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FE O FIDELIDAD

“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”.


Hebreos 11:1 (RV60)
En este sentido, la fe es como la materia prima de la cual nuestra confianza se construye,
esta mira hacia el futuro, a las cosas que están adelante y es la garantía que tenemos que
recibiremos lo que tanto esperamos, tal y como lo traduce la NVI: “Ahora bien, la fe es la
garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve”, (Hebreos 11:1, NVI). A parte
de esto, la fe es la convicción de lo que no se ve
Por tanto, la fe es la convicción de algo que no se visualiza materialmente, pero se cree
como algo que ya existe. Basado en todo esto podemos ver que es en función de esta
virtud que el creyente vive, mirando hacia el futuro con plena certeza y colocando su
esperanza en las cosas que no se ven.
La fe es la que realmente nos aprueba delante de Dios: “Porque por ella alcanzaron
buen testimonio los antiguos”
La fe nos ayuda a comprender nuestro origen al entender que todo este mundo fue
creado por la palabra de Dios: “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por
la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía”, (Hebreos
11:3, RV60). No necesitamos creer en la evolución o en la teoría del Big Bang para
explicar nuestro origen, de hecho ni siquiera estas teorías dan una base sólida que
explique el origen de todo el universo como lo hace la doctrina de la creación.
Finalmente, es el requisito indispensable para agradar a Dios: “En realidad, sin fe es
imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él
existe y que recompensa a quienes lo buscan”, (Hebreos 11:6, NVI). Es imposible ser hijo
de Dios sin fe ya que esta es el fundamento de toda nuestra vida. Nuestra victoria y
felicidad no dependen de nuestras propias capacidades, va más allá de todo esto, de una
firme convicción en Dios, de nuestra fe y esto es lo que agrada a Dios.
La fe no es solo una creencia útil en momentos de dificultad o cuando se quiere algo, la fe
es una fuerza activa y constante en nuestra vida. La fe es el fundamento de todas nuestras
creencias, la materia prima de nuestros sueños y anhelos, la plena certidumbre de nuestra
esperanza, la garantía de lo que se espera.
 Una persona con fe es capaz de ganar la aprobación de Dios y ser usado para realizar
grandes obras para gloria de su nombre. Muchos vivimos sin considerar los alcances de
esta realidad, sin gozar del poder de Dios en nosotros y ahogados en un mundo de
compromisos y dificultades. Sin embargo, nuestra fe tiene que evidenciarse en nuestra
vida cumpliendo el propósito del Señor y viendo su gloria en cada momento para que aun
muertos, nuestra fe trascienda eternamente.
José: Por la fe profetizo que Dios sacaría a su pueblo de Egipto
Abraham: Por la fe ofreció a su hijo amado Isaac creyendo que Dios tenía poder de
levantarlo de entre los muertos.
Sara: Por la fe dio a luz un hijo siendo estéril y avanzada de edad.
Abel: Por medio de su fe fue inmortalizado como justo delante de Dios.
MANSEDUMBRE
En la Biblia, ser manso no significa ser débil. El manso tiene una gran  fuerza interior que
le permite poner su voluntad y sus reacciones bajo el control de Dios con total confianza.
No se deja llevar por sus emociones ni reacciona sin control ante una situación. Más
bien vive bajo el control del Espíritu Santo permitiéndole que le muestre lo que debe
hablar o hacer ante un suceso o una persona en específico.
La mansedumbre nos lleva a aceptar que lo que Dios permite en nuestra vida es para
nuestro bien. El manso no lucha contra la voluntad de Dios sino que vive con la
