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Para una adecuada y eficaz defensa de los derechos humanos sin

duda es fundamental la celebración de pactos y convenios


internacionales sobre la materia y el establecimiento de sistemas
de justicia supranacionales los que precisamente velan por la
observancia de los tratados y el respeto de los correspondientes
derechos.

Los tres grandes sistemas de justicia supranacional, la Corte


Interamericana de Derechos Humanos, el Tribunal Africano de los
Derechos Humanos y el Tribunal Europeo de Derechos Humanos,
ejemplifican muy bien lo dicho ya que cada uno establece criterios
interpretativos de los diversos convenios internacionales que
garantizan a todo ser humano derechos ya asumidos como
esenciales de toda persona.

Las fuentes en base a las que resuelven estos tribunales son


diversos instrumentos sobre derechos humanos que ha acordado
y emitido Naciones Unidas y otros de carácter regional que
justamente sustentan la existencia, procedimiento, potestades y
funcionamiento de las judicaturas. En el caso de Perú y Chile un
instrumento fundamental es la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, adoptada tras la Conferencia Especializada
Interamericana de Derechos Humanos, el 22 de noviembre de
1969 en la ciudad de San José, Costa Rica, y que entró en
vigencia el 18 de julio de 1978 y en Chile el 5 de enero de 1991
(Decreto 873, Presidente Patricio Aylwin Azócar).

Los Estados que han ratificado esta Convención son Argentina,


Barbados, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Dominica,
Ecuador, El Salvador, Granada, Guatemala, Haití, Honduras,
Jamaica, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República
Dominicana, Surinam y Uruguay, también Trinidad y Tobago y
Venezuela y aquél el 26 de mayo de 1998 denunció (se hace al

1
Secretario General de la OEA) la Convención y su denuncia
surtió efecto a partir del 26 de mayo de 1999 y éste lo hizo el 10 de
septiembre de 2012 y su denuncia surtió efecto a partir del 10 de
septiembre de 2013, denuncias amparadas en el apartado 1 del art.
78 de la Convención, que prescribe que “los Estados Partes podrán
denunciar esta Convención […] mediante un preaviso de un año”,
sin perjuicio que acorde el apartado 2º de la norma ello no desliga
a los Estados de las obligaciones contenidas en la Convención
Americana en cuanto a todo hecho que, pudiendo constituir una
violación de las respectivas obligaciones, haya sucedido con
anterioridad a la fecha en la cual la denuncia produjo efecto.

La Convención Americana, sobre los derechos y libertades que


prevé, en su primer artículo impone el que los Estados deben de
respetarlos y en el segundo que deben, en su caso, adoptar las
disposiciones de derecho interno que sean necesarias para hacer
efectivo el goce de tales derechos y libertades, y luego, en los arts.
3 a 25, consagra los derechos al reconocimiento de la personalidad
jurídica, a la vida, a la integridad personal, la prohibición de la
esclavitud y servidumbre, el derecho a la libertad personal,
garantías judiciales, el principio de legalidad y de no retroactividad,
el derecho a indemnización por condena por error judicial, la
protección de la honra y de la dignidad, la libertad de conciencia y
de religión, la libertad de pensamiento y de expresión, los derechos
de rectificación o respuesta, de reunión, la libertad de asociación,
la protección de la familia, los derechos al nombre, del niño, a la
nacionalidad, a la propiedad privada, de circulación y de residencia,
los derechos políticos, la igualdad ante la ley, la protección judicial,
y el desarrollo progresivo de los derechos económicos, sociales y
culturales

2
La Convención cuenta con dos protocolos adicionales, el Protocolo
Adicional a la Convención Americana sobre Derechos Humanos en
Materia de Derechos Económicos, Sociales y Culturales o
“Protocolo de San Salvador”, adoptado el 17 de noviembre de 1988
y en vigor el 16 de noviembre de 1999, y el Protocolo a la
Convención Americana sobre Derechos Humanos relativo a la
Abolición de la Pena de Muerte, suscrito el 8 de junio de 1990.

Muchas veces los Tribunales supranacionales intervienen como


una suerte de "controladores" o "moderadores" de la actuación u
omisiones o faltas de diligencia de los poderes públicos de los
Estados sometidos voluntariamente a su jurisdicción, y se trata de
una labor que debe ser apreciada porque ante intereses
particulares, desviaciones de poder o abiertas vulneraciones de los
derechos humanos, obran con fuerza jurídica cuyo acatamiento no
cabe cuestionar porque previa y voluntariamente ha sido aceptada.

Las jurisdicciones supranacionales aseguran que efectivamente se


respeten los derechos humanos en cada país a través de un control
y aplicación de normas en virtud de competencias por los Estados
revisando el obrar de las autoridades de cada uno de aquéllos
cuidando sean observadas las garantías que internacionalmente se
aceptan como básicas, contenidas en convenios internacionales.

Una crítica a los Tribunales supranacionales es la tardanza en


responder a las demandas presentadas, más aún que actúan
agotadas las vías internas, pero una forma de mitigar la situación
es el poder estas judicaturas, como medida cautelar, suspender la
ejecución de las resoluciones que de ejecutarse podrían privar de
sentido al recurso interpuesto, lo que impide que se consolide la
violación alegada o sus consecuencias más nefastas.

3
El sistema interamericano de Derechos Humanos está compuesto
por la Comisión Interamericano de Derechos Humanos (CIDH) y la
Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH).

Órgano principal y autónomo de la OEA creado en 1959 cuyo


mandato surge de la Carta de aquélla1 y contemplada en el art. 33
a) de la Convención Americana sobre Derechos Humanos,
integrada, según dispone el art. 34 de ésta, por siete miembros que
deben ser personas de alta autoridad moral y reconocida versación
en materia de derechos humanos2 y que cuenta con el apoyo
profesional, técnico y administrativo de una Secretaría Ejecutiva
permanente, con sede en Washington DC, Estados Unidos, la
Comisión tiene como función promover la observancia y la defensa
de los derechos humanos en las Américas, y desempeña dicha
función a través de la realización de visitas a los países, actividades
o iniciativas temáticas, la preparación de informes sobre la
situación de derechos humanos en un país o sobre una temática
particular, la adopción de medidas cautelares o solicitud de
medidas provisionales a la Corte IDH, y el procesamiento y análisis
de peticiones individuales con el objetivo de determinar la
responsabilidad internacional de los Estados por violaciones a los
derechos humanos y emitir las recomendaciones que considere
necesarias.
Los derec
Por su parte, siendo uno de los tres tribunales regionales de
protección de los derechos humanos junto con la Corte Europea de
Derechos Humanos y la Corte Africana de Derechos Humanos y de
los Pueblos, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, con
sede en San José de Costa Rica, instalada en 1979 y cuyo mandato

1
El art. 53 e) de la Carta de la OEA dispone que ésta realiza sus fines por medio de
la Comisión Internacional de Derechos Humanos.
2
Son independientes que no representan a ningún país y elegidos por la Asamblea
General de la OEA.

4
surge de la Convención Americana sobre Derechos Humanos (art.
57), es un órgano judicial autónomo de la OEA integrado por siete
jueces que tiene por objetivo aplicar e interpretar la referida
Convención por lo que ejerce una función contenciosa, dentro de la
que se encuentra la resolución de casos contenciosos y el
mecanismo de supervisión de sentencias; una función consultiva; y
la función de dictar medidas provisionales. La organización,
procedimiento y función de la Corte se encuentran regulados en la
Convención Americana, además el Tribunal cuenta con un Estatuto
y un Reglamento expedido por la propia Corte, el Reglamento rige
desde el 1 de enero de 2010 y el Estatuto entró en vigencia en
1979. Sólo los Estados Partes y la Comisión pueden someter un
caso ante la Corte IDH, las personas no pueden acudir a ésta
directamente y deben primero presentar su petición ante la
Comisión y completar los pasos previstos ante ella, la Comisión
puede, cuando proceda, remitir casos ante la Corte IDH
únicamente respecto de los Estados que han ratificado la
Convención Americana y han reconocido con anterioridad la
competencia de la Corte, salvo que un Estado acepte la
competencia expresamente para un caso concreto.

La función contenciosa importa que la Corte determina si un Estado


ha incurrido en responsabilidad internacional por la violación de
alguno de los derechos consagrados en la Convención Americana
o en otros tratados de derechos humanos aplicables al Sistema
Interamericano, asimismo, a través de esta vía, la Corte realiza la
supervisión de cumplimiento de sentencias.

El promedio de duración del procedimiento de un caso contencioso


ante la Corte en el año 2015 fue de 22.2 meses, este promedio se
considera desde la fecha de sometimiento de un caso ante la Corte
hasta la fecha de emisión de sentencia de reparaciones por parte

5
de la Corte. En el marco de la competencia contenciosa, en el
proceso de elaboración de una sentencia, hay varias etapas que
combinan la naturaleza escrita y oral, teniendo aquel carácter la
primera3, la segunda etapa, esencialmente oral, se expresa en la
audiencia pública sobre cada caso, suele durar aproximadamente

3
De acuerdo al art. 34 del Reglamento de la Corte IDH, sobre inicio del proceso, la
introducción de una causa conforme al art. 61.1 de la Convención se hace ante la
Secretaría sometiendo el caso en alguno de los idiomas de trabajo del Tribunal y
presentado en uno sólo de esos idiomas no se suspende el trámite reglamentario,
pero deberá presentarse, dentro de los 21 días siguientes, la traducción al idioma del
Estado demandado, siempre que sea uno de los idiomas oficiales de trabajo de la
Corte.

