Está en la página 1de 5

Exodo 37

Tema: Bezaleel construyó el arca o cofre, su tapa o


propiciatorio, la mesa de los panes de la presencia, el
candelabro y el altar del incienso; la unción del aceite y el
incienso puro.
Observaciones
Todos los Temas tratados en este capítulo ya han sido
comentados en los capítulos previos de este libro del Éxodo.
Para no repetir los pasajes bíblicos que ya han sido citados en
los capítulos anteriores, resumiré algunos de los puntos
culminantes y los detalles que considero de mayor
importancia.
En primer lugar, hablaremos algo de
El plano del tabernáculo
Los dos elementos del mobiliario en el patio exterior eran el
altar de bronce y la pila. Cuando uno entraba al Lugar Santo,
había tres muebles; el candelero de oro, la mesa del pan de
la presencia, y el altar del incienso. En el Lugar Santísimo se
encontraba el cofre o arca del pacto y su tapa, el llamado
propiciatorio.
Había tres compartimentos en la tienda de reunión. Y había
tres entradas al tabernáculo. (1) Había una entrada a través
del cerco de lino que rodeaba al tabernáculo propiamente
dicho. (2) Había otra entrada que conducía al Lugar Santo. Y
(3), la tercera entrada llevaba al Lugar Santísimo, donde
solamente entraba el sumo sacerdote una vez al año en el
gran Día de la Expiación (como veremos en el libro de
Levítico) y rociaba sangre sobre el propiciatorio o tapa del
arca, convirtiéndolo en un lugar donde actuaba la gracia de
Dios.
Los muebles para el tabernáculo
Había 7 muebles colocados de tal manera que ofrecían un
hermoso aspecto, El altar de bronce ilustraba la cruz de
Cristo, donde recibimos el perdón de nuestros pecados. La
pila de agua simbolizaba el hecho de que Cristo lava y limpia
a los suyos. La pila es el lugar donde, figurativamente
hablando, confesamos nuestros pecados, y recibimos perdón
y limpieza.
El Lugar Santo era el sitio de la adoración. En él, el candelero
de oro era una figura de Cristo, que es la luz del mundo. La
mesa del pan de la presencia simbolizaba a Cristo como el
Pan de Vida, del cual nos alimentamos espiritualmente, El
altar del incienso era el lugar de la adoración. Nos habla de la
realidad de que Cristo es nuestro intercesor. En la carta a los
Hebreos, el altar del incienso fue visto como colocado en el
Lugar Santísimo (en vez de en el Lugar Santo) porque
nuestro intercesor, que es Cristo, está actualmente en el
cielo. Pero el altar del incienso estaba fuera, en el Lugar
Santo, donde tú y yo podemos acudir hoy. Cuando los
creyentes quieren adorar a Dios, van al Lugar Santo. Allí
tienen lugar acciones o actitudes que tienen que ver con la
adoración, como confesión, alabanza, expresiones de
gratitud, intercesión y peticiones. Y todo esto está situado en
el Lugar Santo. Si uno quiere ver la luz que el mundo provee,
sale fuera, pero si uno desea contemplar la luz del candelero,
tiene que entrar en aquel lugar. Para servir a Cristo uno no
puede vivir según la sabiduría del mundo sino a la luz de la
Palabra de Dios.
El Lugar Santísimo simboliza a Cristo, en la presencia de Dios.
En el libro de los Hebreos se nos dice que nos acerquemos al
trono de la gracia, que es ilustrado por la tapa del arca de la
alianza, es decir el propiciatorio. Allí es donde encontramos
gracia y misericordia para recibir y dar ayuda en tiempo de
necesidad. Hay, pues, un propiciatorio para los creyentes en
el cielo.
Cuando Cristo vino a esta tierra, no solo hizo realidad la
antigua realidad y figura del tabernáculo. Hizo algo bastante
excepcional. El tabernáculo del desierto estaba siempre en un
plano horizontal con respecto a la tierra, colocado en su
superficie plana, con sus columnas y tablas encajadas en las
bases situadas por debajo. Pero cuando Cristo vino al mundo
para pagar el precio por nuestros pecados, fue como si
hubiera orientado aquella tienda hacia una posición
perpendicular. La cruz fue el altar de bronce donde el Cordero
de Dios fue ofrecido por nuestros pecados; aquí abajo, en
esta tierra, El murió para salvarnos. Pero regresó al cielo
donde vive en la actualidad para guardar nuestra salvación. El
Lugar Santísimo se encuentra hoy en el cielo. Nosotros no nos
dirigimos horizontalmente a Dios, acudiendo a un edificio o a
una persona que está en la tierra, sino que miramos hacia el
cielo y nos dirigimos directamente a El, por medio de
Jesucristo. Como bien dice el apóstol Pablo en su primera
carta a Timoteo 2:5, Porque hay un solo Dios, y también un
solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús hombre.
Y ya con los pensamientos concentrados en la realidad de
nuestra situación actual, estimado oyente, cabe formularte
una pregunta. Figurativamente hablando, y teniendo en
