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La Oración de Un Misionero
La Oración de Un Misionero
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La oración de un misionero
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ÍNDICE
Necesidad de la oración 5
¿Qué es la oración? 6
Tipos de oración 9
ANEXOS
Diálogo 16
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La oración de un misionero
Si quieres que una planta tenga vida, debes regarla. Si deseas mostrar que quieres
a una persona, debes decírselo. Si cortas las raíces de un árbol, el árbol se muere. Eso
pasa con la oración. La oración es vida para nuestro espíritu y es el medio para decirle a
Dios... Te amo.
Cuando hoy se nos recomienda tanto y tanto la oración, ¿en qué pensamos y cómo
nos imaginamos que debemos orar? Eso de rezar, ¿es una ciencia esotérica, reservada
para unos pocos? Por el contrario, ¿es una cosa fácil, que puede hacer cualquiera? ¿Y
cuál es la mejor manera de rezar?...
Si Jesús insiste tanto en el Evangelio sobre la oración, tenemos que decir que es
una cosa demasiado importante. Y si es tan necesaria a todos, por fuerza Dios la ha
hecho fácil y al alcance de cualquiera.
Nosotros nos perdemos en nuestra relación con Dios porque complicamos las
cosas.
Y la oración, como nos dijo de una manera inolvidable Teresa de Jesús, no es más
que tratar de amistad con Aquel que sabemos que nos ama.
¡De amistad! ¡Qué expresión tan bella! Tratar a Dios como un amigo, ya que Dios se
ha hecho en Jesús esto: un amigo nuestro al hacerse como uno de nosotros.
Entonces, para hablar a Jesús, y en Jesús a Dios, no hay como acudir al Evangelio
para saber cómo hemos de hablar con Jesús. Con la misma naturalidad que todos
usaban con Él y le exponían sus necesidades. Cualquier situación nuestra tiene su
exponente en el Evangelio.
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La oración de un misionero
Así, así le hablaban a Jesús. Imposible mayor sencillez. Y Jesús no dejó de atender
ningún deseo.
Si así son las cosas con Jesús, nos ponemos a pensar. ¿Nos damos cuenta de lo
que ahora le deben gustar a Jesús estas mismas súplicas, cuando se las repetimos hoy
nosotros? ¡Le traemos a su mente unos recuerdos tan queridos!... ¿Por qué no le
hablamos con las mismas palabras que escuchó entonces y que le enternecían el
corazón?...
Corre por ahí una poesía preciosa sobre la manera de orar, tal como se oraba a
Jesús en el Evangelio, y que dice así:
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La oración de un misionero
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La oración de un misionero
NECESIDAD DE LA ORACIÓN
En todos estos casos, se habla del espíritu y de un ser superior, un dios cósmico, un
dios presente en los elementos que conforman el universo y los ejercicios que realizan los
centran en ellos mismos, pues buscan como único fruto "sentirse bien", estar en paz con
ellos mismos.
La oración cristiana es muy diferente a estas técnicas que están de moda, porque
es una oración personal (de persona a persona) en la que nosotros hablamos con Dios
que nos creó, nos conoce y que nos ama. Nuestro Dios es una persona, no algo etéreo
como el cosmos o el universo.
Algunos quizá, hayamos alguna vez intentado orar con toda nuestra buena voluntad,
pero los esfuerzos que hicimos no dieron el fruto que esperábamos y terminamos
desanimados y abandonando la oración.
¿Por qué nos pasa esto? Porque no sabemos orar, necesitamos aprender a orar. Si
aprendemos a orar, encontraremos en Dios la respuesta a todas nuestras inquietudes,
encontraremos la paz espiritual y nuestro corazón se encontrará lleno de energía para dar
amor a los demás.
La oración ilumina y fermenta toda nuestra vida y nos hace crecer interiormente.
Dios se convierte en un Alguien en nuestras vidas y no es sólo una "idea" sin vida. El
diálogo continuo con Dios se vuelve parte de nuestra vida cotidiana.
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La oración de un misionero
¿QUE ES LA ORACIÓN?
Para orar, es necesario querer orar -La oración es buscar a Dios, es ponernos en
contacto con Dios, es encontrarnos con Dios, es acercarnos a Dios - Orar es llamar y
responder. Es llamar a Dios y es responder a sus invitaciones. Es un diálogo de amor.
Lo que no es oración
• Si no hay humildad y esfuerzo no hay oración. Para orar es necesario reconocer que
necesitamos de Dios.
• Si no nos sentimos poco a poco más identificados con Jesucristo no hemos hecho
oración.
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La oración de un misionero
• La oración debe ser perseverante: tener paciencia en establecer ese diálogo con
Dios.
• La oración, siempre debe estar precedida del perdón: antes de orar debemos limpiar
nuestro corazón...
• La oración es necesaria para no caer en tentación: nos fortalece para vivir siempre
cerca de Dios.
