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Dedicatoria.

En la memoria de mi abuela Dalia Peña (1947-2019) y en la de mi


abuelo Germán Mendoza (1949-2020). Fueron el amor más
grande de mi vida, y lo seguirán siendo, aunque pasen siglos y
milenios.

Agradezco a mi madre Carolina Briceño y a mi hermana Viviana


Mendoza por ser mis ángeles, por apoyarme tanto como lo hacen.
Son las mujeres de mi vida.

Quiero dedicarle esta novela a mi abuela materna Benita Briceño,


y también a mi abuelo materno Antonio Briceño, quien se
encuentra en la dura batalla contra el cáncer.

En honor a mis mejores amigos, quienes me han dado su amor y


su apoyo para cumplir mis sueños y no darme por vencido.

Dedico esta novela a todos mis lectores, en especial a los que


forman parte de mi grupo de Facebook PLÉYADES NATION.

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Índice.
Advertencia.
Prólogo. El origen.
Capítulo 1. Terror en Heidelberg.
Capítulo 2: Martirio nocturno.
Capítulo 3: Pesadilla viviente.
Capítulo 4: La Morgue. (Instintos Necrófilos).
Capítulo 5: Sadismo en el quirófano.
Capítulo 6: Persecución macabra. El forastero.
Capítulo 7: El Anticristo.
Capítulo 8: El demonio viene por mí…
Capítulo 9: Romance de ultratumba.
Capítulo 10: El cazador de los Nazis.
Capítulo 11: Masacre berlinesa.
Capítulo 12: Turbulencia explosiva.
Capítulo 13: El juicio final.
Capítulo 14: Traición, decepción y dolor: Amor asesino.
Capítulo 15: Delirios mentales: El bucle de la muerte.
Capítulo 16: La transformación de un monstruo
Capítulo 17: Viaje astral: La visita de Satán.
Capítulo 18: El demonio que se enamoró de un sacerdote.
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Capítulo 19: Dios es débil.
Capítulo 20: El miedo del Papa.
Capítulo 21: Exorcismo en la catacumba.
Capítulo 22: Alerta en las tinieblas. El demonio está suelto.
Capítulo 23: Los ángeles si existen.
Capítulo 24: Perdido en la oscuridad. El último respiro.
Capítulo 25: Sueños arruinados.
Capítulo 26: Los traumas nunca se olvidan.
Capítulo 27: Ataques de pánico.
Capítulo 28: La prostituta del cristianismo.
Capítulo 29: Propuestas indecorosas.
Capítulo 30: Dolor navideño.
Capítulo 31: Adrenalina: Plan de escape.
Capítulo 32: La fuga: Expreso de medianoche.
Capítulo 33: Abracadabra. La bruja del bosque.
Capítulo 34: El misterio del bosque. ¡Sacrificio!
Capítulo 35: El renacimiento. El Dios del invierno.
Capítulo 36: El último pacto. La misa negra.
Capítulo 37: El tren de la libertad.
Capítulo 38: La aldea siniestra.
Capítulo 39: ¡Goldstein ha muerto!
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Capítulo 40: El viaje ha comenzado.
Capítulo 41: La hora maldita. Gemelos astrales.
Capítulo 42: Atentado terrorista en el Vaticano.
Capítulo 43: Sueños londinenses.
Capítulo 44: El monumento de la amistad.
Capítulo 45: Secuestro en Londres. La secta.
Capítulo 46: Los enemigos se visten de amigos.
Capítulo 47: Sexo, droga y alcohol. La noche de los demonios.
Capítulo 48: El poder del ocultismo.
Capítulo 49: La ruptura de una hermandad.
Capítulo 50: El Rey del ocultismo.
Capítulo 51: La llamada que lo cambió todo.
Capítulo 52: No me dejes.
Capítulo 53: Confusiones fúnebres.
Capítulo 54: Que Dios te perdone, porque yo no lo haré…
Capítulo 55: Persecución mortal. El Proyecto MK-ULTRA.
Capítulo 56: Hasta que la muerte nos separe.
Capítulo 57: El último día.
Capítulo 58: La maldición de PLÉYADES.
Epílogo: Viaje en el tiempo. Mundos prehistóricos.
Agradecimiento al lector.
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Advertencia.

El presente libro contiene escenas sexuales, macabras y


perturbadoras que podrían no ser aptas para personas sensibles y
menores de edad. Contiene eventos basados en hechos reales en
los que se incluyen vínculos relacionados con el satanismo y la
magia negra, si usted es una persona religiosa será recomendable
que no lea este libro por el bien de su integridad. Muchas personas
que han leído este libro han sido víctimas de terroríficas pesadillas
nocturnas y de sentimientos extraños que nacen después de leerlo,
mientras que otras afirman que al terminar de leer la novela
tienden a obsesionarse extrañamente con el contenido de la
misma, una adicción siniestra que te hace leerla una y otra vez.
Ante cualquier tipo de confusión se le informa que este libro es la
continuación de otro, si desea leerlo se recomienda discreción.

Satanás está en cada una de sus letras y te acompañará en cada


capítulo. ¡El viaje a PLÉYADES ha comenzado!

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Prólogo.

Después de un quimérico y venturoso viaje mágico por los


extremos astrales más remotos de la imaginación, Jericco Goldstein
vivía de sus vidas alternas luego de que su alma abandonase su
cuerpo, cuando fue sometido a múltiples experimentos biológicos
que lo llevaron a una simulación perpleja, ocasionada por el
exagerado abuso de toxinas y narcóticos en su circulación.
¿Todo fue parte de su imaginación o en realidad murió como
sucedió en todo su ensueño?
Jericco Goldstein despierta en el Hospital Universitario de
Heidelberg, (Alemania). Tras estar cinco años en coma, su vida
dependía de máquinas y aparatos que le daban oxigenación a su
corazón, pues, su corazón estaba casi muerto por el efecto de los
venenos y sedantes que por poco estallaron su órgano; su cerebro
continúo trabajando a pesar de que su mente estaba perdida en el
limbo, la combinación química de las sustancias implementadas en
su organismo, ocasionó la creación de una reacción físico-química
en las neuronas de Jericco.
El Dr. Stephenberg dio luz a una increíble creación que ningún
científico había logrado con la biología molecular y genética,
después de manipular mentalmente a Jericco con múltiples drogas y
venenos alucinógenos, una alucinación irresoluta y deslumbradora
lo aprisionó por 60 meses consecutivos; a esta alucinación se le
otorgó el nombre de “Utopía Fantasma’’. Jericco Goldstein
sobrevivió a los efectos tóxicos cuando en su sangre se combinó:
Arsénico, Mercurio y Polonio. Lo suficiente como para crear una
reacción química que jamás se había combinado en un ser viviente,
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en mayo del 1945 cuando la Segunda Guerra Mundial culminó, las
organizaciones mundiales que se dedicaban al desarrollo y al
estudio de experimentos con organismos, se estremecieron cuando
Jericco Goldstein fue rescatado en un féretro de madera forrado de
plomo, era terminante, estuvo siendo torturado genéticamente por
su verdugo en tres años. Las condiciones en la que estaba el joven
eran deplorables, se veía que había sufrido bastante.
Cuando cayeron los Nazis, las tropas soviéticas invadieron a
Alemania y no se demoraron en encontrar los secretos más
recónditos del milenio. Jericco fue hallado sin razones de vidas y
notaron que las causas de su “muerte” eran extrañas, su cuerpo fue
trasladado a un centro forense de Frankfurt y descartaron la noticia
del fallecimiento porque su corazón aun latía muy débilmente, sin
embargo, no tenía síntomas de vida en su cuerpo y su cerebro
estaba intacto. Jericco tenía una sobredosis extremadamente alta y
enérgica que fue difícil controlar, cuando estudiaron su sangre lo
sometieron a diversos tratamientos que ofuscaron a los expertos en
pensar qué le había sucedido.
Pasó un año entero para que supiesen qué reacción tuvo los
compuestos químicos en su torrente, y así mismo nació la Utopía
Fantasma. Muchos supersticiosos creyeron sólidamente en un viaje
astral o sideral, aunque para otros fue una completa estupidez, en
muchas ocasiones se contactaron videntes, médiums, y otro tipos de
espiritistas para que alegaran sobre el extraño caso de Goldstein,
los psicólogos y psiquíatras no querían ni pensar en el hecho de que
debían involucrarse en eso, la ciencia no podía hacer nada para
salvarlo de esa profunda ilusión; el mundo estaba cautivado y
esperaba una dura sentencia para Jericco, él era el único Nazi que

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quedaba y todas las naciones del globo terráqueo esperaban justicia
por las bestialidades cometidas.
Sí Jericco moría, no se conocería los sanguinarios secretos que
nunca fueron revelados de la Zona 13.
El Hospital Universitario de Heidelberg, estaba rodeado por
militares alemanes y periodistas de todas partes del mundo, quienes
estaban al tanto de lo que sucedía con la salud de Jericco. Durante
el periodo prolongado de inconsciencia provocada por los venenos
y las drogas, tenía síntomas mortales que jugaron con la mente de
los médicos que estudiaban a éste misterioso caso.
Estado físico de Jericco Goldstein en los años (1942-1947):
– Problemas renales, el mercurio le dañó el riñón derecho y la
tiroides.
– Pérdida de memoria y temblores acelerados.
– Cambios neuromusculares.
– Estreñimiento.
– Dolores de cabeza.
– Caída del cabello.
– Piel extremadamente seca y amoratada.
– Tensión baja y fiebre excesiva.
– Diarrea urgida.
– Salivación y deshidratación.
– Irritación en el estómago y en los intestinos.
– Irritación en los pulmones.
– Disminución de la producción de glóbulos rojos y blancos.
– Arritmias cardiacas y latidos lentos que no permitían bombear
la sangre necesaria para el cuerpo.
– Aneurisma Aorta.

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– Sangramiento anal y oral.
– Entumecimiento de las extremidades.
– Dificultad respiratoria.
– Delirio y alucinaciones.
– Convulsiones y sudor frío.
Sin dudas algunas, Goldstein estaba sufriendo dolorosos síntomas
que pusieron su vida en juego, mientras que en su conciencia estaba
en otro plano astral por lo que no sentía nada de lo que sucedía.
¿Podrá Jericco sobrevivir de esta pesadilla?
Ha de ser así, deberá huir de la justicia y escapar del ojo público
para protegerse y sobrevivir de su pasado, él no sabe de lo que muy
pronto está por suceder al ser perseguido por gente poderosa y
peligrosa, desde ahora tendrá que cubrirse las espaldas de la Ley y
de sus nuevos enemigos. El mundo entero espera la recuperación de
Jericco para sentenciarlo a la condena máxima de sus crímenes y
delitos. Ya era hora de que Jericco Goldstein enfrentase a la cruda
y hostil realidad.
¿Acaso volverá a ser la misma persona de antes? ¿Será Jericco la
continuación de su auténtica versión en Pléyades o existirá una
nueva versión de sí mismo?

Es el origen de la pesadilla…

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Capítulo 1: Terror en Heidelberg.

3 DE ENERO DEL 1947.


HOSPITAL UNIVERSITARIO DE HEIDELBERG.
SUROESTE DE ALEMANIA.
En el tercer amanecer del año 1947, la presión era sofocante y
rigurosa en el Hospital Universitario de Heidelberg, se sentía una
tensión abrumadora que experimentaban los pacientes del
internado, la mala influencia de la negatividad sometía al equipo de
doctores y enfermeros, quienes estuvieron en la estricta obligación
de ser confidenciales con la salud de Jericco Goldstein, nadie podía
saber ni siquiera en qué habitación del hospital se encontraba, pues,
Jericco Goldstein se había convertido en el hombre más odiado de
Alemania, Europa y de todo el mundo. Había miles de intrusos que
se disfrazaban de doctores o enfermeros para tentar contra la vida
de Jericco, el problema era execrable, nadie lo quería con vida a
menos de que pagara sus años de cárcel eternamente por ser un
cómplice de los Nazis.
El Dr. Stanndburg, un calvo y jorobado de 55 años, se paseaba por
las habitaciones en la mañana para hacer revista médica de los
pacientes que despertaban de quirófano, ya que, en la noche del 2
de enero estuvo de guardia. Era un hombre sincero y de pocas
palabras que simplemente se dedicaba a salvar vidas en el hospital,
tenía más de 30 años trabajando para el mismo, durante la Segunda
Guerra Mundial recibieron millones de casos médicos que lo
hicieron más que un veterano.

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Pero, cuando se trataba de examinar al paciente Jericco Goldstein,
era angustioso y tedioso… Nadie quería verle la cara a un infeliz
que simplemente estuvo trabajando para Adolf Hitler y sus aliados.
La idea de que Jericco era atendido medicamente en su coma, se
debía a que el nuevo gobierno de Alemania costeaba su caso para
hacerse cargo del mismo, pero, todos pensaban que Jericco jamás
despertaría, estaba más muerto que vivo y nadie tenía la fe de verlo
despertar.
El Dr. Stanndburg iba en camino a la habitación de Jericco, para
ponerle una dosis de anticonvulsivos y psicotrópicos que ayudarían
a evitar las convulsiones, y al mismo tiempo, realizarle un estudio
de sangre para ver cómo avanzaban los tratamientos. Era un caso
extraño y ambiguo, todos se preguntaban:
¿Cómo es que alguien sobreviviría después de semejante atentado
en su vida?
Él no era más que otra víctima de la tiranía hitleriana y de la
intimidación neo-nazi, pero, todos los vieron como un sanguinario
monstruo sin conocer su verdadera historia.
Jericco estaba acostado en una espaciosa camilla blanca con una
bata de paciente color azul celeste, se le estaba administrando una
dosis de analgésico a través de su vía intravenosa. Tenía puesto una
cánula de traqueotomía en su cuello para que le llegase oxígeno en
los pulmones, parcialmente, su cuerpo resaltaba de los electrodos
de un electrocardiógrafo a un monitor que indicaba sus
palpitaciones.
Jericco estaba empalidecido y extremadamente delgado, su piel
agrietada y sus labios partidos con sangre seca que se rompían con
las heridas en su cuerpo. Jericco Goldstein era un muerto viviente,

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perdió su cabello y los hematomas en sus pómulos se juntaron con
aquellas marcadas ojeras de sufrimiento nocturno. Su cuerpo sufría
ligeros espasmos que explotaban con temblores en sus músculos
desgarrados y entumecidos, la máscara de oxígeno deslumbraba el
rostro de un hombre enfermo y moribundo.
A las 10:20 am en el quinto piso del hospital, Jericco despierta de
un profundo y pesado sueño que perduró por cinco años. Al abrir
sus ojos por primera vez, las pupilas se le dilataron y su piel
palidezca retornó un poco de color cuando intentaba recuperar la
conciencia que en alguna noche de su pasado fue perdida en el
abismo de sus pesadillas. La luz de la habitación se refleja en el
marrón de los ojos de Jericco, un nudo de consternación se hace en
su garganta y le hace lanzar un pequeño quejido, Jericco estaba
petrificado de la confusión e intentaba entender la realidad
mientras miraba débilmente a sus lados, con la mirada turbia y
ofuscada, él cierra sus ojos nuevamente e intenta retornar a aquel
sueño en el que estuvo.
Nada tenía sentido alguno para Jericco, su estómago se revolvía de
dudas y perplejidades que lo ahogaban en lamentos internos, desde
su garganta emitía silenciosos gemidos de histeria y pánico que lo
ahorcaban con una soga de mentiras. Él estaba ahorcándose
lentamente con la tremebunda realidad, y su verdad era lastimera y
hostil, porque nunca estuvo y nunca estaría en Pléyades. En esos
cinco años sólo estuvo en coma, conectado a una máquina de
oxígeno que lo mantuvo con una vida amarga e insaciable, Jericco
no tenía nada de idea de lo que era la Utopía Fantasma, la que
anteriormente le diagnosticaron mientras su imaginación volaba
como un águila africana.

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Jericco abre sus ojos nuevamente y levanta sus manos a la altura de
sus nublados ojos, pero, observa que sus brazos están marcados de
inyecciones y cicatrices imborrables, él baja sus brazos y palpa su
consumido cuerpo hasta que siente que los huesos le resalen en la
piel, Jericco se estremece al ver que no queda nada de lo que algún
día fue en su subconsciente, tras la impresión de ver que no es nada
de lo que era en los años anteriores, se desespera y los latidos en su
corazón se aceleran.
Voltea la cabeza hacia el monitor del electrocardiógrafo que indica
el ritmo cardiaco con sonidos de desespero, el sonido entraba en sus
oídos hasta sacudir y revolcar su mente en el polvo de su memoria,
los sonidos del aparato le provocaron un estrés que aturdieron sus
oídos hasta que cayó en la desesperación. Jericco se arrancó la vía
intravenosa de su muñeca derecha, se quitó los electrodos de su
pecho y de sus extremidades, se puso las manos sobre su cuello para
quitarse violentamente la cánula de la traqueotomía, metió sus
manos rápidamente dentro de la bata y se arrancó la sonda de la
uretra con mucha fuerza, entre sus piernas se vino un doloroso
desangramiento que salió de su pene al halarse la sonda.
Se levantó con ímpetu de la camilla y se sentó en una esquina con
mareo, el mundo le daba vueltas en su vista y extrañamente las
lágrimas se derramaban desde sus parpados. Sintió náuseas y se
derrumbó de lado con la lengua afuera, estaba descompensándose y
perdía el equilibrio, volvió a levantar sus manos y las ajustó
temblorosamente sobre las sondas de alimentación que estaban
instaladas entre su nariz, estaba tan inquieto y ansioso que entró en
un estado maniático y de histeria. Desde su garganta se vino un
descontrolado sangrado que salió por la nariz y la boca, se levantó
de la camilla mientras se sostenía de las barras con el dolor en sus

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entumecidas piernas, pero, caminar era difícil y complexo por el
desgarre que sometía sus contraídos músculos, era como si tuviese
rigor mortis, sus músculos estaban tan astringidos que lo único que
sentía era dolor.
Jericco lanzó un grito ahogado de dolor, pero… Nadie lo escuchó,
cualquiera en el hospital creía que todavía estaba en coma y nunca
se levantaría nuevamente. Él sintió un estreñimiento en el estómago
y la diarrea colmó sus intestinos, el excremento se esparció en el
suelo de la habitación y empezó a sangrar analmente, y de repente,
aparecieron lombrices que salieron consecutivamente de su ano
hasta arrastrarse como serpientes entre el excremento húmedo. La
habitación se consumió por el hedor de la putrefacción y Jericco se
bañó de su defecación diarreica, sintió un intenso dolor en la pierna
izquierda y sus huesos crujieron de martirio, estaba sintiendo cómo
su único riñón se retorcía mientras expulsaba flujos enrojecidos a
través de su pene, los residuos renales y plasmáticos de su riñón
estaban siendo liberados por la orina, aunque desde la uretra era
difícil que saliera la litiasis acumulada.
Repentinamente, la puerta de la habitación E-030121 comenzó a
abrirse lentamente mientras una mano rustica se atravesaba entre
la puerta y la pared, y de pronto, el Dr. Stanndburg entra a la
habitación de espalda con su bata blanca y el estetoscopio colgando
sobre su cuello, cierra la puerta silenciosamente y gira de frente
hacia el interior de la habitación, el Doctor observó la camilla
vacía y desordenada con la mano puesta sobre su boca con el rostro
constreñido del asco, él suelta una tos de repugnancia y se
sorprende al ver que Jericco no está en su camilla, camina hacia el
otro lado de la habitación con suspenso y lentitud hasta que se topa
con el joven en el suelo.

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Asombrado y aterrado, se echa hacía atrás con pasmo y corre hacia
la puerta para salir de la habitación y llamar a sus colegas.
– ¡Ayudaaaaaa! ¡Ayudaaaaa! –Gritaba entelerido y acelerado–,
¡Rápido, ayúdenme! ¡Je-je-Jericco! ¡Es Jericco! ¡Jericco
Goldstein ha despertado! ¡Está intentando suicidarse!
Todos los del pasillo del quinto piso lo escucharon y corrieron con
mascarillas hacia la habitación. Jobs Tobbsberg, el soldado de
guardia se alarmó mucho al escuchar la noticia del Doctor y habló
por radiotransmisión a su comando.
– ¡Vayan a la E-030121 ahora mismo! –Les ordenó Jobs–. No
llamen la atención de las personas para evitar un descontrol,
los otros refuerzos eviten los rumores y no permitan que entre
más nadie al hospital al menos que sean emergencias.
Los soldados fueron a la habitación y rodearon el pasillo,
desalojaron el área y los enfermeros acudieron a la habitación de
Jericco.
Cuando los enfermeros entraron a la habitación corrieron hacia
Jericco para levantarlo y acostarlo en su camilla, los soldados lo
apuntaron con sus escopetas y se aparataron hacia el costado de la
pared. Todos estaban conmovidos porque era la primera vez que
veían a Jericco con vida, el Dr. Stanndburg lo observó y lo analizó
detalladamente mientras los enfermeros lo instalaban en su camilla,
mientras Jericco estaba sacando fuerzas para gruñir y patalear, el
grupo de enfermeros le hacían un trabajo de aseo porque estaba en
condiciones muy sucias. El Doctor se acercó hacia Jericco con
prontitud para colocarle las vías intravenosas, le conectaron los
electrodos del electrocardiógrafo en su pecho y le pusieron la
máscara de oxígeno, Jericco aulló de dolor y sufrimiento cuando
volvieron a instalarle la sonda urinaria.
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– Les ordeno que salgan, –dijo el Doctor–, sólo necesito que se
queden dos enfermeras. Betty y Lynn, quédense para que me
ayuden a examinarlo, todos retírense ahora mismo.
Sus enfermeras de vestido azul se quedaron acompañando al Doctor
y el resto salió, tenían 40 años de experiencias en los que sirvieron
fielmente al hospital. Los soldados se fijaron en una hilera para la
estricta protección de Jericco. Betty y Lynn eran las mejores
enfermeras del hospital, Betty tenía 63 años, tenía un espíritu libre y
se conocía por ser alguien amable y carismática, siempre estaba
maquillada y su piel blanca estaba libre de arrugas. Lynn tenía 64
años, era más reservada y sofisticada, su piel morena fue heredada
por su padre quien era hindú, y su madre alemana.
– ¿Hacemos un estudio de sangre, Dr.?
Preguntó Lynn, sosteniendo a Jericco de la cabeza.
– Sí… Esto es tan sombrío, –dijo él, atónito–, es el caso más
aterrador que he tenido mis años de carrera.
Betty cogió una jeringa de 10 cc, Lynn estaba apretando el
antebrazo de Jericco para extraer la sangre.
– Listo, –concordó Betty después de sacarle la sangre–, la llevaré
al laboratorio, la hematología completa estará lista para más
tardar en la tarde.
El Doctor miró la jeringa llena de sangre y se cruzó de
brazos.
– Esa sangre no es normal, –dijo–, está tan coagulada y renegrida.
Algo debe estar mal…
Lynn miró el monitor del electrocardiógrafo.
– Doctor, –le habló Lynn con asombro y alarma–, los latidos de su
corazón están normalizándose, creo que está mejorando su
estabilidad cardiaca.

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– Esas son buenas noticias, –repuso el Doctor–, si empieza a
mejorar lo más antes posible será trasladado a la cárcel de
Berlín.
Jericco seguía alucinando, el muchacho estaba petrificado
de la conmoción.
– Es un hombre joven, –asintió Betty mientras ajustaba el oxígeno–
creo que no tendrá problemas para mejorar… Tiene 34 años,
tiene una vida por delante.
– Es muy lamentable saber que pasará el resto de sus días en
prisión, –agregó Lynn–, por cierto, esta tarde debe ser afeitado
porque míralo, parece un vagabundo.
– Sí, –el Doctor asintió con la cabeza–, está muy joven como para
que luzca como un indigente. Hoy intentaremos darle algo para
su alimentación, sólo podrá ingerir líquidos, jugos o sopas, para
el postre, gelatina de limón.
– Tenemos que constituir con el gobierno, –dijo Betty–, haremos
justicia por nuestra nación.
– Perdí a tantos amigos y familiares… Jericco pagará todo el peso
de sus aliados, –comentó Lynn, resentida–, lo siento mucho por
él, pero, todo en esta vida tiene un costo.
Jericco se movía hacia los lados con inquietud, estaba
babeándose como un bebe y emitiendo sonidos extraños. El
Doctor lo miró con lastima.
– Es un enfermo mental, –dijo–, hay dos opciones que calificarán
en su juicio. El primero es que también fue víctima de los Nazis, y
segundo, podrían juzgarlo como un paciente psiquiátrico y lo
enviarían a un manicomio, al menos eso resumirá su condena,
pero sabemos que no hablará con bases, ¿Quién le dará atención
a un psicópata?

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– La mente de Jericco está destruida, –dijo Lynn, apesadumbrada–.
Tantos venenos y narcóticos le mataron las neuronas, Jericco es
un zombi.
– Depende a como salgan los exámenes de sangre determináremos
su mejoría, –añadió el Doctor–, le detendremos la diarrea con
tratamientos y bueno, como podrá alimentarse de líquidos su
salud estomacal mejorará.
Jericco seguía quejándose mucho, estaba temblando y
retorciéndose del malestar. No podía respirar de lo agitado
que estaba.
– ¿Cómo va el riñón? –Preguntó Betty–, está quejándose mucho.
– Adminístrenle un analgésico ahora mismo, –ordenó el Doctor–.
Pónganle un calmante, no quiero que se altere y vuelva a caer en
un estado de inquietud y pánico. Adminístrenle 30 miligramos de
Librium, ¡Ohhh! No te respondí, Betty, lo siento, su único riñón
tiene cálculos renales y ya los está expulsando por los diuréticos,
el otro riñón que tenía se lo destruyó el mercurio.
Lynn le inyectó una dosis alta para el dolor. Betty buscó
una dosis de sedante y le puso la inyección en el otro brazo.
– El pobre tendrá que asimilar la realidad con su utopía de ahora
en adelante, –dijo Betty–, su mente ahora debe estar en negro. En
los próximos días recuperará la mente y quizás vuelva a pensar
con normalidad.
– Exactamente, –ratificó el Doctor–, pronto mejorará. Dejémoslo
descansar, quizás y se siente algo cansado, regresamos cuando
los exámenes estén listos.
– Oiga Doctor, –añadió Lynn–, ¿Cree que vuelva a convulsionar?
Betty pareció confundida.
– La verdad es que ya tiene dos o tres días sin hacerlo, –respondió
suevamente mientras se quitaba la bata–.

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Jericco todavía no se dormía, veía y oía cosas, estaba
mirando a todos lados con el miedo su rostro.
– Míralo, –dijo Betty, apresurada–, está viendo y escuchando cosas
que por supuesto no existen.
– Ya dejémoslo descansar, –expresó el Doctor–, tengo una paciente
que padece pancreatitis aguda y está sufriendo mucho.
Lynn miró al Doctor, estremecida.
– Dios mío, –dijo Lynn, temerosa–, es una enfermedad realmente
dolorosa. No se la deseo a nadie porque es un infierno vivo en el
cuerpo.
– ¿Cuál es la razón de su pancreatitis? –Preguntó Betty con la
preocupación en su mirada–.
– Nació con el páncreas dividido en dos y, –explicó el Doctor–, por
esa razón, quizá y sea resultado de su enfermedad.
Betty quedó pasmada.
– ¡Increíble! –Bramó Lynn, boquiabierta–. No sabía que el
páncreas podría tener ciertas deformaciones patológicas, ¿Cómo
salió en el examen de sangre?
El Doctor se inclinó y cogió una servilleta, se limpió los zapatos.
– El páncreas lo tiene abarrotado de amilasas y tanto así, –le
respondió el Doctor, con la voz angustiosa–, que la pleura de su
pulmón se reventó y ahora… Está padeciendo de una neumonía,
me preocupa mucho, he estado trabajando mucho por su vida.
El Doctor se levantó y miró la hora en su reloj. Luego lanzó la
servilleta en el pote de basura.
– ¿Está casada o tiene hijos? –Le preguntó Betty–, debe ser una
preocupación muy grande para su familia.
– Tiene tres hijos jóvenes, han llorado mucho por ella porque, ella
es su reina, –contestó el Doctor, afligido–, y su esposo, ¿Qué

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puedo decirte? Es un alcohólico que la maltrata, la pobre se ve
que ha sufrido mucho por esa bestia.
Las enfermeras se acongojaron, Lynn se cruzó de brazos y Betty
soltó un resoplido.
– Espero que todo se mejore, –dijo Lynn–, oraré mucho por ella y
sus hijos.
El Doctor hizo un gesto de preocupación y Betty sintió la afición
de su familia. Lynn miró a Jericco, extrañamente preocupada.
– No me imagino lo que debe sentir Jericco justo ahora, al menos
tiene el suero intravenoso para evitar la deshidratación, –
comentó Betty–, mejor vamos a llevar la sangre al laboratorio.
El Dr. Stanndburg se alejó de las enfermeras y sacó las gafas del
bolsillo de su bata médica, se colocó los lentes y salió de la
habitación. Las dos enfermeras dejaron una carpeta sobre el mesón
de su camilla y salieron de la habitación.

10 horas más tarde.


Ya en la tarde los resultados estaban listos, la enfermera Betty fue
personalmente al laboratorio en busca de los exámenes, al final de
la tarde hacía frío, era un día tormentoso y agitado. Eran buenos
resultados para Jericco Goldstein, desde allí se decidiría cuánto
tiempo le quedaba para recuperarse y avanzar con la mejoría.
Los valores de la sangre estaban regulares, eran altibajos, pero, no
eran tan malos como su último examen de hematología completa.
Betty dejó los exámenes de Jericco en su oficina para entregárselos
al Doctor en la mañana siguiente, su guardia ya había terminado y
Lynn estaba en el área de psiquiatría, el Doctor Stanndburg iba a
visitar a Jericco por la mañana. Aunque Jericco estaba sedado y
quizás en la noche ya sería atendido por otros enfermeros.

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Capítulo 2: Martirio nocturno.

11:00 PM
Jericco despertó en la noche tras los efectos de los sedantes, tenía
otro semblante y un poco más de fuerza como para no sentir dolor y
malestar. La habitación tenía las luces apagadas y las ventanas se
movían con el riguroso viento del invierno, estaba recuperando la
conciencia después de tanto tiempo dormido.
– ¿Por qué estoy aquí? –Pensó él–, se supone que justo ahora
estaría con mi madre, mi hermana y mis amigas en el Olimpo.
Ellas dijeron que todo era real, yo estuve en Pléyades, estoy
seguro de ello, sé todo lo que viví y no sé cómo comprobarlo.
Jericco soltó una lágrima y sintió un nudo en la garganta.
Jericco parecía pensar incoherencias, a esas alturas sería difícil
creerle a un paciente que estuvo en coma, además de que estuvo
sedado y drogado por mucho tiempo. Cuando la Luna llena se
asomó desde su ventana, miró la sombra de las ramas de los árboles
que traspasaban las paredes y se sugestionó, la luz de la Luna se
reflejó en sus ojos e iluminó sus mejillas.
La puerta de la habitación se abrió lentamente y un sombrío
escalofrío estremeció su cuerpo, la realidad y la imaginación
jugaban sucio contra la mente de Jericco que se derramaba con
gotas de sudor en su frente. La habitación se colmó de un extraño
olor, era el mismo olor a azufre que le recordó aquel momento
cuando vagaba en una desolada carretera de Pléyades, el torbellino
de recuerdos se revolvió en su cabeza y sacudió la memoria de
Jericco hasta que una palabra entró por su boca como una bala.

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– ¡Balam! –Pensó, conmovido–, por favor sálvame Padre mío,
sácame de esta pesadilla y regrésame al Olimpo con mi gente.
Cuando en ese entonces el grito de una mujer ahogó el silencio de
Jericco, el sufrimiento de una mujer en la sala de parto sometió a
los oídos de Jericco con un suspiro de nerviosismo y pánico. Él se
encogió de rodillas y se sentó en la camilla, apoyándose a la pared
pensaba aceleradamente en sus vandálicos ensueños, Jericco seguía
estando embrollado y sobrecogido.
La puerta se cerró de golpe y se ocultó bajo las sábanas, la rama de
un árbol se metió por la ventana y liberó un par de hojas secas que
crujieron con dolor. Las cortinas se cayeron por la ventana y sus
clavos se soltaron, la tela se rasgó y una cruz invertida se ilustró en
la misma.
Una monstruosa mano deforme entró por la ventana y se relució
con las pesuñas de un puerco, el olor a azufre desapareció y un
crucifijo herético fue aventado a la ventana desde abajo, parecía
como si alguien lo hubiese lanzado a propósito. La cruz se rompió a
pedazos y la cabeza de Cristo de desintegró en el piso, entre las
ramas brillaron un par de ojos blancos y un sombrero se vio entre
la bruma que provocaba la oscuridad de Heidelberg.
Jericco se levanta lentamente con una mirada extraña y se asoma
hacia la ventana desde su sitio, deja sus pies sobre el suelo y se
encoje de hombros, se quita la mascarilla de oxígeno y siente un
ligero dolor en su espalda hasta que se acomoda, y repentinamente,
dos fuertes aplausos suenan misteriosamente bajo su camilla como
si dos palmas gigantes se golpearan entre sí. Él se sugestiona y
recoge sus piernas a la camilla con pasmo, de pronto, las luces del
pasillo titilan y se apagan inesperadamente con un sonido extraño,
se sentía una soledad masiva en ese piso del hospital.
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– ¿Qué es ese sonido? –Preguntó su voz en su cabeza–.
Sonaron aruños en las paredes hasta que el sonido se hizo
intenso, Jericco se cubrió sus oídos y sintió un dolor en la
cabeza.
La bombilla de la habitación se encendió improvisadamente y el
crucifijo colgante en la pared salió disparado hacia la calle, Jericco
se alertó y se acostó en su camilla bruscamente hasta cubrirse la
cara con la sábana. Jericco estaba escuchando extrañas voces que
hacían ecos sonoros dentro de su mente, eran sonidos monstruosos
y vulgares que lo hicieron llorar en medio del martirio nocturno.
Jericco se llenó de valor y se levantó rápidamente, se puso de pie y
la puerta de la habitación E-030121 se volvió a abrir lentamente.
Una espesa nube negra circulaba con lentitud por los alrededores
de la habitación, era una sombra de malevolencia y confusión que
hechizaba a Jericco.
El pasillo tenía una funesta fetidez a cadáver descompuesto, el olor
congestionó la nariz de Jericco y lo hizo estornudar, pero mientras
que recuperaba la conciencia mirando a su alrededor con la nariz
tapada, unos largos y deformes brazos salieron debajo de la camilla
hasta que apresaron los talones del chico. Jericco se derrumbó al
suelo con un gemido de pánico y se golpeó la espalda al caer, las
grotescas manos con pesuñas de cerdo lo halaron debajo la camilla
hasta que un hombre muy alto entró a la habitación, tenía sombrero
rojo y un delgado cuerpo desnudo cubierto de heridas repletas de
moscas carroñeras. El ente encendió el fuego en sus ojos y abrió la
boca como una formidable ballena, tenía filosos colmillos de lobo y
una alargada lengua que colgaba como la de un dragón.
Jericco lanzó un suspiro de consternación y su espumante saliva lo
atragantó con terror, empezó a patalear en el suelo hasta que se
24
soltó de las pesuñas del horripilante monstruo. Jericco se empujó en
reversa hacia el rincón de la habitación mientras el hombre lo
seguía lentamente, el ente caminaba directamente con sus piernas
dobladas y arqueadas, Jericco estaba lo suficientemente intimidado
y acobardado como para lidiar con la debilidad de su cuerpo.
¿Acaso era una alucinación real o parte de su realidad?
Mientras Jericco manoteaba y pataleaba con bramidos, gemidos y
gruñidos estentóreos de horror, el hombre de sombrero expandió
una siniestra sonrisa de maldad que perturbó la visión de Jericco.
En su mente se fundió un remolino de imágenes y visiones perplejas
que lo hicieron perder la noción del tiempo, dejó de luchar consigo
mismo hasta que el tiempo lo abofeteó con su realidad.
La noche se convirtió en día y la Luna cambió su puesto para
calentarse con el Sol, las aves cantaban y el Dr. Stanndburg estaba
en la habitación mientras Jericco tenía una profunda pesadilla que
no lo dejaba despertar. Las enfermeras Betty y Lynn lo golpeaban
con ligeros golpes en la cara para despertarlo, pero Jericco gritaba
y berreaba con un sanguinario espanto que aterreraba a los demás
pacientes.
– ¡Jericco! ¡Despierta, vamos! ¡Abre los ojos! –Bramó Betty–.
– Oh no, ¡Cariño, sólo es una pesadilla! ¡Todo está bien! –Gritó
Lynn–.
– ¿A dónde llegaremos con todo esto? –Preguntó el Doctor–,
creo que Jericco debería estar en psiquiatría y no en cuidados
intensivos.
– Él ya está mejorando, –aseguró Betty–, quizás y muy pronto lo
internen en el área de los enfermos mentales.

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Repentinamente, Jericco despertó en un abrir de ojos y dejó escapar
un gimoteo ahogado como si se quedase sin aliento. El Sol fulguró
su rostro y vio que fue un simple sueño, cuando la pesadilla terminó
sus latidos volvieron a la normalidad y la respiración se calmó.
– Buenos días, Sr. Goldstein, –le habló el Doctor, indulgente–. Soy
el Dr. Stanndburg, ellas son: La Señora Betty y la Señora Lynn,
serán quienes te cuidarán a partir de ahora. ¿Estás de acuerdo
con eso?
Jericco los miró confuso, no tenía la capacidad para hablar
aún.
– Estas a salvo, –dijo Betty–, ahora lo importante es que te cuides
para que puedas salir de este hospital.
Jericco podía entender.
– Todo estará bien, –comentó Lynn–, lo único que te pedimos es
que te comportes bien y te entregues para que no te hagan más
daño, sabemos que eres un buen muchacho.
Jericco se estremeció.
– Los exámenes no están nada mal, –agregó el Dr. Stanndburg–,
creo que esta semana mejorará.
La enfermera Lynn cogió una taza de sopa del carrito de alimentos
y le dio de comer, el Doctor revisó los exámenes y los metió en su
carpeta personal. Betty le cambio los pañales para adultos y le quitó
las sondas, Jericco estaba mejorándose con rapidez.
– Ya debo irme al quirófano, –dijo el Doctor–, no olviden ponerle
los analgésicos por si siente dolor. O sedantes para las crisis
nerviosas.
– De acuerdo, –asintió Lynn–, me iré a almorzar.
– Debo ir a pediatría, –comentó Betty–, vendremos a ver cómo va
Jericco en el transcurso del día.

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El Doctor salió de la habitación con rapidez y las enfermeras
empujaron el carrito de alimentos hacia la puerta. En esa mañana
salieron con una sonrisa en sus rostros, estaban contentos en ver
que el paciente más complicado mostraba mejoría y eso marcaría la
historia de Alemania.

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Capítulo 3: Pesadilla viviente.

SEMANAS MÁS TARDE. 24 de enero del 1947, Hospital


Universitario de Heidelberg.
El paciente Jericco Goldstein aprobó los últimos estudios médicos
que comprobaban que iba en buen camino hacia la recuperación, se
le realizó una espirometría y descartaron una extraña acumulación
bronquial al igual que en los pulmones, ya que, en el año anterior
tenía un pesado coágulo de sangre en su pulmón izquierdo. Jericco
presentaba en muchas ocasiones sueños lúcidos, y en otras veces,
parecía estar en un estado hipnótico en donde perdía la facilidad de
hablar.
Se le realizó una resonancia magnética que ratificó la mejoría en el
único riñón que tenía, y para los cálculos renales, se sometió a una
cirugía de laparoscopia que permitió la eliminación de los restos
renales. Ya no tenía entumecimiento en las piernas, pues la terapia
intensiva le permitió que volviese a caminar como si nada hubiese
pasado en los últimos 5 años. Se le hizo alrededor de 3 veces por
semana una biometría hemática, eso permitió brindar información
necesaria y detallada de los valores sanguíneos de Jericco. Dos
años antes, presentaba erupciones cutáneas por la actividad celular
fallida del motor morfogénico, y con el paso de los meses su piel
comenzó a mostrar mejoría tras los duros tratamientos que incluso
le provocaron la caída del cabello y de sus uñas.
El 24 de enero, el hospital estaba en manteamiento eléctrico desde
la planta central que se ubicaba en el sótano. El daño era tan grave
que había fallas eléctricas que provocaron daños nocivos para los
aparatos del centro hospitalario, tras largos días de manteamientos
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se presentaron cortos circuitos que se prolongaron a lo largo de los
días que transcurrían.
Jericco estaba en su habitación recuperando los sentidos que había
perdido, estaba intentado hablar y no presentaba fuertes dolores
como antes. Los Doctores del piso estaban en hora de descanso y
los enfermeros atendían a los más pacientes complicados, era una
mañana tranquila, al menos lo fue hasta que murió un electricista
en el sótano por un corto circuito.
El motor de la planta AL-02 generó un pequeño estallido eléctrico
que hizo un corto circuito masivo, y desafortunadamente, un joven
experto en la electricidad murió electrocutado al recibir una carga
de 565 voltios. Eso afectó a las demás instalaciones eléctricas, las
chispas del corto circuito se expandieron sobre las demás plantas
eléctricas hasta que las instalaciones estallaron, el sonido fue tan
ensordecedor que llegó a las habitaciones de los pisos más altos.
Los pacientes se asustaron con el atronador estallido y el equipo de
médicos/enfermeros salió de sus lugares con las caras estremecidas,
el pánico estaba apoderándose del hospital. El humo subió cuando
salió del sótano y se amontonó en el área de emergencias, las toces
de ahogos y sofocos alertaron a las llamadas de auxilio cuando las
sirenas sonaron.
Los enfermeros cogieron los extintores de seguridad y lo utilizaron,
aunque no sirvieron de mucha ayuda, el fuego estaba destruyendo
todo a su paso y las paredes comenzaron a desmoronarse, ya había
docenas de heridos que morían bajo el montón de escombros en
medio del caos. Los pacientes que estaban recibiendo atención
médica por enfermedades respiratorias murieron de asfixia.

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El poderoso incendio estaba arrasando con pediatría mientras se
oían los gritos de los niños quemándose vivos, algunos doctores
intentaban dar la vida por muchos de los niños que igualmente
murieron. Los pacientes hospitalizados estaban aterrados con esta
abrumante pesadilla viviente, era el infierno en vida, se sentía cómo
la muerte rondaba por los pasillos para robar el alma de pacientes
rehabilitados por cáncer.
Los gritos lastimeros y dolorosos eran desgarradores, los vidrios de
las ventanas se rompieron y el oxígeno de la calle entró hasta tener
contacto con el fuego, por lo que se generó una explosión mucho
más colosal que hizo cenizas de planta baja y del primer piso. El
hospital quedó a oscuras y cada uno de los bombillos explotaron, el
humo comenzó a ascender hasta que llegó al piso en donde estaba
Jericco encerrado, la candela penetró la zona de los cuidados
intensivos y terminó de matar a los pacientes más críticos.
Los soldados que protegían el pasillo se sofocaron y perdieron la
visión en medio de la oscura bruma, no podían ver ni siquiera en
cuál habitación estaba Jericco porque el fuego se los impedía. Las
duchas anti-incendio se encendieron y comenzaron a funcionar
desde los techos del hospital, ya todo estaba fuera de control, era
una catástrofe devastadora de la que nada ni nadie sobreviviría
porque las explosiones eran frecuentes.
Muchos equipos de bomberos estaban afuera del hospital haciendo
su trabajo, aunque era nulo, el incendio estaba creciendo al igual
que la paulatina suma de muertos y heridos.
Jericco estaba encerrando en su alcoba, el humo penetró los bordes
de la puerta y empezó a sofocarlo cuando el oxígeno despareció.
Por instinto, Jericco estaba desesperado en la habitación, agitado,

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la luz se perdió en el vacío de la oscuridad y entró en un estado de
pánico que lo sumergió en una crisis nerviosa, él ni siquiera podía
hablar claramente, porque por más que lo intentara su boca
temblaba al igual que sus manos. Sus alaridos eran entrecortados,
tenía doble visión y la mente nublada.
Jericco caminó hacia la ventana, pero no vio nada más que humo,
se subió sobre la ventana con la frente sudada sujetándose de la
pared, y cuando el humo se despejó, vio que había una profunda
altura que lo llevaría a una muerte indolora. Se bajó rápidamente y
corrió hacia la puerta con una tos ahogada, comenzó a golpear la
puerta con múltiples golpes y patadas, pero estaba bloqueada con
pasador, se dio la vuelta y cayó de rodillas hasta que apoyó su
cabeza en la puerta.
Jericco se sentía más que inútil, no podía pensar con claridad qué
hacer para salir de allí, y repentinamente, algo fugaz golpeó su
cabeza. Pensó en gritar y sacar sus palabras desde el abismo de su
garganta, era un nuevo desafío para él porque tenía tiempo sin usar
su voz.
¡Aaaaaahh! –Aullaba Jericco con histeria y desespero, sentía que
no tenía voz– ¡Aaaaaaaaaaah!¡Ayuddaaaa!¡Ayudaa! ¡Ayúdenme!
¡Que alguien me ayudeee! ¡Aauuxilioooooo! ¡Auxilioooooo!
Jericco estaba recuperando su voz y empezaba a dar sus primeras
palabras. Los veloces vientos de caos se comprimían de helio,
hidrogeno y oxígeno. El calor infernal sometió la habitación de
Jericco cuando de pronto, el fuego hizo una ligera detonación que
tumbó la puerta de madera y le dio un gran empujón a Jericco.
Jericco cayó con los brazos extendidos sobre el suelo y dio dos
vueltas que lo hicieron girar como un pesado trompo de carne

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sofocada, cuando la puerta se desprendió de los lados, una luz se
apoderó de la penumbra subyacente que avasallaba la habitación y
Jericco se estremeció con pasmo. Se levantó rápidamente y salió de
la alcoba como un ave asustada que escapaba de su encierro, se
cubrió con sus manos la cabeza mientras los restos del incendio
caían del techo, él se detiene en medio de las huracanadas nubes de
fuego hasta que consigue una lámina de madera con la que se cubre
de la calamidad.
Salió corriendo sin mirar a los lados y se perdió en el extenso valle
de fuego mientras la tela de su bata se desintegraba, el suspenso y
la adrenalina se revolvían en su estómago como el de un lobo
hambriento. Al perderse en la negrura se detiene en las escaleras
del quinto piso y ve que ya no tiene escapatoria, su corazón empezó
a tronar con relámpagos que se fusionaban con la histeria de su
nerviosismo, y de repente, su cebero colapsa de información y su
mente se compacta con múltiples fusiles de peripecias pasadas, él
recuerda un confuso momento en Pléyades donde corría en uno de
los bosques más oscuros, pero por cada escalón que desciende
lentamente, una bala de emociones lo trascienden a una oscura
fuerza interna que lo empuja bruscamente a correr por su vida, él
era lo único que tenía, él era su misma salvación, porque él era su
misma luz… Jericco estaba solo como siempre, ya no estaba Aradia
o Roxette para acompañarlo en sus malos presagios, Jericco estaba
viviendo nuevamente para contarlo. Este era su nuevo comienzo.
Los gritos no cesaban y las paredes impregnadas de sangre eran lo
más aterrador, Jericco mantiene su equilibrio mientras baja las
escaleras hasta que sus piernas se entumecen y lo tumban en los
escalones, su cuerpo rebota al igual que una pesada pelota y rueda
hacia el rumbo del cuarto piso. Él toma un profundo respiro y se

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levanta con un fuerte suspiro de poder, estaba en la zona de partos,
era un lugar pestífero en donde la muerte reinaba con el silencio de
los cadáveres carbonizados, los cuerpos estaban rebosando de
llamas y algunas personas agonizaban, especialmente cuando los
recién nacidos llegaban al mundo para morir de inmediato.
Cuando Jericco se adentra a las salas de parto, una mujer aparece
de la nada con muchas contracciones y se lanza de rodillas al suelo,
ella protege su barriga mientras Jericco la observa desde la lejanía,
la mujer se esconde debajo de una mesa de vidrio que se fundía con
el calor del incendio. Las contracciones no la dejaban pensar con
claridad hasta que el vidrio reventó sus fragmentos calientes sobre
el vientre de la mujer, ella comenzó a gritar y se levantó de golpe
hasta resbalar con torpeza.
La embarazada cayó bocabajo sobre el pavimento y su barriga se
abrió completamente hasta que el bebé salió de su vientre, los
vidrios rasgaron la piel de la mujer y mutilaron al hijo de sus
entrañas. Jericco estaba impactado, él dio unos pasos hacia detrás y
salió corriendo hacia cualquier lugar sin pensar.
Se detuvo en la entrada de los baños femeninos, el fuego no había
tocado ese lugar. Jericco entró súbitamente con el espíritu sediento,
con el cuerpo agónico y con la boca deshidratada. Los grifos de los
lavamanos estaban abiertos, Jericco se acercó como un camello en
el desierto y juntó sus manos, el agua se acumuló entre sus dedos
entrelazados y se lavó la cara con un suspiro de cansancio, hidrató
sus labios y su lengua se palpó con la vitalidad del agua.
El espejo se nubla por el calor y refleja su quebrantamiento, quizás
el miedo de volver a sufrir se condensa con las gotas de su amargo
sudor. Él hace un gesto de sugestión, y sigue tomando agua del grifo

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cuando de pronto escucha el llanto de un recién nacido, Jericco
hace una pausa con los ojos sombríos e inauditamente vuelve a
sonar el llanto, el sollozo del infante venía de atrás, aunque parecía
estar muy cerca de Jericco.
¿Estoy escuchando lo que creo que es?
Pensó él, mirando hacia los lados.
Jericco se aleja del lavamanos y da una vuelta de 360 grados para
buscar el lugar en donde escucha los llantos, él camina hacia la
última habitación del baño y abre la puerta del mismo, cuando
vuelve a escuchar el sollozo, baja la mirada al inodoro y ve que un
pequeño recién nacido se revuelve adentro, el retrete emanaba una
pudrición asquerosa de excremento, orina y vómito, pero adentro de
las porquerías estaba un bebé deforme que se ahogaba en la fetidez.
La madre lo abandonó por haber nacido en esas condiciones físicas,
la criatura tenía un síndrome dismorfico que afectó una gran parte
de su pequeño cuerpo, además de hidrocefalia: Tenía dos enormes
orejas de burros, parpados caídos y boca morada, la encía salida y
los labios deformes como la boca de un pez, el cráneo ovalado y la
frente fracturada, ni siquiera tenía piernas, sólo un par de brazos
alargados con dedos negros y doblados.
Jericco se estremeció y se salió del baño con un gesto que brotaba
repudio, el recién nacido continuó llorando más fuerte con ahogo,
Jericco sintió lástima y caminó de regreso hacia el inodoro. Sacó el
bebé del inodoro y corrió a uno de los lavamanos para ducharlo, el
recién nacido de sexo masculino estaba ensangrentado y en malas
condiciones, era difícil limpiar el excremento de su pequeño cuerpo
porque berreaba cada vez que Jericco lo tocaba, tenía un dolor
interno que lo hacía gritar desesperadamente.

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Jericco dejó al niño acostado en el lavamanos y cogió una prenda
femenina que yacía en el suelo, levantó al niño con sus brazos
apoyados en los hombros y lo secó con la prenda de tela. El bebé
estaba friolento, entonces Jericco lo envolvió y le dio calor mientras
caminaba hacia la salida para encontrar una escapatoria en el
hospital, el niño se tranquilizó entre los brazos de Jericco y cesaron
sus lamentos.
Antes de salir, Jericco gira su cabeza a la derecha y su atención se
perpleja al mirar algo en uno de los baños, camina hacia el inodoro
y se impresiona al ver una cabeza humana flotando. ¡Maldita sea! –
Vociferó con claridad–, él sabía que un incendio no provocaría el
degollamiento de una persona y que su cabeza caería en el retrete
por casualidad de la vida.
¡Había restos de viseras, hígados, corazones y cerebros en el piso!
¿Qué habría provocado eso? La única manera de responder a esa
incógnita era a través de un enigmático asesinato, Jericco abrazó al
niño y le acarició el sedoso cabello mientras observaba la hostilidad
de los cuerpos mutilados, salió del baño y resbaló en la sangre
cayendo de rodillas.
Se puso de pie con la finalidad de marcharse hasta que vuelve al
medio del caos, el fuego estaba apoderándose del hospital entero
con los atronadores sonidos de las alarmas. Sujetó fuertemente al
niño y comenzó a correr rápidamente en el pasillo del cuarto piso,
solo había humo y mucho fuego, mientras corría su entorno pareció
difuminarse al detenerse con el paso de los segundos, cuando de
pronto, escucha un murmuro en sus oídos como si alguien estuviese
parado detrás de él. Era una voz amenazante que erizó el vello de su
piel, Jericco se detuvo en medio del humo y una de las habitaciones
de despejó con una luz misteriosa que lo deslumbró, él mira adentro

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de ella y entre la negrura del fuego observa un cuerpo ensartado del
techo como si fuese un cerdo asado, –Jericco se sintió observado–,
en las paredes del pasillo estaba escrito con excremento y sangre
una misteriosa frase que producía inquietud.
“Moisés ha maldito este pueblo, Cristo viene en camino para
destruir a Satán, porque el hijo de la oscuridad ha llegado a
nuestro mundo para el juicio final’’.
¿Era un mensaje oculto? ¿Una profecía? ¿Quién lo escribiría y por
qué? Extrañamente, Jericco se sintió como cuando estaba en
Pléyades y había vivido algo similar, eran las mismas amenazas
bíblicas que lo clavaron a una cruz en frente de sus enemigos más
aborrecibles. Él continúo mirando las paredes bañadas en sangre y
se sugestionó al ver otra profecía escrita:
31/12/1947 el comienzo de una era, 25/08/2000 el final de la era.
Era misteriosamente confuso y alarmante, nada tenía sentido. Pero,
¿Por qué las profecías harían referencias al próximo milenio? Era
hipotéticamente indeterminado. Jericco desvió la mirada e ignoró
con desdén al evitar una casualidad o importancia de ello.
De pronto, se topó con una altísima puerta de hierro al final del
pasillo y se dirigió a ella velozmente, se sentía un ambiente diferente
al resto, pero a su vez se caracterizaba por ser protervo y malicioso.
Jericco toca la manija y la oprime lentamente abriendo la puerta, él
siente un pesado escalofrío que agarrota su estremecido cuerpo y el
niño empieza lloriquear clementemente.

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Capítulo 4: La Morgue. (Instintos Necrófilos).

Era la morgue, Jericco entra y cierra la puerta con velocidad antes


de que el humo entre, la sala de patología forense estaba intacta y el
incendio no había entrado por la alta seguridad de sus puertas y
ventanas.
La morgue no es un buen lugar para estar a solas contigo mismo,
había una tensión tenebrosa y lastimera que provocaba miedo. Pero
Jericco no estaba tan asustado como lo estaría cualquier persona
normal, podríamos recordar que en otra vida ya había realizado
profanación de tumbas y actos sacrílegos como la nigromancia.
Había enormes mesones forenses en donde realizaban autopsias,
incontables gabinetes en donde colocaban a los cadáveres dentro de
un congelador para retrasar la descomposición. Muchos cadáveres
yacían en el suelo dentro de bolsas negras que emanaban hedores
extraños, otros estaban desnudos y acostados en largas camillas por
presentar patologías misteriosas que ameritaban largos estudios.
Jericco estaba paseándose por la morgue mientras escudriñaba los
materiales empleados en las autopsias: Bisturíes, tijeras, pinzas y
maquinas extractoras de sangre. Jericco camina hacia una de las
camillas y acuesta al niño a un lado del cadáver de un anciano, era
un cuerpo hediendo y aterrador, tenía la rigor mortis y su rostro no
era para nada agradable. El bebé estaba incómodo y llorón, Jericco
se aparta del niño y vuelve a merodear por la morgue con sugestión.
Cuando se acerca al congelador levanta sus manos y oprime la
manilla, –la cava se abrió–, para Jericco era estupendo mirar
muertos desde cerca porque tenía un fetiche con tener cadáveres a

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su lado. Jericco se acerca al puesto 01-S21 y de simple casualidad
el gabinete del congelador se abre por sí solo, cuando Jericco mira
adentro para contemplar el cadáver algo inesperado lo deja absorto
de confusión.
¡Esto no puede ser real! –Exclamó su voz, espeluznada–.
Jericco se alarmó y sintió una taquicardia que junto a un cólico lo
dejaron petrificado.
¿Qué fue lo que vio Jericco ahí dentro? Estaba el cadáver de un
joven embalsamado con las manos estiradas a un lado de su cintura,
tenía rigor mortis y en su tobillera estaba amarrada una pequeña
campana plateada, la boca y los parpados del cadáver estaban
cocidos con hilo rojo, cabello marrón y piel blanca amarillenta que
conmovieron a Jericco con recuerdos de ultratumba.
¡Era Cesar Scrooket! ¿Acaso sería una manifestación divina del
karma? El antiguo enemigo de Jericco estaba muerto en el retorno
de su verdadera vida, pero… ¿Qué haría Cesar en la Tierra? Nada
tenía sentido, era un extraño sentimiento de confusión que Jericco
no conocía. Ha de ser así, Cesar estaba muerto y ya nada podría
revivirlo, al menos de que también haya reencarnado en Pléyades
con la identidad que Jericco conoció después de una muerte
indeterminada.
– ¿Qué hacías en este mundo? –Le preguntó Jericco con la voz
ronca–, podré ser feliz sabiendo que ya estás muerto. Así es
como te quería ver, degenerado.
Esa era una muy buena evidencia de que Jericco en realidad estuvo
en Pléyades, era muy significativo para él unir todas las piezas del
rompecabezas y entender lo que había sucedido. ¿Con quién podría

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hablar de esto? Él estaba solo, sin nadie que quisiera escuchar a un
vil asesino involucrado con la tiranía de Hitler.
Jericco cerró el gabinete del congelador y se limpió las manos con
su bata, intentó olvidarse de ese despreciable cadáver y se dio la
vuelta al frente cuando de pronto, las luces del techo comenzaron a
titilar y las camillas se arrastraban solas como si algo las moviese
con ira. Jericco hizo una pausa y escuchó el sonido de la campanita
moverse dentro del refrigerador, él estaba atónito, con la mirada
sombría se encogía de hombros y miraba a los lados con terror.
Repentinamente, uno de los cadáveres se levantó envuelto con una
sábana blanca y se sentó en el borde de la camilla, Jericco volteó la
mirada hacia la pared y escuchó un ligero susurro. Dentro de los
refrigeradores se escuchaban aterradores gruñidos y quejidos, eran
sonidos extraños que cambiaban a voces maliciosas que se hacían
terroríficas.
Jericco se aproxima hacia los refrigeradores cuando de repente, un
murmullo atroz suena destempladamente. De pronto, una pequeña
pelota revota hacia Jericco y la ataja entre sus manos temblorosas.
Él la lanza al fondo de la oscuridad y la pelota gira hasta llegar al
baño, e inesperadamente, algo se la devuelve con mucha velocidad y
se estrella en los refrigeradores, uno de los refrigeradores se abre y
la pestilencia a descomposición sale con un frío siniestro. En ese
refrigerador estaba un hombre mutilado, fue incinerado y sus restos
lo enviaron a la morgue.
Súbitamente, la luz de la morgue se apaga y se escucha nuevamente
una estentórea explosión que dejó sin luz al hospital y las alarmas
dejaron de sonar, era un silencio macabro que torturaba la lucidez
de Jericco.

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El niño se desesperó y comenzó a lanzar estrepitosos gritos de furia
y miedo; Jericco se sintió vigilado por una lóbrega presencia que lo
amedrentaba, empezó a girar con intensos vértigos mientras que los
objetos caían al suelo por sí mismos, las puertas se abrían y se
cerraban con violencia, las bolsas en donde estaban los cadáveres
empezaron a abrirse y dentro de los congeladores se escucharon
gritos.
Jericco sentía una pesada mano apoyada en su hombro derecho,
comenzó a moverse agitadamente mientras que su espalda se helaba
con una brisa extraña. Sentía un hormigueo que le baja de la cabeza
a los pies.
Los cadáveres se asomaban desde los congeladores como si fuesen
monstruos, y no era su imaginación que lo hostigaba porque estaba
viendo aquellos aterradores ojos que brillaban como los de un reptil
en la oscuridad, e imprevistamente, la puerta de la entrada se abrió
completamente y el humo se apoderó de la morgue.
Impetuosamente, una poderosa fuerza sobrenatural hizo que un
ventarrón de humo negro levantara al recién nacido, arrojándolo al
interior de uno de los refrigeradores en donde estaba el cadáver del
hombre mutilado. Jericco se estremeció y corrió de inmediato hacia
el bebé con inquietud, el recién nacido comenzó a llorar muchísimo
peor hasta que Jericco intentó abrir el refrigerador, –estaba sellado
como si le estuviesen bloqueando por dentro–, Jericco golpeó una y
otra vez con la finalidad de abrir el gabinete del cadáver; pero, el
niño estaba sufriendo, el pobre estaba despavorido y exhausto, tenía
tanto pánico que su voz fue cambiando relativamente a desafinada y
monstruosa.

40
Cuando se abrió el refrigerador, Jericco soltó una exhalación de
cansancio y sacó la camilla interior del congelador.
– ¡Aaaaahh! ¿Qué mierda está pasando?
Estalló él en cólera y miedo, Jericco estaba pasmado y confundido.
El cadáver mutilado ya no estaba, ni siquiera el bebé. Pero no fue
eso lo que encolerizó a Jericco, ¡Pues dentro del refrigerador había
un anciano entumecido! Era una cosa horripilante que impregnaba
a cualquiera de asco y mal augurio, el anciano lloraba y gemía
como bebé, su fisionomía era deforme y feróstica, tenía la nariz
doblada y la boca torcida, estaba desnudo y tenía una erección en
aquel putrefacto pene sin testículos.
El extraño anciano estaba sangrando por la boca y por las orejas, a
su vez, expulsaba una sustancia negra y viscosa como el petróleo
por la uretra; era asqueroso y aterrador, Jericco sólo se preguntaba
qué había sucedido con el niño que hace unos minutos lucía
diferente.
Jericco hace una pausa y camina hacia atrás hasta que, sin darse
cuenta, choca con aquel cadáver que se había sentado solo en la
camilla. Bajo la sábana se escuchaban aterradoras risas femeninas,
eran perturbadoras y maliciosas. Jericco se enfureció tras sentirse
consternado y explotó con un gruñido, le quitó la sábana al cadáver
y con la boca muy abierta quedó en shock. Estaba el cadáver de una
mujer rígida y asquerosa, tenía los ojos hundidos y secos, la boca
expandida y la piel más blanca que un papel, su carne estaba más
fría que la temperatura ambiente.
¿Entonces qué hacía esas risas?

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Jericco observa latamente el cadáver de la mujer con un peso en los
hombros, la mira fijamente a los ojos y algo improvisto sucede de la
nada. ¡Era el cadáver de Aurora Scrooket! Su enemiga más grande
apareció de la nada en aquel momento, Jericco sabía perfectamente
el daño que ésta mujer le ocasionó en Pléyades.
Jericco estaba petrificado y confuso, pensaba preguntas hipotéticas
que no lo llevaban a algún lado con todas sus dudas.
¿Por qué mis enemigos me persiguen hasta en mi otra vida?
Pensó él.
Mientras Jericco se cubría la cara con sus manos una avispa negra
salió de la boca de Aurora y voló por la morgue. Jericco se echó a
un lado para apartarse de la avispa hasta que chocó con un mesón,
y en su planicie de madera, estaba un enorme y afilado bisturí que
cogió y guardó en el bolsillo de su bata. Tomó del suelo un enorme
tubo de acero y miró hacia los lados para irse, él estaba listo para
dejar la morgue y huir del hospital.
Jericco se dirigió a la salida esquivando los obstáculos pesados que
caían del techo cubierto de fuego, –observó el fuego y el reflejo en
sus ojos lo sugestionó–, era una extraña inspiración pirómana que
lo hizo volver a los refrigeradores. Rápidamente, salió al pasillo de
la morgue y encendió el antiguo horno del hospital, era en donde se
incineraban algunos cuerpos para después entregar las cenizas a
los familiares, también se utilizaba para deshacerse de los restos
que se obtenían en los quirófanos.
Camina hacia los congeladores y abre una de las cavas, –deja caer
el tubo de su mano–, Jericco estaba pensando algo extremo y tenía
que ver con sus enemigos. ¡Sacó a Cesar del refrigerador y lo tiró al
suelo! El cuerpo estaba rígido y enormemente congelado, lo sujetó
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de los pies y lo arrastró rápidamente al horno para exterminar a esa
inmundicia. Jericco estaba riéndose como un maniático, se sentía
muy feliz en seguir haciendo justicia desde un mundo de incrédulos
e ignorantes.
Levantó el cuerpo de Cesar y lo apoyó sobre sus hombros, iba a
introducir el cuerpo dentro del horno, pero, la cara de Cesar chocó
con la oreja derecha de Jericco y la nariz del cadáver la movió un
poco, Jericco se detuvo por unos segundos y sintió un extraño deseo
al sentir los viejos recuerdos con Cesar, recordó cuando Cesar le
chupaba las orejas y sintió una especie de remordimiento.
Jericco lanzó el cadáver al piso y se apartó con desprecio, él estaba
sintiendo algo anormal por ese cadáver así que, se enfureció sin
razón alguna y comenzó a patearlo en el estómago, los jugos
gástricos del cadáver se le salieron por la boca y el cuerpo se vino
en pestíferos gases. Impulsivamente, Jericco se lanzó al suelo con el
cadáver y se acostó encima del mismo, él siente algo rígido en su
cuerpo y se inclina de rodillas sobre la barriga del cadáver, Jericco
tuvo una rigurosa erección al tener contacto con el cadáver de su
enemigo, él no sabía qué hacer y, sólo siguió lo que sus hormonas
decían cuando se frotaba con el pene del cadáver.
Era una sensación nueva y extraña, estaba muy excitado, Jericco se
movió lentamente sobre el cuerpo de Cesar y bajó su cara hacia el
pecho del cadáver, le lamió los glutinosos pezones como si fuese un
pequeño ternero y lo succionó lentamente, le levantó los brazos y le
lamió las axilas con mucha velocidad hasta que empezó a gemir.
Jericco perdió la cordura y se salió del control, se quitó la bata y
sacó el bisturí cuidadosamente de su bolsillo mientras se saboreaba
al mirar el cuerpo Cesar.

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Levantó las piernas del cadáver suavemente, los testículos de Cesar
cayeron por si solos entre sus piernas y su pene rozó la mano de
Jericco. Era sugestivo, Jericco lamió los pies del cadáver y se los
metió en la boca masturbándose lentamente, palpaba su cuerpo con
caricias y movía sus caderas lentamente sobre los glúteos del
muerto, le daba suaves nalgadas que quedaban marcadas en la piel
amarillenta del cadáver.
Jericco le abrió la boca a Cesar y sus ojos se abrieron solos, tomó
el bisturí y le cortó la lengua mientras soltaba una malvada
carcajada de furia, la lengua de Cesar estaba en la delicada mano
de Jericco, él lo disfrutaba más que a un suculento pudin congelado.
Jericco estaba satisfecho al descubrir que era un diabólico necrófilo
con ganas de más, así que, con mucha delicia se metió la lengua del
cadáver en su boca y la humedeció, el trozo de lengua mojada se
suavizó y Jericco se frotó los pezones con la misma hasta soltar un
resoplido.
Introdujo la lengua del cadáver en su ano y comenzó a penetrar
analmente a Cesar, Jericco apretó las manos de Cesar y se deleitó
al ver las venas marcadas en su piel. El cadáver rechinaba con
sonidos extraños, la parte frontal-superior del pene de Jericco
rozaba con los glúteos del cadáver y sonaban, era una delicia.
Jericco continuó penetrándolo hasta que la lengua del cadáver salió
de su ano y se detuvo, el pene de Jericco estaba dilatado y rígido al
salir del recto del cadáver. Él abre la boca de Cesar y le entierra de
golpe su pene, empieza a moverse en círculos mientras la garganta
seca del cadáver suena con maltrato, Jericco se mueve cada vez más
rápido y sigue moviéndose hacia los lados hasta que saca su pene
de ahí. Comenzó a masturbarse en sentido horizontal y con la mano

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derecha se acariciaba los testículos, Jericco miró al fuego del horno
y empezó a gemir de placer como si de ahí dependiese su vida.
Jericco observaba el cuerpo pálido del cadáver hasta que comenzó
a eyacular grandes cantidades de semen, las orejas de Cesar tenían
los espermatozoides de Jericco. No podía parar de gemir y de aullar
como un lobo feroz, en ese instante, introduce su pene en el ano de
Cesar, y lo penetra una y otra vez hasta que siente la sensibilidad de
su glande, se le comienza a reducir el pene y se le encoje dentro del
ano.
Jericco se lanza a la pared apoyando su cabeza con la respiración
acelerada y con su frente sudada, se levanta rápidamente y coge de
los brazos al cadáver, y con un gesto de satisfacción, introduce el
cuerpo de Cesar al horno y deja escapar una pequeña carcajada.
Jericco estaba feliz de ver al cadáver quemándose, la piel de Cesar
empezó a desintegrase mientras sus huesos quedaban al descubierto
con su cabello.
Ya había terminado con Cesar Scroocket, se inclinó con el pene
colgando levemente eréctil mientras escurría pequeñas gotas de
semen, al inclinarse coge su bisturí y se mete la lengua que le quedó
de Cesar en su boca, –la masticó y la tragó–, después de digerirla
hizo un gesto alegre y sonrió muy emocionante.
Ahora iba por Aurora Scroocket, su última enemiga en el mundo…
Cuando llega a la sala forense, ve al cuerpo de Aurora y camina
hacia el mismo después de coger su tubo de acero. Jericco hace
traquear los dedos de sus manos y da un salto de alegrías, con una
sola mano sujeta el cabello de Aurora y lo arrastra por el piso, ese
cuerpo estaba pesado, ya que tenía rigor mortis y estaba demasiado
rígido.

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Jericco llega al crematorio y arroja el cadáver de Aurora contra la
pared, oprime el tubo fuertemente y empieza a golpearle la cabeza,
Jericco se carcajeaba con lágrimas. Pasaron 6 minutos y su cráneo
se abrió 6 veces, derramó 6 gotas de sangre coagulada y su cabeza
aplastada se desfiguró.
Él comenzó a excitarse de nuevo, y su pene padeció de una erección
más rigurosa que dejó sus azules venas brotadas. Se inclinó y abrió
las piernas de Aurora, él colocó la mano del cadáver en su pene
mientras que se masturbaba, a la misma vez, masturbaba al cadáver
de Aurora mientras le halaba del entumecido clítoris.
Jericco se levantó y le hurgó los intestinos a Aurora con el tubo
hasta que se le salieron con un prolapso, sacó el tubo de su ano y se
lo enterró delicadamente en la vagina. Jericco se masturbaba por
segunda vez mientras penetraba al cadáver con el tubo, lo fue
haciendo más rápido hasta que cogió el bisturí y le cortó el clítoris,
lo olió y lo masticó para finalmente digerirlo.
Las trompas de Falopio se le salieron con la matriz y su vulva
quedó colgando, así mismo, Jericco le sacó todo su interior y lo
removió bruscamente con el tubo mientras le mutilaba los pezones.
En ese momento se escuchó una atronadora explosión desde afuera
que hizo detenerlo, él se detiene y se pone de pie con la erección
entre sus piernas levantado el rígido cadáver de Aurora, luego lo
lanza al crematorio y empieza a masturbarse con rapidez hasta que
eyacula, el semen cayó en el fuego y sonrió nuevamente cuando vio
quemarse el cuerpo de Aurora.
Se puso la bata con velocidad y cogió el tubo de acero y huyó de la
morgue, cuando estaba en el pasillo escuchó un par de gritos que
sonaban con dolor y abatimiento. Esos gritos salían del crematorio,

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se hicieron intensos cuando Jericco tuvo una extraña visión en su
mente, se imaginó a los Scroocket riéndose de suyo mientras estaba
crucificado en Memphis, esa fue una razón para no sentirse mal por
lo que habían hecho en Pléyades.

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Capítulo 5: Sadismo en el quirófano.

Jericco bajó las escaleras a ciegas hasta que llegó al segundo piso
del hospital, corrió en los pasillos y se perdió en las nébulas de
humo oscuro que provocaba el incendio. Se perdió en la oscuridad y
llegó a un extenso pasillo sin final que transmitía una mala tensión,
una vibra negativa y alarmante que incitaba al suicidio.
Sólo había una enorme puerta al final del pasillo, lo bueno era que
no había fuego sino el calor de los vapores tóxicos. Jericco comenzó
a golpear la puerta hasta que se iluminó el nombre de ese sitio, era
el quirófano del hospital, Jericco se desesperó al sentirse asfixiado
y entró de golpe a la sala de espera hasta que respiró el aire fresco,
ya no había humo ni fuego, era un sitio tranquilo y apartado del
incendio.
Había 3 asientos y 1 jarrón de 22 flores marchitas, rodeando a una
inmensa pintura de Jesucristo a la que muchos pacientes le llevaban
velas o incienso, pasaban los años y la luz se iba opacando para los
desahuciados que nunca salían con vida, para muchos, éste
quirófano era una supernova sangrienta.
Jericco camina hacia la puerta principal del quirófano y la abre con
facilidad, y al entrar, se topa con grandes lámparas apagadas y
mesones quirúrgicos que abundan dentro de la habitación. Había
instrumentos y materiales quirúrgicos que Jericco no conocía, al
menos se veían un poco a pesar de la oscuridad en el quirófano.
Mientras camina hacia la oscuridad del mismo, escucha un pequeño
ruido detrás y siente unos sigilosos pasos que caminan rápidamente,
de pronto, un frasco de vidrio con solución intravenosa cae al suelo
y se desfragmenta con sus cristales.
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Jericco aprieta el tubo de acero y lo apoya sobre su pecho, sintió un
abominable terror ya que le perturbaba el quirófano. Y de repente,
todas las lámparas se encienden con mucha debilidad y empiezan a
parpadear, con altos y bajos voltajes que hacían del quirófano una
tétrica pesadilla.
Jericco camina hacia dentro y se detiene entrando en pánico al ver
un par hombres desnudos conversando en el quirófano, contexturas
gigantes y apariencia terrorífica. Rodeaban a una camilla cubierta
de sangre, en el suelo estaba el cirujano que parecía haber sido
degollado por las bestias, sus restos estaban impregnados de sangre
y su fisionomía era deforme, le arrancaron los parpados y las orejas
para introducirle rocas y cemento en los orificios, le sacaron el
hígado por la boca y le martillaron la frente hasta partirla en cuatro
partes.
Los hombres tenían características aterradoras, ambos llevaban un
brazalete en la muñeca derecha, en donde decían la enfermedad que
tenían. Eran pacientes psiquiátricos, y eso indicaba que muchísimos
enfermos mentales escaparon y se encontraban rondando por todo
el hospital, muchos de ellos peligrosos asesinos seriales.
Jassar Belmont era uno de estos hombres, medía alrededor de 1.93
metros y sus músculos brotaban las venas en sus enormes brazos,
tenía un gigantesco tumor en la mitad de su rostro que lucía como
una masa sin forma y glutinosa. El hombre que lo acompañaba era
Alexander Townbrought, internado en psiquiatría por esquizofrenia
y trastorno de bipolaridad, no era más que una bestia sacada de
una película de terror, tenía un par de ojos salidos que colgaban
desde sus cuencas oculares, su cuerpo era igual que el de un cerdo
de gordo y sucio, no tenía un brazo por lo que sólo dependía de dos
extremidades cortas y defectuosas.
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Mientras que los monstruos conversaban sobre temas estúpidos e
infantiles, Jericco pudo ver con claridad lo que había en la camilla,
y en ella se vio un hombre moreno vestido de mujer, su cabello era
largo, negro y maltratado, parecía a una india del Amazonas, el
sujeto estaba acostado con mucha relajación, mantenía una sonrisa
desvergonzada y desagradable, sus dientes negros y amarillentos
daban asco. En unos minutos, Alexander le sujetó el brazo derecho
y cogió una jeringa con la orina de Jassar, el afeminado hombre
acostado en la camilla no tenía su identificación, por lo que Jericco
no distinguió su nombre a simple vista, sin embargo, el vestido de
ese hombre era realmente elegante, estaba diseñado con terciopelo
y lentejuelas radiantes.
– ¡Dios! –Bramó Jassar con un acento colombiano–, estoy ansioso
por convertirte en una mujer de verdad. Ahora soy el doctor de la
familia, jojojo, al menos puedo ser lo que siempre quise ser desde
niño…
Jassar tenía la voz áspera y gutural, a su vez, se expresaba como un
niño de cinco años. Tenía un retraso mental.
– Ohhhh –bramó el hombre afeminado–, quiero casarme contigo y
pasar toda la eternidad a tu lado.
Estaba inquieto, movía sus brazos y no dejaba que Alexander lo
inyectase.
– ¡MALDICIÓN, Druper! –Vociferó Alexander, furioso–, ahora
déjate colocar la jodida inyección en el brazo para que vayamos
a la fiesta de esta noche, recuerda que será nuestra fiesta de
graduación.
Druper era el hombre que anhelaba convertirse en una mujer. Dejó
de moverse y Alexander le inyectó la orina en su torrente sanguíneo,
cuando sintió el calor en sus venas lanzó un aullido de serenidad.

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– Siempre odié las fiestas, simplemente odio todo, –decía Jassar,
fríamente–, preferiría estar en casa chupándole el ojete a mis
primas.
– ¡Aaaaaaaahh! ¡Ohhh sí! ¡Sí! –Bramó Druper, alterado–, Quiero
que alguien me chupe el ojete, chupa, chupa, chupa, chupa culo,
oh, oh, chúpame el culo, ¡Soy una putita! ¡Sólo vengan a darme
por el culo! ¡Quiero sexooooo! ¡Sexooooo! ¡OH SI, SEXO,
SEXO!
El afeminado Druper realizaba movimientos sexuales y repugnantes
mientras se manoseaba los genitales. Alexander le abofeteó la cara
con agresividad.
– ¡No la golpees, Alex! –Exclamó Jassar–, no en mi consultorio.
¿Acaso no te enseñaron a respetar las damas?
Alexander se cruzó de brazos y Druper empezó a llorar.
– ¡Eres un hombree malo! –Rugió Druper–, le diré a mi papi que te
metiste con su putita.
Alexander se acercó a Druper con arrepentimiento, le dio un gran
abrazo.
– Oh, ven aquí, mi cielo, –dijo Alexander, tenuemente–.
Druper se dejó abrazar y le dio un beso en la mejilla. Alexander le
introdujo el pene en la boca y le orino dentro, pero Druper se sintió
conforme y siguió tomando como si fuese cerveza.
– Así me gusta, –asintió Jassar–, mejor empecemos con la cirugía
plástica para el cambio de sexo de nuestra hermana Druper.
Alexander se movió y Druper brincó de la alegría.
– ¡Siiiii! –Gritó la voz masculina de Druper–, seré una diva muy
divina.
– ¡Ya cierra la jodida boca, zorra estúpida! –Arrojó Alexander,
discrepante–, a veces no puedo con esto…. No, no, nunca podré
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lidiar conmigo ¡NO! ¡NO PUEDO! ¡SIENTO TANTO ODIO
QUE QUIERO MATARLOS A TODOS! ¡QUIERO MATAR!
¡NECESITO HACERLO!
Alexander estaba sufriendo un ataque de bipolaridad, cambiaba de
personalidad, aunque se sentía bien con sus compañeros.
– Relájate viejo, –le dijo Jassar, apacible–, todo estará bien ¿Sí?
Te prometo que mataremos a todos los que quieras, mira… Yo
también quiero sacarle las vísceras por la uretra a alguien, me
gustaría cogerme a una niña del maternal pero ahora, ayudemos
a nuestra bella amiga, ella nos necesita ahora.
Druper lo miró con una sonrisa, sus ojos se encontraron con brillo.
– Yo te necesito, –le dijo él–, necesito ir a un concurso de belleza el
próximo año y quiero que tú seas mi mejor amiga.
– ¡Lo soy! –Saltó Alexander como una mariposa, maniático–, soy
tu amiga, soy todo lo que quieras que sea para ti. Ahora vamos a
operarte, amiga, saldremos muy regias de aquí… ¡OH SIII!
– Te amo, hermana, –añadió Druper–, ahora empecemos porque
no saben las ansias que tengo de brincar desde el quinto piso.
Jassar los miró con un extraño gesto y se petrificó, tomó dos bolsas
que pesaban alrededor de 5 kilogramos, ¿Qué tenían esas bolsas?
Jericco comenzó a mirarlos persistentemente hasta que percibió la
tétrica escena, a Druper se le iban a colocar implantes con bolsas
rellenas de excremento humano, puesto a que la cirugía sería sin el
uso de anestésicos.
Jassar comenzó el procedimiento de la mamoplastia de Druper,
quería colocarle senos para que fuese una mujer feliz como siempre
lo soñaba, aunque no era un chico reluciente que se sentía como
una mujer desde que nació, sino que, en realidad, Druper era un
hombre frustrado de 54 años con serios problemas mentales. Estaba
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instalado en el centro psiquiátrico por homicidio, canibalismo y
conductas maniáticas, se comió a su mujer embarazada, ¿Cómo lo
hizo? Le disparó con una escopeta en la barriga más de 6 veces, y
luego lo mutiló en pedazos para ponerla en el horno, y con el feto….
Lo usó para hacer un delicioso pastel que lo donó días después en
un orfanato, él era muy generoso, hasta que un niño se encontró el
corazón deforme del feto bañado en mermelada de frambuesa.
Jericco estaba atónito y pasmado con todo lo que escuchaba, estaba
a punto de ver una cirugía verdaderamente sombría, tal cual como
las que realizaba en la zona 13 pero, no eran cirugías plásticas.
Alexander cogió un cuchillo filoso y abrió cuidadosamente el pecho
de Druper, de inmediato, la sangre salió disparada en la cara de los
“cirujanos” y un pedazo de carne traspasó la boca de Jassar, pero
él la hizo crujir entre sus colmillos. Colocó los “implantes” detrás
de su tejido mamario, la bolsa regó un poco de excremento en el
interior de su cuerpo mientras que Druper empezaba a gritar, era
un dolor infernal que sentía al ser operado sin el uso de anestesia.
Jassar hizo una incisión en la parte inferior de la mama, Alexander
reajustó las bolsas a través de esa abertura. Parecía que ya Druper
estaba listo, él ya tenía senos y se estaba convirtiendo parcialmente
en una linda chica según sus cirujanos.
Druper estaba perdiendo muchísima sangre, comenzó a sentirse
muy débil hasta que sus amigos enfurecieron por ello.
– ¿Qué te pasó, Druper? –Le preguntó Alexander–, no te ves nada
bien… ¡Deja de molestarnos! ¡No actúes como estúpida!
– E-e-estoy mareada, –tartamudeó, quejumbroso–, estoy muriendo
de dolor, me duele mucho… ¡Me duele! ¡Ayúdenme! ¡Que
alguien me ayude! ¡Auxilio!

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– Su piel está helada, –dijo Jassar, preocupado–, está pálida, y
mírala, no puede respirar.
Alexander lo miró y refunfuñó.
– Esto es tú culpa, –dijo Alexander–, fuiste el responsable de esto,
eres un maldito asesino, has matado a la mujer de mi vida.
– ¡Púdrete, animal de mierda! –Bramó Jassar–, fuiste tú quien
abrió su pecho con el cuchillo.
Ambos entraron en discordia.
– Que dios perdone mis pecados, –dijo Druper–, pero si de algo
nunca me arrepentiré es de haber hecho un delicioso menú con el
cuerpo de mi esposa embarazada.
– Cierra el hocico, pedazo de mierda que te estás muriendo, –le
dijo Jassar poniéndose rojo por la furia–.
El excremento se adentró en su zona cardiovascular, provocando
una infección inmediata que se empeoró con el sangrado. No le
quedaba mucho por vivir, en sus últimos minutos se sentía como una
mujer, quizás era la imagen de la madre que nunca tuvo, creció sin
tener a una madre al lado.
– ¡Soy Verónica! –Gritó Druper–, soy una hermosa mujer ahora.
– Wow, es hermosa, –comentó Alexander–, viejo…. Hemos hecho
un buen trabajo, ya tenemos a la mujer de nuestras vidas, ella
nos dará muchos hijos. ¡Tendremos muchos hijos!
– Ya quiero cogérmela, –añadió Jassar, sonrientemente–, vamos a
cortarle las bolas para convertirlas en una preciosa vagina.
– Exacto, –asintió Alexander–, terminemos esto de una buena vez.
Druper se desmayó y quedó inconsciente, sintió por varios minutos
las manos de sus “doctores” hurgando sus órganos, no era algo
simple, estaba muriendo de la peor forma que alguien lo haría.

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Jassar se inclinó y sacó sus tenazas debajo de la camilla, eran
verdaderamente grandes y afiladas, cortó los testículos de Druper
en un solo golpe que lo hizo despertar del desmayo, él detonó sus
nervios en gritos de dolor hasta que su voz empezó a enronquecerse,
no eran gritos, eran perturbadores alaridos tras experimentar un
dolor inexplicable. Druper se intentó mover con manotazos, pero,
no tenía fuerzas para hacer algo más que no fuese lanzar aullidos,
clamores y berridos de llanto afónico, eran lloriqueos aterradores
que aturdieron la oscura energía del quirófano.
Alexander tomó los testículos de Druper y comenzó a juguetear con
ellos mientras Druper los miraba brincando en sus manos, Jassar se
carcajeó terroríficamente y empezó a lanzarse los testículos con
Alexander, parecía que jugaban tenis. Cuando los testículos cayeron
en el suelo los hombres se encolerizaron, estallaron en risas y
llantos hasta que empezaron a gritar enfermizamente, se acercaron
a Druper y ambos le metieron sus manos dentro de los órganos para
revolverlos con cólera, le extrajeron sus costillas y continuaron
abriéndole la carne hasta que le quitaron el páncreas, lo extirparon
junto a la vesícula y la masticaron crudamente.
Estaban devorándolo vivo, parecían dos leones hambrientos
comiéndose a uno de su manada. Druper estaba muy mal herido y
agonizante, cuando los hombres terminaron de comerse su interior
sonaron las alarmas de emergencia del hospital, Jericco se asustó y
sintió un desgarre en el corazón que lo ahogó con una tos áspera,
los psicópatas desalmados salieron corriendo del quirófano con las
vísceras colgando, por poco vieron a Jericco que estaba escondido
detrás de una pared. Alexander se enrolló el intestino delgado en su
cuello como si fuese una bufanda, Jassar se envolvió el cuerpo con
el intestino grueso mientras lo mordisqueaba.

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Cuando los hombres escaparon del quirófano, Jericco salió de su
escondite y caminó lentamente hacia Druper con mucho suspenso,
estaba atónito y espantado, tenía miedo de caer en las garras de
esas fieras. El pecho de Druper tenía un espacioso agujero al igual
que todo su dorso, tenía los órganos al descubierto, cuando Jericco
miró los implantes que le colocaron se estremeció con los ojos muy
abiertos, las bolsas contenían pequeñas larvas blancas y enormes
orugas negras, tenían pelos punzantes y venenosos que se quedaron
pinchados en el tejido interno de Druper.
La cara del hombre se transmutó en una espantosa máscara de
horror, su boca se expandió y sus ojos quedaron abiertos con una
dilatación máxima, la lengua le colgaba hacia atrás. Jericco caminó
lentamente en reversa y oprimió su barra de acero hasta marcharse,
abrió la puerta lentamente y cuando salió a la sala de espera del
quirófano, cerró la puerta con silencio y se apoyó en ella con una
exhalación.

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Capítulo 6: Persecución macabra. El forastero.

Extrañamente las pinturas de Cristo comenzaron a caerse solas, el


jarrón de flores marchitas se desplomó y se rompió a pedazos sobre
el suelo. Los asientos salieron volando contra la pared hasta formar
grietas en ellas, eran golpes aleatorios y feroces, entre la bruma se
vieron manos con garras que salían del suelo y de las paredes,
Jericco comenzó a agitarse y su corazón se desniveló con intensas
arritmias cardiacas, cuando miró hacia el techo vio que sobresalían
cabezas humanas con formas de cuervos, eran rostros aterradores
con enormes picos sobresalientes y renegridos, en medio de ojos
brillosos que aleaban colores grises, rojos y blancos.
Jericco se descompensó con un profundo dolor en el pecho, era la
presión de una anaconda que lo mutilaba por dentro con gritos en
silencio, al vivir aquella horripilante escena de terror intentó luchar
para levantarse, pero fue imposible. Era algo espantoso y perverso
que lo halaba desde el suelo, estaba arrastrándose, esquivando y
pataleando aquellos brazos que salían de golpe como serpientes del
suelo.
Jericco cayó en un terrible ataque de pánico, estaba saliéndose de
control con destemplados gritos que le hacían creer que estaba
muriendo. Sus pensamientos eran intrusivos y acelerados, tenía una
ansiedad severa que lo empujaba a una preocupación excesiva,
tenía tanto miedo que cerró sus ojos y comenzó a gimotear mientras
el sudor se derramaba en su frente.
Y repentinamente, la puerta de salida se abrió furiosamente y entre
la niebla se vio alguien entrar, era una extraña anciana vestida de
negro que tenía un sombrero blanco en forma de cono, la mujer
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estaba desnutrida, llevaba puesta una túnica extremadamente larga
y frondosa que estaba manchada de sangre. ¡Y no era un espectro o
un fantasma! Era real, esta vez Jericco estaba viendo la cruda
realidad.
Tenía un saco y lo llevaba puesto sobre su espalda, algo estaba
moviéndose dentro de ello, y desde muy adentro, se oían lamentos y
maullidos de dolor que alertaron a Jericco. Él se arrastró hacia
atrás para alejarse de la mujer, ella se agachó y con su bastón
empezó a buscar algo en el suelo, la anciana estaba gruñendo y
cuando lo hacía su rostro se transformaba en algo horrendo, tenía
una sonrisa proterva que era símbolo de algo malicioso.
No tenía orejas y su cabello estaba cayéndose exageradamente,
tenía inmensas ojeras y los dientes caídos, su nariz era alargada y
torcida. La mujer lanzó el costal hacia el suelo y lo empujó hacia la
pared, –se volvió a escuchar un quejido dentro del costal, era algo
grotesco–, ella soltó otro gruñido bestial y metió la mano dentro del
costal, y de su interior, sacó una biblia roja que pertenecía a los
cristianos.
Inesperadamente, empezó a leerle un versículo a su costal mientras
lo pateaba. Su voz era tan aterradora y escandalosa que Jericco se
cubría los oídos con las manos.
La mujer sacó del costal una máscara Arlequín blanca que llevaba
un gorro de bufón, era tétrica y espantosa, comenzó a revolver el
interior del costal hasta que sacó 22 velas rojas y las encendió, 3 de
ellas eran de incienso, estaba ordenándolas en forma circular, y
repentinamente, las manos que salían del piso y de las paredes
fueron desapareciendo, parecía que era parte de la imaginación de
Jericco.

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La anciana comenzó a bailar en círculos ante el costal con la biblia
apoyada en su cabeza. Ella se detiene y se le ocurre algo que había
olvidado, regresa al costal e introduce su mano en él, pero de ahí,
empieza a sacar terroríficos muñecos arlequines que se movían
como si tuviesen vida propia, se manipulaban independientemente y
abrían la boca cuando la anciana los miraba a los ojos. Estaban
vestidos con trajes de navidad y de payasos góticos, tenían gorros
de bruja y de bufón, pero en estos extraños muñecos había algo que
horrorizaban a Jericco. Los muñecos estaban rellenos con uñas y
sangre, –la sangre era de los enfermos del hospital–.
Y súbitamente, la mujer sacó del costal a siete niños recién nacidos.
Los halaba bruscamente de sus pequeños brazos mientras lloraban
y gritaban de susto, ubicaba a cada bebé al lado de los muñecos que
se manipulaban solos. La candela de las velas quemaba la delicada
piel de los niños, la mujer los pateaba y los golpeaba con su bastón
para acomodarlos dentro del círculo de velas que había formado.
Ella cogió su biblia antigua y empezó a leerles versículos, uno por
uno mientras conocía a cada una de sus víctimas, sus muñecos se
retorcían y sonreían cuando veían a los niños clamar de inquietud y
sufrimiento. Jericco no se imaginaba un sacrificio en el que tuvieran
a niños como víctimas, nacieron unas horas antes del accidente y
fueron robados del maternal cuando sus madres murieron.
La anciana levantó del cuello a un niño y le abrió los ojos de golpe,
el niño gritaba y berreaba bruscamente con ahogo, eso le molestaba
a la anciana.
– ¡Maldita seas, lombriz! –Gritó ella–, callad esos malditos labios
de herético ahora mismo. Vuestros presentes fieles compañeros,

59
decidirán tu último destino, escuchen las palabras que nuestro
Dios os dejó en sus sagradas escrituras bíblicas.
Los muñecos hicieron un leve murmullo y empezaron a moverse con
lo que la anciana decía.
– ¡Pequeña inmundicia! –Rugió con una exclamación–. “Ve ahora
y ataca a Amalec, y destruye por completo todo lo que tiene, y no
te apiades de él; antes bien, da muerte a hombres y mujeres, a
niños y recién nacidos, a bueyes y ovejas, a camellos y asnos”.
Desobediencia de Saúl (1 Samuel 15:3).
Ella soltó al niño del cuello y lo lanzó en el suelo, tomó a otro de la
oreja y lo alzó a la altura de sus ojos llenos de maldad. Observaba a
la criatura con una mirada sádica y desgraciada, sacaba su lengua
como una serpiente mientras sus ojos reflejaban odio y placer.
– ¡Oh, Jesucristo! –Exclamó ella, los arlequines estaban riéndose–,
tenemos a una niña en la casa… “Que la mujer aprenda
calladamente, con toda obediencia. Yo no permito que la mujer
enseñe ni que ejerza autoridad sobre el hombre, sino que
permanezca callada. Porque Adán fue creado primero, después
Eva”.
Instrucciones para la mujer cristiana (1 Timoteo 2: 11-13).
Ella estaba leyendo los versículos más retorcidos de la biblia, esos
que expresaban la crueldad y la veracidad total del machismo del
Dios. ¿Por ese versículo las mujeres no pueden ejercer un rol en la
iglesia? Era una completa estupidez, ahora era de entender el por
qué las mujeres no podían llegar a ser sacerdotisas, o algo diferente
a la imagen que los hombres les dieron a lo largo de la historia, de
sumisas y débiles ante sus maridos. Los católicos y los cristianos
renegaban del aprendizaje que la mujer ofrecía, mientras el hombre

60
vagaba de sus penas y placeres para los eventos carnales que la
iglesia aceptaba.
La mujer lanzó a la pequeña niña de cabeza y le quebró el cráneo
con el piso, fue un golpe estruendoso y doloroso que la hizo chillar
hasta la muerte. La anciana continuó leyendo la biblia y haló el
pequeño brazo de un bebé, el niño nació con malformaciones físicas
y no tenía testículos.
– ¡Maldito sean los hombres inútiles! Para nadie es un secreto que,
si te dejo vivir, no serás alguien valorado en esta vida que Jehová
te ha dado, porque eres y serás un vil homosexual que no dejará
frutos en el mundo.
Deuteronomio 23:1. No entrará en la congregación de Jehová el
que tenga magullados los testículos, o amputado su miembro
viril.
La anciana abrió las piernas del niño y le puso una vela encendida
en sus genitales, los lamentos de llanto y dolor que emitía el niño no
bastaban con sus gritos. Rodeó con sus muñecos al bebé y le regó la
sangre de una gallina negra en el cuerpo, el bebé estaba petrificado
del susto y de la inquietud que le generaba tensión de los muñecos.
Apresó a los otros cuatro niños y los juntó en un grupo, los rodeó
con imágenes de Cristo y también encendió una cruz; la anciana les
estaba cantando en la oreja a los niños mientras los palmeaba en la
espalda, –los muñecos estaban dando vueltas solos y caminaban de
lado a lado–, volvió a leer más versículos bíblicos con la mirada en
aquella cruz repleta de fuego, comenzó a cortarse el cabello y a
bañarse con la sangre del animal sacrificado, estaba colocándose
las plumas dentro de su vestido negro.

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– Lamento de los cautivos (Salmos 137:9)
“Bienaventurado el que tomará y estrellará tus niños contra las
piedras”.
– Romanos 1.7
Así mismo los hombres dejaron las relaciones naturales con la
mujer y se encendieron en pasiones lujuriosas los unos con los
otros. Hombres con hombres cometieron actos indecentes, y en sí
mismos recibieron el castigo que merecía su perversión.
– 10 - 2 Reyes 2:23-24 (NVI)
De Jericó, Eliseo se dirigió a Betel. Iba subiendo por el camino
cuando unos muchachos salieron de la ciudad y empezaron a
burlarse de él. «¡Anda, viejo calvo! —Le gritaban—. ¡Anda, viejo
calvo!» Eliseo se volvió y, clavándoles la vista, los maldijo en el
*nombre del SEÑOR. Al instante, dos osas salieron del bosque y
despedazaron a cuarenta y dos muchachos.
La anciana enloqueció y caminó hacia un pequeño varón que yacía
en el suelo clemente y doliente. Pero ella se detuvo y sonrío, exhaló
con una sonrisa y sus dientes relucieron el veneno de su lengua.
– ¡En el nombre de Jehová! –Gritó ella–, me bautizo a mí misma
como Anna, la nueva apostólica de la verdad de Dios. Soy la hija
de Azlab, la futura reina del territorio europeo, y prontamente,
del mundo entero, con las palabras que mi Dios me ha dado para
llegar al éxito con el poder de mi voz, de mi canto y de mi talento,
le cantaré a los creyentes hasta el fin de los tiempos, como un
gallo en el amanecer de octubre.
La demente se tumbó de rodillas y empezó a cantar, y cuando se le
acercó al niño, le sujetó el pene violentamente con ambas manos y
le cortó el prepucio con sus filosos colmillos de león. Y súbitamente,
las velas del círculo se apagaron y un ventarrón de aire levantó la
62
niebla de la oscuridad, los recién nacidos empezaron a llorar muy
cansinos con ronquera, estaban debilitándose con la oscura fuerza
del ritual de Anna, ella seguía de rodillas ante el fuego de la cruz
mientras cantaba con los brazos extendidos, los niños dejaron de
llorar y se sintió un frío helado que congeló a Jericco.
– ¡JAJAJAJAJAJAJA! –Estalló ella con una risa furiosa–,
¡JAJAJAJAJAJA! ¡Basta, por favor! ¡No me hagas cosquillas!
Y repentinamente, un rayo de luz atravesó el contorno e iluminó el
rostro de Anna. Los arlequines estaban danzando alrededor de
Anna mientras ella saltaba con una tonta sonrisa de embobamiento,
la anciana tenía a uno de los muñecos en su mano mientras se lo
introducía en la vagina. Jericco vio que dos ojos rojos se ocultaban
detrás de Anna, era un enorme perro negro sentado detrás de ella
que la cuidaba durante el ritual.
Jericco estaba atrapado en ese lugar, y si no pensaba en algo para
hacer, probablemente moriría en manos de esa mujer o en las de un
enfermo mental.
¿Cómo hago para salir? –Pensó él, resignado–.
Él se levantó con todas sus fuerzas y se escondió en la neblina con
la ayuda de la penumbra, miró fijamente hacia la puerta y salió
corriendo en dirección a la misma. Jericco se tropezó con uno de
los arlequines y la anciana reaccionó de inmediato, –un muñeco del
círculo le dio un mordisco en la pierna a Jericco, él lo pateó y sintió
que la sangre se le quemaba–, el perro comenzó a ladrarle. Jericco
salió rápidamente y corrió por los pasillos hasta que llegó a las
escaleras, –el perro lo estaba siguiendo con los ojos llameantes y
brillantes–, el animal no paró de ladrar y gruñir.

63
El perro desapareció en el camino, de repente sus ojos dejaron de
brillar en la oscuridad.
Jericco continuó bajando aceleradamente por las escaleras, pero un
peligroso obstáculo se cruzó en su camino, se topó con los enfermos
mentales más peligrosos del hospital. Tenían camisas de fuerza y no
lucían como personas normales, tenían el cabello largo, ojeras, sus
rostros demacrados y otros estaban desnudos. Parecían indigentes,
sus fisionomías retractaban malicia y perversidad.
Estaban hambrientos, la mayoría eran pacientes con esquizofrenia y
asesinos seriales. Se comían unos a los otros como zombis, corrían
sin rumbo y otros simplemente estaban sentados o acostados en el
piso, en medio del sofocante humo del incendio.
Jericco camina lentamente para evitar la atención de los enfermos,
todo parece ir tranquilo hasta que de repente, siente que alguien lo
viene siguiendo, y cuando gira lentamente hacia detrás, el rostro de
Jericco se empalidece y siente que su corazón deja de latir cuando
una presión en el estómago lo petrifica. ¡Se encontró cara a cara
con Alexander y Jassar! Estos sujetos lo han estado siguiendo desde
que salió del quirófano, Jericco se tropieza y resbala velozmente
cayendo de espalda contra la pared, se levanta quejumbrosamente y
los hombres se acercan a él con lentitud mientras se empuja con los
brazos hacia atrás. Jassar se carcajeaba malignamente y Alexander
le pateaba la pierna a Jericco, él intenta golpearlos con el tubo de
hierro, pero su fuerza es inútil en comparación a la de los hombres.
Alexander se mantiene calmado hasta que le arrebata el tubo y le
descalabra los brazos a Jericco, Jassar lo hala de la pierna y
mientras Jericco patalea y zarandea con sus brazos a todas partes,

64
los hombres se miran y se ríen con barbarie de la forma en la que se
defendía Jericco.
Alexander se lanza encima de Jericco y Jassar lo apresa de las
piernas, –Jericco gritaba y pataleaba débilmente–, le sujeta los
brazos bestialmente y los estira hacia atrás mientras Jassar le mira
los pies con placer. Jassar comenzó a hacerles cosquillas en las
axilas a Jericco mientras Alexander le metía el dedo en la garganta,
Jericco estaba retorciéndose con una mirada de terror y pánico por
los forzudos cosquilleos, estaba privado en una pesadilla extraña y
siniestra.
Estaba siendo torturado mórbidamente por cosquillas en la planta
de sus pies y en la parte baja del cuello, –sus aullidos sonaban con
horror–. Era una tortura lenta y horrenda que despertó el estrés y la
ansiedad de Jericco, y debido a sus antecedentes médicos, esos
cosquilleos pudieron haberle ocasionado una asfixia o un paro
cardiaco, estaba desmayándose. Jericco lanzaba risas involuntarias
que ocasionaba su cuerpo, era ineludible evitar ésta reacción por
más molesto y traumático que fuese. Jassar estaba perturbando a
Jericco con esa mirada sádica y pervertida.
Jericco empezó a patalear más fuerte hasta que golpeó a Jassar con
una patada en la cara, él se echó atrás y le quitó el tubo con mucha
rapidez hasta que lo estrelló en la frente de Alexander. Ambas
bestias se enfurecieron y se quejaron del golpe con un resoplido, se
apartaron un poco de él y se cubrieron la zona del golpe, Jericco
aprovechó el momento para levantarse y lo hizo velozmente.
Los hombres comenzaron a correr detrás de Jericco en medio del
humo, Jericco corrió lo más rápido que pudo mientras chocaba con
otros enfermos que lo empujaban, lo escupían y lo golpeaban. Los

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hombres respingaban con estruendosos gritos monstruosos, era una
pesadilla, era algo protervo, Jericco saltaba desde las ventanas
hasta esconderse bajo las mesas mientras salía por otros lugares en
donde aparecían los hombres, no había algo que pudiese alejarlos
de Jericco.
Jericco entraba y salía en muchas habitaciones, pero los hombres
conocían perfectamente el hospital más que nadie. Jericco entró al
área de psiquiatría y se perdió en la negrura del humo, todo era un
laberinto sin salida, además, estaba anocheciendo y se metió en el
lugar equivocado sin tomar en cuenta que, había más enfermos
mentales peligrosos que estaban sueltos, entró en la boca del lobo.
De pronto, él pierde a los hombres de vista cuando se detiene a
respirar tras sentir una opresión en el pecho, mira hacia los lados y
no ve nada más que humo, polvo y escombros. Y repentinamente,
escucha las voces de los hombres muy cerca hasta que se agacha y
camina sigilosamente, le estaban haciendo una mala jugada, lo iban
a capturar en cualquier momento porque Jericco no sabía en donde
se estaba metiendo.
Era una extensa y oscura sala en la que abundaba la sangre, había
tantos cuerpos mutilados y despedazados que generaban un olor a
pudrición cadavérica, las camas de las habitaciones estaban afuera
por alguna razón, bañadas en sangre y excremento. Los pacientes
yacían sin vida sobre aquellas camillas olvidadas, muchos de esos
cadáveres estaban trozados por la mitad, decapitados y pudriéndose
en gusanos y moscas.
Jericco se amilanó y se cruzó de brazos con un escalofrío, sabía que
lo estaban siguiendo y era difícil huir de los enfermos mentales. Él
caminó hacia el final de la sala mientras observaba la larga fila de

66
habitaciones, encadenadas y aseguradas con candados inaccesibles,
allí se refugiaban abominables monstruos que ya habían perdido el
sentido humano, eran bestias que provocaban temor, golpeaban y
empujaban las puertas sin cesar.
Jericco entró a las duchas de psiquiatría y escudriñó su interior, se
escuchaba un silbido escalofriante y se sentía una actividad sombría
como si alguien estuviese acompañándolo. El joven se inquieta y
camina hacia el único lavamanos para tomar agua, está sediento y
desvanecido. Jericco alza la mirada hacia su reflejo en el espejo y
deja escapar un gemido asustado, vio el cansancio en aquellos ojos
perturbados, ni tenía fuerzas para hacer un gesto que no fuese de
agotamiento. Estaba pálido y los huesos de su cara sobresalían.
Abrió el grifo y de repente, un espeso chorro de sangre salió desde
la tubería rebosando de gotas y salpicaduras. Jericco se petrificó y
saltó hacia atrás, era estremecedor, no sabía cómo reaccionar.
La sangre chispea el suelo y la tubería no cesa, e instantáneamente,
las duchas se abren de golpe y comienzan a evacuar litros de sangre
negruzca que venían con trozos de carne humana, había cabezas de
ratas y lagartijos que caían con cucarachas y tarántulas bañadas en
sangre. Era una podredumbre, el hedor se desenlazó en toda la sala
hasta que Jericco se marchó con prontitud, era una emanación de
pestilencia mortal.
Al salir, se topa de frente con Jassar, Anna y Alexander dando un
salto sorpresa, sus huesos hicieron un pequeño sonido de terror que
lo hizo rugir con un bramido de pavor. El trío de psicópatas tenía
algo en contra de Jericco y querían despedazarlo.
Las horrendas bestias resonaban como serpientes antiguas y rugían
al igual que caníbales hambrientos, esos ojos enrojecidos con vistas

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perdidas en el odio, arrojaban fuertes disparos de aborrecimientos y
furores que mantenían al borde de la locura a Jericco, él dejó caer
su único material de defensa y no lo notó por el estremecimiento.
Ya no tenía nada con qué defenderse, al mirar sus puños, estaba
sintiéndose amilanado y acobardado, no iban a dejarlo huir esta
vez. Él estaba más que acorralado, hostigado y sobrecogido, y en un
santiamén, Jericco los distrae al hacer un gesto de sorpresa cuando
miró detrás de las bestias, y cuando ellos giraron hacia atrás, él
golpea la cara de Anna y la empuja con una patada mortal que la
lanzó contra las paredes. Y en cuestiones de segundos, Jericco salió
disparado como una bala mientras corría con fuerzas y adrenalina.
Los hombres se enfurecieron y lo siguieron mientras balbuceaban
ronquidos y jadeos, Jericco entró rápidamente a una oficina y cerró
la puerta de entrada. Los hombres lo seguían, Jericco se apresuró
en empujar un pesado escritorio a la puerta bloqueando la entrada,
después, movió forzudamente una biblioteca para obstruir el camino
con seguridad, era una fuerza mística que venía desde lo rotundo
desconocido.
Los hombres llegaron a la oficina y empezaron a empujar la puerta
con patadas y golpes, Anna aruñaba la puerta con sus filosas uñas y
chirriaban con desdén. Jericco estaba envuelto de estrés y discordia
porque no sabía qué hacer, huyó por la puerta trasera hasta que
salió y llegó a otro pasillo exactamente cuando las bestias tumbaron
la puerta de entrada, de inmediato, el trío de enfermos comenzó a
seguirlo por el pasillo sin cesar sus gruñidos.
Ellos se carcajeaban con atronadoras risotadas de malicia.
– 1,2,3,4,5,6,5,4,3,2,1 –Rugió Jassar estrepitosamente, estaba muy
furioso– 1,2,3,4,3,2,1 ¡JAJAJAJAJAJA! ¡El puerco es mío! ¡El

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puerco es mío! ¡El maldito puerco es mío! ¡AAAH! ¡AAAAHHH!
¡AAAAHHH!
Eran escandalosos gritos violentos y macabros que no se detenían.
– ¡Abraham! ¡Moisés! ¡David! –Bramó Anna, exaltada–, ¡Vengan
a mí! ¡El forastero ha de huir!
– ¡El puerco es mío! ¡Es mío! ¡Mío! –Berreo Jassar–.
Jericco corrió tan veloz como un leopardo y no vio la pared que
estaba en su frente por mirar hacia atrás, chocó con ella e hizo que
se desmoronara la madera de su construcción. Jericco cayó al otro
lado de la pared destruida con los brazos expandidos, estaba muy
jadeante y agitado. Cuando dejaron de escucharse los gritos de sus
hostigadores parecía que la pesadilla había terminado, se puso de
pie y vislumbró su alrededor, la oscuridad amenazante y hostil se
hizo aterradora.
Inesperadamente, cientos de luces brillantes se encendieron con una
luminosidad poderosa que cegó a Jericco. Era el auditorio, a donde
llevaban a los pacientes hospitalizados. Era un lugar increíblemente
hermoso, aunque el silencio era profundo e intenso, la temperatura
era baja y se contemplaba el frío después de estar ante el calor de
afuera.
Había enormes cortinas rojas que colgaban en el escenario sobre
una ligera tela blanca, era brillante y áspera. Empezó a caminar
entre el espacioso auditorio y subió las escaleras en medio de todos
los asientos, y una de las luces de producción se apagó, fue notable
porque era la más brillante que penetraba el escenario.
Sucesivamente las luces se apagaron de a una por una hasta que el
auditorio quedó a ciegas, Jericco se sintió amenazado. El proyector
de luz iluminó el escenario y extrañamente comenzó a reproducirse

69
una misteriosa grabación, el sonido estaba al máximo y la misma
escena se repetía. Jericco se cubrió los oídos y se acercó hacia el
escenario con la cara de asombro.
El vídeo la grabación de una escena terrible, cuando Jericco miró
la pantalla se estremeció y cayó de rodillas. Jericco fue grabado en
la morgue mientras fornicaba con los cadáveres de sus enemigos, en
la primera escena se reflejaba cuando penetraba a Cesar Scrooket,
la cinta se reproducía en reversa cuando Jericco violaba el cadáver
de Aurora Scrooket, y de repente, se reflejó a un hombre practicar
la auto-felación en la capilla del hospital.
¿Qué mierda es esto? –Pensó Jericco, conmovido–.
Era una extraña clase de porquería pornográfica filmada en el
hospital, el hombre que aparecía en el vídeo estaba acostado en los
reclinatorios, con las piernas hacia arriba mientras su cuello estaba
alargado sobre su diafragma, él sacaba la lengua mientras tocaba
su glande con lentitud y al mismo tiempo, apretaba un crucifijo para
sujetarse y controlar su peso. Jericco se asqueó con una sensación
de vómito y se tocó la barriga, un líquido amargo se le subió desde
el esófago hasta la boca, estaba saciado al ver cómo el hombre se
hacía sexo oral a sí mismo. En el auditorio sonaban los gemidos
interferidos, eran atronadores y ensordecedores, el audio penetraba
los oídos de Jericco mientras la boca del hombre hacía sonidos
morbosos con su pene.
La grabación se cortó cuando cambió de escena, Jericco miró hacia
producción y se cubrió de la luz con una mano, miró que alguien
estaba sentado detrás del vidrio superior de los asientos. Había una
persona disfrutando de esas grabaciones.

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De pronto, una grabación de la morgue inició antes de que el
incendio se produjese, Jericco subió las escaleras en reversa de
paso a paso y tropezó hasta caer sentado en un asiento cubierto de
polvo. Él sólo quería subir a mirar quién estaba reproduciendo ese
material, inexplicablemente era curioso y perverso, así que, Jericco
se impresionó al mirar aquel video que empezaba a reproducirse,
era una grabación en blanco y negro filmada en muy mala calidad.
El video mostraba la morgue, los forenses salieron y dejaron a los
cadáveres en los refrigeradores, y misteriosamente, uno de los
refrigeradores se abrió lentamente hasta que una cabeza aplastada
se asomó desde una esquina, la cámara enfocó un rostro mutilado y
realmente deforme que no tenía boca ni nariz, sólo tenía una larga
cicatriz recta en lugar de sus labios y un sólo ojo que se abría y se
cerraba lentamente. Era espantoso, el cadáver cayó en el suelo con
la marca del 666 en todo su cuerpo. Empezó a arrastrase como un
gusano, el cadáver del hombre empezó a levantarse como una cobra
y miró a la cámara con su único ojo; movió la cicatriz que ocupaba
una sonrisa de amargura y vacío. Comenzó a retorcerse y con sus
garras se cortó el estómago e introdujo su mano en su interior, esa
terrible cosa tomó la posición de una rana y miró fijamente hacia la
cámara.
Jericco siguió subiendo las escaleras sin mirar a la pantalla y se
topó con aquel monstruo que estaba observándolo desde arriba, se
encontraron cara a cara. Era algo tremendamente horroroso, era
un hombre fornido y corpulento, tenía dos enormes encornaduras de
antílope, eran filosas como un chuchillo, tenía trompa de elefante y
hocico de cerdo. Aquellos oscuros ojos de lagarto descifraban odio
y enojo, alrededor de su cráneo estaban colgando dos orejas de
lobo que se movían con sus jadeos sedientos de hiena.

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El espantoso espectro abrió la boca y actuó en defensa cuando
mostró sus colmillos de vampiro. Jericco comenzó a alejarse de eso
con lentitud y el espectro se movió rápidamente, el hombre tenía la
mirada de un asesino y sacudía la lengua. Jericco se alteró y en una
mala pisada resbaló y cayó rodando por las escaleras, su cuerpo
brincaba y chocaba con los asientos. Dejó de rodar y se levantó con
las extremidades temblando, estaba mareado y veía que todo daba
vueltas.
De repente, el ruido volvió cuando el trío de psicópatas apareció en
el auditorio. Tenían filosos cuchillos empuñados entre sus manos,
estaban enérgicos mientras que Jericco sólo cojeaba con la espalda
encorvada, apenas podía caminar lentamente con el dolor, empezó
a vomitar y sintió que iba a desmayarse, sentía un hormigueo por
todo el cuerpo. Aprovechó la oscuridad para esconderse mientras
escuchaba las conversaciones de los monstruosos psicópatas, tenían
linternas y alumbraban a todas partes. Se cubrieron la cara con las
máscaras de Anna y se pusieron gorros de bufón.
– Hemos perdido al intruso –dijo Jassar–, tengo mucha hambre.
– Debemos encontrar al maldito, –comentó Alexander–, cuando lo
encuentre le partiré las piernas y después le sacaré los intestinos
por el ano, y me lo comeré como espagueti.
– Yo sólo quiero momificarlo, –habló Anna–, lo convertiré en un
arlequín viviente. Cristo me lo ha pedido, yo lo he escuchado en
estos susurros que me hablan de noche, él quiere que saquemos
provecho del herético.
– ¡Sí! –Exclamó Alexander–. Él nos ama, él es nuestro ser de luz,
nos cuida desde el cielo.
Jassar lo golpeó en la cabeza.

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– ¡Deja lo maricón! –Increpó Jassar, colérico–, no hables tantas
mierdas con esta maldita loca.
– ¡Jódete, demente! –Vociferó Anna–, no me llames loca. ¡No estoy
loca! ¡Jesús está en este hospital con nosotros! ¡Moisés me lo ha
dicho a través de mis sueños más húmedos!
– Jesús no existe, –dijo Alexander, repentino–, no he dicho nada
sobre él. Jesús sólo existe en mis fantasías sexuales, nada más…
No digan nada de esto a nadie, pero, Jehová me visita por cada
noche mientras me ducho.
– A mí también, –concordó Jassar–, y me cortó el ano mientras me
afeitaba para que me diesen duro por el culo, quiero estimular mi
próstata de vez en cuando con agua bendita.
– ¡Blasfemo! –Gritó Anna–, ¡Grosero malviviente! ¡Sacrílego!
Ellos se burlaron de Anna con una detonante risotada, mientras
tanto los hombres buscaban entre los asientos y Anna estaba abajo
asegurándose de que Jericco no escapase. Jericco estaba cojeando
con un dolor en la pierna, tenía el pie lesionado y palpitante por lo
que no podía caminar.
Anna estaba acercándose a Jericco después de oír su respiración,
caminó lentamente con su linterna mientras olfateaba todas partes
para encontrarlo, Anna se lanzó al suelo como un perro y siguió los
pasos, Jericco estaba asustado y resopló cansinamente con ahogo.
– Huele a niño malo… A niño malo y malvado, –susurró Anna–, me
temo a que he encontrado mi beatificado tesoro. No me tengas
miedo, no temas de mí, porque soy tu madre, soy todo lo que
quieras que sea para ti, pero no me tengas miedo amiguito.
Jericco estaba debajo de un asiento acostado a lo largo mientras su
pie lastimado sobresalía. Él estaba temblando, su corazón estaba a
punto de salirse cuando ella susurraba canciones, Jericco no pudo

73
contener más el miedo hasta que una detonación diarreica salió de
su recto, y se envolvió completamente de excremento líquido; eso no
se lo esperaba él, ahora estaba bañado en una diarrea pestífera que
resultaba de los medicamentos del día anterior.
La diarrea se regó en el piso y Anna se acercó más a él, ya estaba a
un lado de Jericco, ella tenía la nariz en el suelo mientras rastreaba
su presencia y saboreaba el olor fecal, sacó la lengua y sorbió de la
diarrea porque sabía que Jericco la estaba mirando, ella no quería
alumbrarlo con la linterna para parecer más amenazadora.
Y cuando alumbró el rostro de Jericco sucedió algo inesperado que
lo ayudó a escapar. El proyector reprodujo la cinta de un tétrico
documental llamado Häxan del año 1922 por el director Benjamin
Christensen.
La cinta estaba a todo volumen y Anna dio un salto de susto, cuando
volvió a mirar abajo del asiento ya Jericco no estaba y él tomó la
linterna que ella misma dejó caer por el susto. Los hombres miraron
la pantalla y se quedaron pasmados, la cinta tenía algo que los
dejaba atónitos y absortos. Se quedaron sentados en los asientos
mientras miraban el documental.
Anna estaba furiosa y subió hacía ellos con el cuchillo de carnicero
en el puño.
– ¿Qué les pasa, inútiles? –Gritó ella, iracunda–, ¡Muévanse!
¡Escúchenme, ahora mismo! ¡Ha escapado nuestra presa! ¡Por
el amor de Dios!
Ninguno la escuchó, ella los tomó a puñaladas y no despertaron del
embobamiento.
Jericco estaba huyendo muy rápido del auditorio, entró en una
oficina del pasillo y vio que las paredes estaban demolidas, pasó
74
sigilosamente en una estrecha grieta que lo llevó a otra oficina que
no tenía electricidad. Por primera vez los gritos cesaron y sintió un
alivio en su respiración, pero se sentía cansado y maltratado con los
golpes. Al salir de esa oficina llegó a la sala de partos del hospital y
se quedó boquiabierto al ver algo que lo dejó sin palabras. No fue
una buena opción llegar a ese lugar.

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Capítulo 7: El Anticristo.

En el fondo de la sala se veía el pavoroso reflejo de una sombra


encorvada, alguien jorobado que llevaba puesto una túnica negra
cubierta de un plumaje erizado, tenía una larga venda enrollada en
la cara cubriéndole los ojos, su sombra podía arrastrarse por las
paredes haciendo escalofriantes murmullos que susurraban en la
oscuridad. Estaba colocándose un par de guantes de boxeo mientras
hostigaba a una clemente mujer, estaba embarazada y atada en una
camilla, también tenía los ojos vendados y un trapo doblado en su
boca. Estaba ahogándose en sus gritos de pánico, sus gemidos y sus
alaridos eran fragosos.
El sujeto miró la barriga de la mujer y comenzó a golpearla al igual
que un saco de boxeo, la dama se retorció del dolor y de la angustia
al sentir su vientre desintegrase, los golpes estaban mal formando el
pequeño cuerpo del bebé antes de nacer, la mujer estaba lista para
parir y el hombre no se lo permitió. Él era su esposo, padre del niño
al que esperaron por nueve meses, el hombre estaba frenéticamente
impulsivo con un ataque de ira que no podía detener, la mujer
comenzó a derramar sangre de su vagina y simultáneamente, estaba
rompiendo fuentes y todo el líquido amniótico de su útero empezó a
vaciarse completamente.
La ruptura prematura de la membrana era indetenible, el sangrado
y el malestar en el abdomen inmovilizaron al feto, el bebé empezó a
descender hacía la cavidad pélvica y experimentaba a carne propia
la tragedia emocional que enfrentaba su madre. Ella comenzó a dar
a luz y el hombre siguió golpeándola, gritaba y pataleaba en medio
del parto mientras la cabeza del bebé le traspasaba su vagina, el

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hombre haló bruscamente la cabeza del niño y la mujer cerró las
piernas, el bebé estaba ahorcándose mientras el padre forcejeaba a
su madre para matarlo.
Las contracciones entumecieron a la mujer y Jericco estaba
petrificado, en cualquier momento sus verdugos aparecerían y lo
capturarían. Pero a él no le importó eso, a pesar de su mal estado
físico se armó de valor y cogió una silla de hierro rápidamente, la
apoyó sobre su espalda con los brazos hacía atrás y caminó hacía el
hombre, y con todas las fuerzas, Jericco se la arrojó en la cabeza y
el hombre cayó en el piso, abatido y confundido.
El hombre se dio la vuelta e intentó levantarse, pero Jericco lo
acorraló a patadas en el estómago para que sintiera lo mismo que
la mujer, se lanzó encima del hombre y le golpeó ferozmente la cara
hasta que empezó a partirle el cráneo en el piso, el hombre
forcejeaba y se retorcía mientras que Jericco evitaba ser tumbado.
Jericco se levantó y tomó un frasco de vidrio que contenía solución
intravenosa y se le estrelló en la cabeza, los fragmentos de vidrio
perforaron la piel de su cuero cabelludo y comenzó a desangrarse,
Jericco lo siguió golpeando brutalmente hasta romperle la pierna y
la cabeza, el hombre ya no podía levantarse sólo.
Jericco se levantó muy cansado y fatigado, se dirigió hasta la mujer
y le quitó las ataduras apresuradamente porque su hijo estaba
muriendo. La temerosa dama no dejaba de gritar y llorar de dolor,
Jericco se sintió muy mal por ella.
– Okay, te ayudaré con esto ¿Vale? –Dijo Jericco, ligeramente–.
Tú bebé estará bien y tú también.
– ¡Mi bebé! ¡Mi bebé, morirá! –Clamó en llanto–, ¡Está muerto!
¡Mi hijooo! ¡Mi hijooo! ¡Ayúdame por favor!

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– No, no, no pasará eso, –negó Jericco, compasivo–. Tú bebé está
bien, todavía podemos salvarlo y para ello debes escucharme y
tranquilizarte con mi voz ¿De acuerdo?
Ella lo miró lacrimosamente y jadeó de dolor, tenía una mano en su
zona vagina como si pudiese retener el parto.
– Está bien, –asintió ella, afligida–.
– Respira tranquilamente, –susurró Jericco, piadoso–, abre la boca
para que intentes respirar y tengas más oxígeno en los tejidos de
tu cuerpo, hagamos esto sencillo e imagina la hermosa vida que
tendrá tu pequeño. ¿Sí?
Ella hizo lo que Jericco le pidió, y se fue tranquilizando, aún con
dolor.
– ¿Cómo te llamas? –Le preguntó ella–, ¿Por qué estás aquí?
Jericco no había notado la belleza de aquella mujer joven pelinegra
y de ojos miel, su rostro estaba tallado por los ángeles. Sus lágrimas
se secaron cuando se encontró con la profunda mirada de Jericco,
ella parecía relajarse.
– Quizás me llamo Jericco, –respondió él, dudoso–, ni siquiera sé
qué demonios hago en este maldito hospital. No recuerdo nada,
ahora flexiona tus rodillas cuidadosamente y separa tus piernas.
¿Sí? Vamos, puedes hacerlo.
Ella lo hizo, adolorida. Resopló y lanzó en gemido, cansino.
– Tu nombre es muy lindo, –comentó ella–, suena interesante. Mi
nombre es María.
Jericco y María volvieron a mirarse, y él se intimidó.
– ¡Oh, cielos! –Bramó él–, la dilatación se puede observar
claramente… Ya el periodo de expulsión está comenzando,

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respira, vamos, hazlo lentamente… Inhala, y exhala, lo estás
haciendo bien, inhala, exhala.
Jericco se sorprendió cuando vio que el bebé estaba quedándose
morado, estaba ahorcándose y asfixiándose con la presión en el
cuello. El útero se dilató aproximadamente en uno 13 centímetros.
María confiaba extrañamente en Jericco,
– ¡AAAAAHH! –Gritó ella– ¡AAAUUCH! ¡AAAAAAHHH! ¡Me
duele! ¡Me duele! ¡Ayúdame! ¡Por favor!
– No, no, no grites, –dijo él, pacífico–, no hables y respira hondo
¿Sí? Veo que tu bebé está bien, sólo debes hacer lo que te digo.
Ya puse mi mano en la cabecita de tu bebé, ahora estoy
ejerciendo una presión muy suave que no te dará dolor, ¿Okay?
Esto es para que el parto no se produzca muy rápido y no sea
más doloroso para ti y para tu bebé, ahora puja, lentamente, muy
lentamente, vamos, pujaaaa, pujaaa un poco más fuerte, lo estás
haciendo bien.
Ella se pacificó y entre las contracciones descansaba para pujar.
– ¡Ug! –Soltó un quejido–, me duele mucho, no quiero morir, no
quiero que mi hijo muera en este infierno. ¡UGH! ¡Aaaahh, me
duele!
– Tú hijo no morirá, –le dijo él–, es normal que sientas este dolor
porque cada madre debe enfrentar esta guerra para obtener su
logro, ahora sigue respirando, tranquilita y serena, todo estará
bien.
María se suavizó, y se sintió un poco cómoda. Su respiración era
intensa, estaba ahogada y no podía calmarse.
– Lo estás haciendo muy bien, María, –concertó Jericco–, el niño
no tiene el cordón umbilical en el cuello. Sigue pujando, ya tengo

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los hombros del bebé en mis manos, sigue haciéndolo, estás
haciéndolo bien, me enorgulleces mujer, no te rindas.
– ¡Ug! –Volvió a soltar un clamor–, ¡Aaaaah! ¡Aaaaaaaaaaahhh!
¡Aaaaaahhh¡ ¡Aaaaaaaayy¡ ¡Aaaaah! ¡Creo que ahí viene!
¡Aaaaahhhhhh! ¡Ahhhhh! ¡Aaaaggg!
Los hombros estaban cubiertos de fluidos por lo que Jericco los
sujetaba suavemente. El bebé salió sano y salvo, Jericco lo cargó en
sus brazos muy tiernamente y lo colocó en el regazo de su joven
madre, cuando ella lo escuchó llorar comenzó a sonreír tiernamente
y derramó un par de lágrimas, Jericco tomó un pedazo de tela y le
limpió la boca y la nariz con mucho cuidado. Cogió de la mesa unas
hojillas nuevas y le cortó el cordón umbilical, la madre expulsó la
placenta después de que el bebé nació.
– Es una niña, tan hermosa y perfecta como su linda madre, –dijo
Jericco, sonriendo–, es tan angelical que, no tengo palabras para
descifrar este sentimiento de paz.
La recién nacida parecía un ángel caído del cielo, era muy pequeña,
el color de sus ojos era azul eléctrico y su piel blanca como las
estrellas. Su cabello era rizado y dorado, sus manitas rosadas al
igual que sus pequeños piececitos.
– Salvaste nuestras vidas, –masculló María, sonrientemente–, Dios
te bendiga. Eres un buen hombre, no entiendo por qué veo tanto
vacío en tus ojos.
María acarició la cabeza de su bebé.
– No creo que quieras decirle a tu familia que el único nazi que
quedaba en Alemania, –expresó, apesadumbrado–, fue quién te
ayudó a dar a luz.
– ¿Por qué dices que eres un nazi? –Le preguntó ella, ambigua–.
Ella amamantaba a su niña.
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– ¡Porque soy Jericco Goldstein! –Exclamó, estresado–, ¿Acaso no
has leído los periódicos? No tengo futuro si no logro huir de este
lugar ahora mismo. Me matarán en la cárcel, antes de que me
lleven a ese juicio en donde dictarán cadena perpetua.
María quedó boquiabierta, pero no podía mirar a Jericco como a
alguien malvado porque fue él quien salvó ambas vidas.
– Yo quiero acompañarte, –dijo ella–, te ayudaré a escapar si es
necesario, pero… Por favor, no nos dejes solas, porque Hannah y
yo te necesitamos.
– ¿Hannah? –Le preguntó él–.
– Así se llama mi hija, –explicó María–, así se llamaba mi abuela
paterna que en paz descanse.
– ¡Que hermoso nombre! –Exclamó, encantado–, ¿Por qué murió?
¿Cuándo?
María se sintió incómoda al responder.
– En un holocausto…En el año 1942, –respondió–exactamente en
la primavera de ese mismo año.
– ¡Rayos, María! –Exclamó Jericco sintiéndose muy culpable–. Lo
siento tanto, soy culpable, aunque no haya sido yo quien la llevó
a un campo de concentración.
María tomó la mano de Jericco y sonrió.
– Tú eres un buen hombre, –dijo ella, sinceramente–, demostraste
ser un valiente guerrero cuando peleaste por mi como si yo fuese
tu princesa.
– Soy tu caballero oscuro, –dijo él, sonriendo–, y tú, y Hannah, son
mis princesas.
Jericco besó la frente de Hannah y se apartó de ellas.

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– No me dejes, –dijo María–, por favor, si necesitas dinero yo
puedo darte lo que quieras.
– No, no, –negó él con la cabeza–, no quiero hacerle más daño a tu
sangre. Créeme que no quiero lastimarte, eres lo único que
Hannah tiene y, lo último que quiero en el mundo es que mis
enemigos te busquen por venganza y te hagan daño, o a Hannah.
Ella acarició la mano de Jericco y se levantó lentamente. Era su
turno arriesgar la vida por Jericco.
– Vámonos de aquí, –insistió ella–, yo no puedo dejarte solo
porque eres nuestra heroína. Y quiero ayudarte en lo que pueda,
moveré cielo y tierra si así lo quieres, pero por favor, no nos
dejes.
Jericco miró a Hannah con ternura y un gesto de amor brilló con
dulzura en su mirada.
– Está bien, –asintió Jericco–, ustedes me han convencido.
María soltó una sonrisa radiante y Jericco las abrazó a las dos, era
un momento emocional para los tres. Y repentinamente, la mágica
escena familiar se destruyó cuando el miedo regresó a la sala de
parto, se escuchó un ensordecedor escándalo que alertó a María y a
Jericco, Hannah estaba llorando mucho por lo que su madre y ella
se escondieron debajo de la camilla, Jericco se escondió detrás de
la camilla para asegurarse que nada les sucediera a ellas.
Anna regresó por Jericco, estaba furiosa. Estaba en la sala de parto
olfateando el suelo como un sabueso, olía a bebé y ella sentía la
inocencia de su alma en la sala, eso la atrajo porque lo única que
hacía era robarse a los niños del maternal, y así, sacrificarlos.
– Ya ha nacido el anticristo, –dijo ella, en susurros–, Moisés me lo
ha murmurado en el oído.

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Hannah estaba sollozando, tenía frío y sentía la mala presencia de
la anciana.
– Tengo miedo, –le dijo María–, no quiero que nos hagan más
daño.
Jericco puso su mano sobre el hombro de María y le dijo:
– Están a salvo conmigo, –dijo Jericco con la voz áspera–, pase lo
que pase no permitiré que alguien les haga daño.
María lo miró fijamente con un gesto de amor, ambos estaban muy
cerca, ella se movió y rozó su brazo con el abdomen de Jericco.
– ¿Lo prometes? –Le preguntó ella en murmullos–, ¿Me prometes
que te quedarás conmigo cuando salgamos de aquí?
– Sí, –respondió con mucha seguridad, sus labios silbaron–, por
supuesto que sí. No sé por qué algo me dice que estaré contigo
siempre…
Jericco se avergonzó, su corazón hablaba por él en cada latido.
Ellos estaban mirándose mutuamente mientras María amamantaba
a Hannah, Jericco se acercó más a María y ella se apoyó en su
pecho, ambos sintieron calor y se protegieron con una profunda
mirada de amor, Jericco la abrazó y besó su frente.
– ¡Ha llegado el anticristo! –Vociferó Anna, colérica e irascible–,
¡Nadie escapará esta noche del poder de Jehová! Sé que una
pequeña bastarda ha salido del agujero de una maldita zorra, es
una inmundicia de porquería que ha llegado a este hospital, nada
podrá detener el poder de su maldición. ¡Maldita seas! ¡Maldita
seas, puta! ¡Maldita sea su madre! ¡Maldita sea la hija de sus
entrañas! ¡Maldito sea el cómplice de Balam! ¡El hijo de Balam
está en nuestro mundo! ¡Lo he visto! ¡Lo he sentido! ¡Malditos
sean!

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La voz de esta mujer era rigurosamente estrepitosa, rugía con
maldad y furia potente.
Hannah sollozaba e hipaba con un llanto desgarrador, Jericco se
cansó de sentirse impotente y demostró su fuerza de valentía, soltó
de sus brazos a María hasta que salió rápidamente en defensa de
sus princesas.
– Aquí me tienes, maldita loca, –le dijo él–. Soy el hijo de Balam, y
sí, regresé de la muerte para destruir a parásitos religiosos como
tú; estuve en el infierno, y créeme que, tengo mi trono allá, a lado
de mi padre Balam y de su hermano Lucifer, ¿Y tú qué tienes?
¿Miedo? ¡Sólo tienes miedo, bruja!
Anna miró a Jericco con desdén e hizo un extraño silencio, no tenía
el poder que creía tener.
– Hijo mío, –habló ella–, ¿Por qué estás al lado del enemigo? Eres
hijo de Jehová, y él te ama, tanto como yo a esa niña que ha
nacido. Sólo entrégamela, verás que estarás en paz con el mundo
y conmigo.
Jericco se carcajeó, y la miró con seriedad.
– Qué asco me dan las personas como tú, –dijo él, clavándole una
mirada de aversión–, ¿Cuántas veces he tenido que lidiar con las
perras de Jehová? ¡No te entregaré a nadie! Lo único que te daré
es una paliza si sigues molestándonos, aléjate de mí, porque no
sabes lo que soy capaz de hacer… Creo que no iré sólo a prisión,
es mejor que te escondas como la rata que eres, ¿O quieres ser
entregada a la justicia?
Anna se dio por vencida, sabía que Hannah no estaba sola como los
otros niños que secuestraba. No le convenía estar intimidando a
personas cuerdas que podrían enterrarla viva.

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– ¡Tú! –Gritó Anna, señalándolo con temblores–, eres el anticristo.
¡Viniste para destruirnos! ¡Regresaste para vengarte! ¡Déjame
ir! Te juro ante los ojos de Dios que nunca más verás, no me
mandes al infierno, te lo suplico.
– ¿Acaso te tengo atada? –Le preguntó Jericco–, vete a la mierda,
cabrona, antes de que te mate y fornique con tu maldito cadáver.
Anna retrocedió con la cabeza agachada y salió de la sala, estaba
asustada del poder que tenía Jericco. Cuando todo pasó, María
salió debajo de la camilla con Hannah entre sus brazos y caminó
hacía Jericco, él le dio la mano y salieron tomados de las manos
hacía el pasillo del primer piso.

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Capítulo 8: El demonio viene por mí…

Pasaron dos horas cuando oficialmente era de noche, eran apenas


las 9:30 pm según un reloj de madera que sobrevivió del incendio,
Jericco estaba sentado junto a María y su bebé en la sala principal
de planta baja mientras alguien iba por ayuda, ellas dormían en un
sueño profundo y ambiguo, las horas eran eternas e imperecederas,
parecía que nunca saldrían de ahí por los escombros y porque en
algunos lugares el incendio estaba peligrosamente activo.
Jericco miraba el contorno con la mirada perdida en la perpleja
preocupación, sólo pensaba en cómo cambió su vida con tan sólo un
despertar que lo arruinó todo. Jericco lanza una mirada al techo
hasta que el fuego refleja la sombra de una cabra, sus ojos se
dilataron, era algo importante para él encontrarse con este tipo de
espejismos o reflejos reales del tiempo presente.
Él vuelve a mirar fijamente al techo hasta que, en el fondo del
pasillo principal, la misma sombra de la cabra se refleja en las
paredes y se traslada hacía las puertas con un brillo pardo. ¿Qué
significaba eso? Jericco se levanta y camina rápidamente hacia esa
sombra con una mirada borrosa, estaba vagando entre el humo
mientras se alejaba de sus princesas y se perdía en la oscuridad, él
nació para estar solo, y a veces, rompía corazones de cristales sin
intenciones malas.
Jericco llegó al final del pasillo y se encontró con una encrucijada,
miró al final del camino derecho y se encontró con la cabra una vez
más, salió corriendo hacia ella y cuando llegó al lugar estaba una
puerta abierta, Jericco entró y bajó unas escaleras que lo llevaron
hacía el sótano, fue ahí en donde ocurrió el accidente explosivo que
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provocó el catastrófico incendio, este lugar parecía al mismísimo
infierno, era oscuro, ardiente y nublado de tinieblas que obstruían
el camino de las almas perdidas.
Jericco empezó a toser mientras deambulaba en el sótano, el calor
ensopó su frente y las gotas de sudor envolvieron su cuerpo en lava
ardiente. El negruzco humo de la detonación era feroz e insensato,
no podía verse absolutamente nada en aquella sombría negrura, la
tela de la bata que traía puesta Jericco empezó a deteriorarse con
lentitud, la potente energía calorífica del incendio empezó a sofocar
los maltratados pulmones de Jericco, el aire que intentaba guardar
en su interior se estaba desperdiciando en una retorcida asfixia, por
más que intentaba no respirar el humo del incendio, el proceso de
combustión transpiraba en su cuerpo mientras inhalaba el humo.
El humo emprendió una irritación en las delicadas vías aéreas de su
cuerpo y lo privó de oxígeno, pero no sólo estaba sucediéndole esto,
sino que los venenosos gases del incendio le ocasionaron rigurosos
daños en la garganta y en el interior de sus pulmones.
Jericco continuaba tosiendo por el ahogo de la asfixia, se golpeó el
pecho tras sentir una presión y cayó de rodillas con las manos en el
piso, y de repente, una oscura sombra opaca el sótano como si fuese
un eclipse hasta que un relámpago detona sobre la ventanilla del
mismo, Jericco se petrificó y se levantó rápidamente con pánico, la
pupila de los ojos se le dilataron y sus parpados cayeron rendidos.
Se sentía delirante y deplorablemente quebrantado, la energía del
sótano lo estaba consumiendo parcialmente desde adentro.
Dentro de su faringe se retorcía algo onduladamente, era una masa
alargada que se meneaba agitadamente hasta que fue subiendo a su
lengua, Jericco sentía que algo iba a salir por la nariz. De pronto,

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de aquellas fosas nasales comenzó a salir una inmensa cola que
revoloteaba con furor, Jericco constriñó su rostro sujetándola con
irritación y la haló fuertemente hasta que salió algo inesperado, era
una repugnante lombriz envuelta de sangre y flema ensangrentada,
medía alrededor de 20 centímetros de longitud y dos centímetros de
grosor, él sintió el maltrato de su nariz y con la punta de sus dedos,
levantó la lombriz a la altura de sus ojos y la vislumbró ofuscado; la
lombriz se movía lentamente y seguía ocasionándole vómito y asco,
se asqueó tanto con el áspero tacto de su resbaladiza piel hasta que
la arrojó en el suelo.
Se limpió las manos con la tela de su bata y se levantó lentamente, y
en un santiamén, escuchó un espantoso crujido venir del final del
sótano, él giró la mirada rápidamente y la direccionó hacia todas
partes, pero sólo veía el grisáceo humo consumiéndose el oxígeno.
Se armó de valor y penetró rectamente la mirada hacia el fuego, y
en su interior notó algo sugestivo y sorpresivo, la cabra que tanto
estaba buscando estaba ahí parada de pie con la mirada en él,
Jericco quedó atónito con la vacilación en sus debilitados ojos y
caminó hacia ella, y por cada paso que recorría parecía nunca
acercarse hacia la cabra, quien miraba a Jericco con ojos rojos de
dragón sacando de su hocico una lengua verduzca, derramando una
sustancia saburral y blanquecina del interior de su boca, la cabra se
movió en retroceso y se dio la vuelta dándole la espalda a Jericco. Y
repentinamente, la misteriosa cabra comenzó a transformarse en
algo extremadamente monstruoso mientras que sus huesos crujían,
el fuego del sótano se fue apagando en el desenlace infernal de la
espeluznante escena.
Las patas traseras de la cabra se transformaron en un par de pies
negros con garras de carroñero, los músculos de aquellas piernas

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percudidas se abombaban con la palpitación de sus venas, los vasos
sanguíneos se rompieron hasta que la piel de aquel extraño ser se
abrió con varias cortadas. Las patas delanteras de la cabra se
convirtieron en un par de manos blancas con pezuñas de caballo, la
cabeza de lo que era una cabra se transformó violentamente en una
de humano sin desaparecer sus cornamentas.
La fisionomía del espectro se vislumbró con una sombra parda que
ofuscaba la mitad de la misma, y súbitamente, aparecieron dos
cabezas de animales en el contorno de la suya, una de toro y otra de
ternero. Sus ojos eran ardientes y tenía una cola de serpiente que se
enrollaba con su pene, y detrás de él, apareció el oso feroz que
siempre galopaba desde el inicio de sus días, por la ventanilla entró
un halcón que voló hacía el puño del espectro.
¡Era Balam! Regresó al mundo de los vivos para encontrarse con su
amado hijo. El joven lo miró con una sonrisa petrificada mientras
su boca se expandía como la de una ballena, estaba contento y
entusiasmado al ver nuevamente a su padre. Balam dejó a sus
cuarenta legiones en el infierno para visitar a Jericco, pero, ¿A qué
se debía esa inesperada visita? ¿Una advertencia? Eran cientos de
preguntas que apaleaban la cabeza de Jericco, no comprendía lo
que sucedía. Intermitentemente, el fuego se apagó y el sótano quedó
en un silencio pacífico.
– ¿Padre? –Le preguntó Jericco, tembloroso–.
Miró a Balam con respeto y se inclinó con la cara hacia abajo.
– ¡Hijo! –Le respondió Balam, indulgente–, me contenta saber que
estás aquí nuevamente en frente de mí, desde Pléyades supe que
estarías conmigo para siempre.

