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Crisis mundial, coronavirus y capitalismo

moribundo: un cóctel mortal


Andrés Piqueras

Profesor de Sociología y Antropología Social. Universidad Jaume I

17-03-2020.

En: https://blogs.publico.es/dominiopublico/31228/crisis-mundial-coronavirus-y-
capitalismo-moribundo-un-coctel-mortal/

Sería demasiado ingenuo creer que la crisis financiera y los terremotos


económicos que vamos a padecer por una larga temporada son sólo
consecuencia del corona-virus. La economía capitalista está tocada desde
hace bastante tiempo. El crecimiento anual a escala mundial se ha ralentizado
en torno al 2,5%. EE.UU. creció al 2%, mientras que Europa y Japón lo hicieron
al 1%. En concreto Italia ha venido arrastrando 17 meses consecutivos de
declive en la actividad manufacturera. Parecida contracción que en Francia,
donde la actividad de las empresas (índice PMI) cayó 1.3 puntos, hasta 49.8
(por debajo de 50 significa que más de la mitad de las empresas no tienen
ganancias).

La deuda global en relación al PIB ha crecido un 322% en el último cuarto de


2019, sobrepasando los 253 billones $. Simplemente una recesión mediana
conllevaría que la deuda de las corporaciones capitalistas, de más de 19
billones $, sería sencillamente impagable para muchas de ellas. Las empresas
"zombi", aquellas que quebrarían solamente con subirse los tipos de interés, se
estiman en un 10% a escala mundial. Según Bloomberg, las obligaciones de
muchos Estados y la salud de los fondos de inversión no es precisamente
mejor.

Toda esa desaceleración, sin embargo, fue acompañada una vez más, de la
estúpida euforia de las Bolsas, mostrando toda la irrealidad de la economía
capitalista y haciendo presagiar desde hace tiempo un considerable estallido de
burbuja.

Los Bancos Centrales ya no saben qué hacer para "salvar" a la economía:


desde inyectar "dinero mágico" inventado de la nada, a poner los intereses en
negativo, bajar al mínimo los costos laborales (salarios), hacer grandes
recortes sociales... Pero aun así el enfermo no reacciona. Y no reacciona
porque la inversión capitalista está paralizada (en torno al 22% del PIB). La
cual a su vez lo está porque no obtiene suficientes beneficios, y no los obtiene
porque padece un grave problema de pérdida de valor provocado por una
sobreacumulación de capital (debido a la sustitución de personas por
máquinas).
Es decir, que estamos desde hace tiempo inmersos en una "crisis sistémica"
que afecta la capacidad del capital de reproducirse. Entonces, y de la forma
más sorprendentemente extraña posible surge algo inverosímil: una pandemia
que mata sobre todo a la población menos "productiva" y con mayor incidencia
en el gasto público. Una pandemia salida de... ¿dónde?

El 18 de octubre de 2019, el Johns Hopkins Center for Health Security, en


Baltimore (EE.UU.), llevó a cabo una cuidada simulación de una epidemia tipo
"corona-virus", titulada nCoV-2019. Incluso la OMS, que ha actuado más como
agente comercial de las transnacionales farmacéuticas que como velador de la
salud de las poblaciones del mundo, dio primero al virus el mismo acrónimo
que el del experimento, para cambiarlo finalmente por el de COVID-19. En la
simulación 201 se llegaba a la conclusión de que el 15% de los mercados
financieros colapsaría y que alrededor de 65 millones de personas en el mundo
perderían la vida. Participaron en esa simulación la Fundación Gates, el Foro
Económico Mundial, así como las corporaciones Johnson & Johnson y Henry
Schein (líder mundial de la producción de material médico). Ese mismo mes se
celebraron los Juegos Mundiales Militares, del 18 al 27, en Wuhan, con amplia
participación de militares estadounidenses. Hoy, muertes que desde entonces
se creyeron por influenza en EE.UU. están siendo revisadas como posibles
decesos por corona-virus; pero ese país americano no encuentra a su
"paciente cero". Lo que sí está claro es que muchos de los rasgos de la
simulación han ocurrido en enero de 2020, y ese 15% de desplome bursátil es
el que realmente se ha producido a finales de febrero de este año. En Wall
Street se tuvo que intervenir la Bolsa para que no se hundiera.

