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YO IRÉ,
A SAMARIA
Introducción
En esta maravillosa historia que se presenta en Juan 4, vemos
como Jesús, el Misionero más Grande del mundo, va más allá
de la cultura, de la religiosidad, de los estereotipos (patrones de
conducta aceptados por la mayoría) y más allá aun de nuestras
propias debilidades para hacer en nuestra vida cosas maravillosas
que solamente Él puede hacer.
Los judíos menospreciaban a los samaritanos, no tenían
contacto con ellos por motivos religiosos, ya que ellos adoraban
en el monte Gerizim y los judíos en Jerusalén (1 Reyes 12:25-
29) y por motivos raciales ya que para los judíos los samaritanos
eran una raza impura, mezclada con otras naciones que fueron
traídas por los Asirios cuando el reino del norte fue conquistado y
deportado a Asiria. (2 Reyes 17:22-24)
Pero que maravilloso es que nuestro Señor Jesucristo no vio
a la mujer samaritana ni a los samaritanos con desprecio, ni con
odio, ni con indiferencia, sino con amor, pues le “era necesario
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I WILL GO - YO IRÉ
Interpretando el texto
La mujer samaritana vino al pozo en la hora sexta, es decir
al medio día, normalmente las mujeres venían a sacar agua
de los pozos o más temprano o más tarde, y normalmente el
momento de sacar agua era aprovechado por las mujeres para
tener contacto social con otras mujeres de la comunidad, pero
esa mujer seguramente por su presente y por su pasado seria
marginada, es decir en su corazón seguramente habría mucha
soledad.
Pero nuestro Señor no vio a esa mujer, ni a nosotros como
mira la sociedad. Nos ve con amor eterno (Jeremías 31:3) Este
encuentro estaba planificado desde la eternidad. Jesús le ofreció
lo que ningún hombre le había podido dar: La salvación que salta
de su interior como ríos de agua viva.
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Conclusión
“Tan pronto como halló al Salvador, la mujer samaritana
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trajo otros a él. Demostró ser una misionera más eficaz que los
propios discípulos. Ellos no vieron en Samaria indicios de que era
un campo alentador. Tenían sus pensamientos fijos en una gran
obra futura, y no vieron que en derredor de sí había una mies que
segar. Pero por medio de la mujer a quien ellos despreciaron, toda
una ciudad llegó a oír del Salvador. Ella llevó en seguida la luz a
sus compatriotas”. DTG, 166.
Esta mujer representa la obra de una fe práctica en Cristo.
Cada verdadero discípulo nace en el reino de Dios como misionero.
El que bebe del agua viva, llega a ser una fuente de vida. El que
recibe llega a ser un dador. La gracia de Cristo en el alma es como
un manantial en el desierto, cuyas aguas surgen para refrescar a
todos, y da a quienes están por perecer avidez de beber el agua
de la vida. DTG 166.
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