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Comenzamos hoy nuestro último círculo de lectura, en el que nos vamos a dedicar
a investigar algunos otros libros imprescindibles en cualquier biblioteca para bebés
y niños pequeños.
Para iniciar, invito a Leo Lionni, un gran artista holandés, que desde muy
pequeño tuvo gran interés por las obras de arte, y también le fascinaba
coleccionar animales y construir terrarios. Lo cuenta así:
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de repente, después de medio siglo, los reconocí en las fábulas que he escrito
e ilustrado. Entonces, me di cuenta de que los protagonistas de mis cuentos
eran los mismos pequeños actores silenciosos quienes, durante la etapa de
paredes de vidrio de mi infancia, representaron la compleja ficción de
casualidad y destino, naturaleza y artificio, vida y muerte. Había ignorado su
continua presencia, pero entonces supe cuánto me había condicionado la
selección de temas, las preferencias formales, todo el intrincado juego de
símbolos que caracterizan mi trabajo como artista.
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De ese juego azaroso con sus nietos, y con el collage como técnica, este libro que
revolucionó la ilustración de los libros para niños y de algún modo “inventó” el
género álbum dedicado a la infancia.
Pequeño Azul tiene muchos amigos
Su mejor amigo es Pequeño Amarillo
En clase, están tranquilos y atentos
Después de clase corren y saltan
Se abrazaron tan fuerte
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(Después, fueron al parque a divertirse. Se metieron en un túnel. Corrieron tras
pequeño naranja. Subieron a una montaña. Y cuando ya estaban muy cansados,
volvieron a casa. Pero Papá Azul y Mamá Azul dijeron: ¡Tú no eres nuestro
Pequeño Azul! Tú eres verde!)
Les recomiendo muchísimo que si no lo tienen en sus bibliotecas, salgan a buscar
este libro. Verán que ustedes y los niños se enamorarán de él con facilidad… Con
tan solo unos papelitos construye no solo una serie de imágenes sumamente
intensas, sino también un gran relato, profundo, divertido, un tanto inquietante,
conmovedor.
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El relato
Digo relato, y nos internamos en un género imprescindible para los niños. Así
como los álbumes ofrecen toda esa riqueza que ya hemos explorado, los relatos
son tan necesarios como el agua o el aire cuando hablamos de experiencia
literaria, más aún en la primera infancia.
Los seres humanos necesitamos narrar; construir relatos no solo nos permite
hilvanar la historia de la humanidad más nuestra propia historia personal, sino que
es también la posibilidad de enlazar la vida que nos acontece con la fantasía, a
través de una indispensable valoración de la imaginación.
De los relatos a pura oralidad, de los libros que soportan las historias, los seres
humanos extraemos los materiales con los que leemos y escribimos el mundo. La
escritora brasileña Marina Colasanti lo expresa de esta manera:
Pensar como lectores a los bebés y niños pequeños que recibimos en las
bibliotecas implica considerar en primer lugar esta necesidad narrativa como
condición del despliegue de la fantasía y del lenguaje, y a la vez constitutiva del
desarrollo. Por eso, los libros que contienen narraciones, buenos relatos, son tan
necesarios.
Es importante entonces seleccionar otros libros que permitan incluir relatos más
largos y complejos desde el punto de vista del lenguaje verbal.
Continuando con Leo Lionni, otro libro muy interesante, con un relato más extenso
y muy muy querido por muchos niños que conozco, es Frederick, uno de sus
libros más premiados, donde la tradicional fábula de Esopo, "La cigarra y la
hormiga", se da vuelta: “Frederik”, el ratón que junta colores, palabras, rayos de
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sol, para hacer poemas y alimentarse en el invierno, mientras los demás ratones
de la familia juntan maíz, nueces, trigo y paja, es aceptado por sus compañeros
ratones, porque en esta historia el arte es valorado como forma de vida.
Pero Frederik les contestó: “No, estoy recogiendo palabras. El invierno es largo y
temo que nos quedemos sin cosas que contar.
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El ratoncito vio en el cielo una gran nube, que se hizo más y más grande. La
nube se convirtió en un gato. El gato se acercaba cada vez más al ratoncito.
Este cuento que transcribimos, que se llama “Nubes”, es uno de los siete cuentos
de Papá Ratón; siete, como su número de hijitos; siete, como las noches de la
semana.
Otro gran libro de relatos: Papá Oso vuelve a casa, de Else Holmelund Minarik,
ilustrado por Maurice Sendak.
