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Race TIeESRpo2

AQUI SISIZOS

Economia
SOciedad
y regines
Juan Carlos Garavaglia

EDICIONES DE LA FLOR
diente del poder colonial
local, debe haber conducido a valorizar
enormemente su propia
belica esté,
existencia, aun cuando esa estructura
repetimos, conducida por un misionero. Y ello es
mas importante si los
su situación con la del
indigenas de las reducciones comparaban
resto de los indiosreducidos, quienes, una
vez pasado el
momento de las "entradas"
épicas de la conquista,
pocas veces servían como tropa
Esto nos lleva a otra faz del
independiente.
problema: el peso extraordinario
que tendrán las reducciones en la resolución de los
graves
enfrentamientos sociales y políticos de la región. Ya sea contra el
obispo Cárdenas y los encomenderos o contra los sublevados de
1721-1735, en sus diversas variantes, los indios tienen la oportu-
nidad de jugar frente a los blancos un rol relevante e inusitado
en el desarrollo de las luchas
sociales de la colonia. Aun cuando
este rol no sea el resultado de la libre elección del
no obsta para que esa milicia
indígena, ello
tenga un peso absolutamente inédi-
to en los enfrentamientos locales y que los mismos indigenas se-
an conscientes de este hecho.

2. El modelo por dentro

Dejemos por un momento las grandes lineas de análisis y


entremos a considerar de cerca la realidad de la vida reduc-
cional. De esta forma, el modelo mostrará una vez más sus dife-
rencias y semejanzas con el resto de las formas de encuadramien-
to de la vida indigena en el mundo colonial hispano.

a. El indio y el sacerdote

Cuál es la visión que tiene el sacerdote de la vida indigena?


Es ésta una visión radicalmente diversa de la de los colonizado-
res españoles? Y las consecuencias de esa visión son distintas
para las comunidades indigenas?
Cuando leemos las memorias y escritos de los sacerdotes je-
suitas, un primer hecho salta a la vista: la adjetivación. obligato-
riamente maniqueist a, al relerirse a indigenas reducidos y no re.

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ducidos. Mientras los primeros son
no reducidos son mansas ovejas'", los indios
invariablemente "lobos feroces"'.
misionero es, entonces, convertir al lobo en El papel del
La conversión se
apoya en dos sistemas
oveja.
vamente o en forma conjunta de que se usan alternati-
Uno de ellos, que acuerdo a las
circunstancias.
podríamos
sado en la fuerza de convicciónllamar""'convencimiento'", está ba-
del sacerdote y en sus
utilizar un inagotable arsenal de dotes para
desde los "regalitos" argumentos, que se extiende
ceremonial religioso, repartidos cual espejos de
Colón, hasta el
aparatosamente
palabra uno de sus elementos clave. De exhibido y que tiene en la
la misma forma que la
palabra es un componente básico y central del
indigenas, el
sacerdote debe hacer uso de poder de los jefes
largas horas, como medio fundamental ella, a veces durante
ConversOs. para llegar a los nuevos
Pero muchas veces,
imposible decir con qué frecuencia, estos
argumentos no bastan y se acude entonces a la
na, como sistema de
conversión. Es asi como vemos
fuerza, lisa y lla-
el curso de las que, aun en
primeras fundaciones, se acude a la ayuda de la
fuerza armada hispana y más
tarde, de indigenas ya reducidos,
para convencer a los remisos.
tan con lujo de detalles Xarque y Sepp, entre otros, rela-
este tipo de "fraudes
las palabras de este último: un piadosos", según
cacique demasiado remiso a los
argumentos divinos, es tomado por la fuerza, en medio de
una
espléndida ceremonia preparada para recibirlo y unos buenos
meses de cadenas lo hacen entrar
ro no debemos
ráápidamente en razones.52 Pe
equivocarnos y achacar esta actitud a una carac-
terística específica de la Compañía; tanto en
las
franciscanas y de clérigos de fines del XVI 35, comoreducciones
en lo
podríamnos llamar una concepción religiosa heredada de la que re-
conquista, la fuerza es siempre un elemento necesario de la con-
versión del infiel. Un canónigo de la catedral de Buenos
Aires lo
dirá, en 1673, con palabras de una claridad meridiana:
mostrada la experiencia que este gentio mas se "...tiene
que al amor, primero al arcabuz que a la cruz.
sujeta al temor
Pues sólo perseve-
ran xpianos
aquellos Pueblos que fueron primero atemorizados
de las armas...'.54

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Y es asi como las dos variables que componen el meollo de la
dominación blanca sobre el indigena, el control ideologico y la
fuerza desnuda, hacen su aparición en la experiencia de las mi-
Siones jesuiticas desde el comienzo mismo de las relaciones entre
el sacerdote y el indio.

Otro aspecto que impresiona por su reiteración, refiriéndo


nos ahora a los indigenas reducidos, es la constante apelación a
figuras del tipo padre/hijo en la relación entre el sacerdote y los
indigenas de las reducciones. Una buena cantidad de citas, que
no pretende ser exhaustiva, cosa que seria absurda, nos muestra
la profundidad de este concepto en la mitología misionera: los
indios son niños grandes y tienen en realidad una humanidad a
medias-son "...algo superiores a los animales..."-, humani-
dad, que se mantiene estacionaria.55 Esta característica de infan-
tilidad (eterna, dado que la niñez de los indígenas es algo cons-
tante y no sufre variaciones, sea con el paso de las generaciones,
sea en los diferentes individuos) es la que posibilita la existencia
de la figura que es su contrapartida, es decir el padre. Todo niño
necesita un padre y toda niñez eterna exige una presencia pater-
nal constante que vigile, oriente y corrija esa niñez.
De esta forma pasamos al segundo aspecto de ese mito: el sa-
cerdote/padre, ante la incapacidad manifiesta de sus pupilos/hi-
jos se ve en la obligación de organizar la vida de la reducción.
Esta función totalizadora de organización es descripta con lujo
de detalles por muchisimas fuentes y es la que demuestra, en tor-
ma de
perfecto silogismo, la necesidad de la existencia de la re
ducción.56 No sólo el sacerdote está plenamente convencido de que
sus hijos se morirán de hambre, sed y enfermedades si no fuera
por sus cuidados, sino que, mediante una hermosa pirueta de la
argumentación, no pocas fuentes que exaltan el accionar de los
sacerdotes jesuitas, como Xarque y Muratori, no dudan en
ditar a los padres incluso el hecho de haber introducido la acre
agri
cultura o el hilado entre sus neófitos.37 Y no importa aquí seña-
lar si est0 es un lapsus o una
"maniobra", sino mostrar la pro-
fundidad de la identificacióón del rol del sacerdote con el de un
verdadero héroe jundador. No debe extrañarnos, entonces, que

