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Reseña histórica de la formación del español *

I. Periodos de la lengua española

La historia de España es relativamente lineal y en ella se pueden deslindar cuatro


periodos que se relacionan directamente con la historia de las lenguas hispánicas, esto es,
del castellano, portugués y catalán. Estos periodos son:

1. España prerromana: etapa de la protohistoria de la Península Ibérica, que se extiende


desde los tiempos remotos hasta el 218 AC., en que, con el desembarco de Escipión en
Ampurias, comienza la conquista por los romanos.

2. España romana: etapa fundamental en la que Hispania es territorio romano y que se


prolonga hasta el 409 dC., cuando ocurren las primeras invasiones de pueblos germánicos,
(suevos, alanos, vándalos). Pero los verdaderos dominadores serán los visigodos que
invaden la península el año 415.

3. España germánica o visigoda: importante lapso de tres siglos, en el que Hispania se


constituye en una monarquía visigoda, y que concluye el año 711 con el desembarco de
Tarik en Gibraltar, dándose inicio a la conquista árabe.

4. España árabe o de la reconquista: periodo histórico de casi ocho siglos, que termina
con la caída de Grandas en 1492. En esta etapa se suceden los siguientes hechos
trascendentales:

a) Constitución de los dominios en su forma actual: lenguas española, portuguesa, catalana;


b) Predominio definitivo del castellano sobre los demás dialectos peninsulares.
c) Gran desarrollo de la literatura castellana;
d) Inicio de la expansión mundial del castellano.

En síntesis:

1. España prerromana: desde tiempos remotos hasta el 218 aC.


2. España romana: Desde el 218 aC hasta el 409 dC.
3. España germánica: desde el 409 hasta el 711.
4. España árabe: desde el 711 hasta 1492.

II. Lenguas que actuaron de sustrato, estrato dominante y de superestrato

En cada una de las etapas anteriormente mencionadas se producen situaciones de


contacto de lenguas en un mismo territorio, produciéndose mutuas influencias. En efecto,
en la España prerromana se presenta un panorama lingüístico confuso: distintas lenguas,
como el ibérico, el vasco, el celta, el fenicio y el griego constituyen un complejo de diversa
procedencia. En la España romana, se impone la lengua del Imperio Romano,el latín, y es
tan grande su dominio que paulatinamente van desapareciendo todas las lenguas anteriores,
con excepción del vasco, que persiste arrinconado entre las montañas del norte. Diversas
situaciones de contacto lingüístico se establecen en esta época: el latín, en un primer
momento debe coexistir con las lenguas precedentes antes de desplazarlas. Hay un influjo
mutuo entre lenguas dominadas, que los lingüistas llaman de sustrato, y la lengua de
dominio, estrato dominante. En la España germánica, los idiomas germánicos entran en
relación con el latín, que ya se había constituido en el hablar definitivo de los hispanos.
Las lenguas posteriores que ejercen alguna acción sobre él sin desplazarlo, se consideran
lenguas de superestrato. En la España árabe, una nueva lengua de superestrato entrará en
relación con el latín hispánico que dará nacimiento a los dialectos románicos peninsulares.

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* Esta Guía ha sido confeccionada con extractos de Historia de la lengua española de Rafael Lapesa y de Lengua viva de Roque Esteban
Scarpa, Francisco Aguilera y Alfredo Matus.
En resumen: hay una lengua histórica que se establece definitivamente en España: el latín.
Este idioma se sobrepone a las lenguas habladas anteriormente en el territorio (ibérico,
vasco, celta, fenicio, griego), recibiendo de ellas algún influjo y sufre también la acción que
ejercen sobre él las lenguas de superestrato, pero que no logran desplazarlo: las lenguas
germánicas y el árabe. Las lenguas que se originan (el castellano, portugués, catalán) son
la continuación directa del latín hispánico y se las puede considerar hermanas de aquellas
lenguas a que dio origen el latín vulgar en otros territorios del Imperio Romano (francés,
provenzal, italiano, sardo, retorromano y rumano) y que, con las lenguas hispánicas,
reciben el nombre de lenguas románicas o lenguas romances o lenguas neolatinas.

