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Poemas, relatos, álbumes y… ¿qué


más?
Hoy encontré
una pequeña alegría me hice
tan pequeño como ella para
ser el instante que está lleno de ella.
 
                                                                                 Henri Meschonnic

 
Comenzamos hoy nuestro último círculo de lectura, en el que nos vamos a dedicar
a investigar algunos otros libros imprescindibles en cualquier biblioteca para bebés
y niños pequeños.

Un comentario necesario antes de iniciar: verán que de cada libro compartimos


solo algunas páginas, eso se debe a que por respeto a los derechos de autor,
legalmente no podemos subirlos completos.

Para iniciar, invito a Leo Lionni, un gran artista holandés, que desde muy
pequeño tuvo gran interés por las obras de arte, y también le fascinaba
coleccionar animales y construir terrarios. Lo cuenta así:

Cuando yo era un niño, era coleccionista apasionado de pequeños animales,


sobre todo de reptiles. Los guardaba dentro de un terrarium que tenía paredes
de vidrio donde, con una mezcla de orden y azar, arreglaba arena y piedras,
musgos y helechos, para simular un hábitat natural. Con un impresionante
sentido de presencia recuerdo sus formas, colores y olores, y por supuesto la
sorprendente sensación de frío al tacto de los cuerpos resbaladizos de ranas y
salamandras, el ritmo rápido de sus pequeños corazones latientes.

Ese niño investigador relacionaba su curiosidad básica con su vida de artista:

En realidad, estos pequeños paisajes que compuse fueron las primeras


metáforas deliberadas de mi vida como artista. Como los jardines japoneses,
eran mundos alternativos de contemplación y de mi propia creación. Eran
seguros, predecibles, sustitutos estables de una realidad en permanente
movimiento. Eran un refugio del hostil e incierto mundo que me rodeaba.
Yacían dormidos e ignorados en mi memoria, a lo largo de las dificultades de
la vida adulta. Hasta que hace poco, en un momento de introspección crítica,

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de repente, después de medio siglo, los reconocí en las fábulas que he escrito
e ilustrado. Entonces, me di cuenta de que los protagonistas de mis cuentos
eran los mismos pequeños actores silenciosos quienes, durante la etapa de
paredes de vidrio de mi infancia, representaron la compleja ficción de
casualidad y destino, naturaleza y artificio, vida y muerte. Había ignorado su
continua presencia, pero entonces supe cuánto me había condicionado la
selección de temas, las preferencias formales, todo el intrincado juego de
símbolos que caracterizan mi trabajo como artista.

Y miren lo que piensa Leo Lionni del libro-álbum:

Uno de los ingredientes más importantes para estimular y dirigir la


imaginación infantil es el libro-álbum. Pues es allí donde el niño tendrá su
primer encuentro con una fantasía estructurada, reflejada en su propia
imaginación y animada por sus propios sentimientos. Es donde, con la
mediación de un lector adulto, descubrirá la relación entre el lenguaje visual y
el verbal. Más tarde, cuando esté solo y pase las páginas una y otra vez, las
ilustraciones articularán su primer monólogo interior consciente. Y con el
recuerdo de la voz que se ha formado a partir de sus silentes palabras, y del
ritmo obtenido, tendrá su primera clase de retórica. Sin saberlo, aprenderá
acerca del principio y del fin, la causa y el efecto, y la secuencia. Y, sobre
todo, descubrirá un nuevo tipo de mundo verbal, muy diferente en cuanto a
estructura y estilo, al caótico tráfico verbal que lo ha rodeado hasta entonces.
El libro-álbum, en medio de un ambiente complejo, muchas veces represivo e
incomprensible, se convierte en una isla imaginaria. Como el terrarium de mi
juventud, es un mundo alternativo donde puede experimentar y aprender
sobre el mundo que le rodea.

