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COMPRENSIÓN Y REDACCIÓN DE TEXTOS II

Ciclo 2022 - VERANO

Fuentes para la Tarea Académica 2

Lee las siguientes fuentes informativas. Luego, anota las ideas que consideres más relevantes y elabora
resúmenes que respondan a la pregunta controversial Las respuestas a las interrogantes propuestas las
usarás durante la elaboración del esquema de la Tarea Académica 2. SUBRAYA, PARAFRASEA Y
ELABORA EL RESUMEN

Fuente 1

Educación remota de emergencia, virtualidad y desigualdades: pedagogía en tiempos de


pandemia

Los cuestionamientos a la educación a distancia se han reducido notablemente, sin por ello llegar a
desaparecer, gracias en gran medida a la “posibilidad de diseñar e implementar procesos de formación
integral sin contar con el facto presencial”, gracias al “avance de las tecnologías” que ha hecho posible
que casi “nadie ponga en duda que conocimientos, habilidades o destrezas e, incluso, actitudes y
valores, pueden enseñarse y adquirirse a través de modelos no presenciales” (Aretio, 2007, p. 11).

La relación entre la educación a distancia y la educación virtual puede enfocarse de varios modos;
por ejemplo, se puede pensar que ambas son lo mismo, sobre todo si tenemos en cuenta la última
generación de educación a distancia, llamada telemática, marcada por García (1999) entendiendo la
educación virtual como una forma evolucionada, mediante la tecnología actual, de este tipo de
educación [a distancia]. Otro modo de verlo, más extendido, es pensar a la educación virtual como una
de las formas de educación a distancia donde predomina “el uso de las redes telemáticas como entorno
principal” (Constanza, Gonzáles y Padilla, 2010, p. 207), siendo la categoría a distancia más amplia:
“Se caracteriza por utilizar estrategias de enseñanza-aprendizaje que permiten superar las limitaciones
de espacio y tiempo entre los actores del proceso educativo” (Constanza, Gonzáles y Padilla, 2010, p.
207). Y en último lugar, se podría pensar que la educación a distancia emerge como una respuesta para
atender una población alejada de las urbes y la correspondiente imposibilidad de acceder a la de
educación presencial, que a diferencia de la educación virtual, aparece por la falta de disponibilidad de
tiempo que no necesariamente responde a la distancia con los centros educativos sino a los nuevos
ritmos de vida (Heedy, 2008, p. 9). En cualquiera de los casos, es indudable que “las nuevas
tecnologías aplicadas a la educación […] han experimentado un crecimiento vertiginoso” (Begoña,
2004, p. 215).

La educación virtual (Heedy, 2008) permite la interactividad entre estudiantes y docentes ya que,
entre otras bondades tecnológicas, permite trabajar de manera sincrónica, en tiempo real y de manera
asincrónica, esto es de forma diferida. Esto supone una gran mejora respecto a las primeras
experiencias de educación a distancia puesto que además de canalizar tiempos y espacios variables,
con la correspondiente flexibilidad que esto supone, permiten la interacción en tiempo real, cosa
impensable hasta hace relativamente poco tiempo.

Los materiales didácticos que pueden utilizarse en la educación virtual también van más allá que el
popular libro de texto y cuaderno de trabajo ampliando las posibilidades hasta cuotas casi
inimaginables a través de plataformas virtuales, videos, e-books, wikis, foros, blogs,
videoconferencias, podcast, redes sociales, webs, aplicaciones específicas, etc.

Pese a todo lo antes mencionado, es necesario no olvidar que la educación no es un problema


técnico centrado en los artefactos y, por tanto, es un error pensar que todas estas innovaciones
materiales permitirán un cambio real por sí solas. Por el contrario, la educación es un problema
eminentemente social y cultural “donde la reflexión, el juicio y la toma de posturas o decisiones es lo
requerido para lograr cambios significativos” (Begoña, 2004, p. 2010). Por tanto, no es posible pensar
que por incorporar algunos de los elementos antes mencionados al campo educativo se logra una
mejor educación, que si bien reflejan signos de innovación y renovación no son suficientes en sí
mismos. Que la educación haya incluido numerosos aparatos no quiere decir que haya logrado,
pedagógica y culturalmente, cambios significativos. De este modo, las preguntas educativas más
antiguas, ¿por qué educamos?, ¿para qué educamos?, ¿cómo educamos?, aún siguen plenamente
vigentes. El contexto de la pandemia es precisamente una de las causas por las cuales la reflexión
sobre el fenómeno educativo ha irrumpido con mayor fuerza en instancias donde antes no estaba
plenamente presente y la denominada educación remota de emergencia es un síntoma de ello.

Una de las primeras acciones estatales frente a la imposibilidad de asistir presencialmente a clases
fue desplazarse directamente a la denominada educación virtual. Sin embargo, este movimiento
implica una mirada elitista que […] supone que la mayoría de los estudiantes tiene un computador
personal, acceso a internet ilimitado y de buena calidad, espacio disponible para estudiar y una familia
que puede encargarse de las tareas hogareñas, del cuidado de hijos o hermanos o de la generación de
ingresos económicos (Sepúlveda, 2020, p. 6). En contextos latinoamericanos, estas suposiciones son
insostenibles, por lo que la educación virtual depende en una primera instancia de la necesaria
reducción de brechas de inequidad que permita a todos los estudiantes y docentes contar con los
implementos necesarios para poder llevar a la práctica estos procesos educativos. De hecho,
investigaciones recientes algo optimistas plantean que solo el “74% tiene internet” y el “54 tiene
internet y una computadora o Tablet” (Asanov, Flores, McKenzie, Mensamann y Schulte, 2020, p. 5).

[Adaptado de López-Morocho, L. R. (2020). Educación remota de emergencia, virtualidad y desigualdades:


pedagogía en tiempos de pandemia. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=7898226]

PARAFRASEO

RESUMEN

Fuente 2
Virtualidad vs. presencialidad

Si hay un debate en el tapete por estos tiempos, es si la escuela virtual puede educar o no. Otra
formulación posible de la misma cuestión es si esta escuela reemplaza a la presencial, pregunta cuya
respuesta negativa tiene miles de adeptos desesperados por volver a la presencialidad. Ante todo,
debemos aclarar que las resistencias con la virtualidad no son por la virtualidad misma, sino por
tratarse de una enseñanza a distancia o remota. Para ponderar las fortalezas y debilidades de cada una,
hay que tener presente, en primer lugar, que la virtualidad o la presencialidad son modalidades y,
como tales, conllevan métodos diferentes.

