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Bonus Especial #9

EL PROCESO DEL
COMPAÑERO PERFECTO

CÓMO ENCONTRAR A SU COMPAÑERO SENTIMENTAL, SOCIO O


CLIENTE PERFECTO
FÁCIL Y RÁPIDAMENTE

por

Stuart A. Lichtman

Traducido por
Aldo Lagrutta
El Proceso del Compañero Perfecto

NOTA

Copyright © 2002 y Copyright de la Traducción Española © 2007 por Stuart Lichtman.

Todos los derechos están reservados. La reproducción y distribución de este libro están
absolutamente prohibidas.

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recuperación de datos, o transmitida de ninguna forma electrónica, mecánica, fotocopia,
grabación u otra, sin el permiso escrito de su autor.

Esta publicación está diseñada para proveer información precisa y autoritativa de la materia
cubierta. Es vendida con el entendimiento de que los autores y la editorial no están involucrados
en ofrecer asesoramiento médico, psicológico, legal, administrativo o cualquier otro
asesoramiento profesional. En caso de ser requerida asistencia médica u otra clase de
asesoramiento profesional, el lector deberá pedir ayuda a un profesional competente.

Los nombres “Cybernetic Transposition Basic Achievement Three-Step” y “Cybernetic


Transposition Super Achievement Three-Step” son propiedad de Stuart Lichtman y están bajo
protección y registro provisorio . En consecuencia, no pueden ser utilizados sin su autorización
escrita.

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El Proceso del Compañero Perfecto

Introducción
I’m going to show you the most powerful process for finding the person you want that I’ve ever
seen.

¿Está usted ya harto de tener relaciones que no funcionan?

¿Está cansado de trabajar con gente que sencillamente no es adecuada, que están constantemente
decepcionándole?

¿Suspira por su príncipe o princesa azul?

¿Le gustaría tener un socio o empleado con el que conecte inmediatamente y que tenga todas las
habilidades que usted necesita?

¿Le gustaría tener todo esto en este momento?

¿Le gustaría encontrar su pareja “perfecta”? ¿O su socio perfecto? ¿O su empleado perfecto?

Si es así, ha venido usted al sitio adecuado.

Como usted se dará cuenta al leer mi historia real donde cuento cómo utilicé este proceso para
encontrar mi pareja perfecta, estamos hablando de algo que puede dar resultados increíblemente
fuertes.

Así que, comencemos.

¿Cómo funciona este proceso? ¿Por qué funciona?


¿Se ha dado usted cuenta de que a veces conoce a gente que no había visto nunca antes pero que
le resulta familiar? La mayoría de la gente sí. Y desde luego a mí me ha pasado muchas veces.
Casi todas las personas con las que he tenido buenas relaciones personales y laborales me
provocaron esa sensación la primera vez que las vi.

Mi teoría (para la que no tengo absolutamente ninguna prueba concreta, pero sí un montón de
pruebas anecdóticas) es que éstas son las personas con las que he tenido buenas relaciones en
vidas anteriores. Por supuesto que para aceptar mi teoría tendrá usted que aceptar la existencia de
vidas anteriores.

Afortunadamente, que las acepte usted o no, no tiene efecto alguno en la eficacia que tendrá el
proceso del Compañero Perfecto para usted. Las teorías son teorías. Los resultados son
resultados. Prefiero con mucho estos últimos.

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En cualquier caso, mi teoría es que dentro de cada uno de nosotros tenemos una imagen de la
persona “perfecta” que se supone que tenemos que encontrar en esta vida. Cuando vemos algún
aspecto de esa imagen interna de la persona perfecta reflejado en alguien que acabamos de
conocer, inicialmente reaccionamos como si hubiéramos conocido a la persona de nuestra
imagen interna. Y, como somos humanos, inconscientemente generalizamos a partir de una
característica que se ajusta a nuestra imagen interna para asumir que todos los demás aspectos de
esa persona también se ajustan a ella.

Por supuesto que esto ocurre muy raras veces, pero casi siempre nos encontramos intentando
cambiar a esa persona para que sea la persona perfecta de nuestra imagen interna, sobre todo en
las relaciones sentimentales.

Esto no jamás funciona. Pero casi todo el mundo ha tenido la experiencia de intentar cambiar a
alguien para que sea la persona que adecuada para ella, o de que una de sus parejas haya
intentado cambiarle a él/ella en la misma forma.

Bueno, partiendo de la idea de que mi teoría es correcta, he desarrollado un proceso para utilizar
los reflejos que vemos en las personas que provocan reacciones positivas fuertes. El proceso
utiliza esos reflejos para elaborar una Lista de Deseos que describa a la persona perfecta cuyo
reflejo hemos visto. Una vez hecho esto, el proceso utiliza el resto del proceso de los Tres Pasos
de la Transposición Cibernética para encontrar la persona real que representa nuestra imagen
interna.

¿Funciona? Desde luego que sí.

La primera prueba la hice conmigo mismo (como suele pasar) y funcionó de maravilla. He
descrito mi experiencia en la historia real que presento más adelante en este libro electrónico.

¿Le funciona a otra gente? Definitivamente sí.

De las muchas personas a las que he enseñado este proceso y que lo han utilizado, el porcentaje
que tuvo éxito con este proceso fue el mismo que con todos los demás objetivos de los Tres
Pasos de la Transposición Cibernética.

Sí, el proceso del Compañero Perfecto funciona, desde luego. Por ejemplo:

Carina era una abogada extremadamente inteligente y vidente, que era amiga de mi
pareja “perfecta” Åsa, a la que conocerá usted más adelante en este libro con la historia
de mis aventuras con el proceso del Compañero Perfecto.

Al principio Carina tenía un patrón inconsciente de comportamiento autodestuctivo. Le


atraían los hombres guapos que vestían y bailaban bien, pero que se sentían tan
intimidados por la inteligencia y las capacidades psíquicas de Carina que terminaban
por volverse hostiles y ofesivos. Carina sufría terriblemente por esto.

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Åsa, que conocía el problema, me pidió que ayudara a Carina y le enseñara el proceso
del Compañero Perfecto, cosa que hice. Aproximadamente una semana después, Carina
me llamó, entusiasmada. “Lo he encontrado”, me dijo y nos invitó a cenar para
contarnos sus experiencias.

“Fue increíble”, nos dijo. “Conozco a Anders desde hace años pero nunca le había
prestado mucha atención. Pensaba que era un buen amigo, ¿pero como pareja? Ni
hablar.”

“Pero el día siguiente a establecer el objetivo del Compañero Perfecto me pidió que
saliera con él. Stuart, me acordé de lo que habías dicho sobre que antes de decidir si
alguien podría encajar, tenía que ver cómo cumplía la lista de los elementos clave. Así
que lo hice. Sorpresivamente, Anders tenía unas notas altísimas en todos los aspectos de
los que sabía lo bastante para poder evaluarlo. Así que lo llamé y le dije que sí.”