expectativa de que siempre aprenderán algo gracias a las experiencias que Dios trae a su
vida. Esta actitud protege su corazón de la amargura. El manso de corazón no se enfrenta
a los demás como si fueran sus enemigos. Los respeta y los valora porque sabe que
también han sido creados a la imagen de Dios.
La palabra bíblica para mansedumbre no es fácil de traducir al español. Muchas
traducciones usan en su lugar «gentileza», «bondad» o «humildad»,
La verdadera mansedumbre es una fuerza interna que no se puede fingir. Crece a la
medida en que permitimos que el Espíritu Santo transforme nuestra alma. Surge de lo
más íntimo de nuestro ser, equipándonos para que se cumpla la obra de Dios en y a través
de nosotros.
Una de las formas en las que se manifiesta el fruto del Espíritu Santo en nosotros es al
darnos una disposición más humilde o mansa. La persona llena del Espíritu Santo busca
que Cristo sea exaltado, no va en busca de su propia gloria
El manso ha dejado atrás los arrebatos emocionales. El control de sus emociones está
bajo la guía del Espíritu Santo y es por esta razón que todas sus palabras y sus acciones
traen vida, acercando a las personas a Jesús.
La conducta del creyente debe mostrar firmeza en el carácter y fuerza para controlar los
impulsos. La mansedumbre no nos lleva a callar ante lo que está mal. Nos ayuda a hablar
a favor de la justicia, mostrando respeto aun cuando no estemos de acuerdo con las
palabras o acciones de los demás. La mansedumbre no es sinónimo de sumisión humana,
sino que nos ayuda a enfocarnos en hacer lo correcto de una forma que honra a los otros
La persona llena de la sabiduría que viene de Dios no busca sobresalir o ser
aplaudida. Hace lo que es correcto delante de Dios en cada situación con humildad y
mansedumbre. Reconoce que no es sabia en su propia opinión (Proverbios 3:7) o por sus
propios méritos sino gracias a la obra de Dios en su vida.
Ni aun las circunstancias más extremas logran sacar de quicio al manso. Tal como hizo
Jesús en sus momentos más difíciles, el manso continúa bajo el dominio del Espíritu de
Dios aunque lo insulten o lo maltraten.
Muchos hablaron mal de Jesús y actuaron en su contra. Pero Jesús continuó enfocado en
su misión. No respondió con insultos. Unas veces guardó silencio, otras habló la verdad
con firmeza y amor. Y luego continuó con la obra que había venido a hacer porque tenía
claro que el Padre se encargaría de hacer justicia.
Hemos sido llamados para bendecir, y esto incluye aquellos que nos insulten. ¡Nada fácil!
Pero esto es un vivo ejemplo de lo que es actuar guiados por la mansedumbre que viene
de Dios. Nos permite bendecir y reaccionar de forma agradable a Dios porque hemos
sometido nuestra vida bajo su Espíritu que nos llena y nos dirige.
Esto es algo que no pasa desapercibido: se nota. Lo notan los que nos rodean y
obviamente, lo nota nuestro Dios. Esta obediencia y sumisión al Padre resulta en
bendición para nuestras vidas hoy y por la eternidad.
Aprendemos a ser mansos cuando estudiamos la Palabra y seguimos el ejemplo de Jesús.
Él mismo nos animó a que aprendiéramos de él cómo ser mansos y humildes de corazón.
Su mansedumbre no es algo superficial que imitamos. Se interioriza y nos cambia desde
dentro. Llena todo nuestro ser pues comienza con un toque poderoso de la mano de Dios.
Jesús supo responder enfáticamente cuando fue necesario. También se quedó en silencio
muchas veces, sin responder de mala manera. ¿Cómo distinguía cuándo debía hablar o
actuar y cuándo no? Se mantenía en contacto constante con el Padre y hacía siempre
su voluntad. Descansaba en la seguridad de que no tenía que responder a todo de forma
inmediata. Esperaba la directriz del Padre.