La enseñanza a distancia o remota tiene dos pilares sobre los que se asienta: la sincronía y la
asincronía. En la etapa sincrónica, los alumnos participan de una clase en vivo, mediante un entorno
virtual que les permite compartir el espacio con el docente y otros estudiantes, respetando días y
horarios específicos. La asincronía digital, por otro lado, permitirá a ese alumno abordar contenidos
on demand, es decir, podrá interactuar con el contenido a su ritmo. Solo señalando esto ya estamos en
presencia de una diferencia importante respecto de la enseñanza-aprendizaje presencial: no se
comparte el mismo espacio físico ni se realiza en los mismos tiempos y horarios. Ahora bien, ¿cuáles
son los motivos concretos por los cuales parecería existir tanta resistencia a la virtualidad?

En primer lugar, es justo marcar que la situación de pandemia no dejó tiempo para que muchos
docentes y estudiantes, de todos los niveles, pudieran estar a la altura de abordar una enseñanza
remota. ¿Cuán preparados estaban los docentes para abordar una educación a distancia? ¿Todos los
estudiantes tienen la posibilidad de conectarse desde sus casas? No es nimiedad que toda esta
transición instantánea se realizó y realiza en un contexto emocional endeble (para el docente y el
alumno), que complica los procesos de enseñanza y aprendizaje. La casa en la que se estudia o se
enseña es la casa en la que se vive, se trabaja, donde también otros aprenden y ejercitan. Se puso de
manifiesto diferencias en las habilidades para administrar los recursos, por parte de los alumnos y de
los docentes. Otras dinámicas de aprendizaje debieron ser dejadas de lado, ya que solo tenían sentido
en el ámbito de la presencialidad, para incorporar nuevas dinámicas, aún no lo suficientemente
testeadas. Esta adaptación en tiempo récord claramente plantea falencias de muchos docentes, pero
también de muchos alumnos. Se suele decir comúnmente que los jóvenes son nativos digitales. Y aquí
me permito disentir con quienes afirman esto. Ser nativo supone hablar un lenguaje. Nuestros jóvenes
no hablan Java, html o Pascal. Nuestros jóvenes son buenos usuarios de algunas tecnologías, las cuales
—las más de las veces— no pueden configurar de modo óptimo para sacarles el provecho adecuado.
Que sean asiduos usuarios de las redes sociales no los convierte en usuarios expertos de una
plataforma digital de aprendizaje. Mi experiencia como docente a distancia me lo dice diariamente,
por lo que no se trata solo de falencias docentes, sino del encuentro de estas falencias con las de un
alumno al que sorprendió una plataforma digital para estudiar.

Volviendo al punto, si bien esta mudanza repentina puso de manifiesto falencias, no todo es
negativo. Hay que entender que las reglas del mundo digital son diferentes a las de la enseñanza
presencial. Por ello la insistencia en que lo virtual reemplace a lo presencial es cuasi hegeliana. Lo
presencial no es virtual y lo virtual no puede ser presencial. Cuando en el ámbito universitario, en
estos tiempos, escucho resistencias sobre la modalidad virtual, me viene a la memoria la definición de
universidad que aprendí cuando ingresé a ella: comunidad de profesores y alumnos que se consagran
al cultivo de la verdad mediante la investigación, la docencia y los diversos servicios que brinda. Si
analizamos esta definición, en ella no se menciona las modalidades, el lugar físico, las herramientas,
sino que se señalan los elementos esenciales: maestros, discípulos y la finalidad, que es la búsqueda de
la verdad, lo cual —como señalaba Maritain— no es otra cosa que educar personas de modo integral.

¿Por qué no habría de funcionar una clase virtual? ¿Por qué no sería un modo lícito para
desarrollar el proceso enseñanza-aprendizaje? La clase virtual es totalmente viable, ya que en esta el
docente no solo es capaz de transmitir su sabiduría, sino que sus características facilitan que pueda
compartir información por múltiples canales, despertando en el alumno inquietudes diversas y
abriéndole paso a horizontes nuevos que van más allá de una bibliografía física. Permite también
desarrollar colaboración entre colegas y propone profundizaciones en momentos personalizados, fuera
de la plataforma escolar. Se pone en marcha así un aprendizaje adaptativo que permite al estudiante
aprender a aprender, volviéndose un miembro activo en el proyecto formativo.

Por lo tanto, una clase virtual necesita, igual que una clase presencial, de los actores (maestro-
discípulo) y de la claridad del fin al que se desea arribar. Quiero entender que aquellos que se resisten
a la virtualidad no entendieron bien de qué se trata, y se han escudado en la idea de que enseñar-
aprender mediante esta modalidad es muy difícil. Ciertamente que es una tarea a la que hay que
adaptarse y que esta pandemia no ha dado el tiempo suficiente, pero, nobleza obliga, no se trata de
falencias de la modalidad sino de quienes se valen de ella.

[Adaptado de Picón, M. L. (2020). ¿Es posible la enseñanza virtual? https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?


codigo=7516997]

Fuente 3
Comparando la presencialidad y la virtualidad

El refrán popular dice que las comparaciones son odiosas. Sin embargo, un interesante aporte se
desprende de ellas, sobre todo cuando no hay ánimo de que sea la ocasión para destruir a uno de los
términos comparados. A continuación enumeraré algunos componentes que se presentan en ambas
modalidades de clase, con el fin de clarificar aún más la cuestión.
1. El maestro o docente. Cuando planteamos los roles dentro de la educación, es importante hablar del
maestro o el docente […]. Es un guía, alguien que se detiene y es capaz de contemplar a su auditorio y
de estimular el pensamiento crítico que le da calidad al aprendizaje. En este sentido, tanto las clases
virtuales como las presenciales pueden tener como responsable a un maestro, docente o profesor. ¿Es
posible la enseñanza virtual? ¿Cuántas experiencias hemos tenido de presuntos docentes que, sin
reparar jamás en los participantes de sus clases, repetían, solos, tratados interminables, sumamente
completos, pero sin alma y sin corazón? ¿Cuántos pretendidos docentes no proveen feedback a los
trabajos entregados, sea la modalidad presencial como virtual, y cuántos otros estimulan y fomentan
actitudes de profundización en cualquiera de ambas modalidades? La virtualidad no es sinónimo de
docente pasivo. Si el docente es pasivo, entonces no está enseñando y esto también se puede dar en el
espacio físico.