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La voz resonante y estentórea de Balam era habitual, Jericco ya se
había acostumbrado a oírla.
– ¿Por qué me has regresado a este mundo? –Le preguntó Jericco,
desanimado–. Preferí haber estado en el Olimpo, con mi madre,
mi hermana y mis amigas, sé que hice muy buenos amigos allá.
Balam negó con las tres cabezas.
– No, –negó otra vez, apaciblemente–. Hijo mío, la única persona
por la que debes preocuparte ahora es por ti, piensa esto, tú
madre y tú hermanita están bien, y lo sabes… Pero, no es bueno
que pienses que tus amigos se quedarán siempre contigo porque
no es así, y ratificarás mi palabra con el paso del tiempo cuando
me recuerdes, cuando veas que lo que te estoy diciendo es cierto,
y por tu bien…
Jericco se inquietó, miró a Balam y sintió la honestidad de su padre,
sabía que todo lo que hablaba era cierto.
– Padre, –le interrumpió Jericco, soltando un quejido–, ¿Por qué
dices eso de mis amigos?
– Eres un hombre muy honesto, Jericco, –respondió Balam–, quizá
y sea esa tu sentencia de muerte. Ganas muchísimos enemigos
fácilmente y el mundo lo sabe porque te envidia, las personas se
aprovecharán de tu generosidad para luego dejarte hasta que
necesiten algo de ti.
Jericco estaba confundido, sabía que las palabras de Balam eran
advertencias.
– Dices que… –Jericco dejó sonar un jadeo–, ¿Los amigos que hice
en Pléyades nunca fueron lo que parecieron? ¿Aradia y Roxette
están incluida en eso?

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– No he dicho eso, –contestó Balam, haciendo un gesto con la
boca–, eso es algo que quiero que tú mismo lo compruebes en
este mundo, en que afirmes quiénes son tus amigos y quiénes no.
Pero, no te confundas muy rápido, todavía no te he dicho por qué
estás aquí
Jericco lanzó una mirada de misterio y suspenso, se levantó con los
ojos directos a su padre.
– ¿Vale? –Arrojó Jericco, impresionado–, la verdad es que tengo
muchas dudas.
– Cuando regresé al infierno después de verte aquella vez en el
plano astral, –comentó Balam–, me reuní con Lucifer, Caifás y
Herodes porque ellos querían hablarme de ti. Ellos vieron tu
valentía y apreciaron que tus ofrendas haya las más honorables,
durante el tiempo que sufriste en Pléyades demostraste lo que
eres capaz de hacer cuando te levantas con el peso de tu orgullo,
y eso… Eso es muy admirable de ti. Limpiaste tu imagen y la
reputación herética que te condenaron para depurar la historia,
y así, salvar la vida de un mundo entero mientras perdías la tuya.
– Wow, –dijo Jericco, boquiabierto–. Nunca creí que el sufrimiento
que viví en ese lugar, ¿Sería tan importante? NO, no sólo para
mí, sino para las personas que pudieron salvarse de ello, además
de otras criaturas que eran explotadas por los monarcas. Si yo
no hubiese estado en esa cruz, si no hubiese ido a esas
catacumbas, si no hubiese ido a Sodoma, si no hubiese renacido
con una venganza, nadie se habría salvado de los paganos. ¡Y
mírame! ¡Estoy enfermo, sin riñón y jodido! ¡Ahora tengo mis
días contados e iré a la maldita prisión! Estuve en coma por
muchos años mientras la gente me creía muerto, y la única razón
por la que me quieren vivo, es para hacerme pagar un millón de
delitos que no son míos. Ojalá y que ese martirio que me espera,
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pueda significar algo para este MALDITO mundo de locos, al
menos Pléyades no estaba tan jodido como éste.
Jericco se alteró y caminó en círculos mientras vagaba en sus
recuerdos. Balam soltó una exhalación y respiró con tranquilidad.
– Oye, oye, niño, ¿Y quién te dijo que irás a prisión? –Le preguntó
Balam, soslayando su crisis–. ¿Yo he dicho que permitiré eso?
¡Nadie ha dicho algo sobre eso! Entiendo que estás muy ansioso
por lo que pueda pasar, pero recuerda esto, nada en este ridículo
mundo se podrá igualar con la valentía que tuviste en Pléyades,
porque ahí viviste lo más oscuro que un ser humano podría vivir.
– Ug, –bramó Jericco–, perdón por ser tan estúpido.
Jericco se sentó sobre una mesa de madera, subió sus piernas y las
cruzó.
– Te decía, –continuó él–, sé que te topaste con algunos de tus
enemigos en la morgue. Y te preguntaste, ¿Por qué están aquí? Y
respondiendo a esa incógnita seré muy breve… Ellos también
renacieron en Pléyades, quizá hace unos días, y sí, es normal que
ahora pienses ¿Y si yo desperté hace semanas atrás por qué ellos
estaban allá cuando estaban vivos? Y es que ellos también
estuvieron en coma desde hace 2 años, mientras que tú estuviste
por 5 años.
Jericco se sorprendió tanto que no sabía cómo reaccionar.
– ¿Qué mierda? –Dijo de forma sorpresiva–, ósea qué, ellos…
¿Ellos también estaban en la misma vida que yo estuve? ¡Esto sí
que da miedo! Pero, ¿Por qué? Es tan extraño, es decir que,
¿Muchos pacientes que estaban aquí, fueron a Pléyades?
– ¡Sí! –Respondió Balam, sarcástico–, y a eso fue lo que la ciencia
le dio nombre de Utopía Fantasma. ¡Es una estupidez! Jajajaja,
los humanos son tan estúpidos que buscan muchas alternativas
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científicas para ignorar la verdad, y así confundir a las personas.
Sin ofender, hijo mío.
Jericco le clavó una mirada de confusión y guardó silencio, y habló
por inercia.
– ¡Joder! –Aulló Jericco, sonriente y perplejo–, entonces… Por esa
razón mi madre está en el Olimpo porque ella murió hace tiempo,
¿Y Roxette, Aradia, Andrómeda?
– Andrómeda sí no existe en ningún lado, jajajaja, –le contestó
burlonamente–. Sólo en Pléyades porque es parte de la historia
de ese mundo, Aradia y Roxette están esperando por ti en algún
lugar de este mundo, porque al igual que tú despertaron de la
muerte y yo las hice regresar a este mundo, porque son un equipo
indomable.
– ¡No puede ser! –Exclamó Jericco, frenético–. Pensé que nunca
más las volvería a ver, ¿Ellas también se sentirán confundidas
ahora? Me preocupa qué les pueda pasar o qué hayan pasado.
– Tú te encargarás de hablarles de lo que pasó, –explicó Balam–, y
le explicarás que muchísima gente de este mundo fue a Pléyades
al estar en coma, en una posesión o después de morir. Quiero
recordarte que después de morir llegas a lugares aleatorios y te
pierdes sin tener algún rumbo, todo es relativo y un porcentaje
indefinido de la población llega a Pléyades.
– Entiendo, –asintió Jericco–. Pero, ¿Ellas me reconocerán al
verme en este mundo?
– Quizá sí, quizá no, –le respondió Balam, dudoso–. Eso depende
de la razón que hayan tenido, pero no te preocupes, ahora lo que
debo decirte es que te cuides y no confíes en cualquier imbécil
que se cruce en tu camino.
Jericco se preocupó.

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– ¿Qué pasará conmigo? –Le preguntó Jericco–.
– Ahora debes dejar que las cosas fluyan, –afirmó Balam–, no
puedo decirte nada más que debes ser fuerte y nunca dejar que
alguien te lastime como antes. Vendrán éxitos muy venturosos,
pero también vendrá discordias, muertes y mucha sangre…
– ¿Valdrá la pena mi martirio? –Le preguntó Jericco–, sólo quiero
disfrutar de ésta vida para aprender más de mí mismo, sé que soy
joven y me quedan lecciones por aprender.
– Tienes una larga vida por vivir y la juventud estará de la mano
contigo para siempre, –dijo Balam como respuesta–, sólo no te
presiones y vive tu vida como si fuese el último día. No sientas
miedo y sé alguien nuevo, porque lo eres, olvídate de lo que eras
antes de ir a Pléyades porque ese chico está muerto. Sin nada
más qué decir, debo irme hijo mío.
– ¿Ya te vas? –Le preguntó Jericco, abrumado–.
– Sabes más de lo que podría saber cualquier hombre, –respondió
Balam–, transmite el mensaje del ocultismo con el mundo entero
y conviértete en un rabino, en Pléyades eres el rey, y en este
mundo puedes ser algo más que un monarca. Tendrás fama,
dinero, felicidad y tu propia dinastía. Y lo más importante será
que demuestres que la vida espiritual si existe, y que después de
la muerte hay una vida que los espera. Que pase lo que tenga que
pasar, no le temas a nada porque tú siempre podrás contra ello.
Jericco se quedó mudo, y soltó una risa ahogada.
– ¿Sí? –Le preguntó–.
– No digo que te daré eso a cambio de tu alma porque no eres de
los tontos que piensan que con hacer rituales tendrán fama, los
que creen que soy un hada o como la perra de Jesucristo que
anda haciendo milagros, –Balam se reía irónicamente–. Lo haré
contigo porque mereces vivir una vida de riqueza, porque eres un
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sueño hecho realidad y porque te debo la vida. Y quizá te ayude
en algunas lecciones, pero siempre te estaré cuidando aunque no
lo creas, porque eres mi único hijo y quiero verte brillar con
orgullo y luz propia. ¡Éxitos hijo, cuídate mucho!
– ¡De acuerdo! –Asintió Jericco apaciblemente con la cabeza–,
espero verte pronto, padre. Confío en ti y en que siempre me
cuidarás desde la oscuridad.
Balam hizo un gesto de gentileza y en medio del silencio un suave
terremoto sometió al hospital, –el fuego regresó–, su ave dio un
salto inesperado y salió volando de su puño hacia el techo hasta que
lanzó un rayo de luz roja desde sus ojos, la energía de la luz
traspasó la pared del sótano y abrió un enorme portal de nubes
negras y grises que empezaron a girar entre sí, el portal tomó la
figura de una estrella pentagonal que rugía entre lava y clamores de
llanto, Balam se montó en su iracundo oso negro y el ave regresó
volando a su puño para regresar al infierno, los tres entraron en el
oscuro portal de la pared.
De repente, el portal hizo una explosión eléctrica de relámpagos y
truenos, las chispas arremetieron contra Jericco y lo empujaron con
tanta fuerza hasta lanzarlo contra una pared de ladrillos. Cayó al
suelo y por unos segundos perdió la vista, sus ojos se nublaron y los
destellos infernales salían del portal mientras se cerraba.
Jericco comenzó a vomitar sangre, estaba gateando con los gritos
del infierno en sus oídos. Cuando sus ojos se desanublaron empezó
a buscar a Balam en el humo del sótano, pero ya se había ido. Fue
como el despertar de un largo sueño, todo había terminado y el caos
había comenzado, se levantó con la frente en alto y se preparó para
salir del sótano.

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Subió las escaleras y llegó a la puerta de salida, salió del sótano y
retornó a la mortuoria pesadilla del incendio. Sentía que estaba en
una caza de brujas y que tarde o temprano lo capturarían. Comenzó
a correr buscando a María en los pasillos, estaba cansado y
jadeaba como perro. La preocupación lo hostigaba ya que, si algo
le sucedía a él, también le sucedía a Hannah y a María. Cuando
llegó al pasillo principal observó a cada una de las puertas, pero
estaban bloqueadas y las ventanas cerradas. Jericco tenía muchos
nervios y no podía tranquilizarse, estaba muy agitado.

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Capítulo 9: Romance de ultratumba.

Se encontró con María a una corta distancia, dejó de correr y


caminó lentamente hacia donde se encontraba ella. María no podía
verlo por el humo.
– ¡María, vámonos ya mismo! –Le grita él, histérico–. ¡Estamos
en peligro! ¡Algo sucederá!
El humo abrió espacio y el rostro de Jericco se iluminó, María lo
observó y se levantó rápidamente con angustia.
– ¡Jericco! –Grita ella, preocupada–, ¿A dónde fuiste? Estaba
nerviosa por ti, ¿En dónde estabas?
Jericco la abrazó y cerró los ojos para soñar con el olor de su
cabello.
– Tú cabello es tan dulce como tu mirada, –musitó Jericco como
respuesta, sus mejillas se sonrojaron–. No te preocupes por
mí, yo estaré bien, no sé qué pueda suceder esta noche, pero,
lo único que sé es que nunca podré olvidar esta mirada que me
enloquece.
Jericco tocó las rosadas mejillas de María y acercó su cara a
ella lentamente, él sonríe y los hoyuelos de su sonrisa lanzan un
rayo de luz que hizo brillar el corazón de María, ella coloca sus
manos en la cintura de Jericco y ambos se dan un profundo beso
de amor, hasta que se sumergen en un océano de sentimientos y
pensamientos perdidos.
– Tengo miedo, –dice María con un susurro–, no quiero que…

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Jericco acaricia sus mejillas y coloca su dedo índice en los
rosados labios de María para callarla con su necesidad de
amarla.
– ¡Shhhhhh! Escúchame –dice él, en voz baja–. No te dejaré
sola, ni a ti, ni a Hannah. Haré lo posible por estar siempre
con ustedes, no sé por qué se han convertido en mi razón para
existir, y sé que apenas te conocí en esta noche.
María toca su corazón y luego coloca su mano en el pecho de
Jericco, y siente los oscuros latidos de amor de Jericco.
– Tú salvaste mi vida, salvaste a mi hija y me enseñaste a que, –
dice ella, sonriendo tímidamente–, puedo volver a
enamorarme…
Jericco había encontrado algo único y hermoso que se escondía
en la mirada de aquella chica, por primera vez se sentía esa
bonita sensación de querer proteger a alguien, él estaba
enamorándose y, no sabía cómo ocultarlo porque era la única luz
que daba color a su vida.
– Nunca he conocido la palabra amor, –comenta él, hechizado
con la mirada de la chica–, pero, contigo he conocido algo de
mí que pensé que no existía. Ahora sé que tengo un corazón
dispuesto a amar, y a perdonar, en tus ojos veo el refugio del
odio que me azota diariamente.
– Eres la prueba de que los milagros sí existen, –dice ella,
mientras su corazón late ferozmente–.
– Tú eres mi milagro, –susurra Jericco, su mirada estaba
perdida en los ojos de María–.
Él vuelve a besarla hasta que, Hannah despierta muy asustada y
comienza a llorar desconsoladamente. La pequeña gritaba y

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berreaba sin razón, María camina hacia ella y se sienta en el
suelo para amamantarla, quizá y era hambre o frío.
– Vámonos de aquí, –dice María, alterada–, no podemos seguir
aquí.
– Todo estará bien, –dice él, sonriente–.
Ella hace una mueca con su boca y lo mira con una sonrisa.
– ¿Por qué lo dices? –Le pregunta ella, sugestivamente–.
¿Cómo estás tan seguro de eso?
Él la mira con una sonrisa radiante y se acerca a ella, él se
inclina a su lado y acaricia su cabello mientras observa a
Hannah.
– Porque ustedes son mis princesas, –responde, emotivo–y
pelearé con todos los dragones necesarios para protegerlas,
de quien sea.
Jericco se quedó contemplando a las mujeres de su vida mientras el
tiempo transcurría con lentitud. Repentinamente, el rostro de María
refleja un extraño suspenso de horror cuando se queda mirando a lo
que venía detrás de Jericco, una oscura silueta que se le acercaba y
la sombra se hacía crecer por las paredes. Ella estaba petrificada y
pasmada, de pronto, la pequeña Hannah comenzó a llorar a gritos y
se agitó coléricamente dando patadas y aullidos.

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Capítulo 10: El cazador de los Nazis.

Jericco se da una vuelta tras ver la impresión de María y de pronto,


alguien lo aprisiona del cuello y María lanza un estruendoso grito
de terror.
Misteriosamente, aparece un hombre detrás de Jericco, era alto de
raza blanca y vestía con uniforme militar, su rostro no se veía en la
negrura y cargaba un bate en la mano, sujetó rápidamente a Jericco
mientras que revoloteaba de golpes y patadas, el hombre lo ató con
una cuerda en el cuello y lo arrastró, María estaba aterrada con
gritos que sonaban con los resonadores aullidos de Hannah.
Jericco miró a Hannah por última vez mientras María luchaba con
el hombre hasta que la golpeó en la cara y con una patada la lanzó
al suelo, cayó adolorida y abrazó a Hannah afligidamente, Jericco
quedó inconsciente cuando el hombre lo golpeó con su bate en la
cabeza. Cerró los ojos y perdió el conocimiento, dejó de escuchar
los atronadores gritos de pánico que profería Hannah y María.

12 horas después.
Jericco despertó con un dolor en la parte superior del cráneo, ni
siquiera podía pensar en lo que había sucedido porque sentía que su
cerebro estaba dividido en dos partes. Quizá y debía acudir al
traumatólogo después de la reacción que tendría al ver el lugar en
donde despertó, estaba completamente desnudo, sus manos estaban
esposadas a una barra de hierro y sus pies encadenados.
Estaba incómodo, quejumbroso y acalorado en el vagón de un tren
que partía desde Heidelberg hasta Berlín. Yacía con ansiedad en el
suelo mientras su cuerpo se cubría de paja seca, sentía las patas de
100
los insectos caminar sobre su cuerpo, las moscas se le paraban en
su rostro y las cucarachas se paseaban desde su cabello, caminaban
en su piel pinchándolo con las pullas de las patas.
En el vagón lo acompañaban dos hombres armados que pertenecían
a la seguridad del estado, el sujeto joven de raza blanca era Yasher
Müller, un hombre bastante alto y de contextura fornida que
trabajaba para el gobierno durante la Guerra Fría. El otro hombre
que lo acompañaba era de unos 34 años de edad, tenía piel blanca
caucásica y de contextura hercúlea, sus ojos eran verde limón y
tenía una nariz encorvada, no inspiraba nada de confianza, él era
Adler Fischer. Estaban armados con escopetas y pistolas, de alguna
extraña manera pensaban que Jericco sería peligroso para ellos.
– Odio este maldito medio de transporte, –se quejó Yasher–. No me
imagino cómo era la pesadilla hace años atrás.
– ¿A qué te refieres? –Preguntó Adler–, tampoco me gusta estar en
una locomotora de vapor…
– A cuando enviaban millones de personas a los famosos trenes de
la muerte, –responde Yasher–, no me imagino cómo se sentían al
ver que eran llevados a lugares que no conocían.
– Con frío, calor, y hambre, –concordó Adler–, además de que no
podían usar los baños en medio de toda esa gente.
– ¿Te imaginas a esos pobres ancianos? –Le preguntó Yasher–.
– También a niños, recién nacidos y mujeres, –concertó Adler–, es
una maldita locura.
Ambos miraron a Jericco con desprecio y aborrecimiento.
– Maldito, hijo de puta –farfulló Yasher, fatigado–, míralo como
luce ahora. Es un pedazo de mierda, eso es menos de lo que se
merece, así como su imperio hizo sufrir a millones de víctimas.
– ¿Te gustaría visitar Auschwitz? –Le pregunta Adler–.
101
La conversación sonaba como eco en la mente de Jericco.
– Jamás, –Yasher negó con la cabeza–.
– Aún recuerdo cuando decretaron la Solución Final a la Cuestión
Judía, –comenta Adler–, el eufemismo que se refería al
exterminio masivo de judíos en Europa.
– Los refuerzos de Hitler se enfocaron en raptar a las comunidades
judías, –dice Yasher–, era la logística de la operación.
– El transporte de deportados estaba muy activo, –comento Adler–,
y la capacidad de estos campos para recibir a las víctimas era
algo colosal.
– El Reichsbahn, fue la central ferroviaria alemana más grande del
año 1942 si no me equivoco, –habló Yasher–, era el centro de
operaciones para este masivo traslado de reportados, tenían casi
un millón de funcionarios y trabajadores que participaban para
este medio con su aporte laboral.
– Una de las organizaciones más grande que podría existir en
Alemania, –opinó Adler–, era del ministerio del transporte.
– Una de las tantas organizaciones de Alemania del tercer Reich, –
dijo Yasher, arqueando las cejas–.
Adler dejó soltar una pequeña tos y sus ojos se enrojecieron.
– Con esos aliados y afiliados eran los responsables de todos los
trenes de Europa, –comentó Adler–.
– He olvidado las ciudades en las que se encontraban direcciones
generales, –dijo Yasher–.
Adler constriñó la nariz y frunció su frente, estaba pensando.
– Ehmm, ¿Brúcelas? –Añadió Adler–, París, Utrecht y Aarhus,
pienso que esas eran las principales.
– ¿Seguro? –Preguntó Yasher, desconfiado–.
– Sí, totalmente, –Adler asintió con la cabeza–.
102
– Intenso, –agregó Yasher–. Los países en los que se integraban
ferrocarriles autónomos, era Dinamarca, Hungría, República
Checa, Eslovaquia y Bulgaria.
– Estas redes de ferrocarriles estaban extendidas en toda la
maldita Europa, –habló Adler con la voz trémula–.
– Cuando allanaban los hogares de los judíos, –dijo Yasher–, les
mentían diciendo que se habían ganado la lotería y que los
llevarían de viaje, les pedían que empacaran sus equipajes y se
los llevaban en los trenes hacía Auschwitz.
– A veces los maltrataban al instante, –murmuró Adler–, los
sacaban de las viviendas y les robaban las pertenencias para así
enviarlos a los trenes de la muerte… ¡Oh! Olvide esto, cuando
estaban en sitios públicos los buscaban para humillarlos delante
de todos, buscaban a aquellos que tenían una insignia amarilla.
– Siempre odié a esas malditas insignias, –masculló Yasher–, eran
símbolos discriminatorios y segregacionistas. Aunque para los
romaníes, vagabundos y criminales se usaba una insignia roja.
Adler se conmovió y le lanzó una mirada de repulsión y aversión
hacía Jericco. Yasher volvió a tomar la palabra mientras Adler se
quedaba sin argumentos.
– Eran viajes agotadores, –dijo Yasher–, en algunas ocasiones las
personas morían en los vagones cuando intentaban escapar,
pero, ya sabes… Los soldados les disparaban hasta reventarles
las membranas de balas.
– En algunos momentos, los soldados les disparaban a los vagones
mientras las víctimas dormían, –dijo Adler–, era una completa
pesadilla.
– ¡Jah! –Bramó Yasher–, la pesadilla no terminaba hasta que
morían en una cámara de gas.

103
– La gente se desmayaba del susto cuando veían los campos a los
que fueron enviados, –contó Adler–.
– Se veían obligados en cambiarse sus ropas por un uniforme de
prisión con tela rayada, –dijo Yasher–.
– No sólo eran judíos con los que arremetían, –agregó Adler–, sino
testigos de Jehová, gitanos, negros y hombres homosexuales con
los que hacía experimentos,
– ¿Cómo es que entraban las personas a las cámaras de gas? –
Preguntó Yasher, perturbado–.
– Les mentían con la excusa de que los llevarían a darse una
ducha, –respondió Adler–, y allí se quitaban la ropa hasta que
morían por el gas mostaza que los hacía sufrir lentamente…
– Y, se asfixiaban por la presencia de otros gases venenosos, –dijo
Yasher–, cianuro de hidrógeno, dióxido de carbono y monóxido
de carbono.
– Los dejaban a oscuras en la cámara de gas, –decía Adler–, el
veneno los intoxicaba y los hacía gritar de dolor, eran alaridos
de sufrimiento y pánico que nadie querría escuchar.
Yasher estaba fatigado.
– Después amontonaban sus cuerpos en medio de los campos de
concentración, –continuó con la voz temblorosa–, los quemaban
o les dejaban ahí, descomponiéndose….
Ambos soldados se acongojaron y derramaron un par de lágrimas,
no podían contener el odio hacía Jericco. Adler se acercó a Jericco
y empezó a patearlo en el estómago, una y otra vez. Jericco estaba
ahogado en el dolor, los golpes en el estómago lo dejaron sin aire
hasta que Yasher caminó hacia él con una cubeta de agua fría y la
vació en su cuerpo desnudo.
Jericco tenía frío y temblaba mientras escupía sangre, los soldados
no dejaron de patearlo hasta que recordaron que debían entregarlo
104
vivo, porque Jericco tenía que estar presente en un tribunal para ser
penalizado por todos los daños, además, debía confesar los secretos
que los nazis tenían ocultos. Todos pensaban que Jericco era la
típica basura nazi que les hacía daño a las personas por placer, y lo
que el mundo desconocía era que, Jericco escondía un secreto muy
grande que explicaba la razón de su labor con el imperio de Hitler.

105
Capítulo 11: Masacre berlinesa.

El viaje duró seis horas y la locomotora se detuvo en Kreuzberg,


Berlín, para ser trasladado al Kammergericht, el palacio de justicia.
En Kreuzberg, no sólo lo esperaba un auto blindado resguardado de
militares armados sino una multitud enloquecida y encrespada. Los
periodistas lo esperaban con cámaras y micrófonos que mantenían
al mundo en alerta con noticias de última hora. Había una cantidad
inmensa de protestantes con carteles y megáfonos por todas partes,
la gente quería sacarlo del tren y humillarlo en vivo y en directo por
las cámaras de Alemania. Querían avergonzarlo y ultrajarlo para
que el mundo viese lo arruinado que estaba.
– Ya hemos llegado a Kreuzberg, –dijo Yasher–, mucha gente ha
venido hasta aquí para la linchar a ese desgraciado.
– ¿Crees que sea buena idea cubrirlo? –Preguntó Adler–, hace
mucho frío y míralo, está congelándose y ni siquiera trae ropa
puesta.
– ¡Ese maldito es un asesino! –impugnó Yasher, arrogantemente–.
Que muera de frío y en la vergüenza internacional, merece sufrir
cada segundo de su maldita vida.
– Así como mucha gente murió por su culpa, –murmuró Adler con
odio–, no tenemos por qué sentir lástima por esa vil escoria.
La temperatura estaba en cinco grados centígrados y Jericco estaba
mojado, los músculos le temblaban constantemente al igual que su
barbilla, estaba quejumbroso porque sentía desgarres musculares,
sus músculos se retorcían y sus labios se pintaban de morado. Y
además, no iban a cubrirlo para que toda Berlín lo viese desnudo.
¿Qué mayor humillación que esa?

106
Yasher arrastró a Jericco y lo levantó de golpe hasta lanzarlo
contra la puerta del vagón, Adler lo desató y le quitó las esposas
rápidamente porque el chofer lo esperaba en un auto clásico de los
40. Yasher sujetó de un brazo a Jericco y Adler lo tomó del otro, las
uñas de Yasher enrojecía la delicada piel de Jericco con cortadas y
aruños.
Los hombres lanzaron fuertemente a Jericco desde el vagón con una
patada que lo enterró de cabeza en el pavimento, la multitud
enloqueció y comenzó a lanzar gritos de odio que berreaban con
furor, repudio y desprecio. La fisionomía de Jericco se golpeó de
una manera tan fatal que lo hizo gemir con un lamento de dolor, la
piel de sus mejillas se rompieron y su frente se colmó de moretones
instantáneos que aparecieron con vehemencia, Jericco juntó sus
manos temblorosas en el suelo mientras intentaba apoyarlas para
levantarse, e inesperadamente, Adler arremetió contra él una fuerte
patada en la parte trasera de la cabeza que lo hizo estrellarse de
boca en el piso, su barbilla se quebró y su boca se rompió en
pedazos, Jericco empezó a perder el conocimiento mientras jadeaba
sufrientemente. Yasher le pisó las manos con la cantonera del arma
y se las aplastó furiosamente. Sus manos estaban hinchadas, tanto
que parecían estar rellenas de una sustancia amoratada que le daba
un color cárdeno a su piel.
Jericco estaba cansinamente adolorido y debilitado con la fuerza de
los golpes, ni siquiera podía pensar claramente en lo que le sucedía.
Los rugidos de la multitud lo intranquilizaban, su respiración estaba
agitada y entrecortada. La boca y la nariz derramaban chorros de
sangre helada que transpiraban su sudor, con la mirada pérdida y
el corazón roto, miró al cielo y dio un último suspiro. Súbitamente,
alguien de la multitud le arrojó una botella de vidrio que se rompió

107
en su cabeza, Jericco soltó un grito de dolor y pesadez hasta que se
fue quebrantando poco a poco, estaba perdiendo mucha sangre y ya
sentía las consecuencias de ello. La multitud entera se sulfuró y se
inquietó al verlo desfallecerse, los ojos infernales de la gente eran
perturbadores y abominables. Sabían que era el momento perfecto
para destruirlo, empezaron a escupirlo y a gritarle vulgaridades con
voces estentóreas. Jericco se sentía miserable y vulnerable, no tenía
ni idea de lo que estaba por llegar.
Los habitantes de Frankfurt, Múnich, Hamburgo y Colonia se
reunieron en Berlín para estar presentes en el juicio de Jericco. Se
comportaban como bestias alemanas que vociferaban berridos de
animadversión y rencor, se estaban peleando entre sí para caminar
hacía Jericco y acribillarlo a sangre fría, se escuchaban disparos
frenéticos que retumbaban una balacera festiva de resentimientos.
Había demasiados muertos en la protesta de Berlín, mucha gente
estaba muriendo tras ser disparados o aplastados por la afluencia,
todos estaban matándose unos a los otros tras la viva discordia que
sentían hacía Jericco Goldstein. Adler intervino junto a Yasher y
levantaron a Jericco rápidamente, a Jericco le sangraba la cabeza y
estaba desmayándose de hambre y sed, la fuerte tensión hacía él lo
perjudicó mentalmente hasta que se perdió en una profunda laguna
mental que lo ahogó en sus pensamientos.
Jericco arrojó una mirada vacía y perpleja al infierno que lo ceñía,
su debilitado cuello crujió con sus vertebras hasta que su cabeza se
echó hacía abajo, tumbó la mirada a sus pies mientras los hombres
lo sostenían de los hombros, derramó una lágrima de abatimiento
que reventó como a un globo sus emociones más oscuras, Jericco
estaba cayendo nuevamente en los recuerdos más deplorables de
Pléyades, cuando fue arrestado en el Campo de los Olivos.
108
Mientras los soldados lo llevaban hacía el auto perdía el equilibro
con la vista ofuscada en los estragos del presente. Jericco se tropezó
con sus pasos y se enredó los pies cayendo de rodillas, y de repente,
alguien le disparó a Yasher en la cabeza con un rifle volándole los
sesos, se desmoronó al suelo y Adler lanzó una mirada perturbada,
abrió la puerta del auto y metió a Jericco rápidamente. Adler entró
al auto y se sentó al lado de Jericco, cerró la puerta trasera y el
chofer aceleró velozmente esquivando la multitud.
Era un Volkswagen negro que le pertenecía al Teniente Coronel,
Ademaro Zimmermann, un anciano respetable por la escuela militar
alemana. El hombre caucásico de cabello blanco tenía una cualidad
muy interesante en su fisionomía, un ojo azul y otro marrón; era un
sujeto altivo y arrogante que presumía de su experiencia académica
para menospreciar a sus inferiores. Había una tensión abrumadora
entre Adler y él, el Teniente impedía una conversación por la mala
vibra que transmitía, pero Adler cedió su palabra por respeto.
– ¿Cómo has estado Señor Zimmermann?
Ademaro lo miró soberbiamente y frunció la boca con desprecio.
– Estoy bien, –respondió con suspicacia–.
Adler se intimidó un poco, miró hacía la ventana y el aire despeinó
su cabello, el Sol iluminaba el color verde de sus ojos. El Teniente
lo ignoraba completamente, era un viejo gruñón y déspota.
– Ah… Me contenta –dijo Adler, mirando a Jericco desde el espejo
del retrovisor–.
Ademaro le devolvió la mirada y constriñó la frente hasta que la
esquivo con frialdad.
– ¿Cuándo lo encontraron? –Le preguntó Ademaro–.
109
– Yasher lo encontró ayer en el Hospital de Heidelberg, estaba a
punto de huir, –respondió Adler, disciplinado–.
Ademaro miró a Jericco fríamente desde el espejo del auto.
– Lo despedazarán en la corte suprema –dijo Ademaro–.
– ¿Lo llevaremos al Juez hoy mismo? –Preguntó Adler, arqueando
una ceja–.
– Sí, –asintió Ademaro–, aunque no se le asignó abogado para que
participe en su juicio. Primero asistirá al Gran Jurado, donde se
realizará una serie de acusaciones formales en la audiencia,
mientras se consigue la información necesaria para el Juicio
Final.
– ¿Por qué no hay abogados en el caso? –Preguntó Adler–.
– Ningún abogado quiso ir a la corte para defender a ese maldito
nazi, –respondió Ademaro–.
– ¿Y todavía no le han conseguido uno desde que despertó del
coma? –Preguntó Adler, nuevamente–. Escuché que ya tenía uno
que lo defendería.
– Lo asesinaron de manera extraña, –respondió Ademaro con la
voz distante–, lo encontraron en la bañera de su baño con una
herida de bala en la frente.
– ¿No fue un suicidio? –Preguntó Adler–.
Adler estaba atónito y boquiabierto.
– Eso fue lo que pretendieron los criminales responsables de su
homicidio, –respondió Ademaro, levemente–. Ya se descartó la
opción del suicidio, pero, no se encontraron sospechosos ya que,
nadie quiere y a nadie le importa que Jericco sea defendido por
un abogado, igual irá a prisión.
Adler volteó a mirar hacía el asiento trasero y observó a Jericco.

110
– Él no puede morir, –dijo Adler–, porque si lo hace no se le hará
justicia a la historia de Alemania… Creo que está sangrando
mucho de la cabeza.
Ademaro lo miró y luego volteó la mirada hacía la ventana, arrojó
un escupitajo que cayó en el rostro de una mujer que andaba en la
calle, lo hizo a propósito.
– ¿Qué le pasó en la cabeza? –Le preguntó Ademaro, fríamente–.
– Le quebraron una botella, –respondió él–, y no será adecuado
llevarlo a un hospital nuevamente.
Ademaro cogió un trozo de tela y se la lanzó en la cara a Jericco,
luego miró con hostilidad a Adler.
– Ahora ve y cúbrele la herida para que deje de sangrar antes de
que lleguemos al tribunal, –dijo Ademaro con altanería–.
Adler le regresó una mirada de contrariedad e hizo una mueca de
incomodidad con la boca, él se dio la espalda y alargó los brazos
para así cubrirle la herida sangrante.
– Ya lo hago, –dijo Adler, disgustado–.
Adler comenzó a vendar la cabeza de Jericco, él estaba desmayado.
– Lo más probable es que hoy mismo le validen la orden de
detención, –añadió Ademaro–. Ya tenía orden de arresto, pero,
deberá ser trasladado a una prisión de máxima seguridad hasta
que el último juicio establezca su cadena legítima.
Adler terminó de vendarlo y lo ajustó en el asiento, giró dándole la
espalda y limpió sus manos con una servilleta usada.
– Eso me conforta, –dijo Adler–, supongo que la policía se llevó el
cuerpo de Yasher a la morgue, su familia está en Heidelberg…
111
– ¿Le dispararon en la cabeza? –Le preguntó Ademaro, dudoso–.
– Sí, –asintió Adler, conmovido–. Esto es fatal, será una semana
muy angustiosa.
– Es muy probable, el pueblo alemán no se detendrá hasta meter en
la cárcel a ese maldito criminal, nadie se conformará con una
sentencia de muerte porque será una escapatoria para él.
– Tienes razón –concordó Adler–.
En menos de 15 minutos llegaron al Tribunal Superior de Justicia
de Berlín, también era llamado el Kammergericht por el pueblo
alemán. El Kammergericht es el tribunal más antiguo de Alemania y
fue fundado en la segunda mitad del siglo XV, por el príncipe
Federico II de Brandeburgo. El tribunal era un edificio de cinco
pisos con la fachada de una inmensa mansión, tenía una torre que
sobresalía en el medio de su estructura y se lucía de cientos de
ventanas de cristales, era un bellísimo palacio. Tenía un inmenso
jardín verde en el que reinaban arbustos y árboles pequeños, era el
Heinrich-von-Kleist Park, un parque estatal en donde solían ir los
niños con sus padres; había algunos monumentos históricamente
atractivos como esculturas de bronce, el parque tenía una pequeña
similitud con el incomparable Central Park de Nueva York.
Adler se bajó del Volkswagen y junto a Ademaro sacaron a Jericco,
Adler lo sujetó de las manos y Ademaro lo tomó de los pies. Jericco
estaba desmayado y no tenía fuerzas para moverse. Lo tiraron en el
suelo como si fuese un costal de basura y solaron un bufido, estaban
fatigados y agotados.
– ¡Éste animal pesa demasiado! ¡Maldición! –Exclamó el viejo
Ademaro, malhumorado–.

112
Adler lo miró y se secó el sudor de la frente, estaba agotado después
del largo viaje desde Heidelberg.
– ¿No es raro que no haya personas protestando en el parque? –
Preguntó Adler, preocupado–.
– ¡No, no! –Bramó Ademaro, confuso–, o sí, sí… Es raro, seguro
no saben que ya estamos aquí, no tardan en venir los periodistas
y los protestantes.
– Mejor levantemos al maldito antes de que llegue la gente –dijo
Adler, repentinamente–.
Adler lo haló de los pies mientras su cuerpo se llenaba de raspones,
Ademaro tomó las manos de Jericco con molestia y aversión hasta
que a patadas lo empujó hacia el interior del Kammergericht. En la
entrada estaban dos oficiales: Benno Spranger, un joven caucásico
de ojos azules y cabello marrón, Benno pertenecía al cuerpo de
policía berlinés, y Charlotte Glücksmann, un joven pelirrojo de ojos
café y nariz respingada nacido en Colonia, estaba empezando a
trabajar como oficial en Berlín.
Ambos oficiales abrieron la puerta de entrada y recibieron a Jericco
en sus brazos, Adler lo levantó con sus manos apoyadas en la
espalda de Jericco y se lo arrojó encima a los oficiales, ellos se
miraron entre sí con un gesto de disgusto y antipatía. El interior del
Kammergericht era realmente hermoso, un divino palacio elegante
en el que se observaban los pisos del edificio con enormes columnas
y lámparas lujosas, la cubierta superior del edificio tenía una
estructura curva que destacaba su belleza europea, y al final del
salón, estaba una sofisticada y primorosa escalera que llevaban el
camino hacia la entrada de la sala del tribunal.

113
Charlotte le lanzó una mirada despreciable e irritante a Jericco,
Benno lo observó detalladamente, estaba pensativo y confundido, no
sabían que ése hombre con aspecto de vagabundo era el sujeto más
odiado del mundo. Ademaro lanzó la puerta y la cerró de golpe.
– ¿Quién es este tipo? –Preguntó Charlotte, boquiabierto–.
Benno le lanzó una mirada fría a Adler y miró a Jericco con rabia.
– Es el famoso Jericco Goldstein, –increpó Ademaro–, lo hemos
traído para que sea juzgado por sus crímenes.
– ¿Por qué está tan mal herido? –Preguntó Charlotte, sensible–,
así no podrá presentarse en el juicio.
– Cierra la boca, estúpido, –dijo Ademaro, arrogante–.
– Estamos en un tribunal, Señor, Ademaro, –impugnó Charlotte–,
al menos compórtate como un hombre de cultura y deja de ser un
pestilente vejestorio presumido.
Ademaro lo miró de arriba a abajo y se burló con una risa inmoral.
Benno miró a Jericco con una mirada extraña y grotesca.
– Parece a Jesucristo cuando sus discípulos lo bajaron de la cruz,
–comentó Benno, sarcástico–.
Adler vislumbró con repudio a Benno y se encolerizó.
– ¡Deja de hacer comentarios ridículos! –Increpó Adler–.
Benno se incomodó.
– ¡Cierren la puta boca! –Gritó Ademaro–, ¿En dónde está el juez?
– Está en la sala, –contestó Charlotte, soltando un bufido–, se los
advierto, sí no quieren enojar al juez, colóquenle algo de ropa a
ese hombre porque ustedes son los que quedarán como animales.

114
Ademaro miró a Charlotte y se detuvo a pensar hasta que algo se le
ocurrió. Ademaro se metió la mano en su bolsillo y sacó las llaves
de su auto, se las dio a Adler.
– En los puestos traseros del vehículo está un pantalón beige y una
camisa blanca, –dijo Ademaro–, tráeme eso ahora mismo.
– De acuerdo, –asintió Adler–.
Adler le quitó la llave de sus manos y salió.
– Iré al botiquín por algunos medicamentos, –dijo Charlotte–, ya
regreso.
Charlotte se dio la vuelta y corrió hacía la oficina principal.
– ¡Trae un poco de agua para el parásito! –Exclamó Ademaro–.
Adler llegó con la ropa y le entregó la llave.
– Aquí está su llave, señor, –dijo Adler, respetuoso–.
Ademaro se la arrebató y gruñó como de costumbre. Adler le quitó
las esposas a Jericco.
– Permíteme las prendas, –pidió Benno–, yo lo vestiré rápidamente
porque no quiero perder mi empleo por ustedes.
Adler le dio la ropa a Benno. Charlotte llegó de prisas con algodón,
alcohol antiséptico, gasas, vendas adhesivas y elásticas, y un vaso
de agua fría.
Ademaro se cruzó de brazos y les dio la espalda para no ayudar,
Benno terminó de vestir a Jericco y Charlotte lo levantó mientras le
ponía en la nariz un algodón impregnado de alcohol. Benno le quitó
la venda que tenía en la cabeza para ponerle otra nueva y le hizo un
gesto a Charlotte para que le diera una, Charlotte le puso en la

115
mano la venda elástica y Benno la ajustó en la cabeza de Jericco,
Adler tumbó de lado a Jericco y comprobó si tenía pulso, respiraba
débilmente, Benno humedeció los labios de Jericco con un poco de
agua y luego lo levantó.
Jericco soltó un resoplido y abrió los ojos repentinamente cuando se
topó con los oficiales y el soldado, Charlotte le dio el vaso de agua
y Jericco empezó a beber lentamente. Benno se sacó del bolsillo una
galleta triturada y se la obsequió a Jericco, estaban comportándose
amablemente con Jericco a pesar de su terrible reputación, Jericco
intentó comer un poco hasta que recuperó el ánimo para confrontar
el juicio y al mundo entero.
Ademaro se dio la vuelta y estalló en furia cuando miró la caridad
de los hombres.
– ¡Por Dios! –Gruñó Ademaro, coléricamente. ¿Acaso saben lo
que están haciendo?
Benno lo miró a los ojos, desafiante.
– ¿Tú si sabes lo que haces? –Le preguntó Benno–, porque no veo
qué tiene de malo ayudar a otro ser humano.
Ademaro se acercó a Benno de forma desafiante, Benno se levantó y
direccionó una mirada hostil hacía el atorrante vejestorio.
– ¿Sabes quién es ese maldito criminal? –Le pregunta Ademaro,
riñendo–.
Charlotte y Adler se incomodaron, se miraron entre sí y Jericco
observó a Ademaro con suspicacia.
– Sí, –asintió Benno, fríamente–. Aquí el único que no sabe quién
soy yo, eres tú, pedazo de carne vencida.

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Ademaro lo miró por debajo de su hombro y detonó una risotada.
– ¡Jajaja! –Bramó Ademaro–, no debatiré estos temas con alguien
tan miserable y menesteroso como tú. ¡Muerto de hambre!
Benno levantó los puños y sus ojos se enrojecieron por el coraje,
quería demoler a golpes a ese anciano presumido. Charlotte le tocó
sus manos y bajó los puños de Benno mientras miraba a Ademaro
con aborrecimiento. Adler sintió una abrumadora tensión y evadió
el momento incómodo.
– Buscaré al juez, –dijo Adler, incómodo–.
Charlotte lo miró.
– ¡No! –Negó con la voz gutural–, seré yo mismo quien lo busque.
Jericco vislumbró el interior del tribunal con una mirada irresoluta,
estaba debilitado. Ademaro, lo observaba como a un maldito insecto
que debía ser triturado.
– Okay, –dijo Adler–.
Charlotte salió disparado hacía la sala y mientras subía las
escaleras, Benno le habló a Jericco con una voz de indulgencia que
fastidiaba los oídos de Ademaro. Adler sentía la tensión y prefería
no involucrase en la conversación, le temía a Ademaro.
– ¿Cómo te sientes, Señor? –Preguntó Benno–.
– No lo sé, –respondió Jericco con la voz estremecida–, me siento
quebrantado. Me duele mucho la cabeza, todo está girando…
– ¿Estás listo para ver al juez esta tarde? –Preguntó Benno–.
Ademaro y Adler miraron a Jericco furiosamente, creyeron que su
respuesta iba a ser negativa.

117
– ¡Sí! –Graznó Jericco–, estoy listo para defender mi verdad y
acatar mis derechos como alemán. Nadie querrá ser mi abogado
y la verdad no necesito a nada más que a mí mismo, sí quieren
meterme en prisión háganlo, me entrego yo mismo. Estoy listo
para escuchar los falsos testimonios sobre mí.
Benno se estremeció y los otros dos quedaron deslumbrados porque
esperaban una mala respuesta. Charlotte cerró de golpe la puerta
de la sala, los presentes se voltearon hacia atrás por el inesperado
bramido y vieron que Charlotte venía corriendo, tenía el rostro
constreñido. Los hombres se inquietaron para escuchar la noticia
del juez.
– ¿Estás consiente de los cargos que te están hostigando ante la
ley? –Preguntó Benno, seriamente–.
– Completamente, –asintió Jericco, ligeramente con la cabeza–. No
tengo miedo.
Charlotte llegó y todas las miradas se apuntaron hacía él.
– ¡El juez quiere verlo! –Exclamó Charlotte–, dice que lo lleven
para conversar con él en privado.
– Yo mejor me voy a casa, –dijo Ademaro, repentinamente–, no me
importa lo que le hagan a ese maldito criminal, espero que me
regresen mi ropa.
Ademaro les dio la espalda y se fue sin despedirse.
– Que se vaya a lo más lejos que pueda, –musitó Benno–, a nadie le
importa.
– Yo también me voy, –dijo Adler–, mi deber fue traer al nazi para
el tribunal. Les deseo suerte, hasta luego.

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Adler caminó rápidamente detrás de Ademaro. Jericco se puso de
pie y caminó en círculos mientras su vista estaba cegada.
– Creo que esos dos son amantes, –susurró Charlotte–, ¿Al soldado
le gustan viejos?
– ¿Tú crees? –Le preguntó Benno, irónicamente–.
– No lo sé, –negó Charlotte con la cabeza–, a mí se me hace que
Adler cogió con Ademaro para que lo ascendieran de rango.
– Jajajaja, cierra la boca, imbécil, –dijo Benno, riéndose–, mejor
llevemos a Jericco con el juez.
Charlotte esposó a Jericco y Benno cogió los primeros auxilios del
suelo para colocarlos en su sitio, Benno dejó caer la botella de
alcohol y el recipiente se quebró en el suelo, Jericco dio un salto
repentinamente de nerviosismo cuando escuchó el sonido y cayó de
rodillas, estaba afrontando una severa crisis mental a la que nunca
le había prestado atención.
Charlotte lo levantó y Benno lo ayudó a subir las escaleras hasta
que llegaron a la puerta de la sala, Charlotte abrió la puerta y
entraron a la sala rápidamente hasta que se toparon con el juez, la
sala estaba vacía, el juez estaba sentado en su sillón mientras
tomaba una taza de té, sus piernas estaban extendidas con los pies
puestos sobre la mesa de sus documentos.
El juez era un viejo gordo y amargado, tenía la piel amarillenta y
una larga barba blanca. Era Carl Sweettumberg, traía puesta una
toga negra que cubría la totalidad de su cuerpo.
– ¡Jericco Goldstein! –Rugió Carl, estrepitosamente–. Así que tú
eres el hombre más aclamado del siglo 20.
Los oficiales se situaron a un lado de Jericco sujetándolo de cada
brazo, el juez bajó sus pies y los lanzó de golpe al suelo.
119
– Aquí me tienes, –dijo Jericco–, me entrego completamente a la
ley. ¿Para qué puedo servirle, señor juez?
– Eso no te lo cree nadie, –replicó el juez–, ni siquiera tú mismo te
crees esa abominable calumnia.
– No tengo nada que perder, –impugnó Jericco, serenamente–.
Refréscame la mente para saber de lo que me acusan, ¿Serías tan
amable?
– ¡Homicidios en primer grado! ¡Violación de los derechos
humanos! ¡Abusos sexuales! ¡Secuestros! ¡Robos! ¡Torturas!
Jericco se carcajeó tras oír los atronadores gritos del juez.
– ¿Abusos sexuales? –Preguntó Jericco, dudoso–.
– ¡La fiscalía ha encontrado muchos testigos en tu contra! ¡No
saldrás de esta! –Exclamó Carl, insistentemente–.
– ¿Cuánto les pagaron a los testigos para que actuasen en mi
contra? –Le preguntó Jericco, desafiantemente–. ¡Sólo mienten!
– ¿Ah, ¿sí? –Le preguntó el juez, estaba sudando del furor–, ¿Qué
me dices de los homicidios en la Zona 13?
– ¿Yo era el único trabajador de ese sitio? –Preguntó Jericco muy
seguro de su argumento–. ¡Dime! ¿Soy el único que sobrevivió de
la Zona 13? Porque si no mal recuerdo, yo fui obligado a firmar
un contrato que me hacía la mano derecha del Dr. Stephenberg,
me amenazaron con enviarme a Auschwitz sí yo no quería formar
parte de la oligarquía nazista.
Los oficiales se entumecieron tras escuchar la versión de Jericco.
– Será mejor que lo cuentes todo mañana en la corte, –dijo Carl,
enfurecido–, porque yo no le creo a un miserable parásito como
tú. ¡Llévenselo! Mañana a las 9:00 am será el juicio, tenemos las

120
pruebas y los testigos suficientes para hundirlo en el fondo de la
miseria.
El juez le lanzó una profunda mirada de odio a Jericco. Carl bajó
de su sillón y salió de la sala con el rostro constreñido del coraje,
los oficiales miraron a Jericco con una confusión extraña.
– ¡Wow! Tú sí que tienes bolas, amigo –dijo Benno, boquiabierto–,
nunca antes alguien le había hablado de esa manera al señor
Sweettumberg…
Jericco lo miró pensativo e hizo un gesto con las cejas.
– ¡Sí, jajajaja! –Se carcajeó Charlotte, deslumbrado–. La gente
siempre le teme porque piensan que los enviarán a prisión, pero,
tú…
– Tú sí que lo sacaste de sus cabales, –coincidió Benno–, no puedo
esperar más para el juicio de mañana.
Jericco estaba indiferente, al mismo tiempo no pensaba en lo malo
que venía para él.
– Quizá y mañana sea el primer y último juicio que hagan en tu
contra, –dijo Charlotte–.
– ¿Por qué? –Cuestionó Jericco–. Ya no me importa, mi vida está
completamente destruida. ¿Para qué dar manotazos de ahogado?
– Porque muchas personas han venido a hacer denuncias en tu
nombre, –comentó Benno–.
– ¿Saben? –Agregó Jericco–, es irónico que la gente que realmente
merece estar tras las rejas haya escapado, mientras que yo sólo
fui una víctima más del montón.
– Todos te odian por haber formado parte de la Zona 13, –comentó
Benno–.

121
– Entendemos que muchos hombres con doctorados y con grandes
títulos universitarios fueron reclutados por los Nazis. –Dijo
Charlotte–.
Jericco estaba conmovido y en su interior había un corazón latente
de miedo, quizá tenía mucha aflicción que debía esconder por su
bien.
– ¿Por qué están conversando conmigo? –Les preguntó Jericco–. A
veces pienso que los mandaron a sacarme información, sí soy el
hombre más odiado del maldito mundo, no sé por qué razón me
tratan como a una persona normal.
– Lo que sucede es que, –explicó Benno con un ademán–, nosotros
tenemos sentido común y no pensamos como cualquier comunista
de Europa.
Charlotte soltó un estornudo y sacó un pañuelo de su bolsillo para
limpiarse la nariz.
– Y también que, –dijo Charlotte–, hemos visto casos de corrupción
y chantaje por parte de la fiscalía berlinesa, y tú caso está siendo
manipulado por manos negras que quieren matarte.
– Alguien está haciendo lo posible para mantenerte callado, –dijo
Benno, cauteloso–, creo que debes tener mucho cuidado porque
tu vida puede estar en riesgo desde ahora.
Jericco estaba preocupándose por aquello que decían los oficiales,
quienes aparentemente eran de confiar y estaban comportándose
bien con él.
– ¿Creen que sea John Stephenberg? –Les preguntó Jericco–, no sé
qué sucedió con él después de….
Jericco quedó mudo y sus palabras se entrecortaron, prefirió callar.

122
– No, –negó Charlotte con la cabeza–, hace años lo encontraron
muerto. Al parecer se suicidó, se cortó las venas con una espada.
– ¿Qué? –Dijo Jericco en voz alta, pasmado–. Maldita lombriz
enferma, me jodió la vida para siempre y ahora me entero de que
se mató…
– Lo mejor es que te prepares para mañana porque todo lo que
digas podrá ser usado en tu contra, –musitó Benno–.
Jericco actuaba como si no le diese importancia a nadie. Pero desde
muy adentro tenía nervios y ansiedad de lo que estaba por suceder.
– Sí, –movimiento afirmativo con la cabeza–, estoy listo. No tengo
miedo, sé lo que hice y lo que no hice.
– Bueno, amigo, –asintió Charlotte–, ya es hora de llevarte a la
comisaría para que pases la noche allá.
– ¿Qué hora es? –Preguntó Benno–.
Charlotte introdujo su mano en el bolsillo y sacó su reloj de plata.
– 6:54 pm, –respondió Charlotte–, vámonos antes de que sea más
tarde. Lo llevamos a la comisaría y regresamos para cenar, estoy
hambriento.
– De acuerdo, –dijo Benno–.
Al salir del Kammergericht, estaba una sofocante multitud de
personas con letreros que ilustraban imágenes de Jericco, algunos
eran burlas y otros reflejaban el profundo odio que tenía hacía él
con imágenes íntimas, en algunas fotografías le tachaban la cara a
Jericco y le dibujaban obscenidades mientras que otros, quemaban
fotografías de Jericco.
– ¡Destripen al Nazi! ¡Aplastemos al último Nazi! ¡Aplastaremos
su cabeza! –Gritaba la gente, sucesivamente–.

123
– ¡El último Goldstein debe desaparecer! –Bramó una mujer en la
multitud–.
– ¡Inyectemos colorante en sus ojos! –Exclamó un hombre
ruidosamente–.
– ¡Maldito pedazo de mierda! –Prorrumpió un anciano–.
– ¡Hijoputa! –Continuaron gritando–.
– ¡Gilipollas! –Bramó una voz femenina–.
– ¡Te follarán en prisión, cabronazo! –Rugió una voz clamorosa–.
Jericco se estremeció antes los gritos, los chiflidos y los atronadores
golpes que la multitud hacía al golpear los carros, al lanzar rocas y
al quebrar vidrios, en algunas zonas de Berlín había saqueos que
hacían de la ciudad un infierno, los alemanes no iban a descansar
hasta ver que Jericco pagase la condena que merecía según ellos.
Benno y Charlotte corrieron rápidamente hacía el auto, Jericco
tenía un abrigo encima que cubría su rostro para evitar el desastre
que ponía en riesgo la vida de los tres, cuando abrieron la puerta
del auto empezaron a lanzar pesadas piedras que quebraron los
vidrios de las ventanas, la gente comenzó a correr hacia el auto y lo
rodearon en círculo mientras lo empujaban, se lanzaban encima del
auto y arremetían las ventanas con cabezazos y patadas bestiales.
Charlotte aceleró y la gente se apartó rápidamente, aunque muchos
fueron arrollados hasta que abandonaron la carretera, pero otros se
resistían y corrían detrás del auto a toda velocidad. Los hombres se
llevaron a Jericco para la comisaría que estaba a unos minutos del
Kammergericht. Charlotte condujo al volante en al auto de Benno y
Jericco se sentó en el asiento trasero, estaba jadeando y bufando del
susto con mucho agite. El auto era un Volkswagen verde.

124
La pesadilla culminó cuando perdieron de vista a las personas del
caos, la noche estaba reinando en la ciudad y la gente continuaba
las protestas.
Cuando llegaron a la estación policial, había una enorme barricada
de policías protegiendo a la comisaría para la seguridad de todos.
Las autoridades tomaron medidas estrictas para la protección de
Jericco, debido a que Berlín y otras ciudades de Alemania estaban
en una situación crítica.
El auto se detuvo y los policías lo rodearon parcialmente en un
círculo, un trío de ellos abrió la puerta trasera del auto y bajaron a
Jericco hasta que lo llevaron muy rápidamente a la celda en donde
pasaría la noche. La estación policial era un amplio edificio de dos
pisos, parecía ser un sitio cómodo para los detenidos y mejor que la
cárcel a la que seguro llevarían a Jericco.
Jericco fue bien recibido por los funcionarios de la policía, tenían
órdenes muy estrictas sobre el cuidado que debía recibir para ser
llevado a juicio el día siguiente. Pero no a todos les agradaba
Jericco, algunos no podían verlo por el repudio que le tenían. Los
policías que lo llevaron a su celda se quedaron con él de vigilancia,
y en lugar de permitirle descansar empezaron a darle la peor noche
del año.
Los policías que lo acompañaban eran: Volker Burmeister, Luther
Wagner y Derek Brander, eran realmente parecidos en cuanto a su
físico y en la pobre mentalidad, tenían características muy similares
entre sí, eran gordos blancos con piel enrojecida, actuaban como
idiotas y eran calvos. Tenían entre 40 y 50 años, eran viudos y
divorciados que se gastaban la vida bebiendo cervezas y yendo a
bares nocturnos.

125
La celda de Jericco era verdaderamente pequeña, había un colchón
viejo manchado de sangre y olía a orina de rata, y ahí debía dormir
Jericco para despertar temprano al día siguiente. Había un retrete
tapado de excremento mohoso, deliberaba una fetidez nauseabunda
y las tuberías estaban rotas.
Jericco estaba helándose con el frío de la noche, no podía dormir
porque ni siquiera le quitaron las esposas para estar dentro de la
celda. El trío de policías amedrentaba a Jericco, hablaban en voz
alta.
– Ademaro dice que es un hijo de puta, –comentó Luther, su voz
era estrepitosa–.
Los policías miraron a Jericco y empezaron a reírse.
– Ya quiero verlo pudrirse tras las rejas, –dijo Volker–.
Volker lanzó una mirada iracunda contra Jericco, fue un proyectil
de amenazas.
– Muy pronto, –susurró Derek, pensativo–, Ademaro dice que el
juez es muy amigo de él.
Luther miró a Derek y lanzó un resoplido.
– Dudo que lo deje libre con todas las evidencias que tienen para
el nazi, –dijo Luther, respingado–.
– Ademaro tiene mucho poder, –arrojó Volker, irascible–, lo
suficiente como para poner al mundo entero en su contra.
– ¿Y sí queda libre? –Preguntó Derek, dudoso–.
– ¡No, imbécil! –Bramó Luther, circunspecto–, el juez dijo que
mucha gente ha declarado testimonios falsos que lo llevarían a
prisión.
– ¿No sabes cuál sería la pena máxima? –Preguntó Volker–
126
– No sé, –respondió Luther–, pero no será pena de muerte porque
quieren verlo sufrir en vida.
– Escuché que son más de 17 cadenas perpetuas, –susurró Derek–.
Jericco escuchó un poco y miró a Derek, pasmado. Luther y Volker
se sorprendieron.
– Hablemos un poco con un tono más bajo, –dijo Luther–, creo que
nos está escuchando.
Volker se río burlonamente para enfadar a Jericco.
– ¡No importa si nos escucha! –Exclamó Volker, sonriendo con
malicia–, así sabe lo que le espera mañana.
Derek estaba boquiabierto con la condena que estimaban para la
sentencia de Jericco, hasta ellos sabían que estaban manipulando el
caso.
– ¿Cómo es posible 17 cadenas perpetuas? –Le preguntó Luther a
Derek–.
– Sí, –asintió Derek, disimuladamente–, eso me contó Adler. Quizá
y son más…
– Es lo máximo que podrían darle a alguien, –dijo Volker,
sonriente–, lo volverán mierda en la cárcel de máxima seguridad.
– Sin derecho a libertad condicional, –comentó Derek–, lo llevarán
a la peor prisión de Alemania.
– ¿A cuál? –Le preguntó Luther–.
– No me digas que… –Dijo Volker, pensando en algo sombrío–.
Derek interrumpió a Volker y los hombres quedaron atónitos.
– ¡La prisión de Spandau! –Vociferó Derek–.

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Luther se impresionó y quedó boquiabierto. Volker detonó una
fuerte risotada de perversión y odio.
– ¿Qué? –Gritó Luther, estremecido–. Allá lo despedazarán y lo
aplastarán como a una cucaracha.
Jericco estaba de pie en la esquina de la celda, mirando la Luna
llena a través de las rejas de acero que cubrían la ventana, sus ojos
marrones se iluminaban con el brillo de las estrellas ocultas entre
las nubes grisáceas. Sentía un vacío tan grande que nadie podía
llenar, estaba repleto de decepciones vivas que mantenían el rencor
ardiendo en su estómago.
– Eso es lo que se merece esta pobre rata maldita, –dijo Volker con
una mirada llena de odio–.
Derek se sonó los dedos.
– Ahí castigan de la peor manera a los presos, –comentó Derek,
petrificado–, es algo que no se lo desearía nadie.
Luther miró a Derek y se cruzó de brazos. Jericco escuchaba todo lo
que hablaban.
– ¡Ese maldito nazi pagará todos sus errores allá! –Bramó Luther–
, no tendrán piedad de él.
– Así como no tuvieron piedad por los judíos, –coincidió Volker–.
Derek bostezó.
– Tengo mucho sueño, –dijo Derek–, intentaré dormir un poco.
– Yo igual, –concordó Luther–, tengo agotamiento físico de tanto
trabajar.
Luther y Derek se sentaron en los asientos del pasillo y cerraron los
ojos.
128
– Yo también creo que dormiré, –dijo Volker–.
Derek comenzó a roncar al quedarse dormido en cuestiones de
minutos. Luther expandió la boca y también se quedó dormido en un
profundo sueño, y Volker, se sentó en su asiento y tumbó la cabeza
de lado hasta que comenzó a soltar ronquidos de puerco.
Jericco seguía despierto, pensando preocupadamente en locuras sin
sentido que nacían de su estado de pánico y ansiedad; las horas
transcurrieron hasta que fue vencido por el cansancio, se acostó en
el viejo colchón para descansar la mente y el cuerpo de todo lo que
le había sucedido.

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Capítulo 12: Turbulencia explosiva.

26 de enero del 1947, Berlín.


7:00 am.
En la mañana de ese mismo día, Jericco despertó temprano porque
la ansiedad lo enterró en una tumba de desesperación. Aunque no
despertó de manera adecuada, Luther le vació una vasija de agua
helada en la cara de Jericco hasta que lo levantó de un golpe. Era
una mañana soleada y calurosa.
Volker abrió la celda y reajustó las esposas en las manos de
Jericco para sacarlo de la comisaría, Luther y Volker se encargaron
de llevarlo rápidamente al auto de la estación policial y Derek iba
de chofer, afuera de la comisaria había más de doscientos paparazis
que fueron enviados por las revistas y periódicos más relevantes de
Europa, los camarógrafos apuntaron directamente hacia Jericco
mientras que los cientos de reporteros lo acorralaban con preguntas
y grabaciones, el montón de personas provocaba un sofocante y
delirante calor.
El juicio fue adelantado por los fuertes disturbios en Alemania y el
tribunal se apresuró con la sesión, todos querían saber la decisión
final y ver qué carta sobre la mesa ponía las autoridades.
– ¡Señor! ¡Señor Goldstein! –Insistió una periodista–, ¿Qué siente
ahora al saber que serás condenado a cadena perpetua?
La mujer se metió en el camino y hostigó a Jericco con su micrófono
mientras que lo fotografiaban, una y otra vez.

130
– ¡Quítese señora! –Impugnó Luther, empujándola–, usted no es
juez ni abogada como para que ande hablando porquerías sin
sentido.
La mujer se cayó en el suelo y se enfureció, sus camarógrafos la
levantaron y ella estalló con clamores. Era una rubia tonta con
aires de superioridad, presumía vanidosamente de un abrigo de piel
y de su sombre con lentejuelas.
– ¡Usted acaba de agredirme en televisión nacional! –Replicó la
periodista, insistente–. ¿Acaso usted también apoya a los nazis?
¿Es usted un cómplice de Jericco Goldstein?
Volker se obstinó e intentó caminar más rápido en medio de la
afluencia.
– ¡Luther, no escuches a esta demente! –Vociferó Volker–.
La mujer se perdió en la multitud y otro periodista fustigó de
preguntas a Jericco. El flash de las cámaras le ocasionaba ceguera,
era imposible caminar en medio del gentío, eran fuertes escándalos
y gritos que rugían con el sonido de las cámaras.
– ¡Señor Jericco! –Bramó el periodista, alterado–, ¿Qué quiere
decirle a su nación al respecto? ¡Responda!
El periodista era delgado y tenía enormes ojeras, estaba nervioso.
Jericco lo miró a los ojos fijamente y le dio una respuesta matadora
que sorprendió a los paparazis.
– Yo era el nazi más mimado y apreciado de Hitler, era mi padrino
de bautizo, también recuerdo que cuando era niño. Me llevaba a
Auschwitz en navidad para elegir a un judío como mascota. ¿Ya
estás feliz con lo que escuchaste, señor?

131
El periodista quedó atónito con el punzante sarcasmo de Jericco y
lo perdió de vista. Jericco estaba risueño, no le importaba cavar su
propia tumba.
– ¡Maldito nazi! –Comenzaron a gritar todos–, ¡Nazi de mierda!
¡Cerdo!
– ¡Malnacido! –Exclamó un camarógrafo–.
– ¡Cabrón! –Gritó una mujer desde atrás–.
– ¡Malparido nazi hijo de puta! –Vociferó un hombre del gentío–.
Jericco miraba a las cámaras y pestañeaba con coquetería, se lucía
ante los fotógrafos cuando sonreía a las fotos y hacía ademanes con
sus manos.
– ¡Así mismo sonreirás cuando te cojan en prisión, perra! –Bramó
una fotógrafa–.
Jericco le lanzó una mirada y le guiñó el ojo.
– Espero que quieras estar ahí para que me fotografíes mientras
me dan por el culo, –comentó Jericco, irónicamente–.
La gente se enfureció y él empezó a reírse, estaba más que hundido.
Luther y Volker continuaba empujando a la gente para llegar al
auto con Derek.
– ¡Apártense! –Gritó Luther–, vayan a joder al tribunal.
– ¡No estorben! –Exclamó Volker, frenético–. ¡Muévanse ahora
mismo, malditos!
– ¡Gracias a todos por venir a verme! –Tronó la voz de Jericco,
soltando una detonante risotada–. Los esperaré en el infierno a
todos, ¡Ah, y por cierto! –Exclamó al detenerse–, me enorgullece
mucho ser el único nazi de la década.

132
– ¡Ya deja tu papel de payaso, pedazo de estiércol! –Le dijo un
periodista–.
– ¿Es verdad que usted estuvo muerto por cinco años? –Preguntó
desabridamente una periodista, en voz alta–.
Jericco sin direccionar su mirada a ella, respondió:
– ¡Estuve en Pléyades como un rey! –Contestó él–. No saben lo que
hice en otra vida mientras ustedes jodían con mi cuerpo vacío,
maricones.
– ¡Más maricón eres tú, perro sucio! –Replicó un hombre en la
multitud–.
– ¿Qué carajo es Pléyades? –Se preguntaba la gente–.
– ¿Usted afirma haber estado en otro mundo mientras su cuerpo
estaba en coma? –Le preguntó un hombre–.
– ¿Y qué es lo que acabo de decir, sordo maldito? –Le dijo Jericco
como respuesta–. ¡Yo estaba en Pléyades! ¡Me crucificaron como
al imbécil de Jesucristo y renací con el poder de la magia! ¡La
magia existe! ¡Aradia salvó mi vida! ¡Balam ha estado conmigo
siempre! ¡Soy el monarca de Pléyades!
Jericco cayó en un estado de demencia por el estrés y la ansiedad,
respondía sinceramente, aunque la gente lo veía como a un enfermo
mental.
– ¡Está loco! –Gritó una voz en la multitud–, ¡Es un jodido
psicópata!
– ¡Loco tus huevos, arrastrado! ¡No me hagan preguntas si no me
creerán! –Impugnó Jericco, frenético y exasperado–. Yo estoy
loco, pero, loco por cogerme a otro muerto.
– ¿Está actuando como demente para que reduzcan los cargos en
su contra? –Le preguntó un periodista–.

133
– No, no, no –negó él con la cabeza, estaba confundido–. Pero…
Acabas de darme una buena idea, gracias, bebé.
El periodista quedó estremecido con la extraña actitud de Jericco.
Volker y Luther lo llevaron hasta el auto, pero, Jericco no quería
entrar, estaba descontrolado e inquieto.
– ¡Suéltenme, gordos de mierda! –Les gritó Jericco, energúmeno–.
¡Malditos gordos asquerosos! ¡JAJAJAJAJAJA! ¡Gordos feos!
¡Parásitos con sobrepeso!
Jericco estaba forcejeándose mientras que lo intentaban meter en el
auto. Las cámaras estaban transmitiendo en vivo para el mundo,
Europa estaba conmovida.
– ¡Ya entra al auto, bastardo! –Exclamó Luther–, ¡Deja de llamar
la atención!
Jericco lo miró y se burló en su cara con una carcajada exagerada.
– ¡Cierra la puta boca, ballena afeminada! –Exclamó Jericco a
toda voz–. ¡Gordo cabrón! ¡Gordo marico! ¡Ay, cuidado se cae
porque rueda!
Luther estaba tan pálido al igual que una hoja de papel, sus mejillas
se enrojecieron, se sentía avergonzado porque todo el mundo estaba
mirándolo. Estaban riéndose de todas las incoherencias que Jericco
decía.
Jericco estaba constreñido de la risa, su extraña e insolente actitud
tenía enfadadas a las personas. Tenía mucha fuerza, los policías no
podían con él, estaba realmente terco y acelerado.
– ¿Ha consumido alguna droga? –Le preguntó una periodista–. ¿O
usted está ebrio?

134
– ¿Me está invitando a ir por unos tragos, señorita? –Le preguntó
Jericco–.
– ¡Responda! –Insistió ella–. ¿Usted consumió drogas hoy?
– No, –negó Jericco–, pero, la verdad se me apetece aspirarme 100
gramos de cocaína. ¿Alguien tiene marihuana?
Jericco los miraba a todos mientras les pedía hierba para fumar, la
gente se alejaba de él con miedo y asco.
– ¡Ese hombre está loco! –Exclamó una voz masculina–, no le
pregunten nada más.
– ¡Quiero fumar marihuana! –Gritó Jericco, nuevamente–, ¡Quiero
marihuana! ¡Necesito estar en Pléyades! ¡Roxette! ¡Roxette les
dirá todo lo que vivimos! ¿En dónde está Roxette? ¡Maldita sea,
Aradia! ¡Quiero ver a Aradia! ¿En dónde estoy? ¿En el Olimpo?
E inesperadamente, Jericco cayó al suelo y empezó a convulsionar,
comenzó a vomitar mientras su cuerpo se retorcía fuertemente en el
piso, su espalda se doblaba hacía atrás y sus extremidades se
sacudían con ímpetu hasta que expulsó espuma por la boca. El
estrés aumentó las ondas cerebrales y empezó a recibir intensos
impulsos eléctricos, la gente se apartó mientras lo fotografiaban
hasta que los policías lo cargaron y lo subieron al auto.
Derek condujo rápidamente la patrulla mientras que la horda de
periodistas y camarógrafos corrieron a sus carros para perseguirlos
hasta el Kammergericht, la autopista de Berlín parecía una pista de
carreras callejeras, y al mismo tiempo, era un maratón atlético de
personas corriendo aceleradamente para llegar al tribunal. Estaban
empujándose mientras se golpeaban y se agredían unos a los otros.
Los músculos de Jericco sufrían rigurosas contracciones, había una
perturbación en la función cerebral que estaba a punto de generar

135
una pérdida de conocimiento que podría impedir la sucesión del
juicio. Quizá y el origen de la convulsión era la herida en la cabeza
que tenía del día anterior, los dolores se hicieron más agudos en
medio de la noche hasta el amanecer. Aunque claro está, que en el
cerebro de Jericco había un daño muy grande por los venenos y las
drogas.
Volker y Luther estaban hablándole con calma mientras intentaban
tranquilizarlo, permanecieron a su lado hasta que Jericco volvió a
ser el mismo. Pasó un cuarto de hora cuando dejó de realizar los
movimientos automáticos, como: Pasarse la lengua por los labios,
masticar y emitir ruidos guturales que no provenían de sí mismo.
El hecho de haber convulsionado en medio de toda la multitud, era
un buen indicio de que el tribunal lo juzgaría como a un paciente de
mal estado de salud. No tenía sus cinco sentidos activos como para
pensar claramente sobre lo que estaba pasando, sin embargo, la
gente veía la poca importancia que Jericco le daba al saber que
pasaría el resto de su vida en una prisión.
La patrulla llegó al tribunal y se toparon con una aglomeración
verdaderamente masiva, los policías quedaron atónitos porque
necesitaban más refuerzos y sólo eran ellos tres. Cuando el gentío
vio que la patrulla estaba llegando abrieron un espacio mientras
retrocedían, sólo había una gran barrera de militares protegiendo
el Kammergericht antes de que la gente entrara a la fuerza.
Derek estacionó la patrulla en frente del tribunal y Luther abrió la
puerta trasera izquierda para salir, Volker salió por la puerta
trasera derecha y haló del brazo a Jericco con cuidado porque
sabía que era propenso a un nuevo ataque cerebral. Cuando la
multitud vio a Jericco se encolerizó, empezó a gritar y encendieron

136
neumáticos para iniciar una fuerte protesta violenta que hostigaba a
las autoridades con la razón de intimidar.
Luther y Volker caminaron a los lados de Jericco y Derek los siguió,
estaban armados y no le dieron nada de atención al escándalo que
los berlineses realizaban con el fin de tener la vista en ellos, todos
estaban gritando vulgaridades obscenas que rugían de odio contra
Jericco. Los militares estaban uniformados y tenían rifles cada uno,
eran corpulentos y exageradamente altos, sus miradas estaban al
tanto de las acciones de la gente mientras Jericco estaba perdido en
una burbuja funesta.
Cuando finalmente estaban a punto de entrar al Kammergericht, se
escuchó una fuerte detonación en el parque que hizo tronar alaridos
de pánico y consternación, la gente empezó a huir mientras corrían
por sus vidas cuando los militares actuaron en defensa, de pronto,
sonaron alarmas de emergencias y llegaron muchísimos policías de
refuerzos protegiéndose con grandes escudos. Confrontaron a los
manifestantes con disparos y bombas lacrimógenas.
Los policías sujetaron a Jericco y corrieron rápidamente al tribunal
con agite, tenían planeado un ataque contra Jericco mientras
instalaban bombas explosivas en medio de la multitud, fue un plan
erróneamente calculado porque no llegaron a nada con el atentado,
la patrulla policial estalló y quedó como una bola ardiente de fuego
porque la bomba estaba instalada en ella, ¿Cómo es que salieron a
tiempo? Ha de no ser así, Jericco y los policías estarían calcinados
en ese momento; los fragmentos de la patrulla volaron por todos
lados envueltos de fuego, parecían ardientes meteoros que caían en
el suelo, los neumáticos sobrevolaron las alturas y se estrellaron
con algunas personas.

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Mucha gente estaba cubierta de fuego mientras corrían hasta
lanzarse en el suelo, algunos les lanzaban agua a las víctimas de la
explosión, pero era muy tarde porque los bomberos no llegaban,
mientras el agua apagaba el fuego en sus cuerpos dejaban de gritar
y empezaban a gemir de ardor hasta morir. Los cuerpos estaban
renegridos con abundantes heridas internas que abrían la piel, la
carne rostizada se veía negra al igual que la sangre. Jericco siguió
vivo, pero muchas personas salieron heridas por las explosiones, se
arrastraban en la carretera ardiendo en el asfalto.
No todos sobrevivieron de la inesperada explosión, era como si una
nueva guerra estuviera comenzando. La Segunda Guerra Mundial
no fue lo suficiente para resolver los conflictos encarnecidos.

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Capítulo 13: El juicio final.

Cuando Jericco llegó a la sala del juez las frías miradas de odio y
resentimiento se direccionaron a él. Benno y Charlotte estaban de
vigilancia y sentían las malas vibras que generaban una atmósfera
de mal augurio. En la sala había una tensión negativa que rompió
los pensamientos intrusivos de Jericco, era una inexplicable malicia
que no podía descifrarse ante aquellas oscuras nubes de rencor.
El Letrado de la Administración pública estaba presente, junto a los
Fiscales, Testigos, Peritos y el Jurado. El juez Carl Sweettumberg
estaba preparado para hundirlo con evidencias artificiales, había
un montón de gente como testigo que ni siquiera conocía a Jericco.
La sala se convirtió en un completo escándalo cuando la audiencia
empezó a gritarle insultos y maldiciones; todavía estaba desmallado
y debilitado por la convulsión, no tenía fuerzas para defenderse.
– ¡Criminal! –Bramó una mujer, iracunda–.
Ella se levantó y corrió hacía Jericco, los policías la detuvieron y
ella se apartó.
– ¡Asesinoooooo! ¡Asesinoooo! –Gritó un anciano–.
Se levantó de su asiento.
– ¡Nazi! ¡Enfermo maldito! –Vociferó un hombre–.
El hombre empujó a Jericco.
– ¡Mataste a mi madre! –Gritaba una joven–.
– ¡Mataste a toda mi familia! –Dijo a gritos una anciana–.
La anciana se veía afectada, estaba gritando desesperadamente.

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– ¡Ese monstruo secuestró a mis hijos! –Exclamó una mujer–.
Esta mujer se acercó a Jericco y le haló el cabello con fuerzas, los
policías intervinieron.
– ¡Torturaste a mis hijos hasta matarlos! –Gritó un hombre–.
– ¡Mataste a mis hermanos! –Berreó un joven con repudio–.
– ¡Rata desgraciada! –Gritó una mujer, violentamente–.
La mujer atacó a Jericco y aruñó su rostro.
– ¡Pena de muerte para ese miserable! –Gritaban algunos en la
sala–. ¡Cadena perpetua para el nazi!
– ¡La muerte es poco de lo que merece! –Seguían gritando–.
– ¡Vil escoria! –Bramó una voz masculina–. ¡Porquería!
– ¡Nazi apestoso! –Insistieron con gritos–, ¡Nazi! ¡Sucio!
– ¡Silencioooo! ¡Orden! –Exclamó el juez, colérico–, ¡Deténganse
todos! ¡Orden en la sala!
Los terribles gritos de la audiencia hicieron estallar en cólera al
juez Carl, él se levantó de su sillón y golpeó fuertemente el mazo
contra la madera mientras pedía que hicieran silencio con histeria,
la gente se intimidó con sus gritos y se sentó después de lanzarle
una sucia mirada de odio a Jericco.
– ¡Sí comienzan a gritar nuevamente derogaré la sesión para otro
día! –Habló el juez en voz alta, muy enfadado–, compórtense
como personas civilizadas y no como la bestia que tenemos de
acusado presentemente.
Jericco no soportaba la ira y la impotencia de estar allí de pie ante
esa despiadada gente, empuñaba las manos y los continuaba
apretando mientras miraba al juez con desconfianza. Derek llevó a
Jericco hasta su puesto y Volker se quedó con Luther en la entrada,

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Charlotte y Benno caminaron hacía donde estaba Jericco y se
situaron a un costado del estrado.
Charlotte le susurró en la oreja a Benno con mucho misterio, estaba
hablándole de algo secreto que al parecer nadie debía saber. Derek
se acercó al costado del estrado y se detuvo para hablar con ellos,
era una manera muy reservada y disimulada de platicar mientras el
juez preparaba los documentos del caso.
– ¿Pudieron inyectarle la sustancia al acusado? –Le preguntó
Benno en voz baja–.
– Mientras dormía yo mismo le coloqué un par de dosis de heroína
en el brazo, –respondió Derek–. Ahora no podrá hablar para
usar sus argumentos en defensa.
– ¿Sí le hizo algún efecto? –Le preguntó Charlotte, sugestivo–.
– Eso creo, –habló Derek, dudoso–, estuvo convulsionando hace
unos minutos.
– Ese hombre es demasiado fuerte, –comentó Benno–. ¿Cómo es
posible que parezca tan sobrio?
– Él lucha consigo mismo, –le dijo Derek–, hace unos minutos
hablaba muchas incoherencias y, además, actuaba como un loco,
en televisión nacional confesó su cercanía íntima con Hitler.
– ¡Es mentira que Hitler era su padrino! –Exclamó Charlotte,
discretamente–. Sólo estaba hablando estupideces, nadie creería
que ése hombre tenía un vínculo familiar con Adolf Hitler, por
Dios.
– Después que convulsionó dejó de reírse, –añadió Derek–, ahora
está muy serio mientras analiza lo que está sucediendo en su
mundo.
Ellos miraron a Jericco, pero él les desvió la mirada.

141
– Es normal que haya estado eufórico, –dijo Benno–. Eso depende
de la cantidad de repeticiones en las que se hayan realizado las
inyecciones.
– Además, –lanzó Charlotte–, la heroína es menos hipnótica y lo
suficientemente más tóxica. Por eso Jericco sufrió un ataque,
recordemos que tiene un gran problema en su salud desde que
despertó del coma.
– ¿Por qué el juez quiere que Jericco no hable? –Preguntó Derek
con un murmullo–.
– Al parecer él es el que está relacionado con John Stephenberg y
no Jericco, –respondió Charlotte, prudentemente–. El juez Carl
tiene las manos manchadas de sangre, tiene un pasado oscuro
con los nazis, y ahora como ve que Jericco está siendo acusado
por muchos crímenes, creo que es la mejor manera de lavarse las
manos.
– ¿Es en serio? –Preguntó Derek, atónito–. Nunca había visto a un
hombre tan despiadado como él, Dios mío, esto es realmente
delicado.
– Pienso que estoy involucrado en esto –comentó Benno soltando
un bufido–.
– Es que estás involucrado en esto –le dijo Derek–, creo que todos
lo estamos, somos cómplices de esto y estamos a punto de enviar
a un inocente al infierno.
– Algún día pagaremos por esto, –dice Charlotte, apenado–. La
heroína no impedirá que Jericco se defienda de todos esos cargos
que se le acusan.
– No importa, –dijo Benno, evadiéndolo–, mantengamos un bajo
perfil y pasemos a desapercibido.
– ¿Qué fue lo que hizo el juez para ocultarse así con los crímenes
de Jericco? –Preguntó Derek muy abstraído–.

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– El juez Carl y Josef Mengele son parientes lejanos, –le respondió
Charlotte–. Carl era quien administraba la secuencia de tráfico
humano en la Zona 13, además de dirigir secretamente las
influencias que tenían los países exteriores con ese laboratorio.
– Carl pagó una suma de dinero bastante alta para mantener el
silencio de su pasado, –ratificó Charlotte–. Porque muchos de los
homicidios realizados en la Zona 13 fueron a cargo de Carl, por
ello tenía una amistad muy íntima con el Doctor Stephenberg.
– ¿Jericco sabe eso? –Preguntó Derek–.
– No lo sabe, –negó Benno con la cabeza–, y creo que nunca lo
sabrá, por eso no quisieron asignarle un abogado en su defensa.
Pasaron un par de minutos cuando el juez estaba listo para empezar
la sesión, Derek se dio la vuelta y caminó hacia Jericco mientras la
fiscalía abría el juicio. Jericco estaba sentado en su puesto con los
codos sobre la mesa que cubría sus piernas, estaba vestido igual
que el día anterior y todavía tenía la venda elástica en su cabeza; se
sentía fatal, emocional y físicamente, estaba intentando manipular
su cuerpo mientras los efectos de la heroína comenzaban a evadir
su mente, la ansiedad lo llevaba a impulsos nerviosos que lo hacían
traquear los dedos de sus manos, sonarse el cuello y hacer
movimientos repetitivos durante la excesiva sudoración que rompía
el silencio de su inquietud.
– Pónganse todos de pie para abrir este juicio ante el señor juez
Sweettumberg, –dijo la secretaria de la sala, en voz alta–.
Todos se pusieron de pie en forma de cortesía, menos Jericco, quien
estaba sentado de brazos cruzados con una mirada de hastío total.
La secretaria de la sala, era una anciana con el rostro constreñido
de arrugas cubiertas de maquillaje, además de un patético moño en
su cabello, era una mujer muy déspota que gruñía como una bestia
143
envejecida. Erika Johnson, la secretaria de la corrupción y de la
mentira embestida.
– Tomen asiento ahora mismo por favor, –habló el juez con la voz
enfurecida–.
La audiencia se sentó y Jericco le lanzó una mirada burlona al juez
mientras sonreía maliciosamente.
– Señor Juez, –exclamó la secretaria–, tenemos el caso del estado
en contra del Señor Jericco Goldstein por múltiples homicidios
en primer grado, secuestros, violaciones, torturas sexuales,
maltrato físico, experimentos con seres humanos de todas las
edades, además de la complicidad e íntima relación que lo
vinculan con el imperio nazi derrocado hace unos años.
– Declaro en este mismo instante la presente audiencia, –habló el
juez golpeando el mazo ligeramente–, por parte de la Fiscalía…
¿Quién comparece?
El Fiscal era un tirano y corrupto que realizaba trabajos sucios en
el tribunal para hundir a inocentes, era delgado, pelinegro y llevaba
unas gafas que ocultaban sus ojeras, su traje grisáceo estaba
descolorido y arrugado. Su nombre no sonaba bien para un hombre
como él, Adolfo Weber, no era un caballero de confianza o lealtad.
– Muy bien, –asintió el brutal juez con una sonrisa infame–, ahora
hagamos justicia por la nación en donde crecimos. Sabemos que
el demandado no tiene defensa, por lo que realizaremos esto muy
rápido y…
En este momento entró a la sala una joven rubia de piel caucásica,
su contextura era gruesa y su gran estatura era notable. Su cabello
era rizado y dorado, tenía un bellísimo vestido negro y un par de

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tacones que seguro tenían un valor bastante costoso, esta mujer era
impresionantemente elegante y atractiva; Gretchen Rockefeller
– ¡No tan rápido, Señor Juez! –Clamó Gretchen, inesperadamente–
he aquí la abogada del Señor Goldstein. Sé que no encontraron
una defensa, pero ya estoy aquí para contribuir en su complicado
caso porque lo he estudiado a profundidad por casi dos años. Y
él, está en el derecho de tener un abogado como cualquier otro
detenido.
Jericco quedó embelesado con la fascinante belleza de su abogada,
era una mujer con clase e inteligencia. Ella entró a la sala como en
una pasarela de moda, sus tacones resonaban el suelo y su perfume
desprendía la fragancia de aquella bellísima dama.
– ¡No está aceptado que usted intervenga en este caso de manera
vulgar! –Vociferó el Juez–, retírese de la sala rápidamente.
¡Seguridad, saquen a esta descarada de mi sala!
Charlotte y Benno caminaron hacia ella aceleradamente hasta que
Gretchen sacó de su bolso un documento, en donde justificaba el
hecho de ser la abogada legítima de Jericco. Ella se dirigió al juez y
lo levantó para que él viese el permiso legal, Charlotte y Benno se
detuvieron y vieron que el juez le arrebató el documento, estaba
validado por el Tribunal Federal de Justicia de Karlsruhe.
– Tome asiento con el juzgado, –berreó el juez, malhumorado–.
Espero sentirme satisfecho con su presencia, ninguna mujerzuela
intentará sabotear mi trabajo.
– Mi trabajo no se basa en satisfacerlo a usted, Señor Juez, –le
explicó ella, desafiantemente–. Mi trabajo y mi pasión es por la
justicia, y no por la justicia divina que usted cree hacer con sus
dedos, ¡Que comience el caso!

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Gretchen lo miró antipáticamente y se dio la vuelta hasta darle la
espalda, ella caminó hacía Jericco y lo saludó amablemente de la
mano.
– Sé tú mismo y di lo que sucedió, –le susurró Gretchen–. No hay
necesidad de mentir, sé bien lo que ocurrió y tú también sabes
qué hiciste y qué no. He estudiado tu caso desde que estabas en
coma, investigué lo suficiente para ayudarte con esto. ¿Bien?
Jericco la miró un tanto confuso y afirmó con un movimiento de
cabeza, era extraño saber que por fin llegara alguien que en verdad
quería ayudarlo.
– Hace unos minutos escuché que el juez mandó a los policías para
que me inyectasen heroína mientras dormía, –comentó él en voz
baja–. Y sé que él tiene que ver con el hombre del cual me acusan
por complicidad, todos aquí tienen más sangre en sus manos que
en las mías.
– Lo sé muy bien, –admitió ella con un susurro–. No permitiremos
que te envíen a prisión por crímenes ajenos, por eso te digo que
debes ser muy breve y honesto al momento de declarar. ¿Okay?
– Está bien, –dijo Jericco, seguro–, estoy listo.
Ella lo miró y le sonrío con amabilidad mientras le daba unas
palmadas en sus hombros para entusiasmarlo, Gretchen sabía que
Jericco era un hombre inocente, por eso lo mantendría a salvo con
mucha confianza en ella.
– Por parte de la fiscalía ¿Quién comparece? –Dijo el juez, otra
vez–.
– Comparece Adolfo Weber, –consintió el Fiscal–, Fiscal astrito al
presente caso.
– Defensa… –Habló la voz del juez con tirria–.

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– Gretchen Rockefeller, –dijo la defensa, rizando su cabello–, soy
defensora del Señor Jericco Goldstein.
– Señor Goldstein, –arrojó el juez, estrepitosamente–, ¿Sabe usted
cuáles son sus derechos? ¿O tiene alguna duda al respecto?
– ¡Sí! –Le contestó Jericco con furia–, quizá y conozco muchos más
derechos que usted mismo.
Gretchen miró a Jericco dirigiéndole una mirada de advertencia,
indicándole que debía ser tolerante y reservado con sus palabras. El
juez lo observó con disgusto e hizo una mueca de contrariedad.
– Entonces, –continuó el Juez–, dada las condiciones para llevar a
cabo la presente audiencia le concedo la voz al Señor Fiscal para
que presente su alegato de apertura. ¿De acuerdo?
El Fiscal asintió con la cabeza y frunció el ceño para levantarse a
presentar su discurso.
– Señor Juez, –se dirigió el Fiscal, caminando mientras hablaba–,
hoy tenemos un caso sombríamente desgarrador y creo que todos
lo conocemos a la perfección. El joven Jericco Goldstein, –hizo
una pausa y luego lo señaló–, mató y torturó aproximadamente a
más de 300 personas en la Zona 13, junto a muchos de sus
aliados que lastimosamente escaparon de Alemania… Un
laboratorio reconocido como la Cuna del Diablo, donde sabemos
que en años anteriores se reunían allí para llevar a cabo los
experimentos más perturbadores con seres humanos… ¿Bajo
quién estaba a cargo? ¡Del fallecido Doctor John Stephenberg!
Luego Goldstein fue encontrado en ese mismo lugar un par de
años después, estaba en coma, prácticamente muerto porque fue
víctima de su propia medicina. Y después de cinco años, despertó
en el Hospital Universitario de Heidelberg, en donde también

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realizó actos de canibalismo y homicidio ante algunos pacientes
durante el incidente del incendio. Pero en esta audiencia, su
Señoría, usted va a presenciar la declaración de muchos testigos
que poseen material importante para este caso, y al final de esto,
estoy seguro de que usted lo condenará a prisión por sus grandes
delitos, porque la muerte será una fácil escapatoria. Gracias.
– Gracias, Señor Fiscal –dijo el Juez–. Defensa su turno.
Gretchen se levantó con mucha energía y comenzó el desafío.
– Gracias, su Señoría, –expresó la abogada, con frialdad–. Mi
representado, el Señor Jericco Goldstein se encuentra aquí el día
de hoy con nosotros para debatir sobre su verdad… Después de
haber vivido diversos eventos que le generaron un montón de
desgracias en su vida, pero si de algo estoy muy segura, es que él
no narra de la misma manera que lo hizo el Señor Fiscal aquí
presente, –hizo una pausa y expiró–.
– ¿A qué se refiere usted? –Le preguntó el juez con la barbarie en
su vacía mirada–.
– Jericco Goldstein fue amenazado y extorsionado por su padre
para formar parte de esa oculta sociedad científica, –formuló
Gretchen con ligereza–. Él fue la víctima del Dr. Stephenberg,
quien lo tenía forzado en la Zona 13 después de haberlo obligado
a firmar un documento validado por el padre de Jericco, ¿Por
qué lo hicieron firmar ese testamento? Pues, fácil y sencillo,
porque en ese entonces cuando en los años de su graduación
universitaria, fue raptado por los Nazis cuando supieron que
Jericco poseía conocimientos favorables para ser usado a favor
de la tiranía, sí Jericco derogaba ese testamento o simplemente,
huía de Alemania, estaba amenazado con ser enviado a cualquier
campo de exterminio, y por ello, lo tenían vigilado por cada una

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de sus acciones. ¡Claro! Y no podemos olvidar que su propio
padre lo presionaba con una fuerza machista y supeditada que lo
empujó a este oscuro mundo, y por cada crimen ocurrido en ese
lugar, otra gente más poderosa tenía las manos metidas en esto.
¡Como Josef Mengele! ¿Qué mejor ejemplo que ese despiadado
hombre? ¡Él estaba relacionado con la presión que sofocaba al
Señor Goldstein! Y no olvidemos que, Jericco fue torturado hasta
casi provocarle una muerte con diversos cocteles de venenos y
drogas, por lo que años más tarde se le diagnosticó una nueva
enfermedad o trastorno mental denominado “Utopía Mental”.
Eso es todo, Señoría.
Gretchen se sentó inmediatamente.
El Juez frunció el ceño y constriñó la fisionomía cuando se cruzó de
miradas con el Fiscal. Pues, todo estaba saliéndose de control para
ellos, porque todo lo que Gretchen había dicho era más que cierto, y
de cierta manera, Jericco no podía ser inculpado como ellos lo
estaban haciendo. Eso no era parte de su plan, porque tenían una
serie de métodos que llevarían a Jericco directamente a prisión.
– Ahora procederemos a la deliberación de pruebas y evidencias
que incriminan a Goldstein de sus delitos, –explicó el Juez–. ¿A
quién llama como su primer testigo, Señor Fiscal?
– Gracias, su Señoría, –habló la voz del Fiscal–. Llamo a la Sra.
Erika Astor como testigo del caso, por favor.
Ella entró a la sala, pero Jericco nunca la había visto en su vida,
era delgada, rubia y arrugada.
– Tome asiento, por favor, –indicó el Juez–.
La mujer caminó hacía el estrado del Juez y se sentó a su derecha.

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– Gracias, –dijo ella con un movimiento afirmativo en la cabeza–.
Jericco la observaba con extrañeza, no sabía quién era.
– Señora Astor, le recuerdo que usted está bajo protesta de decir la
plena y pura verdad –sugirió el Juez con descaro–.
– Está bien, –dijo ella–.
Erika estaba irritable, apretándose las manos mientras miraba a
Jericco con mortificación.
– A continuación, se le realizará una serie de preguntas a las que
usted deberá responder con seguridad máxima, –explicó el Juez,
detalladamente–. Le pido con nobleza que responda las que usted
sepa, y sea muy breve para hacerlo.
– Señora Erika, ¿Sabe usted por qué está aquí presente ante el
Señor Juez? –Le preguntó el fiscal mientras se tocaba el cabello
intranquilamente–.
Ella lo miró con lealtad y dejó sonar un pequeño jadeo hasta que le
respondió delicadamente.
– Soy una sobreviviente de la Zona 14, –mintió erróneamente hasta
que hizo un gesto de torpeza con la cara–, en el año 1941 escapé
después de que Jericco Goldstein intentó violarme a la fuerza, me
tenía atada a una camilla mientras me drogaba con narcóticos
para luego meterme los dedos en la vagina, en muchas ocasiones
me introducía trozos de cristales en el ano hasta hacerme
sangrar…
Jericco la miró conteniendo una risotada en sus labios y no pudo
ocultarlo más, hasta que explotó con una estrepitosa carcajada que
humilló a la farsante.

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– ¡Miente! –Exclamó Gretchen, repentinamente–. Objeción, esta
mujer no sabe lo que está hablando.
– ¡Cállese la boca, ignorante! –Replicó el Juez contra Gretchen–.
Usted ya habló lo que sabía sobre ese nazi, ahora deje que los
demás hablen.
– ¿Zona 14? ¡JAJAJA! –Resonó Jericco con una fuerte risotada–,
sus lágrimas salieron entre sus parpados–. Entonces, ahora soy
un violador de viejas ridículas y acabadas, ¿Cuánto te pagaron
por hacer el ridículo? Porque yo te puedo dar más sí te animas a
trabajar en un circo para mí, pedazo de imbécil.
Jericco no dejaba de reírse y su cara ya estaba roja, sus mejillas se
enrojecieron como una cereza. El juez golpeó el mazo fuertemente
para que Jericco dejase de reírse, pero no lo hizo.
– ¡Haga silencio Señor Goldstein! –Lo regañó el juez en voz alta–,
le recuerdo que está en una sala de justicia, no en espectáculos
de gente estúpida como usted.
– ¡Oh! –Gimió Jericco en voz alta, poniéndose de pie–, ¿Yo soy el
estúpido? ¡Aquí el único estúpido es usted, lagartija! Por haber
mandado a ese par de idiotas a drogarme con heroína y ni
siquiera lo supieron hacer, –Jericco señaló a los policías
mordazmente–. Le recuerdo que lo que usted está haciendo es
sabotaje al Tribunal de la capital, estás disfrazado con esa
básica toga de Juez engreído mientras que por dentro eres un
corrompido criminal. ¡Degenerado!
Carl se enfureció de una forma increíble y golpeó su mesa con el
mazo, luego lo lanzó directamente a Jericco. Sí Jericco no hubiese
esquivado el mazo, le hubiese quedado un gran moretón en la cara
que sería difícil de borrar.

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– Sí usted vuelve a calumniarme de esa manera me veré en la
obligación de cancelar la sesión, –advirtió el Juez, avergonzado
y sin palabras–. Todos sabemos que nadie confiaría en una
pestilente porquería como usted, tus acusaciones son demasiado
falsas y actuadas.
Charlotte corrió a Jericco y cogió el mazo del piso para regresarlo
con el juez. Gretchen estaba encolerizada, nada tenía sentido por la
falsa alegación de Erika.
– ¡Su Señoría! –Impugnó la defensa de Jericco–. No entiendo qué
tenga que ver usted en este caso, pero como ciudadana y defensa
de Jericco Goldstein le exijo que controle sus impulsos violentos
contra el acusado. Debería dar el ejemplo, la reacción de Jericco
al escuchar la charlatanería que dijo esa mujer es aceptada por
razón, porque sólo estaba hablando tonterías sin sentido, nadie
podría escapar de la Zona 13 fácilmente porque era una base
militar, protegida por equipos de seguridad inteligente.
El Juez fingió una actitud de respeto y se disculpó con la audiencia,
de manera que, debía ignorar las palabras de Jericco y continuar
con el juicio.
– Les ofrezco una disculpa por mi actitud, –fingió él–, no debí
actuar de cierta manera. Sin más que decir, continuemos con el
juicio.
– ¡Objeción! –Rebatió el Fiscal–. La defensa está obstaculizando y
hostigando a la testigo.
– Continúe con su testimonio, –le dijo el Juez a la testigo–.
– Fui raptada a ese lugar por ser judía, –siguió la mujer–, en ese
año, mi familia me dio por desaparecida cuando no supieron más
de mí. Mis hijos murieron en Auschwitz, mi esposo murió de un

152
infarto mientras lo trasladaban en los trenes y yo, nunca supe lo
que sucedió hasta que escapé.
– ¿Cómo escapó de ahí? –Le preguntó el Fiscal, sugestivamente–.
Explíqueme.
– Escapé en una noche lluviosa cuando los militares dormían y el
laboratorio estaba solo, –explicó ella–, recuerdo que corría por
los pasillos desnuda, sangrando y jadeando de miedo. Hasta que
no sé cómo lo hice, pero… Escapé de Frankfurt, y me escondí por
muchos años.
– ¿Ya el Señor Goldstein estaba en las manos del Doctor John
Stephenberg? –Le preguntó el Fiscal–.
– No, –negó ella con la cabeza–, todavía estaba trabajando para
ellos. Porque él fue quien me torturó por años –señaló a Jericco–
y hoy les digo a todos aquí presente, que hago esta denuncia por
tortura sexual y psicológica, y por maltrato físico, estoy segura
que él es el responsable de mi secuestro.
– ¿Usted estuvo presente cuando Jericco torturaba a muchas más
personas? Le preguntó el Fiscal–. Por favor sea breve.
– ¡Sí! –Respondió la mujer con un grito desabrido–, mató y torturó
a niños, mujeres embarazadas, jóvenes, y a muchos ancianos. Yo
estaba encadenada, me alimentaban de carnes crudas como a un
animal, y Jericco Goldstein, me obligaba a comerme mi propio
excremento cuando yo no quería dejarme tocar por él.
– Gracias Fiscal, –habló el Juez–, es su turno defensa.
Gretchen se levantó.
– Señora Erika, le haré unas breves preguntas, –dijo Gretchen–.
Usted acaba de decir que asegura que Jericco era el único que
torturaba y acribillaba a cientos de personas, ¿Cómo está usted
tan segura de eso? Porque hasta donde todos tenemos entendido,

153
él era un simple empleado que seguía las órdenes de Stephenberg
como para estar a cargo de los secuestros que el imperio Nazi
realizaba.
– Porque era él quien efectuaba esos eventos tan sangrientos en la
base militar, –atestiguaba ella–. Él era quien estaba a cargo de
todas las víctimas secuestradas, mucha gente murió en sus
manos.
– Algo me dice que usted está mintiéndonos, –dijo Gretchen–. Su
testimonio no es completamente aprobado para ser real, para la
próxima vez ensaye más su sobrevalorado talento de actriz. ¡Es
todo, Señoría!
Gretchen se sentó y la testigo abandonó la sala después de bajarse
del estrado.
– Fiscal, ¿Quién será su próximo testigo? –Preguntó el Juez–.
– Catrish Bamberg, –respondió el Fiscal–, la madre de la fallecida
Bella Bamberg.
Jericco se impresionó y se quedó atónito, él estuvo relacionado con
el asesinato de Bella Bamberg en 1942. La testigo entró a la sala,
era una anciana despavorida y tímida que había vivido terribles
episodios después de la muerte de su hija. Tenía un largo abrigo
que cubría sus arrugadas piernas, su cabello era blanco y la piel de
su rostro tenía cicatrices. Ella subió al estrado y Jericco la miró con
vergüenza, estaba incomodo ante la fuerte tensión de la corte.
– Buenos días, Señora Bamberg, –le habló el Juez con serenidad–.
Usted fue citada por la Fiscalía para atestiguar contra Jericco
Goldstein, le recuerdo que está en protesta a decir la verdad.
– Si, Señoría –respondió la anciana, retraídamente–.

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– Indíquenos por favor qué fue lo que le sucedió a su hija –le habló
el Fiscal–.
– Cuando mi hija fue torturada en la Zona 13 tenía siete meses de
embarazo, las autoridades Nazis invadieron su casa en medio de
la noche. Jericco le abrió el vientre con una navaja y le sacó al
feto de golpe, y luego, lanzaron al bebé dentro de un horno hasta
que lo hicieron cenizas, a mi hija le amputaron las piernas y le
espolvorearon las cenizas de mi nieto en las heridas.
– ¿Cómo le amputaron las piernas a su hija? –Preguntó el Fiscal,
aterrado–.
– Con un hacha, –contestó la anciana con un nudo en la garganta–
– ¿Cómo murió? –Preguntó el Fiscal–.
– Le prendieron fuego en una silla de ruedas y murió calcinada –
respondió la testigo–.
Jericco bajó la cara con los ojos aguados, se sintió culpable.
– ¿Cómo se enteró de la muerte de Bella? –Preguntó el Fiscal–.
– Recibí una llamada al día siguiente, Stephenberg me hizo llegar
la información, –contestó la Señora Bamberg–. Dijo que junto a
Jericco Goldstein, le dieron una muerte sabrosa a mi hija.
Gretchen miró a Jericco sintiendo un mal presagio.
– ¿Tiene el registro o la grabación de la llamada? –El fiscal le
preguntó con sugestión–.
– No, estaba tan devastada que sólo pensaba en el miedo que tuvo
mi hija, y pensé en que sería mejor esconderme y no hacer nada
al respecto por mi seguridad.
– Gracias, Señora Bamberg –le respondió el Fiscal–. Eso es todo
Señor Juez.
– Defensa, ¿Presentará algo al respecto? –Le preguntó el Juez–.

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Gretchen se iba a levantar y luego Jericco la haló del brazo, porque
él quería hacerse caso de sus verdaderos delitos y no ocultar nada
de ello.
– ¡Me declaro culpable por complicidad del asesinato de la mujer!
–Confesó–. Acepto que sí estuve presente en ese homicidio, pero
no fui el responsable del mismo, y sé que es prácticamente lo
mismo, por lo que quiero ser sincero ante la audiencia presente.
Me declaro culpable por el homicidio de esa mujer, no lo hago
por ustedes sino por su madre.
El Juez lo miró confundido, y anotó rápidamente al igual que el
Fiscal. Jericco estaba siendo sincero, aunque lo incriminaban por
crímenes que no le pertenecían.
– Tome asiento, Goldstein, –le habló el Juez–. Señora Bamberg,
gracias por su declaración.
La Señora se levantó del asiento y bajó del estrado, estaba resentida
por lo que escuchó de Jericco. Ella salió de la sala llorando, estaba
abrumada.
– Muchos testigos hablaron conmigo hace semanas atrás, –habló el
Juez–, por razones de su seguridad prefirieron declarar en
contra del acusado en anonimato, también sus denuncias fueron
complementadas con evidencias, y estas fueron documentos en
donde estaba la auténtica firma de Goldstein en cada asesinato
cometido en su nombre. Dichas evidencias han sido verificadas
correctamente y el Tribunal lo ha tomado como verdad, así que,
ahora les presentaré algunos de los pocos valientes que vinieron
hasta aquí para atestiguar su verdad.

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Jericco se atemorizó, ya nadie podía intervenir en las próximas
declaraciones. En ese momento entraron cinco personas, y era un
grupo de gente que tampoco había visto en su vida.
El primero a declarar era Floyd Skritmburg, un hombre corpulento
y alto de piel bronceada, estaba calvo y vestía con ropa abrigada.
– Yo vi cuando Jericco Goldstein asesinó a una multitud entera de
inocentes, –dijo el hombre–, él abusaba sexualmente de los niños,
especialmente anhelaba penetrar a los recién nacidos después de
matar a sus madres. Yo lo vi, siempre estuve presente cuando él
hacía esos actos de pedofilia porque yo trabajaba de conserje en
la Zona 13.
Jericco se desmoronó de furia cuando escuchó eso, era la calumnia
más grande que había escuchado sobre él. La audiencia estaba
boquiabierta y atónita, era una razón más para odiarlo por las
mentiras que sus enemigos encubrían con falsedades. Gretchen se
puso de pie y colocó sus manos sobre los hombros de Jericco, él
estaba enfurecido al escuchar cada mentira que proferían, tanto que
su colérico malestar explotó su ira en lágrimas de impotencia.
– ¡Miente! –Exclamó Gretchen–.
– ¡Silencio, Señora! –Le refutó el Juez con un grito de recelo–.
Siguiente testigo.
Subió otro testigo al estrado después de bajar el primero, era Gross
Christern, un hombre joven y delgado vestido con un pantalón
negro junto a una camisa roja, era mucho más pálido que Jericco.
– Jericco Goldstein practicó actos de canibalismo contra mi novia,
–atestiguó Gross con seguridad–. Él fue quien ordenó y planificó
su secuestro para llevarla a la Zona 13, y allá, le arrancó las
extremidades y le despedazó los órganos sexuales para luego
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alimentarse de sus ovarios. Yo lo vi con mis propios ojos, e
incluso, antes de atacar a mi novia atentó contra la vida de un
niño, si no mal recuerdo tenía alrededor de 10 años.
Jericco golpeó su mesa y la volteó hacia atrás con una patada de
coraje.
– ¡Nunca hice eso! –Vociferó Jericco muy disgustado–. ¡Dejen de
mentir! ¡Sólo han dicho calumnias y más calumnias!

30 minutos después.
Mientras seguían subiendo más testigos que presentaban evidencias
tergiversadas con argumentos falsos, llegó una mujer vestida de
blanco, pero, Jericco nunca antes la había conocido porque su
nacionalidad era francesa. La mujer viajó desde Paris a Berlín para
atestiguar contra Jericco, la cadavérica y amarillenta fisionomía de
esta mujer transmitía maldad.
– Buenos días, –saludó la voz afónica y con una mirada de odio–,
mi nombre es Martha Schrödinger, estoy el día de hoy en este
Tribunal con el fin de denunciar el abuso sexual que sufrí en la
primavera 1942. El Señor Jericco Goldstein me apresó mientras
estaba ebria en un bar de Frankfurt, quebró una botella de vino
en mi cabeza y luego me dejó inconsciente para así llevarme a su
departamento, donde me introdujo una barra de hierro en la
vagina hasta extirparme los genitales, tenía la menstruación en
aquella noche cuando luego me penetró con su pene, me ató con
una soga y tapó mi boca con cinta plástica para impedirme gritar
por ayuda, él me metió sus puños en la vagina y luego los sacó
bañados de sangre para introducírselo en su boca, Jericco se
humedeció la cara con mi sangre hasta que después empezó a

158
patearme en los senos, me quemó el ano con un soplete mientras
se masturbaba ansiosamente con el sonido de mis gritos.
La mujer estaba llorando desgarradoramente mientras se sonaba la
nariz con un pañuelo, ella miró al juez y guiñó su ojo hasta que se
bajó del estrado y salió de la sala.
– Muy bien, se hará un pequeño receso de 10 minutos –habló el
Juez en voz alta–. La sesión se levantará en un rato.
La gente se levantó y salió de la sala, Jericco se quedó a solas con
su abogada.
– No sé para qué quisiste ayudarme sí ya todo está perdido, –le
habló Jericco a Gretchen con la voz baja, soltando un jadeo de
ansiedad–. Mira eso, –señaló él al Juez–, ya no podemos hacer
algo para evitar que siga subiendo gente que no conozco a
declarar en mi contra.
– No sabía que el Tribunal había estructurado perfectamente el
juico a su manera, –dijo ella, alterada–, por lo que veo… Ellos
han ganado, estamos hundidos, no tenemos el poder suficiente
que tienen para demostrar falsas evidencias y testigos actuados.
– Me siento apesadumbrado e irritado en no poder decir lo que me
sucedió porque ellos opacarán mi verdad, –comentó Jericco,
cruzándose de brazos malhumorado–. Es una gran impotencia…
Gretchen le soltó una mirada de preocupación y se cubrió la boca
con su mano.
– ¿Recuerdas a Dalton Ernst? –Le preguntó ella–.
Jericco le regresó una mirada ambigua y pensó por unos segundos.
– Hmmm, –sonó su voz mientras pensaba–, ¡Claro! Fue él a quien
le vendí la información privada de Alemania, por eso fue que
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Stephenberg arremetió contra mí hace años atrás… ¿Qué pasa
con él?
– Hace unos meses me contacté con él porque nos iba a ayudar con
el juicio, –explicó ella con un susurro–, Dalton tenía la evidencia
oficial que mostraba el acuerdo del Juez Carl con Stephenberg y
Josef Mengele.
– ¿Qué acuerdo? –Le pregunta Jericco, deslumbrado–, ¿Hablas de
un convenio o una sociedad?
– Los únicos dueños legítimos y responsables de cada asesinato en
la base militar eran ellos tres, –respondió Gretchen en voz baja y
miró a los lados–. Ellos involucraron a sus empleados en esos
homicidios, lo que quiero decir es que, el Juez está ocultando la
sangre de sus manos con tu apellido para mancharte la imagen, y
por cierto, hay algo que tú no sabes todavía… John Stephenberg
está vivo, y está ocultándose en alguna parte del mundo.
Jericco sintió que algo espeso y caliente se revolvió en su estómago,
no había manera de explicar el terror que tuvo al escuchar eso, su
mente quedó en negro y comenzó a tartamudear mientras intentaba
hablar con un agrio sabor en su lengua.
– ¿QUÉ? No puede ser, ¿No se suicidó? –Le preguntó Jericco,
taciturno y acobardado–. No habría algo más espeluznante que
volver a ver a ese hombre, no quiero que él sepa de mí, es lo que
más espero en lo que me queda de vida… No volver a verlo,
nunca jamás.
– Está vivo, –repitió ella con la voz estremecida–, todos dicen que
se mató, pero es una mentira. Pienso que sí te llevan a prisión, al
menos estarás a salvo y no podrán buscarte, seamos un poco
realista, amigo… Al salir de aquí te irás directo a la cárcel.

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– ¡No quiero ir a prisión! –Exclamó Jericco, aterrado–. Bueno,
creo que debo adaptarme a la vida que me espera. Prefería estar
muerto o lo que sea en vez de estar vivo.
Gretchen dejó sonar una ligera tos y se encogió de brazos hasta que
algo se le vino a la mente, la situación los tenía muy despistados.
– Diablos, olvidé decirte algo que tuve que haber dicho antes, –dijo
ella repentinamente–. Dalton fue asesinado cuando supieron que
te ayudaría en el juicio, tenía mucha información junto a buenas
evidencias que te hubiesen ayudado. Lo obligaron a tomar ácido
sulfúrico y después le aplastaron la cabeza con un martillo
Jericco le lanzó una mirada y un trueno retumbó en su cabeza, todo
su mundo estaba decayéndose más que antes.
– ¡No puedo creerlo! –Gritó él indiscretamente–. ¡Me cago en la
puta! ¿Cómo es eso posible?
– Dalton te hubiese ayudado y no estarías aquí siendo el juzgado
sino el demandante, –expresó ella, desconsolada–. Nunca conocí
un hombre tan increíble y maravilloso hasta que Dalton llegó a
mi vida, fue una amistad muy íntima y sólida mientras estabas en
coma, por cierto, gracias a él, se descubrieron muchos datos
secretos de los Nazis que nadie había relevado todavía…
– Esto apesta, –expuso Jericco, contrariado–, maldita sea, maldita
sea, maldita sea… Creo que es hora de ceder y resignarnos a
esto, ¿No lo crees?
– Quise ayudarte, pero, –hablo ella con la voz ahogada–, al
parecer todo ha empeorado… Ni siquiera me toman en cuenta
como tu Defensa, me ven como a una mala mujer que quiere
sabotear el juicio. Hasta ahora no me han permitido hablar, sólo

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suben y bajan docenas de personas que lo único que hacen es
actuar… Perdóname.
– No, no te disculpes conmigo, –le dijo Jericco, negando con la
cabeza–, eres una buena mujer y, estoy muy seguro de ello. Me
recuerdas mucho a una vieja amiga, –pensó en Roxette–, gracias
por la intensión de ayudarme, pienso que, fue muy valiente de tu
parte haber decidido a acompañarme a este Tribunal tan hostil,
gracias por estar aquí, eso vale mucho más que defenderme como
lo hacen nuestros rivales con sus aliados…
Ella le sonrío y golpeó la mesa con sus dedos, tenía ansiedad.
– No sé por qué te inculpan injustamente de esas monstruosidades,
–añadió ella con sinceridad–, eres un hombre bueno que confesó
su verdadero delito ante los malos. La verdad es que no imaginé
que la gente haría cosas tan terribles por dinero, sin pensar que
pueden lastimar a muchos inocentes con mentiras.
Jericco le sonrío con una mueca y lanzó su mirada hacia el estrado.
El receso culminó y el Juez regresó para reanudar el juicio.
– ¡La sesión se levanta! –Profirió el Juez sentándose–. Tras las
bestialidades cometidas por el joven Jericco Goldstein, la corte
ha recibido a un especialista que vendrá a platicarnos sobre sus
problemas de salud, y sobre cómo los ha superado para que sea
trasladado a una prisión de máxima seguridad por el bien de la
sociedad. Él es el Doctor Stanndburg, quien trabajó para él
clínicamente mientras Jericco estuvo en coma por cinco años.
El Doctor subió al estrado y tomó asiento.
– El paciente ha presentado muchos puntos de inflexión a lo largo
de estos últimos años, –explicó el Doctor haciendo ademanes con
las manos–, tras perder el riñón y sufrir diversos síntomas que
162
pusieron en juego su vida, desde que despertó ha ido mejorando
relativamente en el paso de los días. Se le realizaron diversos
estudios que descartaron una nueva enfermedad, al parecer está
en buen camino, y está listo para ser trasladado a prisión sin
ningún tipo de consentimiento que lo detenga. Él está bien.
Le pagaron mucho dinero para decir que Jericco estaba bien, ya
que todavía estaba en proceso de recuperación debido al estado
crítico de salud en el que estuvo recientemente, por lo que todavía
necesitaba atención médica.
– Gracias Doctor, –le dijo el Juez, amablemente–. Puede retirarse
de la sala.
El Doctor se dio la mano con el Juez y luego salió de la sala con
tranquilidad.
– Ahora tenemos en la sala a otro especialista que hablará sobre la
salud mental de Jericco, –profirió el Juez–, quien probablemente
diga lo contrario de lo que el Doctor Stanndburg nos explicó. Él
es el psiquiatra Timothy Thompson, estuvo a cargo de Jericco
tras el diagnostico de su Utopía Fantasma, y desde entonces, ha
estudiado mucho el caso de Jericco para presentar su testimonio
con nosotros.
El Psiquiatra era un anciano de cabello blanco, tenía unos enormes
lentes cuadrados que hacía ver sus ojos grandes. El hombre estaba
ebrio, caminaba en círculos y olía a mucho alcohol.
– Buenos días, –habló el Psiquiatra con la voz trémula–. Como lo
saben, presenta una enfermedad denominada Utopía Fantasma
que se debe al aumento del tamaño de los ventrículos laterales
cerebrales. En algún futuro podría recaer en un estado de muerte
cerebral o en otros efectos que estén relacionados con la mente, y
163
que le proporcionaría nuevamente una serie de síntomas que no
pueda controlar, podría ser: Esquizofrenia, aunque se desconoce
la causa exacta de la misma, Psicosis Tóxica, debido al lapso de
tiempo prolongado en el que se le estuvo administrando drogas.
Padece un Trastorno Emocional o inclusive, podría presentar ya
mismo un Trastorno de Bipolaridad que incluye Depresión…
Todos estos trastornos lo asechan diariamente, por lo que me han
llevado a pensar y a comprobar que Jericco Goldstein es una
amenaza para la sociedad, y es necesario que requiera atención
médica psicológica para evitar que continúe realizando actos de
violencia contra su entorno.
– ¿Considera usted que puede seguir el tratamiento desde prisión?
–Le preguntó el Fiscal–.
– Por supuesto, –asintió el Psiquiatra–.
– Muchas gracias Doctor Thompson, –le gratificó el Juez–. Puede
retirarse de la sala ahora mismo.
El Psiquiatra bajó del estrado y se tropezó, casi se estrellaba de
cabeza contra el piso hasta que se arrinconó en una pared, estaba
mareado por los efectos del alcohol. ¿Cómo era posible que un
borracho atestiguara en contra de Goldstein?
– ¡Señoría! –Vociferó el Fiscal–, tengo un metraje filmado en video
desde una cámara de seguridad que estaba en el Hospital
Universitario de Heidelberg, en donde muestra que Goldstein es
un enfermo mental y requiere atención psicológica inmediata.
– De acuerdo, –asintió el Juez, extrañado–. Veamos qué la
evidencia que posee la Fiscalía.
Los vigilantes instalaron la cinta de grabación en el proyector que
generalmente se utilizaba para películas, la imagen del metraje se

164
reflejó en una tela blanca colgada en el estrado, de tal manera que
el Juez y la audiencia pudieran verlo.
– ¿Qué demonios tramarán estos hombres? –Se peguntó Jericco
así mismo con preocupación –.
Jericco se alertó y se levantó de inmediato, tenía nervios por lo que
iban a reflejar en la pantalla.
– ¿Qué es lo que contiene ese video? –Le preguntó Gretchen,
pensativa–. ¿Es algo que te incrimine?
Jericco le disparó una mirada de confusión y se volvió a sentar,
estaba desesperado y ansioso. Tenía conductas extrañas y adaptaba
posiciones anormales.
– No, no, nada, –respondió él, nervioso–. Veamos qué es lo que
tienen filmado de mí…
– ¡Damas y caballeros! –Exclamó el Fiscal–, el presente video
contiene escenas que podrían ser perturbadoras y desgarradoras
para cualquiera, será de material sexual y macabro, les exijo
discreción porque lo que verán es algo enfermizo, que demuestra
la última evidencia de que Jericco Goldstein merece estar tras los
barrotes.
El proyector comenzó a reproducir la cinta de la grabación, y era
algo que nadie se esperaba… La primera escena reflejaba a Jericco
cuando despertó del coma, aquel día en donde se arrancó las
sondas del pene y detonó una explosión diarreica que cubrió el piso
de excremento. La segunda escena mostraba a Jericco tomar
actitudes raras, una de estas, tirarse de cabeza contra las paredes y
golpearse la frente con el piso mientras gateaba, lamía el suelo y se
frotaba los pezones con su orina, jugaba con su excremento y a su
vez lo arrojaba al techo, construía personas de excremento y jugaba
165
con ellas mientras les hacía voces femeninas, realizaba movimientos
extraños y siniestros con su cuerpo, se retorcía y doblaba su espalda
hacia tras mientras su cabeza se torcía hacía los lados, al mismo
tiempo, Jericco estaba caminando de rodillas con las brazos
expandidos y su cabeza mirando hacia arriba.
Todos en la sala estaban estremecidos y asqueados con todo lo que
miraban, Jericco observaba esas escenas y no sabía en dónde
esconder la cara por la vergüenza que tenía.
La tercera escena del metraje reflejaba a Jericco masturbarse
mientras observaba la estatuilla de Cristo en la pared, él estaba
escupiéndose la mano y luego que lo hacía se tocaba los testículos.
La cuarta escena mostraba a Jericco saltar desnudo en su camilla
mientras se orinaba encima, saltaba muy alto hasta que aterrizaba
en el piso de rodillas.
La quinta escena los dejó boquiabierto a todos porque era la más
espantosa, se conectaban con más escenas iguales que las hacían
similares. ¡Las cámaras captaron algo monstruoso! Pues… Jericco,
estaba hablando con algo que abría la puerta en cada noche desde
que despertó del coma, era inexplicable porque parecía ser algo
paranormal que nadie procesaba, la puerta se abría por sí sola y se
veía la sombra de un hombre alto con sombrero que entraba para
hablarle, se vislumbraba un par de ojos saltones que se iluminaban
de rojo como dos esferas de fuego, era un hombre alto que tenía
extremidades largas, tenía una gran joroba, uñas afiladas y una
enorme boca en la que sobresalían puntiagudos colmillos. La gente
empezó a murmurar de pavor mientras miraban los metrajes con
miedo.

166
La escena se detuvo hasta que se reflejó la peor de todas… ¡Estaban
proyectando los actos necrófilos de Jericco! Él estaba en la morgue
teniendo sexo con un par de cadáveres, muchos se salieron de la
sala y otros empezaron a vomitar nauseabundamente. Gretchen
miró a Jericco con miedo y se apartó de él, ella no sabía qué sentir
o pensar tras mirar aquellas imágenes filmadas en la vida real. Las
escenas fueron recortadas hasta que miraron la última en donde
Jericco, estaba en el lugar donde ocurrió el incendio y vieron que
estaba hablando nuevamente con alguien en la oscuridad, la sala se
sacudió en un lúgubre pánico que los levantó y los entumeció; el
video terminó cuando Jericco empezó a vomitar sangre y se cortó la
cinta, el video estaba desfigurándose hasta que no se vio más de él.
Al final del video se escuchó un estruendoso grito gutural que los
aturdió a todos, era un berrido demoniaco que parecía al de una
bestia.
Inesperadamente, el video se empezó a reproducir con otras escenas
que no se vieron anteriormente. Jericco estaba mirando a la cámara
mientras tenía impulsos repetitivos de movimientos extraños, su
cabeza temblaba y sus brazos se flexionaban hasta que caía en el
suelo, su espalda estaba arqueada y su torso se veía encorvado
como si algo lo halase hacia arriba, tenía espasmos musculares que
lo hacían brincar y revolotear.
El video culminó y el Juez se pronunció porque ya el juicio estaba
terminando, la última decisión estaba cerca, y nadie sabía qué
decir, qué pensar, o qué sentir tras mirar a aquellas perturbadoras
y terroríficas imágenes.
– Honestamente no tengo palabras para descifrar lo que acabamos
de ver, –admitió el Juez, asqueado y perturbado–. Hoy tenemos a
un par de personas que tuvieron la desgracia de haber conocido
167
a la criatura psicótica llamada Jericco Goldstein, –se colocó la
mano en la frente y jadeó–, en especial, alguien que tiene mucho
que ver con este caso porque ha sido mencionado antes. Él es el
padre del acusado, Arthur Wollman Goldstein.
Jericco se desplomó emocionalmente, estaba viviendo el peor día de
su miserable vida. Cogió el vaso de agua de su mesa y lo quebró en
el suelo, era la persona que menos esperaba ver en el Tribunal, ese
hombre era el enemigo más grande que podía tener en la vida.
Tenían mucho tiempo sin verse, de hecho, Arthur Goldstein estaba
relacionado con las desgracias que Jericco vivía a diario.
Su padre tenía 54 años de edad y fue soldado de la Primera Guerra
Mundial. Era alto de contextura maciza y de piel bronceada, se
caracterizaba por ser un hombre machista, racista, mísero, cruel,
tirano, sexista y realmente arrogante. Tenía un mal carácter, una
mala persona que estaba llena de odio y resentimiento contra su
único hijo, al que me maltrató por muchos años de su vida.
Jericco no quiso mirarlo hasta que su padre subió al estrado y se
sentó a la derecha del Juez, cada segundo que transcurría era más
incómodo y abrumador para él. Arthur tenía una cara de enojo
como siempre, su rostro constreñido de amargura y hostilidad
nunca cambió con el paso de los años, sólo transmitía repulsión,
aversión y resentimiento.
– Señor Goldstein, –dijo el Fiscal–. Usted vino voluntariamente
para atestiguar contra su propio hijo en este juicio, es notable su
mala relación con el Señor Jericco por la manera en la que se
rechazan, ¿Qué tiene que decir?
Arthur miró a su hijo con demasiado odio y sus ojos se enrojecieron
del aborrecimiento que sentía por él.

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– Vengo a denunciar a ese hombre, –respondió Arthur, señalando a
Jericco con desagrado–. Por homicidio en primer grado, nunca
le perdonaré lo que hizo porque me quitó a lo que más quería en
la vida, a mi esposa, él asesinó a su madre cuando era un niño,
siempre ha sido un monstruo sin corazón, –Jericco sintió que iba
a morirse, por primera vez lloró en el juicio–. Quiero verlo sufrir
en prisión porque se lo merece, es una rata despreciable a la que
detesto con todo mí ser.
Jericco se descompuso a llorar después de que le dieran el golpe
final que lo remató. Era lo que menos esperaba en ese juicio, jamás
había pensado que su padre lo acusaría del crimen que él mismo
cometió. Todo se complicó, Jericco estaba destruido y nada podía
defenderlo porque la gente creía cualquier cosa que dijeran de él
luego de haber visto los metrajes.
– Continúe por favor, –dijo el Juez, con una sonrisa extraña en su
rostro–.
Gretchen estaba decepcionada y confundida después de ver los
videos, no quería tener contacto con Jericco. Se levantó del asiento
y miró a Jericco con desilusión, cogió su bolso de la mesa y se fue
de la sala con la cabeza agachada.
– Cuando él tenía unos 10 años le enterró un cuchillo a su madre
en el pecho, –continuó engañando el padre de Jericco–, después
la haló del cabello y comenzó a golpearle la cabeza con una
pared. Yo caí en una depresión tan grande en la que intenté
suicidarme por lo que había sucedido, me dolía saber que mi hijo
era un asesino, un maldito enfermo mental al que odiaba desde lo
más profundo de mi corazón.
– ¿Fue con las autoridades? –Le preguntó el Fiscal–.

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– ¡Sí! –Respondió Arthur, lloriqueando–. Y no quisieron ayudarme
por la negligencia de que a nadie le importaba una humilde
familia de campo, yo mismo tuve que vivir con este peso toda la
vida.
– ¡Deja de mentir! –Gritó Jericco violentamente hasta que corrió
hacía el estrado, los policías lo sujetaron–. ¿Hasta cuándo
seguirás siendo una porquería de persona? ¡Miserable! ¡Maldito
sea el día en el que te tuve como padre! ¡Tú mismo mataste a mi
madre cuando yo era un niño! ¡Tú la maltratabas y la ultrajabas!
¡Cuando estabas ebrio la golpeabas y la pateabas! ¿Qué me
dices de la hermana que iba a tener? ¡Tú la mataste también!
¡Porque le diste una paliza a mí mamá que la hizo abortar!
Arthur lo miró y empezó a llorar más.
– Hijo, no fue mi culpa que no quisieras a tu mamá, tú siempre la
hacías sentir mal, ¡Lo recuerdo bien! La comparabas con otras
señoras adineradas, tú odiabas a tu madre, pero yo estaba en la
guerra, nunca pude ser el padre que quisiste tener.
– ¡Mentiroso! –Siguió gritando Jericco– ¡Maldito mentiroso!
¡Todo lo que dices es falso! ¡Traidor! ¡Maldito seas!
Derek y Volker estaban forcejeando a Jericco, Luther lo golpeó
fuertemente en el estómago con la rodilla y lo tiró al suelo de dolor.
El Juez no podía contener su risa de satisfacción, chocó los puños
con el papá de Jericco y continuaron fingiendo. La audiencia estaba
riéndose con los lamentos de Jericco, todos estaban burlándose de
él mientras sufría de abatimiento y dolor.
– ¡Haga silencio, asesino! –Le gritó el Juez–. No sabía la clase de
basura que tendría hoy en este Tribunal, ¿Cómo eres capaz de

170
matar a tu propia madre? ¡Desgraciado! ¡Eso es lo que eres! ¡Te
mereces la peor desgracia de todas!
Jericco estaba llorando desconsoladamente, la sala era un completo
desastre y había un terrible escándalo. Era un alboroto pavoroso, se
escuchaban gritos, susurros, risas, chiflidos, golpes y carcajadas.
– Gracias por su testimonio, Arthur, –le dijo el Juez–. Le prometo
que su hijo no escapará de aquí hoy, todo estará bien, será mejor
que se quede tranquilo y disfrute de la justicia de su querida
esposa. Ella estará orgullosa de usted, estoy seguro que ella lo
amaba mucho.
– Gracias a usted Señoría, –respondió el padre de Jericco–. Que se
pudra en la cárcel, desde hoy me haré cargo de que está muerto.
Arthur bajó del estrado y le lanzó una mirada burlona a Jericco, le
sacó la lengua y palpó sus labios con ella misma. Jericco sollozaba
mientras su vida se derrumbaba, estaba solo y perdido en un mundo
al que no pertenecía. Se soltó de los policías y quedó arrodillado en
el suelo hasta que súbitamente, una misteriosa mujer encapuchada
entró a la sala con una bebé cargada en sus brazos.
Él se levantó lentamente y miró hacia atrás, la chica caminó hacia
él y se quitó la capucha con lentitud. Jericco la observó con una
radiante sonrisa que pudo haberle salvado la vida, él gimoteaba y
jadeaba hasta que sus mejillas se enrojecieron por arte de magia.
Sus princesas, Hannah y María habían llegado, tal cual como María
le prometió unas noches antes.
Era un amor cruel, venenoso y tóxico, una extraña felicidad que le
ponía una soga en el cuello, esa mujer lo enloquecía de una manera
salvaje cuando lo observaba con esa profunda mirada de misterio.
Todos en la sala notaron la tensión entre ellos dos, era una hermosa

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conexión apasionada que transformaba el calor en frío, el odio en
amor, y el día en la noche.
Todas esas estrellas que Jericco había pintado en el cielo de María
cayeron en su mundo como meteoros, el Juez habló y todo cambió.
María subió eludió a Jericco y subió al estrado con Hannah.
– A continuación escucharemos el último testimonio de este juicio,
–vociferó el Juez, sonando un tanto entusiasmado–. Esta chica ha
venido aquí para atestiguar en contra de Jericco Goldstein, y con
esto se cierra el caso para escuchar la última decisión. Ella es mi
hija María Angeline Sweettumberg, que también fue víctima de
ese putrefacto y aborrecible animal… Y que, por poco, mi nieta
Hannah es atacada por este degenerado Nazi.

172
Capítulo 14: Traición, decepción y dolor: Amor asesino.

Jericco sintió que su avión se estrelló con una enorme barrera de


desilusión y decepción, él navegaba en un hostil océano abismal que
lo levantaba con olas de ilusiones para luego sumergirlo en vanas
fantasías, el mundo se lo estaba tragando vivo mientras le devoraba
los últimos sentimientos que le quedaban; su ansiedad le bloqueó
los oídos y se hizo sordo ante las palabras del Juez, hasta despertar
del ensueño que nunca debió comenzar cuando supo que María no
fue al Tribunal para ayudarlo, sino para terminar de hundirlo en la
negrura sin alguna razón aparente… Con el corazón despedazado y
triturado, él se quedó mirando a quien en una noche de pasión se
hacía llamar su princesa, derramó las últimas lágrimas que debía
derramar para liberar esa historia que nunca podría contar, su
corazón se secó como el desierto y su mente se fundió con nostalgia.
– Buenos días, –habló María en voz alta, Hannah estaba llorando
mucho–, hoy estoy aquí en este Tribunal para denunciar al Señor
Goldstein por intento de secuestro, maltrato infantil contra mi
recién nacida, homicidio en primer grado y por violación.
Jericco ya no podía contener el llanto, sus labios temblaban y sus
manos también.
– ¿Bajo qué circunstancias dice usted eso? –Le preguntó el Juez–.
Explique detalladamente qué hizo el acusado…
María miró a Jericco con aborrecimiento y luego le quitó la mirada.
Hannah estaba pataleando en sus brazos.
– Todo sucedió en la noche del incendio del Hospital Universitario
de Heidelberg, –explicó ella con frialdad, era una mujer diferente
173
a la de esa noche–. Iba dar a luz cuando ocurrió el accidente, yo
estaba con mi esposo en la sala de parto mientras nos
ocultábamos del incendio, tenía muchas contracciones e incluso,
mi difunto marido intentó atenderme el parto cuando de repente
llegó ese demente y empezó a atacarlo salvajemente… Le quebró
un recipiente de vidrio en la cabeza y después le rompió el
cráneo con múltiples golpes, le pateó el estómago hasta dejarlo
sin oxígeno. Mi esposo tenía una mochila a un lado de la camilla,
y como era boxeador tenía un par de guantes de boxeo dentro de
ella, –se cubrió el rostro con sus manos y bufó–, ¡Luego Jericco
se puso los guantes y comenzó a golpearme en el vientre! Las
contracciones empeoraron y él disfrutaba de mis gritos.
El Juez se estremeció y unas mujeres de la audiencia empezaron a
llorar, Jericco no sabía qué sentir ante lo que María decía en su
contra. La historia estaba tergiversada, todo estaba siendo parte del
simulacro.
– ¿Qué pasó después? –Quiso saber el Fiscal, indignado–.
Benno le llevó un pañuelo a María para que sacara sus lágrimas,
estaba sollozando y gimiendo.
– Él comenzó a ahorcarme y abusó sexualmente de mí durante las
contracciones, –comentó ella suspirando de horror–. Yo gritaba
por auxilio, pero nadie estaba para ayudarme. Pasaron unos
minutos cuando estaba a punto de parir, él introdujo su mano
completa en mi vagina hasta que haló a mi bebé con fuerza, y
cuando la sacó de golpe, la maltrató bruscamente y me amenazó
diciendo que quería violar y estrangular a mi bebé.
– Será mejor que tome asiento en la audiencia, –le dijo el Juez–,
trata de tranquilizarte porque todo va estar bien. Por eso estamos

174
aquí para hacer justicia, hoy levantamos la voz de todos esos
inocentes que perdieron sus vidas en manos de ese monstruo que
aparenta ser una persona.
María bajó del estrado con su pequeña bebé en los brazos y le lanzó
a Jericco una mirada de asco, hizo un gesto de burla con su cara y
se sentó con la audiencia para escuchar la decisión final.
– Dada las evidencias demostradas por la Fiscalía y por los
testimonios presentados en la mañana de hoy, –pronunció el Juez
concluyentemente–, el Jurado encontró al juzgado como culpable
de los centenares de delitos y homicidios que fueron revelados.
Por el cual el Estado Berlinés le asigna una condena de 313
cadenas perpetuas, condenado por 312 cargos de homicidios en
primer grado incluyendo el asesinato de su propia madre, por
múltiples torturas sangrientas y violaciones sexuales, secuestro,
terrorismo, esclavitud sexual, tráfico de personas y conspiración,
agresión física y violencia, por daño mental hacía sus víctimas y
maltrato infantil. Ciudadano, Jericco Goldstein, –estremecido y
petrificado miró al Juez con temor, luego tumbó la mirada–, en
virtud a las leyes que se aplican para nuestro Estado lo condenó
a la suma exacta de 60.000 años de prisión, por la acumulación
de penas máximas de cada crimen cometido, –la audiencia quedó
boquiabierta y se levantó con aplausos–. Y por las condiciones
mentales del acusado, las sentencias serán ejecutadas bajo la
supervisión médica psiquiátrica en la Prisión de Spandau, donde
se le administrará tratamiento psicológico y la atención médica
que necesite. Debido a su lista de antecedentes penales, el Señor
Goldstein significa un peligro para la humanidad, junto a su mal
estado mental podría continuar ocasionando desgracias para la
vida de las personas. Así mismo, lo condeno a vivir el resto de su

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vida en una prisión de máxima seguridad para el porvenir de la
sociedad, sin derecho de visitas ¡Se levanta la sesión!
El Juez soltó el mazo y sonó de golpe en la sala. La gente se
contentó y comenzó a celebrar mientras Jericco estaba en shock,
estaba destrozado y su llanto ya no tenía sentido. Miraba a sus
lados sintiéndose aterrado e inseguro, todos se quedaron mirándolo
con burlas y placer, el Juez abrazó a su hija y observaron a Jericco
con una obscura mirada de satisfacción, Jericco decidió quitarles la
mirada y dejó que sus ojos se nublaran de lágrimas, tenía un nudo
en la garganta.
Los policías caminaron hacia Jericco y lo sujetaron de los brazos
para sacarlo de sala, el estado de shock no le permitía asimilar la
realidad con lo que sentía. Cuando salió del Tribunal el ambiente
había cambiado, los hostiles disturbios se convirtieron en jolgorios
festivos en los que bailaban y cantaban, había globos aerostáticos
en el cielo y algunos tenían los colores de la bandera alemana.
Estaban lanzando fuegos artificiales y la noticia de la sentencia de
Jericco Goldstein se hizo viral en bastantes noticieros del mundo, se
había expandido rápidamente como una pandemia de mentiras y
calumnias, aunque los verdaderos criminales estaban sueltos
mientras incriminaban a un inocente de sus cargos. La ignorancia
llevaba a la celebración del sufrimiento ajeno, todos escuchaban el
Himno de Alemania mientras las banderas del país colgaban de los
edificios, los aviones de la Nación hacían acrobacias y la gente
gozaba de ver los espectáculos en el cielo.

176
1 hora más tarde.
Jericco estaba muy pensativo en la patrulla mientras era trasladado
a la cárcel, se sentía ansioso y amedrentado porque sólo pensaba en
cómo sería su llegada a ese infierno. Los pensamientos intrusivos
revoloteaban en su cabeza como un ave encerrada, el hecho de
saber que nunca más podría ser libre ponía la situación más difícil,
miraba la ciudad a través de la ventana y ya comenzaba a sentir la
ausencia de su libertad porque no sabía lo que le esperaba; aunque
su vida siempre fue un desastre lleno de porquerías corrompidas
que fingían ser sus amigos, percibió silenciosamente de que todo ese
tiempo se había tratado de él y no de las personas que aparecieron
para desaparecer, en un preciso segundo razonó y supo que nunca
más podría tener la felicidad y la estabilidad que tuvo en Pléyades o
en el Olimpo, ya era hora de convertirse en un hombre nuevo.
Quizá y era lo suficientemente iluso para descifrar los golpes que la
vida le estaba dando, porque en sus episodios más lastimeros y
deplorables sólo se tuvo a sí mismo, sin la necesidad de tener un
amor que lo alimentase de falsas esperanzas que no lo llevaban a
nada, sin el anhelo de necesitar a un amigo que lo hubiese ayudado
a levantarse con sus errores porque nunca existió uno que lo
compadeciera. Su sentencia era estar maldito por la hostil soledad
que sería su fiel compañera hasta el último día de su vida.
Sus fantasmas del pasado lo conducían a un rumbo diferente por
cada autopista en aquellos viajes de agonía. Jericco era su propio
mundo, su propio universo y tenía sus propios sistemas de creencias
sobre la vida y sobre cómo era ganar decepciones con su bondad.
La patrulla se detuvo y los policías bajaron primero para llevar a
Jericco a su celda, ya habían llegado a la prisión de Spandau en

177
donde Jericco iba a pasar el resto de sus días. El penitenciario
militar era tétricamente lúgubre, la estructura de estos edificios era
un diseño neomedieval a modo de fortaleza a base de ladrillos rojos,
tenía dos altas torres en la entrada que rodeaban al inmenso portón
blanco de la prisión, cuya construcción fue proyectaba para
contener a la suma máxima de 500 prisioneros. Algunos periodistas
siguieron la patrulla y grabaron en vivo la entrada de Jericco a la
cárcel, algunos fotógrafos se abstenían de tomar fotos por la gran
cantidad de militares que rodeaban la prisión, ya que las fotografías
estaban prohibidas para el exterior o en el interior de la prisión.
Spandau estaba ubicada en el sector británico de Berlín, y el control
de la misma se rotaba por Reino Unido, Estados Unidos, Francia y
la Unión Soviética. En esta cárcel se encontraba Rudolf Hess, uno
de los Nazis relacionados con Adolf Hitler en el Tercer Reich antes
de ser capturado, estaba condenado a cadena perpetua.
– ¡Este será tu nuevo reino! –Profirió Derek con complacencia–.
Jericco se estremeció al ver la terrorífica estructura de la prisión,
caminaba obligado mientras que los policías lo hacían caminar con
bruscos empujones.
– Aquí serás el rey que siempre quisiste ser, –dijo Volker en forma
de burla–.
Luther se asomó desde la ventana de la patrulla y le hizo un ademan
a los dos para que se apresuraran.
– No, no, no, –imploró Jericco desesperado y medroso–, por favor
no me lleven ahí, mátenme, se los suplico, mátenme ahora mismo,
pero no me lleven a esa cárcel… ¡Por favor! ¡Mátenme de una
vez por todas!

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Jericco no quería caminar, pero ellos lo halaban de los brazos y lo
arrastraban.
– Tú no mereces la muerte, –farfulló Volker con una risotada–, lo
que mereces es sufrir hasta el último día de tu vida, miserable.
En la entrada de la prisión estaba el Coronel Morgen J Krumm, el
director principal de Spandau a cargo del centro penitenciario. El
hombre arrogante vestido de traje verde e insignias militares poseía
muy malas cualidades en su personalidad, puesto a que era un
sujeto cuarentón y vanidoso, tenía algo más allá de lo común que no
concordaba, su mirada de malicia y sus dientes amarillentos
desataban una mala tensión ante aquel aspecto vampírico como si
fuese Drácula, era tan alto y pálido que parecía un malvado
vampiro que cazaba almas puras para alimentarse, y de costumbre,
estaba acompañado de seis militares que lo respaldaban como unas
mascotas.
– Así que éste es el gran y famosísimo Jericco Goldstein, –señaló el
Coronel, soltándole una mirada de tirria y desprecio–.
El Coronel lo miró de arriba hacia abajo y sonrío protervamente.
– Aquí le dejamos al misionero en sus manos Sr. Coronel, –habló
Luther–.
El Coronel se acercó a Jericco y lo olió lentamente como si fuese un
perro, hizo temblar sus labios y sus dientes y emitió una detonante
risotada.
– ¡Carne fresca! –Prorrumpió con esa sonrisa de maldad en su
rostro–. Me temo a que disfrutaremos mucho de esta linda y
blanca presa, y es Nazi… Como me gustan.

