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PROGRAMA No.

1155

MIQUEAS

Capítulo 4:6 - 13

Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro viaje por el libro del profeta Miqueas. Y volvemos a
este maravilloso capítulo 4, y vamos a comenzar nuestro estudio a partir del versículo 6. Hemos
podido apreciar en este capítulo 4 que el tema ha cambiado. Ha pasado de las tinieblas de la
noche a la luz del día. Pasarán una o dos nubes bajo el sol en esta sección, pero en su mayor parte
será tan brillante como la luz del mediodía. Aquí tenemos, en realidad, una gran profecía del reino
milenario. Y el cuadro que se nos da aquí es del día cuando Dios hará que ellos regresen a la
tierra prometida. Miqueas va a presentar esto de una manera muy clara en esta sección que
comienza aquí con el versículo 6. Y hasta este punto llegamos en nuestro programa anterior.

Leamos entonces, este versículo 6; dice: En aquel día. Y aquí volvemos a tener esta otra
referencia a los postreros días: El día de Jehová. Eso lo pudimos apreciar allá en el libro de
Oseas. Vimos que el primero de los profetas que escribieron, así como todos los demás profetas
mayores, utilizaron ese término. “El día de Jehová” es un término específico y comienza con la
Gran Tribulación, con la noche. De la misma manera en que este libro comenzó con la oscuridad
o tinieblas del juicio. Y luego avanza hacia la luz de un nuevo día. Ese día milenario que
amanecerá sobre esta tierra. Leamos una vez más el versículo 6:

6a
En aquel día, dice Jehová, juntaré la que cojea, (Miq. 4:6a)

Ahora, ¿quién es esa, quién es la que cojea? Bueno, es la nación de Israel. Y continúa en el
mismo versículo 6:

6b
y recogeré la descarriada, y a la que afligí; (Miq. 4:6b)

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Parecería como si Dios tomara la responsabilidad, o digamos, que él se echa la culpa por lo
que ha sucedido a la nación de Israel.

Un Pastor estaba conversando en una ocasión con un judío que había escapado de la
persecución nazi. Este hombre había escapado de la muerte, aunque le había tocado estar en un
campo de concentración. Y este hombre se había convertido en un ateo, y se preguntaba: ¿Dónde
estaba nuestro Dios? Y también decía: ¿Por qué no nos ayudó durante ese tiempo de dificultad?
¿Por qué no nos libró? Y el Pastor le respondió: “Bueno, para decir verdad, creo que Él estaba
por allí. Quizá a usted le guste acusarle por lo que le ha sucedido”. Y este hombre le respondió:
“Por cierto que lo hago. Si existe un Dios, Él tendría que haber respondido”. Y el Pastor le dijo:
“No, señor, ustedes ya han tenido la oportunidad y mucho antes que nosotros. Porque cuando
ustedes tuvieron un conocimiento del Dios vivo y verdadero de todas las naciones, nuestra propia
gente, nuestros antepasados eran paganos, algunos vivían en tribus. Esta gente era ignorante,
atea, cuando ustedes ya tenían la luz. Algunos de ustedes llevaron esa luz a nuestro propio
pueblo, en aquellos días, por lo cual estamos muy agradecidos”. Y el Pastor continuó diciendo:
“En uno de sus propios libros, Dios presenta esto de una manera muy clara, y Él no sólo presentó
esto en un libro, sino que lo presentó de una manera muy clara con mucho énfasis, diciendo: Yo
he afligido a Israel. Usted puede acusar a Dios en ese sentido; pero si usted lo lee todo, descubrirá
no sólo que se le puede acusar a Él, sino que Él también dice: Aún no he terminado con ustedes.
Él tiene el propósito de juntarlos otra vez. Y para entonces ustedes ya habrán aprendido la
lección. Aparentemente, no la han aprendido todavía, que ustedes no pueden volver la espalda al
Dios vivo y verdadero, especialmente con el conocimiento que ustedes tienen, sin ser castigados.
Este es el universo de Dios, y ustedes tienen conocimiento de esto, pero ustedes rechazan ese
conocimiento”.

Y por supuesto, esa es la posición y la condición en que muchas naciones se encuentran en el


presente. Y eso es lo que nos alarma, la ignorancia de la Palabra de Dios en el presente, y no sólo
la ignorancia, sino la indiferencia hacia la Palabra de Dios. Y también la burla y la liviandad con
que se toma la Palabra de Dios. A veces uno escucha que algún cómico sale diciendo: “El diablo
me hizo hacerlo”. Y no es así. Eso ocurrió porque usted tiene una vieja naturaleza que es tan

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mala, y tan alienada y tan alejada de Dios como pueda estar. Así es que, no le eche la culpa al
diablo por la clase de persona que usted es. Es porque usted tiene esa vieja naturaleza, esa es la
razón.