2. El estudiante. No se puede negar que muchas veces los participantes de la educación online tienden
a sentirse abandonados, pero dicha sensación se debe a una falta de capacitación del estudiante para
aprovechar las instancias de relación que la virtualidad propone, o a la falta de capacitación del
docente, que no conoce o cuenta con las herramientas para diseñar estos espacios. También es cierto
que la irrupción de la modalidad virtual, por las exigencias de los tiempos que corren, enfrentó a
muchos alumnos a la insuficiencia de medios tecnológicos para abordar las clases. Pero esto no es una
dificultad de la educación remota, sino de la ausencia de políticas que apunten a la igualdad de
oportunidades. ¿Qué alumno no ha tenido la triste sensación de que su docente monologaba y no
generaba espacios de intercambio? ¿Cuántos docentes hemos constatado que frente a nosotros estaba
alguien que no quería estar allí y que, por más que hiciéramos, el conocimiento no era adquirido
porque el sujeto no deseaba activar? En ambas modalidades, la participación del alumno es
indispensable y, para ello, este debe contar con las herramientas para hacerlo

3. Métodos de enseñanza. Sin ser expertos en la materia, es claro que este punto difiere en una u otra
modalidad. Si bien hoy los procesos de enseñanza-aprendizaje en la presencialidad ya no están
limitados a los niveles de creatividad de los docentes, porque la inclusión de las perspectivas de los
alumnos enriquece la clase, lo cierto es que las herramientas didácticas que ofrece la virtualidad son
muchísimas. Diseñar una actividad para autoevaluar aprehensión de contenidos a través de un juego,
en la presencialidad, suponía horas de preparación por parte del docente. Desde la irrupción de la
virtualidad, aun en las clases presenciales, la modalidad mixta permitió al docente utilizar
herramientas metodológicas de modo más rápido, modificando plataformas prediseñadas y
presentando contenidos, valiéndose de recursos atractivos y hasta semejantes a los utilizados por los
alumnos fuera de la escuela para el esparcimiento. La posibilidad de tocar o curiosear sobre una
plataforma digital, que permite repetir el intento aun cuando estuviera errado, ayuda también
emocionalmente al alumno a no temer a equivocarse y a entender que el error forma parte del proceso
de aprendizaje: aprende a aprender.

4. Material. Desde hace algunos años, la incorporación de la digitalidad en las clases tradicionales las
transformó en clases mixtas. Sobre todo, se vio esta transformación en lo que al uso de materiales
respecta. De materiales extensos o limitados a la comunicación verbal, no verbal o escrita, se pasó la
innovación aportada por la TIC, poniendo al alcance material proveniente de contenidos audiovisuales,
foros, mensajerías internas, correos, imágenes o herramientas creativas. Ofrecen un sinnúmero de
recursos que el alumno puede elegir según sus afinidades, armando así una trayectoria personal y a
medida. Claramente, la virtualidad facilita la obtención del material, pues tenemos a disposición una
biblioteca ilimitada, abierta los 365 días del año en todo el mundo. La idea no es tener a los
estudiantes largas horas conectados dando cátedra; así tampoco lo haríamos en una situación
presencial.

5. El tiempo. Quedó atrás el horario fijo (excepto en un encuentro de videollamada) y nos encontramos
con tiempos flexibles. Esto es otro gran logro. La asincronía ofrece la ventaja de ajustar el horario al
alumno. Se ha estudiado mucho el hecho de que hay personas que rinden más temprano, o a la noche,
o estudiando dos horas y luego tomándose un tiempo para la recreación. Esto permite aprovechar
también el conocimiento. No importa el motivo, porque la virtualidad permite sumarse al aula en
cualquier horario para aprender. Esto trae aparejado algunas dificultades: a. Requiere cierta disciplina
de parte del estudiante, que él deberá ir aprendiendo y que se puede ir enseñando mediante pautas o
recomendaciones del docente. b. Requiere, por parte del docente, establecer tiempos u horarios para
guiar, responder preguntas o aclarar temas. El docente virtual no es un docente 24 horas x 365 días,
como tampoco lo es en la modalidad presencial. Mientras en las clases presenciales el tiempo y el
espacio era el de la clase y en la clase, la educación virtual lo flexibiliza. El reto es que los alumnos
puedan aprovechar las ventajas de la virtualidad y que el docente pueda estimular su uso adecuado.

6. El espacio. No se puede negar que hay espacios físicos que disponen mejor o peor al proceso de
enseñanza-aprendizaje. El encuentro con la verdad y el conocimiento que supone el proceso
enseñanza-aprendizaje no depende del espacio físico, aunque el espacio físico condiciona (no es lo
mismo aprender en casa, donde toda una familia convive en cuarentena, con los efectos emocionales y
psicológicos que esto conlleva, que hacerlo en la misma casa, con la libertad de poder cortar y dar una
vuelta en bicicleta, en un ámbito emocionalmente propicio).

7. La relación educativa. La supuesta pérdida de la relación entre educador y educando, en tanto que
personas, ha sido el argumento básico esgrimido por los detractores de la entrada de la tecnología en la
dinámica educativa. Hace tiempo que sabemos que lo que define la relación entre las personas no es
tan solo el medio que usan para hacerlo, sino, sobre todo, la capacidad para relacionarse. Y, para
hacerlo, no usamos solo la presencia física, el cara a cara. El acto educativo es una relación, sea cual
fuere el medio utilizado. Si retomamos la definición de “universidad”, por ejemplo, se pondrá de
manifiesto que el peso está puesto en la relación, en el encuentro alumno- docente; se da en un
encuentro intencional, en el contexto escolar (físico o virtual) en el que se producirán un conjunto de
experiencias que orientarán el proceso enseñanza-aprendizaje. La relación educativa se sitúa en un
sistema de relaciones más amplias que las constreñidas al espacio escolar, pues engloba las relaciones
sociales generadas a partir del aula, las relaciones entre el aula, la escuela y la sociedad, y las
relaciones de los sujetos con el saber y la lectura. Todas estas relaciones sociales ampliadas pueden
desplegarse también en, por y desde la virtualidad.