 
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Pequeño azul y pequeño amarillo


Leo Lionni publicó su primer libro para niños, que es el que nos interesa hoy, en
1959. Se llamó Pequeño azul y pequeño amarillo. La historia nació de un
extraño modo: Lionni tenía que entretener a sus nietos durante un viaje en tren, y
para eso se le ocurrió romper papelitos de colores, dándoles formas de
personajes. Así nació Pequeño Azul y Pequeño Amarillo, que se convirtió en un
clásico contemporáneo de la literatura para niños, y convirtió a su autor en uno de
los pioneros del libro-álbum.

De ese juego azaroso con sus nietos, y con el collage como técnica, este libro que
revolucionó la ilustración de los libros para niños y de algún modo “inventó” el
género álbum dedicado a la infancia.

Pongamos atención en la abstracción, algo no siempre valorado cuando hablamos


de libros para niños pequeños. Pequeño azul y pequeño amarillo es la historia de
dos colores que se encuentran en la escuela y se hacen mejores amigos. Cada
uno vive en su casa con su mamá y su papá azul y con su mamá y su papá
amarillo respectivamente. En la escuela transcurren algunas escenas de juego,
muy bonitas, en compañía de otros amigos. Un día que tardaron en encontrarse,
al verse se abrazaron tan efusivamente que… se mezclaron, y se volvieron
verdes. Para ellos siguió una tarde de hermosas aventuras, pero al llegar a sus
casas… sus padres no los reconocieron.

Este es Pequeño Azul

Esta es su casa con Mamá y Papá Azul.

 
Pequeño Azul tiene muchos amigos

 
Su mejor amigo es Pequeño Amarillo

 
En clase, están tranquilos y atentos
Después de clase corren y saltan
Se abrazaron tan fuerte

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Que se volvieron verdes

 
(Después, fueron al parque a divertirse. Se metieron en un túnel. Corrieron tras
pequeño naranja. Subieron a una montaña. Y cuando ya estaban muy cansados,
volvieron a casa. Pero Papá Azul y Mamá Azul dijeron: ¡Tú no eres nuestro
Pequeño Azul! Tú eres verde!)
 

Pequeño Azul y Pequeño Amarillo estaban muy tristes y se echaron a llorar


 

Lloraron y lloraron hasta deshacerse en lágrimas azules y amarillas


 

Lo abrazaron muy fuerte


 

También abrazaron muy fuerte a Pequeño Amarillo. ¡Y en el abrazo también ellos


se volvieron verdes!

 
Les recomiendo muchísimo que si no lo tienen en sus bibliotecas, salgan a buscar
este libro. Verán que ustedes y los niños se enamorarán de él con facilidad… Con
tan solo unos papelitos construye no solo una serie de imágenes sumamente
intensas, sino también un gran relato, profundo, divertido, un tanto inquietante,
conmovedor.

 
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El relato
Digo relato, y nos internamos en un género imprescindible para los niños. Así
como los álbumes ofrecen toda esa riqueza que ya hemos explorado, los relatos
son tan necesarios como el agua o el aire cuando hablamos de experiencia
literaria, más aún en la primera infancia.

Los seres humanos necesitamos narrar; construir relatos no solo nos permite
hilvanar la historia de la humanidad más nuestra propia historia personal, sino que
es también la posibilidad de enlazar la vida que nos acontece con la fantasía, a
través de una indispensable valoración de la imaginación.

De los relatos a pura oralidad, de los libros que soportan las historias, los seres
humanos extraemos los materiales con los que leemos y escribimos el mundo. La
escritora brasileña Marina Colasanti lo expresa de esta manera:

Podemos entender que formar lectores no es sacarse lectores de la manga,


no es fabricar lectores a partir de la nada, sino dar forma y sentido a un lector
que ya existe, embrionariamente, dentro de cada uno. ¿Y dónde se esconde
ese embrión de lector, que tantos se muestran incapaces de ver? Para quien
sabe mirar, no se esconde. Está contenido, a plena luz, en una de las
necesidades primera del ser humano, la necesidad de narraciones.

Pensar como lectores a los bebés y niños pequeños que recibimos en las
bibliotecas implica considerar en primer lugar esta necesidad narrativa como
condición del despliegue de la fantasía y del lenguaje, y a la vez constitutiva del
desarrollo. Por eso, los libros que contienen narraciones, buenos relatos, son tan
necesarios.