Según el art. 35 del Reglamento dicho, el sometimiento del caso por parte de la
Comisión se realiza presentando el informe al que se refiere el artículo 50 de la
Convención, conteniendo todos los hechos supuestamente violatorios, inclusive la
identificación de las presuntas víctimas, y para que el caso pueda ser examinado la
Corte debe recibir la siguiente información: a. los nombres de los Delegados; b. los
nombres, dirección, teléfono, correo electrónico y facsímile de los representantes de
las presuntas víctimas debidamente acreditados, de ser el caso; c. los motivos que
llevaron a la Comisión a presentar el caso ante la Corte y sus observaciones a la
respuesta del Estado demandado a las recomendaciones del informe al que se refiere
el artículo 50 de la Convención; d. copia de la totalidad del expediente ante la
Comisión, incluyendo toda comunicación posterior al informe al que se refiere el
artículo 50 de la Convención; e. las pruebas que recibió, incluyendo el audio o la
transcripción, con indicación de los hechos y argumentos sobre los cuales versan. Se
hará indicación de las pruebas que se recibieron en procedimiento contradictorio; f.
cuando se afecte de manera relevante el orden público interamericano de los
derechos humanos, la eventual designación de peritos, indicando el objeto de sus
declaraciones y acompañando su hoja de vida; g. las pretensiones, incluidas las
referidas a reparaciones. Y si se justifica que no fue posible identificar a alguna o
algunas presuntas víctimas de los hechos del caso por tratarse de casos de
violaciones masivas o colectivas, el Tribunal decidirá en su oportunidad si las
considera víctimas. La Comisión deberá indicar cuáles de los hechos contenidos en
el informe al que se refiere el artículo 50 de la Convención somete a la consideración
de la Corte.

Al tenor del art. 36 del Reglamento, tratándose de Estados, un caso puede ser
sometido a la Corte conforme al artículo 61 de la Convención a través de un escrito
motivado que deberá contener la siguiente información: a. los nombres de los Agentes
y Agentes alternos y la dirección en la que se tendrá por recibidas oficialmente las
comunicaciones pertinentes; b. los nombres, dirección, teléfono, correo electrónico y
facsímile de los representantes de las presuntas víctimas debidamente acreditados,
de ser el caso; c. los motivos que llevaron al Estado a presentar el caso ante la Corte;
d. copia de la totalidad del expediente ante la Comisión, incluyendo el informe al que
se refiere el artículo 50 de la Convención y toda comunicación posterior a dicho
informe; e. las pruebas que ofrece, con indicación de los hechos y argumentos sobre
las cuales versan; f. la individualización de los declarantes y el objeto de sus
declaraciones. En el caso de los peritos, deberán además remitir su hoja de vida y
sus datos de contacto. En los sometimientos estatales de casos a la Corte son
aplicables los numerales 2 y 3 del artículo anterior, o sea, cuando se justifique que no
fue posible identificar a alguna o algunas presuntas víctimas de los hechos del caso
por tratarse de casos de violaciones masivas o colectivas, el Tribunal decidirá en su
oportunidad si las considera víctimas, y se debe indicar cuáles de los hechos
contenidos en el informe al que se refiere el artículo 50 de la Convención somete a la
consideración de la Corte.

6
un día y medio, y en ella se (la Comisión) expone los fundamentos
de la presentación del caso ante la Corte, y de cualquier otro asunto
que se considere relevante para la resolución del mismo. A
continuación los Jueces del Tribunal escuchan a los peritos,
testigos y presuntas víctimas convocados mediante resolución,
quienes son interrogados por las partes (la Comisión únicamente
respecto de peritos) y, de ser el caso, por los Jueces, a
continuación la Presidencia concede la palabra a las presuntas
víctimas o a sus representantes y al Estado demandado para que
expongan sus alegatos sobre el fondo del caso, posteriormente, la
Presidencia otorga a las presuntas víctimas o a sus representantes
y al Estado, respectivamente, la posibilidad de una réplica y una
dúplica, y concluidos los alegatos, la Comisión presenta sus
observaciones finales, luego de lo cual tienen lugar las preguntas
finales que realizan los Jueces a las partes.

En el contexto de las audiencias antes referidas, que pueden ser


públicas o privadas, el Tribunal suele tener ánimo conciliador y, por
lo mismo, no se limita a tomar nota de la información presentada
por las partes, sino que, bajo los principios que lo inspiran como
Corte de derechos humanos, entre otras medidas, sugiere algunas
alternativas de solución, llama la atención frente a incumplimientos
marcados de falta de voluntad, promueve el planteamiento de
cronogramas de cumplimiento a trabajar entre todos los
involucrados e incluso pone a disposición sus instalaciones, y toma
cualquier medida que considere conveniente para coadyuvar con
el proceso.

Para supervisar el cumplimiento de sus resoluciones la Corte


solicita información al Estado sobre las actividades desarrolladas al
efecto en el plazo otorgado, recaba las observaciones de la
Comisión y de las víctimas o sus representantes pues con tal

7
información puede apreciar si se cumplió lo resuelto, orienta las
acciones del Estado para este fin y cumplir con la obligación de
informar a la Asamblea General sobre el estado de cumplimiento
de los casos que se tramitan ante la Corte la cual, cuando lo
considere pertinente, convoca al Estado y a los representantes de
las víctimas a una audiencia para supervisar el cumplimiento de sus
decisiones y en ésta escuchar el parecer de la Comisión. La
implementación efectiva de las decisiones de la Corte es clave para
la verdadera vigencia y eficacia del Sistema Interamericano de
Derechos Humanos, sin la cual es simplemente ilusorio el
propósito que determinó su establecimiento.

Por ello la Corte ha considerado que el efectivo cumplimiento de


sus decisiones es parte integrante del derecho de acceso a la
justicia. En este sentido, resulta necesario que existan mecanismos
efectivos para ejecutar las decisiones de la Corte.

La función consultiva de la Corte es responder consultas que


formulan los Estados miembros de la OEA o los órganos de la
misma acerca de la compatibilidad de las normas internas con la
Convención y de la interpretación de la Convención o de otros
tratados concernientes a la protección de los derechos humanos en
los Estados Americanos.

Las medidas provisionales las dicta la Corte en casos de extrema


gravedad y urgencia, y cuando se haga necesario evitar daños
irreparables a las personas, estos tres requisitos tienen que
comprobarse, prima facie, para que se otorguen las medidas.

8
Los tratados interamericanos4 sobre los cuales resuelve la Corte
IDH son la Convención Americana sobre Derechos Humanos,
“Pacto de San José de Costa Rica”, 1969; Convención
Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura, 1985;
Protocolo Adicional a la Convención Americana en materia de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales, “Protocolo de San
Salvador”, 19885; Protocolo a la Convención Americana sobre
Derechos Humanos Relativo a la Abolición de la Pena de Muerte,
1990; Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y
Erradicar la Violencia contra la Mujer, “Convención de Belém do
Pará”, 1994; Convención Interamericana sobre Desaparición
Forzada de Personas, 1994; Convención Interamericana para la
Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra las
Personas con Discapacidad, 1999.

Una vez agotados los recursos judiciales internos conforme a la


legislación vigente del respectivo Estado6 (la petición debe

4
Los tratados otros que la Convención Americana y el Protocolo de San Salvador tienen como
objetivo reafirmar la protección y desarrollar el contenido de los derechos humanos
garantizados por la Declaración Americana y la Convención Americana. Estos tratados
prohíben, entre otros, los siguientes actos: tortura o trato cruel, inhumano o degradante;
restablecimiento de la pena de muerte en los países que la han abolido; violencia física, sexual
o psicológica y discriminación contra la mujer; desaparición forzada; y discriminación contra
las personas con discapacidad.

5
El Protocolo de San Salvador protege los derechos económicos, sociales y culturales, por
ejemplo, el derecho a la educación, a la libertad sindical, a la seguridad social, a la salud, a un
medio ambiente sano, a la alimentación y a los beneficios de la cultura. Si bien el Protocolo
protege todos estos derechos y la Comisión puede formular observaciones y
recomendaciones respecto de todos, el derecho a la educación y a la libertad sindical son los
únicos sobre los cuales la Comisión y la Corte IDH pueden pronunciarse en el marco de una
petición individual presentada en contra de un Estado.

6
En caso de no ser posible agotar los recursos internos, se tienen que explicar las razones
pues la regla del agotamiento previo de los recursos internos admite excepciones. La
Comisión puede estudiar una petición en la que no se hayan agotado los recursos internos
cuando: A. las leyes internas no establecen el debido proceso para proteger los derechos que
se alegan violados; B. no se ha permitido a la presunta víctima el acceso a los recursos internos
o se le ha impedido agotarlos; o C. hay demora en emitir una decisión final sobre el caso sin
que exista una razón válida. Bajo ciertas circunstancias, una persona puede estar exceptuada
de agotar los recursos internos, si se encuentra en situación de extrema indigencia de tal
gravedad que no le permita pagar un/a abogado/a para los casos en los cuales sea necesario

9
presentarse dentro de los seis meses posteriores a la fecha de la
notificación de la decisión judicial definitiva que agotó dichos
recursos y si hay una excepción a la regla del agotamiento de los
mismos no corre el plazo antedicho y en tal caso la petición debe
presentarse dentro de un plazo razonable), una persona, grupo de
personas u organización, por sí misma o en representación de otra,
por violación de los derechos humanos garantizados en la
Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, la
Convención Americana sobre Derechos Humanos y otros tratados
interamericanos de derechos humanos, puede presentar ante la
Comisión una petición para denuncia ante la Corte Interamericana
de Derechos Humanos la que debe incluir (1) los datos de la
presunta víctima y familiares; (2) los de la parte peticionaria
(nombre, teléfono, dirección postal, correo electrónico); descripción
completa y detallada de los hechos alegados y Estado que se
considera responsable; (3) la indicación de las autoridades
estatales que se consideran responsables; (4) los derechos que se
consideran violados; (5) las respuestas de las autoridades estales
y, en caso de ser posible, copias simples y legibles de los
principales recursos interpuestos y decisiones judiciales internas; y
(6) la indicación si se ha presentado la petición ante otro organismo
internacional.

La denuncia debe presentarse contra uno o más Estados miembros


de la OEA que se considere han violado los derechos humanos
contenidos en los instrumentos ya que precisamente el Estado
puede llegar a ser responsable de violar los mentados derechos por
acción (como consecuencia de un hacer o actuar del Estado o sus
agentes), aquiescencia (como consecuencia del consentimiento

contar con asistencia legal, y siempre y cuando el Estado no ofrezca este servicio de manera
gratuita.

10
tácito del Estado o sus agentes), u omisión (como resultado que el
Estado o sus agentes no actúe/n cuando debía/n hacerlo).