8. La evaluación. Otro de los grandes miedos a la hora de proponer la virtualidad como modalidad es
este: ¿cómo saber si el alumno aprendió o no un contenido? Esta pregunta, que se hace en el contexto
de la virtualidad, es idéntica a la que realiza y realizó cualquier educador de la historia. Incluso más:
supone una discusión anterior, esto es, ¿para qué es importante entender si una persona aprendió o no
un contenido? Y la pregunta, en cualquier caso, nos conduce a mirar los objetivos. Los educadores
sabemos la importancia de que un alumno reconozca si asimiló bien o no los contenidos. Evaluarlos
dependerá de un sinnúmero de actividades relacionales, que no se circunscriben a un examen, pregunta
o problema a resolver. La interacción con el alumno, leer o escuchar sus preguntas, los aportes que
genera en los espacios compartidos con sus pares, etc., son algunos de los elementos que permiten al
docente reconocer la apropiación de los contenidos o no.

[Adaptado de Picón, M. L. (2020). ¿Es posible la enseñanza virtual? https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?


codigo=7516997]

Fuente 4
Desventajas de la educación virtual

En la mayoría de los casos, la educación virtual en tiempos de pandemia no permite el acceso a un


aprendizaje significativo ni mucho menos autónomo. La realidad que viven varias familias de clase
media baja, sobre todo en América Latina deja ver la precariedad de las políticas educativas para la era
digital. El repentino confinamiento condujo al ser humano a vivir de manera aislada y alterada, una
realidad virtual cargada de lenguajes simbólicos propios de la inserción de la tecnología en los
distintos aspectos del accionar humano y que poco a poco rompe con la concepción espacio-tiempo.
En la educación virtual cuando el sujeto se encuentra frente a otro solo puede percibir su mitad visible
y en palabras de Zizek et al., (2008) “automáticamente lo des-subjetivamos llenando el vacío,
proyectando en la oscuridad una riqueza de la personalidad imaginaria” (p. 20). La parte invisible del
otro se convierte en un agujero vacío; por ello, es necesario la resignificación del proceso educativo en
escenarios virtuales; caso contrario solo se viviría de espejismos, presentando una incompletud
ontológica de los sujetos. La irrupción violenta de los escenarios virtuales, sobre todo en aquellos
países que no se encontraban preparados para afrontar este tipo de emergencias, trae consigo una serie
de dificultades políticas, económicas, psicosociales, educativas y culturales. La incorporación de
dispositivos digitales (computadoras, laptops, celulares, smartphones, tablets) en el proceso de
enseñanza y aprendizaje implica la creación de un nuevo entorno educativo, según expresa Tennuto
(2003). Se crea “un nuevo espacio formativo y de nuevas estructuras organizativas que requieren, por
parte de los profesores y de los alumnos, actitudes favorables para interactuar con este recurso
tecnológico” (p. 962). Se reemplazó el aula de clases por espacios emergentes: dormitorio, comedor,
sala, cuarto de estudio u otros similares; el contacto social entre compañeros de clases, amigos o
docentes se limitó únicamente al contacto familiar. En este contexto surge una nueva interrogante:
¿cómo la ausencia de contacto social incide en el aprendizaje? A nivel mundial, el confinamiento
obligatorio muestra la importancia de la escuela como espacio físico y el valor del docente que
acompaña; sin esta presencia, varios niños y jóvenes son vulnerables frente a fenómenos como el
suicidio, depresión, violaciones, violencia simbólica, violencia doméstica y deserción escolar. Los
ambientes inseguros afectan el desarrollo emocional de la persona. Aristóteles (hacia 385 a.C.-323
a.C.) afirmaba que el ser humano es un ser social por naturaleza, él mismo construye su identidad
desde los otros de manera subjetiva y cultural, y si bien es cierto la familia cumple un rol importante
en la formación psicosocial del sujeto, este siempre necesita de otro externo como la escuela para
confrontar y equilibrar sus creencias y costumbres. Asimismo, en términos de Narvarte (2008), “en la
escuela se puede trabajar el reconocimiento de las expresiones de sentimientos, ya sea con mímica o
con dibujos” (p. 215). El aprendizaje en escenarios presenciales crea las condiciones necesarias para
una sana convivencia. En el entorno virtual no se logra precisar este tipo de socialización; se dificulta
el reconocimiento de algún tipo de trastorno psicosocial o intelectual. Las aplicaciones virtuales
presentan una realidad ficticia que impiden en su mayoría el manejo de las emociones, sea por la poca
formación del docente en los recursos tecnológicos, la falta de recursos (dispositivos digitales,
internet) por parte de la comunidad educativa, la falta de tiempo u otros factores.

Al respecto, Zizek (2008) señala que “cuando vivimos en un espacio virtual aislado, toda reconexión
con lo real es (…) una experiencia demoledora; es violenta” (p. 74) porque el contacto social implica
enfrentamientos y consensos. Las emociones deben ser trabajadas desde la primera infancia por el
núcleo familiar, pero a veces la poca formación cultural de los padres impide desarrollarlas
plenamente; la relación con otros pares diversos permite al educando aprender a ser afectivo, a
expresar lo que siente, aceptarse a sí mismo mediante el asentimiento de los demás a través de etapas
del conflicto. El conócete a ti mismo proclamado por Sócrates (hacia 470 a.C.-379 a.C.) no es posible
desde el aprendizaje virtual. La falta de contacto social impide que el sujeto logre una autoconciencia
de sí mismo, debido a las distracciones provocadas por la cantidad de información o canales de
entretenimiento que impiden el proceso reflexivo y la formación de un pensamiento crítico. Capdet
(2011) sostiene que en la educación virtual “el usuario ha de aprender a interactuar con la máquina
(software y hardware) y, una vez que lo ha conseguido, debe aprender a hacerlo con los usuarios
conectados a la red” (p. 12). Esta afirmación muestra cómo el sujeto educativo pierde su
individualidad para diluirse en la generalización; el usuario es un navegante más en el ciberespacio, ya
no existe un nombre o apellido propio que lo diferencie de los demás. La educación virtual, desde
Tennuto (2003), exige que el docente “desempeñe funciones que fundamentalmente girarán en torno a
lo conceptual, a lo organizativo y a lo social” (p. 962); solo así el sujeto que aprende puede responder
con una mente crítica a las problemáticas sociales. Desde la comunicación trasciende y puede
concebirse como un ser ontológico que existe en un determinado tiempo-espacio como autor y actor
del proceso educativo y de la misma historia. Además, como es de conocimiento general, el proceso
de enseñanza y aprendizaje no es aislado: requiere de otras disciplinas que orienten al ser humano para
la adquisición de nuevos referentes de comprensión desde una mirada antropológica y trascendental de
la realidad; en este sentido, la filosofía de la tecnología, la antropología, la sociología, la psicología
juegan un papel importante en la interacción de sujetos, ideas, contextos y circunstancias que trae
consigo una riqueza de elementos culturales que humanizan los entornos virtuales y evitan la
cosificación del ser humano.

