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Transhumanismo y biotecnología: lo posible, las


fantasías, peligros y límites de ser «mejorado»
 agosto 31, 2021
 admin
 Transhumanismo

Pablo J. Ginés / Rel/

Los niños casi idénticos de El Pueblo de los Malditos -película de 1995… si se generaliza la selección genética,
habrá un nuevo conformismo con los cánones

 En las jornadas sobre Transhumanismo en la Universidad Francisco de Vitoria, en Madrid, de junio de 2021,
distintos expertos abordaron la ideología del transhumanismo, que tiene mucho de religión.

Igual que el comunismo prometía un futuro luminoso de igualdad y progreso, en una sociedad sin clases y
muy virtuosa, a través de un proceso guiado por el Partido Comunista (se intentó con muchos muertos por
doquier y no hubo nada parecido en ningún sitio que lo probara), el transhumanismo promete longevidad,
cuerpos superpoderosos, salud y mil cosas más gracias a la tecnología. Es cierto que la ciencia avanza en
distintos campos y logra algunas soluciones y tratamientos eficaces. Pero otras promesas son fantasías
exageradas.

Además, hay un debate ético sobre lo que la ciencia puede modificar y lo que no. Una cosa es la terapia lícita
y otra el llamado “mejoramiento”.

Una cosa es reemplazar una extremidad perdida por una prótesis que ayude en la vida cotidiana. Otra
es quitarse voluntariamente una parte del cuerpo sana y pedir una prótesis porque “el metal es mejor que
la carne”.

Vivimos en un mundo en el que por la ideología transgénero personas que se declaran de otro sexo encargan


que les mutilen genitales y pechos perfectamente sanos y hay países que multan a quien lo critica o
dificulte.

La autonomía del paciente se convierte en “el cliente siempre tiene razón”. Si una persona tiene derecho a
pedir que le maten con eutanasia, ¿no tendrá derecho a pedir que hagan todo tipo de experimentos y
sustituciones en su cuerpo? ¿Y si llega el momento en que las empresas lo exijan? Pensemos, por ejemplo,
en un posible uso futuro de drogas para rendir mejor en el trabajo.
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La edición genética: lo que se puede hacer y lo que no


Nicolás Jouve de la Barreda, catedrático emérito de Genética y doctor en biología, explicó a los congresistas
que es cierto que la biotecnología y en concreto la edición genética se encuentran en momentos
revolucionarios. El Premio Nobel de 2020 para Charpentier y Doudna reconocía la capacidad de editar el ADN
del genoma humano.

“Puede haber fallos: hay que saber detectar el fragmento que queremos cambiar, y hay que hacer la
sustitución, que llamamos edición, con habilidad. En 2019 se mejoró mucho con la técnica Prime Editing
pero sigue habiendo un margen de fallo“, explicó Jouve de la Barreda. Con esta tecnología, editar los genes
de trozos de piel o tejidos no aporta grandes problemas técnicos ni éticos.

El gran punto que debe llevarnos a hacernos preguntas es la edición de los gametos, es decir, la genética de
las generaciones futuras, algo que puede llevar a efectos imprevistos y a errores incontrolados en nuevas
generaciones.

En junio de 2021, en la web sobre ensayos clínicos ClinicalTrials se recogían 380.000 investigaciones (de todo
tipo), de las que  43 son ensayos clínicos de tecnología CRISPR de edición genética.

Nicolás Jouve de la Barreda, experto en genética y bioética.

Útil contra enfermedades monogénicas


Jouve señala que esta técnica será útil contra enfermedades genéticas que dependen de un sólo gen: la
hemofilia A y B, la talasemia, la enfermedad de Wilson, la de Gaucher, la anemia falciforme. También sirve
algo contra el cáncer porque refuerza las células T para que detecten y ataquen rápidamente las células
tumorales.

Los transhumanistas hablan de cambian caracteres enteros, de modificar los gametos o los embriones para
que las nuevas generaciones sean más fuertes, resistentes, inmunes a algunas cosas, etc… Pero todo eso, al
contrario que las enfermedades que hemos comentado, no depende de un solo gen, sino de mil cosas que
desconocemos.

“Hay 21.000 genes y no sabemos como se relacionan muchos de ellos con caracteres“, señala Jouve. “Los
transhumanistas miran las técnicas CRISPR con entusiasmo y ya han hecho 3 experimentos con embriones
humanos de fecundación in vitro. En 2018 nacieron dos niñas chinas, Lulu y Nana, que eran embriones
genéticamente modificados e implantados. Las autoridades chinas lo condenaron”. Por ahora. Esta vez.

Éticamente, los riesgos son muchos: dañar genéticamente a la siguiente generación, que se use no por
terapia sino por ambiciones… Para investigar no es necesario: se puede investigar con animales. En 2019
muchos expertos firmaron a favor de una moratoria en la edición génica hereditaria, que no se aplique en
embriones humanos. Pero ¿cuánto tardará en hacerlo alguien, en algún sitio, y qué beneficios le reportará?

La diferencia entre terapia y “mejora” (‘enhancement’)


Otro de los expertos que abordó el tema fue Miquel-Àngel Serra, doctor en biología y autor de 3 libros sobre
transhumanismo y bioética, en colaboración con el abogado Albert Cortina.
En primer lugar, señaló la diferencia entre usar la técnica para curar o aliviar (terapia) y usarla para ‘mejorar’ al
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cuerpo humano. “Terapia implica salir de la enfermedad, algo que todos hemos vivido. Mejorar, en cambio,
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es superar un déficit y llegar a una perfección que hoy nadie tiene”, detalla.