Pero más allá del que sea el origen real de este "oportuno" virus (y el
hacinamiento industrial de miles de millones de animales no augura nada
bueno para el futuro en ese sentido), veamos algunas otras de las claves que
enfrentamos:

 El COVID-19 no sólo ataca duramente a economías estatales, como la


italiana o la española. El "modo pánico" en que ha entrado el mercado
mundial está golpeando las cadenas de producción y suministros, afectando
de plano el conjunto de las cadenas mundiales del valor. Jamás, ni en los
momentos de guerra, el consumo se ha visto sometido a tal disciplina de
choque. El círculo vicioso es el clásico: se detiene la actividad comercial, se
frena la producción, se dispara el desempleo, se desploma el consumo. Esto
es ya catastrófico, pero lo será mucho para todos los indicadores
económicos (hasta el 10% de bajada en el PIB y una disminución del
crecimiento anual de la producción mundial del 6,5%, se están ya
pronosticando –por lo bajo-). Pero atención, los indicadores sociales pueden
ser peores, especialmente cuando el virus golpee con fuerza a países con
escasos recursos sanitarios. En el caso concreto del Reino de España, el
asunto es muy grave, pues nos pilla sin soberanía alimentaria ni industrial
(además de monetaria y fiscal). Dependemos enormemente de lo que
produzcan otros. Si por cualquier razón se obstaculizan las cadenas de
suministros, no lo vamos a pasar nada bien.
 Estamos asistiendo de forma traumática a un cambio de ruta del sistema,
para el cual se precisa acometer una limpieza de capitales sin precedentes
en "tiempo de paz". Es decir, el corona-virus está llamado a cumplir las
funciones de una guerra de importantes dimensiones. Empezamos un nuevo
tiempo del capitalismo, (¿su lenta y larga agonía?), que será de
barbarización generalizada para la mayor parte de la humanidad
 (ver El Público, https://blogs.publico.es/dominiopublico/30412/empiezan-los-
20-losterribles-20/).
 Como toda crisis, ésta será también una oportunidad para algunos
especuladores. Provocará un reacomodo del mercado, para dar comienzo
también a otro tipo de tecnologías (el cuento para las poblaciones será a
buen seguro el de acabar con la producción contaminante, para empezar a
hacer un "capitalismo sostenible", oxímoron donde los haya que no tiene
más misión que la de acomodar conciencias a lo que viene).
 Cualquier salida a esta crisis traerá una nueva y dura vuelta de tuerca a los
mercados laborales en detrimento de la población trabajadora, así como
redoblados ajustes sociales y recortes. Esto es, conllevará una
recomposición de la relación de las clases dominantes con sus sociedades,
abundando en el perjuicio de estas últimas. De igual manera, se
reestructurará el poder entre la propia clase capitalista global.
 En este sentido, por ejemplo, la fracción más globalista-financiera de EE.UU.
parece haberle preparado una encerrona a Trump. Su pésima gestión de la
epidemia (es casi imposible gestionarla bien en un país con un sistema de
salud pública prácticamente inexistente) bien puede costarle una reelección
que hasta ahora tenía prácticamente ganada. Pero si entran los demócratas
en la Casa Blanca habrán más amenazas de guerra, pues están buscando
el enfrentamiento militar, sobre todo con Rusia. En general, por todas partes,
la crisis corona-vírica se llevará por medio "gobiernos de izquierda" (de
coalición con las burguesías), donde las "izquierdas integradas" en el
sistema soñaban, o esa decían a la sociedad, con que el capitalismo se
dejaría endulzar socialmente.
 Más allá de que haya sido pretendido desde el principio o no (como
manifestación de una "guerra bacteriológica"), estamos delante de un
experimento de grandes dimensiones mundiales: el control y confinamiento
de poblaciones en una escala sin precedente. También un ensayo de
psicología colectiva tipo "Guerra de los Mundos" pero a lo grande. ¿Se está
preparando con ello el terreno para dinámicas de choque propias de tiempos
de guerra social y militar?

