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La adolescencia como sintoma de la pubertad

Alexandre Stevens

La adolescencia no es un concepto psicoanalítico. El término entra en el discurso


recién en los comienzos del siglo XIX. Es bastante reciente, en efecto, considerar que
existe un período particular de la vida que se puede aislar y diferenciar de la infancia
y la edad adulta. Esta distinción, basada en fundamentos supuestamente biológicos,
es un término sociológico recuperado luego por la psicología. Es en ese terreno en
que se empezó a hablar entonces de crisis de adolescencia en el sentido global y
psicológico del término. Pienso que ese vocablo recubre una significación
extremadamente vaga y elástica y que es incluso anti-clínico. Vemos así que un autor
escribió un libro sobre la adolescencia defendiendo la tesis de que no existe una
estructura clínica en la adolescencia, que solo hay en ella una crisis. Es cierto que
existen ciertas dificultades para detectar las estructuras y las diferencias sintomáticas
y que es difícil distinguir en la adolescencia un auténtico estallido psicótico de una
brusca desestabilización histérica. Como en el período adolescente la dificultad
diagnóstica es mayor, debido a que la estructura está más recubierta por cierta
cantidad de fenómenos, algunos autores piensan que el término «crisis de
adolescencia» viene a recubrir enteramente la clínica. Pienso personalmente que es
un error, y que es incluso en este tipo de posiciones donde puede reconocerse que la
adolescencia no es un concepto psicoanalítico.

No por eso vamos a dejar de utilizar el término de adolescencia. Pero en la clínica, el


término de pubertad tiene mayor pertinencia. Por otro lado, Freud le daba en su obra
desde temprano toda su pertinencia, desde sus Tres ensayos sobre la teoría de la
sexualidad en 1905. Tres grandes partes constituyen sus Tres ensayos: 1) las
perversiones sexuales 2) la observación de la sexualidad infantil 3) la pubertad. ¿Por
qué la pubertad viene a ocupar el tercer capítulo? Porque después de la infancia se
plantean cierto número de elecciones, pero de manera no definitiva, y en la
adolescencia esas elecciones se reactualizan. Se trata de las elecciones de objeto,
heterosexual u homosexual, y sobre todo las elecciones de posición en cuanto a la
sexuación. Otro tipo de elección, que está quizá ya determinado más temprano en la
existencia pero que va a marcar sus consecuencias recién en la adolescencia, es la
elección eventual de la perversión. La perversión, dice Freud, es elegir permanecer en
una pulsión parcial. Yo diría, con Lacan, que no se trata solamente de elegir
permanecer al servicio de una pulsión parcial sino también al servicio de una
voluntad de goce, de un Otro del goce. Ven ustedes que el término de pubertad cobra
allí toda su pertinencia, presentado de entrada por Freud en su vínculo con la
sexuación, con la posición y la elección de objeto pero también con sus
consecuencias sobre la estructura misma con esta posible orientación hacia la
perversión.

Cuando asistí a una reunión de trabajo sobre la adolescencia en el Courtil, una


participante había titulado su ponencia: «La adolescencia, la edad de todos los
posibles». Sin embargo, en su intervención, donde ella exponía un caso clínico,
definía también la adolescencia como la edad del encuentro con un imposible. Pienso
que estas dos fórmulas: «la edad de todos los posibles» y «encuentro con un
imposible» son ambas justas para referirse a la adolescencia. ¿Qué quiere decir,
entonces, por un lado la edad de todos los posibles y por otro lado el encuentro con
un imposible? Es lo que trato de circunscribir con mi título: «La adolescencia,
síntoma de la pubertad». Todos los posibles corresponde a la vertiente de la respuesta
al encuentro con un imposible. Que todo sea posible por el lado de las respuestas es
sin duda exagerado, pero es verdad que cierto número de posibles en ese momento se
abren o se reabren en cuanto a la elección de la respuesta. Es de ese modo, además,
como es necesario comprender lo que dice Freud en sus Tres ensayos: en la
adolescencia, el sujeto ha de volver a hacer sus elecciones de objeto. En el momento
en que entra en la adolescencia, el sujeto no se ha decidido todavía – esto es seguro –
en cuanto a sus elecciones de objeto; será ya sea heterosexual, ya sea homosexual. En
consecuencia, el sujeto deberá volver a pasar por sus elecciones de objeto, aun
cuando en parte esa elección está ya establecida. Ha de decidir en ese momento en
cuanto a la elección para la existencia. Puede ocurrir que esas elecciones hechas en la
adolescencia se pongan de nuevo en cuestión ulteriormente en la edad adulta, pero
esto ocurrirá solo si en la adolescencia se hicieron de un modo extremadamente
ambiguo. Tengo actualmente en análisis en mi consultorio a un hombre adulto que
habla en esos precisos términos de su elección heterosexual, a la que no reconoce en
su inconsciente. Todos sus sueños lo llevan a la elección de homosexualidad y cuando
encuentra a un hombre, no lo hace sin experimentar cierta turbación. Sin embargo,
vive irregularmente con una u otra mujer y cada vez que esa mujer le propone
comprometerse un poco más, o simplemente si han pasado juntos un excelente fin de
semana, siente enseguida la necesidad de decirle la verdad hablándole de su inmensa
pulsión homosexual, que de todos modos nunca hizo pasar al acto. Es muy claro en
este caso que estamos viendo aquí a un sujeto que no había hecho una elección clara
en su adolescencia. En el fondo, eligió ponerse un poco de costado y mantenerse
apartado de las consecuencias de su elección en cuanto a su sexo.