148
más inusitados
lospropios indigenas atribuyan muchas veces los
poderes a los sacerdotes de su reducción.8
Y es así como nos enfrentamos con otro problema, estrecha-
mente ligado a lo que venimos analizando: la dificultad que tiene
el sacerdote para entender la "racionalidad" del accionar indi-
gena. Aun los más inteligentes de entre ellos, que elogian
sin embages la habilidad del indio para algunas tareas (como el
rastreo de huellas, el desempeño de "artes mecánicas'" o la acti-
vidad musical), se muestran totalmente miopes cuando se trata de
comprender qué relación puede haber entre el mundo cultural
del
propio indigena y la red de capacidades desarrolladas en fun-
ción de ese mundo. Incluso algunos ejemplos, transcriptos por
los propios sacerdotes, donde se puede comprobar la clara ade
cuación entre tecnologia indigena, esfuerzo puesto en práctica y
recursos naturales disponibles, suelen suscitar acerbas críticas en
el observador cuando este accionar escapa a una concepción
europea de la cuestión.59
De este modo llegamos a un punto clave, que recorta uno de
los aspectos del caracter de las reducciones como fenómeno co-
lonial: la negativa a considerar al mundo indigena como otro
mundo y su inclusión en un submundo, un mundo subalterno,
lleno de irracionalidad, donde sólo la presencia del
dote permite la llegada de un poco de luz de razón.
padre/sacer-
y

La represión y sus formas

Más arriba hemos marcado la diferencia existente


entre las
reducciones jesuíticas y el resto de los pueblos de indios de la
re-
gión, pero no debemos suponer que ello convierte a las reduc-
ciones de la Compañía de Jesús en un
paraíso; no, en realidad, si
los pueblos de indios, en especial desde la
do regional-con las consecuencias
ampliación del merca-
negativas sobre la reproduc
ción de la comunidad y con los efectos
desastrosos de la caída de
la segunda Villa Rica en 1676-, se habian
ido convirtiendo en
verdaderos infiernos, las reducciones
mismo que Muratori y algunos jesuiticas-pese al opti-
publicistas del siglo XVIII

149
impregnaron a la tradición occidental sobre el tema-, están le-
jos del paraiso. La verdad es que desde el "Paraiso de
Mahoma" hasta "El cristianismo feliz", la región abunda en
campos eliseos... al menos en la historiogralia...
La represión tiene dos variables que se complementan mu-
tuamente. Una, la menos visible "cadenas invisibles" diria un
eronista ilustrado al referirse a ella- tiene la habilidad de
arraigarse en aspectos muy profundos de la cultura indigena. Es
asi como aparecen todos los matices de reconversión
esa y las danzas que
operado los jesuitas y la religión, la música
han
forman
forman
un todo que acompaña cada tarea cotidiana de la vida reduc-
cional: no hay actividad colectiva, por nimia que sea, que no
tenga una determinada carga religiosa o que no esté acompaña-
da por
una manifestación
musical. Desde pequeños, los indige
nas aprenden a medir el paso de las horas por el tañer de las cam-
panas de su iglesia. Desde pequeños saben que la música acom-
paña y ritma cada ocupación cotidiana. También la magnificen-
cia de las iglesias es un fenómeno cuidadosamente estudiado. No
pocos testimonios nos informan de la avidez de los indigenas por
emular en riquezas y ornamentos a un pueblo vecino. Y en este
caso, también las fuentes de la Compañía no,dudan en otorgar a
este despliegue su verdadero papel en la
sujeción del indígena.60
Pero hay un aspecto de la represión
ideológica que tiene una
manifestación especifica en las misiones de la Compañía: la ne
gativa a que los indigenasS aprendan el castellano. Parecería
contradictorio tomar este elemento como formando parte de la
represión ideológica y se podria suponer que nos hallamos ante
un intento de ""preservar" la cultura
indígena. Pero nada más
alejado de las intenciones, por otra parte manifiestas, de la
Compañía. La negativa al uso del castellano es uno de los ele-
mentos que obliga al indio a la mediación del
sacerdote. Pero co-
mo es imposible
suponer que ningún indígena aprendería cas-
tellano y dado que en las reducciones mismas existen escuelas
(...no para que lleguen a hablar o entender el castellano o el la-
tin, sino para que sepan cantar en coro... y
para que los niños
que nos sirven puedan leernos lecturas
rante la comida en el refectorio"
españolas o latinas... du
6l), las instrucciones de los su
I50
neriores de la orden son estrictas acerca de cstas lecturas: "No se
nermita que los Indios lean nras. Reglas en romance qdo. se leen
en el Refitorio,sino en latin, ni que vean nros. ordenes, instru-
ciones o carlas de los Supes... para que se escuse que anden nros.
libros en manos de indios... y pacen las noticias a los demas In-
d i o s . . "62