[Adaptado de Aguilar, F. (2020). Del aprendizaje en escenarios presenciales al aprendizaje virtual en tiempos de
pandemia. https://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-07052020000300213&lang=es]

Fuente 5

El problema social de la educación virtual universitaria en tiempos de pandemia, Perú

El conocimiento no escapa a ninguna realidad: la virtualización de la sociedad está a la orden del día.
No se está lejos de comprar, abastecer y educar utilizando esos medios. Lo cierto es que el mundo ya
no será como ayer. Se asiste a cambios rápidos y violentos. Esa no es una revolución socialista ni
comunista: es la revolución del conocimiento. Resistirse sería salir de ese proceso. Por ello, es
necesario entrar y alinearse a esos desafíos, y los maestros tienen que jugar un rol en ello, a pesar de
que existan muchas dificultades como la falta de capacitación, el acceso a internet limitado, la
infraestructura y las plataformas que caen porque sus arquitecturas adolecen de innovaciones; la
disyuntiva es esta: si no se entra a ese entorno, el precio que se pagará será alto. Lo cierto es que la
educación virtual es una realidad que no podemos evitar (Castells, 2006; Bauman, 2003; Wallerstein,
1979; Morin, 1994).

Sin embargo, la realidad social en contextos de la COVID-19 de los estudiantes universitarios en la


sociedad peruana es muy diferenciada. Una de las principales diferencias es el contexto; las
universidades donde estudian están ubicadas unas en la capital de la república y otras en provincias.
Otra de las diferencias se acentúa en la naturaleza de las universidades, ya que estas pueden ser
nacionales o privadas. En ese criterio, la posibilidad de implementar la enseñanza no presencial de
carácter virtual, puede, como no, tener éxito. Dicho lo anterior, las posibilidades de tener mayor
ventaja al acceso de las TIC está en aquellos estudiantes que pertenecen a universidades privadas. No
siendo lo mismo para los estudiantes de gestión estatal, que en gran mayoría son provincianos
pertenecientes a la subalternidad. Esa realidad social permite manifestar que las estrategias académicas
de enseñanza virtual implementadas por las autoridades de universidades estatales y privadas a nivel
nacional, no garantizarán el aprendizaje efectivo de los miles de estudiantes con ascendencia
provinciana e indígena. En definitiva, la educación virtual no resulta aplicable para desarrollar los
aprendizajes esperados en la comunidad universitaria nacional, porque internet a alta gama en los
estudiantes de provincia, sigue siendo uno de los desafíos que tendrán que ser resueltos por los agentes
educativos contemplados en los Gobiernos, universidades, alumnos, profesores y la sociedad civil.

Evidentemente, la aldea global está atrapada en una pandemia mundial generadora de una serie de
variables negativas en las sociedades del tercer mundo. En ese empuje, solo la buena interacción
alcanzada en la sociedad civilizada y un Estado fuerte podrá resistir el aislamiento social que vulnera
una serie de derechos. Asimismo, solo una educación democrática en todos los niveles podrá afrontar
el futuro apocalíptico al cual se expone la humanidad. Ahora bien, el estudio concluye que el 55% de
estudiantes cuenta con acceso al internet y el 45%, no. Por otro lado, un 38% de estudiantes de
universidades de gestión pública consideran que sus docentes se encuentran en la fase regular,
mientras que el 71% de los estudiantes de universidades de gestión privada consideran que la
capacidad de manejo de las TIC en sus docentes es buena, la que pone en ventaja a los últimos con
respecto a los estudiantes de provincias. En torno a los estudiantes de universidades de gestión
pública, estos sustentan en un 70 % que no existe suficiente capacidad de cobertura y soportabilidad
del acceso a la tecnología de internet para desarrollar sesiones de educación virtual. No obstante, los
estudiantes de universidades de gestión privada respondieron que en un 6% sus universidades sí tienen
la capacidad suficiente de cobertura y soportabilidad para desarrollar sesiones de educación virtual. Y
otra vez, los actores estudiantiles de carácter privado se anteponen a los que vienen de la periferia. De
modo que la existencia de una diferenciación social en los estudiantes de universidades de gestión
estatal y privada, según su ubicación, retoma el viejo determinismo económico que consistía en los
que tienen dinero podrán estudiar en universidades privadas y los que no, simplemente se quedarían en
las instituciones estatales carentes de calidad. Hoy se hace visible una vez más la diferencia de clases.
Los estudiantes provincianos no tienen acceso a internet, lo que significa que no recibirán las clases
virtuales, pero los que pueden acceder a internet ilimitado sí podrán realizar esas clases virtuales
porque son de la capital o alguna universidad privada. En conclusión, la diferenciación es un problema
social de la educación porque presenta ciertas restricciones que no garantizan el desarrollo de la
educación universitaria en el Perú multiverso.