III. Formación del español, considerando los periodos señalados anteriormente

1. España prerromana

El periodo prerromano se caracteriza por su diversidad lingüística y étnica: una


serie de pueblos y lenguas diferentes convivieron en la península y le concedieron una
fisonomía multifacética. Los iberos constituyeron uno de los núcleos más importantes.
Ocupaban el este de España, desde Granada hasta más allá de los Pirineos. Junto a ellos
estaban los vascos al norte, diversas poblaciones celtas en el centro y el noroeste, los
tartesios en Andalucía y el sur de Portugal. A estas culturas hay que agregar dos pueblo
navegantes que, como colonizadores, ocuparon algunas regiones del sur (los fenicios) y del
levante (los griegos).
Algunos testimonios de esta compleja realidad étnica se pueden encontrar en la
toponimia hispánica. Ibéricas son, por ejemplo, Ilerda, Ilici, Iliveri en las que se reconoce
el elemento ibérico ili, que corresponde al vasco iri, uli, uri “ciudad”. Topónimos vascos
son Aravalle, Aranda, Aranjuez, en los que aparece el sustantivo vasco aran “valle”. De
origen celta se pueden señalar Conimbriga (Coimbra), Segontia (Sigüenza), Segovia, que
incluyen las formas celtas briga “fortaleza” y sego “victoria”. Fundaciones fenicias son
Gadir (Cádiz), Asido (Medina Sidonia), Málaka (Málaga); fundaciones griegas:
Hemeroscopion (Denia), Emporion (Ampurias).
Se atribuye origen púnico al nombre Hispania, que significa “tierra de conejos”. La
designación de los iberos provendría de la denominación del río Ebro, relacionada con el
vasco ibar “río”.
Léxico de procedencia prerromana: barro, manteca, perro, vega, páramo, camisa,
cerveza, carro, izquierdo.

En síntesis: cuando llegan los romanos a partir del 218 aC., el mapa lingüístico de la
Península Ibérica es complejo: no hay unidad de lenguas ni de pueblos. Roma impondrá
una sola lengua a los habitantes de este territorio, el latín. Con excepción del vasco, los
demás idiomas terminarán por desaparecer y se definirán los destinos lingüísticos de
Hispania como espacio románico.

2. España romana

La dominación romana se inicia en el año 218 aC. Hispania es una de las primeras
conquistas importantes de Roma. Su colonización resulta relativamente fácil y profunda.
Con el latín se logra la unidad lingüística, lo que no significa homogeneidad. En efecto,
desde los comienzos de la colonización romana se van definiendo nítidamente dos regiones:
el noreste y el suroeste. Estas dos regiones ya están señaladas por dos corrientes de
romanización diferentes:

a) La del noreste, siguiendo la línea del río Ebro, es una colonización de tipo militar, de
campesinos y soldados, que llevan un latín más bien popular.

b) La del suroeste, por el valle de río Betis (llamado Guadalquivir, por los árabes), de
nivel más elevado, en la que difunde un latín superior, más cuidado y conservador que el de
la anterior.
Esta bipartición se ve enfatizada con el establecimiento de las dos provincias
romanas iniciales de la península:

- Hispania Citerior (al NE).

- Hispania Ulterior (al SO).

Muchos romanistas destacan este hecho para explicar el origen de las lenguas
hispánicas. En efecto, según ellos, el latín de la Citerior, más popular e innovador,
constituiría la base del catalán y el castellano; mientras que el latín de la Ulterior, más
culto y conservador, lo sería del portugués.
La llegada de los romanos produjo una profunda transformación en los más diversos
órdenes: agricultura, comercio, costumbres, etc. Hispania llegó a ser uno de los centros
más florecientes del Imperio Romano e incluso será la primera provincia a cuyos habitantes
se conceda la ciudadanía romana el año 70 dC., un siglo y medio antes que Caracalla la
otorgue a todos los habitantes del Imperio (212). El grado de desarrollo cultural a que
llegaron los hispanos está representado, entre otros aspectos, por el gran auge que allí
alcanzaron las letras latinas: baste recordar el nombre de escritores como L.A. Séneca,
Marcial y Lucano, o el del eminente pedagogo Quintiliano, o el de los retóricos Porcio
Latrón y M.A. Séneca. No menos significativo es el hecho de que cinco emperadores
hayan procedido de suelo hispánico: Galba, Trajano, Adriano, Máximo y Teodosio.

Algunos topónimos recuerdan este período: Augusta Emerita (Mérida), Caesar


Augusta (Zaragoza), Lucus Augusti (Lugo), Trajana (Triana). La casi totalidad del léxico
español es de procedencia latina.

El latín hispánico

El latín hablado en la Península Ibérica debió tener algunos rasgos peculiares y que
son comunes a toda la Romania Occidental (Hispania y Galia) y, por tanto, diversos de los
de la Romania Oriental (Italia y Dacia).

Por ejemplo:

1. En la Romania Occidental persisten los plurales en –s: -as (rosas), -os (dedos), -es
luces); en la Romania Oriental se perdió la s final, por lo que allí se formó el plural, de los
nominativos latinos: italiano muri, muros, porte, puertas.

