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Lunes, 13 enero , 2014

20 años del TLCAN: el recuento del desastre

Uno de nuestros lectores más apreciados, Manuel Hernández Borbolla, nos


manda un texto fascinante y detallado en que analiza los efectos políticos y
económicos que 20 años del Tratado de Libre Comercio han tenido en México.
Manuel es Periodista y comunicólogo por la UNAM, especializado en política y
medio ambiente y su artículo es extraído de su blog de periodismo y
cultura, Fitzionario. Su análisis se divide en seis ejes: 1. Dejar de producir para
importar, 2. Los privilegios de las privatizaciones, 3. La erosión del ingreso y la
falta de empleo, 4. La devastación del campo y los recursos naturales, 5. Exilio
forzado (migración) y 6. El auge de la economía criminal y la crisis institucional.
En esta primera entrega, reproducimos las dos primeras secciones.

La reforma energética y la entrega de la renta petrolera a empresas extranjeras


es apenas el último capítulo de un proyecto político y económico cuyo fracaso
es más evidente con el paso del tiempo. En prácticamente todos los indicadores
económicos y sociales, los saldos del proyecto neoliberal arrojan número rojos
junto a las promesas incumplidas de un Tratado de LibreComercio de América
del Norte que contribuyó a empeorar la calidad de vida de los mexicanos al
mismo tiempo que permitió a las élites político-empresariales del país amasar
grandes fortunas bajo el amparo de la corrupción y la impunidad.
Manuel Hernández Borbolla
El saldo negativo que arroja el Tratado de Libre Comercio de América del Norte
a 20 años de su entrada en vigor, explican en buena medida al México actual:
un país atrapado entre una crisis de legitimidad de sus instituciones políticas y
una élite empresarial privilegiada cuya riqueza creció exponencialmente junto
con la pobreza, el desempleo, la migración, la impunidad, la violencia del crimen
organizado y una pérdida de confianza en las instituciones democráticas que
conforman a un Estado mexicano devorado por la corrupción.

El mismo gobierno federal reconoce que la economía mexicana tiene un


estancamiento de 30 años, época que coincide con el comienzo del
proyecto neoliberal implementado por el gobierno de Miguel de la Madrid,
el cual tuvo su auge con la firma del TLCAN durante el gobierno de Carlos
Salinas de Gortari y continuó desarrollándose durante las administraciones de
Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.

“Nuestra economía no ha crecido a la altura de su potencial en los últimos 30


años, periodo en el que se ha dado un crecimiento del Producto Interno Bruto de
apenas 2% en términos reales en promedio. Este débil crecimiento de la
economía en los últimos 30 años está asociado al nulo crecimiento de la
productividad”, señaló Luis Videgaray, titular de la Secretaría de Hacienda y
Crédito Público, durante la presentación de la reforma fiscal que el Ejecutivo
envió al Congreso en septiembre pasado.

Si el gobierno mexicano reconoce que el modelo económico utilizado en las


últimas tres décadas no ha funcionado, ¿por qué seguir implementando las
mismas medidas? Los especialistas consideran que esto se debe a que la
implantación del TLCAN, la apertura comercial y las privatizaciones han
resultado ser un gran negocio para una cúpula político-empresarial que ha
amasado enormes fortunas cobijados por una impunidad sistemática que explica
la crisis de legitimidad que enfrentan actualmente las instituciones mexicanas.
Este es el saldo de tres décadas de reformas estructurales y la entrada en vigor
del acuerdo comercial que marcó la historia reciente de México.

1. Dejar de producir para importar

Las cifras macroeconómicas son contundentes. En dos décadas, México


desmanteló su planta productiva para convertirse en un país importador. De
acuerdo con datos del INEGI, la productividad total de México en 2011 fue
8.2% menor a la que existía en 1990.

En contraparte, de 1993 a septiembre de 2013, el país tuvo un déficit


comercial de 124,460 millones de dólares, según datos del Banco de México.
Al descontar los ingresos del petróleo, la estadística es aún peor, ya que el déficit
acumulado en 20 años suma 329,554 millones de dólares.

El sector servicios, que incluye al turismo y el sistema financiero, también arroja


un saldo negativo acumulado de 377,467 millones de dólares desde 1994 hasta
2012, periodo en el que el déficit se duplicó al pasar de -14,980 millones de
dólares a -31,978 millones de dólares, de acuerdo con datos oficiales del INEGI,
la SHCP y el Banco de México, recopilados por el Centro de Estudios de
Finanzas Públicas (CEFP) de la Cámara de Diputados.