[Adaptado de Huanca-Arohuanca, J. W. et al (2020). El problema social de la educación virtual universitaria en


tiempos de pandemia, Perú. https://revistas.uned.ac.cr/index.php/innovaciones/article/view/3218/3975]

Fuente 6

Factores que acentúan las brechas digitales en las escuelas rurales

El siglo XXI ha visibilizado grandes diferencias entre los distintos sectores sociales y en 2020, a raíz
de la pandemia del COVID-19, la preocupación manifestada desde años atrás por los organismos
internacionales y la comunidad académica hacía prever que el problema de la brecha digital sería uno
de los temas de agenda de los Gobiernos, y que deberían incorporarlo a sus políticas públicas. Según
Bizberge y Segura (2020), la mitad de los pueblos de Latinoamérica no tienen acceso a internet o su
conexión es de mala calidad, registrándose mayor desigualdad en las zonas rurales, en las mujeres,
niños, jóvenes y adultos mayores. Según Servindi (2020), solo cuatro de cada diez hogares en las
zonas rurales contaban con acceso a internet a fines de 2019. Esta cifra expresa las grandes
desigualdades en nivel de ingresos, acceso a la educación y servicios públicos. Sin embargo, el
Gobierno hace esfuerzos por invertir en infraestructura para mejorar la conectividad regional de banda
ancha. Para la Cepal (2020a, 2020b), en Latinoamérica muchos hogares reciben la oferta de
conectividad, pero no la contratan debido a que no cuentan con los recursos para pagar los servicios de
internet, que son caros y de menor calidad en comparación a los que existen en las ciudades y países
desarrollados, por lo que resulta difícil reducir las brechas digitales. De acuerdo con Venturini (2020)
y Bielschowsky y Torres (2018), las brechas digitales están asociadas a diversos factores que es
necesario analizar:
a) Conectividad. La baja velocidad de conexión que se da en el área rural (5,5 Mbb/s) no permite
realizar actividades como el teletrabajo y la educación en línea (Cepal, 2020a). Además, la penetración
de internet es básicamente a través de la red móvil, lo que es cinco veces mayor que la red fija. Las
regiones con menor conectividad fija (IPE, 2020) son Pasco (13,8%), Ayacucho (13,5%), Cajamarca
(9,6%) y Huancavelica (5%).
b) Dispositivos. La mayor parte de los estudiantes del área rural usa dispositivos móviles bajo la
modalidad de prepago y son modelos de poca capacidad, pues a la hora de comprarlos optan por el
dispositivo más barato, lo que no permite descargar y usar varias aplicaciones; si lo hacen, el equipo se
vuelve muy lento. Además, hay que considerar que estos equipos no fueron diseñados para hacer
tareas escolares o leer textos largos.
c) Apropiación de la tecnología. Mientras los niños del área urbana, desde que nacen, viven rodeados
de medios electrónicos, los niños del área rural viven en contacto con la naturaleza y su acercamiento
a la tecnología se da después de tiempo. Muchos de ellos, recién en los últimos años, han tenido
acceso a equipos digitales, por lo que no se sienten seguros de manejarlos, algo que retarda su
aprovechamiento. Sus padres tampoco los pueden ayudar y la labor de entrenarlos debe recaer en
personas que sí conocen el dispositivo tecnológico. Se debe considerar también que existen problemas
de apropiación de la tecnología por parte de muchos docentes del área rural no solo por la brecha
generacional todavía existente, mas también por la carencia de computadoras de uso personal.
d) Precariedad de las viviendas. Algunas casas fueron construidas por los mismos pobladores, sin la
orientación profesional de un arquitecto o ingeniero. En ellas, las instalaciones de agua, servicios
sanitarios e instalaciones eléctricas se realizaron con posterioridad, de acuerdo con las necesidades que
tenían; por lo tanto, la mayoría carece de puntos de carga de energía para los dispositivos electrónicos.
También debemos mencionar que todavía existen pueblos donde el fluido eléctrico no se ofrece las 24
horas o donde los pobladores deben ahorrar al máximo para poder pagar los recibos de las empresas
prestadoras del servicio.
e) Costo del servicio. Para los pobladores del área rural, contratar un servicio fijo o móvil de internet
resulta demasiado caro; este puede equivaler al 12% o 14% de su ingreso mensual (Cepal, 2020a), por
lo que muchos padres de familia no lo pueden adquirir para fines educativos.

Los factores analizados demuestran que las brechas digitales no deben ser concebidas solo como un
problema de conectados vs. desconectados, sino desde un enfoque integral de educación y tecnología,
con el propósito de enfrentar las desigualdades de origen. Por ello, se debe pensar en un cambio de
perspectiva educativa donde todos seamos considerados aprendices: padres, hijos, maestros y
estudiantes, para que podamos generar nuevos códigos sociales, culturales, laborales y económicos, y
donde el reto sea acortar las brechas digitales (Quiroz, 2014). Para enfrentar este problema se debe,
por un lado, lograr que la tecnología llegue a cada uno de los estudiantes de educación básica; por
otro, que su uso no solo sea accesible al niño, sino a la familia (madre, padre, abuelos) y a todos los
pobladores, con la finalidad de que las estrategias de desarrollo local que se implementen en el futuro
contemplen el uso de las tecnologías, de manera que se genere progreso en toda la comunidad. Por
efecto de la pandemia, tenemos una escuela rural con una brecha digital muy diversa y heterogénea,
pues el impacto está relacionado a diferentes factores socioeconómicos, culturales, familiares e incluso
de organización comunal. En aquellos lugares donde los padres tienen acceso a internet, deben
adquirir un teléfono para sus hijos gastando entre 100 y 200 dólares por el aparato, y para la conexión
deben pagar una tarifa mínima de alrededor de 10 dólares mensuales. En caso de que la municipalidad
o comunidad adquiera el servicio, los niños solo pueden conectarse en sitios cercanos a la antena o
punto de acceso; y si no existieran estas condiciones, el profesor debe limitarse a trabajar con la radio,
televisión y llamadas telefónicas.

