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ATESORA A TUS HIJOS

El Salmo 127:3
He aquí, herencia de Jehová son los hijos; Cosa de estima el
fruto del vientre.

2 Los niños son, ante todo, una recompensa—una


bendición. Es fácil ver a nuestros hijos como bendiciones
cuando son pequeños.
Pero la Biblia dice que a medida que crecen (y más allá de esa
fase adorable) debemos seguir atesorándolos, aun y cuando no
es tan fácil.

Atesorar a nuestros hijos significa que no debemos ser padres


con crueldad, sobre-corrección o disciplina excesivamente
dura.
Tal tratamiento puede causar que nuestros hijos se vuelvan
amargados y resentidos.
Colosenses 3:21 nos alienta, “Padres, no exasperen a sus
hijos, no sea que se desanimen.” Como padres, es nuestro
trabajo asegurarnos que nuestros hijos se sientan apoyados y
amados.

Mi esposa y yo hemos criado a dos hijos d años. Ha habido


altibajos, y hemos cometido un montón de errores.
Pero nunca falla: Siempre que tenemos un día particularmente
difícil como padres, recordamos una historia tierna o dulce
sobre el hijo en cuestión, y nos deja con sonrisas y
sentimientos de agradecimiento por tener a un gran hijo.
Tal como lo dice la Biblia, nuestros niños son una bendición
para nosotros. Y así debemos atesorarlos en todo momento y
en todas sus edades.

ENSEÑA Y CORRIGE A TUS HIJOS


Sin embargo, esto no implica que la Biblia no aliente a los
padres a enseñar y corregir a sus hijos. Después de un
resumen de la ley de Dios dada a los israelitas,
Deuteronomio 6:7
instruye, “[Las palabras de Dios] Incúlcaselas continuamente a
tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando
vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te
levantes.”3

Los padres estamos para impartir conocimientos devotos y


honrados a nuestros hijos. Esto debería ser la base de
nuestras enseñanzas para ellos.
Proverbios 22:6 explica la importancia de esto:
“Instruye al niño en el camino correcto, y aun en su vejez no lo
abandonará.”
Queremos inculcar en nuestros hijos un sentido de vida
honrada que los lleve hasta la edad adulta.

Para hacer esto, los padres son animados a enseñar y corregir


a sus hijos a través de una disciplina cuidadosa y suave.
La escritura nos dice que Dios disciplina a sus hijos (es decir, a
todos los creyentes) por amor:
“Hijo mío, no tomes a la ligera la disciplina del Señor ni te
desanimes cuando te reprenda, porque el Señor disciplina a los
que ama, y azota a todo el que recibe como hijo.”4
Los padres deben seguir el ejemplo establecido por Dios el
Padre, ya que la disciplina da a los hijos un sentido de
consistencia y una guía para el comportamiento correcto.
Pero es imposible exagerar la importancia de asegurarnos que
disciplinamos a nuestros hijos desde un lugar de amor y nunca
por ira. Disciplinamos a nuestros hijos para mejorar su calidad
de vida a largo plazo, no para ventilar nuestras emociones.

Mi mayor deseo para mis hijos es que aprendan la voluntad


de Dios para sus vidas. En mi propia vida, he descubierto que
la sabiduría de Dios sobrepasa la mía. Cuando he tratado de
seguir su camino para mí, he sentido su presencia incluso en
tiempos difíciles. Espero que mis hijos encuentren el mismo
confort, amor y propósito en relación con Dios.

MODELA DE UNA VIDA HONRADA PARA TUS HIJOS


Finalmente, la Biblia alienta a los padres a modelar para sus
hijos todo lo que les enseñan. Esencialmente, como dice el
viejo adagio, tenemos que practicar lo que predicamos.
El libro de Tito explica lo que los cristianos deben hacer:
“Con tus buenas obras, dales tú mismo ejemplo en todo.
Cuando enseñes, hazlo con integridad y seriedad, y con un
mensaje sano e intachable.”6

Si no actuamos de la manera en la que queremos que


nuestros hijos actúen, nuestras palabras serán inútiles.
Los niños se convierten en lo que ven, así que debemos
demostrarles en qué queremos que se conviertan. Si quieres
que tu hijo viva una vida de acuerdo a ciertas normas, tú debes
hacerlo primero.
He visto esto de primera mano en mi familia. Mi padre modeló
un buen comportamiento en mí tratando a mi madrastra con
amor y respeto, así que con su ejemplo aprendí cómo debía
tratar a mi esposa. Sin embargo, él también tenía un
temperamento fuerte, y por desgracia desarrollé uno, también.

Ahora que soy padre, veo comportamientos en mis hijos que


definitivamente han aprendido de mí. Mi hijo mayor visitó a su
tía el verano pasado por su cuenta y ella nos hizo saber lo
caballeroso que [mi hijo] era. “Nunca tuve que abrirme una
puerta durante el tiempo que él estuvo aquí,” dijo. Al parecer él
ha estado observando cómo hago esto por su madre todos
estos años y realmente aprendió algo—es un poco
impresionante, lo sé. Sin embargo, en otras maneras he
modelado mal comportamiento. Nuestra hija de en medio tiene
un carácter un poco explosivo, al igual que yo; ambos estamos
trabajando en ello.

La verdad del tema es muy clara: Sé un modelo de lo que


quieres que tus hijos sean. Ellos serán lo que ven.

GRACIA Y PERDÓN
Pero aunque Dios nos ha dado la sabiduría sobre la crianza,
todos fallamos a veces mientras la vivimos. Aunque mi esposa
y yo hemos aprendido una o dos cosas por ahora, aún
sentimos ansiedad. Nos cuestionamos—o incluso nos
lamentamos—alguna decisión que hayamos tomado al calor
del momento. Nadie es perfecto, mucho menos nosotros.

Pero por suerte tenemos la herramienta más poderosa en


nuestros bolsillos: La gracia de Dios. Nosotros, como hijos que
fallamos al gran padre cuando pecamos, aún somos amados
por él. Mi esposa y yo nos aferramos a esta verdad cuando
perdemos la compostura u olvidamos un evento o aceptamos
demasiados compromisos.

Y porque conocemos la gracia de Dios tan personalmente,


buscamos extender esa misma gracia hacia nuestros hijos
cuando nos fallan, también. Deja que tu manera de criar a tus
hijos esté llena de la gracia, amor y perdón mientras atesoras,
enseñas y modelas una vida honrada para tus hijos.

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