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Notas sobre la escritura

Isabel Paz

Escribir.

No puedo.

Nadie puede.

Hay que decirlo: no se puede.

Y se escribe.

Lo desconocido que uno lleva en sí mismo:

escribir, eso es lo que se consigue. Eso o nada.1

“Yo no sé leer (…) no sé escribir” dice Sofía, cuando despliega su discurso en sesión y
extiende sus dificultades a exponerse en público: “yo no puedo ser amable cuando hay
muchas personas”

Cuando la maestra pone una actividad en la que involucra la lecto-escritura la niña evita su
realización de mil maneras.

La maestra observa de forma muy perspicaz, que la niña tiene un buen rendimiento en las
diferentes áreas que se realizan oralmente, pero cuando la propuesta de trabajo involucra la
lectura y la escritura demuestra tener dificultades, comete numerosos errores ortográficos,
omite letras, fracciona y condensa palabras.

¿Por qué esta niña, hace síntoma en la escritura?

Dejemos esta pregunta planteada y avancemos un poco con la teoría.

¿Cómo accede el niño a la escritura? ¿Qué operación subjetiva es necesaria para acceder a la
escritura?

Para dar respuesta a estas preguntas voy a tomar la hipótesis que plantea Alba Flesler en su
libro, “El niño en análisis y el lugar de los padres” texto que sitúa la dirección de la cura en
la clínica con niños, en la formalización que hace Lacan del sujeto de la estructura,
acentuando una lógica que subraya el factor temporal.

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Duras, Marguerite. Escribir. Fábula Tusquets Editores. 2000. Pag. 54-55
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Notas sobre la escritura

Articulada a los tiempos del Edipo freudiano, dicha hipótesis sostiene que “el sujeto más qué
edad tiene tiempos”, tiempos de constitución subjetiva. Es importante destacar que no son
tiempos evolutivos, sino que son tiempos progresivos. Esta progresión tiene como condición
la recreación, mediante la reorientación de los goces. Es necesaria la pérdida de un goce para
acceder a otro. Es una operación necesaria, contingente y también imposible, porque es una
operación imposible de realizar sin resto. ¿De qué depende esta operación? Depende de la
alternancia del objeto, es decir que el objeto funcione como presencia y luego como ausencia.

Por una cuestión de tiempo cronológico, no voy a detenerme ahora en los diferentes tiempos
que se suceden para dar lugar al sujeto de la estructura. Pero sí voy a detenerme en ese
tiempo, lógico, no cronológico, en el que se instaura la letra.

A la letra como tal no se accede en cualquier tiempo. Es necesaria una operación subjetiva
producida por el sujeto por medio de la cual se constituye como tal. La letra surge como
efecto del acto de borramiento de la huella, plantea Lacan en el seminario “La Identificación”
en el año 1962.

Ahora nuevamente ¿de qué depende esta operación? Depende de una resolución del tiempo
anterior. Y el tiempo anterior se corresponde con el primer despertar sexual, posterior al
tiempo donde se juega la dialéctica de ser o no ser el falo. Alba Flesler lo encuentra en Freud
y lo articula a los tiempos lógicos propuestos por Lacan situando el tiempo del primer
despertar sexual como el instante de la mirada. Puntualiza que el primer despertar sexual se
produce cuando el niño ve la castración en la madre. Dice la autora:

Lo que el niño ve, es la castración en el Otro primordial y ello se produce porque el niño
hace un descubrimiento. Algo cubierto en el tiempo anterior se descubre. Corrida la
cobertura advierte que él no era el falo. La ilusión queda al descubierto. Es un tiempo
pulsante, inquietante, en el cual se verifica un goce, descorriéndose el velo con el que se
cubría y vestía la ilusión de completud. La espesura angustiante que el rasgado despierta con
su presencia hace necesario un enlace productivo, simbólico, para darle borde y medida al
nuevo goce.

Nos recuerda la autora que el despertar conlleva no sólo un monto de angustia, sino que
también abre una puerta al sujeto.

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Notas sobre la escritura

Al descubrir que él no era el falo se le ofrece una nueva posibilidad. En ese momento se lanza
un primer gran conflicto asentado en aquello que el binarismo significante le plantea: ser o
tener, ser o tener el falo. Este gran conflicto, que se presenta al sujeto en ese momento, es
sucedáneo del despertar y le otorga su oportunidad de acceder a un nuevo goce. En esta
ocasión el sujeto que antes dijo sí al niño del Otro, debe responder no y permitir que opere
la separación. Alienación y separación son dos tiempos del sujeto, tiempos en que el sujeto
se efectúa como respuesta.

Pero esta operación por parte del sujeto no es posible si no interviene nuevamente el “deseo
de los padres”, como operación que nomina y anticipa al sujeto, continua diciendo Alba
Flesler:

El Otro puede anticipar y nominar un nuevo lugar para el sujeto, en este caso como falóforo,
como poseedor del falo. Pero también puede no hacerlo. (…) Será sujeto falóforo sólo si el
Otro logra acompañar y soportar el corte y redistribución de goce que reclama este nuevo
tiempo.

Y agrega algo más:

Si se abala la búsqueda de saber, los chicos aprenden a leer y a escribir. Es un tiempo de alto
predominio simbólico.

