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Yo sí, creo que algunos perros van al cielo…

“La niñez es un mundo mágico, donde las cosas no abandonan sus encantos y todo está por conocerse.

El niño va creciendo con todo el amor que lo rodea y lo que recibe es lo que da.

La niñez es el reino adonde el alma se queda a vivir y donde nadie muere.”

Domingo Solrac Botz.

Greta
(Yo sí, creo que algunos perros van al cielo)
Yo sí, creo que algunos perros van al cielo…

Prefacio.

Cuando tenía 4 años y estaba en Jardín de infantes apareció alguien nuevo en mi


familia.

2003, hacía un año que había terminado el mundial en Japón/Corea, y en los asados
de casa, todavía se discutía si Bielsa, era el adecuado o no, lo que sí se sabía era que
el sueco, Anders Svensson pateo el tiro libre y gol, perdíamos uno a cero, pero
logramos empatar con Crespo de penal pero no alcanzo, nos volvimos a casa,
eliminados en la primera vuelta.

Creo que ver caras tan tristes por el fútbol, me hizo querer tomarme la revancha,
pensar en jugar y en un mundial meter un gol, ¿y quién no?; ahí arranque con el
fútbol, dándole patadas torpes a la redonda, casi, casi al mismo tiempo que llegó
Greta, a casa, era también una pelota, pero de pelos, hermosa, casi ni se veían las
patas, casi ni podía ladrar, ahí nació mi amor, por la pelota de cuero y la de pelos
(Greta).
Yo sí, creo que algunos perros van al cielo…

“Déjà vu”

Cuando desperté ese feriado del 9 de julio, no me imagine que ese día iba a ser
muy especial, había dormido toda la noche como siempre, cansado del día
anterior, la escuela se había adelantado con el acto del día de la independencia, y
como siempre, estuvimos parados mucho tiempo, y a mí eso, no me gusta, soy más
de correr de moverme, como cuando jugaba al fútbol, adonde la pelota rodaba
para el lado que yo decidía, mis amigos decían que la tenía atada, no sé si era tan
así, pero disfrutaba de jugar y compartir con mis compañeros de equipo.

Una vez jugué un partido inolvidable, primero porqué marque un gol segundo,
porque me fueron a ver…

Mi D. T. había dado el equipo el viernes en el último entrenamiento, y me


comprometió a jugar ese Domingo, era sexta división, y jugábamos contra los del
Barrio Del Carmen, ásperos, de correr y meter mucho, esos que a una cuadra se les
olfatea el barrio y el potrero, yo soy mediocampista, o volante por izquierda zurdo
con convicción, pero por alguna razón el técnico me hace jugar por derecha.

Soy de jugar de afuera para adentro, y muchas veces me repito como medio enlace,
me gusta estar en la jugada final, dar ese pase entre líneas, sumar asistencias, y si
se da patear al arco.

Ese Domingo, jugué desde el minuto cero, pero, en el segundo tiempo, se nos
venían y el D. T. quiso “cuidar el empate”, no lo podía creer primero saco un
delantero, bruno, un 9 de área, con poco gol pero con mucha entrega, y seguro, el
segundo cambio, iba a ser yo. Cuando salió Bruno, sentí, que me quedaban no más
de 10 minutos, y me la jugué, cuando Damián, recibió de espaldas en el centro del
campo, dude en correr, pero note que le reboto de primera a Marcos, y este le pego
seco hacia el cajón, entonces en mi carrera lanzada, supe hacerme de la pelota y
encaré al área, no sé porque pero me apuro el central de ellos y sentía que en el uno
contra uno me iba a cuerpear y ganarme, así que cuando tome la pelota entre
rápidamente al área y ante la llegada del 2 de defensores, cerré los ojos y disparé al
arco.
Yo sí, creo que algunos perros van al cielo…

La pelota la agarre mordida, pero eso fue fortuito, ya que tomo un efecto,
descomunal, y engaño al arquero en el pique y se coló en el segundo palo, me
inunde de felicidad, corrí al alambrado y le grite a los espectadores mi gol, y entre
bocinazos y gritos, mis compañeros corrieron a abrazarme y caí al suelo, cuando
me dejaron levantar, mire al costado y estaba mamá y Greta, mis compañeras
inseparables y con una mueca de beso les dedique el gol.