La inversión extranjera pasó de 12,830 millones de dólares en 1994 a 72,299


millones de dólares en 2012, según cifras de Banxico. En el mismo periodo,
México descendió del cuarto lugar al vigésimo tercero en la captación de
inversión extranjera directa, debido principalmente a la pérdida de
competitividad, según datos de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre
Comercio y Desarrollo.

Sin embargo, la inyección de capital extranjero no ha logrado incidir de manera


favorable en el crecimiento de la economía nacional, debido a que la apertura
comercial provocó que se destruyeran varias cadenas productivas de valor que
fomentaban el crecimiento de la pequeña y mediana empresa, ya que la industria
mexicana se enfoca principalmente en actividades de ensamblaje al final del
proceso de fabricación, dirigido por empresas transnacionales que importan la
mayoría de los insumos utilizados para generar productos de exportación. Algo
que explica el poco valor agregado de la industria nacional, tal como ocurre con
las pantallas planas, ya que en México se genera solo el 5% del valor agregado
a pesar de ser uno de sus principales productos de exportación.

De 1993 a 2012, la industria mexicana registró un retroceso de 14.35% en el


valor agregado de sus productos manufactureros, según datos de la Secretaría
de Economía, lo cual evidencia la manera en que se ha desarticulado la planta
productiva del país tras la firma del TLCAN.

“Las pequeñas, medianas y microempresas no están conectadas a la


modernidad y tienen niveles muy bajos de productividad”, señaló en septiembre
pasado el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, quien reconoció que el
50% de las exportaciones mexicanas son realizadas por sólo 45 empresas. La
mayoría de ellas, de capital extranjero.

Según la Cepal, México es uno de los tres países del continente donde la
inversión extranjera deja menos utilidades para la economía nacional, de
acuerdo con el informe La Inversión Extranjera Directa en América Latina y el
Caribe 2012.

“Para nosotros, el comercio exterior fue firmar tratados de libre comercio


pero no se establecieron programas de competitividad, fomento industrial
ni comercio exterior”, afirma Arnulfo Gómez, investigador de la Universidad
Anáhuac y consultor del sector privado, quien asegura que la política “dogmática”
que se adoptó junto con la firma del TLCAN promovió la desaparición de miles
de pequeñas y medianas empresas.
“No hemos diseñado una política para fortalecer el mercado interno porque
nos abrimos mucho y establecimos una competencia desleal para la planta
productiva nacional”, agrega.

El especialista considera que mientras los Cuatro Tigres Asiáticos (Hong Kong,
Singapur, Corea del Sur y Taiwán) supieron aprovechar sus acuerdos
comerciales con Japón para invertir en educación y programas que ayudaran a
fortalecer su economía, México adoptó una postura basado en que “la mejor
política industrial es la que no existe”, tal como en su momento declaró el
entonces Secretario de Comercio y Fomento Industrial del sexenio salinista,
Jaime Serra Puche.

Aunque México tiene acuerdos de libre comercio con 45 países, tiene un


déficit comercial con 30 de ellos, según explica Gómez, quien considera que
firmar el Acuerdo Trans-Pacífico resultará contraproducente, principalmente para
industrias como la cafetalera y la textil.

Para Gregorio Vidal, investigador de la UAM, el problema de fondo consiste en


que el modelo basado en exportaciones carece de las bases necesarias para
generar un crecimiento económico sostenido de entre 5% y 6%, a diferencia de
lo que ocurre con otras potencias exportadoras como China, país que genera
sus propios insumos y requerimientos industriales para luego transformarlos y
exportarlos al resto del mundo, incluido México. Esto debido a que el TLCAN
permitió que países como el gigante asiático introdujeran sus mercancías a
México a través de Estados Unidos.

“Desde hace mucho tiempo no hay ninguna política industrial en México. Se ha


asumido que simplemente hay que actuar de acuerdo a los mercados. Un
ejemplo notable es el caso del petróleo, cuando se dice que sale más barato
importar gasolina que construir refinerías”, señala Vidal, quien considera que la
situación actual de Pemex ilustra la situación que ha ocurrido con el resto de la
industria nacional.

También aumentó la presión sobre las finanzas públicas, ya que la balanza


entre ingresos y gasto público pasó de tener un saldo favorable de 0.2%
del PIB en 1994 a un saldo de -2.5% del PIB para 2012. Una cifra negativa que
se incrementará para 2014, luego de que el gobierno del presidente Enrique
Peña Nieto solicitó aumentar la deuda pública 1.5% del PIB para 2014 con el
objetivo de aumentar el gasto público y evitar una recesión ante la
desaceleración económica de los últimos meses. Sin embargo, el incremento de
la deuda difícilmente revertirá el rezago de la inversión estatal en México desde
la implantación del modelo neoliberal, ya que en el país el gasto público como
porcentaje del PIB “es de apenas del 19.5%, mientras que en el resto de América
Latina alcanza, en promedio, es del 27.1%, y en los países de la OCDE es de
46.5%”, de acuerdo con la SHCP.

