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La de nición de música que hasta ahora conocemos es: “El arte de combinar sonidos en
una secuencia temporal, atendiendo a las leyes de la armonía, melodía y el ritmo, y que
resultan agradables al oído”.
La alabanza de Dios y para Dios se traduce en cierto momento en las notas musicales que
usamos en la iglesia y así como la música secular tiene elementos esenciales, esa música
que acompaña a la alabanza contiene los siguientes elementos:
Melodía
“No existe lenguaje humano para describir la música y eso creo que eso es lo que
encierra la melodía. Si en una canción no existe melodía, son solo ritmos y esa es la clase
de canciones que abundan hoy en día”.
Apóstol Gaspar Sapalú
En la alabanza, la melodía no necesariamente son las palabras del himno, sino es una
expresión que se necesita entender y descubrir, porque ese punto (que es como una tilde),
hace que Dios se haga sentir o baje. Como no son palabras, se necesita una mente que
entiende la Palabra, un corazón y boca que estén bajo ese conocimiento, porque la
melodía se convierte en el Evangelio cantado¡
Armonía
El concepto tradicional de la armonía es: “El estudio de la técnica para enlazar acordes en
un equilibrio que resulta en belleza”.
En la alabanza, la armonía es acorde a quien le cantas, que es “Al que está sentado en el
trono y al cordero… La armonía hace que encaje la melodía en la expresión que va
conforme o en acuerdo a quien le cantamos. Se necesita la presencia de Dios para que la
armonía se exprese en acorde a esa presencia.
Ritmo
El concepto tradicional del ritmo es: “Movimiento recurrente que se marca por la sucesión
regular de elementos débiles o fuertes”.
Dios le dice a Isaías: “Miradme a mí todos los términos de la tierra y seréis salvos…” ¿Qué
alabanza está proyectando? Se está proyectando al Dios Salvador, entonces de allí salen
los cantos, con una proyección de Salvación.
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Hay que saber qué ambiente hay al iniciar el culto, para que a través de los cantos
venzamos los ánimos que manejan la carne o el alma. Los cantos son nuestras estrategias
o herramientas que deben encajar en el ambiente y como el culto es en ascenso, debes
iniciar el culto con un canto lento, así como el carro cuando se enciende.
Entonces, hay que escuchar las minsitraciones de la iglesia de Santiago Atitlán y poner
atención a los cantos en el himnario que corresponden a la característica de inicio del
culto. Esos cantos son claves e importantes porque el primer canto, debe ir venciendo el
ánimo de la carne, el cansancio, la distracción etc. en la que viene la gente al culto.
Puedes continuar con otro moderado que encaje con el que estás cantando, en tonalidad,
en tiempo y en el tema o motivo. Los cambios de tonalidad pueden aplicarse pero deben
ser estratégicos porque vamos en ascenso. No podemos apresurar ni hacer cambios
bruscos porque se pierde la continuidad en el paso de ascenso.
Cuando el gozo está desbordando, entonces podemos continuar con cantos ligeros, de
celebración, de gozo, de esta etc.
Todo depende del parámetro que el pastor está manejando en tiempo. En muchas
ocasiones debido al tiempo establecido, puede que solo tengamos oportunidad de llegar a
ministrar cantos moderados justo antes de recoger las ofrendas. Si el tiempo de alabanza
en la iglesia es más largo, entonces puedes cambiar de moderados a ligeros.
Después de la ofrenda
Regularmente después de la ofrenda en nuestras iglesias, ya estamos preparándonos para
introducirnos a la Palabra. Se puede seguir con el canto que dejamos antes de la ofrenda,
o podemos volver a un moderado para que el pueblo se vaya introduciendo al ámbito de
la Palabra.
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