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TERESA FORCADES

LAS PALABRAS DE MARÍA DE NAZARET:


ESBOZO DE UNA MARIOLOGÍA CRÍTICA

Existe una discrepancia sorprendente entre el valor teológico de la fi-


gura de María y la forma como su figura se ha desarrollado y se en-
cuentra presente en la praxis eclesial y en la espiritualidad creyente.
En María ha descubierto la tradición católica una feminidad capaz
de revelar a las mujeres que su lugar en el mundo es distinto del de
los varones, tanto en la Iglesia como en la sociedad. La feminidad ca-
tólica tradicional presenta a María como icono del sacrificio y del si-
lencio femeninos libremente aceptados. Me propongo explorar la fi-
gura de María desde una perspectiva bíblica. María es, después de
Jesús, el personaje más activo de los evangelios. Aparece en nueve es-
cenas distintas. A pesar de ello, la imagen tradicional de María está
asociada a la quietud y, sobre todo, al silencio. A María le ha sucedi-
do lo que sucede a tantas mujeres: sus palabras son infravaloradas.
Este artículo intenta remediar esto y dar a conocer a la María de Na-
zaret que toma la palabra.

Iglesia Viva, 280 (2019) 45-58

Existe una discrepancia sor- atributos masculinos. Tanto Jesús


prendente entre el valor teológico como María son dogmáticamente
de la figura de María y la forma modelo para cada creyente en su
como su figura se ha desarrollado obediencia, su fidelidad, su cari-
y se encuentra presente en la pra- dad, su disponibilidad, su coraje
xis eclesial y en la espiritualidad profético, su entrega, su determi-
creyente. María se concibe como nación, su dulzura, su humildad,
modelo para el seguidor de Jesús, su alegría y su libertad, mas ambas
independientemente de si este es figuras no son igualmente presen-
varón o mujer, mas se reconocen tadas como modelo para mujeres y
como atributos femeninos tan ex- varones. Las mujeres nos sentimos
plícitos y potentes, que la praxis llamadas por la tradición y por la
eclesial y la devoción popular los praxis eclesial actual a meditar las
han asociado y los siguen asocian- palabras y los hechos de Jesús pa-
do de forma preeminente con las ra aplicárnoslos a nosotras mismas
mujeres. De ahí que, para compen- tanto como los varones. No ocurre
sar la feminidad mariana, los atri- así, sin embargo, con María. En
butos crísticos, de acuerdo con el María ha descubierto la tradición
sexo de Jesús, se conciban como católica una feminidad capaz de
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revelar a las mujeres que su lugar das de Caná y en la crucifixión; en
en el mundo es distinto del de los cuatro de estas escenas, María to-
varones, tanto en la Iglesia como ma la palabra. Si tenemos en cuen-
en la sociedad. La feminidad cató- ta el número de palabras pronun-
lica tradicional presenta a María ciadas, solamente Juan Bautista y
como icono del sacrificio y del si- Zacarías superan a María en el con-
lencio femeninos libremente acep- junto de los cuatro evangelios. Mas
tados; nos invita a reconocer a las María es quien más activa está en
mujeres como propio el segundo los evangelios si tenemos en cuen-
plano, la retaguardia: estar ahí, sa- ta tanto los hechos como las pala-
biéndose fundamentales para la bras. Sin embargo, se la asocia a la
marcha del mundo, pero sin desta- quietud y, sobre todo, al silencio.
car, sin aspirar al primer plano, a Como le sucede a tantas mujeres:
la visibilidad que corresponde a los sus palabras son infravaloradas.
atributos propios del varón.
La asociación es asimétrica: a
mujeres y varones se nos exhorta Una pregunta crítica: ¿Cómo
a identificarnos con Cristo, pero a podrá suceder esto, si no vivo
las mujeres se nos veta la identifi- con ningún hombre? (Lc 1,34)
cación visible (litúrgica) con Cris-
to en la dinámica sacramental de Una pregunta crítica, he aquí la
la Iglesia. La identificación con primera intervención de María. La
María se define dogmáticamente pregunta paralela del anciano Za-
como aplicable a todo creyente y carías (Lc 1,18) conlleva una des-
al conjunto del ser eclesial, mas se confianza que las palabras de Ma-
reserva en la práctica para mujeres ría no transmiten. María pregunta
y se vehicula a través suyo una fe- cómo se realizará lo que el ángel le
minidad estereotipada que no se anuncia; Zacarías, en cambio, pre-
corresponde con el testimonio de gunta cómo sabrá que es cierto lo
María que ofrecen los evangelios. que el ángel le anuncia. En el evan-
De eso tratará el presente artí- gelio aparecen muchas preguntas:
culo: del testimonio de María que preguntas simples, preguntas críti-
nos ofrecen los Evangelios. Me cas malintencionadas y preguntas