La campaña mediática para generar psicosis global y permanente puede


ayudar a justificarlo todo. ¿Nos imaginamos que cada día los media reportaran
los contagios y las muertes por malaria, ébola, cólera o gripe normal? Claro,
este virus mata europeos y eso es "más preocupante", pero aun así también
los mataba la gripe, el cáncer y los suicidios (alrededor de seis cada hora en la
UE).

Ya antes de los estados de alerta, por puro miedo la gente estaba dejando de
viajar, se suspendían eventos, no sólo actividades productivas y comerciales,
sino también sociales. De tal manera que en 2020 el crecimiento de la
demanda mundial de petróleo se estima por la OPEP un 30% inferior de lo
previsto; lo que quiere decir que el aumento del consumo se limitará a 825 mil
barriles al día (hecho que no sólo está desmoronando el precio del petróleo –y
haciendo subir las primas de riesgo de sus bonos-, sino de todo el sector
energético).

Esta parece ser la única manera en que se haga algo real por el clima: a la
fuerza. Los golpes de crisis son hasta ahora los únicos momentos en que se
han rebajado las emisiones de efecto invernadero en la civilización capitalista.
Esto muestra que si las cosas volvieran a la normalidad seguiríamos con
nuestro suicidio ecológico-climático, volveríamos en masa, como si nada, a
coger aviones para irnos a sitios remotos, a lanzarnos sobre nuestros coches
para quemar petróleo, a producir mercancías sin apenas utilidad y con una
programada obsolescencia, a consumir recursos sin parar...

Pero si un virus puede paralizar la economía capitalista, ¿no deberíamos


preguntarnos de una vez qué tipo de economía tenemos? ¿Es la competencia
de todos contra todos y el exclusivo lucro privado los que pueden salvar a la
humanidad de su autodestrucción, de pandemias, del cambio climático, del
hambre, de la guerra? Parece evidente que no. Quizás es hora de prestar
atención a China que, con todos sus defectos (¿quién no los tiene?), está
mostrando otro camino.

No lo perdamos de vista. Fueron medicamentos cubanos, sobre todo el


interferon Alfa 2B, los que llegaron a China para comenzar la lucha contra el
corona-virus. Por su parte, este país ha demostrado al mundo cómo una
economía planificada, en la que cada quien no va a la suya para sacar más
beneficios que sus rivales, es capaz de poner de rodillas un virus desconocido
en un tiempo récord. Y ahora personal sanitario chino y cubano (y venezolano)
llega a Italia a colaborar en el combate contra el COVID-19. España ya ha
reconocido también la necesidad de su ayuda.

Mientras, la UE, más preocupada de nuevo por preservar de la crisis a la


Banca y a las grandes transnacionales que a las poblaciones, ha mostrado una
vez más su fracaso como entidad política, dejando 27 modalidades diferentes
de salvarse cada quien como pueda, sin ni siquiera colaborar de forma efectiva
en la emergencia sanitaria de Italia (¿y ahora tampoco en la de España?).
Mientras, en la mayoría de Europa nos hemos quedado con unos sistemas de
salud cada vez más precarizados, con menos personal sanitario y recursos.
Mientras, las principales farmacéuticas compiten por ver quién saca antes la
vacuna en vez de colaborar a escala mundial, y suben los precios de los
productos de protección. Mientras, EE.UU. sigue bloqueando económica y
sanitariamente más de 10 países, algunos tan golpeados por el virus como
Irán.

Y mientras, gran parte de las poblaciones europeas ya no se acuerdan de las


calamidades y guerras que la UE provoca en otros lugares, ni de los refugiados
y desahuciados causados... ni de que siguen llegando más uniformados
estadounidenses a Europa (maniobras Defender 20), aumentando el peligro de
enfrentarnos contra Rusia.

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