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EN BUSCA DE LA IDENTIDAD PERDIDA DEL HOMBRE

Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las
cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas. Apocalipsis 4:11

11 Ut queꞌxye re: At Kac̱ uaꞌ, at kaDios, ac̱ꞌulub nak takaqꞌue a̱lokꞌal. A̱cꞌulub nak ta̱nima̱k
ac̱uu ut taq̱ꞌuehekꞌ ac̱uanquil xban nak laa̱t catyiḇan re chixjunil li cꞌaꞌru cuan. Xban nak
joꞌcan xacuaj la̱at, joꞌcan nak xayoꞌobtesiheb li cꞌaꞌru cuanqueb.

El ministerio cristiano está basado en la hipótesis de que existen algunas personas serias
que quieren saber quiénes son, qué son, por qué están aquí y a donde van.

En busca de propósito
La identidad basada en el trabajo
La identidad basada en la educación
La identidad basada en el placer
La identidad basada en las emociones

Esto es lo que se enseña en toda la Biblia: Dios creó al hombre para que lo adorara. El
hombre es el niño mimado del universo, el centro del afecto divino; sin embargo, muchos
incrédulos negaron esto.

El ser humano es la única criatura en la que Dios se mira para verse reflejado, porque fue
creado a su imagen. El hombre es el reflejo de la gloria de Dios, que era su propósito e
intención originarios.

La función suprema del hombre por toda la eternidad es la de reflejar la elevada gloria de
Dios, para que Él pueda mirar en ese espejo llamado humanidad y ver reflejada su propia
gloria. Por medio del hombre, Dios pudo reflejar su gloria a toda la creación.

Usted es el espejo del Todopoderoso, y este es el motivo por el que fue creado. Este es su
propósito. No ha sido creado para simplemente tomar una cosa que esté en un lugar y
trasladarla a otro, es decir, trabajar. No fue creado para desarrollar su cerebro de tal
modo que pueda hablar de una manera culta —la educación—.

Tampoco estamos aquí para disfrutar todo lo que podamos, incluso de los placeres puros
de la vida. Y no estamos para experimentar las emociones fuertes que se nos ofrezcan.

Todos los santos profetas y los apóstoles enseñan que el hombre cayó de su primer estado
y destruyó la gloria de Dios, rompiendo así el espejo. Dios ya no podía mirar al hombre
pecador y ver reflejada su gloria.

El hombre incumplió el propósito de su creación, que era adorar a su Creador en la


hermosura de la santidad. Olvidó esto, renunció a esa capacidad por el pecado y hoy está
preocupado por encontrar otras cosas que llenen ese vacío.
Es terrible ver a qué cosas acuden las personas cuando pierden a Dios. Si El no brilla en sus
ojos, los llenan de cualquier otra cosa; y si no disfrutan adorando al gran Dios
todopoderoso que los creó, encuentran algún otro objeto de su adoración.

Si una persona no tiene a Dios, debe tener alguna otra cosa. Quizá sean los barcos o el
dinero convertido en un ídolo; puede ser ir a fiestas o, simplemente, pasarlo todo lo bien
que puedan.

Han perdido a Dios y no saben qué hacer, de modo que buscan alguna actividad; por eso
se han inventado todos los placeres de la vida.

Dios creó al hombre para que reflejara su gloria; pero, lamentablemente, el hombre no lo
hace. Las flores siguen siendo tan hermosas como Dios quiso que fueran. El sol luce con
fuerza allá en lo alto, en el firmamento espacioso.

Caen las sombras por la tarde, y la luna retoma su hermosura y nos cuenta que la mano
que lo creó todo es divina. Las abejas siguen recolectando el néctar de flor en flor, y las
aves entonan mil canciones, y los serafines siguen cantando «Santo, santo, santo» ante el
trono de Dios.

Sin embargo, el hombre, de entre todas las criaturas, continúa amargado en su cueva. El
ser humano, hecho más como Dios que cualquier otra criatura, ha dejado de parecerse a
Él más que cualquier otro ser creado.

El hombre, formado para ser espejo que reflejase la deidad, ahora sólo refleja su propio
pecado.

Desde el punto de vista de Dios, el hombre necesitaba la redención. ¿Cuál es el propósito


de ese acto? La redención nos devuelve de nuevo a Dios; pone nuevas cuerdas al arpa; la
purga, la limpia y la renueva mediante la gracia del Padre y la sangre del Cordero.

Tengo para usted una noticia maravillosa. Dios, que nos hizo así, no renunció a nosotros.

No dijo a los ángeles: «Borren sus nombres y apártenlos de mi memoria».

La adoración es el motivo pleno de la existencia del hombre.


La adoración es la razón por la que nacemos y por la que nacemos de nuevo.

La adoración es el motivo de nuestra primera y de nuestra segunda génesis, a la que


llamamos regeneración.
La adoración es el porqué de la Iglesia, la asamblea de los redimidos.

CONCLUSIÓN
Toda iglesia cristiana, en todos los países del mundo, en toda generación, existe para
adorar a Dios en primer lugar, no en segundo; no para abordar la adoración al final del
culto, como algo secundario, sino para adorar a Dios primariamente, de modo que todo lo
demás venga después. Nuestro llamado primordial es a adorar a Dios.

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