A pesar de que México registra un saldo negativo en casi todas las


variables macroeconómicas, el PIB presenta un ligero crecimiento de
3.15% desde la entrada en vigor del TLCAN y un crecimiento por habitante de
1.46%, según datos de INEGI y Conapo. ¿Cómo se explica esto?

“Esa es la verdadera pregunta ácida para el Estado mexicano a 20 años del


TLCAN. ¿Cómo explican agregado económicos, en algunos casos muy
altos, cuando no tenemos producción, hay aumento de desempleo y
problemas con la producción agrícola?”, señala David Lozano, director del
Centro de Análisis Multidisciplinario de la UNAM, quien considera que los altos
precios del petróleo del 2000 a la fecha no permiten explicar por sí solas la
manera en que la economía real es “totalmente contraria” a las cifras
macroeconómicas.

Por ello, diversos especialistas dudan de la veracidad de las cifras


macroeconómicas sean reales, pues deja varios huecos a la hora de explicar
fenómenos como la inflación.

“México tiene un problema y hay advertencias del sistema financiero


internacional de que México está lavando dinero en grandes cantidades”, agrega
Lozano.

—Ahí está el caso HSBC.

—Un ejemplo solamente. Pero también algunas políticas de Estado pueden


servir para lavar dinero.

—¿Cómo cuáles?

—Ahí tienes el caso de Chihuahua y Coahuila. Funcionarios públicos que traían


empresas que lavaban dinero con el propio dinero del gobierno— afirma Lozano.

La agencia Stratfor estima que cada año se lavan o blanquean en México


entre 19,000 y 39,000 millones de dólares provenientes de la delincuencia
organizada.

De ahí que diversos investigadores consideren que la estabilidad


macroeconómica del país en las últimas dos décadas haya sido inflada
artificialmente mediante deuda pública, las divisas de los migrantes, la
precarización del empleo, el comercio informal y el dinero generado por el
crimen organizado.

La Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA) estima que en la economía


mexicana hay un excedente de entre 9,200 y 10,200 millones de dólares que
al final del año no justifican una fuente legítima, cifra que coincide con el
excedente de 10,000 millones de dólares que registró la Secretaría de
Hacienda y Crédito Público en el sistema financiero mexicano al cierre del
año fiscal 2011, de acuerdo con información del Centro de Estudios Sociales y
de Opinión Pública de la Cámara de Diputados, publicada en 2012.

Evolución de la Productividad Total de los Factores en México, 1950-1995


Evolución de la Productividad Total de los Factores en México, 1990-2011

Variación en la Productividad Total de los Factores, 1990-2011

2. Los privilegiados de las privatizaciones

Aunque el gobierno de Miguel de la Madrid fue el que inició originalmente el


proceso privatizador al extinguir 294 empresas públicas, 72 fusiones, 25
transferencias y 155 empresas vendidas, o de acuerdo con cifras de la SHCP,
no fue sino hasta el sexenio de Salinas cuando el proceso privatizador alcanzó
su auge debido al tamaño y relevancia de las empresas que pasaron al control
del sector privado. Fue así como en 1991, el gobierno inició la privatización del
sector bancario que se vendió principalmente a empresarios nacionales.

“Eran grupos financieros en un sentido amplio. Ellos son los que adquieren todos
los bancos en un proceso acelerado que intenta generar grupos financieros y
bancarios en el país de gran tamaño que permiten que algunas fortunas se
fortalezcan”, explica el investigador de la UAM, Gregorio Vidal.

Con la crisis económica de 1994 y la inminente quiebra de los bancos, el


gobierno implementó el mayor rescate financiero en la historia del país al
convertir en deuda pública las deudas de los ahorradores. Durante el rescate
bancario, el Estado mexicano gastó montos dos o tres veces mayores que los
que recibió durante su privatización, para luego vender los bancos ya saneados
al capital extranjero.

A 14 años de distancia, la deuda pública por el rescate bancario no ha


disminuido, sino por el contrario, ha aumentado un 19.87%, debido a que
el dinero destinado anualmente para este rubro en el presupuesto de
egresos se utiliza para pagar una parte de los intereses. De acuerdo con
datos del Instituto para la Protección al Ahorro Bancario, la deuda en diciembre
de 1999 era de 687,844 millones de pesos. Para septiembre de 2013 la deuda
ascendía a 824,586 millones de pesos. Esto luego de que a diciembre de 2013,
el Estado mexicano ha pagado un total acumulado de intereses por 106,710
millones 722,223 pesos, según el IPAB.

