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LOCUS DE CONTROL INTERNOS, FRENTE A LOCUS DE CONTROL EXTERNOS

Se ha calculado que un buen setenta y cinco por ciento de la gente en nuestra


cultura tiene una orientación de personalidad más externa que interna. Esto
quiere decir que es muy probable que tú encajes en esta categoría con mayor
frecuencia que en la otra. ¿Qué quiere decir ser "externo" en tu locus de control? En
esencia ser "externo," quiere decir que tú responsabilizas de tu estado emocional en
tus momentos presentes a alguien o algo externo, o sea algo que está fuera de ti
mismo. Si te preguntaran: "¿Por qué te sientes mal?" y tú contestaras con respuestas
como: "Mis padres me tratan mal", "Ella me ofendió", "Mis amigos no me quieren", "No
tengo suerte" o "Las cosas no van bien", ello significaría que estás dentro de esta
categoría externa. Y por lo mismo, si te preguntaran por qué eres tan feliz y tú
contestaras: "Mis amigos me tratan bien", "Mi suerte ha cambiado", "Nadie me está
fastidiando" o "Ella se arriesgó por mí", querría decir que aún estás dentro de un
marco de referencia externo, atribuyéndole la responsabilidad de lo que tú sientes a
alguien o algo que está fuera de ti.

La persona que tiene un "locus" de control interno es la que coloca firmemente sobre
sus propios hombros toda la responsabilidad por lo que él mismo siente, y este tipo de
persona es muy rara dentro de nuestra cultura.
Al contestar ese tipo de preguntas contesta con respuestas interiormente dirigidas
como ser: "Lo que me digo a mí mismo es un error", "Le doy demasiada importancia a
lo que dicen los demás", "Me preocupa lo que pueda decir la demás gente", "No soy lo
suficientemente fuerte para evitar ser desgraciado" y "No tengo habilidad suficiente
para impedirme a mí mismo el no ser desdichado". Del mismo modo, cuando la
persona con coherencia interior está en buena situación, contesta con referencias que
empiezan con un "Yo" o "A mí", como por ejemplo: "Yo trabajé duro para ser feliz", "Yo
he logrado que las cosas me funcionen", "Me estoy diciendo a
mí mismo cosas positivas", "Yo soy responsable de mí mismo y es aquí donde quiero
estar".

