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ABORTO
En el ámbito del Derecho penal el aborto puede definirse como la muerte del feto
voluntariamente ocasionada bien en el seno de la embarazada, bien provocando su expulsión
prematuramente en condiciones de no viabilidad extrauterina.
Bien jurídico protegido es, por tanto, la vida del feto o vida humana dependiente, pero
teniendo en cuenta, además, otros intereses como la vida, la salud, la libertad o la dignidad de
la embarazada.
La vida humana dependiente, igual que la independiente, está sometida a unos límites temporales, a unos
«cambios cualitativos», dice la Exposición de Motivos de la LO 2/2010, que condicionan su protección jurídico-
penal. La expulsión o extracción del claustro materno es el límite que separa la vida dependiente y la vida ya
independizada (véase supra capítulo I). Mayores dificultades presenta la determinación del comienzo de la vida
dependiente.
Históricamente, la comprobación científica de que la reproducción humana realmente surge a partir de la
unión del óvulo con el espermatozoide permitió fijar el comienzo de la vida en ese momento, llamado de la
fecundación. La posterior evolución del Derecho ha obligado, sin embargo, a revisar este criterio y a fijar el
comienzo de la protección legal de la vida en otros momentos posteriores tales como la anidación en el útero del
óvulo ya fecundado, el comienzo de la actividad cerebral en el feto, etc. En este sentido, la doctrina dominante se
inclina por admitir el comienzo de la protección de la vida humana a efectos penales en el momento de la anidación
o de la implantación del óvulo fecundado en el útero materno, a los 14 días de la fecundación. A favor de esta
solución se aducen varios argumentos: en primer lugar, la existencia de un 50% de probabilidades de que se
produzca un aborto por causas naturales antes de la anidación, lo que dificulta demostrar cuándo el óvulo
fecundado murió a consecuencia de maniobras abortivas y cuándo por causas naturales; en segundo lugar, el hecho
de que considerar aborto la destrucción del óvulo fecundado en laboratorio (fecundación in vitro) antes de su
implantación en el útero de una mujer supondría tanto como prohibir las técnicas de reproducción asistida (cfr.
infra capítulo V y STC 116/1999, de 17 de junio); y, por último, la compatibilidad de esta teoría con medios
anticonceptivos muy utilizados como el dispositivo intrauterino (DIU) o la «píldora del día después», que actúan
evitando la anidación del óvulo fecundado.
La teoría de la anidación pone de relieve, en todo caso, que la elección de este momento para fijar el
comienzo de la protección penal de la vida se hace más para resolver problemas concretos, que para determinar el
momento del comienzo de la vida humana.
Al margen de esto, y en el ámbito ya de los abortos con consentimiento de la embarazada, algunos
ordenamientos jurídicos (Francia, Italia) se han inclinado por su despenalización si se provoca en los tres primeros
meses o en las doce primeras semanas de gestación. Es la llamada solución del plazo que, en principio, es la que se
acogió en la Ley española de2010, aunque ampliando ese plazo a las catorce primeras semanas.
Las objeciones dirigidas contra la solución del plazo no me parecen de recibo, por cuanto dan por
supuesto que ya en las primeras semanas de gestación existe una vida humana que hay que proteger como un valor
absoluto incluso en contra de la voluntad de la embarazada. Por el contrario, a la vista de los derechos
fundamentales de la mujer implicados en un embarazo no deseado, el ordenamiento recorta la tutela de la vida
prenatal para atender a esos otros intereses que durante un periodo de tiempo determinado (14 semanas) van a ser
considerados preferentes, de forma que la interrupción voluntaria del embarazo en ese periodo que cumpla los
requisitos legales no es alcanzada por la norma penal que prohíbe el aborto y será por tanto una conducta atípica. A
partir de ese plazo, el aborto provocado con el consentimiento de la embarazada, salvo algunos casos excepcionales
que veremos más adelante (véase infra: causas de justificación), es constitutivo de delito para los que lo realicen,
aunque la embarazada es castigada sólo con pena de multa.