“Me llevó a cenar. Fue mágico. Conocí cosas de él que jamás hubiera imaginado. Es
inteligente, gracioso, muy atento, creativo, muy cariñoso… y baila fenomenal, ¿ puedes
creer? Además tiene grandes aspiraciones, y es un emprendedor. Va a poner su propio
despacho de abogados y ya me ha pedido que trabaje con él.”

Bueno, a partir de entonces las cosas se pusieron mejor en su relación. Pusieron el


despacho, y tuvo mucho éxito. Se hicieron cada vez más íntimos y al final se acabaron
casando (fuimos a la boda: ella estaba preciosa y él muy guapo). Lo último que sé de
ellos es que tenían dos hijos maravillosos y una casa fantástica que habían construido
ellos mismos, y seguían estando muy enamorados.

¿Sólo funciona para encontrar una pareja romántica?


No, en lo absoluto. Funciona para todo tipo de compañeros, socios y empleados “perfectos”. Por
ejemplo:

Mónica era coordinadora de un equipo y acaba de conseguir un ascenso a


directora de un grupo de treinta personas dedicado al desarrollo técnico y de
software en una gran empresa de telecomunicaciones sueca, Ericsson. Le habían
pedido que multiplicara el tamaño de su departamento por dos, aunque estaban
atravesando un periodo crítico en el que faltaba personal cualificado.

Así que el primer objetivo de Mónica con las técnicas de la Transposición


Cibernética se centró en encontrar un segundo que (entre otras cosas) estuviera
“perfectamente cómodo conmigo y yo con él” y que tuviera “un estilo y visión
interna similar a los míos” y tanto “don de gentes”que “una semana después de
empezar, consiga inmediatamente una alza en la moral del departamento”. (Las

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citas vienen directamente de la traducción del sueco que hizo Mónica de sus
objetivos.) Utilizó el proceso del Compañero Perfecto para elaborar su Lista de
Deseos y establecer el objetivo, al que dio un plazo de cuatro semanas.

Con los retrasos burocráticos de Ericsson, hicieron falta tres semanas para poner
el anuncio. Sin embargo, la “persona perfecta” apareció el último día de la
cuarta semana. Empezó a trabajar al lunes siguiente y superó todos los aspectos
del Objetivo. (Tenga en cuenta que en Suecia normalmente pasan dos o tres
meses desde que se contrata a nuevo directivo hasta que éste empieza a trabajar.)
Mónica siguió utilizando la técnica del Compañero Perfecto para encontrar
rápidamente y con gran éxito las demás personas claves y en poco tiempo
consiguió que su departamento tuviera el tamaño que le habían requerido.

Por cierto, yo he utilizado el proceso del Compañero Perfecto para “contratar” a mi equipo para
este proyecto de libros electrónicos. Muy rápidamente, conseguí reunir un equipo increíblemente
creativo, eficaz, motivado y leal.

¿Cómo funciona el proceso del Compañero Perfecto?


Funciona exactamente igual que los Tres Pasos de la Transposición Cibernética, con varias
diferencias importantes que se describen más abajo:

1. Primero, identifique todas las personas que haya conocido en cualquier contexto y que
cumplan los siguientes criterios:

• Tienen al menos una característica que le gustaría ver en su compañero perfecto.

• Esa característica o esas características crearon una atracción extremadamente fuerte


hacia esa persona, incluso si el resto de sus características no le atrajeron o incluso le
repelieron.

Obviamente, en el caso de relaciones no sentimentales, no me estoy refiriendo a una


atracción sentimental. Por ejemplo, en el caso de las relaciones laborales, me refiero a
las características que hacen que quiera usted trabajar y, quizás, relacionarse con esa
persona.

Si ha visto un personaje en una película que tuviera características que son las que usted
busca, incluya ese ejemplo.

Haga una lista de todas estas personas y la(s) característica(s) que le atraiga(n) con
fuerza. No se traicione a sí mismo. Cuando ya haya hecho la lista, léala y concéntrese en
su Punto de Anclaje Interior, pidiendo a su inconsciente que le dé más ejemplos que
debieran estar en la lista, y que le diga si alguno de los que están en la lista no es

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adecuado, y que lo haga de la forma que sea para su máximo beneficio y el de todos los
involucrados.

2. Con el formulario de las Metahistorias, cree una Lista de deseos basada en la primera.

• Limite las Metahistorias a una sola característica atractiva. Si esa característica está
presente en más de una persona de la lista, elija la persona por cuya característica
sienta usted la mayor atracción.

• Si una sola persona presenta más de una característica atractiva, intente encontrar
recuerdos que representen cada una de las características por separado. Si no los
encuentra, puede usted utilizar el mismo recuerdo para todas las características.

• El título de las Metahistorias deberá ser la característica atractiva en la que se está


usted centrando. El recuerdo asociado deberá ser de la persona que haya usted elegido
presentando esa característica.

• Si ese recuerdo no es un 10 verdadero en el contexto del Compañero Perfecto que


está usted buscando, cree una alternativa que sea un 10 verdadero. Puede que muchas
veces tenga usted un recuerdo en un contexto completamente diferente. Por ejemplo,
si está usted buscando su pareja perfecta, puede que quiera incluir una característica
procedente de un compañero de trabajo, hermano, familiar o hijo. Cuando elabore sus
alternativas, ponga simplemente la característica en un contexto adecuado utilizando
el enfoque que he descrito en el ejercicio de visualización que empieza en la página
82 de Cómo obtener mucho dinero para cualquier cosa que usted desee -
¡Rápidamente!

3. Con el formulario Proceso de objetivos, integre los elementos de su Lista de Deseos en


un objetivo que tenga el formato adecuado. Tenga especial cuidado de cooperar con su
inconsciente cuando establezca el plazo. No intente utilizar un plazo más corto que el que
haya sugerido su inconsciente.

Su objetivo deberá centrarse explícitamente en encontrar su compañero perfecto en un


plazo de tiempo definido. Por ejemplo:

En un plazo de 6 semanas a partir del 20 de agosto de 1981, habré encontrado y


establecido una relación estrecha con una mujer que tenga las siguientes
características: Tendrá una cintura pequeña, pelo oscuro y largo, una figura
agradable y no medirá más de 1,65 m. Tendrá unos ojos preciosos y cariñosos,
una sonrisa fantástica y será muy entusiasta. Será extremadamente lista e
inteligente, ambiciosa y con don de gentes, poeta y conectará conmigo
inmediatamente y yo con ella... (en este ejemplo no he incluido muchas de las
características atractivas que aparecían en el objetivo real). Esto ocurrirá de
forma que sea para mi máximo beneficio, para ella y para todos los implicados.”