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Jericco lo miró turulato con escalofríos, echó la cabeza hacia atrás
y volteó la mirada para no sentir aquella oscura tensión.
– Pueden retirarse Funcionarios, –les dijo el Coronel a los policías
y miró a Jericco con aversión–. Ahora mismo serás llevado a la
enfermería para que te hagan un examen de rayos x, luego serás
llevado directamente a tu celda, no será necesario mostrarte el
resto de la cárcel porque estarás en aislamiento, sin necesidad de
salir al patio o a cualquier otro lugar porque no se te permitirá.
Los policías se despidieron de la mano del Coronel y se fueron a la
patrulla, Jericco los observó con un mal presentimiento y miró al
Coronel con un vistazo disgustado. El Coronel detestaba a Jericco,
lo empujó fuertemente y empezó a ahorcarlo con una mano mientras
se reía.
– ¿Ya quieres declararme la guerra? –Le preguntó el Coronel,
estrangulándolo–.
Los seis militares estaban riéndose, dos de ellos se ubicaron detrás
de Jericco y le sostuvieron sus brazos, aunque las manos estaban
esposadas. Jericco estaba forcejeándose hasta que le escupió la
cara al Coronel y éste dejó de ahorcarlo.
– Esta guerra comenzó hace tiempo, –lanzó Jericco mirándolo con
desafío–.
El Coronel se detuvo y se limpió la cara rápidamente, esa estúpida
sonrisa se borró y golpeó a Jericco con un puñetazo en la nariz que
lo hizo sangrar.
– ¡Llévenlo a su puta celda! No lo lleven a la enfermería porque no
quiero, –estalló el Coronel con un ronquido de furia–. Allá le
espera una linda sorpresita que el Juez le dejó, ya quiero ver

180
cómo se le quitan esos aires de superioridad cuando sepa lo que
le espera. ¡Altanero! ¡Soberbio! ¡Degenerado!
Uno de los militares que estaban detrás de él le esposó los tobillos y
después lo empujó hacia el interior de la prisión. Los dos militares
se lo llevaron con patadas y golpes, el interior de la prisión era
inexplicablemente aterrador; la atmosfera de ese espantoso lugar
era similar a la de un cementerio, las malas energías se difundían
en su estómago con náuseas y estreñimientos.
El interior de Spandau parecía un palacio medieval, la estructura
antigua resaltaba los remotos sufrimientos dolientes de fantasmas y
seres perdidos en la oscuridad de ese vasto lugar: Los pasillos eran
largos y oscuros, tenía un olor fétido y corrompido a hospital, era
frío, maligno, tétrico y transmitía un sentimiento suicida del cual
nadie podía escapar. El viento hacía un silbido en el silencio de la
negrura de las celdas, los presos se asomaban desde sus ventanillas
con la mirada devastada y sufrida por el paso de los días, otros se
aferraban a los barrotes mientras observaban a Jericco con gritos.
Gran parte de los reclusos eran sanguinarios psicópatas con largos
historiales de homicidios, pedofilia, violaciones y secuestros.
Los militares llevaban a Jericco a un lugar demasiado lejos, tras
caminar cientos de metros en los laberintos de la prisión parecía
que nunca llegarían a su celda. Salieron al patio de la cárcel y
caminaron por unos minutos hasta que abrieron un enorme portón
de madera, era un oscuro hueco en donde había velas encendidas
que iluminaban el viejo camino que llegaba a la celda, entraron uno
por uno y continuaron hasta que llegaron a unas escaleras espirales
que seguía bajando en la penumbra de las sombras, hacía calor y el
polvo constipaba a los hombres con estornudos alérgicos que se
acompañaba de una tos intensa.
181
Los militares ni siquiera tenían linternas, la oscuridad de aquellas
catacumbas aterraban a Jericco cuando sabía que debía adaptarse
a su nuevo estilo de vida, se convertiría en un pestilente ermitaño
que probablemente nunca más volvería a ver la luz del día, y que
también se olvidaría de la existencia del tiempo cuando los años de
encierro lo hostiguen en el aislamiento.
Después de tanto caminar, llegaron al callejón subterráneo a donde
se encontraba la celda aislada de Jericco, el piso era de arena y las
paredes angostas se derrumbaban lentamente con trozos de rocas y
cemento. Unas largas cadenas obstaculizaban el suelo de la celda,
fue lo primero que Jericco vio cuando destelló en la obscuridad del
calabozo, era un pequeñísimo cubículo de paredes desgarradas y
fragmentadas de las que sobresalían roedores e insectos voladores,
los viejos barrotes de la puerta de la celda estaban completamente
oxidados y renegridos, pero el interior de la misma emanaba un
olor a carne descompuesta que se mezclaba con excremento mohoso
y orina.
Los militares abrieron la puerta lentamente y uno de ellos empujó a
Jericco con un fuerte golpe en la cabeza, él se tropezó y cayó en el
suelo de rodillas, su pantalón se rasgó un poco y se rompió la piel
de sus rodillas con raspones sangrantes que se cubrieron de arena.
Mientras intentaba levantarse escuchó el chirrido de una enorme
rata negra que pasó entre sus piernas, él se movió rápidamente con
temor y colocó las manos en el suelo, pero hizo algo nauseabundo y
pestífero, sus manos se enterraron suavemente en una mezcla espesa
de excremento baboso con gusanos y escarabajos.
Él se levantó rápidamente con el rostro constreñido del espanto y
sonó un quejido de asco hasta que los militares lo fustigaron, ambos
lo forcejearon bruscamente para quitarle la ropa y dejarlo desnudo

182
en la celda, tenía la nariz sangrando con el golpe del Coronel hasta
que los militares les rompieron la boca a puñetazos. Le quitaron la
ropa y la rompieron, –lo dejaron desnudo–, le quitaron las esposas
de los tobillos y lo aprisionaron con una arropea de hierro en los
pies, lo encadenaron de cada mano con una larga cadena de plata
soldada en la pared. Finalmente, lo aprisionaron como a un esclavo
cuando le colocaron en el cuello un pesado grillete de hierro, estaba
acoplado a la pared con las cadenas para impedirle caminar. Ya no
podía realizar ningún movimiento, Jericco iba a quedar rígido en el
piso sin poder caminar.
Ni imaginar en dónde defecaría u orinaría el resto de su vida… Sólo
había una pequeña chata de metal en donde hacer sus necesidades,
suponían que Jericco orinaría en cualquier parte de la celda como
si fuese un animal en cautiverio. El estómago de Jericco se revolvía
como la lava de un volcán furioso, tenía tanto nervios y confusión
que ni siquiera podía respirar con serenidad.
Los militares salieron de la celda y lo dejaron en el suelo, Jericco
estaba cubierto de excremento humano, intentaba no respirar el
mefítico olor de la celda que creaba una atmosfera de hedor.
No sabía qué era más terrorífico en esas circunstancias, sí estar
desnudo y propenso a morir de frío, o ser olvidado en la oscuridad
para siempre mientras se convertía en un despojo humano. Había
esqueletos de personas y animales, era el espejo su futuro, cráneos y
huesos por todas con grandes orificios de los que salían arañas.

Repentinamente, una serie de pasos se hicieron oír en el silencio de


la catacumba, una misteriosa sombra se vislumbró en aquella luz
parda que nació de las paredes, cuyos orificios contenían velones

183
negros que iluminaban la celda. La sombra se alargó tanto que la
imagen se desfiguró como la de un espectro, los pasos dejaron de
sonar cuando de pronto, un misterioso hombre llegó a la celda con
un sombrero de bruja y un abrigo de plumas negras, tenía una pipa
de fumar en la boca mientras ocultaba su rostro en la oscuridad y
con el humo que exhalaba.
Jericco lo miró espantado y se echó hacía atrás como una criatura
temerosa, su respiración se aceleró y su ritmo cardiaco se perturbó
cuando empezó a sudar frío, sus manos temblaban y en su mente
escuchaba cientos de voces que lo torturaban en silencio mientras
galopaba una pesadilla atroz. Jericco se cubrió los oídos con sus
manos, pero los gritos en su cabeza se hicieron más fuertes. La cara
del hombre se iluminó con un rayo de luz. Jericco expectoró un
líquido amarillento y viscoso de la boca que salió disparado a la
pared, un gemido de terror resonó entre sus dientes y su voz se agitó
por el pánico que tenía al ver a ese hombre. Jericco nunca pensó en
sus días más claros que lo volvería a ver, el misterioso hombre era
John Stephenberg.
Estaba envejecido y tenía el cabello blanco, su mirada de hostilidad
nunca cambió. Stephenberg abrió el candado de la celda con una
llave y entró mansamente, Jericco se atragantó y Stephenberg le
hizo un ademan con el rostro mientras sonreía hipócritamente con
esa mirada de maldad. John cerró la puerta de la celda y guardó la
llave en el bolsillo de su abrigo, caminó hacía Jericco, pero él se le
alejaba con temor.
– Vaya, vaya… Así que aquí tenemos al Señorito Jericco Goldstein
–platicó Stephenberg con la voz burlona–. ¿Cuánto tiempo ha
pasado sin vernos la cara?

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Stephenberg observó a Jericco con seriedad y soltó una risa bufona,
Jericco le regresó una mirada odio y cólera.
– ¡Terminaste de arruinar mi vida! –Le gritó Jericco, enfadado y
agitado–. ¡Te mataré! ¡Juro que te mataré, hijo de puta! ¡Lo haré
tarde o temprano! ¡Desgraciado! ¡Infeliz!
Jericco corrió hacía él, pero, sus cadenas lo detuvieron y se ahorcó
con el grillete de su cuello, él cayó de golpe y se volvió a levantar
con histeria, sus manos y pies se rompieron con el maltrato de las
cadenas.
Stephenberg se sintió amenazado y pateó brutalmente sus testículos
tumbándolo en el suelo por el infernal dolor, lo dejó tan paralizado
y estremecido que no podía gemir con quejidos de dolencia. Jericco
tenía sus genitales al descubierto por la desnudes de su sentencia, la
rosada piel de sus testículos se tornó de un color cárdeno por el
golpe; comenzó a sentir nauseas constantes mientras sus adoloridos
testículos parecían girar libremente bajo la carne, la torsión del
cordón espermático estaba desgarrándose lentamente, sus lágrimas
salieron de sus parpados y se regaron sobre sus mejillas entrando
entre sus labios.
La inflamación testicular fue tan grande que Jericco parecía tener
un testículo más arriba con respecto al otro.
– Conmigo no te metas, miserable rata de alcantarillas, –le dijo
Stephenberg con hostilidad y repugnancia–.
Jericco estaba pálido e inmóvil.
– ¡MIERDAAA! ¡AAAAAAAAAAH! –Sonó sus alaridos guturales,
sufridos–. ¿Por qué no me sueltas de estas cadenas y peleamos

185
como hombres de verdad? –Le preguntó Jericco con una ruidosa
exclamación que enronqueció su voz–.
Jericco seguía adolorido y sin fuerzas de murmurar, gemir o gritar.
– ¿Sabías que el dolor de una patada testicular duele más que el
dolor del parto en una madre? –Comentó Stephenberg, sin parar
de reír–. Te explicaré, mi querido y viejo alumno, –caminó hacia
Jericco y se sentó a un lado de él con una sonrisa insolente–; el
cuerpo humano puede soportar 45 unidades de dolor, y el que
una madre siente al dar a luz es aproximadamente 57 unidades
mientras que una patada en los testículos puede alcanzar los
9.000.
– ¡Me importa una tonelada de mierda lo que digas! –Prorrumpió
Jericco, gemebundo–. Vete al infierno y quémate como la sucia
sabandija que eres, ¡Porquería!
Jericco sentía un dolor intenso en el escroto y en el abdomen, se tiró
al piso en posición fetal y empezó a vomitar, estaba orinándose y no
podía contener sus acciones. La temperatura de su cuerpo se elevó
por encima de los 40 grados centígrados.
– Sólo vine a verte para que supieras lo muy feliz que me siento de
verte pagar por mis crímenes, –dijo Stephenberg, quitándose el
sombrero–.
Jericco soltó un berrido de dolor y comenzó a gruñir del coraje.
– Y saber que también me acusaron de asesinar a mi madre, –le
susurró Jericco con un suspiro de llanto–. Cuando él la atacó
brutalmente hasta dejarla moribunda ante mis ojos, yo sólo era
un niño que no podía defender a su mamá… No sé por qué estoy
pagando el precio de un castigo que no merezco.

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– Lo mereces y más que nadie en el mundo, –increpó Stephenberg,
mirándolo con lástima y asco–. ¿Es que no ves la clase de basura
que eres? Eres una completa inmundicia a la que torturaría
nuevamente sí lo pudiera hacer…
– Pero tú eres y siempre serás un maldito cobarde, –balbució
Jericco con agonía–. ¿Qué mejor tortura que estar encerrado en
una celda para esclavos? ¡Mátame! Me harías un favor.
Jericco intentó levantarse y lo desafió.
– No, no, –negó Stephenberg lentamente con la cabeza–. No quiero
verte muerto, sino sufriendo hasta el último segundo de tu vida.
– ¿Quieres torturarme otra vez? –Le preguntó Jericco en voz alta,
estaba cubriéndose los testículos–. ¡Hazlo! ¡Vaamooss! Como la
última vez.
– ¿Para morir y regresar a Pléyades? –Emitió Stephenberg con
sugestión–.
Jericco se extrañó y lo observó petrificado.
– ¿Tú qué sabes de eso? –Preguntó él–.
– ¡Jajajaja! –Stephenberg se carcajeó con las manos puestas en su
barriga–. Te vi en el noticiero esta mañana actuando como un
maldito psicópata drogadicto, ¿O negarás que estabas drogado?
– ¡Aaaahhh! –Exclamó Jericco con el retintín de su voz burlona–.
Veo que no sabes nada, eres un simple cretino arrastrado que
vive metiéndose en la vida de los demás porque la suya está más
muerta que mi dignidad. ¡Qué asco me das!
– ¿Me lo dice el hombre más impúdico y aborrecible del mundo? –
Interrogó Stephenberg con vileza–. Goldstein, tú sí que me das
lástima. Por ejemplo, –John se paseaba por la celda con altivez–,
esa mujercita de la que te enamoraste al primer momento de

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conocerla, y luego, ¡Jajajaja! Pero, ¿Qué sucedió después? ¡Te
terminó de hundir en la miseria! ¡PORQUE ERES UN INFELIZ!
Nadie te quiere, ni siquiera tu padre, así ves de una vez la clase
de calamidad que eres tú en este mundo.
Jericco tragó su saliva con un nudo en la garganta y tumbó la
mirada al suelo.
– ¿Qué quieres de mí? –Le preguntó Jericco, sobrecogido–. Ya me
destruiste por completo por cinco años, y ahora estoy en prisión
pagando por el precio de tus culpas. ¿Qué es lo que quieres de
mí?
Stephenberg se empezó a reír con una expresión malvada en aquella
tétrica fisionomía de animadversión, y cogió un látigo de cadenas
finas de hierro que yacía en suelo, era pesado y estaba hecho con
filosas trenzas de piedras, huesos, filosas espinas y cristales.
– Hmmm… Pues, –expresó Stephenberg muy pensativo–, yo no
quiero nada más de ti porque, ya lo que quise hacer lo hice, verte
muerto y ahora tras las rejas. Pero, quizá y haya alguien más que
todavía quiere verte aprender las últimas lecciones de tu nefasta
existencia.
Stephenberg se paseaba en la celda con el azote revoloteando en sus
manos, Jericco lo observaba nerviosamente.
– Ajá, ¿Y quién es ese alguien? –Le preguntó Jericco palpitante–.
Ah, ya sé, es ese maldito Juez al que le hiciste sexo oral para que
me acusase de todos esos delitos ¿No es así?
– No, no soy ese Juez –susurró inesperadamente una voz masculina
en la oscuridad–. ¿Estás feliz de verme?

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Aquellos ojos enormes brillaron en la oscuridad como una bombilla
de caos ardiente, Stephenberg abrió la puerta de la celda y entró un
sujeto vestido con traje negro y corbata. La sombra del hombre se
extendió sobre el suelo hasta que la luz iluminó su identidad, y su
inesperada aparición estremeció Jericco dejándolo sin palabras.
Era su padre, quien decidió visitarlo a la celda para terminar de
destruir a su propio hijo con el peso de su masiva maldad.
– ¿Cómo está mi apreciado hijito? –Cuestionó Arthur con una voz
maligna y una mirada perdida en odio–. Jamás me quedaría con
las ansias de venir a visitarte, significas mucho para mí, ¿Lo
sabías?
Arthur le quitó a Stephenberg el látigo de sus manos con delicadeza
y sonrió con ternura, los ojos de Jericco se humedecieron y una
lágrima fue derramada con hiriente decepción. Puesto a que se
sentía adolorido físicamente, nada podía compararse con el agudo
dolor que arremetía contra sus emociones. Su mente estaba nublada
y bloqueada, estaba a punto de perder la cordura por todo lo que
había sucedido.
– ¿Qué viniste hacer aquí? –Le preguntó Jericco, inconsolable–.
Jericco miró el látigo en sus manos y se echó hacia atrás, ese miedo
en sus ojos era el mismo que tenía de niño cuando su papá lo
maltrataba. Stephenberg estaba riéndose muy escandalosamente sin
detenerse, Arthur tenía una perversa sonrisa que se intensificaba al
mirar las condiciones en las que estaba su hijo.
– ¿Por qué, tienes miedo? –Cuestionó su padre en respuesta–.
Arthur se acercó más a Jericco, pero él se siguió apartando, estaba
sintiéndose amenazado.

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– No tengo miedo, –balbució Jericco con sus labios temblorosos–.
Aléjate de mí, no te aproveches del estado de inutilidad en el que
estoy…
– ¿Y por qué me aprovecharía? –Explosionó Arthur con un grito
desafinado–. ¿Piensas que te haría daño?
– Tú siempre me lastimaste desde que era un simple niño inocente,
–habló Jericco, trémulo–. Y te aprovechaste de mi timidez para
maltratarme, y tú fuiste el responsable del sufrimiento que tuvo
mi madre desde que te conoció.
– ¡Nunca me arrepentiré de haber matado a esa perra! –Exclamó
furiosamente y lanzó un latigazo al suelo, Jericco lo esquivó–.
¡JAJAAJA! ¿No lo sabías? Tu madre era una puta al igual que
todas las mujeres en el maldito mundo, y tú siempre fuiste el
mariquita que ella quiso tener.
– ¡No la llames así! –Jericco se desesperó y forcejeó sus cadenas–
arruinaste mi vida –susurró Jericco, melancólico–. Mataste a mi
madre, y me hiciste vivir con miedo sólo porque me amenazabas
con enviarme a Auschwitz.
– Siempre tuve el poder para tapar el Sol con un dedo, –impugnó
Arthur con un bufido–. ¿Olvidaste por qué te iba enviar a un
campo de exterminio?
– ¿Por qué lo ibas hacer? –Interrumpió Stephenberg, fumando–.
– ¡Porque la rata que me tocó tener como hijo es un homosexual de
primera! –Gritó Arthur con mucha estridencia–. Sólo quise que
fuese un soldado, un hombre de muchas mujeres y de bastantes
hijos, quería que dejase nuestro apellido por lo alto, pero, nunca
lo hizo.
Jericco se sintió ultrajado con las palabras de un hombre machista,
homofóbico, déspota y mujeriego.

190
– ¿Qué te da la gran seguridad de decirme homosexual? –Recusó
Jericco, resentido–. No hay nada más asqueroso que alguien
utilice el término “homosexual” en manera ofensiva, siento tanta
vergüenza de haber sido hijo de un maldito alcohólico como tú,
de un mentiroso machista, soberbio, y de un ¡Asesino!
Arthur levantó el látigo y con fuerza arremetió contra la zona dorsal
de Jericco, Arthur liberó un grito de furor y una exhalación forzada
que sonó cansada tras azotar violentamente a su hijo. Jericco soltó
un chillido de dolor y se contuvo con sus ojos cerrados al recordar
el mismo dolor que sintió en Pléyades al ser flagelado, apretó sus
manos con aquel ardor que lo fustigaba y respiró hondo después de
llenarse de una fortaleza fantasmal; la piel de Jericco se abrió y sus
tejidos se rompieron, empezó a sangrar sin cesar hasta que su padre
le regresó otro flagelo en las piernas.
– ¡Aprende a quedarte callado! –Explotó Arthur en cólera después
de flagelarlo–.
Jericco cayó sentado en el suelo y se golpeó el coxis con una roca
que sobresalía del suelo, el dolor lo contenía mientras Stephenberg
disfrutaba con una sonrisa y usando de su pipa.
– ¡Asesinoooooo! –Insistió Jericco, protestando con pesadumbre–.
Eres lo peor que pudo haberle sucedido en la vida de mi mamá,
arruinaste su juventud y la llevaste a la muerte como hiciste
conmigo, sólo eres una desgraciada porquería infernal.
Jericco estaba gritándole de angustia mientras que su padre sólo lo
atacaba. Arthur se encolerizó tanto que le escupió la cara y se río
en ella, la piel de Jericco estaba tan destrozada que su carne se
dividía en dos grandes fragmentos sangrientos de huesos y tejidos.

191
– ¡Tú madre merecía morir! –Gritó la atronadora voz de Arthur–.
Era una mujer inútil e inservible como tú, ella estaba feliz de
tenerte como la marica que eres.
– ¡Ni siquiera dejaste nacer a Nebraska porque demolías a mi
madre a golpes! –Continuó Jericco vociferando–.
– ¡Tú puta madre abortó a tu hermana! ¡Ella no quería tenerla y
yo tampoco! –Arthur exclamó en rechazo y detonó a la defensiva
con su voz estrepitosa–.
Jericco se quedó en silencio y miró a su padre con un odio colosal,
sabía que no tenía sentido discutir con un asesino.
– Maldito sea el día en que te tuve como padre, –habló Jericco en
voz baja–. Veo que sólo eres un monstruo sin corazón y sin
dignidad, no te quieres a ti y no quieres a nadie, ahora sé por qué
vives como un completo miserable en la oscuridad.
Arthur se descompuso al escuchar aquello que su hijo le habló con
una voz tenue y sincera, pero él se enfureció muchísimo más hasta
que levantó el látigo altamente y lo bajó de golpe, pero Stephenberg
lo evitó. Stephenberg le dio un empujón e impidió que lastimase más
a su hijo, la idea no era matarlo por un desangramiento sino dejarlo
vivo para que sufriera mucho más.
– ¡Detente ahora, compadre! –Exclamó Stephenberg sujetando los
brazos de Arthur–. Recuerda que ése desgraciado merece sufrir
en vano hasta que se pudra en esta celda, no lo sigas agraviando
más porque le estás haciendo un favor de dejarlo malherido y
matarlo para huir de su castigo.
Arthur le quitó la pipa a Stephenberg y comenzó a fumar mientras
caminaba por la celda.
– Tienes razón, –concordó Arthur tranquilándose–.
192
Stephenberg hizo una pausa y algo se le vino a la mente.
– Mejor démosle el delicioso coctel que le preparé para que pasase
todo el día en su casita, –comentó Stephenberg, entusiasmado–.
Jericco direccionó la mirada a Stephenberg y se inquietó, pensativo.
– ¿Qué le trajiste al maricón? –Preguntó Arthur, fumando–.
– Una sabrosa combinación de fentanilo, lidocaína y clembuterol,
–respondió Stephenberg con satisfacción–. ¿No suena divertido?
Jericco sintió un pesado nudo en la garganta y se estremeció con un
sombrío escalofrío.
– ¡Así es que me gusta! –Exclamó Arthur con el pulgar arriba–. Me
encanta saber que mi niño está en manos correctas, al menos sé
que pasará un excelente día y una primera noche en este hermoso
castillo.
Jericco se inquietó y empezó a temblar, él no le temía a los golpes o
flagelos que podrían haberle dado nuevamente. Sino, se perturbaba
con el hecho de estar drogado a la fuerza con tres sustancias fuertes
que podrían enloquecerlo, después de lo que le sucedió en la Zona
13 nació en él un temor hacia los narcóticos y venenos.
– ¡Tranquilos, caballeros! –Vociferó Stephenberg con amabilidad y
serenidad–. He hecho lo correcto como para que no le dé una
sobredosis, todo está bajo control.
– ¡Nooo! –Exclamó Jericco con un grito enorme–. ¡Ni se te ocurra
inyectarme algo!
– Cierra la maldita boca, mariquita asquerosa, –dijo Arthur a la
defensiva–. Si no quieres que te inyectemos lo suficiente para
dejarte en coma otra vez.

193
Stephenberg sacó una pequeña jeringa de su abrigo y la levantó a la
altura de sus ojos. Jericco se estremeció y se alejó amedrentado.
– Ven aquí pequeñín, –le habló Stephenberg amablemente–.
Jericco se intranquilizó y lo soslayó con manotazos.
– ¡Quítate de mí! –Gritó Jericco entrando en pánico–. ¡No te me
acerques! ¡Déjame en paz! ¡Por favor déjame en paz!
– A mí niño no le gustan las inyecciones –opinó Arthur sonriendo–.
Arthur caminó a Jericco e intentó sostenerlo mientras lo forcejeaba.
– ¡Tranquilo amiguito que no dolerá nada! –Vociferó Stephenberg
luchando para inyectarle el brazo–.
– ¡Aaaaaaahhhh! –Berreó Jericco con un alarido de histeria–.
¡Noooooooo! ¡Nooooooooo! ¡Déjenmeeeeeeeeee!
Los gritos de Jericco sonaron hasta el exterior de la catacumba, sus
ensordecedores alaridos sonaban en toda la penumbra de la celda.
– ¡Unoo, doos y treees! –Exclamó Stephenberg al inyectarle el
coctel de drogas en su brazo–. Que buen chico, has cumplido con
el tratamiento de hoy.
Tras golpearlo y forcejearlo lo inyectaron en contra de su voluntad,
Jericco se petrificó con una extraña sensación cuando el líquido
entró en su torrente sanguíneo y sintió un mareo.
– ¡Ese es mi hijo! –Bramó Arthur con felicidad–.
Jericco se tranquilizó con una expresión rara en su rostro y se sentó
en el suelo. Tenía muchísimas palpitaciones por segundo, temblores
involuntarios y un dolor de cabeza que parecía al de un golpe, sus
dedos temblaban y se torcían por sí solos mientras que las náuseas
lo estremecían junto a espasmos musculares.
194
– John, pienso que nuestro convenio no sirvió de algo, –expresó
Arthur apartándose de su hijo–.
Jericco tenía la mirada perdida en la luz de las velas y al mismo
tiempo sus ojos se ponían en blanco. John y Arthur se apartaron de
Jericco y fumaron juntos, estaban en una plática bastante íntima.
– ¿De qué convenio me estás hablando? –Curioseó Stephenberg,
ambiguo–.
Jericco tenía somnolencia y estaba eructando continuamente, tenía
flatulencias y ansiedad, tenía la visión borrosa y todo su entorno
giraba ante él, su boca empezó a sacarse y la piel de su cara se
enrojeció como un tomate al igual que su pecho.
– Pues, cuando te pagué 500 mil dólares a cambio de que nunca
dejases huir a Jericco de ese laboratorio, –explicó Arthur con la
pipa entre sus labios–.
– ¿Te arrepientes? –Le preguntó Stephenberg, él se la quitó de la
boca y fumó rápidamente–.
Stephenberg le dio la pipa a Arthur y soltó una tos seca. Arthur
inhaló el humo y lo transpiró en sus pulmones.
– No, –negó Arthur con la cabeza, tenía el humo en sus pulmones y
exhaló–. Sino que, te pagué con el fin de que Jericco estuviese
recluido ahí para no enviarlo a un campo de exterminio. No
quería ver a ese marica con otros hombres, pensé que trabajar
contigo se convertiría en alguien dominante y prepotente, pero,
nunca lo hizo…
– Fue un contrato que firmaste con los socios de la Zona 13 desde
que el muchacho estaba en la secundaria, –dialogó Stephenberg,
levantó su mano derecha y le pidió la pipa a Arthur con un
gesto–.
195
– Tuve que hacerlo porque lo iban a enviar a Auschwitz por el
hecho de ser un maldito afeminado, –confesó Arthur dándole la
pipa a Stephenberg–.
– No importa, –eludió Stephenberg con la pipa en su boca–. Ese
marica debía pagar las consecuencias de alguna forma u otra.
Arthur le clavó una mirada a Stephenberg y pensó detalladamente.
– Tienes razón, hermano –concordó Arthur, caminando hacia la
puerta de entrada–. Mejor vámonos ya.
Stephenberg lo siguió, y antes de ello, cogió un pedazo de tela que
yacía en el suelo, era lo que quedaba de la ropa que Jericco tenía
antes de que los militares la rompieran. Stephenberg caminó hacia
Jericco y le enmendó las heridas de los flagelos para detener el
sangrado, porque no era parte del plan dejarlo morir fácilmente.
– ¡Vámonos ya! –Gruñó Arthur con arrogancia–.
– No debe morir tan rápido –habló Stephenberg mientras se dirigía
a la puerta–. Quiero saber que estará sufriendo como un animal
en esta prisión, deberá envejecer acá y disfrutar de lo mucho que
le espera.
– Espero nunca más volver a verlo en mi vida –dijo Arthur saliendo
de la celda–. Este lugar me da asco, –gruñó disgustado–, desde
ahora me haré la idea de que nunca tuve un hijo porque esa
escoria es un injurio para la familia.
Los hombres salieron de la celda y la cerraron con candado.

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Capítulo 15: Delirios mentales: El bucle de la muerte.

El infierno de Jericco estaba comenzando, tenía un profundo dolor


en el pecho como si una espada hubiese sido atravesada; en su boca
aparecieron aftas e irritaciones dolorosas que se producían con la
resequedad, el sarpullido en su cuerpo y la picazón lo desesperaban
con ruidosos pensamientos inusuales que se hacían enfermizos, él
estaba en un nivel de confusión bastante alto, tenía una sensación
de frío y calor que se acompañaba de vómitos. Intentaba levantarse,
pero el mareo lo desplomaba de golpe con desgarres musculares, su
cuerpo temblaba constantemente y su visión se hacía doble.
Miraba a las paredes moverse y el techo derrumbarse, los barrotes
se separaban y jugaban con la mente de Jericco con movimientos
circulares en su entorno. La candela de las velas tenía el rostro de
su padre mientras le sonreían a Jericco con maldad, él se sentía
vigilado por un espantoso espectro que estaba sentado a su lado,
por las alucinaciones veía a una persona sin rostro que le tocaba
los pies, tenía garras en sus manos en lugar de uñas y dos enormes
piernas de caballo que tenía patas de gallina, mientras su visión se
nublaba en cada respiración el siniestro espectro aparecía en cada
esquina de la celda, pero era una perturbadora ofuscación burlona
que maquinaba con la maltratada imaginación de Jericco.
El cuerpo le temblaba y se retorcía en crisis convulsivas que lo
perdían de la realidad, su cuerpo se encogía y se estiraba al igual
que un acordeón desafinado que emitía berridos de consternaciones
sombrías.
Él estaba viéndose a sí mismo en sus fantasmagóricas alucinaciones
en tercera persona, eran episodios aterradores que terminaban en
197
múltiples escenas de confusiones histéricas, Jericco gritaba y gemía
con susto. El sudor en su cuerpo lo bañaba con las lágrimas que
derramaba de aquellos pavorosos ojos de miedo. Estaba mordiendo
las cadenas de sus manos y sus encías sangraban de furia, al sentir
la impotencia en sus dientes se lanzaba de cabeza contra la pared y
su frente se rompía en raspones sangrientos, el suelo de la celda
estaba desplomándose hacia un precipicio subterráneo que se abría
circularmente dejando un enorme hueco, Jericco miraba el abismo
de ese formidable agujero en el suelo y se horrorizaba con vértigos
que lo hacían vomitar sangre, en los oídos de Jericco retumbaban
desgarradores gritos y susurros que no se detenían para aterrarlo
con alucinaciones perversas.
Y súbitamente, un espeluznante anciano ensangrentado apareció en
la imaginación de Jericco cuando su cabeza se asomó lentamente
desde el agujero, el extraño hombrecillo de baja estatura y de piel
arrugada se arrastró hacia a Jericco como si fuese una oruga. Sus
extremidades amputadas y su rostro desfigurado eran horripilantes,
las cuencas oculares de su fisionomía estaban vacías y su boca se
expandía tanto como la de un cocodrilo, en ella resaltaba filosos
dientes podridos que se movían mientras éste prorrumpía baladros y
refunfuños bestiales. Las ataduras de Jericco lo inutilizaban en los
apresurados movimientos de nerviosismo que lo llevaban a impulsos
nerviosos.
Su entorno continuó girando rápidamente con atronadores sonidos
de truenos y relámpagos que encendían la celda con incendios
mentales. Hubo un tiempo en el que el infierno cesó y la bulla de su
mente desapareció, el agujero desapareció y los barrotes dejaron de
girar cuando el silenció reinó en la catacumba, la mente de Jericco
vagó en una penumbra celestial que cerró sus ojos por un indefinido

198
periodo, todo se sosegó y se durmió en un pesado sueño borroso en
donde la lucidez no se conocía, el corazón continuaba apresurado
con arritmias cardiacas y pulsos acelerados que no se apaciguaban,
su cuerpo de continuó impregnándose de sudor y los temblores no
desaparecieron hasta que la intoxicación se detuvo.
Las horas transcurrieron y el atardecer se convirtió en una larga
noche en la que Jericco estuvo rígido, el frío nocturno congeló sus
miedos y parecía estar muerto ante aquellas brutales circunstancias
que lo aprisionaban durante la noche. Era imposible determinar la
zona horaria en semejante oscuridad, las enormes paredes que
bloqueaban cada parte de la celda no tenían ni siquiera un orificio
por donde penetrase la luz, todo era tan oscuro que sólo la llama de
las velas iluminaba el entorno.
Un ensueño irresoluto pierde la conciencia de Jericco y lo hunde en
los rincones más recónditos de su imaginación, él despierta con un
resoplido desde una elevada altura sintiendo un dolor familiar que
lo asimiló con un sufrimiento pasado, él estaba paralizado con la
vista perdida en un llanto de nostalgia, sus manos extendidas y
cubiertas de sangre negruzca se juntaban con aquellos torturados
pies para doler, Jericco sentía que en el interior de su cuerpo se
quemaba una gran parte de sí mismo que espolvoreaba en cenizas
sus recuerdos. ¿Qué era aquello que gritaba con súplicas en su
mente? Eran chillidos y aullidos femeninos sobrecogedores que
confundían a Jericco, y en un santiamén, su imaginación empezó a
pintar un océano iracundo que avasallaba un enorme maremoto
negro que golpeaba su cuerpo con repulsión, una fuerza mística lo
inhibió de la parálisis cuando repentinamente apareció montado en
una cruz de madera.

199
Era una altísima cruz color barniz situada sobre una enorme roca
que sobresalía entre los furiosos oleajes del hostil océano, las olas
golpeaban el cuerpo de Jericco y cuando el agua colisionaba en su
piel, su carne se abría con grietas repentinas que dejaban a la vista
sus tendones, tejidos y huesos. Una lóbrega niebla cubrió la roca y
Jericco perdió la visión del entorno, la cruz estaba desintegrándose
con filamentos de madera y se volaron con el viento de la tormenta,
la sangre de sus venas se vació lentamente por aquellas heridas
abiertas, sus huesos se rompieron en crujidos y de su boca salieron
hormigas que se desaparecían con la fuerza de los vendavales.
El cabello comenzó a caerse despacio y sus dientes se pudrieron, los
ojos se salieron de sus cuencas oculares y quedaron colgando de
sus parpados, su cuerpo se deterioraba apaciblemente, su carne se
descomponía en cenizas mientras los ecos en su mente quedaban en
el olvido con sus martirios, cada sentimiento se devoraba con el
grito de los cuervos que volaban alrededor de la cruz, el océano
estaba tan frenético que la alta marea sobrepasaba el cuello de
Jericco hasta ahogarlo; sus ojos fueron arrancados de su rostro y
llevados por la corriente, la podrida dentadura se desvaneció y cayó
en el agua para sumergirse y expandirse en el castigo.
Y aleatoriamente, todo se convirtió en un enorme tornado de vientos
y vapores que giraron rápidamente hasta cambiar el ambiente, el
tiempo se comprimió con recuerdos vividos en un mundo paralelo
de historias disímiles, y fue cuando su cuerpo comenzó a armarse de
nuevo con las cenizas que retornaron a su piel en retroceso cuando
el océano desapareció lentamente. El tiempo se retrocedió con el
paso de los minutos y transcurrió en regresión, sus ojos regresaron
a las cavidades oculares y sus dientes se situaron en sus encías
mientras su cabello crecía; el mundo cambió cuando Jericco cayó

200
de la cruz y en lugar de desplomarse en el suelo, una nube negra lo
absorbió y lo envolvió con un viento huracanado que lo transportó a
un templo satánico.
Algo siniestro rondaba en aquel oscuro templo, el piso tenía una
colorida ilustración de Belcebú en un trono de moscas y serpientes,
las columnas de esta edificación eran tan altas que el techo parecía
estar en las nubes, paredes negras y velones rojos relucían la
víspera demoniaca del mes de octubre. Había cuervos y gatos
negros encerrados en jaulas de oro, al igual que pequeños recién
nacidos que pataleaban y manoteaban dentro de calderos de agua
hirviente, los clamores y berridos de los bebes se consumían con el
humo de aquel sufrimiento evaporado. Y de improvisto, un coro
femenino resonó en los pasillos del templo cuando apareció un gran
círculo de mujeres negras rodeando una cruz, tomadas de las manos
con el rostro pintado de blanco danzaban alrededor de aquella cruz
en donde una mujer estaba crucificada.
Jericco se petrificó con un gesto de espanto en su rostro, desnudo y
trémulo caminó hacia aquel círculo con sugestión. Se ocultó detrás
de una columna y vislumbró perplejamente hasta que un golpe sonó,
él hace una pausa y gira lentamente con una mirada sombría para
escudriñar el templo hasta ver la extraña causa que originó el golpe
detrás. ¡Era un ataúd de color purpura! ¿Cómo es que eso
aparecería momentáneamente? La tapa del féretro comenzó a
abrirse con lentitud y una mano peluda se asomó por la hendidura,
era negra y temblona, aquellos dedos torcidos tenían larguísimas
uñas pintadas de rojo que rechinaban con la madera del ataúd.
Jericco retrocedió un paso lentamente y fue empujado por una
misteriosa fuerza potencial que lo lanzó al suelo, se golpeó el
cráneo y sus ojos se cerraron cuando el dolor lo infligió con mareo.

201
Cuando abrió los ojos las mujeres del círculo lo estaban observando
con una perversa sonrisa, las sacerdotisas del culto no parpadeaban
y emitían gruñidos internos con furia.
Jericco intentó levantarse pero algo bloqueó sus movimientos con
furia, él empezó a revolotear con patadas y golpes pero todavía no
sabía que algo tan adverso lo impedía, y misteriosamente, apareció
dentro de aquel ataúd sin alguna razón aparente… Jericco sintió
que estaba acostado encima de alguien y se levantó apresurado,
percibió un olor a formol que se combinaba con una fetidez
pútridamente cadavérica; estaba compactado y aturdido ante aquel
extraño suceso, y repentinamente, un par de manos frías palparon
las axilas de Jericco y pellizcaron su piel erizada, cuyos brazos
peludos y negruzcos estaban alargándose como una serpiente
amazónica mientras abrazaban forzudamente el torso de Jericco,
aquellas horripilantes garras se enterraron a los lados de su frente
y Jericco sintió una extraña fuerza que detuvo su respiración con un
dolor de cabeza: Su estómago se comprimió con un doloroso cólico
y sus músculos se contrajeron, la respiración se aceleró y emitió un
gimoteo de sobresalto.
E instantáneamente, una energía clandestina tumbó el ataúd en el
suelo y Jericco cayó estremecido, su nariz goteó un par de gotas de
sangre coagulada que se derramó sobre sus labios y lo impulsaron
a levantarse, él se puso de pie y salió corriendo de allí con gemidos
de susto, estaba ahogado en una sed de confusiones y miedos que
acechaban por cada paso.
Él esquivó a las mujeres que lo ceñían y se detuvo boquiabierto
cuando miró a la cruz, emitió un grito desgarrador y se estremeció
ante lo que miraba con un desconcierto en el rostro. ¡Era Aradia!
Estaba crucificada y carbonizada de la misma manera en que la vio

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en Pléyades, lucía como la última vez, su cuerpo en llamas y su piel
ardiendo en las cenizas de su tortura enloquecieron a Jericco. ¿Era
un espejismo? Todo se relacionaba con Pléyades de alguna manera,
era ambiguo reconocer que una parte de Jericco se conectaba con
su vida pasada.
Jericco levantó la mano temblorosa para tocar la cruz y la colocó
en el madero vertical, sus dedos traspasaron la cruz como si ésta
fuese un portal astral en la que se conectaban con lugares alternos
del más allá. Jericco introdujo su mano en el madero y fue como
meterla en un poso de agua, e impetuosamente, una turbulenta nube
roja apareció girando alrededor de Jericco con una gran presión de
viento que lo empujó hacia la cruz, él se dejó sacudir por la acción
del potente ventarrón y entró en la cruz hasta que el portal se cerró
y la vista de Jericco quedó en una gran opacidad ciega.
Jericco abre los ojos y ve que ya no está en ese misterioso templo, él
deambula en sus recuerdos más remotos del lejano pasado y siente
que ése lugar es muy familiar… Pero, ¿Qué es lo que tenía este sitio
que amedrentaba a Jericco? Él apareció repentinamente en un
extraño lugar en el que nadie debería estar solo, estaba acostado en
un pozo de lodo maloliente con la mirada deslumbrada en una Luna
color sangre, aunque no le importó estar sentado en los restos de
animales muertos que se reventaban de gusanos, él se angustió. Era
un lóbrego bosque de enormes árboles en donde colgaban personas
muertas de sus ramas, los montículos de cadáveres en cada estribo
del bosque emanaban una iracunda pudrición, el silbido del viento
resoplaba las hojas de los árboles y rugía un sonido particular que
hacía de la noche intrigante.
Jericco se levanta adolorido con un dolor en la espalda como si ya
hubiese vivido ese momento anteriormente, él suelta un quejido y

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escudriña el bosque confundido, y repentinamente, la silueta de una
enorme ave vuela sobre los árboles y un escalofríos lo paraliza, él
hace una pausa y siente que una mano se apoya sobre su hombro
derecho hasta que gira con el rostro constreñido. La luz de la Luna
refleja una sombra y la presencia se esconde, Jericco se aparta
lentamente hacia atrás con suspenso y se estremece con lo que ve,
quedando sin respiración y ahogado en la confusión.
Un par de ojos negros brillaron con una luz blanca como el titileo
de dos luciérnagas, la luz lunar iluminó el rostro jovial y pálido de
un chico blanco con los labios pintados de negro, su cabello oscuro
resaltaba aquellos colmillos filosos que le sobresalían de la boca,
tenía un increíble parecido a Jericco. Pues, era una fisionomía de
aspecto vampírico y llena de odio que reflejaba el rencor de aquella
vengativa mirada, el chico caminó hacia Jericco y relució de su
túnica negra con un báculo bañado de diamantes y plumas negras,
el muchacho le habló a Jericco con una voz gutural que lo hizo
temblar.
– Así que has regresado, –habló la voz desafiante del chico–.
– ¿Tú quién eres? –Le preguntó Jericco, confuso–.
– ¿No puedes verlo? –Preguntó el muchacho con soberbia–.
El chico se dio la vuelta y lució el color negro de sus uñas.
– ¡Dime quién demonios eres! –Graznó Jericco con furia–.
– Quizá y soy lo que eras en Pléyades, –explicó él con una extraña
expresión–, ¿Ya olvidaste este bosque? Cuándo decidiste entrar
para seguir a la secta más grande de Pléyades. ¡Los Nigrum
Mortem!

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Su voz hizo muchos ecos en el bosque, él era la versión de Jericco
cuando realizó el pacto en las catacumbas de Memphis. Eso era su
gemelo perverso, lucía más joven y fortalecido.
– ¿Qué hago aquí? –Le preguntó Jericco a su otro yo–.
– Sólo sígueme, –respondió el otro Jericco con la oscura maldad
en su rostro–.
Esta versión de Jericco era algo diabólico y perverso, no se parecía
en nada a lo que era después de despertar del estado comatoso.
Jericco comenzó a seguirlo dentro del bosque mientras se topaba
con criaturas malignas de la noche, las gárgolas sobrevolaban los
cielos en bajas alturas mientras gritaban con voces masculinas, se
oían risas femeninas y aterradores susurros que entraban en la
cabeza de Jericco para mortificarlo. Y repentinamente, algo insólito
y horripilante sucedió en el Bosque Prohibido, el gemelo de Jericco
se achicó y su tamaño se redujo hasta que comenzó a transmutarse
en algo inesperado, sus extremidades se convirtieron en cuatro
patas y su cuerpo se llenó de pelo negro, de su cabeza crecieron dos
enormes cuernos que eran filosos como un cuchillo, su rostro se
transformó en algo monstruoso y bestial que se iluminó con un par
de ojos rojos, era algo inexplicable. La turbia mirada de Jericco se
entrecortaba y se nublaba, en menos de lo esperado su gemelo se
convirtió en aquella cabra que le apareció en Pléyades por primera
vez, todo era un flashback de recuerdos vivientes que regresaron de
otra vida por alguna razón.
Él siguió a la cabra con los ojos cerrados y el corazón le palpitaba
rigurosamente hasta que los abrió de inmediato, y ya no estaba en
el bosque, estaba en las catacumbas de Memphis y aquellos gemidos
de horror que lo agitaban eran señales de que algo se avecinaba.

205
– ¿A dónde fuiste? –Gritó Jericco con la voz temblona–.
El lugar cambió rápidamente hasta que fue trasladado a un túnel
angosto, la oscuridad era espantosa y se oían gritos de sufrimiento
que rugían en ecos.
– ¡Veeeeteeeeee! –Exclamó una voz masculina y estrepitosa–.
Jericco dio un alto salto de pavor y giró hacia atrás cuando el grito
se hizo escuchar con estridencia, pero se topó con una espeluznante
escena de consternación. Un hombre alto con capirote negro tenía
apresada del cuello a una mujer, ésta desentonaba aullidos de susto,
pero su identidad se ocultaba con la sombra del gorro del verdugo,
y momentáneamente, una extraña luz en el pasillo lanzó un rayo
brillante al rostro de la mujer y su imagen se vislumbró a simple
vista… Era alguien que Jericco no esperaba ver, la mujer sufriente
que berreaba y se forcejeaba en los corpulentos brazos del hombre
era Roxette, su vieja mejor amiga y aliada de guerra a quien veía
como a una hermana mayor.
– ¡Aaaaaaaahhhh, Roxetteeeee! –Vociferó Jericco, despavorido y
alterado–. ¡Huyeeeeeeee!
Jericco gritó con la voz desabrida y corrió hacia Roxette. El
verdugo se quitó el capirote y apuñaleó a Jericco en el pecho, el
hombre era Alfred, el verdugo que torturó a Jericco en Pléyades
hasta destruirlo.
– ¡AAAAAHHH! –Gritó ella desconcertada, clavándole una mirada
punzante a Jericco–. ¡Asesinooooo! ¡Tú me mastasteee! ¡Aléjate
de mí! ¡AAAAAHHH!

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Jericco se echó hacia atrás conmovido por lo que decía ella y Alfred
le cortó el cuello a Roxette, ella le regresó una mirada burlona y
llena de maldad hacia Jericco y le sonrío mientras se desangraba.
– ¡Noooooo! –Espetó Jericco un grito de pavura mientras se cubría
los oídos inclinado en el suelo–. ¡Nooooooooo! ¡Noooooooooo!
¡Detenteee! ¡Por favoooor! ¡Yo no la maté! ¡Nooo loo hiceee!
El rostro de Roxette se transfiguró en la cara de un anciano y del
agujero en el cuello le salieron moscas y arañas. Jericco no dejó de
gritar fuertemente hasta que su voz se enronqueció y quedó mudo.
La sensación de culpabilidad e irritabilidad lo impulsaron a cerrar
los ojos para evadir la pesadilla, y cuando lo hizo, en su mente se
sulfuró un ciclón de alucinaciones y ensueños de cuando estaba en
la cruz, el océano rebosaba su cuello y el agua penetraba su nariz
hasta ahogarlo en una asfixia asesina. Todo desapareció cuando
abrió los ojos con un ahogo de clemencia y regresó al mismo lugar
en donde estaba, y en ese instante, un fuerte oleaje se escuchó venir
cuando las paredes de las catacumbas fueron derrumbadas por una
súbita corriente oceánica que circuló desde los túneles, el agua se
revolvió en el interior de las galerías y su nivel ascendió hasta tocar
el techo.
La presión de agua lo empujó contra una pared y se golpeó fuerte la
cabeza con una roca. De pronto, el golpe hizo un estrago en Jericco
y despertó rápidamente de aquella profunda y terrible alucinación
en la que estuvo por más de 12 horas; una cubeta de agua caliente
fue vaciada en la parte frontal de su cuerpo por un militar, fue un
evento espontáneo.

207
Capítulo 16: La transformación de un monstruo

Jericco se levantó de inmediato con clamoreos de ardor y su piel se


enrojeció con ampollas, aunque fueron varias veces en las que se les
golpeó a patadas y a puños pero no se levantaba. Uno de los tantos
militares lo despertó para llevarle la comida a la celda porque era
la única del día. Él era Tom Fredsherburg, quien estaba en el cargo
de vigilar a Jericco para asegurarse de que no hubiese una actitud
extraña.
Jericco estaba farfullando con la voz entrecortada y agotada, aquel
ardor en su cuerpo le sacó las lágrimas con arrojo y lo hizo gemir
de dolor. El amargado militar le llevó un desagradable platillo de
comida, un pequeño trozo de carne cruda pestilente que tenía un
color verdoso y violáceo, además, le llevó un vaso de leche cortada
que emanaba un olor nauseabundo.
– ¡Trágate todo eso! –Añadió Tom con arrebato–. Es lo que
comerás hoy, quizá y no vuelvas a comer durante unos días.
Jericco le clavó una mirada debilitada y desorbitada, tenía fiebre y
estaba sudando.
– No, no quiero comer nada, –replicó Jericco, desalentado–. ¿Qué
hora es?
Jericco estaba arrinconado en la pared con la espalda encorvada.
– ¿La hora? –Le cuestionó el militar irónicamente–. ¡JAJAJAJA!
Será mejor que te acostumbre, porque de ahora en adelante tus
días serán iguales y agonizantes.

208
– ¡Por favor! –Imploró Jericco, angustiado–. ¡Necesito saber qué
hora es! ¡No sé si es de día o es de noche! Siento que ha pasado
mucho tiempo, por favor.
Siempre parecía de noche por la oscuridad de la celda.
– Llevas tres días encerrado, –añadió el militar con seriedad–. ¿No
lo recuerdas?
Jericco se perdió en una laguna mental por la confusión, el militar
jugaba con la mente de Jericco para torturarlo con el desconcierto
del encierro.
– ¿No? ¡Noo! –Empezó a decir Jericco, estremecido–. Sólo llevo
un día aquí, ¿Es de mañana? ¿Es mediodía? ¿Cuánto tiempo
llevaba dormido?
Jericco se intranquilizó e intentó a caminar, aunque era imposible,
halaba las cadenas mientras el militar lo observaba con una sonrisa
retorcida.
– Es de noche y pronto será las 12:00 am, –mintió–. Ahí está la
comida, será mejor que comas porque me obligarás a actuar en
contra de tu voluntad.
El militar caminó hacia Jericco y lo apuntó con su pistola.
– ¡No quiero comer! –Impugnó Jericco rabiosamente–. ¡No comeré
eso! ¡No moriré envenenado o por una infección!
El militar disparó al techo y una rata cayó de arriba, Jericco se
estremeció y se cubrió los oídos con una impresión asustada.
– ¿No comerás? –Insistió el militar, apuntándole la cabeza–.

209
Jericco observó la comida con asco y frunció el ceño. El militar lo
miró con alarma y siguió apuntándole el arma en la frente, Jericco
tomó el trozo de carne cruda y la levantó a la altura de sus ojos y la
observó asqueado. Él abrió la boca e introdujo la carne en ella, sus
labios temblaron lentamente y frunció la frente cuando sintió el
inmundo sabor en la boca; el gusto era sanguinolento y metálico
con muy poco aroma, su olor tendía ligeramente a ácido láctico,
cuando empezó a masticarla desprendió un sabor muy diferente al
anterior, era un gusto repugnante y pútrido que dejaba un mal
sabor en toda su boca.
El militar empujó el vaso de leche a Jericco y él lo levantó del suelo
con desconfianza, después de digerir la carne cruda ingirió el vaso
de leche con una expresión de asco.
La leche tenía un sabor amargo y agrio que le dio un impulso de
vómito, sintió tantas nauseas que intentó vomitar, pero el militar lo
impidió cuando lo golpeó en la espalda con un manotazo. Jericco
terminó de beberse el vaso de leche y su cara se petrificó tras sentir
un intenso cólico, el estómago se le estaba revolviendo y sentía que
la comida se le regresaría por la boca, podía sentir que un líquido
espeso y caliente recalentaba sus intestinos, sintió varios escalofríos
y tuvo la sensación de que la tensión del cuerpo bajaba, tenía
mareos y nauseas que aparecían con eructos y flatulencias calientes
que le irritaban las paredes intestinales. Tenía acidez y la sensación
de estar lleno, era una gran molestia que experimentaba en la parte
superior del abdomen.
– ¿Te gustó? –Le cuestionó el militar con arrogancia–. ¿Qué tal
estaba la comida?

210
Jericco estaba enfermándose, se sentía fatal, aunque apenas era su
primer día en prisión, su cuerpo desnudo tenía una capa delgada de
polvo que recubría sus heridas, estaba sediento y malhumorado.
– Necesito darme una ducha, –habló Jericco con la cabeza hacia
abajo, su voz se quebró por la falta de saliva–. Quiero agua, te lo
suplico, no me siento bien.
El militar pensó en algo malévolo cuando escucho a Jericco.
– Hmmm, ¿Quieres ir a las duchas por un baño de agua tibia? –Le
preguntó a Jericco con insinuación, con una mirada de que algo
se tenía entre manos–.
Jericco asintió decaídamente y las náuseas lo hicieron eructar con
un terrible olor que le venía desde la garganta.
– Yo sólo… Sólo quiero, –su voz volvió a cortarse, pero sonó más
forzada y distante–, sólo, sólo necesito agua…
Jericco se apagaba.
– Nos vemos después, Goldstein, –añadió Tom de improvisto luego
de estornudar, él se limpió la mano con su uniforme y observó la
celda con asco–. Feliz noche, descansa.
Jericco levantó la cara y lo miró cegado, se quedó con la emoción
de que lo llevarían a darse una ducha, pero su ansiedad por beber
agua le hizo creer que le darían algo para no morir deshidratado.
Se quedó pesando en lo que le dijo el militar, no creía que era de
noche. Dado a las mentiras que venían en camino para hacer perder
la cordura, cogió una roca del suelo y se levantó para hacer algo
que indicaría el verdadero tiempo de su encierro, Jericco levantó la

211
roca con la mano temblorosa y rasgó la pared con un chirrido que
dibujó una torcida raya blanca.
Jericco sintió una presión en su corazón que lo hizo detonar con un
grito de imploración, la ansiedad y el silencio del encierro era algo
traumatizante, un nudo en la garganta siguió secándole la boca
hasta dejarlo sin saliva y sin el gusto de respirar en paz. Sentía una
pelota en la garganta que lo estrangulaba en cada gimoteo de
desesperación.
– ¡SOCORROOO! –Escandalizó con la voz quebrantada, comenzó
a golpearse la frente con la pared y no cesó–. ¡AUXILIO! ¡Me
estoy muriendo! ¡Que alguien me ayude! ¡Por favor! ¡Ayúdenme!
¡Aaaaaaahhh! ¡Socoooorroooo!
Sus gritos retumbaban los ecos en aquella olvidada y deslustrada
celda subterránea, él gritó con tanta fuerza que su garganta vibró y
le quedó adolorida. Su frente se llenó de contusiones cárdenas y
verdosas, continuó lanzándose de golpe contra la pared de cemento
y halando coléricamente las cadenas de sus extremidades; Jericco
se reventó los labios y sus encías se vinieron en sangre cuando el
cemento las partió, tenía la cabeza adolorida y su rostro quedó
irreconocible por la máscara que se hizo por los golpes. Tenía la
piel de sus puños abierta, no paraba de sangrar. Cuando Jericco se
cansó de gritar de impotencia se lanzó al suelo con enfado.
Los días transcurrieron y la cordura de Jericco se desvanecía, los
militares le llevaban comida cada dos días y pequeñas cantidades
de agua para sorber, quizá y el agua estaba contaminada porque su
color era amarillento. Cuando la ingería terminaba durmiéndose y
después despertaba con alarmantes ataques de pánico, perdió todos
los sentidos comunes y empezó a construirse en un monstruo.

212
En algunas veces los militares lo despertaban orinándole la cara, la
orina le entraba en la boca y en la nariz hasta despertarlo ahogado.
A veces le arrojaban su propio excremento, le pisaban los testículos
y lo pateaban en el estómago hasta hacerlo vomitar.
A la celda de Jericco iban doctores para saber su estado de salud, y
de la misma manera, se encargaban de evitar cualquier mal estado
físico para eludir una enfermedad mortal que lo hiciera huir de su
castigo. Él estaba como un animal en cautiverio, sus condiciones
físicas lo convirtieron en un despojo humano que lo diferenciaba
mucho de lo que era antes, ya no era un hombre refinado y aseado
que se mantenía limpio y brillante con un aroma de elegancia.
Puesto a que a veces se alimentaba de mariscos crudos que le daba
la prisión, también, se comía las cucarachas, arañas e insectos que
merodeaban la celda. Tenía el cabello demasiado largo y enredado,
casi que les llegaba a los hombros y siempre estaba muy
despeinado, tenía piojos, pulgas y grandes garrapatas en el cuerpo
que venían con polillas. La tez blanca de su cuerpo estaba curtida y
oscurecida, el sucio estaba adherido en sus axilas y en sus partes
íntimas, su cara estaba cubierta por una mascarilla de polvo que la
hacía ver totalmente negra; tenía las uñas largas de las manos y de
los pies, los talones se rebosaban de callosidades y grietas que
brotaban sangre. Estaba convirtiéndose en un monstruo.
Moría de frío y calor, en algunas circunstancias pasaba hasta 4 días
sin que le llevasen alimentos, por lo que se alimentaba lagartijos y
murciélagos que le hacían una suculenta compañía, era una prueba
de supervivencia. Los dientes se le podrían con el mal aliento bucal,
se había convertido en una porquería humana sin emociones y
pensamientos, lo único que hacía a diariamente era rayar la pared
con sus filosas uñas para contar los días de encierro, hasta entonces

213
transitaron semanas y semanas de invisibilidad que lo llevaron al
primer mes de pesadumbre.
En las paredes escribía las fechas conmemorativas de sus buenos
recuerdos en Pléyades con el pulso temblante para no perder lo que
le quedaba de sensatez; y también, mantenía las remotas memorias
que reflejaba en la pared con reflexivas letras de sentimientos
lúcidos, era una juiciosa manera de no perder la noción del tiempo
y tener vigente la razón para seguir viviendo. En cada día de su
encierro gritaba con desgarradores alaridos de pánico, sin importar
ser ignorado por todos seguía haciéndolo con la esperanza ciega de
ser salvado algún día.
Perdía su juventud encerrado mientras miraba su vida desplomarse
al abismo de sus discordias, el trastorno de su pasado lo asechaba
con imparables pensamientos asesinos que le arrancaban el oxígeno
cuando procuraba respirar con sus atribulas, el peso de la gravedad
hundió su alma en los estratos más profundos del mundo cuando las
placas tectónicas se abrieron para arrástralo al suicidio, y por cada
minuto, los pensamientos suicidas evadieron su mente durante los
impulsos que arremetían contra sus erráticos pensamientos, Jericco
se autolesionaba para terminar con su vida pero no lo lograba.

214
Capítulo 17: Viaje astral: La visita de Satán.

El mundo siguió girando y se detuvo en aquel 3 de marzo del año


1947, él decayó y tiró todo a la basura cuando perdió la noción del
tiempo, sentía que ya no quedaba más por hacer… ¿Qué se supone
que haría sí ya había perdido la mente? Jericco perdió la cuenta de
los días encerrado en Spandau y era imposible diferenciar los días y
las noches, eso parecía afligirlo mucho más porque las esperanzas
se perdieron con sus sueños de los buenos tiempos.
Aparentemente era casi la medianoche cuando su frustración cesó y
dio fin a ese mal día con un descanso, ese fue el peor de todos los
que llevaba encarcelado. Su cuerpo estaba rasguñado por aquellas
uñas que parecían garras de águila, era irritante vivir en estas
condiciones cuando ni siquiera tenía cómo alimentarse de alimentos
saludables.
Jericco cerró los ojos después de haber estado llorando todo el día
y se perdió en las profundidades más negras del sueño, su cuerpo
estaba dormido, pero, su mente no… Y en un santiamén, él abrió los
ojos y emitió un vozarrón desde su garganta cuando se levantó
lentamente, aunque algo no andaba normal, ¿Lo raro? Lo insólito
era que no estaba encadenado del cuello y de las extremidades, él se
puso de pie lánguidamente y luego se observó a sí mismo en el suelo
mientras dormía, estaba viviendo de una experiencia extracorporal
en la que se veía dormir como un espectador.
Una misteriosa bruma entró por los barrotes y cubrió el suelo en un
milisegundo, un fuerte ciclón de polvo se revolvió iracundamente y
los insectos salieron de sus cuevas, y de repente, una plaga de
langostas y escorpiones entró a la celda. Jericco se encorvó un poco
215
con las manos en la cabeza y se dirigió hacia la salida, estaba
aturdido y patidifuso.
Al salir de la celda pareció alejarse bastante cuando los destellos
ofuscaron su mirada, cuando se dirigía por los túneles de la
catacumba cogió uno de los velones que se colmaban en esas
pequeñas casillas de las paredes y se detuvo, escuchó el chirrido de
la puerta de la celda cerrarse; Jericco giró un tanto amedrentado y
miró la puerta cerrada, y luego que lo hizo, volvió a mirar al frente
con pesadez hasta que su entorno comenzó a cambiar.
Y súbitamente, la sonata de un violín en sol menor sonó en ecos de
melodías en la oscuridad de esa catacumba que se transformaba en
un tenebroso convento, era una sonata que extasiaba, encantaba y
transportaba a Jericco a un desconocido plano astral. Él continúo
caminando hasta que repentinamente su perímetro cambió del todo,
eran paredes antiguas y altísimas columnas que ilustraban el arte
gótico de la arquitectura de ese convento, había lujosas lámparas
que colgaban desde arriba como bolas de espejos; él vestía de una
larga túnica blanca con capucha y mangas anchas que caían de sus
bordes, la melodía del violín dejó de sonar por un ratito y luego
sonó inesperadamente, pero, cuando eso sucedió las luces del
convento se apagaron y las lámparas de cristal cayeron del techo y
se quebraron alrededor de Jericco, dio un brinco de susto y esquivó
los cristales que se lanzaron hacia él como cuchillos.
Una luz débil alumbró el convento y Jericco se direccionó a ella con
pasmo, y de pronto, por cada paso dado aparecieron seis luces que
se encendieron en dos filas de bombillas blancas, había seis a la
derecha y seis a la izquierda; Jericco empezó a caminar en medio
de las filas hasta notar que bajo cada bombilla había una puerta, y
al final de éstas columnas se miraba un enorme espejo que titilaba

216
con la luz roja de una bombilla moribunda, –la sonata no se detuvo
y él continuó caminando–. Él tenía los ojos puestos ante aquellas
puertas que se cerraban y se abrían coléricamente por sí solas, era
una atmosfera sobrenatural que estremecía a Jericco con aquellos
gritos, golpes y murmullos que sonaban desde el interior de las
mismas.
Jericco miró a su derecha y una puerta abierta capturó su atención,
la luz blanca de aquella alcoba iluminó a una mujer luciendo de un
blanco vestido de novia que estaba manchado de sangre, cuyo velo
cubría ese malvado y consumido rostro cadavérico que se encendía
de ojos rojos; la mujer se subió en una silla con una soga enrollada
en el cuello y saltó de arriba para ahorcarse, su cuerpo empezó a
retorcerse y su rostro se coloró de un tono violáceo cuando dejó de
moverse. Jericco desvió la mirada a la izquierda y se topó con un
cura vestido de morado, un anciano esquelético y pálido, él estaba
cortándose las venas con un crucifijo que provocaba aquellos
fluyentes ríos de sangre.
Jericco escuchó una pequeña detonación detrás de él y escudriñó
atrás para ver qué era, cada una de las bombillas empezó a explotar
hasta dejar una terrorífica fosca, todo estaba quedando a ciegas. Él
estaba muy pacífico así que continuó acercándose al espejo tras
sugestionarse con aquella luz roja titilante, y cuando miró a una de
las puertas que aún tenía su bombilla se petrificó con un quejido…
Estaba una mujer desnuda con un recién nacidos en sus brazos, era
mulata y esqueléticamente desnutrida.
El bebé que se alimentaba de su seno tenía un horripilante rostro
de anciano, dos pequeños cachos salían de la parte superior de su
frente, era alguien verdaderamente deforme y espantoso. Aunque
esto no termina aquí, ya que mientras la mamá le daba leche de su

217
pecho estaba masturbándose, la mujer se llenaba de placer mientras
que el diabólico niño la estimulaba sexualmente en sus pezones, y a
su vez se frotaba el clítoris lentamente con el rostro relajado y
placentero, tenía una sonrisa suavizada.
Jericco volteó su cara muy disgustado y siguió caminando hasta que
todas las bombillas explotaron, excepto aquella bombilla roja que
sólo titilaba junto al espejo. A un costado del espejo estaba un viejo
reloj de madera, el reflejo del espejo se veía distorsionado al igual
que el reloj, era como si el reloj estuviese marcando la hora de una
manera errada, ya que el tiempo retrocedía en lugar de avanzar
normalmente. Cuando Jericco se acercó al espejo bajó la capucha
de su túnica con una expresión extraña en el rostro, el espejo reflejó
repentinamente su imagen de una forma verdaderamente diferente,
quizá y era la distorsión del sueño que reflejaba un monstruo de tres
brazos y de dos cabezas, cuatro ojos y una horripilante cola de
serpiente que salía de su trasero.
La luz roja empezó a parpadear rápidamente, y en cada parpadeo
Jericco vio a través del espejo una espeluznante silueta detrás de él.
Él se volteó con una extraña sensación de ser observado y sintió que
algo venía detrás, se escuchaba el sonido de unos enormes y
alargados pasos de caballo que sonaban en el suelo; sólo que la
niebla y la oscuridad hacían imposible ver qué era aquella cosa, era
como si hubiera estado escondiéndose en el medio de la negrura.
Cuando él direccionó de nuevo su mirada al espejo notó que ya no
estaba distorsionado, ya su reflejo no se veía como un espectro, sino
que el espejo estaba girando como un remolino de colores oscuros.
La sonata del violín volvió a sonar más fuerte y Jericco escuchó que
la melodía venía desde lo lejos, se escuchaba muy alejada y más
entrecortada, pero, aquellos pesados cascos de caballo seguían

218
retumbando en el suelo desde muy cerca hasta que él giró hacia
atrás. Al quitar la mirada del fantasmagórico espejo, sus ojos se
perdieron en la negrura cuando algo demoniaco y siniestro se
apareció ante él: Un hombre alto de dos metros de altura se hizo
ver entre la neblina, la luz roja reflejó en un parpadeo al pavoroso
cuerpo del hombre cuyo físico era subnormal, sus piernas eran
como las extremidades traseras de un caballo, sus brazos alargados
y doblados como si fuesen de goma, las pezuñas de sus manos
parecían a las de un puerco y sus patas eran de cabra.
Aquel par de ojos brillantes transmitían pánico, –Jericco se extasió
y se paralizó–, cuando el ente diabólico empezó a caminar hacia
Jericco, enseñó sus enormes cornamentas y su abundante barba de
chiva que relucía con aquel pequeño violín, era ese protervo ser que
asechaba a Jericco desde el inicio del sueño con la sonata melódica.
Súbitamente, la sonata se detuvo y el hombre desapareció en las
tinieblas, –eso alertó a Jericco–, él escudriñó su contorno con el
corazón acelerado, pero no veía algo en esa tenebrosa oscuridad,
todo quedó en un extraño silencio en el que sólo se escuchaba su
agitada respiración. Y de improvisto, un pequeño gruñido sonó en
su oído hasta que una respiración resonó una voz ronca, Jericco
tenía la espalda helada y el vello de su piel se erizó, había un olor a
quemado que se combinaba con una pudrición infernal de animal
muerto, –él giró despacio hacia el espejo y quedó boquiabierto–;
¡Era una espantosa pesadilla! La entidad diabólica apareció en el
reflejo del espejo y lo apresó violentamente, luego lo haló hacia el
interior del mismo y el espejó se lo tragó con una luz roja que se
abrió como un agujero. ¡Era el mismísimo Satanás! Cuando Jericco
se topó con aquella horrorosa mirada se empalideció, el demonio
expandió su boca y sacó de ella una alargada y negruzca lengua de

219
serpiente que le lamió los ojos a Jericco, Satanás chupó los pómulos
de Jericco y su piel se quedó amoratada por los chupetones.
Después de que Jericco fue introducido forzadamente al espejo, se
transportó a través de un portal astral que lo trasladó de un sitio a
otro, aquella extraordinaria y potente fuerza lo estranguló y lo privó
de oxígeno hasta hacerlo vomitar una sustancia viscosa que se
comprimió, sintió un peso menos de su cuerpo cuando el demonio lo
liberó en la oscuridad astral y se perdió en alguna dimensión del
espejo. Y repentinamente, Jericco apareció de nuevo en su celda con
el corazón palpitantemente acelerado, y aquella satánica presencia
volvió a desaparecer... ¿Por qué estoy aquí de nuevo? –Pensó él–,
tras caer en el suelo de la celda se levantó y escudriñó su alrededor
con terror. Ya no había langostas ni escorpiones en el aposento,
sino inmensas tarántulas negras y rojas que rebosaron el aposento
con locura, era increíble, las arañas estaban en el suelo, en las
paredes y en el techo.
Jericco caminó hacia su cuerpo durmiente y lo miró sobrecogido,
estaba envuelto de telarañas de la cabeza hasta los pies. Y mientras
Jericco pateaba las tarántulas desenvolvía su cuerpo para entrar en
él, y súbitamente, una gigantesca tarántula trepó las paredes y se
columpió en las telarañas hasta que brincó sobre el cuello de
Jericco. Él se espantó y se la quitó de encima con un jadeo de susto,
pero, no sabía lo que estaba por suceder… Una enorme tarántula de
un metro entró a la celda caminando rápidamente, Jericco escuchó
el ruido de sus pesadas ocho patas y cuando giró lentamente, miró
que venía detrás de él; tenía dos cabezas humanas y una de sapo,
cuyos rostros malévolos y aterradores les pertenecía a dos hombres
con ojos rojos, ojeras violáceas y labios negros que destallaban en
esas fisionomías contraídas que lo hacían más espeluznantes, tenían

220
dientes renegridos y podridos que se relucían con aquellos pómulos
consumidos de cadáver.
Jericco se estremeció y se lanzó de golpe sobre el cuerpo dormido,
él pensó que despertaría de aquella pesadilla lucida pero no lo hizo.
Cuando entró a su cuerpo estaba paralizado e inerte en el suelo, su
cuerpo seguía dormido pero su mente estaba más que despierta. Era
una parálisis de sueño, su impotencia lo hacía detonar pequeños
gemidos internos que sólo sonaban en su mente porque su cuerpo no
despertaba, simplemente podía mover los ojos y sudar de ansiedad
con el subyugante terror; la tarántula de tres cabezas caminó hacia
Jericco y se le subió encima, la terrorífica criatura empezó a
babearlo y defecó sobre su tembloroso cuerpo, los dos rostros
masculinos empezaron a morderle los dedos y le arrancaron las
uñas, Jericco sólo gritaba desde su interior pero nada de eso podría
ayudarlo a despertar porque era en silencio. Jericco sentía que los
cientos de arañas caminaban sobre su cuerpo y se posaban en su
cabello, algunas pasaban por su boca y le pinchaban los labios con
esos puntiagudos pelos.
La tenebrosa pesadilla no terminó hasta en un inadvertido segundo
donde Jericco despertó rápidamente y se levantó del suelo con el
corazón acelerado; estaba ensopado de sudor y seguía encadenado,
eso indicaba que ya había despertado de la pesadilla y la parálisis
del sueño era un suceso del pasado del cual no volvería a recordar.
Jericco estaba gimoteando cansinamente con los ojos desorbitados,
él miró a todas partes con una extraña confusión en el rostro de que
algo seguía fuera de lugar, sentía que aún estaba en peligro y que
alguien lo observaba desde afuera de la celda, y de improvisto, un
torbellino de viento caliente apagó todas las velas de la catacumba
y quedó en una oscuridad masiva.
221
Jericco se horrorizó de la siniestra oscuridad de la celda porque
sintió que algo estaba observándolo, un golpe sonó de repente,
Jericco se tiró en el suelo con la espalda apoyada en la pared, e
inesperadamente, unas filosas uñas empezaron a rechinar sobre el
metal de los barrotes. Era un rechinamiento espeluznante que
sacudió a Jericco con un escalofrío, él frunció el ceño con los ojos
cerrados y apretó sus puños cuando escuchó desde lejos la sonata
del violín. La melodía era tétrica y perturbadora, sonaba desde muy
lejos porque los ecos retumbaban el silencio de la catacumba.
Se abrazó las piernas con la respiración agitada y apoyó su cabeza
sobre las rodillas, y bruscamente, el chirrido de la puerta alertó a
Jericco con un fuerte dolor de cabeza. La puerta de la celda empezó
a abrirse lentamente y después se cerró con furia, –el golpe de la
puerta lo estremeció–, alguien estaba entrando sigilosamente a la
celda, los pasos eran los mismos cascos del sueño y la sonata del
violín continuó sonando.
Jericco se armó de valor y se levantó con las piernas temblando, él
intentó mirar a través de la oscuridad, pero no pudo ver algo
porque era imposible, y extrañamente, el violín dejó de sonar al
igual que los cascos. Cuando Jericco caminó con los ojos cerrados
hacia los lados se tropezó con algo pesado, era un cuerpo extraño
que yacía rígidamente, parecía una masa fría, temblante babosa y
áspera, él se inclinó y la tocó con ambas manos por curiosidad
hasta que todas las velas de la celda se encendieron; la catacumba
se iluminó por la candela y Jericco se petrificó al ver que no había
nada en el suelo, ¿Qué era lo que estaba tocando? –Pensó él,
medroso–.
Tan pronto que caminó en retroceso para acostarse en el suelo, algo
lo empujó brutalmente contra la pared y luego lo levantó del cuello,

222
las cadenas se rompieron y sus extremidades traquetearon cuando
se fracturaron por los golpes que lo demolieron. Su espalda se
rompió con enormes arañazos que parecían haber sido hechos por
garras, de pronto, empezó a ahogarse y se atragantó con aquella
sangre espesa que expulsó por la boca, el cuerpo le temblaba y su
rostro estaba hinchándose por los fuertes golpes que le partieron los
dientes.
El estrepitoso escándalo no cesó de los golpes y bramidos de pánico
que emitía Jericco, eran abofeteadas y patadas que lo llevaban a la
desesperación, e iracundamente, algo lo sujetó del cabello y lo
levantó tanto que lo golpeó con el techo hasta lanzarlo en el suelo
de forma ruda, –sus huesos sonaron con un crujido–, cerró los ojos
y se cubrió el rostro con sus manos ante aquel irascible dolor,
Jericco estaba temblando.
Y de repente, una inesperada sacudida hípnica lo hizo cambiar de
pensar, empezó a abrir los ojos lentamente hasta que algo rotundo
le arrebató las palabras, ¡Estaba despertando otra vez! Después de
dar un impetuoso brinco su realidad cambió drásticamente, todo ese
tiempo había estado soñando una terrible pesadilla sin final, no era
la primera vez que tenía despertares falsos y parálisis de sueño en
la mitad de la noche.
Jericco estaba tan aterrado que cuando despertó se cubrió la cara
con su cobija, fue calmoso ver que las velas estaban encendidas y
que no estaba malherido como en el sueño. Volver a dormir era lo
último que quería, después de todo, no quería soñar con lo mismo o
con algo peor. Se quedó pensando toda la noche en lo que había
sucedido en el sueño hasta que llegó el momento en que lo olvidó.

223
Capítulo 18: El demonio que se enamoró de un sacerdote.

Los días transcurrieron después de aquella noche y Jericco siguió


deteriorándose mental y físicamente, ya no quedaba algo de lo que
era antes. El rubio oscuro de su cabello despareció junto a aquella
piel blanca y delicada, sus condiciones físicas eran deplorablemente
desagradables, los militares tenían el permiso de llevarles cubetas
de agua helada cada mes para ducharse, en consecuencia, por cada
día que pasaba se colmaba de moscas y cucarachas que transitaba
en su cuerpo.
Las uñas de las manos y de los pies siguieron creciendo llenándose
de hongos, sus talones continuaron agrietándose y la piel estaba
rota, la dentadura amarillenta se llenaba de caries y gingivitis,
aunque la periodontitis le ocasionó el aflojamiento de los dientes y
muelas que se cayeron con el tiempo; eran enfermedades dentales
originadas por la mala higiene bucal, pero nada se comparaba con
aquel fétido y putrefacto olor que emanaban las bacterias bucales
con ese mal aliento. Tenía la boca hinchada y en algunas ocasiones
se humedecía con el sangrado de sus encías, la aparición de aftas
no se detuvo por lo que sentía el infierno ardiendo en su boca.
En el abril del año 1947 se expandió un oscuro rumor en la prisión
que involucraba fuertemente a Jericco, eran misteriosas fábulas que
brotaron desde las celdas de los edificios principales de Spandau.
Todos esos comentarios siguieron creciendo por las malas lenguas
hasta que llegaron a oídos de los militares, y probablemente, ellos
también creyeron en lo que hablaban. Decían que Jericco estaba
comunicándose con espíritus malignos en su celda, de esos antiguos

224
prisioneros que murieron en ella y que todavía seguían vagando en
la soledad.
Lo acusaban de brujería sin alguna evidencia que ratificara lo que
decían. Los militares y prisioneros afirmaban haber experimentado
eventos paranormales en la noche, y que todo comenzó a suceder
extrañamente desde que Jericco fue trasladado a Spandau. Los
militares percibieron los cambios de personalidad que adaptaba
Jericco, cada vez que le llevaban alimentos y agua lo veían realizar
comportamientos extraños que estaban fuera de lo normal. Pero lo
que ellos no sabían era que Jericco se descomponía mentalmente,
todo era supersticiones de los reclusos cuando se referían a Jericco
de la forma en la que lo hacían, él no estaba haciendo brujería, ni
siquiera sabía quién era o qué sería de su vida en ese encierro. Lo
más extraño e insólito de esto hacía ver la situación complicada,
porque todos los presos afirmaban ver por las noches a un hombre
alto vestido de negro que visitaba sus celdas, algunos decían que
éste se acompañaba de una mujer de baja estatura y con el rostro
desfigurado, otros afirmaban que el hombre se les aparecía en los
sueños o llegaban a sus dormitorios para tocarles los pies.
Algunas de las prisioneras decían que el hombre que se paseaba por
los pasillos de su celda era muy parecido a Jericco Goldstein, quizá
y por ello pensaban que él hacía brujería para salir de su celda y
molestar a los demás reclusos. Mientras las mujeres se duchaban
sentían que algo las observaba detrás de ellas, ellas se aterraban al
pensar que podría ser un policía depravado o un recluso infiltrado
en las duchas femeninas, después de ver que no había alguien detrás
sentían una mala presencia que las hacía sentir amenazadas.
En la cocina se escuchaban ruidos extraños como roncos gruñidos y
susurros que sonaban con fuertes golpes en las paredes, las ollas y

225
los platos se caían por sí solos en el suelo y las vajillas de vidrio se
quebraban de golpe. Dado los espantosos eventos que alertaba a los
reos, el Coronel Morgen J Krumm se vio obligado en llevarle un
sacerdote a la celda de Jericco con el fin de que hiciera una misa de
purificación. Así mismo, el sacerdote tendría que realizar una misa
pública para todos los reclusos en la cárcel y eliminar el miedo con
oraciones paganas.
El 20 de abril el sacerdote Howard acudió a la prisión de Spandau,
eran un anciano caucásico y gruñón que tenía un largo historial de
pedofilia en Alemania. El Coronel Morgen le dio la autorización al
sacerdote para ir a la celda de Jericco sin la compañía de un
militar, puesto a que nadie tenía el permiso de entrar ahí debido a
las peligrosas condiciones de la catacumba, ya que había gran
cantidad de criaturas venenosas y porque algunas personas
murieron de forma extraña allí, en años pasados; quizá y era por
fuertes caídas en la oscuridad o por alguna otra casualidad que
explicase el por qué nunca salieron con vida de la catacumba, y
porque algunos cadáveres ni siquiera fueron encontraron.
El sacerdote Howard había dado una misa en horas de la mañana
para todos los reclusos, y al culminar la ceremonia se quedó en la
prisión a comer para ir a las 3:00 pm a la celda de Jericco. Las
horas pasaron después de un breve descanso y él pidió la llave de la
celda, pues Howard era un viejo amigo del Coronel Morgen al que
le tenía mucha confianza ante cualquier otra persona en el mundo.
El sacerdote recorrió el largo camino bajo el calor del Sol desde la
oficina hasta la catacumba; su casulla morada era llamativa, pero
en sus manos tenía algo mucho más sugestivo, Howard tenía en la
mano un frasco de vidrio que contenía agua bendita y en la otra
tenía la Santa Biblia.

226
Cuando el viejo Howard pisó la catacumba sintió una fuerte tensión
que lo incitó a regresar, era una energía sucia y perversa que le
retorcía el estómago con un dolor, su corazón estaba acelerado y su
rostro se puso pálido. Pero, el sacerdote era un viejo terco y
soberbio que creía tener una misión, y esa era santificar la celda y
hacerle un “exorcismo”.
Sacó un velón blanco de su bolsillo y lo encendió al instante, con
una mano sostenía el velón y la botella de agua bendita, y con la
otra sujetaba la biblia. Había una oscuridad masiva en la
catacumba que impedía ver el camino hacia la celda, tan pronto que
el sacerdote iluminó la oscuridad con la candela se observó un poco
la celda al final; y repentinamente, Howard escuchó el bramido de
un cuervo y se detuvo con un estremecimiento, él hizo una pausa y
siguió caminando mientras que los murciélagos y sapos resonaban
sonidos que parecían de alerta. Cuando el sacerdote llegó a la celda
abrió la puerta lentamente con la llave de acceso y luego la cerró, él
guardó la llave en el bolsillo de su pantalón y se aseguró de que la
puerta estaba asegurada.
Un aturdido y desconcertado sollozo de angustia retumbó los oídos
del sacerdote, y luego, una breve explosión de risa detonó con una
carcajada malvada desde el interior de la celda, era la quebrantada
voz de Jericco que sonaba con lejanía. El sacerdote Howard estaba
sintiéndose amilanado, pues, con la mano temblorosa iluminaba la
celda para ver en dónde estaba Jericco, ya que por la oscuridad no
se veía nada más que ratas, cucarachas, tarántulas y sapos.
Howard sintió una sacudida de impacto cuando Jericco apareció de
improvisto, él estaba agachado y de espalda con la mirada puesta
en una esquina de la pared. El dorso de Jericco estaba marcado de
cicatrices que se cubrían con la mugre de su falta de higiene, los

227
huesos marcados en su espalda demostraron la desnutrición de
Jericco, el pestífero olor que emanaba y el cabello sumamente largo
lo hacían ver como un indigente con problemas de alcohol y drogas.
El sacerdote se congestionó por el repugnante olor de la celda, era
una pudrición a excremento, orina, y vómito.
Jericco rugió como una bestia y empezó a saltar agachado con las
puntillas de sus pies, –Howard lo miró aterrado y frunció el ceño–,
y al mismo tiempo susurraba palabras extrañas que sonaban con
balbucidos de incoherencias, Jericco entrelazó las manos y empezó
a contarse los dedos en reversa. Howard se sobrecogió y dejó caer
el velón al suelo, –la celda quedó totalmente a ciegas–, el sacerdote
levantó el brazo trémulo y apuntó a la esquina de la pared para
rociar a Jericco con agua bendita, pero antes de esto, la botella de
agua bendita se quebró en la palma de su mano y los cristales se
enteraron en la piel, la carne se abrió por la mitad y toda la mano
empezó a pudrirse lentamente con gangrena hasta que los dedos se
le desmoronaron.
El sacerdote comenzó a gritar alaridos de dolor y terror, pero su
voz desapareció, por más que lo intentara era como si no lo hiciera,
algo maligno le quitó la capacidad de hablar o vociferar dejándolo
mudo para siempre; el sacerdote sujetó la Santa Biblia con la palma
de sus manos hasta que se le pudrieron y se derrumbaron al piso,
sus manos yacientes sobre el suelo todavía sujetaban la biblia
mientras se sacudían solas. De la biblia salió un crucifijo de madera
que Howard había puesto entre las hojas, lucía como un juguete
sexual; el sacerdote miró el crucifijo intrincado y ultrajado cuando
un dotado y venoso pene apareció en Jesucristo, su salvador estaba
erecto, el crucifijo tenía a Jesucristo desnudo y con enormes senos

228
de mujer que sobresalían con un par de testículos colgantes, era un
transcristo.
Howard cayó al suelo de golpe con el rostro contraído del pánico y
la biblia comenzó a quemarse, Jericco se carcajeó ruidosamente
mientras seguía de espalda con la vista al rincón de la pared, y con
la luz de la candela se observó el movimiento trasero de sus codos,
Jericco se masturbaba rápidamente mientras el anciano se retorcía
del sufrimiento, los quejumbrosos ahogos y jadeos de impotencia
que emitía Howard era gozo y deseo para Jericco.
El sacerdote estaba asfixiándose mientras la lengua se le doblaba
hacia atrás, tenía la garganta seca y chasqueaba tras sentirla
áspera. Jericco había adaptado una actitud severamente extraña y
enferma cuando vio al sacerdote desfallecerse, la espalda de
Howard se encorvaba como un puente y su cabeza traqueaba al
voltearse forzudamente hacia los lados. Cuando el sacerdote estaba
dando su último suspiro, Jericco giró lentamente para apreciar su
muerte, –de su boca salió una tarántula–, Howard hizo un pequeño
movimiento y se volteó hacia atrás con la mirada decaída, y en ese
instante, el rostro de Jericco se iluminó con una debilitada luz que
relumbró una espantosa cara diabólica y maligna; Howard se
impresionó de una manera tan increíble que le provocó un infarto
de inmediato, Jericco se levantó y caminó lentamente hacia Howard
pero las cadenas le impedían acercarse más, el sacerdote estaba
muriéndose lentamente sin ser escuchado o ayudado por alguien.
Jericco explosionó de ultimátum con una risotada perversa y pateó
la biblia que estaba quemándose hacía la cara de Howard.
El sacerdote sentía que un puño apretado le destrozaba el corazón,
tenía un intenso dolor en el brazo izquierdo y en la parte superior
del abdomen, el humo de la biblia fue absorbido por los pulmones

229
de Howard y empezó a toser. Estaba aturdido, mareado y con la piel
helada, había una luz en sus ojos que se apagó lentamente hasta que
se cerraron. Jericco cesó la masturbación irasciblemente y eyaculó
un chorro de sangre oscura sobre el crucifijo herético, y cuando en
ese instante sus manos se detuvieron, el sacerdote Howard falleció
de un paro cardiaco.
La celda bullía con el bramido de los insectos y el chirrido de las
ratas, Jericco clamaba de hilaridad y aplaudía ruidosamente con la
misma posición que tenía antes, él estaba agachado y daba enormes
saltos con las puntillas de sus pies hasta casi tocar el techo, era una
bestia. Las ratas se subieron sobre el cadáver de Howard y abrieron
espaciosos orificios en la piel, carcomieron y devoraron los tejidos
de sus órganos mientras entraban y salían impregnadas en sangre;
las moscas se posaron sobre el cuerpo y las cucarachas penetraron
la boca del cadáver como si fuese una cueva, y de repente, todos los
sapos y tarántulas revolotearon la celda y se amontonaron en un
gran cúmulo sobre el cadáver para despedazarlo.

4 horas más tarde.


El Coronel Morgen estaba muy abstraído y preocupado al ver que
el sacerdote Howard no salía de la catacumba, envío a dos militares
de inspección para asegurarse que Howard ya se había retirado de
la celda, pero había olvidado entregar la llave u otra razón. Cuando
los militares entraron a la catacumba y llegaron a la celda, se
encontraron con algo verdaderamente terrorífico.
Fue lo más aterrador que sucedió en la prisión, los militares nunca
se habían topado con una situación tan macabra y siniestra como la
que confrontaron.

230
Capítulo 19: Dios es débil.

Howard estaba decapitado y triturado en pedazos, los restos de su


cuerpo yacían devorados por los insectos y cubierto de excremento.
Los militares llamaron a más refuerzos y se llevaron lo que quedaba
del cadáver para la morgue, todos pensaron que Jericco lo había
matado y tenían una evidencia clave para sumarle el historial, y las
noticias volaron cuando determinaron que Jericco había cometido
un siniestro homicidio en prisión; cuya determinación fue anulada
días después cuando las huellas dactilares no concordaron con las
de Goldstein, los forenses se estremecieron con aquella extraña
muerte que no tenía nada que ver con Jericco, nunca supieron cómo
responder ante aquel asesinato porque no tuvieron una explicación,
el único sospechoso seguía siendo Jericco porque era el que estaba
durante el momento en que murió, pero Jericco no quería hablarle a
los militares, durante los interrogatorios se quedaba en silencio y
los ignoraba. Además, sabían que Jericco estaba tan deteriorado
psicológicamente que nadie le hablaba.

13 de mayo del 1947.


El Coronel Morgen J Krumm se contactó desde Berlín con el Papa
Pío XII quien se encontraba en el Vaticano, Italia. Necesitaba que
alguien con más potencial en la iglesia lo ayudase con el caso de
Jericco, ya que Goldstein no dejaba de ser el centro de atención del
mundo entero. El Papa Pío tenía un confuso historial relacionado
con los Nazis, su papado en el sangriento tiempo de la Segunda
Guerra Mundial fue controvertible; algunos lo miraban como a un
cómplice que sólo calló durante los holocaustos, y otros como a un
héroe que salvó la vida de millones de judíos. Pero era la misma y

231
repetitiva historia de un Papa cliché, con un pasado oscuro que se
cubría con los elogios y el dinero de los creyentes.
El Coronel Krumm estaba sentado en el viejo sillón de su oficina en
la prisión de Spandau, con los pies puestos sobre el escritorio y con
la mirada fija hacia la ventana tomaba una taza de café caliente; los
relámpagos resplandecían la oficina con el sonido de la lluvia, las
gotas se derramaban sobre la ventana y los truenos rompían el
silencio de su alarmante preocupación.
Dos sigilosos golpes sonaron en la puerta de madera de su oficina y
él se levantó con un dolor en la espalda para abrirla, los huesos de
sus rodillas traquearon y con el ceño fruncido apretó con ambas
manos la taza de café, levantó la taza y terminó de beber su adictiva
dosis diaria de cafeína para soportar su propio mal humor que le
generaba el insomnio, –su taza se vació y la colocó encima de la
biblioteca–.
Al abrir la puerta se topa con la inesperada sorpresa de que el Papa
había llegado de improvisto. Pío XII era un anciano delgado de piel
blanca y con gafas plateadas, en la cabeza tenía puesta una mitra
dorada y de indumentaria un palio amarillo que hacía una buena
combinación. El Papa sujetaba con su mano derecha un lujoso
báculo bañado de oro, parecía ser un hombre vanidoso y excéntrico.
– Buenas tardes, –saludó Pío–, me dijeron que aquí era la oficina
del Coronel Morgen.
La voz del Papa era trémula.
– Soy el Coronel Krumm, –se presentó Morgen con cortesía–, soy
yo quien te contactó por carta la semana pasada. Pase adelante,
tome asiento.

232
El Papa Pío entró a la oficina y Morgen le miró la vestimenta con
curiosidad.
– Muchas gracias, –concertó Pío con la voz tenue–.
El Papa escudriñó la oficina con una mirada cansina y se sentó en
el sofá, el Coronel Morgen estaba un poco incómodo.
– ¿Toma usted cerveza? –Le preguntó Morgen con ironía–. Puedo
servirle unos tragos sí usted quiere.
Pío le enclavó una mirada irritada.
– Prefiero una taza de café, –contestó el Papa con la voz exhausta–
porque no acostumbro tomar alcohol en ningún lado.
– Está bien, –asintió Morgen–. ¿Qué tal el viaje?
Morgen simuló una sonrisa fatigosa y los hoyuelos en sus mejillas
resaltaron las arrugas. Morgen le sirvió una taza de café y se la dio
en las manos al Papa.
– Fue agotador, –respondió Pío, apacible–. Ya a esta edad nadie
puede estar viajando cuando quiere, son 71 años de cansancio y
agotamiento mental.
Pío sopló el café para enfriarlo.
– ¿Tomaste un avión? –Le preguntó Morgen–.
– Sí, –movimiento afirmativo con la cabeza–. ¿Tiene un cigarro?
Morgen se asombró con la pregunta del Papa, hizo una pausa y le
facilito un cigarrillo.
– ¿Seguro que puede fumar? –Le preguntó Morgen–.
– ¡Claro que sí! –Replicó, arrogante–.
Morgen intentó ser paciente y llegar al grano.
233
– Como usted ve esto no es una visita ortodoxa, –explicó Morgen
con seriedad–, la razón por la que lo hice venir desde Italia fue
por algo que considero importante y que me preocupa.
– Eso lo sé, –ratificó el Papa–. ¿Tiene algo que ver con Goldstein?
– Así es, –confirmó el Coronel, desconcertado–. La verdad han
sucedido cosas muy extrañas en la cárcel desde que él llegó, los
reclusos están horrorizados por el último homicidio que sucedió
el mes pasado, fue algo macabro y siniestro…
– ¿Jericco asesinó al sacerdote Howard? –Le preguntó Pío–.
– Eso es lo que pensábamos todos…. –Morgen hizo una pausa y se
estremeció–. Pero, no, Jericco no fue quien asesinó a Howard.
El Papa tuvo un escalofrío que lo hizo temblar, Morgen sentía que
hablar de eso le generaba un nudo en la garganta.
– ¿Te refieres a qué…? –Preguntó el Papa, confuso–.
– ¡Es algo diabólico! –Exclamó Morgen, irritado–. Es como sí él
estuviese pactando con demonios o espíritus malignos en la celda
subterránea, ahí se aíslan a los peores criminales que pisan esta
prisión.
– ¿Por qué dices que está realizando ritos negros? –Le preguntó el
Papa, ambiguo–. Necesito que me hables francamente sobre lo
que han visto, han sentido y sin rodeos, quiero que expliques con
base y que no sean simplemente rumores o leyendas.
Morgen reflejó su pánico con una mueca en la boca.
– Muchos de los carceleros lo han visto rondar por los pasillos en
la madrugada –expresó Morgen con un peso sobre los hombros–
algunas de las mujeres que están encarceladas en el otro edificio
se han sentido observadas por alguien cuando están duchándose,
o sienten que son observadas por él mientras duermen…

234
El Papa se estremeció confundido y el Coronel sollozó de temor.
– ¡Dios mío! –Bramó Pío con un quejido–, he lidiado con muchos
casos de brujería y posesiones diabólicas, pero nunca antes con
algo así.
– ¿Te refieres al asesinato de Howard? –Cuestionó Morgen–.
– ¡Claro que sí! –Vociferó Pío–, a eso es que me refiero. Porque
para relacionarse con asuntos de homicidios es algo delicado, y
por ello no suelo conjuntarme con este tipo de cosas.
Morgen golpeó el escritorio con un puñetazo y bramó.
– ¿Para qué demonios eres un Papa si actúas como si fueses un
cobarde? –Preguntó Morgen con una mirada de tirria–. ¿Sólo es
por el dinero o por una reputación eclesiástica?
– ¡Te exijo respeto, Señor! –Replicó Pío con histeria–. ¿A qué
quieres llegar? ¿A un exorcismo? ¿Es mi culpa que un preso de
esta prisión esté poseso? ¡No tiene que ver conmigo!
– ¿Cuándo te pago para que le hagas un exorcismo a ese asesino?
–Le preguntó Morgen en voz alta y desafiante–. Porque así es
que se maneja la iglesia, con el dinero…
– ¡No se trata de dinero por el amor de Dios! –Pío levantó la voz y
se enfureció–. ¿No entiendes que realizar un exorcismo podría
ser peligroso para el poseído? Por sí no lo sabes, –bajó la voz y
bebió de su café–, muchas personas en el mundo han muerto
durante exorcismos que terminan siendo inútiles y los sacerdotes,
terminan yendo a prisión por negligencia.
Morgen lo miró y le desvió la mirada con impaciencia, él estaba
desesperado, tenía el peso de todas las personas de la prisión sobre
su espalda.
– Entonces, ¿Qué se supone que haga? –Añadió Morgen–.

235
– Puedo visitar a Jericco Goldstein y estar cara a cara con él –dijo
Pío–. ¿Hay algún problema con eso?
– ¡No! –Vociferó Morgen con entusiasmo–. De hecho, tengo meses
sin verlo… Desde que ingresó lo volví a ver más.
– ¿Puedo ir en esta misma tarde? –Preguntó Pío–. Por favor, no
necesito refuerzos, sólo que me lleven hasta su celda y regresaré
en minutos.
– ¿Está seguro que querrá ir solo? –Dijo Morgen en respuesta–.
Me temo a que los militares te esperarán afuera de la catacumba,
por favor no demore… Está prohibido el ingreso a esa zona, y
ahora mucho más con esta situación tan crítica que pone en
peligro a cualquiera.
– Yo siempre voy de la mano con Cristo, –agregó Pío con la voz
suave–, Dios me protege y me aparta del poder maligno de
Satanás.
– Pues, entonces sólo será tu protector, –satirizó Morgen–, porque
un buen hombre murió de la peor forma que cualquiera lo haría,
y no vi que Dios o Jesucristo hicieran algo por él para salvarlo…
– ¡El poder de Dios es incomprensible para cualquier ser humano!
–Vociferó Pío con exaltación–.
– Hmmm, no creo que Satanás piense lo mismo, –impugnó Morgen
con ironía–. Dios es débil.
Pío le lanzó una mirada irascible y se levantó.
– ¿Tú me hiciste venir desde Italia para tolerar comentarios vacíos
e ignorantes? –Preguntó Pío, enfadado–. Entonces, sí quieres un
exorcismo para ese asesino, ¿Por qué reniegas tanto de Dios?
Morgen caminó hacia Pío.

236
– Tuve que contactarte porque era la única alternativa que me
quedaba, –contestó en discusión–. ¿Sabes? Ya no sé qué esperar
de Dios, ¿Es que no lo ves? ¡El mal reina en el mundo y el bien
no existe! Después de que murió ése hombre en manos de algo
maligno, ya no sé qué esperar de tu Dios, ¡Jah! Sobre todo, si la
muerte fue de uno de sus leales sirvientes, piénsalo muy bien…
Morgen sacó de la primera gaveta del escritorio la llave de la celda
de Jericco y se la dio a Pio en la mano. El Papa no sabía qué decir,
estaba sin palabras.
– Iré ya mismo para enfrentarme con eso a lo que todos le temen
aquí, –dijo Pío, dispuesto y decidido–.
– ¡Está bien! –Exclamó Morgen con indulgencia–. Que tú Dios te
acompañe, y que te libre de todos los males que podrían esperar
por ti en esas sombrías y perversas tinieblas.
– El Señor es mi pastor y nada me faltará, –añadió Pío–.
Pío se santiguó y caminó hacia la puerta.
– Tú lo has dicho, Pío, ¿Saben qué dicen de esa celda? Que el
demonio está suelto por ahí en forma de sombras y tarántulas, y
otros lo ven como un cuervo, ojalá que no te saque los ojos con tu
fe.
– Desafortunadamente me he acostumbrado a lidiar con personas
ignorantes como tú, –repuso Pío, soltando un bufido–. Necesito
una sombrilla, está lloviendo mucho…
– Son las 4:18 pm, –añadió Morgen luego de mirar al reloj–. Sí no
estás aquí antes de las 6:0pm te daremos como hombre muerto.
Morgen sacó de la gaveta de su escritorio una sombrilla negra y se
la facilitó.

237
El Papa ignoró a aquellas palabras de antipatía que prorrumpía el
Coronel Morgen y salió de la oficina, en el pasillo tuvo un extraño
sentimiento de culpabilidad con una sombría mirada que se nubló
de lágrimas, era una sensación misteriosa y alarmante. Él salió al
patio de la cárcel y abrió la sombrilla, estaba lloviendo mucho con
ventarrones huracanados; Pío caminó rápidamente hacia el campo
y comenzó a alejarse de las torres de Spandau hasta que llegó a la
temible catacumba, sólo había dos militares que cuidaban la celda
desde afuera para evitar la entrada de gente sin autorización.
El Papa arrojó la sombrilla en el suelo y se secó la cara con las
manos, uno de los militares le dio un pesado candelabro para que
no se perdiera en la catacumba y Pío lo sujetó, con la otra mano
apretaba su báculo con el pulso tembloroso. El papa entró a la
catacumba con irritación y se adentró en la oscuridad, pero, no
duró mucho cuando sintió un espantoso escalofrío. Pío se dirigía a
la celda con un nudo en la garganta que le aceleraba el corazón,
estaba sobresaltado y asustado, ahí recordó muy bien que Morgen
no dijo mentiras cuando habló sobre esa catacumba. El Papa se
sentía amenazado en esa hostil oscuridad, pues, era una tensión que
lo hacía sentir rechazado y despreciado ante semejantes tinieblas; y
repentinamente, el sonido de unos tambores resonó repetitivamente
desde la celda, Pío se acercaba con desconfianza, la oscuridad era
traicionera.
El estruendo de los tambores era terrorífico y escalofriante, parecía
el sonido del folklor indígena y africano. El Papa llegó a la celda de
Jericco y lo segundo que escuchó fue el berrido de un animal feroz,
–Pío se detuvo y escudriñó su contorno a pesar de la oscuridad–,
levantó el candelabro temblorosamente con una mano a la altura de
su frente y evitó mirar hacia atrás, la celda se iluminó y se observó

238
algo grotesco que se movió ruidosamente en un oscuro rincón. Un
hombre alto y esquelético con la piel quemada apareció lentamente,
la luminiscencia del candelabro destelló un par de patas de cerdo
que sonaban con el paso de sus pezuñas, una ronca respiración
retumbó los oídos del Papa y el hombre continúo acercándose hacia
él.
Pío soltó un berrido despavorido y sintió que las cuerdas vocales se
le rompieron en sollozos, el anciano estaba lloriqueando de terror y
consternación mientras regresaba a la salida para escapar de esa
entidad maligna, era la nueva víctima de aquella temible presencia
que acompañaba a Jericco en la penumbra de la catacumba. El
Papa soltó el candelabro de su temblorosa mano y se quebró en el
suelo estrepitosamente, las pezuñas siguieron retumbando en el piso
cuando la criatura se acercaba a Pío rápidamente; el Papa sintió la
ronca respiración en su oído y se le puso la piel de gallina, estaba
sudando del susto mientras corría con el corazón acelerado hasta
que llegó a la salida con la cara pálida y con el estómago revuelto.
Cuando salió de la catacumba sucedió algo verdaderamente insólito
e inquietante, ya había anochecido en un cerrar de ojos, Pío se
impresionó al ver que los militares se habían ido sin alguna razón.
Era una noche tormentosa y ensordecedora por los truenos que
retumbaban el silencio de la malignidad, –los tambores sonaron
nuevamente–, el tormento de Pío se incrementó y comenzó a correr
en medio del campo mientras que los relámpagos lo perseguían,
eran rayos de fuego color azul que caían del cielo para incinerarlo
y hacerlo polvo con sus secretos.
Los relámpagos parecían acorralarlo, pero él los esquivaba, Pío
resbaló en el pasto del campo y cayó con los brazos expandidos en
el suelo, se bañó de lodo y un poco de ello entró en su boca, él se

239
levantó rápidamente y miró hacia atrás pero no podía mirar nada
por la lluvia.
De improvisto, el berrido de un cerdo se escuchó desde lo más lejos
y los tambores no cesaron, se escuchaba el sonido de un monstruo
que rugía bestialmente entre la neblina del campo. Pío dejó caer su
báculo y continuó corriendo con el corazón en fuego hasta que llegó
a la entrada de la prisión, abrió la puerta con una patada y entró al
corredor del comedor aceleradamente, –las bombillas titilaban con
vehemencia–, las puertas de las oficinas se abrían y se cerraban de
golpe mientras los objetos volaban por los vientos calientes, las
sillas y los escritorios eran arrojados contras las paredes y abrían
enormes grietas en ellas.
Pío se dirigió a la oficina del Coronel Morgen, pero estaba cerrada,
no había nadie, parecía que la cárcel estaba completamente vacía
porque no se escuchaba nada más que los tambores y los gruñidos
que hostigaban al Papa. Y de pronto, un enorme bullicio rugió con
ímpetu desde las celdas de ambos edificios, todos los presos estaban
vociferando gritos, berridos y alaridos de pánico que retumbaban
los cristales de las ventanas con vibraciones.
El Papa siguió corriendo frenéticamente hasta que llegó a la salida
principal, –los tambores cesaron y los gruñidos también–, fue como
despertar de una pesadilla cuando aquel silencio nocturno avasalló
sobre la calma. Pero no todo terminó ahí, cuando Pío salió, se topó
con una larga fila de soldados endemoniados que tenían el rostro
retorcido, los ojos rojos y una máscara diabólica e inhumana que
espantó al Papa. Los soldados apuntaron a Pío con sus escopetas y
lo hicieron correr muy lejos antes de que dispararan, el Papa se
alejó con las manos en alto mientras caminaba en retroceso –estaba

240
temblando y jadeando del miedo–, y los disparos comenzaron a
sonar desenfrenadamente.
Pío empezó a correr muy lejos de Spandau en medio de la noche,
sentía que moriría brutalmente por el sangriento tiroteo que sonaba
ensordecedoramente. El Papa salió a la autopista velozmente y dos
luces lo cegaron por la refulgencia que rutilaba su vista, –era un
taxi–, Pío levantó uno de sus pulgares y lo movió apresuradamente
con señales de aviso para el que chofer se detuviera; y el auto se
detuvo de inmediato para que el Papa se subiera, las llantas
levantaron el agua y chipoteó la indumentaria cuando frenaron con
rechinamiento.
– ¡Buenas noches! –Exclamó Pío con la voz trémula–. ¡Lléveme a
la Iglesia de Santa María! Dirección Behnitz 9, 13597.
El Papa intentó mirar al chofer, pero éste tenía un sombrero que
oscurecía la totalidad de su rostro, el taxista escuchó la dirección
del destino y asintió suavemente con la cabeza mientras guardaba
silencio. Pío abrió la puerta trasera y se sentó en su puesto con el
corazón urgido, apoyó la cabeza en el vidrio de la ventana y se
tranquilizó después del susto. El Papa sacó el dinero de su billetera
y colocó dos billetes en sus piernas, –le habló al chofer en voz alta–.
– ¿Cuánto es, Señor? –Le preguntó el Papa al taxista–.
Pío desvió la mirada a la ventana, estaba aturdido y desconcertado.
– Occiditis, suffocatum, et petita dedit –respondió el hombre desde
el latín–.
Traducción: Matar, estrangular y violar.
Aquella tenebrosa voz áspera sorprendió a Pío, no esperaba una
respuesta en latín.
241
– ¿Perdón? –Le habló Pío, asombrado y pensativo–.
– Adest Satanas, –murmuró y luego gritó ruidosamente en latín–.
¡Christus mortuus est!
Traducción: Satán está aquí… ¡Cristo ha muerto!
El Papa tuvo un doloroso estreñimiento en el estómago y un par de
nauseas que lo hicieron vomitar, Pío lanzó con furor un coagulo de
sangre por la boca –sus ojos se enrojecieron– y miró rápidamente
al chofer a través de los espejos retrovisores del auto, pero el reflejo
del taxista no se vía en esos espejos… El hombre giró con lentitud
hacia Pío y se quitó el sombrero, el Papa lo observó con sospecha y
cuando el taxista enseñó su rostro apareció algo súbito, era Jericco
Goldstein quien conducía el auto a toda velocidad para secuestrar
al Papa.
Pío se conmovió tanto que sintió un desgarre en el pecho como si su
corazón estuviese siendo comprimido, se descompensó y empezó a
sudar frío mientras sentía que su cuerpo estaba bajando en un
ascensor. El chofer que presuntamente era Jericco comenzó a
transformarse en algo siniestro, la fisionomía se transmutó en la de
un hombre con la piel carbonizada y los ojos totalmente negros; la
piel de ese rostro estaba abriéndose lentamente y brotaban enormes
gusanos, estaba derramando sangre podrida de color amarillento y
rompiéndose en arañazos que deformaban la silueta de su cara.
El Papa cayó en un extremo de desesperación y agitación hasta que
empezó a golpear las ventanas del auto, –pateó la puerta derecha
del taxi y se abrió completamente–. El auto aceleró con demencia y
la velocidad era máxima, Pío asomó la cabeza a través de la puerta
y se aterró al imaginar cómo sería saltar desde allí. Su mayor error
fue demostrar el miedo que tenía en ese instante, porque de repente

242
una fuerte patada lo golpeó cruelmente en la espalda hasta lanzarlo
fuera del auto… El Papa se lanzó brutalmente a la carretera y se
fracturó los brazos por el impacto del golpe, se rasponeó la cara y
su cuerpo empezó girar consecutivamente en medio de la autopista
mientras la lluvia lo inhabilitaba, perdió los lentes y su vista se
nubló por completo ante la niebla y la tormenta.
Los torbellinos de viento borrascoso lo empujaban hacia los lados y
le quitaban el equilibrio, el Papa estaba gritando su dolor con todo
pulmón, pero era una tormentosa madrugada en la que nadie lo iba
a escuchar. Pío se dislocó las piernas y los huesos de las manos se
le rompieron –la piel de sus brazos estaba morada por hematomas–
él se levantó lentamente mientras el chasquido de sus huesos sonaba
con los alaridos de tortura, los huesos de los brazos le sobresalían y
se le veía una gran deformidad superficial. Cuando Pío se puso de
pie, dos enormes faroles lo estremecieron con ofuscación y el sonido
de un gran motor lo aturdió en el centro de la autopista –era un
enorme camión–. El Papa dio un espacioso salto de susto y volvió a
caer en las orillas de la carretera con los brazos expandidos, –sus
huesos chirriaron y soltó un quejido desgarrador–, el camión pasó
velozmente y le chispeó lodo en la cara.
El Papa empezó a cojear al ritmo del dolor y caminaba de lado, no
podía mantener el equilibrio o caminar derecho porque le dolía la
columna, estaba con la espalda doblada y la cabeza hacia abajo con
la boca sangrante y con los dientes partidos. El taxi lo dejó cerca de
la iglesia por muy extraña e insólita casualidad, allí tenía su
domicilio eclesiástico, Pío se entusiasmó cuando miró la iglesia
entre la lluvia y se apresuró para llegar hacia ella.
Las puertas de la iglesia estaban abiertas, era una enorme obra con
estilo arquitectónico gótico báltico en base de ladrillos, y dos

243
elevadas torres en la fachada principal que medían casi 125 metros.
Las torres estaban rematadas por piñones triangulares, como en
tiempos románicos, pero con agujas más afiladas; fue usado muchas
veces en el gótico alemán, a pesar de que la iglesia había sido
bombardeada cinco años antes lucía llamativa, estaba en proceso
de construcción en ese mismo año.
Pío se inclinó en la entrada de la iglesia y se persignó con devoción,
se levantó quejumbrosamente y siguió cojeando mientras entraba a
la iglesia. La luz de las lámparas titilaba consecutivamente cuando
Pío se acercaba al altar –con la vista nublada vio a alguien sentado
en el trono del obispo– eran las 3:00 am y se sentía como si una
multitud estuviese sentada en los asientos por los ruidos que venían
de atrás, cuando el Papa miró al trono pensó que el obispo o el
sacerdote se encontraba rezando el santo rosario en esa madrugada
–sonaron susurros por todas partes–, ya que algunos sacerdotes se
quedaban orando toda la noche cuando rendían culto a Dios en
fechas de celebraciones católica.
Los fastidiosos murmullos alteraron al Papa –él giró de inmediato–
al girar atrás se horripiló cuando vio que una estatua de la Virgen
María estaba desnuda y menstruante, no obstante, otro monumento
de yeso que ilustraba la imagen del Niño Dios estaba bañado en
sangre y manchado con excremento. Pío sabía que era una trampa
demoniaca que le estaba haciendo perder la cordura y entrar en
pánico, el anciano estaba perturbado y estremecido, cuando se dio
la vuelta para ir a los hospedajes de la catedral se inmovilizó
cuando de pronto el trono del altar giró lentamente… Y un hombre
desnudo con cornamentas negras de cuerpo enrojecido apareció en
el trono, tenía los ojos brillosos y filosas garras de fiera de color
negro.

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Era el mismísimo Balam que estaba presente por alguna razón con
una apariencia similar a la de siempre, estaba observando a Pío
fijamente mientras que el viejo Papa caminaba hacia la puerta del
costado sin mirarlo. Y de improviso, los monumentos de la catedral
empezaron a caminar por sí solos mientras caían de las paredes y
desfilaban como un ejército por la iglesia, el altísimo Jesucristo que
yacían en una enorme cruz de cerámica se bajó de ella y cayó al
suelo de golpe.
Todos los monumentos estaban siguiendo a Pío mientras él subía las
escaleras a su residencia, cuando llegó al pasillo de las oficinas y
habitaciones se encerró en su alcoba, cerró la puerta y empezó a
orar en su mente con una cruz en la mano –las estatuas gemían y
gruñían como monstruos feroces–. El papa escuchaba que los
monumentos se arrastraban en el piso del pasillo y golpeaban el
techo, los tambores volvieron a sonar nuevamente y la sonata de un
violín empezó a vibrar las paredes. La pared de la alcoba de Pío
estaba rodeada de crucifijos y escapularios, había un enorme
cuadro con la pintura de “La Última Cena” de Leonardo da Vinci
que se balanceaba a los lados, los crucifijos empezaron a caerse y a
incendiarse cuando tocaban el suelo, como muchas cosas más que
explotaban al caer.
Pío sintió un anhelo sediento de beber agua y se dirigió al baño con
el cuerpo muy adolorido, –abrió la puerta con un empujón y la
cerró de golpe–, abrió la llave del lavamanos y bajó la cabeza para
humedecerse la cara. Bebió un poco de agua del grifo y levantó el
rostro, cuando quedó frente a frente con el reflejo del espejo se
estremeció y dio un brinco de sobresalto, –un temblor lo sacudió y
le vibró la dentadura–, detrás de él estaba el reflejo de Jesucristo
cubierto de sangre y con la corona de espinas en la cabeza; Cristo

245
tenía los ojos blancos, la boca negra y dos pequeñas encornaduras
curvadas que le sobresalían de la frente.
El Papa vociferó un escandaloso chillido de terror y consternación
ante aquella extraña aparición que lo hizo desfallecerse, sentía que
iba a desmayarse con la mano temblorosa en el pecho y con el
corazón muy acelerado, “Jesucristo” se echó a un lado y se quedó
mirando al Papa con malignidad, –Pío caminó hacia la puerta y
evitó mirarlo–. Abrió la puerta y salió del baño con un dolor de
cabeza que le generó vértigos, al salir se topó con un incendio que
estaba creciendo demasiado y que lo mataría si no saldría a tiempo.
Pío se aceleró y entre el fuego del incendio cruzó los obstáculos
hasta que se detuvo con algo verdaderamente raro –los tambores
continuaron y la sonata del violín dejó de sonar–. La pintura de la
Santa Cena tenía movimientos y acciones como si tuviese un oscuro
encantamiento, los personajes del cuadro estaban haciéndose actos
heréticos e insólitos.
Jesús y sus discípulos estaban desnudos, tocándose y besándose
entre sí. Gozaban de una placentera orgía mientras fornicaban
sobre la mesa. Bartolomé, Santiago el menor y Andrés estaban
masturbándose con los brazos cruzados, se compartían besos
sensuales que hacían jugo de placer en sus uretras; Judas Iscariote
y Pedro estaban penetrando a Juan con lentitud, ambos penes
dentro del ano de Juan se frotaban como una suave masturbación
en la que había una suculenta y deliciosa fricción; Tomás le estaba
succionando y saboreando el recto a Felipe con la lengua como un
ternero hambriento, mientras Felipe le hacía sexo oral a Santiago el
mayor. Mateo le chupaba suavemente un pezón a Jesucristo
mientras Judas Tadeo le succionaba el otro con la boca, y Simón
Zelote, tenía los testículos de Cristo en su boca mientras les hacía

246
cosquillas con la lengua y lo masturbaba con una mano, y con la
otra le introducía el dedo índice en el ano para estimularle el punto
G y llevarlo al orgasmo anal.
Semejante herejía asqueó y enfadó al Papa hasta que salió de la
alcoba, cuando llegó al pasillo bajó de inmediato las escaleras y
salió de la iglesia con prontitud. El tiempo pasó muy rápido cuando
bajó y no se fijó en nada de lo que había en la catedral –la iglesia
estaba incendiándose– Pio tuvo sus oraciones presentes en la mente
y nunca soltó esa cruz que tenía aferrada en sus manos. Pasó la
noche en un basurero mientras se moría de frío y se mojaba por la
lluvia, la catedral siguió incendiándose hasta que llamaron a los
bomberos y el Papa fue rescatado al día siguiente, fue trasladado
emergentemente a un hospital y estuvo allí por muchas semanas.

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Capítulo 20: El miedo del Papa.

1 de junio del 1947.


Ya no quedaba nada de lo que algún día fue Jericco Goldstein, sólo
era un psicópata que vivía como una criatura nocturna dentro de
esa celda en la catacumba. El Papa Pío estaba recuperándose luego
de las múltiples fracturas en sus extremidades, estaba aterrorizado y
conmovido por lo que había vivido, tanto que necesitó atención
psiquiátrica en los primeros días del internado hasta que mostró
mejoría.
El Papa Pío XII no se contuvo en hablar sobre lo que vivió esa
noche en Berlín, además tenía muchas evidencias claras de los
hechos porque la catedral se estaba quemando sin algún motivo, y si
lo había era extraño. Algunas de las estatuas sagradas de la iglesia
se quebraron en el suelo, incluso algunos monumentos colgaban
como piñatas desde el techo como si alguien los hubiese atado en la
parte de arriba, y la altísima estatua de Jesucristo que yacía en la
enorme cruz estaba atada del cuello, colgando del techo como si
estuviese ahorcado.
Las noticias volaron en el mundo entero sobre el polémico caso de
Jericco Goldstein, su nombre seguía en periódicos y en portadas de
revistas. A todos les daba pánico hablar sobre ello, incluso, tenían
la prisión resguardada ante la entrada de cualquiera, ya que en
ciertas ocasiones fueron capturadas personas que pretendían entrar
a la cárcel para hacer brujería.
Pío salió del hospital en la mañana para la prisión en una
ambulancia, tenía los brazos enyesados y las piernas vendadas por

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los golpes. El Papa tenía enormes moretones y raspaduras en la
fisionomía que la hacían casi irreconocible, estaba tan demacrado
que parecía un monstruo por la hinchazón.
Tenía una reunión muy importante con el Coronel Morgen –aunque
era importuno ir a la prisión en esas condiciones físicas– no se
veían desde el día en que ocurrió la tragedia cuando tuvieron
ciertas indiferencias, Pío sentía que debía regresar a la cárcel y
enfrentar a aquella fuerza siniestra que por poco le quitaba la vida.
Se sentía muy ansioso en el camino, cuando llegó a la prisión se
estremeció y se sintió amenazado por algo que lo hizo pensar dos
veces antes de entrar.
Un par de enfermeros acompañaron al Papa hasta la oficina y se
quedaron afuera, uno de los enfermeros tocó la puerta de la oficina
y Morgen se levantó del sillón para abrirla. Morgen estaba ansioso
para debatir sobre el misterioso caso de Goldstein.
– ¡Buenos días Coronel! –Saludó Pío con una expresión amarga en
el rostro cuando Morgen abrió la puerta–.
Los enfermeros se sentaron en los asientos del pasillo para esperar
a Pío.
– Oh, pase adelante, ¿Cómo has estado? –Le preguntó Morgen por
cortesía, Pío entró y tomó asiento–. Sé que no estuviste muy bien
las últimas semanas, y ah, –Morgen se puso una mano en la
frente y agachó la cara–, te debo una gran disculpa por la última
vez en la que te traté sin respeto.
– Oh –bramó Pío–, para nada, no es necesario. Quiero hablarte de
algo muy importante, ¡Algo maligno y diabólico está dentro de
ese chico!

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– ¿De Goldstein? –Cuestionó Morgen con incertidumbre–. Lo
sabía…
Morgen se quedó pensativo.
– ¡Ese mismo! –Asintió Pío con la cabeza–. No había visto algo tan
malvado en mí vida como eso, desde hace un par de años creí que
Hitler era quien tenía una perversidad tan escabrosa, ¿Y Sabes
algo? No sé si lo creas, pero, Jericco tuvo que haber pactado con
un demonio poderoso para que sucediera todo lo que viví…
– ¿Qué viste en Jericco? –Preguntó Morgen, estremecido–.
– Claramente el demonio que está protegiéndolo se encuentra aquí
–explicó Pío con la voz áspera–, es probable que Jericco estuvo
realizando rituales satánicos con magia negra, y francamente,
estoy más que seguro que muchos de sus asesinatos fueron
cometidos durante sacrificios paganos.
El Coronel Morgen se levantó de su sillón y empezó a caminar en
círculos.
– ¿Cómo es posible que esto esté pasando aquí? –Agregó Morgen,
absorto–. No sé cómo podría lidiar con esto, parece que fuera
una simple mentira…
Morgen le dio la espalda a Pío y se quedó mirando al reloj.
– Me temo a que deberá ser sometido a un exorcismo, –dijo Pío de
forma contundente–.
– ¿Un exorcismo? –Indagó Morgen, extrañado–.
– Sí, –asintió Pío–.
– Te diré algo, –añadió Morgen–. Para ser honesto se me dificulta
creer en este tipo de cosas.

250
– A veces somos ciegos con la realidad, –expresó Pío–, pero eso es
lo que quiere el maligno, asumir que no sabemos nada para así
alimentarse del alma de las personas.
– ¿Es peligroso un exorcismo? –Preguntó Morgen con sugestión–.
– Lo es, –asintió Pío de inmediato–. Necesito que ustedes indiquen
en un documento validado por el Estado que las circunstancias
físicas en las que está Jericco son deplorables. Es probable que,
si ese hombre muere durante el Ritual Romano, yo podría ir a
prisión por negligencia.
Morgen giró lentamente y le clavó una mirada desconfiada hacia
Pío.
– ¿Puede morir? –Volvió a preguntar–.
– Es más que probable –respondió Pío–, descuida, no hay que ser
negativos porque el poder de Dios es más grande que el de Satán.
– ¡No quiero que ese asesino muera tan rápido! –Exclamó Morgen
con la voz escandalosa–.
– Mi asistente me acompañará durante el Ritual Romano porque
necesitaré ayuda, –argumentó Pío–, es algo delicado que amerita
mucha preparación.
– ¿Cuándo será el exorcismo? –Preguntó Morgen–.
– El próximo 5 de junio, –respondió Pío–, si pudiera hacerlo ya
mismo lo haría de inmediato, pero no puedo hacer un exorcismo
con los brazos enyesados.
– Tienes razón, –concertó Morgen–, ¿Cuándo te quitarán el yeso?
– Un día antes –respondió Pío–. Mi asistente tomará un avión para
la mañana del día cinco.
– ¿Quién es tu asistente? –Quiso saber Morgen–.
– La Hermana Pascualina, –le respondió Pío–, vendrá desde Italia
para el exorcismo.

251
– De acuerdo, –afirmó Morgen con la cabeza–. Ustedes se harán
cargo de lo que pueda suceder dentro de esa celda.
– Necesito que al menos dos militares estén presentes durante el
exorcismo por nuestra seguridad, –exigió Pío–, y serán posibles
testigos por si me llevan a juicio algún día.
– Está bien, –confirmó Morgen–. Mandaré a dos de mis hombres
para la catacumba, espero que todo esté bajo control porque no
quiero más polémicas y escándalos en el penitenciario.
– No lo decepcionaré, Coronel, –dijo Pío serenamente–. Es hora de
marcharme, necesito ir al nuevo departamento para descansar.
– ¿Qué sucedió con tu residencia en la iglesia? –Le preguntó el
Coronel–.
– Se quemó y no pienso regresar más a ese lugar, –respondió Pío
poniéndose de pie–.
Morgen se levantó para llevarlo hasta la puerta.
– Espero que esté muy bien, –le dijo Morgen–.
– Nos vemos en 4 días, –habló Pío, despidiéndose–. Ore mucho,
porque esta prisión no es un lugar muy agradable que digamos.
Hay cosas que podrían enloquecerlo, no deje que lo engañen.
– ¿Qué prisión es agradable? –Dijo Morgen, abstraído–.
Morgen abrió la puerta y los enfermeros se levantaron para llevar
al Papa a la ambulancia.
– ¡Que tenga buen día! –Ultimó Pío–.
– ¡Hasta luego! –Vociferó Morgen–.

252
Capítulo 21: Exorcismo en la catacumba.

5 de junio del 1947: Día del Exorcismo.


Jericco Goldstein seguía aislado en la catacumba de la prisión,
hasta entonces nadie se había atrevido a visitarlo debido a los raros
eventos ocasionados en los últimos meses. Tres soldados de
Spandau tenían que ir a la catacumba para llevarle alimentos a
Jericco un día por medio, –era turno rotativo–, los hombres se
estremecían cuando les tocaba el día de ir por el miedo que les
tenían a Jericco; se escuchaban ruidos extraños que venían de la
oscuridad, sonaban gritos perturbadores que salían desde las
repugnantes alcantarillas de la catacumba.
Era probable que en términos religiosos Jericco estuviera poseído,
debido a la gran conexión que tenía con Balam desde que despertó
del estado comatoso. Pero, lo que sí era una infamia, eran los falsos
rumores que decían que él hacía brujería en las catacumbas.
El Papa fue al aeropuerto internacional de Berlín para recibir a la
Hermana Pascualina a las 11:00 de la mañana, ella tomó un vuelo
a las 4:00 am desde Roma para aterrizar temprano en Berlín.
Cuando llegó a la ciudad, Pío y Pascualina rentaron un hospedaje
cerca de Spandau para llevar a cabo el exorcismo. Pascualina
Lehnert, una mujer muy sonriente y afectuosa con unos 50 años de
edad que siempre llevaba puesta su indumentaria de monja.
En horas de la tarde juntos se dirigieron a la prisión de Spandau,
Pío se vistió sencillamente con un alba negra y una estola morada
para la ocasión, tenía puesta sobre su cuello la camándula que
generalmente utilizaba para ceremonias y que sería usada en el rito,

253
también sostenía el libro del Ritual Romano para exorcismos entre
sus manos; la Hermana Pascualina tenía puesto su atuendo negro
de monja y una pequeña botella de agua bendita.
Morgen estaba esperándolos afuera de la catacumba con el par de
militares que iban a estar presentes en el rito, Pío y Pascualina se
aproximaron hacia donde estaba el Coronel y se reunieron antes de
entrar.
– Buenas tardes, –dijo Morgen en voz alta–.
El rostro de Pascualina se iluminó con un rayo de luz que se opacó
con el ala del sombrero de Morgen.
– ¿Señor Morgen? –Le habló Pascualina–. ¡Oh, es un gusto!
La voz de Pascualina era refinada, suave e indulgente.
– Es un placer conocerla, Hermana, –estipuló Morgen quitándose
el sombre, respetuosamente–.
Pascualina le extendió la mano y Morgen se la tomó delicadamente.
– ¿Cómo está Coronel? –Le preguntó Pío con gentileza–.
Pío le tendió la mano al Coronel y la estrechó con un movimiento.
– Estoy bien –asintió Morgen con la cabeza–. Veo que ya no tienes
los yesos en los brazos, ¿Cómo se siente?
– Por fortuna me he recuperado y estoy mejor, –respondió Pío–,
aunque sigo teniendo algo de dolor en los brazos…
Pascualina les lanzó una mirada resplandeciente a los militares, los
pómulos parecían esculpidos con cera cuando el Sol los fulguró.

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– ¡Me alegra saber de tu recuperación! –Exclamó Morgen–. Señor
Pío, quería hacerle una pregunta sobre algo que surgió de la
plática que tuvimos la última vez…
– Claro, –movimiento afirmativo con la cabeza–. ¿Qué quieres
preguntarme?
Morgen hizo una pausa, quería decir algo, pero tenía temor de que
sonará estúpido. Sólo Pascualina notó en su mirada la fatiga.
– Mencionaste la última vez que… –Otra pausa, Morgen exploraba
su mente con pasmo–. Mencionaste algo sobre Hitler que me dejó
atónito, dijiste que estaba poseído, ¿Eso es cierto?
– Adolf Hitler siempre tuvo algo sombrío que me desconcertaba y
no me refiero a lo que todos sabemos de él, –le respondió Pío,
atragantado con los malos recuerdos–. Sé que mucha gente me
odia porque cree que yo estaba a favor de ese tirano, pero lo que
desconocen es que yo lo contrariaba sin que él y su imperio me
hiciera daño, como lo hicieron con los judíos. Y durante ese
tiempo, realicé misas secretas y privadas con oraciones que sólo
se usaban para exorcismos sin que él se enterara.
Pascualina se incomodó y exploró el campo con la mirada. Morgen
no quedó satisfecho con esa respuesta.
– ¿Por qué dice que estaba poseído? –Preguntó Morgen otra vez,
intrincado–. Eso ya me lo habías respondido.
La Hermana Pascualina estaba intentando callar algo que sabía,
hasta que detonó un resoplido.
– ¡Hitler estaba siendo esclavizado por una potencia demoniaca y
sobrenatural! –Respondió ella con la voz desabrida y vibratoria–

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Todas las miradas se direccionaron a ella. Pío soltó un bufido y
bajó la mirada, era algo de lo que claramente no quería platicar.
– ¿Qué? –Exclamó Morgen de asombro–.
– El ocultismo y el nazismo van de la mano, –concertó Pío–. Adolf
Hitler estaba relacionado con el ocultismo, muy pocos saben la
sugestión que tenía por las artes oscuras, y no olvidemos que uno
de los nazis más grandes como Rudolf Hess también lo estaba…
Y miren como Rudolf está sufriendo ahora, siendo un prisionero
en esta terrorífica prisión.
– Sin embargo, –agregó Pascualina–, hay muchos nazistas de alto
rango que están vinculado con el satanismo y con lo oculto.
Morgen se detuvo pensativo e hizo un ademán de paranoia, estaba
recapacitando.
– Entonces en esta prisión se encuentran dos nazis que podrían
estar trabajando para Satanás, –pensó Morgen–.
Pío se cubrió la frente con una mano para tapar el Sol, Morgen se
puso el sombrero otra vez.
– El exorcismo es algo urgente, –añadió Pío–. De esta manera se
romperá cualquier conexión diabólica con algún demonio que
esté atormentado o dándole poder a Jericco.
– ¿Están preparados para el exorcismo? –Le preguntó Morgen–.
– Estamos listos para dar inicio al ritual, –respondió Pío–.
Pascualina se acercó al portón de la catacumba con una extraña
impresión en el rostro, pareció haber oído algo venir de abajo…
– ¿Qué pasa? –Morgen le preguntó, confundido–.

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Pascualina le regresó la mirada a Morgen y volvió a poner el oído
en el portón cuando el sonido retumbó de nuevo. Todos empezaron
a balbucear.
– Shhhhh, –hizo ella–, esperen, necesito silencio por favor… –Una
pausa–, he oído algo extraño venir de allá bajo. Si no estoy loca
creo que era el sonido de un tambor, ¿Por qué el preso tiene un
tambor en la celda?
Pío se atragantó con un nudo en la garganta y el estómago se le
revolvió. Se sintió amenazado.
– ¿Un maldito tambor? –Le preguntó Morgen, frunciendo el ceño–.
¿Por qué le daríamos un jodido tambor para tocar?
Morgen retrocedió al portón y Pío se alejó con perturbación. –Sonó
el tambor con lejanía y una helada brisa salió de la catacumba–.
– Jericco no es quien ocasiona el sonido de ese tambor, –comentó
Pío dándoles la espalda, la voz le temblaba de cobardía–.
Miradas de perplejidad sobre él.
– ¿Tú sabes algo de esto? –Le preguntó Morgen, direccionándole
una mirada obscura–.
Pío se traumó mentalmente por lo que vivió semanas atrás, nunca
superaría eso.
– Es el demonio quien hace esos sonidos para atormentar y alterar
a las víctimas, –explicó Pío con la boca seca, la voz trémula–…
No debemos intimidarnos con esas sucias trampas, lo único que
quiere ganar con eso es poder a través de nuestro miedo.
– Pues yo no tengo miedo, –añadió Moren con soberbia–.

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De repente, Morgen y Pascualina se retrocedieron lentamente del
portón cuando un ruido vino desde la catacumba. Era la estrepitosa
voz de Jericco, que sonaba tonante y burlona con ronquera.
– ¡AAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHH! –Retumbó la voz maligna
con frenesí–.
Al instante, un gigantesco y turbador puñetazo sacudió el portón de
la catacumba, –los militares de sobrecogieron y las armas cayeron
al suelo–.
– ¡Ave María purísima! –Vociferó Pascualina con terror, atónita y
pálida con las manos en el pecho–.
Pío estaba petrificado y entelerido, Morgen lo miró con una intensa
pavura en los ojos, pero Pío tenía la mirada perdida en la negrura
de la catacumba. Y repentinamente, del portón salió una pestilencia
fétida y desagradable que parecía al de un animal muerto, todos se
cubrieron la nariz y empezaron a toser. El olor venía de la celda,
era una mezcla de excremento, orina y sangre.
– ¡Debemos entrar a la catacumba de inmediato! –Exclamó Pío,
paralizado de la tos–.
Los militares estaban abstraídos y boquiabiertos por esos berridos
de bestia infernal que venían de la catacumba. Pascualina seguía
aturdida ante aquellos gruñidos inhumanos, era increíble ver que un
ser humano podía bramar peor que un monstruo.
– ¡Dios Todopoderoso! –Continuó gritando Pascualina con el puño
en la boca–.
– La celda está muy retirada de la entrada, –dio Pío–, para entrar
hay que tener mucho cuidado de los insectos, ratas o serpientes.

258
– La celda ya tiene iluminación, –musitó Morgen–. Ya no está a
oscuras porque se le instalaron bombillas, de todas maneras,
aquí les traje una lámpara por sí lo llegan a necesitar…
Morgen levantó la lámpara y se lo dio en la mano a uno de los
militares.
– Se lo agradecemos mucho, –concertó Pascualina, agradecida–.
– Que tenga lo que tenga que pasar, –dijo Morgen–. Si el cretino
muere, que sea por el bien de la humanidad.
– ¡Oh! –Exclamó Pío con un suspiro–. No morirá, el poder de Dios
es muy grande.
– Eso espero, –añadió Morgen–.
– Hasta luego Coronel –le dijo Pascualina–.
Los militares abrieron el portón.
– Nos vemos después –habló Pío con un tono suave–.
– Dios los bendiga a los cuatro –dio Morgen, atónito y nervioso–.
Sé que saldrán con vida, confío en ustedes para el exorcismo.
Pío y Pascualina se despidieron de la mano con Morgen y entraron
a la catacumba, –ambos seguían al par de militares–. Pío le tomó la
mano a Pascualina y la apretó fuertemente mientras entraban a la
pesadilla. Desde lo lejos retumbaba el veneno de las obscenidades y
vulgaridades que rugía Jericco con alaridos, sí en realidad estaba
poseído por Balam todo sería un completo desastre, porque Jericco
tenía un vínculo muy afectuoso con su padre infernal. En meses
anteriores, Balam le prometió a Jericco que nunca lo iba a dejar
solo, quizá y la posesión era el inicio de algo bueno.
Las obscenidades se dirigían rectamente hacia el Papa Pío, eran
ruidosas carcajadas burlonas que hacían temblar las paredes de la
catacumba, se escuchaban golpes y murmullos en tormentosos ecos
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que erizaban la piel de cualquiera. Antes de que llegaran a la celda,
Pío y Pascualina tuvieron una rápida conversación que generaba
temor a los militares, no era parte de su trabajo estar presente en un
exorcismo, seguro era algo que nunca olvidarían.
– ¿Alguna vez has estado presente en un exorcismo? –Preguntó
Pío–.
– Honestamente nunca, –le respondió ella con la voz estremecida–.
Me he cohibido a situaciones como éstas…
Pío le interrumpió.
– ¿Conoces el reglamento de un exorcismo? –Le cuestionó Pío con
plena seriedad–.
Sonaron gritos y vozarrones de pesadilla.
– Sé que no se le debe preguntar nada al demonio o mirarlo directo
a los ojos… ¿Cierto? –Pregunto Pascualina como respuesta–.
Jericco estaba berreando y golpeando las paredes con puños, los
barrotes sonaban cuando él se golpeaba la cabeza con ellos.
– Ni que se te ocurra entablar conversaciones con Satanás o con
cualquier espíritu maligno dentro del poseído, –respondió Pío,
distraído con la bulla–.
De pronto, dos ojos rojos brillaron como fuego en la oscuridad –la
luz de la lámpara los iluminó–. Era una enorme rata parada en dos
patas que miraba a Pío fijamente, y de imprevisto, el animal corrió
hacia él y le brincó encima brutalmente con una dolorosa mordida
en la barbilla. La rata no quería soltarle la carne hasta que Pío la
haló de la cola y se la arrancó de golpe, los filosos dientes abrieron
la piel de Pío y una hemorragia leve comenzó.

260
– ¡AAAAHHH! –Gritó la voz quebrantada de Pascualina–. ¡Oh
Jesús! ¿Estás bien? Eso se infectará, debemos regresar para
buscar alcohol antiséptico y algodón para desinfectar.
Pío dio un salto de pánico y se puso una mano en la barbilla.
– ¡Diossssss mío! –Exclamó Pío, adolorido y aterrado–. Me duele
muchísimo.
Los militares estaban estremecidos con todo lo que apenas sucedía,
sin haber iniciado el rito.
– ¡Vamos! –Insistió Pascualina–.
Pío continuó gritando y Jericco siguió gruñendo como una bestia.
– ¡No! ¡No! –Negó Pío con la cabeza. Se cubrió la herida con la
mano–. ¡Ya no podemos salir! Prepárense porque esto apenas
comienza…
– ¿Seguro? –Le preguntó ella, nuevamente–. Porque comenzará a
inflamarse.
Pío la miró y con una expresión seria le dijo:
– Estoy bien –afirmó Pío, entumecido–.
– Ven para ver la herida –le dio Pascualina con la voz suave–.
Ella se escudriñó la mordida en la barbilla de Pío y se horrorizó.
Los militares iluminaban la herida con la lámpara.
– ¡Jesucristo! –Bramó ella–. Esto está muy muy pero muy mal…
– ¿Qué tengo? –Le preguntó Pío–.
– ¡Estás expulsando espuma por la herida! –Gritó ella asombrada–
pero, hay algo más… Tu sangre huele demasiado mal y estoy
viendo pequeñas larvas que sobresalen de la mordida… Eso no
está bien.
261
Pío se horripiló y quiso eludirla.
– No, no pasa nada, tranquila, –insistió Pío negativamente–. Me
siento normal, sólo es un poco de ardor y quizá eso sea parte de
la infección.
– Una mordida de rata podría matarte, –le dijo Jaden, uno de los
militares–.
Jericco no paraba de gritar vulgaridades, todos estaban aturdidos.
– Las ratas de la catacumba son carroñeras y constantemente viven
en las alcantarillas, –añadió Huckson, el otro militar–.
Pío sabía que podía contagiarse rápidamente de la peste bubónica.
– ¡Estoy bien! –Increpó con un berrido–. Como seguía diciéndoles,
ignoren al demonio y no le pregunten nada porque sería muy
peligroso. Una cualidad muy importante de los demonios es
jugar con la mente de las personas, en confundirlas y llevarlas a
la ruina.
Siguieron caminando.
– ¿Jugar con nuestra mente? –Le preguntó Pascualina–.
Los militares sintieron un escalofrío debido a los gritos de Jericco y
por lo que Pío decía sobre el diablo.
– Eso tú lo sabes más que nadie, Hermana –le dijo Pío en regaño–.
Satán y su legión son mentirosos, estafadores y atormentadores.
¡Simplemente ignórenlo y no le presten atención! Porque hoy no
estaremos con Jericco Goldstein, sino con algo oscuro y maligno
que está dentro de él. ¡Recuerden! Ignórenlo, sean sordos.
Cada vez que se acercaban a la celda, las tinieblas eran mucho más
densas. El frio de aquella misteriosa niebla era atroz.
262
– Ya llegamos a nuestro destino, –comentó Jaden, el corazón le
latía con fuerza–.
Estaban afuera de la celda, detrás de los barrotes se escuchaba el
siseo de una víbora, parecía que dentro de la celda había cocodrilos
y otras fieras que bramaban rugidos tonantes.
– ¿Ustedes se quedarán afuera? –Le preguntó Pascualina a los
militares–.
Huckson quiso responder, pero Pío lo hizo por ellos.
– ¡Deben esperar afuera! –Graznó Pío, entelerido–. El hecho de
estar presente en el rito podría ser muy peligroso para ustedes.
El demonio podría devorarlos en un segundo si lo ven espantados
o amilanados.
Pero Pascualina pensó distinto, los cuatro se quedaron mudos y
petrificados cuando Jericco empezó a ladrar como perro y a aullar
como lobo.
– Discúlpeme –le dijo a Pío, estremecida–. Pero, pienso que podría
ser de gran ayuda que ellos participen en el exorcismo con
oraciones que debiliten más al demonio.
– ¡El demonio no se debilita sino se fortalece! –Exclamó con la voz
alta y pasmada, negó con la cabeza y se cubrió la frente con la
mano temblorosa–. La idea es evitar que haya más víctimas de
ese demonio, los militares pueden quedarse en la entrada de la
celda por sí algo llega a suceder.
Los militares asintieron con la cabeza y abrieron la puerta de la
celda al llegar, la testarudez de Pío era la evidencia de su miedo.
Había una tensión maligna y deplorable que generaba una tristeza
similar a la de un funeral.

263
– Tengo un muy mal presentimiento, es como si algo malo fuera a
suceder pronto, –comentó Pascualina bajando la cabeza–.
Pío la miro fijamente, interrogándola con su fría mirada.
– Dígame algo con toda la sinceridad, Hermana, –le dio Pío–.
¿Está segura de que quieres entrar?
Pascualina pensó dos veces la respuesta.
– ¡Sí! –Respondió su voz desanimada–.
– Creo que por esa razón viajé desde Roma para acá –añadió ella
con el corazón desenfrenado–.
– Si usted no quiere participar en el exorcismo lo entenderé muy
bien, –dijo Pio indiferentemente–. No me gustaría hacerla sentir
comprometida con esto, porque déjeme decirle que primero está
su salud física y mental, si tú entras a esa celda abatida déjeme
decirle que será pan comido para el demonio.
Pascualina temblaba mucho, era imposible controlar los escalofríos
que la estremecían con la pesadez en su cuerpo.
– Quiero participar en el rito no porque usted me lo pide sino
porque Jesucristo me lo dice, –afirmó Pascualina, sentía que Pío
le daba valor–.
– Está bien, –le dijo Pío con la voz suave y con la fortaleza en sus
ojos–.
De repente, un último estruendo gutural se escuchó en la celda de
manera atronadora. Pascualina dio un salto de horror, sintió que el
corazón le saltó del pecho hasta la garganta. Pío miró a la celda y
se dirigió a ella armándose de valor, los militares lo miraron con
pavura y Pascualina hizo una mueca con la boca que indicaba su
desespero, se esperaba la peor de las desgracias.