Tipo objetivo
La acción dirigida a producir la muerte del feto puede ofrecer las más variadas
manifestaciones y los medios empleados para tal fin ser los más diversos (físicos, mecánicos o
químicos). El resultado es la destrucción del feto. El aborto es, por tanto, un delito de lesión en
el que es necesario que el resultado se produzca para que el delito se consume (respecto a la
tentativa véase infra). Sujeto activo puede ser cualquier persona que intervenga en la
realización de un aborto ilegal, con o sin consentimiento de la embarazada. La mujer que
consiente en un aborto ilegal o se provoca ella misma el aborto ilegal es castigada con la pena
de multa de seis a veinticuatro meses (art. 145.2). Sin embargo, cuando la ilegalidad del aborto
de derive de la infracción de los requisitos procedimentales establecidos (art.145 bis), la mujer
queda en todo caso exenta de pena (véase infra).
Tipo subjetivo
El aborto realizado por tercero, fuera de los casos permitidos legalmente, es punible
tanto si se ocasiona dolosamente, como sise provoca por imprudencia grave. Sin embargo,
sólo es punible la comisión dolosa en el caso de la mujer que realiza su propio aborto o
consiente en uno ilegal, quedando exenta de pena la embarazada en el caso de un aborto
causado por imprudencia (cfr. infra, art.146).
Modalidades de aborto
El art. 145.1 castiga al que produzca el aborto de una mujer, con su consentimiento,
«fuera de los casos permitidos por la Ley» con la pena de prisión de uno a tres años e
inhabilitación especial para ejercer cualquier profesión sanitaria, o para prestar servicios de
toda índole en clínicas, establecimientos o consultorios ginecológicos, públicos o privados, por
tiempo de uno a seis años. El juez podrá imponer la pena en su mitad superior cuando los
actos descritos en este apartado se realicen fuera de un centro o establecimiento público o
privado acreditado. Y en cualquier caso, el art. 145.3 prevé la imposición de las penas previstas
en su mitad superior cuando el aborto se haya practicado a partir de la vigésimo segunda
semana de gestación.
En el delito recogido en el art. 145.1 la conducta del tercero que realiza el aborto no es
de mera participación, sino de auténtica autoría. A la embarazada que consiente la castiga el
art. 145.2con menor pena (multa de seis a veinticuatro meses) que al tercero que produce el
aborto. Pero si la conducta del tercero es de mera participación en el aborto realizado por la
embarazada (inducción, cooperación necesaria, complicidad), el marco penal aplicable seráel
del art. 145.2 (véase infra).
Es preciso que la embarazada tenga conciencia del alcance de su consentimiento. Si el
consentimiento ha sido obtenido mediante violencia, amenaza o engaño, ha de considerarse
inexistente y habría que aplicar el delito de aborto sin consentimiento (art. 144).
En cualquier caso, el art. 145.1 se aplica cuando el aborto se practica fuera de los casos
permitidos por la ley, es decir, que no se lleva a cabo ni dentro de las primeras 14 semanas de
gestación ni por causas médicas (véase infra).
Por su parte, el art. 145 bis se refiere a los casos en que el aborto tiene lugar dentro de
los casos permitidos en la ley, pero sin cumplir los requisitos formales establecidos. En efecto,
el art. 145 bis.1castiga expresamente con la pena de multa de seis a doce meses e
inhabilitación especial para prestar servicios de toda índole en clínicas, establecimientos o
consultorios ginecológicos, públicos o privados, por tiempo de seis meses a dos años, a quien
«dentro delos casos contemplados en la Ley» practique un aborto sin haber comprobado que
la mujer haya recibido la información previa relativa a los derechos, prestaciones y ayudas
públicas de apoyo a la maternidad, sin haber transcurrido el período de espera contemplado
en la legislación, sin contar con los dictámenes previos preceptivos o fuera de un centro o
establecimiento público o privado acreditado. En este último caso, el juez podrá imponer la
pena en su mitad superior, debiéndose imponer las penas en su mitad superior en todos los
casos cuando el aborto se haya practicado a partir de la vigésimo segunda semana de
gestación (art. 145 bis.2). En todos estos supuestos, sin embargo, la embarazada no será
penada (art.145 bis.3).
Dice el art. 145.2 que la mujer «que produjere su aborto o consintiere que otra
persona se lo cause, fuera de los casos permitidos por la Ley, será castigada con la pena de
multa de seis a veinticuatro meses».
