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Organizado por el Estado: es el propio gobierno de la ciudad el que gestiona la educación pública
como una de sus principales misiones, lo que merecerá la alabanza de Platón yAristóteles. Además
de contar con magistrados especializados, los éforos llevan a cabo personalmente una supervisión
diaria.
A partir de este momento los ciudadanos se preparan para la vida militar ya desde la misma
infancia. A los siete años se les aparta de sus familias y comienzan a vivir en barracones de estilo
militar con los compañeros de su misma edad, sometidos a un entrenamiento que busca convertirlos
en guerreros perfectos, preocupados sólo por el bien del Estado.
Aunque la agogé se atribuye a Licurgo, no se encuentra referencia histórica alguna a ella hasta el
siglo IV a. C., en concreto en Jenofonte (República de los Lacedemonios ).
Desde el nacimiento hasta los siete años
Esparta implantó una estricta eugenesia destinada a lograr niños sanos y fuertes. De acuerdo con
Plutarco (Vida de Licurgo) nada más al nacer, el niño era examinado por una comisión de ancianos
en la Lesjé (“Pórtico”, “Soportales”), para determinar si era hermoso y de constitución robusta. En
caso contrario se le llevaba al Apóthetas, una zona barrancosa al pie del Taigeto, donde se le
arrojaba o abandonaba en una cima. Se buscaba eliminar así toda boca improductiva. Si el niño (o la
niña) superaba la prueba, era confiado a su familia para que lo criase. Durante su estancia en el
ámbito familiar no se mimaba al niño. Se instruía especialmente a las nodrizas para que lo criaran
sin pañales que constriñesen su crecimiento o debilitaran su resistencia al frío y al calor. Al niño
pequeño se le prohibía toda clase de melindres, caprichos o rabietas, y debía acostumbrarse a estar
solo y a no temer a la oscuridad. Era también costumbre bañarlos con vino, pues existía la creencia
(así lo afirma el mismo Aristóteles) de que provocaba convulsiones, haciendo que las naturalezas
enfermizas sucumbieran enseguida y robusteciendo, en cambio, las sanas. Creencia posiblemente
debida a que, en aquella época, el vino se enriquecía con drogas alucinógenas capaces de penetrar la
piel e incluso de provocar la muerte por sobredosis.[1] Las nodrizas espartanas llegaron a gozar de
fama en algunas regiones de Grecia. Espartana era, por ejemplo, Amicla, la que crió al
ateniense Alcibíades.
A los siete años, los niños espartanos abandonaban su casa y quedaban bajo la autoridad de
un paidónomo, magistrado especializado que supervisaba la educación. Se integraban en una agelé,
especie de unidad militar infantil, bajo el mando de un muchacho mayor, el irén (de diecinueve
años cumplidos). Aprendían entonces a leer y a escribir (según Plutarco, este aspecto se reducía al
mínimo indispensable), así como a cantar (principalmente las elegías de Tirteo, que servían como
cantos de marcha). Pero lo esencial de su formación consistía en endurecerlos físicamente por
medio de la lucha y el atletismo, y en aprender el manejo de las armas, a marchar en formación y,
por encima de todo, a obedecer ciegamente a sus superiores y buscar siempre el bien de la ciudad.
Plutarco lo expresa así: "Licurgo acostumbró a los ciudadanos a no saber vivir solos, a estar
siempre, como las abejas, unidos por el bien público en torno a sus jefes" (Vida de Licurgo).
El Estado asume la tutela hasta los veinte años. Durante la infancia, todo el énfasis se pone en el
rigor y la disciplina. Estos dos principios son la quinta esencia de lo espartano. A los niños se les
corta el pelo al rape (más tarde, cuando sean efebos, lo llevarán largo y bien cuidado), van
habitualmente descalzos y hacia los doce años sólo se les permite ya unhimatión (manto de lana de
una pieza) al año y ningún quitón (la habitual túnica corta, atada sobre los hombros). De hecho, la
mayor parte del tiempo -en el gimnasio, en sus juegos- van desnudos y mugrientos, porque
raramente se les permite bañarse. Las raciones de comida se reducen al mínimo imprescindible, lo
que les obliga a robar si quieren evitar el hambre o así se lo manda su irén (y, de ser sorprendidos,
se les castiga severamente no por el robo mismo, sino por su torpeza al cometerlo). Duermen en un
lecho de cañas recogidas en elEurotas, que deben cortar a mano ellos mismos, sin herramientas de
ninguna clase. Pese a todo, los niños y jóvenes cuentan con servidores que les atienden, salvo
durante la Krypteia. Al convertirse en efebos (hacia los quince años) se dejaban el cabello largo
propio de los soldados, limpio y perfumado, en honor de la opinión atribuida a Licurgo, para quien
la melena hacía a los guapos más apuestos y a los feos más temibles.
