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I.

- La Responsabilidad Integral del Estado y la Responsabilidad del Estado Juez


 
La responsabilidad del Estado por sus actos jurisdiccionales constituye un tema
cuyo reconocimiento en la mayoría de los países se vio disminuido por la fuerza
de la verdad legal, denominada cosa juzgada atribuida las decisiones emanadas
de los órganos jurisdiccionales[1]. Ha sido justamente la fuerza de la cosa juzgada
la que ha servido como principal argumento para aquellos que niegan la
posibilidad de responsabilizar al Poder judicial como órgano del Estado.
 
Sin embargo, debe anotarse que el principio de la responsabilidad patrimonial del
Estado es un elemento inherente a todo Estado de Derecho que se repute como
tal. Para nadie es un secreto que uno de los temas cardinales de todo Estado de
Derecho es la Responsabilidad patrimonial del Estado. No debe sorprender que se
afirme que una de las bases fundamentales del Derecho administrativo es la
responsabilidad. En efecto, la llamada responsabilidad administrativa conforma
junto al principio de la legalidad, la separación de los poderes y el control las
cuatro piezas fundamentales de toda sociedad democrática.
 
Históricamente ha existido una verdadera lucha para el reconocimiento de la
responsabilidad del Estado. Bajo aquellos viejos dogmas que postulaban “the King
can do not wrong”, o “le progre de la souveraineté c`est de s´imposer à tous sans
compensation”, los gestores del poder antes de la Revolución Francesa, se
resguardaban de ser sancionados, ya que su poder era ilimitado, no susceptible
de responder frente a la colectividad a quien representaban, por lo que la
irresponsabilidad del Estado era la regla. Sin embargo, la “batalla histórica de la
responsabilidad administrativa[2]”, aquella que se libró para logar que el Estado
fuese responsable frente a los conciudadanos logró el consenso que el Estado es
susceptible de enfrentar responsabilidades por sus actuaciones.
Ahora bien, desde el nacimiento mismo de esta teoría, con la arret Blanco del 8 de
febrero de 1873, la tendencia ha sido a consagrar la responsabilidad de la
Administración pública. Esto puede tener una explicación lógica, ya que la
actividad de la Administración es recibida directamente por los particulares, los
cuales son los afectados de los actos administrativos de efectos individuales, o los
que son dañados por hechos concretos de esa Administración. No así con las
otras ramas del Poder Público, como la rama judicial o la legislativa, las cuales
actúan de manera menos especializada y más abstracta.
 
Así, la teoría de la responsabilidad del Estado pasó a denominarse
“responsabilidad de la Administración”, o “responsabilidad administrativa”. En
efecto, la primera gran sentencia en la materia -la citada decisión Blanco- entró a
determinar que la Administración era responsable patrimonialmente por haber
causado un daño cierto por su actuación objetiva sobre una niña.
 
En ese sentido, la responsabilidad fue siempre dirigida a las actuaciones
materiales de la administración[3]: los daños causados por los actos, hechos u
omisiones realizadas por un órgano de la Administración Pública Central o Local,
con o sin falta en el servicio. Era la Responsabilidad de la Administración.
 
De hecho, la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela promulgada
en 1999 contiene una serie de normas y principios generales y especiales que
consagran de manera directa y autónoma la responsabilidad administrativa, a
tenor de su artículo 140.
 
Artículo 140.- El Estado responderá patrimonialmente por los daños que sufran los
particulares en cualquiera de sus bienes y derechos, siempre que la lesión sea
imputable al funcionamiento de la administración pública.
 
Sin embargo, con el transcurso del tiempo, esta responsabilidad de la
Administración se fue ampliando, hasta reconocerse la responsabilidad de los
jueces, o mejor dicho, responsabilidad del Estado por sus actos jurisdiccionales.
Este tema se vio en principio disminuido por la fuerza de la verdad legal, es decir,
por la importancia de la cosa juzgada atribuida a las decisiones emanadas de los
tribunales. Pero lo cierto es que se terminó por consagrar primero a nivel
jurisprudencial, y luego en Venezuela a nivel legal, la responsabilidad del Estado
Juez, “ya que siendo el régimen de responsabilidad patrimonial del Estado un
elemento inherente a todo Estado de Derecho, su aceptación por los distintos
ordenamientos jurídicos ha sido paulatinamente reconocida y Venezuela no ha
sido la excepción[4]”.
 
En ese sentido la Constitución de 1999 entró, por primera vez, a determinar
expresamente la posibilidad de que el Estado responda por las actuaciones de los
órganos jurisdiccionales. En efecto, el numeral 8 del artículo 49 y en el artículo 255
de la Carta Magna consagran la responsabilidad objetiva y directa del Estado por
el funcionamiento anormal de la Administración de justicia.
 
Artículo 49.- El debido proceso se aplicará a todas las actuaciones judiciales y
administrativas y, en consecuencia:
 
(…)8. Toda persona podrá solicitar del Estado el restablecimiento o reparación de
la situación jurídica lesionada por error judicial, retardo u omisión injustificados.
Queda a salvo el derecho del o de la particular de exigir la responsabilidad
personal del magistrado o de la magistrada, del juez o de la jueza; y el derecho del
Estado de actuar contra éstos o éstas.
 
Artículo 255.- El ingreso a la carrera judicial y el ascenso de los jueces o juezas se
hará por concursos de oposición públicos que aseguren la idoneidad y excelencia
de los o las participantes y serán seleccionados por los jurados de los circuitos
judiciales, en la forma y condiciones que establezca la ley. El nombramiento y
juramento de los jueces o juezas corresponde al Tribunal Supremo de Justicia. La
ley garantizará la participación ciudadana en el procedimiento de selección y
designación de los jueces. Los jueces o juezas sólo podrán ser removidos o
suspendidos de sus cargos mediante los procedimientos expresamente previstos
en la ley.
 
La ley propenderá a la profesionalización de los jueces o juezas y las
universidades colaborarán en este propósito, organizando en los estudios
universitarios de Derecho la especialización judicial correspondiente.
 
Los jueces o juezas son personalmente responsables, en los términos que
determine la ley, por error, retardo u omisiones injustificadas, por la inobservancia
sustancial de las normas procesales, por denegación, parcialidad, y por los delitos
de cohecho y prevaricación en que incurran en el desempeño de sus funciones.
 
Así, el tema de la responsabilidad del Estado se amplió en cuanto a su criterio
subjetivo, ya que no solo la Administración Pública es responsable, sino que
también puede solicitarse la responsabilidad del Estado por la actuación
jurisdiccional, e incluso, la propia responsabilidad personal del funcionario judicial.
 
Como señala el profesor Badell, la noción de responsabilidad del Estado es
inherente con el Estado de Derecho[5], lo cual permite que la consagración de la
Responsabilidad del Estado amplio su espectro de aplicación. Asimismo afirma
María Eugenia Soto Hernández que la responsabilidad extracontractual del Estado
en Venezuela es un sistema resarcitorio de daños provenientes de actuaciones
lícitas o ilícitas del Estado en sus diversas manifestaciones: Estado legislador,
Estado ejecutivo, Estado judicial, Estado ciudadano y Estado electoral[6].
 
Esta legislación establecida en la Carta Magna representa una trascendente
novedad al consagrar la responsabilidad patrimonial del Estado en el ámbito de la
Administración de Justicia, porque nada tiene que ver con la estrictamente
personal de los Jueces y Magistrados en el ejercicio de sus cargos, ni tampoco
con la, también objetiva y directa, establecida por la Administración en general,
que se genera con ocasión del funcionamiento normal o anormal de la
Administración pública.
 
Los jueces son responsables personalmente. Esto es innegable. Sin embargo,
bajo el amparo de la letra constitucional es el Estado y no el Juez o Magistrado
personalmente quien asume la responsabilidad[7], lo cual constituye
evidentemente una seguridad para el afectado de ser indemnizado, y que a su
vez, se constituye sin perjuicio de la acción de resarcimiento o regreso que tenga
el Estado contra el funcionario judicial que haya cometido el hecho dañoso.
Tampoco puede obviarse que la propia constitución otorga el derecho al particular
de exigir la responsabilidad personal del funcionario, sin necesidad de solicitarla al
Estado.
 
Conviene desde ahora observar que el numeral 8 del artículo 49 de la Constitución
de la República Bolivariana de Venezuela –norma principal en este tipo de
responsabilidad estatal- establece os presupuestos básicos de los que se hace
derivar la proclamada responsabilidad: la producción de un daño y la causa y
esfera en que el mismo puede fundarse y producirse.
 
II.- Fundamento de la Responsabilidad del Estado Juez
 
La única circunstancia de que se excluya de la responsabilidad que examinamos
el supuesto de funcionamiento normal e la Administración de justicia hace que
algunos autores traten de encontrar, para el funcionamiento anormal, fundamento
diferente del que determina la responsabilidad de la Administración en general.
 
Serrano, citado por Reyes Monterreal[8] establece que el funcionamiento anormal
incluye los daños ilegítimos que en consecuencia de una actividad culpable de la
Administración o de sus agentes, mientras que el funcionamiento normal
comprende los daños causados sin culpa con una voluntad meramente incidental,
no directamente dirigida a producirlos e incluso por caso fortuito, y su fundamento
está en el riesgo objetivo que ocasiona la realización de determinadas actividades
o servicios.
 
Para Riveró, el fundamento se encuentra en la falta grave del Juez. Así, la
responsabilidad por falta de servicio judicial no existe sino en caso de falta grave o
de denegación de justicia[9].
 