264
Pascualina se apresuró y lo siguió hasta la entrada de la celda, y ya
en la puerta de la misma, ambos se paralizaron cuando el pestífero
y repugnante hedor a cadáver putrefacto regresó con potencia. Pio
entró con Pascualina tapándose ambos la nariz y se detuvieron ante
lo que veían; le lanzaron una mirada fija hacia lo que era Jericco y
éste les regresó un berrido monstruoso que los cautivó del pánico,
los militares cerraron la puerta y se posicionaron en ella desde el
interior de la celda.
Jericco estaba parado de manos en un rincón de la celda, el dorso
marcado con cicatrices y cubierto de sucio recubrieron el contraste
de sus genitales. Las cadenas que apresaban a Jericco tenían nudos
que envolvían sus extremidades por la mala posición en el rincón, y
de pronto, Jericco dio un giro rotundo con las piernas que lo hizo
caer inclinado sobre el pavimento con la cabeza hacia abajo, –Pío y
Pascualina oprimieron sus camándulas con devoción–.
Jericco levantó lentamente la cabeza y los miró con esos llameantes
ojos de ojeriza, Pascualina y Pío se acercaron a él prevenidamente
y se pusieron de pie frente al demonio. Jericco los miró con una
mirada despiadada llena de crueldad mientras palpaba sus partidos
labios con esa lengua de serpiente.
– Oohhh, Así que la putita del Papa ha regresado por más acción
¿Eh? –Gruñó Jericco, poseso–.
Pío ignoró las palabras del demonio que hacía hablar a Jericco y
bendijo la celda con su mano derecha, aunque le temblaban los
dedos repitió la acción de bendecir sobre Pascualina y los militares,
luego santificó la celda con la botella de agua bendita que tenía
Pascualina para iniciar el exorcismo.

265
Cuando Pío arrojó agua bendita sobre Jericco lo enfureció mucho,
tomó una extraña actitud que dio inicio al culto cuando la pupila de
sus ojos se dilató con una pequeña luz blanca que volvió negro el
color marrón de su iris. Jericco torció la cabeza hacia un lado y el
crujido de sus huesos retumbó sobre el arrastre de las cadenas, su
pecho se alzó como si una fuerza lo empujará hacia arriba y luego
los ojos se le pusieron en blanco, una araña le salió por la boca y
un gusano se asomó desde la nariz hasta que luego regresó hacia
dentro.
Jericco escupió una pelota de sangre coagulada sobre los labios de
Pascualina e inmediatamente ella se limpió la boca con una mano.
– Señor Jesucristo, –empezó Pío con una plegaria–, verbo de Dios
Padre…. Dios de toda criatura que diste a tus santos, y la
potestad de someter a los demonios en tu nombre y de aplastar
todo poder del enemigo... Dios santo, que al realizar tus milagros
ordenaste: “huyan de los demonios”; Dios fuerte, por cuyo poder
Satanás, derrotado…
– ¡JAJAJAJAJA! –Rugió Jericco con una carcajada maligna–. ¿Así
hablas de ese cabrón? ¡No seas hipócrita, maldito!
Pío lo ignoró y continuó leyendo el Ritual Romano mientras echaba
agua bendita en la celda.
– En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo –bendijo
Pío nuevamente, persignándose–.
Pascualina estaba sobrecogida por las acciones que hacía Jericco,
ella santificó la celda con la mano derecha haciendo la figura de la
cruz y cerró los ojos.
– Amén –respondió Pascualina agachando la cara–.

266
Muchas voces hablaban dentro de Jericco.
– Dios, Padre omnipotente que quiere que todos los hombres se
salven esté con todos ustedes –oró Pío–.
Jericco se tiró al suelo de golpe y empezó a murmurar diferentes
voces con los ojos en blanco, eran extrañas voces que hablaban
incoherencias.
– Y con tu espíritu, –dijo Pascualina, parpadeando lentamente con
miedo–.
Pío le salpicó agua bendita a Jericco en el cuerpo, su piel parecía
quemarse por las vesículas que aparecieron instantáneamente.
– ¡AHHHHHHHH! –Vociferó Jericco con un tonante refunfuño–.
¡Maldito seas marica de mierda! ¡Ven y chúpame la verga hasta
que te tragues toda mi leche! ¡Bastardoooooo!
Jericco se levantó en un santiamén y le orinó la cara al Papa. Pío
dio un salto hacia atrás y escupió la orina de su boca, la Hermana
Pascualina se horripiló con un gesto nauseabundo en el rostro. El
Papa continuó la oración y Pascualina volvió a cerrar los ojos, no
podía estar más sorprendida de la energía maligna que el demonio
transmitía.
– Dios todopoderoso, –continuó Pío con el libreto en una mano y
en la otra su camándula–, fuente y origen de la vida del alma y
del cuerpo, bendice esta agua, –le salpicó agua bendita al
demonio–, que usaremos con fe para implorar el perdón de
nuestros pecados y alcanzar la ayuda de tu gracia contra toda
enfermedad y asechanza del enemigo… Por Jesucristo, nuestro
Señor.

267
Jericco estaba retorciéndose en la pared como si las oraciones del
Papa lo estrujasen.
– Amen, –musitó Pascualina–.
Jericco estaba sudando excesivamente, aunque al mismo tiempo
temblaba y se agarrotaba cuando sus músculos se contraían.
– ¡Queridos hermanos! –Exclamó Pío con la voz enfurecida–
supliquemos intensamente la misericordia de Dios para que,
movido por la intercesión de todos los santos, atienda
bondadosamente la invocación de su Iglesia a favor de nuestro
hermano Jericco que sufre gravemente.
– Amén, –repitió Pascualina, petrificada con los movimientos de
Jericco–.
Jericco se inclinó y sus brazos comenzaron a voltearse hacia atrás.
– Señor ten piedad, –dijo Pío dos veces–. Cristo ten piedad, Santa
María Madre de Dios, ruega por él. Todos los Santos de Dios,
rueguen por él. Muéstrate propicio, líbranos (líbralo a él), Señor.
De todo mal, líbranos (líbralo a él), Señor. De todo pecado,
líbranos (líbralo a él), Señor… De las insidias del diablo,
líbranos (líbralo a él), Señor. De la muerte eterna, líbranos
(líbralo a él), Señor.
Jericco estaba iracundo y frenético, lanzando puñetazos y patadas
con furia mientras saltaba como un sapo.
– Tú que les diste a tus discípulos el gran poder sobre los todos los
demonios, –continuó Pío con la voz atronadora, las venas se
marcaban en su frente y en su cuello–, ten piedad de nosotros...
Tú que sentado a la derecha del Padre intercedes por nosotros,
(ten piedad de nosotros). Tú que vendrás a juzgar a vivos y

268
muertos, (ten piedad de nosotros). Nosotros, que somos
pecadores, te rogamos, óyenos. Para que nos perdones, te
rogamos, óyenos. Para que nos indultes, te rogamos, óyenos…
Jericco se levantó y se forcejeó las cadenas hasta que le escupió la
nariz a Pío con una expectoración verdosa envuelta de sangre, la
saliva se deslizó lentamente desde la nariz hacía la boca. Pío se
enfadó y se pasó la mano por la cara y empezó a toser.
– Dios y Padre nuestro, –retornó Pío con la plegaria–, que nos ves
quebrantados por nuestra fragilidad, te rogamos suplicantes por
éste hermano nuestro, para que apartes de él, el espíritu del mal
y lo restituyas a la plena libertad de tus hijos para que así, te
alabe siempre con la multitud de tus santos. Por Cristo, nuestro
Señor.
– Amén, –contestó Pascualina con la voz debilitada–.
Repentinamente las luces de la celda se apagaron cuando detonaron
las bombillas, –Pascualina soltó un sollozo de pánico y Pío supo
que la pesadilla había comenzado–.
– ¡No le tengan miedo, por favor! ¡Quédense quietos en donde
estén! –Les advirtió Pío con un grito desentonado–. Sí el demonio
siente sus temores se hará más fuerte y se alimentará de sus
debilidades.
Los militares estaban impresionados y Pascualina no sabía cómo
actuar ante la densa oscuridad que sometía la celda.
– ¡La lámpara se ha dañado! –Exclamó Huckson–.
La luz de la lámpara titilaba, pero inútilmente no encendía. Jaden
la golpeaba, pero no funcionaba.
– ¡No enciende! –Vociferó Jaden es respuesta a Huckson–.
269
Un escalofriante silencio avasalló el interior de la catacumba, y un
vendaval de aire caliente atravesó los barrotes con neblina, parecía
que un incendio estaba cerca por el olor a humo… El olor del viento
tenía una mezcla de azufre y pudrición cadavérica.
– ¡Dios mío! –Bramó Pascualina con un quejido de alarma–. ¡Esto
está muy mal!
Se escuchó el crujido de unos huesos y el rugido de un animal.
– ¿Acaso ha estado bien desde que estamos aquí? –Le preguntó
Pío–. ¡Sigamos con el exorcismo antes de que sea más tarde!
Jericco desapareció por un momento, no se escuchaba nada más
que voces y gritos desde la lejanía de la celda.
– Les he dado poder de caminar sobre serpientes y para vencer
todas las fuerzas del enemigo, –dijo Pío leyendo un versículo–.
Una risa maligna se escuchó silenciosamente, Pío hizo una pausa y
continuó.
– Tú eres, Señor, mi refugio –respondió Pascualina, sintiéndose
observada–.
Una brisa helada movió la indumentaria de Pascualina y ella se
agitó con una respiración acelerada.
– Tú que vives al amparo del Altísimo y resides a la sombra del
Todopoderoso, –siguió Pío–.
Algo siniestro caminó detrás de Pío y lo envolvió con el sonido de
unos pasos, él sintió que alguien estaba parado detrás él.
– Tú eres, Señor, mi refugio –concertó Pascualina a la plegaria–.

270
La plaga de ratas que había en la celda estaba impetuosamente
frenética, los roedores chirriaban y pasaban sobre los pies de los
presentes hasta provocarles un brinco de susto.
– Él te librará de la red del cazador y de la peste perniciosa; te
cubrirá con sus plumas, y hallarás un refugio bajo sus alas. No
temerás los terrores de la noche, ni la flecha que vuela de día, ni
la peste que acecha en las tinieblas, ni la plaga que devasta a
pleno sol.
Pascualina sintió una respiración en su oreja, ella estaba sintiendo
lo mismo otra vez, era como si alguien estuviese detrás de ella:
– Tú eres, Señor, mi refugio, –repitió Pascualina–.
Pascualina sintió que algo húmedo se introdujo en su oreja, era una
cosa suave y extraña que palpaba el interior de su oído con
movimientos bruscos. Mejor dicho, algo estaba chupándole la oreja
hasta que una mordida en el cartílago la hizo gritar.
– ¡AAAHHHH! –Gritó ella desconcertadamente–. ¡Algo me mordió
la oreja! ¡Algo me mordió! ¡LO JUROOO! ¡LO JURO!
– ¡Tranquila Hermana! –Vociferó Pío también intranquilo–. Eso
es parte de la fuerza sobrenatural del Diablo, no dejes que eso te
intimide… ¡Respira hondo!
Pascualina empezó a gritar aceleradamente con mucho agite.
– ¿Y CÓMO DEMONIOS QUIERES QUE ME TRANQUILICE?
¡POR EL AMOR DE DIOS! –Exclamó ella ruidosamente–. ¡NO
SEAS INSENSATO!
Pascualina no quería moverse, todos estaban en sus sitios.

271
– ¡Que te tranquilices te lo estoy pidiendo! –Insistió Pío con
dominancia–. ¿Acaso no recuerdas nada lo que hablamos? Por
eso quise que no estuvieras presente en el exorcismo…
La celda había quedado a ciegas, ambos hablaban indirectamente
con las miradas en la negrura.
– ¡Estoy aterrada! –Gritó ella con la voz entrecortada y el corazón
acelerado–.
– No te olvides que el demonio o los demonios que están dentro de
ese hombre se encuentran rondando en esta catumba libremente,
–le explicó Pío–. Pueden suceder cosas peores de ahora en
adelante, será mejor que te tomes las oraciones en serio y que
fortalezcas tu fe.
Repentinamente dos ojos comenzaron a brillar en la celda, eran los
de Jericco. Pascualina se horrorizó tanto que empezó a temblar.
– ¿Qué es lo que sucede con la lámpara? ¿Por qué ya no enciende?
–Pascualina estaba colérica, sus preguntas rugieron con
ansiedad–.
Todas las miradas estaban puestas en aquel par de ojos brillosos.
– ¡Se ha dañado! –Replicó Jaden–. Estamos intentando arreglarlo,
sería imposible salir de la celda ahora mismo por la oscuridad de
la catacumba. Aunque estaría bien para buscar más iluminación.
Los militares golpeaban la lámpara, pero era inservible.
– ¡Yo no saldría ni loco de aquí! –Exclamó Huckson, impugnando
la propuesta de Jaden–. Mucho menos en estas condiciones…
– ¿Cómo es posible que no se prepararon con iluminación para el
rito? –Les preguntó Pío a los militares–.
– ¡Había electricidad! –Repuso Jaden–.
272
– No es nuestra culpa que las bombillas hayan estallado sin alguna
razón, –convino Huckson–.
De pronto, la lámpara se encendió y la luz se proyectó directamente
hacia Jericco, –todos se quedaron mudos y boquiabiertos–. Había
algo más aparte de Jericco, cuando las luces se apagaron
aprovechó el momento para transformarse en lo que era: Dos
alargadas piernas chamuscadas y descarnadas se hicieron ver
lentamente, –parecían patas de insecto por las espinas que tenía en
la superficie blanquecina y necrosa–, la luz iluminó una espalda que
se recubrió misteriosamente de pelos ásperos y carrasposos, y de
pronto, sobresalieron filosos huesos de aquella piel cubierta de
úlceras sangrantes.
Su cuello estirado marcado por raspones y cortadas ascendía hacia
una cabeza de humanoide sin forma, parecía estar aplastada y con
porciones calvas en las que el cabello se caía por pedazos, no
obstante, apareció un par de orejas negras de zorro a los lados de
su cabeza, y de repente, la cosa en la que se había convertido
Jericco empezó a girarse con tenue lentitud.
La lámpara proyectó la iluminación titilante a la cara de “Jericco”
y todos se quedaron completamente estupefactos, –incluso el Papa
estaba acobardado–, era un rostro demoniaco y maquiavélico que
se coloreaba con un tono morado, el color de su tez era amarillento
con aspecto cadavérico, los pómulos de su cara eran negros y las
ojeras violáceas, tenía muchos raspones y cortadas en la cara junto
a largas cicatrices que le daban un contorno terrorífico.
A continuación, una sonrisa pérfida vislumbró una dentadura
podrida y maloliente de color marrón, donde abundaban moscas
que se posaban sobre esos labios negros y rotos que disparaban

273
pedazos de carne podrida, alrededor de la boca tenía una sustancia
líquida saburral que se derramaba sobre su ensangrentado mentón;
el color vino de aquellos desorbitados ojos no se parecían en nada a
los que antes tenía Jericco, ni siquiera tenía parpados y uno de sus
ojos perdía el paralelismo de sus posiciones, tenía estrabismo o
mejor dicho estaba bizqueando.
Debido a las transmutaciones demoniacas de Jericco, Pío se aceleró
con el exorcismo e intentó no caer en las tentaciones del demonio.
El Papa respiró hondo y cerró los ojos mientras se llenaba de valor
–10 segundos después, todos seguían boquiabiertos y aterrados–,
Pío abrió los ojos y caminó hacia Jericco con una valentía que se
debilitaba con un nudo en la garganta. Jericco estaba colérico y
frenético, lanzando golpes y patadas mientras halaba las cadenas
con fuerza –rugía bestialmente con mucha ira acumulada–.
Pío lo pensó mucho y le colocó la mano temblorosa en la cabeza de
Jericco, –su cráneo estaba hirviendo y se evaporaba con el sudor–.
Los militares corrieron hacia Pío y sostuvieron a Jericco porque
estaba rabioso e irritable, no paraba de gritar obscenidades y
Pascualina seguía nerviosamente pensativa.
Pío continuó las plegarias del ritual:
– Hágase tu Voluntad, Señor, sobre nosotros del modo como todos
esperan de ti, –dijo Pío con la voz alta y temblona–. Todos
repitan, Señor ten piedad…
Jericco rugía sonoramente.
– Señor, ten piedad –dijeron todos–.
Cuando los militares tocaban a Jericco se quemaban las manos.
– ¡Su cuerpo está muy caliente! –Bramó Jaden, quejumbroso–.
274
Jaden soltó a Jericco y volvió a sujetarlo con las manos ardidas.
– ¡Aaaahhh, joder! –Exclamó Huckson soltando un quejido–. ¡Está
ardieendooo!
Pío levantó el frasco de agua bendita y la agitó sobre Jericco, los
músculos de la cara le temblaban y su boca se torcía.
– Envía tu Espíritu y las cosas serán creadas, y renovarás la faz de
la tierra, –continuó Pío con la voz sonante, leía el ritual con
devoción–.
Jericco ponía los ojos en blanco y expulsaba espuma por la nariz.
– Señor, ten piedad, –dijeron todos nuevamente–.
El ritmo cardiaco de Jericco estaba a casi 190 por minuto.
– Envíale, Señor, tu auxilio y cuídalo desde tu morada, –añadió Pío
con un bufido–.
– Señor, ten piedad, –repitieron todos–.
Seguidamente, un enorme orificio apareció en el cuello de Jericco y
comenzó a drenar lombrices y parásitos. Pascualina y los militares
estaban en shock, Pío se mantuvo firme por todo eso que aparecía
extrañamente. Pío se apartó de Jericco y siguió leyendo el Ritual
Romano.
– Pío: ¿Renuncian a Satanás?
Un potente ventarrón volvió a someter la celda, pero esta vez fue
más intenso.
– Todos: Sí, renuncio.
Ellos respondían con desconfianza, el temor no los dejaba tener fe.

275
– Pío: ¿Renuncian a todas sus obras?
Pío sabía que todos estaban horrorizados, y que aparentemente era
él quien no le temía al demonio.
– Todos: Sí, renuncio.
Jericco estaba encorvándose hacia atrás, tenía la espalda en forma
de arco. La niebla cubría la mitad de su cuerpo.
– Pío: ¿Renuncian a todas sus vanidades?
Los militares no podían con el peso de Jericco, puesto a que por
extraña casualidad pesaba casi una tonelada.
– Todos: Sí, renuncio.
Jericco empezó a vomitar sangre y su boca se expandió tanto que
parecía una fractura de mandíbula.
– Pío: ¿Renuncian al pecado, para vivir en la libertad de los hijos
de Dios?
Pascualina estaba aferrada a su camándula mientras la besaba con
exaltación.
– Todos: Sí, renuncio.
El rostro de Jericco era algo diabólico y perturbador, tenía las
mandíbulas debilitadas y la boca totalmente expandida. Las ojeras
estaban marcándose cada vez más, no sólo de color violáceo sino de
negro.
– Pío: ¿Renuncian a las seducciones de la iniquidad, para que no
los domine el pecado?
– Todos: Sí, renuncio.

276
– Pío: ¿Renuncian a Satanás, que es el autor y el príncipe del
pecado?
– ¡AAAAAAAAAHHHHHHHHH! –Refunfuñó Jericco, irascible–.
Jericco interrumpió la respuesta con un chillido atronador que los
dejó sordos, los barrotes de la celda temblaron y la bruma se
incrementó con un frío colosal.
– Si, renuncio, –respondieron desconcertados–.
Jericco estaba revoloteando mientras brincaba y manoteaba a todos
lados. En ocasiones golpeaba a los militares con puñetazos en la
cara, dejándoles una marca por el ardor.
– ¿Creen en Dios Padre todopoderoso, creador del cielo y de la
tierra?
– Todos: Sí, creo.
– ¡Señor Todopoderoso! –Exclamó Pío soltando un jadeo–, permite
que tu mano pueda salvar a este humilde siervo de las garras de
Satán.
Jericco balbuceaba incoherencias y parecía discutir con alguien en
la celda, eran diálogos con más de 15 voces diferentes.
– ¡En el nombre de Cristo te expulso, vil cobarde! ¡En el nombre
de Dios te ordeno que regreses a los infiernos! –Vociferó Pío con
coraje–.
Jericco se carcajeaba escandalosamente con ímpetu, y mientras los
militares lo sostenían como si fuese un monstruo, él aprovechó el
momento para morder a uno de ellos. Jericco expandió la boca y le
mordió el brazo a Huckson, sus puntiagudos dientes le devoraron la
carne y le arrancó un pedazo que masticó lentamente, –Huckson
gritó tan fuerte que por poco se desmayaba del dolor–. Jaden

277
intentó separarlo, pero Jericco parecía una furiosa piraña, Pío y
Pascualina intervinieron hasta que por fin pudieron separarlo de
los filosos dientes de Jericco, –parecían dientes de tiburón–.
La sangre del militar hizo más fuerte al demonio, como cuando una
víbora percibe la sangre de su víctima hasta enloquecer. De
repente, una poderosa fuerza sobrenatural enfureció a Jericco con
un estridente alarido de furia que le dio más impulso a romper las
cadenas, Jaden estaba luchando solo contra el demonio mientras
Huckson estaba adolorido por la mordida. El cuerpo de Jericco se
hacía cada vez más ardiente, su piel liberaba humo cuando Pío
agitaba la botella de agua bendita sobre él.
Pío leyó un largo testamento y repentinamente la luz de la lámpara
empezó a parpadear, –la fisionomía de Jericco estaba cambiando–.
Tenía la boca cortada como si alguien lo hubiese hecho con una
tijera de un lado a otro, Pascualina comenzó a gritar y a temblar
del pánico mientras Pío continuaba leyendo el ritual y sacudiendo el
frasco de agua bendita.
Y súbitamente cuando los militares lo sostenían con mucha fuerza,
Jericco le lanzó una profunda mirada de odio hacia Jaden y le clavó
el puño entero en su boca, Jericco introdujo la mano completa en la
garganta de Jaden y empezó a revolver sus dedos dentro de ella. La
mano de Jericco se veía moverse superficialmente desde la piel, los
presentes comenzaron a gritar y golpear a Jericco, pero era inútil,
tenía una fuerza omnipotente que era capaz de matar a cualquiera
que se interpusiera.
Jaden estaba ahogándose lentamente mientras Jericco lo extasiaba
con una mirada llena de maldad, Pío seguía leyendo el testamento y
lanzándole agua bendita, –Jericco rugía estrepitosamente, su fuerza

278
estranguladora era tan potente como la de una anaconda–. Huckson
y Pascualina estaban empujándolo con fuertes manotazos mientras
intentaban sacarle la mano de la garganta, pero, era inservible. Pío
se detuvo y pensó terminantemente en algo que le salvaría la vida a
Jaden, –todos estaban profiriendo alaridos y sollozos de pavura, era
una pesadilla–, el Papa se quitó la camándula y se la colocó en el
cuello a Jericco, pero la reacción del demonio fue inesperada…
¡Jericco le sacó el puño de la garganta con fuerza y gritó! Y
furiosamente le arrancó la úvula junto a la lengua, al instante que
sacó la mano de la boca del militar le clavó un fuerte puñetazo en la
nariz que lo lanzó largo a largo contra los barrotes, Jaden se
golpeó la cabeza con los metales y comenzó a desangrarse mientras
tosía y estornudaba.
Pascualina soltó un disonante chillido de terror y corrió hacia
Jaden con desesperación, Huckson continuó sujetando al demonio
encarnado mientras que Pío seguía leyendo el testamento. Jericco
estaba encorvándose hacia detrás y empujándose hacia delante con
gruñidos atroces, el crucifijo de la camándula se adhirió sobre su
pecho y luego se enterró en la carne. En medio de gritos y llantos, la
desesperación colapsó el silencio con vozarrones demoniacos, la
herida en forma de cruz Jericco en el pecho de Jericco comenzó a
brotar gusanos envueltos en pus.
Jericco se enderezó y con los brazos expandidos levantó la cabeza
hacia atrás, vociferó un atronador e iracundo alarido que levantó la
niebla con otro fuerte ventarrón. Con una mano se arrancó la cruz
de la piel y la abrió lentamente, la silueta de la camándula quedó
sobre ella marcada como un tatuaje, dejando una herida abierta en
la que se observaba el interior de sus tejidos y también la costilla.

279
– ¡Te expulso de este cuerpo en el nombre de Dios! –Gritaba Pío
sin cesar–. ¡Es él quien te regresará al mundo de las serpientes
al que perteneces! ¡Regresa al infierno y aléjate de los siervos
que Cristo dejó!...
Jericco seguía riéndose y sollozando de hilaridad.
– ¡Cierra la maldita boca, hijo de puta! –Increpó el demonio,
furioso–. ¡Asesino! ¡ASESINO! ¡ESO ES LO QUE ERES! ¿NO
FUE SUFICIENTE COGER CON HITLER? ¡Todos saben que
amas las pollas nazis!
Pío le puso la mano en la cabeza de Jericco a pesar del ardor.
– ¡Escucha nuestras plegarias y concédele el perdón a nuestro
hermano Jericco!... –Exclamó Pío con potestad–. ¡Es cristo quien
te lo ordena! ¡Es Dios quien te expulsa en su nombre!...
– ¡JAJAJAJAJA! –Se carcajeó una voz femenina dentro de Jericco–
¡Oh, vamos Pío! ¿A poco no quieres gozar de este rico cuerpo?
¡Maricaaaaa! ¡Es lo que eres! ¡Maldito violador! ¡VIOLADOR!
Pío ignoraba las palabras que Jericco disparaba con insultos e
injurias.
– ¡Permite que tus celestiales manos arrojen a éste demonio del
cuerpo de nuestro hermano Jericco!... –Continuó Pío con furia–.
Jaden estaba muriéndose desangrado, y Pascualina profería gritos
ahogados de pánico.
– ¡Gracias a ti murieron millones de judíos, maldito cobarde!
¡Maldito hijo de perra! ¡Pedazo de mierda engreída! ¡Maldito! -
¡Maldito seas! ¡TE MALDIGO DESDE LO MÁS ABISMAL DEL
INFIERNO! ¡NUNCA SERÁS FELIZ POR EL MALDITO
CARGO DE CONSCIENCIA!
280
Huckson soltó de golpe a Jericco debido al ardor de su cuerpo,
estaba quemándose, su corazón estaba arrebatadamente acelerado.
– ¡Ahuyenta a este cazador de almas puras! –Gritó Pío–.
– ¡Mejor ahuyenta a todos los niños que te cogiste en el Vaticano!
–Prorrumpió otra voz dentro de Jericco–. ¡Pedófilo! ¡Criminal!
¡Corrupto! ¡Es lo que eres junto a la lesbiana que se hace llamar
Pascualina! ¡Par de enfermos! ¡Mediocres!
– ¡Yo soy quien te expulsa, demonio! –Siguió Pío en voz alta–. ¡Te
expulso junto a todos tus atroces compañeros! ¡Les ordeno en el
nombre de Cristo que regresen al mar de fuego!
– ¡Ve y chúpale la sucia vagina a tu querida Hermana! –Emitió
otra voz diferente dentro de Jericco–. ¡Succiónale el clítoris y
mastícalo hasta que llegue al orgasmo! ¡Viólala como haces con
muchos inocentes! ¡PAR DE ALCANTARILLAS!
Los ojos de Jericco se desvanecían mientras se ponían en blanco, la
piel de su fisonomía estaba pudriéndose y los pedazos de carne se
derretían hasta caer en el suelo.
– ¡Aléjate de este lugar, inmunda porquería infernal! –Rugió Pío
con la voz quebrantada–. ¡Porque éste no es tu hogar, no
perteneces aquí, no mereces estar aquí! ¡En el nombre de Dios y
de los ángeles te expulso! ¡Te envío a las tinieblas de retorno!
Huckson estaba ayudando a Pío mientras sostenía a Jericco, y Pío
le colocó la mano en su cabeza.
– ¡Éste cuerpo es mío! –Impugnó una voz más furiosa en Jericco–.
¡Él es mío! ¡Éste hombre es mío! ¡Éste hombre me pertenece!
Pío se aterrorizó con un escalofrío cuando sintió la dominancia del
demonio, era como si Jericco fuese de su única propiedad. Jericco
miró a Pío y cayó de rodillas hasta que se levantó nuevamente,
281
Jericco estaba brincando de puntillas mientras jadeaba y gruñía
con toda su fuerza.
– ¡Te conjuro, vil traidor! –Exclamó Pío con desentono–. ¡Oh,
Señor, Creador del universo y Padre de nosotros, ¡escucha éstas
plegarias y dale la salvación a tu hijo Jericco! ¡Absuélvelo del
pecado y perdónalo!
Jericco se dio la espalda y pujó fuertemente hasta estallar con una
bomba diarreica que expulsó desde sus intestinos, Pío y Huckson se
bañaron de excremento líquido y una porción de diarrea salpicó en
la cara de Pascualina. Pío hizo un gesto de repugnancia y no detuvo
la plegaria, a diferencia de Huckson que hizo una impresión de
vómito y se aisló. Pascualina se limpió el rostro de inmediato, dejó
a Jaden en una esquina y se levantó para regresar al exorcismo,
estaba cubierta de sangre.
– ¡Salva a tu hijo, Jericco, y ayuda que conozca la luz de tus ojos!
–Expresó Pío–. ¡Y dale esa fe que nunca tuvo para que sea fruto
de tu perdón! ¡Sálvalo! ¡Señor, Sálvalo! Por Cristo nuestro
Señor.
– Amén, –respondió Huckson y Pascualina al mismo tiempo, ambos
se persignaron y Pío les salpicó agua bendita–.
Jericco estaba haciendo movimientos rápidos y repetitivos, no podía
dejar de gruñir y gritar. Levantaba la cabeza como una cobra y se
balanceaba a los lados mientras sacaba la lengua, se saboreaba y la
palpaba sobre su boca cortada.
– ¡Hipócrita! –Le contestó Jericco con un escupitajo–. ¡Es lo que
eres! ¡Nazi! ¡Eres un nazi! ¡Por tu culpa murieron muchas
personas! ¡Cobarde! ¡Mejor hagamos una orgía entre todos y

282
eyaculemos sobre los senos de la Virgen María! ¿TE GUSTA?
¿O QUIERES QUE NUESTRO SEMEN CAIGA EN TU BOCA?
La saliva verdosa envuelta de sangre se deslizó en la frente de Pío.
– ¡Cállate! –Le gritó Pío a regañadientes, salpicándole agua
bendita–.
Jericco emitió un aullido ensordecedor y empezó a golpearse la
cara.
– ¡Apiádate de esta humilde criatura! –Pío continuó la lectura sin
prestarle atención–. ¡Perdónala si alguna vez dejó de creer en ti!
¡Ayúdalo a ser un buen hombre de fe y que bienaventurado sea
de tu amor!
Repentinamente Jericco comenzó a hablar con una voz masculina y
con acento alemán.
– ¡Qué mejor suerte que gobernar a hombres que no piensan! –
Exclamo Jericco con una voz maliciosa que se hizo conocida–.
Por un momento el silencio se colmó en la celda, todos se cruzaron
miradas de confusión y conmoción ante aquella voz tan familiar que
venía de una pesadilla…
– Nada como invadir Polonia un viernes por la mañana para
levantar el ánimo, –musitó Jericco con aquella voz tan familiar,
todos seguían estremecidos–.
Pascualina estaba pálida y Huckson temblaba del horror. Era la
mismísima voz de Hitler que venía desde Jericco bruscamente:
– Mañana muchos maldecirán mi nombre, –murmuró la misma voz
de Hitler–.

283
(Frase pronunciada en abril de 1945 en el interior de su búnker de
Berlín, antes de suicidarse con su amante Eva Braun).
– ¡No lo escuchen! –Le reiteró Pío, conmovido y acelerado–. ¡Está
jugando con nuestra mente! ¡IGNOREN TODO LO QUE DICE!
Jericco volvió a atormentarlos con la personalidad de Hitler. Sus
desorbitados ojos se dirigieron hacia Huckson, y el militar esquivó
esa maligna mirada por el sobresalto que tenía.
– ¡SIEG HEIL! –Vociferaron todas las voces que hablaban por
Jericco–.
Traducción: “Viva Hitler” o “Salve Hitler”. Dichas frases eran
usadas frecuentemente en los encuentros políticos del Tercer
Reich, sólo era un saludo fascista.
Pascualina tenía la cara contraída y el vello de la piel erizado,
estaba temblando y gimoteando de consternación. Pío se quitó la
estola y se la colocó a Jericco sobre los hombros, –el demonio
comenzó a tronar berridos y se tiró al suelo–. Jericco cayó sentado
sobre el pavimento y después se acostó de golpe mientras pataleaba,
tras las violentas sacudidas de su cuerpo logró quitarse la estola de
los hombros y se levantó con un impulso.
Jericco tomó a Huckson del cuello y apretó sus manos sobre él, –sus
filosas garras negras le cortaron la piel–. Huckson estaba gritando
mientras intentaba quitarse las manos del cuello, Pío siguió orando
y Pascualina estaba en estado de shock debido a la impotencia que
tenía, parecía una siniestra pesadilla de la que no podían despertar.
– ¡En el nombre de Cristo te ordeno que lo sueltes, Satanás! –Gritó
Pío al salpicarle agua bendita–.

284
Jericco estaba ahorcándolo con todas sus fuerzas, y cuando Pío le
arrojó agua bendita le disparó una mirada con aquellos ojos que
lanzaban una expresión enferma.
– ¿En serio piensas que sólo soy Satanás? –Le preguntó Jericco
con una de esas voces furiosas y guturales–.
Pío se quedó atónito y le volvió a echar agua bendita a Jericco. Era
difícil proseguir ante semejante pesadilla.
– ¡AAAAAAAAAAHHHHHHHH! –Prorrumpió Jericco con un grito
áspero y hostil–. ¡BASTAAAAA!
Jericco soltó a Huckson del cuello y de improvisto le hurgó los ojos
con esas garras de oso que vaciaron sus vasos sanguíneos, la vista
se le nubló parcialmente de sangre y le arrancó los parpados con
brusquedad. Huckson continuó gritando e implorando quejidos y
lamentos que nunca funcionaron, y en un santiamén, aquella fuerza
sobrenatural que tenía Jericco lo llevó a cometer otro acto carnal
que le generó risas… Jericco le arrancó los ojos brutalmente y les
dejó vacías las cuencas oculares, Huckson se desangró de inmediato
y empezó a gritar alaridos de sufrimiento que silenció las plegarias
de Pío, Pascualina estaba destruida mentalmente, y Jaden ya había
muerto por una hemorragia grave que lo terminó ahogando en su
propia sangre.
Pío reanudó a la lectura del testamento mientras retrocedía paso a
paso con espanto, Pascualina sintió una opresión en el estómago
cuando escuchó las carcajadas del demonio, era un susto alarmante
que provocaba aquellas voces gruesas y malignas que canturreaban
melodías tétricas. Y súbitamente, Jericco expandió los brazos y los
elevó con lentitud mientras que le proyectaba una desafiante mirada
a Pío, –Pascualina estaba orando el Padre Nuestro en silencio–, e

285
inesperadamente, Jericco bajó los brazos de golpe y los haló hacia
delante con mucha fuerza hasta que rompió las cadenas de sus
manos. Pío hizo una expresión de pavor con la cara y se tropezó con
la pierna de Huckson, –quien todavía seguía vivo, desangrándose en
la agonía–, el Papa se cayó hacia atrás y se golpeó la cabeza en el
piso.

286
Capítulo 22: Alerta en las tinieblas. El demonio está suelto.

Pascualina se petrificó cuando lo miró soltarse de las cadenas, ella


empezó a gritar con Huckson y se echó hacia atrás con asombro,
Huckson estaba arrastrándose en el suelo bajo la niebla mientras
perdía mucha sangre. Jericco se quitó las cadenas de los tobillos y
se liberó del grillete de hierro que lo apresaba del cuello, la puerta
de la celda estaba abierta y Jericco salió corriendo hacia afuera en
cuatro patas, parecía un cuadrúpedo.
Pío se levantó quejumbrosamente del suelo tras sentir una clavada
en la espalda y sonó un quejido, –Pascualina cogió la lámpara y lo
ayudó a ponerse de pie–, ambos siguieron a Jericco antes de que
llegara a la salida de la catacumba sin perderlo de vista. De pronto,
Jericco se desvió del camino y saltó hacia las alcantarillas de la
catacumba, Pío y Pascualina llegaron a ella y treparon un muro que
los llevó a un estrecho callejón cuyo techo era muy bajo, contenía
bastante sangre y animales muertos en su máxima totalidad; cuando
se sumergieron en la alcantarilla se toparon con restos humanos,
huesos, cabezas enteras, brazos y piernas flotantes que apenas se
descomponían. La cantidad de inmundicias nauseabundas que había
en la alcantarilla le traspasaban el cuello a los dos, levantaban las
manos y la colocaban en el techo para sostenerse.
Jericco estaba revolviendo los desechos pestilentes que había en la
alcantarilla mientras se reía escandalosamente, Pío y Pascualina lo
siguieron hasta que trepó una pared y llegó a otro callejón. Cuando
llegaron al callejón alterno se sacudieron y se limpiaron la cara,
estaban cubiertos de sangre y tenían un olor fétido que les generaba
una sensación de vómito.

287
La lámpara iluminó a Jericco y la sombra se reflejó rápidamente en
las paredes del pasadizo, ellos corrieron de inmediato detrás de él y
lo acorralaron en un callejón sin salida. Pío perdió su libro del
Ritual Romano en el camino, quizá y en la alcantarilla, pero eso no
le evitó que terminase el exorcismo porque tenía el frasco de agua
bendita.
– ¿Y cómo se supone que debemos sujetar a este hombre? –Le
preguntó Pascualina en voz baja, estaba colorada–. ¿No ves lo
violento y peligroso que está?
Pío estaba nervioso, la vida de ambos corría en riesgo. Puesto a
que, si eran asesinados allí, nadie los encontraría en ese
pasadizo de la catacumba que seguro nadie conocía.
– Tenemos que mantenernos los más alejados posibles de él, –le
respondió Pío, su mirada era de terror–. Por favor tenga fe, se lo
suplico, porque de lo contrario será lastimada como lo fueron los
militares, ¿De acuerdo?
Pascualina le costó asentir afirmativamente con la cabeza, sabía
que Dios no tenía nada que ver en ese momento.
– ¿Acaso es que el Diablo es más poderoso que Dios? –Cuestionó
Pascualina, se cruzó de brazos y soltó una tos ahogada–.
Pío arremetió contra ella una mirada de contrariedad, era visible
que Pascualina ya no creía en Dios como lo hacía antes…
– El mal es heroico para quienes se sorprenden con el poder que
tienen los demonios, –murmuró Pío con la voz áspera–. Pero,
creo que esas personas no conocen el verdadero poder de Dios
porque quizá y su fe es muy débil.

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Mientras Pío y Pascualina platicaban entre susurros olvidaron que
Jericco estaba suelto, y de repente, el ladrido de un perro retumbó
fuertemente el interior de sus oídos… Cuando miraron al final del
pasadizo soltaron un sollozo de pavor y consternación, –era algo
inesperado–, había un lobo negro de ojos rojos que los observaba
parado en dos patas, gruñía como una apocalíptica bestia ancestral,
Pío sujetó la mano de Pascualina y juntos retrocedieron lentamente
mientras el lobo hacía aullidos y ladridos de furia.
Y momentáneamente, el lobo soltó un enorme gruñido y comenzó a
correrlos parado en dos patas por todo el corredizo. Ambos estaban
desesperados por encontrar una salida para escapar, y cuando
regresaron hacia las alcantarillas se detuvieron con un pujante
freno que casi los empujaba hacia adelante, había algo siniestro y
perturbador en esas flotantes inmundicias. Estaba un extraño grupo
de personas vestidas con largas túnicas negras y blancas, –bañadas
en sangre–, tenían aterradoras máscaras de animales y sonaban
extrañas voces dentro de ellas.
Y de pronto, cuando aquellas personas se quitaron las máscaras Pío
y Pascualina se horrorizaron con un bramido. Estos rostros tenían
los ojos blancos y las bocas expandidas, pero no fue eso lo que los
espeluznó… ¡Todos ellos tenían el mismísimo rostro de Jericco! Pío
se dio la vuelta y haló a Pascualina al interior del pasadizo para
correr, estaba paralizada, –el furibundo lobo desapareció y al final
del pasadizo se vio una salida, todo el entorno cambió–.
– ¡Debemos correr rápido, no miras hacia atrás! –Exclamó Pio,
acelerado y jadeante–.
Estaban corriendo aceleradamente.

289
– ¿QUIÉNES SON ELLOS? –Preguntó ella a todo pulmón–. ¿POR
QUÉ TIENEN LA CARA DE JERICCO?
– ¡Son los demonios que están dentro de él! –Respondió Pío con un
resoplido–. ¡Ellos siempre buscarán la manera de perturbarnos
hasta la muerte! ¡Están jugando con nosotros!
– ¡Éste lugar está MALDITO! –Rugió ella, agotada y aterrada–.
¡Esos demonios no descansarán hasta matarnos! ¡Salgamos de
aquí!
– ¡NO PODEMOS SALIR! –Prorrumpió Pío con la voz furiosa y
cansada–. ¡Eso no serviría para nada! ¡Tenemos que terminar el
exorcismo!
– ¿Por qué no? –Preguntó Pascualina, confusa–. ¡Regresamos a
Italia mañana mismo en la madrugada!
– ¡Los demonios nos seguirán de igual manera a donde vayamos! –
Explicó, abatido y fatigoso–. ¿No ves que ya estamos malditos?
¡Esos demonios me han perseguido desde la primera vez que
visité esta catacumba! Y ahora tú también eres parte de esto…
Pío estaba quebrantándose, su voz sonaba debilitada y Pascualina
tenía un dolor en las piernas.
– ¡Entonces terminemos lo que nunca debió comenzar! –Vociferó
Pascualina, debilitada–.
– ¡Siento que mis pies están quemándose! –Aulló Pío, afligido–.
¡Ya no puedo más!
– ¡Creo que he visto la salida al final del pasadizo! –Voceó
Pascualina, pasmada y confundida–.
Pío se entusiasmó.
– ¿En dónde? –Preguntó él, devolviéndole un grito–.
Pío estaba cegado por la niebla.

290
– ¡Veo una luz al final! ¡Yaaa llegamooos! –Rugió Pascualina con
la voz cansina, ella señaló al final–. ¡Estoy viendo un orificio en
la pared!
Pascualina y Pío se detuvieron en medio del pasadizo cuando vieron
que llegaron a una salida alterna, había un hueco en la pared en
forma de arco. Pascualina se agachó y Pío encorvó la espalda para
entrar, y cuando entraron al otro lado de la pared se petrificaron,
habían llegado a la celda nuevamente y Jericco seguía atado en las
cadenas.
– Creo que han corrido mucho, ¿No es así? –Le preguntó una voz
maligna dentro de Jericco–.
Jericco rugió con una perturbadora carcajada. Pío miró al demonio
con asombro y Pascualina se estremeció.
– Te gusta jugar… ¿No es así? –Le preguntó Pío, limpiándose las
gafas–.
– ¡Me encanta! –Bramó Jericco de hilaridad–. Tus amigos también
se han divertido mucho, míralos, están ahí detrás de ustedes.
Cuando Pío y Pascualina giraron hacia atrás con detenimiento, se
impresionaron con un sonoro grito de miedo que los dejó afónicos.
Huckson y Pío estaban enterrados de cabeza en el piso, los hombros
y el resto del cuerpo sobresalían del pavimento mientras sacudían
las extremidades, estaban solidificados bajo el estrato del suelo. Era
un acontecimiento verdaderamente extraño porque Jaden ya había
muerto un par de horas antes, y sin embargo seguía moviéndose.
– ¡En el nombre Cristo te expulso, infeliz! –Gritó Pío, entelerido y
rabioso–. ¡Abandona de una vez de éste cuerpo y regresa a los
infiernos!

291
Pío le salpicó agua bendita y Jericco comenzó a enfurecerse.
– ¡Es Dios quien te lo ordena, demonio! –Continuó Pío con la voz
alta–. ¡Define tus nombres y vete de éste mundo!
Jericco profirió un fragoso berrido de cólera y empezó a torcerse.
– Señor, ahuyenta a este cazador de ovejas…
Pascualina se quitó la camándula de su cuello y caminó hacia
Jericco con temor, Pío estiró la mano y Pascualina se la puso sobre
la palma.
– ¡Señor Todopoderoso, da fuerza a tu siervo para que domine y
subyugue a estos dragones! –Dijo Pío, tenía la voz cansada y los
ojos colorados–.
El mentón de Pío estaba comenzando a infectarse cada vez más.
Pascualina seguía aturdida, no podía quitar la mirada de aquellos
hombres enterrados de cabeza, y tampoco de las perturbadoras
acciones del demonio.
– ¡Desciende al infierno y húndete con el veneno de las víboras!...
Mereces vivir en la soledad con tus pervertidos compañeros que
sólo rechazan las bienaventuranzas de Dios…
Pío salpicó tres veces el frasco de agua bendita sobre Jericco, –sus
brazos temblaban–.
– ¡AAAAHHHHHH! –Rugió el demonio encolerizado–. ¡Ve al cielo
y chúpale las bolas a tu Salvador!
Pascualina lo miró horrorizada con las manos entrelazadas, cuando
el demonio captó su mirada ella bajó la cara con miedo y tembló.
Pío siguió con sus plegarias.

292
– ¡Y tú maldita lesbiana! –Vociferó otra voz emitida por Jericco–.
¿Por qué no te quita esos trapos de encima y nos muestras esas
jugosas tetas de puta?
Pío le echó agua bendita otra vez. El demonio se lanzó contra la
pared y después se tiró en el suelo, consternado.
– Padre nuestro que estás en el cielo, –dijo Pío con furia–,
santificado sea tu nombre... Hágase tu voluntad así en la tierra
como en el cielo, danos hoy nuestro pan de cada día y… No nos
dejes caer en la tentación, y líbranos de todo mal…
Pascualina olvidó el último pedazo de la oración, estaba mirando a
los lados intentando recordar la última parte. Pío la miró y luego
repitió el último segmento de la oración.
– No nos dejes caer la tentación y, –Pío hizo una pausa–. Líbranos
de todo mal. ¿Qué pasa hermana?
– Amén, –respondió Pascualina con un gemido, no soportaba tanta
hostilidad–.
Una manada de murciélagos que parecían tener rostro de hombres
entró a la celda y empezó a volar en torno a Jericco, el bramido de
las criaturas era ensordecedor y espantoso. Y de repente, una voz
femenina que venía desde afuera le habló silenciosamente a
Pascualina “–ven aquí–”, dijo esa voz delicada, pero al mismo
tiempo áspera. Ella se apartó lentamente mientras Pío seguía con el
exorcismo, Pascualina se dio la vuelta con una extraña impresión
en el rostro y se dirigió hacia los barrotes.
Cuando se detuvo en un costado de la celda se aferró a los barrotes
y escudriñó la niebla, –la voz sonó nuevamente y ésta vez llamó a su
nombre–. Pascualina bajó la mirada y la direccionó sobre aquel
nido de ratas que chirriaba con furia, se topó entre la oscuridad con
293
una extraña y sobresalida rata que estaba convirtiéndose en algo
inquietante. Su trasformación cesó finalmente cuando se convirtió
en una mujer, estaba desnuda y era horrendamente espantosa, tenía
hocico y nariz de roedor junto a largos bigotes que surgieron de
pronto. Pascualina dio un fuerte grito y se apretó los puños contra
sus oídos, Pío se dio la vuelta rápidamente y puso la mirada en
Pascualina. Pero, aquella extraña mujer desapareció en un cerrar
de ojos.
– ¿Qué pasó? –Le preguntó Pío, alarmado e inquieto–.
– ¡Una mujer estaba aquí! –Gritó Pascualina escandalosamente,
desesperada–. ¡Una rata se convirtió en una cosa horrorosa!
Pío la miró apaciblemente y supo que decía la verdad, regresó la
mirada hacia Jericco, quien se reía de forma grotesca.
– Mejor ven y acompáñame a orar en el ritual, y como te dije antes,
–indicó Pío con un nudo en la garganta, tenía la voz temblorosa–
no le prestes atención a todo lo que suceda dentro de esta celda
porque el demonio sólo quiere jugar con nosotros, entiendo lo
que sientes porque yo también siento que estoy enloqueciendo.
Pascualina asintió lentamente con la cabeza y se confortó por lo
que Pío dijo para reanimarla, se dirigió hacia él con la cara abajo y
soltó un suspiro. Cuando Pío giró la mirada hacia Jericco perdió la
cordura en un instante, la manada de murciélagos lo atacaron junto
a un grupo de pájaros negros que volaron hacia él mientras hacían
bramidos sonoros.
Pío se cayó sobre el pavimento pataleando y soltando manotazos a
todas partes, Pascualina corrió rápido hacia él y empezó a gritar de
espanto con los ojos pasmados. Las criaturas voladoras huyeron de
los golpes que les daba Pascualina y Pío se levantó de inmediato,

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Jericco se ahogaba de la risa mientras que los insectos, araña y
serpientes se arrastraban hacia Pío, las víboras se le enrollaban en
las piernas y siseaban para dar un toque más terrorífico.
– ¡Engendrador de la muerte, Traidor de los pueblos!... –Gritó Pío
al ponerse de pie, los cuervos y murciélagos seguían volando en
la celda–. ¡Abandona éste lugar, inventor de la maldad!
Pío estaba paseándose por la celda mientras salpicaba al demonio
con agua bendita. Pascualina sentía que estaba helándose en un
refrigerador, tenía muchos escalofríos y seguía temblando.
– ¿HASTA CUÁNDO SEGUIRÁS HABLANDO MIERDA? –Espetó
la entidad diabólica, crispada–. ¡Nunca había visto a un Papa
tan asqueroso como tú! ¡Bastardo, hijo de puta!
Pío no inmutó ante los ataques del demonio.
– ¡Tú Padre celestial apártanos de las garras del enemigo…! –
Prosiguió con la camándula en sus manos entrelazadas–. ¡Que
nuestro Señor Jesucristo nos libre de las obras de Satanás…!
Las fuerzas demoniacas empujaron a Jericco hacia adelante y le dio
una fuerte abofeteada a Pío. Pascualina se volteó hacia Pío y le
dijo:
– ¡Por el amor de Dios! –Imploró ella, luego bajó la voz y le habló
con presteza–. ¿Cuántos demonios son? He estado observando
que son muchos los que están dentro de él, es muy poderoso…
Hablaban en tonos bajos, tenían las cabezas juntas. Pío se estaba
tocando la zona del golpe, pareció dolerle mucho, la piel se le
coloreó de rojo.

295
– ¡Sólo hay uno! –Replicó Pío, soltándole una mirada al demonio–.
Su propósito es hacernos enloquecer y de hacernos creer que sus
legiones están aquí, sé que es sólo uno… Y por alguna razón ha
estado resistente en el exorcismo, por lo que he leído y estudiado
de demonología, creo que sé quién es éste demonio, algo me dice
que el poseso estuvo pactando con él para algún fin.
Pascualina se inquietó, hizo una pausa y frunció el ceño.
– Pero… ¿Quién es ese demonio?
– Es una entidad muy poco conocida, –respondió Pío en voz baja–.
Estoy presintiendo que es Abraxas, Belcebú, Azazel o el mismo
Lucifer…
Pío estaba pensativo.
– ¿Y cuánto duraría éste ritual? –Quiso saber Pascualina–.
Pío miró una serpiente en el piso y le aplastó la cabeza.
– No lo sé, –respondió Pío con un suspiro de preocupación–.
El reprimido dolor que Pío manifestaba al expresarse colapsó, la
ansiedad y el agotamiento de no progresar con su primer exorcismo
lo hizo estallar. Él corrió hacia Jericco con la camándula y se la
colocó en el cuello a la fuerza, le salpicó agua bendita unas cuatro
veces hasta que Jericco soltó un ruidoso aullido que seguro se oyó
en toda la catacumba.
El cabello de Jericco empezó a caerse y más raspones aparecieron
en su cuerpo, el agua bendita lo quemaba y le dejaba pápulas en la
piel. Jericco se enfureció mucho y comenzó a lanzar patadas en el
piso, estaba gritando tanto que las venas se le marcaban desde el
cuello hasta la frente. Repentinamente arqueó la espalda en forma
de puente y los brazos doblados hacia atrás, flexionó las piernas
296
con los ojos brillosos y en un instante, cambio de posición cuando
en un movimiento brusco se levantó de manos y apoyó las piernas
sobre la pared. Estaba brincando con las manos en el suelo y las
piernas extendidas hacia arriba, sacudía la cabeza hacia los lados
mientras rugía como león y sisaba como una serpiente.
– ¡AHORA DEFINE TU NOMBRE, DEMONIO! –Exclamó Pío con
todas sus fuerzas–. ¡TE LO EXIGO EN NOMBRE DE JESUS! Te
conjuro, Satanás, que engañas al género humano, reconoce al
Espíritu de la verdad y de la gracia que repele tus insidias y
confunde tus mentiras…
– ¡AAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHH! –Bramó el demonio con la
voz cansina y desabrida–. Ego veni de somniabunt.
Traducción del latín: Vengo de los sueños.
– ¿DE DÓNDE VIENES? –Gritó Pío, su voz sonaba cansada y
furiosa–. Es el Padre que te lo ordena, quien te expulsó del cielo
como un relámpago…
Jericco dio un salto y giró completamente de golpe hasta que cayó
de frente en el suelo, se golpeó la cara y la boca empezó a sangrarle
mientras sacaba la lengua y la movía hacia todos lados.
– ¡AAHHHH! ¡AAAHHH! ¡AAAAAHH! –Jadeaba el demonio con
cansancio–.
Un potente ventarrón levantó los insectos del suelo y volaron sobre
Pascualina. Ella comenzó a dar gritos mientras los ahuyentaba con
manotazos en el aire.
– ¡AAAAAAAHHH! ¡A me facientem Arcturum! –Rugió el demonio
en latín–. ¡Facientem Arcturum!
Traducción del latín: Vengo de Pléyades, ¡PLÉYADES!
297
Pío quedó boquiabierto e intrincado, nunca antes había escuchado
la palabra “Pléyades”. Él pensó que ese era su nombre, pero no
quedó satisfecho, las piezas del rompecabezas no estaba completas.
– ¡AHORA DI QUIÉN ERES EN EL NOMBRE DE DIOS! –Siguió
Pío, salpicándole agua bendita–. ¡Es él quien te lo ordena! Él,
quien hizo que su hijo caminara sobre mares hostiles, quien es el
padre de la bondad y del amor. ¡Porque con un solo dedo ha de
hundir a los villanos! ¡PORQUE CON UNA MIRADA DELATA
LA MENTIRA DE SU ENEMIGO!
La temperatura descendió a 0 grados centígrados, Pío y Pascualina
estaba temblando con los brazos cruzados.
– ¡BAAAAAAAAAAAAAAAA! –Retumbó el demonio con muchísimo
furor y ferocidad, Pío y Pascualina se cubrieron los oídos–.
¡BAAAAAAAAHHHH! ¡LAAAAAAAAAAM! ¡AAAAAAHHHHH!
¡BALAAAAAAMMMM!
Pío se estremeció con un escalofrío y Pascualina se cubrió la cara
con ambas manos. La poderosa fuerza del viento movía la ropa de
ambos, las tarántulas y cucarachas giraban en entorno de los dos.
Jericco se levantó y se inclinó con los brazos expandidos con la
cara hacia arriba, abrió la boca en forma de o y pujó de furia con
un grito salvaje que revolvió la bruma de la celda. Jericco se orinó
y defecó un pedazo de excremento envuelto de cabello negro, pujó
más fuerte y de sus pezones expulsó un chorro de sangre que bañó a
Pío. Jericco cogió un trozo de excremento y lo trituró en la palma
de sus manos, tenía la cara colorada y los ojos en blanco, levantó
las manos y quedó de brazos abiertos mientras gritaba con el
excremento en los dedos, luego bajó las manos y se metió un puño
de sus heces fecales en la boca. Pío y Pascualina miraron a Jericco

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con un gesto de repugnancia y se apartaron, en seguida, Jericco se
introdujo la mano entera en el ano y luego de dilatarlo extrajo una
enorme lombriz que digirió hambrientamente.
– Te declaro anatema, cófrade de Satanás, –persistió Pío sin
inmutar, sentía que el demonio estaba debilitándose–. Enemigo
de la salvación humana; reconoce la justicia y la bondad de Dios
Padre, que, con justo juicio, condenó tu soberbia y tú envidia:
apártate de este siervo a quien Dios hizo a su imagen.
Jericco estaba intentado levantarse, pero el ventarrón le impedía
ponerse de pie. Pascualina se armó de valor y continuó la plegaria
con Pío.
– Te conjuro, Balam, príncipe de este mundo junto a Satanás el
monarca del pecado mortal, –expuso Pascualina–, reconoce el
poder y la fuerza de Jesucristo, que te venció en el desierto,
superó tus insidias en el huerto, te despojó en la Cruz, y
resucitado del sepulcro transfirió tus trofeos al reino de la luz…
Jericco estaba masturbándose con los ojos rojos, ya había quedado
calvo.
– ¡Retírate de esta criatura, INFAME! –Vociferó Pío con la voz
cansada–… Te conjuro, Balam, que engañas al género humano,
reconoce al Espíritu de la verdad y de la gracia que repele tus
insidias y confunde tus mentiras.
Jericco estaba carcajeándose, pero, al mismo tiempo gritando con
sufrimiento.
– ¡Ooooohhhh, sí! –Gimió sexualmente el demonio–. ¡Oooh! ¡Ooh!
¡Me vengo! ¡Sigan! ¡Sigan orando! ¡Eso me excita! ¡Ahhhh!
¡Ahh! ¡Jesús, ven y dame por el culo que lo necesito! ¡MALDITA

299
SEA! ¡QUE RICO SE SIENTE! ¡Me cago en la Santísima
Trinidad porque estoy muy caliente! ¡Ven Hermana, y ponme la
boca en el pito para llenártela de lecha tibia!
Pío se sulfuró con un bufido y Pascualina no tuvo otra más que
ignorar al demonio. Jericco siguió complaciéndose con sus manos
mientras defecaba lombrices y pequeñas serpientes.
– ¡Anhelo un riquísimo y venoso pene en mis labios! –Aulló el
demonio, jadeando–. ¡Tráiganme a un mulato se los suplico! Que
no sea tan niño, porque sólo a Pío le gustan los bebés… ¿No es
así? ¿Eh? ¡O mejor tráiganme a una chica rubia para devorarle
el clítoris y hacerla gritar de placer!
– ¡Silencio! –Le ordenó Pío, disgustado, salpicándolo con agua
bendita–. ¡Que cierres la boca!
Jericco empezó a gruñir, se quitó las manos del pene y berreó con
un llanto sonoro.
– ¡Sal de Jericco! –Ordenó Pascualina–. Criatura plasmada por
Dios, a quien el mismo Espíritu marcó con su sello poderoso;
retírate de este hombre…
El demonio estaba perdiendo fuerzas, Jericco empezó a debilitarse.
Se acostó en el suelo con el corazón acelerado y con el cuerpo
tembloroso, al mismo tiempo parecía estar convulsionando, estaba
sacudiéndose mientras la cabeza se le doblaba hacia atrás.
– Por eso, retírate, Balam, retírate junto a cualquier otro fruto que
Satanás haya sembrado, –sermoneó Pio, santificándolo con la
mano–. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;
retírate por la fe y la oración de la Iglesia; retírate por la señal
de la santa Cruz, de nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina
por los siglos de los siglos.
300
Jericco dejó de moverse y cerró los ojos.
– Amén, –dijo Pascualina–.
– Mi alma canta la grandeza del Señor, –dijo Pío con la voz suave–
y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi salvador…Derribó
a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de
bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos
vacías.
– Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el
principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. –Expresó
Pascualina, sintiendo paz en la celda–.
Jericco estaba de espalda temblando en el suelo, parecía que todo
regresaba a la normalidad.
– Amén. –Repuso Pío, mirando a Jericco–. Te pedimos que lo
conserves con tu providencia y lo custodies en la libertad que le
concedió tu Hijo. Garantiza, Señor, que el espíritu de impiedad
no tenga poder en adelante sobre él ordena, Señor, que lo colmen
la bondad y la paz del Espíritu Santo, de tal manera que nunca
tema al Maligno, porque el Señor Jesucristo permanece entre
nosotros.
Pascualina sonrió débilmente e hizo un ademán con las manos.
– Él que vive y reina contigo por los siglos de los siglos, –dijo
Pascualina, santificando la celda con la mano–.
– Amén, –respondió Pío, bendiciéndolo con la mano derecha–.
Pío le salpicó varias veces agua bendita, y repitió la misma acción
en toda la celda.
– Que el Señor esté con ustedes, –habló Pío con las manos
extendidas–.

301
– Y con tu espíritu –respondió Pascualina apaciblemente–.
– Que el Señor los bendiga y los proteja –dijo Pío, santificando la
celda otra vez–.
– Amén. –Dijo Pascualina–.
– Haga brillar su rostro sobre ustedes y los bendiga. –Dijo Pío–.
– Amén. –Musitó ella, fervorosamente–.
– Y que la bendición de Dios todopoderoso, del Padre, del Hijo y
del Espíritu Santo, descienda sobre ustedes. –Bendijo Pío con
agua bendita, por última vez–.
– Amén. –Ultimó Pascualina–.
Pío suspiró de cansancio y caminó hacia Jericco, lo vio tranquilo y
abatidamente agotado.
– ¿Aún está poseído? –Le preguntó Pascualina–.
Pío tocó el cuello de Jericco para sentirle el pulso y le miró la cara,
notó que aquel rostro había vuelto a la normalidad.
– No, afortunadamente ya está descansando y sus signos vitales
están normalizándose, –respondió él–. Está durmiendo, después
de hoy ya no podrá seguir morando en esta catacumba. Exigiré
que sea trasladado con los otros reclusos, será por el bien de
todos.
– ¿Usted cree? –Preguntó Pascualina, dudosa–.
– Completamente, –respondió Pío, decisivamente–. Ya es hora de
partir, vayámonos de acá, todo lo que sucedió en esta celda será
la única evidencia que tengamos sobre la existencia de Dios y de
los demonios.
– Especialmente esos jóvenes militares, –dijo Pascualina afligida y
nostálgica–. Que en paz descansen, y que brille para ellos la luz
perpetua.

302
Pascualina derramó un par de lágrimas y Pío se apesadumbró por
lo sucedido.
– Amén, –dijo Pío con una mueca–. Fueron muy valiente en venir
hasta acá para morir de esa manera tan aterradora y extraña…
No sé cómo será mi vida después de esto, es la segunda vez que
pasó por esto y créame que no me gusta para nada.
– ¿Cree que Balam se haya llevado el alma de esos dos hombres
para el infierno? –Preguntó Pascualina–.
Pío sintió un escalofrío y miró hacia atrás. Luego con una mirada
sombría la observó, el miedo regresó.
– Hermana… ¿Te puedo pedir algo? –Preguntó Pío, eludiendo a su
pregunta–.
Pascualina se confundió y asintió tenuemente, hizo un movimiento
afirmativo con la cabeza.
– Hmmm, ¿Claro que sí? –Dijo ella como respuesta–.
– No vuelvas a mencionar el nombre de ese demonio en lo que te
queda de vida, –murmuró Pío–. ¿Recuerdas lo poderoso que es?
Será mejor que intentes olvidar todo lo que viviste hoy, por más
difícil que sea inténtalo, sino… Me temo a que terminarías en un
hospital psiquiátrico junto a otros exorcistas que enloquecieron,
o te lo diré de una forma más realista, terminarás bajo tierra.
Pascualina se atragantó con su saliva y se estremeció con un
temblor.
– Está bien, –asintió ella, suavemente–. Vayámonos de aquí, no
quiero regresar más.
Pascualina caminó hacia la lámpara y la cogió del suelo, la bruma
había desaparecido y las criaturas regresaron a sus cuevas.
303
– Eres una mujer muy fuerte y demostraste lo que realmente eres, –
comentó Pío con amabilidad–. Te admiro, Hermana Pascualina,
Dios siempre estará contigo.
Pascualina lo miró y sonrío.
– Y con usted también, –dijo ella, sonriente–. Ya vámonos, ¿Sí?
Pío le hizo un gesto de afecto y ambos se dirigieron a la salida de la
catacumba, –Jericco abrió los ojos de inmediato–. Tan pronto que
ellos se alejaron él se levantó lentamente con los ojos hinchados y
atormentados, tenía el cuerpo adolorido y extrañamente todo había
regresado a la normalidad, su rostro ya no tenía aquellas enormes
cortadas en la boca y no había más que raspones y moretones que le
resaltaban.
Jericco se puso de pie y con la cara contraída sonrío con malicia,
empezó a carcajearse mientras Pío y Pascualina estaban alejándose
alegremente. Jericco ya no estaba poseído, pero, actuaba de manera
excéntrica y psicótica como si fuese un enfermo mental. Él se sentó
en el suelo con las piernas cruzadas y apoyó su barbilla sobre una
de sus manos, no podía parar de reírse perversamente, frunció el
ceño haciendo una pausa y dijo:
– ¿Piensan que soy tan estúpido? –Se preguntó él mismo con burla,
su risa murmuraba–. Son tan imbéciles que creen que Balam me
dejaría tan fácilmente, jajajajajaja, esto… Esto apenas es el
comienzo de lo que está por venir, que comience el juego.

304
Capítulo 23: Los ángeles si existen.

Pío y Pascualina ya no sentían aquella mala tensión que hubo en el


principio, mientras se dirigían a la salida no tuvieron ningún detalle
que hubiese atemorizado a los dos. Al salir se toparon con algo muy
inesperado, eran las 6:00 de la mañana, fue sorprendente ver que el
tiempo había pasado tan rápido. El amanecer de aquella mañana
era brillantemente soleado y tranquilo, se dirigieron a la oficina del
Coronel Morgen para narrar la serie de eventos sucedidos durante
todo ese tiempo. Platicaron sobre lo sucedido en la celda, los demás
militares acudieron a la catacumba junto a los forenses y policías
para determinar la escena del crimen, todos estaban perturbados e
impresionados por la muerte de esos dos jóvenes militares… ¿Cómo
pudieron haber sido enterrados de cabeza? Nadie tenía respuesta,
esto era algo muy similar al primer asesinato en la misma celda.

1 mes después.
18 de julio del 1947.
Tras las tenebrosas pesadillas vividas en los últimos meses, el
alarmante miedo desapareció en la prisión de Spandau después del
exorcismo realizado el mes anterior, ya todo se había neutralizado
completamente, hasta ahora ninguna persona había vivido eventos
paranormales después del Ritual Romano. El psiquiatra Timothy
Thompson junto algunos neurólogos obligaron a Jericco para que
recibiera tratamientos psiquiátricos urgentes, lo sometieron a
descargas electroconvulsivas en contra de su propia voluntad; los
profesionales berlineses creyeron que no se trataba de una posesión
demoniaca sino de una simple esquizofrenia, la cual las descargas

305
eléctricas le provocaron complicaciones terribles; pérdida de la
memoria, desorientación temporal y daños cerebrales.
El tratamiento psiquiátrico de las descargas electroconvulsivas, no
duró más de un mes hasta que lo trasladaron desde la catacumba
hacia otro sitio. Cabe destacar que para las descargas eléctricas no
se le administraban anestesia, Jericco sentía el terror cuando lo
electrocutaban a carne viva. Sin contar las veces en que lo dopaban
con fuertes drogas que lo hacían alucinar hasta sedarlo por tiempos
prolongados, los tratamientos para las supuestas enfermedades
mentales culminaron en el plazo de un mes. Jericco no era nada de
lo que fue antes, lucía como un vagabundo drogadicto y alcohólico.
Sólo quedaba un detalle que preocupaba a los reclusos, puesto a
que Pío les exigió a todas las autoridades de Berlín que Jericco
fuese trasladado a otra celda como cualquier otro preso, ya que las
condiciones físicas en las que se encontraba Jericco eran atroces e
inhumanas, Pío se estremeció ante su grave estado de desnutrición y
demencia, por lo que se enfrentó con los tribunales berlineses para
que lo sacasen de la catacumba. Y así fue cuando su vida empezó a
cambiar para bien, Jericco fue despojado de la catacumba el 18 de
julio y lo trasladaron al edificio donde se encontraban los hombres
más peligrosos de la cárcel.
El único problema era que ningún encarcelado quería compartir su
celda con él, debido a todo lo que ocurrió en los meses pasados, les
generaba temor y desconfianza a los criminales más peligrosos de
la prisión, incluso, el personal de seguridad y mantenimiento quería
mantenerse alejado de Jericco para así prevenir cualquier tipo de
desgracia. Los familiares de los presos hicieron un listado de firmas
en forma de protesta para que Jericco no tuviese contacto con ellos,
muchos prisioneros eran devotamente religiosos al igual que sus

306
familias, la cual exigieron que realizaran misas semanalmente para
ahuyentar a las monstruosidades satánicas que Jericco atraía con
su presencia.
Sólo un prisionero de Spandau no se negó en compartir su celda con
Jericco Goldstein, era un chico tímido y medroso al que acosaban
mayormente por ser diferente, solía ser intimidado y maltratado por
presos y militares que se aprovechaban de su vulnerabilidad. Él era
Liam Magnus Wembley, un joven británico de 32 años que estaba
preso desde al año 1945. Los militares y reclusos querían que Liam
compartiera su celda con Jericco, como sabían que Goldstein tenía
un grado de demencia y peligrosidad bastante alto, pensaron que
terminaría torturándolo y matándolo en tan sólo unos minutos, lo
único que todos querían era la maldad para el timorato Liam.
En la tarde del mismo día dos militares entraron a la catacumba
para trasladar a Jericco hasta su nueva celda, lo hicieron vestirse
con uniforme negro y le esposaron las manos hacia atrás. Cuando
estaban entrando al pasillo de las celdas el silencio predominó el
temor de aquellas miradas que se dirigieron a él como balas, los
prisioneros lo observaban con mucho miedo y aversión mientras se
apartaban de los barrotes con las cabezas hacia abajo, fue un hecho
muy incómodo ya que toda la prisión pensaba que Jericco estaba
maldito. Sólo había algo extraño que no concordaba, todos los
presos tenían uniformes rojos y Jericco tenía un color personalizado
que lo diferenciaba de los demás.
La celda ML290918 estaba ubicada al final del pasillo, era la más
olvidada de todas, pero, al menos Jericco tendría paz y tranquilidad
de no escuchar el ruido de los otros presos que lo fuesen a molestar.
Uno de los militares abrió la puerta de la celda y el otro le quitó las
esposas de las manos, Jericco expulsó un suspiro de alivio y sintió

307
que podría descansar serenamente en su nueva celda. Los militares
se marcharon y salieron del pasillo mientras los presos susurraban,
Jericco escudriñó el interior del aposento con una sonrisa suave que
marcó los hoyuelos en sus mejillas, era un lugar estrecho y cómodo
en comparación a la catacumba, había una cama litera de dos pisos
y un escritorio de madera que estaba a un lado del excusado.
Jericco se paseaba por la celda pacíficamente con curiosidad, y de
pronto, se detuvo cuando miró a aquél montón de hojas y cuadernos
puestos sobre el escritorio. Jericco tomó uno de los cuadernos que
yacía sobre la madera e hizo una extraña impresión cuando leyó el
título del mismo, –“Demasiado para sentir”–, fue el nombre que
cautivó a Jericco, cuyo autor desconocido utilizaba el seudónimo de
“Liseanor”… Jericco abrió el cuaderno con delicadeza y acarició
las hojas con sus dedos, después de tantos años sin leer su expresión
fue nostálgica y emocionante, –una lágrima se derramó en su
rostro–. Eran poemarios escritos con tinta azul, de alguna manera
tocaron el invernal corazón de Jericco hasta descongelarlo con
cada palabra que llamaba al calor del verano, sus lágrimas seguían
precipitándose como la lluvia ácida de origen volcánico.
Y repentinamente, la cama se movió y resonó un leve rechinamiento
que alarmó a Jericco con un gesto de asombro, él ladeó lentamente
con el cuaderno en sus manos y se topó con la mirada de Liam, –
estaba despertándose, seguía acurrucado en su cobija azul–.
– ¿Hola? –Dijo Liam con la voz ronca, miró a Jericco confundido–
¿Por qué estás revisando mis cosas?
Liam se levantó lentamente y se sentó en una esquina del colchón,
estaba en la cama de abajo. Su tez blanca y cabello negro azabache
relucían con aquellos ojos oscuros que transmitían plena confianza,

308
Jericco lo miró pasmado soltando el cuaderno de golpe y lo colocó
en su lugar para no molestar a Liam.
– ¡Oh, perdón!... No quería molestarte –le habló Jericco con la voz
trémula y soltando un resoplido, se sintió apenado con Liam–.
Jericco se pasó un dedo por la cara para quitarse la lágrima que
derramó.
– ¿Estabas llorando? –Le preguntó Liam poniéndose de pie–.
Liam parecía haber vivido tragedias que lo marcaron para siempre,
su personalidad se mostraba insegura y tímida.
– ¿Llorando? –Musito Jericco con un ademán–. No… Bueno, sí,
pero, no, no lloraba como tal.
Jericco estaba alterado y un tanto nervioso, después de tanto tiempo
en la catacumba le resultaba difícil expresarse con facilidad. Sentía
que no era saludable hablar con alguien al que acababa de conocer,
se le hacía difícil confiar en una persona tras las decepciones que lo
encerraron en ese infierno.
– ¿Por qué llorabas? –Cuestionó Liam, sugestivamente–.
Jericco sintió vergüenza y le desvió la mirada.
– No sé si esto suene extraño, pero acabo de leer algo muy emotivo
en uno de esos cuadernos, –respondió Jericco, hizo una pausa y
soltó un bufido–. Hasta me hizo soltar una lágrima… Maldición.
Liam puso una cara de sorpresa.
– ¿De verdad te hizo soltar una lágrima? –Le preguntó Liam con
curiosidad–. Vaya…
Jericco frunció el ceño y juntó sus manos.
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– ¡No estoy tan loco como dicen! –Exclamó Jericco soltando una
risa–.
Liam caminó hacia Jericco y se sentó en la silla del escritorio.
– Veo que muchísima gente te odia tanto que saca conclusiones
tergiversadas sobre ti, por cierto, soy Liam, –empezó a decir él–
Liam Wembley.
Jericco le estiró la mano y Liam la apretó amistosamente con una
sonrisa.
– Es un placer, –dijo Jericco, soltándole la mano–. ¿Cómo es que
hablas conmigo tan naturalmente? Se supone que debes odiarme
como el resto, y pues como todos dicen… Estoy maldito.
Jericco se cruzó de brazos y suspiró.
– Porque pienso que no eres el idiota que estoy acostumbrado a ver
en esta maldita prisión, –explicó Liam haciendo una mueca con
la boca–.
Liam observó el escritorio, extendió el brazo y cogió un bolígrafo de
la madera.
– Sabes quién soy, ¿no? –Le preguntó Jericco–. El ser humano más
odiado y repudiado por toda la humanidad…
Liam levantó la mano hacia la pared y con el bolígrafo dibujó una
estrella de cinco puntas. Jericco observó la figura y se distrajo con
un recuerdo, pensó en aquel pentagrama que hizo en Pléyades
cuando realizó la nigromancia y sonrió con misterio, él amaba
recordar esos momentos para recuperar su mente del vacío.
– ¿Y tú sabes quién soy yo? –Dijo Liam regresándole una pregunta
desafiante–.
310
Jericco quitó la mirada de la pared y se la lanzó a los ojos de Liam.
– ¿Liam Wembley? –Repuso Jericco, confuso y abstraído–.
Liam se río y tiró el bolígrafo en el escritorio.
– Estoy preso desde hace dos años por una ridiculez, –comentó
Liam–. Bueno, así lo veo yo…
Jericco se sentó en la otra silla a un costado del escritorio.
– ¿Quieres contarme? –Le preguntó Jericco arqueando una ceja–.
– ¿Seguro que quieres escucharme? –Le preguntó Liam–.
– ¿Por qué no lo haría? –Dijo Jericco con la voz baja–.
– Normalmente la gente se burla de mí por ser como soy, –empezó
a decir él–. Así que, prefieren reírse de mí y ridiculizarme antes
de escucharme hablar…
Jericco le interrumpió.
– ¿Puedes escucharme? –Habló Jericco, proyectándole una mirada
ambigua–. Ya que tú sabes mi vida por todo lo que has leído o
escuchado de mí, me gustaría escuchar tu historia y saber por
qué estás aquí... ¿Vale?
Liam lo miró indulgentemente y asintió con la cabeza.
– Pues, yo soy un asesino en serie, quizá y por esa razón estoy acá,
–dijo Liam dejando escapar una risa burlona–.
Jericco sintió la picada de un mosquito en su mano, bajó la mirada
hacia ella y con la otra mató al insecto de un golpe.
– ¿En serio? –Le preguntó Jericco haciendo una impresión de
extrañeza–.
Una mosca entró a la celda y empezó a volar alrededor de ellos.
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– Si… –Respondió Liam–. ¿No parece?
La mosca se posó en la nariz de Liam, él la espantó con un fuerte
manotazo y el golpe le dejó marcada la cara.
– No… –Dijo Jericco, impetuoso, negando con la cabeza–. Creí
que seguro estabas aquí por robo, estafa o… ¿Violación?
Liam rugió una carcajada.
– Seré un maldito homicida y violador, pero jamás un jodido
ladrón –comentó Liam–. ¿Qué más puedo decirte? Amo le
necrofilia y el canibalismo… Por lo que veo creo que tú también
tienes un don para la necrofilia.
Jericco estaba boquiabierto y fascinado.
– Creo que nos llevaremos muy bien, –dijo Jericco, pensativamente
sonriente–. Aunque la última vez que me cogí a dos cadáveres fue
la primera, y déjame decirte que me encantó ¡Y MUCHO!
Liam se carcajeó y Jericco también, tenían las caras contraídas de
la risa.
– Algo que siempre extrañaré de estar en libertad será buscar
animales muertos para llevarlos a casa y abrirlos, –comentó
Liam de repente–.
Jericco paró de reír y frunció el ceño. Liam seguía riéndose sin
parar.
– ¿Por qué hacías eso? –Preguntó Jericco, ofuscado–.
– Me encantaba buscar animales arrollados en la carretera para
abrirlos y ver qué tenían dentro, –explicó Liam parando de reír–.
– Pues a mí me gustaba matar lagartijas y luego hacer funerales
para darle su santa sepultura –dijo Jericco, absorto–.
312
Liam lo miró boquiabierto y sonrío forzadamente.
– ¿De verdad? –Le preguntó con un susurro–.
– Totalmente verdad… ¿Eso es raro? –Preguntó Jericco–.
– ¡No! –Prorrumpió Liam–. Para nada…
– Entonces, ¿Cómo llegaste hasta aquí? –Cuestionó Jericco–.
– Siempre me tacharon de raro en la secundaria por siempre ser
tan introvertido, –prosiguió Liam golpeando la madera del
escritorio–. Y cuando ingresé a la universidad no duré mucho ahí
por los problemas de alcoholismo, mi padre me obligó a entrar al
ejército y me dieron de baja por ser un alcohólico.
Liam hizo una pausa y suspiró, luego continuó.
– Veo que no quieres hablar de ello… ¿Cierto? –Razonó Jericco
comprensivo–. Si no quieres hacerlo, no debes por qué hacerlo…
Cruzaron miradas de conmoción.
– No, no es eso, –negó con la cabeza–. Sino que, es extraño hablar
de lo que era antes y, saber cómo terminaron las cosas es algo
angustioso.
Jericco empezó a pensar que Liam tenía problemas para superar su
pasado, aunque pudo relacionarse muy bien con Jericco y era algo
que no sucedía a menudo con las personas.
– Podemos hablar más tarde si quieres, –dijo Jericco–.
Pero Liam continuó al cabo de un momento.
– La primera vez que estuve preso fue por un lapso de diez meses
cuando tenía 19 años, creo, –dijo Liam, pensativo–, por acariciar
a un menor de 13 años al que le iba tomar un par de fotografías.

313
Y claro, el que viene fue el delito que más me gustó, mi fantasía
siempre ha sido el autostop.
– ¿Autostop? –Dijo Jericco, confuso–, ósea… ¿Darle un aventón a
alguien?
– Sí, –replicó Liam fríamente–, me encantaba encontrarme con
hombres en medio de la carretera para llevarlos a casa… Pero,
el primero al que llevé a casa se portó muy mal conmigo.
– ¿Qué te hizo? –Le preguntó Jericco, estaba muy interesado–.
– Quería coger con él, pero, –hizo una pausa y un ademan con las
manos–, digamos que ese chico no quería nada y me rechazó… Y
cuando quiso salir de mi casa, me dirigí detrás de él lentamente y
le arrojé una pesa en el cráneo, jajajaja, fue tan gracioso verlo
en el piso…
Jericco volvió a impresionarse y se golpeó la cara con las manos.
– ¿Lo mataste? –Le interrumpió Jericco–.
Liam cruzó miradas con Jericco y se río con una mano en la boca.
– Creo que sí, –continuó Liam, hablar de ello le generaba risa–, lo
estrangulé y lo desmembré para después meterlo en una bolsa de
plástico.
Liam dejó caer el bolígrafo del escritorio y luego se levantó.
– ¿Una bolsa de plástico? –Arrojó Jericco, hipnotizado–, jajajaja,
sigue, sigue por favor…
– Metí las bolsas en mi coche y las llevé al vertedero para poder
deshacerme de ellas, –prosiguió–, un policía me detuvo en medio
de la autopista y afortunadamente no supo que tenía un cadáver
en mi auto, así que, sólo me multó por conducir demasiado a la
izquierda.

314
– ¡Que imbécil fue ese hombre! –Vociferó Jericco–. Jajajaja, pero,
tú, tuviste la mayor suerte de todas, eh…
Liam sonrío y dejó escapar una tos, siguió hablando:
– Regresé a casa con los restos del cadáver y los dejé en el sótano,
exceptuando la cabeza porque me hice una paja espectacular con
ella.
Jericco puso una cara de sorpresa al ver que estaba platicando con
alguien tan enfermo como él, pero se sentía como en casa.
– ¿Qué hiciste con el resto? –Preguntó Jericco con la voz forzada–.
– Guardé el cuerpo junto a la cabeza dentro de una tubería y
después enterré todo, con el tiempo desenterré los restos y me
deshice de los huesos cuando los esparcí en la maleza.
– ¿Ese fue tu primer crimen? –Preguntó Jericco, maravillado–.
– Pues, sí, –afirmó con la cabeza–, aunque no cometí más crímenes
después de 10 años… Tuve un encuentro gay con un hombre y lo
llevé a un hotel conmigo, aunque francamente no recuerdo cómo
lo asesiné, –Liam se quedó pensando mientras arqueaba las
cejas–. Sólo sé que cuando despertamos, estaba muerto, jajajaja,
compré una maleta y lo metí allí para luego llevarlo al sótano de
mi abuelita.
Jericco se levantó de la silla y comenzó a reírse fuertemente.
– ¿Tu abuela nunca sospechó? –Curioseó Jericco, riéndose–.
La expresión de Liam dejó claro que no.
– Creo que no, –negó distraído y desconcertado–… Me cogí al
cadáver en casa de mi abuela y luego lo desmembré, fue épico,
pero me quedé con su cabeza, es que DIOS MÍO, su rostro era
bellísimo.
315
– ¿Para qué querías su cabeza? –Preguntó Jericco–.
– ¡No me creerás! –Bramó Liam con la voz alegre–. La herví y la
blanqueé para exponerla en mi habitación como un trofeo.
Jericco volvió a quedar estupefacto.
– ¡Eso es brillante! –Concertó Jericco con la boca expandida–.
– Meses más tarde le pagué a un chico de catorce años para que
tuviera sexo conmigo, –expuso Liam aceleradamente–, aunque no
fue el único al que le pagué para cogérmelo y después matarlo.
Después conocí a otro chico, lo llevé a casa de mi abuela, lo
estrangulé con mucho amor y después me cogí a su cadáver,
porque me gustaba más muerto que vivo.
– Que excitante, –dijo Jericco mordiéndose los labios–.
– Estuve preso por abuso sexual y al salir de la cárcel me mudé a
Manchester, –persistió con una sonrisa–, y después maté a 12
personas. Luego invitaba a muchos hombres a ver pornografía,
los drogaba, los mataba y luego me masturbaba encima de sus
cuerpos, les hacía sesiones de fotos después de desmembrarlos
para conservarlas en mi casa, y también me quedaba con sus
genitales para usarlos como trofeo, o usar sus cabezas para más
trofeos. Después de comérmelos sentía que formaban parte de mí
mismo…
– ¿Cómo te deshacías de la carne o de los huesos? –Le preguntó
Jericco–.
– Con algunos ácidos que no recuerdo en este momento –respondió
Liam–. Pero lo que más me gustó hacerle un chico fue inyectarle
ácido en el cerebro.
– ¿En el cerebro? –Preguntó Jericco, dudoso–. ¿Cómo le abriste la
cabeza?

316
– Realicé algunas trepanaciones para inyectarle los ácidos en el
cerebro –respondió Liam, Jericco sintió un escalofrío–. Y así le
agujeré el cráneo fácilmente, aunque el muchacho se escapó de
casa mientras yo compraba licor así que, tuve que enfrentarme a
los policías y a muchos curiosos.
– ¡No sé qué decirte ahora porque creo que estás más loco que yo!
–Gritó Jericco, boquiabierto–. La trepanación es algo a lo que le
siempre le he temido, desde la antigüedad se utilizaba para
prácticas quirúrgicas en donde le agujeraban el cráneo a la
gente, y así eliminar enfermedades cerebrales.
– Y en las religiones creían que estas enfermedades en el cráneo se
debían a la posesión de demonios, –repuso Liam–, y los idiotas
creían que haciéndole un orificio en el cráneo expulsarían a los
espíritus malignos de su encéfalo, pensaban que los demonios
abandonaban a los poseídos por este medio quirúrgico.
– ¡Y sin anestesia! –Convino Jericco–. Pero, ¿Qué pasó con el
joven que se escapó de tu casa?
Liam estornudó y Jericco volvió a sentarse.
– Convencí a los policías de que el muchacho era mi amante y que
estaba alcoholizado, –dijo Liam–. Y pues como estaba aturdido
por el ácido que le inyecté, fue fácil decir que estaba muy ebrio.
Los policías fueron muy amables conmigo en ayudarme a traer al
muchacho de vuelta a mi casa. Y luego lo estrangulé, los policías
me adoran.
Jericco tragó saliva, tenía la garganta muy áspera.
– Y esa fue la segunda vez que jugaste con la ingenuidad de los
policías, –habló Jericco mientras bostezaba exageradamente–,

317
¿Te imaginas que hubiesen encontrado todos esos cadáveres en
tu casa? Aparte del santuario macabro de trofeos humanos.
Liam se levantó de la silla y empezó a pasear por la celda.
– Yo lo único que quería era un amante silencioso, –comenzó a
decir Liam, afligidamente–, por ello me aficioné con crear un
zombi, que hiciera todo lo que yo le pedía y que se quedara
haciéndome compañía.
Jericco lo miró con afecto. “¿Sí él es un verdadero asesino por qué
yo estoy aquí si no he cometido algo tan grave como eso?” –Pensó
Jericco–.
– Es irónico ver cómo terminé yo acá –dijo Jericco, desanimado–.
Admito que me encantan los asesinatos, pero, me inculparon de
cientos de crímenes que ni siquiera fueron míos…
Liam miró a Jericco y caminó hacia él, se volvió a sentar en su silla.
– ¿Tú también piensas eso? –Le preguntó Liam con una mirada
extraña–. Creo que tienes miles de problemas mentales, pero, no
creo que hayas matado a todas esas personas, sin contar a las
violaciones de la que te inculpan…
– Confieso que, si cometí actos necrófilos en Heidelberg, –admitió
Jericco con la voz distante–, pero, no maté a nadie en la Zona 13
por placer, fui manipulado y amenazado en todo ese tiempo…
Creo que, si hubiese decidido no formar parte de eso, ya habría
muerto desde hace mucho tiempo y no estuviera aquí encerrado.
– ¿Por qué tu padre te forzó a formar parte de la Zona 13? –Le
preguntó Liam–.
– Supongo que nunca fui el hijo que él quiso tener, –le respondió
Jericco conteniendo sus emociones–. Me duele más que me haya
acusado de haber matado a mi propia madre cuando él mismo lo
318
hizo, y no sólo eso, sino que también mató a la niña que mi mamá
tenía en su vientre…
Liam se acercó a Jericco y le dio un par de palmadas en el hombro.
– Siento mucho que hayas por todo eso, –dijo Liam, piadosamente–
créeme que yo más que nadie sé que tú no mereces estar aquí,
porque no cometiste nada lo que yo si cometí y de lo que no me
arrepiento.
Jericco se reconfortó y le direccionó una mirada de fortaleza.
– Gracias… –Dijo él, tragó saliva y escudriñó el escritorio–. ¿De
dónde sacaste estos poemarios?
Liam se levantó y cogió los cuadernos del escritorio.
– Yo los escribí, –respondió Liam–. Estos últimos años me han
cambiado la vida, sólo con tinta y papel creo que estoy dejando
mi lado oscuro…
Jericco estaba boquiabierto.
– ¿Bajo el seudónimo de Liseanor? –Le preguntó Jericco–.
– Así es, –asintió con la cabeza–.
– La verdad cuando leí las primeras líneas de tu obra “Demasiado
para sentir”, –Jericco hizo un gesto emotivo y sonrió–, sentí algo
muy grande dentro mí, es algo que no sé cómo definirlo, creo que
es magia, como todo el arte que transmite el autor con sus letras.
Liam se ruborizó, sintió que las palabras de Jericco le dieron un
toque de luz a su corazón.
– ¿En serio? –Preguntó Liam con una sonrisa tímida–.
– ¡Sí! –Bramó Jericco golpeando la palma de sus manos–. Y siendo
sincero contigo, siempre he tenido una pasión por la escritura
319
bastante grande, pero… Creo que no soy lo suficiente para ser un
escritor, desde entonces he sabido que nací sólo pare tener mala
vida y llenarme de malos recuerdos que me hunden en el suplicio.
– No vuelvas a decir eso, –dijo Liam acercándose a él–, de hecho,
creo que tú si tienes un futuro muy grande en la literatura… Aún
no he leído algo que hayas escrito tú mismo, pero sé que tienes el
don de ser escritor, a simple vista se nota, eres un artista.
Jericco se petrificó con asombro y sonrió forzadamente. Era la
primera vez que alguien lo hacía sentir tan bien, parecía ser irreal.
– Me hace feliz saber que me lo dice un poeta con gran potencial
en este arte tan espléndido, –le dijo Jericco, sonriendo con los
ojos fundidos en lágrimas–. Nunca antes me habían dicho algo
así, sobre todo en algo que significa tanto para mí…
– ¿Desde cuándo descubriste esa pasión por la escritura? –Le
preguntó Liam–.
– Desde los 14 años, –respondió nostálgicamente–, pero, mi padre
decía que ser artista era para mujeres y homosexuales… Así que,
tuve que ir a la universidad y estudiar ciencias mientras escribía
para mí mismo, desafortunadamente perdí el diario que escribí
desde muy joven, y desde que desperté del coma, no lo he vuelto a
hacer.
Jericco sonó entristecido, Liam sintió su tristeza e infelicidad.
– Tu padre sí que es una porquería, –le dijo Liam–, espero algún
día salir de aquí y estrangularlo con todas las fuerzas.
– Él es todo lo contrario a lo que yo soy, –comentó Jericco–.
– ¿No te gustaría volver a escribir? –Preguntó Liam–.
– Hmmm, –Jericco se quedó pensativo–, creo que no, ya no estoy
para esas cosas en realidad.

320
Liam se dio la vuelta y cogió del escritorio un par de cosas.
– Todo esto es tuyo y quiero que lo recibas, –indicó Liam, dándole
un montón de hojas blancas y bolígrafos en la mano–. Si yo
puedo, tú también puedes, ¿Qué pensabas? Si escribes un libro
sobre todo lo que viviste el mundo enloquecería y lo compraría.
Recibe lo poco que puedo ofrecerte, porque no te dejaré en paz
hasta que escribas lo que sientes.
Jericco lo miró impresionado y estiró sus manos para recibirlo, no
podía quitar la expresión de asombro que tenía en el rostro. Estaba
petrificado y no tenía palabras.
“¿Cómo es que alguien puede ser tan bueno conmigo?” –Pensó–.
– ¡Wow! –Bramó asombrado y contento, tenía una brillante sonrisa
de felicidad–. Esto es un sueño, esto no puede estar pasando, la
verdad, no tengo palabras ahora… Muchas, muchas, muchas y
muchísimas gracias por esto, no sabes cuánto te lo agradezco.
– Los artistas deben apoyarse mutuamente, –dijo Liam con una
gran sonrisa, caminó hacia su cama y se acostó–, ¿No lo crees?
Y mientras yo tomo una siesta, tú te encargarás de escribir todas
esas emociones que estás experimentando justo ahora, necesitas
crecer y brillar, no quiero que sigas en esa burbuja tan negra en
la que vives, saca lo bueno de esto, y luego verás los frutos de la
cosecha a la que tanto le dedicaste tu tiempo.
– Sabias palabras del maestro al que a partir de ahora denominaré
como mi coach, –dijo Jericco con un suspiro de alegría–. Tienes
razón, tengo mucho de qué escribir, hay tantos sentimientos
dentro de mí que no sé cómo liberarlos.
– Está bien, pupilo, –concertó Liam acurrucándose en su cobija–.
Por si lo olvidaste, te lo recordaré, la magia de la escritura es la

321
catarsis y el desahogo, no pierdas más tiempo y ponte a hacer lo
que tanto te gusta.
– ¡Sí, concuerdo contigo! –Vociferó Jericco, entusiasmado–. Así le
encuentro un sentido a mi vida, pero, ¿Cómo sé que los militares
no me quitarán lo que escriba?
– Ellos no pueden hacer eso y nunca se lo permitiremos, –negó con
la cabeza y se levantó un poco–, porque sería violar los derechos
humanos de los presos. Por alguna razón nos permiten escribir o
dibujar para no enloquecer, no estamos molestando a los demás
con el hecho de escribir para pasar el tiempo que nos queda de
vida.
– De acuerdo, –asintió Jericco, moviendo la cabeza suavemente–.
Ya tengo en qué invertir el tiempo que me sobrará de ahora en
adelante, ve a dormir, me pondré a trabajar ya mismo.
Liam le guiñó el ojo y se cubrió la cara con su cobija, Jericco le dio
la espalda y se centró en el nuevo trabajo que le regresó las ganas
de vivir. Goldstein estaba más que feliz por el nuevo cambio de su
vida, a pesar de estar en prisión quiso mirar el otro lado de la Luna
para no perderse en la oscuridad. El primer día en su nueva celda
fue tranquilo y diferente a todos los que llevaba en la cárcel, pero,
todavía no tenía permitido salir con los otros presos para el campo
a practicar deportes, ir al comedor o siquiera para las duchas; para
comer debían esperar que los policías les llevase las comidas hasta
la celda, al menos tendrían que esperar unas semanas más para
poder salir como cualquier otro recluso.
Jericco se levantaba cada mañana para escribir, –antes de salir el
Sol tenía el bolígrafo y el corazón en sus manos–, automáticamente
se despertaba antes de las 6:00 de la mañana para encontrar la
inspiración que algún día le quitaron. Había momentos de dolor y

322
llanto cuando escribía sobre sus miedos y recuerdos fantasmas, no
era fácil para él ver cómo su vida se había deteriorado al nivel de
terminar en una prisión, puesto a que nunca conoció el significado
de la palabra “libertad”.
El tiempo transcurría paulatinamente mientras Jericco intentaba
perdonar su pasado, con el pasar de los días se había dado cuenta
que ser trasladado desde la catacumba hacia el edificio fue lo mejor
que pudo haberle pasado. Ni siquiera él podía explicar esa paz que
había logrado conseguir después de tanto, tenía a su amigo Liam y
eso era todo lo que necesitaba, ambos se apoyaban mutuamente en
ese hobbie tan especial que reconstruía hombres nuevos con la
fortaleza del arte.
Jericco vivía una fase muy sólida de su vida, quizá y la mejor de
todas. No hubo mejor felicidad que estar apartado del mundo,
acompañado de alguien que nunca se aburría de él, de alguien que
apareció en el peor año de su vida para demostrarle que la vida sí
tenía sentido, y que siempre tuvo una razón para levantarse y
convertir el dolor en arte. Era una locura saber que su mejor amigo
era un peligrosísimo asesino en serie, después de lo sucedido en
Pléyades pensó que no confiaría en nadie más, pero, él sentía que
Liam había llegado para nunca irse de su lado, llenando el abismo
que sus enemigos dejaron en él, especialmente, la insuperable
traición de quien algún día fue Cesar Scrooket.
Después de varias semanas, Jericco y Liam tuvieron el permiso de
salir en horas de la tarde para el campo, incluso, ambos
construyeron una reputación de ser presos con buena conducta.
Dada a sus buenas actitudes le permitieron ir al gimnasio, jugar
baloncesto y futbol o partidos de ajedrez, aunque Jericco siempre
perdía mientras que Liam les ganaba a todos los presos de Spandau.
323
Todos los presos sentían pánico y temor por Jericco, esa fue una de
las tantas razones por las que no le hicieron daño. No sólo su vida
estaba en proceso de cambio, sino también la de Liam, quien sintió
que después de conocer a Jericco su vida dio un giro rotundo que lo
dejó maravillado. Antes de conocer a Jericco solía ser la víctima de
todos los reclusos, a quien golpeaban, acosaban y violaban por el
hecho ser un hombre homosexual e introvertido; pero, todo eso se
detuvo cuando Jericco llegó a su vida, porque ambos se protegían
uno al otro y nadie se les acercaba para hostigarlos, ni siquiera los
militares de la cárcel.

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Capítulo 24: Perdido en la oscuridad. El último respiro.

13 de agosto del año 1947.


La salud mental y física de Jericco mejoró considerablemente en el
pasar de las semanas, tenía el cabello largo y todas esas cicatrices
se esfumaron por arte de magia, aunque estaba bastante delgado ya
no estaba desnutrido como en los meses anteriores. Jericco ya no
dormía por las noches, –las ojeras eran tan grandes que le
amorataban los pómulos, tenía el rostro muy delgado y los huesos
sobresalientes–, el esfuerzo que hacía diariamente era la evidencia
de que Jericco no se había dado por vencido, tenía una meta, y esa
era cumplir sus sueños. Jericco estaba enfocado en llegar a la cima
y ni siquiera el encierro podía desmotivarlo.
En una noche tormentosa de agosto, los relámpagos fustigaban la
prisión impetuosamente mientras todos dormían y los militares se
paseaban por los pasillos. El sonido de la lluvia componía una
melodía que le daba magia a la inspiración de Jericco, era la mitad
de la noche y él seguía sentado en su silla con los brazos apoyados
sobre el escritorio, Liam dormía con la luz encendida y la lluvia lo
anestesiaba con el sonido. La diminuta ventanilla rectangular de la
celda era un imán de miradas, Jericco la miraba y sentía que el
clima estaba evolucionando un universo dentro de él, y que pronto
detonaría con estrellas y galaxias.
Jericco había terminado de escribir su primera obra a puño y letra,
esa era la razón que hacía brillar aquella enorme sonrisa que no se
apagaba, y de repente, luego de que su ruidosa mente lo hiciera
estar en silencio por varias horas llegó el momento en el que algo lo
llevó a soltar un suspiro… “Perdido en la oscuridad” –pensó él con
325
una risa emocionada–. Le dio un manotazo al escritorio y se levantó
de golpe, empezó brincar alegremente mientras sentía el orgullo que
nunca antes había tenido por sí mismo, era el primer castillo que
construía a partir de los ladrillos que le lanzaron. Él empezó a
reírse con la cara contraída de la risa y no podía parar de saltar de
la alegría, cogió las hojas de la madera y las apoyó en su pecho con
un abrazo de conmoción, y fue allí cuando su corazón latió al sentir
el verdadero amor de su vida, y así mismo su primera obra literaria
marcó el comienzo de una nueva historia.
Miró a Liam alborozadamente y se dirigió hacia él con ímpetu, –lo
despertó con un fuerte empujón y le dio un gran abrazo–. Jericco le
besó la frente y con júbilos le dijo:
– ¡COAAACH! ¡COACH! –Gritó, su voz hizo eco en el pasillo–. No
sabes lo que he hecho, ¡Lo he terminado! ¡He terminado mi
primer libro! ¡Lo he logrado, amigo! ¡Esto no puede ser real!
Jericco estaba tan feliz que Liam no lo creía.
– ¿Qué? –Musitó Liam, sorprendido y boquiabierto, sus ojos les
brillaron de felicidad y alegría–. ¡AAAAAAHHHHHH! –Vociferó
luego del shock–. ¡Dioooos míooo! ¡No puedo creerlo, pupilo!
¡Cuéntame todo! ¿CÓMO SE LLAMA?
Uno de los reclusos de las celdas vecinas les gritó:
– ¡Cierren la boca, par de maricas! –Exclamó–. ¡Todos queremos
dormir!
Jericco y Liam se burlaron del hombre con una carcajada, bajaron
la voz. Jericco continúo:

326
– Se llama Perdido en la Oscuridad, –habló en voz baja–. Después
de semanas de trabajo finalmente la terminé, Coach, no sabes lo
feliz que estoy ahora, no puedo creer que esto me haya sucedido.
Liam no podía parar de sonreír de devoción, miró a Jericco con
orgullo y le quitó las hojas de sus manos.
– Y esto es apenas el comienzo de lo que está por venir en tu vida,
–susurró él, leyendo por encima las hojas–. Pupilo, estoy muy
orgulloso de ti y créeme que te mereces esa sonrisa que tienes
ahora, me llena de honor haberte conocido y saber que desde
ahora comenzarás a crecer como escritor. Estoy muy feliz de ver
en lo que te estás convirtiendo, –Jericco soltó una lágrima y se
río mientras sonaba su nariz–.
– No sabes lo feliz que estoy de sentirme apoyado por alguien tan
talentoso como tú, –dijo Jericco, suspirando–. Por favor, quédate
en esta evolución que ha comenzado porque estoy renaciendo, y
aunque sé que siempre me decepciono de las personas, no quiero
pensar más en ello porque quiero que seas tú quien ocupe el
puesto que te mereces en mi vida. Esto te lo debo a ti, siempre te
lo agradeceré, –Liam dejó soltar un par de lágrimas mientras
sonreía–, y aunque no sé cómo terminará mi vida en esta prisión
estoy seguro de algo, y ese algo es que tú y yo triunfaremos tarde
o temprano…
Liam le regresó un abrazo mientras se reían alegremente.
– Gracias a ti por llegar a mi vida, –le dijo él dándole la obra en
sus manos–. Lo que puedo asegurarte es que nunca me iré de tu
lado, muchas, aunque tenga razones para hacerlo no lo haré. ¿Te
imaginas cómo sería nuestras vidas ahora si no te hubieran
sacado de esa catacumba? Quizá y hubieses muerto, al igual que

327
yo… Créeme que en muchas ocasiones me intenté suicidar
porque me sentía tan solo y vacío, había momentos en los que ni
siquiera la escritura me salvaba de esos oscuros sentimientos…
Jericco juntó las hojas de su obra y fijó su mirada en Liam.
– Ya no te sentirás solo porque yo estaré aquí contigo, –convino
con los ojos llenos de lágrimas–, nada de lo que antes nos hería
podrá lastimarnos de nuevo.
– Tienes razón, –concordó Liam–, háblame de tu historia “Perdido
en la Oscuridad” ¿Sobre qué es?
– Esta obra habla sobre todo lo que he vivido desde que era niño,
ha sido un desahogo para mí porque he cerrado con ella muchas
etapas a las que no podía ponerle fin. En cada letra tiene todas
esas emociones y pensamientos que se acumulaban en mi cabeza,
seguro que entiendes lo que significa escribir sobre lo que viviste
o sentiste para entender lo que te sucedía. Eso mismo sucedió
con esta historia, le puse fin a muchos círculos viciosos para así
empezar de nuevo.
– ¡Me encanta saber eso! –Prorrumpió Liam, y luego bajó la voz–.
Y claro que entiendo todo eso que sentiste al escribir, sé que fue
mágico, mañana mismo comenzaré a leerla, ¿Vale?
– ¡Me sentiré honorado con ello! –Bramó Jericco–. Espero que te
guste, no sabes cuánto significa para mí, creo que ya es hora de
dormir…
– El honor será mío, –repuso Liam–. Y te daré mi opinión, lo juro.
Pienso que deberías descansar esta noche, seguro que estás muy
cansado.
Jericco se levantó de la cama y se estiró con un bostezo.

328
– Sí, cierto, –afirmó con la cabeza suavemente–. Estoy muriendo de
sueño, duerme bien, Coach.
– Hasta mañana, Pupilo, descansa. –Se despidió, acostándose y
acobijándose–.
– Adiós –ultimó Jericco con la voz ronca–.
Jericco apagó la luz y se subió en la cama litera, se acostó con una
sonrisa mientras abrazaba su obra hasta que se quedó dormido.
Un par de semanas más tarde Jericco escribió su segunda obra a la
que llamó “Un Último Respiro”, su reacción fue similar a la
primera y celebró la ocasión con Liam mientras jugaban futbol en el
campo.
Algo ocurría en el contorno de ambos, la atmosfera de su amistad
comenzó a tornarse de negro cuando las malas lenguas en la prisión
empezar a hablar… Comentarios tergiversados sobre ellos llegaron
a oídos del Coronel Morgen, y así se expandieron por toda la cárcel
mientras la reputación de Jericco volvía a ser polémica.
Los reclusos sospechaban mucho de la amistad que compartía Liam
y Jericco, tanto así que empezaron a decir que estaban practicando
magia negra en la celda. Sin embargo, las calumnias crecieron en
cuanto los militares afirmaron que Jericco se acostaba tarde todas
las noches mientras hacía cosas extrañas. Decían que solía escribir
diariamente los mensajes que Satanás le dejaba por las noches, no
obstante, creían que Liam Wembley estaba siendo su cómplice y que
pronto se desataría una desgracia.
El Coronel y otros políticos encargados de la cárcel pensaron en
trasladar a Jericco hacia otra prisión, pero denegaron la opción de
hacerlo debido a la circunstancia que Alemania vivía en ese tiempo.
Jericco no podía ser mudado a otra celda debido al colapso que

329
tenía la prisión, ya que había excedido el número de presos por
celda y nadie quería compartirla con él. Además, tras las sanciones
que tuvieron después de las acusaciones que Pío hizo en los meses
pasados, se les prohibió el aislamiento de presos en la catacumba
sin importar qué tan peligroso pudieran ser.
La paz mental de Jericco no duró lo que él esperaba que durase y
Liam estaba experimentando recaídas emocionales, ambos sentían
la mala tensión que estaba creándose en ese ambiente tan hostil.
Parecía que todo se hacía incómodo, cuando salían con los otros
reclusos para comer o realizar otras actividades los miraban con
tanto desprecio que los hacían sentir intimidados.

330
Capítulo 25: Sueños arruinados.

25 de agosto del 1947.


En el cumpleaños número 34 de Jericco las cosas cambiaron mucho
más, Liam se despertó temprano felicitarlo y obsequiarle una carta
de cumpleaños. Mientras Jericco dormía, él la escribía.
Minutos después.
– ¡Pupilo, despierta! –Bramó Liam mientras lo movía en su cama–.
¡Feliiiz cumpleañooosss!
Jericco abrió los ojos y se levantó con una extraña impresión, Liam
le dio un fuerte abrazo.
– ¿Qué pasa? –Le preguntó Jericco con un bostezo exagerado–.
– ¡Felices 34! –Volvió a gritar–, ¿Qué esperabas? Hoy será un día
muy especial, estás de cumpleaños y quiero que hoy la pasemos
diferente a todos esos malos días que hemos tenido últimamente.
Estoy muy orgulloso de ti y quiero que sepas que siempre estaré
contigo a donde quiera que vayas, eres un ser maravilloso y me
alegra mucho saber que formas parte de mi vida.
Jericco lo miró con una sonrisa y se tapó los ojos con sus manos, se
sentía muy feliz.
– Muchísimas gracias, Coach, –añadió, sonriente–, no recordaba
que hoy era mi cumpleaños, no había pensado en eso desde hace
unos días. Liam, eres el mejor amigo que NUNCA tuve y ya te
estoy amando como a un hermano, no salgas nunca de mi vida, te
aseguro que hoy… –Jericco se interrumpió con un golpe que

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sonó de repente, un par de militares abrió la puerta y entraron a
la celda bruscamente–.
Jericco se estremeció con una mirada sombría y Liam sintió que el
corazón le iba a salir por la boca. Eran dos militares caucásicos de
contextura grande, el rostro de esos hombres reflejaba la maldad de
su interior.
– ¡NO SE MUEVAN PORQUE LE DISPARAMOS! –Dijo uno de
los militares apuntándolos con una pistola, Jericco saltó de la
cama litera y Liam también–.
Uno de los militares caminó hacia Jericco y lo apresó de los brazos,
lo esposó con las manos hacia atrás y el otro hizo lo mismo con
Liam.
– ¿Para dónde nos llevan? –Arrojó Liam con un bramido–. ¿Qué
sucede?
Jericco direccionó una mirada de terror hacia Liam y dijo:
– ¿Qué está pasando? –Su voz gritó–. ¿Qué harán con nosotros?
Los militares no le respondieron. Ambos fueron sacados de la celda
violentamente y mientras caminaban por el pasillo los reclusos se
rieron de ellos, Jericco ni Liam comprendían lo que sucedía hasta
que los llevaron hasta el patio trasero de la prisión en donde estaba
el Coronel Morgen. Había una multitud de gente afuera, aparte de
los militares estaban los presos gritando desde las celdas y otros
desde el campo.
– ¡Démosle una bienvenida a los reyes de Spandau y de Alemania!
–Vociferó el Coronel Morgen sosteniendo un micrófono, todos
aplaudieron y gritaron fuertemente–.

332
Liam miró a Jericco y tragó saliva, sabían que algo se tenían entre
manos.
– Como todos saben, –continuó Morgen–, Goldstein y Wembley son
los reclusos más guapos y sofisticados de la prisión. Muchos me
dicen que se consideran escritores, ¿Pueden creerlo? –Morgen se
río junto a todos en el patio–, eso quiere decir que tenemos a
grandes artistas en casa, ¿No es así?
La multitud rugió con gritos y chiflidos. Y repentinamente, una fila
de militares se posicionó horizontalmente detrás de Liam y Jericco.
Otros dos militares trajeron dos cubetas de aluminio y la coloraron
delante de ellos.
– Entonces… –Prosiguió Morgen en voz alta–, ustedes saben que
yo no tolero conspiraciones de ataques terroristas por parte de
nadie. Y por esa razón he traído a estos dos prisioneros para que
vean que la ley existe, y que no permitiremos más actos carnales
o ceremonias secretas de brujería por parte de Jericco Goldstein
y su complot, Liam Wembley. Por ende, se les queda plenamente
prohibido platicar entre ustedes mismos y escribir como lo han
hecho últimamente, porque si son sorprendidos incumpliendo las
reglas les juro que serán enviados a la catacumba sin importar lo
que digan las autoridades. ¡Muchachos, hagan lo suyo! –Les
indicó a los militares con un gesto afirmativo–.
Las cubetas que trajeron los militares tenían excremento y orina de
ellos mismos, Jericco y Liam fueron obligados a inclinarse delante
de ellas y dos militares se pusieron detrás de ellos con un soplete en
sus manos.
– ¡No haré nada de lo que están tramando con nosotros! –Protestó
Jericco con la voz furiosa y vibratoria–.

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Uno de los militares haló el cabello de Jericco y le introdujo la
cabeza en la cubeta, –él se forcejeó, y cuando intentó moverse, el
militar le quemó los dedos con el soplete–. La finalidad del castigo
era obligarlos a oler los desechos hasta hacerlos vomitar.
– ¡Déjenos en paz! –Imploró Liam, aterrado–. ¡No nos hagan esto!
El otro militar enterró bruscamente la cabeza de Liam en la cubeta
y su cara se llenó de excremento. Liam intentó sacar la cabeza de
allí pero el militar le quemó la cara con el soplete.
– ¡AAAAAAAHHHH! –Berreó Jericco con la cabeza dentro de la
cubeta, jadeando del asco–. ¡Basta! ¡Se los suplico!
– ¡POR FAVOOR! ¡NO NOS HAGAN ESTO! –Imploró Liam,
quejumbrosamente–. ¡AYUDAAA! ¡AUXILIOOOO!
Liam sintió que las náuseas lo dominaron y el vómito se acumuló en
su boca, sus alaridos eran perturbados y atormentados, sacó la
cabeza de la cubeta y el militar que estaba con él lo hizo tragarse el
vómito.
Los lamentables gritos de Liam y Jericco no funcionaron, el castigo
público duró tres horas y debía cumplirse dos horas diarias por un
mes. Jericco tuvo el peor cumpleaños de su vida y Liam fue testigo
de ello, les prohibieron terminantemente que hablasen o escribiesen
porque un militar estaba afuera cuidando la celda.
Los días transcurrieron y la pesadilla empeoró cada vez más, Liam
y Jericco eran obligados a desvestirse para ser castigados en su
propia celda. Y si uno de los dos quería sacar la cabeza de la
cubeta, le quemaban los genitales con el soplete como lo hicieron en
algunas ocasiones con Liam, aunque a Jericco también le quemaron
los testículos y el ano hasta hacerlo llorar. Tanto así, que ambos se
acostumbraron diariamente a meter la cabeza en la cubeta sin que
334
se lo pidiesen, estaban tan traumados y aterrados que ya no podían
dormir en las noches pensando en lo que sucedería al día siguiente.
Aunque todavía no se cumplía un mes del castigo que se les había
otorgado, Morgen los sometió a otro más aterrador que los haría
enloquecer en menos de un año. Puesto a que no podían salir al
comedor se les llevaba las tres comidas diarias hasta la celda, los
militares se echaban gases en sus alimentos y a veces ni siquiera les
ofrecían algo para comer porque ellos mismos se las comían.
El nuevo castigo era dejarlos por más de 12 horas diarias mirando
a una pared blanca por el plazo de seis meses, cuyo lapso empezó
desde el 13 de septiembre y terminaría en marzo del año próximo.
Despertaban diariamente a las 5 de la mañana para que luego a las
7 de la noche los llevasen al otro castigo, estaban hundiéndose en la
desgracia y en la miseria.

30 de septiembre del 1947.


Afortunadamente el castigo de la cubeta había terminado, pero el
otro apenas comenzaba. A las tres de la mañana fueron despertados
bestialmente por golpes y ruidos monstruosos que venían de las
paredes, Liam y Jericco despertaron de un salto con el corazón
acelerado mientras sudaban frío.
– ¡Despierten, malditos! –Exclamó la voz de un hombre que abría
la puerta de la celda–. ¡Levántense ahora mismos!
Encendió la luz de la celda y entró frenéticamente, era un hombre
alto y corpulento vestido de militar, sus ojos llenos de furia ardían
de pura maldad. El hombre despertó la curiosidad con un extraño
detalle, puesto a que había llevado una cesta a la celda.

335
– Señor Goldstein, –le dijo, lanzándole una profunda mirada de
malicia–, vengo a traerte un recado de parte de tu padre.
– ¿Qué recado? –Le preguntó Jericco en voz alta–.
– Solo observa en silencio como lo niños buenos, –musitó el militar
con la voz áspera y gutural–.
El hombre caminó hacia el escritorio y empezó a remover las hojas
como si estuviese buscando algo, –Liam y Jericco cruzaron miradas
confundidas–, el militar estaba haciendo desastre y eso molestó a
los dos.
– ¿Qué diablos estás buscando en nuestras cosas? –Le preguntó
Liam, enfadadamente–.
El hombre le direccionó una mirada intimidante a Liam.
– ¿Qué te interesa eso, marica? –Increpó el hombre con altanería–
El hombre pareció haber conseguido lo que buscaba y lo tiró en la
cesta de basura, Jericco se llenó de intriga y pensó: “¿Mis obras?”
–Frunció el ceño y tragó saliva, presentía algo malo–.
Jericco caminó hacia el hombre y se quedó paralizado, sintió un
fuerte estreñimiento en el estómago y un temblor lo sacudió cuando
vio que el hombre estaba botando sus escritos. Liam esperaba lo
peor.
– ¡Oiga! –Rugió Jericco con la cara de preocupación–. ¿Por qué
está botando eso? ¡No lo haga!
– Es el recado que tu padre me mandó para ti, –dijo el militar con
una sonrisa–. ¿No lo ves?
Jericco se encolerizó e intentó golpear al militar con un puñetazo
tras la impotencia de no poder hacer algo, pero él lo apuntó con el

336
arma y Liam salió en defensa de su amigo, Jericco retrocedió unos
pasos y miró las hojas de sus escritos en la cesta como una basura.
– ¡Están violando los derechos humanos de los presos! –Protestó
Liam con la voz trémula, estaba consternado–.
– ¡Ordenes son ordenes! –Gruñó el militar–.
El hombre sacó un frasco de combustible de su bolsillo y lo vació en
el interior de la cesta, –Jericco soltó un quejido y volvió a gritar–.
El militar arrojó un encendedor en la cesta y las obras de Jericco se
llenaron de fuego, –Jericco intentó correr hacia el hombre, pero él
lo apuntaba con el arma–, Liam estaba llorando mientras sujetaba a
Jericco fuertemente para evitar que el militar le disparase.
– ¡NOOOOOOOO! –Volvió a gritar Jericco, desconsoladamente–.
¿POR QUÉ? ¿POR QUÉ HICISTE ESO? ¡NOOOOO!
El corazón de Jericco se rompió en pedazos y por cada fragmento
soltó un chillido de llanto, –el militar empezó a reírse–. Jericco se
tiró al suelo de rodillas y Liam se inclinó junto a él, ambos veían
cómo la felicidad se esparcía con las cenizas que quedaban de los
buenos recuerdos y de las falsas ilusiones. Después de unos minutos
el militar salió de la celda cuando la cesta se apagó, Jericco no
quiso hablar en toda la noche y la pasó llorando como si fuese un
niño; Liam quiso darle su espacio y lo dejó un tiempo a solas, él fue
a dormir, pero se le hizo difícil hacerlo por lo que había sucedido.
Jericco despertó en la mañana, trasnochado, le dolían los ojos por
tanto llorar y sentía que ya nada tenía sentido, y así mismo debía ir
al lugar en donde pasaría doce horas de pie mirando una pared
blanca. Pero algo andaba mal, Liam no estaba y Jericco no sabía a
donde podría haber ido, además, el escritorio había desparecido y
sus poemarios no estaban en la celda.

337
Los militares llegaron a buscar a Jericco y lo llevaron hacia donde
pasaría el día encerrado, en un cuarto oscuro. Estaba preocupado
por Liam y no podía dejar de pensar en sus obras, estaba tan lleno
de coraje y resentimiento por lo que había hecho su padre que no
podía ni respirar.
12 horas más tarde.
Jericco regresó a la celda a las 7 de la noche y se encontró a Liam
llorando en su cama.
– ¿Liam, por qué lloras? –Le preguntó compasivamente–.
Jericco caminó hacia Liam y se sentó a su lado, estaba llorando
desconsoladamente.
– No sabes lo que me sucedió…
Liam estaba desconsolado mientras abrazaba su almohada con el
corazón roto.
– ¿Qué te pasó? –Interrogó Jericco, preocupado y confuso–. ¿En
dónde estabas?
Jericco colocó su mano sobre la espalda de Liam y suspiró.
– En la madrugada de hoy después de que te quedaste dormido, el
militar regresó silenciosamente a la celda y me llevó con Morgen
–explicó con la voz ahogada, su mirada estaba perdida en la
zozobra–. Me dijo que llevase mis poemarios a la oficina porque
él quería leerlos, así que, cuando llegamos hasta allá, había dos
militares más esperando por mí, y… Me amenazaron con que si
no me deshacía de mis escritos, te asesinarían y luego harían lo
mismo conmigo, me obligaron a meter las hojas de mis obras en
una tasa de agua para que luego me las introdujera en la boca.

338
Jericco lo miró consternado y sus ojos se aguaron, se sentía peor. Él
estaba petrificado con la desesperación en su rostro.
– Luego de introducirlos en mi boca me forzaron a masticarlos y
tragármelos, –continuó Liam, afligido y atormentado–. Luego de
hacerlo, empecé a vomitar ahogadamente los restos de papel que
ya no podía digerir, pero, ellos me obligaron a beber una purga
que limpió mi estómago instantáneamente… Y evacué toda una
vida de trabajo y dedicación, –siguió llorando–, pero al menos sé
que salvé tu vida y la mía, si no lo hubiera hecho ya nos habrían
matado a ambos…
Jericco se levantó y comenzó a caminar en círculos, se golpeó la
cara con las manos y siguió llorando con la cara enrojecida.
– ¿POR QUÉ NOS SUCEDE ESTO? –Gritó Jericco, abatido–. ¡La
verdad ya no sé qué pensar o qué decir! ¡Esto es una mierda!
Jericco golpeó la pared con un puñetazo y la piel de su mano se
enrojeció.
– ¿Qué se supone que haremos con todos nuestros escritos? –Dijo
Liam, su voz sonó ronca y ahogada, tenía la cara empapada de
lágrimas–.
Liam mordió la almohada y comenzó a gritar. Luego la arrojó en el
piso coléricamente.
– Lo que diré sonará ridículo, pero me temo a que debemos seguir
y olvidar esto, –empezó a decir Jericco, enfurecido–, sé que eso
no ayuda en nada, porque es imposible, pero, debemos buscar
una manera para escapar…
– ¿Escapar? ¡Prefiero matarme antes que lo haga un militar!
Jericco le lanzó una mirada a Liam y soltó un resoplido.
339
– Liam, –dijo Jericco repentinamente con la voz exhausta–, gracias
por haber hecho eso… Ya no sé cómo actuar ante esta situación,
y lo único que puedo decirte es que te agradezco infinitamente
por haber salvado mi vida y arriesgar la tuya. Siento que esto es
mi culpa, perdóname, por favor.
Liam prorrumpió un quejido y dijo:
– No tienes nada que agradecerme porque fuiste tú quien salvó la
mía –hizo un ademán y luego resopló–. Ya quiero dormir, es lo
único que puedo hacer para creer que estoy muerto.
Jericco hizo una mueca con la boca y bajó la mirada al piso con
tristeza.
– Tienes razón –asintió suavemente mientras caminaba a la cama–,
hoy ha sido una pesadilla, ya quiero que este día termine. Intenta
dormir tranquilo, te aseguro algún día saldremos de aquí por
más loco e imposible que suene. Dulces sueños.
– Que Dios te escuche –dijo Liam– si es que existe. Descansa.
Liam se acobijó y Jericco se subió a su cama. El cansancio los hizo
dormirse en cuestiones de minutos.

3 de octubre del 1947.


Jericco y Liam fueron sacados de la celda a la una de la mañana y
los llevaron al campo, –era una noche tormentosa y borrascosa–, un
grupo de militares los hizo excavar un hoyo a cada uno en la grama
y fueron obligados a entrar en ellos, mientras los apuntaban con sus
escopetas los enterraron dentro y les dejaron las cabezas fuera. Los
dejaron toda la madrugada en el campo hasta al día siguiente, a las
6 de la mañana los desenterraron y los trasladaron al cuarto oscuro
en donde pasaron doce horas mirando una pared blanca sin poder
340
hablar. Les dolía el cuerpo como si hubiesen sido aplastados por
una máquina pesada, cuando los sacaron de la tierra no sentían las
extremidades por lo que se les dificultaba bastante poder caminar, y
se los llevaron arrastrando por toda la grama hasta el interior de la
cárcel. Estaban sedientos, hambrientos y atormentados.

7 de octubre del 1947.


Jericco y Liam fueron encerrados en jaulas diferentes desde las 11
de la mañana hasta las 9 de la noche, el fin del este castigo era
sumergirlos en pesadas jaulas dentro de un tanque de agua fría. Los
dejaban uno o dos minutos dentro del agua para que aguantaran la
respiración y luego se ahogaran, eso los desesperaba. Los próximos
días siguieron siendo infernales, porque mientras miraban la pared
les ponían una bolsa de plástico en sus cabezas para ahogarlos y así
hacerlos sufrir en la desesperación, hasta finalmente quitarles las
bolsas y volvérselas a poner nuevamente.

341
Capítulo 26: Los traumas nunca se olvidan.

14 de octubre del 1947.


Jericco se dirigía solo a las duchas cerca de las 10:00 pm, estaba en
toalla y con el jabón de baño en sus manos, cuando entra a las
duchas se topa con una misteriosa y desconfiada soledad, todos los
presos estaban durmiendo y por alguna razón lo hicieron ducharse
a esas horas de la noche sin la compañía de los demás reclusos. Las
paredes curtidas y envejecidas resaltaban un toque perturbador al
igual que las manchas de sangre en el piso, se sentía una mala
tensión que se producía por el oscuro silencio del vacío.
Se quitó el paño de la cintura y lo tendió en la barra de la pared,
oprimió la manilla de la regadera y la giró hacia la izquierda –las
luces titilaron–. El chorro de agua fría cayó sobre su cabello y se
derramó desde la cabeza hasta la parte baja de su cuerpo. Jericco
se enjabona lentamente los brazos mientras levanta la cara hacia la
regadera con los ojos cerrados, se jabona la espalda y luego hace lo
mismo con el abdomen para luego fregarse las piernas y sus partes
íntimas.
El jabón resbala de sus manos y se inclina para cogerlo del suelo, y
con los ojos cerrados estira los brazos y pone las manos sobre el
suelo para atrapar el jabón, luego de sujetarlo se levanta. El agua
remueve el jabón de su rostro y la espuma se derrama en descenso,
al abrir los ojos queda ciego cuando repentinamente las luces de las
duchas fueron apagadas, su corazón se acelera y suelta un jadeo
cansino que sonó turbadamente. Inesperadamente, todas las luces se
encienden y repentinamente aparecen dos hombres de contextura
gigante, miradas enfermas y ojos enrojecidos alteran a Jericco con
342
un bufido de agite, eran calvos y tenían la frente hundida, el cráneo
aplastado y una encorvada nariz en medio de aquellos desorbitados
ojos, –retrocede mientras los hombres se le acercan con una sonrisa
pervertida–. Los hombres relucían dentaduras podridas y cortadas
sangrantes en sus horrendas fisionomías, las bestias sudaban tanto
que sus ojos parecían empaparse de lágrimas, estaban enrojecidos
como un tomate y gruñían con una respiración ronca, tenían los
labios partidos y greteados con un color violáceo.
Uno de ellos sostenía un palo de madera con el que golpeaba las
paredes brutalmente, la luz se apagaba por segundos y los ojos de
los hombres brillaban incandescentemente con vehemencia. Jericco
coge la toalla de la barra y se la coloca apresuradamente mientras
las luces titilan y los hombres siguen acercándose. Los monstruosos
rostros de los hombres disparaban expresiones sucias y morbosas,
expandían la boca y al mismo tiempo hacían temblar los dientes con
un movimiento vibratorio, Jericco continuó retrocediendo con la
cara contraída del pánico hasta que de pronto su espalda chocó con
una pared y lo detuvo.
Los hombres balbuceaban incoherencias que retumbaban los oídos
de Jericco, y repentinamente, hicieron un escalofriante silencio y las
luces volvieron a titilar paulatinamente por unos segundos hasta
apagarse, en un momento todo quedó a oscuras y súbitamente las
luces se encendieron con mucho fulgor. El par de hombres estaba
acercándose a Jericco mientras parpadeaban desenfrenadamente,
apretaban los puños y adoptaban actitudes extrañas que no eran
normales en cualquier persona, ponían los ojos en blanco, fruncían
el ceño y doblaban la boca.
Jericco estaba petrificado y acorralado con la respiración bastante
acelerada, así que intentó tranquilizarse y respirar suavemente. Él

343
se movió horizontalmente con la espalda apoyada en la pared y de
inmediato salió corriendo, pero en un mal movimiento resbaló y
cayó al suelo hasta golpearse la cabeza con la cerámica del
pavimento. Ya era realmente tarde para huir, intentó levantarse con
los brazos temblorosos y se puso una mano en el cráneo, sintió un
punzante dolor y su mano se impregnó de sangre, apresuradamente
estiró el brazo y se miró la mano mientras la levantaba a la altura
de sus ojos.
Los hombres se detuvieron y lo miraron mientras se levantaba
lentamente para escapar, Jericco cruzó miradas con ellos y luego la
desvió en dirección a la puerta de salida. Y sigilosamente, empezó a
caminar e inesperadamente uno de los hombres lo golpeó con el
palo en la espalda, Jericco se abatió quejumbrosamente soltando un
chillido y los hombres brincaron encima de él como si fueran leones
hambrientos.
¡AAAAAAHHHH! –Gritó Jericco a todo pulmón–. ¡AYUUUDAAA!
¡AUXILIOOOOO!
Jericco estaba sacudiéndose en el suelo con patadas y gritos que lo
dejaron afónico, uno de los hombres se levantó rápidamente y lo
sostuvo de los brazos mientras que el otro lo apresaba con fuerza de
las piernas. El hombre que lo sostenía de los brazos le tapó la boca
con su hedionda mano y empezó a mirarlo fijamente con una risa de
espanto, el otro se colocó las piernas de Jericco en su cintura y con
las manos heladas le comenzó a acariciar el abdomen en medio de
gritos y pataleos.
El monstruoso hombre que lo sostenía de las piernas cogió el palo
de madera y se lo introdujo a Jericco en el recto, –Jericco emitió un
enorme alarido de consternación y ahogo–, el palo le atravesó los

344
intestinos y le rompió las paredes anales hasta hacerlo sangrar. El
que le cubría la boca rugía con una atronadora risa que silenciaba
los quejidos y los desesperantes aullidos de Jericco, mientras que el
otro le empujaba el palo y luego lo sacaba de su interior con furia.
Jericco estaba colorado de tanto gritar de desespero, sentía que
estaba muriéndose por aquel extremo dolor que lo tenía paralizado
con el ahogo de sus gritos. El palo le hurgaba los intestinos y la
sangre se derramaba con ímpetu, los gemidos de dolor no cesaban y
los gritos se debilitaban por cada penetración.
Jericco intentó levantarse, pero el hombre le sostenía los brazos con
mucha fuerza, el otro, le sacó el palo del ano cubierto de sangre y se
lo metió en la boca para tragársela. Jericco le lanzó una patada en
la nariz y se la rompió, en consecuencia, el hombre se enfureció y le
metió la mano completa en el ano aprovechando la dilatación. El
que lo sostenía de los brazos bajó la cara y con la mirada fija en los
llorosos ojos de Jericco la acercó lentamente, empezó a lamerle los
parpados y la frente con su negruzca lengua que emanaba un olor a
excremento, –Jericco siguió gritando y sacudiéndose–.
El impulsivo hombre le sacó la mano del recto forzudamente y en un
instante lo penetró con su pestífero pene, Jericco continúo gritando
y sacudiéndose, pero los hombres tenían cuarenta kilogramos más
que él. Los coléricos hombres cambiaron de puesto y se rotaron
para penetrarlo, Jericco constreñía la cara y apretaba los parpados
mientras sollozaba afligidamente hasta debilitarse. Jericco les miró
el pene y se petrificó ante aquellos glandes con pus, tenían el pene
irritado y quemado con abundantes granos infectados en la piel que
se rompían en sangre blanquecina.
Los hombres continuaron violándolo por dos horas y lo debilitaron
tanto que su voz se quebró, su llanto era ronco y sus clamores ya no

345
sonaban por el agotamiento de la impotencia de no poder haberse
salvado, estaba temblando por el estremecimiento y sus ojos dejaron
de producir lágrimas cuando se rindió. Los hombres cumplieron su
propósito y lo dejaron en el suelo bañado en sangre, huyeron de las
duchas y corrieron para que nadie los viese.
Jericco estaba golpeado y su cara sangraba excesivamente, escupía
sangre en cada suspiro y se arrastraba en el piso como un miserable
gusano. Se arrinconó en una esquina de la pared y empezó a llorar
furiosamente, estaba golpeando el piso con manotazos sintiéndose
como la cosa más sucia y asquerosa del mundo. Sus ojos se llenaron
de lágrimas y comenzó a gritar sonoramente con furor, se sentía
solo y vacío nuevamente, le arrebataron la felicidad y el último
aliento que le quedaba.
Jericco miró el palo que le introdujeron en el ano y lo pateó hacia
un lado, se puso una mano en el recto y sintió la intensa hemorragia
provocada por la violación. Intentó ponerse de pie, pero la
debilidad lo desplomaba, sentía vergüenza por sí mismo y no podía
mirar su reflejo en el agua por el asco que se tenía, lo último que
quería era continuar con su vida después de esa tragedia que nunca
olvidaría.
Pasaron tres horas mientras él seguía en el piso, dejó de llorar y lo
único en lo que podía pensar era en su dolor. Su vida cambió y ya
nada volvería a ser lo mismo, su corazón estaba latiendo lentamente
y su mente se perdía en la oscura miseria de los malos recuerdos.
Pensó en su madre y en esa vida feliz que nunca tuvo, recordó los
últimos momentos que vivió en el Olimpo y cerró los ojos hasta que
las lágrimas aparecieron nuevamente, parecía que todo aquello que
había vivido simplemente fue una ilusión que nunca más volvería a
vivir. Sus sentimientos se encontraban y colisionaban con un

346
estallido de lágrimas que se fundían con temores y falsas ilusiones,
estaba destrozado y probablemente nunca hablaría de lo vivido.

Minutos más tardes.


Los militares entraron a las duchas y se encontraron a Jericco en un
rincón, estaba muy mal herido y temblaba de frío, caminaron hacia
él y lo sujetaron de las extremidades para llevarlo hasta su celda,
ellos sabían más que nadie lo que había sucedido, pero prefirieron
no darle importancia al asunto. Jericco estaba desmayado y perdido
en su propio silencio, no hablaba y tenía una mirada perdida que
transmitía sufrimiento. Cuando llegaron a la celda abrieron la
puerta y Liam se despertó por el sonido, eran las 3:30 am, llevaron
a Jericco hasta la cama y luego salieron sin mirar a Liam.
Liam se desesperó al ver las terribles condiciones de Jericco y se
levantó de su cama.
– ¡Mi pupilo! –Vociferó Liam con la voz entrecortada–. ¿Qué te
han hecho? ¿Por qué estabas afuera tan tarde?
Liam se subió en la cama de Jericco y se sentó a un lado. Jericco no
quería hablar y su rostro expresaba el trauma de la agresión, estaba
abstraído y tenía los ojos llenos de lágrimas.
– Por favor, –imploró Liam con un balbuceo–, no te quedes callado
porque me duele ver tu silencioso dolor. ¿Qué te hicieron? Dime,
¿En dónde estabas?
Jericco no quiso mirarlo y suspiró con una trágica mirada de dolor.
Liam intentó acariciarle el cabello, pero él reaccionó a la defensiva
y lo esquivó con un brinco.
Entonces Liam le volvió a hablar:

347
– ¡Jericco, escúchame por favor! –Replicó con insistencia, tenía la
cara de preocupación, sus ojos se aguaron–.
Jericco le dio la espalda y se cubrió la cara con su almohada. Tenía
vergüenza consigo mismo, era imposible hablar con alguien sobre
algo que nunca superaría.
– Jericco… –Musitó con un tono suave y le colocó la mano en la
espalda–, no sé qué demonios te sucedió, pero quiero que sepas
que pase lo pase yo estaré aquí para apoyarte, –Jericco soltó una
lágrima y sonó un jadeo–, sé lo horrible que significa estar en
una prisión sin poder pensar en la posibilidad de que algún día
puedas salir. Y también sé, que es un lugar muy hostil en donde te
rodeas de gente de todo tipo… Incluso, enfermos mentales y otros
criminales más peligrosos que podrían hacerte daño, pero más
allá de eso, quiero demostrarte que ya no estás solo como el
primer día en que llegaste a este maldito lugar. ¿Y sabes algo?
Pienso que tú eres lo mejor que me pasó en la prisión, si no te
hubiera conocido ya me habrían encontrado colgando del techo,
porque tú me levantaste con esa fortaleza tan inspiradora que
transmites con tu historia. Por favor, –Liam quiso abrazarlo,
pero Jericco se asustó con un brinco impulsivo–, nunca te alejes
de mí porque siento que mi vida puede volver a ser la misma
mierda de antes, antes mis mejores amigos eran los poemarios
que escribía. Pero, ahora mi mejor amigo eres tú.
Jericco prefirió no responder y cerró los ojos. Estaba desconsolado
y sentía muchas cosas que no podía definir, porque para nadie es
fácil continuar una vida después de sobrevivir a un ataque sexual.
Liam se apartó de su lado y regresó a su cama, estaba intranquilo e
intrigado por lo que le había sucedido a Jericco.

348
– “¿Acaso lo violaron?” –Pensó Liam, percibía algo por instinto y
lógica–. “¡No! No pudo haber sido eso”.
Lo último que Liam quería en el mundo era que Jericco viviese algo
como esto. Ninguna persona le desearía un infortunio así a su mejor
amigo.
Los próximos días fueron un infierno para Jericco, se sentía tan solo
y vacío que no quería hablarle a Liam, pensaba que le volverían a
hacer daño y lo único que anhelaba era estar distanciado de todos.
No podía mirarse al espejo como lo hacía antes de aquella noche,
porque cuando lo hacía miraba su cuerpo con aversión y repulsión,
tenía nauseas por sí mismo, se odiaba más que a nadie en el maldito
mundo.
Había veces en las que ni siquiera podía mirar a Liam, pues, sabía
que él había cometido violaciones y atrocidades con mucha gente, y
pensaba: “¿Esto que yo siento, lo sintieron sus víctimas?”, Jericco
le temía y cuando lo observaba recordaba las veces en las que Liam
le hablaba de sus violaciones, pero, su corazón seguía rompiéndose
cuando su ansiedad lo hacía pensar millones de cosas sin sentido, se
sentía tan vulnerable que ya ni siquiera quería comer… Pensaba
que todo lo que vivía era bien merecido para su castigo, creía que el
daño que le hicieron era justo y necesario porque se sentía como el
peor ser humano de la humanidad.
Escuchaba las voces de sus enemigos en su mente de día y de noche,
lo aturdían y lo atormentaban sin piedad con aquellas inolvidables
palabras que atravesaron su corazón en tiempos de derrota. El
terror que los presos le sentían se terminó, ya que lo hostigaban, lo
humillaban, lo golpeaban y lo acosaban diariamente sin importar la

349
presencia de los militares. Liam no podía hacer algo por él, porque
también era el centro de burlas y humillaciones de la prisión.
Liam estaba sumergiéndose en la profunda soledad del martirio y en
la tristeza que le ocasionaba el repentino alejamiento de Jericco, ya
no se hablaban y ni siquiera cruzaban miradas en la misma celda.
Los momentos en que Jericco se dirigía a las duchas para bañarse
eran realmente dolorosos, cuando los demás hombres se acercaban
a él le generaban miedo y tormento de que le fuesen hacer algo.
Los espantosos ataques de pánicos lo hacían sufrir antes de entrar a
las duchas, tenía un inmenso nudo en la garganta y una presión en
el estómago que lo reventaba del miedo, sentía una fuerte tensión
que lo mantenía hostigado todo el tiempo hasta hacerlo llorar de
consternación. La preocupación y los pensamientos intrusivos le
fundían la cabeza como una bala, no sólo eso estaba matándolo y
secándolo como un desierto infértil, sino el miedo y la ansiedad de
volver a ser violado le provocaba pesadillas lucidas; cuando se
metía bajo la ducha, tenía pánico de cerrar los ojos porque sentía
que alguien lo estaba observando.
Después de la violación le perdió el interés a muchas aspiraciones
que se hicieron ceniza en el fuego de su descontento, los altibajos
emocionales devoraron completamente sus sentimientos y lo dejaron
en la apatía. Las noches de insomnio eran irritantes, el hambre
instantánea o la pérdida del apetito lo enloquecían con la ansiedad
del encierro, y finalmente, la falta de concentración lo terminó
hundiendo en las arenas movedizas de los pensamientos suicidas.
Jericco empezaba a tener impulsos de automutilamiento, la falta de
autocontrol y la hostilidad lo llevaban a realizar movimientos
repetitivos que se incrementaban con las confusiones mentales. El

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nerviosismo y el enfado le daban la sensación de soledad, por las
noches tenía alucinaciones táctiles y visuales que reflejaban escenas
de la violación, y por el día, comenzaba a tener pérdida de memoria
y diversos episodios maniáticos que lo dejaban paranoico.

351
Capítulo 27: Ataques de pánico.

9 de noviembre del 1947.


Jericco despertó a las 4:00 am en medio de pánico mientras gritaba
y manoteaba su cama, el frenético ataque de nervios lo hizo actuar
coléricamente después de soñar con la repetitiva escena del trauma
que vivió un mes antes. Bajó de su cama con un brusco salto y luego
se metió desesperadamente en la de Liam para despertarlo, estaba
llorando con quejidos y jadeos de inquietud.
Liam despertó alertado y estremecido, Jericco estaba sacudiéndolo
en la cama con empujones.
– ¿Qué pasa, Pupilo? –Le preguntó Liam levantándose de golpe–.
¿Te duele algo?
Jericco se acurrucó en la cobija y Liam le colocó las manos en su
cabello.
– ¡Tengo miedo, Liam! ¡Tengo mucho miedo! ¡Ellos vienen por mí!
–Gritó con la voz temblorosa y desabrida, Liam le acarició el
cabello y lo miró compasivamente–. Por favor, perdóname, te lo
suplico, no quiero morirme, no quiero, no dejes que los hombres
vengan por mí… Por favor, –susurró con un gemido–, perdón por
no haberte hablado en todo este tiempo, sólo no quiero que ellos
vengan por ti.
Los ojos se Liam reflejaban una intensa tristeza al ver el llanto de
su amigo, Jericco le suplicaba fervorosamente mientras le halaba el
brazo.

352
– Escúchame, –le pidió Liam calmadamente–, respira profundo y
cierra los ojos, ¿Si? –Jericco resopló cansinamente, cerrar los
ojos era perturbador porque su imaginación lo hacía recordar el
trauma–. Sólo escucha mi voz y encontrarás la luz, no te dejaré
solo, ni hoy, ni mañana… Ni nunca.
Jericco se levantó con lentitud y se sentó en el borde de la cama.
– Gracias por no dejarme a pesar de haberme alejado de ti en las
últimas semanas, –dijo Jericco regresando a la normalidad–. He
estado sintiéndome bastante mal y no quise molestarte con mis
problemas personales…
Liam le interrumpió.
– ¡No vuelvas a decir eso, Pupilo! –Agregó con discordancia–. No
me molestaría en ayudarte con tus problemas emocionales, no sé
qué demonios te sucedió, ni de cuáles hombres hablabas, pero…
Eso no será suficiente para que dejes de ser mi mejor amigo, no
quiero que pienses que te haría daño por el historial que me trajo
hasta acá, porque solo en ti puedo confiar.
Jericco le sonrió.
– Jamás volveré a dejar que mis ansiedades me pongan en contra
de las personas que quieren verme feliz –añadió Jericco, contento
y ruborizado–. Te quiero tanto como a un hermano, ¿Lo sabías?
Liam quitó la cara de preocupación y detonó una risa optimista.
– No lo sabía, pero enterarme de ello me alegró la noche, –
comentó Liam–. Entonces… ¿Cuándo querrás hablarme de lo
que tanto te ha afectado?
Jericco borró la sonrisa de su rostro y cruzó los brazos, abstraído.