Así pues hay una cuarta parte de la gente que asume la responsabilidad de sus
propios sentimientos y el resto le echa la culpa de los mismos a causas externas.
¿Dónde encajas tú? Virtualmente todas las normas y las tradiciones son impuestas por
fuerzas externas; es decir, que provienen de algo o alguien que se encuentra fuera de
ti mismo. Si estás recargado de "debes" y eres incapaz de romper con los
convencionalismos prescritos por los demás, entonces quiere decir que estás en el
grupo de los "externos".
La actitud de una paciente que vino a verme hace poco es un excelente ejemplo de
este tipo de
Pensamiento externamente dirigido. La llamaremos Bárbara. Su mayor problema era
la obesidad, pero también tenía una cantidad de pequeñas carencias y conflictos.
Cuando empezamos a hablar de su problema de exceso de peso, ella me dijo que
siempre había sido demasiado gorda porque tenía un problema de metabolismo y
porque su mamá la había obligado a comer cuando pequeña. El cuadro de
sobrealimentación continuaba en la actualidad, me dijo ella, porque su marido no se
ocupaba de ella y sus niños eran muy desconsiderados. Ella lo había probado todo,
dijo ("Vigilantes del Peso", píldoras, una serie de médicos especialistas en dietética,
incluso la astrología). El tratamiento conmigo de psicoterapia sería su última tentativa.
Si yo no lograba hacerla perder peso, me dijo, nadie lo lograría.
Tal como Bárbara contaba su historia y analizaba su propio dilema, no me sorprendió
que no pudiera perder aquellos kilos indeseables. Todo y todos conspiraban contra
ella: su madre, su marido, sus niños, incluso su propio cuerpo y las estrellas. El
"Vigilante del Peso" y los médicos especialistas podían ayudar a personas menos
problemáticas, pero en el caso de Bárbara, las desventajas eran demasiado grandes.
Bárbara era un ejemplo clásico de pensamiento externo. Su madre, su marido, sus
hijos y una parte incontrolable de su propio cuerpo eran los responsables de su
gordura. Ésta nada tenía que ver con sus propias elecciones de comida, de comer
demasiado ciertos alimentos y en ciertos momentos. Además, sus tentativas para
aliviar esta situación eran dirigidas hacia el exterior así como también lo eran sus
percepciones del problema en sí. En vez de reconocer que era ella la que había
elegido comer demasiado en el pasado y que tendría que aprender a hacer nuevas
elecciones si quería perder peso, Bárbara recurría a otra gente u otras cosas, las
convenciones aceptadas por la sociedad para los casos de necesidad de pérdida de
peso.
Cuando todos sus amigos optaron por ir a los "Vigilantes del Peso", Bárbara fue
también. Cada vez que uno de sus amigos descubría un nuevo médico especialista en
problemas de obesidad, Bárbara era la primera en acudir a él para pedirle ayuda.
Al cabo de varias semanas de tratamiento, Bárbara empezó a reconocer que su
infelicidad y sus problemas eran producto de sus propias elecciones y no de las
actitudes de los demás. Empezó reconociendo que simplemente comía demasiado,
más de lo que realmente quería algunas veces y que no hacía suficiente ejercicio.
Como primera medida, decidió cambiar sus hábitos alimenticios exclusivamente con
autodisciplina.
Aprendió que podía manipular su propia mente y eligió hacerlo. Decidió que la próxima
vez que tuviera hambre se gratificaría a sí misma con pensamientos sobre su propia
fuerza interior en vez de comerse una galleta. En vez de echarles la culpa a su marido
e hijos por comer demasiado, impulsada a ello por lo mal que la trataban, empezó a
ver que se había estado haciendo la mártir durante años, implorándoles virtualmente
para que la explotaran. Desde que Bárbara empezó a exigir que la trataran bien,
descubrió que su familia estaba deseando hacerlo, y en vez de buscar consuelo en la
comida, encontró gratificación y plenitud en relaciones basadas en amor y respeto
mutuos.
Bárbara decidió incluso pasar menos tiempo con su madre quien, a su entender,
dominaba su vida arruinándola con un exceso de comida. Cuando Bárbara reconoció
que su madre no la dominaba y que podía verla cuando quisiera, no cuando su madre
decía que debía hacerlo, e igualmente que ella no tenía que comerse ese trozo de
pastel de chocolate simplemente porque su madre decía que debía comérselo,
empezó a disfrutar de los momentos que pasaban juntas en vez de molestarse.
Finalmente Bárbara se dio cuenta de que la terapia no tenía nada que ver con nada
que estuviera fuera de ella misma. Yo no podía cambiarla. Ella tenía que cambiarse a
sí misma. Esto tomaría su tiempo, pero gradualmente, con gran esfuerzo, Bárbara
cambió sus "debes" externos por normas internas basadas en su propio criterio. Ahora
no sólo está más delgada, sino que es también más feliz. Ella sabe que no es feliz por
su marido, ni por sus hijos, ni por su madre ni por las influencias astrales. Sabe que se
lo debe a sí misma pues ahora es ella quien controla su propia mente.
Los fatalistas, los deterministas y la gente que cree en la suerte están en el grupo de
los externos. Si tú crees que tu vida ha sido planificada para ti de antemano, y que
sólo necesitas caminar por los caminos adecuados, quiere decir que estás bien
provisto de todos los "debes" que sirven para mantenerte dentro de tu mapa de
caminos previamente trazados.
Nunca lograrás tu propia realización si persistes en dejarte controlar por fuerzas
externas o si persistes en pensar que eres controlado por fuerzas externas. El ser
eficiente y positivo no implica la eliminación de todos los problemas que se te
presentan en la vida. Lo que sí implica e importa es el mover el locus de control del
exterior al interior. De esa manera te responsabilizas tú mismo personalmente de todo
lo que experimentas emocionalmente. Tú no eres un robot que manejas tu vida por
control remoto, un control lleno de reglas impuestas por otras personas y por
reglamentos que no tienen sentido para ti. Tú puedes analizar más detenidamente
estas "reglas" y empezar a ejercitar un control interno sobre tu propio pensamiento, tus
propios sentimientos y tu propio comportamiento.

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