Por su parte Ortiz-Álvarez señala que la responsabilidad del Estado juez es y debe
ser una institución normal en todo Estado de Derecho, y no debe creerse que se
trata de algo difícil o incompatible con la idea de la unción jurisdiccional. Para este
profesor patrio, la responsabilidad del Estado juez es un principio general del
Derecho de valor y rango constitucional y además está contenido en normas
expresas constitucionales[10].
 
Entendemos que tanto el funcionamiento normal como el anormal originan, en
general, una responsabilidad objetiva que, precisamente porque lo es, hace
irrelevante la conducta del agente, con independencia de que el Estado
responsable, en un caso y no en otro pueda repetir, en régimen puramente
funcionarial o interno, los efectos de su obligación de responder frente al que con
su actuación dio lugar a ello. Desde otra perspectiva, cabe decir que, en ambos
casos, el Estado responde del riesgo de la gestión del servicio público en cuanto
gestor del mismo, ya sea a través del Poder ejecutivo o de judicial, este ultimo
también a cargo del Estado.
 
Este criterio ha sido consagrado por la Sala Político Administrativa del Tribunal
Supremo de Justicia quien en sentencia de 18 de junio de 2000 reconoció:
 
“…en lo que respecta a la actividad jurisdiccional, la responsabilidad del Estado es
perfectamente admisible y de hecho ello es una posibilidad y exigencia de fuerza
constitucional, bien que ciertamente la particularidad de la actividad en juego trae
consigo ciertas limitaciones aceptables y necesarias tales como, por un lado, la
utilización de niveles altos de anormalidad funcional –esto es, dada la dificultad de
la función jurisdiccional, exigiéndose la falta grave- y, por otro lado, la exclusión de
responsabilidad en relación al contenido de las sentencias definitivas (…) y que tal
determinación en el campo de la responsabilidad (…) se dirige fundamentalmente
al caso de las sentencias erróneas o errores judiciales.
 
Comparte esta Sala el criterio de la conexidad de los supuestos antes
mencionados con la idea de la Responsabilidad de la Administración por
funcionamiento anormal (del servicio de la Administración de justicia), aún cuando
considera menester incluir en “no” menos importante supuesto al caso del
funcionamiento anormal del Poder Judicial, referido al ilícito de la “denegación de
justicia”, que bien puede configurar la abstención del juez a emitir un
pronunciamiento en la etapa cognitiva, así como también en el incumplimiento de
ejecutar la decisión judicial que acordó un derecho a la parte en el juicio a que
diera lugar
 
Así pues, con la existencia de estos tres supuestos y las diversas manifestaciones
de cada uno de ellos en las diversas materias, se puede establecer la
Responsabilidad del Estado Juez, partiendo de la noción de que la justicia es por
demás un servicio público cuya prestación está garantizada plenamente en la
Constitución de la República, y como tal, debe cumplir con las características
inherentes a su funcionalidad, so pena de incurrir en falta grave por la anormalidad
en su funcionamiento[11]”.
 
En igual sentido, la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo señaló
mientras existía:
 
“…el ciudadano cuenta ahora con una clara protección constitucional contra el
retardo judicial, el cual hace nugatorio el derecho a la tutela judicial efectiva,
consagrada en el artículo 26 de la carta Magna. Este retardo es particularmente
grave cuando se trata de procesos que se supone deben ser breves, en los que se
ventilan pretensiones de amparo a los derechos y garantías constitucionales, dado
el carácter de derecho fundamental que el amparo posee según el artículo 27 de
la Constitución vigente y poseía según el 49 de la derogada de 1961[12]”.
 
La responsabilidad administrativa de carácter objetivo, en general, se ha dicho[13],
no se basa en una antijuricidad subjetiva porque la conducta del autor sea
contraria a derecho, sin porque el sujeto no tenga el deber de soportarla. Tal
criterio fue confirmado por el fallo de la Sala Político Administrativa en el caso
Elecentro: “la Administración persigue la satisfacción y tutela de los intereses
colectivos; y si ésta en ejercicio de sus potestades –por órgano de autoridad
legítima- causa un daño a un particular, éste no puede sufrir individualmente las
cargas de la actividad dañosa de la Administración[14]”. En definitiva, el particular,
en este caso el justiciable, no tiene el deber jurídico de soportar un perjuicio
antijurídico.
 
III.- Presupuestos de la Responsabilidad del Estado Juez
 
El constituyente de 1999 –ya lo hemos dicho- no dudó en otorgar de manera clara
y sin rodeo alguno, la más decidida consagración e la responsabilidad del Estado
Juez lo que –concordado con Ortiz-Álvarez[15]- igualmente queda ratificado por
previsiones de rango constitucional de algunos tratados internacionales sobre
derechos humanos.
 
La responsabilidad del Estado juez es y debe ser una responsabilidad directa, en
el sentido que el Estado puede ser demandado directamente por las víctimas,
tanto por las faltas puras del servicio como independientemente de las posibles
faltas de los magistrados o funcionarios[16]. Así, frente a la víctima y su patrimonio
afectado, es indiferente si la falta es resultado de una falta pura de servicio o de
una falta impura de servicio, pues debe entenderse que es el servicio público de la
justicia, como señaló René Chapus, el que ha realizado el acto dañoso o ha
funcionado de manera anormal, lo cual puede ser resultado de todo tipo de
violación a las obligaciones del Poder judicial, es decir, de todo tipo de título de
imputación.[17].
 
En definitiva, como señalan García de Enterría y Fernández, el deber de
indemnizar cuando proceda, se refiere primariamente a la Administración del
Estado, supuesto que ésta, en cuanto persona jurídica, constituye el soporte
estructural básico del Estado mismo en el plano interno y, en este concreto
campo, el único centro de imputación posible dentro de él de las relaciones
jurídicas que puedan surgir de la actuación de los demás órganos estatales, y
como todo lo relativo a la administración de justicia es competencia estatal
exclusiva –monopolio del Estado- se han de referir a ella las consecuencias
lesivas que puedan resultar de dicha actuación para garantizar la plenitud de la
cobertura patrimonial del ciudadano[18].
 
Ahora bien, la Constitución en el numeral 8 del artículo 49 señala que entre las
formas de imputación pueden estar (i) el error judicial, (ii) el retardo y (iii) las
omisiones injustificadas. Así la responsabilidad del Estado juez abarca, en primer
lugar, las actividades jurisdiccionales activas (error judicial); y las pasivas (retardo
y omisiones. Asimismo puede señalarse que consagra por una parte a las
actividades jurisdiccionales propiamente dichas, y las que no lo so, pero
relacionadas con aquella.
 
Aquí es bueno hacer una parada para realizar una comparación entre nuestra
constitución vigente, y la que rige el sistema jurídico en España. En la madre
patria, el artículo 121 constitucional dispone que los daños causados por error
judicial, así como los que sean consecuencia del funcionamiento anormal d la
Administración de Justicia darán derecho a una indemnización a cargo del Estado
confirme a la Ley. Así, la Constitución española distingue entre error judicial y
funcionamiento anormal.
 
En este sentido, nuestra Carta Magna no hace distinción expresa entre error
judicial y funcionamiento anormal, como lo hace aquella Constitución, sino que se
refiere directamente a la responsabilidad por el funcionamiento de la
Administración pública y de los servicios públicos, de la Justicia en este caso, a lo
cual se suman referencias, en los artículos específicos, a algunos posibles títulos
de imputación de la responsabilidad del Estado-Juez y de los magistrados,
mencionando entre algunos al error judicial, al retardo judicial y a las omisiones
injustificadas, hechos generadores que indistintamente son manifestaciones de lo
que puede denominarse el <<funcionamiento>> del Estado-Juez, en especial del
funcionamiento anormal[19].
 
A tal efecto, y a diferencia de la Constitución española, el error judicial de hecho o
de derecho no es una institución deferente del funcionamiento anormal sino una
forma o una manifestación de éste.
 
1.- El Error Judicial
 
Es indispensable que el Estado garantice la integridad y efectividad de la justicia
que administra. La injusticia eventual, aunque derive de sentencia definitiva, debe
ser adecuada y oportunamente indemnizada.
 
La sola circunstancia de que el error se cometa en el ejercicio de la ación
jurisdiccional para deducía lo que por error judicial la Constitución pueda entender.
Ante todo, el error judicial puede ser de hecho o de derecho (o ambos al mismo
tiempo), toda vez que ambas modalidades son la resultante de una declaración de
voluntad de Juez al que no puede pedírsele que no se equivoque, sino que ponga
toda la diligencia exigible según su oficio en no equivocarse.
 
Tampoco sirve, en consecuencia a aquella última circunstancia derivada de la
falibilidad humana del juzgador, el criterio de que el error judicial sea el incidental o
voluntario o no culpable en que el mismo incurre, desde un punto de vista, porque
esa incidencia tanto puede estar en la apreciación de los hechos como en el
encuadramiento como en el encuadramiento de éstos en el ordenamiento jurídico
y, desde otro, porque la ausencia de culpabilidad es irrelevante al efecto de que
esta causa de responsabilidad exista.
 
Dromi para explicar el significado de error judicial, utiliza, de manera práctica, un
ejemplo: “Las víctimas del error judicial tienen derecho indemnizatorio. Por
ejemplo, cuando a alguien se lo condena y posteriormente se deja sin efecto la
sentencia. Si el damnificado por el error judicial no obtuviera un resarcimiento por
el daño que se le ha inferido, quedaría vulnerado el principio de la igualdad de las
cargas públicas…[20]”.
 