Todo esto se repetía en mi cabeza, en pleno acto, como una película, como un déjà
vu, mientras mis piernas, inmóviles y cansadas se mantenían firmes y de pie, para
despedir a la bandera de ceremonia.
Yo sí, creo que algunos perros van al cielo…

II

La Mañana

Cuando deje de hacer fiaca, me incline y salí de la cama, mis piernas, mantenían el
entumecimiento del acto escolar, pero a poco de caminar se me fueron
ablandando, mi camino al baño a lavarme, fue lento y quejoso, pero cuando salí ya
estaba volviendo a mi estado normal, abrí la puerta y escuche voces hablando en el
garaje, pensé que se trataba del tío, que casi todas las mañanas pasa a ver como
esta todo, pero no, esta vez, no era el tío, a poco de llegar, mamá me presento al
veterinario, un viejo canoso, que más que un veterinario se parecía mucho a mi D.
T. y pensé, los tipos de sesenta son todos iguales, gordos, canosos y serios.

El Sr. Bustamante, era un veterinario avezado en el campo de la cría de perros, y


muy respetado por su enorme experiencia, mamá estaba seria, escuchándolo, él
hablaba de una inyección, y mamá no consentía tal propuesta.

Greta estaba echada, su lugar, un rincón tranquilo, libre de corrientes de aire.

En casa, le elegimos un lugarcito lejos del pasillo y de la puerta, para que Greta no
pensará que tiene que cuidarla y se quedará allí durante el día, Greta ya había
cumplido sus diez años hacia dos días, estaba muy vieja, pero su estado de ánimo
se lo achacamos a los celos, típico de los animales domésticos.

Greta hacia días que se mostraba desganada, ya no me acompañaba al patio, y ni


siquiera, ladraba al vecino de enfrente, que siempre hacia ruido con el auto.

Mamá, me miro y sentí como esquivo mirarme a los ojos, no lo entendí, pensé que
estaba enojada, porque ayer al regreso de la escuela había dejado tirado el
uniforme sobre el chifonier y no lo había colgado como siempre me pide.

Volví sobre mis pasos para terminar en la cocina, y prepararme el desayuno de


siempre, yogurt bebible y cereales de anillos.

Y en mi rutina, repase mi día, la escuela, el club, y mis demás tareas, pero mis
pensamientos se apartaron hacia la tristeza que de refilón, logre ver en los ojos de
Greta. Esto me llamo la atención y me fui a cambiar al dormitorio.
Yo sí, creo que algunos perros van al cielo…

III

Mi Rutina

Todos los martes tenia clases de inglés, una pesadilla, me gusta más el francés,
tiene palabras raras, pero bueno, esas clases me ayudan en la escuela. Y todos
coinciden en que el inglés en necesario, quizás que sí, yo no lo sé, pero si sé que
sentado acá en estas clases, cumplo con mi parte del trato,…”sin faltar a Inglés, hay
fútbol el fin de semana”… sentencia mi Mamá.

Estaba con una tarea de narración, en inglés, algo de ir de compras al súper, y me


volvió esa mirada triste de Greta, ya no se me ocurría nada más, ni ganas de seguir
escribiendo, encima nunca hago las compras, ni idea que poner, y Greta que me
daba vueltas en la cabeza.

Cuando comencé la primaria, los recreos eran sagrados, la pelota echa de papel un
clásico, y aparecían jugando con nosotros, Javier Zanetti, Matías Almeyda, Juan
Pablo Sorín; Pablo Aimar; Ariel Ortega, Gabriel Batistuta casi toda la selección
Argentina, en el patio colocábamos camperas e improvisábamos arcos, yo, como
siempre, intentando volver a clases con un golcito.

A la tarde mi compañera de juego era Greta y mamá y entre las dos trataban de
quitarme la número cinco, que para mí era como una número siete, Greta me la
arrebataba, la babeaba, y me parecía que me invitaba a sacársela, mi vieja, de
madera, pateaba de puntín, a cualquier lado, ahí aprendí a esquivar, a gambetear,
a saber cuándo estaba bajo presión genuina, mis dos compañeras fueron mis
grandes maestras del fútbol.

Ya terminé la hora de inglés, pero no terminé con la narración, otro día lo hago,
tengo que volver rápido a casa, a ver a Greta, quizás ya esté mejor, y podemos
jugar a la mareadita.

Espero en la esquina, mamá, todavía no llega a buscarme.

Mientras tanto, charlo con Mica, ella también, se distrae en clase como yo, pero
sueña con ser odontóloga.
Yo sí, creo que algunos perros van al cielo…

IV

El Regreso

El auto paró a media cuadra, el transito hace que estacionar sea casi imposible, me
despido de Micaela, con un beso y salgo rápido para subirme al Golf negroy salir
para casa.

En el asiento de adelante esta Santi, medio dormido y aburrido de pasear, así que
me acomodo atrás, Santiago es mi hermano, él es más grande que yo, en todo
sentido, y somos buenos compañeros, él también disfruta de nuestra perra Greta,
pero no del fútbol como yo.

