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Leviatán
Clásico de la literatura
• Filosofía
• Edad moderna temprana
De qué se trata
Ideas fundamentales
• Leviatán es una de las obras más importantes de la teoría moderna de Estado.
• Hobbes parte de homo homini lupus, que el hombre es el lobo del hombre.
• Puesto que el hombre no es gregario, moral ni social por naturaleza, rige un
estado natural de guerra de todos contra todos.
• La visión pesimista de Hobbes acerca de la naturaleza humana tiene un
fundamento histórico: experimentó la sangrienta guerra civil inglesa, que
debilitó el poder que ostentaba el Estado.
• Para escapar de su mortal estado natural, los hombres acuerdan un contrato
social y ceden su poder político a un soberano.
• Los súbditos deben obediencia al soberano. A cambio, él les ofrece seguridad,
protección y bienestar a través de la libertad de acción económica.
• Los ciudadanos pueden rebelarse en un solo caso: cuando el Estado se ve
incapacitado para protegerlos.
• El poder del Estado no puede dividirse, por lo que la Iglesia no debería tener una
influencia terrenal.
• Hobbes no justifica su teoría social con la benevolencia divina, sino con la razón
humana: un cambio de paradigma y el comienzo de la teoría política moderna.
• Leviatán es, originalmente, un ser fabuloso de la mitología clásica: un gigantesco
monstruo marino, mitad pez, mitad ballena, que devora hombres.
• Hobbes escogió este nombre para su modelo de estado porque el monstruo no
necesita respetar a nadie, pero respeta a quien le rinde pleitesía.
• Esta visión del Estado autoritario hace que la obra siga siendo controvertida.
Resumen
¿Qué es el hombre?
Antes de pensar en una sociedad razonable para el hombre, es necesario analizarlo
cuidadosamente con todos sus conocimientos y capacidades. La primera pregunta es
entonces ¿qué diferencia al hombre de los otros seres vivos? ¿Qué lo define?
La comprensión funciona del mismo modo para el hombre que para el perro: un
perro también entiende que su amo lo llama. Lo particular del hombre es su capacidad
de entender aún mejor las cosas: él puede comprender incluso su propia comprensión,
es decir, analizar las condiciones en las cuales la comprensión es posible. Así, por
ejemplo, la esencia de la inteligencia es la capacidad de sacar las correctas conclusiones
sobre el pasado para diseñar el futuro. De esto se desprende que cuanta más experiencia
tenga un hombre, más inteligente podrá ser.
“La séptima causa [del absurdo] son los términos que no dicen nada, pero
que las escuelas adoptan y enseñan mecánicamente; términos cómo
hipostático, transustancial, consustancial, omnipresente y ese tipo de
jerigonzas escolásticas””.
La razón es la capacidad de nombrar las cosas por su nombre correcto y de sacar las
conclusiones correctas a partir de diferentes nombres y objetos. Muchas personas, sin
embargo, se equivocan al hacer uso de la razón, al igual que se equivocan al hacer
cálculos aritméticos. Esto produce fácilmente contradicciones, palabras que no son más
que humo. La otra cara de la moneda del privilegio del hombre, de formular leyes y
teorías, es que puede enredarse fácilmente en tonterías. Con frecuencia, esto se debe a
los nombres sin sentido que asigna a las cosas.
No obstante, las ansias de poder también son humanas, al igual que el pensamiento
competitivo. Los hombres pueden ser muy virtuosos, pero esto no significa que lo hacen
por la virtud misma, sino porque aspiran al reconocimiento haciendo algo que tiene
reconocimiento social.
Después de la religión y la fe, el ser humano tiene la necesidad de conocer las causas
de los sucesos del mundo. Puesto que está convencido de que todo debe tener una
causa, es natural que aspire a conocerla, e incluso a comprender la causa de lo
completamente incomprensible, que encuentra solo en algo metafísico, en algo que está
más allá de lo que ve. Es por eso que el ser humano tiende a creer en espíritus y adora
todo lo que teme. De eso se aprovechan las religiones, al hacer creer a los hombres que
las leyes fueron creadas por seres superiores y que por ese motivo deben ser respetadas.