Por lo tanto, una expresión surgida del psicoanálisis como «¡Todo se juega antes de
los cinco años!» – no se trata, por supuesto, de una expresión lacaniana – no es
completamente falsa. En efecto, la elección de síntoma y la organización del fantasma
se juegan sumamente temprano. Tuve la oportunidad de observar dos mellizos, un
niño y una niña. Ya a la edad de unos pocos meses, algunas elecciones sintomáticas
de estructura estaban claramente decididas. Cuando tenían hambre, por ejemplo, si la
madre o la persona que se ocupaba de ellos empezaba a dar la mamadera a la niñita,
el niño seguía gritando de una manera perfectamente decidida y sin parar. En cambio,
cuando le daban la mamadera al niño, la nena dejaba de gritar, se daba vuelta en su
cama y volviéndose totalmente indiferente, rechazaba la mamadera. Hé ahí dos
elecciones sintomáticas. En el niño, se observaba una elección bastante
reivindicativa, como puede ser reivindicativo eventualmente un obsesivo, mientras
que la niñita presenta una indiferencia histérica. Estas dos elecciones sintomáticas
son un modo de respuesta del sujeto a una situación y en este ejemplo, se ve que se
establecen muy tempranamente. Esto no impide que deban descansar, no solamente
durante la adolescencia sino también ya antes. Por otra parte, la expresión « Todo se
juega antes de los cinco años » es un poco apresurada. Recuerden el famoso ejemplo
de Jean-Jacques Rousseau, por cierto aledaño a la psicosis. Pero detengámonos en el
episodio en que recibe a los ocho años una paliza en las nalgas por parte de su niñera.
Es este episodio el que se describe en un bello estilo en la primera parte de
sus Confesiones. Esos golpes en el trasero lo dejan en un estado de gran turbación
hasta el punto de que desobedecerá, de ahí en adelante, para recibirlos otra vez. La
niñera lo comprende muy bien. ¡Justamente por eso, es la última y única paliza que
recibirá ! Pero Jean-Jacques Rousseau dirá esto : « ¿Quién creería que ese castigo
infantil, infligido a los ocho años por mano de una joven de treinta, decidió de mis
gustos, mis deseos, mis pasiones, decidió de mí para el resto de mi vida, todo ello en
el sentido contrario a lo que hubiera debido ocurrir naturalmente en lo sucesivo? » Se
sabe, efectivamente, que cuando llegó a la adultez, puso de nuevo varias veces en el
tapete ese deseo de ser castigado de ese modo, en función de fantasma. Existe,
además, un episodio de exhibicionismo muy peculiar en que se las arregla para
mostrar sus nalgas.

Es esto lo que quiero precisar. Esas elecciones deberán tomarse un descanso tanto por
el lado del fantasma que va a ser puesto a prueba por la adolescencia, como por el
lado del síntoma, que toma formas diversas. Esas elecciones entrarán en un período
de reposo aun cuando la estructura esté ya decidida : neurosis o psicosis o incluso,
dentro de la neurosis, la obsesión o la histeria. Sin embargo, las formas de
comportamiento, las formas fenoménicas y también la relación del síntoma con el
sexo se van a modificar en la pubertad.

Por consiguiente, y para ser aun más preciso, habría que poner como título: «La
adolescencia, la edad de una gran variedad de respuestas posibles, a ese imposible
que es el surgimiento de un real propio de la pubertad.» De ahí el título de mi
exposición. También se lo podría escribir con un matema que Jacques-Alain Miller
había propuesto en su curso hace dos años. En su matema, Jacques-Alain Miller
proponía el síntoma como respuesta, como metáfora de la no-relación sexual, de la
inexistencia de la relación sexual. La inexistencia de la relación sexual remite a la
dificultad de saber qué hacer en lo referido al sexo, es la ausencia de un saber
constituido a priori a ese respecto. En el lugar de esa ausencia de relación sexual, el
sujeto elabora un síntoma que viene entonces para él al modo de una respuesta
posible a ese real imposible de situar que es esa ausencia de relación sexual.
Propongo simplemente retomar la relación pubertad/adolescencia con el matema de
Jacques-Alain Miller. La pubertad sería uno de los nombres de la inexistencia de la
relación sexual. Es en todo caso uno de los momentos en que se presenta para el
sujeto, más que nunca, la no-relación sexual. Y para quedarnos todavía en este
matema, diremos que la adolescencia sería entonces la respuesta sintomática posible
que el sujeto va a aportar a la no-relación. Es el arreglo particular con el cual
organizará su existencia, su relación con el mundo y su relación con el goce,
ocupando el lugar, por lo tanto, de la relación sexual.
Σà adolescencia
ø pubertad

