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AGLAÓNICE DE TESALIA

¿Hechicera o astrónoma?

Dr. Miguel Katz

Se sabe que Aglaónice o Aglaoniké (Ἀγλαονίκη) de Tesalia 1 vivió en el siglo II A.C. No se ha


conservado ninguno de sus trabajos y las referencias que nos han llegado de ella han sido a través
de un comentario sobre La argonáutica de Apolonio de Rodas 2 (295 a. C. – 215 a. C.) y de Plutarco
(46 – 120 d.C.). Por Plutarco se sabe que fue hija de Hégetor de Tesalia 3, aunque otros historiadores
sostienen que era hija de Hegemón. Se la considera la primera mujer astrónoma de la Antigua
Grecia.

Tesalia era considerada “tierra de brujas”, sus brujas se


encuentran entre las figuras más famosas del mundo
oculto y subterráneo de los antiguos griegos y romanos,
Circe, Medea, Erichtho, entre ellas.

Se creía que una de las habilidades mágicas más


impresionantes de Aglaónice, era su capacidad de hacer
caer a la Luna de su curso en el cielo y privarla de su
iluminación4.

La más antigua referencia a la supuesta hazaña de


bajar la Luna se encuentra en las líneas 749 a 755 de la
comedia “Las Nubes”, (Nefšlai) presentada en el 423 A.C, Fig.1.1. Imagen en una cerámica
por el dramaturgo satírico ateniense Aristófanes 5. Un que evoca a Aglaónike.
personaje de la obra, Estrepsíades, acuciado por tener que pagar los intereses de una deuda y carecer
del dinero, le comenta a Sócrates que, si pudiera, compraría, como esclava, una hechicera de Tesalia
para que, de noche, bajara la Luna. Luego encerraría la Luna e una caja redonda, “como se guarda
un espejo, y la vigilaría estrechamente”. Si la Luna no saliera más, en ninguna parte, él no tendría
que pagar los intereses.

1
También se la menciona como Aganice de Tesalia.
2
No hay ninguna mención a Aglaónice en la segunda (y única disponible) edición de la Argonáutica de Apolonio
de Rodas. Si, aparece en un comentario manuscrito (Scholia) del siglo XIII, de autor desconocido. Además todo indica
que Aglaónice vivió en el siglo siguiente a Apolonio.
3
No confundir con Hegetor de Bizancio (siglo IV A.C.), ingeniero que inventó el “ariete-tortuga”, construcción
enorme usada durante los asedios a ciudades fortificadas.
4
Algunos personajes mitológicos que también tenían esta habilidad fueron Medea y Circe.
5
Y reescrita por el autor en el año 417 a.C.
2 Aglaónice de Tesalia

También el poeta romano Luciano (Marcus Annæus Lucanus) consideró a Tesalia como tierra
de brujas y la llamó Pharsalia, siendo este el título de un poema épico 6

Según Plutarco (Obsolescencia de los oráculos, 13) escrito a


finales del siglo I d.C., Aglaónice estaba bien informada tanto en
cuanto a la causa de los eclipses totales de Luna como de los
tiempos de su ocurrencia: "Siempre en el momento de un eclipse de
Luna fingió hechizar y hacerla caer". En otro pasaje (Instrucciones
para parejas casadas, 48) Plutarco señaló: "Aglaónice, la hija de
Hegetor estaba bien versada en los períodos en los que la Luna
llena estaría sujeta a los eclipses y, sabiendo de antemano cuando la
Luna iba a ser oscurecida por la sombra de la Tierra, informaba a
las audiencias de mujeres, haciéndolas creer que ella iba a atraer la
Luna hacia si, haciéndola desaparecer de la vista.
Fig. 1.2. Plutarco (46? – 120)
Se debe mencionar una característica de los eclipses lunares. En
la mayoría de los casos, cuyos detalles son conocidos, la Luna no se oscurece en su totalidad. Por el
contrario, sigue siendo visible, pero teñida de un matiz como de color óxido más o menos visible.
En los últimos siglos, sólo muy raras veces tuvo la Luna eclipses en que quedó tan oscura que — en
la ignorancia de los mecanismos causales involucrados, — uno podría convencerse de que había
desaparecido del cielo. Uno de los casos en que la Luna casi desapareció durante el eclipse del 30
de diciembre de1963. Walter H. Haas, fundador de la Association of Lunar and Planetary
Observers, que fue testigo de su progreso en Cruces, Nuevo México, posteriormente señaló: "Ahora
estoy dispuesto a creer que, a veces en un eclipse, la Luna
desaparece por completo de la vista". Para encontrar ejemplos
más recientes de eclipses ultra oscuros de Luna hay que
retrotraerse al del 22 de marzo y al del 15 de septiembre de
1913.

