una relación jurídica. El objeto de la interpretación del acto jurídico es
la manifestación de voluntad.
Además de determinar el significado del acto jurídico, la interpretación de
la manifestación de voluntad puede tener también el propósito de determinar si
el acto jurídico se ha celebrado o no. Por ej., interpretando la declaración de vo
luntad de aceptación de una oferta contractual se determinará si la aceptación es
conforme o no con la oferta; si es conforme, el contrato se ha celebrado, en caso
contrario no hay contrato. Interpretando ciertas estipulaciones o cláusulas del
acto jurídico se puede establecer si las partes se han reservado el derecho de po
nerse de acuerdo en el futuro sobre algunas otras estipulaciones aun no definidas.
Las palabras y las expresiones utilizadas en el acto jurídico pueden tener
un significado según un punto de vista técnico jurídico y otro, totalmente dis
tinto, según el lenguaje común, pensemos, por ejemplo, en lapromesa de contrato
que, en el lenguaje jurídico significa que las partes se obligan a celebrar en el
futuro un contrato definitivo, en cambio, en el lenguaje común casi siempre se
confunde con el contrato definitivo-, o esas palabras o expresiones pueden variar
según el contexto, las circunstancias, el lugar o el particular modo de expresarse
de los individuos y de los particulares grupos sociales; o puede suceder que la
manifestación de voluntad sea entendida de modo diverso por el declarante, por
el destinatario de la declaración o por los terceros eventualmente interesados.
Por estas razones el legislador ha dictado una serie de reglas para interpretar el
acto jurídico y dirimir los eventuales conflictos e incertidumbres. Encontrar el
correcto sentido y alcance del contenido del acto jurídico es el fin de la interpre
tación.
Como dice Trimarchi701, también se debe considerar que cada proposi
ción tiene una zona central de significado seguro y, en torno a esta, una penum-
702 ESSER, Josef, Principio y norma, en la elaboraciónjurisprudencial del Derecho privado, Bosch,
Barcelona, 1961, p. 323.
Las fuentes romanas contienen una serie de criterios de interpretación del
acto jurídico, enunciados por los juristas en ocasiones de pronunciar soluciones
para casos prácticos, criterios generales que fueron recogidos por el Derecho justi-
nianeo, ios mismos que han devenido en cánones vinculantes en el Derecho mo
derno, que ha elaborado en términos racionales una teoría de la interpretación.
El Libro II del Código civil contiene algunas de esas normas de interpretación.
Los criterios interpretativos varían según que el acto sea unilateral, en el
cual la valoración está limitada a las declaraciones de un solo sujeto, o bilateral
o plurilateral, en el que la investigación se orienta a la común intención de las
partes; son distintos en los actos onerosos respecto de los gratuitos; en los actos
inter vivos contrapuestos a los actos mortis causa,.
703 “En el testamento solo importa que se cumpla la voluntad del testador. Po eso sería absurdo
hacer que el testamento valiera en un sentido objetivo obtenido por medio de “interpreta
ción” si no respondiera al “pensamiento” del testador. No hay lugar a una autorresponsabili-
dad del testador por un fallo en la publicación de su disposición. Al comparar el testamento
y los negocios jurídicos ínter vivos se manifiestan de modo especialmente claro las conse
cuencias que se derivan de la esencia del negocio jurídico como acto de autodeterminación
cuando no juega el principio de la autorresponsabiiidad” (FLUME, E l negociojurídico. Parte
general del Derecho civil, cit., T. II, p. 397).
festación no solamente está comprendida la declaración de voluntad con la cual
se forma el acto jurídico, sino también elementos extra formación del acto como
son los comportamientos de las partes anteriores, coetáneos y posteriores a la
creación del acto, así como todos aquellos hechos compatibles con la declara
ción con los cuales se pruebe la voluntad real, de alguna forma exteriorizada, del
agente. Por consiguiente, adelantamos que nuestro ordenamiento civil opta por
un sistema mixto de interpretación del acto jurídico. Desde ya hacemos presente
que las palabras volu n ta d e intención son usadas como sinónimas.
65. E V O L U C IÓ N H IST Ó R IC A
704 El Ius civile o Derecho quintarlo era el conjunto de reglas que regularon las relaciones entre
los ciudadanos romanos, que fueron conocidos en la Antigua Roma como quirites.
705 En el tema sobre la evolución histórica de la interpretación seguimos a PASTORI, Gli istitu
ti romanistici come storia, e vita del Diritto, cit., pp. 633 y ss.
El rigor del ius civile es atemperado por la función correctiva y equitativa
que cumple el ius honorarium 706-, mientras que los principios del ius g e n tiu m 707
tienden a introducir la libertad de formas negociales, privilegiando la común
intención de las partes. La recepción de las normas del ius gen tiu m por el ius
civile y por el ius honorarium y la fusión de estos dos ordenamientos verificada
en la época postclásica, determinó que el Derecho justineaneo adopte diversos
métodos interpretativos, todos orientados al conocimiento de la regulación de
intereses privados.