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4. Si, cuando haya usted creado y dado prioridad a su objetivo inconsciente con el Proceso
de Blancos Inconscientes, tiene usted dudas o surgen otros bloqueos, utilice primero el
Proceso de Aclaración Avanzado para dirigir esa energía de forma creativa hacia la
consecución de su objetivo. Si el sentimiento de bloqueo permanece (y ponga mucho
cuidado en comprobarlos todos), Reenmarque sus Memorias para resolverlos
completamente.

Los bloqueos que pueden surgir durante el proceso del Compañero Perfecto pueden ser
muy sutiles, muy familiares. Así que cuando los esté buscando, utilice su punto de
referencia 10 Verdadero para determinar si lo que experimenta cuando se centra en su
Imagen Final de Éxito y después de haber terminado el proceso de Viajando en el Tiempo
contiene algún bloqueo. Si es así, haga el proceso de dos pasos descrito en el párrafo
anterior.

5. Asegúrese de que completa el proceso de priorización de su objetivo inconsciente,


incluido el hecho de escribir la Afirmación 25 veces, o más si su inconsciente le dice que
lo haga. No tiene porqué escribir todas las repeticiones de una sentada. Pregúntele a su
inconsciente si puede repartir el trabajo y, si es así, en cuánto tiempo. Cuando haga
preguntas a su inconsciente, utilice el mismo proceso con el que estableció el plazo de
tiempo para su objetivo.

6. Practique asegurándose de que sigue las instrucciones del Capítulo once de Cómo
Obtener Mucho Dinero Para Cualquier Cosa que Usted Desee - ¡Rápidamente! Sea
especialmente meticuloso en la búsqueda de bloqueos cuando apunte sus avances en
alcanzar cada uno de los elementos claves.

Eso es todo. Y, por supuesto, cada vez que conozca a alguien que pudiera ser su Compañero
Perfecto, compárelo con su lista de elementos clave, un resumen que le sugiero que lleve siempre
con usted. De hecho, cuando establezco un objetivo de Compañero Perfecto siempre llevo varias
copias de los elementos clave y cuando conozco a un posible candidato, uso una copia para poner
su nombre (y cualquier otra información relevante que me ayude a ponerme en contacto con él si
quiero) y las puntuaciones que obtiene en cada elemento clave.

Cómo inventé el Proceso del Compañero Perfecto y mi primera experiencia


práctica con él.
Era el 19 de agosto de 1981 y una luz intensa llenaba cada rincón de mi salón, como si se hubiera
salido de sus límites físicos, acariciando los grandes cuadros con su calidez dorada y ahogando el
sonido del tráfico y los comercios de Union Street. Yo estaba sentado sin moverme, oliendo el
océano y viendo como la niebla se iba “comiendo” silenciosamente el puente Golden Gate.
Pronto, invadiría las calles y pasaría sin ruido por mis ventanas del sexto piso con pies de tigre,
¿o se dice pies de gato? (¿Qué poeta dijo esto? Linda lo sabría.) Pronto, la ciudad estaría

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amortajada en el misterio frío y nublado de las viejas películas de Bogart. Y me traería los mudos
olores y sonidos de la ciudad junto con los recuerdos de Linda. Aunque ya habían pasado seis
meses, seguía echándola de menos, y sentía que la soledad me rodeaba igual que la niebla.

Linda era una guapísima pelirroja poeta, joven y muy sexy, que estaba buscando su camino
cuando la traje a San Francisco. Tres meses después de empezar nuestra relación, dejó su trabajo
en el Congreso de los EE.UU., en Washington DC y se puso a trabajar en la empresa de capital
de riesgo de Silicon Valley de un amigo mío que entendía los asuntos del corazón. Eso me
facilitó mucho las cosas.

Estuvimos viviendo juntos a tiempo parcial por tres años. Era a tiempo completo mientras yo
estaba en San Francisco pero mis viajes constantes por todos los Estados Unidos y Europa para
las empresas que dirigía reducían el tiempo que pasábamos viviendo juntos a 10 días al mes.

Una día Linda se fue de compras y nunca regresó. Me llamó esa noche para decirme que se había
ido a la península de Palo Alto a vivir con Buzz. ¿Buzz? ¿Me dejó por Buzz? Rompí con
amargura un par de cosas suyas y después empaque el resto y se las envié. Finalmente comprendí
que su partida reflejaba el dolor que me había estado ocultando todos los años que habíamos
estado juntos.

Ella siempre había sabido de Suzanne y, después, de Pat. Yo siempre le había sido honesto - por
lo menos eso era lo que me decía a mí mismo - pero entonces comprendí que las relaciones
tetraédricas son malas para todos. Así llamo yo a una situación en la que yo estoy arriba y las tres
forman un triángulo debajo. O al menos había creído que estaba arriba, pero ahora me estaba
dando cuenta del coste que tiene utilizar así a la gente, comprarlos con cariño, afecto y dinero.
Sí, sí, muchísimo dinero. En aquel entonces era fácil comprar a las mujeres con dinero. Bastaba
con llevarlas a St. Laurent, gastarse unos cinco mil dólares en ellas y quedaban enganchadas.

Yo no había decidido que iba a tener tres relaciones profundas, una en San Francisco, otra en
Washington DC y la tercera en Londres. Pero como dividía mi tiempo entre tres casas en esos
tres lugares, además de Silicon Valley, Europa occidental, de Francia a Alemania, con estancias
en Maine, Nueva York, Chicago y Anchorage dirigiendo tres empresas, me quedaba un montón
de tiempo vacío que intentaba llenar con gente cariñosa. Y la gente cariñosa que conocía eran
casi siempre mujeres.

Pero el verdadero motivo era que cada una de mis tres parejas a tiempo parcial sólo tenía una
parte de lo que yo estaba buscando. De esta forma, me decía, no tenía que intentar cambiar a
ninguna en alguien que no era.

Usted ya sabe que Linda era guapa, sexy, poética y creativa. También dependía demasiado de mí
y me adoraba. Suzanne era dulce y fuerte, una chica muy inteligente y ligeramente “de pueblo”
de la zona sudoeste de Virginia, cariñosa, aficionada al desarrollo personal y mi guía en temas
espirituales. También era muy hábil para dirigir mi empresa consultora en Washington. Pat era
tipo relaciones públicas, con mucho don de gentes, y llevaba de maravilla la imagen pública de

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una gran firma de modas en Londres. Era diseñadora comercial, decoradora de interiores, madura
y ambiciosa, y estaba a punto de dejar la seguridad de su trabajo y su precioso apartamento de
Hampstead para realizar su viejo sueño de irse a vivir y trabajar en el sur de Francia, aunque no
hablaba una palabra de Francés. Una mujer valiente. Yo le había ayudado a desarrollar el valor
para irse.