Sin embargo, el crédito otorgado por la banca se contrajo a la mitad desde


la entrada en vigor del TLCAN, ya que mientras en 1994 se otorgaron créditos
por 47.4% del PIB, en 2012 el porcentaje de créditos llegó a 20.32%, según datos
oficiales recopilados por el CEFP.

Para el gobierno federal, la falta de crédito ha repercutido la caída en la


producción y la falta de trabajo, ya que aunque las micro, pequeñas y medianas
empresas generan 74% de los empleos del país, sólo el 15% de ellas tienen
acceso a financiamiento.
“Tenemos en México uno de los sistemas financieros más sólidos y más robustos
del mundo, pero al mismo tiempo, uno de los que menos prestan a nivel global.
El bajo nivel de crédito, además, afecta a quienes más lo necesitan: los
pequeños y medianos negocios del país”, reconoció Peña Nieto en mayo pasado
durante la presentación de la reforma financiera.

En contraste, las ganancias de los bancos han crecido a un ritmo mayor


que la economía en los últimos 15 años. De 1999 a octubre de 2013, la banca
privada tuvo utilidades por 724,956 millones de pesos, según informes de
la Comisión Nacional Bancaria y de Valores. Esto significa que las
ganancias de los bancos crecieron cuatro veces más que la economía
nacional en el mismo periodo, principalmente por el cobro de intereses. (El
PIB creció 186.37% a precios corrientes mientras que las utilidades de los
bancos crecieron a 722% a precios corrientes).

Con la privatización de la industria siderúrgica, los ingenios azucareros, así como


las empresas de telefonía, fertilizantes y productos básicos de consumo, y
posteriormente los ferrocarriles, los aeropuertos, las líneas aéreas, los puertos
marítimos y las dos compañías productoras de energía en fechas más recientes,
la emergente élite empresarial del país comenzó a concentrar un mayor volumen
de riqueza.

En 1993, México contaba con 14 empresarios cuyas fortunas superaba los 1,000
millones de dólares, de acuerdo con la revista Forbes. En el selecto grupo se
encontraban Emilio Azcárraga Milmo (Televisa), con una fortuna de 5,100
millones de dólares; Carlos Slim (Grupo Carso) con 3,700 millones; Lorenzo
Zambrano (Cemex), con 2,000 millones; Eugenio Garza Legüera (VISA y
Bancomer) y Bernardo Garza Sada (Grupo Alfa), ambos ocupando el mismo
escaño con 2,000 millones; la familia González Nova (Comercial Mexicana), con
1,500 millones; Ángel Losada Giménez (Gigante), con 1,300 millones; Jerónimo
Arango Arias (Cifra), con 1,100 millones; Alberto Bailleres (Grupo Peñoles,
Palacio de Hierro y GNP), con 1,100 millones; Lorenzo y Roberto Servitje
(Bimbo), con 1,100 millones; Adrián Sada González (Vitro y Serfín), con 1,000
millones; Alfonso Romo Garza (Pulsar Internacional), con 1,000 millones; Pablo
Aramburuzabala Ocaranza (Cervecería Modelo), con 1,000 millones de dólares
y Enrique Molina Sorbino (Gemex), con 1,000 millones.

Estos 14 magnates sumaban una fortuna acumulada de 22,900 millones de


dólares. 20 años después, el número de multimillonarios mexicanos se mantuvo
casi igual pero con un aumento significativo en el grueso de su riqueza, ya que en
2013, México tenía a 15 multimillonarios cuyas fortunas sumaron un total
de 148,500 millones de dólares, cifra 648% mayor respecto a la de 1993,
según datos de Forbes.
En la lista figuran Carlos Slim (Grupo Carso, América Móvil), considerado como
el hombre más rico del planeta con una fortuna estimada de 73,000 millones de
dólares; Alberto Bailleres (Grupo Peñoles, Palacio de Hierro y GNP), con 18,200
millones de dólares; Germán Larrea Mota Velasco (Grupo México), con 16,700
millones de dólares; Ricardo Salinas Pliego (Grupo Elektra y Televisión Azteca),
con 9,900 millones; Eva Gonda Rivera, viuda de Eugenio Garza Legüera
(Femsa), con 6,600 millones de dólares; María Asunción Aramburuzabala
(Grupo Modelo, hoy propiedad de la empresa belga Anheuser-Busch InBev), con
5,000 millones; Jerónimo Arango (Cifra y Walmart México), con 4,000 millones;
Emilio Azcárraga Jean (Grupo Televisa), con 2,500 millones; Rufino Vigil
González (Industrias CH), con 2,400 millones; los hermanos José y Francisco
Calderón Rojas (Femsa), con 2,300 millones; Carlos Hank Rhon (Grupo
Financiero Interacciones y Grupo Hermes), con 1,900 millones de dólares;
Roberto Hernández (exdueño de Banamex y accionista de Televisa), con 1,800
millones; Alfredo Harp Helú (ex accionista de Banamex), con 1,500 millones; Max
Michel Suberville (Femsa y Liverpool), con 1,400 millones y Juan Gallardo
Thurlow (Organización Cultiba SAP, dedicada a la industria de las bebidas
azucaradas), con 1,300 millones de dólares.

