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La Nación > Opinión

Reseña: Cadáver exquisito, de Agustina Bazterrica


Punzante historia caníbal
31 de diciembre de 2017
María José Rodríguez Murguiondo
Cadáver exquisito, título de la novela con la cual Agustina Bazterrica (Buenos Aires, 1974) ganó el Premio Clarín
Novela 2017, es también el nombre de un famoso juego con que los sobrinos del protagonista se entretienen cuando
éste va a visitarlos. El juego, inventado en 1925 por los surrealistas, consiste en que cada uno de los participantes
anote en un papel una palabra o una frase. A continuación, se pliega la hoja y se oculta lo escrito para que el siguiente
participante escriba lo propio sin conocimiento alguno de lo precedente. Al final se lee el texto completo de lo
aportado por cada integrante del grupo. Nicolas Calas –poeta y crítico greco-estadounidense– sostenía que un cadáver
exquisito revelaba “la realidad inconsciente del grupo que lo ha creado, los aspectos no verbalizados de la angustia
y el deseo de sus miembros”.
Precisamente en eso abreva Cadáver exquisito. Hay una verbalización incisiva e impiadosa de lo que sucede en la
sociedad a la que pertenece el personaje principal. Marcos Tejo trabaja en un frigorífico donde los animales, que
tuvieron que ser sacrificados porque han contraído un virus letal, han sido reemplazados por seres humanos. En este
nuevo orden social que impera en todo el mundo, ante la ausencia de carne animal, se ha vuelto lícita la cría de seres
humanos para su posterior consumición. El canibalismo permite comprar a estos seres para comerlos o, incluso,
criarlos para su ingesta. Sin embargo, está absolutamente prohibido relacionarse con ellos de cualquier otra manera.
Por eso cuando a Tejo le regalan una joven mujer destinada a su consumo y comienza lentamente a vincularse
afectivamente con ella, “los aspectos no verbalizados de la angustia” se acrecientan opresivamente. Se cristaliza el
vacío de su existencia, adquiere dimensiones insoportables la piedra que siente todo el tiempo en el pecho causada
por un padre que ha perdido la razón, por la muerte súbita de su hijo pequeño y por el abandono de su esposa. Y
sobrevienen los cuestionamientos sobre lo que siente por esa nueva adquisición con forma de mujer y sobre lo que
implica transgredir las normas. Qué hacer con ella y con la disrupción que ha introducido en su monótona vida se
convierte en un dilema existencial.
Hay palabras que encubren el mundo, se lee en la primera página de la novela: Marcos Tejo sabe que son
convenientes, higiénicas y legales. La autora, sin embargo, deja en claro desde un comienzo que no está dispuesta a
encubrir. No hay eufemismos en Cadáver exquisito. Toda la novela está relatada con un lenguaje punzante que
interpela en todos los planos. Si es intolerable que matemos seres humanos para comerlos, ¿por qué está culturalmente
aceptado que los animales deban soportar torturas y abusos que retuercen las tripas de sólo leerlos para que nos
alimentemos? El interrogante reverbera todo el tiempo entre líneas, aunque no se lo plantea de manera explícita. La
respuesta está dada por las palabras elegidas para plasmar imágenes auditivas, visuales y olfativas tan fuertes que
demuelen cualquier atisbo de indiferencia o de insensibilidad. Las escenas en las que se describe cada uno de los
procesos a los que son sometidos los futuros seres comestibles no se ahorran ni el más mínimo detalle de crueldad.
El cinismo de cada uno de los participantes de estas torturas aberrantes es pavoroso. La naturalidad con la que todos
parecen aceptar el nuevo orden establecido provoca escalofríos, justamente porque deja entrever cuán cercana es su
factibilidad.
Todas esas descripciones siniestras son tolerables porque Bazterrica administra con sabiduría la información, que se
centra en el protagonista y sus circunstancias. Marcos Tejo, con sus dolores, inseguridades, fantasías, realismo,
sueños y racionalidad, aporta la cuota imprescindible de humanismo para equilibrar esta cautivante distopía que invita
a descender a un infierno en donde se enfrentan las angustias con los deseos y, sobre todo, con un irreprimible instinto
de supervivencia.
CADÁVER EXQUISITO

Por Agustina Bazterrica

Alfaguara. 256 págs., $ 249


Blog Un libro al día
lunes, 16 de octubre de 2017

Valeria Luiselli: Los niños perdidos


Idioma original: español
Año de publicación: 2017
Valoración: recomendable

Son ciento y pico páginas y se leen en algo más de una hora y media. Certifican que
los residentes en los USA, de forma legal o de forma ilegal, ya empiezan a resignarse
a vivir en lo que llaman Trumplandia y ya empiezan a concienciarse que la cosa va
para largo o algo muy gordo ha de suceder para que esto no sea así. Aunque no culpan
solamente al pasado más reciente. Alguna de las normativas que se mencionan a lo largo de estas
páginas ya refieren al periodo Obama y no sería justo olvidarlo, mejor, sería muy injusto optar por eso
tan correcto de culpar a Trump de todo la malo y a Obama de todo lo bueno.