No se trata aquí de ""preservar" la cultura indigena, sino de


aislar al indio del entorno, colonizándolo en una cultura pre-
fabricada y hablada en su propia lengua. Los resultados son me-
nos contradictorios de lo que parecen: el indigena será un coloni-
zado y participará vicariamente -a través de la inserción de las
reducciones en la vida regional- en ese mundo colonial, pero
estará mucho más desprovisto que otros indigenas de armas pro-
pias para convertirse, aunque sea subalternamente, en un ser
integrado" a ese mundo.
Mas todo esto no es suficiente para mantener al indigena en
policia. Los palos son el agregado indispensable de la vida re
duccional. Ya desde las primeras fundaciones, hasta la reite-
rada mención al problema en las órdenes de los Provinciales, re-
sulta obvio que en este paraíso hay ovejas descarriadas.64 Y he
aquí uno de los resultados del "éxito'" jesuita: no hay en las re-
ducciones, hasta donde podamos saber, situaciones de rebelión
como las de Arecayá u otras; en cambio y ante la imposibilidad
de soldadura de una resistencia "política", la resistencia toma
un caracter individual en el comportamiento
""delictivo" y en las
huidas. Y para estas ovejas descarriadas hay otra alternativa
no

resto de los pueblos indigenas de la


que recurrir, al igual que el
siempre
región, a la mano dura: castigos corporales-aplicados
nunca por el propio sacerdo-
por otro indigena de la reducción y
forman parte del pan coti-
te-, cepos, cadenas, cârceles, etc.,
veces esta insumición resulta
diano de los insumisos. Y muchas
los mas de los rigores qe.estos
de hechos banales: "Y porqe.
no son por lo qe.deben a Dios y a su
pobres experimentan, juzgo
sino porqe.faltan a nras.
lglesia en sus mandamientos y Presepto
ideas y caprichos y muchas veces a
propias tradiciones, a nras.
nras. conveniencias y regaloS..." Estas palabras adquieren ma-

151
yor fuerza de testimonio si recordamos que son del padre Jayme
Aguilar, visitador de la Compañía en el año 1735.65
E n una palabra y para retener aquí lo fundamental de esta vi-
S1on que se nos da del indigena: el indio es un ser niño/irra-
Clonal, euyos patrones de comportamiento no son todavia -un
todavía" que es en realidad un 'nunca'"-civilizados y por lo
Tanto sólo la presencia del sacerdote/padre/organizador asegu-
ra la racionalización de la vida y de la producción en el marco de
las reducciones. Es este silogismo el que explica la necesidad mis-
ma de la existencia de la reducción como institución para huma-
nizar al indigena y asegurar, en un plazo indeterminado, su paso
a un mundo donde las concepciones de Dios, tiempo, trabajo y
vida sean racionales.

b. La vida económica de la reducción

Veamos ahora la forma en que se expresa, en la realidad


concreta de la vida reduccional, esta práctica misionera que, sin
saberlo, realiza una activa mezcla entre lo "viejo'" y lo "nuevo'"
a los efectos de *"integrar" al indigena en un mundo regido por
la razón.
Recordemos en unas líneas la organización económica inter-
na de la reducción jesuítica. Es sabido que el productor directo
trabaja una parte de su tiempo en la parcela nuclear que se le ha
asignado a su casamiento. Este trabajo -llamado abambaé, al
igual que la parcela fisica- está destinado a suplir la subsisten-
cia del productor y su familia; su producto-maíz, legumbresy
mandioca- integra la dieta cotidian: del indigena de las reduc-
ciones
El resto del tiempo el productor trabaja en el tupambaé, cu-
yo producto estará destinado por un lado, a la redistribución,
tanto en caso de sequia o epidemia, como para el consumo de
aquellos que por diversas razones-viudez, enfermedad, etc.
no integran una unidad domestica. Por otro lado, quedará un res-
to a disposición de la Compañía que se encarga de su comerciali-
zación. Es decir que este sector no sería otro que el fondo de re-

152
distribución controlado anteriormente por los jefes indigenas y
que ha sido "inflado" por los jesuitas a los efectos de que las re-
ducciones puedan autoabastecerse y contribuyan además, como
el resto de las casas y Colegios de la Compañía, al mantenimien-
to de la Orden. O sea que esta "inflación'" del (upambaé lleva al
máximo y subvierte la figura de redistribución que la etnología
contemporánea ha dibujado para las sociedades "primitivas".
A nuestro entender, ha sido Louis Necker, en su trabajo sobre
las reducciones franciscanas en la región, quien ha
señalado por
vez primera y claramente el íntimo parentesco de estas institu-
ciones supuestamente jesuíticas y las figuras de reciprocidad y
redistribución.66
Veremos ahora a través de algunos problemas planteados en
el funcionamiento cotidiano de la economía reduccional, la for
ma en que se complejiza este modelo, mostrando por un lado,
las raíces indigenas que continúan perviviendo en ciertos aspec-
tos de esta economía y por el otro, la dificultosa aparición de
patrones ""racionales" en el comportamiento económico indige-
na. Ambas vertientes de esa misma realidad, nos mostrarán más
claramente la simbiosis de falacias y semiverdades encerrada en
las aserciones de los misioneros acerca del indigena.