Ahora me doy cuenta de que era fácil identificar qué cosas me habían atraído de cada una de
ellas, y también de mi ex-esposa y mis demás relaciones. Me gustaba recordar todas esas
características atractivas. Así que me quedé ahí sentado, tomando el sol de la tarde, pensando en
la riqueza de todas esas personas fantásticas que me habían dado tanto.

Y de pronto, me di cuenta. Salté del sofá, entusiasmado. ¡Claro! ¿Cómo había tardado tanto en
ver algo tan obvio? Estas personas eran piezas de un espejo roto que reflejaba algo para mí. Lo
único que tenía que hacer era volver a montar el espejo. Y después podría encontrar a mi
princesa encantada. O por lo menos a mi pareja perfecta.

Como llevaba 15 años estudiando el cerebro y la mente humana, y llevando este conocimiento a
la práctica con formaciones y dispositivos de inteligencia artificial, sabía que sólo somos capaces
de ver, oír y sentir versiones de lo que ya está almacenado en nuestros enormes bancos de
memoria. Así me di cuenta de que lo que me había atraído de cada relaciones era sólo una faceta
de un modelo inconsciente preexistente de LA persona que había estado buscando.

Tenía su lógica. ¡Por supuesto! Por eso al principio había intentado cambiar a mis parejas. Sentía
intuitivamente que fallaba algo, pero que se podría arreglar si cambiaran esto o lo otro. Algunas
lo intentaron sin conseguirlo y otras me mandaron al infierno. Ésas eran las listas, las que se
agarraban a su integridad pasara lo que pasara. En ese momento decidí seguir su consejo, al
menos en parte. Haría un viaje, pero no al infierno, sino a encontrar a mi pareja perfecta, sin
importar en que parte del mundo estuviera.

Ya era experto en crear y hacer cosas aparentemente imposibles. Todavía no había llegado al
punto en el que podía enseñar fácilmente a la gente cómo hacerlo, pero intuitivamente el proceso
estaba claro. Crear una experiencia imaginaria muy potente, clara y coherente desde muchas
perspectivas diferentes, rodearla de energía y después abrir el camino cambiando cosas en mi
mente inconsciente.

Empecé a acordarme de cosas. Aquella vez en 1969, justo después de mi quiebra, cuando
necesitaba 2,5 millones de dólares para empezar un negocio y los conseguí por teléfono,
hablando con alguien que no sabía nada sobre mí cuando empezamos a hablar. La carta, de una
sola página, que le había enviado a Margaret Thatcher pidiéndole un contrato que me dio dos
semanas más tarde, sin siquiera conocerme. Los clientes que habían aparecido a ofrecerme un
cuarto o medio millón de dólares para dirigir sus empresas a tiempo parcial.

Empezaron a llegarme recuerdos felices de éxitos ya olvidados y quedé completamente seguro


de que podía encontrar a mi pareja perfecta centrándome en el modelo preexistente de ella que

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está oculto en mi inconsciente y utilizando mis técnicas normales de éxito para encontrar a
alguien que se ajustara a ese modelo.

“Bueno, ¿qué toca ahora, “pensar” o “hacer”?”, me pregunté. Decidí por “hacer”. Así que revisé
mentalmente cada una de mis relaciones pasadas para encontrar qué era lo que me había atraído
tanto en cada persona. En las dos horas siguientes, revisé amoríos, trabajo, amigos y familiares,
así como actrices y personajes de películas, televisión y libros que me habían atraído. “Reflejos,
son todos reflejos”, me decía mientras tomaba apuntes.

Cuando terminé, tenía una lista de 52 características diferentes, desde cintura estrecha, ojos
cariñosos, sexy y sensual, atenta y ligeramente exótica, hasta poética, espiritual, muy inteligente,
ambiciosa y capaz de enseñar cosas nuevas, pasando por alguien cuyo corazón, mente y cuerpo
quisieran estar conmigo y que me provocara los mismos sentimientos. Al lado de cada
característica, había escrito un nombre y unas pocas palabras para acordarme del correspondiente
recuerdo.

Estaba cansado y feliz al mismo tiempo. Me levanté, me estiré y me di cuenta de que era de
noche, así que encendí algunas luces y anduve por el comedor, de paredes marrones y techo
negro, con el candelabro de cristal de roca que mi amigo el decorador gay me había hecho.
Escuché las sirenas de niebla, esas preciosas y enormes bestias que mugen en la noche. Pasé
rozando a Chloe, mi palmera de 2,5 metros y le dije “Hola, mi amor” imitando a Bogart y entré
en el frescor verde, blanco, cromo y azul cobalto de la cocina. Me di cuenta de que tenía hambre,
así que abrí el refrigerador. En la bandeja de abajo había botellas de vino blanco y champaña, y
el resto estaba lleno del olor del increíble melón “si-no-le-gusta-puede-devolvérnoslo” de
Jurgensen, la tienda de Union Street.

Melón, dijo mi estómago. Agarré un gran cuchillo de carnicero y le corté la cabeza de un solo
golpe. Salieron zumos fragantes y semillas. Limpiarlos fue como levantar nieve dulce de color
melón con una pala. Y el primer mordisco. Dulce, de textura firme pero madura, y frío. Hoy nada
de vino, pensé. Tengo que trabajar en algo importante. Así que puse las dos mitades del melón en
un plato árabe azul y blanco, y volví al salón, listo para reconstruir el espejo que me llevaría a mi
pareja perfecta.

Es curioso como me acuerdo de todo lo de aquella noche con tanta claridad. Y qué fácil fue
juntar las piezas. Sólo tuve que acordarme de los recuerdos en los que aparecían las 52
características, utilizar la fuerza de la retrospectiva para pasar de realidad a perfección y anclar el
resultado en mi corazón.

Anclar. Sí, es una palabra técnica. Pero sólo es una forma de poner una banderita roja en algo
que está enterrado en el inconsciente para que no se pierda en el sistema de almacenamiento. Si
se hace suficientemente bien, la mente inconsciente se queda concentrada en él. Y eso es lo que
hice, utilizando un truco que he descrito en otra parte, el Punto de Anclaje Interior. (Y que usted
ya conoce.) Pero ahora quiero terminar mi historia.

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Lo siguiente fue tener una pequeña conversación conmigo mismo. “Hola”, le dije a mi corazón.
“Acabo de anclar 52 características de mi mujer perfecta. Estoy seguro de que ya sabes a quién
me refiero y que tienes un modelo de ella mucho mejor que el mío. Así que, por favor, utiliza ese
conocimiento para juntar las piezas y darme una experiencia imaginaria de estar con ella. Yo te
diré si estamos de acuerdo o no. Y, por favor, hazlo de forma que sea para mi máximo beneficio
y el de todos los involucrados.”