Este síntoma que viene a sustituir el conjunto vacío, es una curiosa


metáfora. La parte del síntoma que por un lado se agarra al significante
produce metáfora pero es también la que da lugar a un rasgo de
identificación, es la que permite la interpretación de la verdad del síntoma.
En el caso de Dora, por ejemplo, es la parte significante que permite a
Freud interpretar su tos a partir de los rasgos extraídos del padre, a partir
del deslizamiento significante Vermögen — mi padre es afortunado —
en Unvermögen — infortunado, pero que significa también en alemán :
« impotente ». Es sobre ese desliz significante que se desarrolla el pequeño
fantasma del coito oral que Dora imagina entre su padre y la señora K… y
que provoca en ella, por identificación, ese cosquilleo en la garganta. Es,
pues, el significante del síntoma. Pero al final de la enseñanza de Lacan, el
síntoma es también la efectuación de un modo de goce particular,
conectado con algunos rasgos. Es por eso que al final de la enseñanza de
Lacan, el síntoma no es ya considerado como de estructura
fundamentalmente simbólica, significante, o como si viniera a ocupar el
lugar del padre, sino más bien como dependiendo fundamentalmente del
goce, como modo de goce de un sujeto. Ante el encuentro de un imposible,
el sujeto organiza un posible para él en cuanto a la relación con el goce, eso
es su síntoma.

La adolescencia es, pues, la declinación de una serie de elecciones


sintomáticas respecto de ese imposible con que se tropieza en la pubertad. 
Y escribí allí, con Jacques-Alain Miller, lo imposible a través de un
conjunto vacío. Este imposible es una de las fórmulas de lo real, es la
ausencia de saber, en lo real, sobre el sexo. Es la no-relación. Jacques-Alain
Miller definía la no-relación sexual de manera extremadamente simple. En
los animales, cuando no han sido subvertidos por el hombre, está el
instinto. Cuando un macho y una hembra se encuentran, el instinto les
permite en general saber qué hacer frente al otro sexo. Aunque en este
terreno  se puedan describir cierto número de variantes. En algunas
especies, por ejemplo, algunos machos cambian de sexo cuando faltan
hembras en el grupo. Existen por lo tanto procedimientos suplementarios,
en cantidad variable, pero no se trata de homosexualidad, los machos se
transforman en hembras porque no hay bastantes hembras en el grupo. En
consecuencia, en lo que concierne a los animales, el instinto es un saber en
lo real, que hace que no haya ningún problema en lo que hace a la relación
sexual. En lo que concierne al ser humano, no existe ese saber en lo real y
por consiguiente dos humanos, machos y hembras, no saben demasiado qué
hacer juntos. Lo saben porque lo aprenden pero no lo saben a priori. Les
falta un saber en lo real acerca de lo que complementa los sexos al uno por
el otro, eso es la no-relación sexual. Está muy bien ilustrado en la
novela Dafnis y Cloe escrita por  Longo que es, por lo demás, una
referencia de Lacan. Dafnis y Cloe son dos niños abandonados por sus
padres en el umbral de un templo y tomados bajo su protección por los
dioses. Van a crecer juntos, se conocerán muy bien y se encontrarán solos
uno con otro. El relato se parece mucho al mito del buen salvaje de
Rousseau. Van a descubrir todo sólos, con excepción de una cosa, o sea,
qué hacen juntos una chica y un chico: « Dafnis permaneció durante mucho
tiempo acostado y pegado al suelo desde la cabeza a los pies, sin saber por
dónde empezar para hacer lo que él tanto deseaba. La hacía levantarse y la
besaba por atrás pero al hacerlo se encontraba menos satisfecho aun. Volvió
a sentarse entonces en el suelo y se puso a llorar lamentando su estupidez
de saber menos que los carneros cómo había que cumplir las obras de
amor ». (3) Será necesaria la intervención del Otro bajo la forma de una
mujer que pasa por allí y que se lleva a Dafnis para explicarle qué debe
hacer. El asunto pasa, pues, por la palabra, pasa por el Otro. Lo que nos
interesa en la fábula es la puesta en escena de la inexistencia del saber en lo
real respecto del sexo. Como es obvio, la fábula deja entender que por poco
que pase por el Otro, el asunto puede saberse y habrá entonces relación
sexual. Lo cual no es cierto, evidentemente, puesto que en el Otro hay por
lo menos un malentendido.

Lo que viene a responder a esta ausencia de saber para cada sujeto, es el


síntoma como respuesta del sujeto a ese agujero.  En este sentido podemos
decir que la adolescencia es el síntoma de la pubertad. Llamemos por el
momento pubertad a lo real que se pone allí en juego, aunque haya que
definirlo con mayor precisión. A eso me aplicaré en los desarrollos que
siguen. Cuando hablo de adolescencia, no se trata, con toda evidencia, de la
adolescencia en el sentido de la crisis adolescente o de la adolescencia
como respuesta global sino más bien de la adolescencia como la serie de las
respuestas posibles a este fenómeno. Me referiré a esta serie de respuestas
posibles al final de mi texto. Propongo, pues, la clínica de la adolescencia
no en el sentido de una clínica de la crisis de la adolescencia sino como una
clínica del síntoma. Es una clínica que no tiene nada que ver con la
adolescencia como problemática en el campo social sino que, por el
contrario, se trata siempre de una respuesta individual como elección y
respuesta de un sujeto, teniendo en cuenta al mismo tiempo que existen
diferencias según las elecciones ya establecidas por el sujeto entre neurosis
y psicosis.

