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ANTOLOGÍA DE POEMAS SOBRE JUVENTUD-VEJEZ

Parte 4

ÍNDICE
1. “Pasatiempo” (Benedetti)
2. “¡Soy un viejo!” (Amado Nervo)
3. “Tiempos modernos” (Juan Octavio Prenz)
4. “Al envejecer” (Hermann Hesse)
5. “Envejecer” (Hermann Hesse)

Pasatiempo

Cuando éramos niños


los viejos tenían como treinta
un charco era un océano
la muerte lisa y llana
no existía.

cuando muchachos
los viejos eran gente de cuarenta
un estanque era océano
la muerte solamente
una palabra

ya cuando nos casamos


los ancianos estaban en cincuenta
un lago era un océano
la muerte era la muerte
de los otros

ahora veteranos
ya le dimos alcance a la verdad
el océano es por fin el océano
pero la muerte empieza a ser
la nuestra

Mario Benedetti
(Sección “Los inmortales y la muerte”, Viento del exilio, 1980-1981)

¡Soy un viejo!

«Soy un viejo» significa: «Ya está cercana la hora


de cosechar»; significa: «La liberación me aguarda,
y tras ella el ancho espacio, la Verdad consoladora,
cuya cita esperé ansioso, murmurando: ¡lo que tarda!».

Cuando dices: «Ya soy viejo» quieres decir: «Me aproximo


a la vida y condición naturales propias mías;
volveré al Regazo inmenso por cuyo calor y arrimo
suspiraba... Cesa el sueño; va a amanecer: ¡buenos días!».

«Soy un viejo» es tanto como exclamar: «Nobles amigos,


fieles órganos, ministros de mis complejas funciones,
de mis actos instrumentos, de mis andanzas testigos,
ya vais a holgar. Como premio, pienso daros vacaciones».

«Seréis élitros fugaces, nidos tal vez... tal vez rosas;


latiréis quizás en otro corazón lleno de fuego;
miraréis acaso en otras pupilas esplendorosas;
besaréis en otros labios... (¡besad mucho, yo os lo ruego!)».

«Soy vieja» es, amiga mía, como insinuar: «¡Seré joven!


Lo que llevo no envejece; lo que envejeció ya dejo;
¡pobre sexo desdeñado, tiempo habrá de que te troven
de nuevo!... Arrugas, ¡mañana seréis gloria de otro espejo!

«Soy un viejo» decir quiere: «Caed en buen hora, galas,


vueltas harapos. Ya vienen los bellos lujos que espero.
Rómpete, capullo inútil, porque estorbas a mis alas;
ataúd, sé cuna blanda... ¡Voy a nacer, pues que muero!»

Amado Nervo
(sección “Los lotos”, El estanque de los lotos, 1919)

Tiempos modernos

Mi vecino sexagenario tiene una confianza enorme en la juventud / Ha comenzado dos cursos
de gimnasia y asiste a varios tipos de baño / Sus vestimentas han tomado otro color y se ha
hecho un trasplante de pelo

Su último descubrimiento es un curso de levitación

Da gusto ver cómo lento se eleva del suelo y flota en el aire durante horas días enteros

Es algo que un viejo no podría hacer –me dice

Juan Octavio Prenz


(Cortar por lo sano, 1987).

Al envejecer

Ser joven y hacer el bien es fácil,


y estar lejos de todo lo vulgar;
pero reír cuando el pulso se retarda
es algo que hay que aprender.
Y quien lo logra no es viejo,
luminoso aún se yergue entre llamas
y con la fuerza de su puño doblega
por entero los polos del mundo.
Al esperar anhelosos la muerte,
no nos quedemos quietos.
Queremos transigir con ella,
queremos expulsarla.
No está la muerte ni allí ni aquí,
se alza en todos los senderos.
Está en ti y está en mí
tan pronto como traicionamos la vida.

Hermann Hesse
(Trad. Claudio Gancho Hernández de la Huerta, Elogio de la vejez, 2011).

Envejecer

Todas las bagatelas que la juventud estima


un día yo también las veneré:
rizos, corbatas, yelmo y espada,
sin olvidar a las mujercitas.
Pero sólo ahora veo claro
que para mí, el antiguo muchacho,
nada queda ya de todo ello.
Pero sólo ahora veo claro
lo sabio de aquella ambición.
Cierto que banda y rizos
y la magia toda pasan pronto;
pero lo que otrora gané,
sabiduría, virtud, calcetines calientes,
ah, también eso desapareció pronto,
y sobre la tierra se cierne el frío.
Magníficos para la gente vieja
son la estufa y el tinto de Borgoña,
y para terminar una muerte dulce,
¡pero más tarde, hoy todavía no!

Hermann Hesse
(Trad. Claudio Gancho Hernández de la Huerta, Elogio de la vejez, 2011).

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