El estado natural
En el estado natural, todos los seres humanos son iguales. Es cierto que hay diferencias,
pero estas son tan ínfimas que no es posible desprender de ellas una posición o un trato
privilegiado. En especial en lo referido a sus capacidades mentales, los seres humanos
son muy similares. No obstante, de esta igualdad general no nace la bienaventuranza
sino la guerra: la guerra de todos contra todos (bellum omnium contra omnes).
Dado que no hay estructuras, reglas ni leyes sociales, todo está permitido para todos.
Puesto que todos tienen derecho a todo, paradójicamente, nadie tiene derecho a nada: la
arbitrariedad lo anula todo. Todo lo que uno ha logrado obtener puede perderlo al
instante siguiente, y el ladrón tiene todo el derecho de hacerlo, pues en el estado
natural, no hay una instancia superior que garantice los derechos de la vida o la
propiedad del individuo.
“Y, allí donde el usurpador ya no tenga otra cosa que temer, más que el
poder de un individuo, quien siembra, cosecha, construye o posee una
propiedad de tamaño considerable deberá contar con la probabilidad de que
otros unan sus fuerzas, dispuestos a robarle, a quitarle no solo los frutos de
su trabajo, sino también su vida o su libertad””.
La constante inseguridad hace que los hombres solo vivan en el presente, pues los
planes a largo plazo carecen de sentido. En consecuencia, no existe el esfuerzo, ni la
agricultura, ni la ciencia, ni la cultura. La propiedad es imposible y la justicia tampoco
existe. La vida del hombre es solitaria, pobre, fea, tosca y breve.
“
De aquí que un agresor no teme otra cosa que el poder singular de otro
hombre; si alguien planta, siembra, construye o posee un lugar conveniente,
cabe probablemente esperar que vengan otros, con sus fuerzas unidas, para
desposeerle y privarle, no solo del fruto de su trabajo, sino también de su
vida o de su libertad””.
De esto surge la necesidad de acabar con esta situación. Esta necesidad es humana y
universal, es decir que afecta a todos los individuos. La solución es unirse en una
sociedad, en un Estado. Si el hombre teme a todos los demás hombres, la estructura
social no funciona, pero si teme algo que es superior a él –es decir, el estado–, el temor
al castigo es tan efectivo que deja de luchar contra los otros hombres. Sin un poder
público que los asuste, los hombres siempre estarán en guerra.
“Esto hace evidente que mientras los hombres vivan sin una fuerza pública
que, por medio del temor, se los impida, estarán en un estado permanente de
guerra de todos contra todos””.
Los hombres que quieren escapar de ese estado permanente de guerra, deciden seguir
una ley natural (lex naturalis), una regla de la razón, que siempre es válida: el hombre
no puede hacer cosas que destruyan su propia vida o que lo despojen de los medios para
asegurar su vida. Aquí, el hombre no es el individuo sino la humanidad toda: los
hombres están obligados a evitar todo aquello que los ponga en peligro. Esta ley se basa
a su vez, en el derecho natural (ius naturale), que les asiste a todas las personas. Según
esta ley, todos los hombres tienen la libertad de hacer todo lo que esté en su poder para
conservar su vida.
El contrato social
Siguiendo la ley natural, todos los hombres firman un contrato con los demás hombres:
harán la paz y no la guerra, la paz de todos con todos. El componente más
importante del contrato es que todos traspasan el poder que tenían hasta ahora a un
gobernante soberano. Este gobernante puede ser un monarca, una casta noble o un
parlamento, si bien la monarquía es la mejor forma de Estado, pues en la democracia,
los representantes del pueblo suelen anteponer los intereses privados a los públicos,
mientras que el monarca está completamente dedicado a su puesto, en su caso, lo
privado se funde con el bien común.
El poder del gobernante soberano es indivisible, es decir que no hay división del poder:
el gobernante soberano reúne el poder legislativo, ejecutivo y judicial. No existe el
derecho a veto, es decir que los ciudadanos no pueden oponerse ni modificar la forma
de gobierno.