La interpretación clásica es típica y objetiva en el sentido de que las expre
siones de la autonomía de la voluntad privada son valoradas de acuerdo con el
juicio imperante en la conciencia social y agrupadas en figuras preconstituidas
sobre la base de comunes caracteres objetivos, prescindiendo de la convicción
personal de las partes, la cual no tiene importancia si difiere del criterio valora-
tivo objetivo. El significado del acto es obtenido según los datos sugeridos de la
experiencia, derivados de la conciencia social y no en conformidad al entendi
miento subjetivo. En cambio, la interpretación justineanea valora el carácter in
dividual; en cuanto atribuye a la manifestación (declaraciones y comportamien
tos) de autonomía privada el significado, en la medida de lo posible, más acorde
con la intención de las partes; el significado subjetivo prevalece sobre el objetivo.
Veamos algunos ejemplos de la orientación clásica de la interpretación: si
el testador enajena la cosa que es objeto del legado, la enajenación vale como re
vocación del legado (D. 39,2,34), tal es el significado que este comportamiento
asume objetivamente según una típica valoración social, pues, una diversa inten
ción del mismo testador está privada de relevancia jurídica. Celso (D.33,10,7)
aclara: “non enim ex opinionibus singulorum, sed ex com m uni usu nom ina exaudi-
ri debere”, o sea que la declaración de quien crea un negocio no se debe entender
según el convencimiento individual, sino según el significado que tiene en el uso
común. Una declaración no expresada con las palabras adecuadas es inoperante.
Pero a los clásicos no les fue extraño el valor de la voluntad, ya que de ella
se derivan los actos de autonomía privada, aun cuando la declaración prevalece
sobre el anim us y asume un valor objetivo compatible con el significado que
706 El Derecho honorario es el creado por el Pretor para ayudar, suplir o corregir el Derecho civil.
707 El ius gentium es el Derecho común a todos los pueblos sin hacer diferenciación entre ciuda
danos romanos y extranjeros.
las palabras tienen en el uso corriente, recogido por la conciencia social. Para
el Derecho clásico, el acto jurídico no corresponde a una categoría indefinida,
en el sentido de reconocer a todos los actos de autonomía privada con la sola
limitación de que correspondan a un fin útil socialmente, como lo entiende el
Derecho moderno al definirlo como la manifestación de voluntad destinada a
crear, regular, modificar o extinguir relaciones jurídicas. En el Derecho clásico,
los actos jurídicos son solamente los típicos, debido a que están fijados en un
número definido, cada uno de los cuales corresponde a una figura específica,
caracterizada por la forma solemne, como la sponsio708, la stipulatio709, la nom inis
transcriptio710, h.acceptilatio711, la m ancipatio712, la in iure cessio713, o bien desvin-
708 La sponcio era un contrato verbal solemne que consistía en una interrogación seguida de una
respuesta: prometes pagarme diez mil sestercios. Prometo.
709 La stipulatio (estipulación) era un contrato verbal y abstracto, en el que el futuro acreedor
(estipulante) preguntaba al futuro deudor (promitente) si estaba dispuesto a prometer algo
(a entregar alguna cosa o realizar algún servicio); apenas el deudor contestaba prometiendo,
quedaba obligado a entregar la cosa o realizar el servicio prometido. Así, en la estipulación
¿prometes darme cien? Prometo; apenas pronunciadas las palabras surgía la obligación, sin
indicar por qué ni con qué fin el acreedor se hacía prometer 100 y el deudor prometía entre
garlos.
710 La nominis transcriptio era un contrato escrito y abstracto que se hacía mediante la trans
cripción en los libros contables de un paterfamilias o de un banquero. Hacía nacer una obli
gación mediante la sustitución de una obligación anterior por la nueva que derivaba de la
anotación contable, es decir, se producía una novación de la obligación.
711 La acceptilatio era un acto jurídico mediante el cual el deudor, valiéndose de formas solem
nes, preguntaba al acreedor si había recibido cuanto le prometió, y al acreedor respondía afir
mativamente. Al principio era una forma de recibo, verbal y solemne. Luego se admitió que,
con este cambio de pregunta y respuesta, la obligación se considerase extinguida, aunque el
pago no se hubiese realizado.
712 La mancipatio era un contrato verbal, formal y solemne, el más arcaico del Derecho romano,
surgió antes de la Ley de las doce tablas y de la aparición de la moneda, por el que se transmi
tía las res mancipi conforme al Derecho civil romano: fundos rústicos y urbanos, los esclavos,
los animales de tiro y carga y las servidumbres rústicas. Refiere Gayo, en su obra Institutas,
que son necesarios seis testigos: cinco de ellos ciudadanos romanos púberes y uno que sostu
viese la balanza de cobre, llamado el portador de la balanza (librepens). Para realizar la manci
patio, quien iba a recibir la propiedad de la cosa (mancipatio accipiens) se situaba en frente de
los testigos, la agarraba y decía: “afirmo que esta cosa es mía según el Derecho romano y que
la compro con este cobre y con esta balanza de cobre” (per aes etlibram). Después, golpeaba
la balanza con un fragmento de cobre sin acuñar y se lo entregaba a quien transmitía la cosa
(mancipio dans), como si se pesara el precio, en recuerdo de la antiquísima mancipatio.
