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Solo unas 5.000 personas firmaron a principios de febrero el manifiesto de intelectuales contra
la guerra. En 2014, cuando Rusia se anexionó Crimea y comenzó la guerra del Donbás, sí hubo
protestas masivas contra la guerra en pleno centro de Moscú. Pero las leyes sobre
manifestaciones se han endurecido desde entonces hasta el punto que ahora deben ser
autorizadas incluso las de una sola persona. Y este jueves, tras comenzar una nueva guerra, las
autoridades han advertido de que la ley “prevé un castigo severo por organizar disturbios
masivos”. “La policía capitalina adoptará las medidas necesarias para garantizar la protección
del orden público en la ciudad”, agregaron la Fiscalía de Moscú y el Ministerio del Interior.
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Estos días se vieron imágenes de varios ciudadanos detenidos por sacar un cartel contra la
guerra por la calle. “Mea culpa por no haber hecho nada para remediarlo, por aguantar estos
20 años [de Putin]”, afirma Natalia, una mujer en torno a la treintena que quiere permanecer
en el anonimato, como muchas otras voces críticas con el Kremlin. Cuando se pregunta a los
transeúntes, abundan las cabezas bajas y miradas distantes. En Instagram también reina el
silencio sobre el conflicto. Muchos siguen la vieja broma franquista del “haga como yo, no se
meta en política”. El portal OVD-Info, una de las principales fuentes para seguir la represión de
las manifestaciones en Rusia, informó a través de Twitter de más de 1.500 en 40 ciudades del
país.
Según una encuesta del centro de estudios sociológicos Levada, independiente del Kremlin, un
48% de los rusos culpaba el año pasado de la tensión en Ucrania a la OTAN. Un 20%
responsabilizaba a Kiev. El mensaje repetido una y miles veces en los medios de que la Alianza
Atlántica se expande como un ejército hacia Rusia ha calado estos años, y ahora la población
no tiene clara la responsabilidad de esta guerra, que en la mayor parte de los casos delega en
presidentes lejanos que dan órdenes y la gente acata porque ellos solo viven día a día.
A diferencia del inicio de la guerra de 2014, los rusos parecen resignados esta vez a que la
economía pueda hundirse. Hace ocho años, la moneda nacional se hundió al pasar de un
cambio de 45 rublos por euro a superar los 90 cuando se impusieron las sanciones. Mucha
gente salió a las tiendas y cajeros a por víveres o efectivo. Este jueves, la tranquilidad reinaba
en tiendas de electrodomésticos y bancos.
Pero la preocupación va por dentro. Un alto cargo estadounidense advertía de que las
sanciones podrían alcanzar a los principales bancos del país, Sberbank y VTB. Para quienes
tienen negocios o ahorros es un drama. “Esto llevará al aislamiento total de Rusia, al derrumbe
de la economía, a la muerte de muchos jóvenes. Esto da paso al comienzo de la tercera guerra
mundial”, afirma María Marrero, una mujer rusa en la treintena que formó una familia con un
español.
Mientras en ciudades ucranias como Kiev y Járkov evacuaban a los refugios, en Moscú sonaban
las alarmas en algunos centros comerciales por supuestos avisos de bomba.
La situación preocupa muchísimo a los españoles y rusos que viven entre ambas tierras. “No
conozco a nadie que apoye la guerra. Los rusos están en shock, algunos están pensando cómo
salir del país”, cuenta al otro lado del teléfono Katia Ivanova, que llegó a España en 2014 y está
casada con un español. Otros tienen pareja o hijos en el otro país y no saben qué será de ellos
si se anulan los visados o vetan los vuelos. Todo apunta a una s