De acuerdo con el Reporte Global de Riqueza 2013, elaborado por el banco


Credit Suisse, México ocupa el octavo lugar entre los países con mayor
número de multimillonarios del planeta, con 186 magnates, aún cuando
México es la decimocuarta economía del globo.

“Estos empresarios han salido enormemente beneficiados. O han vendido sus


acciones o han cambiado de giro, pero se les han dado ganancias como nunca.
Se ha flexibilizado la ley para que ellos puedan tener grandes ganancias, si bien
no en el sector productivo, sí en el sector financiero, donde la ley es muy laxa
para obtener rápidamente altas ganancias. Por eso ellos no pueden estar a favor
de una regulación estatal”, explica Arturo Ortíz Wadeymar, experto del Instituto
de Investigaciones Económicas de la UNAM.

El investigador asegura que mientras empresas como Grupo Modelo han sido
adquiridas por compañías extranjeras, México se ha convertido con el paso
de los años en empresas trasnacionales que exportan grandes cantidades
de capital para realizar inversiones en otros países, tal como ocurre
actualmente con compañías como América Móvil, Grupo Elektra, Cemex, Grupo
México, Bimbo, o Gruma, por mencionar algunas.

“Ahí mismo está el dato de la balanza de pagos, donde la inversión de mexicanos


en el extranjero está por ahí de 25,000 millones de dólares en 2013, es decir,
están invirtiendo fuera porque ven pocas expectativas en el mercado nacional”,
señala Ortíz.

Sin embargo, la fuga de capital es mucho mayor a la reportada oficialmente, ya


que de acuerdo con un estudio de la firma Global Financial Integrity, México se
convirtió en el tercer país en desarrollo con mayor fuga ilegal de capital, al
registrar pérdidas por 461,860 millones de dólares de 2002 a 2011. Un
fenómeno que se disparó con la entrada en vigor del TLCAN, debido a que la
falta de controles facilitó el lavado de dinero a través de facturación fraudulenta,
lo cual permitió que el crimen organizado pudiera lavar grandes sumas de dinero
transferido principalmente a los Estados Unidos. Si se comparan los ingresos
que recibió México por las remesas familiares y la inversión extranjera,
frente a la fuga de capital, se obtiene un saldo negativo de 110,646.5
millones de dólares, lo cual evidencia la magnitud del problema.
El reporte concluye que el gobierno mexicano debe enfocarse en adoptar
medidas para frenar la facturación fraudulenta, una manera de lavado de dinero,
que se incrementó exponencialmente después de la entrada en vigor del TLCAN
y que constituye el 73.7% de todos los flujos ilícitos” registrados de 1970 a 2010,
de acuerdo con la consultora.

*Fuente: Global Financial Integrity


De ahí que la fuga de capital y la caída en la producción sean dos elementos
clave para explicar la escasa generación de empleo en las últimas dos décadas,
en contraste con un aumento de la riqueza registrada por la élite empresarial
beneficiada por el modelo neoliberal.

“Redituable sí ha sido. El tema es, ¿redituable para quién? Hay ganadores


en este proceso, hay fortunas que han crecido, grupos que se han
fortalecido, capitales colocados fuera que son resultado de esta lógica.
Que el grueso de la población no se haya beneficiado es otra cosa”, explica
Gregorio Vidal, investigador de la UAM, sobre la privatización de los bancos.

“Es muy complicado modificar la lógica económica, porque ellos seguirán


defendiendo este mecanismo. Lo que no se logra advertir es que esta forma de
operar la economía no hace posible que haya crecimiento sostenido del PIB a
mediano y largo plazo, mientras se consolida el estancamiento”, agrega Vidal.

3. La erosión del ingreso y la falta de empleo

La poca productividad de México y el estancamiento de su economía durante los


últimos 20 años se ha traducido en falta de empleo y reducción del poder
adquisitivo para los trabajadores mexicanos.