La esmerada atención que en Atenas y otras ciudades griegas se prodigaba a la educación retórica,
en Esparta estaba orientada a formar en la máxima economía expresiva, hasta el punto de hacer
proverbial la concisión espartana al hablar (laconismo). Se esperaba del joven que llegara a expresar
sus ideas con solidez, pero de forma breve y mordaz, al tiempo que con gracia.
Toda la ciudad vela por la disciplina de los jóvenes. Cualquier ciudadano o compañero de más edad
puede reñir a los niños o sancionarlos con castigos físicos: hacerles pasar hambre, morderles el
pulgar, azotarlos, etc. Esta dureza, lejos de ser herencia de Licurgo, irá incrementándose a lo largo
de los siglos de manera completamente inconexa con las auténticas necesidades militares de la
ciudad. Así, durante la Pax Romana, cuando Esparta se ha convertido en una población sin
importancia de la provincia de Acaya, las ceremonias a manera de novatadas en el santuario
de Artemisa Ortia (combates rituales disputándose pilas de quesos colocados sobre los altares) se
convierten en el sádico ritual de la dimastígosis, en la que a los niños, desnudos y al sol, se les
flagela incluso hasta la muerte, ante las ávidas miradas de los espectadores, venidos de toda Grecia.
Todo este entrenamiento hace de los espartanos los soldados más temidos de Grecia y figuran,
probablemente, entre los mejores combatientes de la Antigüedad.
Para entrenar el físico, aparte de los castigos y prácticas comentadas con anterioridad, lo más
frecuente era apalearlos. El lugar de apaleamiento se encontraba ubicado en un bosque -en un sitio
un poco apartado- pero al que podía acceder cualquier ciudadano de Esparta. Lo primero que se
hacía era escoger un árbol vigoroso y robusto, al cual se le enganchaba una cadena -en el tronco- y a
ésta un palo. Lo que hacía el muchacho era agarrar este palo mientras otros dos de sus compañeros
lo apaleaban. Esta acción se llevaba a cabo con varas de bambú, puesto que dolía, picaba y
desgarraba la piel. Por si el muchacho se caía de agotamiento o de dolor había otros dos
compañeros que se encargaban de levantarlo para que pudiesen seguir apaleándolo.
La finalidad de este ejercicio era, para el que apaleaban, aprender a aguantar y soportar mejor el
dolor. Para los que golpeaban, era no detenerse ni vacilar en el ataque aún cuando se sentía el
terrible dolor que estaba sufriendo el enemigo. Y en tercer y último lugar, los que sujetaban, la
finalidad era que aunque viesen sufrir o incluso morir a sus compañeros en combate no vacilasen y
continuasen con la misión que les había sido encomendada por sus superiores.
Esta práctica no se realizaba como castigo, sino que se hacía de forma aleatoria entre los
componentes del campamento. Aunque éste también era el castigo que recibían los muchachos a los
cuales se les sorprendía robando.
Cuando el que estaba recibiendo el castigo tenía el cuerpo demacrado se le retiraba, pero a no ser
que se encontrase muy herido no se le curaban las heridas. Había casos de jóvenes tan arrogantes
que por no sucumbir al dolor y por no caer a los pies de sus compañeros preferían morir. Sus cuatro
compañeros -los que apaleaban y los que sujetaban- no podían interrumpir la ceremonia, tan sólo
podían aconsejar a su compañero que se soltase. Pero si este decidía no hacerlo se proseguía con la
ceremonia hasta arrebatarle la vida.
Las mujeres recibían también una educación gestionada por el Estado, basada en la gimnasia,
la lucha y el atletismo, y que tenía como finalidad principal capacitarlas para engendrar niños sanos
y fuertes. Se trataba de combatir los rasgos considerados femeninos (gracia, cultura) mientras se
endurecía el cuerpo. La mujer espartana llevaba habitualmente el peploarcaico, sin coser por el
costado, lo que suscitaba bromas y comentarios lascivos entre los demás griegos, especialmente
los atenienses, que las llamaban las fainomérides (“las que enseñan los muslos”). En las ceremonias
religiosas y en las fiestas iban directamente desnudas, lo mismo que en las competiciones públicas
de atletismo o lucha.