La Comisión no tiene competencia para atribuir responsabilidad a


un individuo, solo puede determinar que un Estado miembro de la
OEA es responsable por haber violado los derechos humanos de
una persona o grupo de personas y siendo así emite un informe
que puede incluir las siguientes recomendaciones al Estado:
suspender los actos violatorios de los derechos humanos;
investigar y sancionar a las personas que resulten responsables;
reparar los daños ocasionados; introducir cambios al ordenamiento
legal; y/o requerir la adopción de otras medidas o acciones
estatales. También se puede intentar llegar a una solución
amistosa del asunto con el Estado.

Asimismo, La Comisión no puede: pronunciarse respecto de un


Estado que no es miembro de la OEA; proporcionar abogado/as
para asistir en procesos judiciales internos o para presentar una
petición o solicitud de medida cautelar ante la Comisión; suministrar
ayuda económica o instrumentos de trabajo a las personas; realizar
trámites migratorios, o tramitar el otorgamiento de visas o asilo
político.

Aunque la Comisión examina las peticiones en las cuales se alegan


violaciones a la Convención Americana, para los Estados que la
han ratificado, tratándose de Estados miembros de la OEA que
todavía no lo han hecho, se puede alegar la violación de los
derechos contenidos en la Declaración Americana. Se puede
también alegar la violación de un derecho protegido en otro tratado
de derechos humanos del sistema en la medida que el Estado en
cuestión lo ha ratificado y según las condiciones aplicables. En el
caso que un Estado sea suspendido de participar en la OEA

11
continúa obligado a garantizar los derechos y la Comisión sigue
siendo competente para monitorear la situación de derechos
humanos en dicho país.

Una vez que se acusa recibo de la petición ésta queda en estudio


y, de hecho, todas las presentadas ante la CIDH son evaluadas y
se da respuesta de ellas, la petición puede enviarse a través de la
página web www.cidh.org, por fax: +1(202) 458 3992 o 458 6215,
por correo electrónico: cidhdenuncias@oas.org, o por correo
postal: Comisión Interamericana de Derechos Humanos 1889 F
Street, N. W. Washington, D.C. 20006 Estados Unidos.

Los particulares afectados en sus derechos humanos deben


presentar sus peticiones ante la Comisión Interamericana la que,
hecho valer el requerimiento, investiga la situación y puede
formular recomendaciones al Estado responsable para que se
restablezca el goce de los derechos en la medida de lo posible,
para que hechos similares no vuelvan a ocurrir en el futuro y para
que los ocurridos se investiguen y se reparen, no obstante el no
satisfacer una sentencia judicial los intereses de una persona no
significa que se violaron sus derechos humanos. La Comisión y la
Corte IDH tienen competencia para revisar posibles violaciones a
los derechos protegidos en los tratados interamericanos.

En cuanto a la tramitación de la petición de denuncia, (1) una vez


presentada será confirmada su recepción mediante una carta de
acuse de recibo de petición, desde ese momento la petición se
encontrará en estudio o etapa de revisión inicial, conforme al
artículo 26 del Reglamento de la CIDH, (2) la carta dicha hará
referencia al número de petición asignado por la Secretaría
Ejecutiva de la CIDH, precisamente en caso de realizar alguna
consulta debe hacerse referencia a dicho número, (3) la revisión

12
inicial de un asunto en principio se realiza según el orden
cronológico en que se recibe ante la Secretaría Ejecutiva de la
CIDH, según lo establece el artículo 29.2 del Reglamento de la
CIDH, por ello y atendido al número de peticiones que se reciben
anualmente el trámite de revisión inicial puede demorar un tiempo,
(4) al realizar el análisis inicial de una petición, la Secretaría
Ejecutiva determinará si se requiere documentación o información
adicional, la cual será solicitada mediante comunicación dirigida a
la parte peticionaria, y dicha Secretaría solo acusará recibo de la
información solicitada y el resto de la información y/o
documentación suministrada por la parte peticionaria será
archivada al expediente respectivo, (5) de requerirse el envío de
escritos y/o anexos, estos deben enviarse preferiblemente en
formato digital por correo electrónico, de ser posible y al enviarlos
hacer referencia al número de petición asignado por la Secretaría
Ejecutiva, y como la Comisión no devuelve documentos que han
sido enviados en el marco de una petición no deben enviarse
documentos originales bajo ninguna circunstancia, asimismo, para
la remisión de copias no es necesario que estén certificadas,
apostilladas, legalizadas, o autenticadas legalmente, basta que el
documento este completo y sea legible, (6) los escritos y/o anexos
proporcionados deben estar en el idioma oficial del Estado al que
denuncia, y de haber algún inconveniente hay que explicar las
razones, (7) la Secretaría Ejecutiva de la CIDH invita a remitir la
denuncia y demás documentación solo en una oportunidad y por
una de las siguientes vías: correo electrónico, correo postal,
facsímil, u otra, y se recomienda evitar la duplicación de envíos, (8)
es de vital importancia mantener actualizada la información de
contacto de la parte peticionaria y, de ser pertinente, informar sobre
cualquier cambio de peticionario/a o representante ya que a fin de
resguardar la confidencialidad de la información ofrecida a la
Comisión se está impedido de compartir información sobre el

13
estado de las peticiones en estudio a personas que no se
encuentran acreditadas en el sistema, (9) la Secretaria Ejecutiva
de la CIDH no recomienda que la parte peticionaria o las presuntas
víctimas comprometan recursos económicos para viajar a su sede
mientras su petición se encuentra en la etapa de revisión inicial, en
este sentido, no es necesario acudir a la sede de la Comisión para
poder dar seguimiento a una denuncia, y (10) para acceder a la
CIDH no se requiere el pago de aranceles, tarifas, tasas u otros
cargos, los servicios son gratuitos.

En lo que toca a la sentencia de la Corte IDH, el quorum para las


deliberaciones es de cinco Jueces, los fallos son definitivos e
inapelables y vinculantes, en esto último es de destacar el control
de convencionalidad, que es una institución que se utiliza para
aplicar el derecho internacional, en este caso el Derecho
Internacional de los Derechos Humanos, y específicamente la
Convención Americana y sus fuentes, incluyendo la jurisprudencia
de la Corte, la que en varias sentencias ha establecido que es
consciente de que las autoridades internas están sujetas al imperio
de la ley y, por ello, están obligadas a aplicar las disposiciones
vigentes en el ordenamiento jurídico, pero cuando un Estado es
Parte en un tratado internacional, como la Convención Americana,
todos sus órganos, incluidos sus jueces y demás órganos
vinculados a la administración de justicia en todos los niveles,
también están sometidos al tratado, lo cual les obliga a velar para
que los efectos de las disposiciones de la Convención no se vean
mermados por la aplicación de normas contrarias a su objeto y fin,
de modo que decisiones judiciales o administrativas no hagan
ilusorio el cumplimiento total o parcial de las obligaciones
internacionales, es decir, todas la autoridades estatales están
obligadas de ejercer ex officio un “control de convencionalidad”
entre las normas internas y la Convención Americana, en el marco

14
de sus respectivas competencias y de las regulaciones procesales
correspondientes, y en esta tarea deben tener en cuenta no sólo el
tratado sino también la interpretación que del mismo ha hecho la
Corte Interamericana, intérprete última de la Convención
Americana.

Las sentencias de la Corte pueden ser objeto de voto, esto es, si


un fallo no expresa en todo o en parte la opinión unánime de los
Jueces, cualquiera de los sentenciadores tiene derecho a que se
agregue su opinión a la resolución, y el voto forma parte integrante
de la sentencia, también puede haber una sentencia de
interpretación, o sea, si alguna de las partes en el proceso está en
desacuerdo sobre el sentido o alcance del fallo en cuestión la Corte
lo interpreta a través de una sentencia de interpretación y la misma
se realiza a solicitud de cualquiera de las partes, siempre que ésta
se presente dentro de los noventa días a partir de la fecha de la
notificación del fallo.

Ahora, a efectos de la justicia supranacional, siendo los derechos


humanos consagrados en tratados internacionales hay que distinguir
su fuerza normativa, que concierne a que sí se aplica como regla
vigente del ordenamiento jurídico, y su posición, que atañe a la función
que se le asigna al sentido normativo construido a partir de sus textos
al interior del sistema de fuentes.

Las Constituciones de 1833, 1925 y 1980 no abordan la


regulación de los tratados internacionales al interior del ordenamiento
jurídico sino las respectivas atribuciones presidenciales y la intervención
del Congreso en la aprobación de ellos7 previa a su ratificación. La

7
CPR 1833, art. 82.19ª: “Son atribuciones especiales del Presidente de la República: […]
Mantener las relaciones políticas con las naciones extranjeras, recibir sus Ministros,
admitir cónsules, conducir las negociaciones, hacer las estipulaciones preliminares, concluir
y firmar todos los tratados de paz, de alianza, de tregua, de neutralidad, de comercio,
concordatos y otras convenciones. Los tratados, antes de su ratificación, se presentarán a

15
incorporación de los tratados en Chile quedó entregada a la regulación
subconstitucional y a la práctica institucional, ejemplo de aquélla es el
DS Nº 132, de 21 de junio de 1926, sobre promulgación de
acuerdos internacionales aprobados por el Congreso Nacional, esto
es, los tratados se promulgan a través de un DS promulgatorio que,
cual se usa para los proyectos de ley aprobados por el Congreso,
ordena cumplirlos “como Ley de la República” y, por su parte, la
jurisprudencia asimila el texto del tratado al de un proyecto de ley pues
exige para su vigencia sea publicado el tratado, según la fórmula del
Código Civil (Diario Oficial) o a la Ley Nº 18.158 que autoriza una forma
especial de publicación de tratados de gran extensión, osea., mediante el
depósito de ejemplares autenticados en el Ministerio de Relaciones
Exteriores y en la CGR debiendo ésta de mantener un ejemplar en
cada una de sus oficinas regionales.