713 La in iure cessio era un modo de transmitir la propiedad de las cosas mancipables y las no
culados de la forma solemne y caracterizados por la causa como la compraventa,
la locación conducción, la sociedad, el mandato, el mutuo, el depósito y el co
modato, o desvinculados de la forma y de la causa como el testamento, el legado
y la manumisión. Solamente se reconocen a los actos de autonomía privada que
correspondan a los tipos prefijados por el ordenamiento. El proceso formulario
establece una coacción específica para cada tipo de acto.
Mientras en el Derecho clásico, voluntad y manifestación constituyen
una unidad, en cuanto la manifestación tiene la función representativa de la vo
luntad, la concepción postclásica y justinianea entienden la voluntad y la ma
nifestación como entidades separadas, por considerar que la manifestación es
solamente un instrumento para expresar el querer; los efectos jurídicos están
vinculados'a la voluntad, sea expresa, tácita o presunta. Permanece la tipicidad
de los actos, pero hay la posibilidad para la autonomía privada de modificar las
figuras jurídicas contractuales en conformidad a los objetivos particulares pre
fijados; a propósito, vale el dogma bizantino de la natura contractus -que en
lo procesal corresponde al de la natura actionis- que indica la flexibilidad de
los esquemas de los contratos típicos y su adaptabilidad, mediante la introduc
ción de pactos y cláusulas que alteran su contenido, en orden a la satisfacción
de concretos intereses privados. En definitiva, el acto o negocio jurídico en el
Derecho justinianeo es un acto de autonomía privada que responde a esquemas
libremente modificables por las partes, a los cuales el Derecho vincula los efectos
presumiblemente queridos por ellas.
La tipicidad es eliminada del todo por el Derecho moderno, para el cual
el acto jurídico es un instrumento al servicio de los intereses privados. Las perso
nas son libres de celebrar cualquier acto jurídico típico (regulado) o atípico (no
regulado), con tal que obren lícitamente.
En los contratos {actos ínter vivos) existen, por lo menos, dos partes con
trapuestas, por lo que el objeto de la interpretación es el de encontrar soluciones
acordes a la justicia; mientras que en los actos mortis causa la interpretación está
orientada a la sola declaración del disponente, por lo que hay la exigencia de
indagar con mayor amplitud cuál fue su intención, aun cuando esta sea con-
mancipables. Se consideraba como un litigio imaginario, por el que el cedente y el que recibe
se presentan ante el pretor: el adquirente dice “declaro que (la cosa a ceder) me pertenece” y
el que la cedía respondía es verdad o simplemente se quedaba callado.
tradicha por la declaración. Según una corriente de opinión, los actos m onis
causa deben interpretarse con referencia al pensamiento del disponente, pero
prevalecieron las opiniones de Servio y Celso que aconsejan no separarse de la
interpretación típica, pero ciertamente valorando la voluntad, mencionada con
las expresiones mens, opinio, sentitia y voluntas , la cual debía entenderse desde la
perspectiva de sus circunstancias exteriormente reconocibles y en conformidad
a los datos inspirados por la experiencia común.
En la interpretación de los actos Ínter vivos prevalece la exigencia de tute
lar la certeza del derecho y la confianza, lo que importa es la indagación de las
declaraciones emitidas en un ambiente social. Encuentra aplicación la regla
conventionibus contrabentium voluntas potius quam verba spectari placuit” (en
las convenciones contractuales prevalece la voluntad de los contratantes respec
to a las palabras); la voluntad no es considerada como una intención individual
de un sujeto, sino que la indagación aprecia el id q u o d a c tu m est, o sea, el intento
práctico común de las partes reconocible mediante la declaración.
Reviste un significado particular la interpretación del acto en presencia de
declaraciones ambiguas o lagunosas. El criterio que prevalece es el de la conser
vación del acto como regla interpretativa general, de aplicación más basta en los
actos mortis causa, en los cuales, cuando la declaración puede ser entendida en va
rios significados, prevalece aquél que mejor refleje el pensamiento de una persona
razonable, o sea como si esta se hubiese comportado en circunstancias análogas
a aquellas en las cuales el disponente ha regulado sus propios intereses; si no es
posible atribuirle un significado razonable a la declaración, el acto es ineficaz.
El sentido de la declaración según los datos habituales de la experiencia
representa el criterio valorativo de los actos ínter vivos y si con este criterio no
es posible una reconstrucción de la voluntad común de las partes, se verifica un
caso de disenso que impide el nacimiento del acto.
Por la interpretatio contra stipulatorem, el acto es interpretado en el sen
tido menos favorable a la parte constituyente -como en la estipulación la par
te que interroga- porque a ella corresponde el deber de usar expresiones claras
para la declaración y, en consecuencia, debe soportar los perjuicios derivados del
incumplimiento de tal deber sobre la base del principio de la autor responsabi
lidad privada.
En resumen, en el Derecho clásico, la voluntad solo tiene valor en cuanto
es expresada y no en cuanto anim us, o sea en cuanto estado de ánimo interior.
La anomalía del acto se presenta cuando hay divergencia entre el significado que
el sujeto atribuye a su declaración y el significado objetivo que resulta de la in
terpretación típica. Así, en el caso de “am biguitas in verbis” en la disposición
testamentaria, los clásicos se proponen una voluntatis quaestio inspirada en el
principio delfa v o r testamenti. Pero vale siempre la regla interpretativa enuncia
da por el D. 34,5.3: “qui a liu d dicit quam vult, ñeque id dicit quod vox significat,
quia non vult, ñeque id quod vult, quia id non loquitur” (quien declara cosa di
versa de la deseada ni dice aquello que expresan las palabras, ya que no lo desea
ni aquello que dese, porque no lo expresa); el problema interpretativo se centra
sobre la conformidad del significado subjetivo y el objetivo de la declaración.