Este libro podría leerse como una pequeña novela para niños, está estructurado
en cuatro capítulos, desde que Papá Oso sale de pesca hasta que regresa.
Mientras tanto Osito se queda con su mamá y vive varias aventuras, en todas ellas
está el recuerdo de su papá. Es un relato lleno de ingenio, muy bien narrado, con
un manejo del tiempo y del mundo interior más que interesante. Puede ser muy
bueno leerlo en capítulos, uno cada día, uno cada noche; experimentar con los
niños la espera del capítulo siguiente, imaginar qué ocurrirá. Si tomamos en
cuenta lo que han trabajado estas semanas con Ellen, conversar sobre este libro
puede ser muy estimulante para el alma de los niños.
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El poema
¿Qué es el poema? ¿Cómo abordarlo? ¿Ustedes leen poesía? ¿Ustedes les leen
poemas a los niños? ¿Alguien les recitó poemas alguna vez? La poesía es
misteriosa, desconcierta, es el “atajo lingüístico por excelencia”, dice Fabio
Morábito.
Esa lágrima
al borde de tu ojo,
casi salta…
¡Enjúgala! ¡Sálvala!
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El poema
Ritmo, rima y musicalidad en el poema
Podríamos decir que un primer obstáculo en este encuentro con la poesía está
dado por la falta de experiencia de lectura, por las pocas oportunidades de
encontrarse con situaciones poéticas en la vida cotidiana.
Otra limitación la dan ciertas convenciones muy arraigadas acerca de los aspectos
formales de la obra poética. En mi trabajo con docentes y bibliotecarios observo
que el acercamiento a la poesía contemporánea suele ofrecer algunas dificultades,
por ejemplo si hay ausencia de rima, si los versos alteran la métrica o no es
evidente una medida estable, si la estructura desborda lo que la tradición poética
ha construido a lo largo de siglos. Si bien en la poética contemporánea persisten
las formas cerradas, las formas arcaicas del canto, la métrica y las estrofas de la
poesía clásica, otras voces también se hacen presentes y abren nuevas estéticas
para el poema. Pero en realidad no es la medida de un verso lo que nos importa,
sino su musicalidad, la sonoridad que lo habita, el ritmo propio que decanta de su
forma, que no por “libre” es azarosa, sino que en su búsqueda el poeta pone toda
su escucha para encontrar la música más propicia.
Todo tema puede ser objeto de la poesía, todo objeto puede resignificarse a través
del lenguaje, muchos poemas pueden abstenerse de la rima, todo verso busca su
melodía, todo niño merece entrar en la poesía, todo adulto también.
“La poesía es una escuela de lenguaje”, dice Georges Jean, porque en el juego,
en la exploración, en las a veces caprichosas construcciones de sentido los niños
ensayan sobre el significado, la musicalidad y el ordenamiento del lenguaje. Algo
de eso comenzamos a pensar ya desde las reflexiones sobre el balbuceo. Los
niños no exigen tanta racionalización de la palabra, se permiten el absurdo y el
humor sin ningún resquemor. Los niños nunca le pedirían a la poesía otra “utilidad”
más allá de su existencia, porque para ellos el juego es lo más interesante del
mundo.
Explorar las palabras, jugar con la repetición de los sonidos, con la rima, con la
trasposición, con la memoria y el placer sonoro; volverse sensible a la ideación de
mundos. Si nos remontamos al origen de la palabra poesía, encontramos la
palabra griega “poiein”, que significa precisamente “hacer-crear”; si volvemos a
Winnicott y a su definición de creatividad, encontramos que el juego y la poesía
comparten un universo existencial.
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Y para adentrarnos en los libros de poemas, les propongo leer juntos un título que
ustedes recibirán en sus colecciones. Me refiero a Ema y el silencio, de la
escritora argentina Laura Escudero, ilustrado por el artista ecuatoriano Roger
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Ycaza. Este libro fue ganador del premio de poesía para niños, otorgado por la
Fundación para las letras mexicanas y Fondo de Cultura Económica.
En Ema y el silencio los poemas traban un triple juego: lo profundo del
pensamiento, el envés de la mirada poética y un lenguaje que persigue a las
cosas hasta desnudarlas, para arroparlas luego al modo en que los niños
trastocan las cosas del mundo cuando juegan.
En el roble
pequeños cuencos alojaban
frutos dorados.
En otoño cayeron.
