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Los bloques regionales del siglo XXI

La supranacionalidad es una necesidad económica, por qué América latina nunca va a


poder competir con el bloque europeo, o asiático, a menos que tenga una economía de
escala. El mundo se está dividiendo en tres grandes bloques de comercio: el de América
del Norte y Centroamérica, que representa alrededor del 25 por ciento del producto bruto
mundial, el de la Unión Europea, con un 16, y el de Asia, con un 23, aunque su proceso
de integración recién se está iniciando. El Tratado de Libre Comercio de América del
Norte entre los Estados Unidos, Canadá, y México ya es un bloque de 426 millones de
personas con un producto bruto de 12 mil billones de dólares anuales. La Unión Europea,
de veinticinco, está debatiendo admitir a cuatro miembros más-Croacia, Rumania,
Bulgaria y Turquía-, lo que la convertiría en un bloque de casi treinta países con un
producto bruto conjunto de más de 8 mil billones de dólares por año, y 460 millones
personas. Y China acaba de firmar un acuerdo comercial con los países de la Asociación
de Países del Sudeste Asiático (ASEAN) – que incluye Indonesia, Malasia, Filipinas,
Singapur, Tailandia y Vietnam-por el cual se creará el bloque de libre comercio más
grande del mundo en términos de población, aunque no en el tamaño de su economía, a
partir de 2007. El bloque asiático tendrá, 1.700 millones de personas, y si India se le
uniera en el futuro, tendría 3 mil millones de personas. 36 En este contexto, los países de
América latina cuyas exportaciones no tengan acceso preferencial a alguno de estos tres
grandes bloques de comercio mundiales quedarán marginados, y serán cada vez más
pobres. Quedarse encerrados en la región, o crear un bloque puramente regional, será
auto condenarse a la pobreza, porque es lugar que ocupa América latina en la economía
mundial es muy pequeño. La región apenas representa el 7,6 por ciento del producto
bruto mundial, y el 4,1 por ciento del comercio mundial. O sea, casi nada. Y cada día que
pasa sin que se integre a un mercado más grande, su presencia en el comercio
internacional será menor, porque los miembros de los bloques comerciales más grandes,
comercian entre ellos, haciendo uso de sus preferencias arancelarias, y crecerán cada vez
más aceleradamente. El mercado de América latina será demasiado pequeño-y
arriesgado- para justificar grandes inversiones extranjeras. De no integrarse a un bloque
más grande, la región continúa rezagada. Los líderes políticos latinoamericanos
coinciden- con justa razón- en que estarías mucho mejor dispuestos a firmar un acuerdo
supranacional hemisférico si Estados Unidos actuara como lo hicieron los países más
ricos de Europa, y ayudar a financiar el crecimiento de sus vecinos más pobres. En
Europa, Alemania y Francia desembolsaron miles de millones de dólares en los años
ochenta para impulsar el desarrollo económico en España, Portugal, Grecia e Irlanda. Y
entre 2000 y 2006 donaron casi 22 mil millones de dólares para obras de infraestructura
en los países menos desarrollados de la Unión Europea, incluidos los nuevos socios de la
ex Europa del Este. Cuando los presidentes sudamericanos se reunieron en Cuzco, Perú,
para firmar el acta de constitución de la Comunidad Sudamericana a fines de 2004,
firmaron un acuerdo grandilocuente de buenas de intenciones, pero no diseñaron un
marco legal común para la región. Eso era lo único que le podría haber dado seriedad a la
propuesta, Los presidentes sudamericanos cometieron el mismo error que sus antecesores
cuando en décadas pasadas firmaron-con igual entusiasmo-la constitución de la Comisión
Especial de Coordinación Latinoamérica (CECLA), la Asociación Latinoamericana de
Libre Comercio (ALALC), la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), y el
Sistema Económico Latinoamericano (SELA). O sea, firmaron un documento fijando las
grandes metas para la unión regional, pero que no incluía compromisos comerciales
concretos, sujetos a mecanismos supranacionales de resolución de disputas.
Comparativamente, la Unión Europea hizo exactamente lo contrario que los
sudamericanos, empezaron estableciendo mecanismos supranacionales de resolución de
disputas desde su mismo nacimiento, en 1952, y dejó para más adelante las grandes metas
de integración regional. En efecto, la Unión Europea de inicio como una Comunidad de
Carbón u Acero. Seis países se unieron en un mercado común para aunar sus recursos de
carbón y de acero, para enfrentar conjuntamente los estragos del frío de invierno europeo.
Tras firmar un tratado y crear un marco de resoluciones de disputa 38 regional, los
europeos lo fueron expandiendo a otros productos. Los sudamericanos, en cambio,
firmaron un acuerdo prometiendo crear un mercado común de todos sus productos, pero
sin comprometerse a unificar las tarifas aduaneras de ningún producto en particular.