Por ej., si el testador indica una cuota menor respecto a aquella que pensaba, la
disposición vale por esta cuota, en cuanto en lo más está contenido lo menos (D.
30, 15); mientras en el caso opuesto la disposición se reduce a la menor cuota
conforme a la voluntad del disponente (D. 28,5,5,9); en el caso en el cual el tes
tador entiende instituir heredero a una persona y menciona otra, o bien indica
como objeto del legado un bien en vez de otro (D.28,5,9), en el Derecho clásico
estas disposiciones son inválidas por la insanable incoherencia entre la voluntad
y su representación, pero el Derecho justinianeo tiende a salvar el negocio aun
en el caso de incompatibilidad mediante una interpretación correctiva.
Más allá de los diversos criterios interpretativos del acto Ínter vivos y del
acto mortis causa, el problema de fondo de la interpretación del acto jurídico en
superspectiva histórica, del Derecho arcaico al Derecho justinianeo, es el relati
vo a la relación entre la “declaración” y la “determinación” del querer. Tomando
como punto de partida la irrelevancia de la voluntad no expresada en forma ri
tual, sancionada por el antiguo ius civile, se habla del proceso de “emersión” de la
voluntas de los verba como resultado de la elaboración cumplida por la jurispru
dencia, tanto en las disposiciones testamentarias como en el ámbito contractual,
cuyo punto de llegada es la concepción justinianea.
A partir de los contratos verbis, como la sponsio y la stipulatio, la técnica
interpretativa alcanza un significativo desarrollo, al enunciarse algunos princi
pios generales sobre el acto jurídico y elaborarse la técnica interpretativa. Con la
difusión de la stipulatio, el contrato verbis se extiende del ius civile al ius gentium .
Los contratos consensúales como la compraventa, la locación-conducción, la so
ciedad y el mandato se fundan en la práctica del ius gentium y son extraños al ius
civile; en cambio, los contratos verbis dominan la escena histórica del Derecho
arcaico hastaJustiniano. La sponsio, figura sobresaliente que fue base del antiguo
comercio, es de naturaleza abstracta y su esquema de la pregunta y la respuesta
permitió utilizarla para múltiples finalidades de autonomía privada.
La primitiva figura de la obligatio es la obligatio verbis, o sea la que tiene
su origen en los contratos verbis, los cuales tienen valor constitutivo en cuanto
producen efectos jurídicos.
Pomponio define a la stipulatio como “verborum conceptio, quibus is qui
interrogatur d a turum fa c tu ru m ve se quod interrogatus est responderif. La con
ceptio verborum (la más antigua conceptio verborum es la sponsio ) se exterioriza
en una interrogado y en una responsio congruentes, con el efecto de generar la
obligatio, la cual es verbis contracta, ya que nace de los verba, o sea de la pronun
ciación de determinadas palabras. La superación del Derecho clásico se produ
ce con la abolición de la sollemnitas verborum y la consideración del consenso
(Inst. 3,15,1) y de la causa en la stipulatio. Con el cambio definitivo del punto de
apoyo de la stipulatio de los verba al consenso, la conceptio verborum no es más
constitutiva de la obligatio.
La historia del contrato verbal sintetiza, en sus líneas generales, la evolu
ción de la técnica interpretativa. Una técnica que tiene su origen en la fase arcai
ca, en la cual los negocios son impuestos por un formalismo que limita la tarea
del intérprete a la averiguación de la existencia del negocio y el examen de su
correspondencia a los esquemas legales. Se trata de una interpretación “típica” y
“objetiva”, que en la sponsio requiere el control del pronunciamiento de palabras
rituales que identifican la conceptio verborum con la cual se regulan los intere
ses negociales. Superada la fase arcaica, la interpretación considera el aspecto
formal de la declaración, pero no entendido como el elemento constitutivo del
negocio, según la lógica del formalismo interno, sino como un medio de expre
sión del querer.
En la sponsio y sobre todo en la stipulatio, entendidas siempre desde la pers
pectiva de la conceptio verborum, las palabras son consideradas como medio de
expresión de la voluntad, surgiendo como consecuencia el problema de la rela
ción entre los verba y la voluntas. Con relación a las disposiciones testamentarias,
la interpretación se funda en el principio delfavor testamenti, presente también
en los actos ínter vivos, en el sentido de que en las relaciones contractuales preva
lece la voluntad, no como anim us interior, sino como el común convencimiento
declarado. Así, es válida la stipulatio en la cual falte la interrogación, siempre que
de la promesa resulte claro el contenido del acto, y en cuanto se presuma que tal
promesa sé vincule a una propuesta precedente, aun cuando no sea expresada con
la modalidad ritual. Es evidente que una solución como esta supera el aspecto for
mal del acto, privilegiando la idquodactum est, es decir, la regulación de intereses
en cuanto sea conforme a la voluntad común de las partes.