353
– Hmmmmmmmmmm, –hizo pensativamente con la cara contraída,
levantándose de la cama, Liam levantó la mirada hacia él–. No
quiero hablar de eso ahora, Coach, perdón por guardar misterios
todo el tiempo, pero, la verdad no estoy listo para hablar de ello
en este momento. Cuando te expliqué algún día lo que sucedió,
entenderás todo el silencio que guardé para protegerme.
Pero Liam volvió a preocuparse y se intrigó.
– ¿Estás seguro que guardar silencio te hará bien? –Interrogó–.
No quiero pensar que te estás lastimando por dentro, porque sé
qué se siente la frustración de no poder hablar de algo que tanto
te aflige con alguien.
Jericco bostezó exageradamente.
– Te prometo que estaré bien, –le respondió–. Verás que será así.
Liam le lanzó una mirada desconcertada y sintió nuevamente una
alerta de que Jericco mentía.
– ¿Okay? –Dijo conmovidamente mientras asentía con la cabeza–.
Creo que deberíamos dormir antes de que amanezca, al menos
hoy no nos dejarán mirando la puta pared todo el día.
– Cierto, –concertó moviendo la cabeza afirmativamente–. Tengo
mucho tiempo sin salir a jugar en el campo, –bostezó y luego se
estiró–, en fin, tengo mucho sueño. Duerme bien.
– Descansa, –dijo Liam acostándose nuevamente–. Nos vemos más
tarde.
Jericco se subió a su cama y se acostó abrazando la almohada, se
sentía aliviado y pudo dormir hasta el mediodía.

354
Capítulo 28: La prostituta del cristianismo.

Horas más tarde…


Jericco y Liam se encontraban en el campo practicando deporte por
la mañana, sentados en la grama descansaban y observaban a los
demás reclusos jugar futbol. Repentinamente, la atención de Jericco
fue capturada por una chica que platicaba con los militares en las
afueras del campo, –Jericco la observaba fijamente mientras bebía
agua–, ella estaba de espalda. Liam percibió la curiosa reacción de
Jericco al ver que la observaba con una extraña impresión en el
rostro y le preguntó:
– ¿La conoces? –Quiso saber–.
Jericco volteó la mirada hacia él, hizo una pausa y luego miró otra
vez a la chica. Jericco respondió luego de unos segundos.
– No, –respondió pensativamente–, Sólo que… Tenía mucho tiempo
sin ver a una chica en mi vida, ¿Por qué está aquí y no con las
otras mujeres?
Liam la miró y cogió su envase de agua, lo levantó, bebió un poco y
luego escupió el agua.
– Esa chica que estás mirando es la reclusa más peligrosa de toda
la cárcel, –respondió Liam–. Su venenosa preciosidad hipnotiza
a los militares, y como ves, le dieron el permiso de salir al campo
con los hombres mientras las demás mujeres están en sus celdas
esperando el turno para salir.
Jericco le quitó la mirada a Liam y luego la proyectó en la mujer.

355
– Por lo que veo le encanta llamar la atención con sus atributos –
comentó Jericco–. ¿Por qué está aquí?
De pronto, la pelota de futbol cayó de improvisto en donde estaba
Liam. Jericco la cogió inmediatamente y se la lanzó a los jugadores.
– La incriminaron de haber asesinado a una mujer en un convento
de Rumania –dijo Liam cansinamente, estaba sudando mucho–. Y
la acusaron de practicar magia negra en su hogar, no fue por
bruja que la llevaron a los tribunales, sino por la cantidad de
sacrificios que aparentemente descubrieron en su contra.
Jericco miró a Liam bastante interesado. Hacía mucho Sol y ambos
tenían la frente goteando de sudor.
– ¿Cómo terminó en Alemania si estaba en Rumania? –Preguntó
Jericco sugestivamente–.
– Estaba internada en el Centro Penitenciario Ortodoxo Rumano –
respondió Liam secándose el sudor del cabello con las manos–.
Estaba relacionada con la iglesia satánica y formaba parte de
una secta diabólica, algunos la reconocían como la prostituta del
cristianismo, porque no solo estaba relacionada con el satanismo
sino con el tráfico de mujeres en el Vaticano, muchos líderes del
catolicismo le pagaban para que se prostituyera y realizaran
orgías a cambio de muchísimo dinero, y claro, todo ese dinero
salía de las misas que hacían para recaudar fondos con la
mentira de que era una ayuda humanitaria. Luego la trasladaron
de Rumania para acá después de que la dejaran en coma por casi
siete años.
– ¿En coma? –Jericco se sorprendió mucho, quedó boquiabierto–.
No sé por qué siento que esa historia ya la había escuchado antes
de llegar aquí.

356
– Primeramente, los altos eclesiásticos la amenazaban con guardar
silencio de los secretos más oscuros del Vaticano, –dijo Liam–,
así que, cuando ella reveló los misterios de la iglesia fue atacada
por un grupo de hombres que entró en su propia celda durante la
noche, la golpearon brutalmente e intentaron quemarla, pero
afortunadamente no fueron quemaduras graves.
Jericco frunció el ceño y sonó un resoplido.
– ¡Malditos perros! –Exclamó Jericco con furia–. Toda esa gente
de la iglesia es una mierda, es aterrador ver lo que pueden hacer
con ese poder corrupto que creen tener. ¿Qué pasó después?
Liam tomó un sorbo de agua.
– ¿Qué te digo de esa gente enferma? –Dijo Liam irónicamente con
la voz alta–. ¡Estaban matándola en Rumania! –. Decían que
estaba poseída y sólo era una excusa para dejarla sin comer y
torturarla, los hijos de puta no descansaron hasta hacerla sufrir
e inculparla de esos crímenes.
– ¿Y por qué dicen que es la carcelera más peligrosa? –Preguntó
Jericco, confuso–. No me sorprendería saber que le hicieron lo
mismo que a mí, creen que tengo la lista más larga de homicidios
y no es así, porque todos fueron inculpados por gente poderosa
que sólo limpió su apellido con mi sangre.
Jericco exageradamente sudado y colorado por el Sol.
– Sólo es un rumor barato y sin sentido –admitió Liam con una
mueca– dicen lo mismo que decían de ti, que es una loca satánica
que hace brujería y le tienen miedo, quizá por eso los militares
hacen lo que ella les pide. La ven como alguien de mucho peligro
y no conocen su verdadera historia, sé que le pagaron a un juez

357
para que sólo inventara crímenes ficticios y la encerraran por
cadena perpetua.
Liam se echó agua en las manos y se las pasó por la cara.
– Por eso te digo, la gente la juzga y le teme sin razón, –concertó
Jericco–, esa chica es increíblemente astuta e inteligente, tiene la
capacidad de jugar con la mente de los militares y de controlar el
mundo a su manera. Quiero conocerla, me urge ya mismo.
Liam miró al campo distraídamente y les hizo una seña a los
jugadores.
– Intentaré presentártela, –dijo Liam–. No recuerdo su nombre en
este momento, sé que tiene el nombre de una ciudad europea.
Jericco levantó el pote de agua y se la echó en la cabeza, se sacudió
el cabello y le chocó la mano a Liam.
– Vale, no lo olvides, ¿Okay? –Le sugirió Jericco, levantó la vista y
se mordió el labio–.
Liam asintió afirmativamente con la cabeza y le soltó la mano con
una palmada en el hombro, se levantó y caminó hacia los jugadores
para jugar otro partido.
Jericco volvió a mirar a la chica y vio que ya no estaba platicando
con los militares, ella se encontraba mirando a los jugadores a
través del enorme alambre de púa que cercaba al mismo. Jericco se
conmovió al ver su familiar rostro desde la lejanía, él se levantó con
el pote en la mano y se dirigió hacia ella mientras cruzaba el campo
en medio de los jugadores. El cabello negro con fleco coreano era
lo más llamativo en ella, aquella delicada piel blanca y pálida que
relucía un maquillaje excéntrico y coquetamente seductivo, labios
delgados pintados de color tabaco relumbraban con el oscuro café
358
de sus brillantes ojos delineados, a pesar de su uniforme, mantenía
la vanguardia con su apariencia gótica de vampiresa medieval.
Jericco hace una pausa con pasmo y la chica direcciona la mirada
hacia él, ambos cruzan miradas distantes y el corazón se les acelera
frenéticamente. Jericco pone la cara de asombro y la chica hace un
gesto de llorar, ella expande la boca exageradamente y se pone una
mano en la frente mientras sus ojos se llenan de lágrimas. Un
prodigioso vendaval de aire caliente aparece de improvisto y mueve
onduladamente el cabello de la chica, por la mágica acción del
viento aparecieron sonrisas pasmadas y confundidas que iniciaron
un nuevo capítulo en la historia… ¡Era Aradia! Así mismo, Aradia
no estaba muerta y regresó a Jericco en el momento justo cuando
más se necesitaban los dos, y todo ese tiempo estuvo encerrada en
Spandau mientras escuchaba las polémicas y falsos rumores sobre
Jericco.
Aradia dio un salto de alegría y emitió un grito acompañado de
risas, Jericco corrió hacia ella y entró por la puerta de alambre que
conectaba con el patio y el campo. Aradia se dirigió hacia él con un
sollozo de emoción y se dieron un fuerte abrazo –Jericco lloró de la
felicidad y la levantó mientras le daba vueltas en el aire–. Algunos
presos y militares los miraron con extrañeza, pero Jericco y Aradia
no se iban a soltar por miedo a la gente que empezara a hablar de
ellos. Aradia estaba petrificada de la conmoción y Jericco no quería
soltarla porque sentía que habían pasado milenios sin verse, desde
que estaban en El Olimpo no se veían, ellos tenían muchas razones
por platicar de todo lo que les había sucedido últimamente. Además,
¿Cómo es que los dos estaban destinados para encontrarse de nuevo
en otro mundo?

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– ¡Dime que esto no es un sueño! –Bramó Jericco soltándola de sus
brazos–.
Aradia brincaba de la emoción, sonrío resplandecientemente con la
cara de asombro y lo volvió a abrazar.
– Llegaste nuevamente a mi vida para desaparecer la pesadilla de
la que he estado aprisionada, –le dijo ella en el oído–.
Jericco cerró los ojos mientras olía su cabello con una enorme
sonrisa. Tenía sus manos sobre la cintura de Aradia y ella tenía las
manos sobre los hombros de Jericco.
– Estamos marcados de por vida, –añadió Jericco emotivamente–.
¿Recuerdas que lo hablamos en Pléyades?
Jericco no podía dejar de sonreír, tenía una felicidad mágicamente
increíble.
– Siempre nos reencontraremos en cualquier camino que tomemos,
todo lo que sucedió en Pléyades nunca lo olvidaré porque fue allí
donde nos volvimos a juntar, –expresó Aradia soltándolo con un
resoplido–. ¡Maldita sea, creo que estoy muy drogada! ¿Cómo es
posible que nos suceda esto?
Aradia se apartó riéndose de Jericco y le colocó las manos sobre
sus hombros.
– Y ahora nos hemos reunido en el mundo en el que nos conocimos,
Me imagino que ya sabías que yo estaba aquí desde hace meses,
¿Cierto? –Preguntó Jericco pensativo–.
– ¡Obviooooo! –Afirmó con una exclamación–. ¿Acaso crees que
los chismes no volaron en Alemania? ¡SÉ TODO LO QUE HA
SUCEDIDO CONTIGO DESDE QUE DESPERTASTE!

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– ¿Cómo es que tú también estabas en coma? –Preguntó con una
impresión maravillada–.
– Estuvimos en coma en el mismo tiempo y por ello dejamos este
mundo para encontrarnos en otro, –respondió ella alegremente–.
No me preguntes por qué, porque las casualidades son vuelan y
la magia si existe.
– ¡Te he extrañado mucho! –Vociferó Jericco–. Y después de tantas
vueltas ahora sé que después de la muerte si hay vida, y no es
como mucha gente dice sobre lo que sucede después de morir.
– ¡Yo también te he echado mucho de menos! –Gritó Aradia con
una risa–. No te imaginas lo preocupada que estuve todo el año
pensando en todo lo que había pasado contigo, ¿No crees que
esto es raro?
– ¡Lo es! –Ratificó con pasmo–. Todo este tiempo creí que lo que
había vivido en otra vida era una simple ilusión pasajera, una
utopía fantasma que simplemente me regresó de la muerte para
mostrarme que el infierno existe, y es este mundo.
– Yo siempre supe que te encontraría tarde o temprano, –dijo
Aradia–, algunas veces pensaba en que todo fue una mentira y
que nada de lo que sucedió era cierto… Pero, una fuerza dentro
de mí me demostró que todavía tenemos una larga vida por vivir,
y sobre todo, una misión que cumplir en este mundo.
– Me hubiese encantado pensarlo de esa manera, –murmuró él–,
pero, creo que la depresión, la ansiedad y el encierro colapsó mi
mente hasta estallar mi cabeza con desgracias e infortunios.
– También luché contra esas ansiedades cuando me encerraron por
primera vez, ¿Sabías que me condenaron de crímenes que no me
pertenecían? –Comentó ella repentinamente–. Al igual que tú me
juzgaron por delitos ajenos de gente poderosa.

361
– Desde que me lo dijeron lo sospeché por instinto, –dijo Jericco–,
sabía que cuando acusan a alguien por muchísimos cargos es
porque algo hay detrás de ello.
– ¿Sabes qué me enfureció mucho? –Replicó furiosamente–, ¡Que
te hayan culpado por la muerte de tu madre! También me dolió
que la puta esa que conociste en Heidelberg te haya traicionado,
sé que tú no eres capaz de cometer esos atroces crímenes de los
que te incriminaron…En Pléyades demostraste que luchas por tu
gente, y que darías la vida por las personas que amas, y eso es
algo que siempre admiraré de ti.
Jericco la miró haciendo una mueca con la boca y le dio un abrazo.
– Gracias por ser tan pura y transparente conmigo, créeme que
pensé que te había perdido para siempre. Siendo sincero contigo,
todo lo que sucedió en el tribunal me afectó mucho…
– Lo sé, pero, ya estoy aquí. Te acompañaré y te prometo que ya no
te castigarán más, ni siquiera te pondrán a mirar una pared todo
el día porque me encargaré de eso.
– ¿Y cómo lo harás? ¿Magia?
Aradia hizo un ademán con las manos y se cubrió la boca con una
mirada de picardía.
– Me acuesto con el Coronel Morgen, jajajajaja. Somos amantes,
nadie en la cárcel lo sabe, sólo tú.
Jericco la miró paralizado del asombro y se río forzadamente.
– ¿En serio?
Jericco se quedó pensando por un momento, no sabía qué decir, era
impactante y confuso así que se río con ella.

362
– ¡Sí! Así que no te preocupes en que te volverán a castigar porque
tampoco lo harán con tu compañero de celda.
– ¡Demonios, tú sí que estás loca! –Graznó boquiabierto–, eso es
asqueroso, pero si lo harás por ayudarme muchas gracias por
ello, Liam te lo agradecería mucho.
Aradia se cubrió la frente con una mano, había mucho Sol y hacía
bastante calor.
– No me lo agradezcas porque lo disfruto mucho, además ese viejo
tiene una polla increíblemente grande y sabrosa.
Jericco volvió a reírse.
– ¿Desde cuándo te lo coges?
– Desde hace un año, ¿Por qué crees que hago lo que quiero en
esta mierda? ¡Soy la reina y me envidian!
– Wow, wow, estoy sin argumentos, eh, ósea que… Después que te
trasladaron de Rumania al despertar del coma, ¿Te encarcelaron
de una vez?
– Si, sin derecho a juicio porque los malditos del Vaticano le
hicieron creer al gobierno de Alemania y Rumania que yo era
una perra desgraciada sin futuro.
Jericco estaba sudando exageradamente. Aradia estaba acalorada.
– Jajajajaja, ¿Después de tantas orgías te mandaron al infierno?
– Ellos creyeron que yo me quedaría callada gratuitamente, pero
se equivocaron. Nada en esta vida es tan difícil como el silencio,
así que, lo siento mucho por ellos.
– Oye… Pero, te hicieron mucho daño, me explico, te dejaron en
coma casi muerta o prácticamente muerta. ¿Y todo fue porque no
quisiste callar sus secretos?

363
– Exacto, y por cierto quería comentarte algo… Cuando te bajé de
la cruz en Memphis recuerdo que hablamos mucho sobre nuestra
muerte, y si no lo olvido te dije que me quemaron en una cruz, y
así fue, solo que perdí el conocimiento en medio del fuego y por
fortuna las quemaduras en mi cuerpo no fueron tan graves, así
que, han pasado muchas cosas que creo que cambiaron porque
no son la misma versión que yo tenía antes de caer en coma.
Jericco se confundió y la observó ambiguamente.
– Eso es extraordinariamente insólito, –dijo Jericco rascándose la
cabeza con ansiedad–, estoy seguro que muchas cosas sucedieron
como si hubieran sido planeadas para cambiar con el tiempo, a
mí me enterraron vivo y luego de unos días me encontraron
drogado en un ataúd, y como vieron que todavía estaba vivo a
pesar del estado vegetal me internaron para esperar que
despertara y así enviarme a la cárcel, y mírame, hoy estoy preso
conversando con mi mejor amiga que también estuvo en coma
por casi el mismo tiempo que yo, y con la que estuve en otra vida
mientras nuestros cuerpos estaban muertos.
– ¿Al menos sospechas por qué estamos aquí?
– Sé por qué… Y tú más que nadie entenderá la respuesta.
– ¿Me explicas? –Le pidió Aradia–.
– Balam, su nombre lo dice todo. ¿No es así?
Aradia arqueó las cejas y miró hacia el campo sin alterarse, estaba
calmada con la respuesta, luego asintió con la cabeza.
– Yo también lo sé, –añadió ella ladeando la cabeza–. Porque
también hablé con él, yo desperté un año antes que tú y él estuvo
conmigo en los primeros días cuando intentaba entender lo que

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había pasado. Aunque actualmente no recuerdo qué pasó después
del Olimpo.
– Yo ni siquiera recuerdo qué pasó después del Olimpo –repitió él–
lo único que sé es que mi mente se puso en negro, no lo sé, fue
muy raro, luego desperté como si nada en un hospital después de
cinco años, ósea, siento que estamos locos hablando de ficción.
– No es ficción, es la realidad. ¿Qué te dijo Balam?
Jericco se apartó de Aradia y lanzó su botella vacía al recipiente de
basura, luego caminó hacia ella y se movieron a un sitio en donde
había sombra.
– Balam me habló sobre éxitos y riquezas que vendrían después de
un largo camino en el que habría luz y oscuridad, –reveló
Jericco–. También dijo que yo tenía una misión muy importante,
y esa era encontrarte a ti y a Roxette porque estaban en algún
lugar del mundo esperando por mí, creo que ya cumplí una de las
misiones, pero, creo que hay algo más por hacer…
– ¿Roxette? –Preguntó Aradia desconcertadamente–.
– Sí, al parecer también estaba o está en coma, –dijo él, aún más
desconcertado–. Balam dijo que tengo futuro en el ocultismo,
según él, dice que después de lo vivido en Pléyades tengo muchos
conocimientos que podrían ayudarme a crecer como rabino.
– ¡A mí también me dijo eso! –Concordó con la voz alta, estaba
suspensa y atónita–. Él dijo que tendríamos una larga vida hasta
el día en que nos toque morir para dejar este mundo, al menos no
envejeceremos tan rápido porque tendríamos la juventud de la
mano.
– ¡Eso me encanta! Por cierto, ¿Compartes tu celda con alguien?
– Sí, tengo una compañera de celda a la que amo muchísimo, creo
que hasta más que a mi propia madre.

365
Jericco se río.
– ¿Cómo se llama?
– Annette Warner.
– ¿Por qué está presa?
– Está aquí por matar y torturar a cincuenta hombres con los que
se acostó, ella nació en Berlín y creció en Múnich, y en sus
últimos años de libertad estuvo en Colonia hasta que le
encerraron por cadena perpetua.
– ¡Que regía! –Jericco bramó con entusiasmo–. Mi amigo Liam, él
también está aquí por homicidios, torturas, pero tiene
muchísimos cargos de violaciones.
– ¿Liam? ¡Pero si parece un ñoño!
– ¡Jajajaja! No –negó suavemente con la cabeza– no es para nada
tonto, tiene un historial de crímenes demasiado larga y créeme
que aparte de ser un asesino en serie, es una de las mejores
personas que he conocido en el mundo.
– Te entiendo, tal cual como yo amo a Annette, esa perra esa una
demente, deberíamos hacer que tenga una cita con Liam.
– Liam es gay.
– ¿En serio?
– Sí, pero, afortunadamente los presos ya no son tan homofóbicos
como en los primeros días.
– Bueno, yo soy lesbiana y si alguien me dice algo lo pongo a
comer mierda en el maldito baño. Yo no le tengo miedo a nadie, y
mucho menos por mi sexualidad, si me gustan los hombres y las
mujeres no debería ser problema de nadie. Porque igual en la
cárcel terminan violándose unos a los otros y ahí no les importa
pensar en quién es homosexual y quién no lo es.

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Jericco le clavó una mirada afligida cuando escuchó el término de
violación, él le escondió la cara y después alzó la mirada hacia ella.
– Tienes razón, aunque yo últimamente no me fijado en hombres ni
en mujeres, creo que me siento insuficiente para ellos o no lo sé,
pienso que después de todo lo que me ha sucedido lo único que
anhelo e intentó es vivir mi vida en paz conmigo mismo por más
difícil que parezca.
– Jericco… ¿Qué pasa? –Preguntó Aradia mirándole los ojos con
fijación–.
– Ah, no, no pasa nada sólo que, me afecta el hecho de que la gente
me mire como a un nazi, asesino y violador sin sentimientos.
– Oye, –dijo ella con un tono de voz apacible, le tomó la mano y le
miró los ojos con afición–, te recuerdo que a mí también me han
juzgado erróneamente de crímenes ficticios que nunca existieron,
y de algunos homicidios que realizaron los altos del catolicismo
con la finalidad de hundirme, ¿Y sabes algo? –Ella sonrío–, por
más loco que suene he estado sacándole el juego a la naranja
podrida, todos hicieron creer que soy una mujer peligrosa y que
tengo un largo historial de atrocidades, así que me aproveché de
eso para intimidar a la gente y lucirme en esta cárcel para que
no vengan a cagarme la vida.
– ¿Por qué no tengo la misma inteligencia que tú? A veces eres tan
lista y avispada que me asustas… Te doy la razón y te admiro por
esa exquisita cualidad de ti, los primeros días que me internaron
en la catacumba la gente me temía y después de que me sacaron
de ella, los reclusos no se me acercaban porque creían que yo los
iba a convertir en sapo.
– Jajajaja, escuché mucho que decían que tú hacías brujería en la
catacumba. ¿Esto no te recuerda a Pléyades?

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– ¡Si, la gente es tan imbécil! –Exclamó risueñamente–. Es como
estar en el medioevo, ¿Por qué juzgarían de brujería a alguien en
pleno siglo 20?
– Más allá de eso creo que hubo fuerzas sobrenaturales que te
protegían desde el infierno, –dijo Arada acomodándose el fleco–.
Y sé que Balam está detrás de todo esto, ¿No lo crees?
Jericco se quedó pensativo mientras miraba el suelo.
– Pensé eso en algunas veces, creo que el exorcismo sirvió de algo
para que me sacaran de la catacumba y me reencontrara contigo.
– Hmmm…. Probablemente sí podría tener sentido, ¿Supiste lo que
le sucedió a tu abogada?
– ¿Cuál abogada? –Le preguntó Jericco abstraídamente–.
– Gretchen Rockefeller, la mujer que quiso ayudarte cuando no te
dieron el derecho de tener una defensa.
Jericco soltó un bufido y recordó cuando estaba en el tribunal.
– ¿Qué le pasó a ella?
– La secuestraron cuando salió del tribunal, la metieron en un auto
y la transportaron a una carnicería. La violaron, la ahorcaron y
la mutilaron, después se la arrojaron a los pájaros negros.
Jericco se estremeció un poco.
– ¿Y cómo identificaron sus restos?
– Hubo testigos que afirmaron ver a un grupo de hombres con una
chica a la que forcejeaban y maltrataban, y después de unas
horas encontraron su identificación en el piso. Le encontraron
las pertenencias y no tardaron en identificarla, me imagino que
ya sabes quiénes fueron los agresores.

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– Sospecho perfectamente por lógica quienes fueron los causantes
del asesinato, y puedo deducir que fue un crimen estructurado
para sacar a Gretchen del camino. Ella tenía muchas evidencias
claves y conocía testigos confiables, mi padre y John Stephenberg
están detrás de todo esto.
– También pienso que el juez Carl Sweettumberg está relacionado
con ese par de maricas, –dijo Aradia–.
– Gretchen me habló en el juicio sobre un testigo que tenía bajo la
manga para impedir que me metieran en la cárcel, Dalton Ernst,
era un hombre al que le vendía información de los Nazis en 1942.
– ¿Y qué pasó con Dalton?
– También lo mataron, eso le afectó mucho a Gretchen, lloró en el
juicio cuando me hablaba de él.
– Creo que ellos no descansaron hasta conseguir lo que querían, y
de cualquier manera iban a actuar en contra de ti con el poder
que tenían.
– Fueron ellos, esos malditos perros hijos de puta, –Jericco desvió
la mirada al campo, sus ojos llameaban de furia y rencor–. Lo
que nunca olvidaré es cuando mi padre y Stephenberg me fueron
a ver en la catacumba, el primer día de encierro cuando sentía
que iba a morirme por lo que pasaba en mi vida, el mundo estaba
celebrando mi derrota y mis enemigos cantaban victoria porque
sabían que me habían destruido.
– ¿TE VISITARON? –Replicó Aradia con un aullido–.
Aradia tenía la cara de amargura.
– Mi padre fue a la catacumba con un látigo y me flageó una y otra
vez –las palabras sonaron ásperamente con la voz destemplada–y
Stephenberg me drogó una última vez con una poderosa dosis de
clembuterol, fentanilo y lidocaína.

369
– Pedazos de mierda maldita, –balbuceó enfurecida sacudiendo la
cabeza–, de lo que estoy segura es que a esos maricones les
llegará la hora para sufrir, tarde o temprano pagarán por lo que
hicieron y yo estaré allí para verlos morir.
– Amén, –dijo Jericco iracundamente–. Lo que no entiendo es por
qué yo tengo uniforme negro y todos los presos tienen color rojo.
Aradia le miró la ropa a Jericco y se carcajeó
De pronto, apareció un recluso de unos 30 años de contextura
delgada y tamaño mediano con la piel bronceada, su cabello era
pelinegro y usaba el peinado de una cresta de gallo. Aradia le quitó
la mirada a Jericco y la direccionó hacia muchacho, ella lo saludó
con un abrazo y dijo rápidamente:
– Alejo, ven, quiero presentarte a alguien muy importante en mi
vida.
Él miro a Jericco muy sonriente y le estiró la mano.
– Mi nombre es Alejo Becker, –Jericco le dio la mano y la apretó
con un movimiento–, es un placer conocerte, hermano.
Jericco le regresó una sonrisa. Aradia los miró emocionadamente.
– Soy Jericco, –le soltó la mano amablemente–, es un gusto, amigo.
– Alejo –dijo Aradia– él es el mejor amigo del que siempre te hablé
desde que llegué a la prisión.
– Oh, claro, también he escuchado mucho de ti, Jericco, creo que
tienes una gran reputación ¿No es así?
– Supongo que has escuchado muchas cosas malas de mí, –añadió
Jericco–, pero no importa, que bueno saber que Aradia te ha
platicado mucho sobre quien soy en realidad.

370
– Pareces un buen tipo, –opinó Alejo cruzándose de brazos, Aradia
le apoyó la cabeza en el hombro–, y creo que por lo que he visto
puedo deducir que eres un hombre de confiar.
– ¡Y lo es! –Vociferó Aradia, alegre, lanzándole un suave manotazo
a Jericco–. Éste perro reside en la celda que está a un lado de la
tuya, Jericco.
– ¿En serio? –Le preguntó Jericco a Alejo, asombrado–. ¿Nunca te
he visto por allá?
– Siempre te veo, diariamente, compartes celda con Liam y he visto
lo mucho que te ha afectado la perdida de tus libros. Yo le hablé
de eso a Aradia y ella también se afligió mucho por ello.
– Bebé, siento mucho lo que te pasó con tus obras, me hubiese
gustado leerlas, aunque odio leer. Pienso seriamente que debes
seguir escribiendo, ¿No lo crees?
– NO, –impugnó Jericco bruscamente–, honestamente ya no quiero
hacer nada referente a le escritura. Después de lo que me pasó,
prefiero no volver a escribir en lo que me queda de vida.
– ¿Tan rápido te das por vencido, Jericco? –Replicó Alejo–.
– Ni siquiera tengo los medios para escribir y planificar mis ideas
como solía hacerlo antes.
– Nunca te aferres a una vieja historia cuando puedes escribir una
nueva que pueda gustarte mucho más, –consideró Aradia, la voz
le sonó con amabilidad y gentileza–.
– ¡Y tienes mucho talento como para darte por vencido! –Repuso
Alejo–. Así que puedes tomarte todo el tiempo que necesites para
que lo hagas apaciblemente sin apuros, no te estamos obligando
a hacerlo, pero al menos no desperdicies el agua de ese océano
de arte que profundiza tu talento.
Jericco miró a todos lados eludiendo las miradas de Alejo y Aradia.

371
– Yo pienso que tienes mucho por qué escribir, –prosiguió Aradia–,
¿Y quién contará la historia que vivimos en Pléyades? ¡Tú eres
quien debe hacerlo porque confiamos en ti! Y sé que nunca
seremos olvidados por la humanidad, porque si tú dejas la huella
de lo que vivimos, la historia de la vida y la muerte cambiará en
tan sólo un segundo.
Alejo se acercó a Jericco y le dio unas palmaditas en el hombro.
– Piénsalo mucho, hermano. ¿Qué mejor compañía que la de tu
amigo, Liam? Sé que él también es escritor, y estoy plenamente
seguro que él no te dejará caer en la decadencia de la desidia.
Jericco les sonrío y agachó la cara suavemente, estaba conmovido
por el apoyo de los dos.
– Está bien, –afirmó Jericco con la cabeza mientras reía–, me han
ganado… Me convencieron, ¿Cómo es que me animaron en
menos de tres minutos?
Aradia empezó a reírse y se le lanzó a Jericco con los brazos
abiertos.
– Porque eres mi mejor amigo y te mereces lo mejor del MALDITO
mundo, aunque la sociedad te odie por ser tan valiente,
inteligente y talentoso.
– Apenas te estoy conociendo en persona, –dijo Alejo mirándolos
abrazarse–, pero ya estoy viendo el futuro de un gran artista que
contará la historia que nunca antes contó, eres un escritor con
mucho potencial y futuro.
Entonces Alejo se unió al abrazo junto a ellos.

372
– ¡Graciaaass! –Exclamó Jericco felizmente con la voz acelerada–.
Al menos sé que no estoy solo, me gustaría saber que los tengo a
ustedes y también a Liam.
– Nos tienes y no por un ratito, –reconsideró Aradia despelucando
el cabello de Jericco–, sino para siempre.
Mientras que los tres se abrazaban por varios segundos la gente los
observaba con gestos de ternura y asombro, de repente, Liam llegó
a ellos y se sorprendió al ver que estaban abrazándose con Jericco.
– ¿Holaaaa? –Dijo Liam confusamente, los tres se soltaron y lo
miraron–.
– ¡Liam! –Profirió Jericco repentinamente, Aradia y Alejo estaban
riéndose vergonzosamente mientras simulaban que hablaban–.
Me gustaría presentarte a 2 personas maravillosas, sé que ahora
te hablé de esta chica, pero créeme que la historia cambió, –Liam
miró a Aradia estremecido y ambiguo–, él es Alejo y ella Aradia,
su nombre original es Paris, pero por muchas razones prefiero
decirle Aradia.
– Es un placer conocerlos –gesticuló Liam contentamente dándoles
la mano a los dos–. Alejo, pienso que te he visto anteriormente en
alguna parte… ¿Tienes mucho tiempo acá?
Liam les soltó la mano y se situó delante de ellos, estaban parados
en círculo.
– ¡Su celda está al lado de la nuestra! –Dijo Jericco en voz alta–.
¿Cómo es que nunca antes lo habíamos visto?
Jericco dejó escapar una tos áspera y sus ojos se aguaron.
– ¿En serio? –Preguntó Liam, boquiabierto–.

373
Aradia se agachó y se quitó el zapato derecho, y del interior sacó un
lápiz labial color café y se pintó los labios.
– Sí, yo siempre los veo a ustedes dos, –dijo Alejo–, aunque nunca
estoy en mi celda porque siempre estoy trabajando.
Liam tenía la mirada fija en Alejo, sudaba desmesuradamente.
– ¿De qué trabajas? –Le preguntó Liam–.
– Soy barbero, –respondió Alejo levantando la vista hacia Liam–,
El Coronel me redujo la condena por brindar mis servicios de
estética a militares y reclusos.
Aradia dejó de pintarse los labios y se volvió a guardar el labial en
el zapato.
– Y obviamente que también me favorece de sus servicios –agregó
Aradia, levantándose el cabello, tenía la parte baja de su cabeza
totalmente rapada–. ¿Qué tal?
Jericco y Liam quedaron atónitos por el cabello de Aradia. Alejo
bajó la mirada hacia el rapado que le hizo y le sonrío moviendo las
cejas.
– ¡Meeee encantaaaaaa! –Prorrumpió Jericco soltando un bufido–.
Se te ve demasiado genial, ¿Cuándo te lo hizo?
Jericco le tocó la parte rapada y quitó la mano cuando sintió el
áspero cabello, le dio escalofríos.
– ¡Obviooooo! Hace unos días me lo hizo Alejo, –respondió Aradia
bajándose el cabello–.
Liam estaba encantado de ver la personalidad de Aradia, no podía
parar de sonreír.

374
– Te queda hermoso, –comentó Liam acariciándole el cabello con
delicadeza– puesto a que me encanta tu cabello, el rapado se te
ve súper genial.
– Y a mí me encantan tus cejas –agregó Aradia incorporándose
visiblemente alegre–. Son naturales ¿NO?
– ¡Claro! –Contestó Liam tocándose las cejas y parpadeando con
coquetería–. Me encanta tu estilo, a pesar de que estás presa
luces como una reina de belleza.
– Ohhh, gracias, cariño, –balbuceó Aradia cabeceando hacia un
lado–. Por supuesto que me encanta ser la sensación, ósea, no
por estar presa voy a parecer una zorra mal bañada, jajajaja.
Liam se empezó a reír con Aradia.
– Aunque eres una zorra refinada –le dijo Alejo irónicamente–.
– Y bien perra en la cama –balbuceó Aradia–.
Todos rugieron una carcajada.
– ¿Te lo dijo Morgen? –Le preguntó Jericco mordazmente–.
– ¡Jajajaja, la única perra es él! –Aradia sollozó de hilaridad–.
Jericco y Aradia se reían mordazmente. Liam paró de reír y le habló
a Alejo entre sonrisas.
– ¿Cuándo me cortas el cabello? –Le preguntó Liam a Alejo con
los ojos muy abiertos–. Mi cabello ni siquiera tiene forma, está
muy maltratado.
Alejo le tocó el cabello y escudriñó la raíz, le quitó la mano y luego
se quedó pensativo mientras imaginaba un nuevo corte para él.
– Yo también necesito un corte de cabello, –le aseguró Jericco
despeinándose el cabello–, sólo mírenme… Parezco una lesbiana
deprimida.
375
Aradia desentonó una estentórea carcajada y empezó a reírse con
locura, Liam y Alejo estaban constreñidos de la risa mientras sus
caras estaban contraídas. Tenían un sentido del humor bastante
estúpido y extraño, no podían parar de carcajearse.
– Con mucho gusto les hago un cambio de look, –les dijo Alejo sin
pensarlo dos veces, tenía la voz ahogada de la risa–. ¿Cuándo
quieren?
Alejo dejó de carcajearse y respiró hondo, Liam estaba enrojecido.
– ¿Mañana? –Le preguntó Liam apesadumbrado–. ¡MIERDA! Será
imposible, nos pondrán a mirar la maldita pared blanca todo el
jodido día.
Jericco le clavó una mirada a Liam y le guiñó el ojo.
– No, ya no sucederá eso –Jericco negó con la cabeza hablándole
con la voz baja–. Aradia dijo que… Se encargará ella misma de
que no nos castiguen de nuevo, ella tiene la respuesta para eso.
Las miradas se direccionaron en Aradia.
– ¿De verdad? –Le preguntó Liam apresuradamente, estaba muy
entusiasmado–. ¿Cómo lo harás?
Liam le colocó la mano en el hombro a Aradia y la miró exaltado.
– Tengo un amorío con el Coronel Morgen, –confesó Aradia sin
sentir vergüenza, Liam la miró sorprendido–. Obviamente que no
estoy enamorada de ese tolete de mierda sudada, sólo que hay
algunas mujeres que sabemos aprovechar nuestra belleza e
inteligencia para conseguir lo que queremos.
Liam dio un sonoro suspiro de alivio y comenzó a hablar con la voz
tranquila.
376
– ¡Woooow! –Liam se asombró con un bramido–. Bueno, desde ya
te doy muchas gracias, nadie tiene los cojones para revolcarse
con una porquería tan sucia como Morgen.
– Ese maldito es una mierda viviente –dijo Aradia con un quejido,
poniendo la cara de desprecio y asco–.
Alejo mira hacia atrás y ve que los militares están llamando a los
presos para que regresen a sus celdas. Sin prestar atención a lo que
sus compañeros hablaban les dijo con un tono acelerado.
– Ya es hora de regresar a la celda, –anunció Alejo volteando la
mirada hacia los militares–.
Liam soltó un puñetazo a la pared y pateó la arena del suelo.
– No quiero entrar todavía –rezongó Liam, angustiado–.
– Maldita sea, –refunfuñó Jericco disgustado–. Esto es un asco, me
siento como un animal en cautiverio.
– Somos animales en cautiverio –dijo Aradia sarcásticamente– y
quizá en extinción por los feos que somos. Regresen a sus jaulas
desgraciados, que la reina de Spandau se encargará de que
nunca más los vuelvan a castigar por lo que les queda de vida.
– Esperamos que sí, –Liam y Jericco hablaron al mismo tiempo–.
Alejo se acercó a Aradia y le dio un abrazo, Liam le dio un beso en
la mejilla y Jericco le chocó la mano.
– ¿Nos vemos mañana? –Les preguntó Jericco–.
– Sí, nos vemos en las mesas del patio porque no quiero quemarme
más, –respondió Alejo–. Morgen dijo que me necesitaba en la
oficina porque quiere que le corte el cabello a su hijo.
– Hágale el peor corte de todos a ese hijo de perra –habló Aradia–,
necesito irme ya mismo al baño, tengo la menstruación.

377
– De acuerdo, –dijo Jericco–. Si no nos castigan para mañana, nos
vemos en el almuerzo.
– Sí –concordó Alejo dándole la mano a Liam y Jericco– mejor en
el comedor, cuídense todos, ya es hora de irme.
– ¡Adiós! –Aradia, Liam y Jericco hablaron simultáneamente–. Yo
ya me voy, ya saben, no olviden que mañana nos veremos y les
presentaré a Annette.
– ¡De acuerdo! –Bramó Jericco aceleradamente–.
– Chao, –dijo Liam–.
Aradia salió corriendo a los baños, Liam y Jericco se dirigieron a la
celda junto a los demás reclusos. Alejo pasó el día trabajando en su
oficio y Aradia se quedó con Annette en la celda maquillándose todo
el día, mientras, Jericco y Liam estaban tranquilos en la celda con
la bonita sensación de haber hecho amigos nuevos; se sentían aires
de cambio, Jericco sintió un alivio celestial cuando supo que Aradia
y él estarían nuevamente juntos.

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Capítulo 29: Propuestas indecorosas.

Al día siguiente…
Los chicos se reunieron en el comedor para almorzar. Las comidas
empezaban a enfriarse mientras esperaban a Aradia, tenían puestos
los codos sobre la mesa y jugaban con la desagradable comida que
les dieron en aquel mediodía, sólo era arroz mal cocido y huevos
revueltos que estaban exageradamente crudos, olía apestoso, lo
único que podían disfrutar sanamente era de los vasos de limonadas
sin azúcar que tenían servidos.
– Esta comida es realmente nauseabunda, –rezongó Liam entre los
dientes, revolvía la comida con los cubiertos y la olía con asco–.
Jericco levantó una cucharada de arroz y se la metió en la boca, era
imposible masticar por la dureza que le daba la consistencia de una
roca.
– ¡Ug, que puto asco! –Refunfuñó escupiendo el arroz en su
bandeja, la cara se coloró y se limpió la lengua–.
– No quiero comer, –aseguró Alejo mirando su bandeja con
nauseas–. ¿Y si tiramos la comida a la basura?
– No lo sé, –añadió Liam con la cara contraída del asco–, ¿Saben?
Aradia es un ángel, ha de no ser por ella estuviéramos ahorita
mismo mirando una pared sin poder hablar hasta la noche.
– ¡Cierto! –Exclamó Alejo regocijadamente, cogió el vaso y miró el
interior, después de pensarlo dos veces sorbió un poco–. Deben
hacerle sexo oral en modo de agradecimiento, jajajaja, ella no
les dirá que no.

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– Sólo me meto pollas en la boca –dijo Liam– pero si es necesario
chuparle la vagina por agradecimiento lo hago.
Jericco se río en tono bajo y le dirigió una mirada a Liam.
– ¿Te imaginas que su vagina tenga dientes? –Le preguntó Jericco
mordazmente–.
– Le vuelve mierda la lengua, –respondió Alejo soltando una risa
repentina–.
Liam se bebió todo el jugo tapándose la nariz.
– En serio, –agregó Jericco–, estoy verdaderamente agradecido
con Aradia. No sé cómo podría agradecerle lo que ha hecho por
mí desde que la conozco.
– ¿Cómo la conociste? –Preguntó Liam apresuradamente–.
– Es una muy larga historia, me gustaría contarte todo junto a ella
cuando llegue.
– Y también me encantaría saber qué sucedió contigo cuando
estabas en coma, es algo sumamente extraño de lo que no me has
hablado en el tiempo que llevamos conociéndonos.
Alejo empujó la bandeja de comida y se cruzó de brazos sobre la
mesa.
– ¿No te ha contado? –Preguntó Alejo lanzándole una mirada
asombrada a Jericco, luego le fijó la mirada a Liam–. Aradia me
habló de ello y te aseguro que será difícil de creer, pero todo lo
que digan es absolutamente cierto.
– ¿Qué fue lo que sucedió? –Liam se atragantó del pasmo, estaba
impaciente–.
En ese momento llegó Aradia.

380
– Buenas tardes, papacitos, –dijo Aradia con un tono suave, estaba
acompañada de una chica con gafas–.
Jericco y Alejo la miraron con una sonrisa. Aradia estaba con una
chica, ambas tenían sus bandejas de comida.
– ¡Enhorabuena! –Exclamó Liam, se levantó de la silla y le dio un
abrazo–.
Liam se sentó y Jericco se levantó para darle un abrazo. Se quedó
de pie y le preguntó:
– ¿En dónde estabas?
Jericco se sentó.
– Estaba buscando a esta perra, –le respondió socarronamente
señalando a la chica–. Ella es Annette, el amor de mi vida, mi
mejor amiga, conózcanla.
Annette era una chica blanca con fleco coreano y ojos achinados, su
cabello era muy parecido al de Aradia. Sólo que ella usaba lentes y
tenía el cabello un poco más corto, y Aradia lo tenía largo hasta las
costillas.
– ¡Hola, chicos, es un gusto conocerlos! –Exclamó Annette con
alegría, transmitía un sentimiento muy puro, era una mujer
amistosa y carismática–. Disculpen la demora, es que la zorra de
Aradia se demoró mucho maquillándose y pues, yo también
estaba arreglándome el cabello, así que…
Aradia y Annette lanzaron las bandejas de comida sobre la mesa,
después se sentaron.

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– No, no, –negó Alejo con la cabeza–, no se preocupen, estábamos
intentando comer esta porquería de comida que parece diarrea
de monstruo.
Aradia se cubrió la nariz y miró la comida con desagrado.
– ¿Tan fea está? –Le preguntó Annette con la cara de vómito–.
– ¡Feísima! –Exclamó Liam y Jericco al mismo tiempo–.
– Les recomiendo que sólo se tomen el jugo, aunque tampoco tiene
azúcar, –habló Alejo mirándoles las bandejas–.
– ¿NO TIENE AZÚCAR? –Gritó Aradia a todo pulmón–. ¿Qué
mierda de cárcel es esta? –La gente estaba mirándola, sorbió un
trago de jugo y lo retuvo en la boca, luego lo escupió en el piso–.
¡Qué ascoooo!
– Yo no comeré nada de eso, –dijo Annette, apartando la bandeja
lejos de ella–.
– ¿No pasa algo si beben limón con la menstruación? –Le preguntó
Jericco–.
Aradia lo miró y se quedó pensado.
– Mi mamá decía siempre que quitaba la menstruación, –comentó
Annette–.
– Su mamá lo que estaba era loca, eso es mentira, jajajaja, –dijo
Aradia riéndose repetitivamente. Todos empezaron a reírse–.
– ¡Aradia, muchas gracias! –Le gratificó Liam ferverosamente–.
– Te amo mucho, –le dijo Jericco a ella–, Liam y yo estuviésemos
sufriendo ahora si tú…
Aradia le interrumpió.
– ¡Ay, no me lo agradezcan! –Exclamó Aradia sonrientemente–.
Que lo hice con mucho amor y placer.

382
– ¿Mucho placer? –Le preguntó Alejo, acelerado, levantando una
ceja–.
– Obvio, con muchísimo placer y satisfacción, –respondió Aradia
coquetamente–, y demasiado… Jajajajaja, ayer me dieron una
cogida increíble, y Annette estaba escuchando todo.
Alejo puso cara de estupefacción, Jericco se tapó la cara y empezó
a reírse con Liam.
– Lo ratifico, –concertó Annette lanzándole una mirada seria hacia
Aradia, levantó las cejas y empezó a carcajearse–. Gimes como
una perra, me encanta, al menos disfrutaste en hacerle el favor a
tus amigos. Porque yo también estaba disfrutando auditivamente.
Jericco se quedó mirando a Aradia mientras se reía y le dijo:
– ¡Oye! Hablémosle a Liam sobre cómo nos conocimos y, ya sabes
de qué… Él quiere que le contemos todo porque yo no le he dicho
nada de lo que pasó.
– ¿No le dijiste? –Replicó Aradia–. Recuerdo que cuando le conté
a Annette pensó que yo estaba drogada.
– Yo también pensé que habías fumado algo, –replicó Alejo con el
ceño fruncido–.
Aradia se levantó y luego se sentó sobre la mesa, cruzó las piernas y
los miró a todos después de un bufido.
– Jericco y yo, estudiamos juntos en la primaria, –Jericco la miró
con una sonrisa y bajó la cara intentando no sonreír–. Solíamos
ser muy amigos hasta el último día de la primeria y, perdimos
contacto, ni siquiera sabía qué había sucedido con él, así que,
tuve que continuar mi vida en un orfanato porque cuando los
Nazis supieron mis padres eran judíos… Los enviaron directo a
Auschwitz, –Aradia empezó a hablar con la voz ronca–, y si, ellos
383
murieron en una cámara de gas en estado de desnutrición, pero,
afortunadamente ellos salvaron mi vida cuando les hicieron creer
a las autoridades Nazis que no tenían una hija, porque mintieron
diciendo que yo había desaparecido unos años antes para que no
me buscaran, recuerdo que era el último día de primaria cuando
todo eso pasó, yo estaba en la escuela y cuando regresé a casa
ellos ya no estaban… Sólo había un desastre en mi casa, tenía un
perrito al que mataron a patadas, eso lo hizo más devastador.
Corrí a la habitación de mis padres y ya no estaban, ni siquiera
sus pertenencias.
Jericco le sujetó una mano y la apretó junto a las suyas. Aradia
estaba intentando no llorar, tenía los ojos hinchados y aguados.
– Me diagnosticaron leucemia cuando tenía diez años, –prosiguió,
Annette le sujetó la otra y la acarició–, fue durante el tiempo que
empecé en el orfanato, bueno, después de todo lo que pasó pude
vencer la enfermedad y cuando cumplí 18 años, me echaron del
orfanato y después de ahí mi vida dio un giro considerablemente
drástico. Ustedes ya saben lo que sucedió luego, me internaron
en Rumania y tenía muchos enemigos que querían verme muerta
para así, no revelar los secretos que ocultaban, pero… Yo no les
hice caso a las amenazas que me hostigaban, por ende, me
atacaron allá mismo y después intentaron calcinarme, pero
favorablemente las quemaduras no fueron tan letales, ya en ese
instante había perdido el conocimiento por los golpes que me
dejaron en coma.
Aradia miró a Jericco y le acarició el cabello.
– Unos años después, Aradia estaba en coma cuando me tocó a mí,
–empezó a decir Jericco, se sentía la tensión en la mesa–, a esas

384
alturas de mi vida no sabía nada de ella… Después de lo que me
sucedió con Stephenberg en 1942, creí que había muerto, y aún
sigo creyendo que lo estaba. Tras ser torturado, envenenado y
drogado, tuve una experiencia extracorporal que desataría la
imaginación y los conocimientos de cualquier ser humano, luego
de perderme en una vasta y densa oscuridad cuando sentí que
había salido de mi cuerpo, llegué a diversos lugares aleatorios
del plano astral, fue algo sobrenatural e inexplicable que me
cuesta creer… Arribé a un mundo desconocido que tenía mucha
similitud con el medioevo, –Liam lo miraba desconcertado pero
extrañamente le creía porque sentía la sinceridad–, y fue en ese
instante cuando supe que había reencarnado en un universo
paralelo, en una lejana dimensión del plano astral donde veía
que después de la vida seguía otra en sucesión. No los obligo a
creerme porque sé que no tengo evidencias y quizá piensen que
tengo severos trastornos psicológicos, pero de lo que sí estoy
consciente es que en esa vida me tocó vivir sucesos atroces que
nadie debería vivir, y Aradia lo sabe más que nadie en el mundo.
Me relacioné con entidades malignas y establecí un vínculo muy
cercano con un demonio que cambió mi vida, ¿Saben algo? Ese
mundo que llevaba nombre de Pléyades me demostró que la
magia no es un tabú, sino un arte, porque la magia existe al igual
que las artes oscuras y el ocultismo es la evidencia de ello. Tuve
amigos en los que confié hasta que se convirtieron en enemigos, y
también conocí el mal encarnado de cofradías católicas que me
juzgaron como un hereje, me mortificaron y me crucificaron en
una enorme cruz hasta que… Aradia apareció de improvisto.
Liam levantó la mirada hacia Aradia obscuramente y con la voz
nerviosa dijo:

385
– ¿Por qué Aradia? ¿Ella también estaba allá? ¿Cómo? ¿Por qué?
Aradia lo miró y le respondió seriamente.
– Estuve en ese mundo desde que partí de éste, quizá no tenemos
evidencias, pero somos testigos uno para el otro. En medio de un
apocalipsis bíblico yo estaba en la multitud mientras Jericco era
flageado y humillado por sus enemigos, fue crucificado con una
mujer que se convirtió en la hermana mayor que nunca tuvo, ¿Y
saben algo? Esa mujer se llamaba Roxette Runford, y también se
encuentra en este mundo porque seguramente estuvo en coma o
muerta.
Liam tragó saliva y con la cara de sorpresa estaba pensando. Alejo
y Annette estaban serenos escuchando la historia por segunda vez.
– Aradia me bajó de esa enorme cruz cuando la catástrofe se hacía
más hostil, cuando Balam, el demonio al que amo como al padre
que nunca tuve, nos juntó por una exquisita casualidad y nos dio
la oportunidad de conocer a las nuevas personas en las que nos
habíamos convertido. Por eso, en Pléyades su nuevo nombre era
Aradia, en la mujer en la que había reencarnado, hija de la
Diosa Diana. Y en este mundo, es Paris Maxwell. Aradia y yo
compartimos una noche bajo las estrellas, pero, ella sentía que
algo malo sucedería y que pronto nos separaría. Y así fue, la
secuestraron mientras yo dormía y cuando desperté en la mitad
de la noche ya no estaba.
– ¿Quién la secuestró? –Le preguntó Liam–.
– Yo tenía grandes enemigos que también me perseguían, –le
respondió Aradia–, y cuando me encontraron con Jericco, me
amenazaron con matarlo a él si yo no me entregaba. Así que, me

386
entregué a mis enemigos porque no quería que mi mejor amigo
volviera a sufrir por las mismas manos que lo ahorcaron.
– Luego yo empecé a buscarla, pero cuando la encontré fue tarde
para salvarla, –añadió Jericco–, la encontré en el santuario de
una lejana iglesia abandonada, estaba crucificada y un montón
de sacerdotes le oraban como si fuese una especie de ritual, la
terminaron quemando viva y me sujetaron obligadamente para
que la viera morir quemada.
– Y así terminó mi vida en Pléyades, –dijo Aradia–, pero fue el
comienzo de una nueva transición en donde volvía a nacer en un
nuevo mundo.
– ¿Qué paso contigo, Jericco? –Le preguntó Liam, ofuscado–.
– Luché para liberar a un mundo entero de las garras de la iglesia,
y así fue como preferí la libertad de una civilización en lugar de
riquezas y fortunas. Opté del suicidio para emprender un nuevo
camino, escapé de Pléyades con la frente en alto y cambié la
historia de un mundo que empezaba a girar de nuevo.
– Y así mismo nos reencontramos en un nuevo mundo al que
pertenecíamos, –continuó Aradia con una hermosa sonrisa que le
hizo brillar los ojos–, nuestros caminos siempre han estado y
estarán conectados. Nos volvimos a ver en el Olimpo, un lugar
muy diferente a Pléyades, era colorido, mágico y paradisiaco. El
único lugar que conocí en donde no había maldad y predominaba
la paz, el amor y la luz.
– Apenas empezaba a vivir una vida rosa color pastel hasta que
por una extraña razón desperté en un hospital, con el fuerte
impacto de saber que había estado por cinco años en coma, se
me hizo complicado creer y comprender que esta era mi cruda
realidad, no podía asimilar nada con lo que había vivido en otro

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mundo. Y repentinamente, el día de ayer me reencontré de nuevo
con Aradia en ésta vida, y es muy raro, ¿No?
Liam cambió la cara de asombro por una sonrisa.
– Y en este preciso momento estamos aquí una vez más para el
próximo desafío, –dijo Aradia levantando el vaso de limonada,
todos cogieron los vasos y también lo levantaron para brindar–.
Rodeados de las mejores personas que hemos conocido en este
año, y aunque parezca mentira, ustedes son la única gente con la
que puede ser yo misma y sentirme en confianza. Brindemos con
este horrible jugo de limón para que sigamos creciendo como
heroínas y nunca caigamos en las garras de la soberbia, ¡Larga
vida para nosotros!
Todos juntaron los vasos y lo levantaron después de un toque.
– ¡Larga vida! –Dijeron en voz alta mientras bebían la limonada
con las caras constreñidas–.
Liam se levantó de la silla y mientras sonreía, dijo en voz alta:
– Lo único que puedo decir es que, me siento honorado y orgulloso
de compartir mi vida con ustedes a pesar del poco tiempo en que
los llevo conociendo. Soy alguien de pocos amigos, pero, ustedes
son increíbles.
Aradia lo haló de la mano y le dio un fuerte abrazo, después le besó
la mejilla y le dejó marcado el labial.
– ¿No les gustaría hacer algo interesante? –Les preguntó Alejo–.
– ¿Orgía? –Dijo Annette irónicamente–.
– Yo creyendo que era la única que estaba falta de sexo, –comentó
Aradia con una risa acelerada–.

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– Jajaja, no, en realidad me refiero a que, si somos cinco personas,
podríamos hacer algo grande que nos cambie la vida en un solo
segundo.
– ¿Cómo qué? –Le preguntó Jericco ladeando la cabeza–.
– Como… Planear una fuga e irnos de este infierno, ¿Qué dicen?
Annette miró a Liam estremecida mientras se quedaban pensando,
Aradia y Jericco miraron a Alejo con una extraña expresión en el
rostro.
– ¿Estás hablando en serio? –Preguntó Aradia bajándose de la
mesa y sentándose en las piernas de Annette–.
Annette la abrazó por detrás y Aradia continuó pensando mientras
miraba a todos lados.
– A mí me gusta la idea, –admitió Liam lanzándole una mirada de
conmoción a Alejo–. ¿Por qué no? Somos muy jóvenes para creer
que pasaremos todas nuestras vidas encerrados.
El silencio era incomodo, sentían que alguien podría escucharlos.
– Me encanta la idea, –concordó Jericco después de un momento–,
pero no creo que sea tan fácil de hacer… ¿Ustedes qué dicen?
Aradia miró a Jericco con una expresión de maldad y sonrío.
– Yo me apunto, –dijo Aradia pensativamente, algo indecisa– sólo
que deberíamos planear algo a la perfección.
Liam empezó a jugar con la comida mientras pensaba en algo.
– Pensaré en ello todo el día y mañana les hablaré sobre alguna
idea que se me haya ocurrido, –añadió Annette soltando un
suspiro–.

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Alejo estaba en silencio mientras los escuchaba debatir, luego hizo
una pausa y repentinamente les habló a las chicas con suspicacia:
– Hace un par de días liberaron a los dos compañeros de celda que
tenía, y gracias a eso se me ocurrió algo que seguro les gustará
mucho, –ellas lo miraron sugestivamente y se acercaron a él–,
creo que ustedes podrían infiltrarse como hombres en mi celda y
así estar cerca de Liam y Jericco para planear una fuga perfecta.
Liam y Jericco lo miraron confusamente y se quedaron en silencio
para seguir pensando.
– ¿Y cómo haremos eso? –Le preguntó Aradia levantando una ceja
y girándose hacia Annette con aprensión–.
– ¿Cómo podríamos hacerlo? –Replicó Annette después de cruzar
miradas con Aradia–.
Jericco colocó los codos sobre la mesa y apretó los puños mientras
los escuchaba hablar. Alejo les respondió con la voz serena, estaba
confiado de que funcionaría.
– Si ustedes se cortan el cabello como si fueran hombres, y luego
entran a la celda con los demás reclusos podrían pasar un par de
noches antes de que los militares las descubran. Además, ustedes
dos son las mujeres más queridas por Morgen, y Aradia sabe por
que, si planeamos correctamente la fuga nos llevaría una sola
noche para escapar y nadie sospecharía de nosotros.
– Me encanta esa idea, –murmuró Liam acercando la cara hacia
Alejo–. Aradia y Annette podrían hacer algo sucio con el Coronel
para evitar sospechas, y ustedes saben que, entre más sexo haya,
más grandes serán las posibilidades de que puedan infiltrarse en
el edificio de los hombres.
– ¿Te refieren a un trío? –Le preguntó Jericco apresuradamente–.

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Liam asintió con la cabeza.
– ¡Entonces, hagámoslo! –Exclamó Aradia con una carcajada
escandalosa–. Si hay que coger mucho para nuestra libertad, no
debemos pensarlo dos veces. ¡A trabajar se ha dicho!
– Que perra eres, me encanta, –le dijo Annette con la cara de
apatía–, aunque también se me antojaba un pequeño trío porque
tengo mucho rato sin coger.
Liam y Alejo empezaron a reírse exageradamente, pero Jericco
seguía pensando en algo más profundo para que todo saliera a la
perfección.
– Chicas, deberán seducir al Coronel Morgen lo más ardiente que
puedan, –indicó Jericco con un tono bajo–, será necesario que lo
hagan enloquecer para que llegue un momento en donde ya no
pueda evitarlo más. Después, Alejo les podría cortar el cabello
para que parezcan chicos malos, y así mismo, se filtran con los
reclusos para cuando sea hora de almuerzo o tiempo libre de
hacer deportes.
Aradia se volteó hacia Jericco y le dio la espalda a Annette.
– Por supuesto, –acordó Aradia con un gesto afirmativo–, cuando
los militares me ven pasear por la prisión sólo me gritan halagos
sin enviarme a la celda, es el lado positivo de acostarme con el
Coronel porque todos saben que, si me hacen algo, Morgen les
sacará las vísceras y terminará cortándoles la cabeza.
– Ya me ilusioné con que podremos salir de este maldito infierno, –
murmuró Alejo apretándose las manos–, ¿Cuándo comienzan con
la misión?
– Hoy mismo, –respondió Annette con mucha seguridad–. Manos a
la obra.

391
– Sólo quieres hacerlo ya mismo porque sabes que tendremos sexo
–dijo Aradia con humorismo mientras se mordía el labio– ¿No es
así?
– Lees mi mente, cariño, –afirmó Annette con un gemido sensual,
luego empezó a reírse–, ¿Para cuándo creen que podremos salir?
– Para finales de año deberíamos salir –aseguró Liam–.
– ¿Podríamos establecer una fecha exacta para la fuga? –Preguntó
Jericco lanzándoles una mirada de intriga y suspenso–.
– Para el 31 de diciembre, –repuso Aradia con firmeza–, y así
empezamos año nuevo en libertad.
– ¿Se imaginan cómo se sentirá ser libre? –Les preguntó Alejo–.
– Ya no recuerdo qué se siente ser alguien libre, –dijo Jericco
mirando hacia los lados–, sólo en mis sueños lo sé.
– Sería algo mágico, –comentó Liam bajando la mirada mientras
suspiraba–.
– ¡Y así será! –Prorrumpió Annette con una gran sonrisa, Liam
alzó la mirada hacia ella–. Verán que muy pronto comenzaremos
un nuevo año en libertad, y estoy muy segura que viajaremos por
todo el mundo. Si es necesario nos cambiaremos el nombre y el
apellido para empezar una nueva vida.
Annette los alivió con un poco de positividad.
– ¿Cómo nos cambiaríamos el nombre? –Le preguntó Alejo–.
– Yo ni siquiera tengo dinero –dijo Liam–.
– Y yo que soy una maldita perra vagabunda, jajajaja, –la sonora
risa de Aradia fue contagiosa–.
– Yo puedo ayudarlos económicamente hasta que ustedes puedan
estabilizarse, –aseguró Annette con sinceridad–. No se preocupen
en pagarme porque no les recibiré dinero, por suerte, mis padres
me dejaron una fortuna antes de morir. Tengo el dinero suficiente

392
para que tengamos una mejor vida, y les aseguro que no habrá
fuerza natural que intente obstruir nuestro camino. ¿Vale?
Los chicos estaban muy contentos y agradecidos con Annette, tenían
una fulgurosa sonrisa que les daba un toque de suerte a sus planes.
– Muchas, muchas y muchísimas gracias, Annette, –le dijo Jericco
absorto y conmovido–, es muy extraño ver que todavía quedan
personas buenas en el mundo.
Annette le sonrío con las mejillas enrojecidas y se quitó los lentes
para limpiarlos con su ropa.
– ¿Serías capaz de hacer eso por nosotros? –Le preguntó Liam–.
– ¿Por qué no? –Dijo Annette como respuesta–.
– Gracias, Annette, –repitió Aradia desde el fondo de su corazón–.
– No me lo agradezcan, –replicó Annette–, desde ya comenzaremos
a trabajar para por fin dejar de ser aves en cautiverio.
– Genial, –dijo Alejo moviendo la cabeza afirmativamente–.
– Bueno, ya saben en lo que quedamos y espero que sea algo muy
privado de nosotros, –musitó Jericco poniéndose de pie, miró a
los lados y vio que los militares estaban llevando a los presos de
regreso a sus celdas–.
– Para noche vieja deberíamos estar yéndonos de esta puta mierda
–dijo Liam insolentemente–. Ya no soporto este infierno.
– Tranquilo, corazón, –habló Annette con suavidad y gentileza–. Ya
saben que para año nuevo seremos libres…
Aradia le interrumpió con un ademán.
– Desde hoy empezamos a trabajar por lo nuestro, –repuso Aradia
con la frente en alto, se sopló el fleco y luego se lo echó hacia un
lado–.

393
– Y nosotros también comenzaremos a planear el escape –continuó
Alejo poniéndose de pie–.
Annette estaba arreglándose el cabello, Aradia se levantó de la silla
y comenzó a maquillarse.
– Exacto, –convino Jericco acariciándose el cabello, luego con un
estiramiento se traqueó los dedos–. Alejo, ¿Podrías cortarme el
cabello hoy?
– ¿Y a mí también? –Le preguntó Liam apresuradamente–.
– Claro, –asintió Alejo–. Vamos ya mismo, quiero dejarlos como
nuevos.
Annette se levantó con un impulso pesado y bostezó.
– Ya es hora de irnos, –dijo Annette, Aradia la miró rápidamente y
guardó el labial en el zapato–. Esta semana no podremos vernos,
hemos estado mucho por fuera y eso causará problemas para que
podamos fugarnos.
– Cierto, –concertó Aradia acariciándose el cutis–, y así nosotras
trabajaremos en enamorar a ese maldito cabrón. No se vayan a
preocupar si no nos ven en los próximos días, les prometo que los
vendremos a visitar.
– ¡Está bien! –Prorrumpió Jericco limpiándose la boca con una
mano–. Por favor, cuídense y no confíen mucho en Morgen.
– Tranquilo, amor, –dijo Annette abrazando a Jericco–. Todo va a
estar bien, se los prometo.
Annette soltó a Jericco y se despidió de los demás con un abrazo.
– Chao, deben cuidarse también, –les dijo Aradia, despidiéndose
de ellos con un abrazo–.

394
Aradia y Annette terminaron de despedirse y se marcharon bastante
aceleradas. Los muchachos se retiraron a sus celdas con los demás
presos y dejaron las bandejas llenas de comida sobre la mesa. Alejo
les cortó el cabello a los chicos cuando llegaron a la celda.
Las semanas transcurrieron rápidamente mientras Jericco, Liam y
Alejo planificaban el escape perfecto que los llevaría directamente
al triunfo. Al mismo tiempo, Aradia y Annette trabajaban en lo suyo
con aleatorios momentos de locura y diversión, estaban jugando con
la mente de Morgen y eso era lo más gracioso. Las temporadas
navideñas se avecinaban y las ilusiones crecían con la imaginación
de ser libres y pasar año nuevo en libertad.
Jericco estaba trabajando fuertemente en intentar olvidar lo malo
del pasado y empezar una nueva historia, y afortunadamente la vida
estaba cambiándole para bien después de tener el peor año de
todos. Estaba acompañado de las personas que siempre necesitó y
que nunca pensó en tener, especialmente Liam y Alejo, quienes se
convirtieron en sus hermanos. Y a pesar de que eran pocas las
ocasiones en las que se veía con Aradia y Annette, ellas se habían
ganado un puesto muy maravilloso en su vida, aunque Aradia ya lo
tenía desde un principio.
Fugaces momentos de risas, felicidad y diversión envolvían la nueva
historia de Jericco, se sentía tan apoyado y amado que podía creer
en sí mismo sin pensar en resultados negativos que brotaban de sus
ansiedades e inseguridades. Estaba convirtiéndose en un hombre
nuevo y diferente, renacía de alegría y fortaleza mientras que los
viejos rencores se solidificaban con aspiraciones vitales que lo
hacían sentir más vivo que nunca; pero había un espeso humo negro
que evaporaba la pureza de las nubes blancas de su nuevo cielo, y
ese oscuro celaje eran los traumas que seguían dormidos en forma

395
de cargadas nubes negras a punto de estallar con relámpagos. Por
más difícil que parecía olvidarlos seguían allí presentes, sólo que
simplemente se anestesiaban con escenas brillantes y coloridas.
A pesar de los malos recuerdos, tenía la esperanza de sentirse feliz
para siempre sin tener que decepcionarse de las personas que lo
rodeaban.

396
Capítulo 30: Dolor navideño.

24 de diciembre del 1947.


(Una semana antes de la fuga).
Jericco no durmió en toda la noche mientras miraba el techo con los
ojos llorosos, intentaba dormir, pero el corazón le latía rápidamente
mientras se ahogaba en sus propias lágrimas. Desde la violación no
había llorado tanto como en aquella madrugada, estaba destrozado
por un viejo sentimiento que tenía clavado en el corazón, un oscuro
y punzante dolor en el alma que siempre lo acompañaría hasta el
último día de su vida.
La impotencia de no poder retroceder el tiempo lo sumergía en el
enorme vació de su olvidada memoria, lo perdía en el desespero de
gemidos y quejidos que resoplaban en tristes sollozos de clemencia
y emergencia. Liam despertó y se levantó inmediatamente cuando
oyó los clamores y lamentos que venían de la cama de arriba, eran
las 6 de la mañana y Jericco estaba acostado en posición fetal con
los brazos cruzados y con la cabeza bajo la almohada. Liam le quitó
la almohada de la cara con lentitud y se conmovió cuando vio que
Jericco lloriqueaba como un recién nacido, tenía la almohada muy
húmeda y los ojos realmente hinchados; Jericco estaba paralizado
del llanto, ni siquiera podía respirar porque jadeaba continuamente
hasta ahogarse con la saliva.
Los ojos de Liam se llenaron de lágrimas cuando vio el melancólico
estado emocional de su mejor amigo, se le hizo un terrible nudo en
la garganta y se llenó de fuerzas para hablarle.

397
– Mi pupilo, –susurró Liam con la voz lacrimosa–, ¿Qué te pasó?
¿Por qué lloras?
Liam se sentó en un costado de la cama acariciándole el cabello a
Jericco.
– La extraño, la extraño muchísimo, –balbuceó llorosamente con
un suspiro de dolor–, cada año duele, duele más… Y más, y más,
hasta que no puedo soportar su ausencia.
Liam comenzó a palmearle la espalda y a hablarle con la voz suave.
– ¿A quién extraña, Pupilo? Puedes hablarme de ella si quieres, sé
que eso te ayudará a sentirte mejor.
Jericco sollozaba apenadamente con las manos en la boca. Estaba
inconsolablemente roto.
– Mi abuela, –su voz sonó ahogada y desabrida–, mi abuela, cada
año la extraño mucho más… ¡Me duele! ¡Me duele no tenerla a
mi lado!
Liam se estremeció ante el deplorable dolor que Jericco transmitía
con su mirada.
– ¿Qué le pasó a tu abuela?
Jericco estaba temblando con la cara constreñida.
– Hace quince años… –Respondió con la voz trémula y soltando un
gemido–, hace 15 años murió, yo tenía 19 años de edad cuando
la perdí… Ella, –su voz se cortó con un jadeo de ahogo–, ella era
la única madre que me quedaba en el mundo, y no sabes cómo
me destruye éste maldito dolor que quema las razones que
todavía me quedan para seguir existiendo, debí haberme matado
cuando ella murió.
398
No había nada más desgarrador que ver la deprimente reacción de
Liam al escuchar el llanto de Jericco.
– Ay, pupilo, –dijo Liam dándole un abrazo de consuelo–, no digas
eso, porque eres joven y todavía te quedan muchos años de vida.
Además, tu abuela no hubiera querido que dijeras esas cosas, y
sé que a tu mamá tampoco le hubiese gustado porque tienes
muchas razones para vivir.
Jericco no podía controlar el llanto, era devastador.
– No, no lo sé, Coach, me seguirá doliendo, aunque pasen décadas
y más décadas porque esa es mi condena. El hecho de no tener
vivas a las mujeres que más me protegieron y me amaron, me
duele mucho, duele, Coach, du-du-duele muchísimo.
Liam soltó a Jericco y le fijó una mirada alentadora, pero los ojos
de Jericco seguían perdidos en la añoranza.
– Lo sé, amigo, y no me imagino el dolor que seguro sientes ahora
en una fecha tan emotiva como hoy.
Jericco volvió a acostarse con la mirada vacía.
– Sólo quiero verla y decirle lo mucho que la amo, quiero volver a
abrazarla y hablarle de todo lo que solíamos hablar.
Liam hizo una pausa y prorrumpió un estertor mientras observaba a
Jericco con los ojos aguados, después le habló con la voz animosa:
– Seguro que justo ahora tienes en mente los últimos momentos que
viviste con ella, y quizá fueron los más tristes de todos… Pero, ¿Y
si me dices las cosas que más te gustaban de tu abuela? ¿Cuáles
son tus recuerdos más bonitos con ella?

399
Jericco se quedó pensando y le regresó una mirada a Liam, se secó
las lágrimas con una sonrisa débil y le respondió:
– Recuerdo que, cuando era niño –jadeó con los ojos cerrados– me
llevaba a la iglesia en épocas navideñas en la medianoche, eran
misas que se hacían a las 5:00 de la mañana para recibir el
espíritu navideño y ella siempre me llevaba una hora antes para
caminar por la ciudad, ella tenía puesta su chaqueta invernal y
yo llevaba puesto el abrigo que ella tejió para mí, créeme, el frío
era verdaderamente fuerte pero al mismo tiempo era mágico,
recuerdo que cuando salíamos de casa sólo se veían las luces de
navidad y eso era lo más emocionante, ella me tomaba de la
mano y nos dirigíamos a la iglesia mientras mirábamos los
fuegos artificiales en el cielo, creo que nunca antes había visto el
cielo tan estrellado como en esas noches. Era muy conmovedor
porque ella era mi espíritu navideño, siempre veía la navidad en
sus ojos cuando me sonreía y expresaba todo ese amor por mí,
nunca había visto una mirada tan pura y sincera como la de ella,
–derramó una lágrima y volvió a jadear con un gemido–.
Liam se apiadó de sus palabros y empezó a llorar con Jericco.
– Veo que eras muy feliz cuando estabas con ella, por lo que dices
de tu abuelita sé que era una mujer maravillosa y especial, era de
esas estrellas fugaces que solo pasan una vez en nuestras vidas
para luego desaparecer… ¿Qué otros lindos recuerdos tienes con
ella?
Jericco lloraba con una sonrisa. Liam lo observaba, consternado.
– Yo solía contar los días en el calendario cuando navidad estaba
cerca, incluso cuando tenía 19 años, fue el último año en el que
lo hice… En los primeros días de diciembre iba con ella a las

400
tiendas navideñas para comprar muchos adornos, recuerdo que,
cuando adornábamos la casa quedaba como un hermoso palacio
y luego ella llamaba a todos los niños del vecindario para darles
regalos, especialmente a los huérfanos y a los que sus padres no
tenían dinero. Otro recuerdo que nunca olvidaré es cuando ella
me defendía de los niños que se burlaban de mí, y cuando ella
peleaba con mi padre cuando él me golpeaba sin alguna razón,
eran sonoros escándalos que se hacían en la casa, pero mi
abuela siempre ganaba, incluso… Mi padre llegó a golpearla
delante de mi cuando llegaba ebrio a la casa, a su propia madre,
y cuando mi mamá estaba viva, la amaba tanto como a su propia
hija, pero lo más hermoso de todo era cuando me llevaba a
prescolar todos los días, yo estaba tan apegado con ella que
lloraba muchísimo cuando le tocaba dejarme, mis gritos eran tan
desesperantes que la maestra se veía en la obligación de pedirle
a mi abuela que se quedara a ver la clase conmigo.
Liam dejó de llorar y le sonrío con los llenos de lágrimas.
– Ahora sé por qué la amabas tanto, –consoló Liam–, y también sé
que no hay nada en el mundo que te impida estar triste… Créeme
que estoy seguro que, a pesar de todo, tu abuela está orgullosa
de ti y te cuida desde donde quiera que esté. Eres un ser humano
y tienes todo el derecho de sentirte así, porque tienes
sentimientos muy nobles y tu instinto de nieto te hace extrañar a
esa mujer que te vio crecer. Te aseguro que muy, muy, muy
pronto saldremos de aquí y tu abuela estará con nosotros para
guiarnos el camino cuando seamos libres.
Jericco se sentó en la orilla de la cama y se secó las lágrimas.

401
– Claro que sí… Estoy seguro de que saldremos de esto y seremos
felices como siempre lo soñamos, –concertó Jericco colmándose
de aliento, se estaba calmando–.
– ¿Puedo decirte algo? –Le preguntó Liam repentinamente–.
Jericco levantó la ceja pensativamente.
– ¿Qué?
– ¡Feliz navidad, Pupilo!
Liam le dio un abrazo a Jericco.
– ¡Aaaahhh! ¿No es mañana?
– Sí, pero siempre he tenido la costumbre de celebrarla desde hoy,
y como es un día muy especial, hoy nos veremos con Annette,
Alejo y Aradia en el campo para pasar un día genial.
– ¡Claro espero que sí! ¿Alejo todavía está durmiendo? –Preguntó
Jericco bajándose de la cama litera–.
Liam bajó de un salto y se dirigió a los barrotes para mirar la otra
celda.
– ¡Alejoooo! ¡Despierta que es navidad! –Exclamó Liam con la voz
alegre–.
Alejo se levantó de la cama con un bostezo y un estirón, Jericco fue
a orinar mientras que Liam cantaba villancicos.
– ¿Enloqueciste, Liam? –Le preguntó Alejo poniéndose de pie con
una erección, estaba despeinado–. No me mires la verga, estaba
soñando que me cogía a un duende de Santa Claus.
– Entre más me digas que no la mire, mucho más la miraré.
Jericco terminó de orinar y miró a Liam carcajeándose.
– Pero que perra eres, amigo. ¡Buenos días Alejo, feliz navidad!
402
Jericco caminó hacia los barrotes para saludar a Alejo.
– Feliz navidad, viejo, –le respondió dirigiéndose al excusado, se
sentó y comenzó a orinar sentado–.
– Creí que yo era el único que orinaba sentado, –comentó Liam–.
– Yo también lo hago, –dijo Jericco–, es más relajante porque en
cada mañana que despierto parezco un zombi.
– ¡Sí! –Exclamo Alejo desde el inodoro–. También puedes cagar al
mismo tiempo, me encanta esta idea, eh.
– ¿Siempre que defecan, también orinan? –Les preguntó Jericco–.
– ¡Por supuesto! –Le contestó Liam chistosamente–. Y también
pueden masturbarse mientras cagan y orinan.
– Jajajaja, –Alejo rugió con una carcajada–. La realidad da mucho
asco, pero absolutamente todos lo hacemos.
– A la mierda con eso, –farfulló Jericco, bostezando–. Tengo
mucha hambre, maldición, cuando salgamos de esta porquería
debemos purgarnos para expulsar toda la inmundicia que hemos
comido en todo este tiempo.
– Al menos no estás tan delgado como antes, Jericco, –le dijo Alejo
levantándose del retrete, estaba limpiándose el ano con un trapo
viejo–.
– ¿Por qué? –Le preguntó Jericco–.
Alejo haló la cadena y se subió los pantalones.
– Porque cuando te sacaron de la catacumba parecías una perra
anoréxica, sin ofender.
– ¡Jajajajajajaja! –Se carcajeó Jericco ruidosamente, Liam estaba
riéndose con exageración–. Yo ni siquiera comía, los militares
eran tan hijos de putas que sólo me llevaban comida de dos a
cuatro veces por semana porque me tenían miedo.

403
Liam caminó hacia el retrete y se bajó los pantalones. Comenzó a
defecar mientras hablaban.
– Que maricas son, –replicó Liam con el ceño fruncido–, y así
dicen que la mariquita soy yo mientras que las putitas asustadas
son ellos… Malditos cabrones.
– Recuerdo que cuando le corté el cabello a un militar sin querer
tuve una erección, –comentó Alejo mientras se lavaba las manos–
mi polla se puso tan dura que él sintió la fricción y se levantó de
inmediato, creí que me golpearía o me gritaría, pero me hizo un
gesto demasiado gay y luego se sentó, le gustaba sentir mi verga.
– ¿QUÉ? –Preguntó Liam, boquiabierto–. ¿Cuál militar era? Yo
que he visto tantos atractivos y no he podido cogerme a ninguno.
– Yo también he visto militares muy sexys, –dijo Jericco–. Algunos
parecen ser tan rudos, pero en realidad son afeminados y buscan
hombres guapos para coger.
Liam se limpió el recto con un calcetín mojado y se levantó del
inodoro, se subió los pantalones y haló la cadena.
– ¿Jericco, te gustan los hombres? –Le preguntó Alejo–.
Jericco hizo una expresión indiferente y empujó los hombros hacia
arriba.
– Honestamente me encantan las personas sin importar qué sexo
sean, –le contestó serenamente–.
– Tienes razón, –admitió Liam mientras se lavaba las manos y la
cara–, también detesto que la gente utilice etiquetas sociales
para clasificar a las personas. Siempre me han gustado los
hombres, pero no hay algo que más odie en el mundo que usen mi
orientación sexual como burla.
Liam se secó las manos con una toalla y caminó hacia ellos.
404
– Siempre me han gustado los hombres y las mujeres, pero eso no
debería por qué afectar a la gente, –continuó Jericco–. Ya sabes,
la gente sólo te dirá marica sin saber quién eres y qué es lo que
te gusta, a mí siempre me acosaban por ser un chico afeminado,
delicado y sofisticado… Y a estas alturas de mi vida no entiendo
por qué les molestaba saber mi orientación sexual. ¿Acaso será
que les gustaba?
Alejo empujó una silla hacia los barrotes y se sentó con la cabeza
apoyada en la pared.
– Para la gente sexista no existe más que una orientación sexual, y
esa es, ser gay o lesbiana, –explicó Liam–. Si eres bisexual, ellos
no entenderán eso, sólo te llamarán gay o te dirán marica.
– La verdad yo nunca he menospreciado a una persona que sea gay
lesbiana, o bisexual, –añadió Alejo–, soy heterosexual y respeto
completamente la orientación sexual de los demás. Además,
existe una gran diferencia entre ser marica y ser gay, marica son
los hombres homofóbicos… Y ser gay, no es más que una
orientación sexual que no debería ser un tabú.
Alejo se levantó de la silla y se dirigió a su gaveta, la abrió y sacó
su cepillo de dientes. Fue al lavamanos y empezó a cepillarse.
– Todas las discriminaciones que han existido a lo largo de la
historia se fortalecieron cuando las religiones aparecieron en el
mundo, –agregó Jericco–, en especial las amenazas que hacía la
iglesia católica en tiempos medievales para asesinar a los
hombres homosexuales, o incluso, ejecutaban a muchos chicos
pensando que eran gays cuando en realidad no lo eran.
– Así mismo como los Nazis hacían con los homosexuales, –dijo
Alejo cepillándose circularmente los dientes–, a muchos hombres

405
los obligaron violentamente a ingerir hormonas sexuales
femeninas para alterarles el cuerpo, también les cortaban el pene
para cambiarlos de sexo.
Alejo escupió el agua y se lavó la cara.
– Y así como muchos otros actos crueles que nunca salieron a luz
pública, –habló Jericco irritantemente, la voz le sonó enfadada–,
yo estaba en la Zona 13 cuando sucedían esas cosas y créanme
que no eran para nada bonitas…
– Todavía no entiendo cómo sobreviví de eso, –musitó Liam–.
– Y yo tampoco, –prosiguió Alejo con un bufido mientras sacudía
la cabeza–. Aunque terminamos en un lugar peor.
– Iré a cepillarme los dientes, –dijo Jericco girándose hacia atrás–.
– Vale, luego voy yo, –concertó Liam–. La boca me huele a culo de
perro, cuando salga de aquí necesito ir a un odontólogo.
Jericco les dio la espalda y se dirigió hasta su cama, con un brazo
levantó el colchón y con una mano sacó su cepillo dental. Tiró el
colchón y caminó hacia el lavamanos, abrió la llave y empezó a
cepillarse los dientes.
– Y yo necesito ir a un prostíbulo –dijo Alejo– aquí no hay mujeres
bonitas y estoy falta de sexo.
– Hmmm, ¿Un prostíbulo? Estaría bien –suspiró Liam simulando
que se tomaba la idea en serio–.
– Deberías hacerlo también, –le animó Alejo–, sólo que debes usar
preservativos…
– Claro, claro, –asintió Liam repetitivamente–. Lo que pasa es que
no me gustaría tener sexo con desconocidos…
– Bueno, en eso tienes mucha razón. ¿Sabes? Retiro todo lo dicho,
no hay por qué acudir a una prostituta para satisfacerme. Pienso

406
que eso sería un acto realmente sucio y machista, simplemente,
me desagradaría pagarle a una dama para usarla sexualmente…
A mí madre no le hubiera gustado eso.
Jericco terminó de cepillarse y guardó su cepillo dental, luego
caminó hacia ellos mientras los escuchaba hablar.
– Concuerdo contigo, –dijo Liam–, en recordar que tuve una mujer
como madre, me incomoda completamente pagarle a una para un
acto sexual.
– ¿Será porque eres gay? –Le preguntó Jericco sarcásticamente–.
Alejo se río.
– Jajajaja, no, no, me explico, –profirió Liam con una risotada–, sé
que no le pagaría a una mujer para tener sexo porque no me
gustan, pero me refiero a que, si me gustaran, tampoco lo
hiciera.
– No entiendo, Liam, –dijo Alejo mirándolo con extrañeza mientras
se reía–.
– Olvídenlo, –añadió Liam dándose la vuelta–. Me iré a cepillar,
ya nos vendrán a buscar para ir al patio.
Los militares llegaron de sorpresa y Liam se lanzó un manotazo en
la frente. Alejo y Jericco detonaron con una gran carcajada.
– ¡Jajajajaja! –Rugió Alejo con las manos en la barriga–.
– Coach, cepíllate rápido, jajaja –le dijo Jericco aceleradamente–,
porque hoy estaremos mucho tiempo en el patio. Y no creo que
quieras hablar con el mal olor bucal.
– ¡Voy, voy! –Exclamó Liam apresuradamente–.
Los militares entraron a la celda y rápidamente los esposaron de las
manos, Liam y Jericco empezaron a reírse desenfrenadamente. Uno

407
de los militares entró a la celda de Alejo y lo esposó en medio de
una fuerte carcajada, los militares los miraban con una expresión
de extrañeza porque no sabían el motivo de las risas.
– ¡Necesito cepillarme! –Increpó Liam ahogado de la risa–. Por
favor, ¡Me huele la boca muy mal!
– ¡Me temo a que pasarás la navidad con la boca podrida! –Gritó
Alejo mientras se lo llevaban–.
Jericco estaba muerto de la risa, ni siquiera podía hablar.
– ¡JAJAJAJAJA! Le preguntas a Annette o a Aradia si tienen pasta
de diente –vociferó Jericco con la voz entrecortada, sollozaba de
la risa–. O le pides una menta a alguien.
Los militares los sacaron a empujones.
– ¡Nooo! –Liam continuó gritando en medio de risas con la cara
contraída–. Que maldita vergüenza ¡Aaaahhh!
Los militares se los llevaron al patio y pasaron gran parte del día
con Annette y Aradia, fue divertido y emocionante. Jericco tuvo la
primera navidad más bonita después de tanto tiempo, incluso, todos
estaban felices de haber convertido lo malo en algo bueno. Tenían
una amistad increíblemente sincera y verdadera, en tan poco tiempo
se consideraban mejores amigos y entre ellos creció la confianza
que nunca antes habían tenido con otras personas. Aunque Jericco
seguía siendo muy reservado y abstenido con sus amigos los amaba
tanto como a sí mismo, era una amistad sólida y cristalina.
En los próximos días continuaron viéndose muy seguido, porque el
día más esperado de todos estaba más cerca que nunca. Nunca se
habían sentido tan emocionados y nerviosos para dar un paso tan
grande como el de fugarse de una prisión de máxima seguridad, si

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las cosas no salían como fueron planeadas… Sus vidas correrían en
riesgo y tendrían que enfrentarse al peor castigo de todos, o bien, de
morir de la forma más sucia y miserable que pudiera existir.

409
Capítulo 31: Adrenalina: Plan de escape.

30 de diciembre del 1947.


Aradia y Annette planearon un perfecto método eficaz para la fuga,
y mientras los chicos planeaban sobre cómo escaparían la próxima
noche de año nuevo, las dos increíbles mujeres trabajaban con toda
la escrupulosidad y el potencial necesario para perfeccionar sus
metas. En la mañana del 30 de diciembre un nuevo lote de reclusos
fue recibido en la prisión, en donde se incluían mujeres de todas las
edades.
Aradia tuvo un encuentro sexual a primera hora con el Coronel
Morgen y fue acompañada por su amiga Annette, pero ambas tenían
algo en mente que cambiaría la vida de todos desde un principio. El
par de chicas encontró dos pastillas de Ramelteon en la gaveta de
Morgen unos días antes; el Ramelteon es un sedante que deprime el
sistema nervioso central, provocando relajación, adormecimiento,
reducción de la respiración, habla trabada, euforia, disminución del
juicio crítico, y retardo de ciertos reflejos.
Morgen se había acostumbrado a ingerir sedantes para evitar el
insomnio nocturno por el extremo cansancio de su trabajo, así que
Aradia pensó que sería la manera más segura de dormirlo y evitar
que él sospechase de ella. Aradia le colocó dos pastillas en su café
antes de tener sexo, y unos minutos más tarde, mientras Morgen
estaba roncando en la oficina Annette se apresuró en hacer lo suyo.
– ¿Ya está dormido? –Le preguntó Annette cuando vio a Aradia
saliendo del baño–.

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Aradia cerró la puerta sigilosamente y caminó hacia el escritorio de
Morgen en donde estaban el registro de todos los presos.
– Sí, sí, hagamos esto rápido… Tenemos menos de una hora para
regresar al patio.
Aradia comenzó a buscar la lista de los nuevos reclusos ingresados,
y de inmediato, se buscó a ella misma y a Annette en la lista.
– Creo que ya tengo el registro de los nuevos reclusos, –dijo
Annette levantando el archivo a la altura de sus ojos–. Ahora me
encargaré de modificar la dirección de la celda que le asignaron
a cada uno.
– ¿Para qué?
– ¿Lo olvidaste? –Replicó Annette–.
– Estoy muy nerviosa… Explícame una vez más, que estoy en una
laguna mental. Estoy colapsando.
– Recuerda que primeramente debemos borrar nuestros nombres y
la dirección de nuestra celda del registro de mujeres, –explicó
Annette escudriñando el documento–, ¿Para qué? Porque vamos
a poner el nombre de dos nuevas reclusas en lugar del nuestro,
para que así, las envíen directamente a nuestra celda mientras
que nosotras nos infiltraremos en el edificio de los hombres para
pasar la última noche con Alejo, Liam y Jericco. Saldrá bien, ya
verás que sí.
– ¿Pero cómo haremos eso?
– ¿Hacer qué?
Annette levantó una ceja y le lanzó una mirada ambigua, tenía las
hojas de los registros en sus manos.
– Infiltrarnos como hombres en la celda de Alejo, –repuso Aradia
con la voz temblona, estaba muy nerviosa e inquieta–.

411
– Inventaremos un par de nombres falsos para hacer creer que en
realidad somos nuevos reclusos, los militares no sospecharán de
nosotras… No hay nada más divertido que jugar con identidades
falsas, jajaja, –Annette se río con malicia mientras modificaba el
nuevo registro–. Ups, creo que ya estamos listas, tú serás desde
ahora Dylan Brown y yo Ángelo Giordano, tú un joven británico
acusado por estafa y yo un italiano treintañero por secuestro y
extorsión.
– ¡Jajajajaja! –Aradia se carcajeó con nerviosidad–. Estás loca, y
eso me encanta, ahora terminemos esta mierda para irnos de una
vez.
– Si, si, si, –dijo Annette, apresurada e impacientada–. Es que no lo
encuentro, sigue buscando más a profundidad.
Aradia encontró el listado de las presas en donde estaba su nombre
y el de Annette.
– ¡Aquí está, ya lo tengo! –Gritó Aradia de un brinco, lo tiró en el
escritorio y luego besó a Annette en la boca–.
Aradia le acarició las mejillas y se apartó lentamente.
– Me encantó ese beso, –susurró Annette mirándola fijamente a los
ojos con las mejillas sonrosadas–.
– Y para la próxima te ganas mi vagina completa, cariño, –musitó
Aradia poniéndole las manos en la cara con una sonrisa–.
Annette le puso las manos en las caderas y se pegó lentamente hacia
ella. Aradia se estaba mordiendo los labios provocativamente hasta
que Annette le puso las manos en el trasero y la besó con pasión,
Aradia empezó a jugar con la lengua de Annette mientras se la
succionaba con vehemencia.

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– Ya, ya, ya, –le suspiró Annette el oído con un gemido–. No hay
que perder tiempo, terminemos ya mismo de borrar los nombres
de nuestro listado antes que Morgen despierte.
Aradia le mordió la oreja suavemente y se apartó de Annette con
una sonrisa malvada.
– Yo lo hago, –dijo Aradia cambiando el registro, luego guardó las
hojas en su respectiva carpeta–. Listo, ya está, nuestros nombres
han sido borrados, y ahora dos nuevas presas ocuparán la celda
que era nuestra.
Aradia ordenó todo en su lugar y se acercó nuevamente a Annette.
– ¡Somos mujeres libres! –Exclamó Annette soltando un jadeo–. Ya
es momento de irnos, no puedo esperar más para…
Aradia la calló poniéndole su dedo índice en la boca y se le quedó
mirando mientras la tomaba de las manos.
– Creo que nos faltó algo por hacer…
– ¿Qué? –Le preguntó Annette acariciándole el cabello–.
– El amor.
Aradia le saltó encima y empezó a besarla frenéticamente, Annette
la empujó hacia atrás mientras la tocaba y la dejó arrinconada en
una esquina de la pared. Aradia levantó las piernas y aprisionó a
Annette mientras la abrazaba, Aradia empujó su cuerpo hacia ella y
empezó a chuparle la lengua mientras le introducía la mano en el
pantalón. Annette empezó a gemirle en el oído y Aradia le metió un
dedo en la vagina mientras que con el otro le palpaba el clítoris, y
de repente, un extraño ruido se escuchó venir desde afuera cuando
inesperadamente golpearon la puerta.
– Maldita sea, –murmuró Aradia apartándose de Annette–.
413
– Hay alguien afuera, –susurró Annette caminando hacia la puerta
sigilosamente–.
– ¡Señor Coronel! –Exclamo una voz masculina desde afuera–. ¿Se
encuentra bien?
Aradia miró la ventana y le haló el brazo a Annette.
– Salgamos de aquí en este mismo instante, –balbuceó Aradia, se
dirigieron silenciosamente a la ventana–. Cuidado y te matas.
Aradia se subió en la ventana con mucho cuidado y le dio la mano a
Annette.
– Maldita sea, me cago en la puta, –refunfuñó Annette cuando miró
hacia abajo con vértigos, era una altura inmensa desde el último
piso del edificio–. Dame la mano, por favor, odio las alturas, no
quiero matarme como una maldita enferma.
Aradia le sujetó la mano y juntas caminaron por el muro que estaba
al borde de la ventana. Aradia estaba riéndose con exageración, y
Annette sintió que moriría de un infarto.
– Cierra la boca, puta, que saldremos de esto juntas. Sólo no mires
para abajo porque puedes convulsionar como la propia imbécil,
solo mira al horizonte mientras te sujetas de mí y te sostienes de
la pared.
Estaban caminando en dirección horizontal, pero Annette empezaba
a marearse.
– Tengo mu-muchas nauseas, no puedo evitarlo más, vomitaré…
Creo que no lo soportaré, ¡Aaaahhh!

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Annette empezó a vomitar desmesuradamente, Aradia detonó una
escandalosa carcajada y por poco resbalaba al vacío por estar
burlándose.
– ¡JAJAJA QUE ASCO! Aguanta, que ya vamos a llegar al pasillo
del otro edificio.
Annette estaba pálida, la inmensa brisa de las alturas la aterraba.
Era casi imposible no mirar hacia abajo, sentía que iba a morir.
– ¡Tengo mucho miedo, desgraciada! –Increpó Annette riéndose a
todo pulmón con la cara cubierta de vómito–. ¿Quién se habrá
bañado con mi vómito? ¡JAJAJAJA!
Aradia miró hacia abajo serenamente, no les temía a las alturas.
– Probablemente le ensuciaste el uniforme a un militar o a otro
idiota que se paseaba por allí –le dijo Aradia con una risotada–.
El pánico de Annette cesó cuando llegaron a otra ventana. Saltaron
agarradas de las manos y llegaron al pasillo del edificio masculino.
– ¡Vamos rápido a la celda de Alejo! –Vociferó Annette mientras
corrían en el pasillo–. Si están allí no habrá necesidad de ir al
patio.
– Así aprovechamos de quedarnos con en la nueva celda para que
Alejo nos corte el cabello, –indicó Aradia cansinamente, corrían
con mucha aceleración–.
– ¡Sí, ya quiero que me rape! –Concertó Annette fatigosamente, se
estaba quitando el vómito de la cara y de su ropa–. Será lo
máximo, no puedo creer que lo logramos.
– Todavía no cantes victoria, porque aún no salimos de la prisión.
Llegaron a la celda de Alejo, pero ninguno de los chicos estaba allí.

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– ¡Están en el patio! –Graznó Annette encrespada–.
– ¡Vamos rápido!
Salieron corriendo velozmente con el corazón acelerado y con la
adrenalina en el estómago, bajaron las escaleras de todos los pisos
y salieron por la puerta trasera del pasillo principal hasta llegar al
patio trasero. Empezaron a buscar a Alejo mientras les miraban la
cara a todos los presos, pero era casi que imposible, era como
buscar una moneda en el fondo del mar, y de pronto, identificaron
desde la lejanía a Jericco gracias a que era el único recluso con
ropa negra; Aradia y Annette se apresuraron a él y comenzaron a
correr con más velocidad, Jericco estaba sentado en el campo con
Liam y Alejo.
– ¡Chicos! –Exclamó Aradia con la voz cansada, estaba enrojecida
y sudando excesivamente–.
Liam escuchó el grito de Aradia y la miró de inmediato, se levantó y
le hizo un ademan como señal a Jericco y Alejo para avisarles.
– ¿Cómo les fue? –Le preguntó Liam mientras las miraba llegar
con la impresión de que tenía buenas noticias–.
– ¿Qué pasó? –Replicó Jericco–.
Aradia y Annette se acercaron a ellos e hicieron un pequeño círculo
para hablar con un tono de voz bajo.
– Lo logramos, –dijo Annette con una sonrisa forzada, se veía muy
feliz–. Hoy entraremos al edificio de los hombres con ustedes por
medio de identidades falsas.
– ¿Qué? –Balbuceó Alejo boquiabierto y petrificado, girándose
para encarar a Annette mientras disimuladamente escondía la
máquina de cortar cabello en el bolsillo trasero de su pantalón–.

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– Larga historia, –repuso Aradia guiñándole el ojo–. Prepárense,
porque mañana seremos…
– ¡Libres! –Gritó Annette terminando la oración–.
– ¡No puede ser! –Gritó Jericco impresionado y emocionado–.
– ¿Qué esperan para cortarse el cabello? –Preguntó Alejo con los
ojos muy abiertos–. ¡Vamos ya!
Aradia empezó a aplaudir de la alegría y abrazó a Alejo.
– Vayamos al baño de inmediato –Annette habló entre dientes con
un brinco, Aradia soltó a Alejo y empezó a sacudir las manos con
ansiedad–.
Annette dejó escapar un aullido de alarma, estaba muy ansiosa.
– Vayan ustedes primero, –les dijo Alejo mirando alrededor para
asegurarse de que nadie los veía–. Para no levantar sospechas de
los presos o de los militares.
Las chicas asintieron con la cabeza y corrieron al baño tomadas de
las manos.
– Alejo, –añadió Jericco–, mientras que ustedes están en el baño yo
me quedo con Liam por si los militares comienzan a sospechar.
– Sí, sí, –afirmó Alejo moviendo la cabeza de arriba hacia abajo–.
Cualquier cosa, ustedes entran normalmente a la celda cuando
los militares empiecen a meter a todos los presos a sus moradas.
– Exacto, –reafirmó Liam con una mueca–. De igual manera las
chicas se mezclarán con los nuevos encarcelados después de que
salgan del baño, cuando ellas lleguen a tu celda debemos actuar
lo más natural posible e intentar no llamar la atención de los
presos. ¿Vale?

417
– ¡De acuerdo! –Respondió Alejo, apartándose en retroceso–. Es
hora de irme, nos vemos luego.
– ¡Suerte! –Le deseó Jericco con una sonrisa. Acto seguido, se
despidió alzando la mano y se dirigió con Liam hacia los filtros
de agua, estaban sedientos y acalorados–.
Alejo salió disparado hacia los baños y se encontró con las chicas.
Aradia y Annette tenían el cabello atado en forma de moño, Alejo
empezó con Aradia. Sacó la tijera de su bolsillo y le cortó el moño,
después encendió la máquina y le rapó toda la cabeza con la mano
temblorosa por el nerviosismo y la emoción, fue más rápido de lo
que esperaban. Repitió el mismo procedimiento con Annette y salió
del baño después de recoger sus cosas, Alejo no tuvo tiempo para
impresionarse del nuevo estilo que les había hecho a las chicas,
quizá y no era tan agradable, pero de ahí dependía la libertad de
todos. El tiempo estaba corriendo muy rápido y debían apresurarse.
– ¡Maldición que hermosa soy! –Bramó Aradia mirándose al
espejo con la boca abierta, estaba impresionada, parecía una
mujer diferente–. ¿Estás lista para salir a brillar?
Tenían la cabeza rapada de lado a lado, desde ya sentían la libertad
con el nuevo corte de cabello. Annette estaba obsesionada con su
reflejo, se sentía masculina y liberal.
– ¡También me encanta mi cabello! Nos vemos súper hermosas, y
sí, estoy más que lista para salir… Somos mujeres libres.
Aradia estaba lavándose la cara para quitarse el maquillaje.
– Este es el mejor renacimiento que nunca antes había tenido. Creo
que ser hombre se siente bien, siempre he querido serlo.
Annette y Aradia posaban delante del espejo mientras sonreían.

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– Vámonos ya, –dijo Annette ajustándose el pantalón, se giró y le
dio la espalda al espejo para salir–.
Aradia la siguió, estaba nerviosa.
– Tengo miedo, pero al mismo tiempo me siento muy feliz.
– Yo también, pero estamos juntas en esto, ¿Okay?
– Está bien, –concertó Aradia mirándola fijamente a los ojos, le
hizo una mueca y abrieron la puerta–.
Salieron del baño disimuladamente como cualquier hombre de la
prisión y lo más insólito era que lo parecían… Todos los reclusos
entraron a las celdas de regreso y sólo había un montón de hombres
en el patio que faltaban por entrar, eran los nuevos presos, y las
chicas se mezclaron con ellos en la fila mientras los militares los
llamaban para entrar.
Después de unos 20 minutos las llamaron:
– ¡Dylan Brown…! –Gritó el militar con un tono cortante mientras
miraba la lista, Aradia se cubrió la cara con la mano y caminó
rápidamente en medio de los presos–.
Minutos más tarde…
– ¡Ángelo Giordano! –Annette caminó hacia la puerta de entrada
con la cara agachada, el militar la dejó pasar sin sospechas–.
Aradia todavía no había subido a la celda, después de entrar con un
grupo de presos y militares se detuvo en el pasillo silenciosamente
para esperar a Annette. Se encontraron y caminaron hacia la celda
mientras seguían rápidamente a los demás presos, era importante
que ningún militar las viese lejos de ellos.

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Llegaron a la celda de Alejo y los militares abrieron la puerta y las
hicieron pasar, Liam y Jericco estaban riéndose en silencio cuando
vieron la torpeza de los militares. Alejo sentía que no soportaría la
risa así que se acostó mirando la pared, Liam y Jericco estaban muy
impresionados por el cabello de las chicas. Se veían muy diferentes
y tenían gorras que les tapaba la cara con una sombra, uno de los
militares cerró la puerta con candado y salió del pasillo detrás de
los otros.
– Primera misión cumplida en la lista, –masculló Annette cuando
los militares se fueron–.
Liam y Jericco se acercaron hacia los barrotes con asombro.
– ¿Saben? A veces me aterra el alto nivel de inteligencia de ustedes
–dijo Liam con las manos dentro de los bolsillos–.
Alejo se levantó de la cama y se sentó en la orilla.
– Nada es imposible cuando existe la motivación, –agregó Annette
sentándose en una silla, Aradia movió la otra silla a su lado y se
sentó–.
– Una mujer puede hacer cosas más grandes y poderosas que jugar
con la mente de un hombre débil, –comentó Aradia soltando
pestañeando con coquetería–.
– En eso concuerdo, –admitió Jericco–. ¿Cómo salió todo?
– De maravilla, –respondió Annette con rigidez–. Les confieso que
fue muy divertido, nunca había vivido una experiencia tan…
– ¡Tan increíblemente sorprendente! –Le interrumpió Aradia–.
– ¿Y cómo se preparan para la experiencia de mañana? –Les
preguntó Alejo–.
Liam experimentó una obscura sensación de abatimiento.

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– Estoy algo intranquilo por ello, –respondió Liam trémulamente–.
Tengo miedo, o es un mal presentimiento, es algo espantoso.
– ¿Por qué, Coach? –Replicó Jericco–. Todo saldrá bien, sé que
seguro tengas miedo o estés nervioso, pero, todos estamos juntos
en esto y te prometo que todo saldrá muy bien.
– Todo estará bien, –repuso Alejo en respuesta a Liam–. No creas
que estás solo en esto, porque si cae uno, caeremos todos.
– Eso es cierto, –acordó Aradia ladeando la cabeza–, mira como
salió nuestro primer paso… ¿No es una locura?
– Lo es, –le respondió Jericco sonrientemente–. ¿Quién diría que
nos volveríamos a reencontrar?
Aradia le regresó una sonrisa.
– Jericco, deberías escribir un libro sobre todo lo que vivieron en
Pléyades, –dijo Annette–, yo sería la primera en leerlo.
– ¡Digo lo mismo! –Expuso Liam con un bramido–. Me encantaría
leer sobre cómo luchaste en ese mundo para salvar la vida de
una civilización entera.
– ¿Y si también escribes sobre lo que viviste en la Zona 13? –Le
preguntó Alejo–.
– Pero si lo haces por favor no te olvides de las hermosas personas
que conociste en Pléyades, –requirió Aradia con la voz suave–.
Nunca te olvides de la aquella mujer que te amo tanto como a un
hermano menor, y de Ranavalona, o de Grigori Rasputín, y de
todos esos niños que liberaste de la pedofilia y de la explotación
sexual… Y sobre todo, de tu madre, de esa hermosa mujer que
reencarnó en ese mundo como la Diosa más extraordinaria de la
magia, Diana.
– Nunca podría olvidarlo –le aseguró Jericco nostálgicamente, era
un sentimiento inverosímil que lo ponía sentimental–. Llegar a

421
Pléyades fue lo mejor que me pasó en la vida, y regresar a este
mundo también, por más terrible que parezca… Aquí conocí a las
personas más generosas y humilde del mundo, con las que pude
tener una amistad verdadera que espero que sea duradera.
– Y lo será, –musitó Liam colocándole su mano en el hombro–. Y
siempre estaremos contigo, porque después de mañana, nuestras
vidas cambiarán para siempre y sólo nos tendremos a nosotros.
– Esto es algo con lo que siempre soñé en mi encierro, –dijo Alejo
desde el fondo del corazón–, de una maldita pesadilla a un sueño
que pronto se hará realidad.
– El 1948 será nuestro año, –agregó Aradia carismáticamente–.
– ¡De eso no hay duda! –Vociferó Annette–. Entonces, ¿Creen que
mañana podamos cumplir nuestra meta?
– Sí, –afirmó Jericco moviendo la cabeza–. Aprovecharemos la
oportunidad de que habrá visitas y probablemente nos saquen al
patio en horas de la noche, pero como no tenemos familia que
nos visite, invertiremos ese tiempo en nosotros mismos.
– En la noche vieja del año pasado no había tantos militares por la
fecha, –comentó Alejo–, por lo que probablemente mañana habrá
la facilidad de salir de la cárcel por la puerta de salida si usamos
un disfraz.
– ¿Disfraz? –Replicó Aradia confundida–.
– Sí, así como están escuchando, –continuó Alejo–. Anoche tuve un
sueño con eso, de hecho, un hombre con tres cabezas me guiaba
y fue algo extraño… Pero creo que sería una muy buena idea.
Jericco le interrumpió.
– ¿Un hombre con tres cabezas? –Le preguntó Jericco mientras se
miraba fijamente con Aradia, estaban pensando lo mismo–.

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– ¡Balam! –Vociferó Aradia, Annette le cubrió la boca con una
mano y luego se la quitó–. ¿Cómo eran las cabezas del hombre?
– ¿Balam? –Masculló Alejo–. Tenía una cabeza de toro, la segunda
de hombre y la tercera de carnero.
– ¿Recuerdas el demonio del que Jericco y yo te hablamos? –Le
preguntó Aradia–.
– ¿Sí? –Dijo Alejo como respuesta–.
Liam estaba mirándolos ambiguamente.
– Es probable que haya sido él quien te transmitió ese mensaje por
medio de sueños, –explicó Jericco–.
Alejo quedó boquiabierto y sintió un estremecimiento.
– A mí también me sucedió unas noches antes, –aseguró Annette
enredada–, soñé con ese mismo hombre, y fue él quien me dio la
idea de hacer lo que hicimos hoy. Me explicó detalladamente con
reflejo sobre cómo nos infiltraríamos, es algo extraño… Porque
todo terminó saliendo como él me decía.
– Entonces… –Añadió Liam pensativamente–. ¿Cómo escaparemos
de aquí?
– Mañana en la noche saldremos al patio cuando nos lo permitan,
–prosiguió Alejo–, ellos creen que todos los presos tendrán visita
de sus familiares… Y en ese momento, nosotros iremos a la sala
de mantenimiento y aprovecharemos que serán pocos militares
quienes estén a cargo.
– ¿A la sala de mantenimiento? –Preguntó Jericco–.
– Sí, –respondió Alejo–, allí está el depósito de basura que conecta
con la salida principal a la calle.
– ¿Y si nos ocultamos en un carrito de basura? –Opinó Aradia
interrogativamente–.

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– Liam y Jericco podrían ocultarse dentro de cada carro, –comentó
Annette–. Aradia y yo podríamos fingir que somos conserjes y
que Alejo es la señora encargada del mantenimiento, y actuamos
como si fuésemos a botar la basura y aprovechamos el momento
para escapar. ¿Qué dicen?
Todos se quedaron mirando a Annette pensativamente. Era una muy
buena idea que podría ser riesgosa,
– Dices que, ¿Liam y yo debemos meternos dentro de un carro de
basura para que tú y Aradia nos lleven al basurero para luego
huir? –Replicó Jericco irónicamente, pero tomándose la idea en
serio–.
– Jajajaja, exacto, –respondió Annette aguantando las ganas de
reír–. ¿Qué dicen? Es sencilla y fácil.
– Pues yo digo que sí –aceptó Aradia sin pensarlo dos veces–.
– Yo también quiero –dijo Jericco–.
– Yo igual –concertó Liam–.
Alejo se quedó en silencio pensativamente, todos lo miraron para
escuchar su respuesta.
– ¿Tengo que vestirme como mujer? –Preguntó Alejo, confundido–.
– Sí, –le respondió Annette– así como nosotras de hombres.
– Jajajaja, –Alejo empezó a reírse apenadamente–. La verdad no
tengo problemas en vestirme de mujer, por cierto, amo la idea de
que lo hagamos, pero. ¿De dónde sacaré una peluca?
– De eso no te preocupes porque tenemos mucho maquillaje –le
respondió Aradia sonriendo con picardía–. Buscaremos la peluca
como sea.
– ¡Entonces manos a la obra! –Profirió Liam emocionadamente–.
Creo que es un método más sencillo y no complicado, siento que

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es más fácil porque mientras estamos en el patio podemos entrar
al depósito sigilosamente.
– Cierto, bebé, –le dijo Aradia–. Ya estamos aquí, y eso es lo más
importante.
Jericco se estiró y bostezó exageradamente con la mano en la boca.
– Lo siento, chicos –masculló con otro bostezo–, iré a tomar una
siesta. Anoche no dormí nada pensando en lo que sucederá para
mañana.
– Ve a dormir tranquilo, cariño, –dijo Annette sacando un pañuelo
de su bolsillo y pasándoselo por la cara, alrededor de los lentes–
yo también iré a dormir un poco, estoy cansada.
Jericco se dirigió a su cama y se acostó. Annette se levantó de la
silla y se lanzó en una de las camas que había en la celda de Alejo.
– Yo igual, –concertó Aradia levantándose para ir a la cama–, ha
sido un día agotador.
Aradia resopló de cansancio.
– Y yo tengo muchas ganas de cagar, –dijo Alejo yendo al inodoro
con urgencia–. Será mejor no respiren, si lo hacen morirán por
envenenamiento.
Liam se dio la vuelta y caminó hacia su cama.
– Creo que yo también iré a dormir, –murmuró Liam burlonamente
haciendo un gesto mientras alzaba las cejas–.
Los muchachos durmieron el resto de la tarde, en la noche salieron
al comedor para cenar y luego regresaron a la celda sin ningún tipo
de sospechas. Annette y Aradia eran actrices sumamente talentosas,

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sabían actuar a la perfección como hombres soberbios y ordinarios
para pretender ser como cualquier otro recluso de mal aspecto.

426
Capítulo 32: La fuga: Expreso de medianoche.

31 de diciembre de 1947.
NOCHE DE LA FUGA.
Los chicos se encontraban en el patio principal a las 10:45 pm,
todos los reclusos se encontraban con sus familiares y eran muy
pocos los militares que protegían la prisión, además, el Coronel
Morgen no se encontraba en la cárcel porque estaba libre en noche
vieja.
– ¿Están listos? –Cuestionó Alejo terminantemente–.
– ¡Sí! –Exclamaron todos–.
– Vamos al depósito, –indicó Annette–, es tiempo de dividirnos e ir
paulatinamente sin llamar la atención de la gente.
– Yo iré primero al depósito y me aseguraré de que no haya nadie
extraño, –dijo Jericco sacudiendo la cabeza afirmativamente–.
– De acuerdo –afirmó Aradia– sólo ten cuidado y sé cauteloso.
Jericco se apartó del grupo y se dirigió al depósito preventivamente,
llegó a la puerta del mismo y escrudiñó su contorno mirando para
asegurarse de que no hubiese nadie. Les hizo una señal con la mano
y ellos caminaron en fila hacia la puerta del depósito, Jericco la
abrió lánguidamente y entró al área de mantenimiento dejando la
puerta abierta para que los demás pasaran. Encendió la luz del
depósito y los otros entraron rápidamente hasta que Alejo cerró la
puerta, Annette y Aradia sacaron el maquillaje que escondían en los
zapatos y Liam fue con Jericco para preparar los carros de basura.

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– Ahora vamos a maquillarte, señorita Alejandra, –dijo Annette
con una mirada intimidante por encima de sus lentes–. ¿Estás
lista?
Alejo hizo una pausa y la miró con una expresión de extrañeza.
– ¿Señorita Alejandra? –Vaciló Alejo con la voz áspera–.
Aradia empezó a reírse maniáticamente mientras le pintaba la boca
a Alejo.
– Ustedes son unas malditas locas –refunfuñó Alejo cómicamente–.
Está bien…. Está bien, como quieran, maquíllenme como ustedes
quieran.
Annette empezó a peinarle el cabello hacia un lado, le puso mucho
rubor y polvo en las mejillas. Aradia le colocó sombra de color azul
en los párpados y le maquilló las cejas.
– ¡Estás quedando bellísima, Alejandrita! –Exclamó Aradia–. No te
muevas mucho porque quedarás como un travesti callejero.
Aradia intentó colocarle un par de aretes en las orejas, lo hizo a la
fuerza y le generó un grito doloroso.
– ¡Aaaahhhh! –Berreó Alejo cuando Aradia le colocaba los aretes–
¡Me duele!
Annette le hizo dos colitas en el cabello, Alejo parecía una señora
sofisticada de la clase alta.
– Relájate, muñeca, –dijo Annette concentrada en el maquillaje–.
Que estás quedando demasiado hermosa, y ya no necesitas más
pintura porque así te ves preciosa, mi reina.

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Alejo la miró avergonzado, no quería mirar a los chicos porque
sabía que iban a burlarse.
– Ya estás lista, princesa, –añadió Aradia con la voz serenada y
reluciendo de una sonrisa–.
Aradia levantó el pequeño espejo de sus cosméticos hacia Alejo y lo
hizo mirar su reflejo.
– ¿PERO, QUÉ MIERDA? –Protestó Alejo al mirarse en el espejo–
. Parezco una maldita prostituta infantil, ¿QUÉ DIABLOS PASÓ
EN MI CARA?
Liam y Jericco miraron a Alejo con rareza y pasmo.
– ¡JAJAJAJAJAJAJA! –Rugió Aradia escandalosamente–. ¡Te ves
bellísima!
– Estás guapísima, –le dijo Jericco con coquetería–. Me encanta tú
maquillaje, te ves muy radiante.
– En otra vida hubieses sido una mujer muy bella –comentó Liam–.
– ¡Qué horror! –Lloriqueó Alejo quejumbrosamente–.
Annette cogió del suelo la ropa del conserje y se lo llevó a Alejo.
– Ahora ponte esta ropa y quítate ese maldito uniforme tan feo, –le
dijo Annette entregándole la ropa en las manos–.
– Espero que esto funcione, –rezongó Alejo recibiéndole la ropa, se
quitó los zapatos y su viejo uniforme rojo–.
Alejo se colocó la ropa del conserje, parecía una mujer del personal
de mantenimiento.
– ¡Me encantaaaa! –Graznó Aradia mientras le aplaudía en alto–.
Ahora nosotras nos colocaremos la otra ropa de conserje, y con
las gorras nos cubriremos la cara por si acaso.

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Annette se quitó la ropa que traía puesta y se colocó la otra, Aradia
se desvistió apresuradamente y se vistió con la otra ropa. Jericco
terminó de preparar el carro de basura al igual que Liam.
– ¡Ya estamos listos! –Notificó Liam emocionadamente–.
– Nosotros también, –informó Alejo poniéndose los zapatos–. Creo
que ya estamos preparados para salir… ¿O no?
– Yo también estoy lista, –confirmó Aradia poniéndose la gorra–.
– Somos un gran equipo, –comentó Annette ajustándose la gorra–,
si no fuera por ustedes ya me hubiese rendido.
– Digo lo mismo, –concertó Jericco–. Ya es la hora de salir, todos
a sus posiciones y tengan mente positiva.
– Puta madre, –murmuró Aradia–, tengo tantos nervios que me voy
a cagar.
Annette se acercó a Aradia y le besó la mejilla con una caricia.
– Todo estará bien, –le dijo Annette confortantemente, Aradia la
abrazó–.
Aradia caminó hacia Jericco y lo haló de la mano dándole un fuerte
abrazo.
– Me gustaría decirles algo muy importante antes de que salgamos
de esta prisión, –habló Aradia con un tono de voz alta mientras
soltaba a Jericco, las miradas se fijaron en dirección a ella–.
Quiero que todos sepan que pase lo que pase, estoy muy feliz de
estar aquí con ustedes y de saber que estamos juntos en este gran
paso que daremos… Sé que la vida de cada uno de nosotros está
corriendo en riesgo, pero más allá de los miedos, ustedes me han
demostrado que lo importante de esto es hacerlo divertido y
sacar el jugo de la manzana podrida.

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– No saben lo feliz que me hace saber que estamos juntos en esto y
que no estoy solo como siempre solía estarlo, –expresó Liam con
un suspiro de alivio–. Y en esta última noche del año 1947 quiero
despedirme de una parte de mí que se irá con todos los malos
momentos que viví aquí.
– ¡Larga vida para todos! –Gritó Annette con mucha emoción y
alegría–. No importa si caemos en la desgracia y en la iniquidad
de los grandes villanos, porque intentamos triunfar y conocer el
verdadero significado del éxito sin darnos por vencidos.
– ¡Larga vida para nuestro clan! –Repitió Alejo exaltantemente–.
Este será el comienzo de una nueva dinastía, y cuando sean las
12:00 am, nuestras viejas identidades quedarán en el pasado con
el año que nunca más volverá.
– Vamos a darnos un gran abrazo porque no sabemos si éste será
el último, –balbuceó Jericco apesadumbrado y estremecido–. Los
quiero mucho, mucho, muchísimo… Son lo mejor que me pasó en
el peor año de mi vida, gracias por llegar en el peor de momento
de todos.
– ¡Oooohhhh! –Prorrumpió Liam con devoción–. Los amo, tanto.
Los chicos se dieron un fuerte y largo abrazo con el que derramaron
lágrimas de valentía y orgullo.
– Manos a la obra, –dijo Annette con los ojos llorosos–. No tengan
miedo, no hay razón por qué temer… Hemos vivido cosas peores
y ya no nos podrán hacer más daño, porque hoy somos mucho
más fuertes que nunca.
– ¡Que comience el juego! –Gritó Aradia furiosamente, hicieron un
círculo y juntaron sus manos hasta que la alzaron festivamente–.
– ¡Todos a sus respectivos puestos! –Indicó Alejo levantando los
brazos mientras caminaba hacia los carros de basura–.

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Jericco y Liam corrieron rápidamente hacia los carros, se metieron
dentro de las bolsas negras que estaban en el interior de los mismos
y se acomodaron; Aradia conducía a Jericco y Annette a Liam.
Aradia y Annette se posicionaron detrás de los carros y bajaron la
tapa para cubrir el interior de las bolsas, Alejo caminó hacia la
puerta del depósito y salió tranquilamente sin que los militares
sospechasen.
El depósito de basura conectaba con la calle principal de la prisión,
estaba cerca del estacionamiento y los militares ni siquiera notaron
cuando Alejo salió con las chicas y los carros de basura. Sólo eran
tres vigilando la zona y la oscuridad era muy densa, era una noche
nublada y la neblina funcionó correctamente para cubrirlos. Sin
embargo, se sentía una gran tensión cuando salieron porque tenían
la sensación de que los verían y los capturarían. Aradia y Annette se
dirigieron al portón de salida mientras empujaban los carros con
cuidado, Alejo se apresuró en abrir el portón del basurero y con un
fuerte empujón aflojó las cadenas del candado.
– ¡Apúrate, Alejo! –Bramó Aradia con ansiedad y alarma–. ¡No
tenemos más tiempo!
Alejo sacó un alambre de su bolsillo y con las manos temblonas
empezó a zarandear el candado.
– ¡Eso hago! –Exclamó Alejo despavorido y acelerado–. ¡Espera!
Alejo estaba tan apresurado que no sabía lo que estaba haciendo
por los nervios. Annette volteó la cara hacia atrás y miró que los
militares estaban acercándose.
– ¡Más rápido, Alejo! –Gritó Annette mirando hacia los lados con
la cara de susto–. ¡Viene alguien! ¡Creo que son militareeees!

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El candando estaba trabado.
– ¡Aaaaahhhh! –Aulló Aradia de pánico y adrenalina–.
Alejo logró abrir la puerta y soltó un jadeo cansino.
Aradia salió discretamente mientras que Alejo le sostenía el portón
con una mano, y después que Aradia se alejó del portón, Annette
empezó a seguirla sujetando el carro en donde se escondía Liam.
Cuando finalmente salieron del depósito de desechos empezaron a
correr rápidamente con el corazón acelerado, estaban pálidos y
sentían que los venía siguiendo, aunque no había nadie detrás, por
lo que prefirieron no mirar hacia atrás y seguir corriendo en medio
de la densa neblina.
Al alejarse de la prisión se adentraron en una vieja carretera que
los llevó a un desolado camino en el que predominaba la oscuridad
de árboles y maleza, el cielo estaba nublado y el pánico se condensó
con los silenciosos gritos de libertad que se evaporaron hasta pintar
las nubes de sangre. Durante todo el camino desde la cárcel hasta
la carretera abandonada no se atrevieron a hablar, presentaban un
estado de nerviosismo y agitación que los mantuvo frenéticamente
alertados. Entonces, cuando supieron que ya se habían alejado de la
cárcel empezaron a gritar por reacción tardía:
– ¡AAAAAAHHHH! –Gritó Aradia a todo pulmón–. ¡SOMOOOSS
LIBREEES! ¡AAAAAAAHHHHHHH! ¡Ya todo pasooooo! ¡Ya
todo pasoooo! ¡AAAAAHHHHH!
– ¡AAAAAAHHHHHHH! –Exclamó Alejo y Annette fuertemente–.
¡Somos libreeeeees! ¡SOMOS LIBREEEES!
Liam y Jericco se asomaron a través de la tapa del carro como si
fuesen criaturas y salieron lentamente. Sentían que estaban dentro
de un sueño, no podían creer lo que habían logrado.
433
– ¿QUÉ? –Gritó Liam interrogativamente mientras la brisa de la
noche le ondulaba el cabello–. ¿QUEEEEE? ¡AAAAAAAAHHH!
Aradia, Annette y Alejo saltaban en círculo tomados de la mano con
mucha felicidad. Jericco estaba patidifuso y petrificado por lo que
no sabía cómo reaccionar a lo que sus ojos veían. Liam salió del
carro con la cara de asombro y con una sonrisa de paz se quedó
mirando al horizonte, Jericco seguía deslumbrado y fascinado con
ese paisaje liberal que le regresaba el oxígeno a sus maltratados
pulmones, empezó a salir del carrito de basura con la mirada puesta
en las nubes y en el espeso contorno de la vegetación: Se observaba
un extenso bosque nublado de inmensos árboles que sobresalían
entre las alturas de la profunda niebla del mismo, se escuchaba el
aullido de los lobos y el sonido de los otros animales que componían
una melodía eufórica.
En medio de la contenta celebración Aradia se dirigió hacia Jericco
sollozando de hilaridad, y le dijo a gritos:
– ¡JERICCOOOOOO! –Aradia haló las manos a Jericco y empezó
a gritar–. ¡SOMOS LIBREEEES! ¡Ya todo pasó, somos libres!
Jericco la miró y empezó a reírse regocijadamente pero luego giró
la mirada hacia el bosque, seguía conmovido y aturdido mientras
los ojos se le llenaban de lágrimas.
– ¡LO LOGRAMOOOOS! –Vociferó Jericco ruidosamente con una
carcajada de alegría, abrazó a Aradia y se quedaron mirando el
bosque desalumbradamente. Seguían riendo y gritando a toda
voz–. ¡LO HEMOS LOGRADOOOOO! ¡LO LOGRAMOS!
Aradia ladeó la cabeza hacia Liam y le extendió la mano. Liam le
tomó la mano y compartieron un nuevo abrazo, Alejo y Annette se
acercaron a ellos y todos se sujetaron de las manos mientras tenían
434
la mirada puesta sobre aquel extenso bosque de misterios. Y en un
inesperado momento los cielos se llenaron de color con atronadores
ecos explosivos, el sonoro ruido rompió el silencio retumbando la
lejanía de las estrellas fugaces que se perdían en la fosca fantasma
del bosque… ¡Eran fuegos artificiales que detonaban en el cielo!
¡Ya era año nuevo! El 1948 estaba comenzando de una manera tan
irreal y ficticia que parecía un sueño hecho realidad, una fantasía
mística y colorida que dejaba atrás los malos recuerdos en el vacío
de los tiempos negativos. Los chicos levantaron los brazos hacia el
cielo mientras resoplaban llantos de alegrías y risas de confusión,
alzaron la cara con la vista en las nubes mientras suspiraban de
prosperidad y bienestar hasta que se soltaron de las manos.
– Feliz año nuevo para todos, amigos, –observó Alejo con la voz
agitada, entre la exasperación y el júbilo–. ¿Qué mejor forma
que comenzar un nuevo año?
– Sigo creyendo que esto es un sueño lúcido –regodeó Aradia con
un bufido–. ¡Somos invulnerables e inverosímiles!
– ¿Se imaginan que despertemos de nuevo en la cárcel? –Preguntó
Liam irónicamente dándole una patada al carro de la basura, lo
lanzó al barranco–.
– ¡Ay, no! –Clamó Annette soltando un quejido–. Sería capaz de
matarme si lo hago. ¡Pero ya todo pasó! ¡Ya nada podrá
hacernos más daño!
– No puedo esperar más para irme lejos de Alemania, y quiero que
sea con ustedes, –comentó Alejo–.
Annette se quedó hablando con Alejo mientras miraban el bosque.
Aradia empujó el último carro hacia el barranco y se quitó la gorra
para lanzarla en la maleza.

435
– Pupilo, –murmuró Liam acercándose a Jericco con los brazos
extendidos, se dieron un abrazo y empezaron a dar vueltas en la
carretera–... ¿No es una locura? ¡Ha pasado tantas cosas en muy
poco tiempo!
– Créeme que cuando destruyeron nuestras obras creí que mi vida
había acabado, –dijo Jericco con frialdad mientras inclinaba la
cabeza hacia un lado–, me sentí tan mal que, pensé por mucho
tiempo que pasaría el resto de mi vida en ese infierno.
– ¡Pero todo eso ya terminó! –Exclamó Liam dando vueltas con los
brazos abiertos, la brisa le rozaba suavemente el rostro–. Hemos
vivido y sobrevivido bastante como para escribir sobre muchas
más experiencias, y tú… Tú más que nadie sabe lo que viviste
como para ser más fuerte que tus propios miedos, así que ya no
pienses más en los malos recuerdos y piensa en cómo se sentirá
tu abuela en este momento, sólo imagina la reacción de tu madre
al saber que eres un hombre libre y que ya no sufrirás más en ese
encierro… ¡Feliz año nuevo, Pupilo! ¡Este será nuestro año!
Jericco sonrío con mucha felicidad y le dio la mano a Liam mientras
giraban en medio de la carretera. Y repentinamente, dejaron de dar
vueltas cuando los fuegos artificiales volvieron a aparecer por arte
de magia, el cielo estaba colorido por la pirotecnia y se observaban
llamativas figuras que detonaban en chispas y humo.
Estaban maravillados y embelesados mientras miraban al cielo con
sugestión, todos dejaron de hablar y se sentaron en la orilla de la
carretera para contemplar la prodigiosa vista del nuevo año.
– Ya que logramos huir de la prisión me gustaría hablarles sobre
algo muy importante, –dijo Annette con la vista en el cielo–. Será
muy necesario cambiar nuestros nombres e irnos de Alemania, si
es posible para siembre…
436
Todos miraron a Annette petrificados, fue muy emocionante.
– ¿Irnos? –Replicó Liam interrogativamente–.
– Exacto –afirmó Annette sacudiendo la cabeza de arriba a abajo–.
Aradia tenía las manos en la cara.
– ¿Y cómo conseguiremos pasaportes falsos? –Quiso saber Aradia
con la cabeza inclinada–.
– El dinero lo hace todo, –le respondió Alejo mirando a Annette–.
¿No es así?
Annette asintió vigorosamente.
– Ustedes no se preocupen por eso porque yo misma me encargaré
de que nada nos falte. ¿Está bien?
Jericco le lanzó una profunda mirada de afecto a Annette, era irreal
conocer a alguien tan carismático, humilde y generoso como ella.
– Eres nuestro ángel, –le dijo Jericco guiñándole el ojo con una
sonrisa–. ¿Lo sabías?
Aradia cogió la mano de Annette y la besó.
– Y ustedes son lo más hermoso que me pasó en la vida, –añadió
Annette mirándolos a todos, se quitó las gafas y la gorra–.
Liam se quedó mirando a las chicas mientras se coqueteaban con
caricias.
– Ustedes harían la pareja más linda y sensual del mundo –les dijo
Liam con la cara de enamorado, estaba sonrojado–.
Aradia le siguió besando la mano a Annette, las mejillas de Annette
se enrojecieron.

437
– ¿Tú crees? –Le preguntó Aradia mientras miraba a Annette con
amor–.
– Ver juntas a las mujeres que más amo en el mundo sería algo de
otro mundo, –comentó Jericco ladeando la cabeza–.
– ¿Por qué no lo intentan? –Les preguntó Alejo levantando las
cejas–.
Aradia inclinó la cabeza en las piernas de Annette mientras las
tocaba con la punta sus dedos.
– Creo que deberíamos hacerlo, –respondió Annette acariciándole
la cara y el cabello a Aradia–.
– ¿Y si me haces el amor? –Le propuso Aradia indecentemente, le
haló el cabello a Annette y le bajó la caro dándole un profundo
beso en la boca–.
Jericco y Liam se miraron con una expresión sarcástica levantando
las cejas mientras hacían un ademán con las manos.
– ¡UFFFS! –Bramó Alejo mientras les aplaudía fuertemente–. Son
las mujeres más hermosas que conozco, y verlas besarse… Se me
pone dura la polla.
– ¡JAJAJAJAJAJA! –Berreó Annette alborozadamente–. Eres muy
heterosexual para ver este tipo de cosas.
– ¿Y si hacemos un trío? –Les planteó Aradia repentinamente–. Yo
sí lo haría, pero OJO, a mi mujer no la comparto dos veces.
Annette continuó riéndose juntando sus manos con las de Aradia.
– Ah, así que, ¿Ya soy tu mujer? –Murmuró Annette acercándose a
Aradia sensualmente–.
Se besaron nuevamente.

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– Que excitante, –balbuceó Alejo mordiéndose los labios–. Por
favor no se olviden del trío.
– ¿Y nosotros quedamos por fuera? –Lanzó Jericco irónicamente–.
– También existen las orgías –dijo Liam riéndose entre los dientes–
y entre muchas cosas más.
– Debemos bautizar nuestra amistad para siempre, –sugirió Aradia
insinuando algo con la mirada–.
– ¿Cómo? –Interrogó Alejo–.
– Sólo repitan lo que yo haré, –respondió–.
Aradia ladeó la cabeza y se giró hacia Annette dándole un beso, en
un instante Annette le quitó la cara y la volteó hacia Alejo con otro
beso, luego Alejo giró la cara hacia Liam besándolo en la boca,
después Jericco se separó de Liam y besó a Alejo de último.
Súbitamente, la escena de felicidad fue interrumpida cuando se oyó
un montón de disparos que venía desde la zona norte de la carretera
desolada, e inesperadamente, el motor de un carro retumbó de furor
cuando dos resplandecientes faroles les iluminó el rostro a los
chicos dejándolos cegados por la luz. Ellos se levantaron
inmediatamente y saltaron hacia el barranco mientras se deslizaban
entre la niebla, y cuando intentaron esconderse detrás de un arbusto
miraron que era una patrulla militar… ¿No era extraño? ¡Era
evidente! La hora en que comenzarían a buscarlos no estaba tan
lejos, pero no era una sola patrulla sino cuatro que pasaron
seguidamente por la carretera a toda velocidad.
– ¡Mierda! –Se quejó Jericco–. Estamos completamente jodidos…
¿Y a dónde vamos?
– Tenemos que escondernos en el bosque hasta podamos salir sin
que nos vean, –sugirió Annette–.

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– ¿Acaso el bosque tiene una salida? –Rezongó Aradia con la cara
de preocupación–.
– ¡Tranquilos, chicos! –Exclamó Liam serenamente–. Pienso que lo
que de verdad importa justo ahora es que somos libres, y tenemos
muuuchos lugares para escondernos… ¿No creen?
– Exacto, –concordó Alejo mientras se apartaba del arbusto–. Este
bosque es realmente extenso y es muy probable que la salida esté
en las afueras de Spandau… O de Berlín.
– ¡A la mierda! –Volvió a quejarse Jericco–. Nos tenemos unos al
otro y eso lo que necesitamos, si pudimos escapar de la prisión sé
que podremos salir de Alemania lo más antes posible.
– ¡Entremos al bosque! –Invitó Annette ansiosamente–.
Caminaron hacia la entrada del bosque, pero Aradia fue la única en
abstenerse.
– ¿No les aterra que nos suceda algo malo allá dentro? –Cuestionó
Aradia mientras se quedaba pensando–.
– ¡A mí no! –Negó Alejo con la cabeza–. ¿Quién podría hacerles
daño a las personas más peligrosas del mundo?
Alejo caminó hacia Aradia y la haló del brazo a la fuerza.
– ¡Me da miedo que nos capturen! –Aradia empezó a lloriquear–.
¿Y si nos vuelven a meter presos?
Jericco se acercó a Aradia y le dijo:
– Aradia, si de algo puedo estar seguro es que… Nunca, nunca, y
nunca más, volveremos a pisar una cárcel. ¿Sabes por qué?
Porque ya nada ni nadie podrá con nosotros, ¡JAMÁS!
Aradia se apaciguó y lo miró apesadumbrada.
– ¿Me lo prometes?
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– Te lo prometo, y créeme que lo juro por esos hermosos recuerdos
que tuvimos en Pléyades y en el Olimpo. Así que toma mi mano y
entremos al bosque, ¿Sí?
Aradia le sonrío y le sujetó la mano a su mejor amigo.
– ¡A caminar! –Gritó Liam–. No saben lo feliz que me hace esto, es
como esos sueños que tenía en los que me veía ser libre y alegre.
– ¡Lo somos! –Convino Alejo en voz alta–. Esta será una noche
muy larga y fría, prepárense.
En medio de la noche se adentraron al bosque con el frío palpitante,
la bruma recubría sus cuerpos y les nublaba la vista ante los cientos
de altísimos árboles que abundaban en el entorno de la vegetación.
Enormes troncos de madera podrida y envejecida atravesaban los
múltiples caminos del vasto bosque, el sonido de los insectos y el
canturreo de las ranas era una composición melódica que reflejaba
una fantasía perpleja de sueños irreales cuando respiraban los
helados vendavales del invierno. La noche era el espejismo de viejas
quimeras utópicas que evocaba los más remotos anhelos de ser
libre, el corazón les latía tan rápido que sentían las contracciones
miocárdicas cuando reían y saltaban en el latente corazón del
bosque.
Trepaban los árboles caídos y brincaban acrobáticamente con los
brazos expandidos, corrían frenéticamente como animales salvajes
a pesar de que circunvalaban el bosque sin perderse del camino.
Las bullosas risas de diversión y jolgorio eran más sonoras que sus
gritos, parecía que los árboles se abrían lentamente construyendo
un estrecho camino por el que transcurrían con ímpetu y vigor. En
cuanto se apartaron de la entrada del bosque cruzaron un altísimo
puente que colgaba sobre un impetuoso río que emergía con furor,

441
mientras lo atravesaban miraban hacia abajo con vértigos y mareos
cuando el puente se balanceaba a los lados, el suelo era de madera
y estaba formado por pequeñas tablas verticales que se rompían en
cada paso, los chicos caminaban precavidamente porque por un mal
movimiento pudieron haber caído en el furioso río y ser arrastrados
por el mismo.
El grupo de jóvenes continuó caminando en fila recta en la negrura
de la noche mientras los lobos aullaban y los murciélagos chillaban,
siguiendo múltiples vías alternativas que los conectó con un delgado
caminito de arena rodeado de arbustos de fresas, cerezas, moras y
frambuesas.
– ¡Miren eso! –Señaló Alejo a los abundantes frutos del terreno–.
– ¡Qué maravilla! –Deleitó Annette mirando hacia los lados, en
cada extremo del camino había frutas–.
Liam salió del camino y se metió dentro de los arbustos para coger
frambuesas.
– ¡Ten cuidado! –Precavió Jericco soltando un aullido de alerta–.
¿No creen que es extraño?
– ¿Encontrar un montón de frutas en medio de la nada? –Replicó
Liam inclinándose en el suelo–. No creo que sea malo, ¿O sí?
– No, no, no… No me refiero a eso, –negó Aradia sacudiendo la
cabeza–. Aunque podrían estar envenenadas, creo…
Liam se levantó y se quedó mirando las frutas deseosamente.
– Tengo hambre, –rezongó Liam mientras le rugía el estómago–.
– ¿Y si estas tierras son de alguien que vive cerca? –Opinó Jericco
contundentemente–.

442
– Probablemente, –asintió Annette enérgicamente–. Debemos tener
cuidado de que el dueño esté cerca y que nos esté observando con
un rifle.
– ¿Y si es una trampa? –Expuso Alejo escudriñando los arbustos–.
– A lo que le temo es que nos muerda una serpiente si tocamos algo
indebido, –dijo Annette–.
– Podríamos ser cautelosos, –añadió Jericco dejándose llevar por
la tentación–.
– ¿Saben qué? ¡A la mierda todo! –Gritó Liam furiosamente–. ¡A
comer sin miedo!
Sin pensarlo más, se lanzaron en los arbustos hambrientamente con
furor mientras se atragantaban de frutas.
– ¿Se imaginan cómo habrá sido la tentación de Adán y Eva en el
Edén? –Les preguntó Annette atorándose de fresas, tenía la boca
manchada de rojo–.
– ¡Qué rico! –Aradia aulló de placer y gozo–. Si yo hubiese sido
Eva me habría metido la cabeza de la serpiente en la vagina,
mientras la marica de Adán se mete la cola de la serpiente en el
ano.
Empezaron a carcajearse con la boca taponada de frutas.
– ¡Jajajajaja! –Se carcajeó Alejo escandalosamente–. ¿Por qué te
gustan tanto las serpientes?
– ¡Porque me excitan! –Saboreó Aradia con un gemido erótico–.
Recuerden la lubricada piel de las víboras e imagínense cómo
serían entrando en la vagina... ¡Me encantan!
– ¿Alguna vez te has cogido a una serpiente? –Le preguntó Liam–.

443
– No, todavía no, –respondió Aradia–, pero si saben de alguien que
tenga serpientes avísenme… Porque quiero masturbarme con dos
serpientes en mi vagina, jajajajaja.
– Nunca había visto a una mujer tan zoofilica como tú, –balbuceó
Jericco comiendo cerezas–. Cuando vayamos a Latinoamérica
iremos para las Amazonas, y compraremos una anaconda para ti,
si quieres la más grande y gruesa de todas.
– ¡Por favor! –Anheló Aradia riéndose–.
– ¿Se imaginan que Adam y Eva hubieran sido asiáticos? –Dijo
Annette ocurrentemente–.
– Todos los hombres tuviéramos el pene demasiado chico y a nadie
le gustaría hacernos sexo oral, –respondió Alejo satíricamente–.
Liam hizo una pausa y se quedó pensando. Luego dijo:
– O quizá y… Adán y Eva se habrían comido la serpiente en lugar
de la manzana.
Hicieron un extraño silencio y después detonaron en carcajadas.
– Deberíamos recolectar muchas de estas frutas para llevarlas a un
pueblo cercano y venderlas, –sugirió Alejo–.
– Prefiero venderles droga a los narcos de Colombia y de México
que ponerme a vender frutas en la calle, –dijo Jericco mientras se
limpiaba la boca con un bufido–.
– ¡Jajajaja, digo lo miso! –Prorrumpió Aradia con una risotada–.
– Lo mejor sería llevar fresas, frambuesas y cerezas para comer en
el camino, –consideró Annette–. Seguro nos espera un muy largo
camino y no podemos morir de hambre.
– ¿Y moras? –Replicó Alejo–.
– ¡Saben horrible! –Se quejó Annette–. Tienen un sabor parecido a
orina.

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– Huele a orines de puta, –repuso Aradia oliendo un arbusto de
moras–.
– ¿Así huelen tus orines? –Le preguntó Jericco con humorismo–.
Aradia asintió con la cabeza con la cara de mordacidad.
– Por algo lo digo ¿No? –dijo Aradia cruzándose de brazos–. Hace
mucho frío, vayámonos de aquí.
– ¡Sí! –Concordó Liam con la dentadura temblante–.
Se llevaron un montón de frutas en las manos y en los bolsillos para
continuar el camino. Los chicos desertaron la tierra de los frutos
después de una hora y llegaron a un camino diferente, estaban de
subida a una colina que tenía una consecutiva secuencia de otras,
en el transcurso de la madrugada no pararon de caminar y antes del
amanecer llegaron a una lejana casa de dos pisos.
Parecía que la casa estaba abandonada en medio de la nada, era un
sitio bastante lejos al que seguro nadie frecuentaba por su gran
lejanía. Cuando finalmente salieron del bosque llegaron al extenso
jardín que poblaba las afueras de la casa, había rosas y girasoles
sembradas por todas partes.
Se aproximaron con rapidez a la casa mientras la niebla se hacía
más densa y les cubría la mitad del cuerpo, se encontraron con un
riachuelo que cruzaron a través de un inclinado puente de piedra y
madera para cruzar al otro lado. Se escuchaba la fluidez del agua,
pero era imposible mirar qué había de bajo por la espesa neblina,
después de traspasar el puente se dirigieron rápidamente hacia la
tétrica casa que se observaba con el despeje de la fosca, y no era un
lugar que parecía ser agradable… En el segundo piso había una luz
encendida que parpadeaba continuamente, los chicos sintieron un
extraño estremecimiento cuando llegaron a la entrada de la misma y

445
prefirieron quedarse afuera con las caras de suspenso. La casa era
espantosamente grotesca y espeluznante, transmitía una emoción de
tristeza y consternación cuando la miraban fijamente desde afuera,
estaba en malísimas condiciones y tarde o temprano se derrumbaría
por las lluvias; las paredes de madera estaban deterioradas por la
humedad, la puerta de entrada tenía un enorme agujero de donde
salía un pestífero olor a pudrición cadavérica, todas las ventanas de
la casa estaban bloqueadas por tablas clavadas y sólo una estaba
abierta.
Liam se quedó mirando la ventana del segundo piso mientras la luz
parpadeaba, y por cuestiones de segundos se petrificó cuando algo
inesperado sucedió.