Si hay algo sorprendente y extraordinario en la información


que se obtuvo de los historiadores es que Aglaónice afirmó,
nada menos, que ella predijo que iba a bajar la Luna,
retirándola del Cielo, no que iba a reducir su luz o que
cambiaría la tonalidad de su color. Si al producirse el eclipse
que ella predijo, la Luna no hubiese quedado completamente
invisible su “predicción” no se habría cumplido y la valoración
que tenían sus contemporáneos sobre sus dotes de hechicera Fig. 12. Eclipse lunar total.
habría disminuido sustancialmente.

6
En Pharsalia, en el episodio de la maga Erichto, dice: “Ellas también hicieron descender por vez primera los
astros del raudo cielo, [500] y la serena Febe, asediada por los siniestros venenos de los conjuros, empalideció y se
consumió en fulguraciones ennegrecidas y terrosas, de un modo que la Tierra le impidiera reflejar, e interpusiera sus
sombras a las llamas del Sol [532] y, forzada a bajar por obra del encantamiento, soportó tan grandes fatigas hasta que,
más cercana al suelo, dejó caer su espuma sobre las hierbas”. (esa sustancia espumosa era altamente apreciada por la
brujas de Tesalia para hacer sus pociones y sus filtros).
Aglaónice de Tesalia 3

Lamentablemente, la poca información que tenemos sobre Aglaónice no da indicios directos en


cuanto a la época en que vivió. El límite superior de su actividad sería, por supuesto, 100 d.C.,
cuando Plutarco estaba escribiendo, aunque por la poca información que expuso el historiador, no
daría la impresión de que se estuviera refiriendo a una figura contemporánea. En cuanto al límite
inferior, la actividad de Aglaonice difícilmente haya sido anterior a mediados del siglo III a. C. Fue
sólo durante el período seléucida (que comenzó en el año 312 a.C. con la fundación de Seleucia)
que los astrónomos de Babilonia, usando la trigonometría esférica, perfeccionaron los métodos
infalibles de previsión de eclipses lunares y de estimación de cuán completo podía ser cualquier
eclipse en particular7. Estos conocimientos fueron conocidos en todo el mundo mediterráneo a
partir de mediados del siglo II a.C.

El poeta romano Titus Lucretius Carus, partidario de las ideas de Epicuro, que vivió del 94 al
año 55 a.C. escribió De rerum natura. Al momento de su muerte, su obra aún debía recibir su
revisión final, por lo que la publicación la efectuaron sus mandatarios. Sobre la base de una Física
atomista cuidadosamente articulada, Lucrecio expuso una filosofía materialista y luego pasó a tratar
con el mundo macroscópico en general. En la línea 751 del quinto libro, entre cuyos temas están los
fenómenos celestes, los eclipses de Luna son etiquetados, usando palabras de la literatura latina,
“Solis item quoque defectus lunaeque latebras...”. Latebra (æ) significa escondrijo, guarida,
escondite ... Por lo que la traducción de la frase sería “Del mismo modo que en el eclipse de Sol, la
Luna se esconde ...”. Esto es, la expresión evoca a la Luna como encaminándose hacia a algún
lugar oculto.