2. En la Romania Occidental, las consonantes sordas intervocálicas -p-, -t-, -k- se


transforman en las sonoras -b-, -d-, -g-, respectivamente, tal vez por influjo del sustrato
celta:

lat. caput > esp. cabo


lat amatu > esp. amado
lat focu > esp. fuego

Mientras en la Romania Oriental, tales consonantes se conservan:

it. capo
it. amato
it. fuòco

3. En la Romania Occidental, también por influjo celta, el grupo latino ct se hizo it y


evolución en castellano a ch:
lat. lacte > laite > esp. leche
port. leite
fr. lait

lat. nocte > noite > esp. noche


port. noite
fr. nuit

lat. octo > oito > esp. ocho


port. oito
fr. huit

Mientras en la Romania Oriental se conservan ambas consonantes, aunque modificada la


primera:

it. latte
it. notte
it. otto

¿De qué manera el latín evolucionó hasta dar nacimiento a las lenguas neolatinas?

El problema es muy complejo y es preciso tener en cuenta numerosos factores que


contribuyeron a dar una explicación del fenómeno. Desde luego nadie sostiene ahora que
el latín clásico, el de la gente culta, el de los escritores, se fue “degenerando” con el tiempo
y se transformó en latín vulgar, latín descuidado, inculto y producto de esta decadencia
lingüística son las lenguas romances. De nuevo: esto hoy ya no se sostiene.
El latín que llevó Roma a sus colonias no fue otro que la lengua común y corriente,
la que hablaba el hombre de la calle, el soldado, el funcionario, el esclavo: la lengua
cotidiana, llena de colorido, de fluctuaciones, eminentemente dinámica. Es lógico que los
colonizadores no difundieron el latín literario de un Cicerón o de un Julio César.
Los romanistas afirman que para comprender este hecho es preciso tener presente
los siguientes factores:

1. La romanización de las provincias se hizo en diversas épocas. Así, mientras en


Hispania el establecimiento romano se inicia en el año 197 aC., en Dacia ello no ocurre
hasta el 107 dC. Es decir, tres siglos de diferencia; piénsese cuánto varía una lengua en ese
lapso.

2. El latín se sobrepuso a diferentes lenguas de sustrato, las que tuvieron que influir de
algún modo.

3. La romanización no se desarrolló con la misma intensidad en todas las regiones. Mucho


más profunda fue, por ejemplo, en Hispania que en Galia. Y dentro de Hispania, fue más
intensa en la Ulterior que en la Citerior. Por tanto, el sustrato influyó menos en las regiones
más romanizadas.

4. Los colonizadores no procedían todos de Roma. También hubo provincianos que


difundieron un latín regional.

5. Los colonizadores pertenecían a distintas clases sociales, por lo que también difundieron
un latín diferenciado socialmente. La colonización de la Ulterior fue socialmente superior a
la de la Citerior.

6. Las corrientes de romanización fueron diferentes, con lo que se crearon centros


lingüísticos diferentes.

Todos estos factores debieron contribuir de algún modo al fraccionamiento del latín
hablado en los vastos dominios del Imperio Romano. No obstante, son sólo factores.
Como afirma Eugenio Coseriu: “La razón verdadera y profunda del fraccionamiento del
latín fue la decadencia de la cultura latina. Una lengua común es un hecho de cultura y,
mientras esa cultura vive y prospera, la lengua se mantiene más o menos unitaria, aunque
matizada social y regionalmente.”
La unidad de la lengua latina se mantiene aproximadamente hasta fines del siglo III
dC. Después de esta fecha, el ritmo de diferenciación se hace cada vez más acelerado. En
Hispania, tendremos que esperar hasta la Época Árabe para que los resultados de esta
diferenciación (lenguas hispánicas) se manifiesten.

3.. España germánica

El año 409, después de incursiones esporádicas, entran en España diversos pueblos de


origen germánico: los suevos, alanos y vándalos. De todos ellos quedan escasos vestigios
en la toponimia hispánica (Andalucía recuerda el nombre de los vándalos).
Los verdaderos dominadores germánicos de la Península son los visigodos que
llegan el año 415 y, después de algún tiempo, logran constituir una importante monarquía.
De este periodo de tres siglos nos interesan fundamentalmente dos cuestiones:

1. ¿Cuál fue el influjo visigodo sobre el latín hispánico?

2. ¿Cuáles son las modificaciones del latín hispánico, independientemente del influjo
visigodo?