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Capítulo 33: Abracadabra. La bruja del bosque.

Liam observó a una mujer pálida y demacrada con mal aspecto que
vestía con un frondoso vestido negro, él fue el único en verla; Liam
se perturbó con alarma y empezó a hablar con la voz temblorosa.
– ¡Hay alguien allá arriba! –Aseguró Liam despavorido mientas su
voz se quebraba–. ¿ALGUIEN MÁS LA VIO? ¿LA VIERON?
Liam cayó en un estado de desesperación, eso aterró a los otros.
– ¿De quién demonios estás hablando, Liam? ¿A quién viste? –Le
preguntó Aradia–.
Aradia se acercó comprensivamente a Liam y le dio una palmada en
el hombro.
– Una mujer se asomó desde la ventana, –respondió Liam con la
cara de asombro–. ¿Y si llaman a la policía?
– ¡Eso no pasará, amigo! –Le dijo Alejo en voz alta–. Relájate ¿Si?
– ¿Cómo era la mujer para matarla a patadas? –Gruñó Aradia con
un resoplido, estaba mirando a la ventana de arriba. Jericco
empezó a reírse de Aradia, la abrazó para calmarla–. ¡Ojalá que
tenga las bolas de delatarnos! Porque soy capaz de reventarle las
trompas de falopio si por su culpa nos vuelven a encarcelar.
– Cálmate ya, mi reina, –suspiró Annette con los ojos puestos en la
ventana–. ¡Porque si esa puta llama a la policía le pateo el culo!
– ¿Y si entramos a la casa para violar a la puta? –Opinó Liam con
la cara contraída de la risa–. No me gustan las mujeres, pero si
esa hija de perra llama a la policía, le meto mi pierna completa
en la vagina.

447
– ¡Jajajajaja! –Explotó Jericco con una fuerte carcajada–. ¿No
creen que la mejor manera de averiguar quién es, es entrando a
la casa?
– ¡Entremos! –Propuso Alejo dispuesto a entrar–.
– Esa casa es muy fea para que gente como nosotros entremos allí,
–dijo Aradia observándola con asco–. Parece casa de puta.
Jericco le lanzó una mirada burlona y le preguntó:
– ¿Así es la casa en donde vivías?
Aradia tragó saliva y asintió con la cabeza mientras decía:
– Así era mi casa, como puta de barrio mediocre.
Aradia y Jericco empezaron a reírse sin tomarse el asunto en serio.
– ¡Basta! –Ordenó Liam conteniendo la risa–. Vamos a entrar, sé
que hay una mujer adentro, y eso puede afectarnos seriamente…
– ¿Y si nos matan? –Agregó Alejo pensativamente–.
– Nos encontraremos en Pléyades, –ironizó Jericco–.
– Primero matamos a esa maldita estúpida antes de que ella lo
haga, –rezongó Aradia desafiantemente–.
– ¿Saben qué? ¡Jódanse! –Increpó Annette con un berrido–. Si no
quieren entrar yo si lo haré.
Annette les dio la espalda y giró hacia la puerta de la casa. Ella
pensó que la seguirían, pero cuando volteó hacia atrás vio que sólo
la miraban.
– ¿No van a acompañarme? –Replicó Annette mordazmente–.
Empezaron a reírse cruelmente.
– ¡Tú ganas! –Bramó Alejo dirigiéndose a ella–. Entremos.

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Liam, Aradia y Jericco se miraron entre sí apáticamente y soltaron
un resoplido de cansancio, se aproximaron a la puerta de la casa e
intentaron abrirla, pero estaba bloqueada con candado. Annette y
Alejo se apoyaron de golpe sobre la puerta y empezaron a empujar,
Liam y Jericco ayudaron a golpearla mientras Aradia temblaba del
frío, debido a que la puerta tenía un orificio en el centro se pudo
abrir con facilidad después de los empujones.
Cuando la puerta se abrió emitió un chirrido escalofriante, ellos se
quedaron mirando el interior de la casa desde afuera y entraron a
ella con desconfianza. Jericco cerró la puerta lentamente y siguió a
los otros mientras escudriñaban el tétrico contorno, se cubrieron la
nariz cuando respiraron el putrefacto olor a carne podrida que se
mezclaba junto al de orina y excremento, Liam empezó a vomitar a
causa del desagradable hedor que estaba impregnado en la casa.
La fetidez provocó que Aradia escupiera de repugnancia cuando se
acercaron a un espeso montón de carne sangrante, tenía un oscuro
color combinado con morado y envuelto de gusanos, eran restos de
animales, aunque había huesos muy grandes que parecían al de un
humano. Las paredes de la casa tenían grandes orificios de los que
salían ratas y cucarachas, cada pared estaba pudriéndose y el suelo
tenía mucha basura que mantenía un terrible desastre por el polvo y
los insectos.
Annette caminó a la cocina silenciosamente y vio que una extraña
criatura se asomó detrás de la columna y después desapareció, era
la silueta de una cara roja que tenía los ojos completamente negros,
dos enormes orejas y una nariz deforme. Annette se petrificó con un
brinco de terror y puso la cara de asombro, se aproximó a la cocina
y sin querer pateó una olla de aluminio que se volteó en el piso, y

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adentro había pequeñas larvas y gusanos que salieron del recipiente
arrastrándose en el suelo.
–Se escuchó un fuerte ruido que vino desde el segundo piso, todos se
miraron con misterio y luego miraron hacia arriba–.
– ¡Vamos para arriba! –Indicó Annette aceleradamente saliendo de
la cocina–.
Annette se apresuró en subir.
– ¿Qué mierda fue eso? –Gritó Alejo cuando se oyó un golpe más
violento y sonoro–.
Los chicos levantaron la cara hacia el techo y después corrieron a
las escaleras para subir al segundo piso. La escalera de caracol
tenía muchos objetos extraños, ya que había enormes grilletes en
cada escalón.
– ¿Estarían castigando a alguien? –Preguntó Jericco inclinándose
para coger uno de los grilletes–.
Liam y Alejo estaban apoyados sobre el barandal.
– Son muy grandes, –observó Annette por encima de sus gafas–, es
como si le hubiesen puesto eso a alguna persona.
Mientras observaban y escudriñaban los extraños objetos que había
en las escaleras, Aradia subió al segundo piso sin que los demás se
dieran cuenta. Y repentinamente, Aradia soltó un aullido de miedo
hasta que los chicos la oyeron y subieron rápidamente lanzando los
grilletes al piso.
– ¿QUÉ PASÓ? –Le preguntó Liam en voz alta hasta que miró con
sus propios ojos lo que había allá arriba–. Mierda…
– ¿QUÉ ES ESTO? –Clamó Alejo estremecido y boquiabierto–.
450
Del techo colgaban muñecas de tamaño real y había una larga fila
de velas negras que se dirigía a la última habitación del pasillo.
– ¡Maldita sea! –Refunfuñó Aradia alteradamente señalando las
paredes–. Miren las paredes.
“Te estoy observando”. Decía escrito con sangre.
– Vámonos, vámonos, esto no es bueno, –insistió Liam con la voz y
las manos temblorosas–.
– ¡No podemos! –Negó Aradia sacudiendo la cabeza con furia–. Al
menos podremos estar aquí para no morir de frío allá afuera.
– Sólo no nos separemos y hagan silencio porque hay alguien en la
casa, –musitó Alejo con frialdad y seriedad–.
– Esto es una locura, –dijo Annette–, es evidente… Están haciendo
brujería, siento mucha presión aquí, es una tensión muy negativa
que me hace sentir amenazada...
– Siento lo mismo, –concordó Jericco con la voz apacible–, no hay
por qué temerle a esto… Simplemente intenten no sentir temor.
Cuando empezaron a acercarse a la última puerta escucharon un
fuerte grito que los dejó estremecidos, se oían quejidos y lamentos
de pesadillas que retumbaban las paredes con golpes y murmullos.
Llegaron a la puerta de la habitación y Jericco puso la oreja sobre
ella antes de abrirla, levantó la mano lentamente y la colocó en la
manija girándola con detenimiento. Con un ligero empujón abre la
puerta y todas las miradas se direccionan a la habitación, y de
pronto, una gran manada de murciélagos y cuervos negros salieron
volando mientras los chicos se inclinaban con las manos sobre la
cabeza.
Se enderezaron en un rápido impulso y entraron a la habitación, la
luz estaba encendida, y lo primero que observaron fue aquel enorme

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pentagrama dibujado en el piso rodeado de velones negros; y sobre
una amplia mesa de madera yacían extraños objetos que se usaban
en rituales de magia negra, había muñecas hechas a base de paja y
con carne de animal adherida a cabello humano, y además de libros
negros que ilustraban conjuros oscuros había una variedad notable
de vasijas con sangre y orina. Las paredes tenían retratos de chicas
y niños que estaban tachados con equis, colgaba ropa de mujeres y
también calzoncillos de hombres manchados de sangre. Una enorme
botella de vidrio yaciente sobre la mesa capturó la atención de los
muchachos, contenía un líquido blanco y viscoso de alto espesor en
el que se veía pequeñas gotas de sangre. Liam movió la botella con
la cara de confusión y leyó la etiqueta con una reacción repugnante,
era el semen de los hombres que probablemente la bruja llevaba a
la guarida para masturbarlos antes de matarlos, quizá y con la
finalidad de hacer amarres sexuales a las personas.
Una figura de trapo del niño Jesús colgaba de la cabeza desde el
techo, tenía múltiples clavos traspasando su cuerpo, fue atractivo y
aterrador porque estaba cubierto de sangre y excremento. Ellos se
dieron la vuelta para el otro lado de la habitación y se quedaron en
silencio, compartieron miradas de pánico y gemidos de miedo en el
momento que sus palabras fueron arrebatas por el asombro.
Un pesado costal que se movía violentamente colgaba desde una
argolla del techo, –los chicos se miraron con pasmo–, Aradia cogió
un palo de madera del suelo y de inmediato se acercó al costal para
golpearlo como una piñata. El costal cayó al suelo y Jericco lo
observó sobrecogido, Aradia lanzó el palo hacia un lado y se alejó
del costal mientras Jericco se estaba acercando con extrañeza, los
demás chicos se apartaron con espanto y sólo observaron a Jericco
tragando saliva con los ojos muy abiertos. Y de repente, cuando

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Jericco abrió el costal sucedió algo que los dejó boquiabiertos y
perturbados… Porque no había nada en el costal, era algo inaudito
y desesperante porque simplemente había huesos y sangre seca en
la tela del costal.
El olor a incienso hizo estornudad alérgicamente a Jericco.
– ¡SALGAMOS DE ESTA MIERDA! –Gritó Liam dirigiéndose a la
puerta para salir, su voz estaba ronca y desafinada–.
Alejo y Annette lo siguieron. Pero Aradia y Jericco se quedaron allí.
– Que miedosos son esos maricos, –masculló Aradia mirándolos
con ojeriza–. ¿Jericco, no se te antoja hacer algo malo?
– ¿Te refieres a…?
Jericco y Aradia estaban conectados, sabían lo que pensaban.
– ¡Así es! –Asintió Aradia vigorosamente con una risa furiosa–.
Brujería con magia negra, tenemos los objetos necesarios para
un ritual.
– ¿Y qué hay de los chicos? Ellos les temen a estas cosas…
– Porque no están relacionados con el ocultismo como lo estamos
tú y yo.
– ¿Y qué tal si le presentamos a Balam esta noche? –Le preguntó
Jericco rodeándola despacio–.
– Hmmm… Buena idea, –Aradia movió la cabeza con lentitud–. Yo
sí quiero, me encantaría empezar el año con un bueno rito que
marque el inicio de una nueva era.
Aradia y Jericco hablaban con malicia. Los chicos los miraban con
miedo, desconocían la maldad que Jericco y Aradia tenían en la
cara.
– ¿Y a quién le ofreceremos para el sacrificio?
453
– A ver, a ver… La verdad no lo sé –negó Jericco levantando las
cejas e inclinando la cabeza–, tenemos que matar a alguien para
que el ritual salga a la perfección.
– ¿A un animal?
– ¡No! –Rezongó Jericco–. Sería muy anticuado, yo quiero matar a
una persona.
– Yo también quiero matar a alguien, pero no sé a quién… ¿Y si le
quitamos la vida a Alejo?
– ¡JAJAJAJAJA! –Jericco se carcajeó con crueldad–. ¿Te pica el
culo o qué?
– La verdad es que sí, –Aradia empezó a rascarse el ano–, me arde
el recto porque tengo hemorroides.
Jericco se río silenciosamente.
– Escúchame, –ordenó Jericco en voz baja–, hay que convencer a
los chicos para que hagan el ritual con nosotros… Así Balam los
querrá como sus hijos, sé que él los amará tanto como nos ama a
nosotros.
– Está bien, pero ahora vayamos a dormir, tengo mucho sueño.
Los parpados de Aradia caían solos, tenía cansancio y agotamiento.
– Vamos.
Aradia y Jericco salieron de la habitación, caminaron por el pasillo
y vieron que los chicos estaban bajando las escaleras con espanto.
– ¿Por qué les temen tanto a lo sobrenatural? –Le preguntó Aradia
siguiéndolos–.
– ¡Eso es aterrador! –Le respondió Annette en voz alta–. Nosotros
no estamos acostumbrados a esto, sé que ustedes sí…

454
– Mejor vayamos a dormir y en la mañana platicamos de eso –dijo
Alejo bajando con la mano sobre el barandal–.
Bajaron y se dirigieron a los muebles, estaban llenos polvo y olían a
basura.
– ¿Van a dormir allí? –Quiso saber Jericco–.
Todos respondieron “si”.
– Bueno, –agregó Aradia–. En la mañana debemos buscar madera
para hacer una hoguera y cocinar algo.
– ¿Pescado? –Preguntó Alejo–.
– O matar algún otro animal para rostizarlo y aliñarlo, –respondió
Liam–, quiero comer carne, me urge.
– ¿Será tu instinto caníbal? –Le preguntó Jericco mirándolo con la
cara de rareza–.
– Cuidado y nos matas mientras dormirnos, –le advirtió Aradia con
ironía–, porque mueres envenado.
Todos se rieron.
– Es por la mala alimentación que tuvimos en la cárcel, –dijo Liam
con un bostezo–. Intentaré dormir, no se separen e ignoren todo
lo que sucede porque sé que en esta casa suceden cosas siniestras
y nos hará enloquecer.
– Ojalá me coja un demonio, –susurró Annette acostándose en el
sofá–, y me chupe la vagina a la perfección.
– Balam te haría el amor –le dijo Jericco riéndose en voz baja–.
Annette le dio un lado a Liam para que se acostase con ella.
– Ojalá me coja y me dé duro hasta hacerme llorar –musitó Aradia
colocando una cobija vieja en el piso para acostarse–. Soy una
perra en celo.
455
– Yo también –concordó Annette burlonamente–. Dulce sueños, hoy
será un largo día.
Jericco se acostó a un lado de Aradia. Alejo ya estaba roncando,
desde que se sentó en el pequeño sofá de la sala se durmió.
– Buenas noches, –les dijo Liam cerrando los ojos–.

456
Capítulo 34: El misterio del bosque. ¡Sacrificio!

8 horas después.
Despertaron al mediodía, todos durmieron tranquilamente menos
Annette, pasó parte de la noche y de la mañana teniendo terribles
pesadillas con el terrorífico rostro que vio en la cocina unas horas
antes del amanecer, se levantó sudando y con el corazón acelerado
por el susto. Los chicos se dividieron en dos parejas para ir a cazar
y buscar leña, Alejo y Annette salieron a buscar madera en las
afueras del bosque mientras Liam y Aradia iban a cazar. Jericco se
quedó merodeando la casa para investigar todo lo que se
encontraba, estaba inspeccionando los objetos más extraños y
espeluznante de la casa porque tenía una idea en mente que nadie se
la quitaría de la cabeza. Entró a las habitaciones del segundo piso
para revisarlas, pero estaban completamente vacías.
Cuando bajó se dirigió a la cocina y la escudriñó, empezó a rehusar
los objetos del suelo, los levantaba y los pateaba con apatía porque
la mayoría de las cosas eran inservibles. Imprevistamente, Jericco
se sorprende al ver algo muy inesperado en el piso de la cocina, era
una puerta secreta que se dirigía al sótano de la casa. Él levantó la
puerta y se abrió con un sonoro chirrido, Jericco entró a través de
ella y empezó a bajar los escalones de las escaleras del sótano.
La espantosa oscuridad del sótano mantuvo en alerta a Jericco, él
terminó de bajar los escalones y caminó con los brazos extendidos
manteniendo los ojos cerrados. Su cara chocó con una cadena que
colgaba del techo y la haló hacia abajo, –la luz de una bombilla se
encendió–, no fue para nada agradable ver lo que había en el
sótano porque lo hizo brincar de terror. Estaba un viejo colchón en
457
el piso manchado de excremento diarreico, vómito y sangre; un
extraño hombre se encontraba aprisionado de las manos con un par
de grilletes, el sujeto acostado en el colchón parecía estar poseído,
los ojos les brillaban y tenía un comportamiento muy impulsivo con
el que gritaba y gruñía como un cerdo furioso. Jericco se le acercó
cuidadosamente y lo observó distantemente con detenimiento, sentía
que el corazón se le iba a explotar.
El hombre miró a Jericco con mucha rabia y empezó a temblar con
los ojos en blanco arqueando la espalda y doblando la cabeza hacia
atrás, estaba convulsionando en medio de gritos afónicos y emitía
ásperos alaridos de cólera y sufrimiento que le quebrantaban la voz
con sollozos de tortura. Jericco haló la cadena y apagó la bombilla,
giró rápidamente y subió las escaleras con tanta velocidad que por
poco caía subiendo los escalones, salió a la cocina y tiró la puerta
de golpe escuchando aun los atronadores berridos del hombre.
Jericco corrió hacia la puerta de salida y salió de la casa con el
corazón acelerado, él sintió un escalofriante estremecimiento que lo
hizo temblar escabrosamente cuando una friolenta ola huracanada
lo sacudió. Miró alrededor del terreno y su atención se direccionó
en aquellos arbustos que se removieron bruscamente, y cuando de
pronto, un hombre se asomó detrás de un árbol y rápidamente salió
apuntándolo con una escopeta. El tipo estaba vestido con uniforme
negro de policía, era un hombre alto de raza blanca y cabello rojo,
el rostro del sujeto inspiraba maldad y transmitía ira con una astuta
expresión de odio.
– ¡Levante las manos y camine con la cara agachada! –Le ordenó
el policía con la voz saturada de furia–.

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Jericco levantó las manos y caminó hacia él, el policía se acercó a
Jericco con la escopeta en alto. Era capaz de dispararle y matarlo.
– Queda capturado ante la ley, –replicó el policía fatigosamente–.
Todo lo que diga puede ser usado en su contra.
Los chicos llegaron de inesperado y se encontraron con la escena,
estaban asombrados y estremecidos mirando al policía desde atrás.
El policía no se dio cuenta que ya no estaba solo, entonces Jericco
soltó las manos con rebeldía.
– ¡Levante las manos le estoy diciendo! –Volvió a gritar el policía
acobardándose cuando Jericco se le acercaba–.
Aradia corrió hacia el policía y con un tronco le golpeó la espalda
abatiéndolo del impacto, Liam se acercó al policía de inmediato y le
quitó la escopeta a la fuerza. Alejo y Annette dejaron caer al suelo
los pescados que encontraron en el río y se apresuraron en amarrar
al policía porque estaba levantándose adolorido.
– ¿Quieren que lo mate? –Les preguntó Liam apuntándolo con su
escopeta–.
– ¡No! –Negó Jericco bajándole la escopeta–. Vale más vivo que
muerto.
– ¿Qué quieres hacer con él? –Le preguntó Alejo terminando de
atarlo con una soga, Annette lo sujetaba de las piernas–.
– Yo sé qué quieres hacer, –respondió Aradia observando a Jericco
con vileza–. Llévenlo a la casa y asegúrense de que no pueda
gritar o escapar.
Liam le dio la escopeta a Annette y se acercó a Alejo para ayudarlo
con el hombre.

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– Ya sé qué piensan, –dijo Alejo en voz alta soltando una risa–, a
mí también me gusta la idea.
– ¿Qué idea? –Preguntó Liam inocentemente–.
– Jajajaja, –empezó a reírse Annette–, también me está gustando
esa maldita idea.
– ¿PERO QUÉ IDEA? –Repitió Liam impacientemente–.
– ¡Sacrificio! –Respondió Jericco festivamente–.
Liam se petrificó y se quedó pensando.
– También quiero participar en eso, –convino Liam moviendo la
cabeza con firmeza–.
El policía estaba gritando y forcejeándose.
– ¡Eso me gusta! –Exclamó Jericco–.
Liam metió un trapo en la boca del policía para evitar que gritase.
Pero seguía gimiendo y quejándose.
– ¿Creen que funcione? –Quiso saber Annette–.
Annette estaba apuntándole el pene al hombre con la escopeta.
– Nos comunicaremos con Balam esta noche, –respondió Jericco
observando al policía como su próxima carnada–. Haremos una
misa negra para que ustedes sean dignos del conocimiento que
Balam nos dará a todos.
Alejo terminó de atar al policía y lo sujetó de las manos, Liam lo
tomó de las piernas y entraron a la casa. Subieron a la habitación
en donde estaban los objetos de brujería y lo dejaron en un rincón.
– Jericco y yo ya fuimos bautizados, –dijo Aradia–, y ahora faltan
ustedes.

460
– Un pacto no se trata de obtener dinero, sexo y fama, –prosiguió
Jericco–, sino de valentía, poder y sabiduría.
Jericco y las chicas entraron a la casa.
– ¿No es peligroso? –Preguntó Annette preocupada y fascinada–.
– No, –respondió Jericco sacudiendo la cabeza mientras entraba a
la casa–.
Annette colocó cuidadosamente la escopeta en el sofá, Aradia cerró
la puerta de golpe.
– ¿A qué hora empezamos con el ritual? –Preguntó Liam bajando
las escaleras con Alejo–.
Aradia se sentó en el sofá y les respondió:
– A las 3:33 de la mañana, el tiempo muerto.
– ¿Por qué a esa hora? –Curioseó Alejo aproximándose al sofá–.
– Es la hora exacta de las brujas, –explicó Jericco–. Algunos creen
que se debe a un simbolismo satánico, porque las 3:33 sería la
mitad del 666… El número de la bestia,
– La perra de Jesucristo murió a las tres de la tarde, siendo las tres
de la mañana la hora opuesta –añadió Aradia explicativamente–.
Sería una especie de portal para todo aquello que pertenece al
diablo, lo que es maligno y siniestro.
Alejo y Liam sintieron un escalofrío por la forma en la que Aradia
manipulaba el tema.
– Pienso que es una burla a la Santísima Trinidad para desafiar las
obras de Dios, –comentó Annette inquietada y perturbada–.
– Esa hora funciona para unir el mundo de los vivos con el de los
muertos, –agregó Aradia–, en especial a quienes residen en el
más allá.
461
Jericco suspiró y barbulló:
– Una de las cosas más grandiosas que he aprendido es que los
demonios de Satanás, no nos lastiman cuando entran a nosotros.
– De ninguna manera, –comentó Aradia–, solo son conspiraciones
falsas de lo que es una posesión.
– Siempre estamos conscientes de lo que está pasando, –añadió
Jericco–.
– Cuando los demonios hablan a través de nuestro cuerpo sabemos
y escuchamos lo que están diciendo, –agregó Aradia–.
– Entonces, ¿No hay por qué sentirse nervioso? –Masculló Alejo–.
– No, –continuó Jericco–, ya que raras veces hacen algunas cosas
a la fuerza.
– ¿Sabían que hay ángeles que se disfrazan de demonios para
poseer gente? –Les dijo Annette como pregunta–.
– Claro, –asintió Jericco con la cabeza–. Aunque a la gente que le
gusta invocar seres angélicos terminan experimentando vacíos o
amnesia.
– Supongo que existen entidades que no son de Lucifer, y cuando
son invitados tomarán el control de la persona y le harán daño a
las personas que los invocó, –comentó Liam–, hace unos años leí
un libro sobre magia negra en donde hablaba de la diferencia
que existe entre invocar a un demonio, e invocar a cualquier ser
astral.
– Y después no recordará nada, –musitó Annette–.
– Nuestro Padre Satán es el supremo dador de conocimiento eterno
y sabiduría perpetua, –dijo Jericco–, y sé que no tiene motivos
para causarle daño a nadie. Mucho menos lagunas mentales o
provocar la pérdida de conocimiento.
Alejo cambió la conversación repentinamente.

462
– Jericco, queríamos hablarte de algo, –notificó Alejo–, hemos
hablado con alguien que sabe la historia de esta casa.
Jericco se quedó extrañado y balbuceó:
– ¿Con quién?
– Cuando nos fuimos a pescar y a buscar madera nos encontramos
con un anciano, –respondió Liam–, es un viejo campesino que no
sabe nada de lo que pasa en el mundo. Nos dijo que esta casa era
de una mujer que murió hace semanas, practicaba magia negra y
le temían por su alto grado de maldad.
– Era una bruja peligrosa, –añadió Aradia–, murió por causas muy
naturales… Le dio un infarto, pues la anciana tenía 115 años y
en toda su vida lo único que hizo fue atrocidades por medio de la
magia negra.
– Nadie sabía cuál era su nombre, pero sólo le decían “la bruja”,
–persistió Liam–. Se robaba los niños de los pueblos cercanos y
los mataba, después les regresaba los cadáveres a sus hogares
para aterrar e intimidar a sus familiares.
– También profanaba tumbas en el cementerio para practicar la
nigromancia o algunos actos necrófilos, –murmuró Aradia–. El
anciano dijo que la bruja se metía en las casas de los campesinos
en la noche para llevarse los recién nacidos, y ya sabes, para así
sacrificarlos y hacer lo suyo con sus cadáveres.
– El anciano dijo que la bruja estaba perdidamente enamorada de
un hombre al que secuestró hace años atrás, –añadió Annette,
Jericco sintió un escalofrío–. Se cree que lo usaba mayormente
para invocaciones demoniacas en donde los demonios entraban
en él, para luego comunicarse con otros espíritus malignos.
Jericco hizo una pausa mientras se quedaba pensando.

463
– Ese hombre está en el sótano, –susurró Jericco apesadumbrado y
confuso–, y créanme que, no parece un hombre… Es como si ya
hubiese perdido el sentido humano, es una bestia infernal.
Todos soltaron un grito de asombro.
– ¿QUÉ? –Increpó Alejo boquiabierto levantándose del sofá–.
Liam miró a Jericco, absorto.
– ¿En dónde está el sótano? –Preguntó Liam estremecido–.
– En la cocina, –respondió Jericco en voz baja–. En el piso hay
una pequeña puerta que se abre fácilmente, sólo que… Está muy
oscuro y se siente una mala energía, es un sentimiento fúnebre y
lamentable. No les recomiendo ir solos, ese hombre da miedo.
– Y sí la bruja está muerta… ¿Quién tenía encendida las velas de
arriba cuando llegamos? –Les preguntó Annette curiosamente–.
Todos se quedaron pensando.
– No tengo respuesta para eso, –reconsideró Liam–.
– ¿Ustedes son imbéciles? –Refutó Aradia –. ¡Obviamente que la
mujer sigue aquí! Ósea… ¡ERA UNA BRUJA!
– Se me ha erizado la piel, –dijo Alejo cruzándose de brazos–. Y si
ese hombre está en la casa, ¿Podríamos usarlo para el ritual?
– En eso estaba pensando, –expuso Jericco levantando la mirada
hacia el techo–. La bruja nos ha dejado una muy buena herencia.
– Ya tenemos cómo invocar a Balam, –añadió Liam mordazmente–.
Y también le ofreceremos al policía para el sacrificio, ¿Están
listos?
Todos asintieron vigorosamente.
– En la habitación de la bruja está todo lo que necesitamos para el
ritual, –dijo Aradia juntando sus manos y acariciándolas–.
464
– Entonces, la mujer que vi en esa habitación… ¿Era la bruja? –
Preguntó Liam atónitamente con los ojos cerrados–.
– Probablemente sí, –respondió Jericco con la voz áspera–.
Liam abrió los ojos y tragó saliva con una expresión de miedo.
– De acuerdo, –concordó Annette–, en la noche realizaremos el
pacto para conocer a Balam.
– Ya quiero conocerlo, –dijo Alejo–.
– Yo también, –convino Liam–. Pero por ahora vayamos a cocinar,
tengo muchísima hambre.
– ¿En dónde dejaron lo que trajeron? –Preguntó Jericco–.
– Está afuera, –le respondió Aradia–. Trajimos tomates, lechuga,
cebolla y pescado. Claro, aparte de la madera para la fogata.
– Lo suficiente como para que la comida rinda para la noche, –dijo
Alejo–.
– ¡Genial! –Exclamó Jericco animosamente–. Lo bueno es que ya
tenemos una escopeta para cazar animales más grandes.
– También podríamos cazar aves, –sugirió Annette–. Mejor vamos
a hacer comida, muero de hambre.
– Vamos, –dijo Jericco levantándose del sofá–.
Salieron apresuradamente y después de unos minutos encendieron
la fogata. Sofrieron el pescado y le agregaron una ensalada que la
misma Annette preparó, después de comer, se bañaron en la lluvia y
corrieron libremente por todo el bosque mientras la tormenta crecía
con truenos y relámpagos.
Era el bautizo de la lluvia y el renacimiento de los árboles.

465
Capítulo 35: El renacimiento. El Dios del invierno.

Correr como un purasangre bajo la lluvia fue la única demostración


de que sí se puede volver a nacer, trepar los árboles más altos y
saltar sobre las rocas más antiguas revolvía un violento tsunami de
fuego que rebosaba impetuosamente las almas libres y jóvenes. La
neblina del bosque y el sonido de la lluvia era la prueba de que la
libertad y el amor son la misma palabra, y aunque los miedos se
iban con la fuerza de la borrasca, la tormenta derretía la tinta de
las viejas historias escritas en pergamino dejando un gran espacio
blanco para los nuevos capítulos que faltaban por escribir.
Jericco se apartó de los chicos y se dirigió al otro lado del bosque
para estar solo, se alejó tanto que llegó a un río que serpenteaba las
tierras mágicas de frutos y riquezas con las aguas que corrían con
vehemencia. Con desespero se quitó el viejo uniforme de recluso y
quedó desnudo bautizándose bajo el encanto del diluvio grisáceo,
abrió la boca y empezó a sorber las gotas de lluvia mientras el río
arrastraba sus viejas prendas, las antiguas evidencias de que la
naturaleza devoraba las más recónditas memorias del ayer.
Felizmente desnudo giraba alrededor de los árboles expandiendo
los brazos mientras miraba hacia arriba con la boca expandida, se
acostó en la tierra con los brazos abiertos y dejó que la lluvia
hiciera el resto, se levantó alegremente con una radiante sonrisa y
caminó de rodillas hacia el río. Entró al agua lentamente y se puso
de pie, empezó a caminar en las más bajas profundidades entre
rocas y plantas acuáticas, y por cada dolor pasado, su corazón se
robusteció con el purificante oxigeno invernal mientras se perdía en
la niebla de la fría tormenta.

466
Cuando la lluvia cesó la niebla continuó bajando sobre el nivel del
suelo y la temperatura descendió, el cantar de las aves encantaba el
bosque con el hechizo de la tranquilidad y la felicidad. Se alcanzaba
ver la nitidez de las altas montañas bañadas en escarcha que
circunvalaban el bosque, el aire se respiraba cristalinamente para
exhalarlo con el suspiro de los altísimos árboles que se vitalizaban
con la liviana llovizna. Hiedras y madroños construían un
ecosistema sosegado en la exuberante flora del denso boscaje,
Jericco hibernaba durante la etapa invernal junto a la salvaje fauna
boscosa del clima oceánico berlinés.
Los pumas retrocedían intimidados cuando miraban a Jericco desde
sus cuevas, los lobos y los zorros corrían amedrentados al ver que
Jericco los ahuyentaba de sus propias tierras. Dominaba el bosque
con su refulgencia en cada paso como el supremo Dios del invierno,
las fieras más salvajes se acobardaban ante él y escapaban de su
presencia para huir de la vergüenza.
El invierno resecaba las heridas con el elixir de la lluvia, el oxígeno
abombaba sus pulmones como un globo para detonarlos con la
aguja de la tranquilidad en sonrisas de paz y alegrías.
Jericco regresó a casa desnudo y se vistió con una vieja ropa que
encontró en las habitaciones del segundo piso, encontró a los chicos
dormidos y se durmió con ellos hasta la noche. El frío del bosque
anestesiaba a cualquiera con su serenidad, necesitaban muchísima
energía para la ceremonia.

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Capítulo 36: El último pacto. La misa negra.

2 de enero del 1948


3:00 am.
El policía fue llevado al sótano unas horas antes para llevar a cabo
la misa negra y el sacrificio, para ello, encontraron sangre humana
en un recóndito escondite de la casa que la bruja resguardaba para
ella misma, cabe destacar que encontraron cinco túnicas negras en
la habitación de la bruja para usarla ellos mismos. Les dieron una
forma de garra a sus uñas y las pintaron de negro, las chicas tenían
la boca pintada de negro al igual que los parpados en la parte baja
de las cejas. El pavoroso y perturbado policía estaba atado de
manos y piernas, tenía un trapo metido en la boca mientras gemía y
sollozaba con los ojos llorosos cuando observaba su terrorífico
entorno. Aradia abofeteó al policía con un fuerte golpe que le dejó
la mano marcada y le quitó el trapo de la boca, –el hombre siguió
lloriqueando y gritando–, Annette se quitó la ropa interior y se la
metió violentamente en la boca para callarlo.
Previamente, trasladaron una vieja bañera al sótano y la llenaron
de sangre humana y animal para iniciar el culto, encontraron tiza y
una afilada navaja que sería la clave maestra de la ceremonia; no
requirieron muchos objetos de brujería para la sesión, el hombre
poseído estaba adormecido en un poderoso hechizo sobrenatural
que lo mantenía debilitado, pero, aun así, gruñía y rezongaba entre
los dientes como si fuese una furiosa bestia del mismísimo infierno.
Los chicos mantenían la distancia hacia el hombre, su cama estaba
en el centro de un inmenso pentagrama que protegía a los mortales
de los demonios más peligrosos.
468
En el inicio del rito comenzaron cortándose la mano derramando la
sangre sobre una vasija de cerámica, luego Jericco levantó la vasija
a la altura de su boca y cerró los ojos bebiéndola enérgicamente,
sus enrojecidos y carnosos labios se deleitaron de sangre como los
de un vampiro, tenía el rostro muy pálido y los pómulos sobresalían
en su cara dándole una facción de diamante. Alejo y Liam trazaron
un espacioso círculo en el suelo mientras Aradia y Annette se
besaban apasionadamente, estaban tensos con la apertura del rito,
Jericco se acostó en el suelo dentro del círculo con las extremidades
extendidas y Liam describió marcas, junto a la cabeza, a las manos
y a los pies; proyectándose un total de cinco puntas.
Jericco se levantó y continuó bebiendo de la vasija compartiendo la
apetitosa y suculenta sangre con sus dos amigas vampíricas, Liam y
Alejo prosiguieron con la formación del círculo, empleando la línea
de tiza en el suelo apareció la forma de una estrella al unir los
puntos de dos en dos. Liam engrosó las gráciles líneas de la estrella
con pintura roja, Alejo terminó de perfeccionar la construcción del
pentagrama tradicional de invocación empleado en la magia negra.
Liam y Alejo levantaron al policía y le quitaron la ropa con lentitud,
abrieron la tela con una cuchilla y cuando lo dejaron desnudo lo
metieron obligadamente en la bañera, ya la ceremonia estaba por
empezar. Le dieron un baño sangriento al policía mientras que las
chicas lo lavaban con un delgado cepillo para no tocar la sangre
con sus manos, el baño consistía en un importante proceso de
purificación para realizar el sacrificio; con un incensario esparcían
el humo del incienso quemado cuando Jericco lo movía alrededor
del policía, el incienso representaba un olor grato y purificador de
armonía para satisfacer la presencia de Satán con un aroma muy
agradable.

469
Levantaron al policía después de que transcurrieran 6 minutos y 6
segundos, lo envolvieron con una toalla negra y lo secaron en plazo
de otros 6 minutos, estaba clamando de horror en el piso. Jericco
les ordenó a los presentes que juntaran las manos y empezó a orarle
a Satán:
– Ante ti Señor de la verdad y la luz me presento, –Jericco cerró los
ojos y bajo la cara, el policía estaba emitiendo gritos y alaridos
desgarradores–, nada poseo salvo mi propio ser y mi endeble
humana naturaleza. Señor guerrero por excelencia, tus benévolas
armas truncaron los sables de Dios. Protector de los hombres,
ante ti acudo anhelando y buscando la protección.
Y repentinamente sonó un gruñido del hombre poseído que los hizo
brincar del susto, la bombilla empezó a titilar y Jericco prosiguió
con la voz alta:
– Tu belleza es envidiada por los astros y tu fuerza quiebra la roca,
permite que mi espíritu se funda con el tuyo ahora y por siempre.
¡Padre Satán escucha estas palabras… ¡Como ofrenda de unión
y agradecimiento eterno! Complace mis deseos y mis palabras
sellarán este pacto de unión perpetua… Lucifer por ti renuncio a
Dios, –Jericco juntó las manos sobre su pecho, todos hicieron lo
mismo–, renuncio a Cristo, renuncio a sus sacramento y
bendiciones, renuncio de sus iglesias, ministros y pastores. Yo
renuncio a todo aquello que es santo y sagrado, renuncio a todo
don o beneficio que no venga de ti… Renuncio a que mis actos
sean tenidos como buenos ante Dios, a todo aquello renuncio
para unir y sellar nuestras almas por… Siempre.
Un escalofrío arremetió contra Jericco y sintió que un viento helado
traspasó su espalda como un puñal, abrió los ojos y observó al

470
policía con una mirada frialdad y encarnizamiento. Con las manos
sobre su pecho continuó diciendo indomablemente:
– Abrazo tu amor y comparto tu odio, abrazo tu dolor y tu placer,
abrazo tu luz y tu oscuridad… Abrazo tus dones y sabiduría para
usarlo contra nuestros enemigos, abrazo tu pasado y tu futuro de
victoria. ¡GLORIA A SATANÁS! –Todos repitieron la misma
frase–. ¡GLORIA A VUESTRO PADRE! ¡GLORIA A SATANÁS!
¡SALVE SATANÁS! ¡AVE SATANÁS!
Aradia comenzó a recitar las siguientes palabras con mucho poder:
– Defensor de lo impío, regente del infierno, destructor de los
tronos divinos, terror de los ángeles, Padre de las eternas
resistencias, espíritu rebelde. ¡Tú eres la resistencia, tú eres la
guerra universal! ¡TÚ…! ¡DRAGÓN QUE EMERGE EN LOS
VAPORES DEL INFIERNO! ¡TÚ, que construiste un inhumano
altar sobre el cielo y en la tierra! –El hombre poseído empezó a
gritar mientras la luz parpadeaba y la temperatura bajaba–. ¡Tus
estandartes son enrojecidos con sangre!
Annette, Liam y Alejo observaban el entorno con pavor y al mismo
tiempo con deslumbramiento. Jericco empezó a gritar con todas sus
fuerzas:
– ¡Nosotros te honramos, Satán! –Los demás repitieron cada frase
desde aquí–. ¡Nosotros te invocamos, Satán! ¡Nosotros nos
reunimos, Satán! ¡Contigo están todas las espadas del infierno!
Aradia tomó la palabra y bramó potentemente.
– ¡Larga vida a ti, Satán! ¡Larga vida a ti, maldad perfecta y
oscuridad eterna ¡Fortalece nuestro corazón y acepta nuestra
alma! ¡Guíanos! Mi mano derecha se abre y mi mano izquierda

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se enrojece con sangre. ¡YO TE DOY MI SANGRE Y ME
FUSIONO CON EL ABISMO!
Annette sintió que una palabra le nació desde el fondo de su oscuro
corazón y dijo con un rugido:
– ¡Padre Satán, Rey del horror humano… Llévame al infierno!
Dios debe ser destruido, la oscuridad debe ascender, el universo
debe ser quemado y que llegue el infierno.
Desjuntaron las manos y las levantaron piadosamente con los ojos
cerrados.
– ¡Cristo debe volver a ser crucificado, una y otra vez! –Exclamó
Liam llenándose de valor y rebeldía–. Los sellos de las plagas y
de las muertes deben ser removidos, y que llegue al infierno.
– ¡Los demonios se revelarán y Dios será destruido! –Gritó Alejo
con los brazos expandidos hacia arriba–. ¡Cristo no volverá!
¡Cristo no volverá y Dios no ganará! Humillemos y trituremos la
cruz que Cristo besó, bendito sea el pueblo asesino y maldito sea
el pueblo ortodoxo.
La oración finalizó con una señal de la cruz invertida.
– ¡Gloria eterna para la deidad infernal! –Gritó Jericco con la voz
áspera y distante–.
Los ojos del policía se pusieron en blanco y cayó hacia atrás con los
brazos torcidos, estaba respingando ferozmente retorciéndose en
seguidas convulsiones violentas que le arqueaban la columna y le
doblaban los brazos. Alejo y Liam sujetaron de los brazos al policía
mientras se calmaba después de los impulsos convulsivos, Jericco se
acercó a ellos con la navaja y le levantó suavemente la cara al
policía. Aradia se aproximó al policía y halándolo del cabello dejó

472
que Jericco hiciera lo suyo mientras le sostenía los parpados hacia
arriba, Jericco levantó la navaja y le cortó con lentitud el borde de
los ojos más arriba de los pómulos, –el policía empezó a gritar y a
retorcerse sufrientemente–. Annette corrió hacia ellos y le colocó
una venda en los ojos al hombre, Jericco hizo una pausa y
repentinamente su cara reflejó una misteriosa furia que lo llevó a
empujar a Annette. Jericco le levantó la cabeza para atrás y pasó la
lengua suavemente por el cuello del hombre, después con un suspiro
placentero lo cortó con elegancia y perseverancia.
El policía cayó desangrado en el suelo y empezó a ahogarse en su
propia sangre que le inundaba la garganta, el sonido del desangre
era realmente aterrador y perturbador, Jericco lo miró con una
sonrisa maliciosa y Liam empezó a reírse frenéticamente junto a los
demás. El policía estaba revolcándose en medio del círculo, se puso
de pie después de muchos intentos fallidos y empezó a gritar con la
venda mojada de sangre, –Aradia estaba riéndose, empezó a bailar
moviendo y sacudiendo las caderas sensualmente–, el hombre quedó
en estado de shock y la sangre empezó a regarse en el suelo hasta
que dejó de moverse con un alarido, la agresiva hemorragia no
cesaba y los aullidos de dolencia sulfuraban con estridencia.
La debilitación del miocardio incrementó la frecuencia cardiaca
con un desenfrenado ataque de pánico, la pérdida masiva de sangre
hizo que el corazón dejara de enviar sangre al árbol arterial, por lo
que la presión arterial cayó por debajo de lo habitual junto al riego
sanguíneo del músculo cardiaco; el policía murió, y Alejo terminó
de rematarlo con la navaja mientras lo mutilaba desde el cuello
hasta los pies, Jericco empezó a decir repetitivamente junto a los
demás la siguiente frase:

473
– ¡GLORIA ETERNA PARA LA DEIDAD INFERNAL! –Gritaron
con todas las fuerzas hasta que sus voces se enronquecieron–.
¡Salve Satán y sus legiones infernales!
Annette le dibujó una cruz en el pecho con la navaja, le cortó la piel
y empezó a escribirle con cortadas el código de la bestia en todas
partes del cuerpo. Liam y Alejo movieron el cuerpo del policía hacia
el centro del pentagrama y lo ajustaron, Aradia buscó una sábana
blanca y la colocó encima del cadáver, Jericco y Alejo envolvieron
el cuerpo y lo enrollaron hasta dejarlo totalmente envuelto. Liam se
apartó de los chicos y encendió cinco velas negras en cada punto
del pentagrama, y cuando el antiguo reloj de madera marcó la hora
de las 3:33 am Jericco se inclinó y luego todos hicieron lo mismo.
Jericco entrelazó las manos y agachó la cara para recitar, pero en
un improvisto segundo Aradia le interrumpió:
– Después de la oración no abran los ojos hasta que el demonio se
los ordene, de lo contrario pudiera ser peligroso si lo hacen…
Simplemente no abran los ojos y mantengan la cabeza agachada,
por favor. ¿Sí?
La tensión de la invocación era espeluznante, todos siguieron las
órdenes de Aradia y Jericco prosiguió.
– Señor Satanás, –murmuró Jericco con la boca temblorosa–, por
tu gracia, concédenos, rezo el poder de concebir en mi mente y
ejecutar esto que deseo hacer, el fin que alcanzaría gracias a ti.
¡Oh grandioso Satán! El único verdadero Dios que vive y reina
por siempre y para siempre. Te suplico incitar a Balam a
manifestarse tras de mí para que él pueda darme verdaderas y
fidedignas respuestas, así, pues, podría cumplir mi deseado
objetivo, a condición de que sea apropiado para su oficio. Esta es

474
una respetuosa y humilde petición en tu nombre, Señor Satán,
puedes juzgarme dignamente, Padre.
El sótano se quedó en un profundo y temeroso silencio, una densa
niebla pasó por las orillas de la puerta e inundó el suelo con un frío
macabro y mortuorio. Liam escuchó que algo le susurró en la oreja
diciendo su nombre, y rompiendo las reglas del ritual por simple
curiosidad abrió los ojos y levantó la cara… Vio que el sótano se
hundía en el abismo de las tinieblas y miró algo que le arrebató el
aliento con un quejido, Liam observó que el cadáver del policía se
levantaba lentamente con los brazos estirados hacia delante
expulsando humo negro por la boca. Liam se petrificó con asombro
y cerró los ojos de inmediato, y en aquel momento de miedo y
confusión un abrupto rugido de rabia se escuchó en el sótano, y
súbitamente, una voz masculina y ronca les habló desde la cama del
hombre poseído. Diciendo:
– Sean bienvenidos al nuevo imperio del gran renacido, ya pueden
abrir sus ojos, hijos míos…
Cuando abrieron los ojos se escalofriaron con algo intensamente
sombrío e inaudito, el cadáver del policía estaba incorporándose
como si hubiese resucitado de entre los muertos. El cadáver tenía la
columna arqueada en forma de puente dentro del círculo, estaba
riéndose con la boca muy ensangrentada y la venda en sus ojos se
soltaba, la soga de las manos y de sus pies no le evitaba moverse
porque seguía retorciéndose con la espalda doblada hacia atrás.
– ¡Oh, Padre mío, Balam! –Aclamó Jericco levantando los brazos
con la cara de admiración–. Ha pasado mucho tiempo sin verte,
cuanto te he extrañado…

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Liam, Annette y Alejo miraban estremecidos al hombre poseído que
hablaba por Balam. A diferencia de Aradia y Jericco, quienes con el
corazón latente estaban encantados y deslumbrados
– ¡Hail Balam! –Glorificó Aradia sonrientemente poniéndose de
pie–. Podrían pasar millones de años, pero seguirás formando
parte de mi lóbrego y envenenado corazón… Te amo, te amamos.
Aradia caminó hacia la cama del hombre poseso y le besó la mejilla
izquierda.
– ¡Muchas gracias por todo lo que hiciste por nosotros! –Retribuyó
Jericco acercándose a la cama, se acostó a un lado del poseído y
le besó la frente–. ¡Oh, Padre vuestro! Somos fieles ante ti, con el
corazón en la mano te ofrecimos el cuerpo y alma de un hombre
rebelde que se cruzó en nuestro camino para perjudicar nuestra
elite.
Jericco señaló al policía redivivo.
– Honoradas ofrendas me regresan el aliento como un humilde
siervo, –dijo Balam con la voz del hombre–, y aunque el tiempo
de esta noche será limitado sólo quería venir para a presentarme
ante mis nuevos hijos. Porque sé lo mucho que han vivido juntos
como fieles hermanos…
– Ellos son Liam, Alejo y Annette, –repuso Aradia clementemente–.
Mortales comunes que están dispuesto a cambiar sus vidas por ti,
y aunque estamos bastante dispuestos a conocer nuestro incierto
futuro en éste mundo tan hostil, ellos ofrenden sus almas por ti,
sin esperar algo a cambio… Sólo anhelamos libertad y felicidad,
sin generar daño al mundo que nos rodea, queremos tener la
astuta oportunidad de cambiar la historia como lo hizo Jericco
en Pléyades.

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Balam sonrío y asintió con la cabeza. Aradia y Jericco abrazaban a
su Padre como niños pequeños.
– Annette, –le dijo Balam direccionándole una mirada piadosa–, he
visto muchos actos misericordiosos de tu parte… Eres una mujer
intuitiva, generosa y gentil, ese es un buen punto de ti pero, creo
que debes cuidarte mucho de la gente que quiera aprovecharse
de eso. Oh, Liam… –Lo miró fijamente–. ¿Qué puedo decirte?
Gracias a ti, Jericco se sintió tan apoyado que descubrió el amor
que le tiene a la literatura, porque sé que ustedes dos están
conectados por medio de un talento esplendido que ha abierto un
puente prodigioso en el universo. ¡Alejo! –Le lanzó una mirada
con un grito de júbilo–, sin tú inteligencia y tu sencillez de hacer
las cosas no habrían llegado a donde están ahora, eres un buen
hombre. Estoy muy orgulloso de ustedes y tienen una importante
misión por cumplir en este mundo, a cada uno les agradezco
firmemente por todo lo que han hecho.
– ¡Alabado seas, Padre! –Bramó Annette con respeto estirando las
manos sobre el suelo–.
– ¡Salve Balam! –Enalteció Alejo realzando los brazos–.
– ¡Salve Balam! –Repitió Liam seriamente bajando la cara–.
Aradia pensó en algo y le preguntó rápidamente:
– ¿Qué mensaje nos tienes?
– Saben que no me gusta descifrar mensajes sobre el pasado o del
futuro cuando se trata de ustedes, porque lo que realmente vale e
importa mucho es el desarrollo que ustedes tengan en sus vidas
sin que yo les diga lo que va a suceder, quiero que sean hombres
y mujeres valientes que sepan luchar por lo quieren.
– Eso te lo agradecemos infinitamente con el corazón en la mano, –
concordó Jericco–, sólo que actualmente tengo muchas dudas
477
con respecto a lo que pueda suceder con nosotros… ¿Acaso nos
espera más infortunios? ¿No podremos ser felices? ¿Es que
nunca tendremos una larga vida?
– Tranquilo, hijo mío… ¿Sabes? Hay una sorpresa para ti, y quizá
para Aradia, porque el mundo sigue girando cada día y sólo falta
un regalo por encontrar… No les diré sobre qué o quién se trata,
pero, necesito que viajen a Italia, allá les espera un nuevo paso
que de seguro les gustará mucho.
– ¿A Italia? –Le preguntó Jericco emocionadamente sollozando de
risas con Aradia–.
– ¡Al Vaticano! –Respondió Balam con una emotiva carcajada–.
– ¿Y qué quieres que hagamos allá? –Preguntó Liam interesado–.
– Quiero que vayan a la Basílica de San Pedro por una misión que
marcará la historia de la humanidad, necesito que la destruyan,
despedacen todo lo que encuentren y si es posible asesinen al
Papa.
– ¿No podría ser arriesgado matarlo? –Opinó Annette–. Ya que
esa gente cuenta con mucha seguridad.
– No estaría mal que nos infiltráramos como monjas y sacerdotes –
sugirió Alejo–. Recuerden que somos los maestros del disfraz.
– ¡Eso me gusta! –Concertó Balam sonando una risa contagiosa–.
Por alguna razón ustedes fueron elegidos como mis fieles hijos,
saben que siempre estaré con ustedes y sin importar lo que pase
no permitiré que envejezcan tan rápido.
– ¿A qué te refieres con que no envejeceremos tan rápido? –Quiso
saber Aradia mirándolo fijamente con confusión–.
– Así como lo oyen, yo mismo me encargaré de que tengan juventud
y paz para siempre. No importa el día en que dejen este mundo,
porque les esperará una y otra vida, todo es una sucesión y eso
es lo que nadie comprende.

478
Todos se miraron felizmente con una sonrisa.
– ¿Y cuándo debemos ir a Italia? –Le preguntó Jericco–.
– Si es posible esta misma semana, antes del 5 de enero deberán
estar en Italia. Como Annette les mencionó anteriormente, será
de mucha importancia que cambien sus identidades antes de que
los capturen. Tienen muchos enemigos en el mundo, y justo ahora
los están buscando a todos bajo tierra… En especial a ti, Jericco.
– De acuerdo, –asintió Annette moviendo la cabeza–, hoy mismo
encontraremos los trenes para irnos a Frankfurt.
– ¿Por qué a Frankfurt? –Le preguntó Liam–.
– Porque allá conozco gente que podría ayudarnos mucho con eso,
tengo mi patrimonio en Frankfurt y algunos parientes que seguro
están esperando por mí.
– Entonces… ¡Vayamos! –Exclamó Aradia–.
– Les deseo mucha suerte en el viaje, –dijo Balam–, yo estaré para
acompañarlos cuando me necesiten. Lamento decir esto, pero…
Ya es tiempo de irme, nunca olviden que triunfarán y que no hay
nada más fuerte en el mundo que ustedes mismos. Nos vemos
pronto, cuídense mucho, por favor… ¡Adiós, hijos míos!
– ¡Salgamos de aquí! –Gritó Aradia alarmantemente–.
– Ya son las 5 de la mañana –dijo Alejo mirando el reloj–.
– Salgamos de la casa antes de que sea más tarde, debemos huir –
agregó Annette levantándose del piso–.
Cuando Balam salió del cuerpo el hombre murió de una vez, dejó de
moverse y de respirar, Jericco le tocó el antebrazo y el cuello para
así sentirle el pulso pero no sintió nada. Desaparecieron sus signos
vitales y el cuerpo del policía cayó en el suelo, Liam cogió un frasco
de gasolina y lo derramó encima de ambos cadáveres esparciéndola
alrededor de ellos y del sótano. Alejo encendió un fosforo y luego lo

479
lanzó sobre el cadáver del policía, y frenéticamente, la candela
apareció en el centro del pentagrama y se elevó tanto que quemó el
techo del sótano. Todos se tomaron de las manos y empezaron a
girar alrededor de la candela mientras danzaban y brincaban, era
un momento de celebración muy divertido y emocionante, y cuando
el fuego empezó a crecer Jericco recitó las últimas palabras para
cerrar el rito mientras seguían girando, y conjuró un maleficio de
destrucción contra todos sus enemigos.
– ¡Mirad! Las poderosas voces de mi sucia y perversa venganza
atraviesan la quietud del aire y permanecen como monolitos de
ira sobre una llanura de serpientes agitadas. Me convierto en
una máquina monstruosa de aniquilación para aplastar, triturar
y descomponer el cuerpo de quienes me han humillado. No me
arrepiente el hecho de que mi llamado cabalgue los huracanes
que multiplicarán el aguijón de mi amargura. Y grandes plagas
negras surgirán desde los pozos más profundos y vomitarán sus
pestilencias en sus cerebros.
Aradia tomó el turno para conjurar su venganza.
– Llamo a los mensajeros de la ruina para que hieran con siniestro
y sombrío deleite a las víctimas que hemos escogido. Silenciosa
es esa ave que se alimenta de la pulpa del cerebro de quien me ha
atormentado, y la agonía que tendrá lugar se alimentará a sí
misma en temblores de dolor. Sólo que esto sirva como señal de
advertencia para a aquellos que quisieran hundirme.
– ¡Oh, vengan, en nombre de Abaddón! –Continuó Jericco–. Y
destruyan a aquel cuyo nombre doy como señal, ¡Oh, grandes
hermanos de la oscuridad, que cabalgan sobre los ardientes
vientos del infierno, que habitan en la morada del Diablo!
¡Preséntense a aquellos! Que sostiene la podredumbre de la
480
mente que mueve la boca que se mofa de lo justo y lo fuerte,
desgarren esa lengua y cierren su garganta. ¡Satán! Penetra sus
pulmones con aguijones de escorpiones.
El incendio se convirtió en un infierno cuando se expandió por el
sótano, los chicos salieron de allí rápidamente y corrieron hacia la
salida para marcharse de la casa. Ya una vez afuera se quedaron
mirando la casa mientras se empezaba a incendiar, el desgarrador
grito de una mujer quemándose se escuchó venir desde adentro, las
paredes y las ventanas se destruían lentamente cuando el fuego
arrastraba cada rastro de la bruja. La casa empezó a llenarse de
fuego y no duró mucho tiempo en desplomarse, cuando el humo se
levantó tomó la figura de un perturbador rostro diabólico que
alborotó a los chicos. Antes de que se derrumbara y los escombros
cayesen por todas partes huyeron de la casa para adentrarse en el
bosque en plena madrugada.

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Capítulo 37: El tren de la libertad.

10 horas más tarde…


A las 3 de la tarde salieron del bosque y llegaron a los rieles de los
trenes que se trasladaban hacia Frankfurt, el esperado viaje duraría
aproximadamente entre cuatro y cinco horas. Era una tarde soleada
y calurosa, caminaban sobre las vías del tren mientras se quedaban
esperando el próximo para saltar a los vagones sin fallar.
– ¿Y cuándo se supone que pasará el maldito tren de mierda? –
Rezongó Aradia limpiándose el sudor de la cara con un brusco
movimiento–.
– No sé, –respingó Annette escupiendo con sed, estaba demacrada
y el cansancio se le notaba con la simple mirada–. Ahora lo que
de verdad importa es caminar hasta que lleguemos a un lugar
lejos y seguro.
– ¡Me duelen los pies, joder, mis zapatos tienen un orificio! –Gimió
Alejo sintiendo que el calor de los rieles le derretía la planta de
los pies–.
– Debemos soportar un poco más, chicos, –sugirió Jericco con un
bufido–. Esta puta túnicas me tiene las bolas sudadas y me tienen
amargado, al menos nos protege del Sol.
– ¿Y QUÉ HAY DE NUESTRAS CARAS? –Impugnó Annette con un
chillido desapacible–. Quedaremos con el rostro negro y con el
cuerpo blanco, será necesario ir a la playa para broncearnos y
emparejarlo todo.
– ¿Y por qué no lo hacemos ahora? –Preguntó Liam–.
– ¿Te refieres a que nos desnudemos ahora mismo? –Quiso saber
Alejo–.

482
– ¡NOOO! –Negó Jericco con la cabeza soltando un suspiro–. Eso
arderá muchísimo, nos irritaremos y mi piel es muy delicada, la
última vez que fui a la playa tuve que ir a un dermatólogo porque
el Sol me hizo dolorosas llagas que tardaron en secar.
– ¡Pues a mí ya me arde el culo, me pica demasiado el puto ano! –
Exclamó Annette soltando un quejido–.
– ¡A MÍ ME SUDAN LAS TETAS! –Increpó Aradia desesperada
por el calor–.
– ¿Y qué haremos cuando lleguemos a Frankfurt? –Replicó Liam
con la voz estremecida y cansada–. ¿Nos entregamos?
– ¿Estás loco, enfermo? ¡JAJAJAJA! –Respondió Annette con una
sonora carcajada, escupiendo nuevamente con la cara colorada y
burbujeando de sudor–. Tengo un abogado de mucha confianza
en la ciudad, ha sido el abogado de la familia por más de casi 30
años, y será quien nos ayudará con los trámites sin necesidad de
tantos papeleos porque él se encargará de ello.
Aradia se agachó y cogió de la subestructura ferroviaria un trozo de
balasto hirviente, lo tiró al suelo y se sopló las manos por el ardor.
– Pero… ¿Tenemos que ir a tu casa? –Le preguntó Jericco con
intriga y confusión–. Porque no sería buena idea de que todos
fuésemos, podrían descubrirnos y se nos acabaría el encanto.
– No, no, no, –negó Annette con un movimiento brusco de cabeza–,
porque el tren nos dejará en las afueras de la ciudad, y mientras
yo voy al pueblo para la casa de mi familia, que es relativamente
cerca de donde nos dejará el tren, ustedes me esperan en un sitio
en donde nadie los vea y los sienta, y sí, regresaré con todos los
papeles necesarios para irnos del país después de cambiarnos la
identidad.

483
Un tren venía detrás a toda velocidad, el estridente y ensordecedor
sonido los urgió con una escena de escándalo.
– ¡Prepárense, hijos de puta! –Gritó Aradia deteniéndose con una
mirada de alarma–. Cuidado y se matan saltando, saltemos hacia
el mismo vagón cuando pase por acá.
– ¡Eso es lógico, maricona! –Le respondió Jericco cubriéndose los
oídos por el ruido, el tren venía por la vía derecha en dirección
al norte–. ¿Están listo?
– ¡Estamos listos! –Gritaron todos, el tren estaba acercándose con
muchísima velocidad expulsando humo por la chimenea–.
El tren se aproximaba lentamente y cuando el esperado momento de
brincar llegó, todos se prepararon para saltar de un disparo, dieron
unos pasos atrás y corrieron hacia el tren con furia hasta que con
los ojos cerrados entraron. Liam fue el primero en saltar al vagón y
se sostuvo de un tubo cuando entró, los demás cayeron en el suelo
revoloteando y girando entre sí mientras que se intentaban levantar
ante la sacudida que les provocaba la velocidad que incrementaba
el tren, se golpearon los brazos y la cabeza en el momento cuando
cayeron rompiéndose con intensos raspones sangrantes, de repente,
las temblorosas manos de Aradia resbalaron del piso y por poco
caía del vagón hasta que Alejo actuó de inmediato, –Aradia no se
demoró en gritar espantosamente con el cuerpo volando sobre los
veloces vientos–, Alejo la haló forzudamente del brazo y se tiró en el
suelo para evitar soltarle la mano y así impulsarla hacia arriba;
Jericco, Liam y Annette ayudaron a Alejo sujetando a Aradia de los
brazos y la levantaron hacia adentro cayendo todos en el piso del
vagón. ¡Y súbitamente! Un inesperado tren pasó de improvisto en la
vía izquierda en dirección al sur, pudieron haber muerto arrollados

484
y aplastados por los trenes, –todos soltaron un grito de pánico y
espanto, estaban asombrados e impactados–.
– ¡Nunca había estado tan cerca de la muerte! –Exclamó Aradia
con un quejido–.
– ¿Te imaginas que el otro tren te hubiera arrollado? –Le preguntó
Liam aceleradamente con la voz áspera y desabrida–.
– ¡JAJAJAJAJA! –Rugió Alejo con la piel erizada–. Tengo la
sangre helada, todavía tengo miedo, siento que el corazón se me
saldrá por la boca.
– ¡Yo también! –Concertó Jericco arrinconándose en una esquina
del vagón–. Ahora es tiempo de descansar hasta que lleguemos a
Frankfurt, tenemos que saltar antes de que el tren se detenga.
– ¿Y sí el conductor nos ve? –Preguntó Annette acostándose en un
viejo trapo envuelto de polvo–.
– No, –respondió Aradia negativamente con la cabeza–, porque en
ésta ocasión saltaremos del tren antes de que eso pase.
– Podemos dormir tranquilos mientras llegamos a Frankfurt, –
añadió Liam cruzándose de brazos–, estaremos al tanto de todo,
no podemos quedarnos dormidos hasta que lleguemos.
– Yo puedo asegurarme de ello, –aseguró Alejo–, puedo controlar
el sueño y así me entretengo mirando el paisaje desde la puerta.
– Cuidado y te caes, –le advirtió Annette sarcásticamente–, porque
si estamos dormidos no habrá nadie para salvarte.
– Lo sé, lo sé, –Alejo asintió con la cabeza lentamente–, a las 8 de
la noche estaremos llegando a Frankfurt, así que… Será de
noche y todo estará oscuro.
– Exacto, –convino Jericco–, pasaremos la noche en alguna parte
antes de que alguien nos vea. ¿En dónde llegaremos con certeza?
– Pasaremos la noche en la aldea Scroomble, –le respondió
Annette–, por eso no puedo quedarme dormida y me quedaré con
485
Alejo despierta mientras que ustedes duermen, yo conozco muy
bien estos lugares porque crecí en el pueblo de Wroodwing, que
es realmente cerca de la aldea, allí está mi familia y el abogado
que vive cerca de la casa, espero que esté vivo.
– ¿Estás segura que la aldea podrá servirnos como escondite? –Le
preguntó Liam, inseguro–.
– Sí, –afirmó Annette con sinceridad–. Es una aldea tercermundista
y apartada del mundo, los aldeanos de ésa zona son gente que no
tiene estudios y ni siquiera sabe nada de lo que sucede afuera de
la aldea.
– ¿Podrían reconocernos? –Quiso saber Aradia pensativamente–.
– Lo dudo, –le respondió Annette apaciblemente–. Yo puedo ir sola
al pueblo de Wroodwing, y ustedes me esperan en algún lugar de
la aldea.
– Yo puedo ir contigo, –le dijo Liam–, y los chicos que nos esperen.
Así buscamos comida y resolvemos lo que nos falta para lo que
haremos.
– ¡Perfecto! –Acordó Annette regocijadamente–. Pero ésta noche
nos quedaremos en la aldea, mañana temprano haremos todo lo
que debemos hacer. Necesitamos mucha energía para mañana
porque será un largo día, estoy tan emocionada.
– También estoy muy contento y nervioso, –comentó Jericco–, no sé
por qué siento que será un día diferente a todos los demás y eso
me hace muy feliz… ¿Saben? Mañana hace un año desperté en el
Hospital de Heidelberg, y fue el inicio del maldito infierno que
viví en todo el 1947, y lo más emotivo, es que mañana estuviese
cumpliendo años mi abuela paterna.
La voz de Jericco se quebró.

486
– Y te prometo que todo saldrá bien porque estamos juntos y nada
podrá contra nosotros, –musitó Aradia con la voz suave, Liam se
acercó a Jericco y le dio una pequeña palmada en el hombro–.
Tu mamá y tu abuelita están muy orgullosas de ti, verás que
algún día te volverás a encontrar con ellas, pero por ahora, te
necesitamos más que nunca, no te rindas Jericco, y sigue siendo
nuestra gran inspiración. ¿Sí?
Liam abrazó a Jericco.
– Jericco, tú eres nuestro Sol, –le dijo Annette–, podríamos viajar a
Ganimedes de ida y vuelta para demostrarte lo mucho que vales.
Todo lo que viviste te hizo más fuerte, te convirtió en lo que eres
ahora.
– Y sé que escribirás muchos libros sobre lo que viviremos a partir
de ahora en adelante, –agregó Alejo–, y tampoco te olvides de lo
que viviste en Pléyades.
– Ustedes son lo mejor que me ha pasado en toda la vida, –les dijo
Jericco cambiando la tristeza por una alegría nostálgica–, tienen
mucha razón, todo eso que viví me hizo llegar a ustedes, y sé que
sucedió por alguna razón.
Annette y Alejo se acercaron a Jericco para abrazarlo.
– Te amamos, nunca lo olvides. Mejor aprovechemos estas horas
para dormir antes de que lleguemos, –invitó Aradia apartándose
a un lado–, estoy muy cansada.
Los chicos se apartaron de Jericco lentamente con un suspiro.
– También quiero dormir, –dijo Liam estirándose–. Ya quiero que
sea mañana.
– Yo igual, –masculló Annette–. Duerman tranquilos, será un viaje
muy largo, todo estará bien.
487
– De acuerdo, –murmuró Jericco gimoteando con un suspiro–.
Aradia, Liam y Jericco se acostaron en el piso sin importar lo sucio
que estaba, Alejo y Annette se sentaron en una silla al frente de la
puerta mientras miraban para afuera.
Alejo y Annette disfrutaban del viaje mirando los paisajes a través
de la puerta del vagón, en medio de fantásticas montañas y llanuras,
la vía férrea de Berlín-Frankfurt era uno de los caminos más
impresionantes de toda Alemania, cruzando muchos sitios bellísimos
y pintorescos como ríos, cascadas y peñascos llenos de nieve. La vía
del tren ascendía a una altura de mil metros, pero en algunas zonas
del camino la vía descendía en colinas y curvas para volver a subir.
El tren tenía un sistema de siete frenos especiales para las vías
empinadas y curvadas, en el camino se encontraron con más de
ochenta túneles en forma de espiral, la vía férrica tenía un ángulo
de inclinación de 25 grados, la construcción del tren era una
maravillosa obra de la ingeniería, una estructura fascinante de
puentes y vías que parecían haber salido de una película. La vía del
tren transcurría por las áreas más hermosas y menos accesibles de
las montañas, con más de 120 puentes.
Desde que se subieron al tren parecía que los paisajes cambiaban
aleatoriamente, aparecían valles verdes florecientes constantemente
en la ruta. Jericco no podía dormir por la atracción que sentía por
el extraordinario paisaje, estaba encantado y ofuscado con aquella
increíble belleza que se contemplaba desde adentro, Aradia estaba
acostada en el suelo con la cabeza puesta sobre las piernas de Liam
quien prefirió sentarse para admirar la vista y sentir la libertad. No
había algo más imposible de creer que, por primera vez en la vida
la realidad era un sueño lúcido y divino, 5 corazones jóvenes latían
por felicidad y alegría cuando las cascadas los empapaban con el
488
placer de las aguas purificantes; el tren subía las empinadas vías
ferroviarias que lo llevaban a transcurrir por más de cuatro mil
metros de alturas, y en la subida, el paisaje continuaba cambiando
drásticamente cuando de pronto apareció nieve alrededor de los
rieles, nieves perpetuas que yacían sobre los picos de las montañas
más altas de Alemania.
El tren transcurría muy rápidamente en las montañas atravesando
los bosques más espesos y nublados de las laderas rocosas, cada vez
que la ruta alternaba bajo la niebla, el contraste con el Sol abría los
espacios de la vía férrica esparciendo las hojas secas de los árboles
con torbellinos de viento. Y en un repentino momento, los chicos se
aterraron con un estremecimiento cuando el tren pasó por un frágil
puente de metal que vibraba, los chicos se asomaron en la puerta de
manera atemorizada y observaron ese vertiginoso y colosal abismo
bajo el puente. Transitaban por una vía rústica que hacía un camino
estrecho y peligroso sobre un altísimo puente de cincuenta metros
de altura, el tren lo atravesaba disminuyendo la velocidad por las
malas condiciones del puente, desde arriba se sentía la adrenalina
con un cosquilleo en el estómago, los vértigos revolvían los líquidos
de sus cuerpos hasta constreñirlos con náuseas y mareos. En las
más inmensas alturas se observaban las praderas de esmeralda, los
ríos cristalinos y las místicas riveras de magia blanca, el trayecto
era paradisiaco y pavoroso por las alturas.
Los precipicios rocosos y los paisajes de gran elevación creaban
desafíos respiratorios por la disminución del oxígeno, la hipoxia no
tardó en acelerar la producción masiva de glóbulos rojos para el
transporte de oxígeno a los tejidos internos. Las nubes de vapor de
la locomotora diseñaban figuras fantásticas y perfectas que salían
de la imaginación de Jericco, flotaban libremente en el aire frío

489
coloreando diferentes formas de animales hasta que desparecían en
vendavales.

490
Capítulo 38: La aldea siniestra.

5 horas después…
Frankfurt, Aldea Scroomble.
Después de un largo viaje de aventuras y fantasías, el momento de
saltar llegó de sorpresa y fue aprovechado cuando el tren disminuyó
la velocidad. Saltar para bajar del tren fue mucho más fácil de lo
que fue subir al mismo, aunque fue una decisión concluyente y de
ultimátum no había más de otra que hacerlo. Llegaron a las afueras
de la aldea Scroomble, se veía un pequeño caserío campestre que
por lo percibido parecía estar abandonado; la espesa oscuridad y la
soledad en la aldea silbaban con el viento del invierno un tenebroso
escenario lúgubre, los chicos caminaron sigilosamente por la vieja y
desertada carretera, la profunda maleza que rodeaba el camino se
zarandeaba por los violentos y helados vientos nocturnos.
– ¿Y A DÓNDE VAMOS? –Vociferó Liam juntando sus manos para
soplarlas y calentarlas, estaba temblando del frío–.
Los chicos estaban temblando exageradamente, las túnicas de pieles
no eran lo suficientemente cálidas para protegerlos del frío.
– Vamos a la casa de una vieja amiga de mi madre, –respondió
Annette con la voz estremecida y temblona–, no venía para acá
desde que tenía 14 años.
Todos estaban tan cansados que no podían formular las palabras
para hablar.

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– ¿Sabes dónde es? –Le preguntó Jericco mientras caminaba con
tranquilidad y suavidad–. Por lo que veo, parece una ciudad
zombi y fantasmal, siento que nos saldrán monstruos del piso.
Jericco soltó un contagioso bostezó que hizo bostezar a sus amigos.
– ¡Digo lo mismo! –Concordó Liam soltando una risa agitada–. Es
como una película de terror, a lo que de verdad le temo es que
nos capturen y nos regresen a prisión.
Liam estaba cruzado de brazos.
– ¡No pasará eso, tontos de mierda! –Graznó Annette con ironía–.
La amiga de mi mamá es una anciana analfabeta e ignorante, es
mi madrina por desgracia, sabe que estuve presa, pero le dijeron
que fue por estafa y no por homicidio. Así que, tranquilos, yo sé
lo que hago.
Alejo se detuvo a orinar mientras los demás caminaban adelante, y
al terminar los alcanzó.
– Está bien, puta, –le dijo Aradia soltando una tos alérgica, tenía
la nariz enrojecida–, eres nuestra heroína.
Aradia se orilló en la carretera y se inclinó apresuradamente para
orinar, Annette se sentó con ella e hizo lo mismo, los chicos estaban
esperándolas pacientemente.
– Chicos, necesito que confíen en mí, –masculló Annette con la
dentadura temblando–, porque es necesario que estemos juntos
en esto. ¿Está bien?
Se levantaron y continuaron caminando.
– Confiamos en ti, –arrojó Alejo–, somos una élite, y más que eso,
somos hermanos.
492
– A eso es lo que me refiero, –dijo Annette distraídamente–, oigan,
ya llegamos… Caminemos más rápido, allá está la casa, es esa,
la recuerdo perfectamente.
Annette señaló vigorosamente a una pequeña casa situada entre la
maleza y los árboles, había tantas casas en la aldea que los chicos
no sabían con exactitud hacia dónde se dirigía Annette, ellos sólo la
siguieron mientras corrían rápidamente. Era una casa sencilla de
un piso, tenía las ventanas rotas y grietas en las paredes, Annette se
aproximó hacia la puerta de entrada y se detuvo con un suspiro de
cansancio, levantó una mano y la colocó sobre la madera con tres
golpes suaves que sonaron de misterio.
La puerta se abrió con un sonoro crujido y las miradas se fijaron en
el interior de la casa, tenía un olor peculiar a cementerio, la energía
era fúnebre y lúgubre. Y de pronto, Annette miró fijamente hacia el
interior de la casa y luego bajó la mirada con exuberante suspenso
y lentitud, y repentinamente, una anciana de muy baja estatura
apareció detrás de la puerta asomándose con notable malicia y
suspicacia, la anciana abrió la puerta completamente y los observó
con los ojos llameantes de perversidad, medía menos de un metro de
altura y tenía el cabello bastante largo hasta los pies, su cara pálida
y demacrada con los labios pintados de negro, usaba un vestido rojo
de velo negro que vislumbra el desprecio en esa fría mirada, la
anciana tenía dedos y pies muy largos al igual que esa puntiaguda y
encorvada nariz, el oscuro y peludo lunar en su ceja derecha generó
una impresión de asco que pintaba el horror en su rostro. Annette se
acercó a su madrina con un paso de forma lenta mientras los chicos
observaban desde atrás, –estaban aterrorizados por aquella extraña
mujer, Aradia cogió la mano de Alejo y la apretó–.
– Buenas noches, madrina, –le dijo Annette levantando la voz–.
493
La furia se desvaneció en el rostro de la anciana y refunfuñó.
– ¿Qué hace usted por aquí? –Gruñó la anciana con desdén
frunciendo la nariz–.
– Me he fugado de la prisión de Spandau en Berlín, –le respondió
Annette temblorosamente–. Estoy aquí porque… Necesito de su
ayuda.
– ¿QUÉ AYUDA? ¿POR QUÉ YO? –Gritó la mujer coléricamente,
se enrojeció como un tomate y apretó sus puños con ojeriza–.
– Necesito que nos de hospedaje ésta noche hasta mañana, –le dijo
Annette nerviosamente mirándola hacia abajo–. Porque antes del
atardecer nos iremos del país.
La anciana volvió a gruñir.
– ¿Me está diciendo que quiere que yo soy la cómplice de ustedes?
– No, –Annette negó apaciblemente con la cabeza sin perder la
paciencia–, mañana iré al pueblo de Wroodwing y mis amigos se
quedarán acá para esperarme, necesito hacer algunas cosas muy
importantes y sería muy peligroso que nos descubran.
La anciana se quedó en silencio mientras miraba a los chicos con
rabia.
– ¡Por favor, madrina, te lo imploro de rodillas! –Le suplicó
Annette arrodillándosele con lamentos, arrodillada se veía más
alta que su madrina–. Nuestra vida depende ti, tú eres nuestra
libertad, hazlo por el amor que le tenías a mi madre, recuerda
que siempre te quise como una segunda madre.
La anciana hizo una pausa y murmuró con furor.
– Hasta el mediodía, –accedió la anciana con intrigante seriedad–.
Ni más, ni menos.

494
Annette se rio regocijadamente y se le acercó para abrazarla con
agradecimiento, pero la insensata anciana la esquivó con desprecio
y caminó hacia los chicos. Aradia y Liam se miraron entre sí, Alejo
y Jericco se alejaron de ella con recelo; la vieja mujer empezó a
olerlos como si fuese un perro, amedrentándolos a propósito con
actitudes extrañas que los espantaron de ella.
– La tipa parece un duende con instinto perruno, –susurró Liam en
el oído de Aradia–.
Aradia le golpeó los testículos con el puño, Liam se retorció.
– Para que sigas de indiscreto e impertinente, –murmuró Aradia
conteniendo la risa–.
– ¡Pasen a la casa en silencio, no quiero bulla! –Les ordenó la
anciana alzando la voz–. Espero no arrepentirme de esto, ustedes
verán si me decepcionan, sería capaz de lo peor si me entero de
algo, sobre todo si quieren robarme.
– Eso no pasará, madrina, te lo juro. –Aseguró Annette–.
Todos entraron y la anciana los siguió hasta adentro.
– Siéntense en el sofá mientras voy por cobijas para que duerman
en la sala, –rezongó la anciana–, no tengo habitaciones para
ustedes porque mi casa no es hotel.
Los chicos se miraron mientras la anciana se daba la vuelta para ir
a su habitación, se sentaron en el sofá incómodamente y miraron el
reloj pensando en irse ya mismo.
– ¿No podemos pasar la noche en otro lugar? –Consideró Liam–.
– Estaba pensando lo mismo, –agregó Alejo–, siento que esa tipa
nos matará mientras dormimos.

495
– Eso es algo que sólo haría yo, –dijo Aradia–, pero no dejaré que
una zorra vieja nos mate, primero la mato yo y después cojo con
su cadáver.
– Eso me gusta, –comentó Liam sonrientemente–.
– Tranquilos, chicos, –reconsideró Jericco–. ¿En serio le temen a
esa rata?
– Es sólo una maldita rata con enanismo –dijo Annette soltando
una carcajada–.
La anciana salió de la habitación y observó a Annette con rareza,
escuchó lo que estaban hablando mientras ella estaba en su alcoba.
Tenía un montón de sábanas blancas sobre los hombros, y cinco
almohadas entre sus brazos.
– Aquí tienen, –dijo la anciana lanzando las sabanas y almohadas
en el piso–. Buenas noches.
La anciana les dio la espalda y regresó a su habitación.
– No sé ustedes, pero yo voy a dormir, –Jericco soltó un bostezo y
se levantó del sofá, cogió una sábana y una almohada–.
– Pues, yo igual, –añadió Alejo–. Buenas noches.
– Buenas noches, chicos, –habló Liam yendo por una sabana y una
almohada–.
– Hasta mañana –dijo Aradia realizando la misma acción–.
Annette cogió una almohada y se acostó en el sofá, Aradia le dio
una sábana. Los chicos durmieron toda la noche, cayeron rendidos
en un sueño profundo y sereno que los dopó hasta la mañana del día
siguiente. Excepto Alejo, no podía dormir, en la madrugada se paró
impregnado de sudor con el corazón desmesuradamente acelerado y
con dolor de cabeza, Alejo se puso de pie y vio que todos estaban en
el limbo, sintió mucha ansiedad cuando miró que los demás podían

496
dormir y él no, a las 12 de la madrugada se sentó en el suelo con los
brazos cruzados y la mirada puesta sobre el segundero del reloj.
Las luces apagadas permitieron que la oscuridad fuese la base para
la luz parda que penetraba las ventanas, Alejo escucha un extraño
ruido detrás de él y se gira rápidamente con desconfianza, –algo lo
hace temblar y deja escapar un quejido–, y de pronto, un rayo de luz
iluminó el rostro de la anciana que estaba asomándose desde el
borde de la puerta de su habitación, Alejo se aterró y con un gemido
de miedo se acostó velozmente con la respiración acelerada, la
anciana empezó a caminar hacia Alejo de manera lenta y pesada,
estaba desnuda y tenía el mismo velo negro que le cubría parte de la
cara.
Alejo se arropó completamente dentro de la cobija y se cubrió la
cara con la almohada, estaba sollozando y gimoteando de miedo, y
en medio de la escena escuchó la respiración de la anciana muy
cerca de él, sintió que una mano fría le acariciaba las pantorrillas y
que subía lentamente hasta sus testículos, Alejo lanzó una patada de
miedo hacia arriba y empezó a manotear para todos lados, cayó en
una crisis nerviosa.
– ¡Alejo! –Exclamó Jericco levantándose de golpe–. ¿Qué te pasó?
Liam se despertó y se levantó lentamente con los ojos entrecerrados.
– ¿Por qué gritan? –Le preguntó Liam aturdido y desconcertado–.
Alejo se desesperó y empezó a murmurar entre los dientes:
– La madrina de Annette estaba tocándome, acabo de verla, sé que
era ella…
– ¿Estás seguro de que no fue una pesadilla? –Le preguntó Jericco
para evitar su alteración y sobresalto–.

497
Alejo recapacitó con una extraña expresión en el rostro y miró a los
lados, seguía consternado y exasperado, miró a los chicos y les hizo
una mueca con la boca. Luego se acostó diciendo:
– Tranquilos, creo que estoy muy cansado, duerman tranquilos, no
quise molestarlos…
Liam volvió a acostarse.
– Está bien, –dijo Jericco estirando los brazos con pereza–, tengo
mucho sueño, hasta mañana.
Alejo asintió con la cabeza y se acostó sosegadamente.
Cuando Alejo encontró el sueño, la paz no duró por mucho tiempo.
En el abismo de sus sueños, soñó que estaba en un funeral, y que en
el interior del ataúd yacía el cadáver de un payaso embalsamado y
maquillado con pintura negra, estaba rodeado de muñecos y
juguetes. Alejo lo observa fijamente hasta que el cadáver empieza a
temblar y a susurrar, sacudiendo las piernas y moviendo los
parpados, Alejo retrocedió unos pasos atrás soltando un aullido de
pánico y de improvisto el payaso se levantó del ataúd mostrando las
enormes garras de sus larguísimos dedos, el cadáver empezó a
perseguirlo con un afilado cuchillo de carnicero, Alejo gritaba en el
sueño sintiendo la realidad de la pesadilla lúcida, y de pronto, el
sueño cambió aleatoriamente, Alejo apareció sentado en el pupitre
de un aula escolar donde había muchos niños, cada uno de los
alumnos tenía puesto traje negro y las niñas vestidos blancos,
estaban cubiertos de sangre y con los ojos amoratados de ojeras,
sus rostros eran pálidos y tenían los cuerpos esqueléticos. Los niños
circunvalaron a Alejo y le saltaron encima como fieras hambrientas,
comenzaron devorarle el cuerpo y a arrancarle la piel con las uñas
y los dientes.

498
Alejo se despertó gritando, pero ya era de día, sintió un peso menos
aunque se levantó sudado y de muy mal carácter. Percibió que algo
andaba muy raro en la casa, sólo estaba Aradia y Jericco en la sala,
Annette y Liam no estaban allí, Alejo se preocupó y se alteró como
nunca antes. Se levantó y caminó hacia Jericco para despertarlo.
– ¡Hey! ¿En dónde está Liam y Annette? ¡Despierta!
Aradia despertó asustada y le gritó:
– ¿Qué le pasa, retrasado de mierda? ¿Es que acaso no recuerdas
que están en el pueblo?
Jericco se levantó distraído y desconcertado observando a Alejo con
rareza, le habló compresivamente mirándolo con piedad.
– ¿Qué te pasó, amigo? Desde anoche te veo muy, muy mal. ¿Te
sientes mal?
Alejo recapacitó con un resoplido y miró a sus amigos avergonzado.
– Amor, ¿Tuviste una pesadilla? –Le preguntó Aradia acercándose
a él comprensivamente, pero Alejo se apartó con inquietud, tenía
un comportamiento arisco–. No, no, no, cariño, no quiero que te
asustes, entiendo que hemos tenidos días muy agotadores, quizá y
estás cansado de todo.
– Perdónenme, chicos, –pidió Alejo apenado y angustiado–. Es que
anoche no pude dormir, pasé la noche teniendo pesadillas, y no
sé qué me pasaba… Desperté en la madrugada y la anciana me
estaba observando, eso me aterró mucho.
– ¿En serio? –Le preguntó Jericco con la cara de asombro–.
– Si, –afirmó Alejo moviendo la cabeza–, pensé que estaba
soñando, pero no fue así. ¡Yo la vi! Esa mujer está loca, me da
miedo.

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La anciana apareció de repente, escuchó las palabras de Alejo y se
dirigió hacia él, Aradia actuó rápidamente y lo cubrió dándole la
espalda mirando a la anciana con intimidación.
– Si no me equivoco, oí que hablaban mal de mí… ¿O estoy loca?
La anciana quería intimidarlos, estaba mirándolos con odio y asco.
– ¡Estás loca! –Le gritó Aradia desafiantemente, la anciana le lazó
una mirada de furia y amargura –. ¿Me escuchaste? ¡Estás loca!
Y si no quieres que te dé una patada en la vagina… Deja quieto a
mi amigo, sé lo que buscas, bruja demente.
La anciana se llenó de odio y le disparó un grito sonoro y ronco.
– Sabes que estás en mi casa, ¿No es así? ¿LO SABES?
– ¿Y qué pretendes con eso, Señora? ¡Jah! No te preocupes, que ya
nos iremos hoy mismo, –protestó Jericco alanzando la voz con
autoridad, caminó hacia ella lentamente, Alejo estaba incomodo
porque algo le sucedía con esa mujer–.
Alejo caminó en retroceso, se sentó en el sofá y se cubrió los oídos.
– ¡Váyanse de mi casa ahora mismo! –Rezongó la anciana con un
gruñido–. ¡Lárguense ya, porque no les toleraré insolencias bajo
mi techo! ¡Fuera de mi casa!
La pequeña anciana se sacó un cuchillo del zapato e intentó atacar
a Jericco. Entonces, Aradia le dio una fuerte patada que la lanzo
largo a largo contra una pared.
– ¡JAJAJAJAJAJA! –Se carcajeó Aradia despiadadamente, Alejo y
Jericco se miraron entre sí y empezaron a reírse–.
– ¿Estás loca? –Replicó Jericco arrojándole una mirada burlona a
Aradia–. Cuidado y matas a esa rata, porque no somos asesinos.

500
Aradia y Alejo se rieron mucho más.
– ¡Fuera de mi casa! –Siguió gritando la mujer–. ¡Auxilio! ¡Que
alguien me ayude! ¡Socorro! ¡Por favor!
La anciana gritaba desde el piso.
– ¿Cuál es el nombre de esa puta vieja? –Les preguntó Alejo, ya no
le temía tanto a la mujer–.
– ¡Yo no sé! –Exclamó Aradia riéndose a carcajadas–. Pero esa
sucia es muy fea, para que vea que con mis amigos nadie se mete.
Sé que ella intentó hacerle brujería a Alejo, ¿Acaso nos cree tan
estúpidos? ¡Ridícula!
Jericco intentó ponerse serio y le habló fríamente.
– Somos un montón de estúpidos, –reconsideró Jericco volviendo a
la fastidiosa risa–. Mejor vayámonos de esta porquería de casa,
habrá otro lugar para esperar a los chicos.
– ¡Lárguense de mi casa! –Insistió la anciana desesperada, la voz
se le enronqueció con un chillido–. ¡AYUDAAAA!
– ¡Shhhh! –Le dijo Aradia burlonamente–. Vamos, Alejo, nos han
corrido de mejores lugares, salgamos de esta puta casa antes de
que cometa un homicidio contra esa maldita enferma.
Alejo se levantó del sofá, dejando atrás toda la desidia y la apatía
que le transmitía la mala energía de la casa.
– Eres una perra, y te amo demasiado por esa razón, –balbuceó
Alejo mirando a Aradia con gratitud y ternura–.
Aradia caminó hacia la puerta de salida y se detuvo cuando escuchó
a Alejo.

501
– Yo también los amo, –concertó Aradia–, y más que a mi propia
madre.
Los tres se dirigieron a la salida sin mirar a la anciana, abrieron la
puerta de golpe y salieron. El rostro de felicidad de los chicos se dio
por perdido cuando la sorpresa los atacó a traición, un montón de
gente apareció de improvisto afuera de la casa, personas enfermas
con deformaciones físicas que protestaban en la carretera con ropa
campestre, tenían antorchas y palos mientras gritaban obscenidades
a todo pulmón. Aradia estaba en el medio de los chicos, retrocedió
un paso para girar a la puerta, pero la anciana la había cerrado
con candado, había gente sin piernas y sin brazos arrastrándose por
el piso como gusanos, personas con la cara aplastada y algunas con
rostros deformados.
– ¿Qué mierda? –Murmuró Jericco mirando la multitud de gente–.
– Estamos jodidos, –dijo Aradia girándose hacia el frente–. Seguro
que fue la anciana quien llamó a todos esos monstruos.
– ¿Y si la policía está por venir? –Les preguntó Alejo con recelo y
pasmo–.
– No, –negó Aradia suavemente–, quédense tranquilos, esa gente es
la misma que era usada para exhibir en los circos de mal gusto,
no hay por qué temerles.
Cada vez más, aparecían personas con diferentes discapacidades,
trastornos congénitos y deformidades físicas.
– ¿Vieron eso? –Alejo señaló al gentío–.
– ¿Qué cosa? –Preguntó Jericco mirando lo que Alejo señalaba–.
Aradia observó fijamente lo que señalaba Alejo y quedó asombrada.
– ¡También lo vi! ¿Qué mierda es eso?

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Jericco miró lo que decía ver.
– ¡MALDICIÓN! –Bramó Jericco boquiabierto–.
Una mujer pálida con una tercera pierna, estaba desnuda, tenía un
par de órganos genitales y tres senos.
– ¡Es algo verdaderamente increíble! ¿Por qué esa mujer está así?
¿Nació así? –Preguntó Alejo estremecido y deslumbrado–.
Jericco le respondió en voz baja mientras miraban a la gente con
terror y alarma.
– Es probable que se trate de un proceso embrionario similar al del
nacimiento de hermanos siameses.
De pronto, apareció un hombre de piel negra y quemada con cabeza
de alfiler, padecía microcefalia. Aradia miró con mucha extrañeza a
un hombre entre la aglomeración que tenía los pies extremadamente
gigantes, conocida como la enfermedad de Milroy, aquellos pies
estaban tan hinchados que se veían rojos y verdosos, los dedos eran
muy pequeños; una chica con cuerpo de pingüino robó la atención
de Jericco, no tenía huesos y músculos en las extremidades, además
del muñón que sobresalía en sus hombros, la enfermedad conocida
como focomelia. Una niña con cuatro piernas y un hombre con dos
cabezas empezaron a acercarse a la casa, los chicos se tomaron de
las manos y se ajuntaron, estaban acorralados.
Inesperadamente, un carro llegó a toda velocidad atropellando a los
que se encontraban rodeando la casa. El auto arrolló bruscamente
a una mujer con barba, aplastándole las piernas y los neumáticos le
trituraron la cabeza hasta reventarle el cerebro en sangre. Jericco
se dio por vencido al igual que Aradia y Alejo, creyeron que era la
policía que venía por ellos. Y de inesperado, alguien bajó la ventana

503
del auto y sorpresivamente Liam se asomó a través de ella. Annette
tocó el claxon varias veces y sacó la mano por la ventana, estaba al
volante, Aradia y los chicos empezaron a gritar regocijadamente y
corrieron al auto con sollozos de alegría.
– ¡Vengan rápido, porque el avión nos está esperando! –Exclamó
Liam animosamente con una divertida risotada–.
Aradia siguió gritando con locura, Liam abrió la puerta derecha y
los chicos entraron rápidamente al asiento trasero. Por fortuna,
esquivaron a la gente y se apresuraron en irse rápido al aeropuerto.
Annette conducía en su máxima velocidad un clásico Opel Olympia,
Liam y Annette tenían bastantes bolsas y paquetes en el auto, dentro
de ellas había ropa, zapatos y mucho dinero en efectivo.

504
Capítulo 39: ¡Goldstein ha muerto!

– ¿Cómo les fue en Wroodwing? –Les preguntó Jericco realmente


asombrado, no podía parar la risa de emoción–.
Annette lo miró desde el espejo y le respondió:
– ¡SOMOS RICOS! –Exclamó ella muy entusiasmada–. Todo salió
bien, no se imaginan lo que fácil que fue. ¡Nuestro abogado fue
de maravilla!
– ¿Fueron con el abogado de la familia? –Preguntó Aradia con los
ojos muy abiertos–.
– Sí, –le respondió Liam–, nadie sospechó nada y ni siquiera nos
reconocieron… Absolutamente todos los papeles estaban listos,
porque el abogado sabía que Annette saldría en algún momento
de la prisión para cobrar su herencia.
– ¿En serio? –Agregó Alejo boquiabierto y fascinado–.
– ¿Y qué pasó con el cambio de identidades? –Preguntó Jericco
con una impresión de estupefacción–.
Liam abrió una de las maletas y sacó de adentro cinco tarjetas de
identificación.
– Aquí están nuestras nuevas identidades, –dijo Liam revisando las
tarjetas–. Estos seremos de ahora en adelante, porque ya nuestra
muerte es oficial… Nuestros viejos nombres ya no aparecerán en
los registros de Alemania, nuestros documentos de identificación
cambiaron por completo.
Alejo, Aradia y Jericco se miraron entre sí boquiabiertos y más que
sonrientes.

505
– Nuevas licencias de conducir, –añadió Annette con las manos en
el volante–, nuevos pasaporte y nuevas partidas de nacimiento.
– ¡Dios mío! –Clamó Alejo asombrado y entumecido–. Esto es sí
que es mucho para mi cabeza, ¿Y qué hay de nuestras actas de
defunción?
– Jajajajaja, –se rio Liam misteriosamente–, esa es la mejor parte
todas.
– ¿POR QUÉ? –Le preguntó Aradia a gritos, estaba nerviosa–. No
me asusten, hijos de puta.
– Empezaré por Annette Warner, –le respondió Liam serenamente
con una risa extraña, tenía los certificados de defunción en sus
manos, en la otra tenía las nuevas cédulas de identidad–. Quien
murió en la misma noche de la fuga por la mortífera picadura de
una viuda negra cuando intentaba cruzar el bosque de Berlín, no
pudo huir, los restos de su cuerpo fueron encontrado a pedazos
en el río. –Todos se rieron con asombro y manía, Liam cambió la
hoja–. Ahora vamos por Liam Wembley, –frunció el ceño–, la
razón de su muerte fue devastadora, su cadáver fue encontrado
en los rieles del tren a las afueras del bosque de Spandau, el
joven saltó a las vías del tren y fue arrollado en horas de la
madrugada. Paris Maxwell, la joven fue hallada muerta dentro
de un bosque cercano a la prisión de la que intentó huir, la razón
de su muerte fue por una peligrosa caída en la que se golpeó el
cráneo con una filosa roca que le traspasó la cabeza, –Aradia se
carcajeó tan fuerte que le dolió la barriga–. Alejo Becker, murió
envenenado en la madrugada del primero de enero, tras ingerir
la nociva planta denominada Alnefa, tuvo una muerte y dolorosa.
– ¿Y yo qué? –Bramó Jericco soltando un bufido–.
Liam miró a Jericco y le respondió con la voz apacible:

506
– Pupilo, sabíamos que nadie creería que Jericco Goldstein podría
morir fácilmente… Así que, tú fuiste asesinado por un militar que
te encontró en el bosque, él te disparó la cabeza con su escopeta
y hasta el Sol de hoy, no se sabe nada del hombre que te mató.
– ¿Y EN DÓNDE ESTÁ LA ESCOPETA? –Gritó Jericco dándose
un golpe en la cara con la mano–. ¡La dejamos en la cabaña!
– ¡MALDITA SEA! –Gruñó Annette–. ¿Cómo es que podemos ser
tan imbéciles para eso?
– Mierda, –rezongó Aradia entre los dientes–, no importa. ¿Y en
qué momento harán pública nuestra muerte?
– Hoy mismo, –le respondió Liam dándole las cédulas de identidad
a Jericco–, miren sus nuevos nombres… Olvídense de lo que eran
antes, porque esas personas que fueron ya murieron, es el mejor
momento para iniciar un nuevo año con una nueva identidad.
Jericco le arrebató las cédulas y las miró con el corazón acelerado,
tenía muchos nervios y emoción por volver a empezar desde cero.
– Esto es nuestro auténtico renacimiento, –musitó Jericco mirando
las tarjetas con una sonrisa–. ¡Goldstein ha muerto!
Alejo cogió su tarjeta y Aradia la suya.
– ¿Howard Graham? –Murmuró Alejo mirando su nuevo nombre,
nunca antes se había visto tan feliz–. ¡Soy Howard Graham! Así
que… Tengo 30 años de edad, y nací en Manchester, Inglaterra.
¡Wow, esto me encanta!
– ¡Soy Harper Stone y nací en Helsinki, Finlandia! –Exclamó
Aradia besando su tarjeta–. Aunque Harper suena a herpe, pero
no importa, ¡Lo amo!
Jericco seguía mirando su tarjeta alegremente. Liam lo observó con
desconcierto y le habló dulcemente.

507
– ¿No te gusta tu nuevo nombre, Pupilo? –Le preguntó–.
– No… No me gusta, –respondió Jericco dirigiéndole una mirada–,
¡ME ENCANTA!
Liam sonrío y chocó los cinco con Jericco.
– ¿Cuál es tu nuevo nombre? –Le preguntó Alejo–.
Jericco lo observó con una luz en sus ojos y le respondió:
– Me presento, soy Harry Winchester, tengo 27 años y nací en
Glasgow, Escocia.
– También me presento ante ustedes, –agregó Annette mirándose
en el espejo con felicidad–. Soy Hazel Cameron, tengo 29 años y
nací en Transilvania, Rumania.
Entonces Liam habló con entusiasmo y vigorosidad.
– Yo soy Kendall Griffin, tengo 26 años y nací en Ámsterdam,
Países Bajos.
– ¡Me encantan todos nuestros nuevos nombres! –Vociferó Jericco
festivamente–. Por cierto, ¿Cómo haremos para ir al aeropuerto
sin que nos reconozcan?
– De eso no te preocupes, –dijo Liam en voz baja–, desde ahora en
adelante ya no seremos los mismos de antes.
– ¿A qué te refieres? –Curioseó Aradia mirándolo fijamente–.
Annette y Liam se miraron, haciéndose señal por los ojos.
– Tenemos mucha ropa y accesorios para salir del auto, –dio Liam
cogiendo una de las bolsas con la ropa–. ¿Quién ver?
– ¡Claro que queremos ver! –Gritó Alejo animosamente–.
Liam sacó de una bolsa chaquetas negras cruzadas con dos filas de
botones, de la otra bolsa, corbatas rojas y camisas blancas, amplias

508
solapas negras y pantalones con la línea bien marcada y vuelta en
los bajos, sombreros Homburg y abrigos de paño.
– ¿Para nosotros? –Le preguntó Jericco quitándole la ropa de las
manos, estaba fascinado–. ¡Me fascinan demasiado! Se ve que es
de los mejores diseñadores de Europa.
– Sí, son exclusivos diseños transportados desde Francia y Nueva
York, –explicó Liam–. ¿Qué crees? Somos los nuevos millonarios
de Alemania, y quizá de Europa… O del mundo entero.
Alejo estaba boquiabierto.
– ¿Y con qué nos cubriremos la cara? –Quiso saber Alejo–.
– Usaremos gafas y pelucas –respondió Annette–. Ya todo está listo
para irnos, en menos de una hora llegamos al aeropuerto.
– ¿Y qué usaremos nosotras? –Preguntó Aradia sugestivamente–.
Annette esculcó las bolsas y sacó de ellas dos lujos vestidos negros,
guantes negros, dos sombreros negros cubiertos de plumas negras,
dos pares de tacones altos color negro, lujosísimos collares de
diamantes y perlas, sin contar las estolas de piel. Annette y Aradia
se convirtieron en peligrosas viudas negras.
– ¿Cuál quieres? –Le respondió Annette levantando una ceja–.
– ¡ME ENCANTAN! –Aplaudió Aradia con bullicio–. Cualquiera
de los dos atuendos, porque ambos son hermosos…
– Supimos que te encantaría, la mejor parte de todo es que ya no
somos los malditos presos a los que solían aplastar y escupir,
ahora somos elegantes caballeros y damas de la realeza, –musitó
Liam–. Compramos mucha ropa para los cinco.
– ¡Y no es ropa de cualquier tienda, eh! –Exclamó Annette–. Es de
Christian Dior y Louis Vuitton.

509
– Estamos empezando muy bien, –dijo Jericco gesticulando con las
manos–, sea lo que sea, logramos lo que quisimos… Somos ricos,
libres, felices, tenemos salud y estamos vivos, entonces ¿Qué más
nos puede faltar?
– Nos falta la dignidad. –ironizó Aradia–, y el amor propio ni se
diga, jajajaja.
– ¡Entonces, LARGA VIDA PARA TODOS! –Exclamó Liam con sus
ojos de felicidad, sacó una botella de champagne y cinco copas
de vidrio–.
– ¡Lo tenían muy bien escondido! –Bufó Alejo regocijadamente–.
– ¡Brindemos por esta hermosa amistad y por nuestra libertad! –
Vivificó Jericco riéndose gozosamente–.
Liam les repartió las copas de champagne y loó en voz alta:
– Brindo por los buenos amigos, brindo por todos los buenos y
malos momentos que vivimos juntos, brindo por Balam y porque
ustedes son lo mejor que me pasó en la vida, ¡SALUD POR ESTA
ALEGRÍA! ¡SALUD POR NUESTRA NUEVA VIDA! ¡Y SALUD
POR USTEDES!
Todos levantaron las copas y la chocaron.
– Hasta que la muerte nos separe, –aclamó Aradia levantando la
copa con una sonrisa–.
– Y yo brindo por el único Rey de Pléyades, –honoró Alejo mirando
a Jericco con orgullo y honestidad–. Brindo por su historia y por
su gran nobleza, porque con él, seremos los protagonistas de las
muchas historias que pueda escribir algún día sobre lo vivido.
¡Salud!
Jericco le regresó la mirada con una sonrisa y alzó la copa con un
rictus de alegría y agradecimiento.

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– Y yo brindo por la gran fortaleza que me dio Liam para creer en
mí, –dijo Jericco mirándose con Liam, era una escena emotiva–,
porque sin él… Todavía estuviera creyendo que todo lo que solía
escribir, era una basura sin sentido, pero ya no, ¡Salud por mi
Coach, porque es el mejor escritor de todos los tiempos! ¡LOS
AMO A TODOS!
Liam y Jericco chocaron sus copas.
– ¡Te amamos más! –Gritó Annette con todas sus fuerzas–. Y yo
brindo por la fortuna que me dejó mi familia, sino, estuviéramos
de patitas en la calle, jajajaja.
– ¡Brindamos por ti, Annette, porque eres nuestra salvación! –Dijo
Aradia con una intensa risa de diversión–. ¡Brindo por nuestra
juventud eterna y porque nunca envejeceremos!
Annette encendió la radio del auto y la música comenzó a sonar, era
una maravillosa aventura sobre ruedas con el viento en el cabello.
El viaje en el auto era mucho más emocionante y entretenido que en
el tren, empezó a llover y el clima se nubló por completo mientras
las gotas de la lluvia entraron a través de la ventana, Jericco estaba
en la ventana, saboreando las gotas como el placentero néctar de la
felicidad y la libertad, el auto iba a toda velocidad. El mundo
comenzaba a cambiar más de lo que ya había cambiado, giraba en
torno a ellos, estaban decididos para cambiar la realidad con sus
grandes historias, a encontrar la luz en la penumbra de la maldad y
la ignorancia creando puentes de fantasía con los sueños hechos
realidad. Aunque reían y regodeaban en un viaje deslumbrante,
sentían que una extraña sensación de nervios y emoción les estreñía
el estómago, los nuevos caminos se abrían para despertar viejos
deseos y los malos ciclos terminaban con los buenos momentos.

511
Capítulo 40: El viaje ha comenzado.

1 hora después.
Aeropuerto Internacional de Frankfurt.
Cuando llegaron al aeropuerto se sintió una densa y muy recóndita
tensión desde el auto, los aviones llegaban y salían destemplando un
sonoro y atronador ruido desde sus motores. Los chicos se vistieron
rápidamente con la nueva ropa usando gafas y pelucas, situaron el
coche en el estacionamiento del aeropuerto y se apresuraron en
prepararse antes de que fuese más tarde.
– ¿A qué hora saldrá nuestro vuelo? –Preguntó Aradia terminando
de vestirse–.
– Ya mismo saldrá, –le respondió Annette colocándose su sobrero–
compré el mejor avión de toda Alemania…
Jericco, Aradia y Alejo quedaron atónitos.
– ¿COMPRASTE UN AVIÓN? –Replicó Jericco boquiabierto, tenía
la cara de sorpresa–.
– ¿QUÉ? ¡No puedo creerlo! –Gritó Alejo poniéndose los zapatos
aceleradamente–. ¿Por qué?
Annette miró a Alejo bajo la aleta de su elegante sombrero.
– ¿Acaso creyeron que andaremos viajando en vuelos turísticos? –
Dijo Annette alzando la voz–. Éste avión será parte de todas las
experiencias que viviremos de hoy en adelante.
– ¿Qué avión compraste? –Le preguntó Aradia abstraída y con la
boca muy abierta–.

512
– Un Junkers Ju 90, –respondió Liam por Annette–, es uno de los
más grandes del mundo.
– ¿Un Junkers 90? –Replicó Jericco todavía boquiabierto–. Es muy
grande para cinco pasajeros, tiene espacio para casi cuarenta.
– Lo sé, lo sé, –afirmó Annette pacíficamente–, pero es realmente
hermoso. Pero ya quiero que ustedes mismos lo vean, ya es el
momento para salir. ¿Ya están listos?
– ¡Yo si estoy lista! –Reafirmó Aradia mirándose al espejo
coquetamente–.
– Creo que todos lo estamos, –dijo Alejo–. Salgamos de una vez.
– De acuerdo, –concordó Liam–, actúen normalmente tranquilos y
no tengan nervios.
Salieron del auto con sus pesadas maletas, tenían los pasaportes en
sus bolsillos junto a los respectivos documentos de identificación.
Lucían irreconocibles, parecían magnates e hijos de millonarios con
mucho poder en Europa, la muchedumbre se les quedaba mirando
con respeto, envidia y estupefacción al observar las lujosísimas
vestimentas modernas de la época. Aradia y Annette se convirtieron
en damas verdaderamente elegantes y sofisticadas, tenían pelucas
rubias con abundantes ondas doradas que resaltaban de belleza con
sus preciosísimos vestidos negros. Jericco tenía una peluca negra y
lacia que le llegaba hasta más arriba de los hombros, Liam y Alejo
tenían pelucas pelirrojas y rizadas que relucían un cabello corto y
brilloso; los tres caballeros eran el imán de miradas de muchísimas
mujeres adineradas en el aeropuerto, estaban deleitadas y era casi
que imposible no mirarlos con encanto.
Eran las 2 de la tarde y el clima estaba nublado, sin embargo, nada
podía detener el viaje porque estaban decididos en cumplir la meta
de salir del país. Los enormes aviones del aeropuerto intimidaban a

513
los chicos con el tamaño y sus ensordecedores sonidos al despegar,
el colosal avión que compró Annette era un increíble monstruo de la
aviación, cuando lo vieron tuvieron una reacción asombrosamente
alocada y sorpresiva, empezaron a correr de la emoción mientras se
reían y regodeaban con locura acercándose al avión. Medía más de
26 metros de longitud y 7 de altura, era negro y cada ala tenía un
par de hélices que giraban con mucha velocidad, los empleados del
aeropuerto colocaron la escalera y los chicos subieron emocionados
al avión, había más de treinta puestos y se sentaron en los primeros.
Jericco, Alejo y Aradia se sentaron en los primeros tres asientos del
lado izquierdo, mientras que Liam y Annette se sentaron juntos al
lado derecho.
Ordenaron un deleitoso almuerzo para el viaje y disfrutaron de la
comida, comieron una deliciosa ensalada mediterránea y bistecs al
vodka, lomo de cerdo al romero y de postre flan de chocolate. El
avión despegó y mientras comían, bebían vino y vodka de limón, las
nubes ilustraron un pintoresco espectáculo cuando el avión alcanzó
su máxima altura, el cielo azul parecía un profundo océano abismal
en el que navegaba una pesada tripulación, las nubes blancas de
algodón cubrían la vista aérea desde muy elevadas alturas.
– Quiero darles una sorpresa, –dijo Annette repentinamente–.
– ¿Secuestraron el avión? –Satirizó Jericco–.
Todos se quedaron mirando a Annette con la cara de preocupación.
– Jajajaja, no, –Annette negó con la cabeza–. ¡Nos vamos a Paris!
Todos estaban boquiabiertos, no podían contener las risas.
– ¡AAAAAAAHHHHH! –Gritaron todos emocionadamente–.
– ¿A Paris? ¡Siempre he querido ir a Francia! –Exclamó Alejo con
un sollozo de alegría–.
514
– Sólo pasaremos ésta noche allá, –dijo Annette–, ya logramos otro
objetivo… Salimos de Alemania, ya nunca más regresaremos.
– ¿Y cuándo vamos a Italia? –Preguntó Liam ambiguamente–.
– Para mañana en la mañana, –respondió Annette–. El vuelo a
Paris es mucho más corto que un vuelo a Italia, no se preocupen,
mañana mismo estaremos en el Vaticano.
– En una hora y media llegaremos a Francia, –comentó Jericco–.
Ya no puedo esperar más para llegar Paris, ¿Qué es lo primero
que quieren hacer?
– ¡Ir al Museo de Louvre! –Respondió Annette con un gemido–. Es
mi lugar favorito en Francia.
– Y yo quiero ir a la Torre Eiffel, –añadió Liam con una animada
sonrisa de felicidad–.
– Mi sueño es visitar la Catedral de Notre Dame –habló Aradia
con emoción, cerró los ojos y se lo imaginó con una sonrisa–.
– No se olviden del Palacio de Versalles, –dijo Alejo–, debemos
tomarnos muchas fotografías allá. Debemos ir hoy mismo, aún
hay mucho tiempo lo que queda de día.
– Y también ir al Arco del Triunfo –agregó Jericco–.
– Será una aventura demasiado hermosa, –dijo Annette–.

2 horas más tarde.


Paris, Francia.
Cuando aterrizaron en el aeropuerto de Paris sintieron que habían
llegado a un nuevo mundo, la ciudad del amor encendió la pasión y
el ardor de empezar la nueva vida. Salieron del aeropuerto y fueron
a caminar por las calles de Paris, ya no estaban en peligro y podían
respirar profundo con una imborrable sonrisa, nadie los conocía y
era como si nunca hubieran existido en la faz de la Tierra. La gente
se vestía elegantemente de abrigos y con centelleante ropa lujosa,
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había muchísimas limosinas y cientos de carros de marca en los que
se transportaban artistas y políticos, los altísimos autobuses de dos
pisos andaban por la ciudad trasladando viajeros y parisinos; eran
muchos edificios y palacios que todavía tenían adornos de navidad.
Se sentía la calma y la tranquilidad del arte parisino, no sintieron la
presión que tenían en Alemania y fue como quitarse un peso de los
hombros. Las joyerías más grandes de Francia estaban en París, y
con los bancos franceses más poderosos brindaban la seguridad del
dinero de los importantes y destacados magnates.
Había árboles de navidad en cada calle de la ciudad, cada esquina
de París estaba adornada con pelotas y bolas navideñas envueltas
con cintas rojas, muñecos de nieve y renos falsos que seguían a un
Santa Claus de plástico sentado en un trineo rojo; los edificios
estaban cubiertos de luces navideñas y de las ventanas colgaban
muñecos y adornos, coloridos bastones de caramelo y gorros rojos
con pompones blanco. Eso le trajo bonitos recuerdos a Jericco de la
infancia, pensaba en su abuela sin sentirse nostálgico y
melancólico, estaba realmente feliz y su sonrisa era la evidencia de
que era la mejor versión de sí mismo. A pesar de que ya había
pasado más de una semana de la navidad, las músicas navideñas
continuaban brillando con luces y regalos de Santa Claus por las
calles de París, no importaba qué tan satánicos y oculto pudieran
ser, porque la navidad latía en el corazón de los hijos de Balam.
Rentaron cinco caballos blancos y lo montaron por más de una hora
en el paseo, fueron al Arco del Triunfo y llegaron a la Torre Eiffel.
Se bajaron de los caballos y lo regresaron con sus jinetes, y antes de
ir a la torre, fueron a una juguetería de navidad y compraron
obsequios para enviarlos a los niños de los hospitales. Aunque era
una navidad retrasada se sentía como si fuese nochebuena, en el

516
atardecer fueron a un café y comieron galletas mientras bebían de
una cálida taza de chocolate con malvaviscos. Al salir fueron a la
rueda de la fortuna, se subieron en una gigantesca y colorida rueda
en la que se subía muchísimas personas, y también, disfrutaron de
la noche patinando en una inmensa pista de hielo en la que cayeron
y se levantaron riendo de gracia.
Había un trencito navideño que se coloreaba de resplandecientes
luces cuando giraba alrededor de las pequeñas tiendas de navidad,
y al frente se encontraba la calle en donde estaba un inmenso jardín
bañado en nieve artificial. Se subieron en una carroza blanca que se
conducía por jinetes que cabalgaban caballos de color marrón, y en
ella se dirigieron al Museo de Louvre, quizá y no iba quedar tiempo
para ir al Palacio de Versalles, por lo que se apresuraron en lograr
la meta que faltaba.
Al llegar al Museo de Louvre se experimentó una divina e intensa
sensación de armonía y bienestar, lo primero que vieron fue la épica
pirámide invertida construida a base de 84 rombos y 28 triángulos.
Los chicos se bajaron de la carroza elegantemente y se dirigieron al
centro de la pirámide, descendieron en unas escaleras que tenía una
peculiar forma de espiral y entraron a la zona principal del museo.
No podían creer lo deslumbrante y fascinante que era el interior de
la pirámide, aquel encantador lugar era un enorme espacio rodeado
de varias galerías subterráneas de donde salían y entraban turistas;
había muchísimas personas que entraban a la pirámide, subiendo
las escaleras eléctricas que las llevaban a un larguísimo pasillo del
cual había cantidades de tiendas y restaurantes, algunos vendedores
ofrecían mapas, estatuillas e imágenes de las obras artísticas más
famosas del museo.

517
Entraron en una de las galerías y lo primero que miraron fue a la
famosísima obra de Leonardo Da Vinci, tomaron fotografías de la
pintura y le pidieron el favor a una mujer para que les tomase una
foto grupal junto a la pintura, después de las fotografías grupales,
Aradia y Annette posaban con Liam para las fotografías que Alejo
les tomaba mientras Jericco se entretenía con las obras del Louvre.
Era la primera vez que Jericco estaba en el Louvre, su sueño más
grande siempre fue visitar ese museo e inesperadamente lo cumplió
y lo vivió a lo grande, estaba contento y radiantemente sonriente de
conocer las pinturas y esculturas más legendarias de la historia del
arte; entre las tantas esculturas se destacaba “Venus de Milo”, la
escultura de Alejandro de Antioquia, y en las pinturas se encontraba
“La libertad guiando al pueblo” del pintor Eugene Delacroix.
También relucía la pintura más bella y aclamada a parte de la
Gioconda, “La balsa de la medusa” de Theodore Gericault, y así
entre muchas más obras que perfeccionaban el pintoresco museo de
Louvre. Durante más de dos horas estuvieron de tour por el museo,
tomaron muchas más fotografías y la guardaron para nunca olvidar
aquel bonito recuerdo del Louvre.
Salieron del museo y se subieron a la carroza en la que llegaron, la
noche era fría y las luces de la ciudad crearon una hermosa pintura
con la belleza parisina, hacía frío y las estrellas hicieron un pacto
con las relumbrantes luces navideñas para brillar como galaxias.
Pero, sólo faltaba visitar un sitio, y ese era la fabulosa Torre Eiffel,
que desde muy lejos se observaba mientras se encumbraba de luces
titilantes y coloridas, era un espectáculo nocturno. El jinete los llevó
hacia la torre y bajaron de la carroza con exuberante entusiasmo, la
torre brillaba a través de luces de sodio y neón de alta presión, se
disparan fuegos artificiales desde el segundo piso de la torre, era el
lugar preferido de los parisinos para celebrar el día nacional de
518
Francia. Miles de bombillas hacían un juego de luces con aspectos
particulares que resaltaban distintos colores y flashes llamativos, el
más centellante era el amarillo y el rojo, aunque en cierto tiempo la
torre iluminaba la bandera de Francia.
Corrieron por los jardines del Trocadero y empezaron a jugar y a
saltar como niños, las cristalinas fuentes y estanques que bajaban
del palacio de Chaillot tenían un color azul que parecía a la luz del
proyector que iluminaba con giros a todo Paris desde la cúspide de
la torre. Entraron y subieron a través de los ascensores a la cumbre
de la torre, en el primer nivel había una pista de patinaje sobre
hielo a 57 metros de altura, continuaron subiendo en el ascensor y
llegaron al segundo nivel que estaba a 115 metros de altura,
siguieron subiendo hasta que llegaron al tercer nivel de la torre, a
250 metros de altura. Había una barra a la que fueron para gozar
de la vista con una bebida, disfrutaron de la noche en el Bar à
Champagne, en el que tomaron varias copas de vino espumoso
mientras contemplaban la ciudad de París, ordenaron una pizza de
mozzarella para pasar el rato y se quedaron hasta las 11:00 pm.
– Este ha sido el mejor día de mi vida, –comentó Liam en estado de
ebriedad–. ¡SALUD POR NOSOTROS!
Chocaron las copas de vino y suspiraron de alegría.
– ¿En dónde pasaremos la noche? –Preguntó Jericco con los ojos
enrojecidos–.
– En el hotel Crillon, –respondió Annette limpiándose la boca con
una servilleta–. Es uno de los palacios más antiguos y lujosos de
todo el mundo.
– ¿Allí no fue en donde mataron a María Antonieta? –Agregó
Aradia–.

519
– ¿Quién es esa? –Preguntó Alejo abstraídamente–.
– Fue una princesa archiduquesa de Austria y reina consorte de
Francia, –respondió Aradia saboreando su copa de vino–.
– ¿Por qué la mataron en ese hotel? –Cuestionó Jericco–. Ya no
quiero ir para allá.
Todos rieron, Aradia respondió:
– Solía visitar ese hotel con frecuencia en compañía de sus amigos
de la alta sociedad para tomar lecciones de piano, le cortaron la
cabeza en frente del hotel Crillon. Se ganó la sucia antipatía del
pueblo, que la acusaba de derrochadora, presumida y de influir a
su marido en pro de los intereses austriacos.
– ¡Supongo que fue acusada por los sacerdotes! –Rezongó Alejo–.
¿Qué más sabes de ella?
Aradia continúo mientras sus amigos la miraban con sugestión. No
estaban tan ebrios como parecía, al menos no lo demostraban.
– El día de su ejecución, mientras el pueblo parisino la abucheaba
e insultaba, María Antonieta se tropezó subiendo al patíbulo y
pisó al verdugo que estaba a punto de guillotinarla. Ella le dijo:
«Disculpe, señor, no lo hice a propósito.»
Todos se estremecieron y se conmovieron.
– ¡Cielos! –Gimió Jericco quejumbrosamente–. Sé qué se siente ser
juzgado por una población entera, y no me imagino el dolor que
tuvo… ¿Y ves como no perdió su indulgencia? Con todo el temor
del mundo se disculpó ante su verdugo, maldita sea, odio cada
vez a la iglesia.
– Concuerdo contigo, –murmuraron todos mirándose entre sí con
impotencia–.

520
– Pienso que ya es hora de irnos, son las once de la noche, –dijo
Liam mirando su reloj de oro–.
Jericco se levantó y se colocó el sombrero.
– Sí, –asintió Jericco con un bostezo–. Estoy agotado, aunque amé
este día. Nunca lo olvidaré.
Todos se levantaron mientras ordenaban las sillas bajo la mesa.
– Mañana será un día largo, –añadió Alejo–. ¿A qué hora iremos a
Italia?
– A las 10 de la mañana tenemos que estar en el aeropuerto, –le
respondió Annette–. Compraremos unas máscaras para entrar al
vaticano, conozco un lugar en donde las venden, antes de salir al
aeropuerto vamos… Es relativamente cerca del hotel, hace años
fui a comprar allá para una fiesta de disfraces.
Aria se tomó una fotografía frontal con Jericco.
– Perfecto, –dijo Liam–, deberíamos disfrazarnos de sacerdotes y
monjas para infiltrarnos en la Basílica de San Pedro.
Liam caminó hacia ellos y se fotografiaron sonrientemente.
– Muy buena idea, –concertó Aradia cogiendo la botella de vino de
la mesa, se echó un buen trago y cerró los ojos con una expresión
rara–. Mañana mismo nos levantamos temprano y preparamos
todo para nuestra misión.
Annette y Alejo terminaron de comerse los últimos trozos de pizza.
– Atentado terrorista en el Vaticano –murmuró Jericco, pensativo–.
Será un evento histórico, mataremos al Papa Pío y eso nada lo
impedirá… ¡Vámonos ya!

521
Aradia chocó los cinco con Jericco y se dirigieron a los ascensores.
– ¡Así es! –Gritó Annette a toda voz–.
Entraron al ascensor.
– ¿Creen que el jinete esté esperándonos? –Preguntó Alejo con
inquietud–. Seguro que ya se fue y nos dejó acá.
Mientras bajaban en el ascensor sintieron nauseas, estaban un poco
ebrios.
– No te preocupes, tonto, –le dijo Liam indulgentemente–. Pagamos
un taxi, estamos en París.
Bajaron de la torre mareados y ofuscados, los parpados se les caía
solos por el trasnocho y el agotamiento. Estaban bebiendo vino de
la botella y no podía caminar, ya la carroza no estaba por lo que se
vieron en la obligación de tomar un taxi.
Cuando llegaron al hotel Crillon tuvieron una reacción asombrosa
con la maravillosa estructura del edificio, desde afuera vieron que
era un bellísimo palacio que no se comparaba con nada en Europa.
Al entrar en el hotel fueron recibidos por elegantes mayordomos
que los llevaron a la habitación, la sofisticada y engreída gente del
restaurant de la planta baja los observaba con rareza y desagrado,
Aradia estaba tan ebria que le tocó el pene a uno de los mesoneros
del bar, Jericco y Liam estaban muriendo de risas mientras que
Alejo y Annette se dormían en el camino, los mayordomos de Crillon
lo llevaban arrastrando por las alfombras de los pasillos.
El pulcrísimo hotel Crillon contaba con un extraordinario servicio
de aristocráticos empleados que prestigiaba y honraba al hotel, los
mayordomos los hicieron subir al segundo piso y quedaron con la
boca abierta cuando entraron a la habitación correspondiente, ellos
522
quedaron embelesados con la primorosa habitación y los hombres
del hotel regresaron a planta baja. La habitación relumbraba a todo
fulgor con una lujosa y rica decoración medieval, las paredes eran
de oro y también había brillantes diamantes que colgaban como
bolas de espejos, el techo tenía una atrayente pintura que ilustraba
un cielo azul de nubes blancas y rosadas.
– E-e-esto sí que es el paraíso, –tartamudeó Aradia con la botella
de vino en sus manos–. Quiero hacer el amor esta noche, quiero
tener sexo… Por favor, putas, tráiganme a un mayordomo para
comérmelo todo.
Aradia dejó caer la botella de vino y se quebró en el suelo, –dio un
salto de pánico y abrió la boca–, manchó la delicada alfombra del
hotel y empezó a reírse como una demente.
– ¿Por qué no te coges a Liam?
Le preguntó Alejo tirándose el piso con los brazos abiertos.
– ¿Y por qué no me coges tú? –Replicó Liam con náuseas y con la
cara de borracho–.
Annette empezó a reírse y miró a Jericco, él estaba casi dormido.
– ¿Ya te dormiste? –Dijo Annette riéndose sola–.
– Tengo mucho sueño y quiero que sea mañana para irnos a Italia,
–respondió Jericco, estaba un poco sobrio y no tan ebrio–.
– ¡Te amo, Annette! –Le gritó Aradia mientras vomitaba y lloraba
con risas–. Menos mal que no arruinamos nuestra relación de
mejores amigas, no quise que destruyéramos nuestra amistad por
un estúpido noviazgo. ¡Perdóname!
– Yo también te amo, putita de mierda, –le dijo Annette–.
Aradia se levantó rápidamente y empezó a bailar ballet.
523
– Mírenme, mírenme, –insistió Aradia llorando a carcajadas–. Soy
la mejor.
Aradia cayó sentada en el suelo y empezó a roncar, Jericco se paró
del piso y caminó hacia una de las habitaciones del salón, miró a
los chicos, pero ellos estaban dormidos. Jericco se quitó la ropa y se
lanzó a la cama con los ojos cerrados, se durmió de inmediato.

524
Capítulo 41: La hora maldita. Gemelos astrales.

Horas después…
3:33 am.
Jericco despierta rápidamente de un profundo sueño y se levanta al
oír una serie de golpes extraños, se sentó a una esquina de la cama
y mira a todos lados con la cara de asombro. El silencio muere en
la habitación por un ligero golpe de madera que sonó dentro del
armario, Jericco se levanta con un leve estremecimiento y siente que
un escalofrío le eriza el vello de la espalda, pensó que de seguro era
una broma de alguno de sus amigos; entonces, cuando se acerca al
armario se detiene al escuchar un brusco golpe que vino de adentro,
eran patadas y sacudidas que empujaba al armario hacia los lados
como si alguien estuviese detrás moviéndolo, el armario brincaba y
emitía sonidos de extraños mordiscos en el interior, el sonido solía
cambiar con la respiración de Jericco… Él se acercó al armario y
escuchó un ligero chillido, era una voz masculina que lloraba como
un animal y al mismo tiempo rugía con furia. Jericco abre la puerta
con lentitud y ve que en el interior sólo hay un espejo, bruscamente,
algo inaudito y extraño sucede, Jericco alza la mano y con una rara
impresión de confusión la mete en el espejo como si fuese un pozo
de agua.
Jericco es halado por el espejo y repentinamente desaparece de la
habitación, en un cerrar de ojos todo su entorno cambió, él llegó a
un viejo lugar que se le hizo verdaderamente familiar. Estaba en la
rústica habitación de una vieja cabaña medieval, sale de un espejo y
aparece en un largo pasillo en el que había un montón de imágenes
de personas fallecidas. ¿He estado aquí antes, pero, qué hago aquí?
525
–Pensó Jericco poniéndose pálido con las manos muy temblorosas–.
Jericco estaba en la vieja cabaña de la familia Scroocket, y cayó en
una intensiva crisis nerviosa mientras corría por los pasillos de la
cabaña hasta que de repente, el chirrido de una puerta resonó al
final del pasillo y vio que se abría espaciosamente, Jericco salió
disparado a la puerta y entró a una diferente habitación hasta que
la puerta se cerró de golpe. Jericco se miró así mismo en una cama
durmiendo en tercera persona, fue aquella noche en la que la pasó
extremadamente mal, todo lo que soñaba era un viejo espejismo del
pasado en Pléyades.
Jericco se miró en el espejo de la habitación con perpleja confusión
y empezó a sacudirlo de pánico, los clavos del espejo comenzaron a
caerse y se inclinó de un lado hasta que el otro Jericco se levantó y
lo ajustó, el Jericco de Pléyades lucía asustado mientras que el del
futuro sentía el terror de su gemelo astral. Y de improvisto, apareció
mucho humo que entraba a través de la puerta y de las ventanas, en
ese momento el Jericco del futuro se dio cuenta que el Jericco de
Pléyades no podía verlo. De pronto, apareció una extraña criatura
que tenía los ojos brillosos y la boca expandida, no tenía dientes,
estaba fijada en el techo caminando hasta que bajó por las paredes
y se situó detrás del Jericco de Pléyades, el extraño ser desapareció
en un segundo, el espejo cae en el suelo con fiereza y se quiebra en
grandes fragmentos que cortaron la piel del paralelo Jericco. En
ese instante, entra Cesar Scroocket y su madre en la alcoba, y con
horror y misterio levantan a Jericco del suelo.
Jericco sabía que estaba soñando y que el tiempo estaba conectado
con el que transcurría en Pléyades, tuvo una imagen distorsionada y
confusa sobre sus remotos recuerdos. Él salió rápido del aposento y
giró la mirada hacia los Scroocket, vio que Aurora estaba viéndolo

526
y cruzaron miradas hostiles hasta que Jericco cerró la puerta. Al
salir al pasillo empieza a correr sudorosamente hasta que se detiene
con un jadeo, había una enorme pared bloqueando el camino, y de
repente, apareció una anciana ahorcada con una soga que caía del
techo mientras se retorcía y lanzaba atronadores gritos de cólera.
Un enorme agujero se abre en el suelo y Jericco cae lentamente en
el abismo hasta que repentinamente despierta con un grito, estaba
de nuevo en la habitación del hotel.
Todos estaban rodeándolos con extrañeza, Jericco se levanta
rápidamente y les pregunta:
– ¿Qué hacen ahí parados? ¡Parecen psicópatas!
– ¡El psicópata eres tú! –Gritó Alejo lanzando un resoplido–.
– ¿Por qué yo? –Rezongó Jericco poniéndose de pie con el rostro
sudado–.
– Amigo, llevas más de dos horas gritando como puta de barrio, –
masculló Liam–.
Jericco los miró con vergüenza y rareza, puso los pies en el piso y
se quitó los calcetines.
– Pensamos que tenías un sueño húmedo. –Dijo Aradia–.
– ¿En qué soñabas? –Preguntó Annette–.
Jericco la miró pestañeando rápidamente mientras gesticulaba con
las cejas.
– Ah, no, nada, sólo soñé una estupidez, –rehusó Jericco–, no tiene
importancia. ¿Qué hora es?
– Son las 7 de la mañana, –le respondió Alejo–. Esperábamos por
ti.

527
– Mejor denme tiempo para vestirme, –habló Jericco abriendo su
maleta–. Por lo que veo ustedes ya están listos.
Todos estaban listos, ya tenían puestas las pelucas y sus gafas. Las
chicas se vistieron con un vestido blanco y un bonito sombrero rosa,
los muchachos tenían puesto un pantalón negro, una camisa negra y
un abrigo de piel atigrado.
– ¿Quién trajo las maletas ayer? –Preguntó Aradia–.
– Cuando aterrizamos en el aeropuerto el equipo del hotel se
encargó de eso, –le respondió Liam–.
– Ah, –dijo Aradia–, ¡Apúrate Jericco! Te estamos esperando para
desayunar juntos.
Jericco se apresuró en vestirse y sus amigos salieron al salón para
esperarlo.

528
Capítulo 42: Atentado terrorista en el Vaticano.

13 Horas después.
Italia, Roma.
A las 8:00 pm se encontraban merodeando la basílica de San Pedro
con la finalidad de esperar a que la misa de la noche culminase, los
chicos se disfrazaron de monjas y sacerdotes para infiltrarse en la
basílica y proteger sus identidades, la vestimenta de las chicas era
de color negro mientras que el de los muchachos era rojo. Cada uno
llevaba una caja de regalo en sus manos, aquellas cajas tenían una
cinta roja que estaban entrelazadas en forma llamativa, ya que las
cajas de regalo lucían muy bien adornadas y ostentosas. Muchos
turistas y vendedores de la Plaza de San Pedro los observaban con
cierta atracción, ya que era muy desacostumbrado que dos monjas y
tres sacerdotes cargasen regalos y paseasen con ellas.
Treinta minutos después cuando la ceremonia culminó las personas
salieron de la basílica, y en ese instante los chicos se apresuraron a
entrar rápidamente antes de que la cerraran. Una larguísima fila de
militares con uniformes rojos antiguos y armas medievales protegía
la basílica desde la entrada, cuando los chicos pasaron a un lado de
ellos lo hicieron sin llamar la atención mientras se ocultaban entre
la multitud que salía de la basílica, ya una vez en la zona principal,
se persignaron enérgicamente y se inclinaron sobre el mármol del
suelo expandiendo los brazos hacia arriba; se levantaron con cierta
seriedad y se impresionaron cuando vieron que dos largas columnas
de sacerdotes vestidos de rojo desfilaban rectamente, se dirigían a
la salida de la basílica. La fachada principal de la basílica medía
unos 115 metros de ancho y 46 metros de altura, las inmensas
529
columnas de orden gigante enmarcaban la entrada colosalmente, la
fachada estaba precedida por dos importantísimas estatuas de San
Pedro y San Pablo, la cúpula se observaba desde los horizontes más
lejanos de Roma.
Los chicos miraron a aquellos sacerdotes dignamente y les hicieron
un gesto de respeto, esperaron a que salieran y después miraron al
altar papal en donde se encontraba Pío XII orando íntimamente con
la fe al máximo, el altar estaba sostenido por cuatro columnas
salomónicas. La estructura arquitectónica de la basílica era muy
impresionante, el interior estaba constituido por enormes naves que
se separaban por altísimos pilares y columnas curvadas que hacían
vislumbrar la cúpula con ofuscación, la mayoría de los monumentos
de la basílica estaban conformados por tumbas de papas y santos de
bronce que yacían sobre las altas paredes.
Las gigantescas columnas que rodeaban la plaza de San Pedro eran
espectaculares estructuras que resplandecían un pintoresco paisaje
desde el auto.
– Miren allá al frente del altar, –dijo Aradia señalando a unas
escaleras de acceso que descendían a un lugar subterráneo–.
¿Qué hay allá?
– Son las grutas vaticanas, –agregó Jericco en voz baja–. Vamos.
Jericco caminó rápidamente mientras los demás los seguían.
– ¿Qué hay en esas grutas? –Quiso saber Alejo–.
– Ahí se encuentran todos los papas de la historia momificados, –le
respondió Jericco–, y además… Está el departamento privado de
los archivos más secretos del Vaticano, hay mucha información
que de seguro nos serviría.

530
– ¿Tú cómo sabes eso? –Cuestionó Annette con incertidumbre–. No
sabía que habías venido a Italia antes.
– Porque estuve aquí hace unos años, –le respondió Jericco–, fue
en tiempos nazis cuando la iglesia les pagó a las fuerzas de
Hitler para que no exterminara al catolicismo.
– ¿Cómo lo hizo con los judíos? –Replicó Liam–.
– Exacto, –continuó Jericco–, hay muchos secretos que no han sido
revelados todavía, y eso lo descubriremos hoy…
Llegaron a las escaleras y abrieron una pequeña puerta de cobre.
La escalera doble en forma de caracol estaba encerrada por una
elegante balaustrada sobre la que se quemaban lámparas votivas,
era como si nunca fuesen a llegar abajo por la profundidad. Cuando
terminaron de bajar las escaleras de la nave central de la basílica,
llegaron a una espaciosa necrópolis que se encontraba a tres metros
de profundidad del altar papal; las grutas vaticanas se ramificaban
en nichos, pasillos y capillas en las que descansaban los cuerpos de
los papas momificado.
La necrópolis subterránea de la basílica era muy extensa, silenciosa
y solitaria. El cadáver embalsamado de algunos papas se observaba
a simple vista desde sus tumbas, entre ellos, la tumba de Pío XI, y en
los personajes más antiguos de la historia estaban el emperador
Otón II, Adriano IV, Bonifacio VIII y Pío VI, cuyo cadáver está en
un sarcófago cristiano.
– ¿En dónde está la tumba de San Pedro? –Preguntó Liam–.
– Es la que se encuentra al lado de la tumba de Pío XI, –respondió
Annette–.
Annette señaló, la tumba del discípulo Pedro se encontraba en una
preciosa tumba decorada.

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– ¿Cómo es que encontraron los restos de un discípulo de Cristo? –
Cuestionó Alejo–.
– Entre los años sesenta o setenta, encontraron los huesos de un
hombre envuelto en una preciosa tela morada, –explicó Jericco–,
y ésta, estaba tejida con hilos de oro.
Todos pusieron cara de asombro. Aradia estaba alejándose de ellos.
– ¡Vengan, vengan rápido! –Gritó Aradia con insistencia–.
– ¿Qué pasó? –Le preguntó Alejo mientras se aproximaban a ella,
estaba al final de un estrecho pasillo en el que había una enorme
puerta abierta–. ¿QUÉ HAY ALLÁ?
– ¡Cuidado con que alguien te vea! –Le advirtió Liam corriendo al
pasillo–.
Aradia entró en aquel misterioso lugar y dejó escapar un jadeo, hizo
una rara expresión con su rostro y les hizo una seña a sus amigos.
– ¡WOOOW! –Exclamó Aradia quedándose sin palabras–. Sólo
vean esto… ¡Increíble!
Los demás chicos entraron, Annette cerró la puerta y se aseguró de
que nadie venía detrás.
– ¡PERO QUÉ MIERDA! –Bramó Alejo estupefactamente–.
Era una gigantesca biblioteca subterránea en la que sobresalían
muchísimas carpetas amarillentas que notablemente eran antiguas,
había millones de archivos apostólicos de la iglesia católica desde
el comienzo de la religión, muchos de ellos guardados en altísimos
archivadores metálicos organizados por fechas.
– ¿Qué ocultará todos esos archivos? –Preguntó Jericco con los
ojos brillando del asombro–.

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Liam abrió una larguísima gaveta del archivador, la fecha era del
siglo I.
– Revisen los archivos que puedan, –propuso Annette–, y yo haré lo
mismo… De aquí nos llevaremos muchos documentos que podría
ser de alta importancia.
Liam cogió una carpeta y leyó el título mentalmente, “La verdadero
mesías, la única hija de Dios”, abrió la carpeta y empezó a leer.
– ¡Miren esto! –Prorrumpió Liam desconcertado mientras los otros
buscaban más información–. ¿Qué diablos?
– ¿Qué? –Quiso saber Jericco acercándose a Liam–.
– Este archivo nos habla de una mujer mesías, –respondió Liam en
voz alta–, escuchen muy bien lo que les voy a leer… María ha
sido concebida por obra y gracia del Espíritu Santo para dar a
luz a su única hija, Demetria, la mujer a la que hemos encubierto
por más de un milenio con la personalidad masculina de un
hombre al que llamaron Jesucristo…
Interrumpieron a Liam.
– ¿ES EN SERIO? –Refunfuñó Alejo arrebatándole el archivo de la
mano–. ¡Jesucristo fue una mujer!
Jericco estaba desconcertado, tenía la mirada perdida.
– ¿Cómo estás tan seguros de que esos archivos dicen la verdad? –
Dijo Aradia pensativamente, se cruzó de brazos y suspiró–.
– ¡Lee lo que sigue, Alejo! –Le ordenó Annette, confundida–.
Alejo continuó leyendo en donde quedó Liam.
– Demetria fue crucificada, muerta y sepultada, padeció bajo el
poder de Poncio Pilato… Desde entonces, el mundo entero ha de

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creer que dicha mujer se representa como Jesús, el hijo de Dios.
Desde el primer siglo se ha ejecutado a más de dos mil personas
que afirmaban que Jesucristo en realidad era una mujer, estas
personas fueron juzgadas por herejía y conspiración por lo que
fue necesario callarles la boca con sus propias muertes, si bien;
hogueras, lapidaciones, desollamientos y crucifixiones. Cuando
los discípulos de Demetria se encargaban de predicar y llevar la
palabra de Dios al mundo, estos fueron perseguidos y encerrados
para evitar la indebida divulgación de una verdad que la iglesia
pudo enterrar con el paso de los siglos.
– ¡HIJOS DE PUTA! –Gruñó Aradia con un estridente berrido–.
¿Cómo es eso posible?
– No sé ustedes, pero… Es muy extraño, no sé, eso me hace dudar.
¿Creen que eso sea cierto? –Preguntó Jericco, embrollado–.
Annette se le acercó a Jericco y le habló tenuemente:
– Jericco, estos archivos son confidenciales e inéditos, recuerda
que la iglesia sólo nos ha demostrado lo que quiere mostrar. Por
ejemplo, la Santa Biblia, todos saben que es un libro de infamias,
machista y desagradable.
– Concuerdo con lo que dice Annette, –convino Liam–. Por alguna
razón tienen estos documentos escondidos, de todas maneras, nos
llevaremos esto y lo publicaremos para que el mundo conozca la
verdad.
– Miren lo que encontré, –dijo Aradia repentinamente, estaba con
un pequeño recuadro en sus manos–, es una pintura del siglo I.
Es probable que Demetria haya sido dibujada por gente que la
vio en vida.
Estaban mirando la antigua pintura, y a pesar de que las hojas no
se veían tan bien, se observaba a una mujer de piel oscura y cabello
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largo con abundantes rizos, las facciones redondas de su rostro era
algo muy peculiar que resaltaba una extraña belleza.
– Era hermosa, –musitó Jericco con una pequeña sonrisa–. ¿Por
qué la iglesia querría hacerle eso a la mujer que dio la vida por
el mundo?
– Sólo existe una palabra que te respondería esa incógnita, –dijo
Aradia–, y se llama machismo. ¿Por qué Balam no nos habló de
esto?
– Eso mismo, –concertó Annette–. Esto me recordó a la mujer que
se infiltró como papa en el Vaticano, hace muchos años atrás, y
cuando la descubrieron la mataron a piedras.
Alejo escudriñó otro archivador y sacó de la gaveta un álbum de
fotografías, aparte había facturas y cheques.
– ¿Qué es esto? –Dijo Alejo, conmovido–. ¿Por qué tienen estas
cosas aquí?
Alejo le dio a Jericco las imágenes que encontró, Liam quiso ver lo
que había en esas fotografías y con un gruñido de furia quitó la
mirada.
– ¿Qué pasó? –Añadió Aradia acercándose a Jericco–.
Las fotografías mostraban pornografía infantil, había niños con
menos de 11 años de edad con ancianos.
– ¡Maldita sea! –Rezongó Annette con el corazón roto–. No hay
algo que más odie que esto… ¿Por qué? ¿Por qué niños?
Jericco estaba ahogado en sus pensamientos, todavía le afectaba los
temas y conversaciones sobre violación. Jericco cerró el álbum y se
lo dio a Aradia, no quería ver más.