cuenta todo lo que hemos considerado sobre aquella tienda
en el desierto y su mensaje simbólico para todos los tiempos,
¿dónde te encuentras tú ahora, y en qué lugar, en relación al
tabernáculo? ¿Necesitas ir a colocarte ante el altar de bronce,
aquel símbolo elocuente de la cruz, para recibir la salvación?
Hay muchas personas, incluso hombres y mujeres que
exteriormente profesan ser miembros de alguna iglesia, que
necesitarían acudir a aquel altar de bronce, donde Jesús
derramó su sangre por ellas y por ti. Quizás has contemplado
el altar desde lejos, considerando su lugar y significado en la
historia y en la tradición; posiblemente hasta puedes haberlo
admirado. Pero no te has acercado a aquella cruz con fe,
aceptando la obra de Cristo, el Cordero de Dios a favor tuyo y
que murió allí en lugar tuyo. Pero también es posible que ése
no sea tu caso, sino otro bien diferente. ¿No serás tu un
cristiano que se ha manchado, adquiriendo impurezas al
transitar por el camino de la vida, y que necesita confesar sus
pecados en aquella pila de agua, para ser limpiado? Esas
impurezas constituyen un estorbo en tu relación con Dios;
simplemente, no estás disfrutando de tu vida cristiana, ni de
la vida misma. Este estado de ánimo puede, incluso,
mantenerte en una actitud de descontento contigo mismo,
que se refleja en una relación inestable con tus seres queridos
o con tus amigos. Y cuando acudes a Dios en oración, resulta
que tienes la fuerte sensación de que El no te escucha, ni
contesta tus oraciones. Y es que necesitas, además, acercarte
al altar del incienso, símbolo de la oración. Y aquella pila de
agua, había sido fabricada en bronce pulido, que brillaba
como un espejo. Era una gran ilustración de la Palabra de
Dios, que es como un espejo y al contemplarnos en él, nos
revela nuestra impureza. Y el agua pura es la Palabra misma
de Dios, que hoy nos limpia y purifica, cuando nos acercamos
a ella reconociendo y confesando nuestro pecado. Hasta
puede que hayas perdido el interés o el apetito por
alimentarte de la lectura y estudio de la Biblia, con lo cual tu
vida espiritual permanece estancada y en estado de anemia,
porque necesitas nutrirte del Pan de Vida, que es Jesucristo,
para recibir renovadas fuerzas, indispensables para tu
crecimiento interior y para hacer frente a las luchas y
presiones de la vida. También podría ser que tu caso sea
totalmente diferente y tengas la sensación de estar
caminando en la oscuridad. La oscuridad no permite ver
dónde nos encontramos ni el camino a seguir. Nos puede
llegar a un estado de gran confusión, que es la situación que
experimentan muchas personas hoy en día. Hay
aparentemente tantas versiones sobre la verdad, tantas
religiones, tantas sectas, que es posible que hayas adoptado
la actitud de distanciarte de todo lo que lleve el nombre de
alguna religión o creencia, porque las contradicciones que has
observado en los seres humanos que las profesan no te han
inspirado confianza. En este caso, necesitas, además,
acercarte a aquel candelero de oro, cuyas lámparas emitían
luz. Las luces de aquel hermoso candelero de oro ya se
habrán ido apagando con el correr de los siglos, pero aquella
luz señalaba a Jesucristo, que es la Luz del mundo. De El
habló el evangelista Juan en su libro 8:12, citando a Jesús en
una importante declaración, que se aplica a la oscuridad y
confusión de muchos seres humanos. Jesús les habló otra
vez, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no
andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. Aquí se
dice que "Jesús les habló otra vez" ¿Será ésta una verdad
olvidada por la frágil memoria humana y que, también en
nuestra época, necesita ser repetida una vez más en este
momento de la historia? Hay muchas personas que realmente
necesitan orientarse con esa luz que no se ha apagado y que
señala, de manera única y clara, el camino hacia Dios, que es
El mismo Jesucristo.
Es por ese motivo que estamos recorriendo aquella tienda de
reunión que, como santuario transportable usaron los
israelitas en su marcha por el desierto. Antes y después de
ella, surgieron líderes, dirigentes, príncipes y reyes, que
detentaron el poder humano. La historia se ha encargado de
que, paulatinamente, vayan pasando al olvido. Pero aquella
tienda, aquel tabernáculo señalaba a Cristo Jesús.
Acabamos de exponer varias situaciones humanas.
Posiblemente tú te encuentres viviendo alguna de esas
experiencias. Por ello, no solo aquella antigua y ya inexistente
tienda de reunión, sino la totalidad de las Sagradas
Escrituras, señalan a Jesucristo, quien se definió a sí mismo,
con estas palabras. Yo soy el camino, y la verdad, y la vida.
El camino para llegar a Dios.

También podría gustarte