El rol económico de los jefes

Cuál erael rol de los jefes guaranies? El jefe es fundamen-


talmente un árbitro -un "hacedor de paz'"- en el interior del
toda actividad ligada a la guerra hasta
grupo; su poder crece con
convertirse en absoluta durante las expediciones punitivas. Su
generosidad y su capacidad oratoria lo distinguen, al igual que la
poligamia, del resto del grupo. Evidentemente, esta tipologia
de las tribus de la selva tropical, es
que vale para la mayor parte
excesivamente general y debió haber internamente en los dis-
tintos grupos guaranies muchas diferencias que desconocemos.
Veremos qué queda de este antiguo rol de los caciques en las re-
ducciones.
Ya hemos visto que uno de los aspectos que explicaba el mo-

153
delo jesuítico era su triunfo sobre los jefes/hechiceros; este
triunfo debe haber quitado considerable poder al cacique, pero
es evidente que la institución sigue en pie. Y no nOs referimos
-el inten-
aqui los aspectos establecidos por las leyes hispanas
a
sus "vasallos'" a loos
to de reforzar el poder de los caciques sobre
de la relación
de convertir a los jefes en intermediari0s
erectos va más
colonial-68 sino a la existencia de otra realidad, que
allä del papel de comparsa de la autoridad española.
fundar un nuevo
El padre Sepp nos cuenta cómo, al intentar
la reducción de San
pueblo dado el crecimiento demográfico de
a los caciques para
Miguel de la cual él era el sacerdote, convoca
tratar el problema de la mudanza. Una vez convencidos éstos de
afirma que resolvió
la necesidad de la nueva fundación, Sepp
.asignar a cada cacique los campos y pastoS que correspon-
den al número de sus familiares y vasallos..."y que
a"...un ca-
en su poder le adjudiqué
Cique que tenia sesenta a setenta indios
unas tierras fértiles atravesadas por un arroyo alegre..."".69 Si
bien la fuente no lo afirma categóricamente, es evidente que las
tierras en cuestión son las pertenecientes al abambaé y que en-
tonces el jefe era el encargado de poner en posesión de su parce-
la a cada '"vasallo'"; éste recibirá de sus manos la tierra redistri
buida y no de manos del sacerdote.
Otro testimonio, de una época cercana al anterior, nos
muestra a algunos caciques quejándose a un padre visitador y pi-
diendo 'que...se les restituyan algunos de sus vasallos que mo-
ran en otros Pueblos..."; ello da lugar a una serie de medidas
para efectuar esa restitución.70 Por supuesto que la palabra va-
sallos que las fuentes usan una y otra vez-Sepp dice que el
cacique *... es un señor feudal que dispone de muchos va-
sallos..."-71 no debe hacernos sacar conclusiones equivo-
cas. Pero este último testimonio nos dice algo más sobre el rol de
los jefes: si éstos piden que se les restituyan sus hombres y los
padres aceptan esa restitución, es que no solamente la institución
sigue muy viva, sino que el cacique continúa obteniendo positi-
vas ventajas con la presencia -y posiblemente el trabajo- de
sus subordinados. Y no nos referimos sölamente al hecho de que
el cacique, probablemente, reciba como parte de las obligaciones

154
debidas a su autoridad, el trabajo de sus "vasallos'" en la parcela
de su unidad doméstica, sino también a todo un mundo de pres-
tigio que sigue funcionando aun dentro del marco de la reduc-
ción.
Pero veamos otro aspecto del papel de los jefes. Una cita nos
ilustrará acerca de la persistencia de algunas huellas de la rc-
ciprocidad tribal *Para que en tiempo de chacarería no se pierda
la (?) gente se juntaran con cada Casique sus vasallos y
juntos
todos haran un dia la chacra de uno hasta acabarla y si fuere ne-
cesario más dias 1ambién; y después juntos todos la chacra de
otro y assi las de los demas vasallos de cada casique''.72 La cita
es transparente. Nos muestra
como, pese a la imagen quc
quieren dar reiteradamente de si mismos como únicos
organiza-
dores de la producción, los jesuitas siguen haciendo descansar
una parte importante de ésta en los
viejos modelos de reciproci-
dad aldeana. Y este ejemplo está
lejos de ser el único.73
Y no es casual que se señale esta
fuerza en el abambaé: para el
supervivencia con mayor
indigena del común no era dificil
comprender necesidad de ayuda mutua en el laboreo de la par-
la
cela doméstica de cada unidad; era
por el contrario, mucho más
compleja la situación del tupambaé, que si bien oficia en los mo-
mentos de carencias como redistribuidor. resulta
claro para el
indio que él no controla en absoluto el destino final de
los produc-
tos de trabajo en ese sector. Un corregidor indigena de un
su

pueblo no jesuítico, don Thomás Ysogobá, nos da una idea de


cuál podia ser la visión del indio de su
dad": "... los dhos. cura
trabajo para la "comuni-
cavan ni
propietario e ynterinario no les comuni-
hacia saver los tratos y contratos que tenia
y que desde
sus antepasados los
curas hacian travajar a los yndios
a la comunidad lo
y aplicava
que gastaban...y que en quanto a la paga de
Su
travajo personal no les pagavan por que se suponia ser lo
ducido para el Pueblo y tambien pro-
por ser Padre espiritual de
ellos..."; este testimonio podria ser suscripto sin duda
indigena de las reducciones por un
jesuíticas.74