TEMPLANZA

La templanza como parte del fruto del Espíritu es la auto negación ante los malos deseos o
placeres carnales, es el contraste con las obras de la carne que el mismo apóstol Pablo
describe unas líneas antes de hablar del fruto del Espíritu, la idea básica de la templanza
es fuerza, poder o dominio de uno mismo, habla de gobierno propio, el cual solo se logra
por nuestra permanencia en Cristo.
La templanza nos dice que estamos llamados a diferenciarnos de la demás personas que
se dejan llevar por los deseos de la carne, esa diferencia está en que nosotros bajo la
dirección y control del Espíritu Santo ejercemos gobierno y regulación a nuestras
acciones. 2ª Timoteo 1:7.
En contraste, aquellos que no han nacido de nuevo no pueden y no quieren ejercer control
sobre sus actos pecaminosos, les da igual si están pecando o no, solo piensan en
satisfacer los deseos de la carne, los que por la gracia de DIOS hemos sido regenerados,
hemos abierto los ojos a la justicia de DIOS, y por primera vez en nuestras vidas nos
damos cuenta de que lo que hacemos cuando cometemos pecados NO ES AGRADABLE
A LOS OJOS DE DIOS.
La templanza es algo que se practica regularmente hasta perfeccionarla, pues no es algo
que se da de la noche a la mañana, en 1ª Corintios 9:25-27, por medio de dos
comparaciones vemos este principio.
Las analogías del atleta y el soldado evidentemente hablan de disciplina la cual es esencial
en actividades deportivas y militares si es que se quiere sobresalir de entre los demás, la
frase golpeo mi cuerpo,  se refiere a mantenerlo en sujeción, habla de mantener bajo
control los deseos y acciones pecaminosas que van en contra del carácter Justo y Santo
de DIOS.
La gran diferencia entre el atleta y el militar y un hijo de DIOS, es que los primeros casos lo
hacen por autodeterminación, por su propio deseo y voluntad, mientras que los hijos de
DIOS reconocemos que si ejercemos disciplina en nuestras pasiones es porque es DIOS
quien pone el querer como el hacer. Filipenses 2:13.
Ellos corren por un galardón terrenal, nosotros lo hacemos por amor a Cristo y
reconocemos que es Cristo en nosotros.
Un atleta que solo entrena a fondo cuando está presente su entrenador es falto de
templanza, un obrero que solo trabaja al cien cuando está presente su jefe es falto de
disciplina, un soldado que solo se esfuerza por hacer las cosas bien cuando está presente
un superior es falto de dominio propio, de la misma manera si solo nos comportamos como
cristianos cuando estamos frente a otros cristianos (en la iglesia) es porque no hemos
desarrollado la templanza como debe de ser, tal como le pasó al mismísimo apóstol
Pedro. Gálatas 2:11-14.
Si solo nos comportamos como cristianos cuando estamos en la iglesia, es porque nos
gusta guardar las apariencias, porque deseamos llenar las expectativas de los que nos
rodean, pero posiblemente no ha ocurrido un cambio interno significativo, pues aquellos
que han nacido de nuevo ya no practican el pecado. 1ª Juan 3:8.
La templanza es el dominio de los deseos y las pasiones propias de la carne, incluidos los
instintos más básicos como el comer o el deseo sexual. 1ª Corintios 7:9.
La templanza se refiere no a refrenarlos por completo, que es abstención total, más bien es
tener el equilibrio correcto, no es malo comer, por el contrario, es una necesidad primordial,
pero cuando abusamos y caemos no solo en el sobrepeso, sino en la obesidad entonces
somos faltos de templanza.
De igual manera no es malo el desear casarse y estar con una persona toda la vida, pero
cuando alteramos el orden y deliberadamente tenemos intimidad fuera del contexto del
matrimonio, solo por darle gusto a la carne es por falta de dominio propio.
Es el Espíritu Santo la fuerza dentro de nosotros, la motivación, el poder, que opera en
nuestro interior llevándonos a perfeccionar la santidad en el temor de DIOS, y hace que
Cristo sea una realidad en nuestras vidas al reflejarlo en todo lugar y con todas las
personas, no somos nosotros por nuestra cuenta, al decir disciplina o dominio propio, no se
refiere a que es algo que nosotros hacemos aparte de DIOS, eso es simplemente
imposible, si los hijos de DIOS podemos ejercer el dominio propio, es por la acción de la
gracia de DIOS, de lo contrario no solo no podríamos hacerlo, no tendríamos ni el deseo
de hacerlo.
Es el Espíritu Santo quien nos muestra que la luz y las tinieblas no se mezclan, que no
podemos en nuestra nueva naturaleza vivir como en la antigua, que la santidad y la
inmundicia no van juntas, el deseo de ser Santos como nuestro DIOS, lo produce el
Espíritu Santo en nuestro interior.

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