Si bien Lucrecio usaba un lenguaje poético, tuvo que ajustarlo continuamente a una descripción
de carácter científico de los fenómenos naturales, la que debía requerir un cierto grado de precisión
en el lenguaje. El vocabulario usado permite inferir que Lucrecio sabía de la producción de eclipses
en los que ocurre una “desaparición” completa de la Luna.

En los últimos años de su vida, el jurista y político Marcus Tulius Cicero (Cicerón, 03/03/106 –
07/12/43 a.C.) escribió varias obras que tratan sobre Filosofía y temas relacionados. En el año 44
escribió De divinatione donde, entre otras cuestiones vinculadas a las costumbres religiosas
romanas, analizó la práctica adivinatoria y su racionalidad. En el 2.17 hace notar la habilidad de los
astrónomos para calcular cuándo la sombra de la Tierra le ocultará la luz solar a la Luna. En ese
momento, expresó, la Luna se volverá necesariamente invisible. Por lo que también Cicerón estaba
seguro que un eclipse total de Luna implica la desaparición del disco lunar.

Si bien los eclipses de Luna no ocurren a diario, los escritores de Grecia y de Roma no se
ocuparon dar descripciones detalladas de los mismos sino que apenas dieron cuenta algo más que su
mera ocurrencia. Actualmente sólo se conservan, con algunos detalles, los documentos referidos a
cuatro de tales eclipses, que corresponden al período comprendido entre Alejandro Magno y el
primer año de gobierno del emperador romano Tiberio.

7
También puede haber conocido los ciclos de Saros, ciclos caldeos de 223 lunas, que equivalen a 6585,32 días tras
los cuales Tierra y Luna retoman aproximadamente la posición de sus órbitas, con lo que un eclipse se puede predecir a
partir de los anteriores. Se supone que ese ciclo fue descubierto por el astrónomo caldeo Beroso, (350 – 270 A.C.). El
último eclipse de Saros fue el 22 de julio de 2009 y el próximo será el 22 de agosto de 2027.
4 Aglaónice de Tesalia

El 20 de septiembre del 331 a.C.8, se produjo un eclipse total de Luna, poco antes de la crucial
batalla de Gaugamela, en la planicie mesopotámica, donde Alejandro aniquiló al ejército de Darío.
En la sección 4.10.1 de su Historiæ Alexandri Magni Macedonis Quintus Curtius Rufus (siglo I, d.
C.) escribió que los camaradas de Alejandro Magno contaron que durante todo el eclipse de Luna,
esta tomó el color de la sangre. Esta es la clase de eclipse que se considera normal.

El 21 de junio de 168 a.C., se produjo un eclipse de Luna, también antes de una batalla
importante. Este eclipse ocurrió durante el choque de los ejércitos del Cónsul romano Lucius
Æmilius Paulus y del rey macedonio Perseo, conocido como la batalla de Pydna (Macedonia). El
historiador romano Tito Livio (44 a.C. – 37d.C.) escribió que uno de los tribunos militares de
Paulus, Gaius Sulpicius Gallus, que era muy entendido en Astronomía, reunió al ejército romano
antes del eclipse y le informó a la tropa de su inminencia y de su causa. De esa manera se obvió que
la tropa, ignorante, entrara en pánico ante un acontecimiento de esa naturaleza. Los detalles del
eclipse fueron suministrados por Plutarco (Vida de Æmilius Paulus, 17): “Al hacerse de noche y
cuando después del rancho se iban a dormir y a descansar, la Luna, que estaba llena y bien
descubierta, empezó de pronto a ennegrecerse y desfalleciendo su luz, habiendo cambiado
diferentes colores, desapareció”.

Esta descripción, breve como es, no es muy


diferente a las descripciones de testigos oculares
del eclipse lunar del 30 de diciembre de 1963. En
esa ocasión, durante el eclipse se observaron
tonalidades azules y rojas en diferentes regiones de
la superficie lunar pero, posteriormente todos
desaparecieron. En el caso del eclipse de Pydna, es
Fig. 1.2. Eclipse lunar del 08/10/2014. altamente probable que la imagen de la Luna haya
desaparecido.

