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Reseña Histórica de La Formación Del Español
Reseña Histórica de La Formación Del Español
4. España árabe o de la reconquista: periodo histórico de casi ocho siglos, que termina
con la caída de Grandas en 1492. En esta etapa se suceden los siguientes hechos
trascendentales:
En síntesis:
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* Esta Guía ha sido confeccionada con extractos de Historia de la lengua española de Rafael Lapesa y de Lengua viva de Roque Esteban
Scarpa, Francisco Aguilera y Alfredo Matus.
En resumen: hay una lengua histórica que se establece definitivamente en España: el latín.
Este idioma se sobrepone a las lenguas habladas anteriormente en el territorio (ibérico,
vasco, celta, fenicio, griego), recibiendo de ellas algún influjo y sufre también la acción que
ejercen sobre él las lenguas de superestrato, pero que no logran desplazarlo: las lenguas
germánicas y el árabe. Las lenguas que se originan (el castellano, portugués, catalán) son
la continuación directa del latín hispánico y se las puede considerar hermanas de aquellas
lenguas a que dio origen el latín vulgar en otros territorios del Imperio Romano (francés,
provenzal, italiano, sardo, retorromano y rumano) y que, con las lenguas hispánicas,
reciben el nombre de lenguas románicas o lenguas romances o lenguas neolatinas.
1. España prerromana
En síntesis: cuando llegan los romanos a partir del 218 aC., el mapa lingüístico de la
Península Ibérica es complejo: no hay unidad de lenguas ni de pueblos. Roma impondrá
una sola lengua a los habitantes de este territorio, el latín. Con excepción del vasco, los
demás idiomas terminarán por desaparecer y se definirán los destinos lingüísticos de
Hispania como espacio románico.
2. España romana
La dominación romana se inicia en el año 218 aC. Hispania es una de las primeras
conquistas importantes de Roma. Su colonización resulta relativamente fácil y profunda.
Con el latín se logra la unidad lingüística, lo que no significa homogeneidad. En efecto,
desde los comienzos de la colonización romana se van definiendo nítidamente dos regiones:
el noreste y el suroeste. Estas dos regiones ya están señaladas por dos corrientes de
romanización diferentes:
a) La del noreste, siguiendo la línea del río Ebro, es una colonización de tipo militar, de
campesinos y soldados, que llevan un latín más bien popular.
b) La del suroeste, por el valle de río Betis (llamado Guadalquivir, por los árabes), de
nivel más elevado, en la que difunde un latín superior, más cuidado y conservador que el de
la anterior.
Esta bipartición se ve enfatizada con el establecimiento de las dos provincias
romanas iniciales de la península:
Muchos romanistas destacan este hecho para explicar el origen de las lenguas
hispánicas. En efecto, según ellos, el latín de la Citerior, más popular e innovador,
constituiría la base del catalán y el castellano; mientras que el latín de la Ulterior, más
culto y conservador, lo sería del portugués.
La llegada de los romanos produjo una profunda transformación en los más diversos
órdenes: agricultura, comercio, costumbres, etc. Hispania llegó a ser uno de los centros
más florecientes del Imperio Romano e incluso será la primera provincia a cuyos habitantes
se conceda la ciudadanía romana el año 70 dC., un siglo y medio antes que Caracalla la
otorgue a todos los habitantes del Imperio (212). El grado de desarrollo cultural a que
llegaron los hispanos está representado, entre otros aspectos, por el gran auge que allí
alcanzaron las letras latinas: baste recordar el nombre de escritores como L.A. Séneca,
Marcial y Lucano, o el del eminente pedagogo Quintiliano, o el de los retóricos Porcio
Latrón y M.A. Séneca. No menos significativo es el hecho de que cinco emperadores
hayan procedido de suelo hispánico: Galba, Trajano, Adriano, Máximo y Teodosio.
El latín hispánico
El latín hablado en la Península Ibérica debió tener algunos rasgos peculiares y que
son comunes a toda la Romania Occidental (Hispania y Galia) y, por tanto, diversos de los
de la Romania Oriental (Italia y Dacia).
Por ejemplo:
1. En la Romania Occidental persisten los plurales en –s: -as (rosas), -os (dedos), -es
luces); en la Romania Oriental se perdió la s final, por lo que allí se formó el plural, de los
nominativos latinos: italiano muri, muros, porte, puertas.
it. capo
it. amato
it. fuòco
it. latte
it. notte
it. otto
¿De qué manera el latín evolucionó hasta dar nacimiento a las lenguas neolatinas?
2. El latín se sobrepuso a diferentes lenguas de sustrato, las que tuvieron que influir de
algún modo.
5. Los colonizadores pertenecían a distintas clases sociales, por lo que también difundieron
un latín diferenciado socialmente. La colonización de la Ulterior fue socialmente superior a
la de la Citerior.
Todos estos factores debieron contribuir de algún modo al fraccionamiento del latín
hablado en los vastos dominios del Imperio Romano. No obstante, son sólo factores.
Como afirma Eugenio Coseriu: “La razón verdadera y profunda del fraccionamiento del
latín fue la decadencia de la cultura latina. Una lengua común es un hecho de cultura y,
mientras esa cultura vive y prospera, la lengua se mantiene más o menos unitaria, aunque
matizada social y regionalmente.”