El subtítulo de este libro es Un ensayo en cuarenta preguntas. Y esas cuarenta preguntas son las que
integran un formulario que los niños que cruzan ilegalmente la frontera mexicana y se introducen en
los USA han de responder, y sobre esas respuestas la autoridad de inmigración de la land of the
free decide qué hacer. Valeria Luiselli, a su vez una inmigrante pero ya con su green card y todo, usó.
para escribir este texto que puede ser considerado fríamente como revelador pero podría calificarse,
según el día, de "escalofriante", su experiencia como entrevistadora y posterior traductora de las
respuestas de los menores . Respuestas en función de las cuales los menores podrían ser repatriados
o acceder al status de refugiados. Preguntas que parecen las de esos complejos tests de personalidad
en que se pregunta básicamente lo mismo reformulado una y otra vez, pero que vienen a delatar la
enorme aura de superioridad (y por tanto desconfianza hacia lo ajeno) de las autoridades de USA,
cuestión que, aunque sea comprensible, pasa a un nivel paranoico cuando se habla ya de cuestiones
religiosas. Las preguntas no es que vulneren el principio de privacidad y el derecho a la intimidad. Es
que no puedo deciros por donde se pasan ese derecho, que me echan del blog. Formuladas a un menor,
que puede ser de 5 o de 16 años pero que puede incurrir en un terrible error al contestarlas y que ello,
acompañado de poca pericia en algún abogado que ha tomado el caso porque no había otro, acarree
con su deportación y con su colocación en el sitio de donde ha escapado, y de su futuro no me hables
que no me importa y que pase el siguiente. Los menores huyen de la injusticia o de la pobreza o de las
bandas que los coaccionan para que se integren en ellas, a veces han tomado un tren o un autobús (La
Bestia) y sus familias se han endeudado no para que persigan un sueño sino para que se alejen de una
pesadilla. A veces van a unirse a sus padres que han hecho de avanzadilla. Pero son menores y
normalmente han pasado un tiempo expuestos a riesgos ("escalofriante": que el 80% de las menores
sean violadas en ese trayecto y que ya tomen anticonceptivos antes de emprenderlo, como pura
medida de precaución para que la cosa no "pase" de eso), han recorrido kilómetros a miles y han
traspasado más de una frontera.

En fin, el libro nos pone al corriente, con corrección y oficio, de un enorme drama del que la mayoría
somos ajenos, y que parece que irá a peor. Como digo más de una vez, muy libres todos de seguir
mirando hacia otro lado, por supuesto. Cómo no.

Publicado por Francesc Bon


Agus Recomienda
Blog de difusión literaria
Reseña: Las cosas que perdimos en el fuego de Mariana Enríquez (Anagrama)
19/04/2020
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«Todos caminamos sobre huesos, es cuestión de hacer agujeros profundos y alcanzar a los muertos
tapados. Tengo que cavar, con una pala, con las manos, como los perros, que siempre encuentran los
huesos, que siempre saben dónde los escondieron, dónde los dejaron olvidados».
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El libro de Enríquez me pareció un libro que puede atrapar a todo tipo de lectores por la pluralidad de voces
y temáticas que encierran tanto lo social como algunos aspectos históricos o actuales de Argentina.
La narración presenta la versatilidad suficiente como para que cada cuento sea un universo distinto: hay
historias en primera o tercera persona, hay focalizaciones variadas que le dan ritmo a la trama, y se crean
climas tangibles a través de las descripciones que nos hacen vivir lo que sucede.
En sus cuentos los escenarios inhóspitos que nos dan escalofríos funcionan como una fuerte crítica social.
El espacio es realista, se construye el terror desde el lugar que nos resulta conocido y luego se le da vuelta
de tuerca que nos sumerge en lo increíble. La pobreza, la salud mental, los prejuicios que acarrea la
sexualidad, la desigualdad de clases, los problemas alimenticios, la soledad, la violencia y la incomprensión
de los que nos rodean son algunos de los temas que nos llevan a lo terrorífico.
Mis cuentos favoritos en general fueron los que se enfocaron en la problemática de la salud mental como
“Fin de curso”, “Nada de carne sobre nosotras” (formidable desde lo simbólico) y “El patio del vecino”,
este último fue el que más miedo me dio. También rescato cuentos como “El chico sucio” y “Las cosas que
perdimos en el fuego” donde pregona el desamparo y la violencia desmedida que logran conmover y
estremecer a cualquiera que los lea. “La casa de Adela” y “La hosteria” también me impactaron más que
nada por el misterio que se transmite y la construcción más clásica del cuento de terror: fantasmas y casas
embrujadas.
En cambio, cuentos como “Los años intoxicados”, “Pablito clavó un clavito, una evocación del Petiso
Orejudo”, “Bajo el agua negra” no me atraparon tanto, dos de ellos están enmarcados en lo que parece una
crónica policial que se entremezcla con la ficción, mientras que el otro trata de un vínculo tóxico de tres
amigas ahogadas por la droga que no me cautivó.
Por último, me quedaron en el medio “Tela de araña” un cuento que hace un retrato de la naturaleza precioso
y “Verde rojo araranjado” que toca el tema del aislamiento por voluntad propia. Me resultaron interesantes
y con una trama bien desarrollada pero no fueron de mis favoritos.
En fin, los libros de cuentos tienen la dificultad que generalmente no van a gustarte todos los que leas,
algunos manejan una intensidad que te deslumbra mientras que otros bajan el tono. En general, me gustaron
la mayoría de los cuentos y me pone contenta haber terminado otro pendiente de mi biblioteca.

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