Por la interpretación orientada a la reconstrucción del contenido nego
cia!, o sea de! id quod actum est referido al entendimiento de las partes, cuando la
declaración es ambigua e incierta se hace prevalecer a la voluntad sobre la decla
ración formal, de acuerdo a la exigencia práctica de la conservación deí negocio.
Si hay incertidumbre por ambigüedad en la declaración, se presume que las par
tes han regulado sus intereses de acuerdo a los usos locales. Si no hay usos locales
o estos son varios, el negocio vale de acuerdo a su contenido mínimo, es decir,
se introduce la idea sancionada por el Derecho justinianeo del favor debitoris,
por el cual el monto de la deuda es interpretado a favor del deudor, y se valora la
declaración ambigua contra stipulatorem, esto es, en daño del acreedor, a quien
corresponde el deber de predisponer un esquema negocia! claro y por tanto debe
soportar el perjuicio derivado de la ambigüedad.
No obstante no haberse expresado en la declaración, se consideran ele
mentos del acto a la condición y ai término, lo que constituye, según el lenguaje
moderno, una hipótesis de interpretación integrativa, por la que se consideran
implícitas cláusulas inexpresadas, pero queridas y necesarias para la eficacia deí
negocio. Ej., en la estipulación para la construcción de una casa sin indicación
de! término de ejecución, el acto es integrado considerando el término necesario
para la edificación según los datos de la experiencia común. La estipulación de
dar “en un cierto lugar”, sin indicación del término, es integrada considerando
el tiempo necesario para que el promitente pueda dirigirse al lugar previsto. En
la promesa a título de dote está implícita la condición de que se realice el matri
monio.
En tema de declaraciones ambiguas se aplica el criterio de la interpreta
ción contra stipulatorem a que hace referencia el D. 34,5,26: “Cum quaeritur
in stipulatione, quid acti sii, ambiguitas contra stipulatores est” (Si se pregunta
en la estipulación, de qué cosa se trata, la ambigüedad es valorada en contra deí
acreedor estipulante) y en el D.45,1,38: “In stipulationibus cum quaeritur, quid
actum sit, verba contra stipulatorem interpretanda sunt” (En la estipulación que
se interroga, de que cosa se trata, las palabras se interpretan en perjuicio del es
tipulante). Como el siipulator es la parte que interroga y que asume la inicia
tiva contractual, predisponiendo la formulación de la pregunta y la respuesta;
mientras el promitente se limita a adherirse a la propuesta, es razonable atribuir
al estipulante la obligación de la claridad en la declaración y la responsabilidad
por su inobservancia. La interpretación contra stipulatorem se aplica también a
la venta y a la locación, en cuanto a que el vendedor y el locador son los respon
sables por la ambigüedad de la regulación negocial por haber tenido la iniciativa
en la celebración del contrato.
La razón que justifica la interpretación contra stipulatorem es la de atribuir
la responsabilidad por la ambigüedad de la regulación negocial a la parte que
asume la iniciativa. Esta regla no se presta a dudas en la stipulatio en cuanto es
siempre el estipulator que con su interrogación asume la iniciativa del contra
to. Pero en la compraventa y en la locación-conducción, que son contratos con
prestaciones recíprocas o sinalagmáticas, la iniciativa puede provenir de uno o
de otro contratante, por lo que la interpretación será a favor del proponente. La
regla de la interpretación en contra del estipulante está contenida en el art. 1401
de nuestro Código civil.
En el Derecho justinianeo se afirma la regla del fa v o r debitoris, según el
cual, en caso de ambigüedad el negocio debe ser entendido en el sentido más
favorable al deudor. La influencia de la ideología cristiana difundió el principio
“sem perin dubiis benigniorapreferenda sunt (D. 50,17,56) orientado a favorecer
al deudor. En caso de duda la obligación se entiende contratada por la cantidad
menor (a d id q u o d m ín im u m est, redigenda sum m a est\ D, 50,17.34); los clásicos
llegaron al mismo resultado utilizando el criterio objetivo que sostiene que lo
menos está comprendido en lo más.
El devenir histórico demuestra que no hay una radical y repentina diver
gencia, sino la continuidad de los métodos de interpretación y, en particular,
la ausencia de una contraposición neta entre el Derecho clásico y el Derecho
justinianeo. Los criterios cognoscitivos que los juristas romanos adoptaron para
la solución de casos prácticos, tienden a cristalizarse hasta devenir en regulae
iuris en el Derecho justinianeo, que luego fueron recepcionadas por el Derecho
moderno.
No podemos dejar de anotar el rol fundamental de la regla de interpre
tación de buena fe , recepcionada en el art. 168 de nuestro Código civil, de in
discutida matriz romana. La idea de la bona fides, entendida como la lealtad y
corrección de comportamiento, existió ya en el ius civile y basta pensar en ins
titutos como lafiducia o el fideicomiso, pero se afirma como base del comercio
del iusgentium . La bonafides también se entiende como la confianza que una de
las partes deposita en la otra. El Derecho moderno protege la buena fe confianza
del destinatario de la declaración de voluntad.
