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Modelo autorregulatorio de las experiencias emocionales de

Higgins, Grant & Shah (1999)


La idea principal de este modelo es que las personas preferimos algunos estados
más que otros y que la autorregulación favorece la aparición de estos. 

Igualmente señalan que el tipo de placer y el tipo de malestar que la gente


experimenta depende de qué tipo de autorregulación esté funcionando.
Indican tres principios fundamentales que se encuentran implicados en la
Autorregulación Emocional:

1) Anticipación regulatoria: Basándose en la experiencia previa, la gente puede


anticipar el placer o malestar futuro. De esta forma, imaginar un suceso placentero
futuro producirá una motivación de acercamiento, mientras que imaginar un
malestar futuro producirá una motivación de evitación.

2) Referencia regulatoria: Ante una misma situación, se puede adoptar un punto


de referencia positivo o negativo. Es decir, una misma situación puede suscitar
placer y malestar. Por ejemplo, si dos personas desean casarse, una de ella
puede anticipar el placer que significaría estar casados, mientras que la otra
persona podría imaginar el malestar que les produciría no casarse. Por tanto, la
motivación sería la misma, pero una de ellas estaría movida por un punto de
referencia positivo y la otra por un punto de vista negativo.

3) Enfoque regulatorio: Los autores hacen una distinción entre un enfoque de


promoción y un enfoque de prevención. Por tanto, se distingue entre dos
diferentes tipos de estados finales deseados: aspiraciones y autorrealizaciones
(promoción) vs. responsabilidades y seguridades (prevención).
¿Qué es la autorregulación emocional?

Se puede entender como autorregulación emocional a la capacidad de manejo


óptimo de las emociones. Es decir, es un constructo englobado dentro de la
inteligencia emocional intrapersonal que nos permite transformar una vivencia
potencialmente estresante y emocionalmente alterante en algo que, aunque
continúe siendo desagradable, comprendemos que es pasajero, impersonal y
controlable.
Tener buena autorregulación emocional implica ser capaz de identificar aquello
que nos sucede, monitorizar su progreso e intervenir sobre el mismo para que
acaba desapareciendo.
Nos permite enfrentarnos a todo tipo de situaciones vitales que queramos o
no implican una serie de vivencias emocionales.
La autorregulación emocional implicaría que, aunque estuviéramos con un estado
anímico poco deseable para la situación en la que nos encontramos, supiéramos
cómo gestionar esta emocionalidad. Es decir, implica poder analizarse uno
mismo, disminuir el grado en el que los sentimientos nos producen altibajos
súbitos, y redirigir su energía hacia un objetivo más adaptativo. Por ejemplo,
si estamos enfadados, en vez de empezar a destrozar mobiliario urbano una
buena opción es canalizar esa energía y hacer un deporte mientras se está en ese
estado.

Regulación emocional y psicopatología


Estudios e investigaciones afirman que muchas de las conductas problemáticas
que se originan en las personas se deben a problemas en el proceso de
regulación de sus emociones, dando lugar a un efecto negativo en la salud general
de la persona.
Por ejemplo, las personas que tienen como estilo de regulación la supresión, son
más propensas a padecer de alteraciones debido a la disminución de su
expresividad afectiva, dando lugar a una disminución de la comunicación de los
estados internos de la persona y presentando una activación del sistema
simpático. La habilidad para controlar las emociones depende de la aptitud, de la
capacidad para distinguir estados internos, consiguiendo manejar mejor sus
estados afectivos. Muchas de las conductas problemáticas como el consumo de
sustancias o conductas autolesivas pueden ser consecuencia de una deficiencia
notable en el proceso de regulación emocional.

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