El error judicial, como señala un autor venezolano, se puede afirmar que no es
otra cosa que toda desviación que de la realidad fáctica o jurídica en su sentencia
haga el Juez[21]. Para que pueda hablarse de error judicial se requiere la
actuación de órgano judicial en sentido estricto, por lo que debe entenderse que
solo existe la posibilidad de cometer un error judicial en el Juez y no en otro
funcionario judicial, pues es el este el encargado de administrar justicia, el único
que puede efectuar formalmente el silogismo lógico y jurídico que integra la
sentencia, y en consecuencia, los únicos actos que puede contener un error de
juicio, son aquellos emitidos por un juez.
 
Así, el ámbito de aplicación subjetivo del supuesto de responsabilidad se cierra
solo para el Juez. No puede, en consecuencia, decirse que un alguacil, o un
secretario, o un abogado relator cometen errores judiciales. Las funciones de
estos son administrativas y no judiciales. Ellos forman parte de la actividad y
organización administrativa de los tribunales, pero no emanan de ellos las
sentencias.
 
El error judicial entonces, vendría a ser una mala interpretación, bien de la norma
jurídica o bien de los hechos que dieron vida a un proceso judicial, de modo que la
mala interpretación sea tan grave que se considere como un error insalvable o
inexcusable, o como dice Arévalo Reyes, una grosera utilización de la normativa
jurídica[22], en fin, como una culpa grave. Y dicha interpretación solo puede
verificarse y hacerse público por medio de una sentencia formal, esto es,
publicada y cumplidora de todos los elementos que debe contener un fallo[23].
 
Utilizando los términos de Badell, el error judicial es una alteración de la realidad
fáctica o jurídica que le ha sido planteada, hecha por el juez en la sentencia, bien
por incurrir en una errónea apreciación de los hechos, en su adecuación a los
supuestos legales, previstos en el ordenamiento jurídico o en la aplicación de las
normas legales[24]. En definitiva, el error judicial se produce cuando del contexto
de la sentencia, de la realidad de los hechos y sus circunstancias y de la
apreciación de la prueba, por una parte y, por la otra, de la confrontación entre la
solicitud dada y la que jurídicamente convenía al caso, resulte manifiesta la
materialidad de la equivocación[25].
 
Por otra parte, el error judicial debe ser grave[26], inaceptable e inexcusable.
Justamente como el juez es humano, y como tal puede, y tiene derecho, a
equivocarse, mal puede decretarse error judicial por cualquier desliz de funcionario
decisor. El error así debe ser de tal magnitud que a todas luces se denote el
carácter insalvable del mimo. Solo en caso de que el error sea gravísimo, cuando
el yerro sea acusado incluso por los legos, es decir, por aquellos no conocedores
del Derecho.
 
Su verificación –dice Ortiz-Álvarez- depende del análisis de elementos objetivos,
tales como el contexto de la sentencia, la realidad de los hechos y sus
circunstancias, la apreciación de la prueba, y la confrontación entre la solución
dada y la que jurídicamente convenía al caso, y si resulta de todo ello manifiesta la
materialidad de la equivocación[27], ahí estaremos frente a un error judicial. Por
ende, no será necesario verificar conceptos subjetivos como un obrar malicioso o
el dolo, ya que en todo caso, tendrán estos mayor relevancia para la configuración
de la responsabilidad personal de los jueces y Magistrados[28], por lo que parece
totalmente innecesario todo intento de diferenciación entre el error doloso o
culposo y el meramente accidental.
 
Tampoco afecta a la irrelevancia que, a estos efectos, creemos que tiene la
conducta del juzgador, la circunstancia de que el numeral 8 del artículo 49 de la
Constitución deje a salvo el derecho del Estado para repetir contra los Jueces y
Magistrados por la conducta dolosa o gravemente culposa que se le puede
atribuir. Porque lo que precisamente pone de manifiesto su simple lectura es que,
con base en el designio constitucional, amplía la responsabilidad directa y objetiva
del Estado, prevista para el error judicial y el anormal funcionamiento de la
Administración de justicia, constituido por la actitud dolosa o gravemente culposa
para los particulares. En todo caso, como establece García de Enterría[29], si el
juez fuese condenado criminalmente como autor de un delito en la actuación
procesal, la responsabilidad civil derivada del delito podría hacerse valer
subsidiariamente contra el Estado.
 
En resumen, creemos estar en condiciones de afirmar que para que exista el error
judicial es irrelevante la actuación dolosa o culposa de quien, interviniendo de
algún modo en el proceso, hubiera dado lugar a que el mismo se produzca. Pero
para que la indemnización por consecuencia del error se pueda conseguir, se ha
de tomar en consideración en cualquier caso la conducta procesal de quien la
pretenda.
 
2.- La Omisión y el Retardo Judicial
 
El autor José Gregorio Torrealba comenta algo con lo cual comulgamos: la
omisión y el retardo judicial son los más comunes de las formas de
responsabilidad del Estado juez[30]. Nos atrevemos a señalar, incluso, que el
retardo es la regla en el Poder judicial venezolano.
 
La omisión judicial consiste en la no acción del órgano jurisdiccional. Es la
inactividad de un acto del proceso por parte del Juez y que debido a los efectos
que pueda tener sobre el proceso, acarreará siempre un perjuicio a una de las
partes –o a ambas.
 
Mientras que el retardo judicial implica, por su parte, una duración del proceso que
excede con creces la establecida en las leyes adjetivas. Los procesos judiciales
por lo regular contienen lapsos establecidos para que el Juez determine la
procedencia o no de una solicitud. Cuando ese tiempo pasa, sin que exista un
pronunciamiento definitivo, o sin que el juez haya prorrogado el lapso para dictar
sentencia mediante auto motivado, existirá un retardo en la actuación
jurisdiccional.
 
La omisión y el retardo judicial injustificados se verifican por lo general por las
dilaciones parciales o totales ocurridas durante la tramitación del proceso, las
cuales para generar responsabilidad del Estado, deberán estar sujetas a altos
estándares de anormalidad[31] en la prestación del servicio. No producirán
responsabilidad del Estado, entonces, los retardos propios de la correcta
observancia de los lapsos establecidos en la ley.
 
Este retardo puede presentarse en cualquier fase del proceso judicial y no debe
relacionarse solo con las sentencias o decisiones de Tribunal y su ejecución.
Caben encuadrar también en este supuesto los retrasos injustificados ocurridos en
la sustanciación del proceso o aquellos relacionados con la inejecución de las
sentencias.
 
Por otra parte, Badell[32] afirma, y concuerda con esa noción Ortiz-Álvarez[33],
que dentro de la concepción de omisiones judiciales, se encuentran los casos de
perdidas de expedientes, o perdida de dinero consignado en los tribunales, o
cualquier otro título o bien que se ha dejado en resguardo del Tribunal.
Evidentemente, sería una omisión de la buena administración de la justicia
cualquiera de estos hechos. Por tanto, consideramos lógico, y coincidimos con
ambos autores, acerca de la amplitud de la figura de la omisión judicial, por la cual
no solo se entendería a la misma desde el punto de vista de la actividad
jurisdiccional del Estado propiamente dicha, sino que se extiende a las actividades
que si bien no son estrictamente jurisdiccionales, están vinculadas a ella.
 
Lo que queremos señalar con esto es que, si en el error judicial, la imputación de
la falta solo podía ser denunciada en contra del Juez o Magistrado, en el caso de
las omisiones –que no del retardo- cualquier funcionario del Tribunal puede
generar un hecho dañoso para un justiciable. Por ello, en cuanto al aspecto
subjetivo, la omisión judicial será más amplia que el error y el retardo judicial.
 
IV.- El Daño Reparable
 
Hecho el examen del condicionamiento genéricamente establecido por el artículo
49 numeral 8 de la Constitución para que haya lugar a la responsabilidad
patrimonial del Estado, corresponde ahora aludir a las normas de desarrollo y
materialización que se contienen en la Carta Magna.
 
Es de recordar que el concepto de daño en el Derecho público, en principio, se
debe estudiar desde un punto de vista objetivo, esto es, sin necesidad de que
verificar la culpa del ente que causa el daño. Siempre que se produzca un daño o
un perjuicio en el patrimonio de un particular sin que esté obligado por un vinculo
legal o jurídico a soportarlo encontrando su causa desencadenante precisa en el
funcionamiento de los óranos del Estado, mediante un nuevo nexo de efecto a
causa, ha de entenderse que se origina automáticamente en la Administración la
obligación de su directo y principal resarcimiento[34]. Este principio ha sido
establecido de manera fehaciente por la jurisprudencia venezolana, donde la Sala
Político Administrativa del Tribunal Supremo de Justicia en los casos Terra
Cardón[35], Weibezahn vs. CANTV[36], Elecentro[37], Eleoriente[38], Consorcio
Inversionistas FABRIL[39], Eleoccidente[40], entre muchas otras a las cuales
remitimos.
 
Sin embargo, queremos dejar por sentado de una vez, que en el caso de la
responsabilidad del Estado por error y anormal funcionamiento de la
Administración de justicia, es necesario verificar la culpa, y hay que calificarla, ya
que solo cuando la culpa es grave, habrá responsabilidad del Estado juez. Pero
ello se analizará con mayor profundidad infra.
 
Por ende, hecho la aclaratoria, y establecido el amplio alcance del sistema integral
de responsabilidad patrimonial del Estado previsto en la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela se requerirá determinar cuales son los
extremos necesarios para surja la responsabilidad del Estado juez, a saber: (i) la
existencia de un daño constituido por una afección a un bien o derecho tutelado
por el ordenamiento jurídico o disminución patrimonial; (ii) una actuación u omisión
atribuible al Estado juez, y (iii) la relación de causalidad entre tales elementos[41].
 