propongo explorar la figura de Ma- críticas bienintencionadas. La pri-
ría desde una perspectiva bíblica. mera intervención de María perte-
María es, después de Jesús, el per- nece a este último grupo, que está
sonaje más activo de los evangelios. formado solamente por cuatro pre-
Aparece en nueve escenas distin- guntas en el conjunto de los cuatro
tas: la anunciación, la visitación, el evangelios: las preguntas de María
nacimiento, la huida a Egipto, la y Zacarías, una pregunta de Pedro
presentación en el templo, el niño (nosotros, que hemos dejado cuan-
Jesús perdido, cuando los parientes to teníamos y te hemos seguido,
de Jesús van a buscarle, en las bo- ¿qué vamos a recibir? [Mt 19,27]),
Las palabras de María de Nazaret: esbozo de una mariología crítica   269
y una pregunta de Tomás (Señor, dignidad humana plena. Así nos
no sabemos a dónde vas: ¿cómo trata a cada una y cada uno. Así tra-
vamos a saber el camino? [Jn 14,5]) tó a María. Y así, digna y libremen-
te, supo responder ella.
La comparación entre la pre-
gunta de María y las preguntas de Las primeras palabras de Ma-
Zacarías, Pedro y Tomás, nos per- ría entroncan con uno de los temas
mite vislumbrar la calidad del tes- de fondo del feminismo clásico y
timonio de María y la forma en que contemporáneo: la mujer definida
ella puede inspirar nuestra vida de en función del varón, la mujer que
fe, tanto si somos varones como se valora a sí misma y es valorada
mujeres. Zacarías, sacerdote del socialmente en función del varón
templo de Jerusalén en ejercicio de que supuestamente la protege y
sus funciones litúrgicas, se sitúa sostiene y le permite tener un ob-
mal ante Dios: pretende reducirlo jetivo vital y una tarea específica-
a sus esquemas mentales, aspira a mente femenina: la de cuidar del
controlar la acción de Dios en él. varón y estar en la retaguardia,
Este deseo de control intelectual lo animándole, inspirándolo, colabo-
deja mudo, sin palabras, incapaz de rando con sus responsabilidades
comunicar a los demás el mensaje públicas desde la discreción del se-
del ángel. Por su parte, Pedro, dis- gundo plano. La pregunta de Ma-
cípulo a quien Jesús le acaba de pro- ría es literal (¿cómo podré quedar-
meter las llaves del Reino del cielo me embarazada sin conocer
(Mt 16,19), también se sitúa mal: varón?) pero permite también una
busca una compensación adicional interpretación más amplia: ¿cómo
al hecho de gozar de la intimidad podré ser agente de redención por
con Jesús y colaborar con él. Final- mí misma, sin un varón? Tanto pa-
mente, la actitud de Tomás combi- ra varones como mujeres, este pue-
na el error de Zacarías y el de Pe- de ser el primer paso en el camino
dro. Como Zacarías, Tomás reduce de la fe: situarse correctamente an-
el mensaje de Dios a sus propias te Dios implica desvincular a las
categorías mentales. Como Pedro, mujeres de la dependencia del va-
Tomás espera ‘algo más’, Jesús no rón. María no es aquí la nueva Eva
le basta. En contraste con estos va- sino el nuevo Abraham, a quien se
rones, María no busca alcanzar a pide un acto de fe radical que cons-
Dios cognitivamente, ni tampoco tituirá un pueblo.
espera recompensa, mas no por ello
se convierte -como se afirma fre-
cuentemente- en un instrumento en Una opción de vida: Soy la
manos de Dios. Dios no manipula esclava del Señor ¡Que Dios
haga conmigo como me has
instrumentos para llevar a cabo su
dicho! (Lc 1,38)
tarea de redención. Dios invita a
personas y las interpela de forma
máximamente respetuosa con su El ‘hágase’ de María (fiat mi-
270  Teresa Forcades
hi) establece un paralelismo con forma que José, que era un hom-
el ‘hágase’ que Dios pronuncia al bre bueno, toma la decisión de
principio de la Creación (fiat lux). romper en secreto su compromiso
María da a luz la Luz y nos invita con María. José sabe que él no es
a hacer lo mismo, cada uno a su el padre, pero desea proteger a
manera. Ahí radica la ‘maternidad María de la lapidación. Que el pro-
ejemplar’ de María. La Luz del metido rompiera la alianza en se-
mundo, el sentido del mundo per- creto se interpretaba como un re-
manece ausente de mi vida sin la conocimiento de que había sido él
participación libre y activa. Hete quien había dejado embarazada a
aquí el principio mariano. Por es- la novia. El hecho de que José no
to, aunque a primera vista pueda denuncie a María conduce a la
sorprender, considero que el prin- conclusión de que el padre es él y
cipio mariano es esencial para que que es un irresponsable. José de-
el principio crístico pueda ser cide asumir esa vergüenza públi-
creíble en el siglo XXI, ya que so- ca para evitar que María sea lapi-
lamente un Dios que no sustituye d ad a . Si n emba rgo, t r a s la
