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ción rigurosa del desempeño, parece más razonable evaluar las conductas y
competencias conducentes a resultados, que los resultados en exclusiva. De
ser así, resulta indispensable un análisis previo (top-down) que permita iden-
tificar cuáles competencias son importantes y deseables para la organización
y en particular para el puesto en función de la organización. Las dimensiones
de evaluación deberán definirse en atención a la naturaleza del puesto, su
entorno y la misión institucional reconocida y declarada (Alles, 2000). Si se
conduce un análisis inductivo riguroso, se definirá conductas y competencias
asociadas a resultados y contextualizadas a una empresa o institución (Mar-
chant, 2005). Lo anterior permitirá que la evaluación se centre en las conduc-
tas que tienen mayor probabilidad de conducir a resultados, sin mezclarlas
arbitrariamente con condiciones ajenas al desempeño del trabajador.
La idea es combinar los objetivos del puesto de trabajo y las metas estable-
cidas para el trabajador, con las competencias o evidencias de desempeño
que le persona debería demostrar. La evaluación de las competencias de un
trabajador permitiría identificar brechas en comparación con: el estándar ac-
tual de la organización, el ideal esperado para el cargo, desempeños anterio-
res y futuros del propio evaluado.
En todas las dimensiones anteriores, el desempeño puede verificarse con
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3. VALIDEZ Y CONFIABILIDAD
La solvencia de un sistema de evaluación radica en la identificación de
factores objetivos y mensurables del desempeño en un puesto. Por difícil que
parezca, el trabajador no debería ser evaluado como persona, como perso-
nalidad, carácter o individuo. Lo que se verifica, analiza, pondera, cualifica y
puntualiza es el trabajo que la persona ha desempeñado. Por tanto, el método
debe ser objetivo, es decir, propiciar condiciones para aislar al evaluador y al
trabajador de las dimensiones del desempeño que se evalúa.
Las dimensiones del trabajo o de los resultados del desempeño deben ser
verificables y válidas, en el tiempo y en el espacio. Deben ser medibles y tener
referencia de lo que se espera se lograría en el puesto y por el talento o capa-
cidad de la persona.
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Artículo | Evaluación del desempeño
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¿CUÁNDO EVALUAR?
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¿QUIÉN EVALÚA?
La coevaluación (180º, 360º, o los pares y/o clientes como fuentes infor-
mantes): involucran distintos puntos de vista a los que se somete el desem-
peño del trabajador, también conocidos como métodos de 180 ó 360 grados
(dependiendo de cuántas fuentes o miradas se consideren), en una analogía
de una evaluación que mira el trabajo desde sus resultados, sus entornos y los
agentes que tienen que ver con el mismo, tanto como jefes, supervisores, el
propio empleado, sus colaterales y subalternos, así como los usuarios, clien-
tes o beneficiarios reales y potenciales de los resultados del mismo trabajador
que se evalúa.
Su beneficio radica en la obtención de una imagen más completa y precisa
del desempeño del trabajador, resultado de la triangulación de la información
obtenida desde los diversos clientes y proveedores (internos y externos) que
requieren sus servicios. Disminuyen las distorsiones por subjetividad gracias
a la confrontación de las diferentes versiones.
La autoevaluación (el propio evaluado como fuente de información): se refie-
re a la valoración que la persona realiza acerca de su propio comportamiento
y desempeño. Es poco común, ya que se requiere buen equilibrio emocional
y de capacidad para realizar una autoevaluación libre de subjetividad y dis-
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