La doctrina jurisprudencial en el sentido indicado se encuentra a partir


de 1921 en el caso Juan Gardaix con Fisco en el cual se resuelve que

la aprobación del Congreso. Las discusiones y deliberaciones sobre estos objetos serán
secretas, si así lo exige el Presidente de la República”, art. 72.16ª: “Son atribuciones
especiales del Presidente: […] 16ª Mantener las relaciones políticas con las potencias
extranjeras, recibir sus Agentes, admitir sus Cónsules, conducir las negociaciones, hacer
las estipulaciones preliminares, concluir y firmar todos los tratados de paz, de alianza, de
tregua, de neutralidad, de comercio, concordatos y otras convenciones“. Los tratados, antes
de su ratificación, se presentarán a la aprobación del Congreso. Las discusiones y
deliberaciones sobre estos objetos serán secretas, si el Presidente de la República así lo
exigiere.
CPR art. 43.5ª: “Son atribuciones exclusivas del Congreso […] Aprobar o desechar los
tratados que le presentare el Presidente de la República antes de su ratificación. Todos
estos acuerdos tendrán en el Congreso los mismos trámites de una ley”.
CPR art. 50.1): Son atribuciones exclusivas del Congreso: Aprobar o desechar los tratados
internacionales que le presentare el Presidente de la República antes de su ratificación.
La aprobación de un tratado se someterá a los trámites de una ley.
Las medidas que el Presidente de la República adopte o los acuerdos que celebre para el
cumplimiento de un tratado en vigor no requerirán de nueva aprobación del Congreso, a
menos que se trate de materias propias de ley.
En el mismo acuerdo aprobatorio de un tratado, podrá el Congreso autorizar al Presidente
de la República a fin de que, durante la vigencia de aquél, dicte las disposiciones con
fuerza de ley que estime pertinentes para su cabal cumplimiento, siendo en tal caso
aplicables lo dispuesto en los incisos segundo y siguientes del artículo 61

16
“…para que los tratados tengan fuerza obligatoria deben ser sometidos
a la aprobación del Congreso y promulgados en la misma forma que
las leyes”, y confirmada en el caso Ortega Rodríguez Leopoldo y otro,
en que se invocó la aplicación del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos que a ese tiempo no estaba publicado sino
promulgado8.

Cual se dijo, la carta de 1980 no significó un mayor cambio en la


regulación constitucional de la posición de los tratados en el derecho
interno y con la reforma de la Ley 18.825 el año 1989 al art. 5 de la
Constitución lo relativo a la forma o requisitos de incorporación de los
tratados en general al derecho interno quedó en un segundo plano
porque el debate se centró en el rango o jerarquía de los tratados en
el ordenamiento jurídico afirmándose por algunos autores que tienen
ya rango constitucional los que se refieren a derechos de la persona
por el agregado al inc. 2 del art. 5 de que «Es deber de los órganos del
Estado respetar y promover tales derechos, garantizados por esta
Constitución así como por los tratados internacionales ratificados por
Chile y que se encuentren vigentes», es más, parte de la doctrina
incluso sostuvo que los tratados internacionales sobre derechos
humanos y por recoger derecho internacional imperativo del tipo ius
cogens están por sobre el ordenamiento constitucional, lo que
importa, en una teoría monista extrema, que aquél en un país
deriva su validez por su conformidad con el derecho internacional. Esta
tesis tuvo detractores y el tema fue objeto de pronunciamiento por el
Tribunal Constitucional, Rol Nº 346, el 8 de abril de 2002, al

8
A la fecha de este fallo regía el D.L. Nº 247 que, según su epígrafe, establecía normas
sobre tratados internacionales, y cuyo artículo 5º disponía que “Una vez se haya efectuado
el canje o el depósito de los instrumentos de ratificación o de adhesión, según el caso, el
tratado deberá ser promulgado por decreto supremo del Ministerio de Relaciones
Exteriores, que ordenará que éste se cumpla y lleve a efecto como ley de la República y
que tanto dicho decreto supremo como el texto del tratado se publiquen en el Diario Oficial”.
Este DL fue derogado el 19 de enero de 1990 por el artículo único de la Ley Nº 18.903,
.

17
pronunciarse sobre la aprobación del tratado que creó la Corte Penal
Internacional pues, aunque sin relación con la cuestión sometida a
su control, el Tribunal manifestó que los tratados internacionales no
tienen rango o jerarquía constitucional y trasluce aceptar la tesis de que
se encuentran en una posición intermedia bajo la Constitución pero
por sobre la ley.

El mentado fallo del TC no zanjó la discusión a nivel de doctrina


pues se siguió afirmando (en especial Humberto Nogueira) la
posición jerárquicamente preferente de los tratados relativos a
derechos humanos sobre la base de las disposiciones constitucionales
vigentes antes del año 2005, relativas al control de constitucionalidad de
las leyes y de los tratados, que permitían argumentar, del texto
constitucional, un diferente tratamiento a unas y otros.

El año 2005 se reformó la Constitución abordándose diversos


aspectos relativos a la tramitación y vigencia de los tratados sin
regularse este tema pues sólo dos disposiciones en el reformado art. 50,
actual 54, se refieren a los tratados como fuente de derecho interno, en
concreto los incs. 6 y 9 del art. 54 Nº 1 que prescriben,
respectivamente, que la denuncia o el retiro de un tratado produce
efectos según lo en él establecido y deja entonces de tener efecto en
el orden jurídico chileno y de conformidad a lo establecido en la ley,
deberá darse debida publicidad a hechos que digan relación con el
tratado internacional, tales como su entrada en vigor, la formulación
y retiro de reservas, las declaraciones interpretativas, las
objeciones a una reserva y su retiro, la denuncia del tratado, el
retiro, la suspensión, la terminación y la nulidad del mismo.

La reforma en comento incorpora las normas generales de derecho


internacional como límites a la facultad del Congreso para sugerir reservas
y declaraciones interpretativas, normas referidas que son límites

18
también para derogar, modificar o suspender las disposiciones de un
tratado, o sea, junto con la referencia del art. 5 inc. 2, éstas son las
únicas disposiciones constitucionales que otorgan a fuentes del
derecho internacional un efecto en el derecho interno.

El TC, Rol Nº 1288, el 25 de septiembre de 2009, en los considerandos


35 y ss. del fallo, afirma que los tratados internacionales son preceptos
legales y por lo mismo es inconstitucional la parte del proyecto de ley
que los excluye de la declaración de inaplicabilidad, y adicionalmente
se señala que la eventual declaración de inaplicabilidad no implica una
suspensión en términos del art. 54 Nº 1 y, por lo mismo, no presenta
incongruencia con el resto de la normativa constitucional, es decir, el
tratado internacional es norma infraconstitucional, se asimila a una
ley.

En cuanto a la posición de los tratados internacionales en el sistema


de fuentes en Chile, como el art. 27 de la Convención de Viena sobre
Derecho de los Tratados prohíbe a los Estados invocar una
disposición de derecho interno para eximirse de cumplir9, es posible
entender que el instrumento internacional tiene primacía en el
ordenamiento jurídico pero también ello podría negarse atendido que
la disposición de la Convención sin duda recoge el principio de que
nadie puede alegar su propia culpa o dolo para liberarse de una
obligación-

Nuestra Constitución no contempla una norma que indique la posición


del derecho internacional público en el sistema de fuentes ni una
sobre la posición de los tratados internacionales en la legislación, otras

9
El incumplimiento del tratado solo sería posible, según prescribe el art. 46 de la
Convención de Viena, si el consentimiento viola una disposición de derecho interno
concerniente a la competencia para celebrar tratados y tal violación es manifiesta (lo
es si resulta objetivamente evidente para cualquier Estado que proceda en la materia
conforme a la práctica usual y de buena fe) y afecta a una norma de importancia
fundamental del derecho interno.

19
si lo hacen, por ejemplo, la Carta española en su art. 96.1 establece
que los tratados internacionales válidamente celebrados, una vez
publicados oficialmente en España, formarán parte del ordenamiento
jurídico interno, y la francesa en su art. 55.1 prevé que los tratados o
acuerdos debidamente ratificados o aprobados tendrán, desde el
momento de su publicación, una autoridad superior a las leyes, a
reserva, para cada acuerdo o tratado, de su aplicación por la otra
parte, debiendo entonces los tribunales preterir a la ley que entra en
conflicto con un tratado10.

En la Constitución chilena los arts. 5 inc. 211, 32 Nº 1512, 54 Nº 113, art.

10
Sentencias Cafés J. Fabre y Nicolo, del Tribunal de Casación de 25.05.1975 y del
Consejo de Estado de 20.10.1989, respectivamente, citadas por DIEZ DE vELASCO,
Manuel, Instituciones de Derecho Inter- nacional Público, 16ª Edición, Tecnos, Madrid,
2007, p. 244.
11
La soberanía reside esencialmente en la Nación. Su ejercicio se realiza por el
pueblo a través del plebiscito y de elecciones periódicas y, también, por las
autoridades que esta Constitución establece. Ningún sector del pueblo ni individuo
alguno puede atribuirse su ejercicio.
El ejercicio de la soberanía reconoce como limitación el respeto a los derechos
esenciales que emanan de la naturaleza humana. Es deber de los órganos del Estado
respetar y promover tales derechos, garantizados por esta Constitución, así como por
los tratados internacionales ratificados por Chile y que se encuentren vigentes.
12
Son atribuciones especiales del Presidente de la República […] Conducir las
relaciones políticas con las potencias extranjeras y organismos internacionales, y
llevar a cabo las negociaciones; concluir, firmar y ratificar los tratados que estime
convenientes para los intereses del país, los que deberán ser sometidos a la
aprobación del Congreso conforme a lo prescrito en el artículo 54 Nº 1º. Las
discusiones y deliberaciones sobre estos objetos serán secretos si el Presidente de
la República así lo exigiere;
13
Son atribuciones del Congreso: […] Aprobar o desechar los tratados internacionales
que le presentare el Presidente de la República antes de su ratificación. La aprobación
de un tratado requerirá, en cada Cámara, de los quórum que corresponda, en
conformidad al artículo 66, y se someterá, en lo pertinente, a los trámites de una ley.
El Presidente de la República informará al Congreso sobre el contenido y el alcance
del tratado, así como de las reservas que pretenda confirmar o formularle.
El Congreso podrá sugerir la formulación de reservas y declaraciones
interpretativas a un tratado internacional, en el curso del trámite de su aprobación,
siempre que ellas procedan de conformidad a lo previsto en el propio tratado o en las
normas generales de derecho internacional.
Las medidas que el Presidente de la República adopte o los acuerdos que celebre
para el cumplimiento de un tratado en vigor no requerirán de nueva aprobación del
Congreso, a menos que se trate de materias propias de ley. No requerirán de
aprobación del Congreso los tratados celebrados por el Presidente de la República
en el ejercicio de su potestad reglamentaria.

