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EL DISCERNIMIENTO
La vida espiritual, como toda forma de vida, exigen una formación. El cristiano
asimila lentamente el sentido profundo de su bautismo, de su vocación a la
plenitud del amor según el seguimiento de Cristo; el acompañamiento espiritual es
por naturaleza un cometido educativo; pertenece a la actividad pastoral de la
Iglesia. Su objetivo es promover la vida espiritual a nivel personal, ello teniendo
presente las intenciones y disposiciones interiores, la situación psicológica del
individuo manifestada libremente.
El discernimiento espiritual
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reino dividido va a la ruina…” (Mt 12, 24-29). El bueno y el malo espíritu se
reconoce por sus frutos. Por sus frutos reconocerán el Espíritu.
1. Los frutos, el buen y mal espíritu se reconoce por sus frutos (Ga 5,14-22; Ef 5,8-
10; Rm 7,4-5; 19,20).
2. La comunión eclesial. Los dones auténticos del Espíritu edifican la Iglesia (1 Cor
14,4-12).
3. La fuerza en la debilidad. El Espíritu se manifiesta con signos de potencia:
afrontar las persecuciones, las incomprensiones, los milagros (2 Cor 2,4; 12,9).
4. La inmediatez de Dios da signos de claridad por una vocación y de la otra
claridad debe ser autenticada por la comunidad eclesial (Ga 1, 18) y de sus
responsables.
5. La luz y la paz. El don del Espíritu no es impulso ciego que suscite dificultad y
desorden (1 Cor 14,33). Ello vale para toda manifestación interior (2 Cor 7,10).
6. Jesús es el Señor. El criterio supremo es este (1 Cor 12,3).
La capacidad de discernimiento espiritual requiere una seria maduración interior. Pablo
dice: “Y no os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la
renovación de su mente, de forma que puedan distinguir cual es la voluntad de Dios: lo
bueno, lo agradable, lo perfecto” (Rm 12,2).
EL DISCERNIMIENTO
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El cristiano empeñado en la vida espiritual está abierto a la comunión con Dios, a servirlo,
viviendo sin reservas la consagración bautismal. Sólo así está dispuesto con la
disponibilidad del adulto, a discernir en que forma la vida de Dios lo llama (discernimiento
vocacional), como favorecer la realización del designio de Dios sobre él. El itinerario
espiritual es, por tanto, un continuo peregrinar hacia la voluntad de Dios. Discernir aquello
que es bueno de aquello que es malo, lo que viene de Dios de lo que viene del mal,
descubrir la voz de Dios de la voz del mundo y de los propios deseos, revela una profunda
actitud espiritual.
El discernimiento requiere la atención de aquel que, aunque sea un principiante en la vida
espiritual, pero va madurando en la fe. Para discernir la voluntad de Dios es necesaria una
inteligencia espiritual madura. La actitud dinámica del Espíritu que continuamente
discierne es tan constitutivo de la personalidad espiritual que podría ser definida como
aquella que ha recibido el don del conocimiento del misterio de Cristo y por eso se deja
guiar en todo circunstancia. Por ello, una de las más profundas preocupaciones del
apóstol, es que los fieles estén llenos del conocimiento del misterio de Cristo. Se trata de
un conocimiento existencial, no simplemente teórico, abstracto, un don sobrenatural, un
tipo de conocimiento superior y profundo, que se identifica con la sabiduría y confiere la
penetración espiritual no como la gnosis, que es de naturaleza humana y sujeta a las
desviaciones humanas.
No se puede discernir la acción del espíritu bueno del malo sin estar bajo la moción del
Espíritu Santo. La persona espiritual madura es aquella que se rige con la ley interior del
Espíritu y que en todo discierne la acción del Espíritu. Dócil a las inspiraciones del Espíritu,
el cristiano se apropia de la fuerza de Cristo y de ese modo madura y llega a ser un adulto
en Cristo. Y en cuanto adulto, él está en grado de comprender profundamente el misterio
de Dios en Cristo, y de discernir el bien del mal.
Este esfuerzo de discernimiento, no consiste sólo en una búsqueda lógica o tampoco en
una simple deducción de principios teológicos, sino en la participación de toda la persona,
que unida a la persona de Cristo en la fe, se pone en una actitud dinámica, de búsqueda
que empeña a todo el hombre. En otros términos, el discernimiento se funda sobre una
experiencia de Cristo y de su Espíritu contra la experiencia del mal. Signos de la presencia
del Espíritu divino son:
a) Las mociones de paz y alegría (Gal 5,22)
b) La construcción de la comunidad (1 Cor 12,7)
c) Practica la virtud, confesión de fe (1 Cor 12,3)
Pero, Pablo, advierte que las mociones de paz y de alegría pueden ser equivocadas,
“porque también satanás se disfraza de ángel de luz. No es por ello gran cosa que también
sus ministros se disfrazan de ministros de justicia” (2 Cor 11,14). Es pues, una alegría que
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no viene de Dios; y al mismo tiempo es una tristeza que vine de Dios. “En efecto, si los
entristecí con mi carta, no me pesa. Y si en un principio me apené –pues veo que la carta,
aunque por poco tiempo, los entristeció, sino porque esa tristeza los llevó al
arrepentimiento (2 Cor 7,8-11).