Y, por supuesto, en seguida tuve una experiencia increíblemente realista de cómo sería estar con
mi pareja perfecta. No la veía, pero estaba a mi lado. Yo la tocaba, ella me tocaba y todo era
maravilloso. Había unas pocas cosas que no estaban bien del todo, pero cambiar un sueño es fácil
si se está despierto, y eso hice. Ya no podía imaginarme nada mejor. Así que anclé el resultado
en mi corazón y le pedí a mi inconsciente que me llevara hasta esta pareja perfecta de la forma
que fuera para mi máximo beneficio y el de todos los involucrados.

Miré el reloj y me sorprendió ver que ya pasaban de la una de la mañana. Me di cuenta de que
estaba agotado así que deje el plato en la cocina y me tiré en la cama.

A la mañana siguiente me había olvidado de todo. Me levanté fresco, antes de ducharme miré
por las ventanas, a las que nunca puse cortinas, para admirar la belleza matutina de San
Francisco y salir a trabajar a la empresa de Sohio, en un brumoso Silicon Valley.

.../...

Una semana más tarde, estaba en mi oficina. Me había tomado un pequeño cubículo interior
porque quería dar protagonismo al equipo de genios “primas donnas” que el inventor-
emprendedor y yo habíamos reunido para convertir una tecnología “imposible” en un gran éxito.
Teníamos la típica colección de ingenieros carísimos de Silicon Valley que nos traían los
cazadores de talentos todas las semanas, y mucha otra gente original. Uno era un experto en
semiconductores de química húmeda que había llevado un periódico clandestino contra la
dirección cuando estaba en IBM. Había un “super-macho” filipino que tenía a todos los otros
sujetándose las partes de miedo con las historias que contaba sobre los ritos de iniciación de su
tribu. Pero sus resultados eran espectaculares.

Nuestro inventor residente se pasaba las noches enseñándome cómo encontrar cables eléctricos
ocultos mientras discutíamos sobre espiritualidad y parapsicología. Y su esposa, nuestra madre
protectora, que tenía el récord de tiempo de aquí a San Francisco en hora punta, era un factor
importante a la hora de mantener bajo control, al menos parcial, a nuestros genios residentes. Era
India Americana y cuando decía “¡Muévanse!” el tráfico se abría como el Mar Rojo. ¡No es
broma! Es cierto, cada vez que su marido y yo nos íbamos de viaje de negocios, al volver nos
hacía la lista de todas las chicas bellas que había mirado. ¡Espeluznante! Bueno, la verdad, me
decía yo, es que todo Silicon Valley era espeluznante.

Era tarde y, como siempre, estaba haciendo un resumen del día. Después tenía que planificar mi
viaje mensual a las empresas europeas interesadas en nuestras licencias. De pronto, le di un

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golpe a la mesa. ¿Cómo podía haberme olvidado de la empresa sueca, Ericsson? Estaban
deseando darnos unos cuantos millones de dólares para co-desarrollar nuestra tecnología.
Rápidamente les envié un telex creativo (sí, era antes del correo electrónico) y establecí un plan
inconsciente rápido, y volví a mis fechas de viaje. Un par de días después, en el momento
oportuno, me pidieron que fuera a visitarlos.

Lo único que sabía de Suecia era lo que Suzanne me había dicho después de volver, con los ojos
brillantes, dos semanas después de lo previsto cuando fue a dirigir uno de nuestros proyectos de
investigación allí. “Me encanta”, me dijo. “Las mujeres son quienes eligen y los hombres los
elegidos.” Nos reímos. Bueno, con eso no tenía bastante. ¿A quién podía llamar? Ah, claro, a
Annie en Londres.

Conocí a Annie en un curso de Insight. Eso es un invento del sur de California que te ayuda a
aprender a quererte a ti mismo de forma no egoísta. En el primero de los cinco días tuvimos que
elegir un compañero. Como no conocía a nadie, confié en mi intuición y elegí bien. Annie vivía
con un directivo de British Steel, dato que mi marketing yo archivó para el futuro. Lo más
importante es que era genial conectando a gente, la mejor que he conocido nunca. Sería perfecta
para encontrarme gente en Suecia que me dieran información.

La encontré en el primer intento. “Sssíí”, me dijo. Estaba Jan, un ex-alumno de Insight que
vivían en Suecia y dirigía la Federación de Marketing. Me prometió que llamaría a Jan. A la
mañana siguiente, usé su información y llamé yo mismo a Jan. Hablamos alrededor de 20
minutos, tiempo en el cual yo le prometí hacerle un favor y él se ofreció a ser mi anfitrión en
Suecia.

Mi agente de viajes era un ex-piloto de cazas checo que había robado un avión de combate y se
había escapado a Occidente. (No creo que haya nadie normal en Silicon Valley.) Era alegre e
implacablemente eficaz. “Sin problemas”, me dijo cuando le expliqué mis planes de viaje.
Después se puso a alardear sobre su último éxito, mientras me registraba en el Concorde
Washington-París para el siguiente miércoles. Como era una de las personas que volaba con
mayor frecuencia en el Concorde con Air France, conocía a muchos de la tripulación y estaba
impaciente por pasar mis tres horas comiendo su comida de dos estrellas entre Washington y
París.

Volví al trabajo. Me fui al final del pasillo a ver que tal le iba a Gib, nuestro inventor residente,
con mi programa para reducir el tiempo que tardaba en inventar cosas de 3 meses a 3 días. No le
iba nada mal. Estábamos en 2 semanas. Dentro de poco, se rió, podremos inventar a demanda.
Me alegré de ver que había comprendido el ejercicio y, olvidándome completamente de Suecia,
de mi pareja perfecta y del Concorde, empezamos a comparar nuestras últimas listas de cosas
que había que inventar.

.../...

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El silencio de la sala se podía tocar y yo miraba a los ojos de mi compañera. Habían pasado dos
semanas y estaba en el quinto día de un intenso curso espiritual celebrado en un viejo monasterio
de Connecticut. Llevábamos cuatro días en silencio salvo, cuando nos preguntaban, una y otra
vez, la misma pregunta: “¿Qué quieres?”. Así me había introducido cada vez más dentro de mí
mismo y estaba esperando la siguiente revelación.

De pronto me pareció que la cara de mi compañera se disolvía y se convertía en una cara nueva.
Me asusté pero no perdí la concentración interna y respondí a la pregunta. La nueva cara se hizo
más nítida. Pronto dejé de acordarme de la cara real de mi compañera. Sólo veía la nueva. Era
linda, con ojos vivos y muy cariñosos, y un gesto raro en la boca que era difícil de describir. Era
agradable. Entonces sonó la campana final y la escena se volvió a convertir en el rostro original
de mi compañera.

.../...