20
93 Nºs 114, 315, 616 y 717, 94 inc. 218 hacen referencia a los tratados
internacionales y de su lectura es evidente que el objeto de aquéllos
se asimila a las materias propias de ley, en consecuencia un tratado
ratificado por Chile aparece como un texto del que no se puede concluir,
sobre la base del derecho positivo, si tiene carácter normativo en el

Las disposiciones de un tratado sólo podrán ser derogadas, modificadas o


suspendidas en la forma prevista en los propios tratados o de acuerdo a las normas
generales de derecho internacional.
Corresponde al Presidente de la República la facultad exclusiva para denunciar un
tratado o retirarse de él, para lo cual pedirá la opinión de ambas Cámaras del
Congreso, en el caso de tratados que hayan sido aprobados por éste.
Una vez que la denuncia o el retiro produzca sus efectos en conformidad a lo
establecido en el tratado internacional, éste dejará de tener efecto en el orden jurídico
chileno.
En el caso de la denuncia o el retiro de un tratado que fue aprobado por el
Congreso, el Presidente de la República deberá informar de ello a éste dentro de los
quince días de efectuada la denuncia o el retiro.
El retiro de una reserva que haya formulado el Presidente de la República y que
tuvo en consideración el Congreso Nacional al momento de aprobar un tratado,
requerirá previo acuerdo de éste, de conformidad a lo establecido en la ley orgánica
constitucional respectiva.
El Congreso Nacional deberá pronunciarse dentro del plazo de treinta días
contados desde la recepción del oficio en que se solicita el acuerdo pertinente. Si no
se pronunciare dentro de este término, se tendrá por aprobado el retiro de la reserva.
De conformidad a lo establecido en la ley, deberá darse debida publicidad a hechos
que digan relación con el tratado internacional, tales como su entrada en vigor, la
formulación y retiro de reservas, las declaraciones interpretativas, las objeciones a
una reserva y su retiro, la denuncia del tratado, el retiro, la suspensión, la terminación
y la nulidad del mismo.
En el mismo acuerdo aprobatorio de un tratado podrá el Congreso autorizar al
Presidente de la República a fin de que, durante la vigencia de aquél, dicte las
disposiciones con fuerza de ley que estime necesarias para su cabal cumplimiento,
siendo en tal caso aplicable lo dispuesto en los incisos segundo y siguientes del
artículo 64,[…]

14
[…] Ejercer el control de constitucionalidad de las leyes que interpreten algún
precepto de la Constitución, de las leyes orgánicas constitucionales y de las normas
de un tratado que versen sobre materias propias de estas últimas, antes de su
promulgación;
15
Resolver las cuestiones sobre constitucionalidad que se susciten durante la
tramitación de los proyectos de ley o de reforma constitucional y de los tratados
sometidos a la aprobación del Congreso;
16
Resolver, por la mayoría de sus miembros en ejercicio, la inaplicabilidad de un
precepto legal cuya aplicación en cualquier gestión que se siga ante un tribunal
ordinario o especial, resulte contraria a la Constitución;
17
Resolver por la mayoría de los cuatro quintos de sus integrantes en ejercicio, la
inconstitucionalidad de un precepto legal declarado inaplicable en conformidad a lo
dispuesto en el numeral anterior;
18
Las disposiciones que el Tribunal declare inconstitucionales no podrán convertirse
en ley en el proyecto o decreto con fuerza de ley de que se trate;

21
orden interno y si lo tuviera cuál sería su función en el plano normativo,
pero es innegable que un instrumento internacional implica una
obligación del Estado, donde queda ciertamente comprendida la
magistratura, de cumplir lo pactado siendo ello ineludible toda vez que
el Derecho Internacional de los Derechos Humanos tiene por fin la
promoción y protección de tales derechos.

En Chile, a nivel de Tribunales de justicia, la discusión acerca de


la jerarquía de los derechos humanos consagrados en
instrumentos internacionales se plantea fundamentalmente a partir
de la reforma de 1989 a la Constitución de 1980 al agregarse al art.
5 de ella, que dispone que “el ejercicio de la soberanía reconoce
como limitación el respeto a los derechos esenciales que emanan
de la naturaleza humana”, un inc. 2 que prevé que “Es deber de los
órganos del Estado respetar y promover tales derechos,
garantizados por esta Constitución, así como por los tratados
internacionales ratificados por Chile y que se encuentren vigentes”,
o sea, la cuestión se centra en si estos derechos tienen una
jerarquía legal, supralegal, constitucional o supraconstitucional, y al
respecto la jurisprudencia aprecia que los tratados internacionales
tienen una jerarquía supralegal y en lo que atañe a la jerarquía de
los derechos humanos consagrados en instrumentos
internacionales sostiene el carácter constitucional e incluso
supraconstitucional de éstos en base a la incorporación automática
de los derechos fundamentales a la Constitución tras la reforma de
que se trata19, mientras que el TC ha llegado a afirmar que los
tratados son sólo leyes en el rango de la pirámide normativa al tenor
del art. 50.1 CPE porque tal incorporación conllevaría una posible

19
SCS, “Caso Sandoval”, 17 nov. 2004, Rol 517-2004; “Caso Vásquez y otros”, 13 dic.
2006, Rol 559-2004; “Caso Rojas”, 13 marzo 2007, Rol 3125-04, considerando 35;
“Caso Rojo Espinoza”, 18 junio 2008, Rol 2054-08, considerando 1; “Caso Zapata
Reyes”, 10 mayo 2007, Rol 3452-06, considerando 66; “Caso Gómez Aguilar”, 24
enero 2008, Rol 1528-06, considerando 37.

22
reforma de aquélla por un procedimiento distinto y menos reglado
que el previsto al efecto.

La estimación de tener los derechos humanos jerarquía


constitucional se entiende perfectamente pues la reforma de la
Carta en 1989 se produce después de 17 años de dictadura en
Chile bajo la cual los derechos humanos se violaron masiva y
sistemáticamente siendo entonces su defensa indispensable para
que exista un sistema internacional que los proteja dado que
además que está próximo el fin del régimen de facto y el inicio de
una transición a la democracia para cuya estabilidad resulta
esencial el aseguramiento de los mentados derechos20.

Hablar de supraconstitucionalidad es una posibilidad legítima, tal


como lo ha señalado la Corte Suprema21, ya que los derechos

20
En un documento preparado por una comisión técnica se afirma que “la reforma
propuesta persigue robustecer las garantías constitucionales y la vigencia de los
derechos humanos” y para ello se proponen enmiendas, entre otros artículos, al
artículo 5º de la Constitución de 1980, explicándose esta enmienda como un refuerzo
del deber de los órganos del Estado de respetar los derechos constitucionales y los
declarados por normas internacionales que comprometen al país. La redacción de la
enmienda constitucional propuesta fue más amplia que la aprobada. En efecto, no
hubo consentimiento por parte del gobierno del General Pinochet para incluir en el
artículo 5º todas las normas internacionales que consagran o garantizan derechos
humanos, sino solamente las normas contenidas en tratados. No hay documentación
sobre la razón de este cambio.

21
“[…] Esta construcción determinó que esta Corte Suprema haya expresado en
innumerables fallos que “de la historia fidedigna del establecimiento de la norma
constitucional contenida en el artículo 5º de la Carta Fundamental, queda claramente
establecido que la soberanía interna del Estado de Chile reconoce su límite en los
valores que emanan de la naturaleza humana; valores que son superiores a toda
norma que puedan disponer las autoridades del Estado, incluido el propio Poder
Constituyente, lo que impide sean desconocidos” (Revista Fallos del Mes Nº 446,
enero de 1996, sección criminal, fallo 1, considerando cuarto, página 2066),
construcción supraconstitucional que importa incluso reconocer que los derechos
humanos están por sobre la Constitución Política de la República, entre ellos los que
se encuentren en tratados internacionales, no por estar dichos derechos
fundamentales consagrados en instrumentos internacionales, los que siempre
tendrán rango legal y deberán ser aprobados por el quórum respectivo, sino por
referirse a derechos esenciales, en lo cual existe concordancia con lo resuelto por el
Tribunal Constitucional. […]”. Corte Suprema, “Caso López López”, 14 oct. 2009, Rol
5570, 2007, considerando Nº 10. En el mismo sentido SSCS, “Caso Claudio Francisco
Thauby Pacheco y otros”, 3 octubre 2006, Rol 2707-2006, considerando 13, y “Caso
Ana Luisa del Carmen Rojas Castañeda”, 14 dic. 2010, rol Nº 6458-2008,
considerando Nº 10.

23
humanos entendidos por la propia Constitución como un límite a la
soberanía del Estado podrían ser considerados jerárquicamente
superiores a la misma Constitución.

Pese a reconocerse el carácter supralegal de los tratados


internacionales sobre derechos humanos y constitucional e incluso
supraconstitucional de tales derechos establecidos en aquéllos, los
Tribunales chilenos no siempre han estado a la altura, y aquí
indiscutiblemente la justicia supranacional juega un rol relevante,
siendo un paradigma de lo dicho el caso Almonacid, en que la Corte
Interamericana consolida el llamado control de convencionalidad22
consistente en “juzgar en casos concretos si un acto o una
normativa de derecho interno resultan incompatibles con la
Convención Americana de Derechos Humanos, disponiéndose en
consecuencia la reforma o la abrogación de dicha práctica o norma,
según corresponda, para proteger los derechos humanos y
preservar la vigencia suprema de la Convención sobre Derechos
Humanos y otros instrumentos internacionales fundamentales en
este campo”.

