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La Primera Revolución Industrial surgió a mediados del siglo XVIII y tuvo su origen en Inglaterra,
país que se convirtió durante mucho tiempo en el primer productor de bienes industriales del mundo.
Esta revolución generó consecuencias tanto económicas como sociales, culturales e, incluso,
ambientales.
La máquina de vapor, cuyo combustible era el carbón mineral, fue la base sobre la que se asentó
todo el desarrollo. Esto permitió la sustitución de las viejas herramientas artesanales por maquinaria
más productivas, y la energía animal y humana por la máquina. Así, se crearon grandes centros
industriales de producción en masa, principalmente de alimentos y textiles (producto de la máquina
de hilar). Otras industrias que se desarrollaron fueron la siderúrgica y la minería.
Se considera a la Primera Revolución Industrial un auténtico punto de inflexión en la historia de la
humanidad, pues sus consecuencias se observan hasta el día de hoy.
Segunda Revolución Industrial
La Segunda Revolución Industrial inicia entre los años 1850 y 1870 y se extiende hasta 1914,
coincidiendo con el inicio de la Primera Guerra Mundial. Esta vez, los avances industriales se
produjeron en Francia, Alemania, Bélgica, Japón y Estados Unidos.
En esta época comienzan a aparecer nuevas formas de energía, como el petróleo que reemplazó al
carbón, y la electricidad. También podemos mencionar a la máquina de Watt, de las turbinas o de la
industria del gas.
La modernización de los medios de transporte fue otra de las importantes consecuencias
tecnológicas. El ferrocarril fue el medio de transporte símbolo de esta nueva época. Asimismo,
los barcos a vapor se hicieron cada vez más grandes y veloces. Estos medios facilitaron el
transporte de mayor cantidad de personas y mercaderías a grandes distancias y en menos tiempo.
Otros inventos que no podemos dejar de mencionar son el telégrafo, el teléfono y el cine.