Por consecuencia, el alternarse de mociones que se operan en nuestros sentimientos no
traen de por sí automáticamente la claridad del discernimiento. San Ignacio en los
Ejercicios se ocupa de esta pregunta y ofrece una respuesta. En el fondo, los Ejercicios
Ignacianos, en cuanto método o proceso vocacional de “encontrar la voluntad de Dios en
las disposiciones de la propia vida en orden a la salvación” (EE n. 1), implican de por sí
todo un discernimiento. Aquello que entra en este itinerario espiritual está invitado a
cortar las afecciones desordenadas y ordenar la propia vida según Jesús, o sea, a vivir la
libertad de los hijos de Dios dada en el bautismo. Por eso dice el Principio y fundamento:
“es necesario hacerse indiferente a todas las cosas creadas” (n. 23).
La Indiferencia Ignaciana, tantas veces mal entendida como una disciplina militarista,
significa la búsqueda para encontrar la imparcialidad para poder discernir objetivamente.
Toda afección desordenada, toda predeterminación bloquea el proceso de
discernimiento. Eso comporta saber meter en discusión ciertas elecciones nuestras,
ciertas preferencias, ciertas seguridades que no ayudan a arribar al fin para el que fuimos
creados.
Como el alternarse de mociones no porta siempre claridad al discernimiento, Ignacio
quiere precisar: “llamo consolación cuando en el ama se produce cualquier moción
interior…” (n. 316). Se trata de una experiencia de los frutos del Espíritu Santo, de un
incremento de las actitudes fundamentales de la existencia cristiana. La desolación es en
cambio, lo contrario de la consolación (n 317). Cuanto más, esta indiferencia está clara
tanto más es posible desenmascarar también las insidias “de la acción del espíritu malo; el
cual, “se transforma en ángel de luz”, insinúa pensamientos aparentemente buenos, pero
que después se revelan dañinos (n. 332), por lo cual es necesario examinar el curso de
nuestros pensamientos y sentimientos desde el inicio al fin para ver si terminan en cosas
malas o destructivas” (n. 333).
Ignacio aconseja hacer un examen sereno de los motivos en pro y en contra de una
determinada elección, se da en el “tiempo tranquilo” (n.177). Él, describe este itinerario:
1) Precisar el objeto de la elección
2) Considerar el fin para el cual son creados (Dios, su gloria es mi salvación y
encontrarse en la indiferencia, así pronto seguir aquello que debo hacer,
mayormente a la gloria de Dios y a la salvación propia y del prójimo (n. 179).
3) Buscar hacer la voluntad de Dios
4) Considerar las ventajas y desventajas espirituales de la elección
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5) Presentar en la oración, la elección hecha a Dios para que la confirme dentro de
cierto tiempo (n. 179-183).
El contexto más apto para el discernimiento según s. Ignacio, es naturalmente en los
Ejercicios. Se podría incluso darse bajo la guía de una persona experimentada, pero
siempre en un ambiente de oración y meditación.
Se distingue del discernimiento individual el comunitario. Un grupo de personas, unidos
por un vínculo espiritual, como puede ser un grupo de oración o de trabajo apostólico, o
bien una comunidad de religiosos que se preguntan delante de Dios, en cuanto grupo, si el
modo de vivir su espiritualidad responde a aquello que es la voluntad de Dios, el proyecto
evangélico, la doctrina de la Iglesia y las necesidades de hoy.
Es una actitud de búsqueda desinteresada, en que todo miembro del grupo se siente
corresponsable, colabora en la valoración de las mociones del Espíritu, para que el grupo
como tal llegue a la decisión que más agrade a la voluntad de Dios, a su gloria y a la
salvación de la humanidad.
Como el discernimiento personal, así el comunitario se basa sobre algunas premisas que
aseguran la rectitud:
a) Cada miembro del grupo debe haber hecho la experiencia del discernimiento
individual. Esto supone una verdadera vida espiritual que logrando aprender a
buscar la voluntad de Dios con libertad espiritual.
b) El grupo debe tener una experiencia comunitaria intensa. Donde no se da
intercambio comunitario no es posible hacer discernimiento comunitario.
c) El discernimiento es hecho bajo el influjo del Espíritu que requiere la purificación
del corazón y de las intenciones según la continua conversión que anima la vida
espiritual.
d) La oración, como fuente del discernimiento debe vivirse no sólo personalmente,
sino sobre todo de modo comunitario.
e) El tiempo dependerá del ritmo del proceso de discernimiento.
Las etapas esenciales del discernimiento comunitario serán:
1) Crear en el grupo un clima de fe, de escucha a Dios y a los otros, de disponibilidad
y de oración.
2) Precisar con exactitud el argumento que debe ser objeto de discernimiento y de
eventual decisión. Por esto quien es encargado de animar el discernimiento debe
informar suficientemente y con exactitud.
3) Tiempo de oración personal y comunitaria, en que se ofrezca a Dios el argumento
del discernimiento.
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4) Un encuentro, en que cada uno expresa lo que ha experimentado en la oración
sobre lo considerado.
5) Examen de los motivos a favor y en contra: fase deliberativa. Lo ideal es que la
búsqueda desapasionada lleve a la unanimidad de la aceptación de aquello que la
mayoría ha pensado que conviene decidir.
Por último, sigue la confirmación de la decisión tomada, que se manifiesta a varios niveles.
En el caso de una comunidad religiosa, la cual confirma el superior, se da la confirmación
apostólico-espiritual, esta experiencia de elección libera nuevas energías interiores y
pastorales, da un sentido más vivo de la vida espiritual y de la