22
Quien primero refiere el “control de convencionalidad” en la Corte IDH es el juez
Sergio García Ramírez en el caso Myrna Mack Chang Vs. Guatemala, idea que reitera
con mayor precisión en el caso Tibi Vs. Ecuador, Excepciones Preliminares, Fondo,
Reparaciones y Costas, sentencia de 7 de septiembre de 2004, Serie C No. 114, Voto
párr.3.el mentado juez refiere el control de convencionalidad externo como un actuar
la Corte IDH similar a la de los tribunales constitucionales nacionales: “En cierto
sentido, la tarea de la Corte se asemeja a la que realizan los tribunales
constitucionales. Estos examinan los actos impugnados -disposiciones de alcance
general- a la luz de las normas, los principios y los valores de las leyes fundamentales.
La Corte Interamericana, por su parte, analiza los actos que llegan a su conocimiento
en relación con normas, principios y valores de los tratados en los que funda su
competencia contenciosa. Dicho de otra manera, si los tribunales constitucionales
controlan la ‘constitucionalidad’, el tribunal internacional de derechos humanos
resuelve acerca de la ‘convencionalidad’ de esos actos. A través del control de
constitucionalidad, los órganos internos procuran conformar la actividad del poder
público -y, eventualmente, de otros agentes sociales- al orden que entraña el Estado
de Derecho en una sociedad democrática. El tribunal interamericano, por su parte,
pretende conformar esa actividad al orden internacional acogido en la convención
fundadora de la jurisdicción interamericana y aceptado por los Estados partes en
ejercicio de su soberanía”

24
En el ámbito interno, el control de convencionalidad consiste en el
deber de los jueces, órganos de la administración de justicia y
demás autoridades públicas, de realizar un examen de
compatibilidad entre los actos y normas nacionales y la
Convención, sus protocolos adicionales, la jurisprudencia de la
Corte IDH y demás instrumentos del sistema interamericano.

Convención Americana DD HH se publicó en DO el 5 de enero de


1991, ciertamente después de la modificación al art. 5 de la
Constitución, Luis Alfredo Almonacid Arellano en septiembre de
1973 reside en la ciudad de Rancagua, que queda a 86,6 kms de
Santiago, tiene 42 años de edad, es Profesor y militante del Partido
Comunista de Chile, el 11 sept 1973 golpe de Estado, el 16 sept
1973 patrulla de Carabineros detiene a Prof. Almonacid y camino a
al vehículo policial es baleado por la espalda, a la altura de la
cintura, por un subteniente, los funcionarios según las
declaraciones judiciales portaban fusiles SIG y subametralladoras
UZI, el 17 sept 1973 Luis Almonacid Arellano fallece producto de
las heridas ocasionadas por ametrallamiento, el 3 octubre 1973 la
viuda del Prof. Almonacid presentó querella (fs. 28) en el 1er. JCr,
Rol 40184 y en la investigación no se obtienen mayores
antecedentes para dar con los culpables por lo que a poco andar
se decreta sobreseimiento temporal, la C Ap. Rancagua lo revoca
y ordena tomar declaración a la viuda del Prof. Almonacid, luego se
vuelve a dictar sobreseimiento temporal, la C. Ap. Rancagua
también deja sin efecto este sobreseimiento y ordena se acceda a
lo solicitado por la Fiscalía Judicial, esto es, oficiar a Carabineros
de Servicios Especiales de Manso de Velasco a fin de que
individualicen a los funcionarios que participaron en el operativo en
que murió el Prof. Almonacid, se vuelve a dictar sobreseimiento
temporal y la C. Ap. Rancagua confirma el sobreseimiento, el 11
marzo 1990 asume la presidencia de la República de Chile Patricio

25
Aylwin Azócar, el 4 noviembre 1992 viuda de Prof. Almonacid
presenta querella en 1er J. Cr. Rancagua y pide reapertura de la
causa (fs. 41), el 3 febrero y 3 junio 1993 1er J. Cr. Rancagua se
declara incompetente y pasa antecedentes a Fiscalía de Ejército y
Carabineros de San Fernando, la Corte Ap Rancagua revoca
resolución, el 31 agosto 1996 1er J. Cr. Rancagua somete a
proceso a un carabinero como autor y a otro como cómplice, el 27
sept 1996 2do. J Militar Stgo. traba contienda de competencia
(inhibitoria), el 5 diciembre 1996 CS confirma competencia de 2do.
J Militar Stgo., el 16 diciembre 1996 2do. J Militar Stgo. instruye
sumario a través de la 2da Fiscalía Ejército y Carabineros, el 14
enero 1997 2da Fisc. Ejcto. y Carab. pide dictar sobreseimiento
definitivo y total por aplicación del DL 2.191 (Ley de Amnistía), el
28 enero 1997 2do. J Militar Stgo. y sin realizar diligencias
probatorias dicta sobreseimiento definitivo y total de la causa por
aplicación del DL 2.191 (Ley de Amnistía), el 25 marzo 1998 Corte
Marcial confirma resolución de 28/01/1997 de 2do. J Militar Stgo. que
decretó sobreseimiento definitivo y total de la causa por DL 2.191
sin haberse realizado diligencia probatorias, el 16 abril 1998 CS
confirma resolución de Corte Marcial de 25/03/1998 y declara que
el recurso deducido para dejar sin efecto lo resuelto por ésta es
extemporáneo, el 15 sept 1998 viuda del Prof. Almonacid presenta
petición ante la Comisión Interamericana de DD. HH y ella se acoge
a trámite, el 9 octubre 2002 la Comisión adopta Informe que
declara admisible la petición, el 7 marzo 2005 Comisión aprueba
Informe que concluye que el Estado de Chile violó los derechos
consagrados en los arts. 8 (debido proceso) y 25 (amparo judicial)
de la Convención Americana de Derechos Humanos en perjuicio
de los familiares de Luis Almonacid, el 11 julio 2005 ante falta de
información del Estado de Chile sobre la implementación de las
recomendaciones del Informe aprobado, se decide someter el caso
a la Corte Interamericana de DD. HH., el 27 julio 2005 la Secretaria

26
de la Corte Interamericana de DD. HH. Notifica la demanda al
Estado de Chile, el 26 noviembre 2005 Estado de Chile presenta
escrito deduciendo excepciones preliminares y contestando la
demanda, se convocó por el Presidente de la Corte a la Comisión,
al representante y al Estado de Chile a una audiencia pública a
celebrarse en Brasilia a partir del 29 de marzo de 2006 para
escuchar los alegatos finales sobre las excepciones preliminares y
eventuales fondos, reparaciones y costas y declaración de la viuda
y testigos del Estado chileno, el 26 sept 2006 SE DICTA
SENTENCIA, y en el Considerando 96 se reconoce que el caso del
profesor Luis Almonacid Arellano es un crimen de lesa humanidad
y se declara que:

“los crímenes contra la humanidad incluyen la comisión de


actos inhumanos, como el asesinato, cometidos en un
contexto de ataque generalizado o sistemático contra una
población civil. Basta que un solo acto ilícito como los antes
mencionados sea cometido dentro del contexto descrito para
que se produzca un crimen de lesa humanidad […]. Todos
estos elementos ya estaban jurídicamente definidos cuando el
señor Almonacid Arellano fue ejecutado”

En el Considerando 119 se critica que en Chile los tribunales


apliquen el DL de Amnistía de 1978 indicándose que:

“Leyes de amnistías con las características descritas


conducen a la indefensión de las víctimas y a la perpetuación
de la impunidad de los crímenes de lesa humanidad por lo que
son manifiestamente incompatibles con la letra y el espíritu de
la Convención […]. En consecuencia, dada su naturaleza, el DL
N° 2.191 carece de efectos jurídicos y no puede seguir
representando un obstáculo para la investigación de los
hechos que constituyen este caso”

27
En el Considerando 122 se manifiesta que la Ley de Amnistía es
contraria a la Convención Americana de Derechos Humanos y:

“Por tales razones, la Corte encuentra que el Estado [de Chile]


ha incumplido con los deberes impuestos por el art. 2 de la
Convención Americana23, por mantener formalmente dentro de
su ordenamiento un Decreto Ley contrario a la letra y espíritu
de la misma”

En el Considerando 124 se expone que

“La Corte es consciente que los jueces y tribunales internos


están sujetos al imperio de la ley y, por ello, están obligados a
aplicar las disposiciones vigentes en el ordenamiento jurídico.
Pero cuando un Estado ha ratificado un tratado internacional
como la Convención Americana, sus jueces, como parte del
aparato del Estado, también están sometidos a ella, lo que les
obliga a velar porque los efectos de las disposiciones de la
Convención no se vean mermadas por la aplicación de leyes
contrarias a su objeto y fin, y que desde un inicio carecen de
efectos jurídicos. En otras palabras, el Poder Judicial debe
ejercer una especie de “control de convencionalidad” entre las
normas jurídicas internas que aplican en los casos concretos
y la Convención Americana sobre Derechos Humanos. En esta

23
Artículo 1. Obligación de Respetar los Derechos
1. Los Estados Partes en esta Convención se comprometen a respetar los derechos
y libertades reconocidos en ella y a garantizar su libre y pleno ejercicio a toda persona
que esté sujeta a su jurisdicción, sin discriminación alguna por motivos de raza, color,
sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de cualquier otra índole, origen nacional
o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición social.
2. Para los efectos de esta Convención, persona es todo ser humano.

Artículo 2. Deber de Adoptar Disposiciones de Derecho Interno


Si el ejercicio de los derechos y libertades mencionados en el Artículo 1 no estuviere
ya garantizado por disposiciones legislativas o de otro carácter, los Estados Partes
se comprometen a adoptar, con arreglo a sus procedimientos constitucionales y a las
disposiciones de esta Convención, las medidas legislativas o de otro carácter que
fueren necesarias para hacer efectivos tales derechos y libertades.