lo humano, sino que lo que respe- revelación angélica (Mt 1,20-25),
ta hasta depender de ello para ac- José se convence de que el emba-
tuar en el espacio y el tiempo es razo de María tiene un origen di-
compatible con la autonomía del vino y la acepta como esposa. Es-
mundo. Creo que Dios actúa con- te desenlace no podía preverlo
tinuamente en el mundo, mas nun- María.
ca como fuerza invasiva, sino so-
lamente pidiendo, como hizo con María se arriesga; como la viu-
María, ser acogido. da pobre del evangelio, lo da todo;
su Fiat a Dios equivale a poner su
La segunda palabra es una op- vida en riesgo de una forma inme-
ción de vida. María toma una de- diata y literal. Cuando pronuncia
cisión. Explícita y verbal en Lu- su Fiat, esta joven no es un instru-
cas; cordial y sin palabras en mento pasivo en manos de Dios;
Mateo. María acepta libremente. es una mujer consciente que anti-
Considero este punto fundamen- cipa el gesto de entrega que Jesús
tal. La suya es una maternidad li- realizará en el Cruz, fiándose de
bremente aceptada, aunque quizás Dios de un modo absoluto. La de-
la aceptó no de la manera formal terminación de María no es una
como la describe Lucas, sino de la decisión puntual; es una determi-
forma como podemos aceptar li- nación existencial, es la opción de
bremente el amor a nuestros pa- vida que Dios espera de todo cre-
dres, por ejemplo. yente. Estamos llamados a ser co-
La determinación de María no mo María, pero más bien somos
está libre de riesgos. ¿Cómo podrá como Zacarías, como Pedro, co-
justificar María su embarazo ante mo Tomás: ¡si no lo entiendo, si no
su prometido José? Mateo nos in- lo veo, no lo creo! (Jn 20,25).
Las palabras de María de Nazaret: esbozo de una mariología crítica   271
Un canto de alabanza. la vez humilde y portadora cons-
El canto del Magníficat ciente de las maravillas de Dios.
(Lc 1,46-55)
La humildad de María no sola-
mente es compatible con la aserti-
No es la conciencia sacrificial vidad más profunda sino que es su
lo que predomina en María sino el fundamento. ¿Cómo menospre-
gozo, la alegría inmensa de saber- ciarse? ¿cómo encogerse avergon-
se interlocutora y colaboradora de zada ante la propia miseria, cuan-
Dios. Engrandece mi alma al Se- do es Dios mismo quien la acoge
ñor y mi espíritu se alegra en Dios amorosamente? La exposición del
mi salvador (Lc 1,46). ¿Cómo pue- corazón ante Dios, con todas sus
de ‘engrandecer’ o ‘magnificar’ contradicciones, libera y confiere
María a Dios, su Señor? ¿Cómo una fuerza sin parangón, que es la
podemos dar gloria a Dios que es que sostuvo a María al pie de la
el origen de toda gloria, de toda cruz. Allí, María no pronunciará
grandeza y de toda magnificencia? palabra, pero no se achicará ni se
Y, sin embargo, así es. La tradición desmoronará. Se mantendrá en pie
tanto judía como cristiana vincula mientras ve agonizar entre las bur-
de forma sorprendente la majestad las de la soldadesca a su hijo-Dios.
de Dios y la petición de amistad
que dirige a los hombres y muje- La experiencia íntima de ser
res que él mismo ha creado: Ya no amada personalmente por Dios no
os llamo siervos, porque el siervo desvincula a quien la vive del com-
no sabe lo que hace su amo; os promiso por la justicia social, sino
llamo amigos, porque os he dado que lo alienta y robustece. María
a conocer todo lo que mi Padre es una mujer del pueblo y no se
me ha dicho (Jn 15,15). concibe a sí misma desvinculada
de los demás; el gozo de su canto
María ha entendido esto. Por no es solamente por ella, por su
ello, tras su conversación con el salvación personal, sino porque
ángel, no solamente no queda mu- cree que en su embarazo han em-
da como el sacerdote Zacarías, si- pezado ha cumplirse para todo el
no que pronuncia uno de los can- pueblo las promesas de plenitud
tos más bellos de toda la Biblia. hechas a Abraham.
Un canto que demuestra un cono-
cimiento profundo de la tradición
de Israel y afirma sin ambages la Una queja razonada. Hijo
parcialidad de Dios para con los mío, ¿por qué me has hecho
pobres. Porque se sitúa correcta- esto? Tu padre y yo te hemos
mente (con total confianza) ante estado buscando llenos de
Dios, María recibe una conciencia
angustia (Lc 2,48)
de sí liberada y gozosa. Dios es a
la vez todopoderoso y peticionario
de la amistad humana. María es a Con esa pregunta y la angustia
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que expresa deja claro que por tativas, deseos o necesidades y otra
muy llena de gracia que fuera no muy distinta sufrir por amor, en-
fue la suya una vida regalada. Su tendiendo como amor auténtico y
experiencia de Dios y su intimi- libre que hace vibrar el corazón por
dad con Jesús no protegieron a el bien del otro, sufrir con sus pe-