En el país, más de la mitad de los mexicanos (53.3% de la población, equivalente


a 63 millones de personas) enfrentan algún nivel de pobreza, de acuerdo con
datos del Consejo Nacional de Evaluación a la Política de Desarrollo Social. De
1994 a 2012, el número de mexicanos con alguna carencia alimentaria
aumentó en 1 millón 740,916; con alguna carencia de capacidades en 2
millones 626,039; con alguna carencia de patrimonio aumentaron en 5
millones 589,294.

A dos décadas de la entrada en vigor del TLCAN, el Índice Nacional de Precios


al Consumidor, que mide el precio de la canasta básica, pasó de 17.86 pesos
en 1993 a 108.80 pesos hasta octubre de 2013, de acuerdo con datos del
INEGI.

Paralelamente al aumento de la canasta básica, el salario mínimo tuvo una


caída del 27% de 1994 a 2012, al pasar de 78.84 pesos a 57.04 pesos, según
datos de la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos.

Además de la erosión en el poder adquisitivo de los trabajadores, también


aumentó el desempleo. La tasa de desocupación pasó de 3.6% en 1994 a 5%
de la población económicamente activa en 2012, según datos del INEGI.

Sin embargo, el Centro de Análisis Multidisciplinario (CAM) de la Facultad de


Economía de la UNAM asegura que las cifras reales del desempleo en México
son superiores a las reportadas por el INEGI, ya que al utilizar la metodología de
la Organización Mundial del Trabajo, los especialistas aseguran que en el país
existen 8 millones de desempleados en México hasta octubre de 2013,
equivalentes al 15.5% de la población económicamente activa.

Asimismo, el gobierno reconoce las cifras oficiales sobre el desempleo dadas a


conocer por el INEGI son engañosas debido a que el 60% de los trabajadores
mexicanos pertenecen a la economía informal, sector que genera una
productividad 45% menor en comparación con la economía formal.

“Las estadísticas dicen que México tiene entre el 4.8 y el 5% de su población


activa desempleada, pero ese es un dato engañoso porque la realidad es que el
60% son trabajadores informales y sólo el 40% tienen un empleo formal”,
reconoció Alfredo Navarrete Prida, titular de la Secretaría del Trabajo y Previsión
Social, durante una entrevista con la agencia EFE en junio pasado, durante su
participación en la Asamblea anual de la Organización Internacional del Trabajo
realizada en Ginebra.

El funcionario indicó que la informalidad es el principal problema del sector


laboral mexicano es que la “informalidad no paga impuestos, no recibe
prestaciones y no cuenta con seguridad social”. Esto, aun cuando el PRI y el
PAN impulsaron dentro de la reforma laboral de 2012 aprobada por el Congreso
de la Unión, al flexibilizar el despido con el fin de aumentar la productividad y la
competitividad de las empresas a costa de los trabajadores.

Datos de la UNAM señalan que el tiempo de trabajo necesario para que un


trabajador mexicano pueda adquirir una canasta alimenticia prácticamente se
duplicó en 20 años, al pasar de 12.53 horas de trabajo en 1994 a 23.44 horas en
abril de 2013. En otras palabras, el salario mínimo alcanza para comprar la
mitad de comida de lo que se compraba previo a la entrada en vigor del
TLCAN, a pesar de que los promotores del acuerdo comercial aseguraban que
la libre competencia en el sector agrícola reduciría el precio de los alimentos.
En 2013, uno de cada dos mexicanos dijo haberse quedado alguna vez sin
dinero suficiente para comprar comida, de acuerdo con datos de la consultora
Latinbarómetro.

Las comparaciones internacionales tampoco resultan favorables. México es el


país con mayor explotación laboral entre las principales economías del
planeta, ya que el trabajador mexicano que en promedio trabaja 594 horas
semanales (el número de horas semanales más alto de las principales
economías del planeta), deja de recibir ingresos por prácticamente la mitad del
tiempo trabajado (253 horas), según datos de la OCDE publicados en 2011. Esto
significa que la explotación laboral en México es superior a países como China
e India, cuyos trabajadores laboran en promedio 504 y 486 horas semanales.

En el caso de los profesionistas, cifras del INEGI señalan que el 37.3% de los
desempleados tenían estudios medio superior y superior durante 2013,
derivado de un modelo económico en el que los jóvenes profesionistas no
encuentran cabida dentro del mercado laboral. Una situación que ha contribuido
a desperdiciar el llamado ‘bono demográfico’ de México, que según el Consejo
Nacional de Población, se define como el fenómeno de transición demográfica
en el que el número de población trabajadora es mayor al dependiente (niños y
adultos mayores), lo que se supone debería contribuir al impulso económico del
país.