28
tarea, el Poder Judicial debe tener en cuenta no solamente el
tratado, sino también la interpretación que del mismo ha hecho
la Corte Interamericana, intérprete última de la Convención
Americana”

En el Considerando 125 se manifiesta que:

“En esta misma línea de ideas, esta Corte ha establecido que


“[s]egún el derecho internacional las obligaciones que éste
impone deben ser cumplidas de buena fe y no puede invocarse
para su incumplimiento el derecho interno”. Esta regla ha sido
codificada en el artículo 27 de la Convención de Viena sobre el
Derecho de los Tratados de 1969”

En el Considerando 126 se señala que:

“En el presente caso, el Poder Judicial aplicó el Decreto Ley N°


2.191, lo que tuvo como efecto inmediato el cese de las
investigaciones y el archivo del expediente, dejando en la
impunidad a los responsables de la muerte del señor
Almonacid Arellano. De acuerdo a lo anterior, se impidió a los
familiares que ejercieran el derecho a ser oídos por un tribunal
competente, independiente e imparcial, a través de un recurso
efectivo y adecuado que repare las violaciones cometidas en
perjuicio de su ser querido y les permitiera conocer la verdad.
La Corte exige que el Estado de Chile no aplique más el DL
2.191 de Amnistía”

Producto de lo anterior se abre proceso en Chile a cargo de un


Ministro en Visita Extraordinaria de la CA de Rancagua (Carlos
Enrique Moreno Vega), quien dictó sentencia de primera instancia
el 18 de agosto de 2011, condenando a un Carabinero (Raúl
Neveu Cortesi) a 5 años de presidio menor en su grado máximo

29
como autor de homicidio simple concediéndosele el beneficio de
libertad vigilada.
14 enero 2013 C Ap Rancagua confirma la pena impuesta por el
fallo de 18 de agosto de 2013 por el Ministro en Visita
Extraordinaria de Corte Ap Rancagua

Ante la alegación de la defensa del condenado de que ha mediado


sobreseimiento definitivo y total de la causa, esto es, hay cosa
juzgada, en su fallo confirmatorio, la CAp Rancagua reflexiona
sobre la sentencia de 26 de septiembre de 2006 de la Corte IDH.,
que calificó el delito del que fue víctima el profesor Almonacid como
de lesa humanidad, y manifiesta, en el Considerando 5 de su
sentencia, que

“la cuestión propuesta la tiene que resolver la judicatura


nacional a favor de la aplicación del fallo de la Corte
Interamericana, por diversas razones. La primera […] es que
ha sido el propio Estado quien se ha obligado a ello, al ratificar
tanto la Convención Interamericana de Derechos Humanos
como la competencia misma del tribunal. Se trata, con toda
evidencia, de un tratado sobre derechos humanos, […], y en tal
calidad sus normas tienen rango constitucional, al tenor de lo
dispuesto en el artículo 5° de la […] Carta Fundamental. A todo
evento, si es efectivo que la anterior afirmación es discutida
en doctrina, no puede serlo el que el respeto a los derechos
esenciales que emanan de la naturaleza humana, garantizados
por la Convención Interamericana, constituyen una limitación
a la soberanía del Estado, pues así surge en forma ineludible
de la lectura del citado artículo 5° de la Constitución. Ocurre,
enseguida, que el intérprete de esa Convención es,
precisamente, la Corte Interamericana, y esto por haberlo
aceptado así nuestro propio Estado al reconocerle esa

30
competencia. En tal escenario, es esa Corte la que decide si el
Estado de Chile ha respetado o no esos derechos esenciales
garantizados por la Convención. Y si decide que no lo ha
hecho, es de toda evidencia que la norma de derecho interno
que los infrinja, sea de manera general o sea en su aplicación
a un caso concreto por las especiales características de éste,
pierde su eficacia para el preciso caso de que hablemos,
porque de otra manera no se cumpliría lo dispuesto por la
propia Constitución, en cuanto a que la regla de derecho
fundamental, garantizada por el tratado, limite la soberanía, ni
tampoco se cumpliría el deber, que también el citado artículo
5° impone, de respetar y promover el derecho esencial de que
se trate. En suma, tenga o no la Convención Interamericana de
Derechos Humanos un rango constitucional, lo cierto es que
los derechos que garantiza no pueden conculcarse, ni
mantenerse conculcados, en base a reglas del derecho
interno, pues entonces no sólo se infringe la Convención
misma, sino directamente el mandato del artículo 5° de nuestra
propia Constitución. Así pues, en el caso sublite, si la Corte
Interamericana decidió que el Estado de Chile violó los
derechos fundamentales de las personas que ante ella
acudieron, consagrados en los artículos 8.1 y 25 de la
Convención Americana; esto es, los derechos al debido
proceso y al amparo por la vía judicial, precisamente por
sobreseer definitivamente por amnistía el proceso sobre la
muerte del Sr. Almonacid, es innegable que es el
sobreseimiento mismo lo que constituye el acto vulnerador, y
por ende enfrentado éste, y la normativa legal que le da fuerza
de cosa juzgada, al artículo 5° de la Constitución, por una
razón que combina tanto la normativa internacional como el
derecho interno, esa cosa juzgada no podría operar, sin
mantener la vulneración”.

31
Agrega en el Considerando 6 la CAp Rancagua:

“[…], enseguida, surge la segunda razón, que es la supremacía


del derecho internacional, aceptado por Chile y por ende
también derecho nacional, por sobre las normas de orden
estrictamente interno. Esa supremacía ha sido ya latamente
asentada por la doctrina, y también por fallos de nuestra Corte
Suprema, pero es además claro que, de no ser así, la firma y
ratificación de tratados valdría de muy poco, pues cualquier
país podría excusarse de las obligaciones que éstos le
impongan, mediante el recurso de preferir normas de derecho
interno, anteriores, coetáneas o posteriores, que los
contradigan”

29 julio 2013 CS confirma fallo de C Ap Rancagua de 14 enero


2013 rechazando recurso de casación en el fondo deducido.

Además, hay que tener presente que la Corte IDH en su opinión


consultiva OC-2/82 24 sept 1982 Serie A N° 2 párr. 29 sobre “El
efecto de las reservas sobre la entrada en vigencia de la
Convención Americana sobre Derechos Humanas” expone con
toda claridad que:

“los tratados de derechos humanos se distinguen de los


tratados tradicionales [p. ej., de límites, de explotación de
minerales, de libre comercio] en que no son tratados
multilaterales [del tipo tradicional] concluidos en función de un
intercambio recíproco de derechos para el beneficio mutuo de
los Estados contratantes, su objeto y fin son la protección de
los derechos fundamentales de los seres humanos
independientemente de su nacionalidad, tanto frente a su

32
propio Estado como frente a los otros Estados contratantes, al
aprobar estos tratados sobre derechos humanos, los Estados
se someten a un orden legal dentro del cual ellos, por el bien
común, asumen varias obligaciones no en relación con otros
Estados sino hacia los individuos bajo su jurisdicción”

Si bien los Tribunales chilenos en el caso Almonacid podían


justificar aplicar la ley de amnistía desconociendo la Convención
Americana sobre Derechos Humanos porque el sometimiento por
ella del Estado de Chile desde el 5 de enero de 1991 a la
competencia de la Corte IDH oficialmente se declara que es en
relación a hechos posteriores a la fecha del depósito del
Instrumento de Ratificación o, en todo caso, a hechos cuyo
principio de ejecución sea posterior al 11 de marzo de 1990,
aplicación de la ley mencionada que claramente importa no
hacerse justicia en una evidente de violación de derechos
humanos, dicha justicia era perfectamente posible a través de la
aplicación de los Convenios de Ginebra y prueba de ello es que,
aunque los tribunales en general se niegan a aplicarlos por no
darse el supuesto de existencia de un conflicto bélico efectivo,
existen dos fallos de la CAp de Santiago en 199424, dos de la CS,
en 199825 y 200426, otro de la CAp Temuco en 200427, señalándose
en lo medular que «El artículo 5º inciso 2º de la Constitución de
1980, aplicable en esta época, ordena a los órganos del Estado a

24
Contra Romo Mena, 26 septiembre 1994, Diario El Mercurio, 2 octubre 1994, pp. D4
y D5; Contra Romo Mena, 30 septiembre 1994 (recurso de apelación), Gaceta
Jurídica, nº 171 (septiembre 1994), pp. 127-136.
25
Poblete Córdova, 9 septiembre 1998 (recurso de casación en el fondo), Gaceta
Jurídica nº 219 (1998), pp. 119-126.

26
Desafuero Pinochet Ugarte, 8 agosto 2000, Revista de Estudios Públicos n° 79
(invierno 2000), pp. 509-561.
27
Contra Rivera González y otros, 29 diciembre 2004, LexisNexis (Base de datos
electrónica de jurisprudencia), número identificador 32543.

33
respetar y promover los derechos esenciales que emanan de la
naturaleza humana, garantizados por los tratados internacionales.
Mientras que las disposiciones de los Convenios de Ginebra
protegen los derechos humanos de los contendientes en caso de
guerra externa o conflictos entre fuerzas organizadas de carácter
interior de un Estado»28, «Los artículos 146, 147 y 148 de los
Convenios son de aplicación amplia aun fuera del estado de guerra:
es el repudio de toda acción delictual que lleve a la comisión de
“homicidio adrede, tortura o tratos inhumanos”, y es obvio que si
estos delitos no pueden cometerse durante una guerra, mucho
menos pueden ser cometidos durante el tiempo de paz. El convenio
internacional estableció una garantía de esos derechos
fundamentales del ser humano que no pueden ser quebrantados
en ninguna circunstancia»29 y «El Estado de Chile se impuso en los
citados Convenios la obligación de garantizar la seguridad de las
personas que pudieren tener participación en conflictos armados
dentro de su territorio, especialmente si fueren detenidas,
quedando vedado el disponer medidas que tendieren a amparar los
agravios cometidos contra personas determinadas o lograr la
impunidad de sus autores, teniendo especialmente presente que
los acuerdos internacionales deben cumplirse de buena fe»30, es
decir, resulta indispensable la justicia supranacional.

Cual se dijo, la justicia no siempre está a la altura, en el caso


chileno basta recordar que “Los desaparecidos me tienen curco” es
la frase con la que el ex Presidente de la Corte Suprema, Israel

28
Contra Romo Mena, 30 septiembre 1994, considerandos 8º y 9°, pp. 132 y 133;
Poblete Córdova, 9 septiembre 1998, considerando 10°, p. 122; Corporación Nacional
de Reparación y Reconciliación (2003 a), Informe fiscal Corte Suprema
29
Contra Romo Mena, 30 septiembre 1994, considerandos 8º y 9º, pp. 132 y 133;
Corporación Nacional de Reparación y Reconciliación (2003 a), Informe fiscal Corte
Suprema; Contra Rivera González y otro (2004), considerando 5°.