¿Cuál es este real de la pubertad ?

En una primera instancia se podría pensar que ese real remite al desarrollo
hormonal, es decir, aquello que rige biológicamente la pubertad como tal. 
Se trataría en ese caso de los rasgos sexuales secundarios que se desarrollan
y estallan, o sea, las transformaciones del cuerpo. Ese real es orgánico. Me
parece que no es falso sostener esta posición, pero a condición de saber qué
órgano se pone allí en juego. Si se debe hablar de órgano, no basta con
limitarlo al desarrollo de los caracteres sexuales secundarios. Dicho de otro
modo, pienso que lo real de que se trata en el terreno de las
transformaciones del cuerpo, aunque no sea falso tomarlo en consideración
desde ese ángulo, no se puede reducir al órgano en el sentido médico de la
palabra. Lo real no se reduce al desarrollo hormonal. Si hablamos de
surgimiento del órgano, deberíamos tomarlo en el sentido en que se dice,
por ejemplo, del hombre o de la mujer, que él o ella tienen un « bello
órgano », refiriéndonos a la voz (x). Habría que entender esta materialidad
de la voz como Lacan la encara en referencia al órgano concebido como un
órgano fuera del cuerpo o « fuera-cuerpo » [hors corps]. Lacan evoca este
punto a través del mito de la laminilla (4). Introduce con este mito el objeto
perdido, radicalmente perdido, y la cuestión de la sexuación y del amor.
Con este mito de la laminilla, Lacan construye la libido como órgano, en su
dimensión más orgánica posible pero justamente « fuera-del-cuerpo »,
como aquello que en el goce va a permanecer ajeno al cuerpo que se
significatiza, al cuerpo que habla. Por lo tanto, si queremos situar ese
cuerpo en el terreno de lo orgánico, será a condición de situarlo en el
órgano de la libido. Será a condición de situarlo como órgano del goce y no
como modificación anatómica del cuerpo. Esta última es una modificación
imaginaria del cuerpo, es decir, una modificación muy real de la imagen. El
órgano del que se trata aquí es un órgano marcado por el discurso y ese real
de la pubertad no coincidirá, por consiguiente, con el crecimiento hormonal
sino con ese órgano marcado por el discurso. La prueba de ello es que el
desarrollo hormonal no produce problemas en el animal. Nunca se escuchó
hablar de crisis de adolescencia en los terneros cuando éstos se transforman
progresivamente en toros. En el prefacio del Despertar de la primavera de
Wedekind, uno de los más bellos textos sobre la adolescencia, Lacan
escribe : « Es así que un dramaturgo aborda en 1891 el tema de en qué
consiste para los muchachos hacer el amor con las chicas, marcando que no
pensarían ni siquiera en ello sin el despertar de sus sueños. » (5) Por lo
tanto, solo piensan en eso pero, como dice Eric Laurent, es
« intercambiando el relato de sus sueños como se encaminan hacia la
dialéctica de qué es ser amado por el otro… queriendo alcanzarlo en el
hacer el amor. » (6) Por consiguiente, si se quiere hablar de un real situado
por el lado de la transformación del órgano, por el lado de lo que surge en
el cuerpo, tenemos que entender que se trata de un real marcado por el
lenguaje, un real de un órgano marcado por el lenguaje.

En una segunda instancia, cuando se habla de brusca subida o empuje


hormonal, de transformación del cuerpo, hay que tener en cuenta que en
este real, o en la fórmula « empuje hormonal », se trata más de irrupción o
surgimiento que de órgano. Es decir, hay una irrupción, un surgimiento de
algo a propósito de lo cual las palabras vacilan y desfallecen por un
momento antes de poder reorganizarse progresivamente a partir del
« intercambio de los sueños ».  Las palabras llegan apenas a decir ese
surgimiento. Se puede muy bien decir a una niña : « Te estás transformando
en una mujer », etc., pero en el momento del surgimiento de la cosa, ya sea
a través de los sueños, en las transformaciones del cuerpo o en una primera
erección, ese efecto del surgimiento que es real hace que, cualesquera sean
las palabras que le dice el otro, las palabras de que disponia el niño
convertido ahora en púber no corresponden a lo que le ocurre. Se trata
menos de transformación que de surgimiento o irrupción de algo
radicalmente nuevo. Más que orgánico, ese real es surgimiento de algo
nuevo respecto a lo cual el sujeto no tiene una respuesta preparada. Para
decirlo de otro modo, frente a este surgimiento, el fantasma del sujeto
desfallece. Los remito a este respecto al texto de M.-J. Sauret
en Préliminaire 6. (xx)

¿Qué es eso nuevo ? Más que el órgano, lo nuevo es la aparición, otra vez
más, para el sujeto, de su déficit de saber en lo real. ¿Qué es lo que evoca
este concepto de real lacaniano ? En Lacan, hay tres referencias a lo real :