María de los altibajos que confor- nas y alegrarse con sus gozos. Y
man toda vida humana, incluso en no poco, no de una forma discreta
relación con su hijo. María perdió y de poco ímpetu, sino con una
a Jesús y lo reencontró. Se abre la fuerza proporcional a la capacidad
posibilidad de imaginar a María de amar. Así es como imagino la
en desolación espiritual, como lo experiencia sensible de Jesús y
estuvo en el mismo Jesús en el María: intensa y rica en matices,
huerto de Getsemaní: En medio de para nada apática o indiferente al
un gran sufrimiento, Jesús oraba dolor y gozo ajenos.
aún más intensamente, y el sudor
En el ¿Por qué? de María es-
le caía al suelo como grandes go-
tán anticipados todos los porqués
tas de sangre (Lc 22,44).
del corazón humano que sufre por
Creo que la angustia de Jesús la lejanía de Dios y se fatiga bus-
revela una plenitud humana capaz cándole. Un último detalle de la
de desarmar en su autenticidad y escena: ambos padres sufren la an-
en su desnudez al corazón más en- gustia de la pérdida del hijo, lo bus-
durecido. María no es la Luz, pero can con todas sus fuerzas durante
está llena de ella, sin oscuridad. tres días y lo hallan finalmente en
También en María el dolor y la an- el Templo. Sin embargo, en el mo-
gustia no obedecen a la descon- mento del encuentro no es José, el
fianza hacia Dios ni a la falta de fe, padre, quien toma la palabra como
sino que son expresión de su sen- quizás sería de esperar. Debe te-
sibilidad humana, que la gracia no nerse en cuenta que Jesús en esta
oblitera ni reduce, sino que poten- escena tiene ya doce años; ya ha
cia a máximo. salido del ámbito del control ma-
terno para introducirse en el mun-
Cuando Ignacio de Loyola o
do de los varones. A pesar de ello,
Teresa de Jesús hablan de indife-
cuando le hallan en el Templo no
rencia hacia todo lo creado, en-
es José sino María quien toma la
tiendo que se refieren al deseo de
palabra y habla por los dos.
poseer algo de lo creado o de afir-
marse a sí mismos a través de ello María se ha definido vitalmen-
o en referencia a ello. El desasi- te como mujer sin recurso a un va-
miento radical forma parte del ca- rón y actúa ahora igualmente sin
mino espiritual de todas las gran- dependencia hacia el varón en el
d e s t r a d ic ion e s r el ig io s a s, ejercicio de su maternidad. José no
cristianismo y budismo incluidos. queda ni mucho menos anulado
Mas una cosa es sufrir por verse por ello, pero sí desplazado del lu-
mermada una misma en sus expec- gar de dominio. María y José es-
Las palabras de María de Nazaret: esbozo de una mariología crítica   273
tán en un mismo plano: ‘tu padre constatación de las necesidades de
y yo’ (Lc 2,48). los demás. Quedarse sin vino en
medio de una fiesta de boda repre-
senta un fracaso humillante desde
Una petición. Ya no tienen el punto de vista social. María, cu-
vino (Jn 2,3) ya fe y disponibilidad hicieron que
la identificáramos con el patriarca
Abraham en la escena de la Anun-
Cambiamos de evangelio y de ciación, se identifica aquí con Moi-
contexto. Dejamos atrás las esce- sés y con la voz de los profetas que
nas de la infancia de Jesús narra- hablan en nombre del pueblo pre-
das por Lucas. Juan desarrolla una sentando ante Dios sus necesida-
forma propia de dar testimonio de des e intercediendo por él. Para
la maternidad de María: no su ma- Juan, el vino representa la sangre
ternidad biológica, sino la espiri- derramada de Jesús. Mujer, ¿por
tual. En el contexto de las bodas qué me lo dices a mí? Mi hora aún
de Caná, María resulta decisiva pa- no ha llegado (Jn 2,4). Llegará en
ra que Jesús inicie su vida pública. la cruz (Jn 12,23; 16,32).
María hace posible el primer sig-
no/milagro de Jesús, identificán- La oración de intercesión de
dose de nuevo con la amada del María -y la nuestra- se inicia con
Cantar, ya que, en el relato de las la constatación de una necesidad
bodas de Caná ya que, los que en práctica (de vino, de comida, de
realidad consuman su unión son alimento, de sanación, de libera-
Jesús (Dios) y María (su pueblo). ción), pero no se queda ahí. La ne-
El pueblo (María) expone confia- cesidad particular nos conduce al
damente su necesidad y Dios (Je- reconocimiento de una necesidad
sús) hace brotar la vida plena en él, básica que es común a todos: nos
transformando su cotidianidad falta la vida de Dios simbolizada
(agua) en fiesta (vino). por el vino-sangre que se vierte en
abundancia en las bodas del cor-
Sin embargo, esto no ocurre sin dero (Ap 19,6-9).
insistencia por parte del pueblo
(María). La fe no es suficiente. Ha- A diferencia del antiguo pueblo
ce falta la perseverancia. La pri- de Israel (Is 43,8; 44,18) y del nue-