155
Existe un sector de propiedad individual?
El modelo descripto, con su división entre tiempo de traba-
jo dedicado a la reproducción del productor y su familia y tiem-
po de trabajo orientado hacia la comunidad, excluye la posibili-
dad de apropiación individual de
algunos recursos? La respuesta
debe ser muy matizada.
Obviamente, cada unidad doméstica es propietaria de los
medios de trabajo indispensables que, excepto
mentos de hierro, es casi algunos
instru-
siempre resultado
el del trabajo del pro-
pio productor, continuando de esta forma toda una
tradición
anterior. El resto de los utensilios, confeccionado
por los artesa-
nos del pueblo, es recibido de la comunidad y poseido por el
ductor en su calidad de cabeza de una unidad doméstica. pro
Hasta aqui no hay problemas. Estos comienzan a
cuando recordamos que algunos surgir
artesanos-por ejemplo, los te-
jedores-reciben una porción del producto de su trabajo (en es-
te caso minima, pues alcanza a 4 varas
cada 200 varas tejidas), lo
que los coloca objetivamente en una cierta situación de diferen-
ciación social frente al resto de los
Pero el asunto se complica cuando nos
indigenas de la comunidad.
referimos a la produc-
ción yerbatera. Una serie de fuentes, bastante
extendidas en el
tiempo y harto claras en su significado, no dejan
en los primeros lugar a dudas
tiempos, el indio tenía derecho a apropiarse di-
rectamente de una cierta cantidad de
dia su '"tributo", como dicen las yerba --todo lo que exce
ner cualquier
fuentes- y esa yerba podía te-
destino, incluso podia ser vendida.
En una información de
1655, uno de los
explicito: "...dixo que la dha. yerba es de los testigos es bastante
de dhas. reduciones. La yndios particulares
qual este testigo vio estando en dhas. Re-
ducciones la benden y truecan como cosa
sonas a xeneros y este
suya
testigo lo esperimento
a
diferentes per-
por haverles trocado muchos xeneros con dhos.
yndios
mo le consta como en las por dha. yerba y ansi mes-
ciudades donde llegan hazen lo
canviandola y trocandola como cosa propio
na es suya...".75 O el
propietario de la porción de yerba que ha sea, indige-
producir -no se olvide que estamos aún en la contribuido a
época de los yer-
156
bales silvestres-y debe entregar al sacerdote sólo la llamada li-
mosna.
En laprimera época de esta limosna, que las órdenes de los
visitadores de la Compañia prohiben repetida e inútilmente que
se exija en forma compulsiva,76
surgirá el esbozo primitivo del
tupambaé, como parece insinuarlo otro testigo de la informa-
ción de 1655, el padre Thomas de Ureña,
vincia platense de la orden.77
procurador de la pro-
Pero medida que transcurre el tiempo, se observa una
a
inflexión progresiva en esa antigua costumbre de que los indige-
nas conservaran la propiedad de una parte de la yerba por ellos
producida. En la carta del provincial Tomas de Baeza de 1682,
se advierte que ""...a los Indios que vienen del yerbal no se les
re
gistre los sacos o cestos...ni menos se les obliguen que lo lleven a
la casa del Pe. sino que voluntariamente los llevan
quando quieren
comprar algunas cosas de que necessitan, exeptuase la
yerba tocante al tributo o tupambae, como esta en uso'".78 Es
decir,hay aquí un cambio evidente: el indigena entrega la parte
correspondiente al tupambué -las fuentes insisten en llamarlo
tributo-y esto lo hacen sin contrapartida. Pero, la yerba res-
tante, ya no puede ser vendida "...como cosa suya a diferentes
personas...", como afirmaba el testimonio de 1655, ahora, debe
ser trocada con el sacerdote, quien de esta forma, funciona co-
mo lo hacian los curas (y más tarde, los administradores laicos)
de los restantes pueblos indigenas de la región. De todas mane-
ras, hay aquí todavia una considerable libertad en la disposición
que tienen los indios de su yerba.
A fines de este siglo el cambio que se percibe ya es radical.
Una información de 1707, nos dice que "..a los indios benefi
ciadores [de la yerbaj se les paga 2 baras de lienzo por cada arro-
ba de yerba que traen para el comun...". Y la carta del visitador
Jayme Aguilar de 1735 confirma esta tendencia: *"Y advierto ge.
el Indio ge. va al yerbal n0 se les puede con rigor
obligar a qe.
entregue mas yerba qe. la qe. buenamente basta para pagar su
tributo si fuese tributario y no se les debe sacar nada
por el
avio... lo demas pagandoselo en Jorma ordenada..." el 79,; subra-
ado nos da el sentido de csta instrucción: la yerba perteneciente

IS7
al uributo/1upumba es entregada por el indigena sin contrapar
ida (recordemos que, en los primeros tiempos, esto se daba co-
mo limosna...), pero el resto se entrega inediante el pago de las 2
varas de lienzo preestablecidas.
Resumiendo. Pareceria que hay una clara tendencia a dejar
de lado la práctica de permitir que el indigena poseyese una por-
Cion de yerba propia - l a última fuente no hace la mas minima
mención a la posibilidad de venta en otra parte e incluso, parece
indicar que toda la yerba debe ser entregada, aun cuando será
pagada por el misioneroy podríamos aventurar una explica-
ción. Ante todo, estamos ya en la época de los yerbales cultiva-
dos en la mayor parte de los pueblos y ello, pensamos, acentuó el
dominio del misionero sobre todo el proceso de producción de la
En las antiguas expediciones a los yerbales silvestres, los
yerba.
indios gozaban de una mayor autonomía y podian controlar me-
vericuetos.
jor un proceso del que conocían todos los secretos y
Pero, además, existe otro hecho importante: la yerba se sigue
utilizando en determinados contextos de la cultura indigena con
un claro sentido ritual y no seria arriesgado suponer que la posi-
bilidad de repartir un poco de yerba haya seguido siendo una
fuente de respeto para algunos miembros de la comunidad. Al li-
mitar la posesión de partidas individuales, la Compañía de Jesús
limita las fuentes de poder y de prestigio autónomas de algunos
indios. Una vez mås, comprobamos que el tal "modelo" jesuita
no existe a priori y se va construyendo lenta y trabajosaniente...

