Tema: Bezaleel construyó el arca o cofre, su tapa o
propiciatorio, la mesa de los panes de la presencia, el candelabro y el altar del incienso; la unción del aceite y el incienso puro. Observaciones Todos los Temas tratados en este capítulo ya han sido comentados en los capítulos previos de este libro del Éxodo. Para no repetir los pasajes bíblicos que ya han sido citados en los capítulos anteriores, resumiré algunos de los puntos culminantes y los detalles que considero de mayor importancia. En primer lugar, hablaremos algo de El plano del tabernáculo Los dos elementos del mobiliario en el patio exterior eran el altar de bronce y la pila. Cuando uno entraba al Lugar Santo, había tres muebles; el candelero de oro, la mesa del pan de la presencia, y el altar del incienso. En el Lugar Santísimo se encontraba el cofre o arca del pacto y su tapa, el llamado propiciatorio. Había tres compartimentos en la tienda de reunión. Y había tres entradas al tabernáculo. (1) Había una entrada a través del cerco de lino que rodeaba al tabernáculo propiamente dicho. (2) Había otra entrada que conducía al Lugar Santo. Y (3), la tercera entrada llevaba al Lugar Santísimo, donde solamente entraba el sumo sacerdote una vez al año en el gran Día de la Expiación (como veremos en el libro de Levítico) y rociaba sangre sobre el propiciatorio o tapa del arca, convirtiéndolo en un lugar donde actuaba la gracia de Dios. Los muebles para el tabernáculo Había 7 muebles colocados de tal manera que ofrecían un hermoso aspecto, El altar de bronce ilustraba la cruz de Cristo, donde recibimos el perdón de nuestros pecados. La pila de agua simbolizaba el hecho de que Cristo lava y limpia a los suyos. La pila es el lugar donde, figurativamente hablando, confesamos nuestros pecados, y recibimos perdón y limpieza. El Lugar Santo era el sitio de la adoración. En él, el candelero de oro era una figura de Cristo, que es la luz del mundo. La mesa del pan de la presencia simbolizaba a Cristo como el Pan de Vida, del cual nos alimentamos espiritualmente, El altar del incienso era el lugar de la adoración. Nos habla de la realidad de que Cristo es nuestro intercesor. En la carta a los Hebreos, el altar del incienso fue visto como colocado en el Lugar Santísimo (en vez de en el Lugar Santo) porque nuestro intercesor, que es Cristo, está actualmente en el cielo. Pero el altar del incienso estaba fuera, en el Lugar Santo, donde tú y yo podemos acudir hoy. Cuando los creyentes quieren adorar a Dios, van al Lugar Santo. Allí tienen lugar acciones o actitudes que tienen que ver con la adoración, como confesión, alabanza, expresiones de gratitud, intercesión y peticiones. Y todo esto está situado en el Lugar Santo. Si uno quiere ver la luz que el mundo provee, sale fuera, pero si uno desea contemplar la luz del candelero, tiene que entrar en aquel lugar. Para servir a Cristo uno no puede vivir según la sabiduría del mundo sino a la luz de la Palabra de Dios. El Lugar Santísimo simboliza a Cristo, en la presencia de Dios. En el libro de los Hebreos se nos dice que nos acerquemos al trono de la gracia, que es ilustrado por la tapa del arca de la alianza, es decir el propiciatorio. Allí es donde encontramos gracia y misericordia para recibir y dar ayuda en tiempo de necesidad. Hay, pues, un propiciatorio para los creyentes en el cielo. Cuando Cristo vino a esta tierra, no solo hizo realidad la antigua realidad y figura del tabernáculo. Hizo algo bastante excepcional. El tabernáculo del desierto estaba siempre en un plano horizontal con respecto a la tierra, colocado en su superficie plana, con sus columnas y tablas encajadas en las bases situadas por debajo. Pero cuando Cristo vino al mundo para pagar el precio por nuestros pecados, fue como si hubiera orientado aquella tienda hacia una posición perpendicular. La cruz fue el altar de bronce donde el Cordero de Dios fue ofrecido por nuestros pecados; aquí abajo, en esta tierra, El murió para salvarnos. Pero regresó al cielo donde vive en la actualidad para guardar nuestra salvación. El Lugar Santísimo se encuentra hoy en el cielo. Nosotros no nos dirigimos horizontalmente a Dios, acudiendo a un edificio o a una persona que está en la tierra, sino que miramos hacia el cielo y nos dirigimos directamente a El, por medio de Jesucristo. Como bien dice el apóstol Pablo en su primera carta a Timoteo 2:5, Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús hombre. Y ya con los pensamientos concentrados en la realidad de nuestra situación actual, estimado oyente, cabe formularte una pregunta. Figurativamente hablando, y teniendo en cuenta todo lo