Y luego, otros dicen: “Te voy a acusar ante Dios”. Usted no podrá acusar a nadie ante Dios,
amigo oyente. No es necesario que usted le diga nada a Dios en cuanto al pecado de otra
persona. Él ya lo sabe. Él conoce su pecado hoy. No podemos tomar a Dios livianamente y
rechazarle. Dios dice: “Yo os he afligido”. Y Dios toma la responsabilidad por esto. Y Él no
tiene por qué pedir perdón o tratar de explicarlo. Creemos que Él lo hizo y esto debería ser una
advertencia para nosotros en nuestras naciones. Luego él dice aquí en el versículo 7 de este
capítulo 4 de Miqueas:

7a
y pondré a la coja como remanente, (Miq. 4:7a)

Permítanos dedicar algo de tiempo a esta palabra remanente. Después de todo, a través de
los largos años de la historia de la nación de Israel, está nación nunca adoró un ciento por ciento a
Dios. Tenemos nuestras dudas de que aun en el tiempo de mayor apogeo, que uno pudiera decir
que un ciento por ciento de los miembros de esta nación, se habían vuelto hacia Dios. Siempre
había un remanente. Siempre ha guardado un remanente. Fue en realidad un remanente el que
entró a la tierra de los que habían salido de Egipto. Las generaciones que salieron de Egipto no
entraron a la tierra prometida, sino que fueron sus hijos quienes lo hicieron. Siempre era ese
remanente el que Dios salvaba.

Aún ocurrió eso en los días de Elías. Elías era muy pesimista. Él dijo: . . . y sólo yo he
quedado. (1 Reyes 19:10) Sin embargo, Dios tuvo que responderle: Y yo haré que queden en
Israel siete mil, cuyas rodillas no se doblaron ante Baal, y cuyas bocas no lo besaron. (1 Reyes
19:18) Estos estaban huyendo de Acab y Jezabel, tenemos que decir eso. Y Elías no sabía en
cuanto a ellos. Y pensamos que dos cosas ocurren hoy. Pensamos que hoy, hay muchos más
creyentes de lo que nos imaginamos. Porque creemos que aquellos, como estos siete mil, son
personas que escuchan nuestro programa pero nunca nos escriben. Alguien ha dicho que
solamente uno de cada diez mil oyentes, escribe una carta a un programa radial. Se nos ha dicho
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que quizá nuestro programa tenga un promedio un poco mejor que eso, pero no mucho más. Uno
de cada diez mil. No sabemos nada en cuanto a ellos. Debemos decir eso. No recibimos ninguna
comunicación de parte de ellos. Y Elías, en este sentido, tampoco había oído de esos siete mil.
Ellos no le habían estado escribiendo para animarle a que se mantuviera firme por Dios. Pero
Dios tenía un remanente. Él siempre ha tenido un remanente. Y había unos cuántos allí a la
venida de Cristo. No debemos decir que la nación de Israel rechazó a Cristo, porque no fue así.
Había un pequeño remanente que sí le recibió. En el día de Pentecostés hubo una gran compañía
que se volvió a Cristo. Pero siempre ha habido un remanente. Y creemos que eso ocurre en la
iglesia hoy.

Ahora, queremos ser más específicos. Nosotros hemos dicho que creemos que hay más
creyentes hoy, que los que uno piensa que hay. Por ejemplo, sabemos de varios que no son
miembros de una iglesia. Y se sienten resentidos en cuanto a la iglesia local. No se unen a ella.
Pero pensamos que son creyentes. Y pensamos que en una iglesia hoy, solamente hay un
remanente, de la totalidad de los creyentes. Y creemos que nos sorprenderíamos si supiéramos
cuán pocos son los miembros de las iglesias, que son activos en los círculos cristianos, que son
realmente creyentes genuinos. Y puede ser que nos encontremos en un período en el presente,
que va a traer la persecución, o como dijo el escritor de la epístola a los Hebreos: Porque el
Señor al que ama disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. (Hebreos 12:6) Él va a
disciplinarlo, lo va a probar.

Ahora, si usted cree que tiene algún metal en usted y que eso es oro, entonces, puede llevarlo
a la oficina del que aquilata los metales. Amigo oyente, él va a aplicarle mucho calor para
descubrir si usted verdaderamente tiene oro o no. Y Dios hace eso a aquellos que son Suyos.
Nosotros pensamos que de todos los miembros de las iglesias, en el presente, hay muchos que son
falsos, muchos que se han hecho pasar por santos en el presente. Estos no son genuinos, de
ninguna manera. Ellos no han nacido de nuevo, como vimos allá en la Primera Epístola del
Apóstol Juan. Allí se presenta una verdadera prueba. Uno puede hacerles la prueba del ácido,
para determinar si son o no son hijos de Dios.