1.- Características del Daño
 
Siempre que se trata de su reparación se ha considerado incluido en este
concepto, tanto al daño, en su sentido estricto, literal y jurídico, como al perjuicio; a
los llamados daño emergente y lucro cesante. Esta tradicional hermenéutica habrá
de aplicarse aquí ya que existe la necesidad de garantizar a los ciudadanos una
indemnización por el error judicial o por el anormal funcionamiento de la
Administración de justicia, la cual resultaría incompleta e incumplida si no abarcara
a cualquier beneficio que hubiere podido obtenerse de no haberse producido las
citadas causas.
 
El daño siempre deberá ser cierto, especifico y anormal. En cuanto al primero de
los elementos, la especificidad del daño, la idea hace referencia a la cantidad de
víctimas afectadas patrimonialmente por una actividad administrativa. El daño es
especial cuando él es sufrido por una persona o por un grupo de personas
determinable[42].
 
El daño debe ser cierto, es decir, real y actual y no eventual o futuro. Así, no da
materia a resarcimiento el daño hipotético, o sea, posible o eventual, pero no
producido en la realidad, y que por tanto podría también no producirse[43].
 
La especificidad del daño es vista en concatenación con el principio de igualdad
ante las cargas públicas, por medio del cual los daños por actividades
administrativas no pueden ser reparados sino cuando ellos afectan desigualmente
a personas ubicadas en situaciones idénticas, esto es, cuando en una categoría
dada de individuos, colocados en una misma situación, el daño no afecta sino a
uno o a algunos de ellos[44].
 
El carácter especial o personal del daño implica entonces, que el mismo esté
individualizado con relación a una persona o grupo de personas, es decir, que el
daño no debe constituir una carga común que todos los particulares deben
soportar. Esto no quiere decir que el daño sea individual, por lo que se comete un
error al relacionar este punto con el requisito de que el daño sea individualizado.
Se trata de que sea singular o individualizable respecto a un sujeto o grupo de
sujetos determinados. En definitiva con la singularidad quiere decirse que el daño
no sea una carga general impuesta a todos, por lo que rompa el principio de
igualdad[45].
 
Por otra parte, es necesario que el daño sea jurídicamente imputable a la
Administración pública, y debe estar jurídicamente protegida, es decir, a una
situación permitida por la ley. Ya se verá como en la materia de la responsabilidad
del Estado juez este principio puede verificarse fácilmente.
 
En otro orden de ideas, es necesario que el daño sea antijurídico, esto es, que se
trate de un daño que el administrado no tiene el deber jurídico de cargar, dado que
excede de la común de las cargas que la gestión estatal comporta para la
colectividad.
 
Pues bien, en el caso en concreto de la responsabilidad del Estado juez, ya hemos
visto que la misma se produce por error judicial, y por retardo u omisiones en la
actividad jurisdiccional, de conformidad con lo previsto en el numeral 8 del artículo
49 de la Constitución.
 
En el caso de la responsabilidad objetiva, la misma no es totalmente aceptada en
este punto. En efecto, ya habíamos dicho que en el caso en concreto del error
judicial, el mismo debe ser de tal magnitud que se considere como un error
insalvable. En fin, la culpa del juzgador debe ser grave. Por lo que en este caso en
concreto, la responsabilidad del Estado requiere de una culpa calificada. Así, el
error judicial que genera responsabilidad debe ser grave, inaceptable, e
inexcusable[46].
 
La razón de este elemento, que lo diferencia del principio general de la objetividad
de la responsabilidad del Estado, radica en dos criterios, a nuestro entender,
decisivos: (i) el juez puede equivocarse. Ya lo habíamos dicho, el juez como ser
humano al fin y al cabo puede cometer errores de apreciación tanto de los hecho
como del derecho, lo cual no implicaría por si solo la responsabilidad. De hecho,
para que esos errores puedan ser subsanados, el justiciable tiene el derecho a
una segunda instancia judicial para apelar de la sentencia que le cause un
agravio, y; (ii) la sentencia, siempre va a causar un perjuicio. En efecto, los fallos
siempre beneficiaran a algunos y no a otros. Al fin y al cabo, las sentencias no son
más que la forma que tiene el Estado de impartir y administrar justicia, y si el juez
está dirimiendo un conflicto entre dos partes, una de ellas será beneficiada y otra
no lo será.
 
En definitiva, si se aceptara la responsabilidad objetiva pura del Estado juez,
siempre se tendría que responder patrimonialmente a quien salió perjudicado de la
contienda judicial ya que el Juez siempre habría de tomar una decisión a favor o
en contra de alguna de las partes, y no podría absolver la instancia tal como lo
establece el artículo 243 del Código de Procedimiento Civil.
 
Por otra parte, en el caso del error judicial y del funcionamiento anormal de la
Administración de justicia no hay sólo un sacrificio de un interés general individual
y privado subordinado a un interés público, sino que se produce un daño a ambos
intereses en cuanto existe un interés general y público derivado de un mandato
constitucional consistente en el buen funcionamiento de la administración de
justicia. Por ello, para que existe lesión en el sentido propio no basta que exista un
perjuicio material, una pérdida patrimonial; es absolutamente necesario que ese
perjuicio patrimonial sea antijurídico[47].
 
Desde otro punto de vista, hay que hacer referencia a si ese daño en cuestión es
únicamente el puramente material o también el moral. Recuerda Reyes Monterreal
que el Tribunal Supremo español ha aceptado la figura del daño moral en la
responsabilidad del Estado juez señalando: Hay que reparar en que una sentencia
o resolución judicial o el simple funcionamiento anormal puede producir simple
daño moral, aunque el propiamente material no se haya producido; por ejemplo, el
mero desprestigio o descrédito resultante de una imputación de tipo criminal que
resulte falsa[48]. Sin embargo, reiteramos que en este caso, la falta que causa el
daño debe ser grave, ya que una imputación a un ciudadano para la que hayan
elementos suficientes para su posible incriminación no podría dar lugar a la
responsabilidad. Solo si el error es grosero, si a todas luces la imputación no
procedía, o si se hizo con la simple intención de incomodar o desprestigiar a una
persona, la responsabilidad será posible.
 
En otro orden de ideas, queremos hacer alusión a la posibilidad de que sean
reparables los daños indirectos. El artículo 1275 del Código Civil señala que
aunque la falta de cumplimiento de la obligación resulte de dolo del deudor, los
daños y perjuicios relativos a la perdida sufrida por el acreedor y la utilidad de que
se haya privado, no deben extenderse sino a los que son consecuencia inmediata
y directa de la falta de cumplimiento de la obligación.
 
Así, los daños indirectos no son aceptados por la legislación civil en Venezuela,
así como no lo son en otros ordenamientos jurídicos[49]. Sin embargo, como lo
continuamente lo afirma la doctrina y la jurisprudencia, la responsabilidad
patrimonial de la Administración pública por los daños que sufran los
administrados como consecuencia de su actividad se encuentra establecida de
una manera expresa y sin necesidad de recurrir a interpretación alguna, en la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, por lo cual no es necesario
invocar las normas del Código Civil, ya que la referida responsabilidad se infiere
principalmente de las disposiciones constitucionales contenidas en los artículos 3,
21, 30, 133, 140, 259 y 316 de la Carta Magna[50].
 
En tal sentido, en el caso en concreto de la responsabilidad del Estado, la
responsabilidad directa sería aquella causada a la parte que recibe el daño
mediante la sentencia que crea el error judicial, retardo u omisión judicial. Pero,
creemos que de las resultas de una sentencia pueden haber terceros interesados,
los cuales también tienen interés en lo que se dicte en la sentencia.
 
Más aún puede explicarse en el caso del contencioso administrativo, según el
cual, según la derogada Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia, tenían
capacidad procesal para actuar tanto los que detentaran un derecho subjetivo
como un interés legítimo[51]. En ese caso, cualquiera que tenga un interés
legítimo en las resultas del fallo tendría un beneficio resultante de la misma, y de
verse dañado el titular del derecho subjetivo podría estar afectado igualmente el
que tenga un interés legítimo.
 
Así, al no ser necesaria la aplicación del as normas del Derecho común, no sería
tampoco aplicable lo dispuesto en el artículo 1275 del Código Civil, y en tal
sentido, podrían reparase los daños causados de manera indirecta, ya que
consideramos poco cónsono con el Estado de Derecho que los ciudadanos que
les afecte una decisión judicial de manera indirecta, no tengan la posibilidad de
reclamar la indemnización del daño causado, máxime, si la falta proviene de un
órgano que presta un servicio público, como lo es el Poder judicial, el cual está
obligado a prestar un servicio efectivo.
 
2.- La Imputación del Daño al Estado por el Mal Funcionamiento del Servicio de
Justicia
 
Es necesaria la posibilidad jurídica de atribuir el daño o lesión al Estado fundada
esta en alguna actuación de los Tribunales de justicia, y de forma ajena a la
actuación de damnificado.
 
La imputación viene a ser un fenómeno jurídico consistente en la atribución a un
sujeto determinado del deber de reparar un daño, en base a la relación existente
entre este y aquel[52]. La imputación de responsabilidad se produce
automáticamente una vez que se prueba la relación de causalidad existente entre
la activad del sujeto productor del daño y el perjuicio producido.
 
Así, no basta que exista un daño antijurídico sufrido por una persona, sino que es
menester, además, que dicho daño sea imputable, vale decir, atribuible
jurídicamente al Estado.
 
En el caso en concreto, será la República, como personificación jurídica del
Estado, la responsable por los daños que sufran los particulares por el mal
funcionamiento del servicio de justicia, en todas sus modalidades y a los sacrificios
particulares insoportables, producto de su buen funcionamiento.
 