[Adaptado de Escuelas rurales en el Perú: factores que acentúan las brechas digitales en tiempos de pandemia
(COVID-19) y recomendaciones para reducirlas (2021) http://eds.a.ebscohost.com/eds/pdfviewer/pdfviewer?
vid=7&sid=0edaf31d-a430-425e-aadc-fd507b14166a%40sdc-v-sessmgr01*]
Fuente 7

Transición de lo presencial a lo virtual sin dolor

Como mencionaba Lourdes Caycho en su ponencia, muchas veces los docentes no tenemos
conocimiento de la tecnología. Por ello, debemos tener varias posturas ante la misma. Una es de
adopción, la conocemos, nos familiarizamos con ella. Luego adaptación, adaptamos los recursos para
recién ahí crear. Tomando en cuenta lo que quiero enseñar y la metodología pedagógica que quiero
implementar, escojo la tecnología a aplicar. No se debe enseñar de una sola manera, sino de varias, y
conviene seleccionar los recursos de manera prudente. Caycho menciona cuatro pasos en la transición
de lo presencial a lo virtual. El primer paso para hacer la transición desde lo presencial a lo virtual
consiste en seleccionar estrategias sincrónicas y asincrónicas, considerando que ambas modalidades de
educación poseen metodologías distintas, y tomando en cuenta las características de los estudiantes:
requieren una comunicación inmediata, tienen acceso a gran cantidad de información, pueden aprender
cualquier momento y lugar (ubicuidad), interaccionan en simultáneo con sus pares, los docentes y el
contenido de las clases. Se mencionan distintas estrategias: 1) sincrónicas y asincrónicas, 2)
expositivas y de participación colaborativa, 3) centradas en el aprendizaje grupal o en la
individualización de la enseñanza. Entre las estrategias sincrónicas, están aquellas de corte social, que
permiten la interacción con el docente, colaboración, planificación de tareas. Algunos ejemplos son los
grupos de whatsapp o los paneles y pizarras interactivas como el Padlet (plataforma digital que
permite crear murales colaborativos, ofreciendo la posibilidad de construir espacios donde se pueden
presentar recursos multimedia, como videos, audio, fotos o documentos; estos recursos se agregan
como notas adhesivas, parecidos a “post-its”). Los desafíos que se presentan tienen que ver con
superar las barreras técnicas (problemas de conectividad, disponibilidad de dispositivos) y coordinar
los tiempos en común. Se pueden emplear estrategias expositivas y de participación colaborativa,
como las videoclases o los chats de debate en grupos pequeños. Otro tipo de estrategias son aquellas
centradas en la individualización de la enseñanza, tales como las exposiciones individuales que no
necesariamente sean por plataformas virtuales, ya que pueden consistir en un video. También se
pueden ir armando portafolios de cada alumno. Presentan el beneficio de permitir mayor flexibilidad
de tiempos y de ubicuidad. En cuanto a los desafíos, el fundamental es el aislamiento y la escasa
discusión espontánea. Con respecto a las estrategias asincrónicas, se puede hacer propuestas de
exposición y participación colectiva como la reflexión a través de preguntas, que puede ser en formato
grupal, mediante llamadas o videollamadas, muros interactivos donde los estudiantes puedan dejar sus
ideas, tutorías en pequeños grupos, aplicación de lo aprendido a través de trabajos prácticos o guías de
estudio. En cuanto a estrategias centradas en la individualización de la enseñanza, pueden ser la
recuperación de la información a través de dar un tema para que investiguen, actividades interactivas
como juegos que refuercen lo trabajado en lo sincrónico, las prácticas experimentales, la reflexión a
través de preguntas (metacognición), tutoría individual a través de mensajería o portafolios. Es
importante la aplicación de metodologías ágiles de enseñanza, que permitan reforzar la autonomía, el
aprendizaje colaborativo, por proyectos, experiencial, basado en retos, gamificado. El segundo paso en
el camino hacia lo virtual consiste en buscar entornos y herramientas digitales. Los entornos virtuales
son espacios de generación de conocimiento tanto individuales como colaborativos, por ejemplo, las
redes sociales que permiten compartir y recibir (Twitter, Facebook, Instagram, LinkedIn, Pinterest),
las plataformas que permiten dar clases (Moodle, Classting, Classdojo, Google), las herramientas de
comunicación que permiten interactuar con el estudiante (Zoom, Whatsapp), y herramientas que
permiten curar y crear contenidos (YouTube, Genially). Para elegir la tecnología debo preguntarme
qué quiero lograr en mis estudiantes, preguntarme si sé utilizar y aprovechar esa tecnología (no sufrir
frente a ella), preguntarnos si atendemos la diversidad de estilos. Las videoclases no bastan, debemos
intercalar con muros como el Padlet, que es una herramienta sencilla donde podemos colocar
evidencias del trabajo realizado por los estudiantes. También se pueden recibir evidencias por
WhatsApp y agregarlas a los portafolios. Las pizarras como Jamboard de GMAIL permiten a los
estudiantes colaborar durante las sesiones. Otras herramientas utilizadas son el Socrative, Quizlee,
Kahoot, que sirven para trabajar la evaluación, pero no en formato nota sino para ir sondeando como
están los estudiantes, si están atendiendo o participando, se hacen competencias como en clase. En lo
asincrónico propone que haya un orden, que el estudiante vea la ruta y la organización de los
contenidos. Por ejemplo, podemos usar Google Classroom para trabajar aulas.

Podemos usar el Google Sites para crear portafolios de la clase con todos los materiales que pedimos
que lean y luego pedirles a los estudiantes que hagan lo propio. Podemos usar Flip Grid para colgar
videos de cada alumno, hacer debates, escuchar y ver a los estudiantes. El siguiente paso consiste en
curar y producir contenidos: investigar, encontrar, filtrar, seleccionar materiales de acuerdo a las
necesidades. Organizarlos debidamente, agruparlos, editarlos, depurarlos, compartirlos. Es decir,
aprovechar todo lo que ya otras personas realizaron. Para curar contenidos primero debo identificar los
resultados de aprendizaje y filtrar las fuentes contextualizando y adaptando. El foco siempre es lo que
quiero lograr. Luego debo elegir estrategias con las que voy a trabajar y evaluar qué puedo hacer y qué
necesito. No es conveniente complicarse con tecnologías que no entendemos o no podemos acceder
(ni los alumnos tampoco). Finalmente, sugiere reflexionar acerca de la mejor manera de llevar a cabo
el acompañamiento y la evaluación del estudiante. Respondemos a un modelo de tutoría donde el
docente es comunicador, acompaña y orienta, facilita el aprendizaje, genera autonomía en el
estudiante, sostiene y promueve prácticas activas con el estudiante y es empático. Se debe elegir el
método o instrumento más apropiado para evaluar según la actividad, ya que debemos recoger
evidencias de lo aprendido en lo sincrónico y asincrónico. Podemos usar herramientas como
termómetro de clase, por ejemplo, el Kahoot. Podemos hacer evaluación del proceso utilizando muros,
donde el estudiante va dejando evidencias de los logros, también puede ser Flip Grid. Esto ayuda a
motivar, aumentar la comprensión y proporcionar un indicador de sus progresos. Para hacer una
evaluación formativa debemos procurar que lo aplique en el mundo real, que el estudiante sea
responsable de su aprendizaje, que use habilidades de pensamiento de alto nivel (reconocer,
diagnosticar, planificar).