En este delito se castiga con la misma pena tanto a la embarazada que causa su aborto
fuera de los casos permitidos por la ley, como a la que consiente que se lo cause un tercero en
esos mismos casos. En el primer supuesto, el tercero que practica el aborto será autor del
delito del art. 145.1, mientras que la embarazada será autora de este delito especial. Pero si la
muerte del feto la causa la embarazada, la conducta del tercero que interviene induciendo o
auxiliando a la embarazada sólo podrá calificarse de participación en el delito cometido por la
embarazada como autora: el de aborto doloso por la embarazada. También es posible en
teoría la autoría mediata, si la embarazada se sirve de un tercero como instrumento, aunque
es difícil que éste no sepa que está provocando un aborto.
También es aplicable en este caso la cualificación prevista en el art. 145.3, según la
cual se impondrá la pena en su mitad superior cuando el aborto se haya practicado a partir de
la vigésimo segunda semana de gestación.
En cualquier caso, la embarazada sólo responde de este delito si consiente o se
practica el aborto fuera de los casos permitidos por la ley, es decir, pasadas las primeras 14
semanas de gestación y sin que se trate de un aborto por causas médicas (véase infra). Por el
contrario, si el aborto se practica dentro de los casos permitidos por la ley, pero sin cumplir los
requisitos formales que se mencionan en el art. 145 bis, la embarazada no responde (art. 145
bis.3).
La inducción o cooperación necesaria al suicidio (art. 143) de una embarazada puede
entrar en concurso con participación en aborto doloso producido por la embarazada (art.
145.2).
Tal como se desprende de los distintos tipos penales anteriormente expuestos, la vida
humana dependiente es, por supuesto, objeto de protección jurídico-penal, pero como sucede
con cualquier otro bien jurídico, la protección que le dispensa el Derecho penal no es absoluta,
sino relativa, y viene condicionada a la protección de otros intereses de la embarazada
igualmente merecedores de protección. En caso de conflicto entre la vida dependiente y otros
bienes jurídicos de la mujer embarazada, es necesario arbitrar una regulación que permita
resolver a priori y con carácter general los casos concretos que se planteen.
La solución al conflicto se situó en un principio exclusivamente en el plano de las
causas de justificación, inspirándose en los principios de ponderación de intereses y de no
exigibilidad de un comportamiento distinto. Desde este punto de vista, hubiese bastado, por
tanto, una interpretación amplia de la eximente de estado de necesidad (art. 20.5º) para
justificar los casos en los que surgiera un conflicto entre los derechos de la mujer embarazada
y el derecho a la vida del nasciturus. Pero la importancia del tema, la frecuencia con la que, por
diversas causas, se practica la interrupción del embarazo y razones de seguridad jurídica
obligaron al legislador a regular expresamente los supuestos en los que se consideraba quela
realización de un aborto podía estar justificada.
Actualmente, desde la entrada en vigor de la LO 2/2010, los supuestos de interrupción
voluntaria del embarazo permitidos por la ley pueden dividirse en dos grupos en función de su
diferente naturaleza. De un lado, se permite en general el aborto practicado con
consentimiento de la embarazada en las primeras 14 semanas de gestación, de manera que,
con el mero cumplimiento de determinados requisitos formales o procedimentales, la
conducta se convierte en atípica. De otro lado, los demás supuestos legales, previstos en el art.
15 de la citada ley orgánica bajo el nombre de «interrupción por causas médicas», constituyen
en realidad causas de justificación, en las que además del cumplimiento de determinados
requisitos procedimentales, se requiere la comprobación médica de los presupuestos objetivos
que sirven de base a la justificación: el grave riesgo para la vida o la salud de la embarazada o
las anomalías fetales.