1. El influjo germánico parece haber sido bastante importante en aspectos culturales,


jurídicos, militares. Pero todo ello no implica un influjo lingüístico importante. En sentido
interno, el influjo germánico fue relativamente escaso. Además de la adopción de vocablos
y de algunos antropónimos, nada de importancia ha quedado ni en la fonética ni en la
gramática del castellano.
Sin embargo, desde un punto de vista externo, los germanos tienen una importancia
fundamental: separan a España del resto del mundo romano. España, por vez primera,
empieza a constituir una unidad política, con lo que determina un espacio lingüístico nuevo.
A ello contribuyen el establecimiento de una frontera entre Galia y España y la constitución
de un centro político y cultural, Toledo. Las consecuencias lingüísticas se harán sentir
pronto: las innovaciones lingüísticas de otras regiones difícilmente se difundirán por
España, así como las de España quedarán limitadas en su espacio geográfico. Esto
contribuirá al proceso acelerado de diversificación lingüística y a la rápida formación de un
romance hispánico. Además, con el establecimiento de la capital en el centro geográfico
(en lugar de los antiguos núcleos laterales romanos), centro desde el que se difundirán las
innovaciones lingüísticas, se delinea ya la posibilidad de que se determinen tres espacios
lingüísticos (uno central y dos laterales), anuncio de la futura tripartición de las lenguas
hispánicas.

En síntesis: los germanos sin influir en lo interno, determinan externamente el origen de


los romances hispánicos.

¿Por qué no influyeron en lo interno? Se han dado diversas razones:

a) Los germanos no eran muy numerosos; b) constituían una casta militar, más bien
cerrada; c) sus contactos con la población románica fueron escasos (como eran arrianos, no
podía haber matrimonios mixtos) y d) venían bastante romanizados al ingresar a España.

2. Con respecto al desarrollo que alcanzó el latín hispánico en este periodo, es bien poco
lo sabemos. Tal vez la mejor manera de conocer este romance hispánico de la época
visigótica sea, indirectamente, a través del estudio de los dialectos mozárabes en pequeños
textos, las jarchas.

Lexico de procedencia germánica: guerra, yelmo, dardo, albergue, falda, sala, arpa,
bando, bandido, feudo, heraldo, tregua, orgullo, escarnecer, guarnecerse, rico, fresco,
blanco, guardián, espía, escuela, ropa, parra, ganso, rueca.
Antropónimos: Ramón, Rosendo, Elvira, Pelayo, Fernando, Alfonso, Álvaro, Rodrigo,
Adolfo, Ramiro.
4. España árabe o de la Reconquista

El año 711 irrumpen los musulmanes en la Península Ibérica. En menos de siete


años la conquistan casi por completo; sólo unos pequeños núcleos de resistencia se forman
en las montañas del norte. Dos Españas se enfrentarán en los próximos siglos: la España
cristiana, del norte, que se sienten heredera de la Hispania visigoda y con la misión
histórica de expulsar a los moros y reconquistar sus territorios (España de la Reconquista) y
la España musulmana, del sur, en la que algunos cristianos permanecen sometidos a los
conquistadores islámicos, los mozárabes. Sólo al cabo de ocho siglos, en 1492, se completa
la misión de los cristianos del norte, con la caída de Granada, el último baluarte musulmán.
Durante este largo periodo asistimos a una de las empresas históricas más grandes que haya
protagonizado un pueblo. En este lapso, a partir del siglo X, vemos surgir, de entre los
núcleos cristianos, un pequeño pueblo de las montañas cantábricas, que se incorpora, se
organiza, se hace condado primero y reino después, toma la vanguardia en el proyecto
reconquistador, triunfa en su propósito y restablece la unidad de España. Una pequeña
región, fortificada, Castilla, que surge como un gran poder espiritual, innovador, dinámico.
Mientras los demás pueblos cristianos se caracterizan por sus tendencias
conservadoras, miran hacia el pasado visigótico que quieren reinstaurar, Castilla irrumpe en
la historia como una savia renovadora que apunta hacia el futuro para constituir una entidad
nueva. Castilla es renovadora, y se adelanta a sus pueblos hermanos, en la organización
política, en el derecho, en la literatura, en el lenguaje.
Desde el punto de vista lingüístico, este periodo es importantísimo. Al empezar esta
etapa histórica (siglo VIII), los cristianos siguen hablando el latín hispánico de la época
visigótica, ya bastante evolucionado y con algunas diferenciaciones internas, sólo que al
quedar separados los cristianos sometidos (mozárabes) de los no sometidos (cristianos del
norte) se favorece la constitución de variedades lingüísticas diferentes, aunque con muchas
características comunes, herencia de su pasado relativamente unitario. Es así como se
originan los dialectos septentrionales, por un lado, y los dialectos mozárabes, por otro. A
medida que avanza la Reconquista hacia el sur, se propagan las variedades septentrionales y
van quedando desplazadas las variaciones mozárabes. La actual difusión de las lenguas
hispánicas (portugués, castellano y catalán) ilustra claramente las grandes direcciones que
siguió la Reconquista.

