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Desvelado leo la vida que tuviste la contrasto con la mía. Tomo la vitalidad de la marea
como antorcha
que cae como esperma
en las espaldas quemadas del sol.
Habitas este
pequeño oasis de invierno. Ahora que es tarde te invito a que vengas a regar este huerto
seco.
Cada beso
es una sed tatuada en las panderetas. Un sello de vida un resto de tierra. Algo me
queda en la boca cuando salgo a caminar por ahí.
Por ahí también siempre te veo carreteando
acostado tirado en la animita de tu accidente
en calidad de bulto.
Huella de tu poema amortajado del viento.
Todo ocurre en las pestañas quemadas por la arena.
Las flores de plástico decoran la ausencia. Lágrimas plásticas derretidas
en las mejillas de las piedras.
Vez que puedo
Riego de plegarias incendiarias los paisajes
desembocados en calles sin salida
reclamo tu perdida
por la chucha
golpeo todo lo que tengo a mano
pero
solo consigo herirme
como falso poema
sangro gracias a las astillas del vidrio.
Me lluevo.
Media agua.
Los retratos insignificantes cubren las fugas del vértigo
al reventar las olas sobre tu rostro.
Al fin
te encuentro
al desorientar la mirada. Estas en las fechas sumergidas
por el azul
profundo
del Pacífico
Estas ahí
justo donde se quiebra la curvatura del mar
donde se arruga la superficie en bruma.
El límite de mis
palabras
se evapora.
Pierde deseo la gravedad.
Invento la
desolación en el vacío del estómago el hambre se alimenta del oxígeno que escapa del
agua. Inundo los pulmones en un asombro.
El latido de escombros se escucha gracias a la arritmia
que flota en los telares desprendidos
arrancados de las paredes de mi piel.
La boca y los oídos se abren a la fuerza
como vértigo de profundidad
como muerte que emigra por la densidad de la habitación
como culebra que ensancha las venas al escapar del fuego
como un frío silencio subcutáneo.
1
intensidad y altura. 27 oct. 1937. César Vallejo (1892-1938).
-Pese a todo, tan convencido estoy de que no existes, que te aguardo en mi sueño como un
secreto de vida o muerte, como una pueblesía que me habita y destroza-
desgarrada en los peñascos donde las fieras hacen sus cantos. Brota por los desagües
de la colina inmaculada nuevamente tu rostro, el cual adquiere tajo por la luz plasmada
que achina mis ojos. El reflejo ingresa por la sombra de mi pupila de arena.
Contengo tu exceso
en mi preocupación
por respirar
bajo el sueño.
Quisiera
darte hogar en mi carne.
Podría
imaginarte una acogedora pueblesía
donde vivas.
Pero
debo emigrar de tu muerte.