En la primera fase de su enseñanza – en la época del esquema R y de la


« Cuestión preliminar… » – ese real es el marco del fantasma como
ventana o como velo sobre lo imposible, sobre aquello que es inalcanzable
para el sujeto, como ventana  más allá de la cual el sujeto corre el riesgo de
encontrar lo real pero al borde de la cual se detiene gracias a la constitución
de un saber en su relación con los otros. El esquema con el cual se inscribe
lo real en Lacan, es el esquema R, el esquema de la constitución subjetiva.
Este esquema R es el desarrollo del esquema L, que es el esquema de la
discordancia entre lo simbólico y lo imaginario. El esquema R desarrolla
precisamente esa discordancia misma. Muestra el lugar del fantasma y de
lo real en el lugar mismo de esa disyunción. Lacan pone el acento en esta
discordancia entre lo imaginario y lo simbólico valiéndose de un desvío
operado entre las identificaciones simbólicas y las identificaciones
imaginarias. En la adolescencia, esta discordancia entre lo imaginario y lo
simbólico viene a fallar o a desvanecerse [défaillir en el original francés] y
falla o se desvanece, en consecuencia, el fantasma. Se distingue
especialmente porque por el lado de lo imaginario la imagen se modifica,
los caracteres sexuales marcados por el discurso hacen que no es ya un niño
como los otros, sino que se va a transformar en un hombre o una mujer. En
ese « va a transformarse » se produce cierto estallido o ruptura de lo
imaginario, la regulación de la imagen se vuelve problemática. Y por el
lado de la identificación simbólica, el niño ha de operar una separación
respecto de la figura de sus padres, respecto de las figuras simbólicas de
sus padres. Habrá de modelar sus ideales de un modo diferente que el dado
por la simple identificación con el padre. Esto se hace por intermedio del
anclaje o inscripción en algunos rasgos extraídos de otras personas.  Freud
dice, por otra parte, en los Tres ensayos, que cuando los muchachos
adolescentes encuentran una figura masculina de peso que no sea su padre,
la pubertad se desarrollará en forma positiva porque esa figura masculina
les permitirá separarse de sus figuras parentales y encontrar una regulación
por el padre para la continuación de la existencia. Se lo puede verificar en
ciertos casos en esos adolescentes que se aferran a un profesor sólido.
Freud considera que este caso particular ofrece la mejor coyuntura. El
problema del mundo actual es que no nos favorece para nada en ese
aspecto. Los profesores no son menos buenos que en la época de Freud
pero la descomposición del lazo social, la declinación de la figura paterna
hacen que ese vínculo con el que se busca aferrarse a una figura paterna
resulta más frágil. Volveré más adelante a tratar esta cuestión del declive de
la figura paterna.

En una segunda fase de la enseñanza de Lacan, especialmente en


el Seminario, Libro XI, lo real se articula directamente con la cuestión del
surgimiento. Lo real es el encuentro mismo que irrumpe. Lacan opone a
ello dos modos aristotélicos del encuentro: tyché y automaton.
El automaton es el principio de la repetición, lo que surge pero que ya se
conoce porque es lo que se repite por el hecho del significante. Es, por
consiguiente, la repetición en el encuentro. Lo que encontramos con mayor
frecuencia en la existencia son encuentros que debemos situar del lado del
automaton, es decir, del lado de lo que ya conocemos. Sin embargo, en
ciertos momentos surge, como imponiéndose al sujeto, un encuentro de un
tipo particular. El encuentro con algo que no conocía antes, que no había
encontrado hasta entonces. Es lo que Aristóteles llama la tyché. En
el Seminario, Libro XI, Lacan se basa en esta experiencia para explicar que
ese real pertenece al terreno de la tyché. Se trata del encuentro como real
del encuentro, como si se estuviera frente a algo que el sujeto no ha
organizado previamente por medio de su fantasma y el tejido significante
que le es propio. Estas dos definiciones de lo real seguirán siendo válidas
en la enseñanza ulterior de Lacan.