Dedicar cada día unos minutos a la oración personal. Así como dormimos,
comemos, trabajamos y descansamos, la oración debe formar parte de nuestra vida
diaria.
• Lugar: Escoger un lugar específico para orar. No importa cuál sea, mientras nos
ayude a obtener el silencio interior que necesitamos.
• Horario: Revisar nuestro horario y escoger para la oración un momento en el que nos
encontremos en paz y no tengamos muchas ocupaciones y que tampoco nos
encontremos muy cansados. Procurar que esta hora sea siempre la misma y
mantenerla fija lo más que se pueda.
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La oración de un misionero
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La oración de un misionero
TIPOS DE ORACIÓN
Los caminos de la oración son muchos. Se puede orar de varias formas. Existen
muchos modos de entrar en contacto con Dios. Cada quien elegirá el suyo de acuerdo a
su personalidad, a sus circunstancias personales, a lo que le llene más espiritualmente,
en cada momento determinado.
Éstos son:
• Oración vocal
• Lectura meditada
• Contemplación del Evangelio
• Oración sobre la vida cotidiana
• Oración de contemplación
Oración vocal:
La lectura meditada:
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La oración de un misionero
c. Terminar platicando con Jesús o con su Madre la Santísima Virgen María acerca de
lo que hemos descubierto.
Dios está presente en nuestra vida. Los acontecimientos de la vida son un camino
natural para entrar en contacto con Dios. Es necesario buscar la presencia de Dios en
nuestra vida y descubrir qué es lo que Dios quiere de nosotros. Esta búsqueda y este
descubrimiento son ya una oración. Estar atentos a lo que Dios quiere de nuestra vida es
hacer oración y nos invita a colaborar con Él. De esta “mirada” sobre mi vida nacerá el
asombro, el agradecimiento, la admiración, el dolor, el pesar, etc. De esta manera
nuestra vida entera será una oración.
Contemplación:
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c. Dejar que Él te mire: Su mirada nos iluminará y empezaremos a ver las cosas como
Él las ve.
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La oración de un misionero
Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu
amor.
Envía tu Espíritu Creador. Y renueva la faz de la tierra.
Oh Dios, que has iluminado los corazones de tus hijos con la luz del Espíritu Santo;
haznos dóciles a sus inspiraciones para gustar siempre el bien y gozar de su consuelo.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Actos preparatorios
• Acto de fe:
Señor, creo que tu estás aquí, dentro de mí. No te veo, ni te oigo, ni te siento, pero
creo que sí estás realmente aquí. No hay ningún rincón de mi cuerpo o de mi alma
escondido para ti, pues Tú me penetras totalmente con la luz de tu inteligencia. Creo
todo lo que Tú me enseñas por medio de tu Palabra y por medio de la santa Iglesia
Católica.
• Acto de esperanza:
Confío en ti, Señor. Sé que miles de personas confían en otras cosas como dinero,
prestigio, posición social, sus propias cualidades.... Pero yo confío únicamente en ti.
Sé que nunca me vas a fallar y que siempre eres fiel. Espero en ti para la salvación
de mi alma y que me darás todo lo necesario para alcanzar la vida eterna.
• Acto de caridad:
Te amo, Señor, porque eres infinitamente amable. Quiero amarte con toda mi
inteligencia, con toda mi voluntad, con todo mi corazón y con todas mis fuerzas.
Quiero amarte como tú me amaste, con un amor hecho de esfuerzo y entrega. Te
ofrezco esta meditación como una manifestación de mi amor. Quédate conmigo
durante la meditación y durante toda mi jornada.
• Acto de humildad:
Me doy cuenta, Señor, que no soy nada. Soy lo que soy delante de ti. No soy más
porque los hombres me alaben, o menos porque me vituperen. Ayúdame a darme
cuenta de mi miseria física, moral y espiritual. Si produzco fruto en mi vida es porque
Tú me das tu gracia. Perdóname mis pecados, que son muchos. He traicionado tu
amor tantas veces...
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La oración de un misionero
• Acto de entrega:
Yo me consagro una vez más a ti, Señor. Aquí tienes mi boca para hablar las
palabras que Tú quieres que hable; tienes mis pies para llevarme a donde Tú quieres
que vaya; tienes mi mente para que piense lo que Tú deseas que piense. Te ofrezco
mi corazón para que Tú ames en mí a todos los hombres con los cuales me
encuentre hoy.
• Acto de gratitud:
Te agradezco, Señor, por haberme creado, por haberme llamado a la fe católica. Te
agradezco especialmente por todas las veces que me protegiste y no me dejaste
caer en pecado. Te agradezco, de antemano, el fruto que deseo sacar en esta
meditación.
1. El evangelio meditado
No hay nada oculto
Lucas 8, 16-18. Tiempo Ordinario. Mi conciencia, ¿es como una luz o debo
esconderla de los demás?