mera respuesta de Jesús es cortan- vo pueblo eclesial (Mc 8, 17-18),
te. Pero María no se corta. Ignora María tiene ojos que ven, oídos que
la brusquedad de su hijo y actúa. oyen, entendimiento que entiende.
Es decir que, además de la fe y la Me enseña que no me puedo acer-
persistencia, en la escuela de ora- car a Dios sin llevar en el corazón
ción de María aprendemos también el sufrimiento de mis hermanos y
a tomar la iniciativa. hermanas, sin hacerme solidaria
con ellos y ellas. Me enseña que
Ya no tienen vino. María nos no hay fórmulas prefijadas en la
enseña a orar enraizados en la oración que puedan funcionar co-
274  Teresa Forcades
mo un substituto de los ojos abier- como Jesús nos ama? La respues-
tos. El enraizamiento en la reali- ta es que no podemos. María de
dad cotidiana y concreta es, a la Nazaret lo sabe y por eso recurre
vez, fruto y fundamento de la ora- a Jesús tan confiadamente. Tras el
ción. rechazo de él parece que no se in-
muta. El pasaje refleja de una for-
ma sencilla un diálogo vivido por
Un mandamiento nuevo, cualquier hijo ante su madre, cuan-
que debe ser discernido do esta le importuna con deman-
personalmente. Haced lo das que él considera fuera de lugar
que él os diga (Jn 2,5) y la aleja con una respuesta hostil,
para que le deje en paz. Es descon-
El mandamiento nuevo, en el certante, sin embargo, que María,
relato joánico del lavatorio de los tras este rechazo, se vaya derecha
pies durante la última cena, es la a los sirvientes y les diga: Haced
última recomendación de Jesús en lo que él os diga.
su misión: Os doy un mandamien- María discierne y no podemos
to nuevo: Que os améis los unos a simplemente imitarla, debemos
los otros. Así como yo os amo, de- -como ella nos muestra- discernir
béis también amaros los unos a también nosotros de una forma
los otros (Jn 13,34). En él conden- personal. ¿Qué significa obedecer
sa Jesús su misión y su mensaje. el mandamiento y amar como Je-
No se trata de un mensaje con un sús nos ama? Eso debe discernirlo
contenido dogmático o doctrinal. cada uno personalmente. No es po-
Se trata de fiarse de una relación, sible cumplir el mandamiento nue-
de la relación con él; se trata de es- vo siguiendo una pauta de conduc-
tablecer con él una verdadera ta preestablecida. María discierne
amistad en respuesta a su amor que y en su discernimiento entran ele-
llegó primero y se mantiene siem- mentos que desconocemos. Nunca
pre fiel. sabremos qué pasó por la cabeza y
Y esto es precisamente lo que el corazón de María en ese mo-
hace María. Amar a los novios de mento, mas lo que importa es que
Caná tal como Jesús nos ha man- entre el diálogo que nos reporta el
dado, preocupándose personal- evangelio y la acción de María
mente por su bienestar, anticipan- existe un hiato que corresponde al
do, haciendo suyo su apuro y discernimiento de ella. Es su res-
actuando en la medida que le es ponsabilidad personal: María vuel-
posible para solucionarlo. Y aquí ve aquí a mostrarse libre y aserti-
llega la sorpresa, pues María, que va… y humilde. No se fía de sus
anticipa el mandamiento nuevo, no propias fuerzas, sino que confía sin
se fía de sus propias fuerzas. Ma- reservas en Jesús, aunque no siem-
ría recurre directamente a Jesús. pre lo entienda o reciba de él lo que
¿Cómo podemos amar realmente espera.
Las palabras de María de Nazaret: esbozo de una mariología crítica   275
Una nueva imagen de María la María poderosa y maternal no
ha desaparecido nunca del culto
Del análisis de las palabras de popular. Este articulo ha mostrado
María en los evangelios emerge un su enraizamiento en el texto evan-
perfil de mujer que difiere de las gélico y ha descubierto dimensio-
imágenes popularizadas por la ma- nes de María capaces de inspirar
riología de los últimos siglos. y precisar profundizándola la ex-
Coincidiendo con la Modernidad periencia de fe contemporánea. El
y la Reforma, las mujeres no gana- mandamiento nuevo de Jesús es
mos, sino que perdimos poder: las ‘Amaos los unos a los otros como
mujeres de la época medieval te- yo os he amado’. El de María: ‘Ha-
nían un grado de autonomía y unas ced lo que él os diga’, pero haced-
responsabilidades sociales mayo- lo sin suprimir las preguntas críti-
res que las mujeres de la época mo- cas, con radicalidad, con júbilo, sin
derna. Las imágenes de María de disimular el propio dolor o las pro-
Nazaret se desarrollaron de forma pias dificultades, intercediendo por
acorde: las majestuosas materni- los demás y, sobre todo, discer-
dades románicas y góticas dieron niendo de forma personal qué sig-
paso a vírgenes Inmaculadas de nifica para mí, concretamente, aquí
aspecto aniñado. A pesar de ello, y ahora, amar como Jesús me ama.

