Está en la página 1de 3

TEMA DSupo que había agradado a Dios

ENOC tenía unos 365 años, cuatro veces más de lo que hoy consideramos una vida
larga. Aunque a nosotros nos cueste creerlo, en aquel entonces alguien de esa edad
no era un anciano. Hace 5.000 años, la gente vivía mucho más que ahora. Por
ejemplo, Adán, el primer hombre, tenía más de 600 años cuando nació Enoc y siguió
viviendo otros 300, y algunos de sus descendientes incluso vivieron más que él. Así
que, con 365 años, Enoc aún estaba en forma, con toda una vida por delante. Sin
embargo, no viviría mucho más.
Al parecer, estaba en peligro de muerte. Podemos imaginarlo huyendo, incapaz de
quitarse de la cabeza la reacción de la gente al mensaje divino que acababa de
darles. Sus rostros estaban desencajados por la rabia. Esas personas lo odiaban,
despreciaban su mensaje y aborrecían al Dios que lo había enviado. Claro, no podían
atacar a Jehová, el Dios de Enoc, pero sí podían atacar a su mensajero. Enoc quizás
se preguntaba si volvería a ver a su familia. ¿Estaría pensando en su esposa y sus
hijas? ¿En su hijo Matusalén? ¿O tal vez en su nieto Lamec? (Génesis 5:21-23, 25).
¿Sería este su fin?
La vida de este personaje bíblico es un poco enigmática. En la Biblia solo se le
menciona en tres breves ocasiones (Génesis 5:21-24; Hebreos 11:5; Judas 14, 15).
Con todo, estos pocos versículos nos dan las pinceladas necesarias para hacernos
una imagen de cómo fue este hombre de fe. ¿Tiene usted que mantener a una familia?
¿O alguna vez ha tenido que defender lo que sabe que es correcto? En ese caso,
aprenderá mucho del gran ejemplo de fe de Enoc.
“ENOC SIGUIÓ ANDANDO CON EL DIOS VERDADERO”
En los días de Enoc, el mundo iba de mal en peor. Es cierto que los seres humanos —
la séptima generación en la línea de Adán— estaban mucho más cerca de la perfección
física que habían perdido Adán y Eva, y por eso vivían tantos años. Pero su
moralidad y espiritualidad eran un auténtico desastre. La gente era muy violenta,
una tendencia que había empezado en la segunda generación, cuando Caín mató a su
hermano Abel. Al parecer, uno de los descendientes de Caín presumió de ser aún más
violento y vengativo que el propio Caín. Durante la tercera generación surgió una
nueva forma de maldad. La gente empezó “a invocar el nombre de Jehová”, pero
no para adorarlo. Por lo visto, usaban el sagrado nombre de Dios con falta de
respeto (Génesis 4:8, 23-26).
Esa forma de religión falsa imperaba en aquella época, por lo que Enoc tuvo que
tomar una decisión. ¿Sería como el resto de la gente? ¿O buscaría a Jehová, el Dios
verdadero, quien había hecho el cielo y la Tierra? Seguramente le conmovía mucho el
ejemplo de Abel, quien había muerto como mártir por adorar a Jehová de la manera
que a Él le agradaba. Enoc decidió imitar su fe. En Génesis 5:22 leemos: “Enoc
siguió andando con el Dios verdadero”. Esta extraordinaria declaración hace que
destaque como un hombre devoto en un mundo alejado de Dios. Él es el primer ser
humano al que la Biblia describe de esta manera.
Ese mismo versículo dice que siguió andando con Jehová después de que nació su hijo
Matusalén. Así que, con aproximadamente 65 años de edad, Enoc era padre de familia.
Aunque la Biblia no menciona el nombre de su esposa ni cuántos hijos tuvo, sabemos
que se casó y que tuvo “hijos e hijas”. Para que se diga que un padre anda con Dios
mientras cría una familia, debe cuidar de los suyos como Dios aprueba. Enoc
entendía que Jehová esperaba que fuera fiel a su esposa (Génesis 2:24). Y seguro
que hizo todo lo posible para enseñar a sus hijos a amar a Jehová. ¿Cuál fue el
resultado?
La Biblia no da muchos detalles. De hecho, no dice nada sobre la fe de su hijo
Matusalén, el personaje bíblico que vivió más tiempo y que murió el mismo año en
que ocurrió el Diluvio. Pero sí sabemos que su nieto Lamec —hijo de Matusalén con
quien Enoc coincidió por más de cien años— fue un hombre con una fe sobresaliente,
pues Jehová hizo que pronunciara una profecía sobre su propio hijo, Noé, que se
cumplió