66 . SIST E M A S IN T E R P R E T A T IV O S
6 6 . 1 . La i n t e r p r e t a c i ó n s u b j e t i v a o d e l a v o l u n t a d
714 Código francés: En las convenciones se debe averiguar cuál ha sido la común intención de
las partes, más bien que fijarse en el sentido literal de los términos (art. 1156). Código bra
sileño: En las declaraciones de voluntad se atenderá más a la intención que al sentido literal
del lenguaje. Código italiano: Al interpretar el contrato se deberá indagar cuál ha sido la in
tención común de las partes y no limitarse al sentido literal de las palabras. Para determinar
la intención común de las partes se deberá apreciar su comportamiento total aun posterior
a la conclusión del contrato. Código alemán: En la interpretación de una declaración de
voluntad ha de investigarse la voluntad real y no atender al sentido literal de la expresión.
Sin embargo la doctrina alemana ha establecido que la intención solo puede ser decisiva
en cuanto haya sido declarada. El Código civil y comercial argentino establece: Art. 1061.
Intención común. El contrato debe interpretarse conforme a la intención común de las partes
y al principio de la buena fe.
715 En defensa de la teoría subjetiva y en contra de la objetiva, Célice dijo: “No estamos dispues
tos a aceptar una concepción que destruye toda relación entre el acto jurídico y su autor, ni a
admitir que un acto maquinal, la producción de un sonido, el trazado de algunas líneas, pue
da tener un determinado valor, y que la voluntad del hombre no tenga ninguno (CELICE,
Raymond, E l error en los contratos, trad. de Camargo y Marín, Góngora, Madrid, s/f, p. 25).
Justicia colombiana, refiere Jaramillo7115, ha establecido que debe entenderse que
*g¡ ¡a voluntad interna y no la declarada la que rige la hermenéutica contractual.
£1 BGB alemán dispone: Art. 133. En la interpretación de una declaración de
voluntad debe investigarse la verdadera voluntad y no atenerse al sentido literal
de la expresión.
En la búsqueda de la voluntad real del agente, el intérprete no debe con
siderar solamente la declaración, sino que debe valorar el contexto social, el
comportamiento de las partes previo, simultáneo y posterior al de la celebración
del acto jurídico, la finalidad perseguida por las partes y todas las circunstancias
que conduzcan a establecer la voluntad real. Se tendrá en cuenta las tratativas,
aquello que las partes practicaban en sus precedentes relaciones recíprocas, las
circunstancias que demuestren el particular modo de expresarse de una de las
partes y la significación que siempre le atribuye la otra, la ejecución de actos
anteriores celebrados entre las mismas partes y el comportamiento de estas en la
ejecución del acto mismo que se está interpretando.
En materia de actos bilaterales o plurilaterales, y en especial del contrato,
un primer y fundamental criterio impone interpretar las declaraciones según el
significado atribuido por las partes en el momento del perfeccionamiento del
acto, puesto que es la común intención de las partes la que origina el acto o nego
cio jurídico. Análogamente se debe proceder cuando se trata de negocios unila
terales ínter vivos, si la declaración negocial ha sido entendida del mismo modo
tanto por el declarante como por ei destinatario de la declaración. Si se aplica
ra este principio de la interpretación subjetiva al Derecho peruano tendríamos
que, por ejemplo, si las partes se han puesto de acuerdo para la compraventa de
una cierta cantidad de acciones, sin especificar si se trata de acciones con dere
cho a voto (art. 95 de la Ley 26887) o de acciones sin derecho a voto (art. 96 de
la Ley 26887), pero resulta que ambas entendieron referirse a las acciones con
derecho a voto, el contrato tendrá valor según la común intención de las partes.
La interpretación subjetiva, que busca encontrar la común intención de
las partes aun cuando no coincida con la declaración, es de aplicación no so
lamente cuando la declaración negocial sea objetivamente equívoca, como en7 6
1
716 Jaramillo Jaramillo, Carlos J., Panorama de la interpretación contractual. Lincamientos gene
ralespara la elaboración de una propuesta de un “Código latinoamericano de contratos”, en Teo
ría General del Contrato, Homenaje al profesor doctor Ricardo L. Lorenzetti, t. II, Fondo
Editorial de Derecho y Economía, Buenos Aires, 2012, p. 954.
el ejemplo propuesto, sino también cuando la declaración tenga un significado
unívoco, según el común modo de entender de las gentes, pero que las partes
concordantemente lo hayan entendido con un significado diverso. Al respecto
el art. 1156 del Código francés dispone: E n los convenios se debe buscar cuál ha
sido la común intención de las partes contratantes, más bien que detenerse en el
sentido literal de los térm inos ; el art. 1362 del Código italiano, primer párrafo
prescribe: E n la interpretación del contrato se debe indagar cuál ha sido la común
intención de las partes y no limitarse a l sentido literal de las palabras, o sea coloca
como momento fundamental de la indagación la búsqueda de la voluntad co
mún de los contratantes. En materia de testamentos, el Código alemán también
se mantiene dentro del sistema subjetivo, pues en su art. 133 establece (piepara
interpretar una declaración de voluntad habrá de indagarse la volu n ta d realy no
limitarse a l sentido literal de las palabras.
6 6 .3 . La i n t e r p r e t a c i ó n o b j e t i v a o d e l a d e c l a r a c i ó n
719 RIPERT Georges y Jean BOULANGER, Tratado de Derecho civil, T. IV, vol. I, La Ley,
Buenos Aires, 1964, p. 286.