30
Contra Romo Mena, 30 septiembre 1994, considerandos 8º y 9º, pp 132 y 133; Poblete
Córdova, 9 septiembre 1998, considerando 10º, p. 122; Contra Rivera González y otro,
29 diciembre 2004, considerando 4°.

34
Bórquez, en 1978, respondió ante las consultas acerca de las
constantes desapariciones ilegales de opositores de la dictadura
militar, respecto de las que se negaban los recursos de amparo, de
hecho el Poder Judicial rechazó unos 9.000 de ellos, solo uno se
acogió, el por el dirigente de las Juventudes comunistas Carlos
Humberto Contreras Maluje, arrestado en la vía pública, en
presencia de múltiples testigos, cuando se lanzó a las ruedas de un
autobús para intentar huir de sus captores, y quien hasta hoy sigue
detenido desaparecido.

Es especialmente ilustrativa la Declaración Pública, el 4 de


septiembre de 2013, de la Asociación Nacional de Magistrados:

«Con ocasión de cumplirse 40 años desde el quiebre de nuestra


democracia el año 1973, con la consecuente instauración de una
dictadura militar bajo la cual se perpetraron, indiscutiblemente
desde el Estado, sistemáticas, extendidas y brutales violaciones a
los derechos humanos […], el Directorio de la Asociación Nacional
de Magistrados del Poder Judicial de Chile ha decidido no seguir al
margen de la necesaria reflexión que a todas las instituciones
esenciales de la República cabe en torno a estos hechos.

Estimamos que no es posible eludir la responsabilidad histórica de


nuestra judicatura en relación a la vulneración de los derechos
básicos de la persona humana producidos durante el régimen
dictatorial. Hay que decirlo y reconocerlo con claridad y entereza:
el Poder Judicial y, en especial, la Corte Suprema de la época,
claudicaron en su labor esencial de tutelar los derechos
fundamentales y proteger a quienes fueron víctimas del abuso
estatal.

35
Nuestra judicatura incurrió en acciones y omisiones impropias de
su función, al haberse negado, salvo aisladas pero valiosas
excepciones que nos honran, a prestar protección a quienes
reclamaron una y otra vez su intervención. La inadmisibilidad o el
rechazo por parte de nuestros tribunales de miles de recursos de
amparo, muchos de los cuales fueron fundadamente interpuestos
en nombre de compatriotas de cuya suerte nunca más se supo, la
negativa sistemática a investigar las acciones criminales
perpetradas por agentes del Estado y la renuencia a constituirse
personalmente en centros de detención y tortura, sin duda alguna,
contribuyeron al doloroso balance que en materia de derechos
humanos quedó tras ese gris período.

El Poder Judicial pudo y debió hacer mucho más, máxime cuando


fue la única institución de la República que no fue intervenida por
el gobierno de facto.

Establecido lo anterior, como Asociación Nacional de Magistrados,


sin ambigüedades ni equívocos, estimamos que ha llegado la hora
de PEDIR PERDÓN a las víctimas, sus deudos y a la sociedad
chilena por no haber sido capaces, en ese trance crucial de la
historia, de orientar, interpelar y motivar a nuestra institución
gremial y a sus miembros, en orden a no desistir de la ejecución de
sus deberes más elementales e inexcusables, a saber, el
cumplimiento de la función cautelar que en sí misma justifica y
explica la existencia de la jurisdicción.

Este perdón que hoy se pide, lejos de constituir una actitud de


animadversión gratuita hacia algún sector, persona o grupo,
constituye la genuina expresión de un compromiso férreo y claro en
el presente y hacia el futuro de nuestra judicatura con la tutela,
protección y promoción de los derechos fundamentales de la

36
persona humana, incluso y muy especialmente en contextos en los
cuales estos se vean más expuestos y vulnerables, como garantía
de que nunca más a las personas que habitan el territorio de
nuestro país les será vedado el acceso a la justicia.

En el mismo orden de ideas, con serenidad y firmeza, invitamos a


la Excma. Corte Suprema a realizar también la necesaria reflexión
crítica en relación con sus propias actuaciones y omisiones del
pasado, mediante las cuales no dispensó a los perseguidos ni a las
víctimas la protección jurisdiccional que tanto y reiteradamente le
fue reclamada.

Abrigamos la esperanza de que la actual Excma. Corte Suprema,


cuyo rol de tutela de los derechos fundamentales ha quedado de
manifiesto en el ejercicio presente de su función, no desoiga la
sentida solicitud de los jueces que aspiran a distanciarse de un
oscuro pasado que involuntariamente han recibido como herencia.
La respuesta que esperamos aliviará a las actuales y futuras
generaciones de magistrados de la vergüenza y oprobio anudados
a este capítulo de nuestra historia, una de cuyas páginas más
innobles habla de quien, ejerciendo en marzo de 1975 la
Presidencia del más alto tribunal, no sólo negaba la existencia de
las torturas y atrocidades que sufrían nuestros compatriotas, sino
que al mismo tiempo expresaba que las Cortes estaban abrumadas
por los numerosos recursos de amparo que, en sus palabras,
habían traído perturbaciones a la administración de justicia.

Nos parece que se trata, por último, de un paso esencial destinado


a contribuir al reposicionamiento de la tradicional dignidad moral y
republicana de nuestro Poder Judicial, en el seno de nuestra aún
joven democracia.

37
Si alguien duda, es de destacar la Declaración Pública, dos días
después, el 6 de septiembre de 2013, de la Corte Suprema:

«Próximo a un aniversario más del 11 de septiembre de 1973, se


advierte una serie de pronunciamientos dirigidos a representar,
entre otros actores, la actuación que correspondió al Poder Judicial
y, en especial, a la Corte Suprema de la época y que habría
permitido un sistema represivo que afectó gravemente las
garantías fundamentales de la ciudadanía y que derivó en muertes,
desapariciones forzosas y torturas, entre otros ilícitos, las que se
han denunciado y afirmado con seriedad por organismos creados
para la investigación de esta etapa de la historia patria, muchos de
los cuales se han comprobado fehacientemente por los tribunales
de justicia, como es de público conocimiento, por lo que el Tribunal
Pleno se hace el deber de formular la siguiente declaración pública:

1.- Que el quiebre de la institucionalidad democrática a partir de


septiembre de 1973 permitió la instauración de un régimen cívico
militar que, sobre la base de restaurar esa misma democracia, pero
contradiciendo tal supuesto objetivo, violentó las garantías
fundamentales de los ciudadanos de nuestro país, lo que derivó
incuestionablemente en la muerte de muchos de ellos, su
desaparición forzosa, detenciones irregulares y torturas, entre otros
atropellos, que hoy día casi nadie en nuestra sociedad niega y de
que dan fe los testimonios de comisiones creadas al efecto una vez
restaurada la democracia. Muchos de tales hechos fueron
legalmente establecidos en los procedimientos y juzgamientos
respectivos.

2.- Que, frente a esta realidad, no cabe sino reconocer que si esos
atropellos efectivamente ocurrieron, como lo fueron, en parte se
debió a la omisión de la actividad de jueces de la época que no

38
hicieron lo suficiente para determinar la efectividad de dichas
acciones delictuosas -las que por cierto ofenden a cualquier
sociedad civilizada pero principalmente de la Corte Suprema de
entonces que no ejerció ningún liderazgo para representar este tipo
de actividades ilícitas, desde que ella no podía ignorar su efectiva
ocurrencia, toda vez que les fueron denunciadas a través de
numerosos requerimientos jurisdiccionales que se promovían
dentro de la esfera de su competencia, negando de esta manera la
efectiva tutela judicial de que gozaban los afectados.

3.- Que en tales condiciones, este máximo tribunal, reflexionando


sobre los hechos de la época, como también del rol que
correspondió al Poder Judicial en los desgraciados sucesos, llega
a la conclusión de que no cabe otra actitud que no sea explicitar el
reconocimiento de las graves acciones y omisiones que en ese
entonces se incurrió, arrastrando con ello a parte de la judicatura
del país, que claramente, a la hora presente y con la mesura y
altura de miras de hoy, corresponde decir que constituyó una
dejación de funciones jurisdiccionales, por lo que es tiempo de
dejarlo en claro a todos los miembros actuales y futuros de la
institución y a las generaciones ciudadanas que vengan, para que
ese comportamiento no se repita, por contradecir un Estado de
Derecho propio de una República democrática.

4°.- Consecuente con lo anterior, esta Corte Suprema ha


comprometido sus mejores esfuerzos en el esclarecimiento de esta
clase de delitos, e insta a todos los jueces de la Republica y
funcionarios del Poder Judicial a persistir en tal tarea, como
también al reconocimiento y promoción de los Derechos Humanos,
tal cual lo prescribe la Constitución Política de la República».

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Art. 5 CPE: La soberanía reside esencialmente en la Nación. Su
ejercicio se realiza por el pueblo a través del plebiscito y de
elecciones periódicas y, también, por las autoridades que esta
Constitución establece. Ningún sector del pueblo ni individuo
alguno puede atribuirse su ejercicio

El ejercicio de la soberanía reconoce como limitación el


respeto a los derechos esenciales que emanan de la naturaleza
humana. “Es deber de los órganos del Estado respetar y
promover tales derechos, garantizados por esta Constitución,
así como por los tratados internacionales ratificados por Chile
y que se encuentren vigentes” (Ley 18.825 Art. Único N° 1 DO
17/08/1989; Conv. Am. DDHH DO 5 enero 1991)

Art. 80 CPE: La Corte Suprema, de oficio o a petición de parte,


en las materias de que conozca, o que le fueren sometidas en
recurso interpuesto en cualquier gestión que se siga ante otro
Tribunal, podrá declarar inaplicable para esos casos
particulares todo precepto legal contrario a la Constitución.
Este recurso podrá deducirse en cualquier estado de la
gestión, pudiendo ordenar la Corte la suspensión del
procedimiento.

Este art. 80 CPE es hoy el 93 N° 6 de la Carta y entrega el


conocimiento y declaración de inaplicabilidad de un precepto legal
por ser contrario a la norma fundamental al Tribunal Constitucional
(Ley 20.050, art. 1 n° 42, DO 26 agosto 2005)

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