MI PASADO Nací en Paddington, una zona muy poblada de Londres (Inglaterra). Vivía
con mi madre y tres hermanas mayores. Mi padre aparecía y desaparecía de nuestras
vidas porque tenía problemas con la bebida.
Cuando era niña, mi madre me enseñó a orar por las noches. Yo tenía una pequeña
Biblia que solo traía los Salmos y me inventaba la música para poder cantarlos. Una
vez leí una frase que me impactó mucho en un libro: “Algún día no habrá un mañana”.
Esas palabras no me dejaban dormir de noche; pensaba en el futuro. Me decía: “La
vida no puede ser solo esto. ¿Qué hago aquí?”. ¡Yo no quería morirme!
Me entró mucha curiosidad por el ocultismo. Así que traté de comunicarme con los
muertos y fui a cementerios con amigos de la escuela. También me juntaba con ellos
para ver películas de terror. Todo eso nos parecía escalofriante y emocionante a la
vez.
Con solo 10 años, mi vida ya iba por mal camino. Comencé a fumar tabaco y enseguida
me hice adicta. Después pasé a fumar marihuana. Tenía 11 cuando probé con el
alcohol y, aunque no me gustaba el sabor, sí me gustaba la sensación de estar
borracha. Amaba la música y me encantaba bailar, y siempre que podía me iba a
fiestas y a discotecas. Me escabullía de casa por las noches y al amanecer entraba
sin que nadie me viera. Por lo general, al día siguiente estaba tan agotada que
faltaba a la escuela. Y, cuando iba, solía beber alcohol entre clase y clase.
En mi último año de escuela, mis calificaciones fueron un desastre. Como mi madre
no sabía hasta dónde llegaba mi mal comportamiento, se sintió decepcionada y se
enojó conmigo. Discutimos, y acabé yéndome de casa. Por un tiempo viví con Tony, mi
novio, que era rastafari. Él se dedicaba a robar, vendía drogas y tenía fama de ser
muy violento. Poco después me quedé embarazada y, con apenas 16 años, tuve a
nuestro primer hijo.
CÓMO LA BIBLIA ME CAMBIÓ LA VIDA Conocí a los testigos de Jehová mientras vivía en
un albergue para madres solteras y sus bebés. Había conseguido vivir ahí gracias a
los servicios sociales. Dos mujeres Testigos venían siempre a visitar a otras
jóvenes madres. Un día me uní a una de sus conversaciones para demostrar que las
Testigos estaban equivocadas. Sin embargo, ellas respondieron mis muchas preguntas
con calma y sencillez citando de las Escrituras. Me encantó que fueran tan amables
y cariñosas. Así que acepté estudiar la Biblia con ellas.
Pronto aprendí algo en la Biblia que me cambió la vida. Desde niña había tenido
miedo a morir, pero entonces descubrí lo que Jesús dijo sobre la resurrección de
los muertos (Juan 5:28, 29). También aprendí que yo le importaba a Dios (1 Pedro
5:7). Las palabras de Jeremías 29:11 me llegaron al corazón. Allí dice: “Porque yo
mismo bien conozco los pensamientos que estoy pensando para con ustedes —es la
expresión de Jehová—, pensamientos de paz, y no de calamidad, para darles un futuro
y una esperanza”. Comencé a creer que podría vivir para siempre en el Paraíso en la
Tierra (Salmo 37:29).
Los testigos de Jehová fueron muy cariñosos conmigo. La primera vez que fui a una
de sus reuniones, noté que el ambiente era muy agradable y acogedor. Todos eran muy
simpáticos (Juan 13:34, 35). ¡Qué contraste con el trato que me habían dado en la
iglesia! Los Testigos no me juzgaron por mis circunstancias. Me dedicaron tiempo y
me dieron cariño, atención y ayuda práctica. Sentí que formaba parte de una gran
familia.
Al estudiar la Biblia, comprendí que tenía que hacer cambios en mi vida para estar
a la altura de las elevadas normas morales de Dios. Me costó mucho dejar de fumar
tabaco. Además, me di cuenta de que cierto tipo de música me hacía tener ganas de
fumar marihuana, así que empecé a escuchar música de otra clase. Dejé de ir a
fiestas y a discotecas, donde sabía que me sentiría tentada a beber alcohol.
Y busqué nuevos amigos, personas que fueran una buena influencia para mí
(Proverbios 13:20).
Durante ese tiempo, Tony también había estado estudiando la Biblia con los testigos
de Jehová. A medida que le contestaban sus preguntas con la Biblia, se fue
convenciendo de que lo que estaba aprendiendo era la verdad. Hizo grandes cambios
en su vida: se alejó de sus amigos violentos, y dejó de robar y de fumar marihuana.
Ahora bien, vimos que para servir a Jehová como él desea, debíamos legalizar
nuestra relación y darle a nuestro hijo un ambiente estable. Así que en 1982
decidimos casarnos.
Recuerdo que yo buscaba en las revistas La Atalaya y ¡Despertad! relatos de
personas que habían logrado hacer los cambios que yo quería hacer. Sus historias me
animaban muchísimo; me daban fuerzas para seguir luchando y no rendirme. Siempre le
pedía a Jehová que no se cansara de mí. Tony y yo nos bautizamos como testigos de
Jehová en julio de 1982.
QUÉ BENEFICIOS HE OBTENIDO Hacerme amiga de Jehová me salvó la vida. Tony y yo
hemos visto

Génesis, capítulos 11-24; vea también 25:1

También podría gustarte