3- La Relación de Causalidad
 
Ciertamente, es necesario que se ubique la relación de causa y efecto entre la
conducta dañosa y la lesión reparable que ésta ocasiona. Así, el nexo causal que
permita vincular ese daño con la gestión administrativa es también elemento de la
responsabilidad patrimonial del Estado.
 
Es necesario que el daño sea consecuencia de la actividad de la Administración,
esto es, que exista un vínculo causal entre el daño causado y la actividad lícita o
ilícita desplegada por el Estado.
 
En el caso de la responsabilidad del Estado juez, no sería suficiente a los efectos
de solicitar indemnización, que el particular haya sufrido un daño, sino que será
fundamental que los daños hayan sido causados por órganos del Poder judicial.
 
Ninguna consideración especial requiere el mismo cuando estamos en presencia
de una reparación de daños y perjuicios que, aunque determinada por causas
especificas, esta especificidad no se proyecta respecto de la exigencia general de
que haya de acreditarse la relación directa e inescindible entre la causa
determinante de aquellos y el resultado lesivo. Realidad de un nexo causal, en
todo caso, cuyo secreto sería el eliminar aquellos hechos que, con toda evidencia,
no hayan tenido ningún poder determinante en la producción del daño final[53].
 
Si bien esta vinculación entre la causa y el efecto implica un juicio valorativo de lo
acreditado en autos o en el expediente y no se ha de llegar a exigir una prueba
concluyente de difícil consecución en la mayoría de los casos, si se ha de precisar
para su apreciación deducir conforme a las reglas del criterio racional un enlace
preciso y directo entre uno y otro, expresivo de esa dependencia entre ambos.
 
Por, en ese particular, queremos destacar que, puesto que esta responsabilidad
patrimonial, directa y objetiva, deriva exclusivamente de la actividad de la
Administración, en general, o de la Justicia, en concreto, será siempre necesario
que el acto o la omisión del funcionario o agente se produzca ejercitando sus
funcione; no cuando, fuera de estas, causa un perjuicio cuya comisión no era
inherente a la unción desempeñada. Destacamos esto porque con base en aquel
carácter de la responsabilidad, se la hace recaer sobre el Estado con motivo de
actos de aquellos que, a estos efectos, consideramos que no obraban como tales,
sino como cualquier particular.
 
En otro sentido, es de hacer notar que la relación de causalidad se desvirtúa, y por
ende, la Responsabilidad del Estado por fuerza mayor, el hecho de un tercero o
por culpa de la víctima.
 
En este aspecto, en el caso de la responsabilidad del Estado juez, el afectado
debe probar que se ha producido un daño, en primer lugar, y luego, que ese daño
ha sido causado directamente por la actividad jurisdiccional. Así, en el caso de un
error judicial, sebe comprobarse que existe la lesión, y que esa lesión se configuró
por medio de una sentencia, sentencia esta que contiene un desliz grave, que
produce un error tal que crea un daño patrimonial al ciudadano. Así, debe
comprobarse el nexo existente entre el daño producidlo y la sentencia que lo
generó.
 
En ciertos casos, esta comprobación es sencilla. El caso típico que establece la
doctrina es el del ciudadano que es apresado por una orden judicial, y luego se
señala en otra sentencia posterior que el ciudadano nunca debió de ser privado de
su libertad ya que no existían, siquiera, indicios que permitieran configurar una
sospecha de que se merecía el apresamiento.
 
En ese caso es fácil distinguir el nexo causal, ya que, fue la sentencia la que
ordenó el la aprehensión del sujeto. Esa sentencia luego es desvirtuada por otra
sentencia. Ahí el nexo causal se verifica ya que existe la relación causa-efecto. La
causa sería la sentencia, y el efecto la detención ilegítima del ciudadano.
 
A todo evento, una vez mas insistimos en que la culpa debe ser grave, de modo
tal que si la sentencia de segunda instancia revoca la primera, y libera al
ciudadano, pero no se verifica que existe un error grave en la apreciación de los
hechos o del derecho, no creemos que exista posibilidad de que el Estado
responsa patrimonialmente.
 
V.- Procedimiento para la exigencia de la Responsabilidad del Estado Juez
 
Para establecer la existencia de un error judicial de acudirse, en primer lugar, a los
recursos especiales que consagra nuestra legislación. El Código Orgánico
Procesal Penal establece el recurso de revisión en su artículo 470, y procede solo
en casos taxativos señalados por la legislación ejusdem.
 
También encontramos en el Código de Procedimiento Civil el recurso de
invalidación, el cual en su artículo 327 reza: Siempre que concurra alguna de las
causas que se enumeran en el artículo siguiente, el recurso extraordinario de
invalidación procede contra las sentencias ejecutorias, o cualquier otro acto que
tenga fuerza de tal.
 
Por ultimo, creemos que el recurso de revisión establecido por la jurisprudencia de
la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, y ahora consagrado en el
numeral 4 del artículo 5 de la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia,
también podría dar pie a una posterior responsabilidad.
 
El Código Orgánico Procesal Penal consagra un régimen procesal especial para la
obtención de indemnización por error judicial. Por ende, lo primero que el
particular debe realizar es el ejercicio del recurso de revisión de la sentencia y la
obtención de un resultado mediante el cual se absuelva al condenado[54], en el
caso del proceso penal.
 
Ya con la sentencia absolutoria, el paso siguiente es solicitar la responsabilidad
del Estado por el mal funcionamiento de la Administración de justicia, y
eventualmente la responsabilidad personal del Juez o Magistrado que haya
dictado la sentencia lesiva. Así, la jurisdicción competente será la jurisdicción
contenciosa administrativa, como tajantemente lo afirma Badell[55].
 
En cuanto al lapso para ejercer la acción, la Sala Político Administrativa ha
sostenido que:
 
“…en el procedimiento contencioso-administrativo de las demandas contra la
República, no puede hablarse de lapso de caducidad como requisito de
admisibilidad, no solo porque ello no se encuentra expresamente consagrado en
los textos legales que regulan la materia, sino porque las acciones que se ejercen
por tal vía se rigen por las disposiciones el Código Civil y de las leyes respectivas
sobre prescripción[56]”.
 
Por tanto, el lapso dentro del cual puede ejercerse la ación de responsabilidad
patrimonial del Estado juez es un lapso de prescripción regido por las
disposiciones del Código Civil, pues para el caso de las reclamaciones de
indemnización por mal funcionamiento de la administración de justicia, no existe
disposición legal que imponga otro lapso de tiempo. Por ende, el lapso para
ejercer la acción prescribe a los diez años, como acción personal contra el Estado,
tal como lo señala el artículo 1977 del Código Civil.
 
VI.- Consideraciones Finales
 
La responsabilidad del Estado –entendido en su sentido más amplio- es un
sistema inherente a todo Estado de Derecho que se respete como tal. La
Administración –también en sentido lato- comete errores, de hecho, comete más
errores que cualquier ente por la innumerable cantidad de potestades, acciones y
situaciones que tiene y debe manejar. Así, la responsabilidad del Estado debe ser
entendida como un derecho humano fundamental, del cual ningún Estado podría
escapar o negar.
 
Dentro de ese sistema está la responsabilidad del Estado juez. Al ser la
responsabilidad del Estado, un sistema abierto y amplio, todas las actuaciones del
Estado se enmarcan en ella. El Estado debe responder porque la Administración
de justicia sea efectiva, oportuna y real.
 
La responsabilidad del Estado juez al final se convierte en una garantía para que
la Administración de justicia vaya por el camino correcto. Si el Estado es
responsable porque sus jueces hacen mal las cosas, cuidará en el futuro que el
funcionamiento se haga de mejor manera. Si hacen responsable al Estado por su
mala actuación en el campo judicial, este con posterioridad escogerá de mejor
manera a sus funcionarios judiciales.
 
Asimismo, los jueces o Magistrados al saberse objeto de una responsabilidad
personal por acciones contra ellos del propio Estado velarán por la correcta
interpretación del derecho o por una cierta verificación de los hechos. En definitiva,
la responsabilidad se convierte en un mecanismo de control y presión para que la
Administración de justicia sea mucho más eficiente.
 
Bibliografía
 
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——————————————————————————–
 
[1] Rafael Badell Madrid. “Responsabilidad del Estado”. Caracas, 2002. Pág. 92.
 
[2] Luís A. Ortiz-Álvarez. “La Responsabilidad Patrimonial de la Administración
Pública”. Editorial Jurídica Venezolana. Colección Estudios Jurídicos número 64.
Caracas, 1995. Pág. 55 y siguientes.
 
[3] Alejandro Nieto. “Responsabilidad Civil de la Administración Pública” en
“Revista de Derecho Público” Nº 10. Editorial Jurídica Venezolana. Caracas, 1982.
Pág. 48.
 
[4] Badell Madrid. Ob. Cit. Pág. 92.
 
[5] Idem.
 
[6] María Eugenia Soto Hernández. “El Proceso Contencioso Administrativo de la
Responsabilidad Extracontractual de la Administración Pública Venezolana”.
Cuadernos de la cátedra Allan R. Brewer Carías de Derecho administrativo de la
Universidad Católica Andrés Bello Nº 15. Editorial Jurídica Venezolana. Caracas,
2003. Pág. 10.
 
[7] José María Reyes Monterreal. “La Responsabilidad del Estado por Error y
Anormal Funcionamiento de la Administración de Justicia”. Editorial Colex. 2da
edición. Madrid, 1995. Pág. 10.
 
