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Gwyneth no estaba segura si este era el camino correcto, o si se tratara siquiera del
rumbo que deseaba para su vida, no obstante, poco le importaba lo correcto o lo
incorrecto, aun tratándose de una decisión desesperada, el único sentimiento que la
obligaba a mirar hacia atrás y reconsiderar sus acciones, era la culpa.
Dos semanas atrás, un circo itinerante había llegado al condado, y desde entonces, su
popularidad no hacía más que crecer, sus atracciones eran tan variopintas, que más
allá de la vulgaridad de la plebe, nobles y burgueses asistían a las mismas,
describiéndolas como espectáculos refinados digno de una ópera. Al final del día, el
mayor número de personas que asistían eran de bajos recursos, pero esta era una
forma de codearse con la alta sociedad, con solo mencionar el hecho de haber
participado en una función, bastaba para ganar las miradas de asombro y envidia de
cualquiera.
El día que Gwyneth asistió al circo junto a una amiga, se sentía dentro de un cuento
de hadas, todas las personas a su alrededor eran fuera de lo común, no solo aquellos
con deformidades, o los pequeños acróbatas similares a duendes, sino que las ropas
de los mismos visitantes eran tan extravagantes y coloridas, como si vinieran de todas
partes del mundo solo para asistir al circo, que la hacían sentir avergonzada de
desgastado vestido grisáceo. El olor a caramelo invadía el aire, volviéndose casi
embriagante, era imposible concentrarse en un solo sonido, desde los diferentes tipos
de música que llegaban de todos lados, las risas, voces, demás se mezclaban en una
canción única.
— ¡Gwyn, vamos a ver allá! —Exclamó Tessie, su amiga, al tiempo que tiraba de su
brazo para atraerla.
Señaló un bello cartel tallado en mármol, que rezaba con letra cursiva llena de curvas
"No se pierda la presentación de las inigualables hermanas Moon", y debajo de este,
el tallado de siete mujeres de largas cabelleras, Gwyneth desvió su vista de un hombre
sin brazos y con las dos piernas pegadas en una sola extremidad, conocido como "El
hombre morsa" para prestar atención al cartel.
— ¿Qué tiene de interesante? —Respondió Gwyneth, cuya curiosidad era más voluble
ante el morbo y lo extraño, por lo que siete mujeres perfectamente normales, no le
llamaban lo absoluto la atención.
— ¡Por supuesto que no, quien quiere casarse con ese viejo feo!
Luego de una larga discusión, Gwynet terminó cediendo, no porque estuviese de
acuerdo con Tessie, sino porque esta era terca como una mula y le había ganado por
cansancio.
— ¿Qué crees que sea? —Inquirió Tessie, observando a su alrededor, denotando que
su interés principal era el mismo público.
— Más te vale que sea espectacular, nos estamos perdiendo cosas realmente
interesantes por esto. —respondió Gwyneth de mala gana, reclinándose en su asiento.
Pasaron largos minutos, el barullo general del lugar fue desapareciendo, hasta no
quedar ni un solo susurro, solo entonces, el telón carmesí se levantó, todo era
oscuridad y silencio, solo una luz se encendió en el centro del escenario, dejando ver a
siete hermosas doncellas, dos de ellas en sillas, una tocando el piano, la otra con una
viola. Todas ellas llevaban el mismo estilo de vestido blanco sencillo, lo que se robaba
toda la atención, eran sus vastas cabelleras, una más larga que la otra, todas bien
cuidadas, con brillantes y sedosos risos que arrastraban por el suelo e incluso
parecían reflejar la luz como si fuesen espejos.
Gwynet podía oír su propia respiración en tan aplastador silencio, miró a su alrededor,
sin comprender como un lugar lleno de personas podía ser tan silencioso y sentirse
tan vacío, todos parecían estatuas de mármol, observando fijamente a las siete
hermanas en el escenario, como si carecieran de vida. Tiró levemente del vestido de
Tessie para decirle algo al oído, pero esta se veía igual de abstraída que el resto del
público, y respondió únicamente con un fuerte "shhhhhhh" mientras ponía el dedo
sobre sus labios.
En cuanto sus propios ojos se fueron hacia las siete jóvenes, también cayó presa del
mágico trance que parecían ejercer, había algo onírico, fuera de lo normal en ellas,
pero no lograba comprender que, era esa sensación de saber que algo no está bien, a
pesar de no verlo a simple vista, y al pensar en ello, Gwyneth no pudo evitar asociarlo
a las leyendas donde las hadas se disfrazaban de seres humanos.
Siendo una muchacha de carácter soñador que encontraba gran diversión en la
fantasía, esta idea no le resultó en lo absoluto descabellada, porque de otra forma no
entendía como las hermanas podían desprender tan embriagante encanto aun cuando
no habían hecho absolutamente nada, ni siquiera mantenían los ojos abiertos,
pareciendo hermosas estatuas de mármol carentes de vida.
Las hermanas estaban organizadas con la más alta de ellas en el medio, cuatro de pie
separadas en dos a cada lado, y las últimas dos sentadas como si cerraran la fila.
La del medio abrió los ojos, enseñando un hermoso color miel que combinaba con sus
cabellos dorados, y tras dedicar una tenue y delicada sonrisa al público, comenzó a
cantar una bella y nostálgica melodía de amor, a pesar de no ser muy fuerte, su dulce
voz llenó la sala, salvo por ella, el resto permanecío sin realizar el más minimo
movimiento, ni abrir los ojos.
Unos instantes después, como si la música les hubiese concedido vida, las dos
hermanas a cada lado, abrieron los ojos, enseñando ambas ojos tan verdes como la
mente, y se unieron al canto de su hermana, con un coro.
La siguiente canción comenzó con una de las muchachas sentada, tocando el violín,
con tal maestría a pesar de sus ojos cerrados, que no sería difícil imaginarla como
aprendiz de algún famoso prodigio. Nuevamente, cada una de ellas fue dotada de vida
al cantar, abriendo sus ojos, con este acto se llevaron a cabo trece canciones.
II