En un Estado creado de este modo es importante el hecho de que las personas eligen
voluntariamente a su gobernante soberano. De este modo, son los verdaderos causantes
de las acciones del poderoso, él es el representante de su voluntad política. Según esta
lógica, el gobernante soberano no puede actuar en contra de los intereses del pueblo,
por lo tanto, el pueblo está obligado a confiar en él sin criticarlo.
“Se entiende que la obligación de los súbditos frente al gobernante soberano
dura solo mientras sea capaz de retener el poder con cuya ayuda pueda
protegerlos””.
La propiedad
Una vez creado el Estado, el gobernante distribuye entre los súbditos todos los bienes
(por ejemplo, la tierra y el ganado) utilizando para ello su propio buen juicio. Una vez
realizada la distribución, les garantiza los derechos de propiedad, es decir que castigará
a cualquiera que atente contra la propiedad de un tercero. Por otra parte, el gobernante
puede expropiar y redistribuir la propiedad privada: los súbditos no tienen derechos de
propiedad frente al gobernante. El gobernante, por su parte, debería tener tan poca
propiedad como sea posible, para evitar el abuso estatal; después de todo, el
gobernante, al igual que Leviatán, el poderoso monstruo marino del libro de Job, es
mortal y falible, por lo que no debería exponerse a estos peligros.
“El principal y mayor abuso de las Santas Escrituras, del que se desprenden
casi todos los demás, es su tergiversación para demostrar que el Reino de
Dios tantas veces mencionado en ellas es la Iglesia actual, o el número de
cristianos vivientes o que, quien ha muerto, resucitará el día del Juicio
Final””.
Aunque un Estado creado de esta manera está marcado por la razón y haya sido creado
por los hombres, debe estar en concordancia con la idea del Estado cristiano. Esto no
significa que el Estado deba subordinarse a la Iglesia. Existe un poder divino y los
cristianos deben respetarlo, pero este poder no es un poder terrenal. La palabra de Dios
es transmitida a los hombres a través de los profetas, pero el hombre no debe temer
aplicar sus propias experiencias para interpretar correctamente la palabra de Dios. Esto
vale especialmente para explicar la Biblia de modo tal que su interpretación coincida
con las intenciones divinas. Si bien es cierto que la palabra de Dios no puede ser
probada ni refutada, tampoco se opone a la razón humana. Por lo tanto, cuando en la
Biblia algo resulta irrazonable, es que los hombres que la explican han cometido un
error, no Dios.
El reino de la oscuridad
Las dos soberanías, la divina y la terrenal, están amenazadas por los poderes de la
oscuridad que ya se mencionan en la Biblia: la superstición, la brujería, las religiones
paganas. Pero una interpretación equívoca de las Santas Escrituras es tan maligna como
las ansias desmedidas de poder. Estos poderes están al acecho en todas partes, incluso
en la Iglesia misma. Es incorrecto suponer que la Iglesia representa el reino de Dios en
la Tierra, del mismo modo que es incorrecto asignar al Papa o a cualquier otro prelado
la categoría de un gobernante en el mundo: no son representantes de Dios en la Tierra y
tampoco pueden dictar leyes en nombre de Cristo. El poder terrenal solo puede ser
ejercido por un poder de Estado. Quien no lo entiende, tiene el juicio nublado y, lo que
es peor: blasfema contra Dios.
Estructura y estilo
El Leviatán es un tratado sistemático sobre la teoría del Estado. La obra está divida en
cuatro libros, con un total de 47 capítulos. La primera parte está dedicada a los hombres
como la unidad más pequeña del Estado y a su vida en estado natural. Al hacerlo,
Hobbes analiza la imagen filosófica del hombre de su tiempo, pero encuentra su propia
posición, al distanciarse de la antigüedad clásica y de la escolástica (la filosofía cristiana
del medioevo tardío). El segundo libro aborda la sociedad como tal y el pasaje del caos a
la sociedad ordenada. En la tercera parte, Hobbes desmenuza la Biblia con gran
detenimiento y detalle y logra que su interpretación coincida con su teoría del Estado.
Finalmente, la cuarta parte está dedicada a las supersticiones y al escepticismo, a la
falsa religión y al hecho de que las Iglesias oficiales también se aprovechan de esto.