La reunión con Ericsson fue agradable pero extrañamente improductiva. Se pasaron la mayor
parte del tiempo enseñándome cómo iban a formar su nueva empresa hija, aquí la llamaríamos
filial, dirigida a la informática, con partes de Ericsson, Alfaskop (una emprendedora empresa
sueca de pantallas de vídeo de gran éxito) y una parte de Saab, el fabricante de automóbiles y
aviones. “No va a funcionar”, pensé proféticamente y les sugerí que me contrataran para
ayudarles a integrar esas tres culturas, radicalmente diferentes. Rechazaron tanto esa oferta como
la licencia y me encontré preguntándome porqué me había molestado en venir a Suecia.

Bueno, pensé, por lo menos voy a tener una experiencia nueva mañana. Jan, mi nuevo amigo
sueco que dirigía la Federación de Marketing, me había invitado a su conferencia anual, que
consistía en una comida con el Rey de Suecia y después un cóctel. La comida con el Rey no
estaba mal. Nunca había conocido a un Rey. ¿Pero el cóctel? ¿Cómo, después de haber
conseguido evitar estas reuniones mortales durante años, había aceptado ir a uno en Suecia?
¿Qué estaba haciendo? Bueno, ya era tarde para cambiar las cosas así que intentaría pasarla tan
bien como me fuera posible.

.../...

Oh, no, me dije cuando el taxista volvió a subir al auto, dejando que una corriente fría atacara el
nidito caliente, ligeramente ahumado y dulce que me había hecho en el asiento de atrás. “Este no
es el Hotel Star que busca”, me dijo. “¿Por qué no me dijo que quería ir al que está en el Mässe?”
Pero si se lo dije, le contesté. No replicó pero ahora íbamos a llegar por lo menos 20 minutos
tarde a la comida. ¿Qué hace uno cuando llega tarde a comer con el Rey? A lo mejor ni se da
cuenta. Seguramente estaré en el otro extremo de la mesa.

.../...

“¿Que quiere entrar ahí?”, me preguntó el director del hotel con una expresión ligeramente
incrédula. “Pero si ya ha llegado el Rey.” Una razón más para entrar, pensé y le dije: “Sí, por eso

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quiero entrar”. Así que abrió la puerta de mala gana y ahí entré yo, a un mar de caras
sorprendidas. Jan se levantó de un salto y me llevó a un asiento que estaba casi enfrente del Rey,
que me miró y bostezó. Parecía cansado y casi exactamente como el tonto de mi primo Jerry. ¿Es
que nada iba a funcionar aquí?

Mi vecino disculpó rápidamente el bostezo diciendo: “Acaba de llegar de Chicago. Debe estar
cansado.” Y después me siguió hablando en un tono tipo aquí-respetamos-las-reglas que ya me
estaba acostumbrando a oír cuando los suecos corregían a los americanos. “Es de mala educación
entrar en una habitación después del Rey o la Reina. Es un gesto de respeto.”, dijo. Me sentí
incómodo. Así que intenté pensar que el que estaba al otro lado de la mesa era el primo Jerry y
no el Rey, y me concentré, con demasiado interés, en mi plato.

.../...

Noviembre en Estocolmo es muy oscuro. El sol sale a las 9 y se pone a las 3. Ya estaba
completamente oscuro a las 4 de la tarde, cuando los neumáticos de invierno del taxi pisaron las
capas de nieve que acababan de caer, haciéndolas crujir. “Este palacio es muy viejo y bonito”,
dijo mi taxista por segunda vez en un inglés casi perfecto. Estaba aprendiendo que todos los
suecos educados parecían hablar inglés y no perdían oportunidad para hablarlo, sobre todo los
taxistas. Miré cómo la elegante tormenta nos rodeaba con un suave remolino. Luces azul-
verdosas de mercurio pasaban rozando los copos o iluminándolos de lleno. El olor de la nieve
fresca, unos restos de humo de tabaco y la oscuridad daban un aire surrealista a la escena. Nos
paramos bruscamente. Al parecer demasiado bruscamente para la nieve. “Se encuentra allí”, dijo
el taxista, satisfecho. “Son ciento cuarenta kronor”, dijo, añadiendo la propina sin preguntarme.
Seguramente pensaba que los americanos eran demasiado ignorantes para acordarse de que a los
que no había que dejar propina era a los camareros, no a los taxistas.

“Allí” era una sombra oscura en medio de la noche, a la que se llegaba por un camino cubierto de
nieve. Ya tenía los pies mojados y fríos por la nieve. ¿Por qué no había pensado en traerme unas
botas? Paso demasiado tiempo en California, pensé, y casi nunca nieva en Londres. Sólo la
noche del viernes antes de Navidad, recordé con tristeza.

Fui crujiendo por el camino hasta llegar a una oscura puerta doble y llamé con una aldaba
gigantesca. No hubo respuesta. Esperé. Al final abrí la puerta y hubo un cambio mágico. De
pronto todo eran luces intensas y cálidas, mezcla de olores de comida y perfume, muchísima
gente y colores preciosos en el interior. Así son los suecos, pensé. Oscuros por fuera pero
cálidos, entusiastas y cariñosos una vez superada esa capa superficial.

Dentro había muchísima gente, más tarde supe que aproximadamente mil. Se me pasaron un par
de clichés por la cabeza y pensé en “como sardinas en lata” en respuesta al olor del pescado. Un
mayordomo vestido de negro me llevó hasta Jan, que presidía la fiesta con más aire monárquico
que el Rey Jerry. “Hola, Stuart”, me dijo en su inglés musical cuidadoso y con mucho acento
sueco. “Lo siento, sólo te puedo dedicar unos minutos. Pero estoy seguro que te sientes muy
cómodo en los cócteles.”

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Después me miró a los ojos, inspiró con fuerza y ruido, puntuando la conversación con el punto
de exclamación verbal sueco, y dijo: “Sabes, si quieres tener negocios aquí vas a tener que
aprender sueco.”

“¿Pero no sabe que los americanos somos inmunes a los idiomas?”, pensé pero me sorprendí a
mi mismo diciendo: “Sólo si encuentro a mi pareja perfecta en Suecia.”

¿Pareja perfecta? ¿De dónde salió eso? No había pensado en ella desde Silicon Valley. Él no me
hizo caso, se rió con una risa falsa de las de los cócteles y se fue. Me quedé solo. Dudando, me
giré hacia las tres primeras salas llenas a rebosar de gente. Bueno, creo que era gente. Lo único
que veía eran espaldas.

Me fui abriendo camino, buscando alguna cara, alguien con quien hablar, pero sólo había
espaldas. Ochocientas, mil espaldas, o quizás más. Mil cinco, si incluimos este grupo de espaldas
vestidas de amarillo. Fellini no tenía nada que ver con esto. Todo el mundo estaba gritando para
que le oyeran y había tanto ruido que tenían que gritar más, voces mojadas con alcohol. Empecé
a sentirme un poco desesperado. Pero las cosas se puseiron peor. Empecé a tocar suavemente
algunas espaldas, a ver si conseguía que alguna se girara. Intenté separarlas para entrar en un
grupito pero estaban pegadas. Al poco rato empecé a dar codazos a las espaldas pero no me
hacían caso. Así que seguí andando, quejándome del Mar Negro que se iba abriendo ante mí.