Requisitos comunes
Requisitos específicos
1. La justificación procedimental
En realidad, se trata, más que de unas garantías y derechos de la mujer, de una serie
de obstáculos y precauciones que limitan la autonomía de su decisión, considerando que una
decisión tan importante no puede tomarse sin un conocimiento fundado de otras posibilidades
de solución de los problemas y causas que le llevan ala decisión de abortar, y de las
consecuencias médicas, psicológicas y sociales que pueden tener para ella tanto la prosecución
del embarazo, como la interrupción del mismo. En la Exposición de Motivos de la LO 2/2010 se
habla, siguiendo la expresión usada por la STC53/1985, de «autodeterminación consciente», y
se dice que «se garantiza a las mujeres la posibilidad de tomar una decisión libre e informada
sobre la interrupción del embarazo», «sin interferencia de terceros»; pero no es esto lo que se
deduce de la lectura del art. 17.Obviamente, en la medida en que la información de la que allí
se habla sea una información objetiva y sobre las posibilidades de ayuda si la mujer desea
continuar el embarazo, y no de un adoctrinamiento ideológico, o de una forma de coacción
directa o indirecta a favor o en contra del aborto, las previsiones contenidas en el art.17
pueden y deben ayudar a la mujer en su decisión; pero pueden convertirse también en una
mera rutina burocrática, prácticamente superflua; o, lo que es peor, en una humillación, sobre
todo cuando se trata de una persona adulta y madura, a la que se obliga a pasar por una
especie de «confesionario» comunicando a terceras personas datos relativos a su intimidad
personal y familiar, que sólo a ella incumben. A la vista de lo dispuesto en el art. 17, no se
puede decir, por tanto, que el aborto realizado con consentimiento de la mujer en las catorce
primeras semanas de gestación sea absolutamente libre. Del hecho de que se tengan que
cumplir los requisitos establecidos en los arts. 14 y 17 se deduce que se trata también de un
supuesto especial de exclusión de la tipicidad a través de un procedimiento, sin cuyo
cumplimiento la interrupción del embarazo constituye un hecho delictivo (véase supra art. 145
bis). En este sentido, el sistema introducido por la LO 2/2010 se puede calificar como un
sistema mixto en el que se combina el sistema del plazo con el del asesoramiento. El
cumplimiento de ambos requisitos priva de relevancia penal al aborto: por tanto, más que
como una causa de justificación propiamente dicha, se puede calificar como una «justificación
procedimental» que determina la exclusión de la tipicidad. El error sobre sus presupuestos
debe considerarse, por tanto, como un error de tipo, que caso de ser vencible y deberse a
imprudencia grave dará lugar a la aplicación del respectivo tipo imprudente (art. 146).
a) Aborto terapéutico
Si la interrupción voluntaria del embarazo se practica en alguno de los supuestos legales (dentro
de las 14 primeras semanas, o en los casos de causas médicas —aborto terapéutico o eugenésico—) y
cumpliendo los requisitos formales (dictámenes, centro acreditado, etc.), no habrá responsabilidad penal
para el tercero ni para la embarazada. Si por el contrario se realiza en alguno de los supuestos legales,
pero sin cumplirlos requisitos formales, la embarazada queda impune (art. 145 bis.3), pero no el tercero,
que en principio respondería penalmente del delito de aborto previsto en el art. 145 bis.1. En cualquier
caso, sin perjuicio de que en interés de la propia salud de la embarazada se exijan los requisitos formales,
siguen siendo aplicables los principios generales del estado de necesidad (art. 20.5º Cp), que, obviamente,
no ha sido derogado por la LO 2/2010. Cuando se den los presupuestos materiales de la indicación
terapéutica, también la realización del aborto por un tercero puede quedar justificada por aplicación
directa del estado de necesidad, sin perjuicio de que se pueda exigir responsabilidad al médico por otros
conceptos (impericia profesional, intrusismo, etc.). Piénsese, por ejemplo, en un aborto terapéutico
realizado por una enfermera o por el mismo médico que apreció el grave peligro para la salud, que
objetivamente existía. Del tenor literal del apartado a) del art. 15 parece, sin embargo, desprenderse la
opinión contraria; pero no creo que la intención del legislador sea la de castigar como delito de aborto un
simple ilícito administrativo.
Tentativa
Fuera de los casos en los que está permitida o justificada la interrupción del embarazo,
el aborto sigue siendo un hecho punible y, por tanto, también puede serlo cuando se queda en
fase de tentativa. El que a las prácticas abortivas no siga el resultado feticida que constituye el
resultado consumativo propio del delito de aborto puede obedecer, entre otras causas, a que
la mujer no esté embarazada. Los límites objetivos, representados por la puesta en peligro
siquiera sea lejana del bien jurídico protegido, en este caso la vida humana dependiente,
impiden el castigo de la tentativa en este supuesto, debiendo estimarse un delito imposible o
tentativa absolutamente inidónea de aborto, no punible conforme al art. 16 Cp. En los demás
casos de tentativa de aborto, es necesario que comiencen los actos ejecutivos del mismo, no
siendo suficiente con la realización de actos preparatorios (compra de algún producto
abortivo, exploración previa de la mujer, etc.).