Lucas 8, 16-18. Tiempo Ordinario. Mi conciencia, ¿es como una luz o debo
esconderla de los demás?
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: Nadie enciende una lámpara y la cubre con
una vasija, o la pone debajo de un lecho, sino que la pone sobre un candelero, para que
los que entren vean la luz. Pues nada hay oculto que no quede manifiesto, y nada secreto
que no venga a ser conocido y descubierto. Mirad, pues, cómo oís; porque al que tenga,
se le dará; y al que no tenga, aun lo que crea tener se le quitará.
Reflexión
La sinceridad nos permite ir con la cabeza bien alta, en todo momento. El hombre
sincero es la persona de una sola pieza, sin dobleces, sin compartimentos secretos, sin
engaños.
Ser sincero no es nada fácil, porque es más sencillo adaptarse a las circunstancias
y poner buena cara a todos que mantenerse fiel a la palabra dada y a los principios
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adquiridos. Por ejemplo, el que está convencido de que la vida humana constituye un
valor supremo y que no puede ser negociada por ninguna ley ni ideología política puede
ser tachado de “conservador”, antiguo, etc. Etiquetas incómodas, desde luego. Pero,
¿con quién prefiere quedar bien? ¿Con unos hombres de ideas pasajeras, o con el Dios
eterno, creador de cuanto hay en el cielo y en la tierra, con el que le ha dado la vida y es
su Señor?
La sinceridad es una virtud que debe forjarse cada día, en cada momento. No se
consigue de una vez para siempre, sino que hay que renovarla en cada ocasión que se
presente. ¿Soy sincero en esta respuesta? ¿Soy coherente con mi fe ante esta situación?
Es preciso examinarse diariamente para ver cómo está nuestra conciencia. ¿Es como
una luz? ¿O debo esconderla de los demás, para que no descubran cómo soy? Porque
nada hay oculto que no quede manifiesto. Algún día se revelará la verdad y es mejor
estar preparado desde ahora.
¿Venceremos o vencimos?
En los momentos difíciles hay que aferrarse a la esperanza: la victoria llegará.
Hay cristianos que viven de modo heroico. En medio de un ambiente hostil, con una
extraña sensación de ser distintos, casi como fósiles de un pasado moribundo, mantienen
una fe ardiente y vigorosa. A pesar de críticas, incomprensiones, abandonos, traiciones.
En los momentos difíciles hay que aferrarse a la esperanza: la victoria llegará. Cristo
nos invita a no tener miedo, y no podemos dejar que triunfe la desesperanza.
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Ante las olas del ateísmo y del indiferentismo, ante las ideologías del poder o del
placer, hemos de tomar la mano de Cristo. Más aún, hemos de recordar que la victoria no
está por llegar, sino que ya ha llegado: fue el día de la Pascua. ¡Cristo está vivo! La
certeza cambia los horizontes, llena el corazón de energía, da paz ante la hora de la
prueba. Una certeza que enciende sonrisas en los mártires de los mil patíbulos del
planeta, que llena de estupor a los amigos del “progreso” y de la vida fácil.
Ya hemos vencido con Cristo. Aquí radica nuestra fe y nuestra certeza. Aquí
encontramos la fuente de nuestra alegría y de nuestra intrepidez. Aquí nace la energía
que nos permite, como Iglesia, testimoniar que el Amor es la última palabra de la historia,
la salvación más profunda que todos deseamos. “Nosotros hemos conocido el amor que
Dios nos tiene, y hemos creído en él” (1Jn 4,16).
DIÁLOGO
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La oración de un misionero
Dialoga la lectura anterior con el Padre, con Cristo, con la Virgen, para suscitar los
afectos que muevan a la voluntad a hacer unos propósitos prácticos que sean fruto de la
meditación.
1. ¿Qué me quiere decir el Señor a través de este pasaje evangélico, de estas líneas...?
Balance
4. ¿Me he preparado bien para la meditación? ¿Me he puesto antes en clima de oración?
Acción de gracias
Te doy gracias, Señor, por los buenos propósitos hechos y por las luces recibidas
durante esta meditación y te pido perdón por las distracciones o negligencias que he
tenido.
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La oración de un misionero
1. ¿Mi oración es un coloquio con Dios y una unión con Cristo y la Virgen?
Si
No
7. ¿Sé vencer la flojera, el cansancio, la falta de tiempo, los pretextos que yo mismo me
pongo?
Si
No
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La oración de un misionero
11. ¿Trato de profundizar en las frases en vez de conformarme con sólo leerlas?
Si
No
14. ¿Hago mi oración lleno de fe en Jesucristo para ir conociéndolo o amándolo cada vez
más?
Si
No
17. Unido a Cristo en la oración, ¿creo, espero y amo, por los que no creen, no esperan y
no aman?
Si
No
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Si
No
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