Muchas veces los relatos están contenidos en libros-álbum, como en el caso


de Pequeño azul, Pequeño Amarillo (¿vieron cuando decíamos que los géneros
no son puros?). Otras veces los álbumes, aunque contienen un relato, lo hacen a
través de las imágenes únicamente (lo vimos cuando estudiamos los álbumes sin
palabras), o con textos muy reducidos en palabras.

Es importante entonces seleccionar otros libros que permitan incluir relatos más
largos y complejos desde el punto de vista del lenguaje verbal.

Continuando con Leo Lionni, otro libro muy interesante, con un relato más extenso
y muy muy querido por muchos niños que conozco, es Frederick, uno de sus
libros más premiados, donde la tradicional fábula de Esopo, "La cigarra y la
hormiga", se da vuelta: “Frederik”, el ratón que junta colores, palabras, rayos de

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sol, para hacer poemas y alimentarse en el invierno, mientras los demás ratones
de la familia juntan maíz, nueces, trigo y paja, es aceptado por sus compañeros
ratones, porque en esta historia el arte es valorado como forma de vida.

¿Y tú, por qué no trabajas, Frederik?, le preguntaban los demás ratones.

 Yo trabajo, les respondía Frederik.

(…) Y una vez vieron a Frederik que parecía adormilado.

¿Estás soñando, Frederik?, le reprocharon.

Pero Frederik les contestó: “No, estoy recogiendo palabras. El invierno es largo y
temo que nos quedemos sin cosas que contar.

Otro libro extraordinario de Leo Lionni es precisamente Una piedra


extraordinaria, la pícara historia de tres ranas que encuentran una extraña piedra
en la Isla Pedregosa, donde viven. Allí comienza la entrañable amistad entre un
“pollo” de dudoso ADN y la rana Jessica; una historia humorística entre ranas, que
se equivocan de hijos. Pero el lector sabe que no es así, el niño pequeño advierte
el error y disfruta de ese equívoco, del que él es consciente y los protagonistas no.
Jessica, la rana de este relato, es tan curiosa y fantasiosa como Frederick. De
algún modo todos los personajes de Lionni juegan a ser poéticos, de algún modo
sus libros hablan sobre el arte.

Otro autor imprescindible cuando hablamos de relatos, de buenos cuentos,


es Arnold Lobel. Es otro de esos creadores especialmente generosos con su
maestría narrativa para los más pequeños. Su serie de cuentos de “Sapo y Sepo”,
también “Búho en casa”, “Historia de ratones”, entre otros, que retoman los hechos
más simples de la vida cotidiana, de la amistad en el caso de Sapo y Sepo, para
hacer con ellos una poética intimista, indagadora de la condición humana. Fresco
y nunca pueril, esa es parte de la gracia de Lobel. Arriesgo que no hay
posibilidades de que un niño se desnutra como lector cuando noche a noche
recibe uno de los siete cuentos de Historia de ratones, de boca de Papá Ratón.

Un ratoncito salió a pasear con su madre. Subieron a la cima de una montaña


y miraron el cielo. -¡Mira, se ven figuras en las nubes!- dijo la madre.

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El ratoncito y su madre vieron muchas figuras. Vieron un castillo… un


conejo… un ratón. –Voy a coger unas flores-, dijo la madre. –Yo me quedaré
mirando las nubes-, dijo el ratoncito.

El ratoncito vio en el cielo una gran nube, que se hizo más y más grande. La
nube se convirtió en un gato. El gato se acercaba cada vez más al ratoncito.

-¡Socorro! – gritó el ratoncito. Y se echó a correr hacia su madre. -¡Hay un


gato enorme en el cielo! ¡Tengo miedo!- lloriqueó el ratoncito.

Su madre miró el cielo y dijo: -no te asustes. ¿Ves? El gato se ha convertido


otra vez en nube-. El ratoncito vio que era cierto y se quedó más tranquilo.
Ayudó a su madre a recoger flores, pero no volvió a mirar el cielo en toda la
tarde”.