Y a pesar de las precarias condiciones laborales que enfrentan los


trabajadores nacionales, México perdió 16 lugares en competitividad a
nivel internacional de 2001 a 2012, según el Foro Económico Mundial,
mientras que perdió 47 lugares en la evaluación del organismo en torno a la
calidad de las instituciones públicas, al pasar del lugar 56 al 103 en el mismo
periodo.

“El TLCAN ha provocado un mayor deterioro de las condiciones de vida de los


trabajadores. Ha disminuido el poder adquisitivo de los trabajadores y hoy
tenemos un incremento en la pobreza, aún cuando en los últimos 20 años es
cuando más se ha incrementado el gasto federal en el combate a la pobreza”,
asegura David Lozano, economista y coordinador del CAM, quien considera que
la falta de empleos explica en buena medida la violencia que existe en varias
regiones del país.

“En 1995 los estados de la República tenían tasas de desempleo entre 8 y


11%, ahora los ves con tasas de hasta 22% de desempleo. Eso cómo no va
a impactar en la violencia”, señala el especialista, quien afirma que
actualmente el crimen organizado regula la oferta y demanda de ciertos
productos y servicios a través de cuotas que impone a los productores de limón,
en Michoacán y Jalisco, la piña en Veracruz, o leche en la zona de la Comarca
Lagunera.

“Hay lugares donde la economía es la economía del narcotráfico. Ahora ya


tenemos población económicamente activa que se supone que es ilegal,
pero que se contabiliza como ingreso en el país. Hay empresas que son
verdaderas lavadoras de dinero, pero el gobierno las mantiene porque son
generadoras de empleo. Dicen que los tienen bien fiscalizados, pero son
los que mejor pagan los servicios financieros y pagan sus impuestos”,
asegura.

4. La devastación del campo y los recursos naturales

A 20 años del TLCAN, el sector agrícola debido a que la falta de apoyos


gubernamentales en el campo y las desventajas de los agricultores nacionales
frente a sus contrapartes estadounidenses, provocaron que México haya dejado
de producir alimentos para importarlos.

Datos de la UNAM señalan que el 72% de los productores del campo se


encontraban en quiebra en 2011, de acuerdo con un informe del Centro de
Análisis Multidisciplinario de la Facultad de Economía.

Asimismo, el gobierno mexicano redujo a más de la mitad los subsidios


agrícolas en dos décadas, según un estudio de la OCDE publicado en 2013, al
pasar de 28% en el periodo 1991-1993 al 13% que se registró para 2010-2012.

Esta situación provocó que muchos productores mexicanos quebraran ante su


incapacidad de competir con precios por debajo del valor de mercado ofrecidos
por productores estadounidenses gracias a los altos subsidios otorgados por su
gobierno, una práctica conocida como dumping que ha dejado cuantiosas
pérdidas en productos como maíz, trigo, algodón, carne de puerco y de res.

La inequidad entre el régimen proteccionista de Estados Unidos y México ha


provocado un estancamiento del sector agrícola, con un crecimiento de 1.8%
anual en las últimas dos décadas, además de que la importación de comida
se duplicó en dos décadas al pasar del 19% al 42%, de acuerdo con datos
del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM.

“El hecho es que con el TLCAN, México se convirtió en una potencia


importadora”, asegura Víctor Suárez, presidente de la Asociación Nacional de
Empresas Comercializadoras de Productores del Campo (ANEC).

“Otra promesa incumplida es que se iban a dinamizar las inversiones privadas y


extranjeras en el campo, las cuales nunca llegaron, mientras la inversión privada
fue raquítica. Se retiró la inversión pública para el campo. Solamente se invirtió
en una minoría de agricultores comerciales del norte que no representan
más del 10% del total de unidades de producción y para el 90% solamente
hubo presupuestos de carácter asistencialista para combatir la pobreza,
pero no para el desarrollo productivo. El resultado es que no hay mejoría en
el ingreso rural ni en el bienestar de la gente del campo”, agrega.

La Confederación Nacional Campesina, organización históricamente vinculada


al PRI, reconoce que desde la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio,
2.3 millones de campesinos han dejado sus tierras para emigrar a Estados
Unidos y otras ciudades del país “con el agravante de que existe el riesgo de
que México llegue a importar el 80% de los alimentos que demanda la
población”, según el informe Estado Eficaz: Modernización de la Administración
Pública Mexicana para Atender al Campo publicado en diciembre de 2013.
Además de la falta de apoyos al campo, el desmantelamiento de empresas
paraestatales como Conasupo y Liconsa durante la década de 1990 permitió que
diversas empresas trasnacionales regularan los precios de alimentos, semillas y
otros insumos agroindustriales que explican en buena parte el incremento de los
precios de la comida en las últimas décadas, tal como ocurrió en 2007 con la
crisis de la tortilla.