La unidad de la lengua latina se mantiene aproximadamente hasta fines del siglo III
dC. Después de esta fecha, el ritmo de diferenciación se hace cada vez más acelerado. En
Hispania, tendremos que esperar hasta la Época Árabe para que los resultados de esta
diferenciación (lenguas hispánicas) se manifiesten.
2. ¿Cuáles son las modificaciones del latín hispánico, independientemente del influjo
visigodo?
a) Los germanos no eran muy numerosos; b) constituían una casta militar, más bien
cerrada; c) sus contactos con la población románica fueron escasos (como eran arrianos, no
podía haber matrimonios mixtos) y d) venían bastante romanizados al ingresar a España.
2. Con respecto al desarrollo que alcanzó el latín hispánico en este periodo, es bien poco
lo sabemos. Tal vez la mejor manera de conocer este romance hispánico de la época
visigótica sea, indirectamente, a través del estudio de los dialectos mozárabes en pequeños
textos, las jarchas.
Lexico de procedencia germánica: guerra, yelmo, dardo, albergue, falda, sala, arpa,
bando, bandido, feudo, heraldo, tregua, orgullo, escarnecer, guarnecerse, rico, fresco,
blanco, guardián, espía, escuela, ropa, parra, ganso, rueca.
Antropónimos: Ramón, Rosendo, Elvira, Pelayo, Fernando, Alfonso, Álvaro, Rodrigo,
Adolfo, Ramiro.
4. España árabe o de la Reconquista
Con respecto al influjo ejercido por el árabe sobre los romances hispánicos en su
larga convivencia, podemos decir que sólo se redujo al ámbito del léxico y no tanto al
fonético y gramatical.
La guerra proporcionó muchas palabras: los moros organizaban con los reinos
cristiano expediciones anuales llamadas aceifas, además de incesantes correrías o algaras;
iban mandados por adalides; los escuchas y centinelas se llamaban atalayas y la
retaguardia del ejército, zaga. Entre las armas figuraban el alfange y la adarga; los
saeteros guardaban las flechas en la aljaba; y la cabeza del guerrero se protegía con una
malla de hierro o almófar. Fronteras y ciudades estaban defendidas por alcazabas, con
almenas para que se resguardaran los que disparaban desde el adarve. Novedad de los
musulmanes fue acompañar sus ataques o rebatos con el ruido del tambor; sus trompas
bélicas eran los añafiles. La caballería mora seguía táctica distinta que la cristiana, ésta era
más firme y lenta; aquélla, más desordenada y ágil. Los alféreces o caballeros montaban a
la jineta, con estribos cortos, que permitían rápidas evoluciones, y espoleaban a la
cabalgadura con acicates. Entre sus caballos ligeros o alfaraces había muchos de color
alazán; la impedimenta era llevada por acémilas, y en los arreos de las bestias entraban
jaeces, albardas, jáquimas y ataharres.
Los moros eran hábiles agricultores; perfeccionaron el sistema romano de riegos,
que aprendieron de los mozárabes; de ahí los nombres de acequia, aljibe, alberca, azud,
nora y arcaduz. En sus alquerías y almunias se cultivaban alcachofas, algarrobas,
alubias, zanahorias, chirivías, berenjenas, alfalfa. Los campos del Andalus dieron
productos desconocidos hasta entonces en Occidente, como el azafrán, la caña de azúcar y
el algodón. En la España árabe había patios con arriates y surtidores, azucenas, azahar,
adelfas y alhelís, encuadrados por setos de arrayán.
La actividad del tráfico hacía que los más saneados ingresos del erario fueran los
procurados por aranceles y tarifas de aduana. Almacén, almoneda, zoco, alhóndiga,
recuerdan el comercio musulmán.
Las casas se agrupaban en arrabales, o bien se diseminaban en pequeñas aldeas. A
la vivienda musulmana pertenecen zaguán, alcoba, azotea; la luz exterior penetraba a
través de ajimeces o celosías que sobresalían del alféizar. Alarifes y albañiles decoraban
los techos con artesonados y alfarjes; levantaban tabiques, ponían azulejos y resolvían el
saneamiento con alcantarillas. El ajuar de la casa comprendía muebles de taracea,
almohadas, alfombras, jofainas y utensilios de cocina como alcuzas y almireces. Entre los
manjares figuraban las albóndigas y el alcuzcuz, y en la repostería entraban el almíbar y el
arrope. Los moros vestían aljubas o jubones, almejías, albornoces y zaragüelles; calzaban
borceguíes y babuchas. En los ratos libres tocaban el laúd; se entretenían con el ajedrez y
con juegos de azar. Colgaban las aves de caza en alcántaras o perchas.
Los cristianos españoles adoptaron instituciones, costumbres jurídicas y prácticas
fiscales de los moros, como alcaldes y zalmedinas; el alguacil fue primero gobernador,
pero descendió más tarde a la categoría de oficial subalterno. En las testamentarias
intervenía el albacea.
Las matemáticas deben a los árabes grandes progresos. El sobrenombre de
Alxuarizmi dio lugar a algoritmo y guarismo. Propagaron la numeración india, y con ella el
sifr, “vacío”, de donde viene el español cifra. Iniciaron además el álgebra. En la alquimia
fueron constantes investigadores. En el alambique preparaban el alcohol. Producían
jarabes. En la astronomía se recuerda el nombre cenit.