Este cuento que transcribimos, que se llama “Nubes”, es uno de los siete cuentos
de Papá Ratón; siete, como su número de hijitos; siete, como las noches de la
semana.

Otro gran libro de relatos: Papá Oso vuelve a casa, de Else Holmelund Minarik,
ilustrado por Maurice Sendak.

Este libro podría leerse como una pequeña novela para niños, está estructurado
en cuatro capítulos, desde que Papá Oso sale de pesca hasta que regresa.
Mientras tanto Osito se queda con su mamá y vive varias aventuras, en todas ellas
está el recuerdo de su papá. Es un relato lleno de ingenio, muy bien narrado, con
un manejo del tiempo y del mundo interior más que interesante. Puede ser muy
bueno leerlo en capítulos, uno cada día, uno cada noche; experimentar con los
niños la espera del capítulo siguiente, imaginar qué ocurrirá. Si tomamos en
cuenta lo que han trabajado estas semanas con Ellen, conversar sobre este libro
puede ser muy estimulante para el alma de los niños. 

Estos libros pueden ser buenas referencias a la hora de indagar en la construcción


de acervos y seleccionar cuentos valiosos para los niños pequeños.

 
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El poema
¿Qué es el poema? ¿Cómo abordarlo? ¿Ustedes leen poesía? ¿Ustedes les leen
poemas a los niños? ¿Alguien les recitó poemas alguna vez? La poesía es
misteriosa, desconcierta, es el “atajo lingüístico por excelencia”, dice Fabio
Morábito.

Cuando realizo talleres de poesía casi siempre noto cierta inhibición en el


comienzo, cuando hago un rastreo de las impresiones de los participantes acerca
del tema algunos dicen que les da susto leer poemas, que no los entienden, que
no le encuentran utilidad; o que están en “un lugar equivocado”, por el
desconcierto que le provoca dedicar tiempo a pensar palabras “inútiles”. Luz
señala que la poesía no forma parte de la “agenda” de su biblioteca. Luis recuerda
algunos poemas-juego de su infancia y me pregunta si eso vale como poesía.
Gloria alega que a ella le gustan los textos que le cuentan algo, de donde puede
sacar provecho, y al final la poesía la deja sin nada; Rosy agrega que nunca leyó
poemas, no está segura si en su acervo infantil cuenta con libros de poesía.
Pregunto entonces a todos qué libros de poesía de los acervos de sus bibliotecas
han leído. Aparecen muy escasos nombres… La poesía es invisible. Esto nos
demuestra con más claridad aun que estamos frente a un terreno donde es
imprescindible sembrar. ¿Cuántos libros de poemas habrá en la biblioteca de cada
CAI? ¿Tendremos que salir a buscar nuevos?

La poesía es poco visible en muchos contextos, no solo en las bibliotecas, también


en las escuelas, en los hogares, en los catálogos editoriales de literatura para
niños. Tal vez por ese carácter rupturista que tiene por sobre el lenguaje de la vida
fáctica –vida que nos domina– se vuelve tan ajena. La utilidad, el sentido explícito,
formas del lenguaje atadas a la comunicación que ensombrecen los otros usos del
lenguaje, sus otras “utilidades”: la ensoñación, la capacidad de imaginar, la
posibilidad de hacer cosas con palabras, el juego, el pensamiento metafórico, la
envoltura musical, la profundización de la sensibilidad. En ese sentido podríamos
decir que la poesía, aparentemente tan vacua, es el lenguaje por excelencia para
no quedar apresados en los sentidos únicos, en las formas homogeneizantes de
mirar la vida y construir realidad.

Esa lágrima
al borde de tu ojo,
casi salta…
¡Enjúgala! ¡Sálvala!