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– Es Benedicto XV, –dijo Liam mientras miraba las fotografías,
Jericco se apartó de ellos con un nudo en la garganta–. Mira la
cara de los niños, sólo observen la tristeza en sus ojos…
Jericco pensó en algo que apenas intentaba superar, recordó la
noche de su violación.
– Obligaban a los niños a masturbarse para fotografiarlos y vender
esas fotos por una alta suma de dinero, –agregó Alejo–. Aquí
están las facturas y cheques de las acciones.
– Aquí está Pío X, –indicó Alejo mirando otra fotografía–, al que
nombrarán como santo en unos años. Un santo que tiene una foto
en la que se le ve haciéndole sexo anal a un recién nacido.
Alejo cerró el álbum y lo sostuvo.
– Ya es hora de abrir las cajas, –decidió Jericco incorporándose
después de la recaída emocional–.
– ¡Hagámoslo! –Concertó Aradia–.
Abrieron las cajas de regalo y cada uno sacó de ellas una máscara,
que representaba a una cabra negra con enormes cornamentas y sus
ojos rojos. Se la pusieron en la cabeza y guardaron los archivos que
habían encontrado en cada caja.
– No tenemos mucho tiempo, –habló Liam con nerviosidad–. Ya es
hora de subir, conservaremos su cabeza después de decapitarlo,
como un trofeo.
– Será toda tuya por si quieres eyacularle en la cara, –dijo Jericco
con un tono burlón–.
Liam rio.
– Espérenme, no sean tan apurados, –murmuró Alejo cogiendo más
carpetas de los archivadores–. Acabo de guardar facturas de los
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pagos que realizaban para el tráfico de drogas y mujeres, en
donde manejaban altas sumas de dinero, y algunos recibos de
explotación sexual y prostitución, hay una red de pedofilia en el
Vaticano.
– ¡Está bien! –Afirmó Annette–.
Aradia sacó improvisadamente una pipa de su bolsillo y un poco de
hierba.
– ¿De dónde la sacaste? –Le preguntó Jericco mirándole la pipa–.
Aradia dejó escapar una risa y habló chistosamente:
– No me pregunten, y sólo disfrutemos, ¿Se les apetece?
Se quitaron las máscaras.
– ¡Claro que sí! –Exclamó Alejo acercándosele–. ¡Dame, dame!
Alejo se metió la pipa en la boca y Aradia le añadió la hierba, luego
la encendió. Alejo conservó el humo en los pulmones por un minuto.
– Ahora mi turno, –dijo Aradia metiéndose la pipa en la boca–.
Alejo expulsó el humo y sus ojos se enrojecieron, empezó a reírse.
– Yo no quiero, –susurró Annette–, la última vez me cayó muy mal
y por poco me mato.
– Yo si quiero –anheló Liam quitándole la pipa a Aradia–.
Aradia apenas estabas transpirando el humo en los pulmones. Le
encendió la pipa a Liam y lo dejó inhalar.
– ¿Quieres? –Aradia le preguntó a Jericco, el humo le salía por las
fosas nasales–.
– ¡Sí! –Respondió Jericco moviendo la cabeza–. No me gusta hacer
esto, pero una ocasión muy festiva.
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Jericco se metió la pipa en la boca y haló el humo hasta contenerlo
en los pulmones, intentó mantenerlo por unos minutos y empezó a
toser.
– ¡JAJAJAJAJA! –Se carcajeó Annette–. ¿No sabes fumar?
Jericco negó con la cabeza mientras se reía con los demás, seguía
tosiendo con ahogo.
– Hazlo de nuevo, –le animó Aradia–, sé que nunca lo has hecho.
Pero para todo hay una primera vez.
Jericco volvió a meterse la pipa en la boca y transpiró el humo.
– Ahora mantenlo en los pulmones, –le indicó Alejo–. Intenta hacer
un jadeo que conserve el humo en tu interior, por supuesto que
no sea en tu diafragma.
Jericco estaba enrojeciéndose, estaba lográndolo. Después de unos
20 segundos lo expulsó.
– ¡AAHHHH! –Clamó Jericco soltando un suspiro sofocado–. Creo
que ahora sí lo hice bien.
– ¡Correcto, bastardo! –Vociferó Aradia despeinándole el cabello–
ahora vámonos.
Se pusieron las máscaras y salieron de la biblioteca con las cajas de
regalo. Tenían los ojos enrojecidos y se sentían relajados, aunque
Jericco se sentía mareado y sentía que todo daba vueltas. En medio
de los efectos de la marihuana, empezaron a correr con la vista muy
borrosa y ofuscada, estaban riéndose y tenían el rostro de serenidad
y relax.
Subieron presurosamente las escaleras de caracol y salieron de las
grutas antes de que los militares entraran a la basílica, Pío estaba

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orando de espalda y arrodillado ante el sagrario. En un santiamén,
Alejo corrió cautelosamente hacia Pío y le cubrió los ojos con una
venda negra, Aradia se quitó la ropa interior y se aproximó a Pío en
un instante para metérsela en la boca, –Pío gimoteaba con susto–.
El Papa empezó a patalear y a lanzar manotazos hacia los lados en
medio de la pesadilla, pero, eso no fue lo suficiente para salvarse de
las furiosas cabras negras; Pío gemía y rugía de espanto mientras
tocía y aullaba, profería silenciosos chillidos de sofoco.
Alejo lo aprisionó por detrás de los brazos mientras seguía
sacudiéndose, el resto de los chicos lo encerraron con un círculo y
se tomaron de las manos. Comenzaron a girar alrededor del Papa y
se detuvieron a la sexta vuelta, –Alejo le quitó la venda de los ojos–,
Pío se estremeció cuando vio que tenían una diabólica máscara que
ocultaba sus rostros, no podía contener sus lágrimas por el miedo,
tenía una mirada llena de terror y sobresalto.
– Buenas noches, Señor Pío. –Le habló Jericco bajo la máscara, se
soltaron de las manos y se inclinaron ante el Papa–.
Todos se levantaron, Pío estaba observándolos afligidamente.
– ¿Pensaste que nunca más me volverías a ver? –Preguntó Jericco
intimidándolo–.
Jericco se quitó la máscara lentamente y le sonrío con malicia, el
Papa se perturbó tanto que empezó a gritar desconsoladamente con
la ropa interior en la boca, le temía mucho a Jericco.
– ¡Shhhhhh! –Le dijo Aradia poniéndose el dedo en la boca de la
máscara–.
Lanzaron las cajas en el suelo y empezaron con la función, Alejo lo
tomó del brazo izquierdo y Annette del derecho, Liam le sujetó la

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pierna derecha y Aradia la izquierda, el Papa quedó en el aire
mientras continuaba gritando. Empezaron a darle vueltas como si
fuese una rueda en sentido horizontal sin tocar el suelo, Jericco se
carcajeó maliciosamente y dijo con un tono burlón:
– Padre nuestro que estás en los infiernos, santificado sea tu
nombre, ven a nosotros y hágase tu voluntad así en la tierra
como en el infierno, –estaban dándole rapidísimas vueltas que le
hicieron tragarse su propio vómito–, danos hoy el poder de cada
día y muéstranos la venganza de quienes nos golpean. Déjanos
caer en la tentación y enséñanos a amar el mal, amén.
Cuando Jericco terminó la oración, empezaron a halarle con fuerza
las extremidades mientras lo hacían lloriquear e implorar del dolor.
Era una dolorosa fuerza que reventaba sus sentidos por sufrimiento,
como si una gigantesca máquina sangrienta le estuviese arrancando
las piernas y los brazos. Los chicos continuaron girándolo mientras
cantaban risueñamente:
– Juguemos en el templo mientras que Cristo no está, juguemos en
el templo mientras que Cristo no está… ¿Cristo está?
La silueta de un hombre apareció en el altar sin que nadie la viera,
los chicos sintieron un escalofrío, pero ignoraron el sentimiento.
Era un altísimo hombre con cuernos y ojos blancos brillosos, el
interior de la basílica se impregnó con un fétido olor a putrefacción
y hubo un enorme silencio. Se detuvieron y colocaron a Pío en el
suelo.
Jericco sacó un afilado cuchillo de su bolsillo y levantó las mangas
de la indumentaria de Pío, empezó a cortarle los brazos con varias
mutilaciones y lo hizo llorar, –el Papa se retorció con un berrido y
sus ojos quedaron en blanco–. Aradia y Liam comenzaron a cortarle

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las piernas con las cuchillas que sacaron de sus bolsillos, sin abrirle
profundas heridas le hacían cortes por diversión mientras Annette le
cortaba la cara y el cuello. De improvisto, un grupo de ancianas
entraron a la basílica y quedaron petrificadas al ver aquella escena
sangrienta, empezaron a gritar y salieron corriendo consternadas y
desesperadas por ayuda, Pío estaba seguía con vida y el sufrimiento
era mucho más lento que la sangre que derramaba por las heridas.
– ¡Tenemos que irnos ahora mismo! –Gritó Jericco poniéndose la
máscara con rapidez–.
Jericco se levantó y se metió el cuchillo en el bolsillo, cogió la caja
del suelo y le pateó la cara al Papa.
– No podemos dejarlo vivo –rezongó Alejo levantándose del suelo–.
Debemos deshacernos de él, podría decir que te vio.
Todos se levantaron rápido y cogieron sus cajas cada uno.
– ¡Nadie le creerá! –Bramó Aradia pateándole los testículos–. Y lo
que dirá será que un grupo de monjas y sacerdotes lo atacaron a
muerte.
Jericco empezó a reírse por los efectos de la marihuana, mientras
que Aradia, Liam y Alejo estaban en un episodio de euforia.
– ¡Además tú estás muerto! –Le dijo Liam exasperadamente para
calmar a Jericco–.
Bajo los efectos de la marihuana sentían que estaban en un estado
de relajación total.
– Tienen razón, –asintió Jericco silbando las silabas con sus labios
resecos–. Antes de irnos debo hacer algo.
Jericco tenía los ojos sumamente rojos.
541
– ¿Qué harás? –Preguntó Annette curiosamente–.
Jericco le rompió la ropa al Papa y lo dejó desnudo, le dibujó en el
pecho una cruz después de cortarle con el cuchillo.
– ¡Yaaaaa, enfermo! –Refunfuñó Aradia saliendo del altar–. Ya es
tiempo de salir, los militares están llegando. ¡Corraaaan por sus
vidas!
Los militares entraron en modo de alerta y vieron que había cinco
sujetos vestidos de monjas y sacerdotes usando máscaras de cabra,
los chicos empezaron a correr rápidamente y escaparon a través de
una puerta alternativa que los llevó a la parte trasera de la plaza.
Los militares estaban siguiéndolos, pero, ya una vez que salieron de
la basílica para capturarlos vieron que ya no estaban. Los chicos se
subieron en un auto que rentaron para la misión y huyeron antes de
que los vieran, se perdieron entre la gente de la plaza y evitaron que
alguien los delatase. Se quitaron las máscaras y la guardaron en las
maletas, se quitaron el disfraz que tenían puesto y lo lanzaron por la
ventana del auto a un basurero, se vistieron con la ropa elegante
que habitualmente usaban y se apresuraron en llegar al aeropuerto.
– ¡Conduce más rápido, Liam! –Respingó Aradia con alarma, tenía
mareos y la boca seca–. No podemos dejar que alguien nos venga
siguiendo.
Liam conducía con los ojos rojos y con una extraña impresión en el
rostro, Annette estaba a su lado, los demás chicos estaban sentados
atrás.
– Hubiese sido mejor que yo condujera, –dijo Annette–, Liam está
demasiado drogado, parece un tomate de lo rojo que está.
Jericco estaba mirando para atrás desde la ventana.

542
– No viene nadie, –aseguró–, ya es tarde para capturarnos.
Alejo también estaba mirando para atrás desde la ventana trasera
del auto, sentía que los iban a capturar.
– Nos van a arrestar en el aeropuerto, nos arrestarán… Creo que
alguien nos está siguiendo desde que salimos de la basílica, oh,
joder, estamos muertos, –Alejo estaba demasiado nervioso, la voz
estaba temblándole y sus ojos se enrojecían más, tenía paranoia–
, ahora más que nunca podrían descubrirnos.
Aradia le clavó una mirada disgustada y confundida, estaba perdida
en los efectos secundarios.
– Nadie nos va a descubrir, tranquilo, ¿Sí? –Suspiró Jericco con la
voz suave, estaba muy calmado–. Cuando lleguemos a Inglaterra
tendremos una vida fuera de peligro, ya no tendremos por qué
darnos mala vida.
– ¡Malditos drogadictos! –Gritó Annette con una carcajada, estaba
mirándolos desde el retrovisor mientras abría la envoltura de un
snack–. La verdad me estoy cansando de tanto drama, ah, y, por
cierto, hoy vi muchas revistas y periódicos en donde hablaban
sobre Jericco.
Jericco la observó con los ojos muy abiertos, empezó a sudar.
– ¿Mi muerte ya salió en los medios? –Quiso saber Jericco–.
– Sí, –le respondió Alejo–, yo también vi que en algunos periódicos
estaba tu rostro, decían que ahora el mundo estaba más seguro
sin ti.
– ¡Jajajajaja! –Rio Jericco ruidosamente–. Y no saben nada de lo
que hicimos esta noche, me alegra saber que mi muerte es oficial.

543
Aradia estaba burlándose de Alejo, no podía mirarle la cara porque
lloraba de la risa.
– Desde ahora viviremos en paz, –consideró Liam–, ya no puedo
esperar más para regresar a Inglaterra. Verán que Reino Unido
es un mundo diferente, es tan hermoso y tranquilo que no puedo
dejar de soñar en ello.
Jericco cogió una botella de agua y se la bebió toda.
– Londres es mi sueño, –dijo Jericco soltando un suspiro mientras
miraba el paisaje desde la ventana–.
Alejo y Aradia estaban riéndose sin cesar mientras tosían, tenían la
sensación de relajamiento y felicidad.
– Ya quiero llegar, lo necesito, –anheló Annette deseablemente con
la boca llena, estiró la mano hacia Liam y le dio una galleta–.
Liam, necesito que te comas esto, y bebe un poco de agua para
que te relajes.
– Yo tampoco quiero morir en un accidente de tránsito, –agregó
Jericco–, quizá y nos encuentran las verdaderas identificaciones
y ven quienes somos en realidad.
Liam iba a hablar, pero, Aradia le interrumpió.
– Espero que no nos matemos en un accidente de avión, –ironizó
Aradia soltando una risa sarcástica–.
– Shhhh –dijo Liam–. ¿Por qué eres tan demente?
– Seguro que le pica el clítoris, –dijo Annette con la mirada encima
de sus gafas–.
Alejo empezó a reírse.
– ¿Cuánto falta para llegar al aeropuerto? –Preguntó Alejo–.

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– En treinta minutos, –respondió Liam–, es relativamente cerca.
– ¡Entonces apúrate, hijo de perra! –Insistió Aradia ansiosamente–
Liam la miró desde el espejo y refunfuñó:
– Mi madre no es una perra.
Aradia le regresó una mirada y le respondió burlonamente.
– La mía sí.
Liam se carcajeó, Aradia le lanzó un pedazo de pan en la cara.
Al llegar al aeropuerto de Roma, se subieron de inmediato al avión
y se apresuraron en salir del país lo más rápido posible. Jericco se
encontró un periódico en uno de los asientos en donde salía su foto
en la portada, diciendo: ¡Alemania es libre!
– ¡Mierda! –Exclamó Jericco mirando fijamente la revista–. Creo
que el dinero mueve montañas, esto es una locura. ¡Jericco es
libre!
Liam le quitó el periódico y leyó por encima.
– ¡JAJAJAJA! –Liam se río fuertemente–. Jericco Goldstein murió,
pero nació Harry Winchester, me encanta.
Liam le regresó el periódico y se sentó en su asiento, se abrochó el
cinturón y bebió un poco de agua.
– ¿Cómo es nuestro futuro hogar? –Quiso saber Alejo–. ¿En dónde
viviremos?
Los efectos de la marihuana estaban terminando.

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– En el Kensington Palace Gardens, –respondió Annette–, es una
calle exclusiva de acceso restringido. Nuestra casa se encuentra
en un prestigioso vecindario, perdón, nuestra mansión.
Todos se impresionaron.
– ¿Mansión? –Preguntó Alejo incorporándose con un gesto de
asombro–. ¡Increíble! Yo siempre viví en la calle, bajo un puente.
– Yo en un orfanato, –dijo Aradia–.
Jericco pensó en algo repentinamente y cambió la conversación.
– ¿Qué saben del castillo de Wewelsburg?
Liam le respondió.
– Lo único que sé, es que era el lugar donde los Nazis se reunían
para celebrar rituales satánicos u ocultistas.
– ¿En serio? –Preguntó Aradia confusamente–.
– Sí, –reconsideró Annette levantando sus cejas–. En Renania del
norte, para los Nazis siempre fue un misterio el origen del mundo
y el destino de la humanidad.
– Heinrich Himmler era un desgraciado y maldito enfermo, –dijo
Jericco con un resoplido de ira–. Tenía una perversa visión sobre
lo que en realidad era el ocultismo, el objetivo de sus rituales
satánicos era crear una raza blanca superior.
– Practicaba sus oscuros conocimientos en un área del castillo a la
que llamaba el salón de los muertos, –añadió Annette–, en los
sótanos más lóbregos del castillo.
– Yo tengo una duda, –murmuró Aradia–. ¿Por qué la gente piensa
que nosotros, los satanistas somos malvados?
– La iglesia se ha encargado de tergiversar nuestras vidas, –dijo
Jericco–. Al igual que con los practicantes de magia negra, o si,

546
de magia blanca, piensan que somos malos y que todo se trata de
hacer mal a la humanidad.
– Eso fue lo que hicieron ellos con el mundo, –desmintió Liam
cruzándose de brazos–. Las malditas religiones hicieron creer
que Satanás era malvado, que era un mentiroso.
– Sólo porque lo dijo esa maldita biblia de gente estúpida y sucia, –
rezongó Aradia–. Si nos mintieron con que Jesucristo era un
hombre, puedo esperar algo peor de esos mediocres, los maldigo
desde lo más oscuro y repugnante de mi corazón.
Alejo detonó con un bufido de cólera y empezó a gritar:
– Desde la Santa Inquisición, e incluso antes, fueron los católicos
que destruyeron la reputación de las brujas con cuentos absurdos
que se creyeron los imbéciles religiosos. Así como juzgaron a
mucha gente inocente, de asesinatos por hechizos y maldiciones
ridículas, hicieron creer a lo largo de la historia que los
demonios eran malos y que Lucifer nos mentiría. ¡MIENTRAS
QUE ELLOS ERAN LOS MENTIROSOS, NO LUCIFER!
– Mucha gente confunde la práctica de la ouija o de brujería con
religiones paganas, –reconsideró Annette–. Me gustaría que la
gente supiera que queremos salvarlos de las mentiras que les han
dicho desde el principio, de las calumnias que los religiosos han
querido plantarles en el corazón con miedos y dominancia.
– Los satanistas nos fundimos de sabiduría con la filosofía de la
verdad, –dijo Jericco–, tenemos muchas más respuestas que las
religiones no tienen. Prevalecer la confianza en la felicidad y el
amor, a través de hechos y no de ensueños, propiciar la pureza
de espíritu, y purificarlos de la arrogancia.

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– Formamos parte de la madre tierra, –continuó Liam–, es muy
importante reconocer nuestros errores para vivir en armonía con
otras formas de vida.
– Para aprender vivir con los seres que nos rodean –musitó Alejo–.
Animales y plantas, si las personas tuvieran la fe de creer en
ellas mismas, en el planeta ocurriera un fenómeno autentico y
mágico.
– Las personas empezarían a relacionarse mejor y no tratarían a
nadie diferente, –dijo Jericco–, especialmente, cuidar a la tierra
sobre la que pisamos, al aire que respiramos y al agua de la que
bebemos.
– Espero que la solución esté en nuestras manos, porque sé que
habrá más víctimas, –concertó Annette sonando un jadeo–.
El avión despegó, todos sintieron cosquillas en el estómago.
– Abróchense bien, –sugirió Aradia animosamente–, que nos vamos
rumbo a Inglaterra.
– ¡Londres, vamos por ti! –Exclamó Alejo recogidamente–.
– ¡A volar! –Regodeó Liam–.

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Capítulo 43: Sueños londinenses.

Estuvieron volando durante tres horas por los cielos europeos hasta
que llegaron a Londres, fue un sueño hecho realidad, un vaivén de
emociones positivas destellaba al imaginar que empezarían de cero
en una nueva etapa londinense, era una sensación aterradora, pero,
muy emocionante. El tiempo se medía con pequeños momentos de
lucidez y amor, desde ese momento, empezaría a transcurrir en paz
sin mirar más atrás y pensar en los errores cometidos.
Cuando llegaron al Kensington Palace Gardens, se conmovieron al
ver que les esperaba una vida normal como la de cualquier persona
en Londres. Era un extenso vecindario poblado por gente adinerada
y poderosa, en el Kensington Palace Gardens reinaban lujosas e
históricas mansiones construidas en siglos pasados, se identificaban
por el tamaño y por aquellas increíbles estructuras que endiosaban
el vecindario. Había policías por todas partes que protegían la calle
de intrusos y criminales, pero, no tenían ni la menor idea de que los
criminales más peligrosos de Europa se fugaron de una prisión de
máxima seguridad para vivir en ese mismo vecindario.
La gigantesca mansión que adquirió Annette era un hermosísimo
palacio de tres pisos, relumbraba luces amarillas y azules que
resplandecían desde las ventanas hasta las puertas, a diferencia de
las demás propiedades privadas, ésta tenía un lago y varios jardines
paisajísticos y una lujosa cabaña con piscina, además de canchas
de tenis y baloncesto al aire libre, había un sauna y un salón de
masajes, tenía un gimnasio moderno con una exclusiva mesa de
billar y un campo de golf. Lo tenían todo para ser feliz, ya no había

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razón por la cual seguir atormentándose por viejos problemas
caóticos.
Pasaron los días y construyeron una vida juntos, era sólida y de alta
pureza; quién diría que cinco reclusos escaparían juntos para tener
lo que siempre soñaron, tenían una vida de lujo y sabían aprovechar
la fortuna que Annette compartía con ellos. Hacían multimillonarias
inversiones humanitarias para ayudar a quienes los necesitaban, la
idea de crecer como personas y desarrollarse como magnates crecía
considerablemente. Aradia compró un reconocido y acaudalo teatro
en Londres, el famosísimo Royal Opera House, con una capacidad
de 2268 espectadores y cuatro pisos de palcos, el inmenso proscenio
era increíblemente alto y ancho para las grandes presentaciones de
ópera, actuación y ballet real. Aradia se estaba convirtiendo en una
épica bailarina de la realeza, con su nuevo nombre, Harper Stone; y
Annette, comenzó a dar clases de pintura y escultura en el
University College de Londres. Alejo fue contratado por la revista
Vogue en Londres como exclusivo estilista de las súper modelos más
famosas del ese entonces, incluso, trabajó a comienzo del año para
la actriz Marilyn Monroe, siendo su favorito estilista de Europa. Sin
embargo, mantuvo una relación amorosa de dos meses con la actriz,
modelo y bailarina Audrey Hepburn, a quien conoció en su elegante
trabajo de peluquería y estilismo.
Alejo se reunía con las estrellas del cine para emprender su labor
detrás de las cámaras, entre ellas, Elizabeth Taylor y Judy Garland.
Liam y Jericco se asociaron con el Cambridge University Press, en
donde tuvieron la oportunidad de fundar a más de 10 librerías en
Londres, Manchester y Cambridge; con las nuevas identidades de
Harry Winchester y Kendall Griffin, se unieron para ayudar a miles
de escritores británicos y escoceses que luchaban diariamente para

550
que sus libros fuesen tomados en cuenta, gracias a ellos, muchísima
gente talentosa pudo resurgir de la pobreza y llegar al éxito a través
de la escritura, sin duda alguna, estaban viviendo el mejor momento
de sus vidas.

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Capítulo 44: El monumento de la amistad.

4 meses después.
11 de mayo, 1948.
En el cumpleaños 35 de Aradia, Jericco le preparó una heroica
sorpresa que la dejó atónita y boquiabierta. Una magnifica estatua
de mármol y oro fue trasladada desde Irlanda hasta Londres, la
sorprendente escultura representaba a Jericco crucificado en una
altísima cruz de bronce, en la obra se observaba a Aradia bajándolo
de la cruz haciendo referencia a la salvación en Pléyades.
La estatua fue colocada en el jardín principal de la mansión, justo a
un lado de la fuente. Aradia no comprendía lo que veía por su nivel
de asombro, estaba en medio de un episodio exasperado de alegría
y emoción.
– ¡WOOWW! –Titubeó Aradia con la voz temblorosa–. ¡Esto es lo
más hermoso que alguien ha hecho por mí!
Aradia estaba vestida de bailarina, tenía un tutu negro y medias de
malla de color negro.
– Feliz cumpleaños, –le dijo Jericco alegremente, se le acercó y le
dio un gran abrazo–. Nunca podría olvidar lo que hiciste por mí,
eres lo mejor que me pasó en la vida, eres todo para mí, nunca te
vayas de mi lado.
Se abrazaron fuertemente mientras sollozaban de risas.
– Nunca lo haré, –murmuró Aradia con la cara de felicidad–, creo
que, lo que hice por ti aquel día… No lo haría por nadie más, no

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sabes lo feliz que estoy de tenerte en mi vida, sé que lo único que
podrá separarnos será la muerte, y, sin embargo, volveremos a
encontrarnos una vez más. ¡Te amo!
Jericco la soltó de sus brazos y la miró fijamente a los ojos diciendo
en voz baja:
– Gracias por salvarme, en serio, muchas gracias, te amo tanto
que, no sé cómo explicarlo…
Aradia miraba la estatua honorablemente con una sonrisa, la luz
del Sol opacaba el brillo de sus ojos con el fleco en su frente.
– No me lo agradezcas más, ¿Quién está en casa?
– Nadie, –le respondió Jericco–. Todos están trabajando, sólo yo, y
por eso quise aprovechar el momento para compartir un segundo
a solas con mi mejor amiga.
Aradia le desvió la mirada y sin borrar la sonrisa de su rostro, se le
acercó a la estatua y se le arrodilló con los brazos expandidos. Fue
de la misma manera como cuando se vieron por primera vez en
Pléyades.
– ¡Alabado sea nuestro Rey! –Loó Aradia mientras el viento movía
su cabello–. ¡Larga vida para nuestro Rey!
Jericco la miró y se río con los brazos cruzados, caminó hacia ella y
se inclinó ante la estatua.
– Somos los reyes, –murmuró Jericco contemplando la estatua con
devoción–. Somos los reyes de éste mundo, y siempre lo seremos.
Aradia le desvió la mirada e hizo una pausa, diciendo:
– ¿Por qué nosotros? ¿Por qué nunca hemos tenido una vida como
los de más? ¿Somos normales?
553
Entonces, Jericco le respondió indulgentemente:
– Es parte de nuestra evolución, somos eternos, somos leyenda. No
sé qué hicimos para merecer todo lo malo que nos sucedió, pero,
tampoco entiendo qué hicimos para merecer toda la felicidad que
tenemos ahora… Y no me refiero al dinero, sino a la libertad y la
alegría de ser lo que somos.
Un fuerte golpe se escuchó venir de atrás, como si la puerta de un
auto se cerrará de golpe. Jericco y Aradia ladearon la cabeza hacia
atrás, era Annette.
– Pero qué bonito regalo, –les dijo Annette mirando la estatua con
recelo, tenía una actitud muy distante, su voz sonó muy irritante–.
Aradia le lanzó una mirada y le dijo en voz alta:
– Gracias…
Annette le quitó la mirada a la cruz y sin mirar a sus amigos entró a
la mansión, tiró la puerta de golpe como si estuviese furiosa.
– ¿Qué le pasa? –Quiso saber Jericco, preguntándole a Aradia en
voz baja–.
Aradia se incomodó, por primera vez sintió que su presencia no era
de agrado en la mansión.
– No lo sé, –cuchicheó Aradia desmotivándose pensativamente–, no
sé qué le pasa… Hace semanas está distante, creo que, con todos.
– Eso lo he notado desde hace tiempo, –dijo Jericco levantándose
de la grama, tomó la mano de Aradia y la levantó–.
– ¿Por qué lo dices? –Cuestionó Aradia, le dio un beso a la cruz y
caminó hacia su auto de color rosa–. Vayamos al teatro, quiero
estar lejos de ésta maldita mansión.

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Jericco caminó detrás de ella, se subieron al auto y Aradia condujo
al Royal Opera House.
– Sé que Annette últimamente ha estado muy ocupada en su trabajo
–respondió Jericco razonablemente mirando a la calle desde la
ventana–, y eso justifica el poco tiempo que tiene para compartir
con nosotros… Pero, está pasando algo más que eso, me estoy
dando cuenta que siempre nos dice los mismo para excluirnos de
su día a día, ha puesto millones y millones de excusas cuando la
invito a salir con nosotros o cuando quiero hablar personalmente
con ella, desde que nos mudamos, ya no es la misma. Sé que tiene
amigos nuevos y, quizá y ya no quiera que seamos parte de su
vida. Creo que, todos tenemos el derecho de decidir el rumbo que
queremos tomar, pero, se me hace muy cobarde de su parte que
sólo nos diga mentiras para no pasar tiempo con nosotros. ¿Tan
difícil es ser sincero y decirnos lo que pasa?
– Liam también me dijo lo mismo, –dijo Aradia con la mirada al
frente, sonaba muy decepcionada–, se dio cuenta que Annette
hace todo lo posible para no tener contacto con nosotros, Liam
me dijo hace días que estaba llamando a la oficina de Annette
para hablarle sobre algo muy importante, su asistente contestó al
teléfono, diciendo que no se encontraba, entonces, Liam se
dirigió a la oficina y, se topó con Annette.
– ¿Annette le mintió a Liam? –Replicó Jericco, boquiabierto–.
– Sí, y cuando Liam la vio allí, no quiso hablar con ella y se fue de
la oficina sin que Annette lo viera.
Jericco le quitó la mirada y se encrespó con un bufido. Aradia no se
sentía bien, estaba muy disgustada.

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– ¿Te gustaría comer algo? –Le preguntó Jericco cambiándole de
tema–. Te recuerdo que es tu cumpleaños, y quiero que sea el
mejor día tu vida. ¿Sí?
Aradia lo miró y asintió con la cara de amargura, se rió olvidando
lo sucedido y le respondió con una escandalosa exclamación.
– ¡Vayamos a comprar pastel! Y no los comemos en el teatro, yo
sólo quiero bailar para pasarla bien, la pasaremos muy rico.
– ¡Así me gusta! –Prorrumpió Jericco encendiendo la radio–.
Jericco y Aradia se quedaron el resto del día en el teatro, en horas
de la noche buscamos a Liam y a Alejo en el auto para cenar en el
Green Park Luxury, cerca del Big Ben en Westminster.
Mientras pasaba el tiempo, Annette se separaba más de sus amigos
sin alguna razón aparente que justificase el distanciamiento, tanto,
que se mudó de la mansión a un lugar muy lejos del vecindario que
ella misma eligió para vivir con sus amigos. Los chicos estaban muy
conmovidos y sorprendidos por la fría separación de Annette, eran
pocas las ocasiones en las que se veían para disfrutar en grupo
como solían hacerlo antes, aunque ya nada era lo mismo, había un
profundo sentimiento de nostalgia que rompía los caminos que en
algún día abrieron con Annette. Eso no evitó a que siguieran siendo
amigos sin su presencia, se iban de vacaciones y hacían grandes
giras por Europa, Asía y Oceanía; y durante esos viajes, Annette
prefería irse de vacaciones con sus otros amigos para Canadá y a
los Estados Unidos de Norteamérica.

556
Capítulo 45: Secuestro en Londres. La secta.

1 año después.
30 de octubre del 1949.
Después de tanto tiempo, Annette se reunió con los chicos para una
presentación muy importante en el Royal Opera House, Aradia soñó
toda una vida con ese momento, en el evento estaba presente unas
de las mujeres más influyentes en arte del baile, Natalia Makarova
Margot Fonteyn, Ninette de Valois y Alicia Markova. Aradia se veía
irreconocible por el hermosísimo y sofisticado maquillaje, llevaba
puesto un elegante vestido diseñado en Roma con el que se lució
ante las cámaras de la alfombra roja, la iluminación del escenario y
los efectos especiales eran verdaderamente prodigiosos.
La presentación fue un éxito y el público se levantó de sus asientos
para aplaudirle, chiflarle y gritarle con alegrías y honores. Aradia
marcó la historia del baile y demostró su talento con elegancia, sus
amigos estaban muy orgullosos de ella, en especial Liam y Jericco.
Annette le dio un abrazo y celebró con ellos sólo por la ocasión, era
probable que esa sería la última vez en reunirse con ellos, salieron
del teatro y esperaron la limosina que los llevaría a la fiesta privada
en honor a Aradia.
– ¡Estuviste increíble, brillaste como siempre! –Gritó Liam con
emoción–. ¡Me encantó!
Aradia lo observó con una sonrisa y le dio un abrazo.
– ¿Sí? ¡AAAAHHH! –Festejó Aradia con un grito desentonado–.
Tenía muchos nervios, ¿Lo notaron?

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Annette habló distantemente, pero al mismo tiempo afectiva:
– Te luciste como una reina, estoy segura de que esto apenas será
el comienzo de un sueño.
Aradia le sonrío.
– ¡Siento que ya estoy soñando! –Gritó Aradia con mucho ánimo–.
No sé si reír o llorar, desde niña soñé con este momento.
– Y te lo mereces, –dijo Jericco enternecidamente, le aplaudió y le
dio un fuerte abrazo de oso–, estoy muy, muy, muy, pero muuuuy
orgulloso de ti. Mi mejor amiga es la mejor bailarina de todos los
tiempos, eres una celebridad, ¡Te amo!
– ¡Te amamos! –Repuso Alejo dándole un abrazo–.
De pronto, un grupo de hombres vestidos de negro acompañados de
aterradoras máscaras de arlequines bajaron de una camioneta roja,
cada máscara tenía pico de pájaro y sus sombreros eran de cuero
negro. Sujetaron a los chicos bruscamente de la espalda y mientras
los empujaban a la camioneta, gritaban de desesperación y pánico,
las calles estaban solas y brumosas por lo que nadie los ayudaría;
los chicos pataleaban y aullaban con fuerzas hasta que los subieron
a la camioneta, les cubrieron la boca y les pusieron bolsas negras
en las caras para que no viesen hacia donde los llevaba.
Los ataron de manos y pies hasta que lo lanzaron en el piso de la
camioneta, Liam miró a través de un pequeño orificio de la bolsa e
hizo una expresión de horror cuando miró al hombre que conducía,
tenía una terrorífica mascara de cerdo manchada de sangre y una
morbosa sonrisa que le erizó la piel, Liam cerró los ojos y constriñó
la cara como si estuviese dentro de una brutal pesadilla. Los
secuestradores se subieron a la camioneta y empezaron a platicar

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con una lengua extraña, gruñían como bestias y rugían
perturbadoras carcajadas que atronaban los oídos de cualquiera.
Sus extraños comportamientos generaban espanto y consternación,
los chicos estaban temblando en el suelo y tenían tanto pavor que no
sabían cómo podrían escapar. Era imposible pensar de quiénes se
trataban, pues, Jericco tenía tantos enemigos en el mundo que, no se
sabía exactamente si se trataba del gobierno o de secuestradores y
extorsionistas que perseguían a gente millonaria de la realeza.

Una hora después.


Los atroces secuestradores bajaron a los chicos de la camioneta y
los obligaron a caminar a la fuerza, entraron a un enorme templo
que tenía altísimas columnas de mármol y un piso de mosaico que se
extendía hasta las paredes, el templo era de dos pisos y en la parte
de arriba había barandillas de madera; tenía gigantescos recuadros
que ilustraban a mujeres desnudas danzando en círculo, las paredes
estaban decoradas y había una gran variedad de cruces invertidas
en ellas.
Los secuestradores abrieron una puerta de madera y entraron a un
espacioso salón en el que había un montón de gente, –les quitaron
las bolsas de la cabeza y quedaron al descubierto ante la multitud–,
estaban en el área más grande y extensa de todo el templo. Algunas
personas vestían de largas túnicas de cuero negro, tenían guantes,
bastones y sombreros de ala ancha; otros vestían de elegantes trajes
negros mientras que las mujeres tenían vestidos y túnicas azules,
solo había algo que lo hacía más espeluznante y escalofriante, todos
en el templo usaban terroríficas máscaras mímicas, de arlequines y
animales, tenían máscaras con la forma de la Luna y el Sol con
abundantes plumas negras alrededor, otras tenían forma de diablos

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rojos y el resto de cuervos negros, eran afilados picos de pájaros
que sobresalían de sus rostros. Cuando los chicos llegaron al centro
del templo la gente empezó a rodearlos en círculo, en un costado del
templo estaban dos hombres que tocaban un piano y una guitarra,
eran melodías fúnebres, sombrías y tétricas que se aceleraban en
cada segundo.
Los secuestradores dejaron a los chicos en el centro del templo y de
inmediato salieron del lugar, y repentinamente, un hombre vestido
con una túnica purpura apareció en medio del gentío con un largo
bastón y una máscara de oro, –todos se inclinaron cuando lo vieron
llegar, extendieron sus manos en el piso y se levantaron con una
actitud respetable–. Estaba en medio de dos altísimos hombres que
tenían puesto un par de túnicas rojas y máscaras blancas, el sujeto
de túnica purpura se le acercó a Jericco y lo observó fijamente bajo
la máscara.
– ¡Jericco Goldstein está con nosotros! –Exclamó su voz decaída y
áspera, el hombre se quitó la máscara, era un anciano de piel
pálida, calvo y con los ojos azules–. ¡Bienvenido al Templo de
Gerlia, mi nombre es Germán Mendel!
Todos miraron a Jericco honorablemente, los caballeros se quitaron
los sombreros e hicieron un gesto de respeto.
– ¿Cómo saben que tú eres Jericco? –Susurró Aradia en su oído–.
– No lo sé, –le respondió Jericco entre los dientes–.
Liam, Alejo y Annette se sentían incómodos.
– ¡Esto es una gran confusión! –Contradijo Alejo en voz alta–. Nos
capturaron por error, no somos lo que ustedes piensan, él no es
Jericco Goldstein…

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– No somos quienes ustedes creen, –aseguró Liam nerviosamente–,
les prometemos que si nos liberan no diremos nada de lo esto…
– ¡Shhhhh! –Dijo el anciano insistentemente–. Y nosotros no somos
quienes ustedes creen. ¿Piensan que les haremos daño?
La gente empezó a balbucir.
– ¿Por qué nos han traído aquí? –Le preguntó Jericco soltando un
bramido–.
El anciano lo miró sonrientemente, se le acercó a Jericco y le habló
con la voz suave:
– Eres nuestro rey, eso… Eso es lo que en realidad eres, ¿Pensaste
que no tenías admiradores en este mundo? ¡JAH! Quizá y estás
acostumbrado a recibir tanto odio que, olvidaste el amor que te
dieron en esa vida que tuviste hace años atrás cuando tu cuerpo
estaba en coma, cuando tus seguidores te amaron desde el primer
momento que te vieron en Pléyades… ¿No es así?
Jericco cabeceó a un lado y cruzó miradas con Aradia, Liam hizo
una pausa y con la mirada confusa sonrió pacíficamente.
– ¿Qué es esto? –Murmuró Annette pensativamente–.
Jericco se fatigó y ya no quiso seguir mintiendo.
– Está bien, está bien, tienes muchísima razón, –habló Jericco con
frenesí–, aquí me tienen, y aquí estoy… Soy Jericco Goldstein, y
escapé de la prisión el año pasado, ¿Y qué? ¿Me entregarán a
Alemania? No tengo miedo, no me importa, ¿ESCUCHAN? ¡NO
TENGO MIEDO! Pero si lo hacen, espero que sólo sea yo quien
sufra los cargos de mis delitos, no mis amigos.
Aradia, Liam, Alejo y Annette se miraron con preocupación.

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– Por eso te alabamos y te admiramos con todo nuestro corazón –
dijo el anciano inclinándose ante Jericco–. ¿Creíste que te haría
daño? ¡No, eso no pasará! Todos los que estamos aquí vinimos
sólo para verte, así como lo escuchas, ¡Todos estamos aquí solo
por ti y no le haremos daños a tus amigos!
Los hombres de túnica roja les quitaron las ataduras a los chicos.
Germán se levantó del suelo.
– ¿Y por qué nos trajeron a nosotros, qué quieren de mí? –Replicó
Annette con la voz malhumorada–.
Aradia la miró con disgusto, fue una pregunta cínica. Liam y Alejo
se incomodaron.
– De ti no queremos nada, –le respondió Germán amablemente–, y
si no quieres estar aquí puedes retirarte, sólo vale la pena que se
queden quienes de verdad son sus amigos. Jericco no necesita
compañía para ser feliz, pero, si la tiene, es porque de verdad les
tiene aprecio a sus amigos sin importar qué.
Annette bajó la cara y se arregló las gafas.
– ¿Estuvieron espiándome todo este tiempo? –Cuestionó Jericco–.
¿Cómo saben tantas cosas de mí?
Germán le tomó la mano y se aferró a ella.
– Eres Jericco Goldstein, –balbuceó Germán mientras le sonreía–.
¿Habrá alguien en el mundo que no sepa quién eres? ¡Eres digno
de admirar!
Jericco sonrió agachando la cara e intentó no seguir sonriendo, se
mordió el labio inferior mientras sacaba su lengua y le habló con la
voz alterada.

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– ¿Quién dice que estuve en otra vida, alguien te habló sobre ello?
–Preguntó Jericco, confundido y pensativo–.
Germán le soltó la mano y empezó a caminar en círculos.
– Soy el sacerdote fundador del Templo de Gerlia, ocultista, brujo,
filosofo, escritor, y líder del satanismo en toda Europa, mi templo
es el más grande del planeta y mi secta es la más prestigiosa de
la historia. ¿Crees que se me es difícil quién eres?
Jericco lo miró asombrado y tragó saliva.
– Todo lo que me hubiese encantado, –susurró Jericco alzando sus
cejas–.
– Y yo me encargaré de que lo seas, –dijo Germán mirándolo a los
ojos–.
La gente observaba a Jericco con increíble fascinación, se sentía la
paz y el amor en el templo.
– ¿Qué sabes de Pléyades? –Le preguntó Jericco fríamente–.
Germán se rió y luego se quedó callado.
– Yo no soy el indicado para responder esa pregunta, –le respondió
suspirando con una rara mirada, parecía que le ocultaba algo–.
Pero… Entre nosotros está alguien que responderá por mí, y, es
la persona indicada para demostrar que tú eres nuestra verdad,
aparte de Aradia, tu aliada de guerra, hay alguien que te ama y
te adora con todas sus fuerzas. ¿Estás listo para saber quién es?
Jericco miró a Aradia, confundido.
– ¿Quién? –Resopló Jericco con suspenso e intriga–.

563
La gente en el templo sabía de quién se trataba, pero Jericco y sus
amigos estaban perdidos en tanta palabrería.
– ¡Adelante! –Gritó Germán dándose la vuelta hacia la puerta–.
Los gigantones y corpulentos salvaguardias de Germán abrieron la
puerta, y súbitamente, apareció alguien vestido con túnica morada y
con la cara cubierta, tenía puesta una máscara de cabra bañada en
brillantes gemas que relucían con destello desde la distancia.
Los cinco chicos estaban asombrados e intranquilos.
– ¿Quién será? –Preguntó Liam en voz baja–.
La misteriosa persona se aproximaba a Jericco.
– No sé, –murmuró Jericco ambiguamente–, esto es muy extraño.
Aradia sujetó el brazo de Jericco mientras miraba a la persona
acercarse.
– Tranquilo, –le dijo Aradia serenamente–. No te pasará nada, yo
estoy aquí contigo, todos estamos contigo…
Jericco temblaba con exageración, sentía un nudo en la garganta y
en el estómago.
– Pupilo, –le habló Liam enérgicamente–. No será nada malo,
respira hondo y no te presiones. ¿Sí?
Jericco respiró hondo y cerró los ojos por unos segundos, y cuando
los abrió soltó un cansino y asfixiante jadeo, e inesperadamente, vio
que aquella misteriosa persona estaba en frente de él. Ella se bajó
la capucha lentamente y se observó una larga y ondulada cabellera
roja, era una misteriosa mujer cuya identidad seguía siendo dudosa
y desconocida hasta que se quitó la máscara. Cuando Jericco le vio

564
el rostro se lanzó de rodillas al suelo, su vista se anubló cuando los
ojos se llenaron de lágrimas y empezó a llorar como un niño.
Aradia quedó boquiabierta cuando vio a la mujer, se puso la mano
en la boca y empezó a sonreír con asombro. Liam, Alejo y Annette
estaban pasmados y confundidos, no entendían lo que sucedía.
– ¡Roxette Runford! –Gritó Germán regodeando con hilaridad–.
Roxette le sonrió a Jericco con un suave gemido de emoción y le dio
su mano para levantarlo.
– ¿Roxette? –Dijo Jericco con la voz agitada y con la cara pálida,
se le lanzó encima con un gran abrazo–.
Lucía increíblemente hermosa, su piel blanca, sus ojos verdes y su
precioso cabello rojo cobrizo resplandecía su belleza. Parecía una
chica muy joven, a diferencia de cuando estaba en Pléyades, ahora
se veía mucho más diferente.
– Te extrañé tanto, hermanito, –habló Roxette en su oreja, tenía las
manos en el cabello de Jericco–, supe que te volvería a ver, y no
importa en donde, ni cuando… ¡Estoy muy feliz!
Jericco estaba muy contento, no paraba de reír.
– ¿Cómo llegaste hasta aquí? –Le preguntó Jericco alegremente–.
¡No puedo creerlo!
Roxette le respondió en voz baja:
– Hace un año desperté después de una posesión demoniaca, estuve
poseída por casi 5 años, y durante todo ese tiempo, mi cuerpo fue
un depósito para demonios mientras que en realidad estaba en un
lugar muy lejos de nuestra dimensión. Mi espíritu estaba allá, en

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Pléyades y en el Olimpo, en donde nos conocimos y vivimos una
vida alterna y astral.
Jericco se separó de Roxette y le dijo:
– Recuerdo cuando estábamos en aquella catacumba, el último día
que estuvimos en Pléyades… Sufrí tanto por tu muerte que, tomé
la decisión de quitarme la vida y ponerle fin a lo que no tuvo que
empezar.
– Eso ya no importa, –reconsideró Roxette, miró a Aradia y le dio
su mano con un apretón–.
Aradia le habló en voz alta:
– Qué extraña es nuestra vida, ¿No es así?
– Desgraciadamente, no tuvimos la oportunidad de estar juntas en
Pléyades, –comentó Roxette dejando escapar un bufido–, pero, sé
perfectamente que eres una mujer muy valiente y honrada, eso lo
confirmé en el Olimpo cuando pasé tiempo contigo. ¡Gracias por
estar con Jericco, él es el hermano que nunca tuve!
Aradia y Roxette se abrazaron mientras Jericco las miraba con una
expresión pacífica y nostálgica.
– Roxette, me gustaría presentarte a las personas más importantes
de mi vida, –dijo Jericco mirando a sus amigos, Roxette se apartó
de Aradia–. Él es Liam, es la persona más generosa, amorosa y
fiel que podrías conocer en el mundo, me acompañó en la prisión
y sin él, no sé qué habría sido de mí justo ahora, es todo para mí,
mi mejor amigo y mi Coach, ¿Sabes? No he conocido a un chico
más talentoso que él.
Liam se ruborizó y empezó a reírse, saludó a Roxette de la mano.

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– Encantada de conocerte, –concertó Roxette–, es muy feliz saber
que Jericco tiene amigos tan maravillosos como tú. ¿Cuál es tú
talento?
Roxette le tendió la mano suavemente y Liam la sujetó.
– Oh, el placer es mío, –admitió Liam sonrientemente–. Hmmmm,
soy escritor, el oxígeno de mi vida se respira a través del arte que
expreso con las letras que salen de mi corazón, en especial, cada
lágrima que nace de una tempestuosa tormenta en mi mente. La
poesía es mi vida, me hace cambiar de piel, es todo para mí, y si
todavía no lo sabes… Jericco es un escritor muy talentoso, estoy
muy orgulloso de él.
Jericco miró a Liam con los ojos brillando de simpatía y gratitud.
– ¡Cielos! –Exclamó Roxette observando a Liam con una grata
sonrisa–. No sabía eso de Jericco, pero, créeme que, estoy alegre
y encantada de conocer a alguien tan grandioso como tú, desde
lo lejos se nota que tienes talento, Liam, gracias por ser una luz
en la vida de Jericco.
Liam le soltó la mano y le hizo una bonita mueca con la boca.
– Él es Alejo, –continuó Jericco–, es un hombre humilde, valiente e
inteligente, es alguien a quien admiro muchísimo, me ha ayudado
bastante en los momentos más duros desde el año pasado. Es el
mejor estilista que podrías encontrar en el mundo, deberías ir a
su salón de belleza.
Alejo le extendió la mano respetuosamente, Roxette le dio la suya y
la movió con un apretón.
– ¡Genial! –Regodeó Roxette–. Sería un honor visitar tu salón, y dé
verdad que, conocerte es algo inimaginable, sé por lo mucho que
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han pasado y ver que ahora están en el camino correcto, me hace
sentir orgullosa de ustedes, aunque apenas los empiezo a
conocer.
La gente los observaba fervorosamente.
– ¡Muchas gracias! –Exclamó Alejo, gratificado y halagado–. Es lo
más fascinante que alguien me ha dicho hasta ahora, serás muy
bienvenida en mi área de trabajo.
Roxette le guiñó el ojo con un gesto y caminó hacia Annette.
– Ella es Annette, –añadió Jericco amigablemente–, es una artista
muy talentosa y colorida por la creatividad que tiene al momento
de crear sus pinturas, gracias a ella, pudimos huir de Alemania y
deshacernos de nuestras viejas identidades para crecer y cumplir
nuestros sueños. Annette ha compartido su fortuna con nosotros,
ella es una mujer increíble y se ha comportado como un ángel.
Germán estaba mirándolos alegremente, estaba muy feliz de haber
reencontrado a Roxette con Jericco.
– ¡Es un gran placer conocerte, querida! –Bramó Roxette dándole
la mano amistosamente–. Esta noche ha sido maravillosa, es un
sueño conocer a gente tan talentosa como ustedes.
– El placer es mío, Roxette –aseguró Annette apretando su mano–.
Muchas gracias por ser tan amigable y carismática, es el tipo de
personas con el que me encanta relacionarme.
– Digo lo mismo, –convino Roxette soltándole la mano–. Siento que
nos llevaremos muy bien.
– Éste es el reencuentro de los reyes, –dijo Germán con decoro–, si
ustedes me lo permiten… Me gustaría invitarlos frecuentemente a
nuestras reuniones, nuestra secta no sólo una sociedad secreta y
hermética, sino una cofradía extraordinaria de fieles hermanos.
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– Muchísimas gracias por esa noble invitación, –le agradeció Liam
con un gesto–, te aseguramos que no faltaremos.
– Disculpen por la interrupción, –dijo Aradia vergonzosamente–, si
no hay problemas… Ya es hora de retirarnos, como saben, yo soy
una bailarina profesional y esta noche tuve una presentación muy
espectacular, así que, ahora tengo una fiesta privada. Quienes
me conocen, saben que soy el alma de la fiesta. ¡Están invitados!
German empezó a reírse con pasmo y dijo:
– ¿Estamos invitados? –Germán tomó con delicadeza la mano de
Aradia y la besó, la soltó y le guiñó el ojo–. ¡Gracias, preciosa!
La verdad necesitaba ir a una fiesta, he tenido tanto trabajo que
ya no tengo tiempo para divertirme. ¿USTEDES QUIEREN IR?
Germán le habló a toda la gente del templo con un tono burlón.
– ¡Sí! –Respondieron todos entre risas y chiflidos–.
– ¡Están invitados, y pueden ir con las máscaras, será una fiesta de
disfraces! –Profirió Aradia gimiendo de risas–.
– Había olvidado que mañana es Halloween, –repuso Annette con
una respiración silbante–.
– ¿En dónde será la fiesta? –Quiso saber Germán–.
– En el Printwoods, –le respondió Aradia–, fue la discoteca más
grande y elegante que encontré.
– Esa es la mejor de Inglaterra, –aseguró Germán–, tengo casi 30
años sin ir para allá. ¡Todos vayan a Printwoods!
La gente empezó a salir del templo emocionadamente, se dirigían a
sus carros para ir a la disco.
– Entonces, ¿Los vemos allá? –Agregó Jericco–.
– Seguro, –afirmó Roxette–. ¿Habrá todo tipo de alcohol?

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– Obviamente, –le respondió Alejo–, eso no podrá faltar. Será un
evento muy grande, asistirán muchísimas celebridades.
– Oh, –consideró Roxette–, es que, pensé que sería una típica fiesta
de gala en la que sólo beben vino y whiskey.
Annette parecía incómoda, no quería hablar con nadie. Estaba muy
distante, como de costumbre.
– No te preocupes por eso, muñeca, –le dijo Aradia–, que habrá de
todo… ¿LO ESCUCHAN? ¡Habrá mucha hierba y bailarinas de
pole dance!
Germán la miró con los muy abiertos y empezó a reírse.
– ¡Jajajajaja! –Se carcajeó Liam–. ¿Habrá hombres striptease? Si
no hay, me iré de la fiesta.
– Ay, Liam, –dijo Jericco soltando un quejido–. Sabes que eso es lo
que menos faltará, Aradia y yo nos aseguramos de contratar a
los británicos más guapísimos de Inglaterra para ti.
– ¿Y para ti? –Replicó Liam–.
– Hmmmm, –masculló Jericco pensativamente–, creo que eso no
estaría mal, jajajaja.
– ¡Todos la pasaremos muy bien! –Graznó Aradia dándole un
abrazo a Germán–. Quiero bailar toda la noche, es lo único que
quiero hacer.
– ¿Y si me bailas a mí? –Le preguntó Germán sarcásticamente–.
Todos se reían.
– Por supuesto, abuelito, –afirmó Aradia besándole la mejilla–. En
esta noche volverás a ser joven, ¡Vámonos ya!
Salieron del templo jolgoriosamente en parranda y se quedaron en
el estacionamiento. Germán, Alejo, Roxette, Jericco, Liam, Aradia y

570
Annette iban juntos para el club, por lo que estaban esperando a la
limosina en la calle.
Annette se encontraba muy irritada, no quería que nadie le hablara
y tenía la cara llena de amargura. Era una aguafiestas, nadie podía
mirarla porque con su pesimismo transmitía negatividad.
– ¿Qué te pasa, Annette? –Le preguntó Liam acercándosele–.
Annette le respondió en voz alta, las miradas se direccionaron hacia
ella:
– ¿Saben? Quiero hablarles sobre algo a todos, no importa si está
el Señor Germán y Roxette con nosotros. Necesito ser sincera, y
es muy importante que lo sepan.
Jericco sintió un mal augurio, Annette estaba a la defensiva.
– ¿Qué es lo que quieres que sepamos? –Quiso saber Jericco–.
Annette lo miró histéricamente.

571
Capítulo 46: Los enemigos se visten de amigos.

Annette expulsó un bufido y empezó a gritar con los ojos llorosos.


– ¡Ya no quiero ser amiga de ustedes! No quiero saber nada más
de ninguno, y sinceramente no quiero… ¡Necesito que salgan de
mi vida para siempre! ¡No quiero volver a verlos! Si quieren,
pueden quedarse en la mansión con todas mis pertenencias, pero,
olvídense de mí, olvídense de todo lo que vivimos, no me importa
nada de eso. ¡Se los suplico!
Germán y Roxette se sintieron incómodos, Annette estaba haciendo
berrinches como una niña, la gente se les quedaba mirando.
– ¿Por qué nos dices eso? –Le preguntó Alejo tragando grueso–.
Aradia, Liam y Jericco la miraron con los ojos ardientes de furia,
confusión y decepción.
– Esto es algo que tuve que haber hecho desde hace tiempo, –lloró
Annette con desespero y agite–, espero no herirlos… Pero, ya no
son parte de mi vida, lo dejaron de ser desde hace casi dos años.
Annette se sacó cuatro cheques del bolsillo de su chaqueta de cuero
mientras sus manos temblaban, –comenzó a repartir cada uno–, le
dio uno a Liam, uno a Jericco, uno para Alejo y uno para Aradia.
– ¿Qué es esto? –Le preguntó Aradia con la voz temblorosa–. Oye,
no sé qué demonios te sucede, pero, estás actuando muy infantil y
estás quedando como una imbécil. ¿ESTÁS LOCA?
– ¿Para qué son estos cheques? –Le preguntó Jericco con pasmo–.
Annette respondió a gritos:

572
– Es el precio que les pago para que se alejen de mí, 10 millones de
dólares para que me dejen en paz, y para que guarden el secreto
de que me conocieron.
– ¿Lo dices por sí algún día nos descubren? –Supuso Liam–. ¡Qué
asco me das, Annette!
– Eres tan traidora y miserable como Judas, –farfulló Jericco con
el cheque en sus manos, lo apretó con su puño y lo arrugó–. ¡No
necesito tu maldito dinero, que mediocre eres!
Jericco le lanzó el cheque arrugado en los pies de Annette.
– ¿Esto es en serio? –Replicó Aradia–. ¡Eres una demente!
– ¿Enloqueciste? –Le preguntó Alejo–. ¿Todo lo que vivimos tiene
un valor de diez millones de dólares? ¡Qué decepción!
Liam se metió el cheque en la boca y lo masticó, después lo escupió
en la cara de Annette.
– ¡PÚDRETE! –Gritó Liam enfurecido–.
– Si no querías seguir con nosotros no había ninguna necesidad de
que empezaras este maldito show, –arrojó Jericco encolerizado–.
Y mucho menos, ofrecernos dinero como si fuésemos la escoria
que tú eres. ¿No te da vergüenza?
Alejo rompió el cheque y lo pisoteó.
– Quédense con todo, yo tengo mi dinero asegurado, –respingó
Annette a gritos–. Gracias por todo, no quiero saber más nada de
ustedes.
Aradia estaba afectada por lo que decía Annette, después de todo lo
que vivieron en la cárcel.
– ¿Por qué haces todo esto? –Interrogó Aradia afligida–. ¿Por qué
a nosotros?
573
– Eso es lo que quiero, –le dijo Annette con un murmullo–, respeten
mi decisión.
Aradia guardó el cheque para ella en su ajustador.
– Guardaré el cheque como pago por haber estado acompañada de
una mujer tan traidora y desagradable como tú, es triste pensar
en todo lo que vivimos juntas, y siempre estaré agradecida por lo
que hiciste por nosotros, pero… Si de algo estoy segura, es que
nunca te perdonaré esta humillación.
– Sólo eres una maldita puta, –rezongó Annette–, eres una mujer
sucia y detestable. Todo ese talento que tienes no sirve para ser
un ejemplo a seguir, me das asco.
Jericco estaba a un lado de Aradia; Liam y Alejo estaban detrás con
Germán y Roxette. Aradia empezó a reírse con picardía y se arregló
el cabello coquetamente, e inesperadamente, apretó las manos y con
el puño cerrado le golpeó la cara con todas fuerzas. Annette empezó
a llorar y se quedó en silencio, Jericco sujetó a Aradia mientras
Liam y Alejo se reían con asombro.
– ¡Te voy a matar, maldita! –Gritó Aradia–. Te lo juro, será mejor
que te largues de nuestras vidas y no regreses más nunca. ¡Hija
de puta!
La limosina llegó, era rosa y medía casi 10 metros de longitud.
– Ya vámonos a tu fiesta, Aradia, –le dijo Jericco–, eres la estrella
de la noche. ¡Muchas gracias por todo, Annette!
Jericco y Aradia subieron a la limusina.
– Gracias por tu dinero, Annette, –le dijo Liam–. Por lo que veo, la
hermosa amistad que tuvimos no valió la pena.

574
Liam subió con Germán y Roxette a la limusina.
– Hasta nunca, querida, Annette, –le dijo Alejo mientras caminaba
a la limusina–. Pasarán los años y nunca dejaré de sentirme tan
decepcionado de ti, gracias por ayudarnos económicamente, creo
que fue lo único que hiciste por nosotros.
Annette les dio la espalda y se fue caminando sola por la autopista.

575
Capítulo 47: Sexo, droga y alcohol. La noche de los
demonios.

Después de que todos entraron a la limusina, el elegante chofer de


traje rosa los llevó a la discoteca en menos de una hora. Cuando
llegaron al after party los invitados los recibieron con aplausos y
gritos de sorpresa. Aradia, Liam, Roxette, Jericco y Alejo se
disfrazaron de vampiros, Germán prefirió no disfrazarse y asistió
con la indumentaria que tenía en el templo.
Era una deslumbrante y divertida celebración de Halloween, había
muchísimas personas disfrazadas que bailaban, saltaban y gritaban
como si fuese la última noche de sus vidas. Aradia vivía la mejor
noche del año y pudo olvidarse del mal rato que pasó con Annette,
estaba pasándola más que bien, se drogó varias veces con Jericco y
después bebieron alcohol en la barra.
Aradia dejó a Jericco en el bar y salió a bailar con una preciosa
italiana que conoció en la fiesta, era una chica de 28 años, tenía los
ojos verdes, la piel extremadamente blanca y el cabello castaño, era
una mujer hermosa y llamativa, su nombre era Alessia Russo.
– ¿Quieres ir conmigo a un lugar solo? –Propuso Aradia mientras
bailaban sensualmente–.
Alessia tenía sus manos sobre las caderas de Aradia, ambas estaban
frenéticas e impetuosas.
– Me encantaría, –le respondió Alessia juntando sus labios con los
de Aradia–. Me urge probarte y saborearte, eres mía.

576
Aradia le mordió el labio inferior y luego introdujo su lengua en la
boca de Alessia.
– ¿Estás soltera? –Le preguntó Aradia tomándola de la mano–. Yo
lo estoy.
– Estoy casada, –respondió Alessia con una risa de descaro–, pero,
entre mujeres podemos hacernos los favores.
– Eso me gusta –concertó Aradia con la voz agitada, su respiración
estaba acelerada–.
Subieron al segundo piso y entraron a una de las habitaciones. Las
chicas empezaron a besarse y cerraron la puerta de golpe, Aradia
encendió la luz y le dio un empujón a Alessia lanzándola en la cama
con fuerza, Alessia cayó con los brazos abiertos sobre las sábanas y
Aradia le saltó encima como una salvaje tigresa. Aradia comenzó a
desnudarse con lentitud mientras se movía lentamente sobre Alessia,
–Alessia se quitó la ropa y acarició el dorso de Aradia hasta tocarle
los glúteos con nalgadas y caricias–, sus cuerpos se frotaban y los
gemidos resonaban con el intenso crujido de la cama. Entre besos y
toques cambiaron de posición, Alessia se subió encima de Aradia y
no paró de besarla mientras que sus lenguas hacían fricción, Aradia
gemía suavemente con delicadeza mientras le aruñaba la espalda.
Alessia comenzó a descender en su cuerpo besándola desde la boca
hacia el cuello, continuó bajando mientras relamía y mordisqueaba
sus pezones hasta hacerla gritar de placer, Aradia la tomó del pelo
y la hizo bajar hasta que Alessia le besó el abdomen con lentitud, y
de pronto, Alessia se levanta y separa las piernas de Aradia con una
mirada malvada y seductora, ella baja la cara y saca su cautivadora
lengua con movimientos circulares hasta que empieza a succionarle
la vagina como un vampiro, –Aradia gemía y gritaba mientras sus

577
ojos se ponían en blanco, constreñía la cara y apretaba la sábana
con los puños cerrados–.
Aradia empezó a acariciarle el cabello mientras Alessia le ponía sus
dedos en el clítoris para lamerlo y succionarlo, Alessia movía sus
dedos circularmente sobre la vulva de Aradia, –Aradia gemía y se
mordía los labios con deseo–, Alessia la masturbaba con sus tres
dedos mientras palpaba el interior de su vagina con la lengua, sus
rosadas mejillas estaban cubiertas de los viscosos fluidos de Aradia.
Alessia se subió encima de Aradia y la besó lentamente pasándole
los fluidos con su boca, Aradia la empujó hacia abajo y Alessia
continuó haciéndole sexo oral, le escupió el clítoris y lo succionó
una y otra vez hasta hacerla gritar.
Alessia se levantó y abrió las piernas con un jadeo, se inclinó y se
puso en frente de Aradia, –se juntaron con las piernas abiertas y
comenzaron a frotarse con sus húmedas y dilatadas vaginas–, con
las piernas cruzadas parecían dos tijeras atravesándose entre sí.
Aradia restregaba su clítoris con el muslo de Alessia y sus vulvas
entraban en contacto, –se besaban mientras temblaban con las
miradas llenas de fuego–, era un tribadismo jugoso y sofocante.
Como arte de magia llegaron juntamente a un poderoso y enérgico
orgasmo que las hizo sollozar, las paredes de la alcoba rugieron de
placer cuando los retumbantes gritos y gemidos salieron del interior
de sus vaginas, el corazón les latía aceleradamente y sentían tanta
presión que parecían ganas de orinar, sus cuerpos temblaban y las
manos se les agarrotaban. Sus clítoris se contraían y se dilataban en
precipitadas palpitaciones, de pronto, un pegadizo chorro de líquido
salió disparado del fondo de sus vaginas; levantaron sus caderas
con las nalgas contraídas y se bañaron mutuamente con el squirt
vaginal, sus pezones se arrugaban y el sudor impregnaba sus

578
perfectos cuerpos desnudos. Aradia y Alessia se quedaron dormidas
una encima de la otra, estaban lo suficientemente ebrias y drogadas.
Por otro lado, Liam se encontraba bailando con un chico de Oxford,
tenía menos de treinta años, su cabello era lacio, color marrón y su
piel era tan blanca como la de Liam. Williams McCartney tenía un
cuerpo atlético, tatuajes y una hermosa sonrisa, era el hombre con
el que Liam había soñado en toda su vida; a las tres de la mañana
salieron de la pista de baile y fueron al baño, se encerraron con el
inodoro y no salieron hasta terminar lo que empezaron.
Williams lanzó a Liam hacia la pared y se quitó la camiseta, se tiró
sobre Liam y le quitó el abrigo mientras lo besaba apasionadamente
–comenzaron a frotarse con sus erectos penes–. Sus pantalones se
humedecieron con sus líquidos preseminales y empezaron a tocarse,
Liam hizo se inclinó y desabotonó el pantalón de Williams mientras
se metía el glande en su boca junto a la ropa interior, –Liam gozaba
de los dulces fluidos que Williams derramaba–, Williams se quitó la
ropa interior y sujetó a Liam del cabello, Liam abrió su estrecha
boca y Williams metió su pene lentamente mientras Liam lo miraba
a los ojos con sumisión.
Liam sujetó el pene con ambas manos dentro de su boca y empezó a
bombear lentamente, Williams lo abofeteó y lo haló del cabello para
subirlo a la altura de sus ojos, escupió la boca de Liam y después lo
besó mientras le succionaba la lengua y le mordía los labios. Liam
bajó besándole el cuello, los pectorales y después el abdomen,
volvió a meter el pene en su boca y comenzó a jugar con su lengua
mientras gemía, Williams se saboreaba y se mordía los labios con
los ojos cerrados. Liam lamía sus testículos y Williams gemía y
jadeaba poniendo los ojos en blanco, mientras que Liam se metía
los testículos en la boca lo masturbaba rápidamente.
579
Williams empezó e moverse en círculos y enterró su pene en la
garganta de Liam hasta enrojecerle los ojos, Liam dejó escapar una
tos ahogada y luego le lamió la uretra con la punta de la lengua,
estiró los brazos y mientras tenía el pene dentro de la boca,
acariciaba el abdomen de Williams con sus frías manos. Liam sentía
que su ano se contraía y se dilataba, estaba húmedo y lo único en
que pensaba era disfrutar de su nueva paleta de helado.
Liam se levantó y Williams se sentó en el inodoro, miró a Liam con
aquella hermosa sonrisa y se besaron vigorosamente. Liam se bajó
el pantalón y se quitó la ropa interior, ésta vez, el procedimiento se
invirtió y Williams empezó a jugar con el pene de Liam entre sus
labios, lo escupía, lo succionaba y lo tragaba desesperadamente.
Liam se encendía con gemidos cuando Williams chupaba de lado a
lado su pene, Williams empezó a masturbarlo con la lengua en su
rosado glande hasta que Liam eyaculó en su boca, Williams se llenó
la boca de semen y lo tragó con satisfacción, Liam estaba gimiendo
con la respiración acelerada y con la cara constreñida, Williams se
metió el pene en la boca y lo sacudió sobre su cara mientras su piel
se impregnaba de semen.
Williams se levantó rápidamente y Liam se sentó otra vez sobre el
retrete, Liam continuó haciéndole sexo oral hasta que Williams se
vino en su cara, el abdomen de Williams se contraía y Liam le
introducía el dedo en el ano mientras llegaba al punto G. Las
sobresalientes venas azules y verdosas que se marcaban en el
dotado pene de Williams, palpitaban rápidamente mientras el semen
se derramaba como la lava de un volcán, Liam se tragó los fluidos y
se pasó la lengua por los labios con ansias de más. Williams le
metió una vez más su pene en la boca hasta que la erección cesó y
se volvieron a besar. Minutos después, se vistieron rápidamente y se

580
limpiaron los restos de semen con papel higiénico, se arreglaron el
cabello y salieron del baño. Había una larguísima fila de parejas
para entrar al baño, la gente se les quedó viendo y regresaron a la
pista de baile.
Roxette estaba en el bar con Jericco, después de tanto beber, bailar,
comer y fumar, estaban extremadamente drogados. La celebración
de Aradia fue un éxito, no sólo para ella, sino para festejar el gran
reencuentro de Jericco y Roxette. Germán regresó a su casa antes
de las 2:00 am, todas las personas estaban yéndose; Alejo no podía
seguir en la discoteca debido a su alto nivel de ebriedad, por lo que
regresó a la mansión con Jericco y Roxette. Liam y Aradia pasaron
la noche en el club.

581
Capítulo 48: El poder del ocultismo.

Semanas después.
Después de aquella noche nada volvió a ser lo mismo, parecía que
ya habían encontrado su verdadero hogar. Jericco hizo una bonita
amistad con el ocultista Germán y se asoció con la secta para llevar
a cabo sus futuros propósitos, sentía un gigantesco interés por el
ocultismo y había comenzado a estudiarlo a fondo con Aradia y
Liam, aunque Alejo no tenía tiempo para las reuniones en el templo
por su trabajo, la cual era un motivo para justificar el por qué no
estaba tan unido a la cofradía de Gerlia.
El 20 de noviembre del 1949, Jericco y Germán se reunieron en la
mañana para platicar sobre un proyecto que pronto emprenderían.
El templo estaba vacío y se sentaron en el altar para conversar, fue
un buen momento para disfrutar de una taza de chocolate y vainilla.
– Hay algo realmente importante que me encantaría proponerte –le
dijo Germán sosteniendo su taza con las manos entrelazadas–, es
el mejor momento para demostrarle al mundo el gran talento que
posees.
Jericco levantó la taza con incertidumbre y bebió de ella. Se ajustó
la bufanda en el cuello y se acarició el cabello pensativamente.
– ¿De qué manera lo haría? –Quiso saber Jericco–. Lo único que
anhelo y deseo, es convertirme en un ocultista y tener mi propia
doctrina.
Germán le respondió:

582
– Ese es el punto que quiero tratar… Porque ya eres un ocultista, y
pienso que lo tienes todo para serlo, ¿Sabes? Tus amigos me han
hablado muy bien de ti, especialmente Liam y Aradia.
Jericco hizo una impresión de asombro y se quedó pensando.
– ¿Qué te dijeron?
Germán levantó la taza y bebió lentamente su bebida, se limpió la
boca y respondió:
– Dijeron que eres un escritor muy talentoso, y honestamente, es lo
que más admiro de ti, –Jericco le sonrió con gratitud–, mira, no
sé qué escribes, pero me gustaría ayudarte a aprovechar ese don.
Hace unos años, mientras tú estabas en coma, me visitó el famoso
ocultista, escritor y alquimista Aleister Crowley.
– ¿Aleister Crowley? Su nombre me suena, si no recuerdo mal, un
día escuché en la prisión que durante el coma me visitaron varios
brujos, filósofos y ocultistas…
Jericco terminó de beberse la taza de chocolate y vainilla, se limpió
la boca con una servilleta y colocó la taza en la mesa del altar.
– Aleister Crowley, estuvo en Heidelberg durante varias ocasiones,
en compañía de cientos de psicólogos, psiquiatras y brujos para
estudiar y debatir tu caso, él te conoció mientras estabas muerto
en vida, hasta que falleció meses después de tu despertar, cuando
en ese entonces, estabas en la cárcel y nadie podía salvarte de tus
enemigos. El mundo entero estaba sorprendido y boquiabierto
con el estúpido y falsario diagnostico que te dieron los Doctores,
Utopía Fantasma, no fue más que una farsa total, una estrategia
muy desarrollada para engañar a los incrédulos y hacerle creer
a la humanidad que las ciencias era nuestra única verdad.

583
Jericco se sentía muy confundido cuando hablaban de su estado de
coma, porque era como si hablasen de otra persona.
– La verdad no me importa lo que los médicos hayan supuesto de
mi situación, ellos son los menos indicados para deducir sobre lo
que en realidad viví. ¿Sabes qué me incomoda? Hablar de lo que
sucedió con gente escéptica que me ve como un mentiroso, y es lo
más enfermizo que puedo hacer, por eso no me agrada hablar de
eso con las personas… Algunos me han llamado loco, drogadicto
y alcohólico.
– Por esa razón quise reunirme contigo en privado, lo que te iba a
decir, es que en los Estados Unidos de Norteamérica hay algunos
ocultistas que desean conocerte. Y por eso, necesito urgentemente
que viajes conmigo para Nueva York los próximos días, porque
una poderosa e histórica secta luciferina espera por ti, creo que
están realmente entusiasmados de conocerte.
Jericco se entusiasmó, hizo una mueca con la boca y replicó:
– ¿En serio?
Germán terminó su bebida y colocó la taza sobre la mesa del altar.
– Completamente, y es el momento para que cuentes lo que viviste,
será algo muy privado y nadie sabrá que eres Jericco Goldstein,
sólo la hermandad de la secta. Y no te preocupes porque nadie se
burlará de ti, estarás hablando con los ocultistas más famosos de
la historia, son personas estudiadas y experimentadas en todo lo
que son las ciencias ocultas.
– Eso me conforta, será la oportunidad correcta para emprender la
sabiduría oculta que Balam me ha otorgado.
– El mundo conocerá a Harry Winchester, y quizá observen que el
gran parecido con Jericco Goldstein. Pero, no te preocupes, eres

584
un hombre millonario con mucho poder, será fácil silenciar a los
medios de comunicación.
– Tienes mucha razón, Germán, ¿Qué posibilidad hay adentrarme
en el campo de la magia negra?
– Muchas, y más de las que te imaginas, por lo que me has hablado
sé que posees un omnipotente don para las artes oscuras. Entre
el campo del ocultismo te relacionarás muchísimo con sus ramas,
y sé que con tu talento, dejarás un legado espléndido y magno en
el mundo.
Jericco le desvió la mirada y bufó mientras pensaba. El momento de
cumplir sus sueños ya estaba llegando.
– Siento que no soy lo suficiente para llegar a ser un ocultista, y es
un poco abrumador, creo que con todo lo que he vivido debería
sentirme agradecido y satisfecho como para cambiar algo de mí.
Germán lo miró con una mirada fría y le habló seriamente:
– Si no fueras lo suficiente, yo no te habría traído hasta acá. Ha de
ser así, ninguno de los líderes satanistas y luciferinos del mundo
querría conocerte, incluso, viajarás hasta Nueva York para dar
tu primer paso en el ocultismo, además, muchas gente te adora
con todas sus fuerzas, y aunque no conozcas a esa hermosísima
gente, esas personas darían todo por tenerte a su lado… Así que,
escúchame bien, Jericco, eres un hombre sabio y perfecto, nunca
había conocido a alguien con tanto potencial y brillo como el que
tú tienes. Entonces, dime, ¿Estás listo para entrar en éste nuevo
camino?
Jericco se rascó la cabeza y se despeinó el cabello, su cara se puso
roja por la emoción.
– A-a-acepto el cambio –tartamudeó con risas–.
585
– ¿Seguro, Jericco?
– ¡Nunca antes había estado tan decidido como hoy!
Germán le dio unas suaves palmadas en su hombro izquierdo.
– Estoy orgulloso de ti, Jericco, nunca pude tener hijos, pero al ver
que te tengo conmigo, eres mi primer hijo.
Jericco le dio la mano.
– Y yo nunca tuve a un padre en la Tierra, pero ya que te conocí, te
quiero y te adoro tanto como si fueras mi papá.
Jericco se levantó de la silla y le dio un fuerte abrazo.
– Aayy, hijo mío, cuanto daría para que Dalia estuviera aquí con
nosotros, –lloriqueó Germán con un jadeo quejumbroso, Jericco
se inclinó sin soltarle su arrugada mano–.
– ¿Quién es Dalia?
– Mi dulce esposa, –respondió Germán entristecido y nostálgico–.
Que en paz descanse, ella murió hace dos años y desde su muerte
creo que no volví a ser el mismo de antes.
– Oh, cielos, lo siento, Germán, entiendo qué se siente perder a un
ser querido. Créeme que es lo peor que alguien podría sentir en
la vida.
– Es algo verdaderamente doloroso, hijo, Dalia murió de neumonía
el 3 de enero del 1947. Estuvimos casados por más de 40 años.
– Murió en la misma fecha que desperté del coma, es una bonita
coincidencia, –Jericco le acarició su mano con compasión y
clemencia–, Germán estaba llorando desconsoladamente–. Y sé
más que nadie lo muchísimo que duele, pero sería ignorante de
mi parte decir que te entiendo, porque no hay poder humano en

586
el mundo que entienda el intenso dolor que sentimos cuando
lloramos por alguien que ya no está con nosotros.
Jericco rompió su fortaleza y dejó escurrir una lágrima en su nariz.
– Gracias por haber llegado en el momento más indicado, Jericco,
antes de conocerte me sentía tan solo y vacío, no tenía a nadie en
la vida.
– Te prometo que estaré aquí para ti hasta que la muerte lo impida.
Germán le acarició el cabello.
– Probablemente sea yo quien muera primero que tú, pero mientras
viva evitaré que cualquier peligro de envuelva.
– Y yo también haré lo mismo por ti, –dijo Jericco levantándose del
suelo–.
Jericco se sentó en su silla.
– ¿Y qué me dices de Roxette? –Le preguntó Germán–.
– En Pléyades era mi mejor amiga, la amé tanto como si fuese mi
hermana mayor…
– ¿Ya no la amas como antes?
Jericco lo miró, dudoso. No sabía cómo responder.
– Honestamente, ya no es lo mismo de antes. Roxette no es nada de
lo que era en Pléyades, debo admitir que la desconozco, y tengo
bonitos recuerdos con ella, pero hay veces en la que me
pregunto: ¿Quién es ella?
– ¿Por qué te sientes así, te hizo algo de lo que te haga pensar de
esa forma?
– Roxette me evade, siento que no quiere saber nada de mí. Y esto,
se siente tan igual como si lo hubiera vivido antes, por cierto, así

587
mismo me sentía con Annette, como si nuestra amistad no hubiese
valido la pena.
Germán resopló:
– Oh, te entiendo muy bien, amigo, pero, ¿No crees que debe estar
ocupada?
– En todo este tiempo descubrí y comprobé que, no existe la falta
de tiempo sino la falta de interés.
– He visto que tú también has estado muy ocupado, y sin embargo,
le das a tus amigos el tiempo que merecen. Seguro que pienses,
¿Por qué ella no hace por mí lo que yo hice por ella? Hasta que
de pronto, te ahogas en tus dudas y terminas pensando que nadie
valora el esfuerzo que tú haces por la gente que quieres.
– Exacto, –reconsideró Jericco–, es un sentimiento atroz y hostil, y
la verdad es que, aprendí a recibir el puñal de mis propios seres
queridos. Mi vida siempre se ha tratado de traiciones, burlas y
humillaciones, fue eso lo que me acostumbró y me preparó para
cualquier ataque.
– Te daré un consejo, hijo, nunca le ruegues a alguien por amor o
amistad. No hay algo más humillante que estar detrás de alguien
que ni siquiera se detiene para mirarte, porque cuando de verdad
amas a alguien, estás para él sin importar qué. Así que no hay
razón para justificar la falta de tiempo de personas insensatas, y
sé lo desagradable que se siente cuando te buscan como si nada
después de desaparecer por tanto tiempo.
– Aradia y Liam son las personas más ocupadas que conozco, y sé
que usualmente se encuentran viajando por todo el mundo. Liam
ha estado trabajando mucho en su casa editorial, y también está
muy ocupado escribiendo sus libros, pero nunca ha inventado
una excusa de la que me mienta para expulsarme de su vida, eso

588
es a lo que quiero llegar, porque cuando alguien pone sus
prioridades como excusas es lo más cobarde que podría hacer.
– ¿Y qué me dices de tus Alejo y Aradia? –Preguntó Germán con la
voz áspera–.
– Aradia es el ejemplo que hay de una amistad sólida y verdadera,
es la persona más cercana que tengo en mi vida y siempre ha
sido así. Mayormente está en el teatro trabajando, es su segundo
hogar, hace un par de semanas estuvo de gira por Moscow, Tokio
y Sídney para sus shows de actuación y baile… ¿Sabes qué es lo
más bonito de todo? Ella y yo somos como la misma persona, nos
tenemos uno al otro y es lo más hermoso que tengo, viéndolo
bien, no importa la cantidad de amigos que tengas sino la
calidad. Y Alejo, ¿Qué te digo de él? Me hace muy feliz que esté
viviendo un momento muy importante en su vida, se lo merece, y
aunque no nos vemos tan seguido, él es un gran hombre, un gran
amigo y un gran hermano.
Germán le sonrío asintiendo la cabeza.
– En esta etapa de tu vida eres lo que siempre quisiste ser y tienes
a las personas que verdaderamente importan, y que sin importar
nada en el mundo, siempre están para ti porque conocen lo que
de verdad significa la amistad.
– Sé que para ser amigos no necesariamente hay que verse todos
los días del año, –continuó Jericco con la voz alta–, porque todas
las personas luchan diariamente consigo mismas para mantener
el equilibro en la cuerda floja de nuestra realidad. Al final del
día terminamos solos con nosotros mismos y esa es la mejor
compañía que puede existir, y viéndolo bien, no hay razón para
sentirme despreciado por alguien que fue mi amigo o de quien me

589
enamoré, en este instante lo tengo todo y no necesito a ninguna
persona del pasado para conservar bonitos recuerdos.
– Primeramente, te felicito por ser tan autómata e independiente, y
esa es la mejor manera en la que debemos pensar para no caer
en la tentación de nuestros enemigos. Pero, me gustaría hacerte
una pequeña pregunta y quiero que me respondas con sinceridad.
Jericco lo miró fijamente.
– Claro, ¿Qué quieres saber?
– ¿Por qué te importa tanto Roxette? Por lo que dices, es más que
lógico que, ya no es la misma persona que conociste en Pléyades.
Te recuerdo que fue otra vida, eran personas diferentes y aunque
te cueste creerlo, tú también cambiaste, y ya es tiempo de que tu
evolución continúe sin detenerte por tiempos pasados. Lo acabas
de decir, te tienes a ti mismo y tienes a la gente que cree en ti y
que nunca te abandonará.
– Roxette significa mucho para mí, con ella viví tantas cosas que
nunca pensé que pasarían. Pero, ya es momento de decirle adiós
y continuar con mi vida. La amé tanto como si fuese mi hermana
mayor y, hoy en día me siento abandonado por su fría distancia,
pero no quiero verlo de esa manera. Porque a pesar de todo
estoy muy agradecido con ella, al igual que con Annette, fue algo
increíble haberlas conocido y siempre tendrán un lugar en mi
corazón. Así que, reiniciaré mi vida porque muy pronto estaré
entrando a nuevos caminos.
– Así se habla, hijo, –Germán se levantó y lo volvió a palmear en el
hombro–. Estoy orgulloso de ti, ya es tiempo de que pienses en ti
y no en los demás. Fue bonito tener esta amena plática contigo,
me alivió llorar porque lo necesitaba, y lastimosamente, tengo

590
una importante reunión ahora con la cofradía. Si quieres te
quedas con nosotros, claro, si no tienes algún compromiso.
Jericco se levantó de la silla.
– Oh, gracias, Germán, pero quedé en verme con Aradia y Liam en
el teatro. Prepararé las maletas para el viaje, tú avísame cuando
nos vamos.
– Está bien, aunque mi avión está en reparación. Viajaremos en un
avión de pasajeros, reservaré los puestos en primera clase.
– Oh, no, no te preocupes, podríamos ir en la tercera clase. Annette
vendió nuestro avión, así que, cuando viajamos lo hacemos en un
avión comercial. Compraré un jet más pequeño cuando estemos
en Nueva York, Liam dice que Estados Unidos son más geniales.
– Tranquilo, prefiero la primera clase, –repitió Germán–, en Nueva
York están los mejores precios del mundo, tanto como en autos,
yates, helicópteros y aviones. Mis siete yates los compré en una
industria neoyorquina, y es una creación fantástica de los dioses.
– Hablaré con los chicos sobre ello, –dijo Jericco dándole la mano
con un apretón y un abrazo–. Te quiero, cuídate mucho.
– Y yo a ti, hijo mío, cuídate más.
Jericco le soltó la mano y bajó del altar.
– ¡Adiós, nos vemos luego! –Exclamó despidiéndose con la mano–.
Germán le hizo una seña desde el altar.

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Capítulo 49: La ruptura de una hermandad.

13 de diciembre del 1949.


Aeropuerto Internacional de Londres.
Jericco salió bastante temprano para el aeropuerto en compañía de
sus amigos, lo hombres estaban vestidos con elegantes trajes negros
mientras que Roxette y Aradia vestían con preciosos vestidos rosas
de alta costura. Sentados en la sala de espera anhelaban el próximo
vuelo mirando al enorme reloj que indicaba las 7:38 am, aunque no
todos estaban seguros del viaje, Roxette decidió a última hora no ir
a Nueva York con ellos. Alejo se veía muy intranquilo, parecía que
estaba nervioso por el viaje como si quisiera decirle algo a Jericco
y no sabía cómo.
Jericco tenía un sentimiento extraño y macilento, un extraño tipo de
presentimiento que lo mantenía alertado y titubeado. Apretaba sus
manos y se tronaba los dedos, ladeó la cabeza hacia la izquierda y
le habló a Roxette en voz baja.
– Quiero hablarte sobre algo muy importante.
Roxette le regresó la mirada. Ambos comenzaron a platicar en voz
baja, los demás sintieron la tensión y se hizo ciertamente incómodo
mirarlos platicar.
– ¿Sobre qué me quieras hablar, Jericco?
Jericco la observó fijamente mientras sus labios temblaban con una
ligera impresión de tristeza.

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– Roxette, –Jericco resopló bajando la cara, sentía que ese nudo en
la garganta le impedía hablar–, esto es tan difícil… Ni siquiera
sé por dónde empezar.
Roxette se quitó las gafas y lo observó deslumbrada y confusa.
– ¿Jericco, qué me quieres decir?
Jericco se puso pálido, no sabía si decir lo que en realidad sentía.
– Últimamente he estado pensando mucho en mí, y en ti, en lo que
vivimos y en lo que pensé que viviríamos. No sé cómo reacciones
a esto, pero es importante decir lo que pienso, han pasado tantas
semanas reprimiéndome mis sentimientos y mis pensamientos con
el fin de no herirte, para no herirte de la misma manera en la que
tú me heriste sin darte cuenta.
El rostro de Roxette se enrojeció, sintió nervios y un mal augurio.
– Dime que no me dejarás, por favor, ¿No saldrás de mi vida? De
verdad no sé qué quieres decirme, pero, no me dejes, te lo pido…
Jericco tragó grueso y bajó la cara.
– Ya es hora de separarnos, –Jericco soltó un par de lágrimas y
con la cara enrojecida arrugó su frente, Roxette se tapó la boca
con la mano empuñada y lloró–, sé que es muy difícil para ti y
para mí todo esto, pero quiero ser sincero contigo y conmigo
mismo, porque de verdad ya no quiero seguir lastimando a la
gente que amo. Créeme que recordar todo lo que vivimos lo hace
más doloroso, porque, aunque pasen millones y millones de años
nunca podría olvidar lo que tú hiciste por mí, cuando estuvimos
clavados en aquellas cruces que marcaron nuestra hermandad
con un sello de lealtad, porque contigo todo era divertid incluso
si sentíamos dolor…
593
Roxette frunció el ceño con la cara contraída y siguió llorando.
– Sé perfectamente que yo no te importo tanto como tú me importas
a mí, –prosiguió Jericco alzando la mirada hacia los lacrimosos
ojos de Roxette–, y sé que, probablemente estás llorando sólo por
lo que digo sin saber que me hiciste sentir tan mal con tu cínico y
descarado alejamiento… Desde que te volví a ver, creció en mí la
ilusión de que todo volvería a ser igual que antes, de que había
recuperado a mí mejor amiga, o mejor dicho, mi hermana mayor.
Intenté buscarte para hablarte de todo lo que había sucedido en
mi vida los últimos años, pero actuabas como si ya no fueras
parte de mi vida, como si yo nunca hubiera sido algo para ti. Y es
lo más deprimente que he sentido, porque terminaste siendo igual
que Annette, odio comparar a la gente que en un momento de mi
vida llegué a amar, pero, ¿Qué pasa si digo que me hicieron
sentir como una maldita rata insignificante? Sé perfectamente
que eres una gran mujer trabajadora, inteligente y maravillosa,
pero ¿Por qué tuviste que arruinar nuestra hermandad? ¡Y sé
que quizá mañana me esté odiando a mí mismo por haberte dicho
lo que me mataba por dentro!
Roxette se atragantó y comenzó a balbucir.
– Yo no tenía tiem…
Jericco le interrumpió.
– ¿Ahora si ves lo trato de decirte? Siempre dices lo mismo una y
otra vez, veo que no te cansas de eso, pero hay algo de lo que me
gustaría decirte… No existe la falta de tiempo sino la falta de
interés. Porque en el año más ocupado y difícil de mi vida, saqué
el tiempo que no tuve en doce meses para dedicarlo en ti. Pero no
tuvo coherencia de que lo hiciera si ni siquiera respondías a mis

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llamadas o a las cartas que te enviaba, tu gran indiferencia me
dio una lección y estoy seguro que me hizo abrir los ojos, porque
quizá y no debí darle tanto amor a alguien que lo único que sabía
hacer era olvidarme e ignorarme.
Roxette se secó las lágrimas con su pañuelo y se puso de pie, luego
dijo con la voz temblorosa:
– No puedo decidir sobre lo que sientes o lo que piensas, pero más
allá de eso, te pido disculpas y te doy gracias por haber sido algo
muy grande en mi vida. Lo último que querría en el mundo sería
tu odio, espero que nunca me odies.
– Sería incapaz de odiarte, nunca te olvidaré y siempre tendrás un
sitio en mi corazón, aunque me hayas apartado de ti de manera
hostil. Gracias a ti por haber formado parte mi vida, es probable
que en un futuro nos volvamos a ver… Aunque lo dudo bastante,
pero, ya es tiempo de que vueles tan alto como quieres y llegues a
dónde quieres estar.
Roxette lo abrazó y Jericco se rompió con un afligido llanto.
– Prométeme que nunca me olvidarás.
– Lo prometo, –aseguró Jericco con la respiración acelerada–, sé
que esto será bien para los dos.
El reloj marcó las 8:00 am, el avión ya estaba a punto de salir.
– Ya es hora de irme, –le dijo Jericco–. Te amo muchísimo a pesar
de todo, te extrañaré toda la vida…
– Larga vida para nosotros, –musitó Roxette todavía abrazándolo,
sus lágrimas se deslizaban en el hombro de Jericco–, y larga vida
para nuestros recuerdos. Siempre serás lo mejor que pasó en ese
lugar en donde nos conocimos, nunca pensé que nuestro último
adiós sería en un aeropuerto… Te amo, hermanito, perdóname.
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Jericco soltó sus brazos y le hizo una mueca con la boca.
– Adiós… –Se despidió Jericco mirándola por última vez, se dirigió
a las escaleras para ir al avión, sacó el pasaje y su pasaporte de
la mochila–.
Roxette se despidió de Germán, Aradia, Liam y Alejo con un abrazo.
– Cuídate mucho, ¿Sí? –Aradia le dijo a Roxette mientras le daba
un abrazo–, fue un placer conocerte.
– Y tú igual, –le respondió Roxette, llorosamente–. Cuida mucho a
mi hermano, hazlo por mí.
– Lo haré, –le prometió Aradia besándole la mejilla–.
Aradia le sonrió amigablemente y siguió a Jericco. Roxette terminó
de despedirse de Liam, Alejo y Germán, después salió corriendo del
aeropuerto mientras sus tacones retumbaban en el piso.
Jericco estaba esperándolos en la pasarela de acceso al avión con
los ojos aguados, entregó su boleto y se orilló al costado del pasillo
mientras observaba a la gente pasar. Tenía el corazón roto y la
mente destrozada, se sentía decepcionado y confundido con esos
ojos marrones que perdían el color cuando lloraba de frustración.
Las elegantes aeromozas vestidas de azul esperaban a los pasajeros
mientras entraban con sus boletos y pasaportes. Repentinamente,
cuando entregaron los boletos Alejo se detuvo nerviosamente y se
puso pálido, pero a su vez armándose de valor, Germán le entregó
su boleto a la aeromoza y se quedó mirando a Alejo con una extraña
impresión.
– Oigan, chicos, –dijo Alejo con la voz distante–, sin hacerles daño
quiero confesarles algo de lo que me avergüenzo.

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– ¿Qué? –Le preguntó Aradia–. Vamos, amigo, no los dices en el
avión…
Alejo le interrumpió.
– ¡Noo! –Negó con la cabeza echándose para atrás, chocó con una
de las aeromozas y se disculpó con ella–, seré muy breve. Ya no
quiero ir a Nueva York, y discúlpenme si es algo sorpresivo de la
cual sientan una especie de resentimiento hacia mí, pero, quiero
empezar desde cero y vivir una vida sana que no me recuerde a
mi pasado.
Jericco lo miró directamente a los ojos con sorpresa y tormento.
– ¿Te refieres a que somos malos recuerdos para ti? –Le preguntó
Jericco fríamente–.
Alejo hizo un silencio incómodo y respondió afirmativamente:
– Si, y perdónenme si los hice sentir mal. Sólo quiero ser alguien
nuevo, alguien que no recuerde a su vida pasada porque cuando
estoy con ustedes recuerdo a la prisión, y esa fue una etapa muy
sucia de la que no quiero volver a recordar. Y lo sé, estuve preso
por cometer más de quince homicidios en primer grado, pero,
por favor, respeten mi decisión y déjenme vivir la vida a mi
manera.
Germán apoyó su mano el hombro de Jericco confortantemente.
– Está bien, –asintió Liam moviendo la cabeza–, eres el tercero que
cae… Hmmmmmm, pero no importa, porque Aradia, Jericco y yo
seguiremos unidos hasta el último día de nuestras vidas. Somos
la única evidencia de que la amistad si existe, y sin importar el
pasado, vivimos el presente como una formidable legión. Adiós,

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Alejo, que la vida perdone tu pasado y que por primera vez te
perdones a ti mismo.
– Porque si tú no te quieres por tu pasado nadie más lo hará, –dijo
Aradia tomando a Jericco y a Liam de la mano–.
Jericco lo miró fijamente y negó con la cabeza.
– Adiós, compañero, gracias por ser el mejor estilista de Spandau y
por acompañarnos en los peores momentos de la prisión, ojalá
que no te olvides de la gente que de verdad te amó sin importar
quién hayas sido en un pasado que ya no existe. Siempre te
querré, y estaré muy agradecido contigo, aunque te genero malos
recuerdos.
– Fue un placer conocer a un cobarde como tú, –farfulló Germán
con la voz distante y disgustada–. Hasta nunca, señorito.
Alejo se les quedó mirando mientras les daban la espalda entrando
al avión, esperó que el avión despegara y se despidió con una señal
que hizo con la mano. Esa fue la última vez que se vieron con Alejo
y Roxette, durante el vuelo mantuvieron mente positiva e intentaron
sacarles el lado bueno a las cosas malas.

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Capítulo 50: El Rey del ocultismo.

7 horas después.
Manhattan, New York, USA.
Nueva York nunca había estado tan colorido en aquella navidad, el
espíritu navideño se sentía en las calles del Time Square con las
sonrisas de las personas. La gente entraba y salía de las tiendas con
regalos y bolsas decorativas, el ambiente era algo indescriptible: no
había nada más impresionante que las innumerables luces y las
mágicas decoraciones en la ciudad, los gigantes árboles navideños
relumbraban el otoño mientras que los neoyorquinos esperaban la
llegada del invierno, los niños patinaban en las pistas de hielo del
Central Park con bufandas y gorros rojos con pompón.
Aradia compró un maravilloso penthouse con el cheque que cobró
de Annette y lo invirtió en el viaje a Nueva York, les pagó el boleto
del avión a todos y aseguró los gastos en comida y en ropa para
tener el mejor hospedaje, el edificio del penthouse tenía 94 pisos y
una elevada altura de 650 metros con la vista al Central Park, en el
pintoresco paisaje desde las ventanas se veía todo el camino hasta
la Estatua de la Libertad.
Jericco se sentía nervioso y emocionado, estaba en camino para ir
al Templo Belcebúblack y conocer a la sociedad secreta más grande
de los Estados Unidos de Norteamérica, Germán iba al volante en
su clásico auto negro de los años cuarenta, gracias a sus años de
experiencia en la ciudad tenía autos y propiedades en Nueva York,
era su segundo hogar y claramente su favorito. Muchos seguidores
de Jericco lo esperaban en el templo animosamente para conocerlo,

599
así como muchísimos ocultistas famosos que anhelaban su icónica
llegada, entre ellos: Dolores Ashcroft, Franz Bardon, Laurie Cabot
y el ocultista peruano Carlos Castañeda.
Germán tenía la radio encendida a todo volumen, estaba cantando
villancicos y canciones navideñas mientras tarareaba con Liam. El
hermoso puente colgante de Brooklyn hipnotizó a los chicos, era la
primera vez que estaban en Nueva York y no sabían de qué manera
reaccionar ante la gran belleza de Brooklyn, Aradia comenzó a
fotografiar la vista desde la ventana con una estrepitosa y divertida
risa de diversión. Aunque Jericco era el único que estaba en silencio
apoyando la cabeza en el vidrio de la ventana, contaba los segundos
para llegar al templo y conocer a todos sus admiradores.
Llegaron a una zona rural y campestre en donde el viento movía los
matorrales con serenidad, en la que había colinas verdes que con el
brillo del atardecer resplandecían las hojas del otoño sobre la vieja
autopista, se respiró un aire de tranquilidad y liberación, parecía un
paraíso en donde la vida era una maravillosa obra de arte reflejada
en ese cielo azul que se coloreaba con tonos rosas y purpuras, era el
resultado de muchos años de martirios y delirios mientras llegaba el
momento correcto para renacer una vez más, porque al final de todo
Jericco tenía simplemente a la gente que de verdad estaba para él, y
aunque el dolor latía en decepciones y traiciones, su cuerpo y mente
se fortalecía entre llantos de alegrías mientras los malos triunfaban
de avaricia y desidia.
Salieron del auto y tiraron la puerta ruidosamente, –Aradia miró a
su alrededor y sonrío mientras la brisa sacudía su cabello–, Liam se
apartó de ellos y comenzó a girar con los brazos abiertos cuando el
viento silbaba sobre sus oídos. Germán se apoyó en el parachoques
delantero del auto y cerró los ojos con una suave sonrisa que marcó

600
los hoyuelos de sus mejillas; Jericco caminaba por la carretera con
la mirada puesta en el cielo, miró a los lados y rugió con una suave
carcajada al ver la extensa floresta que centelleaba de colores vivos
y felices, en los jardines del sur poblaban las lejanas alegrías de las
aves que canturreaban y silbaban con el crujido de los árboles.
Una altísima mansión de madera estaba situada a la derecha de la
carretera, era muy rústica para ser de Nueva York. Posteriormente
a la mansión estaba una cristalina laguna azul que la rodeaba en un
gran círculo, estaba circunvalada por altísimos árboles y frondosos
arbustos en las elevadas montañas verdes.
– ¿Ese es el templo? –Preguntó Liam mirando la mansión, curioso
y pensativo–.
Germán le respondió mientras caminaba hacia ella.
– Sí, ¿Qué esperaban, una catedral católica?
Aradia se rió.
– La verdad es que llegué a pensarlo, –reconoció Jericco con un
tono burlón e irónico–. Tengo muchos nervios, no quiero entrar.
Jericco se detuvo, estremecido y tenso.
– ¡Camina y no te quedes varado aquí, pedazo de mierda, porque
eres nuestra estrella! –Bramó Aradia dándole un empujón, Liam
y Germán se rieron–.
Liam lo haló de la mano y lo arrastró hasta la casa mientras Aradia
lo empujaba.
– ¡Esperen, esperen! ¿Estoy desarreglado? –Arrojó Jericco con el
corazón muy acelerado, estaba nervioso–. ¡Me veo mal, parezco
un indigente!
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– ¡No! –Negó Aradia moviendo la cabeza–. Estás mejor que nunca,
perfecto, hermoso e inalcanzable.
– Eres un adonis, –le dijo Germán reconfortantemente–, así que no
te desanimes porque la gente te está esperando.
Jericco se puso muy pálido, tenía una atolondrada risa nerviosa que
contagió a sus amigos. Liam lo obligó a subir las escaleras hasta la
puerta de la mansión, Germán tocó la puerta esperando a que la
abrieran, Aradia no se paraba de reír mientras lo empujaba.
– No seas tan estúpido, pupilo, –refunfuñó Liam carcajeándose–,
porque estás que arde de lo sexy que te ves.
Jericco paró de reírse y se apaciguó cubriéndose la cara con ambas
manos.
– ¿Estás listo para entrar? –Le preguntó Germán animosamente–.
Liam y Aradia miraron a Jericco levantando las cejas. Jericco los
miró con un gesto y asintió con la cabeza.
– Totalmente…
Las puertas de la mansión se abrieron inesperadamente y algo muy
sorprendente sucedió, –Jericco quedó boquiabierto y deslumbrado–,
una inmensa cantidad de gente lo sorprendió cuando empezaron a
aplaudirle con chiflidos y gritos de entusiasmo. La mansión estaba
adornada con muchos decorativos y globos coloridos, había mesas
por todas partes que se hacían llamativas por los lazos azules con
los que estaban decorados sus manteles, había diamantina de color
azul cayendo por todas partes mientras los gritos y los aplausos se
hacían más sonoros. Jericco estaba boquiabierto y atónito con todo
el amor que le daban con esas profundas miradas de admiración y
cariño, –Liam, Aradia y Germán le empezaron a aplaudir–, la gente

602
de la gala estaba vestida elegantemente con trajes y vestidos que se
pusieron sólo para ver a Jericco. Aradia sujetó el brazo derecho de
Jericco y Liam le sujetó el izquierdo, Germán caminaba delante de
los chicos como si se tratase de una colorida boda otoñiza. Jericco
saludaba a los presentes moviendo la mano suavemente, algunos les
daban la mano y otros lo fotografiaban mientras celebraban con sus
copas de vino y champagne, en el altar estaba la suma sacerdotisa
del templo acompañada de la orquesta que tocaba el piano, el violín
y la guitarra, era una sinfonía perfecta para la celebración.
Jericco subió al altar acompañado de Germán tomándolo del brazo,
Liam y Aradia se quedaron abajo mirándolo orgullosamente con la
sonrisa del honor y la felicidad de sus fuertes aplausos. Josefina era
la suma sacerdotisa del templo, una anciana de piel canela y ojos de
color miel que relucían con esa maravillosa sonrisa que transmitía
paz y amor, su oscuro cabello crespo y abundante se enrollaba
como una serpentina sobre su frente. Josefina lo esperaba sentada
en su precioso trono de diamantes mientras le tendía la mano con
una bonita expresión en su rostro, Jericco miró a esos lindos ojos de
almíbar y tuvo un bonito recuerdo de la infancia cuando su abuela
lo veía con tanta ternura.
Jericco miró el hermoso vestido blanco de Josefina y pensó en el
vestido de novia que su abuela usó al casarse con su abuelo, –
Jericco sonrío mirándola directamente a los ojos mientras Germán
lo tomaba del brazo–, las personas continuaban aplaudiendo y
gritando sin cesar y la melodía de la orquesta sonaba suavemente
con la sonata del violín. Josefina se levantó de su trono y de una
pequeña urna de vidrio sacó una corona de gemas, era un precioso
tesoro brillante con abundantes trozos de oro y diamante.

603
Germán se detuvo y Jericco se acercó a Josefina lentamente, ella lo
hizo agachar la cabeza y le puso la corona con una resplandeciente
sonrisa.
– Bienvenido a tu reino, Jericco, –susurró Josefina mirándolo a los
ojos, tomó las manos de Jericco y las besó con devoción–. Desde
hoy te bautizo como el Rey del ocultismo con el nombre de Harry
Winchester, la magna sabiduría y el poderoso conocimiento que
adquieres sobre las ciencias ocultas son el orgullo de nuestra
sociedad, eres el orgullo de la secta y el honor de todo el templo.
Jericco le regresó una sonrisa y levantó la cara.
– Muchas gracias, su alteza, es un grandísimo honor ser nombrado
como el Rey de las ciencias ocultas por un ser tan sorprendente y
maravilloso como tú.
Los aplausos y los gritos cesaron. Aradia, Germán y Liam estaban
llorando mientras sonreían, era un momento muy emotivo.
– No te refieras a mí como si fuese la reina, –le dijo Josefina–, sólo
mírame como una anciana que te ama y que admira la valentía
que brilla en tus ojos, eres un guerrero, el ícono de la oscuridad
y de las fuerzas más grandes del infierno. Eres el Rey, eres todo
para nosotros, te amamos.
Jericco no podía explicar el parecido que Josefina tenía con su
abuela, la observaba con tantos sentimientos encontrados mientras
su corazón latía rápidamente.
– N-n-no sé qué debería responder a todo esto, –murmuró Jericco
tartamudeando de alegría–, esto es un sueño, siento que, esto ya
lo había vivido antes…
Josefina le interrumpió.
604
– Lo viviste en carne propia en Pléyades, cuando te coronaron por
ser el príncipe y terminaste siendo el único Rey.
Jericco continuó sonriendo nostálgicamente.
– Y así será en este mundo porque te mereces eso y muchísimo más,
–agregó Germán con la voz temblorosa, Jericco giró hacia atrás
y vio que estaba llorando de orgullo–.
Josefina estiró una mano y se la dio a Germán, los dos se dieron un
abrazo mientras miraban a Jericco con su corona.
– Me gustaría decirle algo a todas las personas que vinieron, –dijo
Jericco emocionadamente, uno de los hombres de la orquesta le
dio un micrófono–.
– Expresa todo lo que sientes, –le habló Josefina dulcemente–, este
es tu reino y todos estamos aquí por ti.
La gente hizo silencio cuando vio a Jericco sujetar el micrófono con
emoción.
– Oh, vaya… ¿Esto es real? –Dijo Jericco con una risa nerviosa–.
Primeramente, quiero agradecerles a todos por venir hasta aquí
y apoyarme tanto como lo han hecho en estos minutos. Por lo que
he estado mirando, todos lucen muy bonitos y elegantes en este
hermoso atardecer. Los caballeros se ven realmente guapos y las
damas se ven súper hermosas, wow, nunca había visto una gente
tan atractiva y bellísima como ustedes, –se rieron halagados con
suaves aplausos–. ¿Saben algo? Cuando desperté en ese hospital
me sentí tan perdido y vacío como en la adolescencia, pensé con
el corazón roto… ¿En dónde estoy? ¿Qué hago aquí? Y ¿Por qué
no estoy en el Olimpo? Fueron millones de preguntas de las que
nunca encontré respuesta, manifesté pensamientos y sentimientos
suicidas mientras estaba vigilado por militares en esa habitación.
605
Todo pareció cambiar cuando el incendio arrasó con la vida de
muchas personas en el hospital de Heidelberg, fue un momento
grotesco y atroz para intentar escapar. Fui capturado por un par
de militares que me entregaron al gobierno alemán, y créanme de
corazón que llegar a esa prisión fue lo peor que me sucedió. Y no
lo digo por los grandes amigos que hice allí, sino porque viví y
sufrí una terrible pesadilla de la que no podía despertar hasta ese
mágico momento en el que, conocí a Liam y me reencontré con
mi compañera bélica, Aradia. Muchas cosas me sucedieron en la
cárcel: Trágicos, sanguinarios y brutales sucesos que pensé que
nunca superaría y que aceptaría, pero, la vida me hizo madurar y
valorarme por encima de cualquier cosa… Hmmmm, no sé cómo
decir esto, –Jericco se incomodó, todos lo miraron con rareza–,
pero quiero hablar de eso porque justo ahora siento que sí estoy
con la gente que merece mi sinceridad. Fui víctima de abuso
sexual cuando estaba en Spandau, –la sonrisa de las personas
desapareció, Liam y Aradia fruncieron el ceño, Germán y
Josefina tragaron grueso poniéndose pálidos–.
Aradia y Liam subieron al altar cuando vieron a Jericco hablar con
la voz temblorosa. Germán apoyó su mano en el hombro derecho de
Jericco y Josefina le acarició la espalda compasivamente.
– ¿Quieres seguir hablando de ello? –Le preguntó Germán con los
ojos aguados–.
Liam y Aradia estaban boquiabiertos y confundidos, a esa altura de
la vida no sabían eso de Jericco. La gente se sentó en sus asientos y
con un incómodo silencio cogieron las bebidas de sus mesas.
– ¡Y no tengo miedo! –Continuó Jericco en voz alta–. También sé
que nada ni nadie en el mundo podrá cambiar mi pasado, pero,

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en este momento de mi vida siento que ya nada podrá herirme
como antes. No me interesa cuántos amigos perdí, ni cuantos
enemigos gané para estar en donde estoy ahora… Y de lo que si
estoy muy seguro y satisfecho es de estar aquí compartiendo mi
felicidad con ustedes, hablando sobre mis agrios y ácidos miedos
que los supero con el sabor de sus dulces esencias, la sonrisa que
tienen hoy son tan contagiosas. La magia existe, y ustedes son el
significado de ella, por cierto, es muy loco e inaudito creer que
ustedes han sabido de mí durante todos estos años, pensé que
sólo era un criminal de calle al que repudiaban y asqueaban por
la falsa suma de cargos que añadieron a mi condena. Y ahora sé
que, siempre hubo gente que creyó en mí sin dudar de la película
que los villanos proyectaron para ganarme el odio de un planeta
completo. ¡LARGA VIDA PARA TODOS! ¡Son lo mejor que me
ha pasado en la vida y no sé qué hice para merecerlos!
La gente se levantó de sus asientos y comenzó a gritar con aplausos.
– ¡Te amo muchísimo, eres un verdadero ícono de valentía! –Gritó
Aradia abrazando a Jericco–.
Liam se lanzó encima de Aradia y Jericco mientras los abrazaba a
los dos.
– Pupilo, te amo, sólo mira todo lo que has conseguido con tu gran
esfuerzo. Estoy muy orgulloso de ti, gracias por estar en mi vida.
– Ustedes son las personas a las que más amo en mi vida y espero
nunca perderlas, –murmuró Jericco–.
Germán se les acercó, tocándole la espalda a Jericco.
– Oye, hijo, –habló Germán con la voz baja, Jericco se volteó hacia
él dándole la espalda a sus amigos–, no sabes lo muchísimo que
te admiro… Eres como si fueses de mi sangre, el hijo que nunca
607
tuve, y desde ahora te has convertido en la inspiración de muchas
personas que han vivido lo mismo que tú o algo parecido. Tienes
un gran futuro por vivir, una larga vida que te espera, eres joven
y la vida te está sonriendo. Te amo mucho, hijo, aunque ya estás
muy grande como para adoptarte eres mi hijo adoptivo.
Jericco lo miró a los ojos serenamente e hizo un gesto de cariño.
– Desde este momento te llamaré papá, porque te amo y te admiro
como un modelo a seguir.
Germán lo abrazó fuertemente dándole un beso en la frente.
– Jericco, –lo llamó Josefina, él se volteó a ella y la miró–, nunca
antes me había sentido tan orgullosa de alguien a pesar de lo
poco que llevo conociéndote. Eres nuestro Rey, el gran galán de
la familia, nunca tuve nietos, pero ya tengo uno… Cuenta
siempre conmigo, eres sinónimo de poder y fortaleza, nunca
olvides, y si lo haces, yo estaré para ti recordándote lo mucho
que vales.
Jericco abrazó a Josefina con mucho cariño, su cabello olía a rosas.
– Se siente muy bonito tener de nuevo a una abuela tan hermosa y
generosa como lo eres tú, gracias por todo lo que has hecho por
mí… Nombrarme como el Rey del ocultismo es algo que siempre
soñé, wow, no tengo palabras para descifrar este sentimiento.
Aradia y Liam estaban sentados alrededor del trono de Josefina. De
repente, una mujer del público le habló a Jericco levantándose de la
silla. Era una chica blanca de cabello amarillo y ojos claros, azules
y brillantes como el océano atlántico; estaba vestida de negro y sus
llamativos tatuajes la hacían muy interesante.

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– ¡Jericco! –Gritó la dama con una radiante sonrisa de alegría–.
Estoy encantada de poder conocerte, soy rumana y mi nombre es
Laura Chivu. Vine desde España solo para verte, es un honor de
corazón compartir este día contigo, aunque sea por poco tiempo.
Todos aquí estamos para apoyarte en lo que necesites, no tienes
por qué sentirte solo porque ya no lo estás… Escuché que tienes
un gran don para la literatura, y créeme, que yo sería la primera
en el mundo en comprar tu libro. En especial si se trata de todo
lo que viviste en Pléyades.
Jericco la miró con tanto cariño que no sabía cómo reaccionar, era
una sonrisa gigante que le hizo un nudo en el estómago. Sentía que
en su estómago volaban murciélagos.
– Wow, –resopló Jericco con un gemido–, honestamente no puedo
creer que alguien esté diciéndome esas cosas… Son palabras que
nunca saldrán de mi mente, decirte gracias quedaría pequeño e
insignificante para expresar lo agradecido que estoy contigo. Mi
corazón late de amor y felicidad, muchas gracias por apoyarme
de cierta manera, gracias por venir de España sólo para verme, y
te aseguro que un futuro te lo compensaré. Espero escribir sobre
lo que viví en Pléyades futuramente, no puedo esperar más para
eso.
– ¡Yo también quiero leerlo! –Exclamó una chica sentado al lado
de Laura–.
Era una chica de tez blanca y cabello castaño muy lacio, transmitía
una bonita energía con su voz y su mirada.
– Ya somos dos, –le dijo Laura chochando la mano con ella–. Estoy
muy segura que Jericco llegará lejos con esa historia, perdón, el
gran Harry Winchester, nuestro Rey.

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Jericco se miró con Liam y Aradia con la cara de asombro, luego le
lanzó una mirada a la chica que habló.
– Mi nombre artístico es Katya Reinhard, –reanudó con la copa de
champagne en su mano derecha, sus preciosas uñas eran rojas y
negras–, pero, mi nombre original es Adriana Mendoza y vine de
Ciudad de México solo para conocerte. Viajé acompañada de
muchas personas latinas que conocí en el aeropuerto, fue bonito
hablar con ellas en el vuelo porque teníamos el mismo destino, y
ese era venir hasta Brooklyn para conocerte en persona. Fue lo
mejor que pude haber hecho y no me arrepiento, porque sé que al
final de todo estaría cerca de un campeón como tú. Te admiro y
eso es algo que siempre tendré en mi mente, estoy sumamente
feliz por tus logros y por lo que has superado en tan poco tiempo,
tienes un gran talento y jamás dejaré de apoyarte. ¡Te quiero!
Jericco la observó fijamente con los ojos brillantes ente lágrimas de
felicidad y gratitud.
– ¿Es normal que me hagas llorar? –Replicó Jericco sollozando de
risa, su cara se enrojeció–, por todos los cielos, esto es un sueño
hecho realidad. De verdad no sé qué hice para merecerlos, pero
eso me hace muy feliz, que alguien te diga todas estas cosas con
maravillosas acciones es algo que sólo sucede en las películas, y
ustedes son los protagonistas de ella. Katya/Adriana, muchísimas
gracias por esto, siempre estaré agradecido contigo por hacer un
gran esfuerzo para venir a verme. Sé que en Nueva York hay
muchas cosas de las que puedes hacer en este preciso momento, y
tú decidiste venir a este lugar sólo para pasar tiempo conmigo.
¡Eres un ángel!
– ¡Oh, qué lindo eres! –Bramó Adriana ladeando la cabeza hacia
la izquierda–. Una gran persona estuvo conmigo durante todo el
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viaje desde Ciudad de México, ella es Marisol Guzmán, abogada
y defensora de las personas de la tercera edad.
Jericco miró a Marisol amorosamente y le sonrió, parecía ser muy
amable. Marisol sonreía con estrellas en los ojos, tenía las mejillas
muy rellenas y los ojos achinados, era una mujer de confiar.
– Eres un ser lleno de luz, –dijo Marisol levantando la voz, tenía la
mirada fija en Jericco–, he cumplido el mayor sueño de todos, de
conocerte y tenerte cerca. Nunca olvidaré este hermosísimo día,
siempre recordaré este momento y miraré las fotografías con una
sonrisa.
Marisol corrió al altar para tomarse una fotografía con Jericco, la
gente la miró sonriendo mientras se reían. Liam tomó la cámara y
los fotografió, Jericco y Marisol se dieron un abrazo y regresó a su
mesa contenta mirando las fotografías.
– Mi nombre es Claudia Acevedo y también soy de México, –habló
una voz femenina, Jericco la percibió y la buscó entre todas las
personas–.
Claudia era una mujer con un estilo increíblemente gótico, tenía el
cabello verde y los ojos color café, lucía como una vampira con esa
atractiva ropa negra.
– Es un placer conocerte, –le dijo Jericco sujetando el micrófono–,
muchísimas gracias por venir.
– Muchas gracias a ti por ser una inspiración en mi vida, –Claudia
le respondió con un gesto de agrado–, durante muchísimos años
he sido víctima de burlas y humillaciones por parte de la gente.
No sé qué tiene de malo ser una mujer libre y diferente, pero eso
ha sido el motivo del rechazo que he vivido por mucho tiempo…
Pero cuando conocí tu historia y supe por todo lo que viviste,
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escuché una voz en mi mente que me hizo recapacitar sobre cómo
me sentía, y al ver que tú superaste lo que pasaste, pensé que yo
también podría hacerlo, y agradezco que hayas sido tan valiente
como lo eres ahora. Porque eres un héroe, en Pléyades, en mi
vida y en el mundo entero.
Jericco comenzó a aplaudirle con mucha vigorosidad, el resto de la
gente también lo hizo.
– Eres una mujer maravillosa a la que aprecio muchísimo como si
te hubiese conocido toda mi vida, –admitió Jericco–, tu look es de
un nivel superior y cualquiera que se interponga en tu camino es
un imbécil que está acostumbrado a ver lo mismo de siempre. Me
enorgulleces y me hace muy feliz saber que mi historia tuvo ese
impacto en tu vida. ¡Eres una reina!
Claudia posó coquetamente mientras se sacudía el cabello, la gente
empezó a aplaudirle con respeto. Junto a Claudia estaba una dama
sentada que bebía una copa de vino, tenía un vestido rojo y un lindo
peinado, el cabello rizado y su tonalidad café se combinaba muy
bien con su piel bronceada.
– Querido, Harry, –dijo ella en voz alta–, mi presentaré ante todos
los presentes. Mi nombre es Bertha Hernández y también soy de
México, como casi todos, viajé varias horas solo para conocerte
y fue lo mejor que pude haber hecho en este año. Te admiro más
que a nadie en el mundo y es un orgullo tenerte aquí, gracias por
ser tan inspirador para las víctimas que sobrevivieron a muchos
abusos y maltratos. ¡Larga vida para el Rey!
Todos levantaron sus copas en forma de brindis.
– Es un placer conocerte, –expresó Jericco–, veo que tengo muchas
personas de México que me apoyan… Eso es hermoso, y créeme
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que no hay nada más perfecto que sentirse apoyado por gente tan
espléndida como ustedes, muchísimas gracias por venir a verme.
Jericco se sentó al lado de Germán y Josefina.
– ¡Hola a todos! Soy Yasbeth Béjar de México, –dijo una mujer del
templo con un niño en sus piernas–, mi pequeño se llama Sergio
Baltazar. Ha sido difícil ser madre soltera, pero al mismo tiempo
un honor para todas las mujeres del mundo, porque nadie merece
depender de alguien para surgir de las cenizas. Y tú, Jericco eres
el ejemplo de ello, eres grande y te admiro con todo mi corazón.
– ¡Te admiro mucho! –Exclamó Jericco aplaudiéndole–. Estoy muy
feliz de conocer a una persona tan admirable como tú, estoy más
que seguro que eres la mejor mamá del mundo.
La gente le aplaudió a Yasbeth, a su lado estaba una dama con una
taza de té. Cabello negro, piel bronceada y ojos color avellana.
– ¡Soy Emilce Zurita y vengo de Córdoba, Argentina! –Prorrumpió
poniéndose de pie–. Es extraordinario estar aquí para conocer al
único y verdadero Jericco Goldstein, no saben lo emocionada
que me siento. ¡LARGA VIDA PARA EL REY!
Jericco le guiñó el ojo y le aplaudió agradecidamente. Un chico alto
y pálido se levantó de su silla para hablarle a Jericco, cabello negro
y ojos de color marrón.
– Mi nombre es Alberth Delgado y vengo de Colombia, quiero ser
sincero con todos ustedes, y la verdad es que, desde que Jericco
despertó en el hospital de Alemania nunca antes había estado tan
preocupado por alguien. Sabía el riesgo que Jericco corría en su
país y sentía que algo malo ocurriría, pero, lastimosamente nadie
pudo hacer algo por él. Como satanista del Templo Belcebúblack
estuve al tanto de todo lo que sucedía en su vida, por medio de la
613
palabra de muchos ocultistas y brujos que nos mantenían al tanto
de su vida. ¡Eres una leyenda, Jericco, es un honor conocerte!
La gente escuchaba a Alberth con mucha atención, Jericco lo miró y
se quedó en silencio mientras hablaba. Era increíble ver que había
muchas personas a las que les importaba su vida, estaba soñando
despierto.
– Yo soy Pamela Solórzano, –dijo una chica sentada a la derecha
de Alberth, tenía un bellísimo vestido negro que relucía con su
oscuro cabello corto–, soy hondureña y practico skateboarding.
Significa muchísimo para mí conocerte, es un honor grande y
poderoso que nunca imaginé que tendría. Tienes un corazón tan
puro que emites amor con tus palabras, espero que crezcas
mucho pero mucho, tendrás muchísimo éxito lo sé, enserio, te
admiro desde lo profundo de mi alma.
Jericco le sonrío con un gran gesto de afecto y cariño.
– Mi nombre es Ghenda Calnea y soy mexicana, –habló otra mujer
entre la gente, era bastante atrayente por su cabello rosa y por su
piel latina. Soy wicca, y me dedico a ello con mucho amor, cariño
y pasión. La gente me llamaba bruja y hablaba muy mal a mis
espaldas, y debo admitir que eso me afectaba porque también soy
un ser humano y tengo sentimientos... Hasta que todo cambió en
un mágico momento en el que supe que eso debería cambiar, y no
sé cuando comencé a apoyarte tanto como lo hago ahora, porque
antes de que despertaras del coma muchos de nosotros sabíamos
lo que en realidad vivías, y no, no era ninguna enfermad. ¡Eres el
Rey de Pléyades y de nuestro mundo! ¡LARGA VIDA PARA EL
REY!

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Ghenda empezó a aplaudir y la gente se sumó a ello. Jericco sonrió
y le lanzó un beso con una bonita expresión de cariño.
– Yo soy Stephanie Acuña, –dijo una chica en voz alta, tenía gafas
y su piel era morena, tenía el cabello liso y posicionado de lado–,
he viajado desde Bogotá, Colombia para conocerte, es un orgullo
bastante grande. Felicidades por lo que has logrado, me llena de
felicidad saber que moriré en paz sabiendo que te conocí.
Jericco le lanzó una sonrisa y bajó la cara honorablemente. Al lado
de la chica estaba sentado un joven de gafas y cabello negro, él se
levantó de su silla y habló en voz alta:
– Yo soy Eduardo Campos y es un honor conocerte, viajar desde
Ciudad de México y compartir con tus fieles seguidores fue lo
mejor que me sucedió en el año. Me has hecho la noche, espero
que siempre recuerdes lo valiente que eres, porque eres nuestra
inspiración. ¡Larga vida para nuestro Rey!
La gente le aplaudió mientras Jericco le hacía un gesto de gratitud.
– Soy Ronald Rojas de Colombia, –habló un chico de cabello negro
y piel pálida–, emigré de mi país hace unos años porque también
estaba siendo perseguido por gente peligrosa. Me identifico con
tu historia y por eso estoy aquí para apoyarte, siento que hemos
vivido cosas similares y desde que estabas en coma, comencé a
relacionarme con el ocultismo hasta que entré a esta gran secta y
me tuvieron al tanto de todo lo que pasaste…
Otro hombre habló:
– Soy Carlos Meléndez, y concuerdo con todo lo que Ronald habló
porque también pasé por lo mismo. Soy de Perú, y escapé de mi
país porque estaba siendo perseguido por una red de peligrosos

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narcotraficantes. La sociedad Belcebúblack me rescató de todos
mis verdugos y me ayudaron a cambiarme de identidad, y aunque
la gente piensa que los satanistas somos dementes sin corazón, sé
perfectamente que aquí conocí a las mejores personas del mundo.
¡Jericco, eres una inspiración para todos!
Una chica sentada cerca del altar habló:
– ¡Soy Jocelyn Reyes! Vengo de Ciudad de México, tuve que cruzar
la frontera ilegalmente para no morir de hambre y cumplir ese
gran sueño de ser escritora. Vine acompañada de mis amigas en
busca del sueño americano, todas fuimos víctimas de maltrato y
acoso. Venir a Brooklyn fue lo mejor que nos sucedió, Josefina y
Germán nos ayudaron a obtener nuestros documentos legales y
ahora somos nacionalizadas en el país. Estamos identificadas
con tu historia, eres nuestra gran inspiración.
Una de sus amigas habló:
– Yo soy Ariadna Rodríguez, vengo de Ciudad de México y también
quiero cumplir mis sueños de ser una gran escritora. Por todo lo
que viviste me ha enseñado privilegiadamente lo que significa ser
valiente, te admiro mucho y quiero que siempre cuentes conmigo
porque eres un hermoso ser humano y mereces mi amistad. Todos
aquí somos una familia, y tú eres parte de ella, me enorgulleces.
Jericco le hizo una seña con la mano lanzándole un beso, le sonrió y
le aplaudió.
– Mi nombre es Ariadna Rincón –dijo otra chica repentinamente– y
vengo de Venezuela. Quizá y soy la más joven de aquí, tengo 16
años y vivo con mi abuelo en Manhattan. Te admiro desde que
escapaste de una prisión de máxima seguridad, me llenaste de fe
y fortaleza sabiendo que tú superaste todos tus miedos por ti solo
616
acompañado de gente maravillosa, he vivido muchas cosas que
me gustaría superar y aceptar como tú lo hiciste.
Un grupo de caballeros vestidos con trajes rojos y corbatas negras
hablaron cuando Ariadna terminó su discurso.
– Soy Cassius Deffers, –habló uno de los caballeros poniéndose de
pie–, vengo de República Dominicana. Admiro tu talento y quiero
seguir conociéndote porque me considero un fiel seguidor, sé que
escribirás muchos libros sobre todo lo que viviste y yo estaré allí
apoyándote. ¡Felicidades!
– Mi nombre es David Gasla, –dijo otro del grupo alzando la voz–,
honestamente es un honor haber viajado desde de Perú sólo para
conocerte. Es maravilloso y fabuloso tenerte aquí con nosotros,
porque desde ahora en adelante estaremos para ti en todo lo que
necesites.
Otro muchacho del mismo grupo se levantó de la silla con su copa
de vino y añadió unas últimas palabras que cerró el debate grupal.
– Soy Cristhian Acosta y vengo desde México, primeramente,
quiero darles las gracias a Josefina y a Germán por realizar esta
gran celebración, ha sido una bonita velada. En segundo lugar,
quiero aprovechar este momento para hacer un brindis por
nuestro Rey Harry Winchester, por su mejor amiga Aradia y por
ese valiente y noble compañero que lo acompañó en todo este
proceso. No sé cuánto tiempo me quede de vida, pero de lo que sí
estoy seguro es que nunca dejaré de admirarlos tanto. Son
heroínas y sé que en un mañana serán historia porque desde ya
son una leyenda. ¡Que vivan los reyes, larga vida para el Rey y
su tropel!

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Todos aplaudieron levantándose de sus asientos. Aradia le quitó el
micrófono a Jericco y dijo algo:
– Jericco y yo compartimos una larga historia, pero desde que lo vi
en la cárcel por primera vez desde Pléyades sentí algo que nunca
imaginé que sentiría, fue un sentimiento de felicidad y nostalgia
porque él es todo para mí. Ahora sé que tendré eso en común con
ustedes, porque también lo admiro y lo apoyo como a nadie en la
vida.
Aradia tomó la mano de Jericco haciendo una mueca con la boca y
le dio el micrófono a Liam.
– Quiero agradecerles a todos por recibirnos de esa linda manera
tan especial, –gratificó con las manos entrelazadas al micrófono–
Jericco es el mejor amigo que nunca tuve, es el amigo con el que
siempre soñé en tener, y sinceramente, me enorgullece saber que
ahora está en donde siempre quiso estar siendo la mejor versión
de sí mismo. ¡LARGA VIDA PARA EL REY!
Jericco le dio un abrazo afectuosamente y luego abrazó a Aradia, el
público continuó lanzando vítores y honorables ovaciones de risas.
Los silbidos eran atronadores, la gente brindaba por el nuevo Rey
chocando sus copas con festejo y júbilo. El alborozo del templo fue
gozoso y divertido, Jericco regocijó toda la noche mientras conocía
a sus seguidores y platicaba con ellos, se fotografiaban y bailaban
con un prodigioso entusiasmo de hilaridad.
Los meses transcurrieron y Jericco comenzó a hacerse famoso con
el nombre de Harry Winchester, la gente lo alababa y lo admiraba a
nivel mundial por sus avances ocultistas. Su campo principal era la
magia negra y la alquimia, Jericco se reunía frecuentemente en las
catacumbas de París para evocar sus recuerdos en Pléyades cuando

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realizaba la nigromancia. Jericco iba en buen camino siguiendo los
legendarios pasos de Crowley, en el año 1950 fue reconocido por
ser el alquimista más joven del siglo 20. Podía comunicarse con los
demonios más peligrosos y con los ángeles más divinos, tenía viajes
astrales y veía el futuro con claridad. El mundo estaba deslumbrado
y maravillado por los innumerables éxitos de sus trabajos, podía ver
la muerte en los ojos de la gente y decía lo que sucedería a futuro en
sus vidas, lo más aterrador era que sus predicciones se cumplían.
Era claro que Harry Winchester/Jericco Goldstein se convirtió en el
único sucesor de Aleister Crowley, la humanidad le temía por aquel
gigantesco poder que desnudaba a cualquier impostor en su camino.
Su segundo hogar era las catacumbas de París, en compañía de sus
seguidores realizaba el mismo procedimiento que ejecutaba Nicolás
Flamel para transformar los metales en oro y dar el elixir de la vida
eterna. Su asistente colombiana Fernanda Moreno y su mexicana
aprendiz Michel Galván eran sus principales compañeras de viaje,
Jericco tenía una mente muy brillante y llamativa para los jóvenes
de aquella década, gracias a los épicos éxitos de Jericco, la magia y
el ocultismo se extendió a nivel global dejando de ser un tabú, en lo
que llevaba de año la gente comenzó a apartarse de las iglesias y se
quitaron las esposas de su esclavitud, las personas eran libres de
pensar y actuar sin sentirse amilanadas por un sistema religioso.
Liam se convirtió en el rabino del Templo de Gerlia y Aradia fue
llamada como la nueva suma sacerdotisa del Templo Belcebúblack,
Jericco se adentró en la demonología y en la filosofía hermética.

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Capítulo 51: La llamada que lo cambió todo.

22 de octubre del 1950.


Broadway, Nueva York.
8:00 am.
Germán regresó a Londres con Josefina para remodelar el Templo
de Gerlia, Liam estaba de gira en Canadá y durante ese momento se
encontraba en Vancouver con su novio. Jericco estaba en el teatro
con Aradia para una icónica presentación, ella se encontraba en el
camerino maquillándose minutos antes del show que daría para una
enorme multitud. El teléfono del camerino comenzó a sonar, Jericco
contestó:
– ¿Hola? –Dijo sujetando la bocina–.
Una voz femenina contestó:
– ¡Jericco, soy yo, Josefina! –Sonaba muy alterada y ahogada–.
Jericco se asustó, Josefina estaba llorando.
– ¡HEY! ¿Te sucedió algo malo? –Le preguntó Jericco en voz alta,
Aradia lo miró asustada tirando el maquillaje en el piso y caminó
hacia él, tenía un body blanco–. ¿Qué pasó, Josefina?
Josefina estaba sollozando y su voz no se escuchaba bien.
– ¡Está muriendo…! –Lloriqueó Josefina con la voz entrecortada–.
¡Germán está muriéndose, lo estamos perdiendo! ¡Quiere verte!
Jericco se puso pálido como un papel y quedó boquiabierto con sus
manos temblorosas.
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– T-t-tomaré el a-avión para Londres d-de inmediato, –tartamudeó
con la voz llorosa y nerviosa, tuvo un sofocante mareo que lo
hizo sudar y empezó a vomitar–.
Aradia le tomó mano sin saber la noticia y comenzó a darle suaves
palmadas en la espalda, Jericco berreaba como un animal mientras
vomitaba los pies de Aradia.
– ¿Qué pasó, qué te dijo Josefina? ¿PASO ALGO MALO? ¡DIME!
Jericco la miró a los ojos con esa mirada consternada y sufriente.
– Germán… Germán está muriendo y quiere verme. ¡Necesito ir al
avión, tengo que ir al aeropuerto!
Aradia sintió un hormigueo en todo el cuerpo, tuvo un estreñimiento
y empezó a llorar desconsoladamente.
– ¡Vamos, nuestro piloto siempre está allá!
– ¿Y qué hay de tu presentación? ¡Siempre soñaste con esto y no
puedes dejarlo! –Gritó Jericco, encolerizado y entumecido–.
– ¡A LA PUTÍSIMA MIERDA CON ESO, VÁMONOS YA MISMO A
LONDRES! –Aulló Aradia con un resoplido de sufrimiento–.
Salieron del camerino corriendo a toda velocidad, Aradia se puso
su abrigo y un sombrero negro mientras corría en tacones. La gente
que esperaba a Aradia se le quedó mirando con plena confusión, el
equipo teatral de Broadway intentó detenerla, pero ella los ignoró
con empujones y gritos de cólera.

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Capítulo 52: No me dejes.

7 horas después.
Londres, Reino Unido.
3:00 pm.
Aradia y Jericco no hablaron durante todo el viaje, bajaron del jet y
el chofer los esperó en un Jaguar XK120 para llevarlos al hospital
de San Bartolomé, el más antiguo de Inglaterra fundado en el lejano
año 1123. Llegaron al hospital y subieron hasta el último piso para
ver a Germán, en la sala de espera se encontraba su compañero de
culto. Un chico de Perú al que llevaba conociendo por muchos años
desde que era su aprendiz, Francisco Mendoza.
– ¡Señor, Winchester! –Le dijo a Jericco levantándose del asiento–.
Jericco frenó bruscamente y se estrelló con Aradia golpeándose los
brazos.
– ¿Cómo está Papá? –Le preguntó Jericco–. ¿En dónde está?
Aradia le interrumpió:
– ¿Qué le pasó a Germán?
Francisco no sabía cómo responder.
– En la mañana tuvo un infarto agresivo en el miocardio, –Jericco
y Aradia tragaron grueso mirándose entre sí con misterio–, pero,
el problema es que su corazón quedó muy estropeado… Está más
que inservible porque no bombea la sangre suficiente para todo
el cuerpo, en consecuencia, la baja concentración de oxígeno en

622
la sangre está deteriorando lentamente su salud cerebral porque
el cerebro no cuenta con la suficiente oxigenación, ni siquiera
puede respirar bien. Germán se está olvidando de todos, parece
que no nos reconociera, sólo menciona tu nombre mientras llora
del dolor que siente en el pecho.
Jericco y Aradia volvieron a mirarse estremecidos pero esta vez con
un gesto de desilusión. Una chica apareció de pronto saliendo de la
habitación, abrió la puerta y salió acompañada de un chico.
– Buenas tardes, amigos, –dijo ella– no sé si me conozcan, pero yo
los conozco muy bien a ustedes. Mi nombre es Gabriela España y
déjenme decirles que, Germán es un padre para mí, lo amo tanto
que tengo mucho miedo en perderlo. Lo conocí en clases de artes
oscuras, mis compañeros acá también son sus alumnos.
– Soy Dariczon Duarte, –se presentó el chico–, vengo de Costa
Rica… Desde que me informaron sobre la situación de salud de
Germán he estado destrozado, él es todo lo que tengo y no quiero
perderlo. Pienso que deberían ir a su habitación y pasar tiempo
con él porque siento que, de hoy no pasa con vida.
Jericco se puso pálido, Aradia lo tomó del brazo.
– Debo ir a la habitación, –musitó Jericco, aterrorizado–, adiós.
Aradia y Jericco corrieron a la habitación por Germán, Jericco se
tropezó con una silla y por poco caía.
– ¡Me duele, me duele! –Gritaba Germán en la camilla, yacía en el
dolor de su herido corazón–. ¡Aaahhhhh!
La voz de Germán se apagaba, su mirada perdida y su rostro pálido
devastaron a Jericco con un gemido de melancolía.
– ¡Papaaaa! –Sollozó Jericco aproximándose a él–.
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Aradia se cubrió la cara con sus manos y empezó a lloriquear.
– ¡Jericco, hijo, ven acá! –Suplicó Germán con la voz temblorosa–.
No me dejes solo, no me dejes aquí… ¡Quédate conmigo!
Germán estaba temblando y sudando con la dentadura vibratoria.
Tenía un catéter en la mano derecha por donde se le administraban
los medicamentos por la vía endovenosa, una máscara de oxígeno y
una bata azul.
– ¿Cómo te sientes? –Le preguntó Jericco llorosamente–. Todo va
a estar bien, por favor, quédate tranquilo, ya estamos contigo. No
estás solo, ¿Sí?
Germán lo miró quejumbrosamente soltando una tos ahogada.
– Hijo, no me siento bien, –volvió a toser debajo de la mascarilla y
le dio su mano a Jericco–, no me dejen solo…
Aradia se le acercó por el otro lado de la cama, le dio su mano y le
besó la frente.
– Todo estará bien, mi viejito, –murmuró Aradia conteniendo sus
lágrimas con la voz cortante y temblante–. Eres la persona más
fuerte que conozco, y sé que saldrás de aquí con la frente en alto.
Germán acarició la mano de Aradia con su pulgar, parecía que ya
no podía hablar. Sólo intentaba mantenerse fuerte para ellos.
– ¡Ah! –Soltó un quejido con un jadeo–. No puedo respirar, tengo
mucho dolor en el pecho.
Jericco se asustó con la cara de alerta.
– ¿Quieres que llame a un Doctor? –Preguntó Jericco–.

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– Oh, no, no llames a esos maricas, sólo vienen a hacerme sentir
peor, –Aradia y Jericco se miraron con una extraña risa–, sé que
ya no me queda mucho tiempo de vida… Ya viví mis 70 años, la
próxima semana estaría cumpliendo 71 pero dudo que llegue a
esa fecha.
Aradia lo miró horrorizada.
– ¿Por qué dices eso? –Rezongó Aradia–. ¡Saldrás de aquí pronto!
Y sé que celebraremos tu cumpleaños a lo grande, ¿Recuerdas el
año pasado cuando bailamos en mi fiesta de celebración? ¡Haré
un baile sólo para ti!
Germán la miró afligidamente y volvió a toser más fuerte, no quería
ilusionarlos.
– ¿En dónde está Liam? –Preguntó tristemente–.
– Está en Canadá, –le respondió Jericco–, no tuvimos tiempo para
avisarle lo que sucedió.
Germán agachó la cara, era muy importante para él tenerlos allí en
ese preciso momento.
– Intentaré comunicarme con él lo más antes posible, –dijo Aradia
confortantemente–. No quiero que te preocupes por nada, cariño,
respira hondo e intenta estar lo más tranquilo posible.
– Entonces Liam no estará presente para la noticia que le daré hoy
–respingó Germán, desalentado–.
– ¿Qué noticia? –Quiso saber Jericco curiosamente–.
Alguien abrió la puerta de la habitación, era Josefina.
– Buenas tardes, amores, –saludó Josefina cariñosamente–. ¿Cómo
les fue en el viaje?

