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Diario de Un Descarrilamiento - Dani Rivera
Diario de Un Descarrilamiento - Dani Rivera
de una bienvenida.
De cómo me subí a su tren.
día -1.
9
Queríamos cosas diferentes,
pero extrañamente nos queríamos.
Y cuando la conozcas
te verás a ti mismo
queriendo huir
sin saber de qué,
sin saber cómo,
sin saber hacia dónde,
pero con ella.
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la huida en la que me encontré.
Abro Instagram
y me encuentro contigo,
de frente, como un disparo a quemarropa.
Hoy has escrito un manifiesto
sobre los motivos por los cuales te ves sola
y sin posibilidades de solución.
Entro en Instagram,
hoy te sientes triste
porque no luces en biquini
como las modelos de Victoria’s Secret
y yo, por mucho que miraba tus fotos
buscando los siete errores, las siete diferencias,
sólo veía tus alas.
Regreso a Instagram,
hoy no puedes más,
la vida juega contigo al escondite,
los precipicios comienzan a tentarte con sus caídas
y sólo ves espinas en cada rosa,
por un rato te he imaginado con mis problemas,
buscando a alguien que te diga
que la perfección sólo depende
de los ojos que te miren.
Un día me levanté
y, por fin, me atreví.
Mandarte un mensaje,
empezar a huir.
13
día 3.
15
Estaba tan perdido que cogí un taxi.
Y dudé.
Entre decirle el nombre de mi calle
o que siguiera a esas piernas
que acababan de doblar la esquina,
dejando, de pronto,
a oscuras la avenida.
día 5.
y aun así,
incluso desde aquí,
pareces distinta.
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secretos.
Nadie se ha enterado
de que la noche, hace tan sólo unos instantes,
se curvó hacia nuestra despedida.
He llegado a casa,
estaba demasiado silenciosa sin nadie aguardándome en cada habitación.
He puesto a Quique.
He cerrado los ojos.
Me he tirado en la cama.
No he rozado aún tus labios,
y sin embargo,
ya sé cómo sabes:
a lluvia de domingo
detrás
de mi ventana.
19
día 7.
21
De tocarte sin el pánico de que mañana, quizá,
ya no estés.
23
yo, pretérito perfecto simple.
Mi yo antes de ti
era un yo con vistas al suelo,
un yo cabizbajo,
un yo que tenía dudas
antes siquiera de tener certezas.
Allí, en tu portal,
entre los contadores de la luz
y los buzones de correos,
el rincón
donde entendí
que a veces
la vida te guiña un ojo
y sonríe.
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cuando supiste leer un mapa indescifrable.
Y entonces te vi,
la chica del vestido de flores que se extravía en mitad de mis febreros
para regalarme un calendario nuevo,
te observé, siendo jardín entre tanto callejón,
dándole la vuelta a mis relojes de arena,
despojada de fianzas y de interrogaciones,
te contemplé y supe
que no todas las brújulas
señalan al norte.
día 13.
Yo se lo advertí.
Ella llamaba,
llamaba,
llamaba,
llamaba,
volvía a llamar
y llamaba,
llamaba,
llamaba,
ya amaba.
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(viv)ir contigo de la mano.
¿Ves?
Iba en serio cuando caminábamos de la mano por Sol y dije
que del pasado sólo me quedaría con la poesía
y con el deseo de volverte a ver.
Es cierto,
todavía no soy capaz de entender qué es eso que me sucedió
el día en el que nos conocimos,
pero se parece demasiado a vivir.
29
día 15.
31
Dejándonos la puerta abierta
hemos preferido cerrarla.
33
cosas que olvidé.
Olvidaría mi cumpleaños
si no hubiese vivido ya veintipico,
olvidaría el cumpleaños de mi hermana,
el de mi padre,
el de mi madre,
si no hubiese encontrado
una fórmula nemotécnica
para salir al paso.
He olvidado
un bautizo y una comunión,
cuándo di primer beso,
la primera vez que me enamoré
y todas las chicas que le siguieron.
He olvidado
aniversarios, catorcesdefebrero
y ciento treinta y dos cumpleaños
incluyendo los de toda mi familia.
He olvidado
el día exacto en el que me fui a vivir solo,
la fecha en la que me di cuenta
de que había dejado atrás mi infancia
y la primera vez que quise regresar a ella.
He olvidado
citas con el dentista, con el oculista,
cuándo fue mi primer viaje al extranjero
y el inicio de mi adolescencia.