Como contrapartida a su dura educación, las mujeres espartanas gozaron de una notable libertad de
movimiento, a diferencia de las demás mujeres griegas, recluidas casi de por vida en el gineceo.
Podían también heredar de sus padres, lo que les proporcionaba gran independencia de los hombres
y solían ser ellas las que administraban la economía familiar.
Las mujeres que asistían a los juegos olímpicos eran únicamente mujeres solteras y en "busca de
esposo". Las esposas y las niñas no podían asistir a estas fiestas.
La educación en Esparta
El odio de la población autóctona y sus frecuentes rebeliones por quitarse la fuerza represora
obligaban a los espartanos a vivir siempre en pie de guerra, con lo cual su educación se basaba en
actitudes bélicas.
La educación en la familia del niño era muy estricta, ya que si aparecía con algún tipo de
deformación era condenado a muerte pero la decisión debía ser aprobada por el consejo de la tribu.
El joven espartano recibía la educación de sus padres intentándole alejarle de las malas compañías.
Su objetivo era tener un cuerpo y un alma preparado para el sufrimiento. A los siete años pasaba a
ser propiedad del Estado, quien respondía de su educación. Su objetivo era que el niño prestase un
servicio militar al Estado.
Los jóvenes se dividían dependiendo de su edad: de siete a doce años, de doce a quince años y de
quince a dieciocho años. Los grupos estaban formados por alumnos dirigidos por monitores quienes
escogían a los más distinguidos e inteligentes. Debían aceptar las órdenes, los trabajos y aún los
castigos sin demandar clemencia.
Los espartanos concedían escasa importancia al saber. Los niños aprendían a leer y escribir,
cantaban las leyes y recibían lecciones de música.
La educación moral servía para formar el carácter del niño para acostumbrarle a las privaciones al
dolor, al sufrimiento y a la separación de los padres.
La educación de la mujer espartana estaba condicionada, al igual que la del hombre, por la finalidad
guerrera y belicosa del Estado. Practicaba toda clase de ejercicios físicos.
La educación en Atenas
Atenas fue el verdadero foco de la cultura helena. Aspiraba a desenvolvimiento armónico del
hombre por medio de la educación física, el trabajo intelectual y la práctica de la virtud.
La educación en la familia era muy deficiente. El padre no se preocupaba y estaba dirigido más a la
vida social. La madre ejercía escasa influencia debido a su ignorancia. El niño aprendía poesía y
cánticos. Se aprovechaba su afición a los cuentos y fábulas para inculcarle verdades morales.
A los siete años los niños debían frecuentar la escuela. Les acompañaba un pedagogo que
generalmente era un esclavo instruido quien les ayudaba en los buenos modales. El escolar dividía
su tiempo entre la palestra y el didascáleo. En la palestra pasaban la mitad del día y practicaban el
salto, el lanzamiento de jabalina, carreras, lanzamiento de disco y lucha. El didascáleo era la escuela
gramática; el alumno aprendía mediante el deletreo, la escritura y el cálculo.
A través de los poetas estudiaban la religión, la historia, la geografía, nociones de economía, física y
ciencias naturales. Los niños pobres abandonaban la escuela, pero debían prepararse el ejercicio de
su profesión mediante el aprendizaje obligatorio. Los hijos de familias acomodadas continuaban
añadiendo a las anteriores la música, la danza, la aritmética, la geometría y el dibujo.
La educación moral estaba dividida en toda la enseñanza. A los quince años ingresaban en el
gimnasio atendiendo especialmente a la formación física. Con el tiempo se llamaron gimnasios a las
escuelas de filosofía. A los dieciocho años pasaba a la categoría de efebos. Empezaba su servicio
militar que duraba dos años.
La educación superior debía ser practicada para no sólo preparar una profesión, sino más bien una
cultura general.
La organización de la escuela era en un rincón de la calle o en una plaza pública. Más adelante se
construyeron locales. En las ciudades populares había varias escuelas. El maestro se colocaba en
alto y en las paredes se veían objetos empleados en la enseñanza. El maestro era llamado
gramatista. Su empleo estaba mal pagado.
En la enseñanza privada el sistema era individual. La clase se hacía a base de coloquios particulares.
Los demás trabajaban vigilados por ayudantes.