720 LEON BARANDIARAN, Comentarios al Código civilperuano. Derecho de las obligaciones, cit.,
T.I, p.41.
721 BORDA, M anual de derecho civil, cit., pp. 417-418.
722 No faltan quienes lo han denominado “interpretación integrativa” en cuanto estaría orien
tada ha determinar el significado del contrato aún más allá o en contra de la intención de las
partes. Tal denominación no debe conducir a confundir la integración del contrato con la
interpretación objetiva. La integración es una heterodeterminación legal del contrato, que
prescinde completamente de la voluntad de los contratantes; en cambio, la interpretación
objetiva mira a determinar el significado del contrato tal como las partes lo han celebrado
(BIANCA, Diritto civile, cit., T. III, p. 435).
Ei profesor uruguayo Orquidi723escribe: “Los objetivistas apuntan a inter
pretar en atención al fin, a la función natural del contrato, enfocado lo declarado
en forma abstracta. Se considera lo que hubiera entendido un tercero imparcial
y de buena fe, sin que sean relevantes ni la voluntad interior ni los intereses p a r
ticulares. Se da una importancia esencial a la declaración de voluntad: esta, vista
por las partes o por terceros, genera una expectativa, crea una confianza en el
destinatario que es preciso proteger”.
Se hace prevalecer a la interpretación literal sobre todos los otros méto
dos de interpretación. Para determinar el contenido y alcance del acto jurídico,
el intérprete debe otorgar a las palabras y expresiones su significado común, el
significado con el cual son entendidas normalmente por ios demás miembros
de comunidad. El destinatario de la declaración confía en que es verdad lo que
le dice el declarante porque así lo entiende cualquier otro miembro de la socie
dad.
El primer expositor de esta teoría fue Erich Danz en su clásico libro ti
tulado L a interpretación de los negocies jurídicos, que apareció pocos meses des
pués de promulgado el BGB alemán, reeditado treinta años después. Afirma t
este autor que hasta ahora la interpretación del negocio jurídico ha tenido una
función análoga a la interpretación filológica, cuya finalidad es descubrir lo que
quiso decir, lo que pensó el declarante. Algunas veces es imposible encontrar la
intención común; lo más lógico es indagar cómo la conducta de las partes re
flejada en el contrato es entendida por la generalidad de la gente. En el lugar de
las partes, el juez debe colocar a dos hombres razonables, preguntándose cómo
estos habrían comprendido e interpretado la declaración de voluntad, es decir,
qué prestación habrían realizado esos hombres en el caso de que se trata. El juez
solo debe preguntarse cómo entienden la generalidad de los hombres una de
terminada conducta. Ei juez debe amparar el fin económico perseguido con el
negocio jurídico. El intérprete no tiene por qué preocuparse por determinar las
intenciones internas del declarante, su misión es solo aclarar las declaraciones de
voluntad para determinar los efectos jurídicos. De este modo, Danz objetivó la
interpretación de la declaración de voluntad, apoyándose en lo estipulado por el
art. 157 del Código alemán que dispone: Los contratos han de interpretarse como
lo exija la buena f e y atendiendo a los usos sociales, en concordancia con el art.
723 Orquidi C., Gustavo, Interpretación del contrato en el régimen uruguayo, cit. de Jaramiüo
Jaramillo, Carlos J., ob. cit., p. 956.
119, según el cual la declaración viciada de error engendra los efectos jurídicos
correspondientes a su sentido usual y no es nula.
Por su parte, Saleilles expresó: “Allí donde antes se hablaba de voluntad,
hoy se habla de declaración. Allí donde antes se buscaba lo que se ha querido,
hoy se busca lo que se ha declarado. Allí donde se establecía en principio que la
voluntad, en su realidad psicológica, es soberana, se declara que la voluntad n o
essoberana sino en su forma jurídica. La teoría de ios actos jurídicos del Código
alemán ha dejado de ser una psicología jurídica, para ser una forma jurídica de
lapsicología. El Derecho ha conquistado su lugar frente a la psicología; y así lo
quieren los intereses en juego, el crédito y la equidad general”724. De este modo,
sepresentaron a la reoría subjetiva y a la objetiva como métodos radicalmente
opuestos.
Sin embargo, si el declarante o el destinatario de la declaración no han
atribuido un mismo significado sino significados diversos a la declaración, surge
el problema de establecer si se da o no prevalencia a uno de ellos.
La regla no puede consistir en hacer prevalecer siempre el significado dado
por el declarante o el entendido por el destinatario de la declaración. Abstracta
mente las dos significaciones son igualmente merecedoras de protección jurídica.
Pero hay que tener en cuenta que tanto el declarante como el destinatario deben
actuar con diligencia; el declarante debe expresarse con claridad, sin crear equívo
cos, teniendo en cuenta la capacidad de entendimiento del destinatario y el desti
natario debe actuar con diligencia para entender bien el sentido de la declaración,
teniendo en cuenta el modo de expresarse del declarante. De ahí que entre los
diversos significados atribuidos a la declaración por una o por otra parte, deberá
prevalecer el que aparezca mejor justificado, y, por tanto, sea el más razonable725.