El ritmo de trabajo

Si bien hace relativamente poco que la etnologia ha comenza-


do a realizar estudios afinados sobre el ritmo y el tiempo de tra-
bajo en las sociedades "primitivas'"', los trabajos de Carneiro
para los indigenas kuikuru de la selva tropical amazónica" y la
síntesis de Marshall Sahlins, realizada a partir de los datos de
una serie de grupos comparables,^ permiten arriesgar una
conclusión provisoria: la cantidad de trabajo que los "primiti-
vos dedican a su reproducciónya la del grupo es sensiblemente

158
menor que la de las sociedades
occidentales y se extiende
espacio de tiempo y con un ritmo en un

mås provisoria harto distinto al nuestro. Por


que sea esta
conclusión, nos permite analizar
un elemento de capital importancia en la relación
meno de la entre el fenó-
reducción y el mundo colonial.
Dejemos que un misionero hable por nosotros
-esta visión se y por todos
repite, con algunas variantes, hasta
el cansancio
en la literatura misional: **El
ven la tierra que se les
trabajo que tenemos en que culti-
señala... es uno de los
capaces como Cabildantes, músicos, mecánicos... mayores. Los nmás
pueblo legarán a ser la cuarta parte, sin reprensiónqueni en cada
labran, siembran y recogen abundantemente; castigo0,
pero lo restante, es
menester azolarlos una y mas veces
para que siembren y reco-
jan lo necesario... Los mas no labran sino una senmentera corta,
para poCOS meses de sustento y algunos para pocas semanas.. "
He aqui, entonces, un fenómeno conocido
por cualquiera
que se haya enfrentado con fuentes coloniales-desde Anmé-
rica en elsiglo XVI hasta Nueva Guinea en el XIX- y que
nos deseriben un
comportamiento "tipico": el indigena tra-
baja poco, a desgano, con un tempo muy lento, abandona una
tarea sin terminarla, intercala el juego, la distración o una sies-
ta en medio del trabajo... Y, obviamente, este
comportamiento,
fundado en un especifico tipo de relaciones entre el hombre y la
naturaleza, parece altamente reprobable en cuanto no facilita la
posibilidad de una utilización mercantil de la fuerza de trabajo.
Pasemos ahora a una reducción y veamos cual es el ritmo de
trabajo. Si bien las fuentes que poseemos varían bastante-esta
viariación quizás traduzca restos de diferencias muy concretas

entre los diversos grupos y anteriores a la constitución de cada


reducción- el panorama general que se nos presenta es
el si-

guiente: el hombre adulto - e s decir, cabeza de una unidad do-


dias en su
méstica-debe trabajar dos dias en el tupambaé y tres
en tiempos de sementera.8
Estos días se entienden co-
parcela,
mo jornadas completas, contando una interrupción para almor
estrechamente vigilada y hay
zar. Cada una de estas tareas está
continuidad de la la-
celadores" y cuidadores que velan por la
bor.84 En el caso de los artesanos-tejedores, carpinteros,

159
herreros, plateros, etc.-, a los efectos de evitar una interrupción
del trabajo en el oficio, el abambaé se intercala semana de por
en su taller y otra en la
medio, o sea que trabajan una semana
chacra.85
Fuera de la época de sementeras-seis meses aproximada-
la ocupación principal
mente, de julio a noviembre/diciembre-
en la tarea mis-
se divide entre las expediciones a los yerbales (o
ma de producción de la yerba, si el pueblo cuenta con yerbales
no silvestres) y los viajes a los oficios para llevar y traer las mer-

Obviamente, estas tareas ocupan solamente


a
cancias necesarias.
una parte de la fuerza de trabajo disponible,
el resto está dedica-
ade-
do a "...hacer barcos, fabricar canoas, componer puentes,
suelen ser de
rezar caminos, abrir zanjas en los pastoreos que
muchas leguas... hacer tejas, ladrillos,
adobes y en fabricar de
También todas es-
nuevo o renovar casas, iglesias y capillas..."86

tas tareas cuentan con sus celadores.


No escapan al trabajo aquellos que purgan una pena: ""A los
se les tenga ociosos, sino es se
que estan presOs, o en grillos no
aplicaran alguno oficio."87
La ocupación fundamental de la mujer, amén de la guarda y
y el trabajo de la casa de
la unidad
crianza de los hijos menores

la de la hilanza, verdadera maldición que se abatió


doméstica, es
sobre la mujer guaraní al día siguiente de la llegada de los espa-
miércoles- se le entrega
ñoles. Cada semana -los sábados y
hilada la vez si-
media libra de algodón o de lana que ella traerá
con el nombre de la in-
guiente. Cada ovillo llevará un cartelito *8
dia que ha realizado la tarea para evitar fraudes...
de
Los muchachos y las muchachas tienen la tarea principal
desherbar y carpir las malezas de los algodonales,
maizales y ta-
un sinnúme-
bacales durante la época de sementeras.89 Además,
reservadas.90 Incluso los niños
ro de pequeñas tareas les están
como un hormigue-
tienen un lugar en este mundo que bulle
ro... Y por supuesto, cada una
de estas tareas cuenta con sus in-
faltables "celadores".
cotidiano en las
rápida visión del trabajo
Qué nos deja esta
de
reducciones? Una conclusión evidente: esta ruptura del ritmo
sus "destiempos", sus alternan-
trabajo indigena-que ataca

160
cias, sus olvidos y sus siestas-es una de las tareas centrales del
esfuerzo misional y es otro de los puntos más evidentes de
confluencia entre el mundo reduccional y el mundo colonial tout
court. Será gracias a este esfuerzo realizado por los misioneros
que el indio, lentamente convertido en campesino, podrá '"in-
tegrarse" algún dia en el mercado de trabajo. No olvidemos que,
pese a lo que quiere una tradición historiográfica apenas despe-
gada de la hagiografia, el indigena huido no se 'refugia en los
bosques, ni se "interna en la selva", sino que se convierte en
hábil marinero, arriero o peón de campo; es decir, continúa en
otro marco, un estilo de vida duramente aprendido en la reduc-
ción.