Según Cicerón (en De divinatione, 1.18), quien el 3 de mayo del año 63 a.C. era Cónsul en
Roma, pudo observar el eclipse y afirmó que la Luna se desvaneció por completo dejando sólo,
como telón de fondo, un cielo estrellado.

Del eclipse del 14 de septiembre del año 27 d. C. Se tiene como fuente al historiador romano
Tácito (Anales, 1.28) quien tuvo a su disposición las descripciones de varios testigos oculares.
Según los testimonios de los observadores de Pannonia 9, la presencia de nubes hizo prácticamente
imposible la observación del eclipse desde el inicio hasta avanzado su progreso. En ningún
momento la Luna se tornó invisible. Por lo que este eclipse fue normal.

Esta normalidad persistió hasta las últimas décadas del siglo I d. C. Esto se puede inferir de
Plinio el Viejo (Historia natural, 2.42), quien escribiendo no más allá del año 79 d. C., dio por
seguro la visibilidad de la Luna durante sus eclipses. Dos pasajes de Lucius Annæus Seneca (Fedra,
788, y Cuestiones naturales, 7.27.1), ambos libros escritos entre el 50 y el 65 d.C., se refieren al

8
Extrapolado del calendario juliano.
9
Región de Europa central bañada por el río Danubio que hoy pertenece a Hungría.
Aglaónice de Tesalia 5

enrojecimiento de la Luna durante los eclipses. Plutarco en De facie in orbe lunæ, 21, refiriéndose a
su época, fines del siglo I, afirmó categóricamente que la Luna no es del todo invisible durante un
eclipse total, sino que atraviesa por una amplia gama de colores: Puede ser de un tono rojo oscuro a
rojo fuego o mostrar apenas enrojecimiento y, a veces, se ha observado un tinte azul o azulado. Él
asoció estas variaciones de color con el momento de la noche en que fuera observado el eclipse.

Algunos astrónomos han sugerido la posibilidad de que entre el siglo II y fines del siglo I se
haya producido varios de eclipses lunares “absolutos” por lo que el eclipse de Pydna del 168 a. C., y
los que describieron Lucrecio y Cicerón no fueron fenómenos aislados.

En la actualidad, el resplandor rojizo de la Luna y sus cambios de tonalidad durante un eclipse


total “normal”, se explica fácilmente. Cuando la Tierra se interpone entre el Sol y la Luna, la luz del
Sol que bordea la atmósfera terrestre sufre una refracción y se desvía hacia el cono de sombra que
proyecta la Tierra y sus longitudes de onda más cortas son atenuadas como resultado de la
absorción debida a la dispersión de Rayleigh.

Evidentemente, en el caso de eclipses de Luna anómalos, se ponen en juego otros factores. Una
de las hipótesis propuestas para explicar las características inusuales del eclipse lunar del 30 de
diciembre de 1963 trata de considerar esta anomalía como el resultado de la presencia, en la alta
atmósfera terrestre, de polvo volcánico expulsado durante el curso de la erupción del Monte Agung
en Bali, Indonesia, el 18 de febrero de ese año 10. Circunstancias similares parecen haberse dado
previamente a otros eclipses oscuros ocurridos en tiempos relativamente recientes. Los eclipses del
22 de marzo y del 15 de septiembre de 1913 se pueden vincular con la erupción más grande del
siglo XX, que terminó con la explosión del Monte Katmai en Alaska durante junio de 1912. El
eclipse lunar oscuro del 04 de octubre de 1884 ocurrió luego de la erupción del volcán Krakatoa
iniciada el 26 de junio de 1883, cuya explosión voló las dos terceras partes de la isla. Durante el
eclipse del 16 de junio de 1816, la Luna tomó primero un color muy oscuro y luego se tornó
invisible. Ese eclipse ocurrió poco después que, durante abril de 1815, una erupción seguida de la
explosión del volcán indonesio Tambora expulsó a la atmósfera 150 km3 de cenizas volcánicas.