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No sea cosa que,


si tu pañuelo no le llega,
caiga,
y la sirena diminuta
que le nada adentro
se rompa los huesitos
y se ponga a llorar.
Cecilia Pisos
 

La escritora María Teresa Andruetto también se refiere a esa inutilidad esencial


del lenguaje poético, y rescata su valor de creación:

En el poema, las palabras –más que en ninguna otra forma de lo oral o de lo


escrito– dejan de ser funcionales a la construcción de una historia, se ‘olvidan’
de ser útiles, se ponen a hacer ‘otra cosa’, como hacen ‘otra cosa’ los gestos
en el teatro o los sonidos en la música. Se genera así una fuerza mucho más
potente que la suma de elementos que constituyen el poema, alcanzando un
resultado que aprovecha de un modo misterioso las cualidades de cada una
de las partes. Cada buen poema es, entonces, un pequeño triunfo sobre el
caos y también sobre lo plano, lo literal, lo cerrado, lo puramente racional y lo
unívoco.

 
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El poema
Ritmo, rima y musicalidad en el poema
Podríamos decir que un primer obstáculo en este encuentro con la poesía está
dado por la falta de experiencia de lectura, por las pocas oportunidades de
encontrarse con situaciones poéticas en la vida cotidiana.

Otra limitación la dan ciertas convenciones muy arraigadas acerca de los aspectos
formales de la obra poética. En mi trabajo con docentes y bibliotecarios observo
que el acercamiento a la poesía contemporánea suele ofrecer algunas dificultades,
por ejemplo si hay ausencia de rima, si los versos alteran la métrica o no es
evidente una medida estable, si la estructura desborda lo que la tradición poética
ha construido a lo largo de siglos. Si bien en la poética contemporánea persisten
las formas cerradas, las formas arcaicas del canto, la métrica y las estrofas de la
poesía clásica, otras voces también se hacen presentes y abren nuevas estéticas
para el poema. Pero en realidad no es la medida de un verso lo que nos importa,
sino su musicalidad, la sonoridad que lo habita, el ritmo propio que decanta de su
forma, que no por “libre” es azarosa, sino que en su búsqueda el poeta pone toda
su escucha para encontrar la música más propicia.

Todo tema puede ser objeto de la poesía, todo objeto puede resignificarse a través
del lenguaje, muchos poemas pueden abstenerse de la rima, todo verso busca su
melodía, todo niño merece entrar en la poesía, todo adulto también.

“La poesía es una escuela de lenguaje”, dice Georges Jean, porque en el juego,
en la exploración, en las a veces caprichosas construcciones de sentido los niños
ensayan sobre el significado, la musicalidad y el ordenamiento del lenguaje. Algo
de eso comenzamos a pensar ya desde las reflexiones sobre el balbuceo. Los
niños no exigen tanta racionalización de la palabra, se permiten el absurdo y el
humor sin ningún resquemor. Los niños nunca le pedirían a la poesía otra “utilidad”
más allá de su existencia, porque para ellos el juego es lo más interesante del
mundo.

Explorar las palabras, jugar con la repetición de los sonidos, con la rima, con la
trasposición, con la memoria y el placer sonoro; volverse sensible a la ideación de
mundos. Si nos remontamos al origen de la palabra poesía, encontramos la
palabra griega “poiein”, que significa precisamente “hacer-crear”; si volvemos a
Winnicott y a su definición de creatividad, encontramos que el juego y la poesía
comparten un universo existencial.

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El puente está quebrado


¿con qué lo curaremos?
con cáscaras de huevo
burritos de potrero.
 
Que pase el rey
que ha de pasar
la hija del conde
se ha de quedar.
(tradicional)
  
De verano, roja y fría,
carcajada,
rebanada,
de sandía.
José Juan Tablada.
 
Jugando a ser humanos,
pájaros chapoteando
al bajar la marea.
Issa
 
Dice Beatriz Robledo:

La poesía en la infancia es mucho más que un juego con el lenguaje. Es ante


todo ritmo, ritmo que sostiene, que protege del vacío, que no permite la
sensación de vértigo, porque cuando nos entregamos al ritmo, éste nos
acoge: lentamente unas veces, de manera rápida o cadenciosa otras,
devolviéndonos el ritmo original y binario del corazón: sístole y diástole. 