Sin embargo, en la última parte de su enseñanza, Lacan da una definición


muy precisa de lo real. Lo real del final de su enseñanza recubre los dos
anteriores. Lo real es la no-relación sexual. Es lo que escribe Jacques-Alain
Miller en el matema con el conjunto vacío que evocábamos antes.¿Qué
quiere decir : « No hay relación sexual » ? Quiere decir que no hay una
relación o proporción en el sentido matemático del término, en el sentido
de un saber instituido y constituido, ya presente, acerca de lo que es la
relación entre un hombre y una mujer. ¿Cómo ocurre esa relación en el
animal? Cuando el animal se encuentra ya desde la primera vez ante el otro
sexo, sabe perfectamente lo que tiene que hacer. Eso se llama instinto. Para
los animales existe el instinto, aunque ello implique una complejidad, una
puesta en escena, un ritual. Con todo, el instinto existe como saber inscripto
para cada uno en lo real. Cuando se encuentra con el otro sexo, el animal
no está privado de saber. Sabe cómo funciona la cosa. No hace preguntas,
posee un saber instintivo acerca de la copulación. Es eso lo que falta en el
hombre. En el ser hablante, no hay saber en lo real. Se comprende  mejor,
entonces, qué es lo real de la pubertad. Por consiguiente, propongo esta
definición: lo real de la pubertad es la irrupción de un órgano marcado por
el discurso a falta de un saber sobre el sexo, a falta de un saber sobre lo que
puede hacer con ese saber frente al otro sexo. Es ahí donde incumbe a cada
uno inventar su propia respuesta.
Lo real de la pubertad es perfectamente articulable con estas tres
definiciones de lo real en Lacan : es articulable en la disyunción entre la
imagen y la identificación simbólica acentuada en el momento de su
tratamiento en la adolescencia ; en segundo lugar, el niño púber se ve
tomado repentina y bruscamente por algo que surge, que no tiene nombre y
modifica su imagen ; y por último, la tercera tesis de Lacan sobre lo real
como no-relación sexual es sin duda lo que opera su retorno en la pubertad.

Nuevas respuestas sintomáticas a la pubertad

Quisiera ahora ocuparme un poco de la cuestión de las respuestas como


serie de las respuestas sintomáticas posibles a ese real de la pubertad. No
quisiera tener la pretensión de darles a ustedes todas las respuestas
posibles, solo indicaré las orientaciones de lo que pueden significar algunas
respuestas de la adolescencia a esta irrupción en lo real, principalmente en
el campo de la neurosis.

Me parece que una serie de respuestas corresponde a aquella que va a


acompañada por un saber, son respuestas  provistas de un saber. Un
fenómeno frecuente en la adolescencia es ponerse a estudiar. En ese
momento preciso se deciden muchas veces grandes vocaciones. Esos
sujetos seguirán siendo estudiantes toda la vida, durante toda su existencia
serán gente apasionada por la investigación. En algunos, esta elección se
puede detectar ya en la infancia pero esa elección debe volver a aparecer en
la adolescencia, aun cuando pueda formularse ulteriormente de otro modo.
Estamos aquí frente a una posición respecto del saber, respecto de las
significaciones del mundo como un modo de sustitución de ese saber
acerca del mundo ocupando el lugar del saber que falta respecto del sexo.
Es un modo más bien favorable del tratamiento de la pubertad. Es una
respuesta positiva respecto del saber. Hay también, evidentemente, una
respuesta negativa. Ilustran esta última, por ejemplo, esos niños que por
más que hayan trabajado bien en la escuela hasta la pubertad, después no
hacen otra cosa que salir y ver a sus amigos. No es que no tengan más
tiempo para estudiar sino que el saber para ellos se ha desvalorizado
totalmente. Hicieron la elección de evacuar el saber, ya que éste no será
válido para responder a la única pregunta que se les plantea realmente.

Otra serie de respuestas se podría situar en relación  con las


identificaciones. Se trata en este caso, para el sujeto, de inventarse
identificaciones imaginarias o simbólicas. Reside aquí el fundamento de las
bandas de adolescentes. Esas formas de tratamiento del goce indican que lo
real que está en juego no pertenece solamente al orden del cuerpo sino
también al orden de la separación respecto del Otro. Lo real se articula aquí
de entrada con el vínculo con el otro, con el deseo por el otro sexo.

Situaré una tercera serie de respuestas en la relación con el fantasma que


falla o se desvanece. El sujeto que ha construido ya en su infancia un
fantasma se tropieza con el hecho de que ese fantasma, confrontado con
todos los nuevos desafíos en torno al sexo, ya no opera de manera correcta.
Es lo que podemos llamar el desfallecimiento del fantasma. Los pasajes al
acto son una respuesta clásica al fantasma que desfallece. En el seminario
« La angustia », Lacan ha mostrado muy bien en un cuadro que retoma el
tríptico « inhibición, síntoma y angustia », que la gran barrera interpuesta
frente a la angustia es el síntoma. Cuando el síntoma desfallece – es el caso
cuando surge un real – tenemos según los casos el acting-out o el paso al
acto. Sirven de última protección frente a la angustia. Tenemos entonces el
suicidio frente a la angustia como salida de la escena para evitar la
angustia. Esta temática está muy presente en El despertar de la primavera.
Más allá de la cuestión del encuentro con el sexo, en ese surgimiento
justamente de un real, nace para los adolescentes que se ponen allí en
escena una pregunta extremadamente vívida, que lleva a la angustia. Esa
pregunta llevará al suicidio de uno de los adolescentes de la obra de teatro
y a la pregunta, formulada por otro, de saber si va a seguirlo o no en su
acto. En ese momento surge la figura del Hombre enmascarado, que es una
figura del Nombre-del-Padre, dice Lacan. Es una de esas figuras de lo que
antes llamé un padre de sustitución sólido, una de esas figuras que se
pueden encontrar en la adolescencia bajo la forma de un profesor y que
sirve de síntoma. Es el padre como síntoma.
El padre como síntoma es una de  las posibles respuestas. Entiendo por ello
un sustituto del padre. Pero en nuestras sociedades actuales existen cada
vez más dificultades para responder con el padre, para encontrar esta
respuesta con el padre, en la medida en que hay una crisis de la función
paterna. Esta crisis o declive fue siempre objeto de una observación caso
por caso. Un ejemplo es el caso de Juanito de Freud. En el Libro IV
del Seminario Lacan analiza ese caso como una consecuencia del declive
de la función paterna. Aunque correctamente instalado en lo simbólico, el
padre no estuvo a la altura de representar una excepción para su hijo. Un
testimonio extraordinario de este hecho aparece cuando Juanito pregunta a
su padre si va a tener un hermanito. Su padre responde : « Si dios lo
quiere. » Juanito irá entonces a hacer la misma pregunta a su madre, la cual
responde : « Si yo quiero ». De lo cual Juanito infiere que « es mamá la que
decide en lugar de dios. » Tenemos aquí una prueba fehaciente de lo que
podemos llamar el declive de la función paterna, donde no es el padre
quien asume la posición de excepción. La consecuencia que tiene todo esto
en Juanito al nivel de su elección sintomática, es primeramente su fobia.
Pero Lacan muestra muy bien también en el último capítulo del Seminario
IV que una vez curado de su fobia, la respuesta de Juanito será un declive
de la virilidad. Lo pone en relación de oposición a don Juan. Juanito será
un hombre que esperará que las iniciativas vengan del otro lado.