[8] Reyes Monterreal. Ob. Cit. Pág. 17.
 
[9] Jean Riveró. “Derecho Administrativo”. Universidad Central de Venezuela.
Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas. Instituto de Derecho Público. Caracas,
1984. Pág. 328.
 
[10] Ortiz-Álvarez. “La Responsabilidad Patrimonial de la Administración Pública”.
Ob. Cit. Pág. 580.
 
[11] Sentencia de la Sala Político Administrativa del Tribunal Supremo de Justicia
de 18 de junio de 2000. Caso: CANTV.
 
[12] Sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo de 1º de junio
de 2000. Caso: Ashlye Alonzo vs. República (Ministerio de Justicia).
 
[13] Eduardo García De Enterría; Tomás Ramón Fernández. “Curso de Derecho
Administrativo”. Tomo II. Octava edición. Editorial Civitas, S.A. Madrid, 2002. Pág.
390.
 
[14] Sentencia de la Sala Político Administrativa del Tribunal Supremo de Justicia
de 2 de mayo de 2000. Caso: César Cheremos vs. Elecentro. Ponente: Carlos
Escarrá Malavé.
 
[15] Luís A. Ortiz-Álvarez. “La Responsabilidad del Estado y de sus Funcionarios
Públicos en la Constitución de 1999” en “Temas de Derecho Administrativo. Libro
Homenaje a la Universidad Central de Venezuela en los 20 años de la
especialización de Derecho Administrativo”. Tribunal Supremo de Justicia.
Colección Homenajes Nº 2. Caracas, 2001. Pág. 178-179.
 
[16] Idem. Pág. 179.
 
[17] Idem. Pág. 180.
 
[18] García de Enterría; Fernández. Ob. Cit. Pág. 393.
 
[19] Ortiz-Álvarez. “La Responsabilidad Patrimonial del Estado y de los
Funcionarios Públicos…”. Ob. Cit. Pág. 181.
 
[20] Roberto Dromi. “Derecho Administrativo”. Ediciones Ciudad Argentina. 6ta
edición. Buenos Aires 1997. Pág. 769.
 
[21] José Gregorio Torrealba R. “La Responsabilidad del Estado por el Mal
Funcionamiento de la Administración de Justicia”. En “Revista de Derecho
Administrativo” Nº 8. Editorial Sherwood. Caracas 2000, Pág. 212.
 
[22] Héctor Darío Arévalo Reyes. “Responsabilidad del Estado y de sus
Funcionarios”. Ediciones jurídicas Gustavo Ibañes. Segunda edición. Bogotá,
2002. Pág. 143.
 
[23] Estos son los que establece el artículo 242 del Código de Procedimiento Civil.
 
[24] Badell Madrid. Ob. Cit. Pág. 96.
 
[25] Reyes Monterreal. Ob. Cit. Pág. 25.
 
[26] Riveró. Ob. Cit. Pág. 328.
 
[27] Ortiz-Álvarez. “La Responsabilidad Patrimonial del Estado y de los
Funcionarios Públicos…”. Ob. Cit. Pág. 183.
 
[28] Ídem. Pág. 184.
 
[29] Eduardo García De Enterría. “La Responsabilidad del Estado por
Comportamiento Ilegal de sus Órganos en Derecho Español” en “Perspectivas del
Derecho Público en la Segunda Mitad del Siglo XX. Homenaje al profesor Enrique
Sayagues Laso”. Tomo V. Madrid, 1979. Pág. 890.
 
[30] Torrealba R. Ob. Cit. Pág. 221.
 
[31] Badell Madrid. Ob. Cit. Pág. 98
 
[32] Ídem.
 
[33] Ortiz-Álvarez. “La Responsabilidad Patrimonial del Estado y de los
Funcionarios Públicos…”. Ob. Cit. Pág. 185.
 
[34] Sentencia del Consejo de Estado Colombiano, de 27 de marzo de 1980,
citada en Arévalo Reyes. “Responsabilidad del Estado y sus Funcionarios”. Ob.
Cit. Pág. 118.
 
[35] 27 de enero de 1994. Ponente: Alfredo Ducharne Alonzo.
 
[36] 29 de octubre de 1998. Ponente: Cecilia Sosa Gómez.
 
[37] 2 de mayo de 2000. Ponente: Carlos Escarrá Malavé.
 
[38] 15 de junio de 2000. Ponente: Carlos Escarrá Malavé.
 
[39] 27 de noviembre de 2001. Ponente: Levis Ignacio Zerpa.
 
[40] 11 de junio de 2003. Ponente: Yolanda Jaimes Guerrero.
 
[41] Sentencia de la Sala Político Administrativa del Tribunal Supremo de Justicia
de 9 e octubre de 2001. Caso: Hugo Betancourt Zerpa. Ponente: Hadel Mostafá
Paolini.
 
[42] Ortiz-Álvarez. “La Responsabilidad Patrimonial de la Administración Pública”.
Ob. Cit. Pág. 147.
 
[43] Francesco Messineo. “Manual de Derecho Civil y Comercial”. Tomo VI.
Relaciones Obligatorias Singulares. Ediciones Jurídicas Europa-América. Buenos
Aires, 1955. Pág. 491.
 
[44] Sentencia del Consejo de Estado Colombiano, citada por Luis A. Ortiz-
Álvarez. “La Responsabilidad Patrimonial de la Administración Pública”. Ob. Cit.
Pág. 147.
 
[45] Mariano Baena de Alcazar, citado por Badell Madrid. Ob. Cit. Pág. 38.
 
[46] Badell Madrid. Ob. Cit. Pág. 38.
 
[47] Alejandro Enrique Otero. “El Servicio de Justicia y la Responsabilidad del
Estado por su mal funcionamiento en el ordenamiento jurídico venezolano” en
“Revista de Derecho Administrativo” Nº 11. Editorial Sherwood. Caracas, 2001.
Pág. 158.
 
[48] Reyes Monterreal. Ob. Cit. Pág. 47.
 
[49] Ejemplo de esto es Italia, quien tampoco acepta tal figura, según el artículo
2056 del Código Civil italiano. Messineo. Ob. Cit. Pág. 491.
 
[50] Sentencia de la Sala Político Administrativa citada. Caso Eleoccidente.
 
[51] Tal criterio de legitimidad para acudir al contencioso administrativo no se
encuentra consagrada en la novísima Ley Orgánica del Tribunal Supremo de
Justicia. Sin embargo, somos de la opinión que esto no crea ningún vacío, sino
que simplemente por los principios generales del Derecho administrativo, son los
que detenten un derecho subjetivo o un interés legítimo los capacitados
procesalmente para acudir a los juicios contra el Estado.
 
[52] García De Enterría; Fernández. Ob. Cit. Pág. 386.
 
Capítulo III - Del Poder Judicial y del Sistema de Justicia Sección Primera
Disposiciones Generales

 Artículo 253 La potestad de administrar justicia emana de los ciudadanos y


ciudadanas y se imparte en nombre de la República por autoridad de la ley.
Corresponde a los órganos del Poder Judicial conocer de las causas y
asuntos de su competencia mediante los procedimientos que determinen
las leyes, y ejecutar o hacer ejecutar sus sentencias. El sistema de justicia
está constituido por el Tribunal Supremo de Justicia, los demás tribunales
que determine la ley, el Ministerio Público, la Defensoría Pública, los
órganos de investigación penal, los o las auxiliares y funcionarios o
funcionarias de justicia, el sistema penitenciario, los medios alternativos de
justicia, los ciudadanos o ciudadanas que participan en la administración de
justicia conforme a la ley y los abogados autorizados o abogadas
autorizadas para el ejercicio.

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 Artículo 254 El Poder Judicial es independiente y el Tribunal Supremo de


Justicia gozará de autonomía funcional, financiera y administrativa. A tal
efecto, dentro del presupuesto general del Estado se le asignará al sistema
de justicia una partida anual variable, no menor del dos por ciento del
presupuesto ordinario nacional, para su efectivo funcionamiento, el cual no
podrá ser reducido o modificado sin autorización previa de la Asamblea
Nacional. El Poder Judicial no está facultado para establecer tasas,
aranceles, ni exigir pago alguno por sus servicios.

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 Artículo 255 El ingreso a la carrera judicial y el ascenso de los jueces o


juezas se hará por concursos de oposición públicos que aseguren la
idoneidad y excelencia de los o las participantes y serán seleccionados o
seleccionadas por los jurados de los circuitos judiciales, en la forma y
condiciones que establezca la ley. El nombramiento y juramento de los
jueces o juezas corresponde al Tribunal Supremo de Justicia. La ley
garantizará la participación ciudadana en el procedimiento de selección y
designación de los jueces o juezas. Los jueces o juezas sólo podrán ser
removidos o removidas o suspendidos o suspendidas de sus cargos
mediante los procedimientos expresamente previstos en la ley. La ley
propenderá a la profesionalización de los jueces o juezas y las
universidades colaborarán en este propósito, organizando en los estudios
universitarios de Derecho la especialización judicial correspondiente. Los
jueces o juezas son personalmente responsables, en los términos que
determine la ley, por error, retardo u omisiones injustificados, por la
inobservancia sustancial de las normas procesales, por denegación,
parcialidad y por los delitos de cohecho y prevaricación en que incurran en
el desempeño de sus funciones.