Nuestra casa está lejos, ya que ahora nos mudamos a las afueras de la ciudad, pero
estamos algo acostumbrados, ya que de chicos, nosotros, también vivíamos lejos,
en una casa alpina en el otro extremo de la ciudad, en aquel entonces Santiago de 3
años mayor que yo, mi madre, y yo, que en ese momento tenía 4 años y por
cumplir los 5 años..!!

Recuerdo que al ser una de las ultimas casas de Río Gallegos, todas las mañanas
aparecían caballos a pastar, muchas veces sentíamos ruidos y era que algún caballo
se había metido a nuestro jardín.

En esa casa se mantenía fácilmente la limpieza, mi madre un poco fanatizada con


eso y nosotros que no mucho la ayudábamos.

La llegada de Greta a casa provocó un gran cambio el primero en la lista de


sucesos, mamá abandono su extremada pulcritud, claro, no se podía mantener
limpios los pisos, las 24 horas del día por más que quisiese, con dos hijos y un
cachorro en casa, era muy difícil.

Lo segundo que cambio fue que dejamos de ser los dos consentidos para pasar a
ser tres, Santiago, Greta y yo. La cachorra Greta recién llegada a casa lloraba todas
las noches y mamá bajaba a mimarla hasta que se dormía, muchas veces hasta mi
madre se quedaba dormida junto a Greta.
Yo sí, creo que algunos perros van al cielo…

También pasaba que a escondidas de mamá, subíamos a nuestro cuarto a la


cachorra para que duerma con nosotros pero siempre éramos descubiertos porque
Greta hacia algún lío.

Mamá frena de golpe, casi pasa sin advertir el cartel de Pare, esta distraída, quizás
apurada por llegar, tal vez preocupada por Greta.

Estamos a quince minutos de llegar, el transito es un caos, o se me está haciendo


eterno el regreso.
Yo sí, creo que algunos perros van al cielo…

Dejo amargo

No sabía cómo se encontraba Greta, pero todo hacía presagiar que no estaba bien,
cosas que nunca voy a entender, pero que suceden y lastiman.

Greta con diez años, ya no era la misma, los años la habían transformado en un
animal lento, cansado y pesado.

El tiempo le hizo perder ese pelaje negro y brillante que supo tener, y como toda
labradora, con cada mudanza, se iba añejando, y el negro paso del azabache a un
negro casi mate.

Ya no jugaba conmigo, su torpeza la hacía vulnerable y predecible, y el juego


agonal, desaparecía de cuajo y el cansancio la tomaba prisionera durante horas, en
las tardes de primavera y verano.

Su cuerpo también había cambiado, se le notaba como del cuello colgaban los
pliegues como la ropa que mamá colgaba en el cordel del patio, y sus pesadas
patas parecían acariciar el suelo con cada paso.

Sus ojos, una bendición, mostraban cual tiernos pueden ser, y lo sacrificado de ser
tal animal, en sus ojos hoy había tristeza, y no por los años.

Se detuvo, el auto azul de mamá, ya estamos en casa, bajo del auto y al hacerlo,
piso un charco de agua, salpico a los lados y camino dudando hacia el garaje,
pensando ciegamente en aquella mirada de Greta por la mañana, todo un gran
dejo amargo.
Yo sí, creo que algunos perros van al cielo…

VI

Ella Dormida

El umbral de casa está relativamente cerca del garaje, el piso de madera cruje con
cada paso, entro a casa en silencio, pretendiendo no hacer demasiado ruido, y así
no despertar a Greta, me la imagino descansando terminando su siesta.

Una segunda puerta me separa de mi gran cachorra, suavemente trato de


empujarla sin que las bisagras oxidadas, provoquen ese molesto y agudo chirrido.

Todo es silencio, aunque escucho a mi hermano venir tras de mí, también sin
intensión de hacer ruido.

Greta duerme, esta incomoda, se nota porque se mueve dormida, el plato de


comida está a un costado, intacto, ni siquiera tomo agua, y esto no está bien.

Giro para irme y mamá y Santi, me miran como resignados, pero no sé a qué…!

Llegando a mi cuarto, encuentro sobre la mesada del pasillo, mi frisbee, con las
marcas de dientes de mi cachorra, siempre jugaba a lanzarlo para que ella lo atrape
de un salto, en el aire y lo traiga.

Ella sabe hacer de todo, alguna ves alguien comento en casa, a esta perra solo le
falta hablar. Y tenía toda la razón, a veces hasta parecía adivinar mis
pensamientos.