Pero hoy en día, se produce algo más allá del caso singular en la clínica. Se
trata de un fenómeno de estructura en nuestra sociedad, consecutivo de los
efectos del desarrollo de la ciencia y de la universalización de la cultura.
Actualmente podemos encontrar por doquier a nuestra disposición todas las
imágenes que se nos ocurra  acerca de este declive de la paternidad, y es
incluso muy difícil encontrar un elemento que vaya en dirección contraria.
Tomemos simplemente  como ejemplo  al presidente de los EE.UU,
Clinton. Es un hombre politico cuya mirada está atornillada en las
encuestas y en el fondo, toda la cuestión no es ser la excepción – posición
que sí pudo ocupar un De Gaulle cuando decidía que había que actuar de
tal modo en una situación donde todos estaban en contra – sino que todo
reside en orientar un poco las cosas sin dejar de estar nunca dentro de la
mayoría. El resultado de ello es un modo de gobierno que no es
absolutamente el mismo que un gobierno en función de la excepción. No
digo que sea peor pero ahí está el declive de la función paterna y habrá que
convivir con eso. Por otro lado, en los asuntos jurídicos que afectan a
Clinton, existe una excepción paradójica ya que es el primer presidente de
los EE.UU. que haya sido citado a comparecer ante un tribunal durante su
presidencia, acusado de un acto cometido por él. Sin embargo, se trata de
una excepción enteramente relativa. Es cierto que constituye una excepción
respecto de la serie de los presidentes anteriores pero es una excepción que
dice : « Es como todos, no hay más excepción. » Es un beneficio para la
democracia pero es también el nombre mismo de la declinación de la
función paterna.

Esto no quiere decir que la excepción no existirá nunca en ninguna parte.


Pero habría que ver dónde puede existir todavía. Actualmente, la excepción
puede existir en la serie de los Uno que son muy rápidamente remplazados,
función de la democracia. Pero se ve muy claramente que al nivel de los
jefes de estado, esto produce una situación sumamente frágil. Consideren
un hombre politico como Jacques Chirac, que en una entrevista hablaba de
la desocupación y subrayaba su aspecto dramático diciendo al mismo
tiempo que eso no dependía de los hombres políticos sino del capitalismo
internacional, de la coyuntura, de lo que está ocurriendo en el mundo…. En
esta entrevista, viene a decirles a los franceses que no tiene nada que decir,
que no puede hacer nada para frenar la desocupación. Tiene razón, no tiene
nada que decir, pero el que lo seguirá tampoco tendrá nada que decir. (7)

¿Dónde puede encontrarse entonces el lugar de la excepción ? Se lo puede


hallar todavía en el acto de enunciación. Hay allí algo que no es idéntico al
acto del hombre de estado. En todo caso, es algo a lo que debemos
permanecer atentos. Cuando hay una enunciación, es decir, una invención
particular ¿estamos dispuestos a reconocerla ?  Es el único espacio donde
podemos encontrar todavía la dimensión de la excepción.

