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LOS INTERLOCUTORES ANÓNIMOS

Estela Rosario Martínez Dorival

La pandemia nos ha impuesto, una forma de comunicación, de aproximación a los


otros desde una pantalla, desde un audio, desde imágenes, los sujetos no hemos
elegido comunicarnos así, solo no nos quedó de otra, y si bien es cierto nos ha
ayudado a mantenernos en contacto, siento que nos estamos perdiendo de mucho,
sobre todo los adolescentes, desde los diversos espacios donde solían socializar.

Hace unos días, un profesor me contaba su experiencia con sus alumnos de la


academia pre-universitaria, me comentó que cuando acabó el ciclo, estaba muy
contento, porque los alumnos en el chat le enviaron emoticones de agradecimiento; de
pronto, caímos en cuenta que todos sus alumnos, al menos habían visto su cara, y
que por lo tanto en un futuro si lo vieran por la calle, le podrían decir ¡hola profe!, y que
él pasmado sin tener la menor idea de quien es, de donde lo conoce.

Lo que nos da a pensar en ese gran otro que señala, dándole así una significación, en
ese mundo simbólico, a esa imagen desde la cual se constituye el registro imaginario,
es decir que lo imaginario está estructurado de alguna manera por lo simbólico, pero si
ello está mediado por imágenes (si las hay) parciales, o solo por voces, es como si se
diera una distorsión en el registro imaginario, mediado por la virtualidad. Eso me hizo
pensar en lo anónimo de esos vínculos, o en lo poco integrados que está con toda la
persona, en estos tiempos.

Por ello como terapeutas, es importante analizar qué pacientes tendremos en el futuro,
productos de estas relaciones, con que fantasías nos vendrán, que nos traerán a las
sesiones, que vacíos pueden estar dejando las imágenes, las no voces, apenas un
nombre que no es suficiente para configurar un otro, para poder tejer vínculos; porque
es evidente qué habrá sensaciones de vacío, de fragmentación, de algo que no es
completo pero que se dio.

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