La marca comunitaria
La supranacionalidad también tiene una ventaja de tipo propagandístico. Los países más
pobres de Europa se beneficiaron enormemente de la mejora automática de su imagen
externa tras su incorporación a la Unión Europea. Al ingresar a la institución
supranacional, los países menos desarrollados de Europa pasaron a tener
automáticamente una “marca comunitaria” mucho más atractiva para los inversionistas y
potenciales compradores se sus exportadores que sus respectivas “marcas país”. En
Praga, la bella capital de la Republica Checa, me llamó poderosamente la atención la
respuesta que me dio Martín Tlapa, el viceministro de Comercio e Industria checo,
cuando le pregunte como había hecho un país tan pequeño con apenas 10 millones de
habitantes, y en una región del mundo azotada por las guerras, para recibir tantas
inversiones. Al que respondió que el factor clave había sido haber obtenido “la marca
comunitaria”. explicó que desde el momento en que la Republica Checa había anunciado
su intención de unirse a la Unión Europea, aún sin haber firmado algún papel, pasó a ser
vista en el resto del mundo como un país más emparentado con Alemania que con el
Tercer Mundo. En la economía global, hay que salir a venderse al mundo para atraer más
inversiones y para poder exportar más. “Construir una marca país es muy caro: si
contratas empresas especializadas en compañías publicitarias, te cuesta una buena parte
de tu producto bruto”, “Sin embargo, el solo hecho de que se unieron a la Unión Europea
dio la marca comunitaria: una garantía de que, al estar sujetas a las mismas normas, y los
mismos tribunales de arbitraje de la Unión Europea, invertir en nuestro país es lo mismo
que invertir en Alemania e Italia. Y eso hizo una diferencia abismal.” Los países del sur
europeo duplicaron y en algunos casos triplicaron sus ingresos per cápita al ceñirse a
regla comunes que aseguran la estabilidad económica. Y los países de la ex Europa del
Este que se integraron a la UE en 2004 se convirtieron de la noche a la mañana en las
economías de crecimiento más rápido de Europa. El solo hecho de planear integrarse a la
Unión Europea motivó un crecimiento espectacular de las inversiones. Tanto es así que,
en 2004, el año de su incorporación a la Unión Europea, Polonia y la Republica Checa ya
figuraban muy por encima de México, Brasil o cualquier otro país latinoamericano en el
ranking de las Naciones Unidas de los países más atractivos para las inversiones
extranjeras en los próximos cinco años. los países de Europa del Este se envolvieron en la
bandera de la supranacional de la Unión Europea aun antes de pertenecer a ella. Y la
“marca comunitaria” les ayudó a atraer un aluvión de inversiones.

La experiencia española

¿Estarían dispuestos los países latinoamericanos a ceder soberanía a un ente


supranacional? ¿Es posible una Comunidad de las Américas, con organismos
supranacionales como lo existen en la Unión Europea?

Uno de los principales obstáculos para la integración de los países latinoamericanos bajo
un esquema supranacional era la falta de liderazgo de la mayoría de los presidentes de la
región, u la glorificación socialista y anticapitalista de gran parte de su clase política. Los
países latinoamericanos viven en un engaño permanente: los políticos ganan elecciones
con propuesta populista, y gobiernan con programas de ajuste. Y la presa, los
intelectuales y los académicos siguen usando un discurso nacionalista y anticapitalista,
que está abierta a contradicción con la realidad mundial, y que en la mayoría de los casos
no creen en ellos mismo, pero repiten como loros para ganar el aplauso de la audiencia.

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