(Hasta aquí, extractos de Lengua viva).

Influjo del idioma árabe

Con respecto al influjo ejercido por el árabe sobre los romances hispánicos en su
larga convivencia, podemos decir que sólo se redujo al ámbito del léxico y no tanto al
fonético y gramatical.

Léxico de procedencia árabe. (Extracto de Historia de la Lengua Española de R. Lapesa).


[Los arabismos se transcriben en cursiva]

La guerra proporcionó muchas palabras: los moros organizaban con los reinos
cristiano expediciones anuales llamadas aceifas, además de incesantes correrías o algaras;
iban mandados por adalides; los escuchas y centinelas se llamaban atalayas y la
retaguardia del ejército, zaga. Entre las armas figuraban el alfange y la adarga; los
saeteros guardaban las flechas en la aljaba; y la cabeza del guerrero se protegía con una
malla de hierro o almófar. Fronteras y ciudades estaban defendidas por alcazabas, con
almenas para que se resguardaran los que disparaban desde el adarve. Novedad de los
musulmanes fue acompañar sus ataques o rebatos con el ruido del tambor; sus trompas
bélicas eran los añafiles. La caballería mora seguía táctica distinta que la cristiana, ésta era
más firme y lenta; aquélla, más desordenada y ágil. Los alféreces o caballeros montaban a
la jineta, con estribos cortos, que permitían rápidas evoluciones, y espoleaban a la
cabalgadura con acicates. Entre sus caballos ligeros o alfaraces había muchos de color
alazán; la impedimenta era llevada por acémilas, y en los arreos de las bestias entraban
jaeces, albardas, jáquimas y ataharres.
Los moros eran hábiles agricultores; perfeccionaron el sistema romano de riegos,
que aprendieron de los mozárabes; de ahí los nombres de acequia, aljibe, alberca, azud,
nora y arcaduz. En sus alquerías y almunias se cultivaban alcachofas, algarrobas,
alubias, zanahorias, chirivías, berenjenas, alfalfa. Los campos del Andalus dieron
productos desconocidos hasta entonces en Occidente, como el azafrán, la caña de azúcar y
el algodón. En la España árabe había patios con arriates y surtidores, azucenas, azahar,
adelfas y alhelís, encuadrados por setos de arrayán.
La actividad del tráfico hacía que los más saneados ingresos del erario fueran los
procurados por aranceles y tarifas de aduana. Almacén, almoneda, zoco, alhóndiga,
recuerdan el comercio musulmán.
Las casas se agrupaban en arrabales, o bien se diseminaban en pequeñas aldeas. A
la vivienda musulmana pertenecen zaguán, alcoba, azotea; la luz exterior penetraba a
través de ajimeces o celosías que sobresalían del alféizar. Alarifes y albañiles decoraban
los techos con artesonados y alfarjes; levantaban tabiques, ponían azulejos y resolvían el
saneamiento con alcantarillas. El ajuar de la casa comprendía muebles de taracea,
almohadas, alfombras, jofainas y utensilios de cocina como alcuzas y almireces. Entre los
manjares figuraban las albóndigas y el alcuzcuz, y en la repostería entraban el almíbar y el
arrope. Los moros vestían aljubas o jubones, almejías, albornoces y zaragüelles; calzaban
borceguíes y babuchas. En los ratos libres tocaban el laúd; se entretenían con el ajedrez y
con juegos de azar. Colgaban las aves de caza en alcántaras o perchas.
Los cristianos españoles adoptaron instituciones, costumbres jurídicas y prácticas
fiscales de los moros, como alcaldes y zalmedinas; el alguacil fue primero gobernador,
pero descendió más tarde a la categoría de oficial subalterno. En las testamentarias
intervenía el albacea.
Las matemáticas deben a los árabes grandes progresos. El sobrenombre de
Alxuarizmi dio lugar a algoritmo y guarismo. Propagaron la numeración india, y con ella el
sifr, “vacío”, de donde viene el español cifra. Iniciaron además el álgebra. En la alquimia
fueron constantes investigadores. En el alambique preparaban el alcohol. Producían
jarabes. En la astronomía se recuerda el nombre cenit.

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