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 Artículo 256 Con la finalidad de garantizar la imparcialidad y la


independencia en el ejercicio de sus funciones, los magistrados o las
magistradas, los jueces o las juezas; los fiscales o las fiscales del Ministerio
Público; y los defensores públicos o las defensoras públicas, desde la fecha
de su nombramiento y hasta su egreso del cargo respectivo, no podrán,
salvo el ejercicio del voto, llevar a cabo activismo político partidista, gremial,
sindical o de índole semejante, ni realizar actividades privadas lucrativas
incompatibles con su función, ni por sí ni por interpósita persona, ni ejercer
ninguna otra función pública a excepción de actividades educativas. Los
jueces o las juezas no podrán asociarse entre sí.

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 Artículo 257 El proceso constituye un instrumento fundamental para la


realización de la justicia. Las leyes procesales establecerán la
simplificación, uniformidad y eficacia de los trámites y adoptarán un
procedimiento breve, oral y público. No se sacrificará la justicia por la
omisión de formalidades no esenciales.

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 Artículo 258 La ley organizará la justicia de paz en las comunidades. Los


jueces o juezas de paz serán elegidos o elegidas por votación universal,
directa y secreta, conforme a la ley. La ley promoverá el arbitraje, la
conciliación, la mediación y cualesquiera otros medios alternativos para la
solución de conflictos.

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 Artículo 259 La jurisdicción contencioso administrativa corresponde al


Tribunal Supremo de Justicia y a los demás tribunales que determine la ley.
Los órganos de la jurisdicción contencioso administrativa son competentes
para anular los actos administrativos generales o individuales contrarios a
derecho, incluso por desviación de poder; condenar al pago de sumas de
dinero y a la reparación de daños y perjuicios originados en responsabilidad
de la Administración; conocer de reclamos por la prestación de servicios
públicos y disponer lo necesario para el restablecimiento de las situaciones
jurídicas subjetivas lesionadas por la actividad administrativa.

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 Artículo 260 Las autoridades legítimas de los pueblos indígenas podrán


aplicar en su hábitat instancias de justicia con base en sus tradiciones
ancestrales y que sólo afecten a sus integrantes, según sus propias normas
y procedimientos, siempre que no sean contrarios a esta Constitución, a la
ley y al orden público. La ley determinará la forma de coordinación de esta
jurisdicción especial con el sistema judicial nacional.

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 Artículo 261 La jurisdicción penal militar es parte integrante del Poder


Judicial, y sus jueces o juezas serán seleccionados o seleccionadas por
concurso. Su ámbito de competencia, organización y modalidades de
funcionamiento se regirán por el sistema acusatorio y de acuerdo con lo
previsto en el Código Orgánico de Justicia Militar. La comisión de delitos
comunes, violaciones de derechos humanos y crímenes de lesa
humanidad, serán juzgados por los tribunales ordinarios. La competencia
de los tribunales militares se limita a delitos de naturaleza militar. La ley
regulará lo relativo a las jurisdicciones especiales y a la competencia,
organización y funcionamiento de los tribunales en cuanto no esté previsto
en esta Constitución. Sección Segunda: Del Tribunal Supremo de Justicia

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 Artículo 262 El Tribunal Supremo de Justicia funcionará en Sala Plena y en


las Salas Constitucional, Político administrativa, Electoral, de Casación
Civil, de Casación Penal y de Casación Social, cuyas integraciones y
competencias serán determinadas por su ley orgánica. La Sala Social
comprenderá lo referente a la casación agraria, laboral y de menores.

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 Artículo 263 Para ser magistrado o magistrada del Tribunal Supremo de


Justicia se requiere: 1. Tener la nacionalidad venezolana por nacimiento, y
no poseer otra nacionalidad. 2. Ser ciudadano o ciudadana de reconocida
honorabilidad. 3. Ser jurista de reconocida competencia, gozar de buena
reputación, haber ejercido la abogacía durante un mínimo de quince años y
tener título universitario de postrado en materia jurídica; o haber sido
profesor universitario o profesora universitaria en ciencia jurídica durante un
mínimo de quince años y tener la categoría de profesor o profesora titular; o
ser o haber sido juez o jueza superior en la especialidad correspondiente a
la Sala para la cual se postula, con un mínimo de quince años en el
ejercicio de la carrera judicial, y reconocido prestigio en el desempeño de
sus funciones. 4. Cualesquiera otros requisitos establecidos por la ley.

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 Artículo 264 Los magistrados o magistradas del Tribunal Supremo de


Justicia serán elegidos o elegidas por un único período de doce años. La
ley determinará el procedimiento de elección. En todo caso, podrán
postularse candidatos o candidatas ante el Comité de Postulaciones
Judiciales, por iniciativa propia o por organizaciones vinculadas con la
actividad jurídica. El Comité, oída la opinión de la comunidad, efectuará una
preselección para su presentación al Poder Ciudadano, el cual efectuará
una segunda preselección que será presentada a la Asamblea Nacional, la
cual hará la selección definitiva. Los ciudadanos y ciudadanas podrán
ejercer fundadamente objeciones a cualquiera de los postulados o
postuladas ante el Comité de Postulaciones Judiciales o ante la Asamblea
Nacional.

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 Artículo 265 Los magistrados o magistradas del Tribunal Supremo de


Justicia podrán ser removidos o removidas por la Asamblea Nacional
mediante una mayoría calificada de las dos terceras partes de sus
integrantes, previa audiencia concedida al interesado o interesada, en caso
de faltas graves ya calificadas por el Poder Ciudadano, en los términos que
la ley establezca.

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 Artículo 266 Son atribuciones del Tribunal Supremo de Justicia: 1. Ejercer


la jurisdicción constitucional conforme al Título VIII de esta Constitución. 2.
Declarar si hay o no mérito para el enjuiciamiento del Presidente o
Presidenta de la República o quien haga sus veces y, en caso afirmativo,
continuar conociendo de la causa previa autorización de la Asamblea
Nacional, hasta sentencia definitiva. 3. Declarar si hay o no mérito para el
enjuiciamiento del Vicepresidente Ejecutivo o Vicepresidenta Ejecutiva, de
los o las integrantes de la Asamblea Nacional o del propio Tribunal
Supremo de Justicia, de los Ministros o Ministras, del Procurador o
Procuradora General, del Fiscal o la Fiscal General, del Contralor o
Contralora General de la República, del Defensor o Defensora del Pueblo,
los Gobernadores o Gobernadoras, oficiales, generales y almirantes de la
Fuerza Armada Nacional y de los jefes o jefas de misiones diplomáticas de
la República y, en caso afirmativo, remitir los autos al Fiscal o la Fiscal
General de la República o a quien haga sus veces, si fuere el caso; y si el
delito fuere común, continuará conociendo de la causa hasta la sentencia
definitiva. 4. Dirimir las controversias administrativas que se susciten entre
la República, algún Estado, Municipio u otro ente público, cuando la otra
parte sea alguna de esas mismas entidades, a menos que se trate de
controversias entre Municipios de un mismo Estado, caso en el cual la ley
podrá atribuir su conocimiento a otro tribunal. 5. Declarar la nulidad total o
parcial de los reglamentos y demás actos administrativos generales o
individuales del Ejecutivo Nacional, cuando sea procedente. 6. Conocer de
los recursos de interpretación sobre el contenido y alcance de los textos
legales, en los términos contemplados en la ley. 7. Decidir los conflictos de
competencia entre tribunales, sean ordinarios o especiales, cuando no
exista otro tribunal superior o común a ellos en el orden jerárquico. 8.
Conocer del recurso de casación. 9. Las demás que establezca la ley. La
atribución señalada en el numeral 1 será ejercida por la Sala Constitucional;
las señaladas en los numerales 2 y 3, en Sala Plena; y las contenidas en
los numerales 4 y 5, en Sala Político administrativa. Las demás atribuciones
serán ejercidas por las diversas Salas conforme a lo previsto en esta
Constitución y en la ley. Sección Tercera: Del Gobierno y de la
Administración del Poder Judicial

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 Artículo 267 Corresponde al Tribunal Supremo de Justicia la dirección, el


gobierno y la administración del Poder Judicial, la inspección y vigilancia de
los tribunales de la República y de las Defensorías Públicas. Igualmente, le
corresponde la elaboración y ejecución de su propio presupuesto y del
presupuesto del Poder Judicial. La jurisdicción disciplinaria judicial estará a
cargo de los tribunales disciplinarios que determine la ley. El régimen
disciplinario de los magistrados o magistradas y jueces o juezas estará
fundamentado en el Código de Ética del Juez Venezolano o Jueza
Venezolana, que dictará la Asamblea Nacional. El procedimiento
disciplinario será público, oral y breve, conforme al debido proceso, en los
términos y condiciones que establezca la ley. Para el ejercicio de estas
atribuciones, el Tribunal Supremo en pleno creará una Dirección Ejecutiva
de la Magistratura, con sus oficinas regionales.

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 Artículo 268 La ley establecerá la autonomía y organización,


funcionamiento, disciplina e idoneidad del servicio de defensa pública, con
el objeto de asegurar la eficacia del servicio y de garantizar los beneficios
de la carrera del defensor o defensora.

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 Artículo 269 La ley regulará la organización de circuitos judiciales, así


como la creación y competencias de tribunales y cortes regionales a fin de
promover la descentralización administrativa y jurisdiccional del Poder
Judicial.
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 Artículo 270 El Comité de Postulaciones Judiciales es un órgano asesor


del Poder Judicial para la selección de los candidatos o candidatas a
magistrados o magistradas del Tribunal Supremo de Justicia. Igualmente,
asesorará a los colegios electorales judiciales para la elección de los jueces
o juezas de la jurisdicción disciplinaria. El Comité de Postulaciones
Judiciales estará integrado por representantes de los diferentes sectores de
la sociedad, de conformidad con lo que establezca la ley.