En la búsqueda del significado objetivamente más razonable, se aplica el
principio por el cual en la duda, el acto o sus disposiciones singulares deben in
terpretarse en el sentido por el cual tengan algún efecto y no en el sentido por el
que no tendrían ningún efecto (principio de la conservación del acto jurídico),
así como la regla que hace prevalecer a la interpretación que más se adecúa a las
prácticas generales y la que atribuye prevalencia a la interpretación más conve-
724 Citado por DE GÁSPERI en DE GÁSPERI y MORELLO, Tratado de Derecho civil, cit., T.
I, p. 161.
725 TRIM ARCHI, Istituzioni di Diritto privato, cit., p. 192.
niente a la naturaleza y objeto del acto. Si se trata de actos concluidos mediante
cláusulas generales de contratación o de contratos por adhesión, se interpretan
en contra del estipulante. Si el acto aún permanece oscuro, se interpretará en el
sentido menos gravoso para el obligado, si es gratuito; y, si es oneroso, en el sen
tido de que se realice la equivalencia en las prestaciones.
6 6 .4 . C r ític a al s is te m a o b je tiv o
El acto no produce los efectos que las partes han querido, sino los efectos
atribuidos por el Derecho a la declaración aun cuando esta difiera de la volun
tad. Como dice De Gásperi726, “no hace falta mucho esfuerzo para comprender
cuán contradictorio es que el Derecho objetivo confiera plena eficacia a una de
claración aun cuando quien la hace no haya tenido conciencia de sus alcances, y
le constriña a ejecutar una prestación que realmente no quiso llevarla a efecto”,
agrega este autor, citando a Raymond Célice, que esta concepción destruye toda
relación entre el acto jurídico y su autor; se admite que un acto maquinal, la pro
ducción de un sonido o el trazado de unas líneas, puedan tener un determinado
valor, mientras que la voluntad del hombre no tiene ninguno.
6 6 .5 . S iste m a m ix to o in te rm e d io
acto728
Investigar la común intención de las partes no significa que la mera vo
luntad, aun no exteriorizada, deba tener eficacia jurídica, porque perdería su
importancia práctica la manifestación de voluntad. “Significa que no solo por
los medios proporcionados por la gramática o el diccionario, debe inferirse la
voluntad real, sino por todos los que suministra el arte de la lógica. Es siempre
necesario que la voluntad se manifieste; solo que poco importa que resulte del
sentido literal de las palabras, y en general,prima.facie, de los medios empleados
para manifestaría, o que resulte en cambio, por la vía de inferencias, del conjunto
delas diversas disposiciones, del fin práctico propuesto y de todas las circunstan
ciasdel hecho”7 729. La voluntad no manifestada carece de eficacia jurídica.
8
2
El sentido literal de las palabras usadas por las partes que han celebrado
un acto jurídico se presenta como el primero de los instrumentos de la interpre
tación. Pero la actividad del intérprete no se limita a averiguar el sentido literal
de las palabras, sino que debe buscar la intención común de las partes más allá
del sentido literal de las palabras. Las palabras pueden traicionar la intención de
los contratantes: por ejemplo, estos han escrito que uno quiere arrendar y otro
recibir en arrendamiento el bien que el primero entrega al segundo; sin embar
go, en el contrato no se hace mención a la renta arrendaticia. Si nos atenemos al
sentido literal de las palabras (en el caso la palabra arrendamiento), concluimos
que el contrato es nulo por falta de objeto (en este caso la renta arrendaticia).
Sin embargo, averiguando más allá del sentido literal de las palabras, puede su
ceder que las partes querían la una conceder y la otra conseguir el goce gratuito
67. N A T U R A L E Z A D E LAS N O R M A S IN TE R P R E TA T IV A S
734 Ver, entre otros, CARBONIER, Jean, Derecho civil, trad. de M. Zorrilla Ruiz, Bosch, Barce
lona, 1971, T. II [El Derecho de las obligaciones y la situación contractual], p. 494; Henri,
MAZEAUD, León y Jean, Lecciones de Derecho civil, cit., Parte II, vol. I, p. 374; GIORGI,
J., Teoría de las obligaciones, trad. de la 7.a ed. italiana, Revista de Legislación, Madrid, 1909-
13, n° 182 y s.; JOSSERAND, Louis, Derecho civil, t. II, vol. II, Contratos, trad. de Santiago
Cundidlos y Manterola, Ejea, Buenos Aires, 1951, p. 176. LAFAILLE, Héctor, Tratado de
Derecho civil. Contratos, Ediar, Buenos Aires, 1953, p. 341; DE GÁSPERI y MORELLO,
Tratado de Derecho civil, cit., T. I, pp. 142-143.
735 BETTI, Interpretación de la ley y de los actos jurídicos, cit., pp. 219 y s. Ver además, entre
otros, LARROUMET, Droit civil. Les obligations, le contrat, cit., T. III, p. 134; SCOGNA-
MIGLIO, Contratti in generale, cit., p. 179; TRABUCCHI, Istituzioni di diritto civile, cit.,
p. 601 ; MESSINEO, M anual de Derecho civil y comercial, cit., T. IL, p. 483; VIDAL RA
MIREZ, Fernando, “Las normas de interpretación contenidas en el Código civil”, en Revista
Jurídica del Perú, año XLVII, N° 14, enero-marzo, Trujillo, 1998, pp. 19-20.