Condensó: Sergio Gadea

Una teología católica de la migración no formula simplemente una teo-


logía sobre la migración. Más bien, con la migración como luz de búsqueda y
como locus theologicus, reconsidera los loci theologici tradicionales y plantea
una pregunta fundamental: ¿Cómo las concepciones tradicionales de la fe
cristiana son cuestionadas por las migraciones y las experiencias de la per-
sona migrante? A la luz de la migración y de las características existenciales
de nuestra condición humana, una teología de la migración pregunta: ¿Quién
es Dios (teología trinitaria)?, ¿quién es Jesús (cristología)? ¿quién es el Espíri-
tu Santo (pneumatología)?, ¿quién es un ser humano (antropología)? ¿qué ha-
ce al cristiano (espiritualidad)?, ¿qué es la salvación (soteriología)?, ¿qué es-
peramos (escatología)?, ¿qué es la Iglesia (eclesiología)? ¿cómo practicamos
el culto (liturgia y sacramentología), ¿cómo nos relacionamos con los no cris-
tianos (diálogo interreligioso)?, ¿cómo nos comportamos (teología moral)?
(…) ¿Cómo teologizamos (teología)?.

P. C. Phan (2014), “Embracing, Protecting, and Loving the Stranger: A Ro-


man Catholic Theology of Migration” en Theology of Migration in the Abraha-
mic Religions, Palgrave Macmillan: Elaine Padilla & Peter C. Phan (eds.), p.96
(Traducción)

276  Teresa Forcades

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