…/…

“Esta es la tercera sala”, pensé. “Cuando llegue al final, daré la vuelta y saldré de aquí lo más
rápido que pueda.” La pared del fondo sólo estaba a aproximadamente 15 metros y me sentí
perdido por no haber encontrado absolutamente a nadie con quien hablar, ni siquiera una cara en
la masa de gente. De pronto, las espaldas se separaron para revelar un círculo de 3 metros de
diámetro, totalmente vacío salvo por una sola mujer que estaba en el centro. Llevaba un extraño
vestido negro con un leopardo por encima del hombro. Más adelante me di cuenta de que era
falso. Tenía los brazos cruzados y me estaba mirando con una expresión tipo por-qué-has-
tardado-tanto.

Bueno, una cara es una cara, sobre todo una que parece haberme visto y que por algún motivo
me resulta algo familiar. Así que me dirigí a ella. Probé con: “¿Habla usted inglés?” Me miró
durante un larguísimo segundo y después sonrió: “Sí”. Hasta ahora, bien. “¿Le gustaría beber
algo?”, me oí decir y ella volvió a decir “sí” sonriendo. “¿Vino blanco?” fue mi siguiente obra de
literatura, y me pregunté qué genio estaría escribiendo este fantástico guión. “¿Lo tomamos
juntos?”, contestó y me tomó del brazo. Su forma de tocarme era extrañamente familiar. Era
como si mi cuerpo la recordara. “A lo mejor me ha elegido”, me dije, acordándome de lo que
había dicho Jan, que en Suecia las mujeres elegían y los hombres eran los elegidos. Recordé que
Suzanne había dicho lo mismo.

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Nos sentamos, con las copas en la mano, uno frente al otro en un par de sillas de comedor que
habíamos agarrado detrás del bar. Nuestras miradas se unían de una forma extrañamente familiar
y nuestras mentes reflejaban los pensamientos del otro. “Hola. ¿Por qué has tardado tanto?”, oí
que me decía por dentro. “Llevo esperando cuatro vidas y cuatro días. Me alegro de volver a
verte, seas quien seas”, me dijo mientras su boca hablada de su trabajo de consultoría legal.
“Hola tú también”, pensé. “¿Dónde nos conocimos? ¿Te conozco y quién eres?”

De pronto algo dentro de mí se soltó y me di cuenta de que ésta era LA cara. La del curso
espiritual de Connecticut. Era exactamente la misma cara. Empecé a acordarme de cosas. No
cosas específicas, sino esos recuerdos evasivos que te recuerdan a algo pero no llevan apuntado
el sitio ni el momento. Nuestras bocas siguieron cantando palabras sobre nuestras vidas externas
mientras nuestro vínculo interno se afianzaba. Sentía que mi corazón estaba abierto y cálido.
Tenía la impresión que se me había abierto la parte superior de la cabeza y que me entraba y
salía energía. Y entre nuestros ojos pasaban megavatios de energía.

La gente que había a nuestro alrededor se fue callando. Seguían moviendo la boca, sonriendo y
cambiando copas vacías por copas llenas, pero no había más sonido que nuestras voces, las
externas y las internas. “El año pasado terminé mis estudios de derecho y marketing”, me dijo.
“Es extraordinario”, le dije. “Debes ser muy inteligente y decidida.” Hizo una pausa y después
dijo suavemente: “Se supone que los suecos no debemos hablar demasiado bien de nosotros
mismos. Eres la primera persona a la que le digo esto. Saqué la máxima puntuación en derecho y
la máxima puntuación en marketing, di las clases de derecho de uno de mis profesores cuando
tuvo que irse durante tres meses, me han elegido como la mejor jueza joven de Suecia y acabo de
terminar la reforma de un apartamento de ocho habitaciones en Sveavägen.” Ambiciosa, pensé,
muy ambiciosa y muy cariñosa. Me di cuenta de que estaba comparándola, a Åsa, con mi lista.

Se llamaba así, A con un círculo encima, Å, S, A. Le oí decir que la “A” con un círculo encima
se pronuncia “Oooh-Ah”, con el “Ah” muy corto, casi imperceptible para mí pero muy divertido
para ella cuando intenté pronunciarlo.

En seguida confirmé que era poeta, radiaba energía espiritual y tenía una cintura minúscula y
unos ojos muy cariñosos. Repasé la lista de mi pareja perfecta en la cabeza. Todo dieces, me
dije, feliz, disfrutando la experiencia de haberla encontrado.

Y entonces oí: “Mi marido y yo reformamos el apartamento nosotros mismos.” Marido, pensé.
Yo no había pedido un marido. Eso no encajaba. No podía ser ella. Yo no salía con mujeres
casadas. Me sentí confundido y le sugerí que nos tomáramos otra copa.

En el bar nos pusimos uno contra el otro, yo con la mano en el hueco de su espalda sintiendo una
onda de energía intensamente cálida que pasaba entre nosotros. El barman nos dio las bebidas y
se inclinó a mi lado. “Usted es americano”, dijo. Lo miré y vi que estaba muy perturbado y algo
borracho. “Los rusos mataron a mi mejor amigo cuando hacía maniobras con la marina en el
norte. Tienes que hacer algo. Los americanos tienen que ayudarnos.” Lo miré y pensé: “¿Suecia
limita con Rusia por el norte?”

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Automáticamente, dejé de tocar a Åsa y le agarré por el hombro. Estaba temblando de miedo.
Le miré a los ojos de la forma que había aprendido después de una experiencia que había tenido
13 años antes y que me había llevado a las puertas de la muerte, y entreví su pánico interno. “Es
responsabilidad mía ayudarle”, pensé. “Siempre es mi responsabilidad, así que lo mejor será que
me ponga ya.” Me encontré concentrándome en él con la intensidad exclusiva que utilizo en las
situaciones de urgencia. Me sentí como fundiéndome con él y perdí conciencia del tiempo y de
Åsa.

Un minuto después pensé: “Ya está bien”, y me giré hacia Åsa. Pero ya no estaba. Recorrí
rápidamente el Palacio buscándola. Ya no quedaba mucha gente y me di cuenta de que habían
pasado seis horas, una vida, desde que conocí a Åsa. Me gustaba pensar en su nombre, pero se
había ido. Abrí la puerta de la calle pero sólo encontré negrura y copos blancos bailando en la luz
que se derramaba en el camino.