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Dios, pues, tiene un remanente. Y hay un remanente en la nación de Israel hoy; y pensamos
que hay más creyentes en la nación de Israel, que lo que nos podemos imaginar. Pero quizá usted
no se entere de esto. Creemos que eso es lo que está sucediendo en muchos lugares. Opinamos
que una de las cosas que está evitando que mucha gente se una a las iglesias, son las acciones de
algunos de los miembros de ellas. Creemos que es necesario que tengamos mucho cuidado, como
miembros de una iglesia, de no cerrarle la puerta a algunos, en el mismo instante en que estamos
tratando de demostrar lo evangelísticos que somos; ya que de esa manera estamos cerrándole la
puerta a muchos creyentes. Ahora, esta palabra remanente es una palabra muy importante en las
Sagradas Escrituras, y esperamos que usted no pase demasiado rápido sobre ella. El versículo 7
de este capítulo 4 de Miqueas, nos dice:

7
y pondré a la coja como remanente, y a la descarriada como nación robusta; y Jehová
reinará sobre ellos en el monte de Sion desde ahora y para siempre. (Miq. 4:7)

Eso no ha sucedido aún. Como podemos apreciar, esta profecía no ha sido cumplida. Luego,
en el versículo 8 de este capítulo 4 de Miqueas, leemos:

8
Y tú, oh torre del rebaño, fortaleza de la hija de Sion, hasta ti vendrá el señorío
primero, el reino de la hija de Jerusalén. (Miq. 4:8)

Ese reino todavía no ha venido. Si ellos están allí de regreso en el día de hoy, no están allí por
el reino. Ellos no están allí por el período de la Gran Tribulación. Ahora, aquí tenemos una nube
que oscurece la luz del sol en este pasaje, y tenemos aquí lo que muchos creen es una cautividad
Babilónica. Hay otros que creen que la cautividad que se menciona, es la de Egipto. Y aún hay
otros que piensan que esto tiene que ver con algo que aún está en el futuro, y no ha sido
cumplido. Bien, nosotros pensamos que esta es una profecía específica. Por tanto, tenemos que
observarla. Leamos el versículo 9:

9
Ahora, ¿por qué gritas tanto? ¿No hay rey en ti? ¿Pereció tu consejero, que te ha
tomado dolor como de mujer de parto? (Miq. 4:9)

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Esto para nosotros es definitivamente un cuadro de la cautividad Babilónica, y Miqueas aclara
lo deja en claro en el siguiente versículo, y creemos que debemos leerlo también, el versículo 10:

10
Duélete y gime, hija de Sion, como mujer que está de parto; porque ahora saldrás de
la ciudad y morarás en el campo, y llegarás hasta Babilonia; allí serás librada, allí te
redimirá Jehová de la mano de tus enemigos. (Miq. 4:10)

Ahora, nosotros pensamos que es demasiado específico esto aquí, para referirse a cualquier
otra cosa que no sea la cautividad en Babilonia, que se aproximaba contra el reino del sur. Él la
llama hija de Sion. Esto lo presenta claramente como el reino del sur. Pero lo que nos interesa
aquí es la terminología utilizada. Se presenta aquí esta expresión: “Te ha tomado dolor como
mujer de parto”. No podemos hablar de esto como experiencia propia. La mitad de la familia
humana no sabe lo que es pasar por estos dolores. Es decir, la de tener dolores de parto. Sólo la
hembra de las especies conoce en cuanto a esto. Todo lo que yo puedo saber es por la
experiencia que ha pasado mi propia esposa, y por lo que me dicen los demás. Que estos dolores
son algo terrible. Y esto es algo que en realidad una persona no puede aguantar por mucho
tiempo. Tiene que ser algo temporal. No puede durar para siempre. Ahora, esa es la razón por
la cual el período de la Gran Tribulación es una experiencia breve. Esta es una de las figuras
retóricas que se utilizan en cuanto a aquello que vendrá en el futuro. La cautividad Babilónica
presenta un pequeño bosquejo de esto. Es como un pequeño cuadro de lo que vendrá sobre la
tierra, y la cautividad Babilónica es una advertencia.