Y para adentrarnos en los libros de poemas, les propongo leer juntos un título que
ustedes recibirán en sus colecciones. Me refiero a Ema y el silencio, de la
escritora argentina Laura Escudero, ilustrado por el artista ecuatoriano Roger

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Ycaza. Este libro fue ganador del premio de poesía para niños, otorgado por la
Fundación para las letras mexicanas y Fondo de Cultura Económica.
En Ema y el silencio los poemas traban un triple juego: lo profundo del
pensamiento, el envés de la mirada poética y un lenguaje que persigue a las
cosas hasta desnudarlas, para arroparlas luego al modo en que los niños
trastocan las cosas del mundo cuando juegan.
 En el roble
pequeños cuencos alojaban
frutos dorados.
En otoño cayeron.
 
Ahora cuelgan
tazas vacías de las ramas
los pájaros las llevan
a sus nidos
beben sol a montones
y cuentan a sus hijos
historias
de lo que brota de nuevo.

De la lluvia.
De cuando las hojas tienen
sueños de barco
y esperan
vientos que las lleven
sobre acantilados de nubes
y bosques
de anémonas azules.
 
Ema trepa al árbol:
atrapa peces de luz
se hamaca en canoas pequeñas
cuenta caracoles
escucha el mar.

Pienso entonces en ese origen poético de la infancia: nos hacemos “niños” –más
allá de la edad biológica- por el acto de jugar, es a partir del reconocimiento y
posterior extrañamiento sobre las cosas del mundo como aprendemos a imaginar.

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Imaginar, vestir y desvestir el lenguaje, explorar el significado, construir lógicas


que permitan entender el mundo, desbaratarlas, ver –otra vez- el envés de todas
las cosas. Juego-poesía-pensamiento se convierte entonces en una trilogía
fuertemente imbricada. A la sangre que corre por las venas de la infancia la tiñen
de igual modo los juguetes y el poema.

Una oruga hace


con hojas
cosas.
Por ejemplo, mariposas.
 
Mastica con esmero
pliegue, dobles, mordisco
y agujero.
 
Origami de oruga:
hermosura.
 
Italo Calvino decía que el cuento es un caballo: un medio de transporte, con su
andadura propia, trote o galope, según el itinerario que haya de seguir. ¿Y qué es
el poema?, ¿”poquitas letras que suben y bajan”, como me dijo una niña de tres
años un día?, ¿”un cuento que a veces no cuenta nada, pero canta”, como me dijo
otro de cuatro?

¿Dónde está la poesía, dónde está el poema? ¿Qué es un poema?, ¿solo las
palabritas flacas que suben y bajan?, ¿es una música?, ¿es tal vez un pájaro que
no se conforma con cooperar con su bandada en cada migración y entonces
arriesga su vida para explorar otra experiencia aérea, otro posible e incierto
porvenir?

¿Qué hay en los poemas de “Ema y el silencio”?, ¿quién los habita?, ¿a qué
juegan?

Gata peluda
La gata peluda
duda:
¿es oruga
despeinada,
o es
gata achicada

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que
aparte de pelo,
de gata
no tiene nada?
 
Humor, naturaleza, melancolía, asombro, juegos de infancia, silencios y
musicalidades. Eso: la música, que no es un opuesto del silencio, la música que
convive con la poesía desde siempre. Así como en la música se logra una unidad,
aunque esté compuesta de instantes efímeros, así el poeta busca la unidad de su
poema, su “trasmundo”, como diría Zambrano. La matemática sostiene a la
música, ¿no tiene la poesía también su “matemática”? ¿Cuál es la matemática que
sostiene los poemas de “Ema y el silencio”?, ¿cómo trabaja Laura poeta esas
zonas de tensión entre el asombro, lo efímero, lo errático, y la unidad? ¿Qué es lo
que canta en esta poeta?

(Estos párrafos que comparto sobre Ema y el silencio pertenecen al texto que


escribí para la presentación del libro. Lo encuentran completo en el foro que
dedicamos a las reflexiones sobre poesía).