Hobbes traza un gran arco –desde el hombre a la sociedad, al estado y la religión
(incluida la interpretación de la Biblia)– y, al hacerlo, construye un panorama completo
de la historia del pensamiento de su época. La obra está estructurada con una claridad
tal que el lector nunca pierde el hilo. El estilo de Hobbes es preciso y lineal, cada una de
sus ideas está bien organizada, desarrolla sus argumentos paso a paso y evita las
abstracciones. Todos los conceptos se explican o definen y, para cada posición, se ofrece
una prueba. Hobbes escribe de forma comprensible y entretenida, sobre todo, cuando se
deja llevar por comentarios secundarios en contra de la escolástica o de la Iglesia. Ya el
estilo muestra que Hobbes es un pensador independiente, que no se arrodilla ante
ninguna institución.
Enfoques interpretativos
• El Leviatán es más que una mera teoría de Estado. Es una obra filosófica
integral que explica a los hombres desde sus percepciones, pero también desde
sus sueños y objetivos, al tiempo que trata de establecer en qué medida existe un
ser capaz de vivir en sociedad.
• En la teoría de Hobbes, los hombres firman un contrato social en igualdad de
condiciones y con plena libertad. El contrato contempla los intereses de todos,
con ello, la razón colectiva se convierte por primera vez en una teoría política.
• En una época en la que todavía se creía en el sistema feudal y la voluntad divina,
esto significó un cambio de paradigma: desde ahora, el hombre, su razón y su
naturaleza están en el centro y se cuestiona el rol de la Iglesia como creadora del
Estado y del sentido.
• El contrato social también garantiza la posibilidad de acceder a la propiedad y de
vivir de forma segura. Aquí resuenan las primeras posturas liberales: el
Estado debe crear las condiciones para una economía libre.
• El Estado es absoluto y exige obediencia ilimitada. Este
elemento autoritario de Hobbes fue criticado muchas veces. Una vez que los
hombres deciden ceder su poder, también ceden su capacidad de intervenir
políticamente. Lo que les queda es solo la libertad económica y la felicidad
privada. Hobbes considera que el peligro de que el Estado pueda tener una
conducta abusiva es mínimo.
• La famosa imagen del Leviatán muestra una enorme figura humana, el
gobernante soberano, compuesta de numerosos cuerpos humanos. La figura
simboliza que el poder de Leviatán es tan grande que la libertad del individuo
desaparece en él.
Antecedentes históricos
Origen
Hobbes escribió Leviatán durante su exilio en Francia. Ya tenía más de 60 años y
debido a la parálisis que lo aquejaba, se vio obligado a contratar un copista. Ya había
preparado los pasajes sobre el estado natural y la socialización del hombre en su
obra De Cive (Sobre el ciudadano), que se ocupaba de la sociedad civil. En 1650,
completó los primeros 37 capítulos de Leviatán y un año más tarde publicó la obra en
Inglaterra junto con De Cive. Al mismo tiempo, en la corte parisina de los exiliados
de Carlos II se acumulaban las quejas contra Hobbes, a quien acusaban de ateísta y
traidor. Efectivamente, este se había vuelto más radical. A diferencia de sus obras más
tempranas, en Leviatán se muestra más decidido y ya no tiene en cuenta las tradiciones
ni los vínculos políticos. Su pensamiento ha llegado a su cénit y completa radicalmente
todos los pasos que en sus escritos anteriores había formulado con cautela. Esta falta de
compromiso le valió ganarse enemigos políticos: sus opositores, más interesados en las
modificaciones del poder político de la época, lo utilizaron para aislarlo de la corte. Por
ello, ese mismo año huyó a Inglaterra, donde se publicó su obra más famosa. Sin
embargo, no obtuvo autorización para publicar una traducción al latín de su libro (en
esa época, el latín era el idioma usual entre los académicos y científicos). Esto llevo a
que la traducción apareciera en Ámsterdam. Desde de la primera edición en
1651, Leviatán solo volvió a editarse en Inglaterra en 1840.
Influencia
El filósofo alemán Gottfried Wilhelm Leibniz consideró que Hobbes fue el primero
en aplicar el método correcto de argumentación y demostración en la filosofía de
derecho y estado. Aún hoy, su obra impresiona por su originalidad y radicalidad.