[Adaptado de Pérez, S. (2020). Desafíos para una educación post pandemia. Revista Desvalimiento Psicosocial
http://dspace.uces.edu.ar:8180/xmlui/handle/123456789/5426]
Fuentes adicionales

Fuente 1

Presencialidad: 94 % de estudiantes universitarios está insatisfecho con la educación en línea

Un reciente estudio hecho por EY Parthenon en varios países como Colombia, México y Perú mostró
que el 36 % de los padres colombianos piensan que es mejor la experiencia de aprendizaje en las clases
presenciales que en las virtuales, y el 35 % considera que dicha experiencia es peor para los niños y
jóvenes de niveles de educación básica y secundaria. También se evidenció que solo el 6 % de los
estudiantes de educación superior se sienten a gusto con la educación online.
Según el estudio, que tuvo una muestra de 1600 padres con hijos en el colegio, y a más de 1000
estudiantes de educación superior, el esquema de enseñanza predilecto sigue siendo el presencial. No
obstante, los universitarios se muestran de acuerdo con tomar programas híbridos, es decir, con un
método de aprendizaje mixto. “En Colombia, entre el 30 % y el 47 % de los estudiantes de educación
superior consideran terminar sus estudios de manera remota, en comparación con el 6 % y el 11% de los
estudiantes que tenían en cuenta esta posibilidad antes de que comenzara la pandemia”, afirmó Juan
Felipe Arango, Líder de EY Parthenon en Colombia. De otro lado, los padres que tienen hijos en
educación primaria y secundaria explicaron que aceptan la educación online solo si es temporal, por lo
tanto, afirmaron que están dispuestos a enviar a sus hijos a las instituciones tan pronto las vuelvan a abrir.
Y es que a los padres les preocupa la falta de interacción entre los alumnos en el entorno virtual, pues el
79% dice tener dificultad para prestar atención durante la clase, el 54 % de los encuestados considera que
la relación con los compañeros de clase ha empeorado, el 49 % estima que las destrezas de trabajo en
equipo se han deteriorado, y el 46 % menciona que las habilidades sociales están poco desarrolladas.
Jóvenes también quieren volver. Los estudiantes también manifestaron que la mayoría de los profesores
aún no ha adaptado su material didáctico a los cursos en línea, lo que hace más difícil que los alumnos se
interesen por las clases y presten atención. Según la encuesta, un 59 % dice que en la educación virtual
hay menos interacción con los estudiantes, y un 50 % expresa que hay menor interacción con los
profesores. Por otro lado, un 28 % de los estudiantes universitarios considera que la calidad del material
educativo ha disminuido, y un 26 % cree que las clases se volvieron más difíciles, mientras que el 35 %
de los padres de estudiantes de primaria y secundaria están insatisfechos con la educación en línea, pues
perciben que la calidad de las clases ha empeorado.
Uso de plataformas. El estudio también indagó sobre las plataformas más utilizadas para las clases
virtuales. Las más utilizadas en Colombia, México y Perú son Zoom (42 %), Blackboard (27 %),
Microsoft Teams (10%), Google Classroom (10 %) y otras (11 %).
Pagan igual por lo que consideran menos. Adicional a esto, el 87 % de los estudiantes no está de acuerdo
con el hecho de pagar el mismo valor de la matrícula y de pensión por los cursos en línea que por los
presenciales. Sin embargo, un 65 % de los estudiantes que participaron en el estudio considera que los
programas en línea podrían tener costos similares a los de los programas presenciales, solo si ofrecieran
determinados beneficios adicionales a los actuales como servicios de bienestar con psicólogos o
nutriólogos, cursos en línea en el extranjero, más apoyo en la búsqueda de empleo, plataformas de
ejercicio, mejores profesores, entre otros.
En cuanto al acceso a internet de banda ancha en el hogar, se evidenció un aumento, pero una amplia
brecha entre jóvenes de instituciones públicas y privadas. “El 97 % de los estudiantes inscritos en
universidades privadas dispone de conexión a internet, y en universidades públicas la cifra baja al 83 %
de estudiantes”. Y eso que la brecha ha disminuido en comparación con el año pasado, en el cual los
porcentajes eran 88 % y 69% respectivamente.

[Adaptado de Presencialidad: 94 % de estudiantes universitarios está insatisfecho con la educación en línea (2021).
https://www.semana.com/educacion/articulo/presencialidad-94-de-estudiantes-universitarios-esta-insatisfecho-con-
la-educacion-en-linea/202159/?fbclid=IwAR1NDmRkREcQZLFer7iCpj5Tqa6xd8Q_US-
4ScCjTABg2ztUdv__etwkMYc*]

Fuente 2
Vídeo: ¿Educación online o presencial? Reflexiones sobre el cambio para seguir mejorando
https://www.youtube.com/watch?v=NWHU3861q8Y
Tiempo de duración: 6:06 min
Canal: El País
Fecha de publicación: 22 de mayo de 2020

Fuente 3
Vídeo. Educación en pandemia: las preguntas que nos quedan (Francesco Tonucci)
https://www.youtube.com/watch?v=TBAnukTkIGI
Tiempo de duración: 10:07 min
Canal: TED
Fecha de publicación: 16 de noviembre de 2020

Fuente 4
Vídeo. Nuevas formas de aprender y enseñar a partir de la pandemia
https://www.youtube.com/watch?v=Tgr0mfEYhUs
Tiempo de duración: 7:49 min
Canal: TEDx Talks
Fecha de publicación: 8 de abril de 2020

Fuente 5
Vídeo. La escuela post-pandemia
https://www.youtube.com/watch?v=7h_sypuyr2M
Tiempo de duración: 7:06
Canal: TEDx Talks
Fecha de publicación: 28 de agosto 2020

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