“Bueno”, pensé con tristeza. “No estaba hecha para mí. Probablemente esto es lo mejor que
podría haber pasado”, me mentí, resignado. Fui arriba, como me había dicho un camarero, para ir
a la oficina de Jan. Jan estaba allí con su novia, que estaba casada con otro. “Es normal en
Suecia”, me dijo más tarde. “¿No está contigo?” “¿Quien?” “Tu nueva novia sueca, por
supuesto”, se rió. “Se ha ido”, le dije, sintiendo una gran tristeza en mi corazón y cayéndome con
fuerza en un sillón que olía a cuero y aceite.

Entonces entró, ya sobrio, el barman, que quizás nunca había estado borracho. “Ella está abajo y
te está buscando. Tienes que bajar”, me dijo, agarrándome por el brazo. Lo seguí rápidamente
por las escaleras espirales con sus recargados relieves y allí estaba, Åsa, con aire de estar
incómoda, aunque sus ojos sonreían: “Hola otra vez.”

La tomé del brazo. “No dejes que se vuelva a escapar”, me dijo una voz por dentro. Y me contó
que había decidido irse porque la situación parecía demasiado complicada, con eso de su marido
y que nunca había tenido una aventura extramatrimonial pero que ahora mismo estaba preparada
para ir a cualquier sitio conmigo. Mi cuerpo y mi corazón dijeron: “¡Sí!”.

Y siguió: “Cuando saliste a la puerta no me viste porque había bajado la calle para buscar un
taxi. Pero no vino ninguno. Tendría que haber llamado pero sólo quería irme porque la atracción
era demasiado fuerte. De pronto fue como si la mano de un gigante me empujara otra vez hacia
la casa. Sentí que mis pies se arrastraban por la nieve y me fui yendo hacia atrás. No estaba
andando, pero me estaba moviendo. Cuando llegué a la puerta, se abrió y el barman borracho
salió, me agarró y me metió dentro mientras gritaba que el americano me estaba buscando.”

Nos dimos un extraño abrazo, con los brazos en la cintura del otro y le sugerí que cenáramos al
día siguiente. ¿Número de teléfono? No se acordaba, se le enredaba en la mente, así que apuntó
su nombre y dirección y me dijo que me vería en el Grand Hotel, donde yo estaba. “A las seis”,
me recordó. Me miró a los ojos y desapareció por la puerta, hacia el taxi que había conseguido el
barman.

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Estuve muy ocupado todo el día siguiente y no pensé en Åsa hasta que volví al hotel, hacia las
cuatro. Entonces me invadió la mente. “Dios mío, ¿Cuál era su aspecto?” No me acordaba.
“¿Cómo me he metido en esto? Es un gran error.” Bueno, no tenía forma práctica de ponerme en
contacto con ella. No sabía dónde trabajaba así que me resigné a tragarme las consecuencias de
mi error. Le pedí al recepcionista que me recomendara un restaurante, pero no en el hotel. Los
restaurantes de los hoteles suelen lograr una combinación mística de precios altos y platos
mediocres. Me sugirió el “Bodega de la ópera”, Opera Kellaren en sueco, probablemente el
restaurante más famoso de Estocolmo y definitivamente el que tenía la mejor bodega. Me
pareció bien. “Por lo menos beberé buen vino”, me dije.

A las seis y cuarto me quité la chaqueta. “Bueno, supongo que no viene”, pensé con una mezcla
de tristeza y alivio. Justo entonces sonó el teléfono. “Hay aquí una tal Señora ------, que quiere
verlo”, dijo la voz. “¿Quién?”, dijo mi narrador interno. “Una tal Åsa ------.” “Dígale que voy
enseguida”, contesté y me puse lentamente la chaqueta.

El ascensor se abrió y examiné la recepción. Åsa no estaba. Por lo menos no había nadie que
reconociera. Entonces una mujer se giró y nuestros ojos recordaron. Mi corazón pasó a la
posición “felicidad” y se me puso una gran sonrisa en la cara. Fui hacia ella y nos abrazamos
suavemente. “Vámonos de aquí en seguida”, me dijo. “Ya me he encontrado con cuatro de mis
compañeros de clase. No me acordaba de tu cara, así que he estado mirando a los ojos de todos
los hombres que pasaban y creo que algunos han pensado que era una prostituta.”

Salimos a la calle nevada, donde me puse el abrigo y la bufanda. “¿Vamos andando al


restaurante o tomamos un taxi?”, le pregunté, esperando que eligiera lo segundo. Tenía los pies
fríos. Se rió y dijo: “¿Un taxi? Pero si el restaurante está ahí.” Señaló con el dedo un elegante
edificio antiguo con ventanas muy iluminadas que estaba sólo a una manzana, frente al agua. Me
tomó del brazo y me llevó hasta allí.

Entramos, dejamos los abrigos en el guardarropa y pasamos a una sala magnífica, grande, con
techos altos y murales de finales del XIX en las paredes. Mis ojos se fijaron en una ninfa
pelirroja que me recordaba vividamente a Linda. La sala estaba llena, principalmente con gente
de negocios que cenaban con otra gente de negocios. Los ricos relieves de madera, la pintura
mural y los candelabros creaban una atmósfera mágica. El menú fue magnífico y costoso. Pero
no me importaba el dinero, estaba en una de mis fases puedes-ganar-cuanto-quieras-así-que-
porqué-no-gastarlo. Pedimos la comida. Y también buenos vinos. Era excelente pero mucha de
su elegancia se perdió en nosotros. Habíamos vuelto a nuestro mundo privado de corazones,
ojos, mentes y recuerdos conectados. Parecía que estábamos radiando algo, porque todo el
mundo que estaba a nuestro rededor sonreía tiernamente. Muy pronto pareció que la sala entera
nos estaba mirando, o quizás miraba nuestra aura de amor aparentemente perfecto.

Pedimos soufflé con crema inglesa de postre y elegí mi vino preferido para postre, el elegante y
extremadamente caro Chateau d'Yquem. El camarero se aseguró de que Åsa veía el precio. Lo
llevó bastante bien. El postre fue maravilloso, el vino estuvo a la altura de nuestro amor y la cena
terminó. Le dimos al camarero el resto del Chateau d'Yquem.

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Supongo que eso le impresionó bastante porque cuando volvimos al restaurante un año después,
ya casados, para celebrar el aniversario de nuestro encuentro mágico, se acordaba perfectamente
de nosotros.

Resumen

No estoy diciendo que cuando encuentre usted a su pareja perfecta tendrá una experiencia tan
mágica como la mía, aunque es posible que sí. Es agradable experimentar lo que podríamos
llamar milagros.

En todo caso, si sigue usted mis instrucciones y evita las trampas descritas en el Capítulo once de
Cómo obtener mucho dinero para cualquier cosa que usted desee - ¡rápidamente! tiene casi el
100% de probabilidad de encontrar a su pareja perfecta.

Disfrute el viaje, y envíeme un correo electrónico cuando encuentre al amor de su vida.

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