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La Estación Espacial Internacional llega a su fin y será estrellada

contra la Tierra
Aunque en principio estaría en funcionamiento hasta 2024, se plantea alargar su actividad hasta 2030 y, a
principios de 2031, estrellarla contra la Tierra

No suena especialmente tranquilizador eso de que, en 2031, podrían llover sobre nosotros 420 toneladas
de metal y plástico. Sin embargo, tenemos que entender que la Tierra es grande y las agencias espaciales
son muy precisas. La idea no es que la Estación Espacial Internacional se precipite de cualquier manera
sobre nosotros, sino que caiga de forma controlada hasta hundirse en un punto concreto al sur del Océano
Pacífico. La idea es que no pueda afectar a ciudades, personas o bosques y por eso el punto Nemo (que así
se llama), parece un lugar ideal. El hecho de que el susodicho punto sea el lugar más alejado de cualquier
costa permite establecer unos buenos márgenes de error en la caída para asegurarse de que, incluso si se
desvían un poco las piezas, no termine afectando a nadie. De hecho, no es la primera vez que se lleva a
cabo esta estrategia. Hemos estrellado tantos ingenios espaciales en el punto Nemo que allí podemos
encontrar un verdadero cementerio de naves espaciales, satélites, etc.

Ahora bien, no parece haber gran peligro para nosotros, pero cabría preguntarse qué impacto tiene hundir
toneladas de metales y plásticos en el océano, cuánto tiempo podríamos seguir haciéndolo y qué riesgos
indirectos estamos dispuestos a correr. En cualquier caso, ese tema excede en complejidad lo que este
artículo pretende tratar, que es el cada vez más cercano final de uno de los elementos más icónicos de la
exploración espacial. Una estación que orbita a 400 kilómetros sobre nuestras cabezas y que, desde que se
lanzó en 1998, ha acogido a astronautas de las más variadas nacionalidades, simbolizando una unión de
civilizaciones que tenemos pocas ocasiones de disfrutar. En ella se han realizado 3000 investigaciones que
requieren de la microgravedad: desarrollo de nuevos fármacos, cáncer, Alzheimer y por supuesto mucha
física. Ahora que se acerca su fin, es normal que nos preguntemos qué nos depara el futuro. ¿Habrá una
nueva Estación Espacial Internacional? ¿De quién será? ¿Cómo se gestionará? La respuesta parece estar en
las compañías privadas.

Mantener una casa

Todos hemos experimentado en mayor o menor grado los quebraderos de cabeza que conlleva mantener
una casa. No es solo pagar la hipoteca y limpiarla de tanto en cuando, supone estar gastando dinero para
sustituir muebles, electrodomésticos y, en definitiva, todo aquello en lo que el tiempo hace mella. Por
suerte, salvo que vivamos en una pequeña aldea entre montañas, solemos estar a un tiro de piedra de los
comercios que pueden proveernos de esos repuestos. Sin embargo, imagínate ahora que tu casa estuviera
orbitando a 400 kilómetros de la superficie terrestre. Hay formas de transportar esos recambios, pero todo
se vuelve extremadamente farragoso. No solo por la logística, sino por cuánto se encarece algo cuando
tienes que enviarlo al espacio. A esto debemos de sumar lo complejo que es reparar determinados daños
cuando nos rodea el abrumador vacío del espacio.

Pueden parecer comparaciones algo trasnochadas, pero la realidad es que no podemos remendar un
calcetín cada vez que se desgarra, llega un momento en que ha perdido su función y que en la balanza pesa
más abandonarlo que sustituir su último trozo de tela sana por el enésimo parche. Los ingenios espaciales
están hechos para aguantar mucho, tanto como puedan, pero a su vez necesitan ser tremendamente
precisos y funcionar como un reloj. Eso significa que, aunque podamos ir reparándolo, el alto coste de
estas reparaciones y el hecho de que nunca quedará como nuevo hace que pasado un tiempo deje de ser
rentable mantenerlos en funcionamiento. En definitiva, hay un momento en que la relación entre coste y
beneficios presenta al cambio como mejor opción que la reparación. Esa es la realidad inevitable que
empieza a vivir la Estación Espacial Internacional.

El sector privado

Está por ver si finalmente la NASA logra que el resto de las agencias implicadas aprueben alargar la vida de
la Estación Espacial Internacional hasta 2030, pero sea como fuere, parece que tiene claro qué ocurrirá
cuando llegue ese momento. Todo apunta a que el sector privado tomará el relevo, porque es más fácil
mantener una casa de alquiler que una que es enteramente nuestra. Algo parecido pasaría con estas
estaciones espaciales privadas. Empresas como Space X ya son una realidad en lo que se refiere al
transporte espacial, las agencias espaciales las contratan para poner en órbita carga o tripulación. Por
ahora, solo se plantea que suplan a estas estaciones de órbita baja. De hecho, la famosa compañía
aeroespacial Lockheed Martin ha proclamado que en tan solo 5 años piensa poner en órbita la primera
estación espacial privada.

Habrá que ver si unos cumplen con su ultimátum y otros con sus promesas, porque lo que está claro es que
en los próximos años habrá muchas noticias espaciales, de esas que nos implican directamente. Porque no
olvidemos lo que decíamos al principio, la cantidad de experimentos únicos que ha hospedado la Estación
Espacial Internacional son suficientes para haber cambiado un poco nuestro presente y, sobre todo, para
que sus semillas, cuando broten del todo, cambien por completo nuestro futuro.

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