Dado que el contenido de los núcleos de hielo de Groenlandia parece incompatible con eventos
volcánicos de la magnitud de Krakatoa o Tambora que se hayan producido durante el período 170
– 45 a.C. 11, no es correcto asignarle a las cenizas volcánicas la causa de la serie de eclipses
anómalos de la época romana. No hay registros de una actividad volcánica a escala mundial tan
intensa y tan continua como para haber causado eclipses lunares oscuros, Por lo que, forzosamente,
debe buscarse una línea alternativa de explicación.

En 1920, en dos artículos, André – Louis Danjon 12, (1890 – 1967), llegó a la conclusión de que
el grado de brillo de la Luna eclipsada es una función de la fase de un ciclo solar de

10
Brooks, E. M., ibid., 346 (1964).
11
Hammer, C. U., Clausen, H. B. and Dansgaard, W., Nature, Lond., 288, 230.
12
Danjon, A., Compt. rend. Acad. Sci. Paris, 111, 1127 and 1207 (1920).
6 Aglaónice de Tesalia

aproximadamente 11 años13. Su punto de vista fue apoyado posteriormente por dos estudios de
Gérard de Vaucouleurs14, (1918 – 1995), y luego, algo más tarde, por Barbara Bell, (1922 – 2017)
y John Gray Wolbach 15, (1917 – 2000), quienes sugirieron modificaciones menores. En 1975, la
hipótesis de Danjon fue ratificada por David Wolstenholme Hughes 16, (1941 – ). Básicamente, la
situación parece ser la siguiente. En los dos años inmediatamente después del mínimo del ciclo
solar, la Luna eclipsada presenta un color muy oscuro o es invisible. Una vez que el ciclo supera el
mínimo, durante un eclipse, la Luna se vuelve más brillante y más rubicunda hasta que, durante el
séptimo y octavo año después del mínimo, al eclipsar alcanza su máximo esplendor, mostrando un
color rojo vivo, o color cobre con tonalidades anaranjadas. En los eclipses posteriores el brillo cae
bruscamente hasta “apagarse” dos años después del mínimo del ciclo solar. En general, en el marco
de este patrón general, los eclipses de invierno son aparentemente más brillantes que los que se
evidencian en otras estaciones 17.

Algunos autores, han rechazado por completo la mera existencia de Aglaónice 18 y hasta
cuestionado la existencia de eclipses donde la Luna se tornó invisible.

Así evoluciona la Ciencia, proponiendo hipótesis que expliquen la realidad, cambiándolas ante
las refutaciones empíricas por nuevas hipótesis o teorías. De esta manera se corrobora que toda
teoría nace provisoria y muere cuando aparece una nueva teoría que explica lo que la anterior no
puede explicar y tiene mayor carácter predictivo.

El cuanto a la posibilidad de la existencia de Aglaónice, considero probable que haya sido una
astrónoma que siguiendo la tradición de Tesalia, tierra de brujas, haya predicho bajar la Luna y si
no lo fue, como dice el proverbio italiano: “Si non è vero è ben trovato.”

13
El movimiento del plasma en el interior del Sol, que se efectúa a distintas velocidades según las zonas, origina
cambios en su campo magnético. Estos cambios se producen con cierta regularidad y se ha comprobado que cada 11
años se reproducen. Esos regularidad en los cambios se conoce como “ciclo solar”.
14
De Vaucouleurs, G., ibid., 218, 655 and 805 (1944).
15
Bell, B. and Wolbach, J., Icarus, 4, 409 (1965).
16
Hughes, D. W., Nature, Lond., 253, 503 (1975).
17
Fisher, W., Smithson. Misc. Coll., 76, no. 9 (1924).
18
Stothers, R. B., “Dark Lunar Eclipses in Classical Antiquity” Brit. Astron. Assoc. J. 1986 96 2

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