35
«Admitir que los lunes
no existen
desde que escribiste tu nombre
en mis manías.»
Irene DeWitt.
«Escucho tu silencio.
Oigo
constelaciones: existes.
Creo en ti.
Eres.
Me basta.»
Ángel González.
La felicidad viaja
segunda parte:
en turista.
De nuestro viaje.
día 20.
Mi chica
esconde un cementerio de frustraciones,
viaja en un Golf blanco del noventa y cinco,
tiene unas gafas que no hacen justicia a su mirada
y aún guarda rastros de la última caída.
Mi chica
no tiene nada que quepa en una 90-60-90,
suspira cada vez que se baja de la báscula,
tiene una autopista de pecas en su mejilla
y una sonrisa dos tonos por debajo del blanco.
Mi chica
odia su pelo rebelde,
mide menos de lo que le gustaría
y nunca quiere ser musa.
Mi chica
se burla de los espejos cada mañana,
levanta el dedo corazón en los atascos
y no sabe contener la risa
cuando abrazo su espalda con mi barba.
Mi chica
se llena de tinta las manos cuando estudia,
sofoca incendios cada vez que cocina,
tiene pánico a los insectos
y no sabe defenderse en inglés.
Mi chica
pierde siempre al Trivial,
apadrina un gimnasio
y conserva deudas de un amor
que se declaró insolvente.
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Mi chica
me mira mal en los probadores
porque detesta que emplee
la palabra perfecta
para definirla.
Y no,
tiene razón,
mi chica no es perfecta,
mi chica es precisa.
día 23.
Un par de cafés,
siete folios arrugados
y un bolígrafo BIC
que dejó de escribir,
son sus últimas víctimas.
A ver cómo
explico yo en un poema
lo que todo Dios
comprendería al mirarte.
41
miss caos.
Mira:
no sé cómo lo haces para que todo salga del revés,
no sé cómo eres capaz de ordenar el caos por colores,
ni tampoco sé cómo has logrado convertir mis ruinas en Roma.
43
día 26.
¿Y qué hago yo
mirando
no sé qué verano
en este octubre?
tormenta de verano.
Ella es sol
y tormenta de verano
con escasas horas de diferencia.
Yo también desconocía
la existencia de esa tonalidad,
hasta que una tarde
ella se nubló.
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Resuenan los truenos
con ese sonido de gemido sofocado
dentro de su garganta.
Ella cae
como se precipitan las gotas heladas
sobre el asfalto febril de julio,
me encharca las costillas
y la humedad comienza a calar dentro.
Llueve
llueve
llueve.
día 28.
Ella,
en cualquier lugar,
haciendo cualquier cosa cotidiana
que cualquiera hacemos
cualquier día.
No me expliquéis cómo,
pero ella lo hace diferente.
47
cambio de planes.
49
día 30.
Te llamé hogar
porque eres el primer sitio
en el que quieres refugiarte
cuando empieza a tronar.
la frontera.
Esperándome a la salida
como un matón de recreo,
sin saber que volveré a enfrentarme a ellas,
unas horas más tarde, más valiente,
sabedor de que aún llevo puesta
tu sonrisa
en mi boca.
51
día 31.
El barrer de la portera
y su escoba contra la rutina.
53
Imagínate que el cabecero
es el metrónomo que marca
el ritmo al deseo.
Y que suceda,
que la punta de mi lengua
juegue al morse con tu orgasmo,
que si primero lento y suave
hasta que te revienten las ganas,
que si después más deprisa
y más intenso,
como si estuvieses corriendo
desesperadamente hacia un lugar.
Y fuese yo.
55
Tenerte en ese punto
en el que da igual lo que hagas,
si sigo haciéndotelo,
ponerme de rodillas,
acercar aún más fuego
al incendio,
mirarte con cara lasciva
y que vea tus ojos
repletos de ganas.
Entrar en ti.
¡Shhhh!
¡Silencio!
Y la jodamos.
57
la vida en rosa.
De la calle llegan
las notas de un saxofón,
suena ahora ‘Fly me to the moon’
y los dedos torpes del músico
no son conscientes
del revuelo que ha levantado
entre las terrazas
de una calle cualquiera
de Madrid.
Yo sí me doy cuenta,
veo ese brillo singular
en los ojos de las parejas
y sus manos
buscan complicidad
para sentirse más cerca.
Llega el fin
y dejo de tararear la canción
como si fuera un Sinatra
de mercadillo
pero lo que viene es,
si cabe,
aún peor.