III. Las reducciones y la economia de Paracuaria

1. La producción de las reducciones


en el mercado regional

Pasemos ahora a otro aspecto del problema. Ya desdeel


ha venido haciendo
siglo XVIII, toda una literatura antijesuitica
en las cantidades
fabulosas que la Compañia comer-
hincapié
cializaria en el mercado regional gracias al trabajo de los indige-
nas de las reducciones.9
En realidad, esta concepción mitológi-
ca de la riqueza de
las misiones, que se acompaña generalmente
de las "minas de oro" de la Com
con una detallada descripción
en la incapacidad que poseen
los colonos para
pañia, está basada
reina en las
el tipo de organización del trabajo que
comprender única fuente po-
entender que el trabajo es la
reducciones y para
analizamos las cifras que se acompañan, ve-
sible de riquezas. Si
es verdaderamente flo-
situación de las reducciones
remos que la
si comparamos los datos con la producción
reciente. En especial,
la economia local, comprendemos realmente
de otros sectores de
los oficios de Santa Fe y de Buenos Aires (en-
el peso que tienen de la producción no re-
careados de traficar con la mayor parte
en sus respectivos mercados.
distribuida del tupambae)

161
Cuadro 1
Promedio anual de envíosa los oficios desde las
1731-17455
reducciones:
yerba 11.745 arrobas
lienzos 14.873 varas
tabaco 811 arrobas
azúcar 194 arrobas
cueros 282 unidades
pabilo 104 arrobas
algodón 28 arrobas
Fuente: véase nola 92.

Cuadro 2
Promedio anual de envíos a los oficios desde las reducciones:
1751-1756

yerba 11.363 arrobas


lienzos 31.171 varas
cueros 4.584 unidades
tabaco 566 arrobas
pabilo 166 arrobas
azúcar 160 arrobas
miel 132 arrobas
Fucnte: véase nota 93.

La yerba mate

De todos los productos que integran el sector comercializado


mediante los oficios, éste es, indudablemente, el de mayor peso
y el que ocupa, en valor monetario, el primer lugar en forma in-
discutible. Ya desde la década del veinte del siglo XVII, tenemos
la
noticias delos comienzos de actividad en este rubro en las re-
ducciones (habría que decir continuación y no comienzos, pues
esta actividad prolonga, considerablemente ampliada, la que ya
realizaban las comunidades indigenas antes de la presencia
his
162
pana), si bien noexisten datos
regional. cuantitativos sobre envios al mer-
cado regional.94 1En 1645 se dicta
la
mite a los jesuitas operar primera Cédula Real que
regularmente en el este tráfico 95 per
la década del sesenta, varias
eia gue entonces estaba disposiciones y en
reales y de la Audien-
en Buenos Aires, confirman
cia de la Compañia en el esta presen-
comercio
arrobas anuales cantidad máximayerbatero,
la
que
limitando a 12.000
deberá
cios.96 En los años considerados por los enviar a los ofi-
puede comprobar, los jesuitas no cuadros I y 2, como se
sobrepasan esa cifra (no olvi-
demos que estos datos están tomados
de fuente interna de la
Compañia). Obviamente, no es lo mismounaenviar 10.000
cuando los asunceños envian arrobas
comercian alrededor de unas 40.000 20.000, que hacerlo cuando éstos
Pero no debemos olvidar arrobas anuales.
suitas y cuyo destino fundamental que la yerba traficada por los
era el Alto Perú
je-
del Pacifico, es del el
tipo conocido como caaminí y mercado
beria decirse kaamirí : (en realidad, de-
ración mucho más refinada kaá= planta y mirí-pequeña), de elabo-
y cuidadosa, frente a la
por los asunceños y
villenos, producida
Existe una sensible diferencia conocida como yerba de palos.
de
yerba, que favorece evidentementeprecios entre los dos
a la caaminí.
tipos de
yor parte de los Cuando la ma-
productos
cios comenzando una
locales y regionales ven caer sus pre-
lenta pendiente que se
rante todo el siglo
siguiente- por efectos
prolongará du-
sis potosina y de las combinados de
sacudidas locales de la gran crisis della cri-
XVII, todo hace suponer que la siglo
Su yerba caaminí no sóio conserva
preeminencia frente a la de palos, sino que
nos los efectos de
la caída de los parece sufrir me-
jesuitas tienen cuasi el monopolio precios (no olvidemos que los
de la venta de yerba caaminí
que operan únicamente en
grandes partidas). De todos modos,y
paraguayos y jesuitas se acusarán mutuamente de
tes de la caída de los ser los causan-
precios la yerba. Los datos
de
a la
vista-que confirman por otra parte, los que que tenemos
el siglo XVIl- poseemos para
demuestran que la Compañía controla
entre el 15s
y el 25% del total de la
Santa Fe y de Buenos yerba comercializada en los
mercados de
Aires. Obviamente,
caaminí, si convertimos estas cifrasgracias
cio de la al mayor
pre-
en valores moneta-

163
aumentan y se Situan, aproximadamenta
rios, los porcentajes
total.>/ Subrayemos que las cifrae
entre un 20 y un 30% de ese ras
l corresponden a una epoca de cri.
presentadas en el cuadro
sis local, tanto para las reducciones (tuerte intlex1on de la curva
demográfica) como para los productores paraguayos, que lenta
mente van emergiendo de la
confusa situación ocasionada no

los levantamientos de la década del


20.98
Un hecho es indudable: la yerba mate es el producto clave en
la relación entre las reducciones y la economia mercantil re
gional.

Los lienzos de algodón

Este articulo, que ocupa el segundo lugar en la jerarquía de


la producción comercializada, tiene también orígenes lejanos; ya
desde 1632 se nos habla de la posibilidad de enviar lienzos de al-
godón para "pagar el tributo" 99 Es sabido que en todos los
pueblos y reducciones indigenas las actividades de hilado y teji-
do ocupan un lugar de destacada importancia en esta zona. En el
resto de los pueblos de la región asistimos a un tipo de opera-
cionesconocidas como "tejido a medias" o "hilado a medias'"
-participación de la comunidad y de empresarios ajenos al
pueblo- que no es más que una forma de compatibilizar la acti-
vidad de otras unidades productivas -la estancia, la pequeña
propiedad campesina--con el trabajo de los pueblos de indios.
En cambio, en las reducciones jesuíticas, la producción se desti-
al
na exclusivamente-o casi- tupambaé y se comercializa el
resto una vez realizado el reparto de redistribución.
Las cantidades comercializadas por las reducciones son muy
importantes y podemos calcular grosso modo que éstas oscilan
entre un 60% y un 907% del total de los lienzos de algodón que se
trafican en el mercado litoral. Y esta actividad tendrá un rol cre
ciente medida que la demografía pujante
a
de Buenos Aires-es
pecialmente en su sector mestizo y esclavo- así lo exija.