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– ¡Hola! –Le dijo Jericco levantándose de la silla para ir a
abrazarla–. Pues, ha sido muy agotador, pero aquí estamos.
Aradia caminó hacia Josefina y le dio un abrazo.
– Qué bueno que llegaste, Josefina, –le habló Germán–, quiero que
estés presente para decirle a los muchachos lo que quiero hacer.
Jericco y Aradia se sintieron nerviosos. Germán le tendió la mano a
Josefina, estaba temblando, por más que intentara hacerse el fuerte
era difícil para él.
– ¿Estás listo? –Le preguntó Josefina dándole la mano–.
El monitor del electrocardiograma indicaba que los latidos estaban
descendiendo.
– Llamaré al Doctor, –dijo Jericco apresuradamente–, esto no está
nada bien.
Jericco salió disparado a la puerta.
– ¡No! –Le pidió Germán antes de que Jericco abriera la puerta–.
Quiero que escuches muy bien lo que te voy a decir, y tú también,
Aradia. He dejado un documento en donde indico que tú eres el
heredero universal de mi fortuna, quiero que seas tú el nuevo
líder de mi templo y sus asociados. Porque hasta del día de hoy,
el Templo de Gerlia y el Templo Belcebúblack se llamarán de esa
manera, desde este día serán parte de la Nación Pléyades en
cada una de las ciudades en la que está, la sociedad de ocultismo
y satanismo más grandes del mundo. Ese será su nuevo nombre,
mi poder está en tus manos como el único Rey y monarca del
ocultismo. Aradia seguirá siendo la suma sacerdotisa de la
sociedad, Liam será siempre el alto rabino y tú Jericco, eres y
siempre serás mi orgullo más grande y brillante.
626
Aradia y Josefina miraron de inmediato a Jericco con una expresión
de asombro. Jericco no sabía cómo reaccionar, era lo que menos se
esperaba.
– Espera, espera, –repitió Jericco, extrañado y confundido–. ¿Los
templos serán a partir de ahora Nación Pléyades? ¿Por qué?
Germán le respondió adoloridamente soltando un bufido.
– Pléyades es tu orgullo, y el mío también, tú tienes muchísimos
seguidores en todas partes del mundo y quiero que se integren en
una sociedad privada y recóndita en donde estén a salvo. No he
sentido mejor bienestar que cuando estoy con tus admiradores, es
como si ellos sintieran el mismo orgullo que yo siento por ti. Esa
gente tiene una pequeña parte de tu madre, quien te cuida desde
un lugar digno y colorido, y una gran parte de los abuelos que tú
perdiste hace años atrás, especialmente a toda esa gente que con
tu valentía liberaste en Pléyades, porque aunque no lo creas, hay
millones y millones de personas en ese mundo que te admiran y te
aman aunque no te tengan a su lado.
Jericco soltó una lágrima y agachó la cara mientras sonreía. Aradia
le dio una palmada en la espalda mirando a Germán, agradecida.
– Muchas gracias, papá, –le dijo Jericco dándole un abrazo–, no sé
cómo podré agradecerte por todo lo que has hecho por mí. Ese es
el honor más grande y heroico que nunca antes había sentido, y
ser el nuevo líder de Nación Pléyades es algo que nunca imaginé.
No sé si estoy soñando justo ahora pero, es un sentimiento triste y
feliz, conocerte fue una de las cosas más hermosas que me pasó
en la vida. Te amo, padre, te amo y siempre te amaré porque eres
y serás el padre que nunca tuve. Te prometo que Aradia, Liam y

627
yo, daremos la cara por ti y por todo el esfuerzo que hiciste para
levantar a tus templos.
Aradia los abrazó a ambos, Josefina se unió al abrazo de tres.
– Creo que ahora si podré morir en paz, –farfulló Germán con la
voz quebrantada mientras intentaba respirar adoloridamente–, sé
que tomé la decisión correcta y nadie la cambiará.
Germán estaba mirando a un costado de la habitación, tenía una luz
en sus ojos. No paraba de toser ahogadamente.
– No, no, nos digas eso, –le suplicó Josefina llorosamente–, no te
vayas tan rápido, por favor.
Josefina se levantó pero Aradia y Jericco seguían abrazándolo.
– Lo sé y lo presiento, –susurró Germán debilitándose con los ojos
perdidos, estaba poniéndose pálido–, ya no siento mi cuerpo. Por
favor, hijos, continúen sus vidas como lo han hecho, me iré con el
orgullo de haberlos conocidos y de haber compartido los últimos
momentos de mi vida con ustedes. Gracias por hacerme feliz, no
me olviden, nunca lo hagan, prométanmelo…
Germán empezó a temblar desmesuradamente con los ojos rojos y la
cara amarilla. Tosía y jadeaba con ahogo y sofoco.
– Todo estará muy bien, mi viejito, –murmuró Aradia en el oído de
Germán–, ya todo está pasando… Ya no sufras, nosotros siempre
te amaremos más que a nada en el universo, te amo, y siempre te
amaré con todas mis fuerzas aunque no tenga, nunca lo olvides te
lo suplico con todo mi corazón. Nunca olvidaremos a ese hombre
tan maravilloso que dio lo mejor de sí mismo por nosotros, eres
nuestro angelito.

628
Jericco se levantó un poco y lo miró a los ojos, vio que Germán ya
no podía respirar y tenía la mirada perdida en la nada. Aradia no
quiso dejarlo ni un segundo, seguía abrazándolo sin importar nada.
Josefina empezó a temblar mientras se limpiaba las lágrimas de la
cara, estaba devastada.
– Je-Je-Jericco, –tartamudeó Germán, débil y quebrantado–. Cu-
cu-cuida mucho a Aradia, y dile a Liam que, si-siempre lo amaré,
es mi tesoro, y u-u-ustedes son mi fortu-tu-na, ti-tienen una larga
vida por delante… ¡Jo-Josefina, estaré esperando por ti!
– ¡NOOO PAPÁ! –Gritó Jericco con la voz quebrada y desabrida–.
¡NOOOOOOO! ¡NO TE VAYAS AÚN, PAPÁ!
Josefina comenzó a prorrumpir alaridos, caminó hacia Germán y le
dio un beso en la mejilla. Las manos de Germán se agarrotaron y la
voz se le puso muy aguda.
– Da-dalia ha venido por mí, –susurró Germán soltando su último
suspiro–. Está conmigo, ella está aquí… Te amo, mi Jericco.
Aradia siguió abrazándolo llorosamente, estaba jadeando con dolor
y clamor. Germán intentó sonreír y cerró los ojos, el monitor dejó
de pitar y la pantalla quedó en negro.
– ¡NOOOOO! –Profirió Josefina tomando el cabello de Germán–.
¡Mi bebé! ¿POR QUÉ? ¡AAAAAHHHH! ¡NOOOOO!
Jericco sujetó la mano de Germán, sintió que su mano le apretó la
suya.
– ¡ESTÁ VIVOO! ¡ESTÁ VIVOOO! –Insistió con sonoros gritos de
entusiasmo–. ¡Ha apretado mi manoooo! ¡Mi papá está vivo!
Josefina abrazó a Jericco.

629
– No, cariño, –le habló suavemente para calmarlo–, ya pasó a una
mejor vida con su hermosa reina, Dalia.
Aradia estaba perdida en sus lágrimas.
– ¡GERMAAAAAAN! –Gimoteó Aradia con desespero y angustia–.
¡NOOOOO! ¡ESTO NO PUEDE ESTAR PASANDO!
Germán tenía una suave sonrisa en el rostro como si descansara.
– ¡Larga vida para ti, papá! –Gritó Jericco acariciándole la cara y
las manos–.
Jericco se acostó a un lado de Germán y lo abrazó, los minutos eran
lentos y los segundos dolorosos. Jericco no sabía cómo expresar sus
sentimientos, sentía que las lágrimas sólo empeoraban la situación,
ni en sus depresiones más sucias y despiadadas se sintió tan perdido
y miserable como en aquella tarde. Mientras el cuerpo de Germán
empezaba a ponerse frío, Jericco lo abrazaba para calentarlo con el
suyo. Era devastador, Jericco estaba reprimiéndose y tragándose el
dolor como una anaconda; Aradia estaba con él, y eso era su punto
más grande de fortaleza para no quebrarse en mil pedazos. Jericco
habló con Liam por vía telefónica por un largo rato, pero, Liam no
sabía cómo expresar la sorpresa por su alto nivel de incredibilidad,
tomó un avión de inmediato y llegó al día siguiente a Londres.

630
Capítulo 53: Confusiones fúnebres.

Un día después.
Jericco estaba muy distraído y confundido, no hablaba con nadie y
lloraba sin que nadie lo viera. Mientras estaba sentado en frente del
ataúd de Germán, algunos de sus seguidores se acercaron a él para
darle apoyo y amor.
– Hola, Jericco, –le dijo Víctor Hugo, un gran amigo de Germán
en México–. No hay palabras para reconfortar esta pena, así que
llora todo lo que quieras, siéntete triste. Pero, también quiero
que recuerdes ese amor, ese respeto, ese cariño, y ese gran
corazón que tienes, que nos hace recordar a Germán. Eres un
hermoso ser humano y por esa razón, te veía como a su propio
hijo, ten tu tiempo de duelo y después toma estos sentimientos y
júntalos con los demás.
Víctor abrazó a Jericco compasivamente y se dirigió al ataúd.
– Hey, Harry, –le habló otro chico, tenía el cabello largo y rizado–,
no sé si me conozcas… Soy Lenin Balderas de México, te apoyo
mucho y quiero que cuentes conmigo siempre. Además sé que no
hay palabras que sean de aliento en estos momentos.
Lenin abrazó a Jericco y luego se dirigió a Josefina para abrazarla,
estaba destrozada. A diferencia de Jericco, él no demostraba que en
su interior estaba sufriendo en el propio infierno de su mente. Sólo
se mostraba apagado y callado, no dijo nada en todo el funeral.
– Jericco, –lo saludó una chica de cabello rojo y tez blanca, venía
de Chile–. Soy Elois Santander, es difícil perder a un ser querido

631
pero te diré algo… Él está con la mujer que ama y es el hombre
más feliz del universo entero, algún día los volverás a ver y será
tan emocionante como antes. Venimos a este mundo para hacer
cosas maravillosas y luego partir, y si tú quieres llorar, llora, no
hay nada mejor que desahogarnos. Él siempre estará contigo y
no importará la lejanía porque te protegerá de cualquier cosa.
Jericco le respondió con un gesto y prefirió quedarse en silencio e ir
al baño para llorar, la gente lo observaba con mucha rareza y lo
hacían sentir incómodo mientras susurraban cuando lo veían pasar.
Jericco entró al baño y se sentó sobre el retrete con la vista nublada
de lágrimas, frunció el ceño y se puso las manos temblorosas en el
rostro. Sacó una pequeña botella de alcohol de su abrigo y empezó
a beber, –su cara estaba hinchada de tanto llorar–, de repente, algo
extraño sonó afuera del baño como si alguien caminase con sigilo y
silencio, Jericco se sintió extraño como si lo estuviesen observando
por el borde inferior de la puerta. De pronto, un sobre purpura es
lanzado por debajo de la puerta y cae hacia los pies de Jericco, fue
muy extraño y confuso, él se inclina hacia delante y estira la mano
para cogerlo del piso.
¿QUÉ MIERDA? –Pensó Jericco después de abrirlo, sintió que el
corazón se le iba a salir–.
Dentro del sobre había una carta en anónimo que decía:
Estimado Harry Winchester, sabemos perfectamente que eres Jericco
Goldstein desde que huiste desde Alemania. Conocemos muy bien tus
secretos y tenemos las evidencias suficientes para que regreses a la cárcel,
no es justo que un criminal tan salvaje como tú esté suelto por el mundo.
Prepárate para lo que está por llegar, te estamos observando a ti, a tus
mediocres amigos y a tus ineptos seguidores. No tienes ideas de quienes

632
somos y de lo que podemos hacer para hundirte, vil maldito sinvergüenza.
Ten cuidado, porque estamos muy cerca de ti.

Jericco tuvo en fuerte estreñimiento en el estómago y un nudo en la


garganta, tragó saliva y sintió una opresión en el tórax. Miró para
todos lados y dejó caer su botella de alcohol en el suelo, se quebró
ruidosamente y la bebida se regó en el piso mientras Jericco pasaba
por encima de los cristales. Salió del baño y miró a todas partes con
el corazón increíblemente acelerado, rompió la carta y se la metió
en la boca para mascarla y deshacerla hasta escupirla en un pote de
basura. No quiso decirle nada a Liam y a Aradia por lo que no les
habló sobre ello en el funeral, no quería preocuparlos, pensó que se
trataba de una broma pesada de algún fanático, se dirigió al equipo
de seguridad y les pidió a sus hombres que no dejaran entrar a
nadie más a la funeraria.
Después de todo, en la mente de Jericco surgió una hipótesis que se
relacionaba con los destinos alternos a los que llegamos después de
morir. Porque cuando finalmente morimos, la luz que vemos al final
de un túnel es la nueva luz del quirófano de un hospital en donde
volvemos a nacer, nuestro nacimiento es relativo hasta que lloramos
angustiosamente recordando la vida anterior por la razón de que ya
lo perdimos todo. Durante el crecimiento, comenzamos a olvidarnos
de lo que vivimos en la vida pasada hasta enfocarnos en la nueva
vida que tenemos, pero los pequeños recuerden permanecen y nunca
se van de nuestra cabeza quedando en una memoria perdida y vaga
a la que conocemos como los dejavu.
Jericco se sentía sólo y vacío durante el funeral, pero el apoyo de
Liam, Aradia, Josefina y de sus seguidores lo levantaban a pesar de
los catastróficos puntos de inflexión. Ellos eran las únicas personas

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en el mundo que podían hacerlo sentir bien hasta sacarle una
sonrisa, eran lo único que le quedaba de Germán.
Aunque su mundo se caía en pedazos por los apocalípticos choques
de meteoros, las estrellas caídas se juntaban con cada fragmento
para pulverizar con el brillo a las heridas percibidas.

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Capítulo 54: Que Dios te perdone, porque yo no lo haré…

8 meses después.
13 de junio del 1951.
Playa de Navagio, Grecia.
Después de la trágica muerte de Germán muchas cosas cambiaron
en la vida de Jericco, tanto para bien como para mal. Durante todo
el año estaba siendo acosado por mensajes anónimos en los que era
amenazado. Su vida dependía de un hilito, cada día se atormentaba
más y más por los mensajes anónimos que enviaban a través de las
cartas que llegaban en sobre a su correo. Para despertar de aquella
terrible pesadilla, Jericco y sus dos amigos decidieron tomar unas
largas vacaciones griegas en el verano.
Las aguas turquesas y los restos de naufragio resaltaban en las
orillas del mar con un perfecto cielo azul, las montañas verdes y los
vendavales calientes de verano sintonizaban una sinfonía agradable
de bienestar y tranquilidad con el sonido del choque de las olas. La
singular belleza paradisiaca de Navagio era un remoto lugar con el
que Aradia había soñado, la playa se encontraba rodeada de
altísimos acantilados que parecían abrazarla. Las refrescantes,
cristalinas y pacíficas aguas del Jónico se cubrían por una suave
arena blanca que bordeaba la playa con el encanto de la
naturaleza, las cuevas en formas de arco por la cual atravesaban
las azulísimas aguas turquesas se poblaban de una superficie
rocosa y frondosa.

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Jericco, Liam y Aradia navegaban en el hermoso mar Jónico en un
yate negro que compraron en Finlandia el mismo año. Jericco había
cambiado mucho en los últimos meses, tenía el cabello largo hasta
los hombros y el tono de su piel se ajustaba con el rojo dorado de su
cabello, su hermosa barba de príncipe le daba un toque sensual y
seductor para quienes se intimidaban con la perfección de Jericco.
Liam tenía un moderno short azul al igual que Jericco con un par de
gafas azules para el Sol, Aradia tenía un bikini sensual y candente
de color negro que le daba una sexy simetría a sus preciosas curvas.
Después de bucear y encerrarse en una jaula rodeada por tiburones
blancos se sentaron a almorzar cerca de la proa, fue una exquisita y
deliciosa velada de mariscos acompañada de una botella de whiskey
y una de ouzo, la bebida más tradicional de Grecia.
– Olvidé decirte algo, Jericco, –le dijo Liam sosteniendo una copa
de ouzo con la mano–.
Jericco le lanzó una mirada curiosa mientras enfriaba su sopa de
ostras con la cuchara.
– ¿Qué? –Quiso saber–.
Aradia miró a Liam con rareza, diciendo:
– ¿Es algo de lo que debemos preocuparnos o?
– ¡No! –Prorrumpió pensativamente mientras el viento le movía el
cabello–. O bueno, sí, es una mala noticia para Jericco, o no…
Liam no sabía cómo decirle lo que pasaba.
– ¿Qué pasa, Liam? –Volvió a preguntar Jericco, sugestionado–.
Liam se quitó las gafas y le respondió con la voz cortante.

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– Lo siento, Pupilo, la verdad no sé cómo decir esto porque sé que
podría ser incómodo para ti… Pero, hoy en la mañana llamó uno
de tus asistentes a la recepción del hotel.
– ¿Quién? –Le interrumpió Aradia con un tono frío y serio–.
– Dominic Jacob, –respondió Liam echándose un trago de ouzo–.
Me dijo que, tu padre está muriéndose en el hospital universitario
de Núremberg, Alemania. Nuestro equipo de detectives ha dicho
que tu padre no ha dejado de mencionarte, aunque cree que estás
muerto sigue hablándole a todos sobre ti, quiere verte…
Jericco tiró su plato de sopa al mar y miró a Liam con intriga, tenía
los ojos rojos y candentes de furia y cólera.
– ¿POR QUÉ QUIERE VERME? –Refunfuñó Jericco levantándose
de la silla–. ¡Él fue a torturarme cuando estaba en prisión con el
gran maldito de Stephenberg! ¿ESTÁS HABLANDO EN SERIO?
– Nunca antes había hablado tan seriamente como en este preciso
segundo, –le respondió Liam alertado–. ¡Desde ya te advierto, no
irás solo para ese maldito hospital! ¡Y SI NO QUIERES IR, NO
VAS!
Aradia se quitó las gafas y la lanzó en el piso.
– ¡Maldito desgraciado sinvergüenza! –Gritó Aradia enfurecida
con la voz brusca–. ¿POR QUÉ QUERRÍA VERTE? ¡MALDITO
BASTARDO DE MIERDA!
– ¿Él cree que soy tan imbécil? –Farfulló Jericco con las manos en
la cabeza–. Chicos, sé que ese maldito es mi enemigo principal, y
sé también que debe traerse algo entre manos porque lo conozco
más que a nadie.

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– ¡Te acusó de asesinar a tu propia madre cuando él mismo lo
hizo, fue a la prisión con el hombre que te arruinó la vida para
TORTURARTE MÁS! –Vociferó Liam a todo pulmón–.
– ¿Saben? –Rezongó Jericco frenéticamente–. ¡VAMOS! Sé que no
es seguro para nosotros porque lo presiento y sé que no es buena
idea, lo siento desde cada latido en mi corazón, lo siento desde
mis malditas venas…
Liam iba a decir algo, pero Aradia lo interrumpió.
– Oigan, oigan, ya cierren la puta boca porque se las romperé a
pedazos, –reconsideró Aradia con una expresión de confusión y
asombro–. ¿El hospital está en Núremberg?
Jericco todavía no captaba lo que intentaba decirle Aradia con esa
mirada de suspenso.
– ¡Sí, allá mismo! –Afirmó Liam asintiendo con la cabeza–.
– ¿Qué pasa? –Preguntó Jericco, abstraído–.
– ¿No crees que haya muchísima coincidencia? –Cuestionó Aradia
con la voz baja–. Pero… ¿Por qué en Núremberg? ¿Recuerdan al
Núremberg de Pléyades?
Jericco y Liam abrieron la boca lentamente mirándose entre sí.
– Oh, –dijo Jericco levantando las cejas con un quejido–, no había
pensado en eso…
– ¿En Núremberg fue en donde conocieron a la familia Scrooket? –
Preguntó Liam arqueando una ceja–.
Jericco se quedó en silencio mientras pensaba.
– Sí, –aseguró Aradia moviendo la cabeza vigorosamente–, y se me
hace muy extraño que a estas alturas de la vida aparezca de la

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nada… Hay algo muy extraño detrás de todo esto, y ya no puedo
imaginármelo.
– ¿Saben? –Recapacitó Jericco distraídamente–. Vamos, sé que es
bastante extraño y presiento lo peor de esto… Pero, debemos ir
para saber qué es lo que nos está buscando, el que nos busca nos
encuentra. ¿Están listo?
Liam y Aradia cruzaron miradas incómodas.
– Pues… Sí. –Afirmó Aradia pensativamente–.
– ¿Qué creen que diga el Señor Goldstein cuando nos vea llegar a
la habitación y observe que Jericco en realidad no está muerto?
–Preguntó Liam, confundido–.
Aradia miró a Liam ambiguamente y le respondió:
– Lo que diga o piense ese maldito viejo enfermo, me lo meto por la
vagina y me lo saco por el culo.
Jericco y Liam empezaron a reírse escandalosamente. El conductor
los miró raro.
– Regresemos al puerto y vayamos al aeropuerto lo más rápido que
podamos, –dijo Jericco–. Son las 11:26 am, en unas siete horas y
media estamos en Alemania.
– Fueron los 13 días más bonitos de mi vida, –comentó Aradia–, no
quiero irme todavía, pero…
– Luego regresamos, –aseguró Liam–, quizá y los próximos meses.
– Que comience el show, –dijo Aradia con diversión–. Estoy lista.

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8 horas más tarde.
Hospital del Espíritu Santo, Núremberg, Alemania.
7:30 pm.
Núremberg tenía una gran similitud con el Núremberg de Pléyades,
una nostálgica ciudad medieval que construía los fragmentos de los
viejos recuerdos en Pléyades, Aradia y Jericco sintieron una bonita
sensación de añoranza como si ya hubiesen estado ahí. El hospital
era un antiguo edificio con estructura medieval y una apariencia de
castillo gótico, estaba ubicado en una zona bastante alejada de la
ciudad y no transitaban personas por allí, sólo había una desolada y
fantasmagórica autopista en medio de maleza y árboles encorvados.
Cuando entraron al tétrico hospital, la gente se les quedó viendo de
manera desconfiada e intensa, Liam le preguntó a una enfermera en
qué habitación se encontraba Arthur Goldstein y ella los llevó a la
misma. Arthur estaba en el último piso del hospital en el área de
cuidados intensivos, su habitación era la más olvidada y solitaria de
ese hospital. La vieja enfermera les indicó la puerta y luego regresó
a planta baja para la sala de emergencias; Liam, Aradia y Jericco
caminaron hacia la puerta con un extraño hormigueo en el cuerpo,
un estremecimiento que normalmente no sentirían.
Cuando llegaron a la puerta de la habitación se detuvieron antes de
abrirla, había un mal augurio que les evitaba pensar con claridad y
tranquilidad. Se hicieron un gesto con la mirada y silenciosamente
abrieron la puerta, en la habitación había un enorme frío que heló
sus manos cuando entraron a ella, –Arthur estaba en la camilla, era
irreconocible, parecía un cadáver descompuesto–. Estaba arrugado
y muy amarillento, su vida dependía de una máquina de oxígeno que

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apenas lo mantenía cuerdo para hablar y pensar. La bombilla de la
habitación titilaba quedando a oscuras en cuestiones de segundos.
Jericco se acercó a su camilla y le habló cortantemente.
– Buenas noches, Señor, Goldstein.
Su padre abrió los ojos débilmente y se asustó.
– ¿Quién eres?
Arthur no veía el rostro de su hijo por la oscuridad.
– Soy yo, querido, padre. El mismísimo Jericco Goldstein en carne
y hueso.
La débil luz de la bombilla se encendió de golpe e iluminó el rostro
de Jericco.
– ¿Qué haces aquí? –Preguntó Arthur, asombrado e inquieto–. ¡Tú
estás muerto, estás muerto!
Liam y Aradia rodearon la camilla.
– Olvídate que vine para saber cómo estabas, es lo que menos me
importa. Ahora veo que la vida hizo justicia por sí misma.
Jericco lo miró con asco y rencor, su padre estaba agónico.
– Tengo un enorme tumor en el cerebro, ¿No es suficiente para que
te sientas mejor?
– ¡No, no lo es! –Refunfuñó Jericco negando con la cabeza–. Nada
en el mundo es suficiente para lo que en realidad te mereces, eres
un pedazo de mierda podrida a la que detesto con todo mi ser. En
comparación a la catacumba en donde dejaste que me encerraste,
vives como un rey a diferencia de lo que me tocó vivir por toda tu
culpa, vil, maldito.
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– Tengo mis días contados, hijo, tengo miedo… No me dejes morir,
te pido perdón, me arrepiento de todo lo que te hice.
– ¡JAJAJAJA! –Se carcajeó Jericco mientras su papá lo tomaba de
la muñeca–. ¿Perdón? ¿QUÉ ES EL PERDÓN PARA TI? ¡Eso es
lo que tuviste que haberle dicho a mi mamá!
– Te lo imploro, Jericco, ten piedad de mí, te lo ruego, por favor.
– ¡Cállate, gusano arrastrado! –Continuó Jericco a gritos, le puso
su mano en el cuello de su padre y la apretó–. Me encanta saber
lo mucho que estás sufriendo ahora, tanto como yo sufrí por tu
culpa.
– No fue mi culpa, hijo, no lo fue… Eres mi único hijo, eres la luz
de mi vida. ¡Te amo, hijo, nunca quise herirte!
Liam le quitó la cobija bruscamente, Arthur tenía las dos piernas
amputadas.
– Wow, mira que sorpresa, –dijo Jericco–, ni piernas tienes. Nunca
me había sentido tan satisfecho como ahorita, si tuviera tiempo lo
habría aprovechado para destruirte y dejarte peor de cómo estás
en este momento.
– ¿Cuándo te convertiste en ese monstruo tan despiadado?
– Me parezco a ti, ¿Verdad? –Respondió Jericco–. ¿Ahora si puedo
ser tu orgullo? Porque durante toda mi puta vida te encargaste
de manipularme como a una maldita rata de laboratorio. Gracias
a ti perdí a mi madre, me perdí a mi mismo, crecí con miedo e
inseguridades, me enterraron vivo, me encerraron en la cárcel y
me violaron, me maltrataron y se burlaron muchas veces de mí.
Maltrataste a mis abuelos y me enseñaste a creer que nunca sería
lo suficiente para alguien, siempre me odiaste por ser afeminado,
respetuoso y diferente a la mierda que tú eres. Sé que no soy el
hijo que esperaste, ¿Sabes por qué? Porque sí, me encantan los

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hombres, y también las mujeres, lo admito de corazón. ¿Qué me
harás ahora? ¿Me vas a golpear? ¡Párate de esa maldita cama y
pégame como lo hacías con mi mamá y mis abuelos! Cuando con
esas malditas piernas amputadas pateabas a mi mamá, golpeabas
a puños a mi abuelo, a tu propio padre, y estrujabas a mi abuela
con tus sucias manos arrugadas. Hundiste a tu propia madre y la
llevaste a la muerte, ella era lo único que tenía, pero tú también
me la quitaste. ¡TE ODIO, SIEMPRE TE ODIARÉ, MALDITO
SEAS HASTA EL ÚLTIMO SUSPIRO DE TU SUCIA VIDA!
Liam miró el enchufe de la máquina que estaba detrás de la cama.
– ¿Quieres que desconecte la máquina?
Arthur estaba llorando desconsoladamente, tenía miedo y miraba a
Jericco como si fuese el malvado de la historia. Liam insistió:
– Es lo única que podrías hacer por la memoria de tu madre, por la
hermanita que nunca nació y por la honrada memoria de tus
abuelos. Y en especial, por tus años en coma, por tu sufrimiento y
porque te arruinó la vida cuando tan sólo eras un niño.
Jericco caminó hacia el enchufe y miró a su padre sin piedad.
– No, hijo, no lo hagas, te lo suplico… Soy tu padre.
Repentinamente, Jericco vio a Germán en esa camilla, un espejismo
de cuando estaba en el hospital muriéndose. Jericco sólo escuchaba
los susurros de las voces de Liam y Aradia en su cabeza. Jericco
volvió en sí y le lanzó una mirada despiadada.
– Mi único padre ya murió, –ultimó Jericco cruelmente–.

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Desenchufó el cable de la máquina que lo mantenía vivo, su papá se
desesperó en la asfixia y empezó a abrir la boca mientras sus ojos
se ponían en blanco.
– ¡Aaaaaaaahh! –Sollozó Arthur agonizante y sollozante–. Hi-hi-
hijo, no me dejes morir, co-co-conecta la máquina…
Arthur quedó con la boca expandida, no la podía cerrar y sus ojos
estaban volteándose hacia atrás. Jericco se acercó lentamente a su
padre en medio de la agonía y le escupió la boca, se apartó y luego
Aradia se introdujo los dedos en la vagina y después los untó de sus
fluidos, los sacó rápidamente y los metió en la boca de Arthur quien
moría lentamente consiente de lo que sucedía. Liam tenía náuseas y
asco, acercó su boca a la de Arthur y empezó a vomitarle dentro de
ella. Arthur terminó de ahogarse con el vómito de Liam, con los
fluidos de Aradia y la saliva de Jericco hasta que murió con la boca
abierta y los ojos en blanco.
– Tenemos que salir de aquí inmediatamente, –murmuró Jericco
caminando en retroceso–.
– ¿A dónde vamos? –Preguntó Liam–. No hay taxis en esta zona y
ni siquiera hay gente afuera.
– ¡Sólo salgamos de aquí! –Insistió Aradia–.
Dejaron el cadáver de Arthur Goldstein en la cama y salieron de la
habitación como si nada hubiese pasado, nadie sospechaba nada de
ellos y aprovecharon el oportuno momento para salir del hospital.

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Capítulo 55: Persecución mortal. El Proyecto MK-ULTRA.

Al salir del hospital se toparon con una brumosa oscuridad, el vacío


y la negrura de la noche se complementaban con el sonido de los
vientos moviendo y sacudiendo la maleza. De repente, algo empieza
a sisear desde el interior de la maleza mientras se meneaba por la
fuerza del viento, –los chicos sintieron un brutal escalofrío–, era un
sonido extraño y perturbador que sonaba desde el fondo del monte.
– ¿Qué es eso? –Preguntó Liam, alertado, estaban caminando muy
rápido–.
– No lo sé pero les recomiendo que se hagan los sordos –respondió
Aradia–.
– Les recuerdo que estamos al frente de uno de los hospitales más
antiguos de Alemania, –añadió Jericco con la voz cansada–, y es
algo normal que hayan espíritus malos o buenos rondando por su
alrededor.
– Mejor apresurémonos antes que dejemos pasar un taxi, –sugirió
Liam–. Estamos cerca de la ciudad, sólo falta salir del pueblo.
De pronto, dos enormes faroles iluminan sus rostros cegándolos con
el brillo de la luz blanca. Era un enorme camión que venía del norte
a toda velocidad, los tres chicos giraron hacia atrás y comenzaron a
correr en sentido contrario para el sur. Era imposible regresar al
hospital porque habían cometido un homicidio en primer grado y ya
los habían visto entrar, la enfermera los recordaría y podrían haber
llamado a la policía de inmediato. Mientras corrían rápidamente al
sur, los siseos continuaban sonando desde la maleza con susurros y
gritos que se hicieron cada vez más ruidosos. El camión estaba muy

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cerca de ellos, era evidente que el conductor quería arrollarlos con
los gigantescos neumáticos del camión.
– ¡Saltemos al monte! –Indicó Liam–. ¡O NOS MATARÁ!
– ¡La carretera es muy angosta, no podemos orillarnos y saltar al
monte porque será peor! –Gritó Aradia cansinamente–.
– ¡Ni se les ocurra saltar al monte! –Advirtió Jericco, agotado–. Es
un barranco muy empinado, podríamos matarnos.
– ¡NO SÓLO POR LA CAÍDA, SIENTO UNA MALA PRESENCIA!
–Exclamó Aradia mucho más fuerte–.
Los siseos continuaban.
– ¡Siento algo encima de mí! –Gritó Liam, amedrentado–. ¡Es algo
pesado y caliente sobre mi espalda!
Aradia miró a Liam y vio que una masa negra estaba encima de él.
– ¡Sólo corre y no mires atrás, Balam está con nosotros! –Profirió
Aradia con un quejido de cansancio–.
Jericco vio un rostro pálido y deforme asomarse en el monte, y se le
erizó el vello de todo el cuerpo.
– Acabo de ver algo terrible, –dijo Jericco perdiendo la voz–, era
un rostro aterrador y macabro. ¡NO MIREN A LOS LADOS!
Aradia y Liam se espantaron, seguían corriendo. El camión estaba
muy cerca de ellos, disminuía y aumentaba la velocidad para darles
pánico y terror.
– ¡ESTA CALLE NO TIENE SALIDA, ESTAMOS BLOQUEADOS!
–Gritó Liam alterado y desesperado–.
Al final de la autopista había una inmensa pared de piedra que no
les permitió seguir corriendo.
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– ¡MALDITAAA SEA! –Rezongó Jericco–. ¡ESTAMOS JODIDOS!
– ¿AHORA QUÉ? –Rugió Aradia, encolerizada–.
Se detuvieron golpeando la altísima pared de piedra mientras se les
salía el corazón con sus gritos de desespero. El camión de carga se
detuvo y tres personas vestidas con traje de cuero negro y máscaras
de conejo bajaron del tráiler, caminaban desafiantemente entre la
niebla.
– Esto está muy mal, –masculló Liam apoyando la espalda en la
pared–, ahora no tenemos nada más que entregarnos…
– ¿Entregarnos a ellos? –Replicó Jericco–. No son policías, sé que
podemos pelear. Somos tres contra tres.
– ¿No ves que esa gente está armada? –Le preguntó Aradia–. Ni
siquiera tenemos algo para defendernos, sólo nuestras manos.
– Joder, a la mierda con todos, –farfulló Jericco crispado–, somos
las raíces de Pléyades, hijos de Balam y reyes del mundo. No hay
por qué temer, que pase lo que tenga que pasar…
– ¡Caminen porque somos capaces de disparar! –Ordenó uno del
trío, estaban apuntándolos con poderosas escopetas–.
A Jericco se le hizo muy familiar esa voz masculina, caminaron al
camión con las manos en alto. Los empujaban con las escopetas.
– ¿Qué quieren de nosotros? –Les preguntó Aradia furiosamente–.
¿Dinero? ¡Les daremos todo el dinero que pidan, pero déjenos en
paz!
Aradia, Liam y Jericco entraron al tráiler temerosamente.
– ¡Shhh! –Dijo otro de ellos–.
Jericco les miraba las máscaras con rareza y pasmo, eran tétricas y
horripilantes.

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– ¿A dónde nos llevarán? –Cuestionó Jericco con inquietud–.
Les ataron las manos y los hicieron sentarse en un rincón.
– ¡Malditos locos! ¡Cobardes! ¡Degenerados! –Les gritó Liam con
un escupitajo–.
Uno de ellos pateó a Liam en la barriga dejándolo sin aire.
– ¡Sólo digan qué quieren de nosotros! –Insistió Aradia–.
Inesperadamente, comenzaron a quitarse las máscaras con lentitud
y sigilo. No fue una sorpresa agradable sino aborrecible y terrible;
Aradia, Liam y Jericco se quedaron boquiabiertos. El primero fue lo
más sorprendente de la noche, era John Stephenberg, –fue algo muy
inesperado para Jericco, se puso pálido y se sintió en peligro–, el
hombre observó a Jericco con una despreciable mirada de tirria y
repudio. La segunda persona en quitarse la máscara fue alguien que
nunca tuvo por qué existir, era Annette Warner, y la tercera que no
se demoró en revelar su identidad fue el puñal que atravesó el alma
y el corazón de Jericco… Roxette Runford, la mujer en la que tanto
confiaba y a la que amaba como si fuese de su propia sangre, fue la
sorpresa más desagradable y abominable de su vida.
– Entonces ustedes son los únicos líderes más grandes de la Nación
Pléyades, –conjeturó Stephenberg con la voz cortante–. ¿Cómo
es que andan por una carretera tan desolada como esta? Y sin la
protección de guardaespaldas, ¿No que eran tan poderosos?
Jericco lo miró fijamente con una presión en el pecho, tragó saliva y
soltó un bufido mientras intentaba asimilar lo que sucedía.
– ¿Cómo estás, hermanito, Jericco? –Le preguntó Roxette con una
mirada llena de ira–.

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Aradia y Liam estaban confundidos y petrificados, nunca antes en la
vida habían visto a Stephenberg. Jericco sabía lo peligroso que era
ese hombre, estaba patitieso por la traición de Annette y Roxette.
– ¡Annette, Roxette! ¿Qué significa esto? –Preguntó Aradia con un
grito de consternación–.
Roxette y Annette estaban riéndose con antipatía.
– ¿Cómo fueron capaces de hacerme esto? –Les preguntó Jericco
con los ojos aguados–. ¿Y TÚ, ROXETTE?
– ¿Tú papá Balam no te dijo eso? –Replicó Roxette–. ¡Todos hemos
cambiado desde que despertamos en este maldito mundo! Así que
¿Pensaste que sería la misma de Pléyades y que regresaríamos al
Olimpo?
Jericco bajó la cara mientras continuaba llorando decepcionado y
entristecido.
– ¿Están listos para formar parte del proyecto MK-ULTRA? –Les
preguntó Stephenberg con un tono burlón–.
– Nosotras ya lo somos, –añadió Annette pasándose alrededor del
tráiler–, y faltan ustedes…
– ¡Púdrete, Stephenberg! –Refutó Jericco, coléricamente–. ¿Acaso
crees que somos idiotas? ¡Eso jamás! ¡Vete a la mierda tú y tus
malditos proyectos inhumanos!
Stephenberg le pateó la cara a Jericco, le rompió la boca. Aradia y
Liam empezaron a sacudirse con inquietud.
– ¡Mátanos si eso quieres! –Lo desafió Liam–. Nada de eso será lo
suficiente para obligarnos a ser parte del MK-ULTRA. Mejor ve
a controlar a la puta de tu madre, maldito.
Stephenberg miró a Liam con recelo.
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– Veo que sabes bastante del MK-ULTRA, –susurró Stephenberg–,
que bueno que lo sepas… Por si no lo sabes, Roxette y Annette es
el ejemplo de que la manipulación mental si es posible. Fueron el
punto más exitoso de éste proyecto, porque después de cumplir el
método eficaz para el control psicológico, como por ejemplo, la
alteración de sus funciones cerebrales con la administración de
drogas y otros productos químicos, y tú, Jericco, más que nadie
conoces los placenteros cocteles que preparo con creatividad y
paciencia, también incluye hipnosis, la privación sensorial, el
aislamiento, y diversas formas de tortura, como abusos verbales
y sexuales.
Jericco le direccionó una mirada de resentimiento.
– ¿Sometiste a estas dos mujeres al MK-ULTRA? –Replicó Jericco
en voz alta–. Ahora entiendo todo, lavaste el cerebro de este par
de imbéciles para ponerlas en nuestra contra.
Aradia estaba perpleja y absorta.
– ¿Qué tan mal estaban de la cabeza? –Repuso Aradia–. Qué asco.
– ¡Nosotras lo pedimos! –Respondió Roxette apuntando la boca de
Liam–. Nos volvimos adictas al LSD…
Stephenberg le interrumpió:
– Desde que terminó la Segunda Guerra Mundial me he dedicado a
lo que hoy en día llamo como el Código de Núremberg, y después
de la Zona 13 continúe con mi labor a partir de las polémicas de
los Juicios de Núremberg, cuando acusaron a los que estaban en
el mando con Adolf Hitler después de mi escapatoria.

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Aradia estaba intentando cortar la soga de sus manos con las uñas.
Nadie la veía, ella estaba siendo discreta para no llamar la atención
de Annette y Roxette.
– Y te aprovechaste de eso para acusarme de todos tus delitos ¿No
es así? –Habló Jericco, desafiantemente–.
Jericco estaba mirándolo sin parpadear, estaba lleno de furia.
– Y fue muy fácil, –admitió Stephenberg–, muchos amigos pudieron
salvarse gracias a ti.
Liam sentía mucha impotencia.
– ¡MALDITOOO! –Vociferó Liam con la cara colorada–. ¡NO TE
SALDRÁS MÁS CON LA TUYA!
Roxette golpeó la cabeza de Liam con su escopeta, el golpe fue tan
duro que lo dejó inconsciente.
– ¿QUÉ TE PASA? –Protestó Jericco, rabiosamente, se movía con
mucha fuerza–. ¡DÉJALO EN PAZ! ¡NO LO GOLPEES MÁS!
¡TRAIDORA, ESO ES LO QUE ERES! ¡MALDITA TRAIDORA!
Aradia continuaba cortando la soga cautelosamente, lo aprendió en
la cárcel. Liam cayó hacia atrás perdiendo el conocimiento, cerró
los ojos y fue como si estuviese dormido.
– Comencemos ya con el proyecto MK-ULTRA, –dijo Stephenberg
caminando hacia Jericco, se sacó una larga jeringa del bolsillo
de su chaqueta–. Tú padre hizo un buen trabajo, al menos lo hizo
de nuevo antes de morir… Me ayudó contigo para que regresaras
a mis manos otra vez, fue una misión suicida pero, dio su vida
por la mía.
Aradia estaba liberándose de la soga, faltaba un poco más.
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– ¡AAAHHHHH! –Aulló Jericco alejándose de la jeringa–. ¡Nooo,
quítate! ¡Roxette, ayúdame! ¡No dejes que me inyecte!
Roxette y Annette estaban burlándose de Jericco, Stephenberg le iba
a colocar una dosis de LSD.
– Tu padre me ordenó que lo hiciera, –reveló Stephenberg–. Y lo
haré en honor a su memoria.
Stephenberg sostuvo a Jericco de las manos con la ayuda de Roxette
y Annette, y forzosamente, inyectó el brazo mientras Jericco gritaba
con alaridos y berridos.
– ¡AAAAAHHHHH! –Chillaba Jericco, quebrantadamente–. ¡NO
ME HAGAN ESTO! ¡NOOO!
– Olvidé decirte algo, Jericco, –dijo Stephenberg repentinamente–.
Tu gran amiga Annette es mi sobrina, y fue ella quien me ayudó a
capturarte durante todos estos años mientras vivían de mi dinero.
¡JAJAJAJAJA! ¿Sorprendidos? –Aradia quedó petrificada y era
imposible creerlo, Jericco estaba sintiendo los efectos del LSD–.
Liam estaba desmayado, Aradia y Jericco estaban estremecidos.
– ¿QUÉ? –Preguntó Jericco con la voz entumecida–. ¡Mientes!
Roxette soltó una risa de picardía.
– ¿Creíste que Annette los ayudaría con su dinero amigablemente?
¡No me sorprende lo iluso que eres! –Bramó Roxette–.
Annette caminó hacia Jericco y dijo:
– Mi querido tío Stephenberg, me dio todo el dinero suficiente para
traerte de regreso a sus manos. No fue un plan muy agradable y
oportuno, pero, mírate, ya estás en nuestros pies.

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– ¿Todo ese tiempo en la prisión fingiste ser nuestra amiga? –
Replicó Aradia–.
– ¡Exactamente! –Respondió Stephenberg por Annette–. Annette se
internó en la prisión para hacerse amiga de Jericco, y lo que no
me interesa es que ustedes ya se conocían anteriormente. Me vale
un kilogramo de mierda si en realidad estuvieron muertos o no, y
lo que menos importa es ese mundo al que le llaman Pléyades…
Porque ya son míos, y desde ahora serán parte del proyecto MK-
ULTRA. ¿Felices?
Jericco no podía escuchar lo que hablaban, tenía la visión doble y
borrosa.
– ¡Eso jamás, bastardo! –Contradijo Aradia mientras rasgaba la
soga precavidamente–.
Annette le apuntó la cabeza a Jericco.
– Harry Winchester desaparecerá con su élite, –habló Annette, su
maquillaje estaba derritiéndose–. Y utilizaremos sus dones para
nuestros beneficios, al final de todo, el dinero que tienen nos
pertenece a nosotros.
De repente, la puerta del tráiler se abrió lentamente y un pequeño
pájaro negro entró volando con desespero.
– ¡Mata a ese pájaro! –Le ordenó Stephenberg, Annette le disparó
erróneamente, el pájaro esquivó la bala–.
Entraron más cuervos negros.
– ¡Es imposible, hay muchos! –Negó Annette, Roxette disparaba
pero era más que inútil–.
Roxette abría agujeros en la pared del tráiler con las balas.

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– ¡A la mierda con eso! –Impugnó Stephenberg–. Iré por más LSD
en la alacena, acompáñame Roxette.
Roxette dejó la escopeta en el piso y siguió a Stephenberg, iban a la
pequeña habitación que estaba dentro del tráiler. Annette se acercó
a los chicos desafiantemente.
– Quedamos nosotros los de siempre –dijo Annette bajando el arma
en el piso, sacó una navaja del bolsillo de su pantalón–. ¿Sabes?
Hay algo que siempre quise hacerte.
Aradia se le quedó mirando fijamente, estaba concentrada en cortar
la soga de sus manos.
– ¿Qué quieres, puta barata? –Le preguntó Aradia sin miedo–.
Annette se le lanzó encima bruscamente cortándole la cara a Aradia
con gritos enfermos y psicóticos. La cara de Aradia sangraba desde
la frente hasta el cuello, su rostro ya no lucía tan perfecto.
– ¡QUÍTATE PUTA! –Gritó Aradia desesperadamente–. ¡AAAHH!
Aradia liberó sus manos de la soga y le dio una patada a Annette en
el estómago lanzándola contra la pared del tráiler, Aradia se puso
de pie y cogió la navaja del piso. Annette intentó levantarse del piso
y Aradia le saltó en la espalda poniéndole el cuchillo en el cuello.
Annette comenzó a sacudirse mientras Aradia le halaba el cabello y
le cortaba la garganta horizontalmente, Annette estaba gritando con
el cuerpo bañado de sangre mientras Aradia le hurgaba la garganta
con sus manos. Aradia apretó un puño dentro de la herida y extirpó
los tejidos de su garganta, estaba aplastándole los ganglios y las
cuerdas vocales. Annette cayó en el piso arrodillada y Aradia le dio
una puñalada en la barriga, luego le apuñaló el diafragma y trituró
su corazón cuando enterró el filo de la navaja en su pecho. Aradia

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se apartó de Annette y caminó hacia sus amigos para desatarles las
manos con la navaja, Jericco estaba perdido en lo más oscuro de su
conciencia y Liam no reaccionaba.
Annette estaba desangrándose lentamente mientras que su corazón
dejaba de latir, tenía la boca expandida y el cuerpo le temblaba con
escalofríos y sofocos con jadeos de ahogo.
– Escucho colores y veo sonidos, –alucinaba Jericco, tenía los ojos
rojos y la pupila dilatada–. ¡TENGO MIEDO! ¡ESTOY VIENDO
A MI PAPÁ! ¡MI PAPÁ ESTÁ AQUÍ! ¡ESTÁ DETRÁS DE TI!
Jericco tenía mucho pánico y confusión, estaba viendo a su padre
fallecido detrás de Aradia. Estaba llorando con la mirada perdida y
gritaba sin razón, tenía imágenes aterradoras en su mente, tenía los
músculos contraídos y temblaban excesivamente con taquicardias y
bradicardias.
– Tranquilo, cariño, no pasa nada, –dijo Aradia compasivamente,
le rompió la soga de sus manos y le acarició las mejillas–. Todo
estará bien, confía en mí, no te dejaré solo. Quédate con Liam, yo
volveré por ustedes.
Aradia le rompió la soga a Liam y le liberó las manos, el golpe hizo
que se desmayara y todavía no daba razones para despertar. Aradia
besó la frente de Liam y se levantó, y en el momento que giró hacia
atrás vio que Stephenberg estaba junto a Roxette mirándola con una
expresión malévola. Aradia se asustó repentinamente y sin sentir
miedo caminó hacia ellos.
– Te crees muy astuta, ¿Eh? –La desafió Roxette apuntándola con
la escopeta–.
Stephenberg tenía una jeringa en cada mano.

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– Soy mucho más inteligente de lo que una prostituta y básica como
tú lo sería, –replicó Aradia acercándosele con valentía–, ¿Me vas
a matar? ¡Jajaja! ¿Por qué no lo has hecho? ¡Imbécil!
Aradia hizo un movimiento brusco y levantó la pierna hacia Roxette
pateándole la escopeta, –la escopeta cayó en el suelo y Aradia la
empujó con el pie hacia un lado–, le dio un bofetón a Roxette e hizo
que su cara se ladeara a la derecha con la mano marcada en ella.
Aradia volvió a darle una patada brutal, pero Roxette retuvo su pie
ágilmente, sostuvo el pie de Aradia con la mano y lo dobló con furia
generándole un dolor intenso que la hizo aullar con molestia.
Aradia se desplomó cayendo al suelo adolorida y estiró el brazo con
rapidez para coger la escopeta, –Roxette se alejó de Aradia cuando
vio que tenía la escopeta entre sus manos–, en ese momento, Aradia
miró a Stephenberg y vio que estaba acercándose a Liam con las
jeringas para drogarlo, ella se descuidó de Roxette por un segundo
y le disparó a Stephenberg en la cabeza antes de que inyectara a
Liam, –el balazo decapitó la mitad de su cabeza, se desfiguró por el
disparo–. La cabeza de Stephenberg tenía una gran hendidura en el
centro, parecía una macabra máscara impregnada de sangre. Era
una escena sangrienta y hostil, Aradia estaba frenética y sólo quería
matar para liberarse de las cargas de su pasado, no había algo más
satisfactorio que quitarle la vida a alguien con mucha fruición. Ver
la sangre en sus manos era gozoso y placentero, observó a Roxette y
empezó a reírse mientras se levantaba apuntándola con el arma. Ya
no había vuelta atrás, Roxette estaba amedrentada y no sabía cómo
huir del monstruo que despertó en Aradia.
– Eres una porquería de mujer, –le dijo Aradia apuntándola con la
escopeta–, mira como tiemblas del miedo como una cobarde. No

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sabes con quién te metiste, maldita, te arrepentirás cuando llores
en el infierno de sufrimiento…
Roxette se le arrodilló, estaba llorando.
– Mátame ya, mátame de una vez… Por favor, mátame, lo merezco.
Aradia recapacitó mientras la observaba fríamente.
– No, no lo haré, ¿Sabes por qué? Porque a pesar de tu traición, sé
perfectamente que Jericco te amaba como a una hermana. Y lo
heriste, destruiste un corazón noble que latía con pureza y mucha
divinidad. Me das lástima, no sé cómo Jericco pudo confiar en lo
más bajo del universo. ¡Siento su decepción! ¿Después de todo lo
que vivieron en Pléyades? ¡No mereces vivir! Pero dejaré que la
vida te pase factura del daño que le hiciste, sintiéndote en lo que
te queda de vida como una miserable mierda traidora. ¡Me das
asco!
Roxette miró a Jericco con los ojos nublados de lágrimas y agachó
la cara con vergüenza. Jericco estaba quejándose muchísimo, no se
podía controlar, sus gritos eran desgarradores.
– Espero que le digas a Jericco que me arrepiento de haber sido su
peor error, –reconsideró Roxette–, tienes razón… No valgo nada
a lado su corazón, soy la decepción más grande del mundo.
Aradia seguía apuntándola.
– Lárgate de mí vista porque te volaré la cabeza, –advirtió Aradia
mirándola con mucho odio–, no quiero verte más cerca de él, no
regreses más a su vida porque ya no confía en ti.
Roxette se levantó del piso y caminó hacia la puerta del tráiler. Los
cuervos estaban devorando el cuerpo de Stephenberg y Annette.

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– Adiós, –le dijo Roxette en la puerta del tráiler–.
Roxette miró para afuera mientras el camión iba a toda velocidad y
dio un salto, cayó rodando en la carretera rompiéndose los brazos y
las piernas. Se golpeó la cabeza e intentó cubrirse la cara pero fue a
donde más se rompió, el rostro le sangraba.
– ¡Auxilio! –Lloriqueó Jericco alucinando–. ¡Estoy quemándome!
¡Me quemo! ¡Me estoy quemando! ¿EN DÓNDE ESTOY?
Aradia miró a Jericco con la cara de preocupación y se restregó la
mano en el cabello.
– ¿Quién está conduciendo? –Pensó Aradia–.
Aradia corrió rápidamente a la puerta del tráiler y se asomó con la
escopeta mirando a la cabina. Quien conducía el camión hizo que se
quedara sin palabras, era Alejo Becker, Aradia se escondió y sintió
una mala sensación de decepción y tristeza.
– ¿Qué hago? –Susurró Aradia sintiéndose impotente–. No puedo
matarlo, no, no puedo… Era mi amigo, ¿Qué debo hacer?
Aradia le costó pensarlo dos veces, pero hizo lo que tenía que hacer.
Se asomó cautelosamente desde el borde de la puerta y le apuntó el
cráneo. Cuando se preparó para dispararle una lágrima se regó por
su mejilla, comenzó a llover y los cuervos se alteraron, empezaron a
volar por todo el tráiler mientras chillaban y golpeaban las paredes
con aleteos de consternación y terror. Había estrepitosos truenos y
resplandecientes relámpagos que caían alrededor del camión, era
un clima apocalíptico y feroz que subyugaba las tierras más lejanas
de Núremberg.
Aradia miró al espejo del camión y Alejo compartió una incómoda
mirada con ella, él se puso tan nervioso que empezó a acelerar sin
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ver la empinada curva en la autopista. Alejo intentó frenar pero las
ruedas se resbalaron por el agua de la autopista y el camión se
inclinó completamente hacia un lado, quedó al borde de la autopista
y empezó a menearse hacia los lados a punto de caer al vacío.
Aradia se espeluznó y cayó en la desesperación al no poder salir del
tráiler, no quería hacerlo sin Liam y Jericco, no hallaba la forma de
escapar con ellos.
De inesperado, el tráiler comenzó a separarse de la cabina mientras
Alejo intentaba acelerar apresurado, los neumáticos patinaban en
la carretera por lo que era imposible conducir en esas condiciones
con las borrascas de la lluvia, la espesa niebla bloqueaba la vista
de la autopista y la oscuridad se hacía temer por las descargas
eléctricas que bajaban de las nubes cargadas de energía. El camión
chocó con un altísimo árbol y el tráiler se despegó totalmente de la
cabina, Alejo se perdió en la carretera y se volcó en el abismo que
se veía desde las alturas, la cabina estaba rodando vigorosamente
en el barranco y el estruendo de los golpes retumbaban los oídos de
Aradia. Era un infierno, el sonido de la tormentosa lluvia, los gritos
de Jericco y el sonoro chillido de los cuervos se aglomeraron con la
explosión del camión cuando la cabina detonó antes de llegar al
fondo del precipicio. Aradia dio un grito de terror cuando la imagen
de Alejo se le vino a la mente y empezó a recordar lo que vivieron,
sintió una sombría culpabilidad pero al mismo tiempo resentimiento
por su traición, y antes de que el tráiler cayera al precipicio junto a
la cabina corrió hacia los chicos para arrastrarlos hasta la salida.
Cogió a Liam de los brazos y lo arrastró hacia la puerta del tráiler
con mucha fuerza, Liam estaba despertándose pero con debilidad y
fatiga por el dolor de cabeza. Aradia lanzó a Liam en la carretera y
regresó al tráiler por Jericco, –subió encolerizada e irritada, estaba

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cubierta de sangre y enloquecida por el tormento de los cuervos–, lo
levantó de los brazos y le colocó una mano en la cintura mientras
seguía alucinando y llorando afligidamente, y ese momento fue tan
similar e idéntico a cuando Aradia lo bajó de la cruz y lo tomó de la
mano para caminar por el desierto. Ella sacó a Jericco del tráiler y
lo arrojó en el asfalto de la carretera junto a Liam, Jericco estaba
gimiendo adoloridamente con sudores y temblores repetitivos que lo
sumergían en una laguna de dolencias mentales. Aradia saltó desde
la orilla del tráiler y cayó en el piso acostada bocarriba con los
brazos extendidos sintiendo una extraña liberación que le dio paz. Y
súbitamente, el tráiler comenzó a derrumbarse hacia el profundo
barranco haciendo un fuerte estruendo que no se detuvo hasta que
se hizo pedazos en el despeñadero.
Aradia estaba acostada en medio de Liam y Jericco, tenía la cabeza
apoyada en un hombro de Liam y su mano entrelazada con la de
Jericco. Permanecieron acostados por toda la noche en la orilla de
la carretera hasta que la lluvia cesó en el amanecer, bajo las ramas
de un árbol frondoso se cubrieron del agua y acamparon sin sentir
el mismo peligro de antes, ya todo había terminado y los miedos se
fueron para siempre con los enemigos del pasado.
Era el final de una pesadilla y el inicio de un nuevo sueño, una vida
sin enemigos y secretos ocultos que perturben el presente. Aunque el
último secreto encubierto era el que los mantenía vivos y libres, ese
que nunca revelarían hasta el día de sus muertes. ¿Era verdad? Era
como si nada en el mundo se comparase con esa ambigua sensación
de bienestar y libertad, a pesar de que sus secretos pesaban más que
sus tormentos, tenían una paz más muchísima más pesada y potente
que la gravedad de Saturno.

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La vida de Jericco Goldstein siempre fue un lóbrego contraste con
matices grises y pardos, desde Pléyades todo se trataba de venganza
y rencor hasta renacer en el Olimpo y conocer el perdón. No todo su
cielo se llenaba de colores vivos y animosos que derivaban el rosa y
el purpura, sino de colores nebulosos y brumosos que se hacían más
caliginosos y vaporosos. Jericco, Liam y Aradia estaban marcados
para toda la eternidad, ¿Era posible que se encontraran después de
la muerte? Después de tantas personas que llegaban y se iban en un
inesperado segundo habían llegado a la fase más esperada de todas,
como una reluciente lluvia de estrellas resplandecieron sus cielos en
sus noches más oscuras y frías, eran un sistema binario de estrellas
destinadas a estar juntas hasta el día de la destrucción masiva de la
luz en sus centros galácticos, y si la vida se fusionaba con la muerte,
serían una creación sucesiva de agujeros negros y de centellantes
nebulosas de calor y fulgor, periódicamente, destinados al rumbo de
convertir sus corazones en galaxias con los rayos ultravioletas del
renacimiento.
Jericco no quería perder su órbita con mundos errantes, su única
intención era encender esa chispa para hacerla estallar junto a ese
núcleo atómico que estaba por desaparecer, sus minúsculos átomos
de polvo estelar se fusionaron con sus emociones estrellándose unos
a los otros como electrones magnetizados, y en su interior, comenzó
a crearse una poderosa supernova a partir de los restos cósmicos y
erráticos que flotaban vanamente en un espacio perdido en soledad
y nostalgia.

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Capítulo 56: Hasta que la muerte nos separe.

32 años después.
18 de julio del 1983.
Nueva York, USA.
Las últimas 3 décadas fueron un sueño hecho realidad para Jericco,
Aradia y Liam. El Papa Pio XII murió en el año 1958 y esa fue una
gran razón para celebrarlo a lo grande. La sociedad reconocida
mundialmente como Nación Pléyades o Pléyades Nation se convirtió
en el templo de muchísimos ocultistas, entre ellos: Michael Aquino,
Anton LaVey y su hija Zeena LaVey. En el año 1973, Jericco estuvo
presente en el exorcismo de Anneliese Michel en Alemania, junto a
Liam Wembley participó en otras ceremonias exorcistas.
A pesar de que los años pasaron y ya no estaban tan jóvenes como
antes, eso no era un pretexto para asistir a los conciertos de los
Beatles, Madonna, Michael Jackson, Queen, Pink Floyd y otras
grandes estrellas de la música, antes del año 1977 frecuentaban en
los shows de Elvis Presley y del grupo irlandés U2.
Jericco estaba a punto de cumplir 70 años, Aradia los cumplió en
mayo y Liam apenas tenía 68. Se conservaban bastante bien y lucían
joviales y elegantes a esa edad, incluso a los 70 años se veían como
cincuentones elegantes con mentes jóvenes y abiertas. Jericco tenía
el cabello muy blanco y su rostro estaba un poco arrugado, su piel
blanca y sus mejillas rosadas pintaban una obra de arte con el color
café de sus bellísimos ojos, marcó la historia como el líder ocultista
más grande y poderoso del siglo 20, era una tendencia legendaria y

662
épica que ningún ocultista había conseguido. Aradia seguía siendo
una dama hermosa y sofisticada que mantenía un estilo de vida
único y artístico, estaba a pocos años de retirarse de la danza para
descansar y dedicarle tiempo a lo que le quedaba de vida. Liam se
convirtió en un famoso escritor de la época, continuaba siendo un
ícono de la literatura del siglo 20, siendo el dueño de muchísimas
librerías y bibliotecas del mundo tenía bastantes libros escritos bajo
el seudónimo de siempre, ese mismo que cautivó a Jericco cuando lo
leyó por primera vez en la cárcel, Liseanor, el padre de las letras y
la imaginación poética.
Liam fue ingresado de emergencia el 17 de julio del 1983 al hospital
MSK, conocido como el Memorial Sloan Kettering Cancer Center. A
las 10 de la noche de ese mismo día salió en compañía de Aradia y
Jericco al centro médico más cercano, Liam estaba muy enfermo y
los síntomas eran realmente extraños. Sentía un dolor agudo en el
abdomen, tenía dificultad para tragar a la hora de comer y una tos
seca lo atormentaba mayormente por la noche, la repentina falta de
apetito preocupó a sus amigos pensando que se trataba de alguna
anemia, pero los múltiples síntomas variaban aleatoriamente con la
temperatura corporal a cuarenta grados centígrados. La sudoración
diaria a las 24 horas del día era una alerta de que algo empeoraba,
antes de llevarlo al hospital lo encontraron en su cama empapado
de diarrea liquida y cubierto de vómito sangrante, tenía la lengua
blanca y estaba comprimida de dolorosas ulceras que no lo dejaban
comer.
Tenía principio de neumonía y estaba bajando de peso, los dolores
de cabeza se hicieron cada vez más intensos y le provocaron
mareos, aturdimiento y cansancio. Le aparecieron hematomas en el
cuerpo y caía en desespero por la falta de aire, en su primera noche

663
hospitalizado no pudo dormir por el sangrado anal, bucal y nasal.
Se estaba quejando mucho porque no sentía las manos y los pies, en
cada hora que transcurría perdía el control de sus músculos y toda
la fuerza muscular.
A las 5:30 de la mañana del 18 de julio se sometió a un examen de
sangre para una hematología completa, junto a otros estudios más
profundos de química sanguínea. Jericco y Aradia no podían dejar
de pensar en lo que sucedía con Liam, no se despegaron de él ni por
un minuto porque estaban en la habitación acompañándolo. Unas
horas más tarde en eso de las 10 am, el Dr. Thompson, un tipo alto
afroamericano de cabello blanco y gafas, entró a la habitación y les
pidió un segundo para hablar a solas sin que Liam los escuchase.
Jericco y Aradia salieron de la habitación con el Doctor Thompson
sospechando algo raro, no sabían qué sorpresa les daría, tenían un
nudo en la garganta y el estómago se les retorcía con hormigueos y
estreñimientos, sintieron que los nervios les dieron ganas de ir al
baño, estaban pálidos.
– Señores, lamento mucho decirles esto, pero… Les tengo una muy
mala noticia del paciente.
Aradia y Jericco miraron al Doctor directamente a los ojos, estaban
pasmados y atónitos.
– ¿Qué tiene nuestro amigo? –Le preguntó Aradia rápidamente–.
– Por favor, Doctor, –imploró Jericco con preocupación–, díganos
la verdad y sea breve…
El Doctor le interrumpió.
– El paciente Kendall Griffin está sufriendo, tiene una enfermedad
letal que recíprocamente ha deteriorado su sistema inmunitario.
Tiene SIDA, –Aradia quedó boquiabierta, Jericco la abrazó con
664
la cara enrojecida apoyando su barbilla en la frente de Aradia–,
y notablemente, la enfermad está en el punto más agresivo de sus
fases… Lamentablemente, al Señor no le queda mucho tiempo de
vida.
– ¿SIDA? –Replicó Aradia conteniendo las lágrimas–. Oh, cielos,
esto no puede estar pasando…
– Doctor, disculpe me ignorancia, ¿Habrá algún tratamiento eficaz
para eso? –Quiso saber Jericco con la voz temblorosa–.
El Doctor miró a Jericco con abatimiento y soltó un bufido.
– No, no lo hay, –le respondió el Doctor negando con la cabeza–,
existen diversos medicamentos que pueden controlar el VIH con
terapias antirretrovirales y evitar complicaciones violentas, pero,
desafortunadamente nadie se puede salvar del SIDA y no hay una
cura que lo elimine del cuerpo.
Jericco empuñó la mano y se la metió en la boca. Aradia estaba con
el corazón acelerado, no paraba de rascarse el cuero cabelludo.
– Doctor, nosotros somos la única familia del paciente, y estamos
de acuerdo en que se someta a la terapia antiretroviral. –Le dijo
Aradia–.
Aradia quería llenarse de aliento buscando las alternativas para no
perder a Liam. El Doctor la miró fijamente a los ojos y le habló con
la voz cortante.
– Señora, el paciente ya está muy deteriorado para llevar a cabo la
ingestión de medicamentos. Si lo hacemos, podríamos acelerarle
la muerte porque no sabemos cómo vaya a reaccionar con este
tipo de tratamientos. Me temo a que deben dejarlo tranquilo para
no hacerlo sufrir más, ha vivido mucho tiempo con el SIDA y está

665
muy comprado que cuando llegan a los cinco o diez años después
del contagio, su vida termina…
El corazón de Jericco estaba quebrándose.
– Doctor, no me imagino una vida sin él, es mi hermano, es todo el
mundo para mí, –decía Jericco inconsolablemente–, por favor, sé
que debe haber un método para extenderle la vida. Él todavía
tiene mucho por vivir, se lo suplico, no lo deje morir.
– Creo que fui muy claro con lo que dije, Señor Harry, –repuso el
Doctor con una reacción fría y distante–, la mejor manera de que
pueda aliviar su sufrimiento es muriendo. Me duele decirlo así y
sé que él significa mucho para ustedes, pero, deben confrontar la
realidad y prepararse para lo que pueda pasar. Feliz día.
El Doctor les dio la espalda y se fue.
– ¿Y ahora cómo le decimos esto a Liam? –Cuestionó Aradia con
la voz temblona y los ojos llorosos–. ¿Qué hacemos? ¿Morir con
él? No lo sé, maldita sea, no estoy lista para dejarlo morir.
– Amo a Liam con todo mí ser y no dejaré que se muera tan rápido
–sollozó Jericco–. ¿Qué se supone que debamos hacer? Liam no
puede irse solo, no sin mí.
Aradia tomó la mano de Jericco y lo miró a los ojos, tenía la mirada
entristecida.
– Tenemos que ser fuertes para él, –reconsideró Aradia–, debemos
darle muchísima fortaleza y acompañarlo como él lo haría con
nosotros. No lo vayamos a preocupar con nuestro miedo, démosle
los mejores últimos días de su vida.

666
Jericco le regresó una mirada reconfortante y contuvo su dolor con
los ojos enrojecidos, constriñó los parpados y quedó privado en el
llanto.
– Oye, iré al Central Park para caminar un ratito, –le dijo Jericco
rehuyendo a su tristeza con un jadeo–, creo que necesito unos
minutos a solas para pensar y procesar lo que siento y lo pienso.
Quédate con Liam mientras regresó.
Aradia le dio un fuerte abrazo y le habló con indulgencia.
– No estás solo, Jericco, y Liam tampoco. Pase lo que pase, estoy a
tu lado. Nunca te dejaré, te amo.
Jericco tomó los brazos de Aradia y la miró agachando la cara.
– Yo también te amo, dale todo ese amor a Liam y hazlo reír con tu
bonito sentido del humor. Nos vemos luego.
Jericco se alejó de Aradia y giró hacia el pasillo para bajar a la
salida. Aradia se le quedó mirando mientras Jericco caminaba con
el corazón triturado, ella sentía su dolor. Aradia regresó con Liam y
fingió sonrisas con valentía para no asustarlo, lo mantenía con una
esperanza de regresar a casa.

Al día siguiente.
Los síntomas de la enfermedad evolucionaron rápidamente, tenía el
cuerpo repleto de erupciones rojas y los ganglios linfáticos bastante
inflamados. Liam tenía muchos temblores, fiebre alta y empezaba a
tener problemas respiratorios severos. La diarrea era imparable y
la constante pérdida de peso parecía ser una secuencia relativa, no
podía controlar su peso por lo que no tenía fuerzas para hablar, ni
para apretar sus puños y mantener el equilibrio de la cabeza, Liam

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sólo lloraba a escondidas al ver que su salud estaba deteriorándose.
Estaba consciente de que era una enfermedad mortal y que tenía los
días contados, sentía la consternación y la terrible preocupación de
sus amigos. Liam estaba demacrado y parecía un cadáver, pálido y
amarillento, su cara estaba llena de hematomas y tenía el cabello
seco como si estuviese maltratado. Estaba muy delgado y los huesos
sobresalían en su rostro, tenía los pómulos marcados y las ojeras se
hacían ver desde la distancia.
Aradia y Jericco estaban sentados alrededor de Liam, él tenía una
máscara de oxígeno para evitar las asfixias y sofocos anteriores.
– Pupilo, ¿Qué tengo? –Le preguntó Liam, Jericco lo miró con los
ojos llenos de intriga–. ¿Por qué tanto misterio?
Aradia miró a Jericco y le hizo una seña.
– Liam, seremos sinceros contigo, –le habló Aradia, estremecida–,
sabes que te amamos con todas las fuerzas del mundo y nunca en
la vida seríamos capaces de mentirte… Pero, no quiero pasar el
resto de mi vida arrepintiéndome de haberte ocultado algo muy
importante como tu salud.
Liam empezó a vomitar, estaba cubierto de vómito y sangre.
– Sólo díganme lo que tengo, –rogó él sangrando por la nariz, la
sangre le escurría por la máscara de oxígeno–. He tenido mucho
sangrado rectal como si mis intestinos estuviesen rotos. Y eso no
es normal, por favor, sean honestos conmigo, por el amor que me
tienen.
Aradia y Jericco se miraron con preocupación.
– Tienes SIDA, –dijo Jericco sintiéndose culpable–, el contagio fue
hace casi diez años…
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Liam se quedó en silencio y bajó la mirada con decaimiento, estaba
sudando excesivamente aunque en la habitación había frío.
– ¿Por qué no me dijeron antes? –Gimoteó Liam ahogado en una
tos áspera–.
Liam miró para el techo y empezó a llorar coléricamente, tenía las
manos temblorosas.
– No sabíamos cómo reaccionarías y no queríamos que te sintieras
culpable, –respondió Aradia en voz baja–, ayer en la mañana nos
dieron el diagnostico.
Los labios de Liam estaban temblorosos, de repente, una explosión
diarreica chispeó las sábanas y el piso.
– Te amamos, Liam, –comentó Jericco levantándose del asiento–. Y
entendemos todo lo que estás pasando, te cuidaremos como tú lo
hiciste conmigo. Cuando diste tu vida por mí en aquella prisión
en donde nos conocimos, cuando destruyeron tus poemarios para
salvarme la vida. Eres nuestro hermano, y eso nada lo cambiará.
Jericco se le acercó y lo levantó un poco de la cintura, Aradia sintió
un nudo en la garganta y caminó hacia Liam sacándole la chata que
tenía para defecar.
– No quiero que me vean morir porque no quiero verlos sufrir por
mí, –musitó Liam con susto–, me doy vergüenza, no me merezco
el apoyo que me dan… Esto es mi culpa, moriré por mi maldita
culpa.
Aradia colocó la chata en el suelo y Jericco cogió una toalla blanca
para limpiarlo.

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– No, no lo es, –le aseguró Aradia acariciándole la mano–. Nadie
es culpable, y no hay razón para que sientas vergüenza por ti. En
este momento estamos aquí para acompañarte y darte el aliento
que no tienes.
Liam le dio la otra mano a Jericco y la apretó.
– Ustedes son mi única familia, –dijo Liam intentado sonreírles–, y
quiero darles las gracias por darme los mejores años de mi vida.
La bata blanca de Liam estaba curtida, el color amarillo parecía al
de su piel.
– Gracias a ti por ser el mejor amigo del mundo y por ser un gran
modelo a seguir, –retribuyó Jericco–, siempre serás mi Coach y
nunca olvidaré lo que vivimos. Después de tanto tiempo ahora sé
que mi hermano siempre fuiste tú, eres lo mejor que me pasó en
la vida.
Liam tenía más problemas para respirar, estaba apagándose.
– Tranquilo, estamos aquí contigo, –reconfortó Aradia–. Sé que tú
eres un noble guerrero, y estás luchando justo ahora.
Liam les apretó la mano más fuerte y luego miró a Jericco con los
ojos lagrimosos, su pecho se levantaba cuando intentaba respirar.
Su voz sonaba apagada y descompensaba.
– Jericco, quédate con esto, –dijo Liam quitándose el collar de oro
que llevaba siempre consigo–, y prométeme que pase lo que pase
no te detendrás. Quiero que escribas la historia que viviste en ese
mundo en donde te convertiste en un Rey, llamarás a ese libro
PLÉYADES y narrarás todo lo que sucedió desde el 1942 cuando
dejaste este mundo para ir a otro… Hazlo por mí, por Aradia,
por Germán, por ti y por la Nación Pléyades, porque tus fieles
670
seguidores son los que se quedarán para transmitir tu mensaje en
cada siglo, en cada milenio y en cada era.
Jericco le apretó la mano y dejó caer una lágrima.
– Te lo prometo, nunca dudes en que volveremos a encontrarnos en
otra vida. Siempre te seguiré, hasta el fin del mundo.
Aradia estaba llorando mucho, besó la frente de Liam y le dijo:
– Te amé, te amo y siempre te amaré.
Liam la observó con la boca temblorosa y la frente sudada.
– Eres una artista, y siempre lo serás, tu amor me inspiró a ser un
hombre libre y honrado. Sin importar mi muerte, continúa siendo
la mejor bailarina del mundo, eres una leyenda para la danza y
el arte.
Liam estaba sangrando por la boca, sus dientes amarillentos y rojos
por la sangre ocultaban aquella lengua blanquecina y llagosa.
– No quiero que mueras, –lloriqueó Jericco apoyando frente con la
de Liam–, quiero tenerte para toda la vida. No me dejes, te lo
suplico, eres mi ángel guardián.
Los ganglios linfáticos del cuello le crecieron mucho más que antes.
– Y siempre lo seré, –concertó Liam tocándole la cara–, siempre te
cuidaré y nunca te dejaré. Ustedes fueron mis ángeles en vida, y
ahora es mi turno ser el de ustedes.
La cabeza de Liam se iba de lado, Jericco la sostenía con sus manos
mientras Aradia le acariciaba el cabello.
– Estar presos en la prisión de Spandau fue lo mejor que nos pasó
cuando estábamos jóvenes, –añadió Aradia con buen humor–, y
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nunca me arrepentiré de haber estado allí. Ahora estoy anciana y
satisfecha de lo que vivimos, pasé mi juventud al lado de ustedes
y envejecimos juntos.
Jericco besó la frente de Liam y lo abrazó mientras su cabeza se iba
de lado.
– ¿Qué habría sido de mí si no hubiese conocido a Liam? –Habló
Jericco animosamente–. Seguiría teniendo miedo de demostrar lo
que realmente soy, y ni siquiera hubiese trabajado en cumplir mis
sueños.
Liam miró a Aradia y le sonrió guiñándole un ojo.
– Los amo, –balbuceó con la dentadura temblante–. Pupilo, sabes
lo que tienes que hacer…
Liam se quedó mirando profundamente a Jericco con los ojos muy
abiertos, tenía la pupila dilatada y derramó una última lágrima que
se regó en su nariz.
– ¿Liam? –Bramó Aradia moviendo los brazos de Liam–. ¿Puedes
escucharnos?
Jericco cayó de rodillas con las manos entrelazadas a las de Liam.
Aradia estaba sacudiéndolo pero Liam no reaccionaba.
– ¡Liam! ¡Escúchame! –Chillaba Jericco, Liam ya no escuchaba
sus desgarradores alaridos de pánico–. ¡LIAM, HERMANO!
¡OYEEE! ¡POR FAVOR, LIAM!
Aradia miró hacia arriba y empezó a gritar. Su voz se quebró y por
poco se desmayaba, tenía taquicardias y un intenso dolor de cabeza.
– ¡LIAAAAAAM! ¡NOOOOOOO, LIAAAAM! ¡LIAAAAAM! –Gritó
Aradia con todas sus fuerzas–.
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Jericco estaba moviéndole la cara hacia los lados, Liam tenía los
ojos amarillentos y su piel empezó a ponerse más pálida.
– ¿POR QUÉ, LIAM? ¡NOOO! –Continuó aullando Jericco–.
Jericco abrazó a Aradia y se sentaron al lado de Liam.
– Sólo quedamos nosotros dos –gimoteó Aradia abrazándolo con la
respiración acelerada–. Liam se nos ha ido, Liam se nos fue… Ya
no lo volveremos a ver nunca más, lo perdimos, lo perdimos.
Jericco hacía ronquidos con su respiración, estaba ahogado en su
doloroso llanto.
– Siento que esto ya lo he vivido antes, –musitó Jericco quedándose
sin lágrimas–, ¿De qué vale llorar? ¡SI LIAM NO ESTÁ AQUÍ
PARA DECIRME QUE TODO ESTARÁ BIEN!
Jericco se quedó en silencio mientras recordaba todos los buenos y
los malos momentos que vivió con Liam, Aradia lo abrazaba con la
cabeza apoyada en su hombro. Era un silencio fúnebre y deplorable
que los dejaba sin emociones, el colapso mental de haber perdido a
Liam bloqueaba cada área de sus imaginaciones.
El Doctor Thompson entró a la habitación apesadumbrado, le cerró
los ojos a Liam y se le acercó a Jericco quien lloraba con Aradia sin
motivos de vivir.
– Siento la pérdida de Kendall Griffin, –los consoló con piedad–,
por lo que veo era un hermoso ser humano que tenía mucho más
por vivir. Un hombre talentoso y humilde que dio lo mejor de sí
mismo para sus amigos.
Jericco lloraba sin cesar.

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– No sé qué sentir ahora, Doctor, –clamó Jericco–, es una terrible
pesadilla de la que nunca despertaré. Él era mi hermano, era mi
vida, mi alma gemela.
El maquillaje de Aradia se regaba con las lágrimas.
– ¿Y ahora qué? –Replicó ella–. ¿Somos los próximos?
El Doctor reflexionó y les propuso algo muy importante:
– Quiero invitarlos a realizarse la prueba del VIH, como saben es
un virus que pudieron haber contraído de su amigo.
– ¿Cuándo? –Preguntó Jericco con curiosidad–.
– Ahora mismo, –respondió el Doctor sacándose un par de jeringas
del bolsillo de su bata–.
Jericco y Aradia cruzaron miradas y asintieron con la cabeza.
– Está bien, –dispuso Aradia–.
El Doctor les sacó una muestra de sangre a los dos y luego salió de
la habitación.
– Ahora más que nunca tenemos que estar juntos, –añadió Jericco
con la voz llorosa–. Nunca me dejes, por favor.
Jericco volvió a abrazarla.
– Nunca lo haré, –respondió ella pensativamente–. Hasta que la
muerte nos separe.
Los enfermeros fueron a la habitación y sacaron el cadáver de Liam
para llevarlo al área de patología forense. La prueba del VIH salió
negativa para Aradia y Jericco, al menos fue una noticia buena que
les quitó un peso de encima porque durante todo ese día no hicieron
algo más que sufrir y llorar. Los próximos días fueron confusos y

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lúgubres, la ausencia de Liam era destructiva y nociva para la salud
psicológica de sus viejos amigos. Jericco despertaba a la mitad de
la noche después de soñar con Liam, comenzaba a gritar desde la
ventana de su habitación mientras miraba la Luna con los ojos
llorosos. Era una oscura soledad devastadora y melancólica que les
arrebató la paz en tan solo un instante, el día de su sepultura fue un
completo desastre para Aradia quien intentó lanzarse al hueco de la
tumba en donde iba a ser enterrado, Jericco no podía controlarse a
sí mismo por lo que en compañía de algunos de sus seguidores más
cercanos era tranquilizado. Mientras los meses pasaban la herida
crecía sin cicatrizar, el dolor era imperecedero y se aferraban en la
nostalgia para no continuar la vida sin su presencia, depresiones
sucias y soledades mortíferas los mantuvo hundidos en el abismo del
mar de los viejos recuerdos que nunca volvieron.
En agosto del 1987 muere Rudolf Hess tras ahorcarse con un cable
de lámpara, el último nazi en la prisión de Spandau. Jericco nunca
tuvo la dicha de verlo en la prisión, pero interactuaron antes de que
los encarcelaran, la prisión de Spandau fue demolida el mismo año
y fue sustituida por un centro comercial. Aradia y Jericco tuvieron
las manos metidas en la destrucción de la prisión, nadie supo que
ellos financiaron su derribamiento.

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Capítulo 57: El último día.

13 años más tarde.


Manhattan, Nueva York.
3 de enero del año 2000.
Después de la muerte de Liam muchas cambiaron para siempre, en
el paso de los 17 años Jericco se dedicó diariamente a recordar sus
momentos y anécdotas épicas vividas en Pléyades, cabe destacar
que no fue un proceso fácil porque en el plazo de su envejecimiento
no paraba de trabajar en ello para no perder su memoria. Después
de tantas vueltas se detuvo en los primeros días del nuevo milenio a
planificar su primera novela, en honor a Liam y a Germán, comenzó
con su trayectoria artística y literaria para construir aquel libro al
que le llamó “PLÉYADES”, en donde empezaría a escribir sobre lo
que vivió después de la muerte en la primavera del lejano año 1942.
Jericco presentía que algo asombrosamente malo se aproximaba, lo
sentía y lo veía cuando observaba su vejestorio reflejo en el espejo.
Balam se lo decía en sus sueños, pero Jericco entendía las señales y
sentía la muerte muy cerca. Con 87 años lucía bastante deteriorado,
su cabello blanco estaba cayéndose y sus ojos marrones cambiaron
a un color claro y débil, su piel arrugada y pálida había perdido el
pigmento rosa.
A las 12 del mediodía encendió su computadora y con una copa de
Whiskey se preparó para escribir mientras descargaba un programa
informático desde el Windows 2000, utilizando el Microsoft Word se
puso a narrar todo lo que se le venía a la mente desde la edad de 29
años cuando trabajaba para Stephenberg en la Zona 13. Siendo el
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prólogo la catarsis redactada a base de sus oscuras experiencias
cuando se relacionaba con los nazis en la década de los 40, fue esa
la mejor manera de contar su verdadera historia y expresar todo lo
que llevaba arrastrando desde el primer día que despertó del coma.
Aun con 87 años de edad sentía una gran incertidumbre por lo que
vivió en Pléyades, en los años pasados tenía una ansiedad hostil por
escribir de algo que seguro nadie creería, sabía que era el momento
ideal para dejar una última huella en el mundo y generar un cambio
por lo que había vivido.
Formuló 31 capítulos en los que hablaba relativamente sobre lo que
sintió antes, durante y después de morir, en los que explicaba
detalladamente el más allá y relataba los misterios de aquellos
portales astrales que se conectaban con universos paralelos y
dimensiones aleatorias. El proceso de la historia era flemático y
concerniente, en los primeros capítulos rememoró sus inicios en
Pléyades cuando apenas conocía a los amigos que se convirtieron
en enemigos, su entrada al mundo de la magia y en el ocultismo
cuando conoció a Balam representado por una cabra negra, contó
su amistad con Roxette Runford y sobre lo que vivieron en aquella
cruz que los hizo más fuerte hasta volver con una dulce venganza.
Jericco incluyó su reencuentro con Aradia e hizo referencia al lado
oscuro de la iglesia cuando miles de brujas eran asesinadas en
épocas medievales, tal cual como lo vivió él y sus amigas. A lo largo
de ocho meses escribió su novela PLÉYADES y concluyó sobre su
último renacimiento en el Olimpo, narró lo que fue convertirse en el
Rey y lo que hizo para salvar la civilización de la tiranía. Lo más
resaltante de su obra fue cuando prefirió libertad y felicidad para
Pléyades en lugar de dinero, poder y riqueza, y sin importar qué, se
convirtió en un Rey icónico y legendario que con su valentía cambió
la historia de un mundo entero.
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Desde el primer segundo en que empezó a escribir PLÉYADES, vio
su historia como una nota suicida en la que cerró con broche de oro
ese círculo vicioso. El eclipse terminó cuando salió de la oscuridad
de la Luna para reinar en las llamas del Sol.

25 de agosto del año 2000.


Manhattan, Nueva York, USA.
Jericco terminó de escribir su novela y en la primera página añadió
una dedicatoria a sus seres queridos, presentó una advertencia que
indicaba la peligrosidad del libro y cuando culminó el proceso fue a
una de las editoriales de Liam para imprimir la copia original. En
la mañana de ese día llegó Aradia a su departamento enloquecida y
nerviosa, estaba pálida y encolerizada por algo que había sucedido.
Jericco estaba sentado en su escritorio con unas gafas y un abrigo
negro en el que estaba la imagen de una cabra negra.
– ¡Jericco! ¡Tenemos que irnos del país! ¡Nos matarán! ¡Nos van a
matar!
Aradia lucía como una abuela, tenía el cabello blanco y sus manos
estaban arrugadas al igual que su rostro.
– ¿Qué estás diciendo? –Le preguntó Jericco con preocupación y
misterio–. ¿Por qué dices eso?
Jericco caminó hacia Aradia y la miró con perturbación.
– Mira esto, –dijo Aradia sacando un periódico de su bolso–, estás
en la portada del New York Times. ¡Saben que Harry Winchester
es Jericco Goldstein! ¡Estamos muertos, ahora el mundo entero
sabe la verdad!

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Jericco le arrebató el periódico nerviosamente, vio que salía en la
portada principal.
– Ha llegado el momento. –Murmuró Jericco fríamente, le regresó
el periódico y le dio la espalda–.
Jericco caminó hacia la ventana del edificio y presintió que algo iba
a pasar.
– El periódico se publicó hace unos minutos, –dijo Aradia pávida y
sobrecogida–. La policía no tarde en llegar, ¿Qué piensas hacer?
¿Te quedarás aquí pensando todo el día? ¡Te están buscando!
Jericco soltó un suspiro y giró hacia Aradia, caminó a ella con la
cara agachada y le habló con la voz suave:
– Vete, no quiero que te hagan daño, ha llegado mi momento. Es lo
que he estado esperando desde que empezamos con esto, estamos
malditos y no quiero que esa maldición se rompa contigo sino
conmigo.
Aradia lo miró a los ojos negando con la cabeza, la boca le estaba
temblando.
– ¡NOOOO! –Negó Aradia furiosamente–. No me pidas eso porque
no lo haré, te amo, y eso nadie lo romperá.
Jericco volvió a mirar a la ventana y golpeó el vidrio. Direccionó su
mirada a Aradia y le dijo:
– Te necesito con vida porque tienes una misión que cumplir, y esté
será mi último día, no quiero que sea el tuyo.
– ¿De qué misión me estás hablando? –Respingó ella–.
Jericco se agachó soltando un quejido y sacó su libro del escritorio.

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– Quiero que seas tú quien se encargue de compartir este libro con
el mundo entero, escribí esta historia basada en lo que vivimos
en Pléyades.
Aradia recibió el libro en sus manos, era grueso y la portada negra
tenía una cabra con enormes cuernos.
– ¿Le llamaste PLÉYADES? –Cuestionó Aradia asombrada con la
boca abierta–. Es hermoso, ¿Estoy en tu libro?
Jericco la miró a los ojos y le hizo una mueca.
– Y eres la protagonista, –asintió Jericco con la voz estremecida y
áspera–. Prométeme que lo llevarás a todas las librerías del
planeta, distribúyelo por medio de las editoriales de Liam antes
de que sea tarde.
Aradia le regresó la mirada soltando una lágrima por su arrugado
cutis.
– Te lo prometo, como tú le prometiste a Liam que escribirías esta
obra de arte. Yo misma me haré cargo de que conquiste el mundo
y haré que llegue a las pantallas de Hollywood.
Jericco estaba conteniendo su llanto.
– Me duele mucho saber que no estaré allí para ver PLÉYADES en
el cine, pero, me hará muy feliz saber que tú estarás sentada en
la primera fila para verla.
Aradia abrazó el libro y empezó a llorar.
– Cuando lo haga, imaginaré que tú y Liam están sentados en la
fila conmigo.
Jericco acarició el rostro de Aradia secándole las lágrimas.

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– Ya no llores por mí, eres una mujer valiente que me enseñó a ser
feliz con lo que soy. Siempre te agradeceré por acompañarme en
mis días más oscuros, y pase lo que pase, sé que nos volveremos
a encontrar. Esto no es un adiós, sino un hasta luego.
Aradia se reconfortó y sonrió.
– Eso mismo me dijiste en Pléyades antes de que me quemaran en
la cruz y se cumplió, siempre tuviste razón. Estamos conectados
para toda la eternidad, nuestro amor es más grande que nuestros
miedos.
Jericco le dio un fuerte abrazo.
– ¡Larga vida para los Reyes! –Exclamaba Jericco mientras daban
vueltas en el aire–. ¡Larga vida para siempre!
De pronto, comenzaron a sonar sirenas desde abajo. Jericco soltó a
Aradia de los brazos y se dirigieron a la ventana.
– El FBI ha llegado, –dijo Aradia entelerida y alertada–, no tengas
miedo… Muy pronto nos volveremos a ver, yo iré por ti.
Jericco tenía un miedo extraño que paralizaba sus emociones, el fin
estaba llegando. Había muchos vehículos blindados del FBI, no sólo
las autoridades sino ciento de paparazis bloqueando las calles.
– Gracias por pasar el último cumpleaños a mi lado, –resopló él
con nostalgia–. Al menos pude llegar a los 88 años, siempre sentí
que moriría joven.
Aradia volvió a darle un abrazo, estaba temblando.
– Espero que esto no suene inapropiado… Pero, quiero decirte por
última vez en la vida, feliz cumpleaños, fuiste el mejor regalo que
la vida me dio.
681
Jericco rompió el llanto con sufrientes lágrimas de dolor.
– Gracias, ya es momento de que te vayas porque la policía viene
en camino para acá, quédate con las ganancias de PLÉYADES y
distribúyelas en todos mis seguidores porque ellos son los seres
más hermosos que conocí. Diles lo mucho que los amo, ellos y tú
fueron lo mejor que tuve en la vida. Te esperaré con Liam hasta
el momento en que te toque partir, te amo, ¡Ahora vete!
Aradia dejó de abrazarlo e intentó incorporarse con la tribulación,
le tomó la mano mientras se separaban hasta que se la soltó con un
suspiro de tormento.
– ¡No tengas miedo, nos vemos pronto! –Gritó Aradia, sonriente–.
¡Larga vida para PLÉYADES! ¡LARGA VIDA PARA TODOS
TUS SEGUIDORES! ¡LARGA VIDA PARA EL REY, ESO ES LO
QUE ERES!
Aradia abrió la puerta y miró a Jericco por última vez con esos ojos
de amor y lealtad, fue difícil salir porque no quería dejarlo solo en
ese lugar. La buena razón era que tenía una misión que cumplirle,
salió con la cara agachada y ya una vez afuera empezó a correr con
el corazón agitado y la respiración entrecortada. Su edad le
impedía depender de sí misma, se cansaba muy rápido y le dolía la
espalda cuando corría. Escondió el libro en su bolso y salió del
pasillo cuando de repente vio un batallón de militares y policías que
iban por Jericco, estaba aterrada y cansada, jadeaba con la voz
ronca y lloraba de miedo detrás de una columna. Era una anciana
indefensa y su mayor miedo de quedar sola se había hecho realidad.
Jericco se sentó en el escritorio de espalda a la puerta de entrada
con la vista a la ventana, estaba calmado y pensando en sus 88 años
de vida. Reflexionaba en la rapidez de los años y meditaba de las

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buenas lecciones, también se arrepentía del tiempo perdido en su
juventud cuando era un chico tímido y acobardado.
Repentinamente, comienzan a golpear la puerta con brusquedad y la
abrieron con una patada. Era un grupo de militares del FBI vestidos
con uniforme verde, pertenecientes al equipo SWAT, tenían cascos,
chaquetas de cuero, gafas negras y chalecos antibalas. Los hombres
llevaban escudos antibalas, ametralladoras, fusiles de asalto, rifles
de francotirador y pesadas armaduras corporales.
– Jericco Goldstein, queda arrestado desde ahora bajo el poder del
gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica, –dijo uno de
los hombres–, todo lo que diga será usado en su contra.
Jericco estaba sentado de espalda hacia ellos, lo levantaron de la
silla a la fuerza y lo esposaron de las manos. Estaban empujándolo
bruscamente sin importar la edad de Jericco, lo estrujaron por todo
el camino hasta que llegaron al ascensor. Un grupo de militares se
quedó en el penthouse escudriñando todo lo que se encontraba, fue
un desastre total e injusto mientras revisaban su hogar hasta dejarlo
patas arriba.
Aradia estaba mirando a Jericco desde el final del pasillo detrás de
una columna, él ladeó la cabeza y la vio esconderse con pánico e
impotencia, Aradia lloraba acobardadamente mientras a Jericco lo
maltrataban y lo humillaban delante de toda la gente.
Cuando salieron del edificio la multitud enloqueció fotografiándolo
en su peor momento, él simplemente agachaba la cabeza con mucha
vergüenza. Lo hicieron subir a uno de los vehículos blindados y lo
trasladaron a la Corte Suprema del Condado de Nueva York, el Juez
lo encontró culpable por terrorismo, usurpación de identidad, por la
evasión de la prisión de Spandau, homicidios en primer grado, por

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conspiración, violación a los derechos humanos, crimen contra la
paz, agresión y secuestro. Lo sentenciaron a la pena de muerte en la
silla eléctrica, Jericco se mantuvo callado durante todo el juicio por
lo que la sesión fue más rápida de lo esperado.

1 hora después.
Prisión de máxima seguridad, Rikers Island.
Jericco Goldstein fue transportado a la cámara de ejecución en la
prisión de Nueva York, era un lugar oscuro y encerrado en el que
estaba una silla manchada de sangre y adherida con trozos de carne
quemada. Estaban detrás de un cristal en el que había un pequeño
espacio donde los observaban políticos y funcionarios, las personas
que observaban a Jericco desde sus asientos esperaban con ansias
la ejecución, el presidente Bill Clinton y su esposa estaban viendo la
escena desde la primera fila. Johannes Rau era el más destacado de
ellos, siendo el presidente de Alemania tenía mucha importancia en
la pena de muerte de Jericco, estaba sentado al lado del Papa Juan
Pablo Segundo, quien decidió asistir en secreto sin que el mundo se
enterara de ello.
Los funcionarios de la prisión de Nueva York, obligaron a Jericco a
sentase en la silla y lo ataron de las manos y de los pies, ciñeron y
envolvieron su cabeza con los electrodos que estaban conectados en
el interruptor de la pared. Estaban envolviéndole el cuerpo con los
cables y electrodos desde la cabeza hasta los tobillos, en el rincón
de la cámara estaba un hombre manipulando el transformador con
el que iban a electrocutarlo.
Antes de que movieran la palanca del interruptor del transformador
Jericco pensó en toda su trayectoria, recordó a su madre, a sus
abuelos, a sus viejos amigos, a Alejo, Annette y Roxette. Derramó
684
un par de lágrimas y tumbó la mirada hacia el piso pensando en
Aradia, Liam y Germán. Una bonita imagen le llegó a la mente y lo
sumergió en su memoria con un tormentoso llanto de desesperación
e inquietud, recordó a sus admiradores con nostalgia y melancolía
mientras se mordía los labios con impotencia y molestia. Pensar en
la gente que lo apoyó en toda su vida fue algo desgarrador, ya la
comenzaba a extrañar y no podía sacársela de la cabeza. La Nación
Pléyades fue la luz que brillaba en sus ojos, siempre se abrigó en el
calor de sus seguidores para no congelarse en el invierno homicida
de sus enemigos, eran el amor de su vida y eso quedó marcado en la
historia de muchos.
Uno de los funcionarios le cubrió el rostro con un trapo negro, le
apretujó un cinturón en las piernas y otro en el pecho. Bajaron un
casco de metal a su cabeza y lo conectaron mediante un electrodo al
transformador eléctrico, ajustaron un cinturón debajo de su barbilla
apretándolo fuertemente a la cabeza.
– Jericco Goldstein, conocido mundialmente como el gran ocultista
Harry Winchester, queda usted privado de los derechos humanos
a partir de este momento, –anunció un teniente coronel desde el
parlante, Jericco pensó en el Olimpo y cerró los ojos apretando
los puños–. La ejecución comenzará en 5, 4, 3…2…
Jericco les interrumpió, por poco subían la palanca del interruptor
eléctrico.
– Nos veremos en el infierno, amigos, –le dijo a todos en voz alta,
luego se dirigió al Papa con la voz furiosa–, allí te esperaré Juan
Pablo, porque en menos de 6 años estarás lamiéndole el glande a
Lucifer como una prostituta sumisa, y yo estaré viéndote como
tragas su semen con una copa de sangre en mi delicada mano de

685
rey. Me gustaría decirle algo a los Señores Clinton, piensan que
serán re-elegidos para el próximo año, espero que se salven de la
maldición del 2001, en el mes de septiembre cuando los gemelos
marquen la historia con una huella de sangre. Con el poder del
Diablo destruiría torres con un inofensivo avión de pasajeros, oh,
y espero que se cuiden bastante cuando vayan al Pentágono en el
verano.
La gente se le quedó mirando con miedo e intimidación, sabían que
era una amenaza y que la profecía se cumpliría.
– ¡Ejecútenlo! –Ordenó el Presidente Clinton, su esposa se sintió
amilanada y lo tomó del brazo–.
Subieron la palanca del interruptor, las bombillas del área titilaban
y la silla vibraba con el macabro estruendo de la electricidad y el de
la escandalosa sirena. El voltaje inicial de la descarga remató el
sistema nervioso de Jericco, fue de 2 kV lo suficiente para romper la
resistencia de la piel y causarle inconsciencia. El choque eléctrico
del transformador provocaba una variación de la intensidad de su
voltaje, la intensidad de corriente descendía para evitar que la piel
de Jericco se quemase. Él estaba sacudiéndose con las extremidades
entumecidas, movía la cabeza hacia los lados pero al hacerlo el
dolor se incrementaba, sus dedos estaban retorciéndose con ímpetu.
De repente, comenzó a circular un flujo de corriente de 8 amperios,
por lo que la temperatura de su cuerpo se elevó por encima de los
60 grados Celsius y sus órganos internos empezaron a deteriorarse.
Jericco estaba gritando mientras su cabeza hervía y su cuerpo se
sacudía bruscamente en contra de su voluntad, en el primer choque
eléctrico perdió todo el control de sus músculos y empezó a orinase
encima. Gritaba afónicamente entre risas y llantos: ¡SATANÁS
ESTÁ AQUÍ! ¡HA VENIDO POR MÍ! ¡SATANÁS ESTÁ CONMIGO!
686
Su piel estaba rompiéndose en ampollas y grietas sangrantes, desde
sus fosas nasales expulsaba sangre coagulada y espesa, el sangrado
se hizo intenso cuando abrió la boca y un chorro de sangre salió de
ella, el trapo que tenía en la cara se empapó haciendo la figura de
su boca. Empezó a defecar sobre sus pantalones y el uniforme negro
de la prisión se coloreó de rojo por las hemorragias anales, Jericco
lanzó su último alarido e inmediatamente bajaron el interruptor con
lentitud, quedó con la boca expandida y los ojos muy abiertos. Sus
músculos continuaron contrayéndose con los reflejos que provocaba
la corriente, su cuerpo temblaba con las piernas cruzadas y las
manos dobladas hacia atrás, tenía espasmos y brincaba débilmente
hasta que dejó de moverse. El Doctor de la prisión caminó hacia él
y con el estetoscopio palpó su pecho, pero no le sintió los latidos de
su corazón.
– ¡Está muerto! –Notificó el Doctor–.
– ¡Llévense el cuerpo! –Prorrumpió el teniente–.
Los guardias caminaron hacia el cadáver de Jericco y empezaron a
quitarle los cinturones del cuerpo para levantarlo de la silla, ponían
caras de asco y desagrado cuando quitaban cada cinturón cubierto
de sangre y olor a quemado. La piel de Jericco quedó adherida en
la silla y en los cinturones, los guardias separaban la carne tostada
para no mutilar más el cuerpo. La gente todavía estaba estremecida
y confundida por las últimas palabras de Jericco, sabían que él se
conocía por sus terroríficas predicciones que al final se cumplían.
La gente empezó a irse y los guardias se llevaron a Jericco para la
morgue, probablemente iba a ser retirado por sus seguidores.

687
6 horas después.
Aradia no tenía idea de que habían matado a Jericco pero tenía ese
sentimiento fúnebre y mortuorio de que algo andaba mal, en toda la
tarde se apresuró en firmar los papeles que le dieron en la Editorial
Wembley para la publicación y distribución masiva de PLÉYADES.
La editorial se quedó con la copia original y se encargó de que todo
el mundo leyese el libro que escribió Jericco Goldstein, las copias
iban a ser enviadas en los próximos días para todos los continentes
del planeta, ella sintió la paz en su alma cuando terminó de hacer lo
que su amigo le encargó.
Salió del edificio Wembley y mientras bajaba las escaleras con un
sentimiento liberal vio que había más de diez vehículos blindados en
las calles del Time Square, se puso pálida e intentó regresar cuando
aparecieron los militares del FBI apuntándola con rifles y pistolas.
– ¡ALTO AHÍ, SEÑORA! –Le ordenó un militar hablando desde un
megáfono–.
Aradia se puso nerviosa y caminó rápido a la puerta del edificio.
– ¡Deténgase, Señora, queda arrestada por complicidad, evasión y
usurpación de identidad! –Insistió el militar–.
Aradia empezó a correr rápidamente hacia el edificio sin escuchar
lo que le decían, contuvo el aliento y se irguió con valentía cuando
escuchó que las ambulancias venían en camino con las atronadoras
sirenas de emergencia. Paralizada del susto continuó corriendo
atropelladamente mientras se tropezaba en los escalones. El militar
que tenía el megáfono les hizo una señal a los demás para que
dispararan. Los militares apuntaron a Aradia y en menos de un
segundo comenzaron a dispararle en la espalda, ella cayó en el

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suelo y rodó por las escaleras mientras se golpeaba la cabeza y los
brazos. Los disparos no se detuvieron y las balas fundieron su
cráneo hasta estucharlo como un trozo de madera seca, los hombres
corrieron hacia Aradia y le dispararon desde cerca con sus pistolas.
La sangre de Aradia estaba regándose por las escaleras, su cuerpo
ensangrentado y su ropa destruida por las balas fue el centro de las
miradas de la ciudad. La gente estaba aterrada por los disparos, los
niños gritaban y sus padres lo cubrían dentro de sus autos mientras
el tiroteo terminaba, era una pesadilla, Aradia lucía irreconocible y
las heridas de bala en su rostro le destruyeron la fisionomía. Había
un terrorífico escándalo en el Time Square, la retumbante sirena de
las ambulancias no cesaron hasta que los paramédicos se llevaron a
Aradia en una camilla, ya no había vuelta atrás, estaba muerta. Fue
una masacre a sangre fría, le arrebataron la vida a una anciana que
sólo quería cumplir una promesa.

Horas después.
La muerte de Jericco y Aradia tuvo un impacto brutal y lastimero en
la sociedad, fue el motivo de las protestas que se hicieron en todo el
mundo en forma de marchas no pacíficas. Nación Pléyades realizó
un movimiento épico en el que marcharon seguidores de Aradia y de
Jericco, la gente estaba frenética e iracunda mientras encendían las
calles con mucho fuego. Había tiroteos y masacres por todos lados
del planeta, sin embargo, muchísima gente estaba en shock por esa
increíble noticia de que Harry Winchester era Jericco Goldstein. La
gente quemaba los autos de los policías y los robaban para aplastar
a quienes estaban en desacuerdo, hubo muchísimos arrollamientos
a niños, jóvenes y ancianos; los hospitales colapsaron, los heridos
no paraban de llegar y había enfrentamientos dentro de los centros
de salud.
689
Pero no sólo Jericco y Aradia estaban volando por la internet y por
los medios de comunicación, sino también Liam porque la sorpresa
de que estaba relacionado con Jericco Goldstein era asombrosa. En
las ciudades más grandes como Moscow, Tokio, Madrid, Paris, Los
Ángeles y Nueva York, les encendieron velas alrededor de jardines y
lagos, le ponían imágenes y flores en honor a la memoria de ellos,
las personas lloraban con impotencia y desahogaban sus furias con
saqueos y homicidios. Practicantes de magia negra marchaban con
largas túnicas rojas y máscaras de cabra, y quienes practicaban la
magia blanca salieron con túnicas rosas mientras cantaban dándole
homenaje a los dos.
Los protestantes llevaban enormes letreros y banderas prendidas en
llamas, los carros detonaban en las calles y el caos crecía a medida
que la ciudad se llenaba de fuego, era un infierno viviente y vigente.
La gente encendía altísimas hogueras y bailaban alrededor de ellas
con imágenes en las que hacían burlas a la familia Clinton, miles de
personas salían heridas gravemente por los ataques de los policías y
militares, incluso, muchas murieron en los disturbios.

Semanas después.
Durante las protestas del año 2000 la gente enloqueció con aquella
sorpresa que Jericco tenía planeada para la humanidad, su novela
PLÉYADES. La gente dejó de protestar cuando supieron la noticia
de que había dejado un libro escrito, fue algo que nadie esperaba,
Aradia cumplió con su promesa y dio la vida para no defraudar a su
amigo, hizo que la editorial Wembley distribuyera el libro en todo el
mundo. La sociedad quedó atónita y estupefacta cuando comenzó a
leer lo que Jericco había escrito, era un tesoro de altas riquezas en
donde se revelaban los oscuros secretos de la Alemania Nazi y de la
iglesia.
690
El FBI invadió la privacidad de Jericco después de su ejecución,
entraron a su edificio en Nueva York y le robaron sus pertenencias.
Con una orden del juez rastrearon sus documentos privados y se
toparon con archivos atroces que se involucraban con Cristo y las
religiones. Eran los archivos del Vaticano, los que robó en el siglo
pasado de la Basílica de San Pedro. El FBI se hizo responsable de
ello y enviaron los documentos al Área 51 en el Estado de Nevada, y
allí están escondidos junto a los demás secretos que se esconden en
los Estados Unidos de Norteamérica.

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Capítulo 58: La maldición de PLÉYADES.

20 años más tarde.


31 de diciembre del 2020.
Glasgow, Escocia.
Tres jóvenes se encontraban en la librería Wembley de Glasgow en
las vísperas de año nuevo, ellos eran Rossie, Lisandro y Michael.
Eran chicos de tez blanca y cabello negro, a excepción de Michael,
su cabello era castaño claro y se derivaba entre marrón y dorado,
tenían una vestimenta atractiva de ensueño que marcaba tendencia
en el año 2020, los overoles con sus cuellos de tortuga eran lujosos
y resaltaban un estilo único. Iban a comprar PLÉYADES sin que sus
padres se enteraran de ello, estaban deslumbrados y embelesados
con Jericco Goldstein.
– ¿Creen nos suceda algo si leemos este libro? –Preguntó Rossie
acariciándose el fleco de su frente–.
Lisandro y Michael miraban el estante repleto de muchas copias de
PLÉYADES.
– ¿Por qué nos pasaría algo malo? –Quiso saber Lisandro–.
– ¡PLÉYADES está maldito! –Le respondió Michael con espanto y
frialdad–. Cuando lo lees, comienzas a tener muchas pesadillas y
despiertas en la mitad de la noche sintiéndote observado por algo
que te hace temblar de miedo.
La piel de Lisandro se erizó, Rossie miró a Michael con asombro.

692
– ¿Cómo sabes eso? –Le Cuestionó Rossie mirándolo con la cara
de miedo–.
– ¿Acaso no has leído de eso en Facebook? –Replicó Michael–. En
todas las redes sociales han hablado mucho sobre ello, la copia
original que le pertenecía a Jericco Goldstein yace en el museo
de los Warrens.
– ¡No! –Gritó Lisandro con estupefacción–. Lo único que sé, es que
PLÉYADES sigue siendo un misterio a pesar de que el autor ya
murió hace 20 años.
Rossie sacó el IPhone de su cartera y googleó sobre PLÉYADES.
– ¡Mierda! –Rezongó Rossie muy asombrada–. ¿Qué puta verga es
esto? Siempre creí que lo que decían era mentira. ¡El Vaticano
ha prohibido este libro!
– Así como en muchos países del mundo, –añadió Lisandro–, hace
unos días vi un documental en Netflix en donde decía que mucha
gente ha terminado poseída después de leerlo.
– También lo vi, –concertó Michael–, pero se me hizo muy difícil de
creer que todo lo que habla ese libro era real.
– Según la sinopsis de PLÉYADES, indica que después de morir se
enfrenta a terribles sucesos que nadie esperaría después de la
muerte, Jericco Goldstein es juzgado por los peligrosos enemigos
que ganó en ese mundo medieval en el que renació… ¡Esto está
muy bueno! ¡Ya mismo lo compraré!
Rossie metió su mano en el bolsillo y sacó su billetera, la abrió y de
ella sacó la tarjeta de crédito de su madre.
– No lo sé, amigos, me da miedo. –Titubeó Lisandro–. ¿Y si todo lo
que dicen es verdad?

693
– ¡Sólo lo leeremos, tonto! –Insistió Rossie muy emocionada–. Ya
necesito saber quién fue Aradia y quién fue Balam.
– ¿Aradia no fue la mujer que acribillaron hace más de 20 años en
Nueva York? –Preguntó Michael–.
– Sí, –le respondió Lisandro–, Jericco le dejó la copia original de
su libro para que lo distribuyese en la editorial de Liam Wembley
que también era su mejor amigo.
– Qué raro, –reflexionó Michael quitándose las gafas, absorto–, le
dispararon después de que le entregara el libro a la editorial. Y
Jericco también murió justamente el día cuando le dio su libro a
esa mujer, además era su cumpleaños.
Rossie pensó en algo repentino y se incorporó pensativamente.
– ¿Cómo demonios terminó en el museo de los Warrens? –Repuso
Rossie, confusa y pensativa–.
– El socio del Señor Liam Wembley, –explicó Michael–, es decir, el
nuevo dueño de la editorial quiso quedarse con la copia original
de PLÉYADES. Después de que Jericco murió y los disturbios en
la ciudad empeoraron, dijo que se levantaba todas las noches a
las 3:33 am con un sentimiento fúnebre y tétrico que lo hacía
sentir amenazado, además de que no podía dejar de leer el libro
porque lo leía una y otra vez. Era una emoción que extraña que
lo deprimía y lo llevaba a cortarse las venas hasta quedarse
dormido, ¿No es extraño?
Lisandro y Rossie se miraron con terror, era inimaginable.
– Oigan, –dijo Lisandro–, en serio ya me están asustando.
– Recientemente vi un video en YouTube que decía algo similar a lo
que acabas de decir, –añadió Rossie–, el socio del Señor Liam de
Nueva York, Brad Green, decía que el libro a veces se ponía muy

694
caliente y le quemaba las manos cuando lo tocaba. En la mañana
despertaba con el cuerpo arañado y su ropa olía a azufre, fueron
tantas cosas que lo desesperaron que lo hicieron enloquecer. Hoy
en día el Señor Brad está recibiendo terapias con el psiquiatra y
dice que continuamente es visitado por algo que se hace llamar
Balam, en todo lo que habla siempre menciona a Balam, está
obsesionado con eso. Además de que escucha el berrido de una
cabra todos los días a las 5 de la mañana, ve la sombra negra de
un hombre con cuernos al que le teme como no tienen idea.
Michael miraba la cabra negra de la portada del libro y sentía que
debía tenerlo en sus manos. Lisandro y Rossie conversaban pero él
sólo se quedaba a escuchar.
– Balam es un demonio, ¿Lo sabían? –Comentó Lisandro–.
– Investigué sobre él pero hay muy poca información, –respondió
Rossie–.
– Ed y Lorraine Warren se contactaron con Brad y guardaron el
libro en el museo de su casa, –continuó Michael mirando el libro
con los ojos incandescentes–. Lo bendijeron con agua bendita y
lo aislaron junto a otros objetos malditos. Al parecer, Lorraine
Warren murió después de leer el libro, hace poco tiempo.
– ¿Sabían que Jericco predijo el atentado del 11 de septiembre y la
salida de Bill Clinton? –Preguntó Rossie curiosamente–.
– Mi mamá me contó que Jericco Goldstein lo anunció antes de que
lo mataran en la silla eléctrica, –alegó Lisandro–.
Michael recordó algo y habló rápidamente.
– Mi parte favorita fue cuando le dijo al Papa Juan Pablo Segundo
delante de todos los políticos que iba a morir, y así fue, murió en
menos de 6 años como Jericco lo predijo.

695
– El Papa creyó que nadie sabría que él se reunía con los políticos
para tentar con la vida de otros seres humanos, –dijo Rossie–. Y
sé que justo ahora debe estar tragándose los espermatozoides de
Satanás, como Jericco lo predijo, dicho y hecho.
– ¡Amén! –Profirió Lisandro con hilaridad–.
– Que comience la maldición de PLÉYADES –articuló Michael con
la voz áspera–. Estoy listo para leerlo, de algo moriré, y no será
por el COVID-19.
– ¡Que comience la maldición! –Convino Rossie–. A la mierda con
la pandemia, tenemos 20 años y sólo será por una vez en la vida.
– Me uno, –dijo Lisandro arriesgado a todo–, estoy listo para leer
lo que nos dejó Jericco Goldstein en PLÉYADES.

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Epílogo: Viaje en el tiempo. Mundos prehistóricos.

Cuando Jericco y Aradia murieron, tomaron caminos distintos en un


plano astral diferente. Aradia encontró su nuevo hogar y siguió una
luz en las penumbras hasta llegar al portal correcto, pero Jericco…
Después de 20 años de su muerte se encontraba vagando en el más
allá como un alma en pena, se convirtió en un ser oscuro y grisáceo
de energías negativas y malignas. Deambulaba en un espacio negro
y brumoso en el que había nubes densas en forma de espirales, era
una especie de laberinto fantasmagórico que se cruzaba con lagos
de lava ardiente en el que había almas sufrientes y restos de cuerpos
vacíos, los gritos que sonaban desde el fondo de aquellos profundos
lagos infernales eran estridentes y fragosos para los oídos de un ser
humano errante. Jericco estaba desnudo y cubierto de heridas raras
que aparecían de repente, cuando alzaba la mirada hacia la niebla
se topaba con espeluznantes ángeles con rostros de animales que se
paseaban por el plano astral, algunos no tenían cabeza y otros eran
parte de la combinación de murciélagos y serpientes, Jericco no le
temía a nada de lo que vía en ese lugar, simplemente ignoraba esas
extrañas entidades que pretendían atormentarlo.
De pronto, un extraño ser se cruzó en su camino. Tenía una capa de
color negro y un rosario entre sus filosas garras, estaba susurrando
una extraña oración con el silbido de sus palabras:
– Dale Señor el descanso eterno y que brille para él la luz
perpetua, dale Señor el descanso eterno y que brille para él la luz
perpetua…(x3)
Jericco se asombró con aquella voz femenina y transmutada en una
masculina y estentórea que rugía.
697
– ¿Quién eres? –Le preguntó Jericco mientras el espectro seguía y
seguía con su plegaria–.
Jericco estaba detrás de ese ser que se encontraba de rodillas bajo
la niebla. El espíritu malévolo se levantó del suelo y giró lentamente
hacia Jericco, su rostro no podía verse por la oscuridad que había
bajo su capa.
– ¿Quién eres? –Insistió Jericco, el espectro no dejaba de hacer los
susurros que lo atemorizaban–.
– ¡Soy la madre de Dios! –Rugió aquella voz estentórea y áspera–.
¡Santa María madre de Dios! ¡Fui concebida por obra y gracia
del espíritu santo… ¡Madre y reina de gracia!
Jericco se horripiló y se echó hacia atrás, el espantoso espectro se
le estaba acercando mientras su rostro se iluminaba. Parecía que
los ojos le brillaban resplandecientemente, era una luz débil y negra
que se proyectaba desde las pupilas del espectro. A continuación, el
espíritu abrió la boca como un monstruo y mostró el interior pútrido
y pestífero en donde relucían dientes podridos y filosos, el corazón
de Jericco se le aceleró y sintió que un puño atravesaba su tráquea,
el terrorífico espectro le lanzó un espeso chorro de vómito negruzco
y amoratado en su rostro, disparándole con su lengua amarillenta
de perro una sustancia verdosa y viscosa que se combinaba con
sangre y orina. Jericco se levantó temblorosamente y esquivó al
espectro con un fuerte empujón, pero no había escapatoria, ya que
un gran circulo de gárgolas, duendes y demonios estaba girando a
su alrededor.
Jericco corría hacia todos lados debilitándose por una mala energía
que lo consumía, al ver que seguían apareciendo muchos más entes
cayó en la desesperación de gritar con tormento. Estaba mareado y

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no podía consigo mismo, cuando veía el espantoso rostro de quienes
lo rodeaban entraba en shock y empezaba a temblar. De improviso,
una enorme manada de cuervos negros gigantes apareció volando y
sacudiendo la niebla con rapidez, tan pronto se hicieron notar entre
la oscuridad los espectros comenzaron a desaparecer. Los cuervos
volaban en dirección circular hasta que los entes malignos se fueron
como si le temiesen a algo, e inesperadamente, las furiosas aves de
la oscuridad se separaron y abrieron un extenso espacio de donde
apareció un enorme cuervo negro, su pico era puntiagudo y tenía un
trozo de carne en el filo. El gran cuervo tenía la mitad del cuerpo de
un humano, sus voluminosas piernas de hombre descendían sobre el
par de patas con garras negras y afiladas, tenía dos largos brazos
peludos y sus manos sólo tenían tres dedos en cada una. Sus alas
negras eran más grandes que todo el cuerpo, entre sus plumas había
polillas y garrapatas rojas que parecían escarabajos carroñeros.
Era el todopoderoso Malthus, uno de los Condes más monstruosos y
titánicos del mismísimo infierno. Malthus abrió sus alas y empezó a
aletear con mucha fuerza mientras ahuyentaba a los demás espíritus
que atormentaban a Jericco, detrás de él, apareció una corpulenta y
monstruosa cabra negra con filosas cornamentas que brillaban con
vehemencia.
– ¿Qué hacen aquí? –Les preguntó Jericco entrando en confianza,
su habilidad ocultista era su relación con los demonios–.
La cabra se situó a un lado del gran cuervo.
– Somos tu protección, –respondió Malthus con la voz gruesa–, he
venido con tu padre, Balam, para concederte el último deseo.
– Malthus y yo, hemos demorado dos décadas por una razón que
de seguro entenderás. No vinimos cuando moriste porque no era

699
el momento adecuado, la razón por la que estamos aquí presentes
es porque Malthus te ha dado un último portal.
– ¿Un último portal? –Replicó Jericco–.
– He construido un universo para ti, –le respondió Malthus con las
alas abiertas–. Podrás elegir entre los dos portales que Balam te
dio a elegir la primera vez que moriste, y yo, sólo te daré uno que
de seguro será tú último destino astral.
Jericco estaba confuso.
– Hijo, –le habló Balam entrañablemente–, sé que no te gusta este
tipo de momentos en los que debes elegir, pero sé muy sincero y
honesto contigo mismo. Te sugiero que escuches muy bien lo que
Malthus te va decir, te dará una breve definición de cada uno de
los tres portales que están disponibles para ti.
– ¿Cuáles son esos tres portales? –Indagó Jericco, curioso–. No sé
si están hablando sobre lo que estoy pensando.
Balam se le acercó lentamente a Jericco y se convirtió en un hombre
con cuernos, acarició su rostro envejecido y como por arte de magia
las arrugas desaparecieron, Jericco estaba volviendo a ser joven y
ya no tenía heridas en el cuerpo.
– El primero es el que tú conoces muy bien, –prosiguió Malthus–,
donde te convertiste en un Rey y te ganaste el amor más grande
de Pléyades, tienes la oportunidad de regresar y continuar con tu
trono. El segundo portal es el Olimpo, el lugar más colorido en
donde nunca antes habías estado, allá está tu madre, tu hermana,
Aradia y Roxette, pero no está Liam ni la gente que te apoyó en el
mundo de los vivos, si regresas al Olimpo sería como retroceder
el tiempo y que nada de lo que viviste sucedió, sólo es un borrón

700
de la historia; y el tercer portal… Es el que yo he creado para ti,
Pleyántis, un nuevo mundo en el que te esperaba una larga vida.
– ¿Pleyántis? –Replicó Jericco, desconcertado–. Esta es la primera
vez que escucho ese nombre.
– En Pleyántis está tu eternidad, –le aseguró Balam–, es un mundo
muy diferente a los tres en lo que viviste. Sería el comienzo de lo
que siempre soñaste, una vida calmada y serena. Aunque también
puedes elegir entre Pléyades y el Olimpo, son mundos que te dan
una buena alternativa. ¿Qué dices?
De pronto, Malthus dibujó con una de sus garras los tres portales. Y
cada uno tenía un color característico, Pléyades estaba envuelto de
vapores negros y tomaba tonalidades oscuras. El Olimpo, su portal
tenía un color rosa y el humo dibujaba un espiral que giraba como
un imponente remolino de colores. Pleyántis, era el portal más raro
y grisáceo de todos, sus matices se diferenciaban de los otros dos y
eso era lo más sugestivo.
– Puedes elegir entre los tres, –repitió Malthus–, la decisión está
en tus manos.
Malthus comenzó a aletear sus enormes alas.
– El tiempo se acaba, Jericco, –le advirtió Balam–, si no decides el
lugar a donde quieres ir… Te quedarás deambulando para toda
la eternidad en el plano astral, y ya no habrá nadie que te ayude
en este lugar.
Jericco estaba indeciso y absorto, mientras miraba a los portales se
quedaba en silencio recordando al Olimpo y a Pléyades.
– Quedan 10 segundos, –notificó Malthus señalando al reloj que de
repente apareció entre la niebla–. La decisión es tuya, si querrás
quedarte deambulando en este lugar será mejor que lo pienses y
701
lo analices bien… Porque Balam y yo, nunca más te volveremos
a ver.
La tensión se sentía, Jericco estaba paralizado y no sabía qué debía
hacer. El segundero del reloj sonaba y lo apresuraba ansiosamente.
– ¡Quedan 5 segundos! –Gritó Balam con la voz irascible–.
– ¡4 SEGUNDOOS! –Gruñó Malthus aún más furibundo–.
– ¡Pleyántis! –Eligió Jericco apresuradamente–. ¡Iré a Pleyántis!
Balam hizo una pausa y le dio el último abrazo a Jericco, detuvo el
tiempo y lo besó en la frente, ¿Era normal ver a un demonio llorar?
Balam no quería soltar a Jericco mientras sollozaba con dolor, era
su único hijo, Malthus desapareció los otros dos portales y agrandó
el portal de Pleyántis.
– Te amo, hijo, siempre será así… ¡Adiós! –Lloriqueó Balam con
felicidad, orgullo y nostalgia. Era una mezcla de sentimientos–.
El interior del portal comenzó a girar fuertemente, un vendaval de
aire frío absorbió a Jericco y comenzó a separarlo de Balam.
– ¡Y yo a ti, padre, fue hermoso conocerte, gracias! –Dijo Jericco a
todo pulmón–.
La poderosa gravedad del portal haló a Jericco hacia el agujero del
interior y todo empezó a dar vueltas. Malthus comenzó a esfumarse
y Balam se desvaneció en la oscuridad del plano astral. La entrada
del portal se cerró y fue como deslizarse en un altísimo tobogán con
muchas curvas empinadas, parecía una ilusión óptica de figuras y
simetrías que jugaban con la mente de Jericco, y así mismo comenzó
su último viaje por las dimensiones más herméticas del universo. En
un punto de su trayectoria parecía que caía de para arriba, flotaba
libremente como una burbuja azul y cristalina.

702
Era como estar viajando dentro de un agujero negro súper masivo,
nada puede salir de su órbita. Jericco viajaba a una velocidad luz
con las partículas que expulsaba su cuerpo al moverse, incluso los
fotones de luz y la radiación electromagnética del portal no podían
resistirse a la fuerza del agujero de gusano. Sin embargo, disfrutaba
que su boleto de viaje sólo era de ida y no de regreso. El campo
gravitacional del agujero de gusano doblaba la luz alrededor de sus
bordes, las luces que irradiaba el portal se movían violentamente en
diferentes direcciones por el efecto espejo. Jericco sentía que su
cuerpo empezaba a cambiar de forma, estaba alargándose como un
espagueti y a medida de que se acercaba más al centro del agujero,
más largo se volvía su cuerpo. El tiempo ya estaba modificándose y
Jericco se acercaba más a su desconocido destino, mientras que en
la Tierra pasaban miles de años, en el agujero de gusano pasaban
unos pocos segundos.
Jericco miró a su alrededor y vio que habían estrellas blancas que
se volvían azules, un extraño fenómeno conocido mayormente como
desplazamiento hacia el azul gravitacional. Al caer en el agujero de
gusano su campo gravitacional atrae los fotones de luz hacia abajo,
dándoles energía. Sus longitudes de ondas son cada vez más cortas
por lo que los fotones rojos se vuelven azules, y todo el contorno se
empezaba a ver azul océano. Jericco entró al lugar más oscuro del
que nunca antes había estado, el tiempo pasaba lentamente y las
leyes de las físicas dejaron de existir. Por lo que parecía, Pleyántis
estaba mucho más lejos de lo que estuvo Pléyades y el Olimpo.
Cuando abandonó el corazón del agujero de gusano para salir al
otro extremo, entró al horizonte de eventos en donde la radiación de
Hawking empezaba a generar calor y su cuerpo temblaba. Parecía
que el viaje se había invertido, las estrellas cambiaban de color azul

703
a color rojo; y repentinamente, la fuerza de atracción expulsó a
Jericco del agujero como desde el interior de una corriente marina.
La oscuridad era tan grande como tener los ojos cerrados, la fuerza
del universo continuó moviéndolo hasta que súbitamente comenzó a
bajar como el declive de una montaña rusa, y violando la ley de la
gravedad caía suavemente como una delicada pluma en un suelo
esponjoso. Jericco tenía los ojos cerrados, sentía que no era el
momento para abrirlos.
¿Puedo abrir los ojos? –Pensó Jericco, parecía que estuviese en un
sueño lúcido–. Era una sensación de paz acompañada de felicidad y
devoción, se escuchaba el ligero sonido de la naturaleza, ¿Estaba
lloviendo? Jericco sentía que su cuerpo se humedecía de pequeñas
gotas frías que caían junto a la acción del viento. El sonido de la
lluvia impactando sobre la tierra se escuchaba como una orquesta,
al igual que el sonido de un rio pasando por encima de las piedras.
Jericco abrió los ojos y lo primero que vio fue un cielo nublado en
un bosque poblado de altísimos árboles, estaba acostado con sus
brazos abiertos mientras la lluvia bautizaba su nueva vida con agua
y brío, sentía que ya había vivido ese momento en su vida pasada.
– ¿En dónde estoy? –Pensó mientras se sentaba sobre una roca–.
Pleyántis era el mundo perfecto con el que siempre había soñado, el
bosque estaba encantado, los árboles caminaban junto a las flores y
los hongos volaban como aves. ¿Era verdad todo lo que veía? ¡Era
algo prodigioso! ¿Cómo es posible que las plantas caminen? –Se
preguntaba en su cabeza mientras miraba a todas partes desde la
roca–. Los peces flotaban por el bosque y las aves nadaban en los
ríos, ¡Qué gran sorpresa! Había animales vivos en Pleyántis que ya

704
se habían extinto en la Tierra, mamíferos, reptiles, aves y cientos de
felinos que todavía conservaban su especie.
Era un ambiente mágico e inimaginable con el que ninguna persona
soñaría, entre la afluencia de los gigantescos árboles danzantes se
observaban titanes históricos que todavía reinaban en la naturaleza,
¡Eran dinosaurios! ¿Acaso Jericco viajó por el tiempo y llegó a un
lugar paralelo al de su hogar? ¡Los reptiles dominaban Pleyántis!
Se observaban tortugas gigantes que retumbaban los suelos cuando
caminaban apaciblemente en busca de alimentos, aves prehistóricas
que predominaban los cielos con el tamaño de aviones colosales, los
insectos voladores eran tan grandes y pesados como un helicóptero.
Era curioso que miraban a Jericco sin atacarlo, era un ser diminuto
e insignificante para la cantidad de bestias titánicas que caminaban
en el bosque sin problemas.
Había aves carnívoras de alto tamaño que ni siquiera volaban por
el peso, las denominadas aves Titanis. No sólo las aves subyugaban
la bruma del bosque, sino serpientes gigantes y prehistóricas que se
conocían mayormente como titanboas. Los dinoterios desfilaban con
vigor y brío, eran muy parecidos a los elefantes, a diferencia de que
tenían los dos incisivos hacia abajo en la mandíbula inferior.
Jericco se levantó de la roca y como hijo de la naturaleza caminó
desnudo por el bosque con la mirada en las alturas de los árboles,
no sabía cómo reaccionar ante la belleza de ese paraíso hostil en el
que llegó por la casualidad de una decisión fluctuante y vacilante.
El bosque estaba en la cima de una altísima montaña que se veía al
horizonte, las bajas temperaturas bendecían los ventarrones con los
fríos vientos que ondulaban el cabello lacio de Jericco, su juventud
eterna se respiraba profundamente con los suspiros de los árboles,
tenía 20 años, su edad eterna.
705
– Bienvenido, –le dijeron dos voces desde atrás–.
Jericco volteó lentamente quedando boquiabierto. Segundo después
reaccionó por acción tardía.
– ¿Abuela, abuelo? –Titubeó Jericco petrificado del asombro–.
Su abuela parecía un ángel caído del cielo, su piel canela y sus ojos
de color almíbar deleitaban su dulce sonrisa. Su abuelo era todo un
caballero rústico y noble, tenía los ojos grises y su piel parecía una
gota de miel. Galopaban un regio tigre diente de sable cada uno, el
color blanco de su sedoso pelaje parecía tan suave como el algodón.
Jericco estaba temblando y gimoteando con asombro ante la gran
sorpresa, sus abuelos parecían Reyes de la antigüedad, su abuela
tenía una corona y un increíble vestido blanco de piel. Su abuelo
también llevaba una corona y un traje negro a base de piel.
– Hemos venido por ti, –le habló abuela con la voz muy apacible–.
Eres lo que siempre estuve esperando, te prometo que ya nada en
la vida volverá a separarnos de nuestro lado.
Las mejillas de Jericco se sonrojaron de felicidad, sus ojos estaban
perdidos con los de sus abuelos.
– Desde mi muerte no dejé de pensar en ti ni por un segundo, –dijo
su abuelo con una profunda mirada de cariño–, recorrí a muchos
lugares en los que intenté buscarte pero nunca te encontré.
Su abuelo acariciaba dócilmente el sedoso pelaje del tigre.
– ¿Cómo es que esto es real? –Balbuceó Jericco llorosamente–. No
saben lo mucho que sufrí sin ustedes, en toda mi vida no pasé una
navidad sin llorar y recordar todo lo que vivimos… ¡Nunca pensé

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que los volvería a ver! Y espero nunca más volver a despertar en
un hospital, porque me quitaría la vida para volver a verlos una
vez más.
– ¡Ven aquí, mi vida! –Gritó su abuela dándole la mano–. Súbete
conmigo, éste es nuestro mundo y reinaremos por todos los siglos
y milenios, eres mi milagro y el de tu abuelo también. Nada más
nos volverá a separar, lo juro por esos hermosos ojos que me
regresan el aliento, te amo y siempre te amaré más que a nada en
el universo.
Jericco le tomó la mano y subió detrás de ella, la abrazó y apoyó su
cabeza en la espalda de su abuela.
– La muerte es sólo una separación física, –añadió su abuelo–, no
pienses que desde que nos fuimos de tu lado dejamos de saber de
ti… ¡Siempre estuvimos contigo! Y sufrimos mucho lo que viviste
en tus peores momentos. Ya eso no importa, Jericco, nunca más
te dejaremos solo porque desde ahora en adelante seremos tus
ángeles.
Jericco le tendió la mano a su abuelo y la apretó.
– Perderlos fue una pesadilla, –admitió Jericco–, había momentos
en los que pensaba en matarme para estar con ustedes. Sólo tenía
19 y 20 años cuando pensaba en hacerlo y estaba muy dispuesto,
siempre iba al cementerio a sus tumbas para llevarles flores y
desahogar todo el dolor que llevaba por dentro, era imposible
imaginarlos bajo tierra porque me sentía vacío y perdido sin que
ustedes estuviesen vivos.
Jericco estaba llorando sobre la espalda de su abuela.
– Siempre te visitábamos en tus sueños para recordarte que nunca
nos alejamos de ti, –le dijo su abuela sentimentalmente–, sé que
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nunca superaste nuestras muertes y constantemente nos pensabas
y llorabas sin que nadie te viera. Eso me rompía el corazón.
Su abuelo apretaba su mano mientras los tigres caminaban.
– Cuando eso sucedía me llenaba mucho de impotencia al ver que
no te podía abrazar, –reconsideró su abuelo–, y aunque estaba
ahí contigo odiaba no poder hablarte porque cuando lo hacía tu
ansiedad no dejaba que me escucharas.
Jericco sentía que no podía parar de llorar, el dolor era tan grande
que todavía tenía miedo de perderlos otra vez.
– Aunque tenía muy buenos amigos y gente que me apoyaba sentía
una soledad muy grande, –decía Jericco mientras desahogaba el
dolor que tenía acumulado–, odiaba no tener a alguien que me
escuchara sin que se cansara de que mí, porque siempre que lo
hacía sentía que era algo repetitivo y consecutivo.
– Te entiendo, mi cielo, –afirmó su abuela hablándole con un tono
bonito y dulce–. Todo estará bien, confía en nosotros, nada malo
volverá a pasar.
Jericco abrazó a su abuela con un solo brazo sin soltarle la mano a
su abuelo.
– Los amo, ustedes son lo más hermoso que tengo, nunca me dejen.
Que sin ustedes soy nada.
– También te amamos mucho más, –dijo su abuelo asintiendo con
la cabeza–. ¿Sabes? Queremos enseñarte algo, prepárate.
Sus abuelos se miraron sonrientemente.
– ¿A dónde vamos? –Quiso saber Jericco sugestivamente–.

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Su abuelo le dio una capa de piel para abrigarse. Era la piel de una
liebre.
– Prepárate, –musitó su abuela–, porque el camino es largo.
Después de unas horas dejaron el bosque y llegaron al gran glaciar
de Pleyántis, el océano congelado parecía la pista de patinaje de las
focas y de los leones marinos que patinaban y se resbalaban sobre
él, en las orillas del glaciar destellaban cientos de iglús y castillos
altísimos a bases de hielo. La era glacial de Pleyántis era estupenda
y sorprendente, los bosques helados de la costa abundaban de pinos
blancos bañados en escarcha y fragmentos de nieve, era como si un
toque de diamantina los mantuviese brillantes y deslumbrantes entre
el día y la noche. Aunque una gran parte del océano estaba gélido y
rígido, otra pequeña porción del mismo se levantaba ferozmente con
las gigantescas olas que venían con los fuertes vientos del norte. La
nieve caía del cielo con sosiego y letargo, los crispados ventarrones
fríos empujaban a los pingüinos de las costas hacia las orcas que se
asomaban por los orificios del hielo.
– Hemos llegado, –avisó su abuelo–, prepárense para la bajar la
montaña de nieve.
– A partir de ahora serás nuestra estrella, –su abuela expulsaba un
humo blanco por la boca cuando hablaba–. Ya no volveremos a
ver más la luz del día hasta los próximos meses. Hoy tendremos
la primera noche polar.
– ¡Magnifico! ¿En dónde estamos? –Preguntó Jericco mirando con
asombro a todos lados–.
– Estamos en el paraíso glacial, –respondió su abuelo–.

709
Jericco miró a su abuela y se quedó pensando en el tiempo que tuvo
sin poder abrazarla. Agachó la cara con las mejillas enrojecidas y
soltó un jadeo.
– Te amo, abuela, –le dijo inesperadamente, le lanzó una mirada a
su abuelo y le habló con los ojos llorosos–, a ti también, abuelo.
Son el amor más grande de mi vida y no sé cómo pude sobrevivir
sin ustedes.
Su abuela miró a Jericco llenándose de lágrimas.
– También te amamos, –repuso su abuelo–, el amor verdadero nos
une por siempre. Fuiste un hombre valiente y lo sigues siendo.
– Eres nuestro príncipe, –aseguró su abuela con una bonita risa de
alegría–, te amamos más que a nada en la vida. ¿Sabes algo? No
importa cuántas personas se vayan de tu lado, porque tú abuelo y
yo siempre estaremos para cuidarte y amarte con todas nuestras
fuerzas.
Jericco observó a su abuelo con una sonrisa y se rió dulcemente.
– Desde que te cargamos en nuestros brazos la primera vez que te
vimos supimos que serías nuestro angelito para siempre, –añadió
su abuelo–.
Jericco apoyó la cabeza en el hombro de su abuela y continuaron
bajando la montaña.
Después de bajar la montaña de nieve vieron a un grupo de gente en
las costas del océano, galopaban mamuts y altísimos osos polares,
tenían antorchas y abrigos de pieles. De repente, Jericco reconoció
a los rostros de las personas y bajó del tigre con mucha emoción.
– ¿Liam? –Rugió Jericco al verlo subido en un oso blanco–.

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Liam bajó rápidamente y se le acercó a Jericco, estaba rejuvenecido
y lucía como el primer día en que lo conoció.
– ¡Pupilo! –Gritó Liam contento y alegre–.
Jericco corrió hacia Liam y se dieron un fuerte abrazo.
– ¿Viste? ¡Siempre supe que volveríamos a encontrarnos! –Emitió
Jericco abrazándolo con afecto–.
– Aquí estamos los que de verdad te amamos, –masculló Liam–. Y
esperamos todo este tiempo para estar contigo.
Jericco lo miró sonrientemente haciendo un gesto con la cara.
– ¿En dónde está Aradia? –Le preguntó Jericco–.
Aradia apareció detrás de Liam, era una chica joven, radiante y
hermosa.
– Y siempre estaremos marcados, para toda la eternidad, –le dijo
ella–.
Jericco estaba atónito y sin palabras, miró a Aradia y se le lanzó de
brazos abiertos.
– ¡Siempre y por siempre! –Vociferó Jericco emotivamente–.
– Después del infierno que vivimos, ahora podemos vivir una vida
feliz y tranquila. –Recapituló Liam–.
Jericco le sonrió a Liam con fervor, y de pronto, apareció Germán
de la nada.
– ¡Bienvenido a Pleyántis, hijo! –Profirió montando un mamut con
Josefina–. Y aquí estamos todos unidos, la Nación Pléyades está
aquí con nosotros. ¡Nunca más nos volveremos a separar!

711
Muchos de los admiradores de Jericco estaban allí, algunos tenían
grandes letreros en madera que decían PLÉYADES NATION.
– Porque el amor verdadero existe, –añadió Josefina–, y cuando es
grande la muerte es sólo un pequeño detalle.
– Esto es algo que nunca imaginé, –dijo Jericco tomando la mano
de Liam y Aradia–, si hubiese sabido anteriormente que esto era
lo que nos esperaba a todos no habría sufrido tanto por algo que
no valía.
Inesperadamente apareció su madre, la Diosa Diana. Su sedoso
cabello castaño y sus preciosos ojos color café eran similares a los
de Jericco, estaba con la hermana de Jericco, esa que nunca pudo
nacer.
– Y aquí estamos de nuevo, hijo mío, –habló ella–, creí que cuando
estábamos en el Olimpo nunca te volvería a perder… Y así fue, es
como si la pesadilla se hubiese hecho realidad pero ya estás aquí
con nosotros. Nunca más te dejaremos ir, todos te amamos.
– ¡Te extrañé mucho, mamá! –Suspiró Jericco–. ¡Te amo, no hubo
un segundo en el que dejé de extrañarte!
– Lo sé, cariño, –dijo ella–, pero ya la pesadilla terminó. Ahora lo
que importa es que estamos contigo, tus abuelos, tu hermana, tus
verdaderos amigos y tus fieles admiradores. Al menos sabes que
regresaste a la vida sólo para buscar a Liam y a esa gente te
apoyó con todo su corazón. ¡LARGA VIDA PARA TODOS!
– ¡Larga vida! –Gritaron todos levantando sus antorchas–.
– ¡Miren al cielo! ¡Las luces del norte! –Insistió su abuelo–.
Todos miraron el hermoso cielo nocturno, había coloridas luces que
se hacían brillar con belleza y grandeza. Las auroras boreales eran

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una maravillosa pintura artística, centellaban millones de estrellas,
galaxias y nebulosas que se veían a simple vista.
– ¡Ven, Jericco, súbete! –Lo invitó su abuelo a subirse en el tigre–.
Sigamos a las Pléyades, la constelación más radiante del cielo.
Somos libres, algo que no pudimos ser en la otra vida podemos
serlo ahora.
La hermana de Jericco estaba con su abuela encima del gigantesco
tigre. Jericco subió con su abuelo y el felino prorrumpió un sonoro
rugido de bestia.
– ¡Que las auroras sean la única luz que nos guíen! –Gritó Germán
alzando su antorcha–. ¡El viaje a las estrellas ha comenzado!
La gente movía los brazos hacia los lados moviendo las antorchas,
el fuego de las antorchas era de color purpura, blanco y azul.
– ¡Rumbo a las Pléyades! –Vociferó Jericco moviendo la antorcha
en el aire–.
Jericco abrazó a su abuelo y comenzó a gritar de emoción.
– ¡A LAS PLÉYADES! –Exclamaron todos al mismo tiempo–.
La noche estaba comenzando y las estrellas continuaban bajando al
cielo como gigantescos meteoros, las galaxias giraban en los cielos
y danzaban con las auroras mientras nevaba y el oleaje del océano
resonaba en la costa. Todos estaban siguiendo las estrellas desde el
lomo de sus furiosos mastodontes, eran un formidable equipo bélico
y dinástico que continuaba creciendo en el transcurso de los lejanos
siglos y milenios. La magia existía en Pleyántis de manera directa e
indirecta, Jericco y Aradia le enseñaron sobre magia a Liam y con
el tiempo se convirtió en un majestuoso hechicero. Jericco continuó

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utilizando sus conocimientos en la alquimia y encontró el elixir de
la juventud y de la vida eterna.

FIN.

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Agradecimiento al lector.

Estoy muy agradecido con todas las personas que han leído esta
novela, ha sido grandioso conocer a muchos lectores de todas
partes del mundo. Con el poco tiempo que llevo conociéndolos sé
perfectamente que están ocupando un puesto muy importante en mi
vida, simplemente, me salvaron la vida desde el primer momento en
que me leyeron. PLÉYADES significa muchísimo para mí y no se
imaginan el valor que tiene en mi vida, pasé por muchas cosas
mientras escribía la primera parte y la segunda. Es un sentimiento
enérgico y poderoso que me hace sentir como si fuese alguien
nuevo, el hecho de tocar miles de corazones con mis libros es una
emoción renacentista y legendaria que me hace crecer con todo el
peso de mis miedos. Con PLÉYADES 2 he cerrado ciclos oscuros y
tempestuosos que me mantenían en un bucle sin salida, sin embargo,
esta gran novela fue el salto a la autosuperación personal y a la
transfiguración artística en la escritura. Con este libro liberé
muchos traumas e inseguridades que surgieron desde la infancia
hasta mi adultez, es importante para mí levantar la voz por aquellos
quienes la perdieron junto a todas sus fuerzas, todos necesitamos
amor propio y es momento de que empecemos a amarnos tantos sin
el valor de una mala reputación, por el simple hecho de ser
juzgados y humillados por nuestra raza, nuestras creencias y
nuestra orientación sexual. Sé qué se siente vivir con la autoestima
baja, sé cómo se siente tener ansiedad y depresión sin que haya
nadie en el mundo que quiera escucharte cuando necesitas dejar de
ser invisible por un segundo, pero con cada una de mis experiencias
aprendí a dejar de ser un fantasma para convertirme en el espectro
que soy ahora sin la necesidad de depender a alguien que me valore

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tanto como yo lo hago. Es muy probable que mucha gente que me
hizo daño haya leído este libro hasta el final, y quizá se encuentre
leyendo esto justo ahora mientras recuerda todas las veces en las
que se burlaron de mí hasta arrancarme de raíz y hacer leña del
árbol caído; ellos tuvieron su momento para brillar con la luz que
me robaron, y ahora es mi turno dejarlos ciego con el resplandor de
la luz que las estrellas me han dado.
El mundo necesita héroes que marquen la historia y dejen un
pequeño granito de arena con el que se formen montañas mágicas y
mitológicas; con nuestras lágrimas de dolor podríamos llenar
océanos y mares furiosos con el poder de nuestro amor propio.
Agradezco piadosamente a todos los lectores de mi grupo de
Facebook PLÉYADES NATION, sin ustedes no sé qué sería de mí
mismo ahora. Escribir de ustedes en este libro lo hizo mucho más
emocionante y divertido de lo que era, son lo mejor que pasó en el
2020 y espero que quieran quedarse conmigo para acompañarme en
toda esta carrera. Espero conocerlos algún día, es mi sueño
autografiarles mis libros, sería el honor más grande del universo.
Muchísimas gracias por dedicarle el tiempo de tu vida a mi obra de
arte, no saben lo feliz que estoy por ello.
No dejes que nadie pisoteé tu éxito ni se burle de tu dolor, convierte
tu sufrimiento en arte y aplástalos como una máquina de
destrucción. Vales oro y eres fuego, quémalos y sácales los ojos con
el brillo de tu felicidad. El viaje a PLÉYADES ha terminado.

¡Larga vida para todos!

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