Y aquí viene algo que me parece interesante:

Los llamados problemas de aprendizaje no son tales. Son la expresión de una falla de
resolución del tiempo anterior, correspondiente a ese instante de la mirada, cuando el sujeto
percibe que su cuerpo no coincide exactamente con el objeto del Otro. Si los elementos de la
estructura no hacen juego, la fijeza y la retención de goce impedirán no sólo el crecimiento
en general, sino específicamente el aprendizaje de la escritura. La escritura es una operación
que se alcanza con la pérdida del referente. (…)Cuando el referente imaginario mantiene
pregnancia, en el plano de la escritura se plantean síntomas propios de la simetría o
asimetría de la imagen en el espejo.

Porque reitero “la letra se instituye cuando la imagen a título de huella se borra” dice Isidoro
Vegh.

Sofía es la tercera de seis hermanos. Tenía nueve meses, cuando su madre se une en
matrimonio con su actual esposo, quien oficia como padre de sus hijos.
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Notas sobre la escritura

Desde entonces, (actualmente la niña tiene diez años) los padres silencian… no sólo su
verdadero origen, sino además por medio de una mentira ocultan el motivo por el cual uno de
sus hermanos dos años mayor que Sofía, no vive con ellos. Cuando interrogo a la madre,
dice que no es posible que la niña se dé cuenta porque sólo tenía nueve meses cuando
comenzaron a vivir con Juan. Que sólo su hija mayor que en ese entonces tenía tres años lo
sabe y que guarda el secreto sin contárselo a sus hermanos.

La niña, cuando se refiere a la madre del padre dice: “mi mamá dice que ella no es mi abuela”
Cuando le pregunto ¿por qué te parece que tu mamá dice eso? Responde que no sabe. Y
como dice Alba Flesler no siempre la respuesta invita a la pregunta, Sofía, repite afirmaciones
donde no hay lugar para la pregunta. Dice que, cuando se venza su documento de identidad, le
van a cambiar su apellido, tendrá entonces en su nuevo documento de identidad el apellido del
padre. Le pregunto entonces por qué no tiene el apellido de su padre en documento actual.
Ella responde porque sus padres se casaron cuando ella tenía un año.

El padre, piensa que la niña, debe darse cuenta sola, que la vida se lo va a decir
naturalmente, así como le pasó a él. En un momento de su infancia, caminando por la calle
con su padre, se encuentran con un señor y comienza una discusión entre los dos hombres, es
allí donde él se da cuenta que este señor con quien se encuentran era su padre.

Pero como dice Alba Flesler y la cito nuevamente:

Para colocarse en la historia un niño necesita reconocer los mojones que orientan la
geografía familiar. (…) No es banal si un niño ha recibido respuestas claras respecto a su
historia o si ha habido ocultamiento, mentiras o silencios. (…) El niño busca saber tiene
curiosidad, investiga, puede entender la historia en la escuela (…) si ha logrado saber con
claridad de su propia historia en el tiempo anterior, el del primer despertar.

La fuente del saber para el niño son los padres. (…)A ellos se dirigirá la pregunta.
Dependerá de la respuesta de los padres, es decir, si el sentido que recibe a sus preguntas no
queda plasmado como único ideal empobreciendo el juego del saber inconsciente y
produciendo en lugar de gusto por saber inhibición en la búsqueda de saber.(…)

Si los padres responden a las preguntas diciendo la verdad, estarán hablando desde su deseo.
(…)

(…)Por eso es inherente a la verdad remitir a la enunciación más que a los enunciados de los
padres. Los enunciados pueden dar una información real del objeto en cuestión pero es en la
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enunciación donde se revela la verdad, que se dice a medias. Y esto ocurre así por
incompatibilidad entre la sexualidad y el saber inconsciente más que por afán de engaño.

En Sofía están comprometidos los primeros pasos de la articulación del fantasma, en función
de las respuesta que ha obtenido de sus padres, silencio, ocultamiento y mentiras, la búsqueda
de saber se detuvo, dando lugar al empobrecimiento subjetivo. Descubierto el velo, no ha
encontrado asidero para la construcción de las teorías sexuales infantiles que ofician como
desmentida de la percepción.

Uno escribe lo desconocido de sí mismo, como afirma Marguerite Duras, en esta niña lo
desconocido no retorna en la escritura porque aún y sobrayo este aún, no se ha producido.

Lacan en el seminario de 1971, “...O pire” dice textualmente:

El escrito (…) es el retorno de lo reprimido (…) es en tanto que letra que lo más a menudo al
significante reprimido lo veo retornar. (…) La letra retorna (…) para marcar un lugar, el
lugar del significante”

Por último quiero leerles un párrafo de Lacan de “Moment de conclure” esta cita la encontré
en el texto de Isidoro Vegh “Las letras del análisis”.

El analista corta (tranche). Lo que él dice es corte, es decir participa de la escritura (…). Es
por eso que digo que ni en lo que dice el analizante ni en lo que dice el analista, hay otra
cosa que escritura.

Y agrega Isidoro Vegh:

La escena del análisis invita al analista a producir letra, sabiendo que lo hace incluso con su
cuerpo; se trata de una letra que no es ajena al goce.

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