Hobbes fue reconocido ya desde sus inicios como un pensador independiente destinado
a romper con la tradición de las ideas. Las teorías políticas actuales se siguen
comparando con su conglomerado de ideas teóricas sobre el estado.
Luego de su publicación, Leviatán generó una controversia que se extendió por varias
décadas. En Inglaterra se publicaron más de 100 panfletos en contra de Hobbes,
prácticamente nadie lo defendía. Muchos se burlaban del título: ¿por qué motivo habría
de ser un monstruo fantástico de la antigüedad clásica la imagen de un estado
construido a partir de la razón? Hobbes mismo era descrito por muchos como un
monstruo ateo y rebelde. Se ganó enemigos y amenazas: después de todo, en esta época
todavía existían los procesos por herejía. Las iglesias de Inglaterra lo acusaban de ser
ateo, aunque no lo era, porque ponía en duda muchos fundamentos eclesiásticos básicos
y ponía a la fe cristiana cerca de la superstición.
La universidad de Oxford, donde estudió, quemó sus textos políticos pocos años
después de su muerte alegando un efecto nocivo en relación con el Estado, el gobierno y
la Iglesia. En el continente europeo, por el contrario, el efecto sobre la filosofía social fue
enorme desde el principio: no solo el joven Leibniz se definió como seguidor de Hobbes,
también el Tractatus theologico-politicus (1670) de Baruch Spinoza se vio
indudablemente influido por él. David Hume, Jean-Jacques Rousseau, Denis
Diderot, Immanuel Kant y Karl Marx, todos ellos desarrollaron sus ideas a partir
de su influencia. Hobbes puso por primera vez sobre la mesa la relación entre el
ciudadano y el Estado, entre el poder y el derecho, y lo hizo de un modo provocativo y
productivo que invitaba a la reflexión. Georg Wilhelm Friedrich Hegel, por
ejemplo, dijo, que la lucha de todos contra todos en la sociedad burguesa de ninguna
manera se había acabado, sino que, por el contrario, estaba comenzando.
Sobre el autor
Thomas Hobbes nació el 5 de abril de 1588 en Westport, Inglaterra. El tío de Hobbes
se ocupó de su educación. Aprendió lenguas clásicas, física, lógica y pensamiento
aristotélico en Oxford. En 1608 finalizó sus estudios y comenzó a trabajar como tutor y
luego como secretario privado para la familia Cavendish. Esta actividad llevó al joven
Hobbes al extranjero: acompañó a sus protectores nobles más de una vez por el
típico Grand Tour, el viaje educativo de varios años por el continente. Hobbes comenzó
un intenso intercambio intelectual con filósofos de su tiempo: Francis Bacon, René
Descartes y, posiblemente, también con Galileo Galilei. Sus principales temas filosóficos
serán la constitución del Estado, el libre albedrío y las condiciones necesarias para la
sociedad humana. Durante la Guerra civil inglesa, apoyó la constitución de un estado
absolutista. En 1640 publicó Elementos de derecho, donde está contenido su
ensayo Human Nature, y lo distribuyó entre los representantes del parlamento para
influirlos en relación con el rey. Cuando el parlamento intentó denunciar a los
representantes de la política absolutista del rey, Hobbes se sintió amenazado y huyó a
Francia. Allí se dedicó a dar clases de matemática a Carlos Estuardo, aspirante a la
corona. En 1646, Hobbes enfermó gravemente y como resultado quedó paralizado, por
lo que se vio obligado a contratar a un copista. Hobbes fue aislado en la corte del exilio
del rey inglés en París, sospechado de traición. Regresó a Inglaterra y juró lealtad a la
Inglaterra republicana, pero luego volvió a caer en una situación precaria cuando, en
1660, la monarquía fue restaurada y se persiguió a los republicanos. Hobbes se salvó de
los ataques, pero pasó el resto de su vida como huésped del Earl de Devonshire y en
Londres. Se dedicó a publicar textos filosóficos y a exigir la secularización de las
universidades. Hobbes murió en 1679, a los 91 años.