París
por un momento
ha estado aquí,
junto a tu imagen
remoloneando
sobre mi cama
estudiadamente
deshecha.
El saxofonista
se ha callado
y, sin embargo,
te lo juro,
París
seguía
aquí.
59
día 33.
61
Y te levantas
y a mí se me va la vida de las manos
como si fuera un niño pequeño
con ganas de subirse al tobogán.
63
lluévete por aquí.
No,
no seré yo quien te lo prohíba,
quiero que seas tan libre
como la última de tus gotas.
Adelante.
Vamos a llovernos,
a encharcarnos la vida,
a andar con katiuskas
cada vez que hagamos el amor.
Repito,
quiero que seas libre
porque yo te prefiero
cuando caes sobre mi cuerpo
y arrojo el paraguas a ninguna parte
y te recibo
como si fueras un sol de agosto
porque siempre te preferí a ti, lluvia,
con tu globalización de la tristeza,
con tu refugio para poetas tristes
que siempre hablan
de lo que nunca fue.
A cambio,
te entrego todos mis veranos
para que plantes en el calendario
tantos inviernos como quieras llover,
así seré capaz de escribir
miles de poemas de amor
que hablen sobre ti
sin nombrarte.
65
día 38.
67
día 40.
Tu hombro desnudo
pidiendo guerra,
la manera de recogerte el pelo
como si este no fuera
otro martes cualquiera,
la sonrisa veraniega
que descongela mis inviernos,
esa forma que tienes
de que sea tan fácil quererte
sin quererlo.
Tu nombre es la parte de ti
que se queda conmigo cuando te vas,
es antónimo y sinónimo de felicidad
según los kilómetros que nos separen.
69
día 43.
Ríes,
me miras extrañada
secándote el pelo,
abrochándote la camisa
y la cordura,
y me preguntas
que si he hecho un poema
sólo para convencerte
de que te quedaras
unos instantes más en mi cama.
Sonrío.
Sí,
y los que te quedan.
71
día 50.
Estabas aquí,
pero parecía que te habías ido.
Eras,
pero, poco a poco,
cada vez menos
conmigo.
un día te besé.
73
día 54.
Y de repente entendí
que lo nuestro se había acabado:
hasta cuando estabas
te seguía echando de menos.
cómo te fuiste yendo.
Ya no me quedan fuerzas
ni para correr tras tu estela
y rogarte que te quedes un ratito más
que dure toda una vida.
De verdad,
por mucho que lo pienso
no logró encontrar el error.
El amor.
75
«No hay más que un gentío de lamentos
que se abren las ropas en espera de la bala.»
Federico García Lorca.
79
día 57.
Después tratas de hacer del futuro algo más que un espejo con vistas al pa-
sado.
81
día 59.
Dime quién.
Es fácil de entender
que no te puedan hacer sombra:
seguro que la chica de los labios rojos
no sopla el café a suspiros,
la que va leyendo a Coelho tiene tus mismas piernas
pero ella las usa para andar,
qué poco original,
el corte de pelo de la chica que se acaba de subir
me hubiese gustado para ti,
83
pero estoy convencido de que ella no escribe poesía
cuando se aparta los mechones de la mirada.
Definitivamente,
todas parecen tú.
Pero ninguna tiene tus alas.
día 60.
Lo diste de sí.
Como mi nostalgia.
85
inventario de un adiós.
87
últimamente la madrugada.
Últimamente la madrugada
parece un chicle de fresa combativo
en la suela de un zapato.
El zumbido de la electricidad
es lo único que queda
cuando no queda nada que escuchar.
Mis ojos escuecen
y se tratan de cerrar
como el tipo del bar
que me echó a la calle anoche.
Pero no puedo.
No puedo dormir.
No es por las pesadillas
sino por el miedo que tengo
de tenerlas.
Me abrazo a la almohada
en un último intento de no pasar
la noche solo,
justo igual que ayer.
Trato de estar en paz conmigo mismo,
a ver si puedo conciliar el sueño
antes de que llegue el amanecer
con sus reproches de madre.
Tengo miedo de ver la luz colándose
entre las rendijas de mi persiana
y seguir así, insomne,
mientras afuera comienza el rumor del mundo.
De vez en cuando,
siempre que estoy así,
enciendo la lámpara de la mesa
y con esa luz azulada
me resulta más fácil
imaginarme que es la luna
y que yo no estoy en mi cama
sino en el capó de un coche
y tengo a mis pies una ciudad durmiente
y a mi lado,
y eso es lo mejor,
tu respiración.