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Usar dispositivos externos (gafas, móvil, prendas de vestir) no es ‘enhancement’ o mejora. La mejora cambia
el cuerpo.

Siguiendo a Günther Anders, Serra señala las 4 tecnologías en las que ponen sus esperanzas los
transhumanistas: la nanotecnología (manipular lo tremendamente pequeño), la biotecnología, la
informática (más capacidad de procesamiento) y las tecnologías cognitivas. El “gran salto” será usarlas para
modificar el ADN en la fase germinal, crear una nueva generación de humanos modificados.

Ellos cuentan con el crecimiento en la velocidad de computación, de comunicación, el ‘internet de las


cosas’ (conectarlo todo, sin cables, claro), el boom de la biotecnología, la facilidad de las impresiones en 3
dimensiones y esperan un posible boom futuro en robótica.

Miquel-Àngel Serra, experto en bioética con varios libros sobre transhumanismo.

Serra pide recordar la realidad de nuestro tercer milenio y señala, como un jarro de agua, que las 10 causas
de muertes en países pobres son cosas perfectamente tratables y evitables como las infecciones
respiratorias, sida, diarreas, infartos y enfermedades isquémicas del corazón.

Serra recuerda que hay mil millones de personas sin agua, mil millones sin acceso a control de
hipertensión, sin redes tratadas con insecticidas frente a los mosquitos, sin las 4 visitas necesarias para un
buen cuidado prenatal… Todo eso -barato, factible, existente y disponible- salvaría muchas vidas pero casi
nadie invierte en ello. “La bioética implica sentido de la justicia”, recuerda.

El “coladero” de la salud según la OMS


En 1946 la Organización Mundial de la Salud hizo una polémica definición de lo que es salud: dijo que es
“completo bienestar físico, mental y social“. Como cualquier cosa puede impedir ese “completo bienestar”,
cualquier cosa puede legalizarse o prohibirse en nombre de la salud. Por ejemplo, en España durante
décadas se usó legalmente el “riesgo para la salud mental y social” para practicar abortos.

Ahora, los transhumanistas usan la misma frase para reclamar el “mejoramiento”: “si no me


dejan mejorarme (enhancement), no tendré mi bienestar, es decir, mi salud”, vendrían a decir.

Sería mucho más razonable volver a la ética natural y clásica de la medicina, la hipocrática o galénica, la que
dice que la medicina busca recuperar una normalidad, recuperar funciones perdidas sin alterar la naturaleza
del cuerpo y sus órganos. Pero en una cultura del consumismo y el deseo, la gente va a pedir más.

Julian Savulescu, un transhumanista autor del libro Mejoramiento humano (Human Enhancement) pide que


no se usen palabras como “normalidad” o “discapacidad”: si nada es normal, todo es permisible.

Así, unos padres bajitos pueden querer que su hijo sea alto, y le darán hormonas de crecimiento. Eso no es
“restituir la integridad”, sino que va más allá. “Imaginemos que a niños de primaria les damos un fármaco
para aumentar su concentración: eso es mejora y no terapéutica, porque no había un déficit que corregir”.

Hay quien defiende ciertos mejoramientos con algunos límites:

– que no deformen el cuerpo,

– que no impidan la racionalidad,

– que no impidan elegir libremente

– y que no restrinjan ‘la amplitud del deseo humano’ (un eufemismo para decir que si se descubriera un ‘gen
gay’, cosa que no parece factible, no se debería editar/eliminar)

El transhumanismo más extremo


Entre los transhumanistas más impacientes por “mejorar” la humanidad está Nick Bostrom, quien habla de
un “deber moral de mejorar” (no la persona, sino la especie), incluso hasta lograr la inmortalidad.
Los transhumanistas no tienen doctrina sobre la naturaleza humana ni su dignidad. Tienen mala opinión del
cuerpo humano, demasiado frágil y vulnerable.
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No tienen claro qué es la mente y sospechan que es solo cerebro, y también sospechan que el cerebro son
solo circuitos hechos de neuronas. Piensan que igual que se guardan datos informáticos “en la nube” (en
realidad en un montón de grandes ordenadores) piensan que en el futuro se debería poder hacer con toda
una personalidad, toda una mente, todo un yo.

Más allá de las visiones lejanas, hay otras que parecen más cercanas y factibles. Para empezar, como
señala Erik Parens, los ricos tendrán acceso a tecnologías inaccesibles a pobres.

Además, se reafirmará un conformismo: todos querrán seguir unos pocos cánones de belleza establecidos.

Faltará la autenticidad en el físico (modificado con cirugía o con genética) y en la personalidad, porque se


usarán psicofármacos para parecer más agradable y relajado. El uso de fármacos llevará a muchas
discriminaciones: ¿no es competencia desleal que una empresa use sólo trabajadores químicamente
dopados?

En cuanto a los riesgos de jugar con la genética son numerosos: inestabilidad en el genoma, consecuencias no
deseadas en siguientes generaciones, modificaciones epigenéticas, efectos genotóxicos, mosaicismo, menos
variabilidad genética…

Mucho de lo que sueñan los transhumanistas a largo plazo no es factible, pero muchos efectos dañinos a
medio plazo sí parecen probables. Y detrás, la cultura del deseo y el consumismo: ‘yo lo quiero y hago lo que
quiero’.

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