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Vista de parte del Himalaya, con el Everest (cerca del centro) y de la meseta tibetana desde
la Estación Espacial Internacional.
Vista de alpinistas (esquina inferior derecha) moviéndose entre una rimaya y una crevasse
en el Alpamayo (Perú).[1]
El monte Kailash (6714 m), en pleno corazón del Tíbet, es una montaña sagrada para
algunos budistas, hinduistas, jainistas y bonistas.
Los peldaños de ascensión al monte Tai, una montaña que recibe más de dos millones de
visitantes anuales.
La proporción de tierras emergidas situadas a más de 1000 m sobre el nivel del mar es de
aproximadamente una cuarta parte del total,[3][4]y el terreno montañoso comprende cerca
del 33% de Eurasia, del 24% de América del Norte, del 19% de América del Sur y del 14%
de África.[5]Un 10 % de la población mundial habita en regiones montañosas. Todos los
ríos mayores nacen en áreas montañosas y más de la mitad de la humanidad depende del
agua de las montañas, debido a que su purificación es más económica que el agua de mar;
en zonas áridas y semiáridas, esta proporción se eleva a alrededor del 90%.[6][7]
El clima que experimentan las zonas montañosas —con temperaturas de promedio más
bajas (5 °C/km de altitud) y precipitaciones más altas que las llanuras cercanas debidas a la
altitud—, también juega un papel importante en su configuración. Ese clima específico
—generalmente marcado por la estadificación altitudinal— y sus pendientes difíciles de
acceder hicieron casi imposible su explotación humana intensiva, y ahora son la