89
día 62.
Y algo sonó,
rompiéndose,
quebrándose.
Y venía de dentro.
De mí.
93
Ese último día en el que nuestras vidas convergieron en la misma habitación,
después de hacer el amor,
el amor se deshizo de nosotros.
día 64.
La soledad es un ‘escribiendo…’
que no lleva tu nombre.
95
3 pm.
Llueve
y en algún lugar de la vida
tu sonrisa será
el paraguas de otro.
97
todo lo que fuimos.
En el olvido
siempre gana
el que menos pierde.
99
pasillo eterno.
Oscuridad y frío.
Y un tonto capaz de rebatir la improbabilidad de tu regreso.
Eso es todo lo que resiste en esta patria de telefonillos mudos
y pasillos vacíos sin tu silueta al fondo.
día 67.
Y eso,
que he vuelto a pensar
que hubiésemos podido ser ellos.
101
desp(l)egar.
Y tengo miedo.
Tengo tanto miedo que hasta he visto a mi tristeza hacer las maletas
en busca de otros cuerpos.
A los que les quede algo de esperanza.
Porque estar triste es tener cientos de ilusiones
y aferrarse a la única
que está rota.
Y a mí no me queda ni eso,
tan sólo conservo restos de ceniza en los bolsillos,
crujidos de hojas secas en mis pupilas
y las manos manchadas de noviembres.
Y sin ti,
está difícil saber hacerlo.
Volar, digo.
día 68.
103
tu pintalabios, tu libro de poemas.
Afuera,
el mundo sigue igual,
la gente hace lo mismo que hacía ayer,
lo mismo que hará mañana,
a nadie parece importarle que ya no estés.
Hace un mes,
cuatro días
y un par de horas
que te marchaste con tu maleta repleta de atardeceres
y yo todavía sigo en pijama,
mirando tras la ventana,
poniendo tu cara
al resto de la ciudad.
105
día 70.
Escuché la señal
pero no dejé ningún mensaje.
Nunca supe muy bien qué decir
a las cuatro de la mañana
de un miércoles laborable.
Resumo:
te echo tanto de menos
que creo verte entre la gente,
pero nunca eres tú.
Tú
sigues
comunicando.
107
día 71.
He de confesar
que hoy he vuelto a recaer,
a caer en ti,
que no sobre ti.
109
Fue la mejor historia de amor
que he vivido,
la gran historia de amor
que todo el mundo protagoniza
una vez en la vida
y lo más triste de todo es
que nada,
nada,
salió bien.
día 72.
Hay personas
que te rozan la piel
y la piel
no las vuelve a olvidar.
111
«La danza de la lluvia eras tú caminando
mientras te alejabas.»
Escandar Algeet.
trenes perdidos.
De los trenes a los que decidí no subir.
día 74.
115
día 78.
117
día 81.
Equi(boca)do/a:
Dícese de la persona que, sabiendo los labios que quiere,
se conforma con el sabor amargo de otros besos.
la chica que ahora vive en mi cama.
¿Sabes?
119
He vuelto a pedir deseos.
121
secuelas de un invierno.
123
día 87.
Pretendí
que ataras tu nudo en mi garganta.
125
día 90.
Tener la sensación
de que el amor de tu vida
se escapa
justo
cuando tú llegabas.
memorias de una chica rock n’ roll.
127
día 91.
129
«Nunca supo la luna explicar de qué modo
aquel hombre salió de aquella madrugada.»
Luis García Montero.
Llegó con retraso,
quinta parte:
pero llegó.
Del tren que nunca perderé.
día 1.
Y de repente,
no sé qué toqué, qué descoloqué o desordené,
que saliste proclamando repúblicas
y yo me olvidé de reinas y coronas,
tendiste la mano a este vertedero de atenas y romas
y salí yo,
con una sonrisa de kilómetro cero
buscando unos brazos entre los que inmolar
una sobredosis de decepciones.
Y de repente tú.
133
Y lo nuestro deje de ser una circunstancia del destino
y se transforme en un acierto imprevisto.
Una gota de acierto en el océano de los errores.
Y de repente tú.
Como si nada.
Como si todo.
Así fue como me di cuenta de que el amor no se busca.
Que simplemente,
te estalla entre las manos
cuando menos lo esperabas.
135
Todo se termina.
Menos tú.
diario de un
descarrilamiento.
dani rivera