que hemos considerado sobre aquella tienda en el desierto y su mensaje simbólico para todos los tiempos, ¿dónde te encuentras tú ahora, y en qué lugar, en relación al tabernáculo? ¿Necesitas ir a colocarte ante el altar de bronce, aquel símbolo elocuente de la cruz, para recibir la salvación? Hay muchas personas, incluso hombres y mujeres que exteriormente profesan ser miembros de alguna iglesia, que necesitarían acudir a aquel altar de bronce, donde Jesús derramó su sangre por ellas y por ti. Quizás has contemplado el altar desde lejos, considerando su lugar y significado en la historia y en la tradición; posiblemente hasta puedes haberlo admirado. Pero no te has acercado a aquella cruz con fe, aceptando la obra de Cristo, el Cordero de Dios a favor tuyo y que murió allí en lugar tuyo. Pero también es posible que ése no sea tu caso, sino otro bien diferente. ¿No serás tu un cristiano que se ha manchado, adquiriendo impurezas al transitar por el camino de la vida, y que necesita confesar sus pecados en aquella pila de agua, para ser limpiado? Esas impurezas constituyen un estorbo en tu relación con Dios; simplemente, no estás disfrutando de tu vida cristiana, ni de la vida misma. Este estado de ánimo puede, incluso, mantenerte en una actitud de descontento contigo mismo, que se refleja en una relación inestable con tus seres queridos o con tus amigos. Y cuando acudes a Dios en oración, resulta que tienes la fuerte sensación de que El no te escucha, ni contesta tus oraciones. Y es que necesitas, además, acercarte al altar del incienso, símbolo de la oración. Y aquella pila de agua, había sido fabricada en bronce pulido, que brillaba como un espejo. Era una gran ilustración de la Palabra de Dios, que es como un espejo y al contemplarnos en él, nos revela nuestra impureza. Y el agua pura es la Palabra misma de Dios, que hoy nos limpia y purifica, cuando nos acercamos a ella reconociendo y confesando nuestro pecado. Hasta puede que hayas perdido el interés o el apetito por alimentarte de la lectura y estudio de la Biblia, con lo cual tu vida espiritual permanece estancada y en estado de anemia, porque necesitas nutrirte del Pan de Vida, que es Jesucristo, para recibir renovadas fuerzas, indispensables para tu crecimiento interior y para hacer frente a las luchas y presiones de la vida. También podría ser que tu caso sea totalmente diferente y tengas la sensación de estar caminando en la oscuridad. La oscuridad no permite ver dónde nos encontramos ni el camino a seguir. Nos puede llegar a un estado de gran confusión, que es la situación que experimentan muchas personas hoy en día. Hay aparentemente tantas versiones sobre la verdad, tantas religiones, tantas sectas, que es posible que hayas adoptado la actitud de distanciarte de todo lo que lleve el nombre de alguna religión o creencia, porque las contradicciones que has observado en los seres humanos que las profesan no te han inspirado confianza. En este caso, necesitas, además, acercarte a aquel candelero de oro, cuyas lámparas emitían luz. Las luces de aquel hermoso candelero de oro ya se habrán ido apagando con el correr de los siglos, pero aquella luz señalaba a Jesucristo, que es la Luz del mundo. De El habló el evangelista Juan en su libro 8:12, citando a Jesús en una importante declaración, que se aplica a la oscuridad y confusión de muchos seres humanos. Jesús les habló otra vez, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. Aquí se dice que "Jesús les habló otra vez" ¿Será ésta una verdad olvidada por la frágil memoria humana y que, también en nuestra época, necesita ser repetida una vez más en este momento de la historia? Hay muchas personas que realmente necesitan orientarse con esa luz que no se ha apagado y que señala, de manera única y clara, el camino hacia Dios, que es El mismo Jesucristo. Es por ese motivo que estamos recorriendo aquella tienda de reunión que, como santuario transportable usaron los israelitas en su marcha por el desierto. Antes y después de ella, surgieron líderes, dirigentes, príncipes y reyes, que detentaron el poder humano. La historia se ha encargado de que, paulatinamente, vayan pasando al olvido. Pero aquella tienda, aquel tabernáculo señalaba a Cristo Jesús. Acabamos de exponer varias situaciones humanas. Posiblemente tú te encuentres viviendo alguna de esas experiencias. Por ello, no solo aquella antigua y ya inexistente tienda de reunión, sino la totalidad de las Sagradas Escrituras, señalan a Jesucristo, quien se definió a sí mismo, con estas palabras. Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. El camino para llegar a Dios.