“Se prometió que los consumidores se beneficiarían con alimentos de calidad y


bajo precio, pero los resultados indican que tenemos un incremento constante
de los precios del consumidor, sobre todo en los últimos siete años, a tal nivel
que el precio internacionales de los alimentos se han duplicado o triplicado a los
años previos al arranque del TLCAN y esto ha repercutido en el incremento de
la pobreza, la desnutrición y la obesidad en México, porque también se ha
importado el modelo de alimentación basado en alimentos chatarra y
refrescos que ha provocado la epidemia de obesidad”, asegura Suárez.

“El TLCAN ha resultado en un fracaso para el país, los productores y los


consumidores. Los únicos que se han beneficiado han sido una minoría de
grandes corporaciones agroalimentarias mexicanas y extranjeras como
Maseca, Bimbo, Bachoco, Lala, Grupo Vizacarra, Monsanto, Cargill, ADM,
Nestlé, Walmart, Pepsico, Coca Cola, Bayern, General Food y este tipo de
empresas, que han visto crecer sus utilidades y su dominio de los mercados
tanto nacionales como globales, además de concentrar subsidios, créditos a sus
actividades económicas, regímenes de privilegio de carácter fiscal. Han pasado
de una economía de libre mercado a una economía de oligopolios”, agrega.

Sin embargo, el sector agropecuario no es el único que presenta un saldo


negativo tras la firma del acuerdo comercial, ya que las pérdidas económicas
ocasionadas por daños al medio ambiente representan el 6.9% del PIB, de
acuerdo con datos de INEGI en 2011. Tan solo ese año, las afectaciones
ambientales de la minería generaron pérdidas por 242,274 millones de
pesos.
Desde la entrada en vigor del TLCAN, el gobierno mexicano ha otorgado
cerca de 27,000 concesiones mineras que de manera conjunta equivalen
entre el 15% y 30% de la superficie total del territorio nacional, gracias a las
modificaciones constitucionales al artículo 27 constitucional que abrió la puerta
a la privatización de la tierra, así como la apropiación y destrucción de los
recursos naturales. En este sentido, la Comisión Nacional Forestal estima queel
82% de las 155 mil hectáreas deforestadas cada año en el territorio
mexicano son consecuencia del cambio de uso de suelos “para uso
agropecuario, de turismo o por crecimiento urbano e industria”, sectores
vinculados a la apertura comercial del TLCAN, convirtiendo a México en el
país con mayor deforestación de la OCDE. Y aun cuando el 13% del territorio
nacional se encuentra bajo protección federal, más de 2,600 especies están
listadas bajo distintas categorías de amenaza, y la proporción de especies de
mamíferos y aves amenazadas “es alta en comparación con los niveles de otros
países de la OCDE”, según detalla un informe de la organización.

Para diciembre de 2011, un 29% de las tierras ejidales y comunales se


encontraban en proceso de cambio de dominio para pasar a propiedad privada,
de acuerdo con datos de la Procuraduría Agraria.

De ahí que el abandono del sector agrícola aunado a la presión del capital
privado sobre las comunidades ha generado un ambiente de descontento social
en prácticamente todo el país, ya que de acuerdo con la Asamblea Nacional de
Afectados Ambientales (ANAA), actualmente existen cerca de 350 conflictos
sociales vinculados con problemas ambientales.

“Existen casos emblemáticos muy graves de daño por contaminación pero no


existe ningún tipo de regulación y vigilancia sobre el manejo, uso y destrucción
de los recursos naturales del país. Si a esto agregamos que en estos 20 años
ha ocurrido un proceso acelerado de privatización de los recursos
naturales vía concesiones mineras o la reforma energética, así como otro
tipo de infraestructuras, tenemos la más grave amenaza para la
supervivencia en la historia del país, más allá del problema de la violencia
que también es muy grave”, señala Octavio Rosas Landa, catedrático de la
Facultad de Economía de la UNAM e integrante de la ANAA.

Sin embargo, el escenario podría empeorar para los próximos años, debido a
que la reciente aprobación de la reforma energética podría generar una
destrucción ambiental en los estados del Golfo de México debido a que ahí se
encuentran grandes yacimientos petroleros que aumentarán la presión sobre las
comunidades para que las empresas trasnacionales puedan extraer
hidrocarburos del subsuelo, de modo similar a lo que ocurre con las mineras
canadienses.

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