Este « todos iguales », « todos lo mismo », debido al declive de la función


paterna que borra la excepción, provoca asimismo un efecto desvastador de
segregación. Este efecto desvastador se acentúa más aun con las
dificultades económicas de la actualidad, como la desocupación, etc.  En
las periferias, se puede observar cierto número de fenómenos que tienen
que ver con este malestar de la segregación.  Hoy en día, adolescencia rima
por un lado con la segregación. En una reciente jornada del C.I.E.N.,
personas que trabajan con jóvenes de la periferia de Bordeaux dieron
cuenta de la organización de contra-culturas fundadas en algunas
referencias africanas y norteamericanas. Es interesante comprobar en esas
contra-culturas de qué manera se declina ese « contra ». Hay sobre todo
una referencia a un pedazo de cultura africana que es traído de vuelta en la
organización de bandas con jefes, lugartenientes, etc. Al mismo tiempo, se
encuentran siempre en los significantes extraídos, en las imágenes
extraídas, cierta referencia a Norteamérica (8). Tenemos allí una
organización de sustitutos sintomáticos sociales de la adolescencia que se
conjuga con el efecto segregativo de la sociedad capitalista de hoy en esta
promoción del « todos iguales » o « todos lo mismo ». Hay también otros
efectos, relacionados con la violencia, especialmente en las periferias pero
también en algunos barrios peligrosamente conflictivos del centro de las
grandes ciudades. Se podrían decir sin duda muchas más cosas acerca de la
violencia en comparación con lo que yo diré aquí, pero me parece que esta
violencia es a la vez el efecto directo del crepúsculo de la paternidad y al
mismo tiempo el rechazo de responder al declive de la paternidad con un
declive de la virilidad. Es un rechazo que se sitúa en el « todos iguales y
que sobre todo, nada salga de lo habitual. »

Otro modo de respuesta como el integrismo puede leerse probablemente


también como un intento desesperado por volver a instalar algo que se
parezca a un padre. No es, por cierto, un efecto del discurso religioso. El
integrismo y la religión son dos cosas diferentes. Como las sectas, el
integrismo es un efecto particular del mundo actual. Se sabe bien que en la
religión el problema es instalar paternidad simbólica. En el día de hoy no
hay un retorno de lo religioso en nuestro mundo. En cambio, existe una
deriva hacia las sectas y hacia el integrismo. Lo religioso apunta a un padre
simbólico de la ley mientras que en el integrismo y en las sectas, lo que se
juega es un padre gozador, el de todos los excesos, aun cuando sean
cometidos en nombre de la ley.

Quería agregar otros dos tipos de respuestas. Son las respuestas por el lado
de la oralidad de la demanda de amor. Me refiero a la elección regresiva de
la anorexia y la bulimia. Se trata de respuestas frecuentes en la
adolescencia porque al mismo tiempo permiten cierto rechazo de la
sexuación. En todo caso, ésta se posterga para más adelante. Se ve
asimismo en la anorexia « clásica » de las muchachas que esos sujetos
llegan hasta el punto de que la menstruación desaparece y se eliminan las
formas del cuerpo femenino. Algo similar ocurre en la bulimia, donde la
transformación del cuerpo en imagen de mujer es velada por el efecto de la
demanda oral.

Terminaré evocando la elección del goce fuera-de-sexo [en el original


francés, hors sexe], al que no parecen preocupar los problemas de la
sexuación. Sería éste un último modo de respuesta a lo real de la pubertad. 
Me refiero sobre todo a la respuesta toxicómana. No generalizaré, no
obstante, el concepto de toxicomanía porque ésta cumple una función
diferente dentro de cierto número de sujetos diferentes. En la psicosis, de la
que no hablaré aquí, la toxicomanía tiene con frecuencia una función de
cobertura. El sujeto tuvo algunas alucinaciones y con algunos tóxicos, tiene
muchas. Cuando uno interroga a estos sujetos, y si éstos son inteligentes y
un poco sutiles, pueden muy bien diferenciar los dos tipos de alucinaciones
pero eso no impide que tengan una explicación un poco global de lo que les
sucede : « Es a causa del producto », dicen. Y para todos, las cosas extrañas
vividas por ellos se deben al producto. Yo llamaría a esto la función de
cobertura del tóxico respecto del delirio y de los fenómenos  psicóticos. Es
la razón por la cual, a pesar de las orientaciones políticas de nuestro país,
considero que no se justifica curar a todos los toxicómanos o tratar de
prohibirles que ingieran drogas. Hay psicóticos que pueden destruirse si
paran de consumir. El problema es solo ver cómo en estos casos la
situación puede estabilizarse con cierta tranquilidad.

Por el lado de la neurosis, la toxicomanía es evidentemente una elección de


goce fuera de sexo. Esto no contradice el que muchos adolescentes puedan
decir que empezaron a intoxicarse para abordar con mayor facilidad a las
chicas. Aunque, eventualmente, algunos puedan tener relaciones sexuales y
al mismo tiempo intoxicarse, se ve muy bien que el tóxico viene como un
vínculo para descubrir al otro. En este caso, el tóxico desempeña la función
de hacer cobertura al sexo. Fundamentalmente, el goce toxicomaníaco es
fuera de sexo. Es un síntoma bastante sólido, porque además, proporciona
una identificación : « Soy toxicómano ». Es dificil que ceda, tanto más
cuanto que  un goce fuera de sexo hace que no se tenga necesidad de
relaciones con el otro sexo. No solo proporciona una identificación sino
que además se suma a ello el fenómeno de exclusión del lazo social, que no
facilitará en nada la ulterior posibilidad de volver a encontrar la pregunta
planteada al sujeto, antes de encontrar otra respuesta. Si se quiere tratar al
toxicómano, no habrá que hacerlo de manera global, sino caso por caso,
examinando cómo y en qué momento para él o para ella esta respuesta
toxicómana vino como lugar de goce y cómo, en otro momento, podría
elegir tal vez otra cosa respecto de eso.

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