Ahora cuelgan
tazas vacías de las ramas
los pájaros las llevan
a sus nidos
beben sol a montones
y cuentan a sus hijos
historias
de lo que brota de nuevo.
De la lluvia.
De cuando las hojas tienen
sueños de barco
y esperan
vientos que las lleven
sobre acantilados de nubes
y bosques
de anémonas azules.
Ema trepa al árbol:
atrapa peces de luz
se hamaca en canoas pequeñas
cuenta caracoles
escucha el mar.
Pienso entonces en ese origen poético de la infancia: nos hacemos “niños” –más
allá de la edad biológica- por el acto de jugar, es a partir del reconocimiento y
posterior extrañamiento sobre las cosas del mundo como aprendemos a imaginar.
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¿Dónde está la poesía, dónde está el poema? ¿Qué es un poema?, ¿solo las
palabritas flacas que suben y bajan?, ¿es una música?, ¿es tal vez un pájaro que
no se conforma con cooperar con su bandada en cada migración y entonces
arriesga su vida para explorar otra experiencia aérea, otro posible e incierto
porvenir?
¿Qué hay en los poemas de “Ema y el silencio”?, ¿quién los habita?, ¿a qué
juegan?
Gata peluda
La gata peluda
duda:
¿es oruga
despeinada,
o es
gata achicada
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que
aparte de pelo,
de gata
no tiene nada?
Humor, naturaleza, melancolía, asombro, juegos de infancia, silencios y
musicalidades. Eso: la música, que no es un opuesto del silencio, la música que
convive con la poesía desde siempre. Así como en la música se logra una unidad,
aunque esté compuesta de instantes efímeros, así el poeta busca la unidad de su
poema, su “trasmundo”, como diría Zambrano. La matemática sostiene a la
música, ¿no tiene la poesía también su “matemática”? ¿Cuál es la matemática que
sostiene los poemas de “Ema y el silencio”?, ¿cómo trabaja Laura poeta esas
zonas de tensión entre el asombro, lo efímero, lo errático, y la unidad? ¿Qué es lo
que canta en esta poeta?
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Para finalizar
Graciela Cabal, una escritora argentina, escribió un relato más que interesante
sobre su experiencia de lectura del libro Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez, en
la escuela. Aunque tiene mucho humor, sería buenísimo que nunca nunca
expusiéramos a los niños a la misma experiencia que le tocó a Graciela. Con este
relato y este toque de humor, cerramos la lectura de hoy en el círculo, y nos
vemos en el foro.
Y pasé por fin a sexto grado, que ahora sería séptimo, con la Señorita
Catalina. En sexto grado no tuvimos un solo libro, tuvimos dos. El libro de
lectura propiamente dicho y Platero y yo. La señorita Catalina, que era una
maestra moderna, nos hizo que lo trabajáramos en equipo a Platero y yo.
(Después de todo no hay nada nuevo bajo el sol y lo único que cambian son
las palabras). Lindo era Platero, y lleno de sustantivos. 4700 tenía. ¿O
47.000? ... ¿O serían 470.000? No sé, pero eran muchos, muchísimos. Y eso
que en mi casa me ayudaban, mi mamá, mi papá que era maestro, y hasta
algunos vecinos solidarios. Pero igual fue un lío. Sobre todo para hacer la lista
de los concretos y de los abstractos. No me quejo, que mucho peor le fue lo a
mi amiga del alma, que tuvo que buscar todos los sujetos y todos los
predicados. Y entonces a mi amiga del alma le dio como un ataque de nervios
y nunca más pudo llevar al hermano a la calesita, porque en la calesita había
un burro, y además quedó tartamuda para toda la vida. A mí tanto no me
atacó. Lo único fue que tuvieron que pasar más de veinticinco años (cuando
mis tres hijos, en sus tres escuelas, debieron leer Platero y yo), para que
pudiera a agarrar de nuevo el libro. Pero igual los conté a los sustantivos,
porque era cuestión de sacrificio, de esfuerzo, de paciencia, y porque lo había
dicho la maestra. Y lo que decía la maestra, era palabra santa.
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Referencias bibliográficas
Lionni, Leo. "Antes de las imágenes". En: El libro-álbum: invención y evolución
de un género para niños. Antología. Caracas, Banco del Libro, 2005. Colección
Parapara Clave. Pág. 152.
Silva, A. (selección, traducción y estudio crítico). El libro del haiku. Bajo la luna.
Buenos Aires, 2010.
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