164
Los cueros al pelo

Al menos de 1670 sabemos que los jesuitas realizan sus va-


querías en la region que se extiende al sur de la pequeña villa de
Corrientes 100 y en la llamada Vaqueria del Mar, en las estriba-
ciones de la Sierra do Mar. Esta ültima comienza a agotarse y en
la década del treinta del siglo XVIII ya es una sombra de lo que
habia sido un inmenso hato de ganado salvaje, especialmente de-
bido a la explotación incansable de la época de los asientos ingle
ses y franceses.101 Pero, como se puede apreciar viendo los da-
tos de los años 1751-1756, la producción pecuaria de las reduc-
ciones (fundamentalmente, gracias a esa actividad en el pueblo
de Yapeyú) vuelve a tomar impulso en forma continuada. A fi-
nes de esa década, las reducciones envían alrededor de un 100
del total de los cueros embarcados para Europa.

Otros productos

Del resto de la producción comercializada en los oficios,


re-

tabaco y el azú-
tendremos los dos artículos más destacados: el
fundamentalmente en los
car. Estos dos rubros, producidos
cercanos a Asunción-y en
los
cuatro 'pueblos de abajo'"-los
oscilar la participación de
situados sobre el rio Uruguay, hacen Santa
total de lo comercializado en
las reducciones en el monto azúcar y de un 15 a
de un 30a un 60% para el
Fe y Buenos Aires,
tabaco.
un 30% para el
comprobar, si bien estamos lejos de las can-
Como podemos las reduc
fabulosas manejadas por algunas fuentes,
tidades
tienen una participación importantísi-
ciones, indudablemente, Es decir
tráfico de los principales productos regionales.
ma en el en la yerba
dominancia total en los lienzos de algodón y
que esta el azúcar, dejando
ese
para el tabaco y
segundo plano
caaminií y período- se hace
un ültimo lugar-en este
los para
cueros
sobresaliente si recordamos que los
fun
oficios
mucho más una fuerza muy
forma monopólica, lo que les otorga
en
de sus competidores, los
cionan comer-

grande frente a la dispersión

165
:

166
ciantes y productores del Paraguay. Si bien no interesa a
este tra-
bajo los variados aspectos de la orden como
te que este caracter altamente
empresa, es eviden-
competitivo de los oficios frente a
la producción de otros sectores de
la vida económica
regional en
todos suS rubros, sumado a la lucha
-perdida por los encomen-
deros paraguayos- por el control de la fucrza de
trabajo que
produce esos mismos articulos, es el que funda los 150 años de
desencuentros y enfrentamientos entre los colonos y las
reducciones.

Gráfico 1

RESUMEN TO0TAL
I Yerba
Lienzo
572 E1abaco
Cuero5
Azúcar

=27

167
2. Las diversas subregiones
dentro del mundo misionero guarani

Ya hemos visto que los productos que comercializan los ofi.


cios tienen un' peso particular en la economía del mercado re
gional y en el entero mercado interno colonial. Pero no debe-
mos suponer que todos los pueblos jesuiticos poseen la misma
especialización productiva. A fuerza de considerarlos como for-
mando parte de un "Imperio", se han pasado por alto las gran-
des diferencias internas que hacen de estas reducciones un mun-
do bastante complejo. Algunas de esas diferencias surgen de es-
pecializaciones anteriores a la conquista (tal el caso de los
pueblos del Paraná, que tendrân un rol importante en el trans-
porte fluvial) y otras son el resultado de una evolución producti-
va posterior a la llegada del blanco. Fundamentalmente, son
cuatro las grandes subregiones productivas.

Región I: predominancia del algodón

Si observamos el mapa adjunto, vemos que esta región, que


abarca los pueblos de Mártires, Santa María, San Javier, Após
toles, Concepción, San Nicolás, San Luis, Santo Angel, San Lo-
renzo y San Miguel, va desde el límite sur del macizo de Brasilia
sobre el rio Aguapey, hasta las estribaciones de la Cuchilla
Grande, actualmente en territorio brasileño. En esta subregión
el dominio del algodón -es decir, el dominio de la producción
de lienzos de algodón para el tupambaé- es claro, al menos pa-
ra los datos del largo periodo (1731-1767) con que hemos con-
feccionado los gråficos. Este dominio se acompaña por un se-
gundo plano para la yerba mate y un tercer lugar, muy lejos de
ambos, para el tabaco. Los cueros ocupan una posición total
mente despreciable por efectos de la desaparición de la famosa
Vaquería del Mar a la que hacíamos mención más arriba. En el
periodo analizado, el 3470 del valor total de lo enviado a los ofi-
cios pertenece a esta región.

168
Gráfico 2
Buenos Aires
Composición en pesos de los envíos a
(1731-67) y Santa Fe (1730-45)

REGION I Yerba

ELienzo
ETabaco
Cueros

Fucnte: véase nota 102.

total de la yerba mate


Región II: dominio

comprende los pueblos de


San Cosme,
Esta subregión que
San Igna-
Trinidad, Candelaria, Corpus, Loreto, Itapua,
Jesús, ambas márgenes del Paraná,
Ana, se extiende a
cio Mini y Santa la garganta que pre-
islas de Apip y Yacyreta y
entre las grandes En estos pueblos el dominio
desembocadura del lguazu.
cede a la de Lozano, la yerba del pueblo
es total (al decir
de la yerba
Loreto será de gran celebridad en todo el Perú, durante el
de
169

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