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 Artículo 271 En ningún caso podrá ser negada la extradición de los


extranjeros o extranjeras responsables de los delitos de deslegitimación de
capitales, drogas, delincuencia organizada internacional, hechos contra el
patrimonio público de otros Estados y contra los derechos humanos. No
prescribirán las acciones judiciales dirigidas a sancionar los delitos contra
los derechos humanos, o contra el patrimonio público o el tráfico de
estupefacientes. Asimismo, previa decisión judicial, serán confiscados los
bienes provenientes de las actividades relacionadas con los delitos contra
el patrimonio público o con el tráfico de estupefacientes. El procedimiento
referente a los delitos mencionados será público, oral y breve,
respetándose el debido proceso, estando facultada la autoridad judicial
competente para dictar las medidas cautelares preventivas necesarias
contra bienes propiedad del imputado o de sus interpósitas personas, a los
fines de garantizar su eventual responsabilidad civil.

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 Artículo 272 El Estado garantizará un sistema penitenciario que asegure la


rehabilitación del interno o interna y el respeto a sus derechos humanos.
Para ello, los establecimientos penitenciarios contarán con espacios para el
trabajo, el estudio, el deporte y la recreación; funcionarán bajo la dirección
de penitenciaristas profesionales con credenciales académicas
universitarias y se regirán por una administración descentralizada, a cargo
de los gobiernos estadales o municipales, pudiendo ser sometidos a
modalidades de privatización. En general, se preferirá en ellos el régimen
abierto y el carácter de colonias agrícolas penitenciarias. En todo caso, las
fórmulas de cumplimiento de penas no privativas de la libertad se aplicarán
con preferencia a las medidas de naturaleza reclusoria. El Estado creará las
instituciones indispensables para la asistencia pospenitenciaria que
posibilite la reinserción social del exinterno o exinterna y propiciará la
creación de un ente penitenciario con carácter autónomo y con personal
exclusivamente técnico.
 LA RESPONSABILIDAD CIVIL DE LOS JUECES Y DEL ESTADO
ENVENEZUELA
 En el derecho venezolano la responsabilidad civil se aplica
a l o s J u e c e s , Conjueces
 y
  Asociados de los Tribunales, al Estado,
 y
 también al Árbitro que sin c a u s a l e g í t i m a s e s e p a r e d e s u
c a r g o . L a r e s p o n s a b i l i d a d d e l o s J u e c e s y d e l Estado, tienen
fundamento constitucional.E l a r t í c u l o 1 2 1 d e l a C o n s t i t u c i ó n d e
l a R e p ú b l i c a d e V e n e z u e l a , d e 1 9 6 1 establecía: “El ejercicio del
Poder Público acarrea responsabilidad civil por abuso depoder o por
violación de la ley”.
  
 El Artículo 139 de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela,d e l 3 0 d e D i c i e m b r e d e 1 9 9 9 ,establece: “El ejercicio
del Poder Público acarrearesponsabilidad individual
por abuso o desviación de poder, o por
violación de estaConstitución o de la
ley”. A su vez, el vigente Código de Procedimiento Civil, en su Título Prelimi
nar,Disposiciones Fundamentales,
Art.18, establece: "Los funcionarios judiciales sonresponsables
conforme a la ley, de las faltas y delitos que cometan en el ejercicio desus
funciones."Respecto del Estado, el Artículo 140 de dicha Constitución de
1999 establece:“El Estado responderá patrimonialmente por los daños que
sufran los particulares
enc u a l q u i e r a   d e   s u s   b i e n e s   y   d e r e c h o s   s i e m p r e   q u e   l a  
l e s i ó n   s e a   i m p u t a b l e   a l funcionamiento de la Administración
Pública”.La responsabilidad del Árbitro
  
 es legal; establecida en el Art.615 del Códigode Procedimiento Civil,
según el cual: “El cargo de árbitro, una vez
aceptado, esi r r e n u n c i a b l e .   E l   á r b i t r o   q u e   s i n   c a u s a   l
e g í t i m a   s e   s e p a r e   d e   s u   c a r g o   s e r á responsable
penalmente por el delito de denegación de justicia, sin perjuicio de quese
haga efectiva su responsabilidad civil a través del recurso de queja que
consagraeste Código
 EL PROBLEMA SOCIAL Y LA RESPONSABILIDAD JUDICIAL:
 Mauro Cappelletti,trata este tema comenzandocon una pregunta:¿Hay
unaresponsabilidad judicial como problema comúna todas las
Naciones?.E s t a   e s   l a   p r i m e r a   p r e g u n t a   q u e   d e b e m o s   c o n
t e s t a r .   E l   t é r m i n o "res-ponsabilidad judicial", es indudablemente
ambiguo porque signif ica tanto el ejerciciode un poder como la
responsabilidad consiguiente. Aun en su primer significado,elpoder
involucr ano sólo un derecho sino también un deber; es un derecho-
deber ,denaturaleza pública,q u e t i e n e n a l g u n o s ó r g a n o s o
p e r   sonas-tribunalesy jueces-p a r a   e j e r c e r   l a   f u n c i ó n  
j u r i s d i c c i o n a l   d e   d i c t a r   s e n t en c i a s .   Y   p u est o   q u e   h a
y principios y n o r m a sescritos o consuetudinariosq u e
r   eglamentanese derecho-deber, la consecuencia obvia es que
haya una responsabilidad directa de quienesejercen esa  función,
y posiblemente indirecta del Estado, cuando tales principios
ynormas son transgredidos.Hablando en general, -según Cappelletti-
el problema de la responsabilidad de los jueces ante la sociedad es tan
antiguo como el mundo. Sin embargo, no hayinterés para nuestro tema en
remontarse a su evolución desde los tiempos primitivoshasta nuestros días,
lo cual, en cambio,puede interesarle mucho a los historiadores.El
propósito de esta investigación es más limitado: pretende
averiguar si elantiquísimo y universal problema de la responsabilidad
judicial tiene, o puede llegar a tener un especial significado en nuestro
tiempo, y en caso de que así fuese ,por qué. Por eso es que los datos
de la historia general no serán analizados, aunque seles compute
implícitamente.
 SIGNIFICADO ACTUAL DE LA RESPONSABILIDAD JUDICIAL:
 "Los jueces ejercen poder. Esto origina su responsabilidad. En una
sociedadracionalmente organizada, habrá equilibrio entre ambos. La
amplitud mayor o menor de la responsabilidad dependerá del poder que se
atribuya a cada juez."Estas palabras del profesor Merriman,John H.
confirmadas entre otros por el juez francés Roger Fabre,ponen
certeramente de relieve las relaciones entre losdos aspectos de la
responsabilidad judicial: ésta propiamente dicha y el poder;
loq u e   p r o p o r c i o n a   l a   c l a v e   p a r a   c a p t a r   l a s   p a r t i c u l a r i d
a d e s   d e l   p r o b l e m a   d e   l a responsabilidad judicial en nuestra
época.Primeramente Cappelletti hace referencia a las relaciones. Por
supuesto que
  
 el poder puede aumentar, y a menudo lo hace irresponsablemente. Pero no
hay eneso un cerrado determinismo por el cual a mayor poder
corresponda también unmayor grado de responsabilidad. El poder
irresponsable es anormal, o sea,lo queMerrirnan denomina "falta
de organización racional" y que los politólogos llaman simplemente
"autoritarismo," o en los casos extremos,"tiranía".C o m o h a d i c h o e l
informante italiano, Profesor Trocker, "un poder sin
l a condigna responsabilidad es incompatible con el régimen
democrático." En unademocracia liberal,a mayor poder habrá mayor
responsabilidad,de modo tal queaumentando aquél aumentará ésta.
Ese equilibrio entre el poder y la responsabilidades inherente a lo que
suele llamarse
 "sistema de equilibrio de poderes
 " , q u e d e - pende de la ideología política predominante y de la
organización del Estado, lo ques ó l o s e d a e n l o s s i s t e m a s
" r a c i o n a l m e n t e o r g a n i z a d o s " o e n l a s d e m o c r a c i a s liberales -
punto de vista este último en el cual se basa el Informe de
Trocker, esdecir, que el problema de la responsabilidad judicial tiene
características peculiaresy su importancia ha aumentado
a c t u a l m e n t e d e b i d o a l a s m a y o r e s a t r i b u c i o n e s otorgadas al
poder judicial en numerosos países. Va de suyo -agrega Capelete-
que el corolario de esa premisa es que mucho de lo
  
 que dirá en la primera parte de este Informe difícilmente podría ser aplicado
a los sistemas jurídicos de los países que no son ni pretenden ser
democracias liberales, ni estar tampoco exentos de autoritarismo.
Por lo
  
 que se refiere a la
  peculiaridad 
 del problema de la
responsabilidad judicial, basta recordar que una de las características co
munes de las sociedadesmodernas ha sido el desmesurado crecimiento del
poder judicial, como lo vemos en e l i n f o r m e B e l g a , q u e e s
paralelo, y en muchos países una consecuencia de
laexpansión sin precedente del poder político en el modern
o   E s t a d o " s o c i a l "   o “promocional", tanto en sus limitadas versiones
occidentales ("Estado benefactor") como en los países socialistas.
 LA INDEPENDENCIA Y RESPONSABILIDAD DE LOS JUECES
ANTE ELDERECHO NATURAL:
 La necesidad de establecer ciertos límites a la responsabilidad
judicial sólo puede ser bien entendida cuando se tiene clara conciencia
del valor o de los valores que con esas limitaciones se tiende a
proteger. Así como en el caso de la cosa juzgada, también el tenazmente
defendido principio de la inmunidad judicial lejos de

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