 Y lo más importante que quisiera transmitir hablando de poemas, es la


necesidad de incluirlos todos los días en el juego cotidiano, en la
conversación, en la experiencia con los bebés y los niños pequeños. Habrá
que salir a buscar más y más.

Incluiré en el foro una lista de sugerencias, y como sé que la próxima semana


tendrán una preciosa clase sobre poesía con María José Ferrada, me voy a dormir
muy tranquila, porque sé que la disfrutarán muchísimo y el poema será tema de
muchas reflexiones y creaciones.
 

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Para finalizar
Graciela Cabal, una escritora argentina, escribió un relato más que interesante
sobre su experiencia de lectura del libro Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez, en
la escuela. Aunque tiene mucho humor, sería buenísimo que nunca nunca
expusiéramos a los niños a la misma experiencia que le tocó a Graciela. Con este
relato y este toque de humor, cerramos la lectura de hoy en el círculo, y nos
vemos en el foro.

¡Muchas gracias por su compañía!

Un libro bien aprovechado


Graciela Cabal

Y pasé por fin a sexto grado, que ahora sería séptimo, con la Señorita
Catalina. En sexto grado no tuvimos un solo libro, tuvimos dos. El libro de
lectura propiamente dicho y Platero y yo. La señorita Catalina, que era una
maestra moderna, nos hizo que lo trabajáramos en equipo a Platero y yo.
(Después de todo no hay nada nuevo bajo el sol y lo único que cambian son
las palabras). Lindo era Platero, y lleno de sustantivos. 4700 tenía. ¿O
47.000? ... ¿O serían 470.000? No sé, pero eran muchos, muchísimos. Y eso
que en mi casa me ayudaban, mi mamá, mi papá que era maestro, y hasta
algunos vecinos solidarios. Pero igual fue un lío. Sobre todo para hacer la lista
de los concretos y de los abstractos. No me quejo, que mucho peor le fue lo a
mi amiga del alma, que tuvo que buscar todos los sujetos y todos los
predicados. Y entonces a mi amiga del alma le dio como un ataque de nervios
y nunca más pudo llevar al hermano a la calesita, porque en la calesita había
un burro, y además quedó tartamuda para toda la vida. A mí tanto no me
atacó. Lo único fue que tuvieron que pasar más de veinticinco años (cuando
mis tres hijos, en sus tres escuelas, debieron leer Platero y yo), para que
pudiera a agarrar de nuevo el libro. Pero igual los conté a los sustantivos,
porque era cuestión de sacrificio, de esfuerzo, de paciencia, y porque lo había
dicho la maestra. Y lo que decía la maestra, era palabra santa.

 
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Referencias bibliográficas
 Lionni, Leo. "Antes de las imágenes". En: El libro-álbum: invención y evolución
de un género para niños. Antología. Caracas, Banco del Libro, 2005. Colección
Parapara Clave. Pág. 152.

 Colasanti, M. Fragatas para tierras lejanas. Conferencias sobre


literatura. Norma. Colección Catalejo. Bogotá. 2004

 Pisos, Cecilia (poemas) y Pez, Ana (ilustraciones). Eso que brilla en el


aire. Fondo de Cultura Económica. México, 2017. Este poemario recibió el
Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños 2016, otorgado por la
Fundación para las Letras Mexicanas.

 Andruetto, María T. “Libertad condicional”. En: El verso libre. Ediciones del


Dock. Buenos Aires, 2010.

 Fonseca, R.; Huerta, D.; Rod, G. (antologadores) y Miranda, M.


(ilustraciones). Poesía a cucharadas. Antología de la poesía mexicana del siglo
XX. SM. Colección Poesía e Infancia. México, 2003.

 Silva, A. (selección, traducción y estudio crítico). El libro del haiku. Bajo la luna.
Buenos Aires, 2010.

 Robledo, B. H. Antología de poesía colombiana para niños. Alfaguara. Bogotá,


2011

 
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