Extraño mis tardes con ella, ojala pronto se recupere y volvamos a lo nuestro,
volvamos a jugar.
Yo sí, creo que algunos perros van al cielo…

VII

Esa Enfermedad

Hace tres meses que Greta viene con este malestar, y poco a poco, se fue alejando
de nuestros juegos, ahora me doy cuenta, justo hoy me doy cuenta, mi perra está
enferma, es eso.

Mamá me llama, desde la cocina me pregunta si me lleva al Club…yo contesto que


sí, hoy arrancamos el entrenamiento para el Domingo, creo que jugamos contra
Ferro.

Me cambio rápido, pero cuando me estoy colocando las medias, me doy cuenta, lo
insensible que me estoy comportando, como puedo pensar en el fútbol, estando mí
cachorra enferma en un rincón.

Ya son casi las 20:00 hs la llamo a mamá al cuarto, y le pregunto algunas cosas
sobre Greta, me dice que está muy enferma y que debería ir a despedirme porque
su estado era irreversible.

Trago saliva, y le hago caso, me levanto y con algo de miedo me voy al garaje,
repasando muchas cosas en mi cabeza, muchas cosas vividas con mi cachorra. En
la casa de mis abuelos siempre tuvieron varias mascotas y así fue criada mamá,
rodeada de animales, porque a mi abuelo les gustaban, especialmente los perros
que formaban parte de la familia, y así ella nos crio a mi hermano y a mí; y así
Greta forma parte también de nuestra familia, ella jugaba con nosotros, desde
siempre y nos criamos juntos, muchas veces, en los juegos, era muy bruta y nos
tiraba al piso, no por mala, sino porque su forma de demostrar cariño era esa.

En el garaje detengo mi marcha y mis imágenes del pasado, también, busco con la
mirada a mi cachorra Greta, ella parecería que me estaba esperando, ya sin brillos
en los ojos y casi sin pulso, caigo de rodillas a su lado, la abrazo, la beso y casi sin
darme cuenta y sin aviso, se me fue.

No sé si llorar es de hombre o no, no sé si está bien o está mal, solo sé que llore
tanto que me dolió el corazón. Y hasta el día de hoy la extraño con el alma.
Yo sí, creo que algunos perros van al cielo…

VIII

La Partida

Cuanto vacío se siente después de perder los afectos, así me pasó con Greta.

Hace ya más de un año de su partida y todavía se extraña su presencia.

Hacia un tiempito que ella había empezado a adelgazar, ya no tenía tanto apetito y
en casa pensábamos siempre, que era por celos, por la llegada de Franca, una
Boyero de Berna. Yo nunca me di cuenta de nada, tampoco nunca me lo dijeron,
con sus diez años, ya se le notaba el paso del tiempo en su pelaje, mi gran
labradora negra mi cachorra, mi grandota, ya no era la misma desde hace un
tiempo atrás, y quizás no me quería dar cuenta, ya había perdido hasta el brillo de
sus ojos, ya no era tan inquieta, ya no era ella…

Uno en la rutina adolescente, va dejando cosas de niños, momentos que hasta no


queremos recordar, juegos, ropa, costumbres, hasta mimos parentales, pero el
amor por una compañera como Greta, uno no lo quiere abandonar nunca, se lo
piensa eterno, hasta infinito, y en cierto modo lo es, yo añoro esos buenos y lindos
momentos con Greta, tanto, que me vuelve a doler el corazón y mis lágrimas se
mueven en caída libre.

Es por esto que repaso con detalles nuestro último día, y no encuentro consuelo, al
descuido que sin querer le tuve, y agradezco que ya sin fuerzas me haya esperado
para despedirla.

Hoy vino Bruno a casa, a buscarme, me dice que el equipo no es el mismo sin mí,
que les resulta difícil ganar un partido y que desde que deje de jugar, él no le
marca un gol ni al arco iris, y que el Sábado jugamos el clásico contra el Boxing y
que estaría muy bueno tomarnos revancha del último clásico.

Greta hoy no estas, y mis ganas de jugar al fútbol, se fueron con vos, pero todavía
recuerdo cuando ibas a verme con mamá y lo bien que lo pasábamos.

Quizás Bruno tenga razón, tal vez un pase gol o un disparo al arco, sea el mejor
homenaje a mi cachorra mi gran maestra, y si convierto un gol, buscare dedicárselo
Yo sí, creo que algunos perros van al cielo…

a ella mirando al cielo, con esa mueca de beso, porque la extraño porque la amé y
porqué, Yo sí creo que algunos perros van al cielo…!

Fin…!!!

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