Dios ha presentado muchas ilustraciones a través de Su Palabra, en cuanto a los eventos


futuros. Estos son eventos históricos que tienen un mensaje. Y Dios presenta esto por medio de
la historia, para que nosotros vengamos y captemos el mensaje que Él está dando. Y el cuadro
aquí es aquel cuando Nabucodonosor se apoderó de Jerusalén, y éste en realidad, llegó tres veces
a la ciudad y finalmente la arrasó, la quemó, destruyó el área del templo, y no dejó piedra sobre
piedra, sino que dejó todo en completa ruina. Así es que, todo esto se describe aquí como los
dolores que sufre una mujer de parto. Esto tiene que ser un período breve, de otra manera, la
nación no va a existir. No puede continuar para siempre porque no podría soportarlo. Sería

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demasiado horrible. Serí terrible. Y esa es la razón por la cual el período de la Gran Tribulación
tiene que ser un período breve.

El Señor Jesucristo expresó eso de una manera muy clara allá en el evangelio según San
Mateo, capítulo 4, versículo 22, Él dijo: Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería
salvo. Ninguno podría soportar eso. Pero Él dice que ya que esos días serán acortados,
entonces, habrá aquellos que van a poder pasar ese período. Y nuevamente tenemos un
remanente de 144.000 que han sido sellados al principio de la tribulación. Los podemos ver al
final de la Gran Tribulación, allá en el monte Sion. Ellos pasaron a través de todo esto. Todos
ellos pasaron por eso. Y no sólo tenía Él cien ovejas, y una se perdió y quedó con noventa y
nueve, sino que comenzó con ciento cuarenta y cuatro mil, y llegó al final con ciento cuarenta y
cuatro mil, y no con ciento cuarenta y tres mil novecientos noventa y nueve. De paso, diremos
que esto es algo que nos da mucho ánimo.

Luego Miqueas pasa a otra sección. A causa de esto, él sigue avanzando y comienza a hablar
ahora de aquello que vendrá en el futuro lejano. Y eso es por supuesto el tiempo de la Gran
Tribulación. Eso se relacionará específicamente con la última guerra, no la batalla de Armagedón,
sino la guerra de Armagedón. Leamos el versículo 11 de este capítulo 4 de Miqueas:

11
Pero ahora se han juntado muchas naciones contra ti, y dicen: Sea profanada, y
vean nuestros ojos su deseo en Sion. (Miq. 4:11)

Y Él se aparta inmediatamente de los babilonios porque aquí hay muchas naciones que se
presentan contra la nación de Israel. Y la otra era nada más que Babilonia. Babilonia solamente
se menciona. Así es que, tenemos aquí algo diferente. Luego, en el versículo 12 dice:

12
Mas ellos no conocieron los pensamientos de Jehová, ni entendieron su consejo; por
lo cual los juntó como gavillas en la era. (Miq. 4:12)

Ellos se están presentando contra el pueblo de Dios. Entonces llevan a cabo este sitio mundial
contra Jerusalén. Esto hace que Jerusalén llegue a ser el punto central del mundo, o sea, hacia

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donde se vuelca toda la atención mundial en esos días. Y eso se menciona en otra parte de las
Escrituras también, allá en Joel capítulo 3. Y no hemos llegado aún a Zacarías, pero también allí
lo veremos. Se menciona así mismo en Ezequiel, capítulos 38 y 39. Así es que, las naciones del
mundo bajarán contra este pueblo. Esto es en la época de la Gran Tribulación, y durante la guerra
de Armagedón. Y ellos no saben lo que Dios va a hacer. Ellos están avanzando ciegamente hacia
el juicio, no dándose cuenta de esto. Ahora, el versículo 13 dice, el versículo final de este
capítulo 4 de Miqueas, dice:

13
Levántate y trilla, hija de Sion, porque haré tu cuerno como de hierro, y tus uñas de
bronce, y desmenuzarás a muchos pueblos; y consagrarás a Jehová su botín, y sus
riquezas al Señor de toda la tierra. (Miq. 5:13)

Y esto hará que esa guerra de los seis días parezca realmente nada. Después de todo, ellos no
salieron muy bien parados en la última. Pero en aquel día Dios les capacitará para que se
defiendan por sí mismos. Hoy son una nación débil, dependen absolutamente de otras naciones.
Pero en aquel día, van a depender del mismo Señor. Y usted recuerda lo que dijo el profeta:
“Nuestra ayuda no viene del norte, o sea, no viene de esa gran potencia del norte o del sur, no
viene de Egipto, ni del oeste, no viene de Europa o de los Estados Unidos, ni del este, de China o
de los países árabes, sino que nuestra ayuda viene del Señor, el Creador de los cielos y la tierra”.
Y esto mira hacia el futuro, hacia aquel día y hacia aquella hora de la guerra que concluye el
período de la Gran Tribulación, la guerra de Armagedón. Y con esto, amigo oyente, concluimos
el capítulo 4 de Miqueas. En nuestro próximo programa, comenzaremos nuestro estudio del
capítulo 5.

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